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Golpe al hígado
Por Ana Livia Salinas
Comentarios sobre el libro Recursividad y otros relatos tropicales, de José Manuel
Tamez.
Recursividad y otros relatos tropicales, que no tienen que ver con el trópico, sino
con la exuberancia, el estruendo y la ironía, es un conjunto de cuentos que lleva a
sus lectores a través del suspenso y la tensión a la interrogante, a la risa, o al
infierno. Y es que su autor, Manuel Tamez, es dueño de un pronunciado humor
negro con el que se conduce por la literatura, y en algunas ocasiones, por la vida.
Un humor que muestra tanto sus divertimentos como sus contrariedades ante las
injusticias de una realidad social en la que siempre han convivido monstruos,
animales, zombis, seres grises, extraterrestres y ángeles.
Lo frágil y vulnerable de una vida que es carne, hueso y espíritu, queda
expuesto en las presentes páginas a través de vivencias surgidas de lo cotidiano,
de lo que vemos o vivimos cada día: violencia, vanidad, amor incomprendido;
deseo, miedos, ambición, neurosis, inocencia… Muy lejos de los finales felices,
pero no de los sorprendentes.
Entre las texturas y las capas de cada trama es posible percibir un grito latente
que clama por la pérdida de la humanidad, pero también una cancioncilla que se
burla de los intentos por recuperarla. Y no es que el autor brinde un mensaje
contradictorio, sino que retrata las contradicciones que son parte inherente de las
complejidades de la vida.
Esta obra goza de redacción implacable, con un ritmo que el Estuart,
protagonista del cuento Baterías no incluidas, diría que es “de poca madre”, pero
yo afirmo que es dinámico, fluido, y que al igual que las historias, se vuelve
trepidante cuando está a punto de alcanzar el clímax, el punto más alto, y luego
cae, a veces suave, pero otras, como un disparo a quemarropa, o como un swing
con gran balanceo que nos impacta, o un gancho rapidísimo que nos vence de
manera contundente. La habilidad lógica y matemática de Tamez hace los cálculos
correctos entre la distancia y el punto de impacto y de pronto te das cuenta de que
te has quedado sin aire.
Tamez es un autor que hay que tomar en serio. No en balde es maestro de la
escuela de escritores. Es probable que haya logrado desarrollar su habilidad a
través del análisis y el estudio de la teoría y estructuras narrativas, pero sobre todo
a través del ejercicio de su pasión, ejercida con disciplina, para escribir una
historia dos, tres, cuántas veces requiera, hasta encontrarse en el punto que
considere exquisitamente acabado.
Su inteligencia se manifiesta en el uso de diferentes estrategias narrativas.
Maneja narradores en primera persona a la usanza del diario o del protagonista
que nos muestra su perspectiva personalísima. El narrador omnisciente que todo
sabe, o que de acuerdo con el tono tamezeniano, pareciera que sabe, aunque al
final nos queda la sospecha. Combina narradores testigo con omniscientes en un
juego de voces que nos engaña, pero que final nos queda claro.
Parte de la estrategia narrativa, también característica indisoluble de la
personalidad del autor, es intercalar expresiones picarescas, explosivas, o hasta
de tinte porno, que brotan incorporándose al lenguaje culto o formal que maneja
con sublime pericia.
Otra peculiaridad del estilo tamezeniano es el dominio en el manejo del tiempo.
No solo de la conjugación, sino del tiempo en que transcurre el relato, de la
aparición del pretérito, presente o futuro, que se desplazan entrecruzándose, a
veces de manera vertiginosa, como en el cuento En el filo del machete.
En este libro existen más historias de las que indica el índice. Algunas
aparentan estar más apegadas a la realidad que a lo ficcional. Podemos encontrar
historias paralelas o subyacentes, pero algunas, profundamente agazapadas. A lo
mejor al dar la vuelta a la página alcanzamos a ver nuestra imagen reflejada.
Como seguramente le parecerá a algunas personas que incursionan en la grilla
política cuando lean No te hagas tonto, que a mí me causó gran diversión, al igual
que el de Año nuevo, calzones nuevos, que me trajo nostálgicos recuerdos.
Cada cuento que conforma Recursividad y otros relatos tropicales hace patente
el ingenio de este cuentista matemático que nos asombra por su brillantez, su
sensibilidad y su poder de observación para dar vida en el papel a personajes que
deambulan por una Villahermosa que podría ser cualquier otra urbe de nuestro
país, pues los nombres de las calles quedan enterrados por el poder de las
anécdotas.
Tengo la certeza de que leer este libro será un regalo para el lector. Un
descubrimiento feliz, pues tendrá en sus manos, ciertamente, sin mayores
adjetivos, una joya narrativa contemporánea.
*Ana Livia Salinas es diseñadora, escritora y periodista cultural.