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Las instituciones

sociales.
Estructuras
sociales y
realidades
subjetivas
Juan C. Aceros
PID_00220751
CC-BY-SA • PID_00220751  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 8

1. ¿Qué son las instituciones?.............................................................. 9


1.1. Elementos para definir las instituciones sociales ........................ 9
1.1.1. Aproximaciones clásicas a la idea de institución
social .............................................................................. 11
1.2. La institucionalización ................................................................ 12
1.2.1. La institucionalización en la obra de Berger y
Luckmann ...................................................................... 12
1.2.2. La institucionalización como evolución
organizacional ................................................................ 15
1.3. La dinámica instituido/instituyente ........................................... 17
1.3.1. Lo instituido y el imaginario social instituyente ........... 18

2. La escala de las instituciones: lo macro y lo micro................... 21


2.1. La aproximación macrosociológica ............................................ 21
2.1.1. Talcott Parsons: Valores, normas y orden social ............ 23
2.2. La aproximación microsociológica ............................................. 26
2.2.1. El interaccionismo simbólico ........................................ 27

3. De las instituciones a las extituciones......................................... 32


3.1. Erving Goffman y las instituciones totales ................................. 33
3.2. Michel Foucault: instituciones, panoptismo y sociedad
disciplinaria ................................................................................. 36
3.3. Hacia otras formas institucionales .............................................. 40
3.3.1. De las instituciones totales a las instituciones de
reinvención .................................................................... 40
3.3.2. De las instituciones disciplinarias a las extituciones ..... 42

4. Instituciones sociales, subjetividad y subjetivación................. 46


4.1. Aproximaciones a la relación entre las instituciones y la
subjetividad ................................................................................. 46
4.2. Michel Foucault: discurso y subjetivación .................................. 50
4.3. Nikolas Rose: subjetivación en la era postsocial ......................... 54
4.3.1. El sujeto en la era postsocial ......................................... 55
4.3.2. El complejo-psi y el complejo-neuro ............................. 57

Resumen....................................................................................................... 60
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Actividades.................................................................................................. 63

Bibliografía................................................................................................. 64
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Introducción

Cuando a María de la Luz Cervantes se le estropeó el coche aquella tarde llu-


viosa, en su camino de Zaragoza a Barcelona, no sabía que su vida estaba a
punto de dar un giro. María era “una mexicana de veintisiete años, bonita y
seria, que años antes había tenido un cierto nombre como actriz de varieda-
des”. Hacía solo seis meses que se había radicado en la capital catalana, en un
apartamento ubicado en el barrio de Horta. Gabriel García Márquez (1992) nos
ubica a este personaje de su cuento “Sólo vine a hablar por teléfono” en pleno
régimen franquista. La mujer había encontrado su lugar en una sociedad al-
tamente estructurada y reglamentada, regida por una autoridad fuerte y des-
pótica. Además, estaba a punto de entrar a otra sociedad (más pequeña) que
reproducía estas características a una escala menor, pero no menos dramática.

Después de intentar (en vano) obtener ayuda de otros conductores, nos dice
García Márquez, “un autobús destartalado” se compadece de María. La mujer
se da cuenta más tarde de que ese autobús –repleto de “mujeres de edades in-
ciertas y condiciones distintas” (p. 100)– es su entrada a la reclusión psiquiá-
trica. Un día después del fallo de su coche, el personaje se encuentra en un
hospital de enfermas mentales del que no saldrá nunca. A partir de su llegada
al establecimiento, los intentos de María por contactar telefónicamente con
su marido serán vistos por el personal de la institución como uno más de sus
delirios.

El relato sobre esta mujer que solo quiere desesperadamente hablar por telé-
fono puede servir de introducción al tema de este módulo que hemos titula-
do “Instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades subjetivas”. En él
aparecen muchos de los temas que desarrollaremos en las páginas que vienen.
Por ejemplo, en “Sólo vine a hablar por teléfono” se vuelve evidente lo impor-
tante que es para el orden social establecer determinadas posiciones y roles.
Es así como, a partir de una conversación con el personal del hospital, María
entiende que ha llegado al lugar equivocado:

–¿Cómo te llamas? –Le preguntó.

María le dijo su nombre con un suspiro de alivio, pero la mujer no lo encontró después
de repasar la lista varias veces. Se lo preguntó alarmada a una guardiana, y ésta, sin nada
que decir, se encogió de hombros.

–Es que yo sólo vine a hablar por teléfono –Dijo María.

–De acuerdo, maja –Le dijo la superiora, llevándola hacia su cama con una dulzura de-
masiado ostensible para ser real–, si te portas bien podrás hablar por teléfono con quien
quieras. Pero ahora no, mañana. (García Márquez, 1992, p. 102)

Por el trato recibido, María puede darse cuenta de que se la está ubicando en un
lugar que no es el suyo. Las identidades que la definen fuera de la institución
(por ejemplo, como “esposa” o, simplemente, como persona “normal”) no le
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son aplicadas. En su defecto, se le adjudican otras: se la trata como alguien que


no puede tomar decisiones por su cuenta, que vive en una ilusión y que –por
esto mismo– necesita vivir bajo la tutela de otros. María es capaz de percibir
esto, y es capaz de entender que ha pasado de la realidad de su vida cotidiana
a una realidad social distinta. Ella sabe que cada una de estas realidades fun-
ciona de acuerdo con ciertas normas, ciertas expectativas, ciertas lógicas. Vivir
en una realidad o en la otra significa, en cierta forma, adaptarse o sufrir las
consecuencias. Y esto es tan válido si pensamos en un hospital psiquiátrico,
como si nos referimos al régimen sociopolítico del que forma parte.

Nosotros, todos, vivimos en realidades así de convencionales, organizadas e in-


cluso coercitivas. No importa si nuestra sociedad tiene un sistema de gobierno
dictatorial o democrático, si el sistema económico es capitalista o comunista:
habitamos realidades que generalmente damos por sentadas, que aceptamos
y a las que nos adaptamos. Realidades que pensamos que no podemos cam-
biar sin pagar un coste muy alto. Esas realidades tienen la forma que tienen
gracias a las instituciones sociales. En este módulo vamos a tratar de explorar,
con cierto detalle, lo que esto significa. En la primera parte empezamos por
proponer una definición provisional del concepto de institución social y por
distinguirlo de algunas otras nociones que le son muy cercanas: la de institu-
cionalización, la de orden instituido y la de proceso instituyente. Recurrimos
a diversas perspectivas y nombramos a autores clásicos como Émile Durkheim
y Max Weber, junto a otros más contemporáneos como Peter Berger, Thomas
Luckmann o Cornelius Castoriadis. Cada uno de ellos nos ofrece una mirada
muy personal. Entre ellos están lejos de ponerse de acuerdo; sin embargo, sus
distintas aproximaciones nos ayudarán a entender el fenómeno institucional
en un sentido amplio.

En la segunda parte del módulo continuamos ahondando en la definición de


las instituciones sociales. Sin embargo, cambiamos de punto de vista. Vemos
que en la investigación social hay dos modos de estudiar el orden institucio-
nal. Una de ellas, que llamaremos macrosociología, se preocupa por las insti-
tuciones sociales como componentes de una estructura mayor que es la socie-
dad. La otra se centra en la vivencia cotidiana de lo institucional y en cómo las
personas participamos activamente en su creación. Esta segunda mirada es la
que llamaremos microsociología. Cualquiera de estas dos perspectivas puede
servirnos para entender la situación en la que se encuentra María; sin embar-
go, son los trabajos que estudiamos en la tercera parte del módulo los que nos
dan las herramientas más apropiadas para ello.

En la tercera parte del módulo centramos la atención en una modalidad muy


concreta de institución. Revisamos trabajos de autores como Erving Goffman
o Michel Foucault, para quienes las instituciones aparecen relacionadas con
establecimientos físicos, materiales: con prisiones, con manicomios, con hos-
pitales, con escuelas. Es en esta parte del módulo donde abordamos el tipo de
institución en el que recluyen a María: una institución total o una institución
de secuestro. Al respecto de estos establecimientos, veremos sus características
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y el significado que tienen para los internos que los habitan, así como para
toda la sociedad. Pero no nos quedaremos ahí; argumentaremos que existen
formas institucionales mucho más abiertas (como las instituciones de reinven-
ción) y también más complejas (llamadas extituciones). A ellas también de-
dicamos algunos párrafos para aproximarnos a la llamada crisis institucional
que parece aquejar nuestro presente.

El recorrido que hacemos aquí por los estudios sobre instituciones está lejos
de ser una revisión completa de la literatura. El tema es tan importante que
prácticamente todo científico social ha dicho algo sobre él. En el espacio de
este módulo no podemos mencionar todos los trabajos que se han realizado en
este sentido; solo apuntamos algunas cuestiones clave. Otras muchas quedan
necesariamente por desarrollar. La relación entre el orden y la transformación
social es una de ellas. Sin embargo, esto no quiere decir que dicha relación
carezca de relevancia. Así pues, no nos olvidamos de ella y, de hecho, la traba-
jamos a lo largo de todo el módulo. Lo hacemos cuando tratamos el proceso
de institucionalización de la acción colectiva, la dinámica entre lo instituido
y lo instituyente o las prácticas de resistencia en el interior de las instituciones
totales. También incluimos algunos recuadros de contenido complementario
que especifican cómo se trata la relación entre orden y transformación social
en distintas perspectivas.

Un tema que desarrollamos más ampliamente es el de la relación entre la sub-


jetividad y las instituciones. Se trata de una relación a la que ya estamos alu-
diendo en esta introducción, al inaugurar el módulo con el texto de Gabriel
García Márquez. En “Sólo vine a hablar por teléfono” el destino fatal al que
se enfrenta María no es solamente el del encierro; es también la progresiva
modificación de su subjetividad. Transformación que la lleva, en un determi-
nado punto del relato, a aceptar la identidad que la institución le asigna. La
María que deviene “loca” representa de manera descarnada lo que, en general,
nos pasa a todos cuando nos relacionamos con el orden institucional: nuestra
subjetividad toma una determinada forma, en perjuicio de otras. En la última
parte del módulo nos centraremos en los efectos subjetivadores de las institu-
ciones, así como en la capacidad que tenemos las personas para instituir nues-
tro propio yo con atención a los discursos socialmente disponibles. También
mencionaremos lo que muchos de los autores trabajados en este módulo dicen
sobre la relación entre las instituciones y la subjetividad.
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Objetivos

En este módulo planteamos un acercamiento al orden social instituido y su


relación con la subjetividad. Después de su lectura, esperamos que los estu-
diantes podáis:

1. Definir con claridad el concepto de institución social resaltando sus carac-


terísticas y sus principales tipos.

2. Identificar distintas maneras de entender el orden institucional con aten-


ción a diferentes teorías que, sobre este fenómeno, se han planteado en
ciencias sociales.

3. Reconocer la presencia y analizar los efectos de las instituciones totales en


las personas y en las sociedades contemporáneas.

4. Proyectar el futuro de las instituciones sociales a partir del conocimiento


de las actuales tendencias de transformación estructural y cultural.

5. Articular reflexiones argumentadas sobre el impacto de las instituciones


sociales en la subjetividad de las personas, tanto en la vida cotidiana, como
en el interior de organizaciones concretas.
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1. ¿Qué son las instituciones?

No existe una sola forma de definir las instituciones. El sociólogo francés Fra-
nçois Dubet (2007) distingue por lo menos tres conceptualizaciones. La pri-
mera (de origen antropológico) entiende las instituciones como prácticas�so-
ciales�rutinarias�o�ritualizadas; así como sistemas�simbólicos que se impo-
nen como “hechos”. Así pues, serían instituciones fenómenos tan variados
como las religiones, las lenguas o las costumbres. Una segunda tradición (fun-
damentada en la ciencia política) define las instituciones como los�marcos�y
procedimientos que aseguran la soberanía y gobiernan la resolución de con-
flictos y la toma de decisiones. Este sería el caso de las constituciones políti-
cas, los parlamentos, los procedimientos de arbitraje, etc. La tercera definición
equipara las instituciones con organizaciones que, a lo largo de su historia,
han ganado legitimidad. Ejemplos de tales instituciones serían las empresas
y las entidades que defienden el interés general. En este apartado del módu-
lo vamos a empezar a adentrarnos en el estudio del fenómeno institucional
proponiendo una definición que rescata elementos de la primera y la terce-
ra conceptualización mencionadas por Dubet. También examinamos algunos
conceptos relacionados con las instituciones: la institucionalización, el orden
instituido y la acción instituyente.

1.1. Elementos para definir las instituciones sociales

Las instituciones sociales son la forma más duradera y estable de vida social.
Son el fundamento de la sociedad, la forma básica de organización colectiva.
La existencia de instituciones distingue a una comunidad organizada de lo que
sería una masa desorganizada de individuos; de hecho, convierte a la socie-
dad en un sistema coherente, con un propósito racional. En efecto, la palabra
latina institutum significa ‘propósito’, ‘diseño’, ‘plan’, ‘decreto’, ‘instrucción’
o ‘precepto’ (de Pina-Cabral, 2011). En distintas formas de definir las institu-
ciones sociales subyace la idea de que estas sirven a una finalidad y que, de
hecho, existen por y para esta finalidad. Así, las instituciones pueden pensar-
se como una respuesta ordenada común a un problema social específico: una
“solución permanente a un problema permanente” (Tirado y Mora, 2004, p.
152). Algunos autores entienden que las instituciones existen para suplir de-
terminadas necesidades de los miembros de la sociedad. En este sentido, cum-
plen funciones�sociales.

Mauss y Falconnet (1901, en de Pina-Cabral, 2011) afirman que:


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“La institución, en el orden social, juega el mismo papel que la función


en el orden biológico; y de la misma manera que la ciencia de la vida
es la ciencia de las funciones vitales, así la ciencia de la sociedad es la
ciencia de las instituciones”.

Una de las definiciones comunes de institución apunta a una combinación


entre formas de acción práctica recurrente y modos de pensamiento o de sig-
nificado establecidos. Así, MacKinnon y Heise (2010) definen las instituciones
como la intersección de la estructura social y la estructura cultural. La estruc-
tura�social incluye distintos sistemas sociales observables, compuestos de pa-
trones de relaciones entre miembros de una sociedad. Todos los grupos y or-
ganizaciones –desde las familias hasta los gobiernos– son estructuras sociales
que forman parte de una estructura mayor: la sociedad. La estructura�cultural
se refiere a regularidades en las creencias, valores, normas y otros elementos
simbólicos compartidos por una comunidad organizada. Estos elementos cul-
turales constituyen un saber común que los miembros de la sociedad tienen
acerca del mundo y de su rol en él. Así pues, para MacKinnon y Heise (2010)
las instituciones son fenómenos que tienen propiedades tanto sociales como
culturales. Otros autores prefieren concebir las instituciones como ideales nor-
mativos abstractos que se expresan a través de organizaciones. Dicha idea está
planteada, por ejemplo, por Barriga (1979), quien sostiene que las institucio-
nes son la filosofía implícita de las organizaciones. El siguiente es un ejemplo:

“Refirámonos [...] a la institución matrimonial que puede proponerse formalmente la


procreación y el equilibrio sexual de la pareja... pero, en realidad, institucionalmente,
puede ser el órgano transmisor de los esquemas propios de la ideología en el poder res-
pecto a las relaciones de dominación del hombre para con la mujer”. (Barriga, 1979, p. 24)

En la vía de estas últimas ideas, entendemos por institución aquellos aspectos


culturales de orden normativo, estructurado y propositivo (normas, valores,
significados, identidades, objetivos) que se expresan a través de formas recu-
rrentes de organización de la acción social (y que, de hecho, alcanzan sus fines
a través de la actividad humana organizada). Subyace a esta definición una
distinción entre el fenómeno institucional en sí mismo y su manifestación
visible en la forma de organizaciones sociales. La multitud de definiciones que
hoy existen sobre las instituciones pueden entenderse como derivados de es-
ta distinción. En algunos casos los autores pondrán el acento sobre el aspec-
to cultural de las instituciones, en otros, sobre su manifestación práctica. Un El�matrimonio
El matrimonio, ejemplo de organización social
e institución. Fuente: https://www.flickr.com/
tercer grupo de autores planteará diferentes formas de relación entre las ins- photos/wtlphotos/

tituciones y las organizaciones (llegando incluso a sostener que son una y la


misma cosa).
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1.1.1. Aproximaciones clásicas a la idea de institución social

La definición que hemos propuesto encuentra sus raíces en la sociología clá-


sica, concretamente en la escuela�francesa y la escuela�alemana. La prime-
ra fue inaugurada por Émile Durkheim (1858-1917) y continuada por Marcel
Mauss (1872-1950). Para el primero la sociedad se compone de individuos que,
aunque separados unos de otros, renuncian a su independencia en favor del
colectivo. En La división social del trabajo, publicada en 1893, Durkheim (2001)
presenta a la sociedad como un todo orgánico cuya unidad está asegurada por
un consenso moral básico entre todos sus miembros. En la misma obra, el au-
tor usa el concepto de institución para entender las corporaciones medievales
que, según él, sirven de base al Estado moderno. Tales corporaciones son ins-
tituciones porque (1) persisten en el tiempo con independencia de sus mani-
festaciones particulares y (2) cumplen con los propósitos para los que fueron
Émile�Durkheim�(1858-1917)
creadas. Así pues, para Durkheim las instituciones son grupos definidos y or- Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/
File:Emile_Durkheim.jpg
ganizados racionalmente. Estos grupos surgen de un proceso de evolución en
el que las nuevas instituciones se superponen a las antiguas. Aunque las viejas
instituciones pierden fuerza, permanecen en la base y sobre ellas se asientan
otras más recientes. Si persisten es porque las viejas instituciones aún respon-
den a necesidades sociales.

Para Mauss, las instituciones son reglas públicas de acción y pensamiento. Se


trata de formas dadas de actuar y de pensar en común (de Pina-Cabral, 2011).
Objetos como los calendarios, actividades como las fiestas y nociones como lo
sagrado son instituciones porque solo existen en la mente de los individuos
en la manera en que la sociedad se los presenta. Las personas encuentran es-
tos fenómenos ya hechos (instituidos), los reciben desde fuera a través de la
educación. Cuando las personas usan tales objetos, llevan a cabo dichas ac-
tividades o emplean las nociones compartidas solo actúan bajo la guía de la
tradición o como consecuencia de la presión de un colectivo.

La sociología tiene en la obra de Max Weber (1864-1920) una segunda fuente


de inspiración para el estudio de las instituciones. Es a la tradición que se ini-
cia con este autor a la que llamamos la escuela alemana. Contemporáneo de
Durkheim y de Mauss, Weber no utilizó la palabra institución en su acepción
latina, sino el término alemán Anstalten. Dicha palabra se refiere al estableci-
miento de los arreglos o preparativos necesarios para llevar a cabo algo (de
Pina-Cabral, 2011). En la obra Economía y Sociedad, Weber define Anstalten a
partir de la idea de organización. Una organización, de acuerdo con Weber,
es una forma de asociación formal de la que solo pueden participar las perso-
nas que hayan sido oficialmente admitidas, en la que hay un personal que
trabaja continua y racionalmente, y cuyo gobierno está a cargo de individuos
poseedores de autoridad. El Estado y la Iglesia serían, para Weber, ejemplos de Max�Weber�(1864-1920)
Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/
organización por excelencia. File:Max_Weber_1894.jpg
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1.2. La institucionalización

Las instituciones son vividas por las personas como fenómenos autónomos,
esto es, como hechos objetivos. Por ejemplo, los centros educativos en los que
hemos sido formados ya estaban fundados antes de que nosotros empezára-
mos a estudiar en ellos. En algunos casos, puede que alguna de tales institu-
ciones ya tuviera siglos de historia cuando decidimos matricularnos en ella
y que su existencia vaya a prolongarse mucho más allá de la nuestra. Como
La�universidad
miembros de la institución, tuvimos que asumir que nuestro comportamiento La universidad, una antigua institución
educativa. Fuente: https://www.flickr.com/
se vería regulado e incluso sancionado con atención a normas y tradiciones photos/dgcomsoc/

que nosotros no establecimos y que no podemos modificar unilateralmente.


Estos centros educativos existen con independencia de nosotros y tienen vida
propia. Sin embargo, son productos históricos de la acción humana. Su for-
ma de organizarse es resultado de un largo proceso conocido como institu-
cionalización. Con el fin de profundizar en su significado, examinaremos a
continuación dos aproximaciones. La primera pone su acento en la creación
del orden social mediante aspectos simbólicos de la institucionalización. La
segunda se centra en la institucionalización de los colectivos comprometidos
con la transformación social, fenómeno que se explica a partir de la idea de
evolución organizacional.

1.2.1. La institucionalización en la obra de Berger y Luckmann

En La construcción social de la realidad, Berger y Luckmann (1986) teorizan so-


bre cómo el orden institucional se crea y desarrolla en la vida cotidiana. Los
autores parten del supuesto de que la realidad que vivimos, aunque parece
independiente de nosotros, es un producto social: las personas crean, juntas
unas con otras, determinados cuerpos de “conocimiento” que se establecen
socialmente como “realidad”. El proyecto de estos autores es el de una socio-
logía que sea capaz de estudiar la construcción�social�de�la�realidad a partir
de lo que las personas “conocen” como “realidad” en el día a día. El material
con el que trabaja esta sociología es el conocimiento de sentido común.

Para Berger y Luckmann (1986) el conocimiento es un conjunto de “ver-


dades generalmente reconocidas como válidas” sobre la realidad. A su
vez, entienden la realidad como la cualidad de ciertos fenómenos de ser
independientes de nuestra propia voluntad.

La sociedad está construida por acciones humanas que expresan significados


subjetivos; pero también tiene el estatus de hecho objetivo. Así pues, tiene un
carácter dual: es subjetiva y objetiva. Los autores defienden que existe un pro-
ceso continuo y dialéctico a través del cual el conocimiento (subjetivo o, más
bien, intersubjetivo) que orienta la conducta en la vida cotidiana da origen a
los hechos sociales (objetivos) que, a su vez, impactan en la conciencia indi-
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vidual. Dicho proceso es la institucionalización y se da en toda acción social


que, siendo relevante para una colectividad, se repite en el tiempo. El proceso
se da en una secuencia que incluye tres pasos, a saber:

1)�Externalización. Después de muchas repeticiones, las actividades humanas


se habitualizan: se produce el conocimiento de que el comportamiento X
se lleva a cabo de acuerdo con ciertas pautas (roles) y, por tanto, tienden a
ejecutarse siempre de la misma manera. Con el tiempo, dichas rutinas y los
actores que las ejecutan reciben nombres cuyo significado es accesible a todos
los miembros del grupo implicado. En este último caso, los autores hablan de
Médico�y�paciente
tipificación�recíproca. En nuestra sociedad, este encuentro lo
tipificamos mediante el uso de categorías como
la de “médico” y “paciente”. Fuente: https://
www.flickr.com/photos/123823381@N05/
2)� Objetivación. Cuando las tipificaciones recíprocas se enseñan a nuevos
miembros del grupo, estas se les ofrecen como una realidad�social-objetiva.
Las rutinas se presentan como soluciones permanentes a problemas igualmen-
te permanentes. Se transforman en objetivaciones cuyo significado puede ser
reconocido tanto por sus productores como por otros. Para quienes no parti-
ciparon directamente en su creación, los roles y las expectativas asociadas a
ellas se experimentan como hechos impuestos por tradición.

3)�Internalización. Las objetivaciones son traspasadas de una generación a


otra a través de la socialización. Su significado es aprendido y pasa a formar
parte de la realidad� subjetiva de cada persona. De esta manera, diferentes
sectores del yo se objetivizan mediante el uso de tipificaciones sociales apren-
didas: nuestras identidades quedan definidas por la ejecución de ciertos roles
(por ejemplo, “profesor/a”, “estudiante”, etc.).

De acuerdo con estos autores, las instituciones se manifiestan en la ex-


periencia del día a día a través del lenguaje y de otros productos socia-
les (como los artefactos); pero sobre todo gracias al ejercicio repetido
de roles�sociales (acciones que han sido habitualizadas y tipificadas so-
cialmente, que se conectan con determinados tipos de actores).

De acuerdo con Berger y Luckmann, los signos (un tipo especial de objetiva-
ción) están en el corazón de la institucionalización. Tanto para tipificar la ac-
ción social, como para transmitir las tipificaciones y aprenderlas, los seres hu-
manos necesitan dotarse de sistemas de signos. Entre ellos, el más importante
es el lenguaje:

“El lenguaje objetiva las experiencias compartidas y las hace accesibles a todos los que
pertenecen a la misma comunidad lingüística, con lo que se convierte en base e instru-
mento del acopio colectivo de conocimiento. Además, el lenguaje aporta los medios de
objetivizar nuevas experiencias, permitiendo que se incorporen al acopio de conocimien-
to ya existente, y es el medio más importante para transmitir las sedimentaciones obje-
tivadas y objetivizadas en la tradición de la colectividad de que se trate” (Berger y Luck-
mann, 1986, pp. 91-92).
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En tanto que sistema de signos, el lenguaje es objetivo. Esto no quiere decir


que refleje la realidad tal cual es, sino que para las personas que lo aprenden
se percibe como algo externo a ellas mismas. El lenguaje entrega a las perso-
nas un conjunto predefinido de objetivaciones (significados compartidos, por
ejemplo, tipologías de actores, vocabularios sobre la acción, etc.) y unas reglas
que es necesario respetar cada vez que nos comunicamos con otros. Una de
sus principales virtudes es que objetiva la experiencia al servir como “depósi-
to objetivo de vastas acumulaciones de significado y experiencia, que puede
preservar a través del tiempo y transmitir a las generaciones futuras” (p. 56).
Con el lenguaje es posible comunicar a los demás lo que ha ocurrido en otro
lugar y momento; incluso podemos exponer asuntos que no hemos vivido.
De esta manera es posible aprehender acciones sociales (y su significado) sin
tener que realizarlas efectivamente.

A través de la acumulación de objetivaciones lingüísticas, el lenguaje gene-


ra grandes cuerpos de conocimiento teórico sobre realidades que no son ex-
perimentadas en la vida cotidiana. Estos “acopios sociales de conocimiento”
pueden ser de distinto tipo (mitológico, religioso, científico, etc.) y reciben el
nombre de universos�simbólicos. Los universos simbólicos se desarrollan con
posterioridad a la institucionalización y legitiman las instituciones. El mundo
común que definen integra en un solo marco de referencia general los signi-
ficados asociados a todas las instituciones de una sociedad. De esta manera,
permiten que esta última tenga sentido como unidad organizada dentro de
cuya estructura e historia discurre la biografía (también organizada) de cada
individuo.

La legitimación es el proceso a través del cual se logra la aceptación,


por parte de las personas, del orden institucional objetivado. Consiste,
básicamente, en explicar por qué el individuo debe comportarse de de-
terminada manera y no de otra, así como en justificar por qué las insti-
tuciones son como son. Para tal fin, no solo se recurre a los universos
simbólicos, sino a otras formas de conocimiento de menor calado, co-
mo los proverbios, las leyendas, los cuentos populares y teorías explíci-
tas sobre instituciones específicas.

Universos simbólicos y acción colectiva

Aunque la obra de Berger y Luckmann se centra en la construcción del orden social, tam-
bién es útil para estudiar la acción colectiva y la transformación social. Así, por ejemplo,
Ibarra y Tejerina (1998) defienden que: “Un movimiento social es una institución en la
medida en que está constituido por un conjunto de normas preestablecidas, provenien-
tes de la sedimentación de una memoria y práctica histórica, y que formal o informal-
mente constituye una guía para la acción” (p. 12). En un estudio realizado en Polonia,
Bakuniak y Nowak (1987) han recurrido a la perspectiva de Berger y Luckmann para ex-
plicar cómo, en los ochenta, el sindicato Solidaridad pasó de articular reivindicaciones
económicas a plantear un conflicto de carácter político. Esto requirió el uso público del
universo simbólico ligado a la Iglesia católica, que hasta 1979 había estado relegado a la
esfera de lo privado. Solidaridad aprovecha la visita del papa Juan Pablo II a Polonia para
darle notoriedad a dicho universo y para otorgarle una identidad colectiva a la sociedad
civil mediante los valores y símbolos del catolicismo. Así, logra atribuirle al pueblo una
forma de reconocerse a sí mismo que es opuesta a la asignada por el universo simbólico
CC-BY-SA • PID_00220751 15  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

soviético. El sindicato vuelve entonces culturalmente concebible y aceptable que la so-


ciedad, como un todo, actúe contra las autoridades.

1.2.2. La institucionalización como evolución organizacional

En la obra de Berger y Luckmann, la institucionalización se entiende a partir


de la producción de conocimiento socialmente compartido. En este sentido,
los autores ponen el énfasis en una comprensión de las instituciones como
fenómenos culturales. Sin embargo, la institucionalización también se expre-
sa en la aparición de formas concretas y visibles de organización social. Es-
tos fenómenos son precisamente los que interesan a los investigadores de la
evolución�organizacional de la acción colectiva (Kriesi, 1999). Este último
concepto se refiere al progresivo crecimiento, fortalecimiento y formalización
de los grupos dedicados a la protesta y la transformación social. Así, cuando
un movimiento social acaba de nacer solo cuenta con el compromiso y el tra-
bajo de sus seguidores y militantes. La cantidad de grupos que se unen a su
causa es pequeña. Pero en la medida en que el movimiento obtiene reconoci-
miento público sus bases crecen y algunas élites empiezan a apoyarlo. Cuando
los activistas y sus colectivos tienen acceso a mayores recursos humanos (tra-
bajo de nuevos activistas y simpatizantes) y monetarios (afiliaciones, subven-
ciones públicas, patrocinios, etc.) se ven en la necesidad de constituir organi-
zaciones formales capaces de gestionarlos eficientemente (Zald y McCarthy,
1980). Cuando un movimiento social experimenta desarrollo organizacional
empieza a exhibir un grado creciente de estructuración. Así, se observan los
siguientes fenómenos:

1)�Formalización. Aparecen criterios de membresía formal, las organizaciones


de movilización redactan estatutos y procedimientos establecidos, crean lide-
razgos formales y estructuras burocráticas.

2)�Profesionalización. El socio-activo se convierte en suscriptor-pasivo y el


militante comprometido en personal contratado. La participación de este úl-
timo en el movimiento se transforma en parte de su carrera profesional.

3)�Diferenciación�interna. El trabajo que ha de desarrollar el grupo se distri-


buye entre sus miembros de acuerdo con una estructura de tareas. En organi-
zaciones grandes aparece la descentralización territorial (se crean subunidades
territoriales).

4)�Integración. Las diferentes subunidades territoriales desarrollan mecanis-


mos para coordinarse y crean centros de toma de decisiones. Aparecen oligar-
quías: un número reducido de personas empiezan a ganar creciente influencia
en las organizaciones.
CC-BY-SA • PID_00220751 16  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

5)� Cambio� en� objetivos� y� repertorios. Las estructuras de movilización se


vuelven moderadas, empiezan a preferir la presión política convencional y la
cooperación con las autoridades. La retención de afiliados y fuentes de recur-
sos se vuelven actividades primarias de la organización.

La evolución organizacional es el nombre de la institucionalización de la ac-


Greenpeace
ción colectiva. Se trata del proceso por el cual los movimientos sociales dejan El movimiento ecologista cuenta con
organizaciones altamente estructuradas, como
de ser outsiders políticos y pasan a formar parte del conjunto de actores acep- Greenpeace. Fuente: https://www.flickr.com/
photos/alexcarvalho/
tados en los procesos de toma de decisiones y de elaboración e implementa-
ción de políticas (Jiménez Sánchez, 2005). La idea pues es que, a medida que
los movimientos acceden de manera estable a la política institucional, inevi-
tablemente se consolidan y se transforman en instituciones (por ejemplo, en
sindicatos, partidos políticos o grupos presión).

Algunos autores sostienen que

“la institucionalización de los movimientos sociales es la característica principal, domi-


nante, de estas nuevas formas de acción colectiva frente al carácter anti-institucional más
o menos marcado de los otros movimientos sociales” (Ibarra y Tejerina, 1998, p. 11).

La tesis de la institucionalización de la acción colectiva, aunque ampliamen-


te aceptada, no es universalmente compartida. Por ejemplo, Jiménez Sánchez
(2005) recuerda que los movimientos sociales –aun cuanto presenten altos gra-
dos de institucionalización– siempre recurren a formas de protesta que tienen
lugar en escenarios sociales o no convencionales. El repertorio de actividades
varía de una organización a otra de acuerdo con las problemáticas que aborda,
su cultura de protesta, su ideología, las oportunidades políticas existentes, etc.
Por su parte, Kriesi (1999) sostiene que existen distintos caminos que pueden
seguir los movimientos sociales en su desarrollo:

1)�Comercialización. Los grupos que participan de un movimiento social em-


piezan a ofrecer servicios de pago y se transforman en proveedores de servicios
para sus bases.

2)�Involución. Los grupos empiezan a ofrecer servicios solidarios a sus bases y


devienen sociedades de ayuda mutua o asociaciones de voluntarios. También
pueden organizar actividades sociales exclusivas para los miembros, convir-
tiéndose en clubes.

3)�Radicalización. Este fenómeno puede entenderse como una ruptura fuerte


con el orden instituido que con frecuencia da un nuevo vigor a la moviliza-
ción.

Alberto Melucci (1999) defiende que la institucionalización no es el destino


ineludible de la acción colectiva, sino que es parte de los retos que los movi-
mientos han de gestionar continuamente. En esta dirección, el psicólogo social
italiano sostiene que los movimientos sociales se debaten entre la fragmenta-
ción y la integración. La integración es otra forma de llamar a la institucio-
CC-BY-SA • PID_00220751 17  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

nalización. Por fragmentación se entiende que si los activistas se entregan con


demasiado empeño a asegurar la autonomía del movimiento con respecto a
otros actores pueden llegar a romper las relaciones con la sociedad. Sus grupos
devienen entonces sectas marginales o, incluso, organizaciones clandestinas.

1.3. La dinámica instituido/instituyente

Hasta ahora hemos mencionado que las instituciones siempre tienen una his-
toria de desarrollo que ocurre a lo largo del proceso de institucionalización.
Al examinar este último proceso hemos visto que incluso colectivos que pro-
penden por transformaciones sociales tienden a convertirse en instituciones.
Esto nos lleva a revisar la relación entre el orden social instituido (y aparente-
mente sólido y estable), y el cambio social que lleva a la emergencia de nue-
vas instituciones. Para tal fin proponemos estudiar la relación dialéctica en-
tre lo instituido y lo instituyente. Tales conceptos provienen del pensamiento
sociológico francés de los años setenta. Autores como Cornelius Castoriadis
(1983-1989), Michel Maffesoli (1944), Claude Lefort (1924-2010) o Guy De-
bord (1931-1994) los han utilizado para dar cuenta de la burocratización po-
lítica que parece seguir a toda revolución. Estos autores proponen que, con el
tiempo, el espíritu revolucionario se fosiliza y da paso a la burocratización po-
lítica. La institucionalización da origen al orden�social�instituido mediante
una naturalización paulatina de la norma:

“Lo que inicialmente eran simples reglas de juego, con toda la carga relativa que ello
comporta, tiende a absolutizarse olvidando su carácter mediador respecto a objetivos
concretos. Esta «naturalización» de lo instituido conlleva la fácil desadaptación a la reali-
dad cotidiana, normalmente cambiante. Tal desadaptación finaliza en la esclerosis de la
norma y en la pérdida total de su funcionalidad. Se cumple el deber por el deber, sin
cuestionarse sobre lo fundado o infundado de dicho deber” (Barriga, 1979, p. 26).

Ahora bien, en la fosilización de lo instituido se esconden las semillas de un


nuevo proceso transformador. Contra el anquilosamiento del orden social,
surgen procesos tendentes a su revitalización: surge la acción�instituyente.
Acción que toma la forma de crisis sociales y acontecimientos revolucionarios
que regeneran las instituciones. La acción instituyente emerge como novedad
transitoria, a la que sigue una actividad restauradora de la vida social institui-
da, fortalecida y renovada (Alberoni, 1984). De acuerdo con Maffesoli (1981),
lo instituyente, aunque parece débil, tiene la potencia necesaria para crear ex- Vestigios�de�una�revolución�fosilizada
Fuente: http://www.flickr.com/photos/
dancing_triss/
presiones culturales nuevas y alternativas a las estructuras sociales instituidas.

Lo instituido y las instituciones no son lo mismo. Las instituciones no


se agotan en lo instituido, porque son el producto histórico de la socie-
dad instituyente y se desarrollan y cambian gracias a las fuerzas institu-
yentes (Barriga, 1979). La relación entre lo instituyente y lo instituido
hace posible la incesante regeneración del cuerpo social, evitando su
solidificación (Carretero, 2008). Hacen de la vida social un vaivén per-
manente, siempre inacabado: un equilibrio móvil (Maffesoli, 1993).
CC-BY-SA • PID_00220751 18  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

El caso de la fiesta

Si se tiene en consideración la dialéctica instituido/instituyente debemos reconocer que


el orden y el desorden social no son opuestos irreconciliables, sino que se retroalimentan
sin parar. Carretero (2008) ejemplifica esta intercalación con el caso de las festividades
religiosas. Al respecto dice el autor: “La fiesta implica el desorden instituyente apoderándose
por completo de la escena social. Así, por ejemplo, en las sociedades arcaicas, en el periodo
festivo se confiaba el poder a un personaje encargado de infringir todas las prohibiciones
y de entregarse a todos los excesos [...] Una vez restablecido el orden social, se destrona,
se expulsa y finalmente se sacrifica ritualmente a este efímero soberano. La auténtica
función del desorden festivo [...] no obstante, será la purificación y el rejuvenecimiento
de un cuerpo social desgastado por el propio orden. El sagrado infractor da paso, de esta
manera, a un sagrado reglamentado, la desmesura refortalece y renueva la norma [...]. La
fiesta, en definitiva, entraña la irrupción de una desatada energía creadora instituyente,
ligada al caos, al desorden, encargada, sin embargo, de realimentar un renovado orden”.

1.3.1. Lo instituido y el imaginario social instituyente

Uno de los autores que ha hecho célebre la fórmula de lo instituido y lo ins-


tituyente es Cornelius Castoriadis (1922-1997). Para este filósofo, economista
y psicoanalista turco, la sociedad es cambio social permanente, la historia en
proceso que resulta de la unión y de la tensión entre la sociedad instituida y
la sociedad instituyente. La sociedad�instituida está conformada por aquellas
instituciones que una vez creadas se estabilizan y se autoperpetúan. Entre ellas,
Castoriadis distingue las instituciones transhistóricas, compartidas por todas
las sociedades (como el lenguaje, la religión, la familia o el mismo individuo),
y las instituciones específicas, propias de determinadas sociedades (como la
polis griega o la empresa capitalista) (Ibáñez, 2005). Tales instituciones cons- Cornelius�Castoriadis�(1922-1997)

tituyen un fin en sí mismas y un fin para sí mismas, por lo que procuran su


propia conservación.

La sociedad�instituyente remite a aquellas prácticas de autonomía que hacen


posible la creación permanente de la sociedad por la propia sociedad. Así pues,
es un fenómeno eminentemente creativo que se manifiesta en la producción
continua de nuevas formas de ser y nuevas instituciones. También es una ex-
presión de la capacidad de toda sociedad para gobernarse a sí misma, dotándo-
se de sus propias normas. Desde el punto de vista de Castoriadis, tanto la so-
ciedad como sus instituciones son productos sociales que no resultan de fuer-
zas trascendentales o externas a la sociedad misma (Dios, la naturaleza, las le-
yes del mercado, etc.), sino de un proceso inmanente de autoconstitución. Por
esto, el autor sostiene que la sociedad es autoinstitución (Castoriadis, 1997b).

En la obra de Castoriadis, la relación entre la sociedad instituida y la sociedad


instituyente se sustenta sobre el imaginario, concepto que remite a tres ideas:

1)�Significados�sociales�imaginarios. La sociedad es un orden de significa-


do (Klooger, 2009) que se desarrolla a partir del conjunto de ideas, valores y
objetivos que crean los colectivos sociales anónimos. Tales representaciones
son los significados sociales imaginarios. Estos establecen el marco primario
de todo pensamiento social: definen la identidad primordial de una sociedad
y su lugar en el mundo. Esta identidad funciona como principio organizador,
CC-BY-SA • PID_00220751 19  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

delimitando lo que es real y lo que es ficticio (y, por tanto, lo que puede ser
instituido y lo que no). Los significados sociales imaginarios pueden tener la
forma de imaginario real o de imaginario radical.

2)�Imaginario�real�o�imaginario�social�instituido. Se trata del conjunto de


significados establecidos en una sociedad que son el producto de nuestra ca-
pacidad de representar (es decir, reproducir) objetos, incluso en su ausencia. El
imaginario real está encarnado en las instituciones transhistóricas y en las ins-
tituciones específicas que ya hemos mencionado. Aunque tales instituciones
son creaciones humanas, las personas llegan a experimentarlas como externas
a ellas mismas a medida que se conforman con las creencias y las ideas dadas
(“así son las cosas”). Por esta vía, las sociedades y los individuos se vuelven
heterónomos: incapaces de modificar sus representaciones del mundo y sus
formas de ser. Esto es, precisamente, lo que –de acuerdo con Castoriadis– le
ocurre al movimiento obrero cuando empieza a delegar su poder en los parti-
dos. Al hacerlo, los obreros dejan que otros decidan por ellos, con lo que su
potencial creativo y de autogestión se ve constreñido.

3)�Imaginario�radical�o�imaginario�social�instituyente. Las sociedades tien-


den a la heteronomía, pero existen momentos de ruptura en los que el imagi-
nario social y sus instituciones son cuestionados. Estos momentos históricos
son animados por nuestra capacidad de engendrar representaciones que no
provienen de estímulos externos (es decir, que no reemplazan algo ya existen-
te), sino que se refieren a algo que aún no existe. El conjunto de tales repre-
sentaciones integra el imaginario radical: aquellos significados que emergen
como una novedad genuina; es decir, que no resultan de la mera repetición o
combinación de significados previos. El imaginario radical crea un nuevo mo-
do de ser de la sociedad desbordando y modificando el imaginario instituido.
Esto es lo que ocurre en la antigua Grecia cuando se inventa la democracia
(Castoriadis, 1997a). En dicho periodo se crea la política entendida como la
acción mediante la cual la sociedad transforma reflexiva y deliberadamente
las instituciones que la gobiernan (lo político).

El imaginario radical se ha expresado también en Europa Occidental


durante el Renacimiento, la Reforma protestante y el surgimiento del
movimiento obrero. Ejemplos más contemporáneos estarían represen-
tados por la emergencia del movimiento okupa, el movimiento de los
Sin Tierra en Brasil o las comunidades zapatistas en México (Cancino
Pérez, 2011), así como el movimiento de indignados en España o el Oc-
cupy Movement.

Cuando las personas construyen instituciones de acuerdo con principios que


no les vienen heredados, sino movidas por el imaginario social radical, inau-
guran un periodo de inestabilidad que se opone al orden instituido. Entonces,
aparecen sociedades parcialmente abiertas e individuos reflexivos que articu-
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lan proyectos emancipatorios. Debido a que las nuevas instituciones creadas


por el imaginario instituyente tienden también a independizarse y a someter
una vez más a la sociedad, Castoriadis defiende que el contenido del proyec-
to revolucionario debe apostar constantemente por la autonomía. No puede
perseguirse la creación de una vez y para siempre de instituciones considera-
das como intrínsecamente “buenas”; mucho menos una sociedad sin institu-
ciones. El objetivo revolucionario debe ser una sociedad�autónoma, capaz de
darse a sí misma sus propias leyes, de decidir sobre su propio modo de ser y
de renovar constantemente sus instituciones a través de la actividad política
(Castoriadis, 1988).
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2. La escala de las instituciones: lo macro y lo micro

Debido a un accidente aéreo, un grupo de niños ingleses se encuentran de


repente, solos, en una isla desierta. Esta es la situación que el escritor británi-
co William Goldwing (1911-1993) nos plantea como punto de partida para la
historia que desarrolla en El señor de las moscas. Enfrentados a la necesidad de
sobrevivir por su cuenta, Ralph, Piggy, Jack, Simón, Roger y los demás miem-
bros del grupo se esmeran por establecer un orden social en el que puedan
habitar. Como seres socializados que son, atienden a la importancia de cier-
tos valores, establecen normas de conducta y procedimientos estandarizados,
desarrollan rutinas y concepciones compartidas, símbolos y mitos. ¿Están re-
produciendo la sociedad en la que vivían antes del accidente o están constru-
yendo una realidad inédita? ¿Las instituciones que les legaron sus padres y
maestros los llevan a comportarse como lo hacen, o más bien crean institu-
ciones nuevas en respuesta a la situación a la que se enfrentan? Dependiendo
de la respuesta que le demos a estas preguntas, nuestra manera de entender
las instituciones sociales se acercará a la macrosociología o a la microsociolo-
gía. En el estudio de las instituciones se pueden distinguir estas dos posturas.
Las teorías�macrosociológicas se interesan por la sociedad en su totalidad y
proponen conceptos teóricos de tipo sistémico que resaltan la existencia de
un orden normativo en la sociedad. La mirada�microsocial, por otro lado,
prefiere examinar situaciones cotidianas de interacción y cómo dichas situa-
ciones son organizadas por las personas con atención a una lógica cognitiva
o lingüística. A continuación presentamos algunos autores representativos de
estas aproximaciones.

2.1. La aproximación macrosociológica

La macrosociología es una perspectiva holística que busca un marco teórico


general y abstracto para el estudio de fenómenos sociales a gran escala. El estu-
dio del origen, mantenimiento y cambio de estos fenómenos está fundamen-
tado sobre la teoría sociológica clásica, y en él predominan dos orientaciones:
el estructural-funcionalismo y la teoría�del�conflicto. El primero se basa en
los trabajos de Émile Durkheim y de Herbert Spencer; posteriormente toma
forma en la obra de Talcott Parsons (1902-1979) y Robert Merton (1910-2003).
La segunda perspectiva recupera elementos del pensamiento de Karl Marx y
Max Weber y ha sido propuesta por sociólogos como Lewis Coser (1913-2003),
Ralf Dahrendorf (1919-2009) y John Rex (1925-2011).
CC-BY-SA • PID_00220751 22  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

El estructural-funcionalismo defiende que las sociedades tienden a la


estabilidad, son reticentes a las reformas y sobreviven gracias a la coope-
ración entre sus miembros.

Para los defensores de esta perspectiva, el cambio social ocurre muy lentamen-
te; aunque no se descarta la existencia de periodos de transformación rápida
y revolucionaria (disparados por la acumulación de tensiones sociales que no
son adecuadamente absorbidas por el sistema).

Los defensores de la teoría�del�conflicto, por su parte, sostienen que la


falta de consenso es característica de toda sociedad; esta se fundamenta
en la existencia de metas antagónicas y desequilibrios de poder entre
distintos grupos sociales.

Desde esta perspectiva, los colectivos que componen la sociedad mantienen


relaciones conflictivas entre ellos, lo que los lleva a emprender acciones que
transforman el orden establecido.

En este apartado del módulo vamos a centrarnos en la perspectiva estructu-


ral-funcionalista. Los sociólogos que se adscriben a esta perspectiva compar-
ten ideas como:

1) La sociedad es una estructura conformada por distintas instituciones rela-


cionadas entre sí. Dicho sistema existe como una unidad y se autorregula gra-
cias a un acuerdo valorativo y normativo entre sus miembros. Los componen-
tes de la sociedad tienden a estar interrelacionados de tal modo que se apoyan
mutuamente, y contribuyen a la cohesión, el mantenimiento y la adaptación
de la sociedad.

2) Las distintas instituciones que componen la sociedad cumplen determina-


das funciones para el orden y mantenimiento general del sistema. En este
sentido, Spencer (1876, en Elwell, 2013, p. 14) argumenta que:

“No puede haber una verdadera idea de la estructura sin una verdadera idea sobre su
función. Con el fin de entender cómo se origina y desarrolla una organización, es preciso
entender la necesidad que cubre”. (traducción propia)

Toda estructura puede tener consecuencias positivas y negativas para diferen-


tes grupos y para la sociedad en su conjunto. Sin embargo, los macrosociólo-
gos defienden que las estructuras más extendidas y antiguas tienden a produ-
cir consecuencias favorables, contribuyendo a la preservación de la sociedad
y de sus distintos sectores. Cuando este no es el caso, y determinados grupos
o la sociedad se ven impactados negativamente por una estructura social, se
dice que esta última es disfuncional.
CC-BY-SA • PID_00220751 23  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

3) Las instituciones tienen consecuencias para los miembros de la sociedad.


Los macrosociólogos defienden que los individuos son simples receptores de
las características del sistema, y no creadores o determinantes de este. Para
esta perspectiva sociológica, las instituciones tienen un carácter objetivo, y se
imponen a los individuos como “hechos”, con independencia de la voluntad
individual. En este sentido se dice que gozan de un estatus de exterioridad y
que producen efectos coercitivos. Las instituciones establecen constricciones
a la iniciativa libre e independiente de las personas, haciendo que su acción
contribuya a la reproducción del orden social. Una de las exposiciones más
conocidas del poder coercitivo de las instituciones es la que hace Durkheim
(1982) en Las reglas del método sociológico:

“El sistema de signos del que me sirvo para expresar mi pensamiento, el sistema de mo-
nedas que uso para pagar mis deudas, los instrumentos de crédito que utilizo en mis re-
laciones comerciales, [...] funcionan con independencia del empleo que hago de ellos.
[...] He aquí, pues, maneras de obrar, de pensar y de sentir, que presentan la importante
propiedad de existir con independencia de las conciencias individuales. [...] Y estos tipos
de conducta o de pensar no sólo son exteriores al Individuo, sino que están dotados de
una fuerza imperativa y coercitiva, por la cual se le imponen, quieran o no. [...] Yo no
tengo obligación de hablar en francés con mis compatriotas, ni de emplear las monedas
legales; pero me es imposible hacer otra cosa. Si intentara escapar a esta necesidad mi
tentativa fracasaría miserablemente” (p. 83).

2.1.1. Talcott Parsons: Valores, normas y orden social

A lo largo de su productiva carrera, Parsons trabajó en la creación de un ambi-


cioso programa de investigación para la sociología. De acuerdo con este autor,
el estudio de la sociedad ha de capturar en su totalidad los fenómenos de su
interés, atendiendo al carácter estructurado de la actividad humana. Para tal
fin es necesario tener en cuenta la existencia tanto de sistemas culturales (que
nos proveen de símbolos, valores y normas) y sociales (que nos ligan con otras
personas), como de sistemas de personalidad (que determinan nuestros moti-
vos individuales). La clave para comprender el orden institucional radica en
determinar cómo es posible que el comportamiento individual se conforme
con la cultura y las relaciones sociales establecidas. En esta cuestión Parsons
encuentra la clave para saber cómo la sociedad puede mantenerse estable a pe-
sar de la existencia, en su seno, de una gran cantidad de intereses particulares. Talcott�Parsons�(1902-1979)

La sociedad, según Parsons, se estructura en torno a determinados valores


compartidos que se llevan a la práctica con atención a normas�sociales. Los
valores son concepciones abstractas (como la igualdad o la justicia) referidas
a tipos deseables de sociedad. Las normas son criterios que determinan cómo
debe actuar un colectivo si quiere alcanzar sus objetivos en el marco de la
cultura establecida. Así, mientras los valores definen ideales hacia los cuales la
sociedad se orienta, las normas tienen en cuenta las condiciones de la realidad
en las que estos ideales han de manifestarse. En cierta forma, mientras los
primeros determinan lo que debemos perseguir, los segundos establecen lo
que podemos hacer.
CC-BY-SA • PID_00220751 24  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

Para que las normas se traduzcan en acción coordinada es necesario que los
individuos estén dispuestos a actuar de acuerdo con ellas. Esto puede ocurrir
de muchas maneras: por la fuerza, mediante premios, por habitualización, por
conveniencia o porque las personas consideran las normas como moralmen-
te correctas. Parsons defiende que la internalización es la forma más adecua-
da de integración entre la motivación de los individuos y el sistema cultural.
Gracias a ella, las normas dejan de ser medios para lograr objetivos comunes
y se convierten ellas mismas en fines. De esta manera, llegan a formar parte
de la personalidad y los individuos nos mostramos dispuestos a obedecerlas.
Cuando tal cosa ocurre, no solo actuamos de acuerdo con las normas, sino que
esperamos que los demás también lo hagan. Las normas garantizan la existen-
cia, en las personas, de expectativas mutuas ya que especifican con cierto de-
talle cursos de acción requeridos para determinadas conductas. Con atención
La�justicia
a estas expectativas surgen formas de relación social que están reguladas nor- La justicia, uno de los valores articuladores de
las sociedades democráticas. Fuente: https://
www.flickr.com/photos/aurelien_g
mativamente: patrones de acción coordinada, esto es, instituciones.

Parsons (1954) entiende la institución como “un sistema de expecta-


tivas recurrentes que definen el comportamiento apropiado de perso-
nas que ejecutan ciertos roles, reforzadas por la motivación positiva de
los involucrados hacia la conformidad así como por las sanciones de
otros” (p. 231).

A medida que Parsons desarrolla su sistema teórico, su aproximación pone


cada vez más énfasis en los factores macrosociales que afectan al orden ins-
titucional. En su interés por examinar los grandes sistemas sociales, Parsons
propuso la existencia de cuatro desafíos funcionales a los que se enfrenta la
sociedad y para los cuales necesita de sendos sistemas institucionales básicos.
Los requerimientos funcionales y sus instituciones correspondientes son los
siguientes (Mayhew, 1982):

1)�Adaptación. Consiste en asegurar los medios generales para que el sistema


social pueda alcanzar una gran variedad de objetivos en el futuro, teniendo
en cuenta las condiciones ambientales en las que lleva a cabo su acción. Los
sistemas sociales incrementan sus capacidades adaptativas en la medida en
que puedan desarrollar mecanismos que produzcan las energías productivas
y los recursos para realizar no una sola de sus tareas, sino muchas. En este
sentido, la institución clave es la economía.

2)�Consecución�de�objetivos. Implica garantizar que el sistema pueda cumplir


objetivos colectivos específicos en un medio ambiente dado. A diferencia de la
función anterior, que es de orden general, la consecución de objetivos es con-
sumatoria puesto que se agota cuando se logra efectivamente una determinada
meta social. Para tal fin las estructuras sociales requieren una capacidad para
Bolsa�de�Madrid
controlar sus acciones, de tal manera que su energía no se divida en muchos La economía, institución que asegura la
adaptación de la sociedad a su entorno.
Fuente: https://www.flickr.com/photos/
tessekkur
CC-BY-SA • PID_00220751 25  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

objetivos, sino que confluyan en la consecución de una meta compartida por


sus miembros. Esta capacidad para dirigir la acción hacia bienes comunes es
la que provee la institución política.

3)�Integración. Mientras las funciones anteriores resuelven problemas en re-


lación al ambiente, la integración procura asegurar la coordinación de los di-
ferentes elementos y unidades que componen el sistema. Se trata de una acti-
vidad que es necesario llevar a cabo para cada problema de coordinación in-
terna o conflicto al que se enfrente la sociedad. Las instituciones que resuelven
este tipo de problemas son llamadas comunidades.

4)�Mantenimiento�del�patrón�latente. El sistema social necesita establecer


y asegurar la consistencia de los patrones de relaciones que estructuran la so-
ciedad. Para ello, cuenta con mecanismos que aseguran la estabilidad de sus
instituciones, y para conservar los límites que definen el sistema. Aquí tienen
un papel los procesos mediante los cuales se logra un compromiso de los indi-
viduos con el orden normativo. Parsons se refiere a las organizaciones sociales
que mantienen el sistema como el sistema�fiduciario.

El enfoque macrosocial parsoniano apunta a algunos de los retos propios de las


sociedades actuales, caracterizadas por un alto grado de diferenciación inter-
na. En estas sociedades la integración del sistema social total requiere no sim-
plemente la internalización de las normas por parte de sus miembros, sino or-
ganizar complejas relaciones entre instituciones. Para dar cuenta de esta cues-
tión, Parsons se focaliza principalmente en los intercambios que existen entre
subsistemas sociales. En este sentido, sostiene que cada institución provee los
recursos para el funcionamiento de otras instituciones y recibe de otras estruc-
turas los recursos que necesita para funcionar.

El cambio social en Parsons

A pesar de que el esquema parsonsiano parece dejar muy poco espacio para el cambio
social, Parsons (1970) enuncia cuatro procesos implicados en este fenómeno:

1)�Diferenciación. Consiste en la aparición de nuevas estructuras a partir de la separa-


ción de funciones que habían estado a cargo de una sola estructura. Una vez ocurre la
diferenciación, las viejas estructuras no desaparecen, sino que se especializan y deben
coordinarse con las nuevas instituciones.

2)�Actualización�adaptativa. Las sociedades con instituciones especializadas (con alto


grado de diferenciación) se adaptan más efectivamente al entorno; pero esto solo es po-
sible si las instituciones se actualizan, de tal manera que desarrollen la capacidad para
llevar a cabo sus nuevas tareas especializadas.

3)� Generalización� valorativa. A medida que aumenta la diferenciación, la estructura


normativa de la sociedad también ha de actualizarse de tal manera que se ajuste a las
nuevas realidades sin dejar de lado los compromisos valorativos básicos.

4)� Inclusión. La diferenciación produce la aparición de organizaciones especializadas


que la sociedad debe ser capaz de articular dentro de su estructura general.
CC-BY-SA • PID_00220751 26  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

2.2. La aproximación microsociológica

La macrosociología se ha encontrado con diferentes aproximaciones microso-


ciológicas que le han planteado desafíos y críticas a lo largo de la historia. Es-
tas aproximaciones han florecido en los países anglosajones bajo denomina-
ciones como interaccionismo simbólico, sociología cognitiva, etnometodolo-
gía, fenomenología social o etogenia. Tales sociologías han restituido el valor
científico de las prácticas cotidianas mediante las cuales creamos estructuras
culturales y sociales; prácticas que se ponen en juego durante actividades apa-
rentemente intrascendentes como nuestras conversaciones y rutinas diarias.
Al ser locales y concretas, dichas actividades pueden ser estudiadas empírica-
mente al detalle para producir conocimiento relevante sobre el ordenamiento
de la vida social.

A pesar de que las microsociologías tienen muchas diferencias entre sí, com-
parten algunos rasgos comunes:

1) Una orientación interpretativa. Las microsociologías tienen un interés por


el uso�del�lenguaje y por los procesos�cognitivos que las personas utilizamos
para representar y entender la realidad social. Esto permite resaltar la capaci-
dad de las personas para intervenir en la comprensión y creación local del
orden institucional, restando importancia al poder coercitivo que la macroso-
ciología le atribuye a las estructuras sociales.

2) Una mirada de las personas como sujetos�cognoscentes o agentes�simbó-


licos. A los individuos les atribuye conocimiento relevante sobre el significa-
do de la vida social, sobre las identidades de los participantes y sobre las re-
glas para actuar adecuadamente. Dicho conocimiento es de sentido común,
es compartido por los miembros de una misma sociedad. A diferencia de los
valores y normas de la macrosociología, este saber cotidiano se considera co-
mo altamente variable y dinámico, ya que las personas deben interpretar y
reinterpretar constantemente con otros su comprensión de la sociedad y de
las situaciones sociales en curso.

3) Una mirada de las personas como miembros�competentes de la sociedad.


Esto es así en la medida en que se reconoce en los individuos la capacidad para
utilizar su conocimiento sobre la sociedad en las actividades diarias, para coor-
dinarse con otros. Así pues, el objetivo que se plantean algunas microsociolo-
gías no es solo entender cómo se organiza el conocimiento de los miembros y
cómo se negocia en situaciones sociales, sino cómo es utilizado para producir
patrones de comportamiento que son reconocibles por todos los implicados.
Es a través de la aplicación contextualizada y coordinada de conocimiento so-
bre el mundo como las personas construimos activamente el orden social.
CC-BY-SA • PID_00220751 27  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

Para las microsociologías, las instituciones son constantemente creadas,


organizadas, cuestionadas y reparadas en situaciones concretas de in-
teracción. Cada vez que las personas entran en contacto unas con otras,
Personas�hablando
definen conjuntamente el orden institucional en el que operan, las re- La interacción como material de análisis
para las microsociologías. Fuente: https://
www.flickr.com/photos/infusionsoft
glas que son de aplicación, los roles que deben ser ejecutados. Así pues,
las instituciones no son externas a los individuos, ni preexisten a la in-
teracción, sino que son el producto de la interacción misma y de los
procesos de negociación del significado que ocurren en ella. Por este
motivo, las microsociologías se preocupan por el examen detallado de
encuentros sociales, situaciones en las que las personas están ante la
inmediata presencia de otros e interactúan en un contexto dado.

2.2.1. El interaccionismo simbólico

El interaccionismo simbólico es una escuela sociológica que destaca el carácter


simbólico e intersubjetivo de la vida social. En esta perspectiva, las institucio-
nes no son estructuras sociales externas a los individuos, sino un conjunto
de patrones regulares de interacción que son continuamente ejecutados –de
manera fluida y abierta a la negociación– por las personas en su día a día. A
partir de la puesta en escena de estos patrones las personas creamos una apa-
riencia de orden y de estructura en la vida cotidiana. Proviene del sociólogo
Herbert Blumer (1982) la identificación de las siguientes premisas básicas del
interaccionismo simbólico:

1) Que el ser humano lleva a cabo sus acciones en función de lo que la realidad
significa para él.

2) Que el significado de la realidad proviene de la interacción social que cada


persona establece con otras.

3) Que, mientras actúan, las personas manipulan y transforman los significa-


dos mediante un proceso de interpretación.

A partir de estas premisas se articula una mirada microsociológica que defien-


de una concepción del actor social que es contraria a la de los macrosociólo-
gos. Estos últimos consideran que las personas están en buena medida supe-
ditadas al poder coercitivo de las instituciones. Además, de tales actores dicen
que, a pesar de que pueden describir los hechos sociales que los rodean, solo
son capaces de hacerlo de manera incompleta, subjetiva y vaga. Tales descrip-
ciones son consideradas como insuficientes para el análisis macrosociológico.
Por el contrario, el interaccionismo simbólico sostiene que los actores socia-
les tienen una amplia capacidad de elección, y que para decidir cómo actuar
CC-BY-SA • PID_00220751 28  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

emplean definiciones y significados compartidos sobre el mundo social. Para


los interaccionistas simbólicos este conocimiento es un objeto esencial de las
investigaciones sociológicas. Al respecto, expone Coulon (1988, p. 17):

“El auténtico conocimiento sociológico se nos revela a través de la experiencia inmediata,


en las interacciones de todos los días. En primer lugar, hay que tener en cuenta el punto
de vista de los actores, sea cual sea el objeto de estudio, porque es precisamente a través
del sentido que dan a los objetos, a las personas, a los símbolos que los rodean, como
los actores fabrican el mundo social”.

Los interaccionistas simbólicos reivindican el valor del conocimiento


cotidiano y resaltan la naturaleza social de dicho conocimiento. Por esta
razón, no se interesan tanto por los procesos mentales de las personas,
como por el uso de diferentes sistemas de símbolos (particularmente de
tipo lingüístico) en situaciones de interacción.

Los autores que defienden las ideas son variados. Cada uno de ellos desarrolla
su propio programa de investigación a partir de su particular comprensión del
interaccionismo simbólico. Para conocer más a fondo esta microsociología,
vamos a examinar el trabajo de uno de sus precursores, George H. Mead, y un
autor más contemporáneo, Sheldon Stryker.

George H. Mead

De acuerdo con Mead (1863-1931), cuando un grupo de personas interactúan,


terminan por transformar algunos de sus actos en gestos. Los gestos son actos
que sirven como indicadores de otros actos que están por venir. Por ejemplo,
cuando alguien cierra su puño, otras personas pueden pensar que se prepara
para dar un golpe. Cuando la persona que produce el gesto y la que lo percibe
son capaces de atribuirle el mismo significado, estamos en presencia de sím-
bolos�significantes. Tales símbolos ayudan a los participantes a proyectar la
ocurrencia de determinados comportamientos; generan expectativas sociales
que contribuyen a la producción del orden social.

Un símbolo significante es aquel gesto con el que tanto el emisor como


el receptor pueden anticipar el mismo acto futuro. Es un gesto que sig-
nifica lo mismo para un grupo de personas y sirve para producir una
reacción común ante el mismo estímulo.

La existencia de sistemas de símbolos significantes, esto es, de lenguaje, hace


posible que las personas coordinen sus acciones adecuadamente, creando ins-
tituciones. Las instituciones, en el trabajo de Mead (1968), se definen como
“formas organizadas de actividad social o de grupo” (p. 279). Dichas formas de
actividad se dan en respuesta a situaciones especiales y están ordenadas de tal George�H.�Mead�(1863-1931)

manera que las personas puedan “actuar adecuada y socialmente adoptando


CC-BY-SA • PID_00220751 29  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

las actitudes de los otros hacia dichas actividades” (p. 279). Así, estas respues-
tas son posibles gracias a la capacidad que tienen las personas de anticipar las
respuestas de otros:

“En la comunidad existen ciertas formas de actuar en situaciones esencialmente idénti-


cas, y tales formas de actuar, por parte de cualquiera, son aquellas que excitamos en otros
cuando tomamos ciertas medidas [...] Ahora bien, esa reacción está presente en nuestra
propia naturaleza; en cierto grado estamos preparados para adoptar la misma actitud ha-
cia cualquier otro, si él presenta el estímulo. Cuando provocamos esa reacción en otros,
podemos adoptar la actitud del otro y luego adaptar nuestra conducta a ella. Existen,
pues, series de tales reacciones comunes en la comunidad en la que vivimos, y esas reac-
ciones son lo que denominamos «instituciones»”.

Lo anterior no quiere decir que, ante una determinada situación, todos los
miembros de un grupo se comporten igual. Mead sostiene que se producen
“respuestas comunes en formas variadas”. Así, por ejemplo, ante un robo, las
acciones desplegadas por los policías, los fiscales, los jueces y los jurados son
distintas, pero todas contribuyen a un abordaje colectivo del mismo hecho.
Las “variadas formas” de acción no se llevan a cabo desordenadamente, por el
contrario se articulan unas con otras. En el ejemplo del robo, todas ellas reco-
nocen y defienden socialmente la propiedad privada. Cada una de ellas, por
otro lado, puede ser referida por medio de los símbolos que sirven de vehículo
para provocar esas reacciones; términos como robo, propiedad, justicia, etc.

En la obra de Mead la socialización desempeña un papel central en el aprendi-


zaje de las pautas necesarias para participar efectivamente en la actividad ins-
titucional. Concretamente, a través de la interacción simbólica con otros, del
juego y de procesos educativos formales, las personas aprendemos las reaccio-
nes organizadas que nos permiten coordinarnos con otros. De esta manera nos
hacemos miembros legítimos de nuestra comunidad. Por la misma vía y solo
Niño�jugando
por esta vía, afirma Mead, es posible que desarrollemos nuestra personalidad. El juego es la primera etapa de aprendizaje
de los roles sociales. Fuente: https://
Esta última solo puede considerarse madura en la medida “en que el individuo www.flickr.com/photos/34547181@N00

provoca en sí mismo ese grupo de reacciones institucionalizadas” (p. 282); es


decir, en la medida en que hayan incorporado las actitudes y actividades so-
ciales organizadas que constituyen las instituciones.

Lo anterior no quiere decir que las personas se conformen con un orden nor-
mativo externo y coercitivo. Si bien Mead reconoce que puedan existir insti-
tuciones sociales opresivas, estereotipadas y ultraconservadoras, defiende que
tales formas de actividad social no son deseables, ni necesarias. En este senti-
do, afirma que las instituciones:

“... necesitan definir las pautas sociales o socialmente responsables de la conducta indi-
vidual, sólo en un sentido sumamente amplio y general, permitiendo ancho margen para
la originalidad, la flexibilidad y la variedad de tal conducta” (p. 280).

Sheldon Stryker

El interaccionismo simbólico clásico ha considerado el orden institucional co-


mo un resultado efímero de la interacción y le ha restado importancia a las
constricciones sociales a las que se enfrenta el comportamiento de individual.
CC-BY-SA • PID_00220751 30  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

Stryker (2000) expone en este sentido que el interaccionismo simbólico tra-


dicional “… tiende a disolver la estructura en un disolvente de definiciones
subjetivas, a ver las definiciones como si no tuvieran anclas [que las conecten
con la estructura social], como abiertas a cualquier posibilidad, pasando por
alto que algunas posibilidades son más probables que otras” (p. 27, traducción
propia). En respuesta a esta situación, Stryker defiende una variante del inter-
accionismo simbólico que le da un papel más preponderante a la estructura
social y que busca delimitar más claramente las relaciones entre los individuos
y la sociedad. Para tal fin recurre a una teoría�de�los�roles que puede resumirse
mediante las siguientes ideas:

1) El lenguaje ofrece términos para referirse a diferentes aspectos de los mun-


dos (físicos, biológicos, sociales) en los que habitan las personas. El compor-
tamiento depende de nuestra forma de poner nombres y clasificar los objetos
que nos rodean. En este sentido, no actuamos en respuesta directa al mundo
a secas, sino al ambiente�simbólico: al mundo tal como es categorizado en
nuestros sistemas simbólicos.

2) Entre los símbolos de los que provee el lenguaje contamos con nombres que
designan posiciones. Se trata de categorías que tipifican a los actores que es
posible encontrar en una sociedad dada: “ricos”, “pobres”, “profesores”, “es-
tudiantes”, “policías”, “delincuentes”, etc. Estas categorías son los componen-
tes de la estructura social. A ellas se les asocian culturalmente determinadas
actitudes y formas de ser y actuar.

3) Cuando se le asigna a una persona una posición en la estructura social se


generan expectativas con respecto a su comportamiento. Se supone que los
“médicos” y “médicas” actúan de determinadas maneras con sus “pacientes”;
que los “padres” y las “madres” tienen determinados patrones de comporta-
miento con respecto a sus “hijos” e “hijas”, etc. Tales expectativas sociales son
los roles.

4) La interacción es el marco en el que la persona y la estructura social se


influyen mutuamente. En este sentido, Stryker sostiene que: La�familia
En el interior de la familia, las posiciones de
cada miembro están tipificadas mediante
“Es en el contexto del proceso social –de los patrones en curso que unen a actores indi- términos como padre, madre, hijo, hija, abuelo,
abuela, etc. Fuente: https://www.flickr.com/
viduales– donde opera la estructura social limitando las concepciones del self, las defi- photos/wefi_official
niciones de la situación y las oportunidades conductuales y repertorios que enlazan y
guían la interacción que tiene lugar [...] Y es en la interacción donde la estructura social
misma cambia, se transforma, se elabora o se reafirma de manera fundamental” (1980,
p. 52, traducción propia).

Durante nuestras interacciones, las personas aplicamos nombres a la situación


en la que nos encontramos (o a determinados aspectos de esta), así como a
los participantes y a nosotros mismos. Estos símbolos especifican lo que es
importante para la actividad en curso y, así, organizamos el comportamiento
para que se produzca de manera adecuada.
CC-BY-SA • PID_00220751 31  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

5) Todas las estructuras imponen límites en nuestras definiciones de la reali-


dad. De esta manera, influyen en la forma como ocurre la interacción. El grado
en el que los roles son producidos por los actores sociales en lugar de simple-
mente re-producidos depende de las estructuras sociales en cuyo seno ocurre
la interacción. Algunas estructuras son más abiertas que otras con respecto a
la emergencia de nuevos roles o a la transformación de los ya existentes. Sin
embargo, independientemente de esto, las definiciones de la situación no son
inamovibles, los nombres y las categorías empleadas pueden transformarse y,
por tanto, las posibles formas de la interacción pueden variar. Las modifica-
ciones ocurridas en el nivel de las interacciones pueden llegar a ser tan impor-
tantes como para cambiar las estructuras en las que la interacción ocurre.
CC-BY-SA • PID_00220751 32  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

3. De las instituciones a las extituciones

Entre las novelas escritas por el escritor y humanista francés François Rabelais
(1494-1553), encontramos La muy horripilante vida del gran Gargantúa. Rabelais,
después de más de una década de monacato, se había secularizado y se había
hecho médico. En Gargantúa nos presenta la Abadía de Thélème, cuyo lema,
lejos del benedictino ora et labora, no es otro que el de “Haz tu voluntad”.
Tal desafío a la norma que ocurre en Thélème se acompaña de una ruptura
con el espacio físico institucional. Esta ruptura nos permite introducir una
comprensión de las instituciones que llama la atención sobre su dimensión
más arquitectónica. Al respecto sostienen Tirado y Mora (2004):

“Thélème es una abadía que pretende instituir un dispositivo educativo en el sentido


que el humanismo del renacimiento da a la educación. Es una contrainstitución. El pri-
mero de los grandes principios de este mito pone, curiosamente, su acento en rechazar
los muros. No puede haber muros en una contrainstitución. [...] De este principio de la
contrainstitución utópica de Rabelais, se infiere que la institución es un espacio singu-
lar. Es un lugar clausurado, marcado, un espacio acotado. [...] Junto a normas, símbolos,
funciones o doctrinas, los muros también forman parte importante de la morfología de
las instituciones” (pp. 153-154).

Hasta el momento hemos trabajado sobre formas de entender las instituciones


que se interesan por estructuras culturales y por su expresión en estructuras
sociales y en interacciones. En esta parte del módulo nos aproximamos a las
instituciones entendidas como establecimientos, lugares geográficamente de-
limitados. El recorrido empieza con el concepto de institución total de Erving
Goffman y la noción de institución de secuestro de Michel Foucault. También
vamos a aventurarnos a conocer formas institucionales que apuestan por otras
lógicas de ordenamiento social. A estas formas institucionales –más contem-
poráneas– las llamaremos instituciones de reinvención y extituciones.
CC-BY-SA • PID_00220751 33  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

3.1. Erving Goffman y las instituciones totales

En la década de los cincuenta, Goffman (1922-1982) llevó a cabo una obser-


vación participante en el Hospital Psiquiátrico St. Elizabeth, de Washington
D.C. Su obra Internados (1987) es resultado de dicho estudio. En ella, inspirado
en el interaccionismo simbólico, observa y describe microrrutinas de interac-
ción y muestra cómo se despliega el control social mediante las prácticas que
ocurren dentro de lo que llamó instituciones�totales.

Una institución total es una organización cerrada; un sistema social


que establece pocas relaciones con su entorno. Este tipo de organización
funciona en un lugar donde residen y trabajan un conjunto de indivi-
duos, aislados de la sociedad por un largo periodo de tiempo. También Erving�Goffman�(1922–1982)

es una organización fuertemente reglamentada. Mientras dura el inter-


namiento, impone grandes demandas a sus internos en prácticamente
todas las esferas de su vida, exigiéndoles un compromiso absoluto para
con los procedimientos y los objetivos institucionales.

Son ejemplos de instituciones totales los hospitales psiquiátricos, las prisiones,


los cuarteles, los conventos, los internados y establecimientos similares en los
que determinados grupos son segregados y sometidos a algún tipo de castigo,
tratamiento o procedimiento tendente a su reforma o a la mejora.

Las instituciones totales encapsulan a los internos tras muros de piedra y rejas
metálicas, en pabellones aislados, patios cerrados y en celdas. Además, exhiben
las siguientes características:

1) El desarrollo, por parte de los internos, de actividades diarias de carácter


rutinario, organizadas por la sola autoridad del personal de la institución.

2) El tratamiento del conjunto de personas internas como si se tratara de una


sola masa anónima.

3) Una programación rígida del tiempo impuesta por un sistema formal de


reglas y un cuerpo de profesionales a cargo de su cumplimiento.
CC-BY-SA • PID_00220751 34  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

4) La orientación de estas actividades hacia el cumplimiento de un plan ra-


cional y de la meta institucional que no es otra que la resocialización de los
internos.

Goffman argumenta que las instituciones totales rompen algunos límites de


la vida cotidiana e imponen otros. Así, mezclan en un solo sitio esferas de la
vida que habitualmente se llevan a cabo en ámbitos distintos (el trabajo, el
sueño y la recreación) y obligan a los internos a convivir íntimamente con
otras personas desconocidas (mediante el tratamiento en masa). Por otro lado,
las instituciones totales trazan una separación entre el interior del estableci- Conventos�de�clausura,�ejemplo�de
institución�total.
miento y el resto de la sociedad, así como entre los internos y los profesionales Fuente: http://www.flickr.com/photos/
archivalladolid/
que los supervisan, vigilan y tratan. De esta manera, las instituciones totales
crean una realidad que pasa a definir y determinar la totalidad de la vida de
los internos, y sobre la que estos últimos tienen escaso control.

Las instituciones totales son “totales” porque la realidad que establecen


dentro de sus muros es toda la realidad que los internos tienen a su dis-
posición. También son “totales” porque los profesionales que trabajan
en el establecimiento tienen un amplio control sobre todos los aspec-
tos relacionados con la vida de los internos, desde su forma de vestir,
pasando por lo que pueden comer, hasta sus relaciones con otros inter-
nos, etc. La institución total es una especie de sociedad totalitaria en
miniatura.

El principal efecto del internamiento en instituciones totales es la eliminación


de las identidades previas de los internos. El interno para Goffman es una
persona que, en condiciones normales, posee un fuerte sentido de integridad
personal y que puede considerarse a sí mismo un ser racional y autónomo.
Una vez entra a una institución total, este sentido que tiene de sí mismo se
deteriora. Cuando ocurre tal cosa, el self puede ser reemplazado por la iden-
tidad que la institución promueve. El aislamiento y las prácticas coercitivas
a las que son sometidos los internos conducen a su desocialización y a una
eventual resocialización. Los cambios en la identidad que efectúan las insti-
tuciones totales forman parte de un proceso que Goffman llaman la carrera
moral del interno. Se trata de una serie de etapas que la persona vive antes,
durante y después de la reclusión:

1)�Etapa�preinternamiento. Esta fase está marcada por la reacción de la so-


ciedad ante la desviación: el comportamiento que exhibe una determinada
persona empieza a ser considerado por otros como extraño o inadecuado. El
individuo pasa por un circuito de agentes (familiares, amigos, trabajadores so-
ciales, médicos) que lo etiquetan como sujeto de tratamiento o de encierro y
que planifican y llevan a cabo su internamiento.
CC-BY-SA • PID_00220751 35  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

2)�Etapa�de�internamiento. Esta etapa empieza con la admisión de la persona


en la institución y se acompaña de una serie de rituales de mortificación�del
yo:

“El futuro interno llega al establecimiento con una concepción de sí mismo que ciertas
disposiciones sociales estables de su medio habitual hicieron posible. Apenas entra, se le
despoja de inmediato del apoyo que éstas le brindan. [...] quiere decir que comienzan
para él una serie de depresiones, degradaciones, humillaciones y profanaciones del yo.
La mortificación del yo es sistemática aunque a menudo no intencionada” (Goffman,
1986, p. 20).

Los procesos mediante los cuales se mortifica al yo son variados. Entre ellos
está el propio aislamiento, así como un conjunto de prácticas de control y de
organización estricta de la vida cotidiana de los internos. La institución define
qué puede hacer la persona, cuándo y cómo, impidiéndole asumir el control
de sus rutinas diarias. Además, lleva a cabo rituales que son experimentados
por la persona como una humillación o una degradación. En la admisión, por
Celda
ejemplo, se le retiran al recién llegado sus efectos personales y estos son reem- La separación con el mundo exterior forma
parte de las prácticas de mortificación del
plazados por ropas y utensilios de aseo que son iguales para todos los internos. yo. Fuente: https://www.flickr.com/photos/
wagnertc
Durante el internamiento el espacio personal es frecuentemente inspecciona-
do, y la vida privada del interno se vuelve objeto de registro y de discusión
pública para el personal del establecimiento. El interno se somete además a
una exposición contaminadora debido al contacto cercano y no deseado con
otros internos, o con lugares y objetos que en otras circunstancias rechazaría.

3)� Etapa� posinternamiento. En caso de que la persona finalice su interna-


miento y pueda regresar a la vida civil, se enfrenta a los efectos estigmatizado-
res de haber estado institucionalizado. Este es un tema que Goffman desarro-
lla más profundamente en una obra posterior, Estigma (1963). En ella describe
la manera como se organiza lo que llama contactos mixtos, es decir, los en-
cuentros sociales entre personas consideradas “normales” y aquellas que son
portadoras de estigmas.

El estigma es una marca que hace evidente la existencia de atributos


desacreditadores en una persona. Tales atributos hacen visible para otros
que la identidad de la persona está deteriorada, haciéndolo sospechoso
de que se trata de alguien poco deseable o peligroso, con el que es mejor
no relacionarse.

La transformación de la identidad del interno está marcada por la aceptación


de las normas de la institución y por la cooperación con ellas. La aceptación
y la cooperación no siempre son definitivas, exhibiendo con frecuencia cier-
ta ambigüedad. Por ello, se presentan dos formas de adaptación a las institu-
ciones totales. En primer lugar, están los ajustes�primarios, con los que las
personas se conforman con la realidad de la institución y se transforman en
miembros “normales” de esta. En segundo lugar están los ajustes�secundarios,
con los que los internos utilizan las lógicas y rutinas de la institución de ma-
neras inesperadas. Las personas pueden desarrollar, por ejemplo, una confor-
CC-BY-SA • PID_00220751 36  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

midad�cínica, exhibiendo docilidad de manera estratégica y comportándose


de acuerdo con las expectativas del personal con el fin de acelerar la libera-
ción. La conformidad cínica puede consolidarse y articularse a una cultura de
la resistencia que Goffman llama vida�subterránea (underlife). Se trata de un
patrón de acción a través del cual los internos intentan desafiar la autoridad
del personal y afirmar su propia autonomía.

De acuerdo con Goffman, el mundo de los internos tiene su propia cul-


tura de reclutamiento y socialización, así como su propio sistema de
demandas y sanciones. Esta cultura establece mecanismos informales
de control social paralelos a los de la institución.

Resistencia en el interior de las instituciones totales

En la aproximación de Goffman a las instituciones totales los internos quedan dibujados


como sujetos débiles, sin capacidad de influencia, que son controlados por la institución.
Sin embargo, el autor también llama la atención sobre actos de desobediencia por parte
de los internos. Estos actos son en general efímeros y limitados. Efímeros porque suelen
consistir en pequeños y puntuales esfuerzos para hacer del internamiento una experien-
cia más cómoda. Por ejemplo, cuando alguien roba un poco de comida extra de la cafete-
ría o se esconde en los lavabos para fumar. La resistencia suele ser también limitada en sus
efectos sobre el régimen impuesto por la institución. En ocasiones los internos pueden
llegar a organizarse colectivamente para protestar contra las reglas o para solicitar algu-
nos privilegios. Sin embargo, es muy probable que sus reivindicaciones no lleguen a ser
tenidas en cuenta. Esto se debe en buena medida a su estatus subordinado y a que se los
considera como incapaces de gestionar sus propias vidas. Además, cuando los internos
exhiben una conducta desafiante, esto tiende a reforzar en los profesionales la idea de
que aún requieren tratamiento, prolongándose así su estancia en la institución.

3.2. Michel Foucault: instituciones, panoptismo y sociedad


disciplinaria

Antes de 1970, las ciencias sociales habían mostrado poco interés en las ins-
tituciones de encierro. Sin embargo, autores como Goffman contribuyeron a
generar álgidos debates al respecto, motivando nuevas investigaciones. Otro
autor que ha hecho aportaciones al estudio de las instituciones encierro ha si-
do Michel Foucault (1926-1984). En él encontramos un gran interés por trazar
una ontología�del�presente, una historia de la actualidad que dé cuenta de
los diferentes modos como, en nuestra cultura, los seres humanos son consti-
tuidos como sujetos. En esta búsqueda llama su atención el creciente número
de instituciones de encierro que se dedican a la observación y el examen sis-
temático de las personas. Sus obras estudian el poder tal como es ejercido en
tales instituciones (carcelarias, médicas, psiquiátricas, económicas) y su rela- Michel�Foucault�(1926-1984)

ción con discursos y formas de conocimiento que se consideran como válidos


en determinados periodos históricos.
CC-BY-SA • PID_00220751 37  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

El concepto de poder (en la forma de relaciones�de�poder) está muy


presente en la obra de Foucault. Dicha noción no se refiere a una pro-
piedad que alguien tiene, sino a un conjunto de prácticas que se llevan a
cabo durante nuestras relaciones interpersonales. Así, el poder está dis-
tribuido socialmente, más que centralizado en una figura de autoridad.
El poder atraviesa toda la sociedad; sin embargo, no lo domina todo.
De acuerdo con Foucault, a través de diferentes técnicas, una persona
puede tratar de transformar los comportamientos de los demás; pero
también puede encontrarse con prácticas� de� libertad a través de las
cuales nos resistimos a la influencia de otros.

Uno de los trabajos más conocidos de Foucault está dedicado a la historia del
castigo y al nacimiento de la prisión. En Vigilar y castigar empieza por exami-
nar las formas de castigo anteriores al siglo XVIII, caracterizadas como prácticas
públicas de tormento físico. Estos castigos extremos eran una respuesta a los
atentados contra la autoridad o la vida del soberano. A partir del siglo XVIII,

sin embargo, ocurre una reforma (teórica) y una reorganización (práctica) del
sistema judicial y penal europeo. El crimen pasa a transformarse en el incum-
plimiento de la ley y en una afrenta contra la sociedad como un todo. Para
lidiar con él empezaron a crearse sistemas de reglas y regulaciones, así como
fuerzas de policía dedicadas a asegurar el cumplimiento de las leyes y a detener
a aquellos que incurrían en infracciones. El uso de procedimientos racionales
para determinar la culpabilidad o la inocencia de los detenidos reemplaza a
las técnicas de tortura con las que, antaño, se buscaban las confesiones.

Durante el mismo periodo de reforma, el encierro empieza a considerarse co-


mo un medio para el tratamiento y la reeducación del criminal (evitando la
reincidencia), así como para proveer al Estado de fuerza de trabajo (que cubra
en parte los costes del sistema penal). Con el tiempo, la prisión se convierte
en el establecimiento clave para lograr estos objetivos. Dentro de sus muros
se practica una nueva forma de poder basada en la vigilancia, el control y la
corrección de los prisioneros. Foucault ilustra esta cuestión con un modelo
de cárcel diseñado por el filósofo y jurista Jeremy Bentham (1748-1832): el
panóptico. Se trata de un conjunto arquitectónico que cuenta con un edificio
circular y una torre central. El primer edificio está compuesto por una serie de
celdas por las que la luz entra tanto desde el exterior como desde el interior,
haciendo plenamente visible a las personas que habitan en ellas. En la torre
central un vigilante puede ver, sin ser visto, todo cuanto ocurre en cada cu-
bículo. El panóptico está diseñado para generar, en los reclusos, la sensación
de que la mirada de un vigilante está siempre sobre ellos, obligándolos a com-
portarse como es debido. Esto lleva a que los presos internalicen la vigilancia,
convirtiéndose en observadores constantes de su propio comportamiento.

De acuerdo con Foucault (1976, en Tirado y Domènech, 2001):


CC-BY-SA • PID_00220751 38  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

“lo que generalmente se llama institución es todo comportamiento más o menos forzado,
aprendido; todo lo que en una sociedad funciona como sistema de coacción, sin ser
enunciado, en resumen, todo lo social no-discursivo” (p. 194).

El encierro sería un ejemplo de institución y la prisión sería el lugar donde


dicho sistema de coacción se ha instituido.

Una cuestión curiosa al respecto del panóptico es que no solo es un modelo


útil para las cárceles, sino para las escuelas, hospitales, reformatorios, fábricas,
etc. De hecho, a lo largo de los últimos siglos, diferentes instituciones han
empezado a utilizar la forma de poder que se instaura en el panóptico. Esto
no quiere decir que se construyan escuelas o fábricas siguiendo el plano de
Bentham, sino que todas ellas ponen su acento sobre la misma lógica de la vi-
sibilidad: el panoptismo. Las instituciones modernas se presentan a sí mismas El�panóptico:�modelo�carcelario�de�Bentham

como abanderadas de un humanitarismo que persigue el bienestar y el orden


social, y que justifica el aislamiento de lo que no es normativo a partir de la
búsqueda de la redención, la educación o la curación. Sin embargo, despliegan
relaciones de poder basadas en la distribución de los individuos en el espacio
y en la instauración de un régimen de vigilancia centralizada:

“Resulta sorprendente comprobar lo que ocurre en las prisiones, a donde se envía a los
individuos que han sido juzgados por un tribunal pero que, no obstante ello, caen bajo la
observación de un microtribunal permanente, constituido por los guardianes y el director
de la prisión que, día y noche, los castigan según su comportamiento. El sistema escolar se
basa también en una especie de poder judicial: todo el tiempo se castiga y se recompensa,
se evalúa, se clasifica, se dice quién es el mejor y quién el peor” (Foucault, 1992, p. 123).

En las instituciones que operan de acuerdo con el panoptismo siempre hay


alguien que observa y registra el comportamiento de los otros y que produce
conocimiento sobre ellos. Esa persona puede ser el maestro en la escuela, el
jefe en la oficina, el psiquiatra en el manicomio, etc. La misma que trata de
establecer si los estudiantes, los empleados o los pacientes se comportan como
es debido, si cumplen las reglas, si progresan en su tratamiento, etc. Además,
está facultada para definir el tratamiento que considere más adecuado para
corregir posibles desviaciones.

Una característica adicional de las instituciones estudiadas por Foucault es su


énfasis en la disciplina. En este sentido exhiben la aplicación de métodos
como los siguientes:

1)�Subdivisión�y�categorización. El movimiento errático de las personas se li-


mita mediante la clausura y mediante emplazamientos funcionales, dedicados
al desarrollo de actividades concretas ligadas al plan de la institución. Además,
en el interior de la institución las personas son etiquetadas de acuerdo con
distintos criterios y son segregadas en grupos de individuos que comparten
la misma categoría. Ejemplos de estas separaciones son el grupo clase en la
escuela o las unidades médicas en los hospitales.
CC-BY-SA • PID_00220751 39  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

2)� Control� del� tiempo. La institución determina una temporalidad lineal


orientada a metas futuras. Esta temporalidad es común para todos, encauzan-
do el movimiento de todo el colectivo intramuros. Las actividades que desa-
rrollan los internos se gestionan mediante un estricto empleo del tiempo: un
calendario y un horario delimita con precisión toda la vida en el recinto. De
esta manera, los internos saben qué deben hacer (y qué no) en cada momento.
El control del tiempo establece un ajuste del tiempo personal al aparato de
producción de la institución, transformándolo en tiempo de trabajo.

3)�Control�del�cuerpo. Al cuerpo se lo trata como un material que puede ser


formado, reformado, corregido, que puede adquirir aptitudes y habilidades.
Mediante el entrenamiento se enseña a los internos a utilizar su cuerpo de ma-
nera eficiente en el desarrollo de las actividades que les prescribe la institución.
Adicionalmente, se busca el perfeccionamiento constante del desempeño. De
esta manera, las personas se articulan en el aparato de producción institucio-
Fila�de�soldados
nal, se vuelven fuerza productiva. La institución interconecta sus fuerzas de Las instituciones establecen un riguroso
régimen de control corporal. Fuente: https://
manera coherente para alcanzar un proyecto global. www.flickr.com/photos/soldiersmediacenter

Muchas de las medidas legales y judiciales que se han desarrollado en las


sociedades modernas están relacionadas con el desarrollo de la econo-
mía industrial. Las técnicas disciplinarias que hemos mencionado están
orientadas a convertir a aquellos a quienes se les aplican en personas
capaces de participar en la economía capitalista.

Poder y saber en el panoptismo

Foucault sostiene que existe una fuerte conexión entre poder y saber. Para ser efectivo, el
poder requiere conocimiento acerca de aquellos sobre los que se quiere influir. Por tanto,
las instituciones de secuestro cuentan con prácticas para recoger información sobre los
internos, para estudiar sus características individuales y para compararlas con el conoci-
miento recabado sobre otros. El panoptismo no es solo una forma de poder, sino también
una forma de saber. Foucault (1990) defiende que esto se da de dos maneras: “en una
institución como la fábrica el trabajo del obrero y el saber que éste desarrolla acerca de
su propio trabajo, los adelantos técnicos, las pequeñas invenciones y descubrimientos,
las micro-adaptaciones que puede hacer en el curso de su trabajo, son inmediatamente
anotadas y registradas y, por consiguiente, extraídas de su práctica por el poder que se
ejerce sobre él a través de la vigilancia. Así, poco a poco, el trabajo del obrero es asumi-
do por cierto saber de la productividad, saber técnico de la producción que permitirá
un refuerzo del control. [...] Además de éste hay un segundo saber que se forma de la
observación y clasificación de los individuos, del registro, análisis y comparación de sus
comportamientos. Al lado de este saber tecnológico propio de todas las instituciones de
secuestro, nace un saber de observación, de algún modo clínico, el de la psiquiatría, la
psicología, la psico-sociología, Ia criminología, etc.”.

A medida que una mayor cantidad de establecimientos recurren a la misma


forma de ejercer el poder, se articula un circuito institucional cuya función es
la de implementar una generalizada “ortopedia social”: un empeño por ende-
rezar (y mantener recto) el comportamiento de un vasto número de personas.
Gilles Deleuze (1999) retrata este fenómeno así:
CC-BY-SA • PID_00220751 40  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

“El individuo pasa sucesivamente de un círculo cerrado a otro, cada uno con sus leyes:
primero la familia, después la escuela («ya no estás en tu casa»), después el cuartel («ya
no estás en la escuela»), a continuación la fábrica, cada cierto tiempo el hospital y a veces
la cárcel, el centro de encierro por excelencia” (p. 277).

Esta red de poder disperso distingue a nuestras sociedades (llamadas por Fou-
cault sociedades�disciplinarias) de las sociedades antiguas, en las que el poder
tendía a estar localizado en una sola persona o grupo. En la sociedad moderna
el ejercicio del poder es distribuido, se delega en sectores de la sociedad que
previamente no tenían ni autoridad ni influencia.

Una sociedad disciplinaria es una sociedad en la que la vigilancia y la


disciplina están presentes a lo largo y ancho del tejido social, cristali-
zándose en distintas instituciones cerradas. Foucault sitúa el origen de
las sociedades disciplinarias entre el siglo XVIII y el XIX, y considera que
para el siglo XX habían alcanzado su máxima expresión.

3.3. Hacia otras formas institucionales

Leer los trabajos de Goffman o Foucault puede dejar la sensación de que se


habla de otra época. De hecho, algunos autores apuntan que la obra de ambos
autores está desfasada; que hoy en día las instituciones cerradas no son ni
tan numerosas, ni tan totalitarias como se las ha pintado. También sostienen
que han surgido nuevos modelos y prácticas institucionales que demandan
una actualización de la obra de Goffman y Foucault. A continuación vamos a
examinar algunas alternativas en este sentido.

3.3.1. De las instituciones totales a las instituciones de


reinvención

El libro Internados se considera una aportación al movimiento antipsiquiátri-


co que floreció entre los años sesenta y setenta. Este movimiento entiende
la psiquiatría como una herramienta de control social. Desde múltiples enfo-
ques críticos, la antipsiquiatría llama la atención sobre la naturaleza patologi-
zante de las categorías diagnósticas, el carácter coercitivo de los tratamientos
psiquiátricos y los efectos negativos del encierro de aquellas personas consi-
deradas enfermas mentales. A este movimiento se le atribuye buena parte de
la responsabilidad del progresivo desmantelamiento del modelo de cuidado
institucionalizado a lo largo de la segunda mitad del siglo XX (así como la apa-
rición de nuevos modelos de cuidado en la comunidad).

A pesar de que las instituciones estudiadas por Goffman ya no son tan fre-
cuentes como antes (quedando reservadas a los casos más severos), diferentes
investigadores se han entregado a su estudio en las últimas décadas. Estos au-
tores han resaltado que lo que Goffman denominaba el mundo del interno
es una parte fundamental del ambiente terapéutico. También han estudiado
las relaciones profesionales-pacientes y los vínculos paciente-paciente bajo la
CC-BY-SA • PID_00220751 41  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

premisa de que los hospitales psiquiátricos son sistemas sociales cuyo orde-
namiento resulta de negociaciones entre los distintos miembros de la institu-
ción. Algunos investigadores continúan apuntando al impacto negativo de la
institucionalización de las personas. En este sentido, han llamado la atención
sobre el establecimiento de relaciones de dependencia entre los internos y el
establecimiento; así como sobre la generación de una creciente apatía que,
después de largas estancias, hace que los pacientes empiecen a considerar la
institución como su hogar. Finalmente, dentro de esta corriente de estudio de
las instituciones, otros autores han apuntado a la emergencia de nuevos tipos
de establecimientos. La socióloga Susie Scott (2011), por ejemplo, propone la
existencia de lo que ella denomina instituciones�de�reinvención.

Mientras en las instituciones totales los internos son aislados en contra de su


voluntad y son sometidos a un proceso de transformación identitaria desde
fuera, las instituciones de reinvención reciben a personas que desean recluirse
voluntariamente para buscar un cambio en sus propias vidas. Los miembros
de las instituciones de reinvención han cuestionado sus identidades antes de
buscar la institucionalización y ya están listos para aceptar las identidades que
la institución les ofrece. Además, asumen un papel activo en el proceso de re-
socialización ya que buscan y escogen por sí mismos la institución en la que
desean ingresar, solicitan su ayuda y participan de buen gusto en sus procedi-
mientos.

Una institución de reinvención es “una estructura material, discursiva o


simbólica en la que sus miembros buscan voluntariamente el cultivo de
una nueva identidad social, un nuevo rol o estatus. Esto es interpretado
positivamente como un proceso de reinvención, mejora de uno mismo,
o transformación” (Scott, 2011, pp. 30-31, traducción propia).

Estas instituciones pueden ser de muchos tipos, incluyendo grupos religiosos,


centros de entrenamiento deportivo o de inspiración militar, comunidades
terapéuticas, grupos de autoayuda, etc.

Las instituciones de reinvención, en comparación con las estudiadas por Goff-


man, son organizaciones abiertas. Son “instituciones sin muros” (Scott, 2011,
p. 3) debido a que lo que mantiene a las personas en su interior no son tanto Grupo�religioso
Los grupos de inspiración religiosa funcionan
límites físicos como compromisos simbólicos y sociales. Los miembros son li- a la manera de instituciones de reinvención.
Fuente: https://www.flickr.com/photos/
bres de abandonar la institución cuando quieran, aunque a menudo deciden rizwanoola/

no hacerlo hasta no alcanzar el objetivo de rehacer su self. En su empresa de


reinvención, los miembros de estas instituciones consideran que la interacción
con otras personas que comparten sus objetivos es fundamental para alcanzar
el éxito.
CC-BY-SA • PID_00220751 42  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

El ejercicio del poder no está ausente en las instituciones de reinvención. Aun-


que tienen un régimen más democrático, de autoorganización, recurren a for-
mas de regulación�performativa: un control horizontal basado en la vigilan-
cia recíproca. Esto quiere decir que dentro de la institución cada miembro es el
encargado de observar, valorar y sancionar la conducta de los demás. Por esto
mismo, todos procuran mostrarse públicamente como miembros modélicos.
Esta forma de poder descansa sobre la mirada del mundo que la institución
define y que es compartida por todos. Aunque las personas son autónomas
a la hora de buscar, elegir y abandonar las instituciones de reinvención, una
vez dentro de ellas se adhieren al régimen simbólico propuesto por el estable-
cimiento, sin cuestionar su legitimidad. Al respecto, afirma Scott (2011):

“… los miembros son libres de escoger un camino de mejora personal, pero solo dentro
del conjunto de las potenciales identidades ideales que les presentan los discursos insti-
tucionales; discursos que les enseñan qué significa estar recuperado, en forma, o ser au-
téntico” (p. 4, traducción propia).

3.3.2. De las instituciones disciplinarias a las extituciones

La obra de Foucault ha inspirado a una gran cantidad de investigaciones sobre


las instituciones sociales actuales, desvelando minúsculas dinámicas de poder
en prácticas aparentemente inocuas. Sin embargo, el sociólogo francés Jean
Baudrillard (1999) defiende que los análisis foucaultianos están caducos, pues
operan en los confines de una época a punto de desaparecer. En la misma línea,
el filósofo francés Deleuze (1999) sostiene que las sociedades disciplinarias
son “nuestro pasado inmediato, lo que estamos dejando de ser” (p. 277). De
acuerdo con este último autor, las instituciones de secuestro están viviendo
sucesivas reformas que anuncian su eliminación:

“En el régimen carcelario, la búsqueda de «penas sustitutorias», al menos para los delitos
menores, y la utilización de collarines electrónicos que imponen al condenado la perma-
nencia en su domicilio durante ciertas horas [...]. En el régimen hospitalario, la nueva
medicina «sin médicos ni enfermos» que localiza enfermos potenciales y grupos de riesgo
[...]. Son ejemplos mínimos, pero que nos permiten comprender mejor lo que hay que
entender por «crisis de las instituciones», es decir, la instalación progresiva y dispersa de
un nuevo régimen de dominación” (p. 286).

La crisis de las instituciones de la que habla Deleuze ha sido apuntada por otros
autores. Así, por ejemplo, Dubet (2007) analiza la institución escolar y argu-
menta que la educación –tradicionalmente fundada en valores considerados
“universales” y “sagrados” (la razón, el progreso, la ciencia), en la “vocación”
docente, en la escuela como “santuario” separado de la sociedad, y en la dis-
ciplina– se enfrenta hoy a una multiplicación de formas de vida alternativas,
la transformación de la docencia en una profesión para la que se puede o no
ser competente y eficaz, la masificación de las aulas y la irrupción de los pro-
blemas sociales en el interior de sus muros, y la afirmación de la autonomía
individual del estudiante. Esto ha llevado a los actores educativos a vivenciar
una crisis que, sin embargo, no es sino “la transformación de las instituciones
enfrentadas a un mundo más moderno” (Dubet, 2007, p. 64).
CC-BY-SA • PID_00220751 43  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

La crisis de las instituciones no lleva entonces a una desinstitucionalización,


sino a la aparición de nuevas formas institucionales en el marco de una na-
ciente sociedad�de�control (Deleuze, 1999). En esta línea, algunos autores ar-
gumentan que vivimos un proceso de extitucionalización; es decir, de emer-
gencia de extituciones. La palabra extitución fue acuñada por el filósofo de las
ciencias Michel Serres (nacido en 1930) en 1994, en su libro Atlas. Los psicó-
logos sociales Francisco Tirado y Miquel Domènech (2001) la recuperan para
referirse a las instituciones que no son establecimientos cerrados que se pue-
dan habitar, sino organizaciones abiertas que cuentan con multiplicidad de
espacios interconectados entre los que circulan personas, información, mate-
riales, etc.

Tirado y Mora (2004) llaman la atención sobre el prefijo in en la palabra


institución y nos recuerdan que significa ‘hacia adentro’, ‘adentro’ o ‘al
interior’. En contraste con esta partícula, el prefijo ex en la palabra exti-
tución, que significa ‘fuera’ o ‘más allá’.

Las extituciones son “una amalgama de conexiones y asociaciones cambian-


tes” (Tirado y Domènech, 2001, p. 201), plataformas de ensamblaje con las
que podemos conectarnos o no, y a través de las cuales podemos transitar. Las
actuales modalidades de educación virtual son un ejemplo particularmente
claro de extitución:

“Una clase tradicional es más o menos estable porque reúne a un número determinado
de personas en un lugar concreto; construida con materiales sólidos, como la escuela,
es una institución, mientras que si es virtual, fluctúa su figura espacial y el número de
personas que reúne, de tal manera que su plan, siempre diferente, es el mismo a pesar de
todo: es como el velero de Teseo, estable pero siempre nuevo” (Serres, 1994, en Tirado
y Domènech, 2001, p. 201).

Las extituciones siguen haciendo uso de una vigilancia, pero llevada a cabo de
manera discreta, abierta y continua. Para tal fin, promueven prácticas como:

1)� La� conexión� permanente. Las extituciones incentivan la conexión fre-


cuente o permanente. En la actualidad podemos estudiar en cualquier sitio,
trabajar donde nos encontremos, cuidar de nosotros mismos en todo momen-
to, etc.

2)�La�libertad�de�movimiento. Si las instituciones disciplinarias intentaban


transformar a las personas moldeándolas (haciéndolas encajar en una especie
de corsé normativo), las nuevas instituciones lo hacen modulando su movi-
miento en ambientes sin fronteras. Las extituciones dejan hacer porque cuan-
to más se mueva un usuario, mayor será la probabilidad de rastrear sus trayec-
torias y de predecir su desplazamiento.

3)�La�promoción�del�cambio,�la�variabilidad,�la�flexibilidad. Las institu-


ciones ponen el acento en la constante transformación de uno mismo y en la
adaptabilidad en contextos cambiantes. Por ello hacen uso de técnicas como la
CC-BY-SA • PID_00220751 44  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

evaluación continuada (en lugar del examen final), la formación permanente


(en lugar del título único), el salario variable (en vez del fijo), el contrato tem-
poral (en reemplazo del indefinido), etc.

En lugar de observar a individuos enclaustrados, las extituciones observan en


campo abierto. Llevan a cabo formas altamente sofisticadas de vigilancia, co-
mo la que Norris y Armstrong (1999) han llamado vigilancia algorítmica. Me-
diante distintas tecnologías digitales, las extituciones recopilan y analizan au-
tomáticamente grandes cantidades de datos y monitorizan la posición y el
movimiento de gigantescos agregados sociales. Los programas de análisis de la
información que fluye por internet son ejemplos de dichas tecnologías. Según
John Cheney-Lippold (2011) las compañías de marketing y análisis de internet
están implementando códigos informáticos y modelos estadísticos para inferir
quiénes somos los usuarios a partir de nuestros hábitos de consumo:

“A medida que el usuario viaja por las redes, los algoritmos pueden estriar topológica-
mente sus datos de navegación, colocando ciertos artefactos web en determinadas cate-
gorías (por ejemplo, de género). El hecho de que el usuario X visite la web CNN.com
sugerirá que X puede ser categorizado como hombre. Un dato adicional puede apoyar
o resignificar la categorización de X. Si X visita más páginas como CNN.com, la mascu-
linidad de X se verá estadísticamente reforzada, añadiendo confianza a la medida de X
en tanto que hombre” (p. 169).

El resultado de este proceso es una identidad�algorítmica. Una identidad en


línea que resulta de la asignación automática de determinadas categorías so-
ciodemográficas (género, clase, etc.) a los usuarios de redes digitales. La iden-
tidad algorítmica es un estereotipo construido estadísticamente que no solo
da cuenta de quién es un usuario, sino que también contribuye a definir y
redefinir qué significa ser miembro de una categoría específica. Las identida-
Persona�navegando�por�la�red
des algorítmicas producen conocimiento sobre lo que determinados tipos de En las sociedades de control se vigila
constantemente nuestra actividad en la red.
personas consumen. Este saber sirve para predecir y modular nuevos patrones Fuente: https://www.flickr.com/photos/
anonymouscollective
de consumo y, por esta vía, ayuda a gobernar nuestra vida cotidiana.

Las tecnologías mediante las que se lleva a cabo la vigilancia en las actuales
sociedades de control son distintas de otros métodos de vigilancia. En este
sentido, Introna y Wood (2004) proponen distinguir tecnologías silenciosas,
como los algoritmos que hemos mencionado, de tecnologías salientes, como
podría ser el mismo panóptico. En la siguiente tabla los autores resumen las
diferencias entre ambos tipos de técnicas de vigilancia:

La tecnología silenciosa La tecnología saliente

• Está incorporada/está oculta • Está en la superficie/es visible


• Su operación es pasiva (la implicación del • Su operación es activa (la implicación del
usuario es limitada) usuario es más equitativa)
• Su aplicación es flexible (multipropósito) • Su aplicación es estable (específica)
• Es oscura (en su forma/operación/resulta- • Es transparente (en su forma/operación/re-
do) sultado)
• Es móvil (soft-ware) • Está localizada (hard-ware)
CC-BY-SA • PID_00220751 45  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

Las tecnologías silenciosas están integradas a artefactos que utilizamos diaria-


mente (ordenadores, teléfonos móviles, etc.), pueden vigilarnos sin nuestro
consentimiento y sin que nos demos cuenta y son útiles para alcanzar distin-
tos fines (por ejemplo, para identificar innumerables tipos de amenazas socia-
les). Introna y Wood (2004) afirman que estas tecnologías, que toman la forma
de códigos informáticos, no son fáciles de inspeccionar: son cajas negras que
solo personas sumamente especializadas, y debidamente autorizadas, pueden
analizar. Las instituciones de las actuales sociedades de control operan gracias
a estas tecnologías y toman decisiones con importantes efectos económicos,
políticos y sociales.
CC-BY-SA • PID_00220751 46  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

4. Instituciones sociales, subjetividad y subjetivación

La realidad institucional es en buena medida cohesión y orden colectivo. Sin


embargo, no solo tiene que ver con estructuras y procesos sociales, sino tam-
bién con las realidades subjetivas. Las instituciones tienen su correlato en la
constitución de determinadas formas de ser y de comportarse, en nuestras ex-
periencias personales e identidades. Así como la sociedad se crea y re-crea a
sí misma a través de sus instituciones, también crea y re-crea a sus miembros:
inscribe un orden simbólico-cultural en las personas, instituyendo así a los in-
dividuos (Dubet, 2007). Por esto mismo, todas las teorías y los autores que he-
mos mencionado en páginas anteriores tienen algo que decir sobre la relación
entre las instituciones y la subjetividad (o la personalidad, el self, la identidad,
etc.). En este último apartado vamos a hacer explícito este hecho. Recorda-
remos algunas aproximaciones que ya hemos trabajado y mencionaremos lo
que tienen que decir sobre la subjetividad. Centraremos nuestra atención en
la mirada foucaultiana, resaltando su aportación a la comprensión de lo que se
conoce como procesos de subjetivación. En este último marco, recuperaremos
trabajos recientes del sociólogo británico Nikolas Rose (nacido en 1947) sobre
las disciplinas, los discursos y los procedimientos mediante los cuales se define
la subjetividad en las sociedades de control.

4.1. Aproximaciones a la relación entre las instituciones y la


subjetividad

Para trazar unas coordenadas que nos permitan ubicar la relación entre insti-
tuciones y subjetividad, podemos partir de la macrosociología. ¿Cómo entien-
den los macrosociológicos esta relación? Para ellos las instituciones preexisten
a las personas y se les imponen como hechos. Así mismo, los individuos exis-
ten antes de las instituciones en calidad de estructuras psicológicas. El estudio
de estas estructuras (y sus procesos) ha interesado a la sociología desde sus
orígenes. Autores como Durkheim o Weber dedicaron algunas de sus obras a
fenómenos individuales (como el duelo o el placer artístico). Sin embargo, el
nivel de análisis individual se ha considerado como secundario o redundante
en relación con el interés de la teoría social por la sociedad como un todo
(Martucelli, 2007).

La macrosociología clásica entiende la relación entre la institución y las per-


sonas a partir de dos planos: el de lo exterior al individuo (las instituciones)
y el de su interioridad (la personalidad). Estos dos planos se han entendido
como realidades separadas que están sujetas a una relación de subordinación:
la exterioridad se impone sobre la interioridad. A ello es a lo que se refiere
el carácter coercitivo que algunos autores atribuyen a las instituciones. Desde
esta perspectiva, la estructura psicológica es vista simplemente como recepto-
ra de las características del sistema social. A la sociedad le compete asegurar
CC-BY-SA • PID_00220751 47  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

que este proceso se lleve a cabo adecuadamente, integrando a la persona en el


orden establecido y regulando su actuar. Cuando esto último no se logra del
todo, sobreviene la anomia.

La anomia es “la ausencia de un cuerpo de normas que gobiernen las


relaciones entre las diversas funciones sociales” (López Fernández, 2009,
p. 135). Este fenómeno, causado por el paso de una sociedad tradicional
a una moderna, se supera cuando surgen instituciones que reúnen a las
personas en una comunidad de intereses. Niños�aprendiendo
La educación ayuda a superar la anomia,
enseñando a las personas a moderar sus deseos
y orientar su conducta a fines grupales. Fuente:
https://www.flickr.com/photos/tabor-roeder

La relación asimétrica entre la exterioridad institucional y la interioridad sub-


jetiva puede entenderse de diversas maneras, y cambia según los autores. Esto
es especialmente claro cuando pasamos de la macrosociología clásica, a pers-
pectivas más recientes. Por ejemplo, Talcott Parsons parte del supuesto de que
el orden social está fundamentado en la conformidad de las personas (de sus
necesidades orgánicas y emocionales, y disposiciones psicológicas) con los sis-
temas de símbolos, valores y normas de los que les provee su cultura. Pero, a
diferencia de los autores clásicos, considera que los actores sociales están con-
trolados internamente por la sociedad gracias a que el sistema cultural ha sido
apropiado por ellos. La estructura social resulta, precisamente, de relaciones
de interdependencia entre individuos socializados.

Mediante la internalización la exterioridad y la interioridad convergen


a medida que las normas, los valores, los marcos cognitivos colectivos
se integran en la personalidad. Este proceso ocurre durante la socializa-
ción. “La socialización «formatea» a los individuos” (Dubet, 2007) ha-
ciéndolos comportarse “conforme a las necesidades del sistema” (p. 41).

Otra forma de entender esta cuestión, más cercana a la microsociología, pro-


viene de la sociología fenomenológica; es la que nos aportan Peter Berger y
Thomas Luckmann. En este caso, la relación entre el plano de lo exterior y el
de lo interior se abordan desde una perspectiva dialéctica: las instituciones y
las personas se producen mutuamente a través del proceso histórico de la ins-
titucionalización. Este proceso empieza con la habitualización de prácticas
sociales que son mutuamente tipificadas, presentadas como realidades objeti-
vas a las nuevas generaciones e internalizadas por estas. En esta perspectiva, los
individuos tienen un papel mucho más activo con relación a las instituciones:
ellos crean los tipos sociales con los que se da nombre a los componentes de la
estructura social. Con estas tipologías las personas también crean su subjetivi-
dad. Como se recordará, Berger y Luckmann (1986) definen las instituciones
como acciones normativas llevadas a cabo por actores con roles específicos:
CC-BY-SA • PID_00220751 48  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

“La institución establece que las acciones del tipo X sean realizadas por actores del tipo
X. Por ejemplo, la institución de la ley establece que las cabezas se corten de maneras
específicas en circunstancias específicas, y que las corten tipos específicos de individuos
(por ejemplo, verdugos..., o los que hayan sido designados por un oráculo)” (p. 76).

Dichos roles pasan a formar parte de los recursos simbólicos con los que las
personas dan sentido y objetivizan partes de su propio self. Esto es, las personas
empiezan a pensar y hablar sobre sí mismas, además de actuar, a partir de su
identificación con los roles que ejercen. Tal idea ha llegado a un alto nivel de
desarrollo en la teoría de la identidad que nos propone Stryker (1980), desde
el interaccionismo simbólico. Para este autor, el lenguaje nos provee de nom-
bres para las distintas posiciones y roles sociales que pueden encontrarse en la El�“vendedor”�y�sus�“clientes”
El “vendedor” y sus “clientes”: diariamente
sociedad. Cada vez que interactuamos con otras personas recurrimos a estos designamos posiciones a otros y también
a nosotros mismos. Fuente: https://
nombres. Lo hacemos cuando categorizamos a los demás, pero también cuan- www.flickr.com/photos/devinish

do nos categorizamos a nosotros mismos. A esto último Stryker lo denomina


designación�reflexiva de posiciones sociales. Mediante las designaciones re-
flexivas nos ubicamos en el marco de la estructura social y nos otorgamos un
lugar en el mundo. Además, producimos expectativas internalizadas referidas
a nuestro propio comportamiento; roles internalizados a los que Stryker de-
nomina identidades.

Psique y sociedad

Los autores interesados por la dinámica instituido-instituyente también postulan una re-
lación dialéctica entre personas e instituciones. Castoriadis defiende que los seres huma-
nos venimos al mundo como mónadas�psicológicos, como seres egocéntricos. Nuestra
psique es un flujo de representaciones imaginarias que no necesariamente contribuyen a
la supervivencia, por cuanto no están ligadas a necesidades biológicas. Los seres humanos
solo nos volvemos aptos para la vida cuando las instituciones rompen esa mónada psi-
cológica, socializándola. Al respecto, dice Tomás Ibáñez (2005, p. 116) que “la sociedad
constriñe la psique, la obliga a desplazar sus investiduras desde sus objetos predilectos
hacia objetos propiamente sociales [...] le enseña la necesidad de mediaciones para la
obtención del placer y limita el desorbitado poder de representación que la caracteriza”.
Sin embargo, es ese “poder de representación” (la imaginación) el que permitirá que se
creen nuevas instituciones sociales mediante la acción instituyente. Así pues, para que se
despliegue el imaginario social radical no bastan individuos de cualquier tipo, se requie-
ren individuos socializados.

Para Stryker, no tenemos una identidad sino muchas. Una misma persona
puede tener tantas identidades como roles ejerce en su día a día. El self es la
forma como cada persona organiza jerárquicamente sus identidades. Así pues,
el self es polifacético, está compuesto por un gran número de roles internali-
zados interdependientes y, en ocasiones, contradictorios. La estructura del self
es tan compleja como la misma sociedad y, de hecho, responde a ella (a las
obligaciones que las personas, en virtud de sus roles, tienen cuando interac-
túan con otras). Ahora bien, como en una situación dada solo determinados
roles son importantes, algunas identidades serán más relevantes que otras. La
persona elegirá entre ellas, de acuerdo con las demandas estructurales y con
la jerarquía�de�saliencia, las que gobernarán su comportamiento.
CC-BY-SA • PID_00220751 49  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

Las identidades son esquemas mentales que se agrupan en un orden


cognitivo, una jerarquía�de�saliencia que establece cada persona para
sí misma. La saliencia de una identidad es la disposición de la persona
a comportarse de acuerdo con una identidad específica. La jerarquía
establece cómo de relevantes son las distintas identidades de la persona
a la hora de actuar en su vida cotidiana. Las identidades más salientes
serán aquellas que la persona traslade a muchas situaciones de su vida;
serán, así, las que más claramente definan su forma de ser.

A medida que nos alejamos de la macrosociología y nos acercamos a la feno-


menología y el interaccionismo simbólico, las cosas empiezan a cambiar. Los
planos externo e interno no solo se retroalimentan mutuamente (en lugar de
tener una relación de subordinación unilateral), sino que cobra cada vez más
importancia la realidad subjetiva de los individuos. En efecto, tanto la feno-
menología como el interaccionismo simbólico ponen un especial énfasis en la
experiencia vivida por las personas comunes y corrientes. Además, han desa-
rrollado una mirada sobre los procesos a través de los cuales el self emerge de
nuestras relaciones interpersonales. En la obra de George H. Mead, por ejem-
plo, es a través de la interacción simbólica con otros como se desarrolla nues-
tra personalidad.

Para Mead la persona es un proceso y una estructura social. Sobre el primer


aspecto dice que “la persona es algo que tiene desarrollo, no está presente
inicialmente, sino que surge en el proceso de experiencia y la actividad socia-
les” (Mead, 1968, p. 167). Mead hace entonces una propuesta sobre el desa-
rrollo del self, sobre cómo llegamos a ser conscientes de nosotros mismos a
partir de nuestras experiencias con otros. En ella, el énfasis está sobre cómo
el individuo se vuelve su propio objeto de conocimiento y aprende a verse a
sí mismo desde diferentes perspectivas. Existen tres procesos básicos que se
necesitan para que esto ocurra:

1)� El� lenguaje. Mediante el uso de este sistema de símbolos� significantes


en procesos de comunicación, la persona se vuelve capaz de aprehender las
actitudes de los demás hacia los distintos objetos del mundo, incluida ella
misma. De hecho, es gracias al lenguaje como la persona puede referirse a sí
misma como objeto.

2)�El�juego�(play). Durante las actividades lúdicas individuales se produce la


forma más simple de asunción de los roles. En ellas el niño o la niña se ubica en
un rol diferente del suyo: juega a ser otra persona. Para ello se nombra con las
palabras que otros utilizan para referirse al rol (“madre” o “padre”, “profesor”
o “profesora”, etc.). Debido a que el jugador solo ocupa un rol por vez, se dice
que asume la posición de un otro�específico.
CC-BY-SA • PID_00220751 50  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

3)�El�juego�organizado�(game). Durante actividades lúdicas regladas realiza-


das con otros participantes, cada jugador/a debe internalizar algo más que un
otro específico. Necesita aprehender los roles de los demás participantes. Así,
cada jugador puede identificar las actitudes que los demás tienen hacia él,
y puede actuar en consecuencia. En el juego organizado todos se reconocen
simbólicamente como parte de una misma unidad: el otro�generalizado. De
esta manera, asumen la existencia de una actitud global que gobierna el juego
y que condiciona su devenir. En la medida en que los jugadores sea capaces
de verse a sí mismos desde el punto de vista de este otro generalizado, Mead
afirma que han logrado la autoconciencia.

Para Mead, la emergencia del self es resultado de la actividad intersubje-


El�deporte
tiva. La imagen que tenemos de nosotros mismos es el resultado de in- El deporte, un juego organizado. Fuente:
https://www.flickr.com/photos/stuutje
corporar (internalizar) nuestras interacciones con los demás. Mediante
la internalización de la comunicación simbólica, aprendemos las reac-
ciones de los demás a nuestras acciones, así como nuestras propias reac-
ciones a las actitudes de los otros. Así pues, el self también proviene de
los demás; pero no es una simple copia de los roles de los otros; es, ante
todo, una actividad reflexiva.

Hemos dicho que para Mead el self es proceso, pero también estructura. Al
respecto de este último punto, es ampliamente conocida la conceptualización
del autor según la cual el self está compuesto por el yo y el mi. El “mi” es el
conjunto de actitudes organizadas que las personas tenemos sobre nosotros y
que hemos internalizado. Gracias al “mi” las personas podemos anticipar las
respuestas que los demás pueden tener ante nuestras acciones. El “yo”, por
otro lado, es el sujeto activo que reacciona de manera peculiar e imprevisible
a las actitudes que otras personas (los “otros significativos”) o la sociedad en
su conjunto (el “otro generalizado”) tienen de nosotros. Esta instancia del yo
organiza de modo idiosincrático el conjunto de significados que integran el
“mi”.

El self en el análisis goffmaniano

Para Goffman, el individuo tiene dos partes constituyentes: el actor y el personaje. El


actor es una entidad material, física, biológica y cognitiva. El personaje es la imagen que
un individuo tiene de sí mismo. Durante sus interacciones con otros, el individuo tiende
a concentrarse en el personaje que proyecta y en las impresiones que genera en otras
personas. En su obra La presentación de la persona en la vida cotidiana, Goffman (1971)
desarrolla toda una comprensión sobre cómo el individuo gestiona activamente su ima-
gen como parte de su esfuerzo por definir la situación en la que se encuentra y alcanzar
objetivos interaccionales.

4.2. Michel Foucault: discurso y subjetivación

Foucault es uno de los autores más originales en el abordaje de la relación


entre el orden institucional y la subjetividad. Sin embargo, no tiene una teo-
ría del sujeto. De hecho, evita atribuir capacidades esenciales a las personas
y niega que exista algún tipo de individualidad interior que sea fuente de la
CC-BY-SA • PID_00220751 51  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

acción y del significado. Foucault rechaza la noción�moderna�de�sujeto; es


decir, se aleja de concepciones que entienden a la persona como una realidad
ontológica (un “ser”) que es entidad racional indivisible, que es individuo au-
tónomo, pensante y coherente, idéntico a sí mismo a lo largo del tiempo y
portador de derechos naturales inalienables. Como alternativa a estas ideas,
Foucault entiende las subjetividades como productos históricos de determina-
dos discursos.

La palabra discurso se refiere a un cuerpo de conocimiento y práctica


social que está organizado de acuerdo con un conjunto de reglas. Este
cuerpo de conocimiento sirve para mucho más que dar sentido al mun-
do; de hecho, no refleja o representa la realidad, sino que la constituye
activamente. Un discurso –cualquiera que sea– es algo muy poderoso,
ya que especifica lo que es posible conocer sobre un objeto particular y
lo que es posible enunciar sobre él. Los discursos son productos socia-
les y dependen de diferentes condiciones políticas e históricas; por este
motivo, cambian con el tiempo.

Los discursos definen lo que es posible y deseable hacer, pensar, sentir y ser
en un momento histórico dado. Por esto mismo, delimitan e instituyen las
subjetividades que efectivamente existen en dicho periodo. Las personas solo
podemos reconocernos y actuar en tanto que sujetos con atención a los dis-
cursos imperantes. A manera de ejemplo, podemos citar a Margaret Walshaw
(2007) cuando, a propósito de los discursos de la efectividad en el contexto
educativo, sostiene:

“Los discursos alrededor del «maestro efectivo» proveen a los profesores de identidades
con las que pueden llegar a ser reconocidos por otros. Quizá más importante para quienes
trabajan en educación es que tales identidades permiten que los maestros se reconozcan
a sí mismos” (p. 19, traducción propia).

Debido a lo anterior, Foucault defiende que la verdad acerca de nosotros mis-


mos no está dada, no es fija. Tampoco proviene de la naturaleza o de alguna
otra fuente trascendente; ni es algo que tengamos que descubrir por nosotros
mismos. La verdad sobre el self es el producto de complejas dinámicas de suje-
ción a y resistencia contra ciertas formas de saber y de poder. Así pues, aunque
Foucault no tiene una teoría del sujeto, está lejos de defender que no existan
los sujetos. Lo que propone es que los sujetos siempre existen gracias a y en
el contexto de relaciones discursivas.

La subjetividad es “el modo en que el sujeto hace de la experiencia de


sí mismo un juego de verdad en el que está en relación consigo mis-
mo” (Foucault, 1990, p. 21).
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Foucault se pregunta por los discursos que hacen posible que las personas sean
de una determinada manera y no de otra. Le interesan especialmente aquellos
que nos constituyen como sujetos cognoscentes y capaces de conocernos a
nosotros mismos. Su foco está en encontrar las condiciones históricas que ha-
cen posible la existencia de tales sujetos. Para referirse a dicha cuestión, utili-
za el concepto de subjetivación. Por subjetivación se entiende el proceso me-
diante el cual los individuos se apropian de los discursos que reclaman su de-
finición en tanto que sujetos. Esto ocurre, por ejemplo, con ayuda del régimen
de vigilancia y corrección de las instituciones cerradas. Mediante el panoptis-
mo, los establecimientos de secuestro implican a las personas en un proceso
de autorregulación. Quienes están bajo un régimen de este tipo terminan por
asumir las limitaciones que impone la institución, participando activamente
en su propia sujeción.

Subjetivación: ¿Sujeción o emancipación?

El concepto de subjetivación puede tener distintos significados. En la obra de Foucault


aparece predominantemente como una práctica de sujeción. De hecho, el autor resalta
que estar sujeto significa ‘estar sometido o atado’. Otros autores defienden una mirada
opuesta. Para el filósofo marxista Georg Lukács (1885-1971) la subjetivación lleva al obre-
ro oprimido (y convertido en objeto por las fuerzas de producción) a tomar conciencia de
su situación y a reconquistarse como sujeto en la lucha de clases (véase Martucelli, 2007).
Así pues, en la teoría marxista, la subjetivación puede ser un proceso emancipatorio. Al
final de la obra de Foucault encontramos una mirada más optimista de la subjetivación
en relación con lo que el autor denomina la ética de la existencia. Esta ética no es una
preocupación abnegada por los otros, sino un conjunto de prácticas de cuidado de uno
mismo. A través de ellas actuamos sobre nuestra subjetividad como si fuera una obra de
arte, problematizamos lo que somos y nos autoproducimos constantemente. Estas prác-
ticas activas y creativas pueden ayudarnos a resistir el control normalizador de otros so-
bre nuestra identidad.

La subjetivación también se lleva a cabo mediante prácticas�divisorias con


las cuales se clasifica a personas asignándolas a grupos sociales sobre los cuales
se puede intervenir de manera específica: los pobres, las viudas, los huérfanos,
etc. (Rose, 2007). Con relación a esta cuestión, podríamos llamar la atención
sobre la Historia de la locura en la época clásica (Foucault, 1985). En dicha obra,
Foucault empieza por explorar cómo, en las sociedades medievales, los lepro-
sos son concebidos como amenazas sociales que deben ser expulsadas y aisla-
das. Por aquella época, la locura es vista como una forma alternativa o excén-
trica de ver el mundo; pero no como una amenaza social. Sin embargo, esto
último cambiará a lo largo de tres etapas:

1)�El�Renacimiento. En este periodo se empieza a definir más sistemáticamen-


te la locura a medida que se trata de distinguir entre la razón y la sinrazón.
Empieza a concebirse la locura como algo inaceptable y se desarrollan los pri-
meros intentos de excluir a aquellos considerados “locos”; por ejemplo, reclu-
yéndolos en instituciones religiosas o condenándolos a una vida errante.

2)�La�época�clásica. Entre el siglo XVIII y mediados del siglo XIX se establece


el encierro como la institución necesaria para lidiar con la locura. Los “locos”
–junto con los “pobres”, los “enfermos”, las “prostitutas” y los “desemplea-
dos”– se definen como sujetos desviados que pueden desestabilizar a la socie-
CC-BY-SA • PID_00220751 53  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

dad y que deben ser confinados en instituciones de secuestro. Dichos estable-


cimientos empiezan a servir como un límite material entre los “locos” y las
personas consideradas “normales”.

3)�La�Edad�Moderna. El confinamiento de los “locos” en instituciones pone


a este grupo a disposición de médicos que, aunque inicialmente están dedi-
cados a atender su salud física, empiezan a convertir la locura misma en su
objeto de estudio. En el siglo XIX esto lleva a que la locura se convierta en
una “enfermedad” que puede ser estudiada y tratada científicamente. A partir
de entonces (y solo a partir de entonces) los “locos” empiezan a verse como
personas médica o psicológicamente deficientes.

La clasificación de las personas entre aquellas que son potencialmente


peligrosas para otras y las que no lo son siempre ha sido una tarea muy
difícil. A medida que la locura empieza a definirse como “enfermedad”
esta labor pasa a formar parte de las tareas propias de un nuevo saber La�“sinrazón”
La “sinrazón” como lo otro del sujeto moderno
disciplinar: la psiquiatría. Esto les dio a los médicos especializados en racional. Fuente: https://www.flickr.com/
photos/jellymc/
“problemas mentales” un considerable poder para administrar medica-
ción, controlar el comportamiento de los individuos, determinar cuán-
do una persona debía ingresar en una institución y cuándo debía ter-
minar su tratamiento.

Una tercera vía por la que opera la subjetivación es la práctica de modalida-


des instituidas de relación con uno mismo. Prácticas mediante las cuales las
personas pueden adoptar una actitud de autocrítica, de exploración activa de
su subjetividad y de cuidado de sí mismas. En relación con esta última po-
sibilidad, Foucault habla de las tecnologías� del� yo. A ellas se refiere como:
“... los procedimientos que sin duda existen en cada civilización, sugeridos o
prescritos a los individuos con el fin de determinar su identidad, mantenerla
o transformarla en términos de un cierto número de fines, a través de relacio-
nes de autodominio y autoconocimiento” (Foucault, 1994a, p. 87, traducción
propia). Las tecnologías del yo son aquellas prácticas mediante las cuales la
persona (1) se observa y se estudia a sí misma, y (2) interviene sobre su alma
y su cuerpo, para convertirse en un sujeto de un determinado tipo: “para al-
canzar un cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría, perfección o inmorta-
lidad” (Foucault, 1990). Gracias a las tecnologías del yo, la persona procura
cuidarse y gobernarse a sí misma en sus relaciones con los demás. De esta ma-
nera deja de aceptar simplemente la subjetividad que le viene dada por los
discursos imperantes y se convierte en sujeto moral de sus propias acciones.
CC-BY-SA • PID_00220751 54  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

Las tecnologías del yo son prácticas individuales pero no necesariamen-


te solitarias. El individuo puede llevar a cabo estas actividades con sus
medios así como con la ayuda de otros (escuelas, asesores privados, ami-
gos, familiares, etc.).

La búsqueda del origen de las tecnologías del yo puede llevarnos muy lejos
en la historia. Foucault se concentra en su desarrollo desde las civilizaciones
griega y romana hasta los principios de la cristiandad. En dicho contexto so-
ciohistórico, las tecnologías del yo están presentes en diferentes escenarios,
como la medicina, la educación, la política y la religión, y se llevan a cabo
mediante tres ejercicios (Foucault, 1994b):

1)�La�escucha�atenta�y�en�silencio�de�las�enseñanzas�de�otros. Lo que per-


mite a las personas internalizar el conocimiento teórico, las reglas de compor-
tamiento, los “discursos” (logoi) que necesitan para trabajar sobre sí mismas.

2)�La�escritura�personal�y�la�producción�de�diferentes�textos. Cuyo objeto


es la actividad del self. Se trata de diarios, anotaciones, reflexiones, cartas, etc.,
que deben ser releídos de tanto en tanto con el objetivo de reactualizar su
contenido.

3)�La�reflexión�habitual�sobre�lo�que�uno�ha�aprendido. Esto requiere entrar


en uno mismo para examinar los “tesoros” que uno ha guardado allí. En este
caso, la propia memoria es el libro que es necesario repasar cada cierto tiempo.

Estas prácticas de uno mismo tienen por objetivo el reconocimiento de nues-


tros defectos y la descripción de nuestras faltas. No son para juzgarnos o casti-
garnos a nosotros mismos, sino para realizar correcciones y encontrar mejores
formas de alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto (e incluso reflexio-
nar sobre la relevancia de tales objetivos). No se trata, pues, de un mecanismo
para adjudicar penitencias, sino para mejorar continuamente la acción perso-
nal.

4.3. Nikolas Rose: subjetivación en la era postsocial

Las ideas foucaultianas sobre la subjetivación han abierto la puerta a una gran
cantidad de estudios sobre este tema. Para finalizar este módulo queremos
llamar la atención sobre los trabajos que Nikolas Rose ha realizado acerca de
los discursos y prácticas mediante las que se instituyen los sujetos en nuestra
contemporaneidad.
CC-BY-SA • PID_00220751 55  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

4.3.1. El sujeto en la era postsocial

Desde el siglo XIX y hasta la primera mitad del siglo XX las ciencias sociales
establecieron “lo social” como un dominio innegable de la realidad. La socie-
dad –como ente orgánicamente unificado– se convirtió no solo en una enti-
dad objetivamente avalada por la ciencia, sino también en algo que podía ser
ordenado activamente en el marco de los estados-nación. De esta manera, los
colectivos humanos se integraron en una unidad social territorializada que
podía gobernarse con atención a intereses de protección, justicia y solidaridad
social, mediante políticas sociales, servicios sociales, seguridad social, etc. Sin
embargo, de acuerdo con Rose (2007), esto está cambiando. A medida que la
globalización debilita la idea de una “economía nacional” y que se proponen
críticas al estado del bienestar, la “sociedad” pierde su importancia como he-
rramienta para pensar, organizar e intervenir la experiencia individual y co-
lectiva. En consecuencia, emerge una era postsocial en la que el control de
las poblaciones se lleva a cabo mediante nuevas formas de gubernamentali-
dad. Concretamente, mediante tecnologías del yo que operan en el interior
de nuestras relaciones de obligación mutua, en el interior de las comunidades
a las que pertenecemos.

Las comunidades son “esas redes de lealtad con las que uno mismo
se identifica existencial, tradicional, emocional o espontáneamente, en
apariencia, más allá y por encima de cualquier valoración calculada, ba-
sada en el propio interés” (Rose, 2007, p. 122). Todos estamos ligados a
diferentes comunidades por parentesco (como la familia), residencia (el
barrio), dificultades compartidas (grupos de pacientes, víctimas, afecta-
dos), afinidad moral (grupos religiosos, movimientos sociales, etc.) o
estilos de vida.

El gobierno mediante el autogobierno

Mucho del trabajo de Rose implementa el concepto de gubernamentalidad. Este se refie-


re a “las deliberaciones, las estrategias, las tácticas y los dispositivos utilizados por las
autoridades para crear y actuar sobre una población y sus componentes, de modo que
se asegure su bien y se evite su mal” (Rose, 2007, p. 113). El concepto aparece en los
trabajos que Foucault dedica a la genealogía del Estado y a la genealogía del sujeto, entre
finales de los setenta y principios de los ochenta. Para Foucault, la gubernamentalidad es
la conducción de la conducta, una acción que integra el gobierno de uno mismo y el go-
bierno de los demás (Lemke, 2002). Este concepto resalta cómo el autocontrol se incor-
pora en diferentes modalidades de ordenamiento político y/o económico; una idea que
ha sido aplicada en diversos estudios. Susan Pickard (2009), por ejemplo, lo utiliza para
examinar las tendencias actuales en la atención sanitaria a las personas mayores. Mode-
los como la “gestión del caso” buscan disminuir los tiempos de espera, mejorar el acceso
a la atención sanitaria y evitar las hospitalizaciones. Sus prácticas se basan en discursos
expertos que asocian la vejez con dependencia y esta, a su vez, con el riesgo. Una vez que
una persona mayor es clasificada como “en riesgo” pasa a encontrarse en una situación
abierta y permanente que requiere la vigilancia constante de posibles problemas de salud.
Dicha vigilancia no es solo realizada por los profesionales, sino también (y sobre todo)
por los sujetos en riesgo. De las personas mayores se espera que participen activamente
en el cuidado de sí mismas. En consecuencia, su atención sobre su salud se exacerba,
dejan de sentirse como personas saludables y experimentan una inseguridad constante.
Su dependencia de los profesionales –lejos de disminuir– aumenta (Pickard, 2009).
CC-BY-SA • PID_00220751 56  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

El concepto de comunidad no es nuevo; pero solo recientemente se ha vuel-


to gubernamental. Ahora, la comunidad es gestionada por los programas de
desarrollo comunitario, vigilada por la policía comunitaria, protegida por los
programas de seguridad comunitaria, etc. Pero de lo que se trata no es de go-
bernar las comunidades, sino de gobernar a través de ellas: instrumentalizar
nuestros compromisos particulares para llevar a cabo proyectos de regulación,
reforma o movilización colectiva. Por ejemplo, mientras que en la modalidad
“social” de gobierno la seguridad es algo que le corresponde garantizar al Es-
tado (mediante la seguridad social o las fuerzas policiales), en la era postsocial
es cada vez más frecuente que las personas protejan su propia seguridad y la de
los suyos a través de la contratación de seguros de salud o de vida, de planes
de pensiones y servicios de vigilancia privada. Dicha tendencia evidencia el
acento que la naciente gubernamentalidad pone en la responsabilidad de los
sujetos individuales.

En el contexto de la crisis de “lo social”, los sujetos son individuos que asu-
men su propio desarrollo y autogobierno. Su responsabilidad moral ya no es la
de los ciudadanos con respecto al Estado, sino la de personas comprometidas
consigo mismas y con los seres con quienes están asociadas. Existe una “ética
nueva del actor individualizado y autonomizado, cada uno de los cuales tiene
ataduras únicas, localizadas y específicas con [...] una comunidad moral parti-
cular” (Rose, 2007, p. 121). Las actuales políticas y programas de fomento del
empleo son un ejemplo de esta tendencia. Estos intervienen en el nivel de la
conducta de la persona en paro: consideran al parado como un buscador de
empleo y lo comprometen a asegurar su empleabilidad, a buscar activamente
trabajo y a evitar la caída en el desempleo (Rose, 2007). Por esta vía:

“... cada individuo es interpelado como un aliado del éxito económico a través del rease-
guro de que invierta en la gestión, presentación, promoción y realce de su capital econó-
mico, como una aptitud de sí y como proyecto para toda la vida” (p. 128).

El énfasis en el individuo como agente activo en su propio gobierno económi-


co está acompañado por nuevos discursos para la administración de las per-
sonas en el sector productivo. De lo que se trata es de desarrollar las compe-
tencias de la persona, su creatividad, su flexibilidad y competitividad, así co-
mo su espíritu empresarial. El sujeto deja entonces de ver el trabajo como una
obligación social para transformarlo en una apuesta por la autopromoción de
El�sujeto�contemporáneo�como
sus capacidades activas. Aquí confluyen las relaciones entre el gobierno de la emprendedor�de�su�propia�existencia.
Fuente: https://www.flickr.com/photos/
vida económica y las tecnologías del yo: la persona empieza a invertir en ella audiolucistore/

misma, a gestionar su proyecto de vida y a transformarse, de hecho, en un


emprendedor.

Los sujetos, en los órdenes postsociales, se ven enfrentados a la necesidad de


movilizar sus recursos de autoactualización, así como a asegurar y cultivar su
autonomía. Aquellos que no lo logran o no desean intentarlo quedan conde-
nados a la marginalidad. La nueva gubernamentalidad opera sobre prácticas
divisorias que distinguen entre afiliados y marginalizados. Los primeros son
aquellos individuos con los medios para llevar a cabo su papel de ciudadanos
CC-BY-SA • PID_00220751 57  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

activos en comunidades civilizadas y responsables. Los segundos son aquellos


que se muestran incapaces (por razones psicológicas o personales) para ges-
tionarse a sí mismos como sujetos, o quienes están afiliados a algún tipo de
anticomunidad. Los marginalizados son objeto de intervención por parte de
distintos expertos: profesionales de lo social (asistentes sociales, trabajadores
sociales, educadores sociales) que operan dentro de una gran variedad de ins-
tituciones privadas y cuasiprivadas. Entre tales instituciones –que de acuerdo
con Rose (2007) se dedican a “la gestión de la miseria y la desgracia” (p. 138)–
existen complejas relaciones de competencia, segmentación del mercado y ad-
ministración de sus servicios.

Una anticomunidad es aquella red de compromisos establecida entre


personas cuya moralidad, estilo o comportamiento resulta amenazante
para el orden político: criminales callejeros, estafadores, vagabundos,
etc. Las anticomunidades reúnen a “aquellos que podrían ser empren-
dedores, pero que intencionalmente rehúsan funcionar dentro de los
valores de la civilidad y autogestión responsable” (Rose, 2007, p. 136).

4.3.2. El complejo-psi y el complejo-neuro

Las personas marginalizadas por la lógica gubernamental postsocial no son


las únicas sometidas a la intervención de los expertos. Todos nosotros somos
constituidos a partir de nuestra adhesión a y nuestra puesta en práctica de dis-
tintos discursos especializados sobre la subjetividad. Tales discursos alcanzan
su apogeo en el siglo XX. De hecho, hay quienes defienden que desde entonces
vivimos en una “sociedad psiquiátrica” (Castel, Castel y Lovell, 1982) porque
diferentes formas de conocimiento académico de tipo psicológico han ganado
un importante espacio social y reconocimiento, ubicándose estratégicamente
en los juegos de saber-poder que nos definen y definen nuestro presente. Así,
distintas disciplinas y profesiones han empezado a fundamentar sus prácticas
en el saber sobre la subjetividad; entre ellas están la psiquiatría, la psicología,
el psicoanálisis, la psicoterapia, la enfermería psiquiátrica, la psicopedagogía,
etc. Nikolas Rose e investigadores como Jacques Donzelot (nacido en 1943) o
Robert Castel (1933-2013) han desarrollado la idea de que este conjunto de
disciplinas y profesiones forman parte de un mismo fenómeno: el comple-
jo-psi. Esto es así porque, aunque cada una de ellas tiene características muy
propias, sus acciones confluyen en un mismo esfuerzo por normalizar, estan-
darizar y esencializar nuestra vida psicológica y social (Rose, 1998).
CC-BY-SA • PID_00220751 58  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

El complejo-psi es un ensamblaje de diversos elementos (saberes, formas


de autoridad y técnicas) que instituyen la psicología como campo de ex-
perticia y hacen posible que el saber psicológico tenga efectos de poder
sobre nosotros. A través de la emergencia de este complejo disciplinar
se hace posible utilizar lo que se considera verdad sobre la subjetividad
para el gobierno de la persona y las poblaciones. Esto ocurre mediante
la articulación de la psicología con distintas actividades: la compren-
sión y el tratamiento de las “enfermedades mentales”, las concepciones
de normalidad y anormalidad, las técnicas de corrección de los “desvia-
dos”, los patrones de crianza y los métodos educativos, el diseño y la
publicidad, la gestión del comportamiento humano en el trabajo, etc.

La emergencia del complejo-psi no es solo un fenómeno académico. Ha trans-


formado nuestra cultura en una suerte de “cultura psicoanalítica” (Parker,
1997) en la que pensar sobre nosotros mismos como sujetos psicológicos es
moneda corriente. A través de revistas de divulgación, programas de televi-
sión, libros de autoayuda, etc., los discursos psicológicos han dado forma a la
manera que tenemos actualmente de entender nuestra subjetividad, nuestra
identidad, libertad, desarrollo, etc. Del complejo-psi proviene la idea de que
somos criaturas con mentes y con la capacidad de actuar racional y conscien-
temente sobre la base de nuestros estados y procesos psicológicos (a pesar de
que algunos de estos fenómenos operen inconscientemente). Se trata de una
forma de entender la subjetividad que resulta crucial para las sociedades libe-
rales avanzadas, en las que la autonomía, la responsabilidad y la conciencia
juegan un papel crucial.

En tiempos más recientes, el complejo-psi está viéndose acompañado (y quizá


desplazado) por otros dispositivos que descansan sobre el saber farmacológi-
co, genético y, sobre todo, neurológico (Rose y Abi-Rached, 2013). En 1920
se usa el prefijo neuro para referirse a un área emergente de la psiquiatría (la
neuropsiquiatría). Esta área se populariza en los cincuenta debido al desarrollo
de fármacos que actúan sobre la base biológica de los desórdenes mentales.
Con el tiempo, el prefijo neuro empieza a ser empleado en campos como la
neuroeducación, el neuromarketing, el neuroderecho, la neuroergonomía, la
neurofilosofía, etc. De esta manera, empieza a tomar forma lo que Rose y Abi-
Rached (2013) denominan el complejo�neurobiológico. Este dispositivo dis-
ciplinar opera con sus propios mecanismos de saber-poder. Por ejemplo, exhi-
be un gran énfasis en la previsión y la prevención de condiciones futuras; un
énfasis que se acompaña de prácticas de evaluación del riesgo y de interven-
ción precoz (en estados presintomáticos).
CC-BY-SA • PID_00220751 59  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

Para la década de los noventa, los avances en las neurociencias trascienden


la literatura especializada para alcanzar un mayor grado de difusión social. El
cerebro entra en la cultura popular y para muchas personas se vuelve induda-
ble que las neurociencias tienen mucho que decir sobre cómo podemos enten-
der, gestionar y tratar a los seres humanos. Este fenómeno está transformando
nuestras concepciones sobre nosotros mismos. Los procesos y estructuras psi-
cológicas han empezado a entenderse como manifestaciones de la actividad
cerebral. En este sentido, Rose (2003) llama la atención sobre nuestra transfor-
Las�neurociencias
mación en personas neuroquímicas (neurochemical selves). Las neurociencias: fuente de nuevos discursos
y prácticas sobre nuestra subjetividad. Fuente:
https://www.flickr.com/photos/lizhenry

Al hablar del yo�neuroquímico, Rose (2003) se refiere al hecho de que


pensamos en nosotros mismos y actuamos sobre nuestros pensamien-
tos, nuestro humor o nuestra conducta con atención al saber psicofar-
macológico. La psicofarmacología define muchas de nuestras experien-
cias y situaciones psicológicas a partir de evidencia científica sobre la
química neuronal. Esto tiene consecuencias, no solo en el tratamiento
de “enfermos mentales”, sino también en diferentes contextos de la vida
cotidiana (por ejemplo, en la intervención farmacológica sobre nuestro
estado de ánimo y nuestro desempeño académico, laboral, deportivo,
sexual, etc.).

El complejo-neuro también nos ofrece las herramientas necesarias para el desa-


rrollo de novedosas tecnologías�del�yo�neurobiológico. Debido a que la sub-
jetividad humana (en especial, la mente) se conceptualiza como un resultado
del funcionamiento neuronal, las tecnologías del yo empiezan a aplicarse so-
bre una base cerebral: su objetivo es que las personas se cuiden y transformen
a sí mismas mediante un proceso de toma de conciencia, control y reforma
de sus cerebros plásticos:

“Muchas, si no todas las reivindicaciones hechas por los productos neuro que aseguran
mejorar nuestras capacidades mentales mediante la estimulación cerebral no tienen base
en la investigación, sin embargo apelan a creencias culturales de larga data según las
cuales las capacidades mentales son como las capacidades físicas y pueden ser mejoradas
mediante el ejercicio, el entrenamiento y un control ascético sobre el cuerpo” (Rose y
Abi-Rached, 2013, p. 24, traducción propia).

Los estudios sobre el complejo-neuro y el complejo-psi nos hablan de la in-


fluencia de las instituciones (los establecimientos psiquiátricos, las empresas
farmacéuticas, los laboratorios de genética, los programas de educación cere-
bral, etc.) sobre nuestra subjetividad. Nos recuerdan que, en tanto que sujetos,
somos también instituciones: construcciones sociales que dependen en bue-
na medida de los discursos socialmente disponibles en un periodo dado de
la historia. Los autores que defienden la existencia de estos complejos institu-
cionales no nos dicen qué llegaremos a ser en el futuro, pero nos sugieren que
somos también fenómenos “plásticos”, que pueden modificarse a sí mismos a
través de determinadas tecnologías del yo.
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Resumen

En la primera parte de este módulo hemos afirmado que existen muchas ma-
neras de entender lo que son las instituciones. Sin embargo, nos hemos arries-
gado a proponer una definición de trabajo, como sigue: “proponemos enten-
der por institución aquellos aspectos culturales de orden normativo, estruc-
turado y propositivo que se expresan a través de formas recurrentes de orga-
nización de la acción social”. Se entiende así que el fenómeno institucional
tiene tanto una dimensión simbólica (cultural), como una dimensión social
(organizacional). Distintos autores pondrán el acento, de manera diferente, en
cada una de estas dimensiones, o en sus interrelaciones.

También hemos defendido que las instituciones son construcciones sociales


que tienen una historia y un desarrollo, al que llamamos institucionalización.
De este último proceso hemos resaltado tanto su naturaleza simbólica o cultu-
ral (la construcción social de la realidad con ayuda del lenguaje) como su ma-
nifestación organizacional (la evolución organizacional a través de prácticas
de formalización de la acción colectiva). En relación con el desarrollo de las
instituciones hemos recaído además sobre un devenir sociohistórico dialéctico
que se debate entre lo instituido y lo instituyente. De acuerdo con los autores
que han estudiado este devenir, las instituciones tienden a anquilosarse con el
tiempo; sin embargo, este hecho inaugura procesos de transformación radical
que desembocan en la aparición de instituciones renovadas.

La segunda parte del módulo nos muestra que existen dos perspectivas desde
las que es posible entender las instituciones: la macrosociología y la microso-
ciología. La macrosociología bebe de la sociología clásica y nos presenta una
idea teórica de la sociedad como una gran estructura o sistema compuesto por
distintas instituciones que contribuyen a la cohesión y el orden social. Los
macrosociólogos defienden que los individuos son simples receptores de las
características del sistema social, y no creadores o determinantes de este. Pa-
ra esta perspectiva sociológica, las instituciones se imponen a los individuos
como “hechos”, con independencia de la voluntad personal. Por otro lado, la
microsociología reconoce un papel más importante a los individuos, y sostie-
ne que todos participamos en la construcción de la realidad institucional. Los
microsociólogos se preocupan menos por desarrollar teorías sobre la sociedad,
y dedican su atención a entender cómo las personas utilizan el lenguaje y la
cognición para organizar la acción social cotidiana. Para los microsociólogos
las instituciones son constantemente creadas, organizadas, cuestionadas y re-
paradas durante nuestras interacciones.

Después de proponer una definición de institución, y de abordar dos puntos


de vista generales desde los cuales estudiarla, hemos centrado nuestra aten-
ción en un tipo concreto de institución. En la tercera parte del módulo, he-
CC-BY-SA • PID_00220751 61  Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...

mos estudiado aquellos establecimientos u organizaciones cuyo propósito es


la reclusión, reforma y transformación de sus miembros. A estas organizacio-
nes –cerradas, jerarquizadas y formales– las hemos denominado instituciones
totales e instituciones de secuestro. De ellas hemos resaltado su énfasis en el
aislamiento, el control y la reglamentación de todos los aspectos de la vida
de los internos, así como su lógica de poder-saber que opera mediante la vigi-
lancia y la corrección de la conducta. En la tercera parte del módulo también
hemos mencionado la reciente emergencia de nuevas formas institucionales
(las instituciones de reinvención y las extituciones) que anuncian el paso de
una sociedad disciplinaria a una sociedad de control.

En la tercera parte del módulo la subjetividad surge como un tema de primera


importancia en relación con el estudio de las instituciones. Así como la socie-
dad se crea y re-crea a sí misma a través de sus instituciones, también crea y
re-crea a sus miembros: instituye a las personas. En la última parte del módu-
lo nos hemos dedicado específicamente a este tema y hemos recapitulado lo
que distintas teorías (macro- y microsociológicas) tienen que decir sobre la re-
lación entre las instituciones y la individualidad. Hemos centrado la atención
en la mirada foucaultiana, trabajando sobre la noción de subjetivación. De
acuerdo con esta idea, la subjetividad es el resultado de nuestra apropiación de
discursos disponibles para definir (y constituir) determinados “sujetos” en un
periodo histórico dado. Tal como hemos visto, la subjetivación puede ocurrir
debido a las relaciones de poder-saber que establecen las instituciones con las
personas, así como debido a un conjunto de prácticas que las personas ejercen
sobre sí mismas (las tecnologías del yo). Adicionalmente, hemos subrayado
que, en la actualidad, los discursos y prácticas que definen la subjetividad es-
tán articulados con nuevas formas de gubernamentalidad. Estas instrumenta-
lizan nuestras relaciones de lealtad comunitaria y movilizan innovadoras tec-
nologías del yo para el control poblacional mediante el autogobierno. En es-
ta reciente tendencia, el conocimiento psicológico y las neurociencias vienen
aportando discursos expertos que definen –e instituyen– sujetos autónomos,
responsables y capaces de cuidar de sí mismos y de sus seres más cercanos.
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Actividades
Para finalizar este módulo os proponemos algunas actividades de reflexión que os permitirán
relacionar los contenidos expuestos con la vida cotidiana. Para cada una de las actividades
propuestas, procurad exponer clara y abiertamente vuestros argumentos y opiniones, funda-
mentándolos en conceptos vistos en el módulo.

1. Con una cámara fotográfica, o con vuestro teléfono móvil, capturad tres imágenes que a
vuestro juicio representen instituciones sociales. Describid el contenido de las imágenes y
responded a las siguientes preguntas:

• ¿Qué tipo de institución aparece en las fotografías?


• ¿Qué dimensión del fenómeno institucional (estructura social o estructura cultural) se
aprecia con más claridad? Justificad vuestra respuesta.
• ¿Qué actividades aparecen en la fotografía que se encuentren socialmente tipificadas?
• Las imágenes, ¿representan una acción instituida o una acción instituyente? Justificad
vuestra respuesta.

2. Buscad en un periódico de vuestra elección dos noticias que presenten ejemplos de ins-
tituciones sociales. Una de las noticias debe referirse claramente a una o varias institucio-
nes entendidas desde un punto de vista macrosociológico. La otra debe incluir uno o varios
ejemplos de instituciones sociales en un sentido microsociológico. A continuación:

• Indicad qué instituciones habéis identificado en cada noticia.


• Argumentad por qué creéis que en las noticias las instituciones mencionadas se prestan
al análisis macrosociológico o al estudio microsociológico, respectivamente.
• ¿En qué se diferencian las instituciones identificadas en las dos noticias? ¿En qué se pa-
recen?

3. Observad una película cuyo argumento se desarrolle en el interior de una institución total
o de secuestro. Identificad en la historia por lo menos tres de los siguientes fenómenos y
justificad vuestra respuesta:

• La carrera moral de un interno.


• Los rituales de mortificación del yo.
• Las adaptaciones primarias y/o secundarias.
• El panoptismo.
• Las prácticas disciplinarias.
• Las prácticas de libertad.
• Las instituciones de reinvención.
• Las extituciones.

4. Buscad en internet un programa o campaña que fomente una de las siguientes cuestiones:
a) el emprendimiento, b) el empoderamiento comunitario, o c) el autocuidado en salud. Con
la información que podáis recabar, responded a las siguientes preguntas:

• ¿Cuál es el papel que desempeña el individuo en las actividades propuestas por el pro-
grama o la campaña? ¿Cuál es su aportación al bien común?
• ¿La persona debe llevar a cabo algún tipo de actividad sobre sí misma y sus redes comu-
nitarias? ¿Cuáles son dichas actividades? ¿Podríamos decir que son tecnologías del yo?
Justificad vuestra respuesta.
• ¿Qué discursos expertos se utilizan para definir a la persona? ¿Son discursos psicológicos,
neurológicos o de otro tipo? Ejemplificad vuestra respuesta con extractos que representen
los discursos expertos que encontréis.
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