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SERGIO: El viejo
POLO: Duende/Mayordomo/Zapatero
MARITY: Hada/Visir/Carrero
FERNANDO: Pedro
ATENEA: Lisa/prometida/Sisa
ESTRELLA: Inspector
NELLY: Ayudante/Invitado# 1
PARIS: Alguacil/Pariente
ERICKA: Abogado/Capellán
EL VIEJO: Este año el duende se ha ganado su sopa; siempre que se me olvidaba, toco por mí las
campanas. ¡Duende! ¿Me oyes? Tu que cuidas de mi campanario… y ahora, hace tiempo que no
cae ninguna de las ¡Ratas que lo devoran todo! ¡Incluyendo las sogas del campanario! ¡Y tú mi
querido Duende las has podido eliminar! ¡Con estas ratoneras todas las ratas desaparecerán! ¡Ha,
ha, ha!
(Se va refunfuñando de las ratas y sale de escena dejando el plato de sopa en una parte de la
escena)
ESCENA 2
NINA: Huelo a sopa, (Sorprendida) Es la sopa del Duende Nona. (NONA corre hacia la esquina
donde el VIEJO ha dejado la sopa). ¡Cuidado, Nona! (Se acerca). La ratonera, ¡mírala!... (Muy
triste). Es uno igual, como el que cayeron mis hijitos...
NONA (interrumpiéndola): ¡Chsss! ¡Calla, Nina! Comamos toda la sopa del Duende, así cuando el
duende llegue y vea que no hay sopa… se enojara con el Viejo, y se desquitara con él. Así, el
duende vengará la muerte de nuestros ratitos y de nuestras ratitas. (Ríe cruelmente) (Se oye ruido
en el tejado). ¡Alguien viene! ¡Vamos, corre! (se acaban la sopa de un bocado y se llevan las
piedras) (Salen de escena)
Entra el Duende
ESCENA 3
Sale el Duende estirando sus brazos, bostezando y rascándose la panza. Y se acerca a donde está
su tazón de sopa. Se sorprende que está vacío.
DUENDE: Que, ¿Dónde está mi sopa? ¡Mi sopa! ¡Tengo mucha hambre! ¡Te vas a arrepentir!
(Vuelve a pasear, cada vez más nervioso e irritado). ¿Qué te hago, qué te hago? ¡Lo que más te
duela! (Se detiene iluminándosele la cara). ¡Ya está! ¡Pedro!... Ese va a ser mi regalo (Se dirige al
público). El viejo lo tiene encerrado, desde que nació, a su hijo Pedro... La madre murió en el
parto... No quiere que el muchacho de quince años, descubra ni la maldad de los hombres ni los
placeres del mundo. Pedro sólo conoce lo poco que desde la torre puede ver; y yo sé que sueña
con escapar de aquí; y vivir, y descubrir lo que sueña y lo que imagina... Y como la ilusión del viejo
es que su hijo siga siempre aquí como si fuera un sacristán, pues... ¡voy a destrozarle esa ilusión!
(Gesticula musitando un conjuro). ¡Llamaré al Hada Pirulada! (Continúa gesticulando hasta que la
figura del Hada se materializa). (EFECTOS DE HUMO)
ESCENA 4
DUENDE: (Molesto) El viejo se ha burlado de mí..., ¡de nosotros!...! Esta noche quería compartir
contigo mi sopa! ¡Llego y no está, está el platón vacío! Hemos de darle una lección... Nuestro
ahijado.
HADA: ¿Pedro?
DUENDE: Somos sus padrinos y debemos preocuparnos por él, por su educación. No conoce nada
del mundo. Tiene que salir de aquí y hacerse un hombre de provecho...
HADA: Pero en el mundo correrá muchos peligros. Y nuestro poder es sólo en el interior de la
iglesia.
DUENDE: Debemos darle un regalo mágico cada uno. Algo que le ayude a vencer las dificultades y
a sortear los peligros...
DUENDE: Los hombres conocen todas las trampas para intentar alcanzar sus deseos. Pedro, no...
Como nunca ha salido de aquí, lo ignora todo. Por ello voy a regalarle mi anillo mágico. (Lo
muestra). Este anillo le concederá cuanto pueda desear...
DUENDE: Ya no deseo nada. No le pido nada a la vida; sé lo que puede darme... Y, la verdad, no
me interesa.
HADA: Es un buen regalo... Lo malo es que, si consigue todo lo que desea, no valorará nada; a
nada le dará importancia. ¡Ya sé lo que yo le regalaré! Algo que le ayude a desear la realidad: una
compañera para el viaje.
DUENDE: Bastará con que le muestres el placer y la alegría. Las fiestas lujosas, por ejemplo... Toma
mi anillo, entrégaselo tú.
DUENDE: ¡Vamos, vamos! No creo que nadie haya entrado en el mundo tan protegido.
¿Preparada? (El Hada asiente). ¡Voy a hacer que venga! (Toca su flauta y desaparece entre las
vigas).
MAQUINA DE HUMO
ESCENA 5
VOZ DE PEDRO: ¿Quién anda ahí? (Entra en escena). Esa música... (Descubre, maravillado, al
Hada). ¿Quién eres?
PEDRO: Tú me salvaste la vida cuando me caí de la torre... Me recogiste en tus brazos, ¿verdad?
PEDRO: Muchas noches sueño contigo... así, como ahora: sueño que me abrazas y que….
HADA (muy dulce): ¿Qué?
HADA: Sí...
HADA: Tienes que aprender muchas cosas... ¿Nunca has sentido el deseo de marcharte de aquí y
conocer lo que hay detrás de aquel bosque?
HADA: Silencioso y tranquilo... El viento hace susurrar las hojas de los árboles; el canto de los
pájaros...
PEDRO (interrumpiéndola): ¡Los pájaros! Ayer pensé que me gustaría salir volando y llegar hasta
allí, hasta el bosque...
HADA: El mundo.
HADA: Para unos, sí; para otros, no. Acércate. Mira aquella casa grande que tiene iluminadas
todas las ventanas. ¿La ves? (Hace un pase mágico ante sus ojos. (Hacia el público)
PEDRO: ¡Sí! ¡Cuánta gente! ¡Nunca había visto a la gente tan cerca como ahora!... ¿Qué hacen?
AUDIO DE FIESTA
HADA: Es una fiesta. Ahí vive un hombre rico: buena comida, buenos vinos, adornos, joyas,
vestidos costosos, riquezas...
PEDRO: ¿Y quién es aquella hada que está dando cosas a los niños?
PEDRO: ¿Madre?
HADA: El padre.
PEDRO: ¿El padre? Pero... ¡si parece tan bueno! ¡Y está contento!
HADA: Sí, porque ama a los demás: a su mujer, a los hijos, a sus amigos...
PEDRO (nervioso): Y la abraza... Y acerca su cara... y sus labios. ¡Han pegado sus labios! ¿Se habla
así en el mundo?
PEDRO (excitado): ¡El amor! ¡Yo quiero conocer el amor, y el mundo, y la vida...! ¡Yo quiero irme
de aquí!
HADA: ¡Espera! (Juego mágico con sus manos. Cambia el decorado del fondo viéndose una escena
miserable).
PEDRO: ¡No me gusta! Yo no quiero ver eso... Están tristes... son pobres...
PEDRO: ¡No me gusta!... Conozco bien la pobreza y la tristeza...DOS PERSONAS ADULTAS MUJER Y
HOMBRE DISCUTIENDO
HADA: También hay pobres alegres (Nuevo juego y cambio a la visión en la casa del rico. Dos
personas discuten. Una de ellas llora). Ahí también puede haber tristeza... Pedro, ¿quieres ir al
mundo y descubrir la vida?
HADA: Pronto aprenderás que ni todo lo bueno es bueno, ni tampoco es malo todo lo malo...
HADA: Te irás... Antes te daré algo que no tienen los demás hombres... Tendrás más que nadie,
pero, algún día, se te exigirá más que a ninguno.
HADA: Este anillo... Con sólo pedírselo, todos tus deseos te serán cumplidos...
PEDRO: ¿Todos?
HADA: Con sólo una condición: que el deseo que formules no haga daño a nadie.
PEDRO: Me da lástima...
PEDRO: Gracias. Es lo único que me sobra. Mi padre se ha pasado la vida dándome consejos... No
me gustan...
HADA: Sólo te daré uno, no lo olvides: no importa que termines siendo rico o pobre, sabio o
ignorante, poderoso u oprimido... Lo único que merece la pena es que, al final de tu viaje, seas de
verdad un ser humano. ¡Suerte!
ESCENA 6
PEDRO (restregándose los ojos): ¿Estaré soñando? ¡No! ¡Aquí está el anillo! ¡Es increíble! (Salta
feliz). ¡Me voy! ¡Me voy a recorrer el mundo! ¡Me voy de aquí!... ¡Adiós, campanas! ¡Adiós, torre!
(Se corta)... ¿Me despediré de mi padre? ¡No! No me dejaría marchar; me ataría con esa soga. ¡Es
capaz de matarme con tal de que no me vaya! Me tengo que ir, ¡ya! (Mira el anillo). ¿Cuál será mi
primer deseo?
Pedro se pasea por todos lados en el escenario pensando en su deseo. En ese momento entra El
Viejo.
ESCENA 7
El VIEJO y PEDRO.
VIEJO: ¿Cantabas? ¿Así que estás contento?... ¿Por qué estás contento?
PEDRO: No... no es que esté especialmente contento... cantaba... sin darme cuenta...
VIEJO: Bien... si algo ha pasado, ya me enteraré. Es tarde. Vete a acostarte. Entra en tu habitación
para que pueda echar la llave.
PEDRO (estallando): ¡Siempre encerrado! ¡Padre, quiero irme! ¡Quiero conocer el mundo!
VIEJO: ¡No merece la pena! Yo lo conozco bien: pecado, pecado y pecado. Por eso quiero
protegerte.
PEDRO: ¡Y aquél es el padre! ¡Y está feliz! Y la madre quiere a sus hijos y les da golosinas y frutas.
PEDRO: ¡Quiero irme de aquí! ¡Quiero conocer por mí el mundo! ¡No quiero que tú me lo cuentes
a tu manera!
VIEJO (descubre el anillo): ¿Qué tienes ahí? ¿Qué es eso? ¿Quién te lo ha dado? ¿Quién ha estado
aquí? (Intenta arrebatárselo).
PEDRO (se libra del acoso): ¡Adiós, padre! ¡Entiéndelo! ¡Es mi vida! (Manipula el anillo) ¡Al bosque!
OSCURO
ESCENA 10
LISA: ¡Debe ser Pedro!... El Hada Pirulada me dijo que lo encontraría en el bosque. Está sin
sentido... Se va a quedar helado. (Ve el anillo tirado en el suelo y lo recoge). ¡Un anillo! ¡Pobre
chico, se va a morir de frío!... ¿Qué puedo hacer? Si fuese verano y luciese el sol. (Habla jugando
con el anillo). ¡Me gustaría tanto que hiciera calor!
ESCENA 11
PEDRO (volviendo en sí y creyéndose solo): ¿Dónde estoy? ¡Ah! Escapé de la torre y vine al
bosque... y estaba todo nevado. ¡Era invierno! Y me caí... (Se toca el rostro) ¿Estaré vivo? (Simula
lavarse la cara del arrollo). ¿Qué veo? ¡Una chica ¡Es la que estaba en aquella fiesta! El mismo pelo
suelto, la boca como una canción, los ojos como palabras. ¡Me está llamando!...
LISA: ¡Hola!
PEDRO: No entiendo nada... ¡Qué raro es el mundo!... Y tú, ¿quién eres? ¿Eres la chica que estaba
en la fiesta? (Se acerca un poco). (Descubre el anillo en manos de LISA). ¡Mi anillo! ¡Me has robado
mi anillo! Por eso me decías que no creyese en lo que ven mis ojos... eres una ladrona.
LISA: Te he dicho que no creas sólo en tus ojos. No estés nunca seguro de nada. Antes de juzgar a
los demás, procura descubrir la verdad.
LISA: Me llamo Lisa... Pero hasta que no llegue el momento no podrás saber quién soy... Digamos
que pasaba por aquí y te encontré sin sentido. Encontré tu anillo en el suelo y, sin conocer sus
poderes mágicos, dije en voz alta que me gustaría que hiciese calor, para que no te murieses de
frío... Y ¡ya ves! Es verano.
PEDRO: Perdóname, Lisa. Me has salvado la vida... Perdóname. ¿Por qué no vienes conmigo?
LISA: ¿Contigo?
PEDRO: De viaje.
PEDRO: ¡Ay! ¡Me ha picado un mosquito! (Se rasca se mira los brazos). ¿Y esto qué es?
PEDRO: ¡Qué harto estoy de mosquitos y de hormigas...! Estoy harto de la Naturaleza. ¡Vámonos!
LISA: Pedro, no te enfades así. En la vida no hay nada perfecto. Tienes que acostumbrarte a
aceptar lo bueno y lo malo.
PEDRO: Lo malo para los malos. Para nosotros prefiero lo bueno... ¡Estoy harto del bosque!
¡Vámonos a otra parte! (Transición). ¿Qué es lo que más aprecian los hombres? (Se da un
manotazo en la espalda). ¡Otra vez los dichosos mosquitos!...
LISA: Antes de contestarte, déjame que te diga una cosa... Los hombres te van a disgustar tanto
como los mosquitos y nunca te ofrecerán tanta paz como la Naturaleza...
PEDRO: ¡La Naturaleza! Es preciosa vista desde la torre, pero de cerca no me gusta nada. No me
gustan los mosquitos, no me gustan las hormigas, no me gusta que los árboles estén siempre en el
mismo sitio... Quiero ver movimiento, oír ruidos... Y si los hombres son como los mosquitos,
supongo que será más fácil espantarlos...
PEDRO: Contéstame a lo que te pregunté antes. ¿Qué aprecian más los hombres?
LISA: El oro.
LISA: Mucho más. Con oro se puede comprar todo... incluso a los hombres. Sirve para todo y para
nada. Es el metal más valioso; nunca se oxida, pero puede llenar de toxicidad, de suciedad el alma
de los hombres.
PEDRO: Ya. Bueno... ¿Nos vamos?
LISA: Ahora no iré contigo, Pedro. No iré a tu lado, pero cuando me necesites me encontrarás.
(Le da el anillo a Pedro) LISA se separa corriendo. PEDRO hace ademán de seguirla, pero se
detiene.
ESCENA 12
PEDRO
PEDRO: Se ha ido... ¿Por qué?... (Grita). ¿Por qué te has ido, Lisa? (Para sí). Quería estar contigo…
(Se abate. Se recupera y cambia de tono). Bueno... así que el oro. (Toma el anillo). Pues quiero un
palacio, manjares, vinos, caballos, carruajes, lacayos y oro, ¡mucho oro!
Oscuro.
ACTO SEGUNDO
Escena donde todos sirven a Pedro, unos limpiando sus zapatos, otros trahiendo copa de vino y
otros vistiéndolo con ropajes de oro.
ESCENA 1
PEDRO (paseando y observándolo todo): ¡Así viven los ricos! ¡Traedme mis ropas de gala... de oro,
por favor. (Le ayudan a ponerse unas prendas de oro). (Se sienta). Y ahora... ¡a disfrutar! ¡A gozar
de la vida! ¡Bien te lo mereces, Pedro! Se acabó el madrugar, el barrer, el fregar y el refregar... Se
acabaron el pan seco y el atole de avena. Vinos exquisitos, en vez de agua, y deliciosos platillos. ¡A
disfrutar!
ESCENA 2
PEDRO: ¡Un par de horas! ¡Está loco! ¡Vamos! ¡Sírvame de eso o de aquello! ¡Lo que sea!
MAYORDOMO: ¡Imposible, señor! No está permitido comenzar, sin que todo esté a punto.
PEDRO: ¿Quién se atreverá a prohibirme que coma lo que quiera en mi propia casa?
PEDRO: ¡Y a mí qué me importan la etiqueta, el buen gusto, las buenas formas ni...!
MAYORDOMO (interrumpiéndole): ¡Tienen que importarle, señor! Hay que respetar la etiqueta,
porque, si usted no la respeta, no será respetado. ¿Qué dirán de usted? Si no respeta usted la
etiqueta, está usted perdido.
PEDRO (impresionado por el empaque del MAYORDOMO). Bueno... habrá que conformarse... Lo
que pasa es que estoy muerto de hambre. (El MAYORDOMO hace ademán de retirarse, pero
PEDRO lo retiene). ¡Espere! Se me ha ocurrido algo. (Saca de su faltriquera unas piezas de oro).
¿Cree usted, señor Mayordomo, que el oro ablandará a esa señora tan severa, la cocinera...?
MAYORDOMO: Excelencia, yo estoy por encima de todos los criados. Usted está por encima de
mí. ¡Pero la etiqueta está por encima de todos! Sus leyes son eternas porque se basan en la
tradición.
PEDRO: Entonces, ¿de qué me sirve ser rico si no puedo comer cuando tengo hambre?
ESCENA 3
PEDRO (al MAYORDOMO, DESESPERADO): ¿Quiénes son esos hombres? ¿Qué quieren? ¿Qué
vienen a hacer a mi casa?
INSPECTOR: ... para asegurarnos de que usted va a declarar cuanto posee. Impuestos,
¿comprende?
AYUDANTE: ¿Comprende?
PEDRO: ¿Impuestos? ¿Qué es eso?
INSPECTOR: ¿Lo ignora? Mal empezamos. Si un ciudadano ignora sus deberes con el Fisco, mal
ciudadano es.
INSPECTOR: ¡Así, a primera vista, calculando que su base impositiva oscile entre un treinta y siete
coma cero siete por ciento y un treinta y nueve coma ocho y medio por ciento, punto más o
menos, y sin ningún tipo de desgravación, ya que es usted soltero, no tiene hijos, ni cotiza a la
Seguridad Social, Montepíos laborales, ni se le retiene cantidad alguna..., su precio... Veamos...
cuota líquida... menos la cuota diferencial, veintiocho coma treinta y dos por ciento, multiplicado
por cero cero siete y dividido por sus ingresos brutos anuales, elevados a tres veces el cero coma
cero cero por ciento... unos siete millones trescientas cuarenta y siete mil doscientas veintitrés
coronas, con veintisiete ochavos... Más o menos.
INSPECTOR: ¡No es posible, señor! Toda estipulación de bienes ha de hacerse en presencia del
propietario. (Continúan su trabajo enumerando y anotando, mientras PEDRO se derrumba en su
sillón de oro). Dos docenas de platos con bordes moldeados. Cubetas de hielo en oro para enfriar
el vino rosado. Un azucarero de oro macizo, salsera de plata, media docena de cuchillos con
mango de nácar...
ESCENA 4
ABOGADO: Soy el abogado. (Le tiende su tarjeta). Del ilustre colegio de letrados de esta zona...
Para servirle.
PEDRO: ¡No quiero saber nada de abogados! ¡Ni de pleitos! ¡Ni de Ayuntamientos!
ABOGADO: No se trata de ningún pleito, señor mío: sólo dejar constancia de un hecho...
ABOGADO: Ni a posteriori.
PEDRO (al borde del llanto): ¡Lo que quiero es comer! ¡Y que me dejen ustedes en paz!
MAYORDOMO (niega enfático): Aún no está el asado, excelencia. Faltan treinta y siete minutos.
ESCENA 5
ALGUACIL: ¡Señor Inspector de Hacienda! ¡Señor Ayudante! ¡Señor Letrado! ¡Mayordomo Mayor!
¡Excelencia!
ALGUACIL: ¡Excelencia! Permítame que le transmita una citación de puro trámite, ¡puro trámite!...
Se le cita a usted por orden del Juzgado de Distrito número 5 de esta localidad, antes de Primera
Instancia, mañana veintitrés, a las once en punto de la mañana, más o menos, puesto que, con
todos los respetos, se os ha hecho un juicio de faltas por negligencia poco flexible...
ABOGADO: ¡Usted no diga nada que pueda volverse en su contra...! Si desea un abogado..., ¡yo
estoy a su disposición!
PEDRO: ¡Ya le he dicho que no quiero abogados! (Al ALGUACIL). Explíqueme eso de la negligencia.
ALGUACIL (dándose importancia): Decía que ha sido usted citado por negligencia (mira al
ABOGADO) falta de limpieza de la calle.
PEDRO: ¡Lo que me faltaba por oír! ¿Qué tengo que ver yo con la limpieza de la calle?
ALGUACIL: Según las ordenanzas municipales, la obligación de todos los ciudadanos de esta
ciudad es tener limpia la calle delante de su casa.
PEDRO: Hace un rato que tengo esta casa, ¿entiende? ¡Yo antes no tenía casa! Aquí, antes, no
había ninguna casa.
AYUDANTE: La hay.
ALGUACIL: El señor Inspector tiene razón: la hay. Hay una casa. Hay una calle. Y hay basura. Bien...
pues que la señora excelencia tiene que comparecer mañana en el juzgado número 5, porque ésta
es su casa y ésa es su basura.
PEDRO (desesperado, oprimiendo la cabeza entre sus manos): ¡La etiqueta! ¡Los impuestos! ¡Los
pleitos! ¡Las multas! ¡El hambre! ¿Ésta es la vida de los ricos? Señor abogado, señor inspector,
señor alguacil, ¿no hay ninguna ley que proteja a los ricos? ¿Es que la ley se ha hecho sólo para los
pobres?
ABOGADO: ¡Por encima de la ley, excelencia! ¡Por encima! ¡Pobre! ¡Pobre de usted si fuera pobre!
El MAYORDOMO golpea el suelo con su bastón. Entran los criados PONIENDO PLATOS DE
COMIDA.
MAYORDOMO: ¡La mesa está servida! Señores, pueden retirarse. Tras una reverencia, todos se
van.
PEDRO: Sigo sin entender nada... Yo soy el señor, soy el rico, y, sin embargo, a mí no me hacen
eso, y a usted, sí. ¿Por qué le han obedecido?
MAYORDOMO: No obedecen mis órdenes, excelencia, sino a las leyes de la etiqueta... que están
por encima.
PEDRO: De mí, de usted... ya... y de todos. Creo que ya no tengo nada de hambre... Señor
mayordomo, ¿las leyes de la etiqueta me permiten comer en compañía?
MAYORDOMO: Depende de qué compañía... Seguro que vendrá algún invitado. ¿Lo aviso, señor?
INVITADO 1: Si me lo pides con tanto interés, te complaceré. Comeré otra vez, aunque no tenga
ganas, sólo por complacerte. Lo que no quisiera es que nadie pudiera pensar que he venido
precisamente a la hora de comer, para que me invites...
INVITADO 1: Bien, amigo mío, comamos. (Empieza a comer con prudencia, pero poco a poco se va
animando hasta devorar todo lo que alcanza). ¡Bebamos y olvidemos las penas!
PEDRO (interrumpiéndole): ¡No quiero que me cuentes ninguna pena, por favor! Quiero sólo oír
cosas alegres. Y si no tienes nada alegre que contar, calla y come.
PEDRO: ¡Deja ya de decir «amigo mío»! Llámame por mi nombre, por favor.
INVITADO 1: ¡Oh, sí! Amigo... perdón, Cristóbal. ¡Claro! Cristóbal, te haré el favor de llamarte por
tu nombre.
ESCENA 8
Entra el SEGUNDO INVITADO sin haber sido anunciado. Se dirige directo a la mesa y saluda a
PEDRO con mucha confianza.
INVITADO 2: ¡Hola, Jorge! Pasaba por aquí y me dije: seguro que Jorge está solo y desea compartir
su mesa con alguien. ¡Qué olor! ¿Pollo frito? ¿Salmon?
INVITADO 2: Lo veo. (Empieza a comer). Siempre estoy dispuesto a complacerte, Jorge. ¿Quieres
que coma contigo? Como contigo. ¿Que cene? Ceno contigo. Lo que tu necesites aquí está tu
mejor amigo (Al INVITADO 1). Y tu ¿quién eres?
INVITADO 2: ¡Jorge! ¡Mucho cuidado con los falsos amigos! Les ofreces comida y se devoran todo.
(Rebusca en el plato).
INVITADO 1: ¡Cristóbal! ¡Cuidado con los falsos amigos! (En secreto). ¡Seguro que ése te pide
dinero prestado!
PEDRO (se nota que la comida y el vino le van animando): ¡Mayordomo! La reunión sería más
agradable en compañía femenina. Invitad a una amiga.
ESCENA 9
INVITADA: ¡Alfonso! ¡Alfonsito! ¡Qué alegría verte! Pero... ¡empezaste a comer sin mí! (PEDRO
hace ademán de ir a disculparse, pero ella continúa sin dejarle hablar). ¡Oh, no, no, no! ¡No me
digas nada! (Mimosa). ¡Alfonsito, yo te perdono!... Ahora sé bueno y sírveme algo, estoy
desfallecida... ¿Y estos señores? ¿Son tus amigos?
INVITADA (sentándose al lado de PEDRO): Pues tenías contigo a tus mejores amigos... y ahora
tienes a tu mejor amiga. (Se sirve rebuscando en el tazón de comida). No encuentro ninguna pieza
de pollo frito (Mira a los otros invitados y musita). Groseros...
PEDRO: ¡Muchas gracias, mejores amigos míos! Levanto mi copa para brindar por la amistad. La
amistad que es pura como el oro...
PEDRO: ... porque toma su oro del sol. (Los invitados se miran entre sí)... Y se oscurece cuando el
sol se pone. ¿No es cierto?
PEDRO: Pero la amistad es un fuego que ha de alimentarse, si se quiere que siga ardiendo...
Ustedes por haberme dado su compañía... ¿Qué les puedo yo dar a cambio? (Los invitados miran
a su alrededor, brillando sus ojos codiciosos al ver tantos objetos de oro). Mirán mi oro, ¿les atrae?
¡Bah! Comparado con su amistad, sólo es polvo. ¡De acuerdo! Recompensaré nuestro cariño y
nuestra lealtad... ¿Veis todos los objetos de oro que hay sobre la sala? ¡Son de ustedes!
Los invitados se abalanzan sobre los objetos de oro, disputándoselos. Repentinamente, PEDRO
comienza a quejarse y a pasear por la habitación con la mano en la mejilla.
INVITADO 2: ¡Por favor Jorge! (Recogiendo una jarra que ha rodado por el suelo). ¡No te quejes
así, por favor!
PEDRO: ¡Me muero! ¡Me muero de dolor! ¡Ay, mis muelas! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
INVITADO 1: ¡Ah! Un dolor de muelas. ¡Eso no es nada! ¡Se te quitará enseguida... Cualquier día
de estos volveré a verte. (Va saliendo de escena). ¡Que te mejores, Cristóbal!
PEDRO: ¡No me dejes solo ahora! ¡Me duele mucho! ¡Es ahora cuando necesito de tu ayuda!
INVITADO 2: Jorge, enjuágate la boca con agua fría y verás cómo se te quita enseguida. Si a la
primera no da resultado, inténtalo unas cuantas veces. ¡Ánimo! (Yéndose). ¡Hasta la vista!
PEDRO (Grita enojado): ¡Vamos! ¡Márchense de una vez! ¡Maldigo ese oro y los maldigo a
ustedes, falsos amigos!
INVITADA (volviendo en sí): ¡Alfredo! (Mira a su alrededor). Todos te han abandonado... menos yo.
Yo sigo junto a ti. (Intenta abrazarlo). ¡Alfredito! (Seductora). ¡No seas malo...!
PEDRO (intenta alejarse de ella): Puedes marcharte también... Te advierto que soy tan pobre como
el más pobre de los hombres.
INVITADA: ¿Y la casa?
PEDRO: Vendrá el Inspector de Hacienda y se llevará todo lo que hay aquí. Me embargarán porque
no puedo pagar los impuestos. Y los del juzgado me...
INVITADA: Yo me quedaré contigo... a tu lado siempre (toma su mano y con habilidad le roba el
anillo) para tenderte una mano amiga...
INVITADA: Más falsas, no. Pero más listas, sí... ¡Ah! Déjame sentarme. Estoy agotada con tantas
emociones...
PEDRO: Siéntate, amiga mía... Siento haberte asustado... Mi nombre es Pedro... ¿Por qué me
llamabas Alfredo y después Alfonso?
INVITADA: Para que los falsos amigos que estaban contigo no pronunciaran tu verdadero nombre
manchándolo... Yo sabía que te llamabas así... Mírame por última vez (manipula el anillo) y
aprende a no fiarte de las mujeres. ¡Adiós! ¡Pedro el Burro!
ESCENA 11
PEDRO corre hacia Pierna derecha. Se asoma. Al volverse hacia el público, trae puestas unas
enormes orejas de burro.
PEDRO: ¡Me ha robado el anillo! ¡Maldito sea el oro, la amistad y las mujeres!... Sólo tengo dos
orejas de burro... Si llego a saber que la vida es así de miserable, me hubiera quedado en la torre,
encerrado; triste, pero tranquilo. ¿Qué va a ser ahora de mí? Sin amigos, sin dinero, sin casa... sin
anillo. ¡Si al menos no estuviera tan solo...! ¡Maldito sea el mundo, malditas las mujeres, maldita la
amistad!
ESCENA 12
Entra LISA.
LISA: No maldigas, Pedro... Me tienes a mí. Te prometí que, cuando me necesitaras, me tendrías a
tu lado.
PEDRO: ¡Lisa! ¡Cómo pude olvidarte! No me acordé de ti en los momentos de fortuna y tú vienes
cuando nada tengo...
LISA: ¿Por qué, Pedro? Hay amigos falsos y amigos verdaderos. ¿Tú no confías en mí?
PEDRO: Tú eres distinta... Tú eres otra cosa... Eres, Lisa (gime). ¡Lisa! He buscado lo bueno de la
vida y he encontrado sólo mentira, egoísmo y vanidad...
LISA: Lo has buscado a tu manera, como lo hacen los jóvenes: descubren un poquito del mundo, lo
juzgan y creen haberlo vivido todo. Ahora vas a ser hombre. Tu mirada de niño ha descubierto la
injusticia y la maldad. Trata ahora de encontrar lo bello. Intenta hacer algo por los demás...
LISA: Grande o pequeño es lo mismo. Lo importante es ser útil en algo a los demás...
LISA: Porque los salvadores se suelen salvar a sí mismos... a costa de los demás.
PEDRO: ¡Yo no! Yo pensaré sólo en el pueblo... Todos me admirarán... Mi nombre estará en boca
de todos...
LISA: Vuelves a equivocarte, Pedro. Deseas ser un gran hombre nada más que por vanidad.
¿Deseas fama, halagos, honores...? Los tendrás... Será otra nueva experiencia.
LISA: Mírate la mano. (PEDRO asombrado descubre el anillo). Parece que tu anillo mágico no se
puede perder... Creo que tiene el poder de estar siempre con su dueño.
PEDRO: ¡Qué maravilla! ¡Anillo! ¡Fuera orejas de burro! (Las orejas desaparecen). ¡Ya está!
¡Decidido! ¡Seré un gran reformador social! Y tú, Lisa, vendrás conmigo.
LISA: Aún no. Pero, como siempre, te seguiré a distancia. Y si las cosas volvieran a torcerse, de
nuevo estaré a tu lado. ¡Vamos! Vuelve a lanzarte a la vida. Descubrirás flores entre escombros.
Descubrirás que en el mundo hay sitio para lo bello y para lo feo, para la alegría y la tristeza, para
la desgracia y también para la felicidad...
ACTO TERCERO
ESCENA 5
Se ilumina el reloj del Ayuntamiento, cuando marca las nueve en punto. En el balcón, el ALCALDE
actual, algún EDIL y PEDRO. En la plaza dos grupos bien diferenciados: a la derecha, el grupo del
PARIENTE con los miembros de la U.CE.DA., a la izquierda, gente del pueblo encabezada por el
APRENDIZ, que ya ha perdido su miedo.
ALCALDE: ¡Amado pueblo! Nos hemos reunido aquí en un día tan señalado para dar una muestra
más de civismo, de aperturismo, de madurez política, invitando a participar en nuestra tribuna a
un reformador social. (Aplausos en el grupo de la izquierda e inquietud en el de la derecha).
PARIENTE: ¡Usted nombra a nuestro ilustre el Excelentísimo señor Alcalde de toda la vida, como
un alcalde a secas, como a un alcalde cualquiera...! ¡Y esto es muy grave! Está claramente violado
en nuestro código como un delito de falta de respeto...
PARIENTE (sin escucharle): Y en segundo lugar, usted ha dicho que los pavimentos de nuestras
calles son irregulares...
PEDRO: ¡Perdón! ¡Discúlpenme! No les entiendo muy bien... Mi única intención es sustituir las
calles de piedra por calles lisas...
ALCALDE: ¡Naturalmente que hablará, ciudadanos! Nuestra voluntad política es que hable quien
tenga algo que decir... En este caso, por una simple cuestión de procedimiento, será el secretario
quien dará lectura al resumen redactado por esta Corporación sobre el proyecto por él
presentado. (Aplausos en el grupo de la derecha y protestas en la izquierda).
PEDRO: ¡Protesto! Soy yo quien debe presentar mi proyecto. ¡No quiero que ustedes lo
modifiquen a su antojo! (Aplausos y protestas).
SECRETARIO: «Un loco llamado Pedro, cuyo apellido no figura, pretende que todos, todos,
andemos sobre calles lisas. Y si Dios creó al hombre desigual, desiguales deben ser las calles. En
base a los fundamentos expuestos, esta Corporación resuelve rechazar el proyecto presentado.»
PEDRO: (Gritando) ¡Simplemente quiero que ustedes, todos ustedes, no unos pocos, vivan mejor!
ALCALDE: ¡Orden, por favor! Antes debemos dejar definitivamente concluido el primero: El
proyecto queda denegado. (Aplausos y protestas). Segundo punto: Se acusa al forastero, llamado
Pedro, cuyo apellido no consta, de insultos, mentiras y atentado contra el orden social. ¿Qué
castigo debemos imponerle?
ALCALDE: En vista de las alegaciones presentadas y en base a las irrefutables pruebas obtenidas,
podemos resolver y resolvemos que el forastero llamado Pedro, de apellido desconocido, sea
desterrado de nuestra ciudad, después de haber permanecido encerrado dos horas en la cárcel
(dirigiéndose al grupo de la izquierda) ¡Llévenselo!
ALCALDE: ¡Se levanta la sesión! (El ALCALDE y los concejales se retiran del balcón).
ESCENA 8
LISA: Ya veo que te has convertido en un hombre famoso. Todo el mundo habla de ti. El pueblo te
aclama y los poderosos te temen. ¿Estás contento?
LISA: Hubieras preferido el apoyo de los poderosos? ¿No creías en la causa que defendías?
PEDRO: No lo sé... En el fondo me parece igual que la gente ande sobre calles de piedras o sobre
calles lisas...
LISA: Quizá sea igual para quienes llevan botas de cuero. Pero, ¿para los que van descalzos?
PEDRO: Calzados y descalzos... La sociedad está muy mal organizada... Habría que cambiarla...
LISA: Pídeselo a tu anillo. Temo que, aunque lo consigas, no logres cambiar el mundo.
LISA (mirándole muy fija a los ojos): Creo que algún día te querré, cuando tú me ames a mí.
LISA: No, Pedro, no me quieres. Aún no quieres a nadie. Sólo te amas a ti mismo... Ya irás
aprendiendo. Sigue cumpliendo tus deseos. Ahora vas a conseguir uno de los más ambicionados
por el hombre: el Poder. ¡Cuidado! Quien abusa del poder se convierte en el más culpable de los
hombres, en una caricatura de los dioses. ¡Adiós, mi rey! Tu corona te espera.
OSCURO
ESCENA 11
Entra PEDRO, acompañado por el GRAN VISIR y por el CRONISTA MAYOR DEL REINO, quien no
deja de tomar notas observando, con exagerada atención, todo lo que PEDRO diga o haga.
VISIR: Díganos, alteza, examinar el árbol genealógico que vuestro Genealogista acaba de concluir.
¡Ése es vuestro linaje!
PEDRO (acercándose con curiosidad): ¿Dónde está mi padre? Es el único antepasado que conozco.
Sacristán y campanero...
VISIR (haciendo como que no le ha oído): La dinastía de vuestra alteza comienza con un soberano
grande y glorioso, el glorioso principe Omar el Grande.
PEDRO: ¿Y mi padre?
VISIR: Omar XXVI, el Chico.
VISIR: Alteza, un príncipe debe sacrificar sus asuntos personales a los intereses de su pueblo. Y
éste es el árbol genealógico que su pueblo le exige... (Tendiéndote una bella pluma de ave en oro).
Firmad, señor...
PEDRO: ¡Bueno!... (Escribe mientras el VISIR le dicta). Bien empezamos con esta sarta de
mentiras... A ver cómo terminamos...
VISIR (El GENEALOGISTA —antes de irse— enrolla el papiro donde está dibujado el árbol y se lo
pasa al MAESTRO DE CEREMONIAS. El CAPELLÁN entrega el acta de renuncia al VISIR): Una
segunda formalidad, alteza... Tiene usted la bondad de poner aquí también su firma y sello.
VISIR: No merece la pena, alteza, que se esfuerce en leerlo. Es un simple trámite. ¡Pura rutina!
CAPELLÁN: Su religión. ¡Qué más da una religión que otra! Dios sólo hay uno y un solo profeta.
PEDRO: ¿Pretenden que renuncie la religión de mis padres? ¡Que me haga musulmán!...
PEDRO: Es que yo no creo en convertirme en un musulmán. (Todos se tapan los oídos). ¿Cómo voy
a mentir así? ¡Mi pueblo me despreciará!
VISIR: No, alteza, el pueblo lo admirará, comprendiendo que su majestad ha sacrificado sus
convicciones personales por el bien de su gente. ¡Su pueblo! ¡Siempre dispuestos a ofrecer su
sudor y su sangre por su majestad! Por eso también tienen derecho a exigir de su alteza sacrificios
como éste...
PEDRO: ¿Nuestros antepasados? ¡Muy bien! Hombres como nosotros, simples mortales. Ya está:
voy a cambiar las leyes.
VISIR: ¡Imposible, alteza! Los príncipes no pueden cambiar ley alguna. Ya es constitucional y la
Constitución no le otorga poder legislativo alguno.
PEDRO: ¿Qué sistema político rige en este país? ¡A ver si me entero de una vez!
PEDRO: Pues trae acá. (Firma. Aplausos y reverencias). Segunda firma y segunda falsedad. ¿Y
ahora? ¿Qué toca ahora? ¿Debo arrojarme por esa ventana?
VISIR: ¡Oh! ¡Qué gran sentido del humor tiene, majestad! (Mientras habla el VISIR, el MAESTRE DE
CEREMONIAS coloca la corona sobre la cabeza de PEDRO). ¡El pueblo espera su aparición! (Música
de timbales y trompetas. PEDRO saluda en el balcón, de espaldas al público).
AUDIO VOCES DEL PUEBLO (afuera): ¡Viva el califa Omar Vigésimo Séptimo! (gritos y aplausos).
PEDRO: ¡Menos mal! ¿Ya no tengo que firmar nada más? ¡Que pase el pueblo!
MAESTRO DE CEREMONIAS: Gobernar sin el pueblo, pero como si fuera con el pueblo. (Tiende la
carpeta de asuntos del día al VISIR).
VISIR: En el primer día de su gobierno. Hoy sólo le planteo uno, muy sencillo, aunque urgente... Se
puede solucionar en un segundo: una simple denegación.
PEDRO (ríe): ¡Ah, ya! O sea que lo que ustedes no quieren es que ese jeque se meta los dedos en
las orejas...
PEDRO: ¿Cómo qué no? ¿No decía usted antes que sólo había un dios para todos? ¡Visir! ¡Papel y
pluma! Les guste o no les guste, decretaré la ley de libertad religiosa.
VISIR: Majestad, ya le he dicho que nuestra Constitución no le otorga poder legislativo alguno.
Usted no puede decretar ninguna ley.
VISIR (muy misterioso): Nadie debe saber nunca quién forma el Gobierno... hasta el mismo
príncipe debe ignorarlo.
PEDRO: ¿Por qué?
VISIR (en tono de confidencia): Si nadie sabe quién forma el Gobierno, se evitan los atentados
políticos, las críticas destructivas... se evitan las crisis... Nadie puede ser relevado en su cargo,
porque nadie sabe quién está a cargo... de nada.
PEDRO (al VISIR): ¿Y voy a comenzar mi reinado prohibiendo una petición? ¿Políticamente le
parece acertado?
ESCENA 12
PEDRO (acercándose a ella): ¡Lisa! ¡Lisa! ¡Lisa! ¡Siempre llegas, como un rayo de sol en un día
nublado...!
PROMETIDA (retirando su velo. Con coquetería): ¡No me llamo Lisa! ¡Sisa, Sisa, amor mío!
PEDRO: ... por el bien del pueblo... Quizá los pueblos serían más felices sin príncipes que los
gobernaran... O mejor dicho: los príncipes serían mucho más felices sin pueblos que gobernar...
SISA: Yo seré sólo la princesa consorte y sonreiré y regir asociaciones benéficas y pariré hasta que
nazca un hijo varón que pueda ser un sucesor de...
SISA: Las princesas consortes no están obligadas a amar... sino a respetar. Usted ama a Lisa,
Ambos debemos olvidar el pasado y sonreír al futuro... El pueblo exige que sus soberanos sean
felices o, al menos, que lo parezcan... Eso me dijo el Gran Visir...
EPÍLOGO
ESCENA 1
DUENDE: Cuando se estaba muriendo, se lo pregunté... Y me juró que me había dejado el plato
lleno... Hoy he descubierto que fueron las ratas...
HADA: Cuando decidiste regalarle el anillo a Pedro, pensabas más en tu venganza que en su bien...
Y ahora resulta que el pobre viejo no tenía la culpa...
DUENDE: También los inmortales nos equivocamos... Quisiera reparar mi equivocación...
HADA: Esperemos que no sea demasiado tarde. Mira (le muestra y le entrega el anillo). Tu anillo
ha vuelto a mí porque Pedro no lo quiere... Se ha convertido en un desengañado...
HADA: Intentar vivir como un hombre cualquiera... Sin ilusiones... ¿Quieres ayudarle y reparar así
tu equivocación?
DUENDE: ¿Cómo?
HADA: Destruye tu anillo, sólo tú puedes hacerlo, para que nunca más pueda poseerlo... Y yo le
pediré a Lisa que vuelva junto a él... y dejemos que, sin nosotros, ellos solos empiecen a vivir...
Que intenten vivir la realidad, ¿no te parece?
El DUENDE asiente. El HADA sonríe y desaparece. Tras un pase mágico, el anillo se convierte en
polvo, que el DUENDE esparce en el aire. Oscuro y mutación.
ESCENA 2
PEDRO duerme en el bosque. A su lado, el HADA MADRINA lo despierta con un toque mágico de
su varita.
PEDRO: ¡Madrina! (Mira a su alrededor). ¡Otra vez en el bosque! (Se abraza a ella). (¡Escucha las
quejas de un corazón desgarrado!)
PEDRO: Quisiera empezar de nuevo... En mi viaje no he hecho más que correr y desear... Riqueza,
gloria, poder... Y he sacrificado mi dignidad...
HADA: Parece que has dejado de quererte por encima de todas las cosas.
PEDRO: Noto como si estuviera empezando a librarme de mí mismo... pero no sé cómo seguir...
El HADA repite en el aire su toque mágico y aparece LISA. El HADA sonríe y sale de escena.
ESCENA 3
LISA: ¡Pedro! No sigas creyendo ni en hadas ni en duendes... Mira, cuando nace un niño en el
mundo, nace una niña en algún otro lugar de la tierra. Y desde ese momento comienzan a
buscarse... A veces, no se encuentran nunca y entonces sus años pasan con tristeza. Otras, se
equivocan de persona y son desgraciados... Pero cuando se encuentra a la persona que te está
destinada, si sabes conservar ese amor, alcanzarás la paz y la alegría.
OSCURO