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El Segundo Paso: “llegamos a creer que un Poder Superior podía devolvernos

el sano juicio”, fue conmovedor para mi. En él tuve que practicar principios
espirituales que abandoné temprano en la adolescencia: la esperanza y la fe.
Volver a recuperar esos principios espirituales requirió de humildad y
honestidad, principios espirituales que también me eran extraños pero que ya
había comenzado a practicar en el Primer Paso. Gracias a ellos tuve en el
Segundo Paso la receptividad necesaria para darle alguna credibilidad a
aquello que llamaban un Poder Superior y a mi me recordaba demasiado a
Dios. Fue clave en este Segundo Paso de los Doce pasos mi accidental
encuentro con mi amigo de rodillas. Eso me chocó. También el unirme a los
compañeros de las reuniones orando abrazados en un círculo me llenó de una
fuerza que me intrigó y quise conocerla. Por último el texto dirigido a los
agnósticos en el Libro Grande de Alcohólicos Anónimos (1993), p. 41 – 53, me
llevó a reevaluar mis argumentos “inteligentes” sobre la existencia de una
dimensión espiritual y a “ponerme bruto” para aprender y crecer. Aquí los
principios espirituales que practiqué en el Segundo Paso:

1. Esperanza. Fue cuando consideré la posibilidad de que algo más grande


que yo tenía poder para liberarme de mi obsesión y compulsión. Fíjate
que se trataba sólo de sostener la posibilidad, que ni siquiera se trataba
de creer en un Poder Superior, sino de que podía ser que sí, que de
hecho existiera algo que capaz de trabajar en mi y removerme la
obsesión y la compulsión que caracterizaban la adicción que me mataba.
2. Honestidad. Siempre admití que creía sin creer, que actuaba “como si
creyera” para ver qué efecto tenía en mi y comprobar de esa manera si,
como decían en la literatura y en las reuniones, aquello de un Poder
Superior funcionaba. Era importante reconocer mis dudas para aclararlas.
3. Receptividad. Fue cuando escuché la experiencia de otros aunque
dentro de mi pensaba “qué loquera tiene éste”. Fue también cuando leí
con interés lo que decía la literatura y la guía de los Doce Pasos. Estaba
desesperado y deseaba con ganas otra manera de vivir. Esta era la raiz
de mi receptividad y mi esperanza.
4. Fe. “La creencia en algo intangible.” Así la define el It Works How and
Why (1993), p. 20. Imagínate, yo que no creía ni en lo que veía, que iba a
creer en algo mas allá¡, intangible. Pero la desesperación era grande y mi
receptividad también. Estaba profundamente rendido sin saberlo y si tenía
que creer en algo y eso se llamaba fe pues, pa’lante como decimos aquí.
Así coloqué mi fe en un crucifijo y comencé a orar como si mi vida
estuviera en juego.
5. Humildad. El reconocimiento de que no tenemos todas las respuestas.
“Ponte humilde”, decían en las reuniones cuando querían decir que
escucharas y fueras receptivo a lo que decían los compañeros que tenían
mucho más tiempo yo. Mi receptividad, mi buena voluntad eran evidencia
de que estaba siendo humilde.

Estos fueron principios revolucionarios en mi vida. Me llevaron a reconstruir mi


identidad y a actuar de otro modo. Fue aquí cuando me di cuenta de que la
recuperación no se trataba sólo de “estar limpio” sino de transformar mi
personalidad. La transformación requirió que cultivara mi espiritualidad. De eso
se trataba el Segundo Paso: de comenzar a creer en el mundo del espíritu. Yo
estaba dispuesto a ello.

Ya te he dado gracias por la rendición y la receptividad. Ahora te las daré por el


regalo de la disposisión. Porque ¿de qué me valía rendirme y conocer
muchísimo sobre la adicción y la recuperación si no hacía nada al respecto?
Pero yo, desde aquella noche en que pedí ayuda, tenía una disposión
extraordinaria para el cambio y hacía lo que fuera necesario para no volver
atrás y obtener una nueva vida. Fue la disposisión otro regalo tuyo para
empujarme hacia la recuperación. Tú sabías que no me bastaba con la
rendición y la receptividad, tenía que actuar para ganar.

La disposisión te ayudará a creer


cuando dudes y te mantendrá en el
camino de la recuperación
En aquel momento usaba las guías que me regaló el consejero y trabajaba el
Segundo Paso de Alcohólicos Anónimos. Trataba de estar dispuesto a creer
que sólo un Poder Superior podría devolverme el sano juicio y me debatía, se
me hacía difícil lo del Poder Superior aquel. Estaba receptivo a la idea pero me
faltaba disposisión para ponerle acción.

Esa noche encontré a un amigo mío de rodillas orando y me impactó. El estaba


convicto por un crimen e iba a prisión. Yo era un “nene bueno” en comparación
con él y me dije:

-Si éste que es un criminal se pone de rodillas, ¿cómo yo no lo haré?

Es un paso que se da casi automáticamente al entrar en


contacto con el programa.
Cuando vemos a otras personas que se han recuperado y están
dispuestas a contarnos qué hicieron, renace en nosotros la esperanza
sin
importar cuán desesperada sea nuestra situación actual.
Algo que vale la pena destacar, es que el paso no dice “Creímos
fervientemente” o “Creímos con fanatismo”, sino “Llegamos a creer”.
Porque eso
es lo único que nos pide el programa: “Llegar a creer”. Con eso es
suficiente.
Con eso nuestra mente y nuestro espíritu entran en la disposición de
apertura
suficiente para que el programa comience a entrar en nosotros.
Cuando llegamos
a creer, nace en nosotros la disposición a dejarnos ayudar… y como
dice el
conocido adagio popular: Cuando el alumno está listo, aparece el
maestro.
1 parte Una vez que hemos admitido que somos alcohólicos, nos encaminamos con mente
abierta al Segundo Paso que dice: "Llegamos a creer que un Poder Superior a nosotros
mismos, podría devolvernos el sano juicio".

A partir de este contundente enunciado, nos damos cuenta que como alcohólicos carecemos
de "sano juicio". Ahora bien, ¿qué es no tener sano juicio? Tal vez la manera más simple de
describirlo sea con algunos ejemplos que podemos encontrar en el Libro Grande.

"¿Qué clase de pensamiento predomina en el alcohólico que repite una y otra vez el
desesperante experimento de la primera copa? Los amigos que han razonado con él, después
de una borrachera que lo ha llevado hasta el punto del divorcio o la bancarrota, se quedan
desconcertados cuando lo ven ir directamente a la cantina. ¿Por qué lo hace? ¿En qué está
pensando? (Reimpreso de Alcohólicos Anónimos, pag. 33 - capìtulo 3 "Más acerca del
alcoholismo", con permiso de A.A. World Services, Inc.).

El pàrrafo anterior es un ejemplo simple pero contundente. El alcohólico persiste una y otra
vez con esa insana ilusión que puede controlar la copa, pese a que todas las evidencias
demuestran exactamente lo contrario. Esas líneas describen lo desconcertante y evidente que
es la perdida del sano juicio, es decir que la mente alcohólica sigue evaluando mal la realidad
y emitiendo juicios totalmente alocados sobre su relación con la bebida, o sobre un ilusorio
control sobre el alcohol.
Ahora veremos la historia de Jim como un ejemplo realmente muy gráfico y dramático sobre
la carencia de sano juicio en el alcohólico: "... Estuvo de acuerdo en que era un alcohólico y
que su condición era grave. Sabía que se enfrentaba a otra estancia en el centro de
tratamiento si seguía bebiendo. Más aún, perdería su familia, por la que sentía un gran
cariño.
Pese a todo esto, volvió a emborracharse. Le pedimos que nos dijera exactamente cómo
había sucedido. Esta es la historia: "Fuí a trabajar el martes por la mañana. Recuerdo que me
sentí disgustado porque tenía que ser vendedor en un negocio del que antes había sido dueño.
Crucé unas palabras con el patrón, pero no fue nada serio. Entonces decidí irme al campo en
mi automóvil a ver un posible cliente. En el campo sentía hambre y me detuve en un lugar
donde hay una cantina. No tenía intención de beber, solamente pensé en comerme un
sandwich. También se me ocurrió que podía encontrar algún cliente en ese lugar ya conocido
porque lo había frecuentado durante años. Me senté en la mesa y pedí un sandwich y un vaso
de leche. Todavía no pensaba en beber. Luego pedí otro sandwich y decidí tomarme otro vaso
de leche.
Repentinamente cruzó por mi mente la idea de que si le pusiera una onza de whisky a la
leche no podría hacerme daño teniendo el estómago lleno. Pedí el whisky y se lo eché a la
leche. Vagamente percibí que no estaba siendo muy vivo, pero me tranquilicé pensando que
estaba bebiendo el licor con el estómago lleno. El experimento iba tan bien, que pedí otro y
lo eché en más leche. Esto no pareció molestarme, así que lo repetí.
Así empezó para Jim un viaje más al centro de tratamiento. Existía ahora la amenaza del
encierro, la pérdida de la familia y del empleo, sin mencionar el intenso sufrimiento físico y
mental que la bebida le causaba siempre. Se conocía bien como alcohólico. A pesar de esto,
eran apartadas fácilmente todas las razones para no beber a favor de la disparatada idea de
que podía tomar whisky si lo mezclaba con leche.
Cualquiera que sea la definición precisa de la palabra, nosotros la llamamos simplemente
locura. ¿Cómo puede llamársele de otro modo a semejante desproporción en la capacidad
para pensar cuerdamente?
Puedes creer que este es un caso extremo. Para nosotros no lo es, porque esta manera de
pensar ha sido característica de cada uno de nosotros. A veces hemos reflexionado más que
Jim acerca de las consecuencias pero siempre se produjo el curioso fenómeno mental de que,
paralela al razonamiento cuerdo, corrió alguna excusa insanamente trivial para tomar la
primera copa. Nuestra cordura no fue suficiente para frenarnos; la idea insana predominó. Al
día siguiente nos preguntábamos, con toda seriedad y sinceridad, cómo había podido suceder
eso". (Alcohólicos Anónimos, pags. 33 y 34; capítulo 3 "Más acerca del alcoholismo").

Lo anterior es un ejemplo muy explícito sobre la carencia de sano juicio en el razonamiento


del alcohólico. Al final del Capítulo 3 nos describen el problema como una falta de defensa
mental efectiva contra la primera copa, o sea una total carencia de sano juicio. También nos
hablan de la solución que sugiere A.A. para remediar esa insana manera de evaluar
determinadas situaciones. La solución radica en un Poder Superior a nosotros mismos que nos
devuelva el sano juicio.

"Una vez más insistimos en que, en ciertas ocaciones, el alcohólico no tiene ninguna defensa
mental efectiva contra la primera copa. Excepto en unos cuantos casos raros, ni él ni ningún
otro ser humano puede proveer tal defensa. Su defensa tiene que venir de un Poder Superior".
Alcohólicos Anónimos, pag. 40; Capítulo 3 "Más acerca del alcoholismo").

2 parte Ahora que tenemos una idea aproximada sobre lo que los autores quieren decir con
"pérdida del sano juicio" veamos que tenemos que hacer para recobrarlo a través de un Poder
Superior a nosotros mismos.

"Si un mero código de moral o una mejor filosofía de vida fueran suficientes para superar el
alcoholismo, muchos de nosotros ya nos hubiéramos recuperado desde hace largo tiempo.
Pero descubrimos que tales códigos y filosofías no nos salvaban, por mucho empeño que
pusiéramos. Podiamos desear ser morales, podíamos desear ser confortados filosóficamente,
en realidad, podíamos desear todo esto con todo nuestro ahínco, pero el poder necesario no
estaba ahí. Nuestros recursos humanos bajo el mando de nuestra voluntad no eran
suficientes, fallaban completamente.
Falta de poder, ese era nuestro dilema. Teníamos que encontrar un poder por el cual
pudieramos vivir, y tenía que ser un Poder superior a nosotros mismos. Obviamente. ¿Pero
dónde y cómo íbamos a encontrar ese Poder? (A.A., pag. 41-42 - Cap. 4: "Nosotros los
agnósticos").

Los autores nos dicen en el párrafo anterior que por más que tengamos sólidos códigos
morales y filosofías de vida, estas no nos libraran de nuestra mala relación con el alcohol, y
nuevamente nos recuerdan que nuestro problema básico es la falta de poder frente al
alcohol, y nos hablan de la conveniencia de encontrar un Poder Superior a nosotros mismos
como solución genuina y DURADERA.

Ahora bien, ¿qué necesitamos para encontrar ese Poder Superior? La respuesta la encontramos
al final del Libro Grande, en el "Apendice II":

"Queremos manifestar de la manera más enfática, que (a la luz de nuestra experiencia)


cualquier alcohólico capaz de encarar honradamente sus problemas puede recuperarse,
siempre que no cierre su mente a todos los conceptos espirituales. Solamente puede ser
derrotado por una actitud de intolerancia o de negación beligerante.
Encontramos que nadie tiene por qué tener dificultades con la espiritualidad del programa.
Buena voluntad, sinceridad y una mente abierta son los elementos para la recuperación. Pero
estos son indispensables.

Hay un principio que es una barrera para toda información, que es una refutación de
cualquier argumento y que no puede fallar para mantener a un hombre en una perpetua
ignorancia: el principio consiste en despreciar antes de investigar".
Herbet Spencer

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