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Geo Crítica

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 186, 1 de abril de 2005

FACTORES QUE DETERMINAN EL PROCESO DE EXCLUSIÓN DE LOS BARRIOS


PERIFÉRICOS: EL CASO DE EL PUCHE (ALMERÍA)

Juan Carlos Checa Olmos


Universidad de Almería
jcheca@ual.es

Ángeles Arjona Garrido


Universidad de Almería
arjona@ual.es

Resumen

Una de las características más importantes que presentan las ciudades es la presencia de áreas
y comunidades excluidas. El proceso de exclusión no es un fenómeno arbitrario, sino que
obedece a la confluencia de una serie de factores. El barrio almeriense de El Puche ese un
ejemplo de área deteriorada, donde han confluido varios factores que han provocado dicha
situación: olvido político, deficiencias residenciales, composición étnica o mercado laboral
informal. De este modo, el objetivo principal de este texto es situar al barrio dentro de los
estadios que propone R. Castel (1997) en el continuum exclusión-inclusión para tratar de
operativizar la situación y tener una convergencia analítica que pueda guiar estudios y
actuaciones posteriores en el trabajo social, como en la sociología aplicada.

Palabras clave: etnicidad, exclusión social, El Puche, segregación residencial.

Abstract

One of the most important characteristics that present the cities is the presence of areas and excluded
communities. The exclusion process is not an arbitrary phenomenon, but rather it obeys the fork of a
series of factors. The neighbourhood of the Puche that an example of deteriorated area, where several
factors that has caused this situation have converged: political forgetfulness, residential deficiencies,
ethnic composition or informal labor market. This way, the main objective of this text is to locate to the
neighbourhood inside the stadiums that R. Castel (1997) proposes in the continuum exclusion-inclusion
to explanation the situation and to have an analytic convergence that can guide studies and later
performances in the social work, like in the applied sociology.

Key Words: social exclusion, residential segregation, ethnicity, El Puche

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La idea de exclusión ha estado presente a lo largo de toda la historia en algunas disciplinas


científicas de las Ciencias Sociales como son la Antropología y, sobre todo, la Sociología.
Teóricos sociales como Marx y Engels, Simmel, Tönnies, Weber, Bourdieu, Giddens, etc., han
abordado el carácter dualizador de las sociedades que asigna posiciones en términos
“in-out”. Incluso algunos autores partían de la hipótesis de Kuznets, según la cual se irían
reduciendo progresivamente las desigualdades sociales a medida que se fuera generando
suficiente crecimiento económico, idea que hoy tiene un escaso contenido real. Aunque el
fenómeno actual de la exclusión presenta rasgos específicos, debe entenderse desde la
perspectiva general de los procesos de dualización y segregación que han existido siempre.
La historia de la sociedad humana no ha podido ser sino la historia de la desigualdad. De
hecho, la desigualdad no sólo se percibe en el nivel de satisfacción o bienestar sino, incluso,
en la forma de considerarla y valorarla como condición social.

La exclusión social es un concepto de connotaciones negativas, en términos de aquello de lo


que se carece y se necesita. Carencias que hacen referencia más a necesidades vitales y
obligatorias que a necesidades aspiración; es decir, nos referimos aquellas situaciones en la
cuales se produce una falta o ausencia de algo que resulta casi imprescindible para la vida
integrada de los seres humanos. Por lo tanto, como señala J. F. Tezanos (1999, p. 11-13)
su compresión total sólo es posible en función de la otra parte de la polaridad conceptual de
la que forma parte, de su referente alternativo: la idea de inclusión. La exclusión social
implica, en su raíz, una cierta imagen dual de la sociedad, en la que existe un sector
integrado y otro excluido. Forman parte de una dialéctica inclusión-exclusión.

La situación de exclusión se produce con respecto a la noción de ciudadanía social, idea que
tiene su génesis con Thomas Marshall, desarrollada en su libro Ciudadanía y clase social, y
que atiende a los aspectos civiles, políticos y sociales. La ciudadanía confiere un estatus en la
sociedad. Pero este concepto tal y como fue definido en un primer momento encubre un sesgo
importante, la homogeneidad cultural comunitaria; o lo que es igual, excluye en algunos
aspectos a aquellos que son diferentes a la cultura “mayoritaria”, achacando de forma
inconsciente que los no beneficiados del estatus de ciudadano lo son por su diferencia cultural
y su comportamiento. Se ignora así la diversidad y se construyen esquemas que encorsetan
nuestra visión de la realidad.

En la actualidad, no sólo deben superarse algunos de los aspectos que llevan a esa definición
de ciudadanía sino que hay que diferenciar la propia exclusión de aquellas situaciones con las
que se relacionan. La exclusión social actual supera los aspectos económicos; podemos hablar
de nuevos procesos de exclusión social tales como las relaciones asimétricas hombre-mujer,
entre grupos étnicos, juventud-vejez, capacitados-discapacitados, etc.

De igual modo, los procesos sociales de exclusión contienen una gran complejidad
contextual e interna, puesto que la exclusión no puede ser considerada como un todo
homogéneo ni estanco sino que hay que abordarla como fruto de un proceso con diferentes
estadios, que abarca desde una integración total hasta la más completa exclusión, pasando
por estados de riesgo, vulnerabilidad, etc. “La exclusión no puede definirse en términos de
ser o no ser, sino que tiene que ser situada en el contexto de los procesos que la configuran”
(Tezanos, 1999, p.43). Dicho de otro modo, es el resultado de la confluencia de múltiples
variables que se combinan entre sí –polipatologías– y que pueden dar resultados dispares
en los grupos afectados. Por tanto, la exclusión es obviamente una cuestión de grado más

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que de absolutos, y es evidente que una persona puede ser marginal en algún sentido, o
con respecto a ciertas esferas de la vida o instituciones mientras está altamente integrada
en otros.

La sacralización de la técnica y el funcionamiento mecánico de las sociedades actuales


basado en un crecimiento tecnológico y un consumo ilimitado tienen como consecuencia
final la exclusión de un segmento de la sociedad compuesto por individuos desechados, y
que tiene como valor a trabajadores/consumidores agotados y de cuya importancia como
personas se prescinde (Castells, 1998, p. 80). Por tanto, para un estudio de exclusión se
debe estudiar toda la trayectoria social que la ocasiona y los grupos que son víctimas de
dicha situación.

Por ello, para nuestro estudio del barrio de El Puche, hemos abordado el tema de la exclusión
más allá de las deficiencias económicas, y también nos hemos fijado en la precariedad en
áreas como el trabajo, educación, salud e higiene, vivienda, relaciones sociales, etc. Aunque
aquí se muestren de forma aislada y a través de sus manifestaciones concretas, el proceso de
exclusión de El Puche es el resultado de la combinación y potenciación entre sí de todos los
factores. También debemos advertir al lector que no todos esos factores se manifiestan con la
misma virulencia.

En definitiva, nuestro objetivo con esta investigación, además de describir la situación del
barrio, es tratar de situarlo dentro de algunos de los estadios que propone R. Castel (1997) en
el continuum exclusión-inclusión para tratar de operativizar la situación y tener una
convergencia analítica que pueda guiar estudios y actuaciones posteriores. Según Castel
(1997, p. 418) nos podemos encontrar cuatro estadios dentro del hilo que une el estado de
exclusión con el de integración. En primer lugar, existe una zona de integración, en la que se
encuentran los individuos que tienen un trabajo estable y también una inscripción relacional
sólida. La segunda zona es de vulnerabilidad y de inestabilidad laboral, de manera más
precaria y con relaciones más frágiles que el estadio anterior. La tercera zona es la de
asistencia. La cuarta, y última zona, es la de marginalidad o de exclusión que se caracteriza
tanto por la ausencia de trabajo como por el aislamiento social.

En consecuencia, en este trabajo vamos a analizar; en primer lugar, la evolución y


características del barrio desde su origen hasta nuestros días, con la intención de situar al
lector y también de encontrar las primeras pistas que nos pueden explicar el proceso de
exclusión que sufre el entorno. Posteriormente, resaltaremos los factores que consideramos
determinantes (económicos, residenciales, culturales, relacionales y políticos) en el proceso
de exclusión del barrio. No nos detendremos, por una razón de espacio, en las cuestiones
individuales que puedan asimismo derivar en procesos de exclusión-marginación.

Aproximación socio-histórica al barrio de El Puche

2
El barrio, con 213.810 m , se encuentra situado en el sector Este de la capital; sus límites
son: al Este del Río Andarax, al Oeste la vía férrea Madrid-Almería, al Sur la carretera
Almería-Níjar y el puente del Mamí sobre el río Andarax, y al Norte la finca cortijo Alhadra.
Se configura con una apariencia triangular, en un enclave muy delimitado y perfectamente
identificable.

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Figura 1. Delimitación espacial de la barriada de El Puche.


Fuente: A. Casado (2003).

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Figura 2. Configuración espacial de El Puche.


Fuente: A. Casado (2003).

Este barrio se creó para paliar los efectos ocasionados por las lluvias torrenciales que

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cayeron en la capital almeriense durante los primeros días de enero de 1970. Tras las lluvias
se contabilizaron un total de 453 viviendas y cuevas derruidas, declarándose en ruinas
2.118 casas y chabolas. Como consecuencia de ello, unas mil personas de los barrios más
humildes de la capital: Barrio Alto, Cuevas de El Puche, Hoyo de las tres Marías, Chamberí,
Cuevas de San Joaquín, San Cristóbal, etc., necesitaron ser alojadas en albergues
provisionales.

El Consejo de Ministros aprueba el 23 de febrero de este mismo año la construcción de


1.100 viviendas para los afectados. Su emplazamiento se ubica en la finca “Cortijo Puche”
tras el pago de 20 millones de pesetas. Las obras comenzaron en mayo de 1971, con 996
2
casas aprobadas, de las cuales 496 serían de una sola planta, con 55,28 m útiles,
denominado como Puche Centro o Puche Viejo y 500 viviendas de cuatro plantas, que se
denominó Puche Norte, últimas viviendas en entregar. En 1975 la empresa encargada de
construir las casas abandona su ejecución, quedando pendientes por terminar otras 500
casas. Tras una subasta se adjudicó la construcción de 427 viviendas tipo dúplex de
diferentes tipologías (véase cuadro nº 1) que se terminaron en 1980 y a cuya ubicación se
llamó Puche Sur o “Huevos fritos”[1]

Cuadro 1. Tipología de viviendas de Puche Sur


nº de 2
tipología m útiles
viviendas
A 14 59,46
B 14 74,53
C 35 86,72
D 7 85,40
E 357 74,39
Fuente: Junta de Andalucía. Elaboración propia.

La tercera fase de viviendas entregadas, en 1984, corresponde al Puche Norte, también


conocidos como “pisillos” o “cubitos”, haciendo referencia a su forma. Está compuesto por
500 viviendas diseñadas en bloques de cuatro plantas de múltiples tipologías (véase cuadro
nº 2).

Cuadro 2. Tipología de viviendas de Puche Norte


nº de 2
Tipología m útiles
viviendas
A 128 61,37
B 128 60,82
C 64 60,77
D 64 59,83

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E 3 59,49
F 55 58,70
G 52 57,65
H 3 57,11
I 3 56,32
Fuente: Junta de Andalucía. Elaboración propia.

En total, El Puche tiene alrededor de 1.425 viviendas, aunque en la actualidad están


habitables un tercio de ellas y gran parte de las restantes tienen un estado muy deficiente.

Desde el exterior se tiende a simplificar el barrio de forma homogénea, la realidad es otra


muy diferente: la Zona Norte está habitada casi en su totalidad por población de etnia
gitana y algunos inmigrantes marroquíes. Los bloques de cuatro plantas sin ascensor
contrastan con las casas que ocuparon en un primer momento, dificultando al principio la
integración de sus habitantes, acostumbrados muchos de ellos a las relaciones «al aire
libre». En El Puche Centro las casas son de tipo unifamiliar, de planta baja, concentradas en
dos rectángulos a ambos lados de la calle Sevillanas, perpendicular al río, y separadas entre
si por calles peatonales muy estrechas, formando un entramado reticular con escaso espacio
vital.

La zona Sur, también de viviendas unifamiliares adosadas, separadas por galerías, escaleras
y terrazas, conforman un recinto parecido a un patio vecinal. Sus habitantes disfrutan de
una mejor estabilidad económica y social que las dos zonas anteriores. Sus profesiones,
expectativas e ingresos son iguales o parecidos a otros barrios –500 viviendas, Tagarete,
etc.- que se insertan dentro del casco urbano almeriense.

Desde el principio de la adjudicación de las viviendas se han sucedido importantes cambios


en la estructura de la población. Cuando una familia consigue mejorar de situación intenta
salir del barrio, de esta forma muchas de las primeras familias allí asentadas cambiaron de
residencia[2], se compran una casa en otro lugar, fundamentalmente en Los Molinos y Las
Quinientas Viviendas, dos barrios mejor considerados dentro de la ciudad. Estos primeros
habitantes han sido sustituidos, en un primer momento, por familias gitanas, procedentes
de otros barrios de la capital almeriense y, sobre todo, de familias -gitanas y no gitanas-
llegadas de otras provincias.

En la actualidad se asiste en el barrio a una tercera transición y sustitución con la llegada de


inmigrantes africanos, en especial de Marruecos. Esta sucesión es parecida a la ocurrida en
muchos de los barrios neoyorkinos con blancos, negros y otros grupos étnicos. En España U.
Martínez (1999, p. 129-166) describe un proceso similar en el Parque Ansaldo de Alicante y
Checa (2004) lo ha hecho para los diferentes barrios de Roquetas de Mar o El Ejido en
Almería.

Este fenómeno dista mucho del automatismo invasión-sucesión que hablaban los autores de
Chicago, sin tener en cuenta los procesos económicos que están presentes por debajo de
esta evolución. Esto es, en el barrio no actúan agencias inmobiliarias, pero sí son los propios

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habitantes los que utilizan sus viviendas como una mercancía potencial, viviendas que no
están autorizadas para dicha comercialización. Ocurre tal y como señala A. Smart (1986, p.
41) “estos grupos con pocos recursos han podido tener tan inculcada la ideología de las
clases dominantes que llegan a reproducir las relaciones de propiedad privada aún en
aquellos donde está legalmente ausente”.

La población de El Puche (véase cuadro nº 3) está compuesta en su mayoría por jóvenes,


convirtiéndose el intervalo 29-35 años en el más representado. Pero el aspecto más
destacable de la población es su carácter dinámico, es decir, en el barrio existe un elevado
flujo de personas que entran y salen, sin que exista constancia numérica de estos
movimientos. Por ello, la población que el padrón indica no coincide con la de hecho, la
población actual según nuestras estimaciones gira alrededor de las 9.000 personas.

Cuadro 3. La población de El Puche


EL PUCHE PORCENTAJES
EDADES HOMBRES MUJERES TOTAL HOMBRES MUJERES
0a4 202 155 357 8,2 6,91
5a9 248 217 465 10,07 9,67
10 a 14 244 254 498 9,91 11,32
15 a 19 252 223 475 10,24 9,94
20 a 24 262 272 534 10,64 12,12
25 a 29 271 234 505 11,01 10,43
30 a 34 227 174 401 9,22 7,75
35 a 39 192 164 356 7,8 7,31
40 a 44 168 140 308 6,82 6,24
45 a 49 139 115 254 5,65 5,12
50 a 54 86 81 167 3,49 3,61
55 a 59 55 55 110 2,23 2,45
60 a 64 42 46 88 1,71 2,05
Más de 64 74 114 188 3,01 5,08
TOTAL 2.462 2.244 4.706 100 100
Fuente: Padrón Municipal 1-6-2000. Elaboración Propia

Una vez descrita y analizada la historia y composición del barrio, nos detenemos en los
factores que definen a El Puche, como un enclave de importantes carencias, inserto en un
proceso de exclusión.

Factores de exclusión social

Factores económicos

El principal factor que determina que el barrio se encuentre en un proceso de exclusión es el

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económico. Para ello, vamos a analizar, en primer lugar, los cambios económicos y laborales
en las sociedades capitalistas avanzadas, a raíz de los procesos de globalización y su
influencia en El Puche. En segundo lugar, nos detenemos en explicar la situación laboral y
económica concreta del barrio.

Desde que se produjo la Revolución Industrial la economía ha sido el motor de la sociedad en


el ámbito planetario, conformándose con el tiempo lo que hoy conocemos como sociedad
globalizada o aldea global. El capitalismo impregna todos los aspectos de la vida del ser
humano, superando y desdibujando todas las fronteras artificiales y reales que existen en el
planeta. Pero este sistema no ha tenido una manifestación uniforme, sino que “se han
sucedido múltiples secuencias a lo largo del eje de la producción y las formas de conocimiento”
(Bell,1989, p. 27). Son varias y complejas las características de esta “sociedad post-industrial”,
pero, de entre ellas, desatan las siguientes.

En primer lugar, el sector económico ha sufrido una metamorfosis desde una economía
productora exclusiva de mercancías a otra productora de servicios. La mayoría de la fuerza de
trabajo no se ocupa ya en la agricultura o en las fábricas, sino en los servicios, que incluyen las
finanzas, el transporte, sanidad, y un largo etcétera, dónde destaca la investigación, es decir,
una nueva inteligentsia.

Este cambio económico provoca la aparición de un nuevo trabajador de cuello blanco, que
desde 1970 supera a los trabajadores de cuello azul. Del mismo modo, en este contexto tiene
primacía el conocimiento teórico. La sociedad actual se organiza en torno al conocimiento para
lograr el control social, la dirección de la innovación y el cambio, y esto, a su vez, da lugar a
nuevas relaciones sociales y estructuras que tienen que ser dirigidas políticamente. Las
sociedades actuales subsisten básicamente por la innovación y el control social del cambio y
tratando de anticiparse al futuro a través del conocimiento con el fin de planificarlo. En
definitiva, estamos ante la aparición de la “tecnología intelectual” (Bell, 1989 p. 30).

En segundo lugar, aparece la división internacional del trabajo y la especialización


económica. Los mercados se reestructuran, segmentan y toman una vocación más
universal. Esta segmentación laboral provoca que no exista un único mercado de trabajo,
sino que existe una pluralidad de marcos de contratación. Como señala Piore (1983) hay
tres grandes mercados: el primario superior (característico de empleos profesionales muy
cualificados, con una enorme movilidad laboral), el primario inferior (específico de empleos
estables en industrias y servicios, de cualificación media, y el mercado secundario
compuesto empleos inestables, precarizados, de baja retribución y de enorme movilidad).

Todo ello, tiene como consecuencia la dualización del mercado y la apertura del abanico salarial: por un
lado, encontramos a trabajadores precarios eventuales y con bajo salario –la gran mayoría de los
habitantes de los extrarradios-, en el medio a empleados fijos con grandes rentas, y en el otro extremo del
continuum, los propietarios de capital y altos cargos de dirección.

Si nos detenemos en el mercado de trabajo de la provincia de Almería, observamos que ha sufrido una
fuerte transformación en los veinte últimos años, con un protagonista claro, la producción agrícola en
invernadero. Además, de esta agricultura intensiva y sus derivados, la provincia de Almería fundamenta
su crecimiento en dos ejes más. Uno, el sector servicios, con una aportación turística muy diversa. Dos, la
extracción de mármol, localizada en la comarca de Macael. Estos tres ejes económicos que vertebran

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toda la provincia han provocado también un crecimiento de otros sectores como ha sido la construcción.

Pese a este estado de desarrollo y crecimiento económico de gran parte de la provincia, no


se ha conseguido limar el proceso de exclusión laboral que padecen algunos barrios
periféricos de la capital. El progresivo enriquecimiento de la provincia, en general y de la
capital en particular, contrasta fuertemente con lo que ocurre en los barrios. Éstos se
mantienen ajenos a la prosperidad y desarrollo del resto de la ciudad y la distancia social
entre centro y periferia se hace cada vez más profunda. En Almería se está produciendo un
proceso de pauperización y marginación continuo sin precedentes. En todos los barrios
periféricos se está empezando a formar grandes bolsas de pobreza que están al margen de
la sociedad. Además, viven de espaldas al resto de la ciudad.

En Almería el extrarradio está perfectamente delimitado por los barrios marginales de El


Puche, La Fuentecica, La Chanca-Hoya y Los Almendros, que se configuran alrededor de la
ciudad y forman un cordón de desempleo, pobreza y exclusión. Ahora bien, ¿todos los
desempleados son pobres? Evidentemente no. La relación entre desempleo y pobreza no es
sencilla y directa. “Ni todos los parados están abocados a la pobreza ni todos los pobres
necesariamente se encuentran desempleados. Existen otras fuentes de ingresos diferentes del
salario: por un lado, están los subsidios, por otro, las prestaciones por desempleo, a las cuales
se tiene derecho gracias a contribuciones realizadas mientras se estaba trabajando y
finalmente, las transferencias -monetarias y no monetarias- que tienen lugar dentro de las
familias” (Fernández Enguita, 1999 p.1). Esto es, la familia funciona de cara al exterior como
un trabajador colectivo, con una importante cooperación económica entre sus miembros. Sin
embargo, en la actual configuración de las sociedades modernas el triángulo compuesto por
la familia, la economía y el Estado, en el cual la economía produce, la familia consume y
produce y el Estado redistribuye, ya no se aplica. Los elementos han cambiado de
significación; la economía no solamente produce, sino que también desempeña un papel en
la distribución de la riqueza; la familia consume más de lo que produce, y el Estado se
convierte en mero dispensador de servicios. La familia ha perdido su lugar esencial en la
economía y apenas es más que una especie de apéndice de la estructura económica. El
lugar de la familia lo han ocupado otras grandes instituciones. O lo que es igual, aunque la
familia en estos barrios todavía cumple una función importante, ésta pierde fuerza en el
contexto exterior.

En este orden de cosas, las actividades laborales de El Puche se insertan en el mercado


secundario que señalaba anteriormente Piore. Las necesidades de contratación en la capital
almeriense se han adaptado a unas circunstancias cambiantes, en las que las exigencias del
mercado se dirigen hacia una mano de obra cualificada con una gran movilidad, situación
ajena al barrio.

Cuando aquí aludimos al trabajo nos referimos a un tipo de trabajo concreto: el trabajo
asalariado. De ahí, que el hecho de trabajar en nuestras sociedades modernas sea definido
como empleo. El trabajo –empleo– es, por tanto, una institución social que cumple un
importante conjunto de funciones, económicas, psicológicas y sociales, independientes de las
características de cada individuo y anteriores al mismo. A través de estas funciones
descubrimos que el trabajo es un eje central e imprescindible para desarrollarse
plenamente.

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En una situación irregular de cara al empleo se van a trastocar todos estos elementos. Vivir
en El Puche es un inconveniente para conseguir empleo, no existe, ni de lejos, una igualdad
de condiciones con el resto de la población almeriense. El cuadro nº 4 refleja el elevado
porcentaje de parados (57,4%) frente a un 42,57 por ciento de ocupados.

Cuadro 4. Población con 16 años o más según relación con la actividad


PUCHE SEXO
Relación con la actividad Hombres Mujeres TOTAL
Ocupados 505 174 679
Buscan 1º empleo 164 75 239
Activos Parados
Han trabajado 409 87 496
Total parados 499 152 651
Total activos 1.259 336 1.595
Jubilados 163 131 294
Estudiantes 45 57 102
No activos
Ama de casa 3 964 967
Otros 73 20 93
Total no activos 284 1.172 1.456
Total Sección 1.543 1.508 3.051
Fuente: Censo 1991. Elaboración propia

De los 679 ocupados 505 son hombres lo que se traduce en el 74,37 por ciento, demostrando la escasa
presencia femenina en la economía formal (25,63%), y que contrasta con el elevado número de mujeres
(964) adscritas al apartado de amas de casa, es decir, un 63 por ciento en el total del barrio.

Asimismo resalta el elevado número de jóvenes, de ambos sexos, que han dejado de
estudiar a partir de los 16 años. Existe entre los habitantes del barrio la idea que la
educación y la formación incide directamente en el empleo para el resto de la sociedad y no
para ellos.

“Nosotros con los mismos títulos que otros almerienses, a ellos le sirve y a nosotros no, ¿sabes
por qué? Fácil, cuando dices que eres de El Puche no sirven para nada tus estudios” (joven de El
Puche).

El proceso educativo es muy largo y no es compatible con las exigencias económicas de los
grupos domésticos, pocos estudiantes continúan en el ciclo universitario.

Pero, ¿cuáles son las actividades económicas desempeñadas por los habitantes de El Puche?
El cuadro nº 5 muestra, en primer lugar, que un 47 por ciento de las personas se dedican a
la construcción.

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Cuadro 5. Población según rama de actividad


Rama de actividad Hombres Mujeres Total
Agricultura 97 44 141
Industria extractora 0 0 0
Industria manufac. 61 11 72
Producción de energía 9 0 9
Construcción 642 3 645
Comercio 151 46 197
Otros servicios 144 157 301
Total 1104 261 1365
Fuente: Censo 1991. Elaboración propia

Así, lo expresa un joven del barrio: «como no tenemos estudios sólo podemos trabajar en
construcción, pero es muy difícil encontrar trabajo, lo que más hay son peones, pero lo que
más hace falta son oficiales. Aquí también hay muchos yesaires, sobre todo, en El Puche
Viejo y en los “huevos fritos”. Yo sólo conozco un gitano que es oficial» (joven de El Puche).

En segundo lugar, destaca el comercio. Principalmente la venta ambulante, sobre todo de


fruta y ropa. El titular del negocio es mayoritariamente el hombre. Esta venta se lleva a
cabo en los mercadillos de la ciudad, y en algunos pueblos de alrededor; van rotando de un
lugar a otro, pero ninguno tiene un local estable. Hemos encontrado algunas familias que
tienen un negocio propio dentro del barrio (una pastelería, un bar, un kiosco de chucherías),
pero representan más una anécdota que una garantía de desarrollo del entorno.

“No hay una actividad comercial para que la gente quiera quedarse a vivir aquí dentro. No hay
tiendas, en otros barrios hay algo, algo que se mueve, no sé, una imprenta... algo que funciona,
que crea relaciones entre la gente. Aquí hay cuatro tiendecillas sin declarar y bares. ¡No hay
ninguna farmacia en el barrio!” (técnico proyecto SURGE, Puche).

En tercer lugar, aparece el apartado otros servicios, donde destaca el número de mujeres.
Se incluye el servicio doméstico, los trabajos esporádicos en restauración, el cuidado de
niños, etc.

En cuarto lugar, está la agricultura. En esta actividad destaca la estacionalidad. Son varios
los focos donde acuden principalmente; primero, las personas que se desplazan a la
recogida de aceituna –Jaén y Córdoba– y la vendimia – La Mancha-. Esta emigración laboral
la realizan unas diez familias completas en todo el barrio. Segundo, Pulpí[3] (pueblo de la
zona norte de la provincia de Almería) a la recogida de la lechuga, aunque también hay
algunos que se desplazan a trabajar a los invernaderos o almacenes del Poniente y Levante.
Para casi todos los casos existen iniciativas para ayudarles en su proyecto laboral, como es
el caso de la guardería para niños que ofrece cobertura durante las horas que dura la
jornada de trabajo.

Por último, en la industria manufacturera hay algunas personas trabajando en las empresas
del Polígono Industrial SEPES, anejo al barrio.

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En suma, la característica común a todas estas actividades es la flexibilidad, no existe, en


ningún caso, seguridad en el empleo. Las personas están sujetas a una elevada movilidad
laboral, en precarias condiciones, sin empleos fijos ni estables. Los trabajadores describen
situaciones cíclicas en las que pasan del afianzamiento en su puesto de trabajo, con cotización
a la Seguridad Social, a la pérdida de esta garantía y vuelta a la inestabilidad. Esto provoca
una gran incertidumbre que se deja sentir en todos los ámbitos de la vida de la persona. No
tienen posibilidad de promoción, de conseguir mejores puestos, de subidas salariales. Es
claro, esta flexibilidad se traduce en situaciones de nulo ascenso social, imposibilidad de
mejoras de vivienda, escasas opciones de invertir en educación, etc. Como anunciábamos
arriba, esta falta de empleo estable y bien remunerado va a trastocar una innumerable lista
de factores sociales, económicos y psicológicos de vital importancia para el desarrollo de la
persona.

En El Puche hay otros "empleos" que no tienen un reconocimiento legal, y están en


permanente informalidad. Nos referimos a los pequeños trapicheos, peleas de perros y
gallos (el barrio es uno de los enclaves dentro de un circuito en Andalucía para este tipo de
peleas, actividad que genera importantes ingresos), la venta de chatarra –principalmente
hierro–, y la venta de droga: “Imagino que el tráfico de drogas es otra fuente de ingresos,
aunque yo no puedo demostrar nada [...] aquí hay gente que da la sensación de que vive
por encima de sus posibilidades, de las posibilidades con las que podría vivir por su trabajo”
(trabajadora del Ambulatorio, El Puche).

La aparición del tráfico de drogas en el barrio ha supuesto el mayor fenómeno de ruptura


social: “ha roto muchas costumbres, porque al meterse en la droga se han metido en
mundo de payos [...] se han metido muchos en una dinámica mafiosa de payos muy
negativa y, por otra parte, el mayor foco de problemas” (gitana del barrio). Se trata de una
actividad más o menos generalizada, ya que todo el barrio se encuentra implicado de una
forma u otra en ella, incluso los menores se sumergen con toda naturalidad en el tema.
Podríamos incluso decir que se trata de un fenómeno comunitario (ya que impregna
profundamente las bases comunitarias del barrio): “hoy por hoy es rara la familia, sobre
todos gitanos, que no se ha dado un viaje a por droga o que no se haya relacionado con
ella de alguna forma. Hay críos que dicen “a mi padre le van a tocar los cupones” y eso
quiere decir que han ido a Alicante o por allí a por una carguilla y al venderla se hacen con
bastante dinero” (miembro asociación del barrio).

Esta iniciación con determinadas conductas delictivas fue interpretada por R. K. Merton
(1980) como un efecto derivado de la anomia. En una población pauperizada se produce
necesariamente un desajuste entre el nivel de las expectativas de futuro y las oportunidades
materiales de realizarlas. Este desajuste de expectativas futuras y oportunidades vitales
varía en función de la estructura social. En demasiadas ocasiones conseguir un dinero extra
se empieza a relacionar con pequeño tráfico de estupefacientes, sin llegar a ser nunca
grandes traficantes, ya que los verdaderos amos del tráfico son pocos y generalmente no
viven en el barrio.

Una profesora nos sintetizaba la relación de la población con el empleo, en los siguientes
términos:

“El Puche es bastante heterogéneo en cuanto a empleos. Pues te encuentras zonas donde los

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padres son albañiles, trabajan en invernaderos, las mujeres limpian; en fin, que hay una serie de
trabajos de servicios que más o menos cubren ellos y luego en la zona Puche Viejo que… ¿en qué
trabajan? La población de la zona de abajo era gente que emigró de los pueblos cuando se hizo
El Puche y que se quedó allí porque no prosperó. Pero es gente sencilla y humilde que trabajan
de albañiles, de yesaires, en los almacenes, etc. Otra zona mucho más marginal y que están
metidos en otros rollos y que se anda con broncas y con otras historias diferentes es la Zona
Norte. La Zona Norte y la Zona Sur de El Puche no tienen nada que ver la una con la otra. Allí
(zona Norte) las fuentes de ingresos son la venta de droga, la chatarra, trabajo temporero en
otros lugares y peleas de perros y gallos” (profesora primaria, Puche).

No existe hoy en día la posibilidad de diferenciar tan claramente entre una zona del barrio y
otra, cada vez hay mayor mezcla y la entrada de inmigración supone incrementar la
complejidad en este sentido. Los inmigrantes se ubican allí dónde tienen la posibilidad de
alquilar una casa y su relación con el empleo es absolutamente versátil, trabajan en venta
ambulante, en agricultura, en construcción, etc. Siempre bajo parámetros de marginalidad e
ilegalidad.

Lo que provoca un mayor recelo y rechazo son las ayudas de las administraciones públicas,
que en opinión de los habitantes del centro no hacen sino “acostumbrarles al salario social y
a esforzarse poco”:

“La Administración los ha acostumbrado muy mal dándoles todo y hoy por hoy se sigue con la
dinámica de dar viviendas, de dar ayudas económicas, etc. Toda esta discriminación positiva se
ha hecho a lo loco, sin analizar caso por caso y sin después establecer un seguimiento. En estos
barrios la gente no paga luz, ni agua, ni nada y no pasa nada, saben que ellos están defraudando
y no pasa nada. Hay una dinámica de engañar. No pagan la luz, pero sin embargo llevan a
rajatabla lo de pagar el seguro de decesos para tener un buen entierro” (profesor secundaria, El
Puche).

Entre los profesionales de la zona también puede encontrarse opiniones parecidas :

“Habría que ver que objetivo perseguimos y hacer políticas para cumplirlo. Nosotros queremos
quitar un poco lo que es la "cultura del subsidio", de que esté todo pagado, pisos pagados, me
muevo pagándome... Se puede hacer, pero si por un lado nosotros quitamos ese estilo de
prestaciones y, por otro, Ayuntamiento, Junta... lo que sea; sigue subvencionando este tipo de
cosas, al final lo que pasa es que la gente dice: ¿a quién me voy, a Surge o a tal sitio? A tal sitio
que me pagan” (técnico proyecto SURGE, Puche).

Sobre el mismo tema opina un monitor de absentismo:

“Los jóvenes del barrio viven en la inconstancia, sólo se mueven cuando necesitan algo, sobre
todo si tienen que pedir el paro, otra paga..., pese a todo hay una minoría que trabaja de forma
constante. Los demás tienen trabajos absolutamente esporádicos, hoy trabajan y mañana no. Se
da solo una respuesta inmediata, se han perdido los hábitos, los jóvenes se dedican a vegetar y
cuando lo necesitan hacen cualquier cosa”.

Aunque no hemos distinguido hasta el momento, entre empleos, las condiciones de trabajo
para gitanos y no gitanos, sí existen algunas diferencias entre unos y otros. La estructura
ocupacional gitana ha sido un elemento de resistencia a los modos de vida no gitana, en

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función de la autonomía, independencia y control sobre las condiciones y horario de trabajo.


La entrada a la actividad laboral entre los gitanos suele hacerse a una edad más temprana
que entre el no-gitano. De igual modo, el tipo de trabajo desarrollado por los gitanos tiene
menor cualificación y mayor precariedad. Tradicionalmente las actividades de esta minoría
han estado fuera de la economía dominante, son pocos los que tienen acceso a un trabajo
asalariado continuo y a profesiones cualificadas. Algunos aún se dedican a la trata de
animales, recogida de chatarra, etc., actividades que no realiza ningún no gitano en el
barrio. La concepción de autonomía e independencia que tienen del trabajo los gitanos,
dificulta en mayor grado la adaptación a nuevos empleos. Además, sobre ellos pesa el
prejuicio étnico (también sucede con inmigrantes) lo que les imposibilita la entrada a
empleos considerados como “payos”. Ellos mismos reconocen tener más problemas para
encontrar trabajo por su etnia, y son conscientes que esto les estigmatiza y les cierra
puertas. Un joven hablaba en estos términos: “mis hermanos han ido a buscar trabajo y
cuando les han dicho que son de El Puche no han puesto buena cara […], yo fui a buscar
trabajo a una carnicería y me dijeron primeramente que sí, y uno que había allí y me
conocía dijo en confianza ¡eh, gitano!, y el jefe que había, lo escuchó y fui otra vez que
quedamos y me dijeron que ya tenían otra persona” (joven de El Puche).

Por último, la incorporación de la mujer gitana al mercado de trabajo supone un importante respaldo a la
economía familiar, pero tienen peores condiciones de empleo, sin Seguridad Social, realizan empleos
inestables –servicio doméstico, cuidado de niños– y están peor retribuidos.

Factores residenciales

Quizá una de las características más acuciantes de la pobreza y la exclusión social sea el
aspecto geográfico-espacial, es decir, el hábitat urbanístico, arquitectónico, demográfico y
social en el que se manifiesta. De tal forma que su aspecto y ubicación no se debe al azar,
sino que en él se expresan la organización social y las intenciones políticas o
administrativas, o lo que es igual, la morfología materializa la firma del poder. La
diferenciación residencial o segregación no es un fenómeno reciente. Timms (1976)
resaltaba que la segregación, por la razón que fuere, caracterizaba tanto a las ciudades
preindustriales como a las ciudades industriales, también a las ciudades planificadas
capitalistas y socialistas. La historia del urbanismo está repleta de multitud de ejemplos de
segregación urbana. A los estamentos, razas y profesiones elementos básicos de
segregación en otras épocas, se han añadido otros factores como son los demográficos, la
división internacional del trabajo, la red de comunicaciones y por supuesto la etnicidad que
sustituye a la raza o también como en nuestro caso la influencia de las decisiones políticas.

En un principio la ubicación del barrio fue una decisión político-institucional. De tal forma que nos
encontramos un barrio alejado en varios kilómetros de la ciudad de Almería y delimitado por una
serie de elementos naturales (río) y otros elementos construidos (carretera y vía del tren). M. Castells
(1986, p. 264-273) estudia casos parecidos en algunas ciudades latinoamericanas, donde los barrios y
sus viviendas son permitidas por el Estado y se vinculan a las redes más poderosas del capital
inmobiliario a través de diferentes intermediarios sin tener en cuenta, en ningún momento, la calidad
de las viviendas y las necesidades de los futuros habitantes.

El Puche, al igual que muchas zonas norteamericanas tal y como describe Wilson (1987), ha

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sufrido un abandono paulatino de los servicios residenciales. La salida de muchas de las


familias pioneras en busca de una mayor elitización residencial y la sustitución por otras de
menor nivel socioeconómico ha provocado un mayor aislamiento, no sólo geográfico sino
también político, institucional y económico. La salida de dichas familias supuso la
desaparición y disolución paulatina de algunas estructuras productivas, centros culturales,
asociaciones vecinales y el deterioro de otras que aún sobreviven a duras penas. También se
ha roto el control social de la comunidad, «descontrol» que ha producido un aumento de la
delincuencia, del contrabando y del consumo de drogas. H. Safa (1973) describe una
situación similar para un barrio en San Juan de Puerto Rico, las redes y lazos sociales entre
parientes, vecinos y amigos delimitaban lo que estaba bien o mal, y hasta el punto donde
podían transgredir la norma. Pero este control en la actualidad ha desaparecido casi en su
totalidad, ahora ese control reside en varias familias dedicadas al contrabando de droga.
Familias que, como también señala Safa (1973) en San Juan, podrían vivir por su capacidad
económica en otros lugares, pero no lo hacen puesto que este tipo de hábitat les permite
realizar sus actividades sin mucha dificultad. De tal forma, que existe una conexión entre
asentamientos, organizaciones y actividades delictivas por parte de algunas familias, con la
consiguiente desidia política para evitarlo. Gran parte de la población de El Puche no es
apática e indiferente a esta situación, han mostrado en múltiples ocasiones y de formas
diferentes la situación del barrio, pero la sordera e ignorancia institucional solidifica cada vez
más la situación.

Un aspecto fundamental a destacar del barrio es la escasa y deteriorada dotación de


equipamientos e infraestructuras que tiene. El barrio, de forma general, posee una deficiente
urbanización, en cuanto a zonas verdes, iluminación, falta de aceras y de zonas recreativas,
comerciales y administrativas. Tampoco existe una recogida diaria de basura, y limpieza de las
calles: los contenedores se encuentran ubicados en el perímetro del barrio y en grupos de
cuatro o cinco, obligando a las familias a recorrer entre 300 y 400 metros para tirar la
basura. La limpieza de las calles es casi nula, especialmente en el Sector Norte, donde
matorrales crecen en las plazas y aceras, además de estar repletas de bolsas de plástico,
restos de vidrios y otros residuos. En general, y salvo en la avenida principal, –Mare
Nostrum– la suciedad y el abandono es una constante.

Por otro lado, las dotaciones y el estado de las diferentes residencias hace que hoy podamos
hablar de infraviviendas, sobre todo, en El Puche Centro (según el censo de viviendas de
1991, el 99% de las viviendas tienen una situación deficiente) y Pisillos.

Si observamos con detenimiento el cuadro nº 6 veremos que las dotaciones básicas de las
viviendas no se distribuyen de forma simétrica en las tres zonas que componen el barrio. El
Puche viejo es la zona en peor estado y por el contrario los Huevos Fritos la zona de mejor
estado.

Cuadro 6. Dotaciones básicas de las viviendas de El Puche


Agua Agua Refrigeración Cocina Electricidad Gas Teléfono Calefacción Baño
corriente caliente
Puche Centro 433 29 1 417 426 17 3 432
Puche Sur 443 404 15 436 419 27 256 204 443

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Puche Norte 488 338 7 480 488 28 174 193 488


Fuente: Censo de viviendas 1991. Elaboración propia.

Figura 3. Edificio de Puche Norte.


Fuente: Fotografía del autor (2003).

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Figura 4. Edificios deEl Puche.


Fuente: Fotografía del autor (2003).

Otro aspecto a destacar es el importante hacinamiento que tiene el barrio. Aunque éste no
se da por igual en toda la población. Por tanto, el mayor grado de hacinamiento lo
encontramos entre los inmigrantes, seguido de los gitanos y en último lugar los no gitanos
nacionales. Ahora bien, el proceso que conlleva al hacinamiento difiere unos de otros.

Por un lado, los nacionales no gitanos, con un hacinamiento de 2,1 personas por habitación, es el
resultado de la insolvencia económica debido a la inestabilidad laboral de la población, de tal forma que
impide a los jóvenes irse de casa aún estando casados. A los gitanos, además, debemos añadir el carácter
extensivo de sus familias y el gran número de personas que las componen. Por su parte, los inmigrantes,
como señalan J. C. Checa y A. Arjona (2000) y Martínez (1999), sufren hacinamiento debido a un doble
proceso. Por un lado, los inmigrantes debido a sus escasos recursos tratan de abaratar al máximo los
gastos de la vivienda; para ello, recurren a compartir casa en función de los lazos de parentesco o
amistad. Y, por otro lado, a la permisividad de los propietarios, quienes alquilan la vivienda, no con un
precio global, sino por el número de individuos. De tal modo, que por casas o pisos que no deberían
superar el precio de veinte o treinta mil pesetas, cobran unas setenta mil pesetas, es decir, el doble. Por
ello, el hacinamiento que en un principio parecía ser una estrategia abaratadora del inmigrado se
convierte en un negocio de rentabilidad absoluta para el propietario. Decimos rentabilidad absoluta
porque es una mercancía en cuya conservación, reparación y adecuación son muy pocas las inversiones
que se realizan por parte de los propietarios a la hora de ponerlas en alquiler. Pero sí son muy elevados

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los ingresos que obtienen, entre otras cosas, por que no declaran esta actividad.

En una investigación de F. Fernández y R. Asensio (1998) sobre la percepción del espacio en


Almería encontramos como El Puche en un 80 por ciento es rechazado como residencia por
los encuestados, al igual que la consideraban la zona más molesta y desagradable de la
capital. Los habitantes sufren discriminación estadística en todos los ámbitos sociales debido
a que se toma a las características del lugar de la habitación como una señal o sustituto de
los individuos que allí residen. Esta imposición de estigma asocia descalificación de territorio
y residentes, pero es una relación que se construye desde el exterior. Los criterios
residenciales son el principio organizador y el marco explicativo para sus juicios y acciones.
La imagen mental de gran parte de los almerienses que ponen en relación los procesos
cognitivos y la conducta espacial, refleja perfectamente los modelos integrados de percepción y
comportamiento de Downs (1970) y Goodney (1973). La información que obtenemos del
medio, bien a través de nuestra propia experiencia o bien a través de otras fuentes de
información, como pueden ser los medios de comunicación, la filtramos y creamos una imagen
y unos valores sobre lo percibido y a partir de ahí actuamos. Pero, en todos los modelos las
imágenes como resultado de mecanismos fisiológicos, psicológicos y sociales dan una
información fragmentada, esporádica y por lo tanto distorsionada, generando actitudes y
comportamientos viscerales, inoportunos, desmesurados e incoherentes. La discriminación se
manifiesta en un doble sentido: desde el que la realiza y desde el que la sufre. El que
discrimina porque lo define como el “otro” y le asigna el atributo de la inferioridad. El
discriminado porque siente su diferencia como una inferioridad atribuida a la alteridad y
reforzada por los obstáculos sociales que encuentra. Esto, innegablemente, pone el acento en
la falta de lazos fuera del barrio y por tanto, provoca un mayor aislamiento de los residentes
y un menor contacto con el exterior. La segregación también genera, en algunos aspectos,
en los habitantes un mecanismo de autodefensa y la conformación de un código de
comunicación propio. Con lo dicho hasta el momento, se pone de manifiesto que existe una
incapacidad por parte de la economía de mercado y de la política de las diferentes
administraciones para proporcionar alojamientos y servicios urbanos dignos y adecuados a
unos pobladores heterogéneos.

Factores socioculturales

Los aspectos socioculturales de exclusión que afectan a la población de El Puche son muy
diversos y de muy amplia categorización.

En este trabajo, hemos optado por centrarnos en un análisis de los factores más generales y
que afectan a la propia organización del barrio. Esto es, son factores colectivos, cuyo origen
es objetivo y que les vienen dados a raíz de un tipo de sociedad, y por lo tanto, su gravedad
y solución han de buscarse en ámbitos socioestructurales o grupales. Por contra, los factores
individuales que pueden tener un carácter subjetivo, y aunque sean susceptibles de
aparecer dentro del ámbito marginal (drogas, delincuencia, apatía, anomia,
autorepresentación negativa, etc.) no vamos a detenernos en su especificidad.

El factor sociocultural que provoca una mayor fractura relacional y un mayor efecto estigmatizador de
los habitantes de El Puche es su composición étnica. En el barrio, conviven: gitanos, no gitanos
autóctonos (payos) y magrebíes, en relación de conflicto y cooperación determinada por las
características objetivas del entorno.

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En El Puche, como en la mayoría de los enclaves que comparten una realidad de exclusión, es muy
abundante la presencia de población gitana. Como afirma J. P. Liégeois (1998) se trata del resultado de
una historia de persecución y desvalorización que les ha obligado a agruparse de forma endogámica en
contextos de pauperización creciente, de cuarto mundo y de violencia. Se caracterizan los gitanos por
mantener una serie de especificidades, tales como su idea de un carácter/origen común, la diferenciación
que mantienen con respecto a otros grupos y la interacción plural y constante con el otro. No obstante, no
se trata de un pueblo homogéneo y ha adquirido elementos de culturas con las que ha tenido contacto, al
igual que por diversos procesos de acomodación y asimilación.

La organización social gitana pasa por la articulación de las diferentes fracciones y por la adhesión a
valores comunes, a pesar de su diversidad interna (múltiple diversidad de modos de vida, de riqueza, de
fuentes de ingresos, de tipos de vivienda, tejido de relaciones flexible, etc.) Como señala Teresa San
Román (1981, p.7), "este colectivo asegura la convivencia étnica mediante una organización por la que el
grupo minoritario depende totalmente de la producción del grupo mayoritario, colocándose en los
intersticios menos organizados del sistema económico dominante, sin llegar a establecer relaciones de
interdependencia económica”. Este fenómeno puede observarse con una mayor intensidad en lugares
como El Puche.

La segunda pieza de este puzzle multiétnico está constituida por la población magrebí. Su exclusión a
priori viene dada por una escasa disponibilidad de recursos, diferencia cultural y por su condición de
extranjería. Esto les lleva a experimentar las más virulentas condiciones de incomunicación en una doble
dirección: dentro y fuera del barrio.

En tercer lugar, el entorno de El Puche también es compartido por “payos”[4], sus formas de vida distan
en ciertos aspectos con respecto la población del centro de Almería. Existe el estereotipo por parte de los
individuos del centro de la ciudad de que “la gente de El Puche vive como gitanos”. Podemos interpretar
esta estigmatización como una manifestación del fenómeno de la distinción que describía P. Bourdieu
(1988), esto es, la población acomodada y del centro de la ciudad marca la diferencia de su grupo frente
al resto atendiendo al lugar de residencia y poder económico.

En síntesis, ningún residente del centro de Almería quiere residir en El Puche, pero también, pocos payos
del barrio querrían ser gitanos, al igual que pocos gitanos desearían asimilarse a los magrebíes. Así, la
distancia social y étnica está servida y los muros de la incomunicación se enquistan cada vez más.

El segundo elemento sociocultural es la falta de redes sociales consolidadas. Sus relaciones se


circunscriben al propio barrio. Las visitas al centro de la ciudad son esporádicas y se reducen por un
lado al tema de «papeleos» y, por otro, a los centros comerciales. No obstante, tampoco los habitantes
del centro frecuentan el barrio, exceptuando a los compradores de droga o a los profesionales que
desempeñan su labor allí –trabajadores sociales, agentes de desarrollo local, profesores, taxistas, ATS
y médicos–.

Junto al determinante étnico y de las relaciones sociales existen en el barrio otros factores de
exclusión sociocultural como son la desestructuración familiar: un número importante de familias
monoparentales, viudos/as solos, huérfanos, elevado número de personas divorcias, uniones de
consanguinidad, etc. Por otro lado, el nivel académico de la población del barrio es muy bajo, destaca
un elevado número de analfabetos. También, el absentismo escolar supera el 50 por ciento, sobre todo,

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en los niños de etnia gitana mayores de 12 años. Del mismo modo, existen graves problemas de salud.
Son muy frecuentes las enfermedades infecto-contagiosas –SIDA–, enfermedades mentales, etc. Todo
ello, unido a los escasos medios con los que cuenta el centro público de salud con sede en el propio
barrio.

Por eso, la organización social en este tipo de entorno es un factor muy importante. A. Zárate (1991,
p. 45) habla de la ciudad en general afirmando que “la presencia de verdaderos mosaicos culturales, la
diversidad de estilos de vida, la disparidad de valores y aspiraciones dentro de la ciudad, hacen
imposible el consenso y la cohesión social del pasado en su interior, al tiempo que incrementan la
desorganización social y personal, provocan fricciones y propician la proliferación de
comportamientos sociales desviados”. No obstante, y como señala este autor, dentro del contexto de la
ciudad, el barrio se erige como un espacio particular de relaciones y organización social donde se da
la cohesión social, redes de solidaridad mutua y ciertos sentimientos de solidaridad.

Muchos han sido los autores que han tratado el tema de la especificidad de la organización social
entre los grupos sociales excluidos, como N. Anderson (1923) que analizó la complejidad de esta
organización entre los nómadas urbanos (mendigos, transeúntes, etc.) de la ciudad de Chicago. Este
autor resaltó las múltiples categorías internas que se veían incluidas dentro de este grupo
aparentemente homogéneo y analizó sus cánones de conducta, organización y comunicación.
También, F. M. Thrasher (1927) al acercarse al estudio de la delincuencia urbana en esa misma
ciudad, se encontró con la enorme diversidad del fenómeno de las pandillas, encontrando hasta cinco
tipos diferentes de las mismas y llegando a la conclusión de que su conducta y organización internas
eran una forma de “adaptación a un medio ambiente indiferente” (Ulf Hannerz, 1993, p.53).

Pero, el problema más grave de separación e incomunicación entre los habitantes de El Puche y el
centro de Almería se basa en la conducta «desviada» que se atribuye a la mayoría de la población del
barrio. El discurso mayoritario dominante tiende a estereotipar a todos los habitantes del barrio,
extrapolando la conducta desviada de unos cuantos al resto, logrando un efecto estigmatizador. López
Hernández (1999) resalta las consecuencias que suponen tal presunción, ya que si la desviación es un
proceso subjetivo de la persona mediante el cual se distancia o aparta de los valores, normas, actitudes
mayoritarias, la marginación de las personas residentes en entornos marginados es objetiva y
consecuencia del funcionamiento de la estructura social. De tal forma, que esa igualación provoca la
atribución de culpa a priori de todos los actos delictivos que ocurren en la ciudad. Por su parte, los
individuos estigmatizados, también generan estereotipos y prejuicios, así como mecanismos de
autodefensa y protección frente a un medio que le es hostil.

Para entender el discurso estigmatizador generador de prejuicios de la población del centro de la


ciudad basta con centrar la atención en las múltiples fuentes que lo generan: medios de comunicación,
discursos políticos, diseño de políticas sociales asistencialistas e incluso coercitivas (especialmente,
enfocadas para ser aplicadas sobre colectivos desviados), currículos educativos, etc.

A. Van Dijk (1997 p. 242) resalta que las ideologías conservadoras que hoy día reproducen
los medios de comunicación de masas “propagan y legitiman a la vez las desigualdades
socioculturales resultantes de las restricciones que se imponen, culpando a las víctimas,
desigualdades que son también producto que la criminalización, la marginación, la
discriminación flagrante o el debilitamiento de algunos avances anteriores hacia el

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pluralismo étnico y la igualdad. Estos complejos procesos ideológicos y sociopolíticos


impiden además una posible solidaridad y, por lo tanto, una capacidad de contrapoder de los
grupos sociales más desasistidos e inducen, por otra parte, al racismo popular contra los
habitantes de los núcleos urbanos pobres cuya condición socioeconómica es el caldo de
cultivo favorable para aceptar los prejuicios predominantes acerca de la competencia desleal
y el favoritismo”.

Existe, por tanto, un cuerpo de creencias socialmente compartidas que sustentan la


discriminación. Las minorías son presentadas como causantes de problemas y nunca como
víctimas. Estos prejuicios precisan de un aprendizaje fundamentado en la observación,
imitación y participación. El procesamiento de la información se basa principalmente en el
discurso y la comunicación, ámbito que la prensa tiene una vital importancia.

Por eso, en esta investigación hemos realizado un análisis de contenido de los titulares de prensa para
comprender el discurso que se vierte desde las agencias de comunicación. Para ello, se revisaron tres
diarios locales: La Voz de Almería, La Crónica y El Ideal; durante los años 1990, 91, 92, 98 y 99.

Casi la totalidad de las noticias aparecidas sobre El Puche en dichos diarios se refieren a
sucesos o circunstancias relacionadas con su condición de barrio marginal. Los temas más
habituales son: relacionados con el consumo o tráfico de drogas (“Las drogas y la
prostitución se adueñan de la antigua fábrica de El Ingenio[5]”, La Voz de Almería,
16-11-1998); intervenciones policiales (“Detienen en El Puche el presunto asesino del joven
de 17 años”, La Voz de Almería, 9-03-1990); violencia callejera (“Fallece un hombre como
consecuencia de una cuchillada realizada durante una discusión en El Puche”, La Voz de
Almería, 16-07-1999); intervención de las administraciones en desarrollo y mejora del
barrio (“Mañana se constituye la comisión para la puesta en marcha del Plan Puche”, La Voz
de Almería, 20-02-1990) y malas condiciones higiénicas en que se encuentra el barrio (“Los
niños de El Puche salieron a la calle para limpiar el barrio” El Ideal, 23-01-1999).

Más de un tercio de los titulares hacen referencia a la actividad delictiva del barrio y en
especial a la droga[6]. En la mayoría de las ocasiones se hace explícito en el titular el lugar
del evento, con el objetivo expreso de matizar que el suceso ha ocurrido en un barrio
marginal o ha sido protagonizado por un habitante del mismo. De esta manera, se consigue
que el lector interprete la noticia según sus propios modelos contextuales[7], como podemos
ver en este caso:“Detenido en El Puche el autor de un asesinato” (La Crónica, 9-03-1990).

En lo que se refiere a noticias que puedan entrar en la categoría “otras temáticas”, hacen
referencia a actividades culturales que se realizan en el barrio, a la visita de algún personaje
de la política o la administración o a la constitución de una asociación. No obstante, estos
titulares no llegan a constituir ni el 2 por ciento del total de las noticias analizadas.

La publicación continuada de estas noticias ha propagado y legitimado de forma instantánea


el estereotipo asociado al barrio. Como señala Brown (1998) el prejuicio no es, en definitiva,
más que un “atajo” mental que facilita el poder tener una opinión generalizada y negativa
de forma inmediata e irreflexiva de todo un grupo social.

Una de las formas de manifestación de estos atajos mentales a escala grupal es el desarrollo de
discursos negativos con respecto a los residentes en El Puche. Al igual que M. L. López y G. Fresnillo

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(1995) con respecto a los gitanos españoles, nosotros hemos percibido cuatro discursos diferenciados
a través de los cuales se canalizan los estereotipos y prejuicios. Por un lado, existe una visión
conflictiva (discursos de la discriminación y segregación) y por otro lado, una visión no conflictiva
(discursos de la diferencia y la integración).

Aplicando sus líneas de investigación, observamos que el discurso mayoritario es el conflictivo. Se


considera a la población de El Puche como privilegiada por las autoridades, además de ejercer una
competencia desleal puesto que se ganan la vida gracias a las dinámicas desregularizadas del mercado
(tráfico de drogas, venta ambulante, etc.). Así, van ganando posiciones económicas frente a los
ciudadanos del centro que se ven imposibilitados moralmente a entrar en esa dinámica de ilegalidad:
“Pero si hacen lo que les da la gana, viven mejor que nosotros... que quiero una tele, pues una tele,
que hoy no quiero trabajar, no trabajo, que hoy me hace falta dinero, no pasa ná, vendo chocolate,
así... pues claro” (conserje de colegio, El Puche).

Cuadro 7. Discurso de los habitantes del centro sobre El Puche


EJES CONCEPTUALES Población del Centro Población de El Puche

BIOLÓGICOS Limpieza, salud Suciedad, enfermedad


RELACIONES SOCIALES Solidaridad, generosidad Individualismo, avaricia
ACTITUDES POLÍTICAS Humildad, sumisión a la ley, Arrogancia, insumisión a la
identificación con la norma. ley, trasgresión de normas
ACCÍON SOCIAL Trabajo, acción social, Goce, gasto inmediato,
construcción destrucción
TIEMPO Progreso Atraso
Fuente: López y Fresnillo (1995). Elaboración propia.

Los habitantes del barrio son percibidos como individualistas, parásitos, instalados en el goce
continuo y en la pereza, la suciedad y la corrupción, mientras que los habitantes del centro se
autoreconocen como solidarios, generosos, entregados al trabajo, amantes de la limpieza y la
pulcritud, etc. “Si es que no puede ser, que no... que no quieren trabajar como Dios manda... mira, yo
he tenido trabajadores de allí y me han durado dos días, porque lo que quieren es coger el dinero y ya
está” (empresario de construcción).

Los habitantes de El Puche son identificados con tendencias destructivas del edificio social y, por ello,
se justifica que permanezcan en las afueras. Descartando la responsabilidad de la sociedad en su
conjunto y estableciendo la marginación como consecuencia de comportamientos desviados: “están en
juego las posiciones simbólicas de poder y jerarquía entre ambos sectores sociales [...] por ello la
principal condición que se impone para la integración es la igualación en cuanto al sometimiento de
las normas sociales” (López y Fresnillo, 1995 p. 82).

Por otra parte, el discurso de la segregación es similar, pero se expresa con mayor intensidad dado el
temor a que el espacio central se vea invadido por el crecimiento de los grupos marginados y la

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extensión de su desviación. Los pobladores de El Puche son temidos y su realidad aparece desprovista
de todo contenido socio-estructural, ya que, existe la percepción de que en ellos reside el poder. Como
afirman López y Fresnillo (1995 p.88) “se produce una sensación de acoso y peligro [...]. El avance de
la vida corrupta y el poder de lo marginal se percibe dentro de la impunidad y las autoridades se
encuentran incluso en complicidad con éstas, que lleva a una demanda de control policial de estos
colectivos y una vigilancia constante”. Por lo tanto, se piensa que la única forma de solucionar los
problemas es la separación de los espacios comunes:

“tú porque no has trabajado allí, son los amos del patio, tienen acobardado a todo el mundo, hasta a los profesores, ¿cómo
va a querer la gente que sus hijos se eduquen en el mismo colegio?” (antiguo profesor del I.E.S Andarax, El Puche).

También debemos resaltar que existen, de forma minoritaria, discursos no conflictivos, pero no deja
de ser una declaración de intenciones:

“la culpa de su situación la tienen los poderes que no les interesa que salgan de su situación, su forma de vida es necesaria
en muchos aspectos [...] yo les daría una casa no aislada y un buen trabajo» (estudiante de magisterio, Universidad de
Almería)

e incluso otros que dicen comprender su situación:

“si yo viviera allí y no tuviera posibilidad de trabajar en ningún sitio, pues también sería como ellos” (comerciante,
Almería).

Existe un colectivo dentro del barrio que es objeto de un doble discurso del conflicto: los magrebíes.
No sólo son objeto de prejuicio por parte de la población del centro, sino también por parte de sus
convecinos “payos” y gitanos. Los inmigrantes son vistos como marginados y extranjeros peligrosos.

El Colectivo Ioé (1995 p.103-104) se refiere a las ideologías y comportamientos que se desarrollan
ante la presencia de extranjeros. Estos autores encontraron cuatro posiciones típico-ideales con
referencia “lo extranjero” que nosotros hemos contrastado con respecto a los inmigrantes de origen
magrebí residentes en el barrio.

Por un lado, se manifiesta la identidad (comunitaria) contra modernidad: “como la cosa siga así, es
que se van a adueñar de esto [...] si vienen que vengan con sus papeles y cuando acabe su trabajo que
se vayan, como hicimos nosotros cuando fuimos a Alemania” (vecina de El Puche). Según este
discurso ideológico, “la nación debe mantener su pureza frente a elementos extraños, manteniéndolos
apartados de sus dominios o en una posición de inferioridad irreversible” (Colectivo Ioé, 1995 p.103).

Por otra parte, aparecen modernizadores intolerantes, para los que los inmigrantes deben sujetarse
férreamente a las normas, asimilándose:

“lo que tienen que hacer es adaptarse ¿no?, ellos son los que vienen aquí que este no es su país, lo primero de todo es
seguir las normas del país al que van, a los que estén ilegales o los que se líen a delinquir tendrían que echarlos a todos” (
joven de El Puche).

Por último, hemos observado, aunque minoritario, un discurso solidario con los inmigrantes
magrebíes:

“yo pienso que si vienen es porque las cosas están muy mal allí, en su país [...] el problema no son ellos es... cómo están

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hechas las cosas, allí tan poco y aquí tanto... no sé, pienso que habría que repartir un poco ¿no?” (ama de casa de El
Puche).

Para el Colectivo Ioé existe un cuarto discurso ideológico que aparecería entre población pobre,
blanca y xenófoba. Los inmigrantes son percibidos como competencia para acceder a los recursos.

“Si no es que yo sea racista ¿sabes?[ ...] pero [...] es que no puede ser, aquí se está juntando toda la chusma de Marruecos
y vienen a echar a perder lo poco bueno que hay en el barrio, por lo menos que les controlen y echen a los que no tienen
papeles, que nos están haciendo la vida imposible ¡hombre!” (vecino de El Puche).

Llegados a este punto, cabe preguntarse ¿podemos hablar de El Puche como barrio desviado?,
¿existen conductas propias de la marginación?, ¿existen hábitos o estilos de vida propios de la
marginación?, ¿es válida la consideración de una cultura de la pobreza?

En primer lugar, han sido los sociólogos y los psicólogos ambientales quienes han realizado un mayor
esfuerzo para tratar de explicar el comportamiento humano desviado. No ha existido uniformidad en
la explicación de esos comportamientos, encontramos explicaciones diferentes que van desde la
influencia del entorno (Toffler, 1970; Goffman, 1982) hasta las interpretaciones neomarxistas
(Quinney, 1980; Smith, 1984), pero ninguna de las interpretaciones anteriores, ni las omitidas, por si
solas son conclusiones evidentes, en cuanto a relaciones causa-efecto. La desviación es un hecho
mucho más complejo que la mera incidencia del entorno. En la conducta desviada son múltiples
factores los que inciden sobre el comportamiento. Por eso, cada vez más son los enfoques que
recorren multitud de factores para explicar las desviaciones, superando la fórmula marginación es
igual a desviación.

En segundo lugar, el concepto de cultura de la pobreza fue acuñado por O. Lewis en 1965 desde un
punto de vista culturalista, como “un conjunto integrado de valores, normas y comportamientos
característico de aquellos que vivían en condiciones de pobreza” (Monreal, 1999 p.77). Esta cultura
representa una serie de rasgos para con el resto de la sociedad, en la propia comunidad, en el plano
familiar y en la personalidad individual que se transmiten de generación en generación a través de la
socialización. El funcionamiento de estos entornos marginados es independiente al del resto de la
sociedad (y no consecuencia de su lógica), por lo que quienes se socializan bajo estas condiciones no
pueden participar jamás de las ventajas de la sociedad mayoritaria. Esta teoría llevó a muchos
analistas a culpar a los propios excluidos de su situación.

Años más tarde W. J. Wilson (1987), tras la lluvia de críticas vertidas sobre las tesis de Lewis, abordó
el tema desde un punto de vista estructuralista, afirmando que los guetos actuales son foco de
“dislocaciones sociales” relacionadas con los cambios en la economía urbana. Estos cambios se
traducen, básicamente, en el abandono de los guetos por parte de sus antiguos moradores (de clase
media) y en su ocupación paulatina por parte de las “subclases” que se encuentran con entornos
desprovistos de equipamientos y servicios básicos como iglesias, escuelas, centros culturales y
actividades económicas y por tanto, completamente deprimidos. El efecto básico de todo ello es el
“aislamiento social”, la inexistencia de redes sociales que liguen a los individuos con el mercado de
trabajo. Como vemos, este autor, a diferencia de Lewis, sí deja espacio para reconocer la
responsabilidad que la estructura social tiene en las realidades marginales.

No obstante, ambos puntos de vista (culturalista y estructuralista) tienden a contemplar a los pobres

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como excluidos “desenganchados del mercado de trabajo [...]; geográficamente separados por efecto
de la concentración y segregación urbana; cultural y socialmente aislados, sin compartir las
instituciones y valores fundamentales de la sociedad dominante” (Monreal, 1999 p. 83). Sin embargo,
también se comparte en ambas perspectivas la consideración de los hábitos propios de entornos
excluidos como perniciosos y desviados. Ambas teorías son partícipes de los discursos del conflicto
de López y Fresnillo, que describimos más arriba, y no tienen en cuenta la diversidad interna de los
barrios.

En definitiva, El Puche no puede ser considerado fuera de contexto, sino en relación constante con el
resto de la ciudad. Es necesario centrarse en la búsqueda de los aspectos [culturales y estructurales]
que lo caracterizan como excluido, aislado y, por lo tanto, desintegrado así como en la consideración
de las estrategias colectivas e individuales de la población para adaptarse al entorno hostil y
estigmatizador.

Factores institucionales y políticos

La exclusión social es una realidad compleja, que no sólo dificulta su conceptualización sino también
la aplicación de estrategias idóneas para contribuir a su prevención o mejora, incrementando esta
dificultad la gran heterogeneidad de factores que la configuran, así como las diferencias y dispersión
de las personas o grupos afectados.

Para analizar el papel desempeñado por las instituciones dentro de la vida de un barrio
marginal como El Puche podemos recurrir a dos puntos de vista. Por un lado, los grandes
procesos macroeconómicos y las consecuencias que tienen sobre la creación de un cuarto
mundo dentro del primero y, por otro, la incidencia de las políticas públicas locales y la
aplicación de programas de bienestar social. Es en este último punto donde nos vamos a
centrar, para estudiar la posible contribución por parte de las políticas públicas a la
perpetuación de la situación en el barrio. También analizaremos las propuestas de los
partidos políticos que confluyeron a las últimas elecciones municipales de Almería a través
de sus programas electorales.

Para entender la aplicación de políticas sociales en cualquier zona geográfica, hay que tener
en cuenta el sentido que estas tienen. Toda política social tiene como objetivo una reforma
social y, a su vez, quien propone semejante reforma admite que la sociedad tiene alguna
imperfección o que existe una disfunción que es preciso corregir. En otras palabras, se
proponen perfeccionar la sociedad, ya sea en nombre de la justicia y del progreso o de la
eficiencia y conveniencia política.

La finalidad de la reforma social, viene determinada por el contenido de la correspondiente


política que la aplica. Si sólo se trata de ganar una elección o de capear un episodio de
descontento popular, se improvisará una política social circunstancial, sectorial y superficial,
que a la larga podrá ser más perjudicial que beneficiosa. Todas estas políticas sociales
tienen su origen en el Estado de Bienestar, nacido en los países occidentales después de la
II Guerra Mundial sobre la base de un amplio consenso entre las principales fuerzas sociales
y con el objetivo de paliar las desigualdades que el sistema liberal estaba generando. El
crecimiento económico no se traducía en un aumento en la calidad de vida, de ahí el
planteamiento de los estados de la necesidad de intervenir en la economía para tratar de

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solventar los fallos del libre mercado. Este bienestar, se articula en base a unos principios
ideológicos: en primer lugar, el principio de la autonomía individual y el derecho a la
autorrealización. Y en segundo lugar, la aplicación a todos los individuos por igual de las
reglas del bien estar.

Estos valores básicos de la sociedad occidental democrática, se están tornando en pautas


“impuestas socialmente” donde la responsabilidad económica personal se vuelca únicamente
en la persona disfrazada de libertad de elección. Esta reclamación de libertad presupone la
igualdad de oportunidades necesaria para elegir libremente el destino, así como, la
exigencia de imparcialidad del Estado y la equidad de trato basado en la igualdad de
derechos políticos y jurídicos.

Aplicando este esquema de valores a la situación socioeconómica de El Puche, se ratifica


como complejo axioideológico en el ámbito teórico. Es decir, la situación de El Puche como
barrio “marginal” no sólo es aceptada por el resto de la ciudadanía de Almería, sino también
por las instituciones, que son quienes definen su condición. Prueba de ello es la definición y
aplicación de programas específicos a El Puche como Zona Necesitada de Transformación
Social. A su vez, la sensibilización desde otras instancias como la UE, se está dejando ver en
mayor grado hacia este tipo de situaciones a partir de finales de los años 80 y principios de
los 90 del siglo pasado, con la voluntad equilibradora de los presupuestos destinados a la
mejora de la calidad de vida en las zonas de rentas por debajo de la media.

Las políticas aplicadas en este contexto, han ido encaminadas a combatir la


exclusión a través de la renta, es decir, con ayudas complementarias,
prestaciones por desempleo, etc. Pocas veces nos encontramos con la aplicación
de políticas enfocadas hacia la lucha contra la exclusión cultural o la exclusión
por razones de etnia, por poner algunos ejemplos. Sin embargo, estas
prestaciones son normalmente insuficientes para completar los presupuestos
familiares, por lo que conllevan el fomento en la población del desarrollo de
modalidades irregulares de trabajo y la informalización de actividades
económicas. Son rentas de supervivencia eventual mientras se accede a otro
tipo de empleos. Las prestaciones que la administración concibe como
amortiguador de la carencia de ingresos por pérdida de empleo, suelen estar
siempre relacionadas con las contribuciones realizadas durante el tiempo de
trabajo formal o legal. Es una especie de seguro, cuya finalidad es dotar de un
ingreso mínimo a quienes tienen agotado su derecho a la prestación pero, a la
vez, esta prestación por desempleo se da como un requisito previo a la situación
normalizada de trabajo y de integración en la sociedad, de la cual muchos de los
habitantes de la zona han estado excluido siempre. Esto puede llegar a provocar
« choque de intereses entre la población “normalizada” o cotizante y los
beneficiarios de los sistemas de protección social» (Ochando, 1998 p. 57). Esto
es, la aplicación de políticas de discriminación positiva es percibida como injusta
en ciertos sectores de la sociedad.

El sistema de servicios del Estado de Bienestar es incapaz de eliminar esos

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choques, como lo es también de dar solución a las situaciones de discriminación


de acceso al empleo de ciertos colectivos, ya que en este caso opera únicamente
el mercado de contratación privado. Aunque periódicamente se oferten cursos de
formación por parte de la administración, estos no son garantía de incursión en
el mercado laboral, sino que, por el contrario, están llegando a tener efectos
contraproducentes al repetirse anualmente las demandas –y las ofertas– de
formación en ramas como estética, jardinería, restauración, etc., que no ofrecen
salida a los alumnos. La saturación de cursos de formación en ciertos campos,
deja al descubierto parcelas de cualificación en otras ramas dentro del barrio.

Por lo general, los programas derivados de las políticas sociales, se aplican sectorialmente y
no de forma global a través de proyectos temporales de duración limitada. Son gestionados
por técnicos de la administración y ONGs, basando su continuidad en objetivos anuales
(creación de empleo, casos de absentismo escolar solucionados, actividades realizadas con
éxito, etc.) Por otra parte, existe una falta de coordinación patente entre las distintas
actividades que se llevan a cabo[8] y este es uno de los principales problemas para la
aplicación de políticas integrales eficaces a favor del desarrollo del barrio. También las
políticas asistenciales suelen homogeneizar las problemáticas de los barrios marginales,
según se desprende de los documentos institucionales. Se actúa desde la ambigüedad de
conceptos y la generalización, es decir, el estereotipo, aplicándose estos a la totalidad de los
barrios en situación de marginalidad de la capital, sin atender a las peculiaridades de cada
uno. Esto induce a pensar que se trabaja sobre la base del prejuicio, en sentido de
simplificación y homogeneización de la información sobre contextos con realidades
diferentes. Como muestra de ello, el lenguaje utilizado en el diseño de las políticas sociales,
está compuesto de conceptos como: formación en jóvenes, políticas de integración social,
inserción laboral, promoción de la mujer, prestaciones complementarias, acciones para la
mejora de la salud, etc. Conceptos que no llegan nunca a concretarse sobre el papel y que
implica una relativización del compromiso de las administraciones en cuanto a la lucha
contra la marginación y la pobreza. Por último, existe una dicotomía entre la objetividad con
que se diseñan las políticas sociales y la subjetividad a la hora de aplicarlas, es decir, las
diferencias existentes entre políticos y ejecutores del trabajo, provocada en ocasiones por la
falta de comunicación y coordinación entre las distintas escalas. Esta falta de comunicación
se da tanto a nivel intra-institucional, como inter-institucional. Si bien, aunque se conocen
las actuaciones que se están llevando a cabo en la zona por parte de otras instancias, se
desconoce casi siempre el funcionamiento, las funciones y los objetivos, con lo cual a veces
se producen situaciones de solapamiento de funciones y un derroche de recursos técnicos y
materiales.

Pero las políticas sociales no sólo se centran en las prestaciones por desempleo. El Estado
keynesiano del Bienestar, se compone de varios subsistemas que van desde la salud y
educación hasta las infraestructuras y otros aparatos que también contribuyen de manera
especial al bienestar de forma secundaria. De ahí, el amplio abanico de proyectos
procedentes de las políticas sectoriales aplicadas en la zona, como son: Garantía de rentas,
subsistema laboral, de vivienda y urbanismo, educativo, sanitario, servicios sociales
personales, subsistema medioambiental, etc.

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¿Cómo actúan estos subsistemas dentro de El Puche? Simplemente no actúan, puesto que la
mayoría no se aplican y los que ponen en marcha son incompletos. Por ejemplo, dentro del
subsistema de educación, la simple aplicación de los currículos, la atención personalizada en
formación y factores coercitivos como los programas de absentismo escolar de la Junta de
Andalucía no son suficientes, ni garantía de éxito.

Por tanto, ¿cuáles podrían ser las líneas a seguir en la aplicación de unas políticas sociales
de forma adecuada? Como señala Delors (1993, p.158) la aplicación de políticas sociales se
debe hacer desde una formulación global y con la participación de técnicos investigadores
expertos que estudien los problemas desde un perspectiva científica, tratando de encontrar
las raíces de los problemas y de aplicar políticas correctas contando con la participación
activa de la población del barrio.

La renovación de un proyecto de atención a la población, no puede nunca depender de su


rentabilidad en términos económicos, o por casos solucionados. Puesto que así se pierde la
perspectiva de las causas del problema y del proceso que conlleva dicha situación. Sólo a
través de un análisis profundo, se pueden corregir ciertas disfuncionalidades. Estos
procesos, evidentemente, son largos, que se han ido consolidando, afianzando y agravando
con el paso del tiempo y cuya solución no depende de la acción única de un agente ni de la
aplicación anual de programas aislados.

Después de examinar las actuaciones de las políticas sociales en El Puche. Vamos a analizar la
contribución de los partidos políticos a la formación y perpetuación de la situación del barrio. Para ello,
hemos seleccionado los programas electorales de las diferentes formaciones que concurrían a las últimas
elecciones municipales en la ciudad de Almería.

Los partidos políticos actúan teóricamente como canalizadores de las demandas del
electorado. Los programas electorales son diseñados en el ámbito interno en el partido,
sobre la base teórica de las demandas ciudadanas y de las carencias más cercanas de la
población. Su contenido proyecta el modelo social de cada barrio o ciudad al que cada uno
de los partidos se compromete. Aunque el programa no es vinculante si es el reflejo de la
sociedad que los partidos políticos aspiran a crear.

El lenguaje utilizado por los partidos en sus programas electorales locales al igual que ocurre
con los documentos de programas sociales es casi siempre estereotipado. Así, cuando se
habla de barrios periféricos, se hace desde el punto de vista externo, problematizando la
situación y proponiendo actuaciones de solución a dichos problemas desde un nivel
abstracto, como podemos ver a continuación

El Partido Popular (PP) no hace referencia apenas a los colectivos marginales de Almería
mas que en los apartados de Obras Públicas "rotonda de acceso a El Puche desde la
carretera de Níjar", Juventud y Deportes: "creación de un carné solidario que permita el
acceso a determinados servicios públicos y de ocio a voluntarios y a jóvenes de colectivos
marginales" y, por último, en participación ciudadana: "dotar de mayor cuantía económica al
capítulo de emergencia social para aquellos que necesiten ayuda urgente,
independientemente de ayudas de asistencia social".

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) incluye a El Puche dentro de los

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apartados temáticos referidos a obras públicas y urbanismo, cuyas actuaciones básicas se


reducen a: "continuar y dar término a los PERIS[9] de La Chanca y San Cristóbal y promover
actuaciones similares en otras barriadas de la ciudad: Barrio Alto, Puche y Los Almendros".
En cuanto a vivienda, propone: "la resolución definitiva de la situación de El Puche y de La
Fuentecica".

Asimismo, dentro de las iniciativas referentes a minorías étnicas: "igualdad de


oportunidades a gitanos de Almería en el acceso a recursos públicos y de igualdad,
respetando sus peculiaridades y cultura" además de "favorecer mayor conocimiento de la
cultura gitana en colaboración con Programas específicos de La Junta. En este sentido,
desde el ayuntamiento, iniciaremos medidas y actuaciones específicas en vivienda, salud,
educación, empleo, cultura y mujer"

El Partido Andalucista (PA) incluye a El Puche dentro del programa específico de barrios. En
el programa genérico sus propuestas van desde: "creación de un Agente de Desarrollo
Comunitario dando prioridad a los jóvenes con difícil acceso a un puesto de trabajo por su
condicionante cultural y económico”, hasta "vigilancia policial, Plan de Actuación Integral del
Barrio con: resolución del Centro Puche, mejora de alumbrado público, urbanización del
Ingenio, zona deportiva, asfaltado, biblioteca municipal y presupuesto municipal para
actividades culturales y deportivas."

Izquierda Unida (IU) propone dentro de infraestructuras: "plan Integral de Reforma de


Barrios: Rehabilitación y rentabilización de áreas degradadas.", "Bolsa de alquileres para
colectivos más desfavorecidos." En Bienestar Social: Integración social de individuos y
grupos para prevenir situaciones de marginación: "Planes Integrales de barriadas
marginadas, etc."

Podemos comprobar la imprecisión y ambigüedad del lenguaje y de las propuestas de todos


los partidos políticos. De conceptos poco precisos y abstractos únicamente se pueden esperar
promesas de actuaciones sin compromisos concretos, generalidades, tales como: solicitar
proyectos para la integración social, fomentar la conciencia solidaria, combatir la discriminación
y la exclusión social, promover la participación, o crear, para ellos, el Plan Municipal para la
Integración o un Consejo Consultivo. El ejemplo más extremo es el PP donde su solución a los
problemas de los barrios periféricos se reduce a cinco líneas.

El PSOE y PA dentro los apartados relacionados con políticas sociales en cuatro ocasiones
hace referencia a medidas de carácter social y ninguna de ellas plantea actuaciones
específicas en El Puche. El resto de los compromisos van encaminados a la rehabilitación del
barrio en cuanto a infraestructuras y mobiliario urbano, refuerzo de la vigilancia policial,
construcción de viviendas en zonas periféricas, etc. Pero además cabe preguntarse si todos
los componentes del barrio son asistibles, es decir, ¿sólo allí son aplicables los programas de
atención a toxicómanos, etc.?

Sólo IU amplía un poco el espacio dedicado a los barrios en apartados como: educación,
infraestructuras, minorías étnicas, salud, etc., planteando soluciones concretas, pero sin
especificar en la situación de El Puche.

La imagen que se proyecta de los barrios a través de los programas es doble, por un lado,

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de homogeneización y desviación, prueba de ello son las propuestas del PA. Y por otro lado,
la ausencia de problemas en el barrio, puesto que no se dan propuestas ni alternativas
concretas de solución. Sus deficiencias se reducen a mejora de asfalto, alumbrado, etc.
Mostrando un desinterés consciente de las necesidades reales del barrio y un silenciamiento
de los problemas más graves: paro endémico, infravivienda, enfermedades infecto-
contagiosas, etc. Se produce así, lo que se ha llamado en otro lugar (Checa, Checa y Arjona,
2000) una atención descortés, ya que, denota el conocimiento que los partidos políticos tienen
de los barrios, pero también manifiestan el escaso interés por su situación.

Entonces, ¿por qué se incluyen los barrios marginales en los programas electorales?
Nosotros barajamos tres hipótesis:

1º.- Su inclusión en los programas y el espacio dedicado a ellos es, hasta cierto punto,
obligatoria por una cuestión de cosmética política.

2º.- La consecución de votos tanto por parte de la población del barrio, como por el resto de
los sectores. Es mucho más probable que una persona vote, si percibe que las actuaciones
a realizar revierten de forma positiva en sus circunstancias.

3º.- La creación de puestos de trabajo de técnicos de grado medio y superior que gestionen
los programas que se diseñan desde la administración.

En definitiva, la distancia psicológica entre las lógicas políticas y las lógicas que rigen los
individuos se hace difícilmente salvable, provocando procesos de anomia. Como señala E. Gil
Calvo (1988) se acepta la democracia política pero se desconfía de quienes la representan y
de quienes tienen el poder de actuación –en este caso– sobre el entorno más inmediato.
Esta desconfianza generalizada es lo que Montero y Torcal (2000 p. 18) han llamado
desafección política, es decir, un conjunto de actitudes y de orientaciones que implican
desapego de los ciudadanos con respecto a su sistema político. Es la manifestación de un
rechazo general hacia algo que no responde suficientemente a los deseos, tras comparar lo
que se tienen con lo que se estima que se debería tener.

Dicho esto, la situación del barrio no sólo debería analizarse desde el punto de vista de la
dotación oficial de recursos económicos y técnicos. Las condiciones de carencia no sólo
pasan por poner a disposición de esta población los recursos, sino en crear las condiciones
de igualdad de acceso a ellos, reforzar la identidad como grupo, etc. Para esto se hace
imprescindible la intervención, pero no sólo en el barrio, como parte integrada de una
comunidad global, sino en la totalidad de la población almeriense, como parte del problema.
La unidad de acción debe ser local, no parcelada.

Conclusiones

De lo que llevamos dicho hasta el momento se desprende que la dinámica vivida en las
sociedades avanzadas de nuestro tiempo da lugar a que la “cuestión social”, entendida
principalmente en términos de procesos de exclusión, se manifieste agudamente en aquellos
terrenos “fronterizos”, donde se hace más palpable la imperfección del sistema. Estar en la
«frontera» va más allá de lo estrictamente económico, puesto que los procesos de exclusión
remiten a otros planos sociales –educación, sanidad, cultura, residencia– y psicológicos.

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Aquí hemos entendido la exclusión como un proceso complejo, y no como una resultante del
destino individual, esto remite a esquematizar el proceso con los planteamientos esbozados
por R. Castel (1997) quien entendía dicho fenómeno a lo largo de un continuum con varias
escalas: de integración, vulnerabilidad, asistencia y exclusión. Lo notorio de su esquema es
la percepción procesual, transversal y multidimensional de la exclusión, así como la
imposibilidad de homogeneizar este fenómeno. En El Puche se pone de relieve la posibilidad
de combinaciones que pueden dar lugar a las distintas modalidades e itinerarios –personales
y grupales– de inserción/exclusión.

Después de analizar los factores determinantes que influyen en el proceso de exclusión de


este barrio, percibimos como fundamental la heterogeneidad interna tanto en la población,
como en la configuración física, social, económica y residencial de este. Esta complejidad
desemboca en distintos procesos de exclusión y demuestra una asimetría entre quienes
gozan de una relativa estabilidad y quienes se encuentran en inmersos en una total
vulnerabilidad. Por tanto, El Puche puede estudiarse desde diferentes estadios y podemos
afirmar que ninguno de los sub-barrios que lo componen estaría en la zona de integración y
apenas existen individuos que tengan un empleo estable y bien remunerado, redes sociales,
etc.

El Puche Sur de mayor población no gitana, se caracteriza por la inmersión en un empleo


precario e inestable que se inserta en una economía irregular y sumergida. La exigencia del
mercado a adecuarse constantemente a una recualificación profesional queda lejos de sus
posibilidades. Esto les provoca sentimientos de inseguridad e incertidumbre. Por ello,
podemos hablar de una zona en estado de vulnerabilidad.

El Puche Centro, el subbarrio de mayor antigüedad, padece un desempleo casi endémico, los
grupos domésticos se nutren de trabajos muy esporádicos y de las aportaciones públicas. En
esta zona vive la mayor parte de la población de avanzada edad –jubilados, pensionistas– y
los inmigrantes magrebíes. Sus sentimientos son de resignación y apatía. Esta zona se
enmarcaría en un estado asistencial.

Por último, Puche Norte está habitado en su mayoría por personas de etnia gitana, muy
recientemente se están incorporando familias de inmigrantes magrebíes. En esta parte del
barrio los vecinos sufren un proceso de desempleo y de aleatoriedad de ingresos constante.
El mercado irregular y algunas conductas desviadas junto con la anomia y pasividad
conforman parte de algunas de sus actitudes. Consideramos esta zona en estado de
exclusión.

Notas

[1] Su nombre es debido al aspecto externo inicial de las viviendas: pared blanca, persianas y
barrotes amarillos.

[2] La ley de adjudicación de viviendas prohíbe la venta o alquiler de estas casas y el cambio de titular, sin embargo se
llevan a cabo contratos falsos que generan un importante flujo de dinero negro.

[3] Son unos 60 trabajadores del barrio los que salen cada madrugada para trabajar en Pulpí en

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dos autobuses.

[4] Este vocablo procede del caló y tiene unas connotaciones negativas al referirse al no-gitano.

[5] El Ingenio es un conjunto de ruinas de una antigua fábrica situado al sudoeste del barrio.

[6] Nos referimos a todos aquellos términos relacionados con la droga como: traficante, heroína, cocaína, droga, camello,
etc.

[7] Para conocer más sobre modelos contextuales ver Van Dijk 1997.

[8] La primera reunión entre los agentes sociales presentes en el barrio se celebró en verano de 2000, a la cual asistimos
como invitados algunos miembros de este grupo de investigación. Dicha reunión se llevó a cabo con la asistencia de
miembros del proyecto SURGE, ADL, proyecto ZAHORÍ y la Trabajadora Social de El Puche.

[9] Planes Especiales de Reformas Interiores.

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© Copyright Juan Carlos Checa Olmos y Ángeles Arjona Garrido, 2005


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Ficha bibliográfica:
CHECA, J. C., ARJONA, A. Factores que determinan el proceso de exclusión de los barrios periféricos: el caso de
El Puche (Almería). Geo Crítica / Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona:
Universidad de Barcelona, 1 de abril de 2005, vol. IX, núm. 186. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-186.htm> [ISSN:
1138-9788]

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