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La biografía de Adolf Hitler no puede entenderse sin conocer los años que pasó en Viena.
Los difíciles años de vagabundo, pintor y mendigo formaron el carácter, las ideas y la
voluntad de uno de los personajes más importantes del siglo XX.
Se ha especulado mucho sobre los años que pasó Adolf Hitler en Viena y Munich. La
mayoría de sus biógrafos han pasado por alto esta etapa de su vida o se han limitado a
reproducir los comentarios de Mein Kampf y algunos testimonios sueltos de personas que
le trataron en aquel periodo. Pero, ¿Qué influencia tuvo aquel periodo en su formación
política? ¿Fueron estos años determinantes para crear en él los prejuicios antisemitas y su
idea de raza? ¿Tuvo Hitler algún tipo de tutor? ¿Perteneció a algún grupo o sociedad
secreta?
A comienzos del siglo XX Viena era mucho más que la capital del Imperio austrohúngaro.
La ciudad vivía uno de sus mejores momentos económicos y culturales. Los Habsburgo
reinaban sobre el mayor imperio europeo y su capital constituía el centro cultural,
económico y científico que vertebraba a un gran número de razas y pueblos. A pesar de
todo, la vetusta ciudad que conoció el joven Hitler, era una urbe meramente alemana.
En los cafés vieneses se construía el pensamiento, el arte y la ciencia del incipiente siglo
XX. En las mesas del café Griensteidl, escritores como Arthur Schnitzler o Hugo von
Hofmannsthal discutían sobre las últimas ideas filosóficas con personajes como Theodor
Herzl, padre del sionismo moderno. Sigmund Freud sorprendía con sus innovadoras teorías
sobre el subconsciente y su famoso método psicoanalista. La influencia de los judíos se
podía ver en cada área de la sociedad vienesa. En la ciudad había una de las mayores
comunidades judías de Europa, con casi 150.000 miembros. Frente a este grupo de
escritores de carácter cosmopolita, algunos pensadores y políticos austriacos defendían las
ideas más aberrantes sobre las razas y el odio visceral hacia los judíos. Uno de los
pensadores antisemitas era Otto Weininger, de origen judío, pero con un odio visceral hacia
su pueblo, sorprendió a los intelectuales austriacos con sus escritos antisemitas y
misóginos.
Las ideas antisemitas infectaban la política de la Viena que piso Hitler en 1907. Políticos
como Georg Ritter von Schönerer y Karl Lueger adoptaron en sus programas la lucha
antisemita y la vuelta a la pureza racial. El ambiente político y social comenzaba a
enrarecerse con todo tipo de periódicos y grupos racistas que pretendían aplicar las teorías
darwinianas hasta sus últimas consecuencias. En este ambiente surgieron numerosas
organizaciones que pretendían devolver la pureza a la raza aria.
En 1905 fue fundada la Sociedad Alemana para la Higiene Racial, y en 1907 la Sociedad de
Enseñanza Eugenésica de Inglaterra. En los Estados Unidos y en Francia se crearon
sociedades similares. En el terreno científico las ideas de superioridad e inferioridad de las
razas triunfaban. Francis Gakton, primo de Charles Darwin, publicó un artículo en el
Journal of Sociology, en el que defendía que las razas eran humanas podían estudiarse
medir su supuesta superioridad o inferioridad racial. El Darwinismo Social comenzó a
gestar una interpretación extrema de las teorías evolutivas y las aplicó a la sociología,
dando la coartada perfecta para justificar científicamente el racismo y el exterminio de
pueblos enteros.
Dos años después, en 1905, Clara había enviudado y la familia dejó la granja en la que
habían vivido en los últimos años para trasladarse a la próxima ciudad de Linz. Allí Adolf
fracasó en sus estudios y en 1907, con la ayuda de su madre, viajó a Viena con la intención
de entrar en la Academia de Bellas Artes. Adolf había conocido la ciudad unos meses antes,
en el verano de 1906, cuando había recorrido los museos y la opera de la ciudad, como un
turista más. Ahora su intención era quedarse y convertirse en pintor de renombre. En
octubre de 1907 fracasó en su primer intento de ingresar en la Academia y los
examinadores le aconsejaron que probara fortuna en la Academia de Arquitectura.
Adolf no era un muchacho que se desanimase con facilidad. Convenció a su amigo August
Kubizek para que viviera con él en Viena y así compartir gastos y sueños hasta conseguir
convertirse el uno en pintor y el otro en músico.
Clara enfermó gravemente y pidió a su hijo en numerosas ocasiones que regresara para
verla, pero Adolf estaba muy ocupado descubriendo una de las ciudades más bellas y
cosmopolitas de Europa y sólo volvió a su casa para asistir a las últimas horas de su madre
y al funeral. Arregló los papeles de la herencia en Linz y regresó a Viena en febrero de
1908.
Los dos jóvenes soñadores vivían en una pequeña habitación en la calle Stumpergasse,
cerca de la Estación Oeste y, mientras August practicaba con sus instrumentos, Adolf se
dedicaba a visitar las bibliotecas públicas y a esbozar fantásticas remodelaciones de Linz y
de Viena. Los dos estudiantes eran aficionados a la opera y veían casi todos los estrenos.
Adolf y su amigo se atrevieron a componer una opera juntos titulada Wieland el forjador.
En julio de 1908 August abandonó Viena para pasar el verano con su familia y Adolf se
quedó en la ciudad.
Cuando August regresó en octubre a la ciudad, Adolf había desaparecido sin dejar rastro.
Algunos biógrafos justifican esta desaparición como un intento de evitar las preguntas de su
amigo, al enterarse de su segundo fracaso en el intento de ingresar en la Academia de
Bellas Artes, aunque con casi total seguridad, Adolf huía de sus deudas y del servicio
militar austriaco.
La pista de Adolf Hitler se pierde durante cuatro años, desde 1909 a 1913. En su libro Mi
Lucha, apenas los resume con estas palabras: Cinco largos años en cuyo transcurso trabajé
primero como peón y luego como pequeño pintor, para ganar el miserable sustento diario,
tan verdaderamente miserable que nunca alcanzaba a mitigar el hambre; el hambre, mi más
fiel guardián que casi nunca me abandonaba, compartiendo conmigo inexorable todas las
circunstancias de mi vida. Si compraba un libro, exigía su tributo; adquirir una entrada para
la ópera, significaba también días de privación. ¡Qué constante era la lucha con tan
despiadado compañero! Sin embargo, en ese tiempo aprendí más que en cualquier otra
época de mi vida. Además de mi trabajo y de las raras visitas a la ópera, realizadas a costa
del sacrificio del estómago, mi único placer lo constituía la lectura. Mis libros me
deleitaban. Leía mucho y concienzudamente en todas mis horas de descanso. Así pude en
pocos años cimentar los fundamentos de una preparación intelectual de la cual hoy mismo
me sirvo. Pero hay algo más que todo eso: En aquellos tiempos me formé un concepto del
mundo, concepto que constituyó la base granítica de mi proceder de esa época. A mis
experiencias y conocimientos adquiridos entonces, poco tuve que añadir después; nada fue
necesario modificar.
La importancia que Adolf Hitler da a esta etapa de su vida contrasta con la poca
información que facilita sobre ella. ¿Qué leyó Adolf Hitler en aquellos años? ¿Tuvo
amigos? ¿Perteneció a algún grupo o se limitó a ser un paria más en la dura y despiadada
Viena de principios del siglo XX?
Los años oscuros de Hitler
A pesar de la pobreza en la que vivió Hitler en Viena, logró cierta estabilidad y un lugar
donde dormir. En 1909 y 1910, Hitler nos dice en su libro que su situación mejoró y no
tuvo que trabajar como obrero para ganarse la vida. Esta declaración contrata con las
investigaciones del biógrafo de Hitler, Honrad Heiden, que describe como Adolf tuvo que
abandonar su habitación en el otoño de 1909 por falta de pago y dormir en albergues y en la
calle durante el crudo invierno de ese año. Pasó por el albergue situado en las proximidades
de Meidling a la residencia de varones de la calle Meldemann, cerca del Danubio.
Una de las cosas que sí parece demostrada es que Adolf Hitler tuvo relación con un
misterioso librero llamado Ernst Pretzsche. En la librería de Pretzsche podían encontrarse
libros sobre seudo-historia y esoterismo. Al parecer Adolf Hitler compraba y vendía sus
viejos libros en aquella vieja librería. Ernst Pretzsche era un seguido de von List y se cree
que pertenecía a su sociedad secreta. El librero pudo adoctrinar o por lo menos aconsejar
algunas lecturas al joven Hitler. Lo que no podemos aventurar es si llegó a integrarle en el
grupo de Von List.
La influencia de la revista Ostara, el und Mannesrechtler de Blonden del der de
Briefbücherei , a la que ya hemos hecho mención, en el pensamiento de Adolf Hitler parece
demostrada. Su fundador, el ex monje cisterciense Lanz von Liebenfels . Había escrito un
año antes un libro en el que planteaba su teoría llamada Teozoología. Sus ideas tuvieron
muy buena acogida entre los grupos de ideología aria.
Hitler estaba informado de todas estas ideas y teorías ya que leía dicha revista , al igual que
casi 100.000 alemanes, interesados en la ariosofía y lectores de Ostara
Von Liebenfels, el fundador de la revista, creo en 1907 la Orden del Nuevo Temple. En
dicha orden participaron personas destacadas de la sociedad. Su implantación en la ciudad
de Munich y el hecho de que muchos de los futuros miembros del Partido Nazi
pertenecieran a dicha organización ha producido toda clase de especulaciones. ¿Pudo Hitler
pertenecer a dicha Orden mientras residió en Munich?