Sei sulla pagina 1di 5

En la siguiente intervención hare referencia dos puntos, el primero que podemos denominar

“no somos hegemónicos”, donde hare referirme al proceso de paz en su etapa de


implementación, especialmente para entenderlo como una etapa histórica en la cual no somos
una hegemonía y por lo cual no debemos actuar como tal, sino de acuerdo a nuestras
proporciones, no podemos pretender cambiar la historia, si aún no hemos podido volvernos
sujeto histórico. El segundo punto, al cual creo conveniente denominar como marco de
apertura, hablo de los tipos de unidad y de los elementos a tener en cuenta para poderla
realizar. El primer punto no puede estar desprendido del segundo y el segundo solo tiene
sentido en la medida que el primero le preste las bases para poderse desarrollarse.

No somos hegemónicos.

No cabe duda que el proceso de paz es un hecho histórico y que nuestra participación en la
concreción de él debe ser activa. Sé que todos tenemos opiniones distintas sobre como
colaborar, pero es mejor que surjan ese tipo de diferencias, a tener que lidiar con discrepancias
que consideran que el proceso de paz no soluciona nada y es más una pérdida de tiempo.
Quienes piensan así no se da cuenta de la importancia que tal acontecimiento tiene, no
comprenden las grandes posibilidades que se abren para el pueblo colombiano, especialmente
para ampliar los procesos democráticos y reducir al mínimo a un sector de la oligarquía que
siempre se atravesó ante cualquier posibilidad de cambio.

Creo que el problema más complejo que actualmente tenemos no es tanto el incumplimiento
en la implementación, sino la imposibilidad de poner en primer plano de las discusiones los
temas de la implementación. Con esto no se desconoce la constante presencia del tema en los
medios, ni tampoco las discusiones académicas y políticas en lo público que se sucinta, por el
contrario, han abundado y son muy lucidas, el asunto está en la perdida, poco apoco, de
capacidad de reorientar la opinión hacia aquello que es crucial para el país, como el saber que
la firma del acuerdo no garantiza nada, porque es su implementación lo que hace real lo
acordado. La gente en, general, cree que hasta el momento ya se logro la paz y no comprende
que aún el fuego del conflicto armado está vivo. No se da cuenta que aún siguen apareciendo
muertos, y no son causados por la guerrilla, sino por eso que el gobierno se niega a reconocer,
los paramilitares. De la misma forma, sigue hablándose de la Justicia Especial para la Paz, pero
bajo una compresión sesgada que termina generando rechazo sobre la población y así sucede
con otros puntos y temas del acuerdo. El estímulo de una opinión publica limitada, sesgada,
hace sencillo la despreocupación por los temas de la implementación. Probablemente hace
falta acudir a otras formas de impactar.

Digo que se está perdiendo la capacidad de reorientación de la opinión y las discusiones por
dos factores que son externos a nosotros los comunistas y comunes entre los que nos
consideramos de izquierda. El primero es el oportunismo, que aprovechó el momento, donde
la discusión de la importancia de los acuerdos estaba vivía y álgida para colgarse del tema y
hacerse ver como amiga de la paz, pero cuando ya el cometido de la firma estaba cumplido y la
situación política en temas electores es insegura, decide levantar la bandera de otro tema y
negar la posibilidad de abrirle espacio a la implementación porque para ellos ese problema ya
esta saldado. En otras palabras, gano pantalla. Es verdad que no se puede tener control sobre
la opinión de la gente, la izquierda, más aún los comunistas, no tienen los medios para crear
estados de opinión, sin embargo, es posible saber que temas son álgidos y entrar al debate
para redireccionarlo. Y con ingresar a los debates, no me refiero a interrumpirlos para imponer
el nuestro, sino para poder captarlos y saber relacionar con los de nuestro interés.

El segundo problema, que aún sigue siendo externo para los comunistas, pero que nos
involucra, es que no somos hegemonía, pero que creemos que lo somos. ¿Qué significa esto?
Que deseamos cambiar el mundo, llevar a cabo un país más democrático y acabar con la
violencia, desconociendo la lógica imperante del sistema, a pesar de que la conocemos muy
bien y lanzamos nuestras premisas y visiones con un ideal Kantiano, de imperativo categórico,
para tratar de convencer al mundo sabiendo que muchos de los que nos escuchan, ni siquiera
van a entender, y no lo harán no porque sean incapaces o porque no tengan la preparación
cultural, política y universitaria para ello, sino porque los comunistas, como decía Nicolás
Buenaventura, en ocasiones parece que habláramos otro idioma. Es verdad, queremos otro
país, deseamos otro país, otro mundo, pero para hacer comprensible lo que deseamos
debemos ser capaces de hacer que los otros lo vean, sin esperar que piensen como nosotros.

Así, por ejemplo, podemos luchar y discutir hasta el cansancio con quienes creen que el
problema de la paz hoy ya no es importante, porque consideran que lo principal es la
corrupción. De nada servirá tal discusión, a pesar de que logremos ganar todos los debates,
pues ellos están al lado de una lógica sistémica que con todos sus aparatos y medios puede
poner en primer plano el tema que sea. Para este caso será mejor apropiarse del tema, del de
la corrupción, y hacer ver como el conflicto tiene una relación enorme con la corrupción, ello
implicara valerse de una creatividad inusitada, tal como lo sugería Yesid Arteta en una de sus
columnas en la revista semana. Esto puede sonar tan solo a un cambio del discurso, sin
embargo, es también un cambio de la estética, de pensar y repensar como deben presentarse
las ideas, los pensamientos y los deseos de los comunistas. Sé que para mucha gente esto
suena a dejar de ser frentero a renunciar al discurso abierto, pero en ocasiones el discurso y la
manera como nos presentamos hace que seamos aceptados o rechazados, dinámica de la cual
no podemos estar ajenos, querámoslo o no tenemos que hacer parte de ella y aunque
quisiéramos imponer la nuestra, cambiar la realidad para alcanzar otra mejor, es necesario
saberse mover dentro de esas lógicas ya impuestas sin dejar de denunciarlas. En eso consistiría
la verdadera creatividad.

No podemos renunciar a nuestros principios, porque son nuestro norte, pero no por ello el
capitalista va a renunciar los suyos. Sin embargo, él tiene la ventaja de que lo suyos son
hegemónicos, por eso en ocasiones el discurso de la izquierda y especialmente el de los
comunistas, termina siendo incomprendido o poco realista. Creo que, teniendo en cuenta que
la izquierda no es hegemónica, no podemos actuar como si lo fuéramos y más aún, como si el
sujeto histórico fuera solo de izquierda o comunista. Una equivocación que surge de no
reconocer nuestras debilidades es creer que podemos influir en una constituyente.

Si realmente se quiere llegar a ser, en algún tiempo futuro, hegemónico, es necesario tener en
cuenta para este caso el concepto de traductibilidad de Gramsci, que hace referencia a una
apropiación de los conceptos burgueses, para darles vuelta y llenarlos de contenido
revolucionario. El ejemplo más claro y contemporáneo de esto fue Hugo Chávez, quien pudo
ser marxista y cristiano a la vez, sin que ello implique una contradicción teórica de principios,
pues fue capaz de traducir esos conceptos a las necesidades históricas del pueblo, depurando
lo que necesitaba y dejando lo que tenia, siendo así coherente y creativo a la vez.

Esa capacidad de armonizar con otros sectores, feministas, LGTBI, campesinos, desclasados,
afrodescendientes y partidos políticos, enriquecerá el horizonte de comprensión del mundo
que tienen los comunistas, horizonte que no es de límites indefinidos, puesto que habrá
asuntos y sectores en los cuales el límite lo da la esencia de los otros sectores. Así, por ejemplo,
puede interactuarse con los verdes y liberales, para enriquecer el tema de corrupción poniendo
en primer plano la necesidad de los acuerdos, pero no será posible con sectores fascistas
quienes para afirmarse niegan la existencia del otro y tienen concepciones en esencia
opuestas. Puede, incluso, coincidirse separadamente en temas con la derecha radical, cada
quien, por su lado, pero la aproximación a ellos para enriquecerse, articularse y ampliar el
horizonte de visión es imposible.

En ese sentido, las articulaciones que se hagan debe llevarnos a consolidar la idea de un
gobierno de transición para garantizar que lo pactado en la Habana no muera. Como lo
sostienen las tesis de discusión para el 22 congreso, esa debe ser una apuesta, pero una
apuesta en donde lo mas inmediato nos permita unirnos, nos permita llegar a amplios
sectores. Probablemente si ligamos el gobierno de transición a la paz y las garantías
democráticas, poco diga eso sobre los asuntos del diario vivir, la señora que compra en la
tienda o del señor que paga pensión mostrara nulo interés a algo que le suena extraño, pero si
visibilizamos las dificultades cotidianas a la necesidad de la implementación, es posible que se
logre incrementar la base social sobre la cual sostener la bandera transitoria.

En conclusión, sobre este primer punto, puede decirse que el momento histórico es favorable,
pero mientras la realidad va corriendo, nosotros vamos caminando, porque no somos
hegemónicos, pretendemos serlo y para ello es necesario ser creativos, ampliar nuestro
horizonte de comprensión e incluso, saber negarnos nosotros mismos para poder construir
hegemonía. La implementación de los acuerdos es fundamental para gran parte de la
izquierda y para los comunistas, pero no podemos defenderlos solos hay que atraer a más
sectores y eso solo lo podemos hacer mostrándole la pertenencia del acuerdo con sus
intereses.

Marco de apertura.

En el punto anterior hice referencia a los comunistas y la relación con la izquierda, en lo que
sigue de este segundo punto me referiré tan solo a los comunistas, a quienes estamos adscritos
a la juventud comunista y al partido. Hablaré sobre el proceso de construcción de la identidad
comunista o de aquello que se ha dado en llamar “la Unidad entre comunistas”.

Para comprender lo que es la unidad entre comunistas parto definiendo a la izquierda como un
amplio espacio diverso, donde confluyen varios sectores de la sociedad cuya finalidad puede
ser una sociedad distinta pero que no sea capitalista, sino socialista o tan solo más justa. Por
ello Cuando se habla de unidad de la izquierda, ahí caben todos aquellos que demandan
exigencias reivindicativas, que quieren una sociedad distinta no capitalista pero no
precisamente comunista o aquellos que se sienten simplemente excluidos por el sistema, pero
no quieren trascenderlo. Por el contrario, cuando se dice comunistas, se hace referencia a
quienes desea una sociedad sin clases sociales, sin propiedad privada, pero colectiva, sin
ningún tipo de explotación y con los medios adecuados para el desarrollo de las
potencialidades del ser humano. Como ese tipo de sociedad no se alcanza de manera
inmediata y no es fácil llegar a ella, se requiere la interpretación de la dinámica social del
sistema, de las circunstancias y de las correlaciones de fuerza actuales y a futuro para poder ir
construyéndola poco a poco. Los desacuerdos sobre las vías para llegar a esa sociedad son, por
ahora, las diferencias más visibles entre los comunistas. Así entones, cuando hablamos sobre
unidad entre los comunistas estamos hablando de llegar a un acuerdo respecto de cómo
organizarse, de cómo actuar y de cuáles deben ser las prioridades de la acción.

Así visto, el tema de la identidad comunista o la unión entre comunistas, no parece tan
complejo, no obstante, cuando pensamos sobre el tipo de organización que se busca para dar
la lucha ante el sistema, vemos que algunos consideran que lo más coherente con el momento
son los principios marxistas leninistas cuya mejor manifestación esta en un partido, como lo es
el comunista o como lo es el comunista clandestino. Otros creerán que Marx y Lenin, alejados
de una óptica ortodoxa, y ajustados a la realidad actual, son compatibles con un movimiento
social más que con un partido. Así mismo, quienes creen que es bueno mantener una postura
extremadamente rígida y disciplinada para poder acelerar el paso, se inclinan por agregar a
Stalin al panorama Marx, Lenin. Y así sucesivamente, los cuadros de los autores comunistas
pueden barajarse ampliamente.

En lo que a mí respecta, me adhiero a las palabras del profesor Sergio de Zubiria, quien en una
entrevista publicada en la revista Arcadia, por Ana Gutiérrez, afirmara que: El comunismo del
siglo XXI no puede tener como referentes tan solo a Marx y a Lenin. tiene que recuperar la
tradición indígena, trabajar el pensamiento de los socialismos precolombinos, se podría decir
que no imite y copie la receta soviética. Esto implicaría, revisar los principios que nos orientan
sin que ellos se salgan del marco de los autores comunistas. O mejor, darle una interpretación
distinta a los principios que nos orientan, con la finalidad de poder construir un partido que se
adapte a las circunstancias históricas, donde puedan confluir todos los comunistas y le permita
articularse con los otros sectores de izquierda.

Igualmente, algo que no es un principio, pero hace parte de una aceptación general fruto de la
teoría heredada de la escuela rusa, es la noción de vanguardia. El creer que el partido es la luz
general para los demás movimientos. Cuando se asume la postura de vanguardia se cree haber
tenido la razón siempre y cuando la casualidad de un momento histórico parece darle la razón
al partido, porque a otros movimientos o partidos comunistas las circunstancias le son
desfavorables, se refuerza esa creencia. Es probable que dicha favorabilidad de la historia se
haya dado por la correcta interpretación y apropiación de la teoría, pero eso sería imposible de
probar porque habría que valorar, tras un proceso complejo de comparación, qué partido o
movimiento hasta ahora ha tenido menos desaciertos.

Por otro lado, la noción de vanguardia cierra las posibilidades de articulación con sectores de la
izquierda, porque termina instrumentalizándolos y el campo de visión comunista no se amplía
lo suficiente como para comprender sus dinámicas. Así, por ejemplo, es cierto que los
comunistas pueden articularse con los sectores LGTBI, Feministas, Indigenistas, ecologistas y
Afrodescendientes, pero no se ha dado hasta ahora un enriquecimiento de la visión comunistas
sobre como las demandas de esos sectores son incorporadas más allá de lo inmediato, no han
sido los comunistas capaces de dejarse afectar por esos sectores.

El desprendimiento de esa pretensión de ser la cabeza del tren revolucionario, debe contribuir
a la unidad tanto con la izquierda, como a la construcción de la identidad comunista. De la
primera ya se dijo que debe ser amplia pero no total. De la segunda podremos decir que debe
ser totalmente amplia, porque “La unidad no es un estado petrificado ni tampoco un fin en sí
mismo, es un proceso de construcción incompleto, complejo pero perfectible”. En otras
palabras, si es necesario destruir la estructura que nos sostiene, lo hacemos, siempre y cuando
ello sea para construir una mejor en la que estemos todos los comunistas.

Con esto termino la reflexión sobre el segundo punto. Y doy fin a toda mi intervención.

Potrebbero piacerti anche