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LA CONVERSACIÓN CONTINUA DE DIOS

La globalización y los cada vez más numerosos medios de viaje facilitan que los seres queridos
vivan lejos. Las relaciones a larga distancia son cada vez más comunes, ya sea entre socios
separados por trabajo, un hijo que se muda a otro lugar para estudiar, o los amigos que
contraen matrimonio con gente de diferentes ciudades.

No resulta sorprendente, Skype ha llegado a ser una de las herramientas más populares de
Internet. En mayo del año pasado, la compañía anunció un hito: 35 millones de usuarios al
mismo tiempo, solo una semana después de haber alcanzado los 34 millones de usuarios[1].

En lo que respecta a nuestros seres queridos, queremos estar en contacto, más allá de la
distancia. Aunque los adventistas del séptimo día creen que la profecía es una “predicción de
lo que sucederá en el futuro”,[2] también sabemos que tiene que ver con mucho más: tiene
que ver con el profundo deseo divino de estar el contacto con los que ama, es decir, con
nosotros.

A lo largo de la historia, Dios usó a los profetas para consolar a sus amados hijos y darles
orientación, instrucción y corrección. Cuando perdieron el camino, les envió “profetas para
que los hicieran volver a Jehová”.[3] Cuando comenzaron a desesperar, les envió profetas para
animarlos.[4] Y cuando necesitaban hablar con alguien, Dios escuchó y respondió mediante sus
profetas.[5]

Los profetas de Dios son sus mensajeros, designados para hablar sus palabras.[6] La naturaleza
humana tornó imposible que veamos a Dios cara a cara. Pero solo porque tengamos que
mantener la distancia no significa que él tiene que permanecer silencioso.

Los adventistas creen que las profecías son la manera que tiene Dios que continuar dialogando
con nosotros. Y en último término, es el espíritu de profecía quien da testimonio de Jesús [7],
el epítome del mensaje de amor de Dios, de que él habría de morir por nosotros para
salvarnos.

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