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INTRODUCCIÓN
1
GARCÍA-PELAYO, Manuel: El Estado de Partidos. Alianza Editorial, Madrid, 1986, p.77.
2
ALCÁNTARA SÁEZ, Manuel y FREIDENBERG, Flavia: Los Partidos Políticos en América Latina.
Programa de América Latina y El Caribe, Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales,
Washington, 2001, p.2.
3
García Pelayo, op.cit., id.
4
García Pelayo, op.cit., p.75.
5
Edmund Burke, citado por MARTÍNEZ SOSPECHA, Manuel: Introducción a los Partidos Políticos.
Editorial Ariel, Barcelona, 1996, p.15-16.
6
Giovanni Sartori, citado por Martínez Sospecha, op.cit. p19
1
Esta sociología histórica, que intenta superar las deficiencias de las teorías
sobre el origen de los partidos basadas en explicaciones electorales, ha sido
incorporada para el estudio del caso Latinoamericano por Ramos Jiménez 9. En
dicho estudio, el autor desprende de la historia de la región los conflictos que han
aflorado en las diferentes sociedades nacionales latinoamericanas, para luego
identificar los principales clivajes -correspondientes a dichos conflictos- de modo
de poder abordar el origen de nuestros partidos políticos. El uso de la perspectiva
histórico-conflictual, atendiendo a la naturaleza particular de los clivajes
regionales, es propuesto para “fundar explicaciones más coherentes sobre el
fenómenos partidista en los países latinoamericanos” 10.
7
LIPSET, Seymour Martín y ROKKAN, Stein: “Estructuras de división, sistemas de partidos y alineamientos
electorales”, en BATTLE, Albert (editor): Diez Textos Básicos de Ciencia Política. Editorial Ariel,
Barcelona, p.235.
8
Lipset y Rokkan op.cit., p.236.
9
RAMOS JIMÉNEZ, Alfredo: Los Partidos Políticos Latinoamericanos. Universidad de Los Andes, CIPC,
Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Mérida, 2001.
10
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.16
11
ROUQUIE, Alain: América Latina. Introducción al extremo occidente. Siglo Veintiuno Editores,
México, 1989, pp.23-25
12
Rouquie, op.cit., pp.26-28.
13
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.19.
2
A este fin, hemos dividido este trabajo en tres secciones: La primera, trata
sobre el análisis comparativo y la utilidad de la perspectiva histórico-conflictual
para abordarlo, así como de los conceptos y nociones básicos de tal perspectiva. La
segunda sección, trata sobre los desarrollos paralelos de la democratización de la
región y las tres revoluciones latinoamericanas, identificando sus conflictos y
clivajes respectivos. En una tercera y última sección se describe a las familias
políticas latinoamericanas, para –finalmente- pasar a comentar el fenómeno de las
transnacionales partidistas a la luz de los orígenes específicos de sus miembros.
14
Sobre la democracia como “viaje inacabado”, no particularmente en América Latina sino en Occidente,
léase DUNN, John (editor): Democracy - The Unfinished Journey, 508 BC to AD 1993. Oxford University
Press, Oxford, 1993.
3
20
Hernández Bravo, op.cit., p.28.
21
Hernández Bravo, op.cit., id.
22
Hernández Bravo, op.cit., id
23
Lipset y Rokkan, op.cit., p.232, las negritas son nuestras.
24
La “ilusión del saber inmediato”, como diría Seiler; citado por Martínez Sospecha, op.cit., p.164. Se refiere
Seiler, en dicho comentario, a la tipología de acuerdo a parámetros superficiales de adscripción ideológica,
que no pueden ser explicados sincrónicamente de modo satisfactorio.
5
25
SARTORI, Giovanni: La Política. Lógica y método en las ciencias sociales. Fondo de Cultura
Económica, México, 2000, p.264.
26
Sartori, op.cit., p.266.
27
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.24.
28
Seiler , citado por Ramos Jiménez, op.cit. p.94.
6
Sugerimos aquí, sin embargo, no sólo considerar este análisis a través de una
dualidad de tiempos históricos, sino a través del concepto de discronía, que puede
ilustrar y acaso superar algunos de los problemas admitidos por esta perspectiva,
que sigue siendo, ciertamente, la más compleja de las hasta ahora esbozadas. Por
ejemplo, alrededor del caso de las naciones europeas, la perspectiva histórico-
conflictual no ha podido ubicar con precisión ciertos movimientos políticos, como
los partidos fascistas y neofascistas, los partidos “de un solo tema” (como los
ecologistas, de género, etc.), o el conflicto entre materialismo y postmaterialismo
como nuevo eje de la polarización política29.
29
Martínez Sospecha, op.cit., pp.182-190.
30
SORIANO, Graciela: Hispanoamérica: Historia, desarrollo discrónico e historia política. Cuadernos
del Instituto de Estudios Políticos, Universidad Central de Venezuela, Facultad de Ciencias Jurídicas y
Políticas, Caracas, 1987, p.47.
7
31
Esta idea nos resulta particularmente útil para explicar –al menos tentativamente- las modificaciones de las
“familias” políticas latinoamericanas, en su expresión en “transnacionales ideológicas”.
32
Soriano, op.cit., p.48.
33
MOLINA, Ignacio y DELGADO, Santiago: Conceptos Fundamentales de Ciencia Política. Alianza
Editorial, Madrid, 1998, p. 21
34
Lipset y Rokkan, op.cit., pp.244-255.
35
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.74.
36
Seiler, citado por Ramos Jiménez, 2001, op.cit., 75.
37
Vid supra, nota 2.
38
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., id.
8
El análisis del origen de los partidos políticos a partir de los clivajes corre,
por tanto, por una serie de etapas, a saber:
“Primero tenemos que considerar los procesos iniciales para llegar a la
política competitiva y a la institucionalización de las elecciones masivas,
luego debemos desenredar la maraña de divisiones y oposiciones que
produjeron el sistema nacional de organizaciones de masas para la acción
electoral y entonces y sólo entonces podremos aproximarnos a cierta
comprensión de las fuerzas que producen los alineamientos actuales de
votantes que están detrás de las alternativas históricamente dadas”39
Así, para la comprensión de las divisiones actuales de los sistemas políticos
latinoamericanos, hemos de recurrir a su origen histórico, superando las
deficiencias de la categorización de los partidos por medio de evidencias puramente
sincrónicas.
39
Lipset y Rokkan, op.cit, pp.232-233.
9
En América Latina las reglas democráticas han pasado por un largo proceso de
decantación y sólo recientemente han logrado su aceptación generalizada. Sin
embargo, ésta aceptación ha sido una aspiración de larga data en nuestro
continente. El origen de nuestras repúblicas tuvo como principio político, frente al
abandono de la legitimidad histórica de la monarquía metropolitana, el principio
de la legitimidad basado en la soberanía del pueblo40. Los intentos de imposición
de formas políticas no democráticas (pese a la pluralidad de formas en que la
mismas democracias latinoamericanas se han configurado) han sido relativamente
excepcionales. Incluso la justificación de las recurrentes intervenciones militares
han estado signadas por el mantenimiento –aún en hibernación- del orden
democrático, o su promoción radicalizada41. Como señala Rouquie:
“Con excepción de Cuba, todos los países de la América Latina (...) han
adoptado instituciones representativas y afirman ser democracias
pluralistas. (...) No obstante, el rasgo más sorprendente y significativo de la
vida política latinoamericana no son ni los golpes de Estado y los
alzamientos recurrentes, ni la sombría persistencia de presidentes vitalicios,
ni los mil y un medios fraudulentos para corregir la aritmética electoral, sino
indudablemente el apego teórico, platónico y omnipresente por las
instituciones representativas. En el momento en que se violan los principios
liberales o se eluden los marcos constitucionales y la regla mayoritaria,
afirman apelar a los valores permanentes del orden democrático
pluralista”42
Así, la lucha por el establecimiento de la democracia representativa –que sólo
puede entenderse hoy como democracia de partidos43, de la aceptación de la
legitimidad de la oposición, de la ampliación de los derechos ciudadanos (en
particular el derecho al voto) y del establecimiento del Estado de derecho ha sido,
al igual que en Europa, “continua y desigual” desde el siglo XIX44.
40
GUERRA, François-Xavier: Modernidad e independencias. MAPFRE – FCE, México, 2000. Tercera
edición, p.360
41
DE ANDRÉS, Jesús: El voto de las Armas. Golpes de Estado en el Sistema Internacional a lo largo del
siglo XX. Los libros de la Catarata, Madrid, 2000, pp.129-130.
42
Rouquie, op.cit., pp.110-111.
43
García-Pelayo, op.cit., p.74
44
HARTLYN, Jonathan y VALENZUELA, Arturo: “La Democracia en América Latina desde 1930”, en
BETHELL, Leslie, ed.: Historia de América Latina. Vol. 12: Política y Sociedad desde 1930. Cambridge
University Press, Crítica, Barcelona, 1997, p.11.
45
RAMOS JIMÉNEZ, Alfredo: Las Formas Modernas de la Política. Estudio sobre la democratización
de América Latina. Universidad de Los Andes, CIPC, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico,
Mérida, 1997, pp.91-95.
10
46
Sin embargo, es claro que la crisis de los regímenes autoritarios es esencial para facilitar la transición hacia
las democracias, así como para motivar el surgimiento de partidos políticos democráticos (y el realineamiento
de viejos partidos dentro del proyecto democrático).
47
Sobre el tema, léanse los comentarios sobre Hispanoamérica en SORIANO, Graciela: “La noción de
oposición como expresión histórica de la disconformidad política”, en Politeia, nº 21, 1998, pp.165-190.
48
CALDEIRA, Jorge et altri: Viagem Pela História do Brasil. Companhia das Letras, Sao Paulo, 1997,
p.314.
11
49
Hartlyn y Valenzuela, op.cit., pp.11-12.
50
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., pp.77-83.
51
OSZLAK, Oscar (1978): “Formación histórica del Estado en América Latina: elementos teórico-
metodológicos para su estudio”, en Estudios CEDES, vol. 1, Nº 3, Buenos Aires, 1978, pp.231-267.
12
52
CARMAGNANI, Marcello: Estado y Sociedad en America Latina, 1850-1930. Editorial Crítica/Grijalbo,
Barcelona, 1984, pp.176-235.
53
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.82.
54
LUNA, Félix: Golpes de Estado y Salidas Electorales. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1983,
p.174.
55
Ramos Jiménez, 1997, op.cit., pp.89-99; pp.101-116.
56
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.85.
57
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.87.
13
58
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.89.
14
Estado / Mercado
De estos clivajes podemos derivar una serie de familias políticas en las cuales
podremos distribuir los partidos políticos latinoamericanos de acuerdo a su origen
histórico (fig. 2)59. Es posible apreciar, así, cómo los arreglos políticos
contemporáneos corresponden –o, al menos, son visibles- al desarrollo histórico de
la región, dentro de la cual encontraremos diferencias dentro de la configuración
específica del sistema de partidos nacionales. En cada caso, y más allá del análisis
comparado, esto responderá a la importancia concreta que dentro de cada país
tengan determinados clivajes.
59
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.101.
15
Familia Oligárquica:
Los partidos políticos oligárquicos surgen en América Latina a raíz de los
conflictos derivados de la construcción del Estado nacional, sobre los regímenes de
democracia restringida. Dadas las peculiares características de la competencia
entre partidos en esta etapa (la recurrencia del fraude electoral, el voto censitario,
las restricciones constitucionales a la participación política, o la resolución bélica
de los conflictos entre partidos) y de las facciones que actuaban en la incipiente
vida política, se puede hablar de protopartidos. Tales facciones se organizaron, “de
manera poco rígida” entre partidos conservadores y partidos liberales61, los
cuales, pese a las diferentes etiquetas y heterogeneidad de comportamientos
históricos, se formaron para la defensa y promoción de los intereses de élites
rivales, ambos dentro de la oligarquía62. El surgimiento de tales partidos responde
a los clivajes Iglesia/Estado y Grandes Propietarios/Burguesía; esta bipolaridad
clásica cristalizó con más estabilidad en Colombia, Ecuador, Chile, Uruguay, la
Cuba pre-Batista, los países centroamericanos y, el Brasil imperial63.
Los partidos conservadores se alinearían alrededor de los sectores
clericales, la centralización del poder político y la oposición a los intereses
comerciales y librecambistas; en general, se alimentaban de una ideología que
desconfiaba de la ampliación de los derechos democráticos, y que apelaba al
mantenimiento del orden establecido64.
Por su parte, los partidos liberales, que finalmente consolidan el sistema
oligárquico como un sistema de colaboraciones entre élites65, promovían los
intereses de sectores laicos, la incipiente burguesía y sectores agrarios volcados
hacia la exportación. Éstos partidos aspiraban un orden social menos
tradicionalista y más secularizado, más descentralizado y, en última instancia,
60
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.94.
61
Hartlyn y Valenzuela, op.cit., p.29.
62
Para una caracterización de las oligarquías latinoamericanas, léase ROUQUIE, Alain, op.cit., pp. 109-152
63
DI TELLA, Torcuato S.: Historia de los Partidos Políticos en América Latina, S. XX. Breviarios FCE,
México, 1993, pp. 337-338.
64
Di Tella, op.cit., p.338; Hartlyn y Valenzuela, op.cit., id.; Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.185; WERZ,
Nikolaus: Pensamiento sociopolítico moderno en América Latina. Nueva Sociedad, Caracas, 1995, pp.49-
52.
65
CARMAGNANI, Marcello: “Elites políticas, sistemas de poder y gobernabilidad en América Latina”, en
METAPOLITICA, Vol. 2, N° 5, Enero-Marzo, 1998. CEPCOM, México, pp.7-17
16
Familia Socialista:
Bajo el amplio espectro de la “izquierda latinoamericana”70, encontramos a
los partidos de la familia socialista, surgidos a la luz de la revolución nacional-
popular71. Dentro de la misma encontramos a los partidos socialistas moderados, a
los partidos comunistas y a los partidos revolucionarios.
El clivaje inicial que alimenta el surgimiento de estos partidos es la
polarización burguesía / clase obrera, representando los intereses de un sector
obrero con creciente presencia social, gracias a la incipiente industrialización de los
países latinoamericanos. Del mismo modo, dada la importante penetración del
capital norteamericano (y la presencia, en menor medida, del capital europeo) en la
región desde finales del siglo XIX, el clivaje Imperialismo / Nación también jugaría
un rol fundamental. Sin embargo, dentro de esta familia, si bien se compartían
supuestos ideológicos fundamentales, han existido profundas discrepancias con
respecto a los medios de aplicación de la doctrina marxista (y el modo de alcanzar
el poder) en el medio latinoamericano; discrepancias que llevaron a feroces debates
e, incluso, a violentos enfrentamientos72. Esta región fue testigo de la aparición de
tales partidos en medio de condiciones sociales poco auguriosas: ¿cómo podían
66
Di Tella, op.cit., id.; Hartlyn y Valenzuela, op.cit., id.; Werz, op.cit., pp.43-49.
67
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.202-208.
68
Di Tella, op.cit., p.31.
69
Di Tella, op.cit., p.34; SABSAY, Fernando: Caudillos de la Argentina. Editorial El Ateneo, Buenos Aires,
2002, pp.405-430.
70
ANGELL, Adam: “La Izquierda latinoamericana desde c. 1920”, en BETHELL, Leslie, ed.: Historia de
América Latina. Vol. 12: Política y Sociedad desde 1930. Cambridge University Press, Crítica, Barcelona,
1997, p.73.
71
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.95, p.211.
72
Angell, op.cit., id.
17
73
Chile contó con la peculiar situación de integrar en su sistema parlamentario pluripartidista a los partidos
socialista y comunista, lo cual lo haría un miembro incomodo dentro del movimiento comunista internacional.
Hartlyn y Valenzuela, op.cit., p.29.
74
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., pp.226, 231; Angell, p.127.
18
75
La dinámica de esta relación, y sus implicaciones sobre la actuación de los partidos comunistas
latinoamericanos desde los inicios de la Revolución Rusa hasta la Segunda Guerra Mundial y los albores de la
Guerra Fría (gracias a su sometimiento tanto a Moscú como al Partido Comunista de los Estados Unidos), que
explicaría su declive durante la década de los 1950 frente a la avanzada nacional-popular y los regimenes
militares, es descrita en CABALLERO, Manuel: Latin America and the Comintern, 1919-1943. Cambridge
University Press, Cambridge, 1986.
76
En esta etapa, los partidos comunistas gozaron de un enorme prestigio y de una amplia tolerancia por su
participación en las coaliciones antifascistas en el contexto de la II Guerra Mundial. Angell, op.cit., p.95.
77
Ramos Jiménez, op.cit., p.230; Angell, op.cit., p.101.
78
DROZ, Jacques: "Socialismo y Comunismo en América Latina", en Historia General del Socialismo, Vol.
IV De 1945 a Nuestros Días. Ediciones Destino, Barcelona, 1983, pp. 240-248.
79
Angell, op.cit., p.130; Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.231.
19
APRA, el bloqueo que sufrió por parte del sistema político peruano y sus pertinaces
fracasos electorales, lo inhibieron de llegar al poder para promover su programa,
desdibujado por las alianzas o adelantado –sin relación con el APRA- por el
régimen militar de Velasco Alvarado. Solo su moderación posterior, luego de la
muerte de Haya de La Torre, pudo ayudarlo a alcanzar el poder, abandonando
muchas de las posturas que le dieron origen86.
Por su parte, los partidos populistas se agrupan principalmente alrededor
del clivaje oligarquía/pueblo, y tienden hacia la formación de liderazgos
personalistas y autoritarios, funcionales para la movilización política de los
sectores desarraigados (sin miramientos de clase) en el campo y las ciudades. Tal
liderazgo, cuyos ejemplos clásicos son el justicialismo peronista argentino, el
getulismo brasileño, el velasquismo en Ecuador, entre otros, se encontraría mas
allá de toda institucionalidad democrática u organización partidista. Al contrario
de los partidos nacionalistas, el personalismo inicial no dio paso a una generación
de relevo o a la formación de una estructura partidista, sino que arrastro consigo la
suerte de dichos partidos. Solo en algunos casos, dicho liderazgo se ha convertido
en el único elemento de cohesión, incluso después de la muerte de estos “líderes
únicos”), que permite la identificación dentro de cierta tradición simbólica por
encima de las reorientaciones ideológicas del partido (como en el caso del
peronismo menemista87). Estos partidos, en su momento de auge, derivaron en
regímenes autoritarios, bonapartistas y semicorporativos, con un compromiso
ambiguo con la democracia liberal88, promovieron la recurrencia de salidas
militares. De este modo, ni por sus efectos inmediatos, ni por su ejercicio en el
poder, pudo avanzarse demasiado en la consolidación de los regimenes
democráticos.
Familia Democrática:
El avance del proyecto democrático y el quiebre de los regímenes
autoritarios (así como el descrédito de las alternativas populistas y el fracaso de las
alternativas socialistas), es testigo de la emergencia de la forma partidista como
modo dominante del ejercicio político en la región. La revolución democrática,
articulada fundamentalmente alrededor del clivaje antiautoritario, sea este el
autoritarismo militar, oligárquico, populista o revolucionario. Central a esta
revolución son los partidos socialdemócratas y demócrata cristianos, al punto de
que la persistencia de partidos de otras familias se hace viable políticamente en la
medida en que estos se reorienten hacia el imperativo categórico del
antiautoritarismo o se realineen hacia posturas similares a estas subfamilias.
La postura más cercana al desarrollismo y al intervencionismo estatal fue
promovida por los partidos socialdemócratas y democristianos. Estos partidos,
cuyas bases social principal es la clase media, suelen dar a sus programas una
orientación policlasista. Con vocación de partidos de cuadros, se organizan
alrededor de estructuras profesionalizadas de militantes, promoviendo en última
86
Hartlyn y Valenzuela, op.cit., p.31; Ramos Jiménez, 2001, op.cit., pp.252-254.
87
AUYERO, Javier: “Todo por amor, o lo que quedó de la herejía. “Clientelismo Populista” en la Argentina
de los noventa”, en BURBANO DE LARA, Felipe (editor): El fantasma del populismo. Aproximación a
un tema (siempre) actual. Caracas, Editorial Nueva Sociedad, 1998, pp.81-118.
88
Hartlyn y Valenzuela, op.cit., p.31.
21
instancia cierta elitización, que deviene en la formación de una clase política. Por
otro lado, y este es el deslinde fundamental frente a los partidos nacional-
populares, es su proclividad hacia la libre competencia entre partidos. Si bien esto
se logro por un largo proceso de aprendizaje (en el cual no faltaron lecciones
traumáticas ni retrocesos), los esfuerzos pertinaces para institucionalizar el
liderazgo les permitió canalizar la convulsión política en sus términos.
Los partidos socialdemócratas aparecen en la escena latinoamericana en la
primera mitad del siglo XX, en la efervescencia política de la revolución nacional-
popular, de cuyo carácter se deslindarían89. Los ejemplos prototípicos de tales
partidos son Acción Democrática, en Venezuela, el partido de la Liberación
Nacional, en Costa Rica, y el PRD dominicano. En el caso de los dos primeros, su
doble deslinde del comunismo y de las tendencias autoritarias del populismo, así
como su marcada oposición a la reinstauración oligárquica (sumamente
improbable en el caso venezolano), lograron evitar en ellos tendencias hegemónicas
(pese a su natural propensión a expandir su influencia sobre sectores intermedios y
grupos de presión, como sindicatos y gremios). Ambos se convirtieron, en actores
institucionalizadotes clave hacia la consolidación democrática90, tendencia
reforzada por la actuación de los partidos socialdemócratas en las transiciones
postautoritarias posteriores, como en el caso del PRD dominicano, el PMDB y el
PSDB brasileños, y la Izquierda Democrática del Ecuador91.
Los partidos democristianos, por su parte, surgieron desde finales de la
década de 1940, inspirados en el pensamiento social católico, aglutinando dentro
de sí sectores de las clases medias desafectas al conservadurismo oligárquico. Éstos
alcanzaron mayor influencia en Chile, Venezuela, y Costa Rica, aunque están
presentes en casi todos los países del continente, llegando a ser esenciales para la
democratización de países como Panamá, El Salvador, República Dominicana y
Guatemala92. El PDC chileno, originado como escisión del partido conservador,
alcanza el gobierno a mediados de la década de 1960, procurando avanzar su
programa de “revolución en libertad”, “tercerista” entre las alternativas socialista y
oligárquica, sin lograr desplazar a ninguna de éstas. Eventualmente, durante la
transición desde el régimen militar, su carácter centrista lo convertiría en pieza
clave de la amplia coalición de oposición contra el gobierno, descartando sus
tendencias “comunitarias” y promoviendo una economía de mercado “con rostro
humano”93. El socialcristiano COPEI no surgiría desde viejos partidos
conservadores (extintos en Venezuela desde las guerras federales) sino de las
divisiones dentro del movimiento estudiantil (como una reedición actualizada del
clivaje Iglesia/Estado) y, aunque encarnizadamente opuesto a AD durante sus
primeros años, el régimen militar de la década siguiente reforzaría para siempre
sus convicciones democráticas, convirtiéndose en compañero del amplio espectro
político venezolano junto a su contraparte socialdemócrata. En cuanto al PUSC
89
Di Tella denomina a estos partidos como “partidos populistas de clase media” o “apristas”, señalando al
APRA como modélico de este tipo de organizaciones; otro tanto haría con los democristianos, incluyéndolos
en su categoría de partidos “centristas de clase media”. Di Tella, op.cit., pp.344-345, 355-356.
90
Hartlyn y Valenzuela, op.cit., pp.31-32.
91
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., pp.279-280.
92
Hartlyn y Valenzuela, op.cit, pp.33-34; Ramos Jiménez, 2001, op.cit., pp.280-285.
93
Hartlyn y Valenzuela, op.cit, pp.33.
22
94
Hartlyn y Valenzuela, op.cit, pp.34; Di Tella, pp.264-266.
95
Di Tella, op.cit., p.312.
96
Originalmente enfrentado por el Partido Liberal de Mario Vargas Llosa, también neoliberal. La disyuntiva
ente dos alternativas neoliberales (una de las cuales era de corte veladamente autoritario) se debió al desplome
del aprismo, luego de su experiencia en el gobierno. Di Tella, op.cit., p.305; Ramos Jiménez, 2001, op.cit.,
p.289.
97
Di Tella, op.cit., p.301.
98
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.291.
99
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.19.
100
Hartlyn y Valenzuela, 2001, op.cit., p.34.
23
104
Hartlyn y Valenzuela, op.cit., pp. 30, 34.
105
Organización Demócrata Cristiana De América: Argentina: Partido Demócrata Cristiano, Partido
Justicialista; Bolivia: Partido Democráta Cristiano; Brasil: Partido Da Frente Liberal, Partido Da Social
Democracia Brasileira; Chile: Partido Demócrata Cristiano; Colombia: Partido Conservador Colombiano;
Costa Rica: Partido Unidad Social Cristiana; Ecuador: Partido Democracia Popular / UDC; El Salvador:
Partido Demócrata Cristiano, Partido Acción Popular; Guatemala: Democracia Cristiana Guatemalteca;
Honduras: Partido Demócrata Cristiano; México: Partido Acción Nacional; Nicaragua: Partido Unidad Social;
Panamá: Partido Popular De Panamá; Paraguay: Partido Demócrata Cristiano; Perú: Unión Demócrata
Cristiana, Partido Popular Cristiano; República Dominicana: Partido Reformista Social Cristiano; Uruguay:
Partido Demócrata Cristiano; Venezuela: Partido Demócrata Cristiano COPEI (fuente, www.odca.cl )
106
Unión De Partidos Latinoamericana: Argentina: Partido Justicialista, UCEDE; Bolivia: Acción
Democrática Nacionalista, Nueva Fuerza Republicana; Chile: Renovacion Nacional, Unión Democrata
Indepdendiente; Colombia: Partido Conservador Colombiano, Nueva Fuerza Democratica; Costa Rica:
Partido Integracion Nacional; Ecuador: Partido Social Cristiano; El Salvador: Alianza Republicana
Nacionalista; Guatemala: Partido Por El Avanzado Nacional; Honduras: Partido Nacional De Honduras;
Nicaragua: Partido Conservador; Paraguay: Partido Colorado; Peru: Partido Polular Cristiano; Republica
Dominicana: Partido Reformista Social Cristiano, Fuerza Nacional Progresista; Venezuela: Proyecto
Venezuela (fuente: www.upla.net ).
107
Ramos Jiménez, 2001, op.cit., p.211.
25
COMENTARIOS FINALES
Dicho esto, puede admitirse que, aunque las ofertas autoritarias no han
desaparecido, la hegemonía del proyecto democrático parece consolidada. Sin
embargo, el resurgimiento durante la última década de movimientos neopopulistas
y neorrevolucionarios, que consolidan posiciones por medio –y a expensas- de los
mecanismos democráticos, así como las limitaciones del mismo proceso
democratizador para satisfacer las demandas de sociedades crecientemente
desintegradas y anómicas, podría indicar lo contrario. Las amenazas a la
consolidación democrática podrían venir de clivajes no resueltos dentro de los
sistemas democráticos.
BIBLIOGRAFÍA
ALCÁNTARA SÁEZ, Manuel y FREIDENBERG, Flavia: Los Partidos Políticos en América Latina. Programa de
América Latina y El Caribe, Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales, Washington, 2001.
ANGELL, Adam: “La Izquierda latinoamericana desde c. 1920”, en BETHELL, Leslie, ed.: Historia de América
Latina. Vol. 12: Política y Sociedad desde 1930. Cambridge University Press, Crítica, Barcelona, 1997.
AUYERO, Javier: “Todo por amor, o lo que quedó de la herejía. “Clientelismo Populista” en la Argentina de los
noventa”, en BURBANO DE LARA, Felipe (editor): El fantasma del populismo. Aproximación a un tema
(siempre) actual. Caracas, Editorial Nueva Sociedad, 1998.
CABALLERO, Manuel: Latin America and the Comintern, 1919-1943. Cambridge University Press, Cambridge,
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