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Contemplación de lo cotidiano

padilla@iteso.mx

Con la fiesta del Bautismo del Señor concluye litúrgicamente el tiempo de Navidad, aunque ya desde
la semana pasada todo volvió a la normalidad después de las celebraciones de fin de año. Sin duda
que la llamada “cuesta de enero”, para muchos, representa volver a enfrentarse al caótico tráfico,
además de darse un tiempo para el pago del predial, agua, refrendo vehicular y un largo etcétera.
Volvemos pues a la cotidianidad, hecho que nos agarra literalmente fríos después de los días de
fiesta y asueto. La liturgia entra en el llamado “tiempo ordinario”, que también es un camino
privilegiado de encuentro con Dios, por lo que vale la pena reflexionar respecto al valor de las
acciones, compromisos y deberes cotidianos que a cada uno nos toca desempeñar.

Qué necesario es descubrir la densidad, maravilla y fuerza de cada uno de los detalles cotidianos
que vivimos, incluso los que calificamos como ordinarios y tediosos, pues cada uno de ellos, si
observamos con cuidado, pueden ser de gran riqueza para nuestra vida. Por lo menos es lo que
resuena después de leer la novela mencionada en este espacio la semana pasada: El estupor y la
maravilla, del escritor español Pablo d’Ors, donde un simple vigilante de museo reflexiona que “En
realidad todo es un misterio; sólo se puede vivir cuando todo es un misterio; cuando no es un
misterio resulta insoportable […] El aburrimiento es el más grave insulto a la vida: si hay Dios, no
creo que haya nada de los humanos que le ofenda más. Y de esto es de lo que he querido hablar en
este libro: de la perla que se esconde dentro de lo cotidiano, del milagro de lo banal. Si hay que ser
sinceros, todo lo cotidiano puede ser excepcional… Disfrutando de lo excepcional, no puedo ocultar
que mis días favoritos son aquellos en lo que en apariencia no sucede nada. Sólo en esas jornadas,
grises y anodinas soy capaz de rescatar la belleza y la novedad del mundo y de mirarlo como si nadie
lo hubiera vista jamás.”

Jesús es modelo de esa capacidad contemplativa de descubrir la grandeza de lo ordinario, y es una


virtud que podemos agregar a nuestros propósitos para trabajar en este año, pues como dice el
jesuita Benjamín González Buelta, “Esta contemplación va transformando nuestra sensibilidad para
acercarnos a la realidad como él se acercaba, con una sensibilidad cada día más parecida a la suya.
Hasta nuestros sentidos llega cada vez con más nitidez la presencia activa de Dios en el universo, en
cada persona y en toda la historia.” Una obra que nos muestra la maravilla que puede ser lo
repetitivo es el famoso Bolero de Maurice Ravel que les invito a disfrutar.

padilla@iteso.mx

Maurice Ravel: Bolero / Gustavo Dudamel


https://www.youtube.com/watch?v=mhhkGyJ092E

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