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Marcela tu trabajo parece un estudio teológico!

Está muy completo te


felicito Silvia Cavadini
III ISCA – Sede Región Platense
Módulo 3: “El don de la Palabra que hace fecundo los encuentros”
Nombre y apellido del catequista que envía el trabajo:
Marcela Liliana Maidana de la Diócesis de Mar del Plata

Trabajo personal

Les proponemos trabajar los dos textos bíblicos, los dos diálogos y
que puedan señalar:
- actitudes de Jesús en el diálogo que puedan ser
orientadoras para la tarea del catequista.
- actitudes en Nicodemo y la Samaritana que van
transformándose en el encuentro con Jesús.
- A la luz de estos dos textos ¿qué debe cambiar en
nuestra catequesis?

Vivimos en un mundo donde las diferencias culturales y sociales hace que


haya discriminación, sea por el “qué dirán”, si tratas con alguien diferente, o
simplemente sólo hay indiferencia hacia otras clases sociales y/o culturales.
En la época de Jesús también hubo diferencias sociales, políticas, culturales,
económicas.
Jesús olvida las diferencias, mejor dicho, no le importó que lo vieran hablar
con una mujer (ya que se prohibía). Él entabla una conversación con la mujer
Samaritana en un lugar público superando los prejuicios de raza y las
convivencias sociales (vemos en los Evangelios cómo refleja con gran
rotundidad la enemistad histórica entre judíos y samaritanos)
A pesar de todo Jesús se hace cercano y más aún, le pide un favor: que le
dé de beber.
La samaritana se sorprende, pues la sencillez y humildad hace que el “otro”
se sienta “interesado” y más aún por el por qué de su comportamiento. (Los
catequistas debemos imitar a Jesús)
(El dar testimonio de Jesús, la pastoral y/o los catequistas deberán inspirar el
mismo sentimiento de interés y curiosidad por ser “así” o qué es lo que lleva a
la pastoral y/o catequista a ser como es).
Mientras la samaritana le da agua natural para calmar la sed de Jesús; Jesús
le da “agua viva” que simboliza la fe que provoca la vida en Cristo.
Es normal que el agua se entregue, se dé a los demás, se comunique, se
pida y se ofrezca gratis (como la samaritana a Jesús y Jesús a la samaritana).
Si nosotros damos, comunicamos, derramamos nuestra “agua-fe” a los
demás les estamos dando vida, ¡les estamos “empapando” de nuestra vida
cristiana! Y eso pasa cuando damos, “derramamos”: nuestro servicio, nuestras
cualidades, lo mejor de nosotros, nuestra entrega ¡Y también les invitamos a
que ellos prueben esa agua-fe (como Jesús a la samaritana); es decir el estilo
de vida cristiana!. El agua que no fluye, que no se da, se evapora, se seca la fe
sin obras se muere.
El “agua-viva” o “agua-fe” es necesario para la vida cristiana, la vida que
ofrece Jesús, es decir, vida llena de verdadera felicidad, paz, justicia, respeto,
de amor a los demás, servicio, entrega, etc.
Debemos convencer, demostrar, desde nuestra fe, que merece la pena
beber de esa agua que nos da Jesús.
Así como vemos en la samaritana ( a pesar de que era de otra provincia y de
una religión rival, pero que esperaba al Mesías) que lo decisivo es la gradual
autorevelación de Jesús que conduce a ella a la fe y más tarde a sus
compatriotas samaritanos. Revelación y fe son los dos puntos de vista que
dominan el relato y son los dos puntos de vista que deberá dominar la pastoral
para llevar a los fieles al conocimiento de Cristo.
La imagen de Jesús irradia en esta sección con esplendor y permite percibir
su fondo más profundo: la unidad de Jesús con Aquél que lo envió (CfJn4,34);
los fieles a los que se dirija la pastoral deberán descubrir a Aquél en Jesús,
reconociendo a Jesús como el “Cristo” como lo hizo Pedro en el que Jesús dijo:
“Feliz eres, Simón Bar-Joná, porque no te lo enseñó la carne ni la sangre, sino
mi Padre que está en los Cielos” (Mt 16, 13 - 20).
Comprender que debemos dar testimonio de que “todo” encuentra su
plenitud en Jesús, el único que puede ofrecer el don de “agua-viva” ( la salud,
el Espíritu) de la que surge la vida eterna; agua que tiene más calidad que la
del pozo de Jacob.
Al descubrir que Jesús es el Templo, ( no hay otro templo, ni el de Jerusalén,
ellos ya carecen de valor), que en él, en su propia persona llevamos a cabo la
adoración en Espíritu y Verdad. El único Templo es Jesús.
Cuando Jesús pregunta por su marido a la samaritana, la interlocutora de
Jesús tembló. Una mano misteriosa estaba hojeando las páginas de la historia
de su vida, sacando a luz lo que ella había esperado mantener para siempre
oculto. ¿Quién era éste que podía leer los secretos de su vida?, había estado
en concubinato con cinco hombres, Se puso a pensar en la eternidad, en el
juicio futuro, en el cual todo lo que es ahora oculto será revelado. En su luz, su
conciencia despertó No podía negar nada; pero trató de eludir toda mención de
un tema tan ingrato. Con profunda reverencia, dijo: "Señor, paréceme que tú
eres profeta." Luego, esperando acallar la convicción, mencionó puntos de
controversia religiosa. Con paciencia Jesús le permitió llevar la conversación
adonde ella quiso. Mientras tanto, aguardaba la oportunidad de volver a hacer
penetrar la verdad en su corazón. El deseaba elevar los pensamientos de su
oyente por encima de cuanto se refería a formas, ceremonias y cuestiones
controvertidas. "La hora viene --dijo él,-- y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; Aquí se declara la
misma verdad que Jesús había revelado a Nicodemo cuando dijo: "A menos
que el hombre naciere de lo alto, no puede ver el reino de Dios."
Jesús todo lo sabe, debemos mostrarles que él siempre caminó a su lado,
mostrarles que en su vida, en sus experiencias, buenas o malas, allí estuvo;
que sabe de nuestros pecados, de nuestras caídas pero que todo lo perdona si
queremos beber de su agua-viva; Él es el único que nos puede hacer nacer de
nuevo, Él es el único medio por el cual se renuevan todas las cosas gracias al
Espíritu Santo.
La religión no ha de limitarse a las formas o ceremonias externas. La religión
que proviene de Dios es la única que conducirá a Dios. A fin de servirle
debidamente, debemos nacer del Espíritu divino. Esto purificará el corazón y
renovará la mente, dándonos una nueva capacidad para conocer y amar a
Dios. Nos inspirará una obediencia voluntaria a todos sus requerimientos. Tal
es el verdadero culto. Es el fruto de la obra del Espíritu Santo.Al serle revelada
su vida pasada, había llegado a sentir su gran necesidad. Comprendió la sed
de su alma, que las aguas del pozo de Sicar no podrían nunca satisfacer. Nada
de todo lo que había conocido antes, le había hecho sentir así su gran
necesidad. Jesús la había convencido de que leía los secretos de su vida; sin
embargo, se daba cuenta de que era un amigo que la compadecía y la amaba.
Eso es lo que debe hacer un catequista convencido de que somos amigos de
los amigos de Jesús, compadecer y amar.
Aunque la misma pureza de su presencia condenaba el pecado de ella, no
había pronunciado acusación alguna, sino que le había hablado de su gracia,
que podía renovar el alma. Empezó a sentir cierta convicción acerca de su
carácter, y pensó: ¿No podría ser éste el Mesías que por tanto tiempo hemos
esperado? La luz ya estaba penetrando en su mente. El agua de la vida, la vida
espiritual que Cristo da a toda alma sedienta, había empezado a brotar en su
corazón. El Espíritu del Señor estaba obrando en ella. Jesús se regocijaba de
que sus palabras habían despertado la conciencia de la mujer. La había visto
beber del agua de la vida, y su propia hambre y sed habían quedado
satisfechas.
Esta descripción de la conversión de la samaritana nos muestra la belleza de
la obra de Dios en cada catequizando, en cada fiel que conoce a Jesús, no
podemos quedarnos quietos ni callados debemos tratar de que esta obra siga
haciendo discípulos convencidos de que es el Mesías , ¡el Salvador!
El cumplimiento de la misión por la cual había dejado el cielo fortalecía al
Salvador para su labor, y lo elevaba por encima de las necesidades de la
humanidad. El ministrar a un alma que tenía hambre y sed de verdad le era
más grato que el comer o beber. Era para él un consuelo, un refrigerio. La
benevolencia era la vida de su alma. ¡¡Y cuánto sería para la pastoral o el
catequista si imita a Jesús!! Nuestro Redentor anhela que se le reconozca.
Tiene hambre de la simpatía y el amor de aquellos a quienes compró con su
propia sangre. Anhela con ternura inefable que vengan a él y tengan vida. Así
como una madre espera la sonrisa de reconocimiento de su hijito, que le indica
la aparición de la inteligencia, así Cristo espera la expresión de amor
agradecido que demuestra que la vida espiritual se inició en el alma.¿Quién no
se llena de gozo participando en semejante obra?, comenzando desde nuestro
corazón.
La mujer se había llenado de gozo al escuchar las palabras de Cristo. La
revelación admirable era casi abrumadora. Dejando su cántaro, volvió a la
ciudad para llevar el mensaje a otros. Jesús sabía por qué se había ido. El
hecho de haber dejado su cántaro hablaba inequívocamente del efecto de sus
palabras. Su alma deseaba vehementemente obtener el agua viva, y se olvidó
de lo que la había traído al pozo, se olvidó hasta de la sed del Salvador, que se
proponía aplacar. Con corazón rebosante de alegría, se apresuró a impartir a
otros la preciosa luz que había recibido. El Salvador continúa realizando hoy la
misma obra que cuando ofreció el agua de vida a la mujer samaritana. Los que
se llaman sus discípulos pueden despreciar y rehuir a los “parias”; pero el amor
de él hacia los hombres no se deja desviar por ninguna circunstancia de
nacimiento, nacionalidad, o condición de vida. A toda alma, por pecaminosa
que sea, Jesús dice: Si me pidieras, yo te daría el agua de la vida.
No debemos estrechar la invitación del Evangelio y presentarla solamente a
unos pocos elegidos, que, suponemos nosotros, nos honrarán aceptándola. El
mensaje ha de proclamarse a todos. Donde quiera haya corazones abiertos
para recibir la verdad, Cristo está listo para instruirlos. El les revela al Padre y
la adoración que es aceptable para Aquel que lee el corazón. Para los tales no
usa parábolas. A ellos, como a la mujer samaritana al lado del pozo, dice: "Yo
soy, que hablo contigo."
En el relato de Nicodemo, vemos que este hombre pertenece al movimiento
de los fariseos preocupados de respetar todas las prescripciones de la ley de
Moisés. Pero aún es un hombre libre, un intelectual que no está al servicio del
clan; es un hombre importante un “notable”, debe su notoriedad a la cualidad
de su saber y de su enseñanza, sin duda también a la sabiduría de su vida.(un
“maestro” según el pueblo judío).
Este hombre, quiere conocer a Jesús y lo va a visitar de noche para evitar
problemas ( con su “gente”), quiere verlo cara a cara; es un creyente que
“busca”, se muestra “atento” a Jesús quién realiza acciones sorprendentes,
para conocerlo mejor a Jesús va a su encuentro.
Muchos a igual que Nicodemo se acercan (a la iglesia) para conocer a Jesús
y no se animan abiertamente decir que quieren creer en Él, tienen vergüenza
porque aún no sabe que el Espíritu viene a su auxilio. La pastoral debe tener el
cuidado y la atención que tuvo Jesús con Nicodemo: No importa cuando ni
cómo se acercan, pero debemos darle el espacio necesario para un alma
hambrienta y sedienta de Dios.
Las enseñanzas que Jesús le transmite son profundas y cautivadoras,
Nicodemo desde ese encuentro se persuadió que Jesús no tenía nada que ver
con el Templo y que era el verdadero esperado por la gente, era el Mesías
Salvador.
Jesús le dice que viene porque Dios amó tanto al mundo que hasta le ha
dado a su Hijo para la salvación de los hombres y que quién acepte a ese Hijo
tiene asegurada la Vida Eterna.
Cuando nos dejamos guiar por el Espíritu Santo podemos cautivar y enseñar
profundamente aún a aquél que creamos que es un sabio para nosotros. En
realidad sólo es sabio el que conoce la Verdad, el Espíritu que nos la da a
conocer, porque la verdad de todas las cosas tiene su centro en Cristo.
El mensaje que Jesús da a Nicodemo es el que debe salir de nuestros labios,
una pastoral convencida de ser portadora de esa Buena Noticia que
transformará a todos e incluso hará llegar a la certeza que Él es el Salvador y
que la muerte no tiene la última palabra, así crecerá la fe en los nuevos
discípulos del Señor .
Todavía hoy en el mundo hay muchos seguidores de Cristo que como
Nicodemo, necesitan luz y claridad.
Los que de verdad han descubierto a Jesús saben que es preciso ser fuertes
y tener fe para entrar en el Reino de los cielos.
Es interesante contrastar en el mundo las muchas maneras que hay de ver a
Jesús: el modo de ver de los niños, de los adultos, los incrédulos, de los
teólogos racionalistas, de los periodistas, de los adversarios del mensaje y de
los cristianos sencillos. El interesante ver el contraste del Jesús presentado en
el cine y en el arte y el Jesús de la piedad popular o de la cátedra universitaria,
por eso se pide que un catequista esté formado, más que nada que pueda
saber cómo “mirar” a los distintos rostros de Jesús.
Jesús sabía que, después de su muerte las visiones de su figura, de su
misterio y de su mensaje tendrían muchas lecturas en el mundo y en la historia.
Pero sabía que el se alzaría en la historia de una forma singular. Por eso dijo
con claridad: “El Hijo del hombre, (Jesús), tiene que ser levantado en alto para
que todo el que crea tenga vida eterna".
En el tiempo nuevo, en el nuevo templo que es Jesús, hay que mirar al que
es siempre nuevo. Jesús es levantado en alto. Levantado en la cruz, Jesús es
el contraveneno para el pecado; levantado en la cruz, Jesús es la puerta de la
vida; levantado en la cruz, Jesús es la prueba de que Dios nos ama; levantado
en la cruz, Jesús es el que nos mira y nos presta sus ojos para vernos a
nosotros mismos redimidos y amados.
Levantado en alto, Jesús es también glorificado, resucitado, sentado a la
derecha del Padre, victorioso y triunfador. Levantado, nosotros somos urgidos
a mirar al que levantaron, es decir, creer en el que dio la vida por nosotros.
"Tanto amó Dios al mundo que le dio su Hijo único para que todo el que crea
tenga vida eterna". He aquí de lo que somos testigos.
El amor de Dios se acepta sin más. Es El mismo Dios el que nos lo da. Eso es
la gracia. El hombre libremente lo descubre, lo acepta. Lo cultiva. Los convierte
en cauce de salvación
El amor de Dios, como todos los amores, tiene su prueba de fuego y ésta es la
cruz de su Hijo. Y el que mira y cree en el Hijo, ve y cree en el Padre y tiene ya
la vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo único. Y sobre todo que nos
dejó la libertad para buscarlo, para encontrarlo, para entenderlo, para amarlo,
para ofrecerle en justa devolución nuestra vida de fe y de amor.
Los judíos pensaban que ellos podían decir quién entraría en el Reino,
basado en las herencias de las personas y en la habilidad de guardar todos los
mandamientos. Jesús enseñó de otra forma. Nadie sabe quién nacerá del
Espíritu, quien es como el viento que “sopla de donde quiere” (Jn 3:8). El nuevo
nacimiento (o la regeneración) ocurre cuando creemos en Cristo. Llegamos a
ser hijos de Dios (Juan 1:12-13), obtenemos la vida eterna (Jn. 3:16), y
venimos a la luz (3:19-21). La fe verdadera es un asunto de vida eterna y
muerte (Jn. 3:36), de vivir en la verdad (v.20-21). Jesús confrontó a Nicodemo
con su necesidad de “nacer de nuevo” (Jn. 3:3) “del agua y del Espíritu” (v.5)
El agua podría referirse al nacimiento natural (a través del agua del vientre),
mientras que del Espíritu al nacimiento espiritual. No podemos ganar la
salvación por ir a la iglesia o por hacer cosas buenas. Es un regalo de Dios (Ef.
2:8-9), gratuito. Sólo necesitamos confiar en Cristo para obtenerlo.
A la hora de proclamar a Cristo, en nuestro Kerigma, ¿tenemos en cuenta
toda esta riqueza?. Jesús simplemente nos dijo “El que cree en mí tendrá vida
eterna”
Jesús nos da su testimonio: lo que vio y sabe por su naturaleza divina. Si
queremos ser los servidores de Jesús, como agentes de pastoral, debemos
comprender y vivir el nuevo nacimiento y el Reino de los Cielos, no sólo por la
fe sino también porque “Hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo
que hemos visto”.
En definitiva, Jesús en cada encuentro se va revelando hasta que
“descubren” su persona, descubren que es el Mesías, suscitándoles la fe y la
adhesión a su persona.
Jesús aunque proclame el Reino de Dios, Él es el centro de su anuncio, Él es
el centro de su proclamación.
“El que cree en mí tendrá vida eterna” deberá resonar en cada encuentro que
realice la pastoral (o los catequistas).
A la vista está que nuestra pastoral debe ser Cristocéntrica y kerigmática.
Resumiendo:
Todo catequista debe tener las actitudes de Jesús:
• Hacerse cercano
• No importarle “el qué dirán”, sólo amar
• Evitar prejuicios y hacer diferencias
• Tratar de conocer El Corazón del catequizando para conocer sus verdaderos
valores y exaltarlos y comprender sus experiencias de vida (Jesús sabía que la
samaritana había tenido cinco concubinos, pero sabía que era una mujer de
gran fe por la que podía hacerla cambiar)
• Ser humilde y sencillo y no creerse que no pueda precisar de ese “otro”
(Jesús le pidió agua a la samaritana)
• Debe demostrar que puede brindar felicidad, paz, justicia, respeto, amor a los
demás, servicio, entrega, etc.
• Anhelar con ternura la conversión de cada uno
• Sentir gozo (no orgullo) al iluminar la vida de cada uno
• Saber ir revelando a Jesús paulatinamente hasta que lo descubran (eso hizo
Jesús con la samaritana)
• Nunca decir “después” cuando alguien busca a Jesús, (como Nicodemo) no
esperemos buscar sólo una catequesis sacramental, hacer enseguida un
espacio para los que lo buscan.
• Buscar dar luz y claridad y no meros conocimientos
• Ser kerigmático en forma espontánea (el anuncio debe salir naturalmente del
corazón como lo hacían Pedro y Pablo)
• Que se no te que en su vida Cristo es el centro.
Cambiando actitudes, los catequistas, podrán dar la catequesis práctica,
creativa , iluminadora, porque teniendo claro los objetivos a qué quiere llevar a
los catequizandos y de la mano del Espíritu Santo se logra.
El catequista que compromete su vida entera es el verdadero catequista.
Notará que no puede desentenderse de la pastoral. Y escucha el eco de su
corazón que le dice: “El que cree en mí tendrá vida eterna”

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