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Retiro de día 16/6/12

Madonna delle grazie


2º Meditación: la caridad

Nosotros como sociedad formamos lo que comúnmente llamamos


comunidad religiosa. Y como comunidad religiosa debemos tener un fin común
que es el bien común propio de esta sociedad en particular. Distinto y superior
al de la sociedad civil.
Este fin podemos decir que es doble uno tiene que ser el del Instituto, el
fin de la vida religiosa nuestra que es doble universal y específico.
Pero también cada comunidad tiene que tener un bien común propio de
esa comunidad que no puede ser otro que el de la caridad fraterna vivida en
común: la fraternidad. Santo Tomás llega a decir que “la perfección de la
caridad misma es el fin de la vida religiosa” (II-II,186,2).
Este es al que me quiero referir propiamente. Implica una doble caridad
la caridad de la comunidad y la caridad de sus miembros.
¿Es mayor la caridad de la comunidad que la de un miembro? Sí, porque
donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos
(Mt 18,20). Porque la caridad no puede estar en uno sino que tiene que estar
en muchos. Porque además la caridad de uno aumenta la caridad del otro.
Entonces es un bien para mí vivir la caridad, es lo que me une con Dios,
virtud más perfecta, etc. Pero también es un bien para mí el vivir en una
comunidad que reine la caridad, porque ese es el bien común al cual
tendemos, para el cual yo tengo que aportar mi caridad personal y todos
aquellos actos de las otras virtudes que ayuden a que los demás practiquen la
caridad, que quizás muchas veces excedan mi caridad y que la pongan a
prueba y me hagan hacer actos que sobrepasen mi caridad, pero que con la
gracia de Dios puedo llegar a hacer.
Entonces no basta con amar a los miembros de la comunidad como yo
amo a un prójimo cualquiera que ni conozco, ni siquiera con la caridad con la
que amo a una persona que le hago un favor. Tenemos que tender a amarnos
como hermanos, de ahí fraterna. Eso implica un esfuerzo, porque a esa
persona yo tengo que hacer una entrega amorosa por más que no quiera.
la amistad entre los miembros de la comunidad es como un escalón para
alcanzar la unión con Dios, de tal modo que de amigo de los hombres,
subamos a ser amigos de Dios. Así podemos decir que la amistad da frutos de
eternidad. Un santo decía parafraseando a san Juan “el que permanece en la
amistad, en Dios permanece y Dios en él”.
¿Por qué esto? Porque si una persona se une con otra por medio de la
amistad de Cristo, llegan a ser entre los amigos un solo corazón y una sola
alma y si asciende por esta amistad a la amistad con Cristo se hace un solo
espíritu con Cristo.
Cicerón cuando habla de la amistad, describe algunos elementos que
son muy interesantes para lo que él llama el cultivo de la amistad: “ante todo
hay que prevenirse de la suspicacia, veneno de la amistad, para que nunca
pensemos mal del amigo, no creamos las cosas malas que nos cuenten ni nos
prestemos a escucharlas. Añadamos a esto la amabilidad en el hablar, la
alegría en el rostro, la suavidad en las costumbres, la mirada serena en los
ojos. Todo esto es buen condimento de la amistad” (San Bernardo, Spec. I,
34).
Pero sobre todo dice él “es propio de la amistad igualar el superior con
el inferior”. Y lo aplica a las amistades que buscan el provecho: las riquezas,
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los honores, las dignidades que nos puede dar una amistad, lo que busca el
mundo en una amistad.
De esto tenemos que tener cuidado porque se puede mezclar entre
nosotros.
Pero algo que se sigue de esto es el no preferirnos a nosotros mismos a
un amigo, también eso entra en el igualar el superior con el inferior. Preferirse
a los demás, eso es signo de falsa amistad y quizá un poco más tapado que lo
otro y por eso es más fácil que caigamos en eso.
Quizá un gran ejemplo de no preferirse al amigo es la amistad de
Jonatán con David. No atendió a su condición, al deseo de poder, se adecuó al
servidor y lo prefirió a sí mismo. Y cuando David tuvo que huir de Saúl: tú
serás el rey y yo tu segundo (1 Sam 23,17).
Y cuando el padre se enoja y mueve a todo Israel contra David, mata a
los sacerdotes por sospecha y busca por todas partes armado como si fuese un
malhechor. Todos se ofrecen para colaborar en la causa de Saúl. Y en cambio
Jonatán, el único que podría tener envidia quizá en justicia, es el único que se
resiste a Saúl y se pone a disposición de David y le dice tú serás el rey y yo tu
segundo.
Y a pesar de que lo instiga contra David y lo amenaza y le toca su
orgullo hablándole de vergüenza, de despojo y de privación de honores,
porque no había descubierto a David. Jonatán no duda de enfrentarse a su
padre: ¿cuál es el motivo por el que debe morir David? ¿En qué pecó? ¿Qué
hizo? E incluso le recordó que había vencido a Goliat y la alegría que le
provocó.
Y Saúl se enoja, lo quiere matar, y lo insulta: hijo de ramera, sé que
amas a David para tu vergüenza y para vergüenza de tu ignominiosa madre.
Como para incitarlo a la ambición, la envidia, los celos y le termina diciendo:
mientras viva el hijo de Jesé, no tendrá estabilidad tu reino.
Jonatán despreció todo eso, y olvidando todo eso prefirió la amistad: tú
serás el rey y yo tu segundo.
Esta es la verdadera amistad, sobre todo que no se fija en sí mismo, en
sus necesidades. Preferir al amigo antes que a uno mismo.
Y en esto se da un doble desvío aquellos que pretenden no tener afectos
de tal modo que se mueven como almas sin cuerpo, o aquellos que no se
desapegan y están llenos de afectos. Es decir debemos tener afectos pero
ordenados de tal modo que sólo nos apeguen a Dios.
Para esto es necesario pasar por muchas pruebas, morir como el grano
de trigo que cae en la tierra para luego si poder entregar el corazón sin temor.
Santa Teresa después que pasó largas y terribles pruebas Dios le devolvió
todos sus antiguos afectos, incluso más ahora habían cobrado más fuerza, más
ternura, pero ya no tenían peligro para ella.
Debemos lograr la “perfección humana que brilla en el Hijo de Dios y se
transparente con singular eficacia en sus actitudes hacia los demás” (PDV,
43). “Hay que tener capacidad para relacionarse con los demás, no ser
arrogante ni polémico, sincero en sus palabras y en su corazón, prudente y
discreto, generoso y disponible para el servicio, capaz de ofrecerse
personalmente y de suscitar en todos relaciones leales y fraternas, dispuesto a
comprender, perdonar y consolar . Hay que ser de gran madurez afectiva ya
que «no se puede vivir sin amor» , y de una educación a la sexualidad tal que
favorezca la estima y el amor a la castidad, sabiendo incluir dentro de las
relaciones humanas serena amistad y profunda fraternidad, y sobre todo un
gran amor, vivo y personal, a Jesucristo. Cuando falta esto, es imposible
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formar comunidad, asimismo, cuando hay graves falencias humanas y no se
ponen los medios para salir de ellas” [134]. Es decir debe haber verdadera
comunicación entre todos los miembros de la comunidad.
En este contexto podemos entender quizás mejor el por qué la vida
religiosa es fecunda cuando hay una verdadera fraternidad entre los
miembros del Instituto o comunidad: “toda la fecundidad de la vida religiosa
depende de la calidad de la vida fraterna en común” (JP II). La razón es doble
una ad intra y otra ad extra.
Ad intra porque la fecundidad de una persona depende de la entrega
que haga. La cruz de Cristo es infinitamente fecunda porque hay una entrega
infinita el VE. Y la entrega viene dada por la caridad, la entrega no es más que
un aspecto del amor, ej. matrimonio. Cualquier amor que no tenga en la base
la entrega no es amor verdadero y por tanto no es un amor fecundo. Nunca va
a poder producir el amor a Dios en el prójimo.
Ad extra porque justamente viene directamente enseñado por NS, la
señal por la que nos van a reconocer como cristianos es la caridad en esto
conocerán todos que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros
(Jn13,35) y más concretamente para que el mundo crea tenemos que vivir
juntos (en el sentido de unidos) que ellos también sean uno en nosotros, para
que el mundo crea que tú me has enviado (Jn 17,21).
La comunión fraterna por sí sola es apostolado y por eso hay que tener
mucho cuidado de no dar mal ejemplo en esto, porque las faltas de caridad
pueden ser vistas, porque las faltas de caridad en el pensamiento pueden
aflorar cuando hablo con una persona (obviamente cuidarme de no contar las
faltas de caridad que la comunidad tiene para conmigo).
Pero este bien común se consigue con el crecimiento en caridad de cada
uno de nosotros. No se puede construir la vida fraterna en común sin la
caridad, de ahí que se fomentan actividades conjuntas incluso en la vida
contemplativa como la recreación, oración, refección (por más que sea en
silencio), etc.
Por eso es que una falta de caridad influye en toda la comunidad o una
falta interna influye en los demás (porque disminuyo en mi caridad).
También es importante tener en cuenta que la oración es un medio para
poder vivir bien la vida fraterna. Por eso la oración en común es el medio
sobrenatural que tenemos para el crecimiento de la vida fraterna en común.
“Sobre todo, se funda la comunidad en una vida espiritual intensa” [136]
Porque de la oración principalmente surge nuestra caridad y de la caridad la
vida fraterna. Por eso en una comunidad que no se vive bien la vida fraterna
en común puede ser por causa de que se esté rezando mal o no se esté
rezando. Y lo mismo en particular cada uno.

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