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VIOLENCIA

La violencia como fenómeno humano y social ha estado presente desde los orígenes de la
humanidad, con varios matices e intensidades según el devenir de las épocas históricas,
observándose actualmente como una realidad palpable, incluso en el ámbito familiar.

La OMS define la violencia como “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado
de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o
tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del
desarrollo o privaciones”. La definición comprende tanto la violencia interpersonal como el
comportamiento suicida y los conflictos armados.

La violencia es un fenómeno social que está crecientemente presente en las preocupaciones y


actividades de diversos actores sociales, por sus consecuencias importantes en varios ámbitos
de la sociedad.

La violencia es una de las principales causas de muerte en la población de edad comprendida


entre los 15 y los 44 años, y la responsable del 14% de las defunciones en la población masculina
y del 7% en la femenina, aproximadamente.

Además, una proporción considerable de los costos de la violencia corresponde a su repercusión


en la salud de las víctimas y a la carga que impone a las instituciones sanitarias.

Por tanto se considera actualmente como un importante problema de Salud Pública que puede
ser prevenible y evitable, tal como la 49° Asamblea Mundial de la Salud señaló en una resolución
que aprobó en 1996.

Orígenes de la violencia:

Para entenderlo, no hay un solo factor que explique el comportamiento violento de una persona
por su naturaleza compleja. Sin embargo, la salud pública necesita incluir los factores más
importantes y considerar los distintos tipos de violencia en su contexto más amplio.

Una manera de enfoque de la naturaleza polifacética es el Modelo Ecólogico, desarrollado en el


Informe Mundial sobre la violencia y la salud. Dicho modelo permite analizar los factores que
influyen en el comportamiento (o que aumentan el riesgo de cometer o padecer actos violentos)
clasificándolos en cuatro niveles, que se mencionan a continuación:

1. Nivel individual:

Factores biológicos y de la historia personal que incrementan el riesgo de perpetrar o padecer


violencia. Tenemos las características demográficas (edad, educación, ingresos), los trastornos
psíquicos o de personalidad, las toxicomanías y los antecedentes de comportamientos agresivos
o de haber sufrido maltrato.

2. Nivel relacional:

Se abordan las relaciones más cercanas, como las mantenidas con la familia, los amigos, las
parejas y los compañeros, y se investiga cómo aumentan éstas el riesgo de sufrir o perpetrar
actos violentos. Variables como el haber sufrido castigos físicos severos durante la infancia, la
falta de afecto y de vínculos emocionales, la pertenencia a una familia disfuncional, el tener
amigos delincuentes o los conflictos conyugales o parentales.

3. Nivel comunitario:
Se exploran los contextos comunitarios en los que se desarrollan las relaciones sociales, como
las escuelas, los lugares de trabajo y el vecindario, y se intenta identificar las características
de estos ámbitos que aumentan el riesgo de actos violentos. La pobreza, la densidad de
población, altos niveles de movilidad de residencia, la carencia de capital social o la existencia
de tráfico de drogas en la zona son factores que elevan el riesgo de actos violentos.

4. Nivel social:

Se interesa conocer los factores de carácter general relativos a la estructura de la sociedad que
contribuyen a crear un clima en el que se alienta o se inhibe la violencia, como la posibilidad de
conseguir armas y las normas sociales y culturales. También tiene en cuenta las políticas
sanitarias, económicas, educativas y sociales que contribuyen a mantener las desigualdades
económicas o sociales entre los grupos de la sociedad.

El panorama visualizado con este modelo permite entender las acciones necesarias a seguir en
cada nivel para la prevención de la violencia.

Clasificación de la violencia:

El Informe mundial sobre la violencia y la salud divide a la violencia en 3 grandes categorías


según el autor del acto violento: violencia dirigida contra uno mismo, violencia interpersonal y
violencia colectiva.

La violencia dirigida contra uno mismo comprende los comportamientos suicidas y las
autolesiones, como la automutilación. La gama va desde la ideación suicida hasta el acto
consumado, pasando por los intentos suicidas.

La violencia interpersonal se subdivide en dos subcategorías:

 Violencia intrafamiliar o de pareja: producido entre los miembros de la familia o los


compañeros sentimentales. Generalmente es dentro del hogar. Ejemplos: maltrato
infantil, maltrato de los ancianos y violencia contra la pareja.
 Violencia comunitaria: Se produce entre individuos no relacionados entre sí, pudiéndose
conocer entre ellos y el ámbito generalmente es fuera del hogar. Ejemplos: violencia
juvenil, bullying escolar, agresiones sexuales, violencia en al ámbito laboral.
 La violencia colectiva es el uso instrumental de la violencia por personas que se
identifican a sí mismas como miembros de un grupo frente a otro grupo o conjunto
de individuos, con el fin de lograr objetivos políticos, económicos o sociales. Como
ejemplo tenemos a los genocidios, terrorismo, crimen organizado, represiones estatales
violentas.

Vale resaltar que en cada categoría se tienen en cuentan la naturalezas de los actos violentos
(físicos, psíquicos, sexuales y privaciones/abandono). El siguiente recuadro lo expresa
esclarecidamente:

Consecuencias de la violencia:

Las principales consecuencias de la violencia son el cuantioso número de pérdidas de vida. En el


año 2000 se tuvo una tasa mundial de casi 28.8 por 100000, siendo la mitad de ellas por motivo
de suicidio y los más afectados son los varones (3/4 del total).

Además, los efectos de la violencia sobre la salud pueden prologarse más allá del maltrato inicial,
según el tipo de lesión física infligida generando discapacidades permanentes en muchos casos
como las lesiones medulares.

Las víctimas de la violencia poseen mayor riesgo de sufrir problemas psíquicos y


comportamentales, destacando la depresión, ansiedad, estrés postraumático, abuso de alcohol,
comportamiento suicida y problemas reproductivos como el embarazo no deseado. La
manifestación de estos problemas depende de factores individuales como la vulnerabilidad y la
resiliencia. Por ejemplo, las personas que reaccionan activamente a la violencia tienden a resistir
mejor que las que permanecen pasivas.

Por último, la violencia impone costos sociales y económicos que, aunque difíciles de cuantificar,
son considerables (atención sanitaria, costas judiciales, absentismo y pérdida de productividad).

Prevención de la violencia:

Acciones a considerarse:

Por su naturaleza acompleja, es necesario actuar en varios niveles simultáneamente y en


múltiples sectores de la sociedad.

Sobre el enfoque clásico sobre los 3 niveles de prevención (primaria, secundaria y terciaria), Se
debe conceder mayor prioridad a la prevención primaria de la violencia, es decir, a las medidas
que impiden que llegue a producirse. En esto, deberían participar muchos sectores y organismos
diferentes, y todos los programas tendrían que contar con un proceso de evaluación para
certificar el cumplimiento de los objetivos.

Las estrategias a seguir serían de acuerdo a los niveles según el Modelo Ecológico planteado
líneas arriba.

Estrategias a nivel individual:

Deben centrarse en 2 objetivos: 1) fomentar las actitudes y los comportamientos saludables en


los niños y los jóvenes, para protegerlos durante el desarrollo, 2) modificar las actitudes y los
comportamientos en los individuos que ya se han hecho violentos o corren el riesgo de
atentar contra sí mismos. Para ello se dispone de los siguientes programas:

 Programas de educación, como las educativas en las escuelas.


 Programas de desarrollo social, como los orientados a prevenir la intimidación.
 Programas terapéuticos, como el asesoramiento a las víctimas de la violencia.
 Programas de tratamiento para las personas que corren el riesgo de atentar contra sí
mismas.

Estrategias relacionales:

Buscan influir en los tipos de relaciones que las víctimas y los perpetradores de actos violentos
mantienen con las personas con las que interactúan más habitualmente, y se centran en los
problemas intrafamiliares y las influencias negativas de los compañeros.

Entre las estrategias se tienen:

 Formación parental, cuyo objetivo es mejorar os vínculos emotivos entre los padres y
los hijos y alentar a los padres a utilizar métodos de crianza coherentes y ayudarlos a
desarrollar el autocontrol.
 Programas de tutoría, en donde se busca que un adulto mayor ajeno a la familia que el joven
pueda actuar como guía para él.
 Programas de terapia familiar, mediante los cuales se busca mejorar la comunicación y las
interacciones entre los miembros de la familia, así como enseñar aptitudes de resolución de
problemas que ayuden a padres e hijos.
 Programas de visita domiciliaria, donde se visita periódicamente los hogares de las familias
con especial necesidad de apoyo y orientación en el cuidado de los hijos, por ejemplo.
 Formación en aptitudes relacionales, donde un “moderador” está a cargo de un grupo mixto
de hombres y mujeres, y se reúnen con el fin de analizar problema de género y de relación
que intervienen en la violencia y adquirir las aptitudes para afrontarlos.

Estos programas han resultado eficaces según las experiencias que se tuvo, siendo ejemplos de
ello “Stepping Stones” y “Men as Partners”.

Estrategias comunitarias:

Tienen como objetivo concientizar a la población sobre el problema de la violencia, promover


las acciones comunitarias y ofrecer a las víctimas atención y apoyo.

Para tales fines se tienen las siguientes estrategias:


 Campañas de educación pública utilizando los medios de comunicación para dirigirse a
comunidades enteras o campañas educativas para ámbitos específicos como escuelas,
lugares de trabajo.
 Modificaciones del medio físico, como mejorar la iluminación de las calles, establecer
rutas seguras para que los niños y jóvenes vayan y vengan de la escuela.
 Capacitación de los policías, los profesionales de la salud y la educación, y los empleadores
para mejorar su capacidad de identificar los distintos tipos de violencia y darles respuesta.
 Programas de policía comunitaria para crear fórmulas de colaboración entre la policía y
diversos grupos a nivel de la comunidad.
 Intervenciones comunitarias coordinadas, que involucran a muchos sectores con el
propósito de mejorar los servicios y programas.

Estrategias basadas en la sociedad:

Focalizan su accionar en factores culturales, sociales y económicos relacionados con la violencia,


y prestan especial atención a las modificaciones de la legislación, las políticas y el entorno social
y cultural más amplio para reducir las tasas de violencia en distintos ámbitos y en comunidades
enteras.

Entre estos tenemos:

 Medidas legislativas y judiciales, como la promulgación o mejora de leyes contra la


violencia sexual o de pareja, o contra el castigo físico de los niños en el hogar.
 Tratados internacionales.
 Modificaciones de las políticas a fin de reducir la pobreza y la desigualdad y mejorar el apoyo
a las familias.
 Esfuerzos por modificar las normas sociales y culturales.
 Poner en práctica programas de desarme y desmovilización en los países que emergen de
conflictos.

Como se puede observar el trabajo requerido es conjunto y a varios niveles, que requieren ser
atendidas por los diferentes sectores de la sociedad. Varios de los tópicos mencionados
corresponden también al ámbito de la Salud Pública, ya que la violencia atenta intrínsecamente
no solo contra la vida sino con la salud y el bienestar de las personas individual y colectivamente.

BIBLIOGRAFÍA

LARIZGOITIA, Itziar. La violencia también es un problema de salud pública. Gaceta Sanitaria,


2006, vol. 20, p. 63-70.

World Health Organization. Informe mundial sobre la violencia y la salud: resumen. 2002.
Washington, D.C., Organización Panamericana de la Salud, Oficina Regional para las Américas
de la Organización Mundial de la Salud, 2002.

LOZANO, Rafael, et al. Informe nacional sobre violencia y salud. México. 1a edición. ISBN, 2006,
p. 970-721.

AZAOLA, Elena. La violencia de hoy, las violencias de siempre. Desacatos, 2012, no 40, p. 13-32.

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