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La leyenda de Mammón

Hay una historia muy aterradora que no todos creen, sin embargo, causa temor a todo el que
la escucha, o la lee, como tu hoy. Se dice que hace muchos años, nacieron dos hermanas con
poderes sobrenaturales, de esos con los que puedes invocar a un demonio y traer el caos al
mundo. Sandra y Sabrina fueron inocentes en su infancia, pero Sabrina fue cambiando su
personalidad con el pasar de los años, unos dicen que todo comenzó cuando no pudieron
seguir ocultando su naturaleza, otros alegan que Sabrina podía ver algo que los demás no y eso
la llevó a la locura.

Sandra tenía las mismas capacidades que su hermana mayor, pero a diferencia de esta, ella no
quería hacer ningún tipo de mal, solo quería ayudar a su madre. Esta última estaba cansada de
las mentiras de su hija mayor y que siempre tuviera que aterrorizar a sus compañeros de
clases. La paciencia de esa joven madre llegó a su fin cuando el director del instituto en el que
iban sus hijas la citó para decirle que Sabrina había herido a un alumno. El chico tenía una
estrella de 5 puntas en su pecho dibujada con garras.

Sabrina no había tocado al niño, pero simulaba el dibujo en el aire y a medida que trazaba la
estrella aparecía en la piel del chico, se escuchaban voces guturales y todo el lugar temblaba.
El hombre estaba tan aterrado con lo que había visto que la echó del colegio sin derecho a
réplicas. Sabrina se la pasaba todo el tiempo hablando en una lengua que solo su hermana
menor conocía. Sandra sabía que su hermana estaba siendo manipulada por un ente maligno,
pero no podía hacer mucho por ella.

-Puedo hacer que otros vean lo que nosotras vemos, solo necesito tu ayuda. -Habló Sabrina
entre susurros, teniendo cuidado de que su madre no las escuchara.

-¿Estas loca? No quiero que los demás vean a esas cosas, mucho menos a .
De repente, ese ente apareció frente a ambas hermanas. No tenía una forma propiamente
dicha, sólo podía verse su sombra y el humo que éste desprendía, además de percibir ese
fétido olor que dañaba todo lo que estuviera cerca. Sandra podía verlo, pero no escucharlo,
eso era algo que sólo Sabrina podía hacer. Esta última sonrió y le propuso un trato a su
hermana.

-Has este ritual conmigo y no volveré a molestarte nunca más. -Sandra dudaba, pero Sabrina
era demasiado insistente, sabía que, si no la ayudaba, no la dejaría en paz, así que aceptó.

Durante toda la noche estuvieron haciendo un oráculo extraño bajo las instrucciones de
Ammón en el sótano.

-Bien, ya está todo listo. ¿Puedo irme ahora?- Dijo Sandra con un pequeño escalofrío
recorriendo su espina dorsal. Tenía un mal presentimiento.

-No, aún falta una cosa… – Sabrina sacó de su bolsillo una daga de plata y sin mediar palabra la
incrustó en el cuello de su hermana, cortándolo de lado a lado. -Necesitaba la sangre de un
inocente para terminar mi ritual.

De la nada, toda la habitación empezó a temblar. Cada frasco de los estantes en ese sótano
cayó al suelo. Se escuchaban voces susurrantes, risas, llantos y cánticos en otro idioma. El lugar
donde se encontraba el oráculo quedó destruido, se había abierto un agujero muy profundo,
pero se podían ver muchas llamas en él. Era el portal entre la tierra y el infierno.

Sabrina lanzó el cuerpo inerte de su hermana en ese agujero y, segundos después de eso, salió
una criatura totalmente horrenda. Tenía al menos 2 metros de altura, su piel estaba quemada,
pero se le podían ver algunas partes de carne, sus ojos eran tan rojos como la sangre, poseía
cuernos pronunciados, una larga cola y colmillos muy afilados.

-Ahora podrán verte… Mammón.

Y la cosa sonrió de una manera terrorífica. Por cada respiración de ese demonio, un temblor
sacudía la casa. Nadie supo nada de Sabrina, ella simplemente desapareció, dicen que se
suicidó.

¿Cómo puedo creer en esta historia? Porque la madre de esas niñas ha estado recluida en un
hospital psiquiátrico desde la muerte de Sandra y no para de repetir esa historia. ¿Lo peor? Ella
no está sola. Esa criatura la acompaña día y noche, incitando a acabar con todo y con todos.
Estar cerca de Mammón es estar cerca de la muerte.

-No debes estar aquí, él puede verte. -Dijo la pobre señora, con ojos desorbitados y respiración
agitada.

-Yo también puedo verlo… Mamá.

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