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Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente
el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes
que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te
he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.
Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra
a los que habitan las tinieblas.»
Hijos de Dios, aclamad al Señor, / aclamad la gloria del nombre del Señor, /
postraos ante el Señor / en el atrio sagrado. R.
La voz del Señor sobre las aguas, / el Señor sobre las aguas torrenciales. / La
voz del Señor es potente, / la voz del Señor es magnífica. R.
La distinción, como se ve, no es bizantina. Sobre todo en las épocas en que pare-
ce prevalecer una concepción mecánica de la religión y las cosas santas. Si jurí-
dicamente puede equipararse el ser español con el hecho biológico de haber sido
alumbrado en territorio español (y por padres españoles), no ocurre lo mismo con
el hecho de ser católico. Para eso no basta con el hecho sociológico de haber
sido llevado a bautizar de pequeños por padres católicos.
Sólo hay una manera real de estar bautizado: vivir como bautizado. Es decir.
Hacerse cargo responsablemente del compromiso cristiano, obedecer a la autori-
dad legítima en la Iglesia, anteponer el evangelio a cualquier interés particular o
partidista, poner en práctica el mandamiento nuevo de amar al prójimo. Cuando
todo esto no se tiene en cuenta, cuando se habla de la de la Conferencia Episco-
pal como de “meros ciudadanos”, cuando el evangelio es reprimido, hasta la inti-
midad del individuo, y el amor al prójimo se traduce en limosnas sólo, ¿qué puede
significar el bautismo? ¿Qué sentido tiene llamarse católico?
Que estamos bautizados puede acreditarse con una partida de bautismo legaliza-
da. Que somos bautizados- que vivimos o, al menos, que tratamos de vivir como
tales- no puede acreditarse con documentos, ni con palabras, ni con las armas.
Hay que acreditarlo con algo más. Por ejemplo: con las obras, con la mentalidad,
con la vida entera.
AAlgunos ejemplos para ayudr al niño a crecer cristianamente
* La fe y la vida de los padres. Bautizar a un hijo o a una hija puede ser una
gran ocasión. Una gran ocasión para decir: tomémonos más en serio nuestra fe. Y
buscar algunos momentos de oración, y participar en la misa de los domingos... Y
preguntarse también si en nuestra vida de cada día hay amor de verdad: en la pa-
reja, con la demás gente... Lo que el niño vea en sus padres, a medida que vaya
creciendo, será decisivo.
* Tener signos cristianos en casa. Cuando el niño o niña empiece a abrir los
ojos a la vida, será muy importante que vea, como algo que forma parte de la ca-
sa, algún signo cristiano: una cruz, una imagen, un póster... el belén en Navidad...
Esos signos, además, darán pie, cuando pregunte, a explicarle las principales co-
sas de la fe.
* Enseñarle actitudes cristianas. Que las vea en los padres, pero ayudarle tam-
bién a vivirlas. Por ejemplo, a compartir juguetes, o a llevarles algunos a los que
no tienen. O que venga él también el día en que una vecina está enferma y hay
que echarle una mano...