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Y
PARTÍ DOS
Dos décadas de crisis política en
Colombia, 1977-1997
Medófilo Medina*
INTRODUCCIÓN
v
Profesor titular, Departamento dc Historia, Facultad de Ciencias Humanas,
Universidad Nacional de Colombia.
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MedóBlo Medina
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Medófilo Medina
" Jacobo Arenas. Cese al fuego. Una historia política de las Farc. Bogotá: Edi-
torial Oveja Negra, 1985, pág. 95.
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Dos decadas de crisis política
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PARTICIPACIÓN
Fuente: C o n f i s
s
Ibid., p 7.
El Gasto en defensa y en seguridad ciudadana en Colombia: más para la se-
guridad del estado, menos para el ciudadano, en INFORME FINANCIERO, Nú-
mero 28, 1995, p 14.
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Medófilo Medina
Fuente: FMI-DNP
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Dos décadas d e crisis política
Gráfica No. 3. Tasa de homicidio común por cada cien mil habitantes
Quinquenio
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SEMANA, Santafé de Bogotá, marzo 3 1 a abril 7 de 1997, pág.35.
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LA ESPIRAL DE LA VIOLENCIA
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Norbert Elias. Respeto y crítica. En REVISTA COLOMBIANA DE SOCIOLOGÍA,
(Traducción V. Weiler). Santafé de Bogotá; Departamento de Sociología.
Universidad Nacional, vol. III: No. 2, 1997, pág. 89.
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LA BÚSQUEDA DE SOLUCIONES
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Rafael M. Bailen. Constitución política dc Colombia. Antecedentes y co-
mentarios. Santafé de Bogotá: Gustavo Ibañez, EdicionesJuiídicas, 1995,
pág. 47.
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LA NEGOCIACIÓN DE LA PAZ 1 9 8 1 - 1 9 8 2
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2.700. Cálculos conservadores estimaban en 10.000 el núme-
ro de efectivos de la guerrilla para 1966.
Al señalar la facilidad de la recomposición de la guerrilla
no se está apuntando a una especie de mecánica sociológica,
o de dimensión mítica. Se destaca en primer lugar que los que
por los tiempos de Belisario-Landazábal se denominaron los
factores objetivos de la violencia se han mantenido e incluso
se han agravado. A nadie se le oculta que la realidad actual de
la insurgencia incorpora elementos de sustentación de orden
corporativo. Pero no podrían atribuirse a ellos, al menos no
de manera decisiva, la persistencia y desarrollo de la subver-
sión política.
Los procesos de paz culminados y las conversaciones frus-
tradas muestran diversas inconsistencias. Aquí solamente se
quiere comentar las que podrían denominarse las carencias
básicas de las políticas de paz. Ellas a su vez han alimentado la
persistente crisis política. En los más diversos análisis realiza-
dos por los medios académicos se advierte la alta correlación
existente entre lo que desde los años veinte del presente siglo
se llamó la cuestión agraria y la persistencia del problema de
la lucha armada. Durante el gobierno de Gaviria con ardor
polémico se insistió en la deslegitimación de las guerrillas. En
parte tales expectativas se asociaban con el derrumbe del so-
cialismo en Europa Oriental. Lo obvio en apariencia era espe-
rar que unas guerrillas que de manera explícita se asociaban
con el socialismo perdieran terreno de manera vertiginosa.
No sucedió así. A mi juicio las guerrillas estaban menos ideo-
logizadas de lo que los esquemas de la Guerra Fría permitían
suponer.
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Medófilo Medina. La crisis política 1994-1996. En: NÚMERO, No. 12. Santa-
fé de Bogotá, diciembre de 1996, pg. 43.
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EL VACÍO DE LA OPOSICIÓN
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A L G U N O S COMENTARIOS FINALES
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Los horizontes en el análisis
de u n a crisis
Ricardo García Duarte*
Comentario del artículo de Medófilo Medina
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La crisis de la élite
Lisímaco Parra *
PRELIMINARES
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Alfonso López. Dos doctrinas distintas. Teología y economía. En: EL
TIEMPO, Domingo 9 de Febrero de 1997, p. 5A.
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" Algunos analistas han explicado tal reducción en virtud de las limitaciones
estructurales de una Fiscalía que tanto técnica como políticamente se halla
incapacitada para extender sus investigaciones a esferas sociales distintas a la
de la clase política (Leal, p.34s.). Otros aducen la mayor visibilidad social de
los políticos —y por ende su menor autonomía— como factor explicativo de la
politización de la crisis: «En tal sentido es más intolerable la existencia de
(continúa en la página siguiente)
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la ley a uno de los de arriba constituía una falta de gusto, una violación a esa
ley moral, superior al derecho, según la cual la gente bien jamás delinque»
(p.131).
Como sustentación no literaria del anterior planteamiento, valga la excul-
pación aducida por el exministro Botero en la ampliación de su indagatoria:
«En la campaña fui partidario entusiasta de las instituciones, del código de
ética y del Fiscal ético y, por decirlo de alguna forma, yo era el jefe de la lí-
nea de opinión en contraposición a la línea parlamentaria. En fin, casi que la
totalidad de mi vida política ha estado consagrada a estas nobles causas como
corresponde a una persona que lleva en su sangre la estirpe de una familia
honesta, honorable y dedicada siempre al servicio del país. [...JJamás en mi
vida he tenido contacto alguno con el narcotráfico o con su mundo. Nunca
en mi vida ni me he reunido ni he hablado personal o telefónicamente con
ningún narcotraficante. [...] Mucho menos p u e d e pensarse que una persona
de mi trayectoria y procedencia, bendecida p o r la vida p o r lo demás con una
amplia y cómoda situación económica, podía siquiera contemplar la posibili-
dad de. recibir cualquier tipo de prebenda por parte del narcotráfico o la de-
lincuencia» (GACETA, Sección C, p.15. Las cursivas son mías).
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«2
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D
Como tal vez sea de público conocimiento, a dicha institución educativa
concurren desde los hijos del presidente de la República, pasando por los de
algunos ministros y altos funcionarios del Estado, hasta el nieto de un cono-
cido narcotraficante. En honor a la verdad, y para evitar posibles malenten-
didos, he de afirmar que no sólo no me anima ninguna malquerencia contra
este centro educativo, sino que además encuentro justa e inteligente la polí-
tica asumida por sus directivos durante la presente coyuntura.
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b
Véase Entrevista pagada con Mockus en Revista SEMANA. Bogotá; No. 780,
Abril 14-21 de 1977, p.26.
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O R Í G E N E S DEL INFANTILISMO
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Individualismo
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guicnte (2e) del Tít. XII lo prueba hasta la saciedad: La libertad ha sido con-
cedida al hombre, n o para obrar indistintamente cl bien o el mal, sino para
obrar el bien p o r elección» (Uprimny, No. 4, p.l29s).
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Al respecto afirma Max Weber: «En el aspecto moral, el laico católico co-
rrientemente vivía en la Edad Media "al día"; cumplía, por de pronto, con-
cienzudamente los deberes tradicionales y realizaba además ciertas "buenas
obras" que, normalmente, constituían una serie de acciones aisladas, sin co-
nexión necesaria entre sí, o, al menos, no estaban relacionadas en un sistema
de vida, sino que se realizaban ocasionalmente, con el fin, por ejemplo, dc
reparar pecados concretos, o por consejo pastoral o, sobre todo, en las pro-
ximidades dc la muerte, como una especie de prima de seguro. Por supues-
to, la ética católica era una ética de la "convicción", pero acerca del valor de
cada acción decidía su concreta intentio; y cada acción, buena o mala, era
imputada a su autor, influyendo sobre su destino temporal y eterno».
(Weber, p.97)
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«He estado pensando toda la mañana, desde que supe lo del ataque a Pearl Har-
bor—dijo el negociante, mirando a Beteta—, con qué artículos americanos se po-
dría hacer negocio, tratando de córner [acaparar] el mercado, y he llegado a la
conclusión de que los productos de acero van a tener que subir de precio indefec-
tiblemente. ¿Estás de acuerdo conmigo?
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los
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ellos nos adorarán como a sus bicnechores que cargan sus pe-
cados ante Dios.14
Ahora bien, quizás Iván Karamázov se equivocaba cuando
afirmaba que «si Dios ha muerto, entonces todo está permiti-
do». Con aguda malignidad recordaba Marx que Lutero negó
al cura existente fuera del seglar al poner al cura en el cora-
zón del lego. Y como quiera que sea, el individuo que en la fi-
losofía política moderna aparece como sujeto de derechos,
con o sin contenido económico, no es el niño caprichoso li-
berado de todo impedimento que condena la tradición católi-
co-escolástica, o que celebra la burguesía criolla. La reclama-
ción de los derechos individuales y su consagración constitu-
cional tiene como presupuesto histórico-social un tipo pecu-
liar de individuo, capaz de reconocer la complejidad contra-
dictoria de sus propios intereses, y así mismo capaz de reco-
nocer como de interés e incumbencia propios aquellos intere-
ses que desde una perspectiva inmediata le resultarían ajenos
o indiferentes. Y si bien es cierto que en el ámbito económico
la ley de la oferta y la demanda adquiere una preponderancia
decisiva, la constatación no debería pasar por alto las restric-
ciones racionales del productor que al buscar el lucro busca
simultáneamente las condiciones de una producción conti-
nuada.
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El bien común
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Esta afirmación, parcialmente justa, contradice sin embargo a otra, tam-
bién de López, según la cual «el puritano debe seguir acumulando más y más
bienes hasta su muerte, como una forma de santificación» (Ibid., p.39). En
efecto, si las buenas obras nada tienen que ver con la salvación, la acumula-
ción de riquezas no puede ser entendida como una forma de santificación.
Como acertadamente señala Weber, la posesión de riquezas es ratio
cognoscendi, mas no ratio essendi de la salvación.
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terreno o celestial— y casual: tal vez por eso prefiere dar li-
mosnas a pagar impuestos. 16 Por el contrario, la noción de
bien público protestante se adapta particularmente bien a ese
público desconocido y abstracto que constituye la ciudad mo-
derna. Frente a él, todo vínculo sentimental resulta por fuerza
insuficiente. Ni de ese público, ni de Dios, ha de esperarse re-
conocimiento, y no obstante la preocupación por él, que se
deriva del in majorem Dei gloriam, ha de ser sistemática y no
meramente eventual.
En el mismo sentido, Robert K. Merton ha investigado el
papel decisivo de la Reforma protestante en el desarrollo de
' Un buen ejemplo de estas diferencias es el ofrecido por el padre jesuíta Al-
fonso Uano en sus columnas dominicales en el influyente diario El Tiempo.
Como vocero de la Iglesia, es decir como intérprete autorizado del derecho
natural, el padre Llano se ve en la obligación de exhortar a los ricos a practi-
car una caridad que restaure el equilibrio orgánico social: «Con un cinco por
ciento que cedieran los ricos a los pobres del producto biuto de sus entradas
anuales, no habría pobres en Colombia y se acabarían los secuestros y los ro-
bos. Y, de paso, saldrían beneficiados los ricos. Pero ¿quién los logra conven-
cer?» {Con los familiares de los secuestrados. EL TIEMPO, 19 de Enero de
1997, p.L3A). Esta concepción de la caridad como limosna, así sea generosa,
es escolástica y por ende impracticable, y se acopla mal con aquella otra, pro-
testantemente impersonal pero acaso más moderna, del pagar impuestos.
Por ello, el mismo sacerdote al alertar a católicos incautos que piensan
«pasarse a un grupo cristiano de origen protestante», los instruye sobre las
deficiencias de su eventual nueva confesión. Así, junto a su supuesto dogma-
tismo, a su desprecio de la Virgen, del Papa, de los sacerdotes y de los sa-
cramentos, el padre Llano recuerda que el protestante pone «énfasis en el
pago de impuestos, como requisito para la salvación» {¿Piensa dejar la Iglesia
Católica? EL TIEMPO, 1 de Junio de 1997, p.23A). Además de la tergiversa-
ción doctrinal del sacerdote católico —el pago de impuestos no es medio de
salvación, sino de bien público y por ende de mayor gloria de Dios—, resulta
notoria la picardía del criollo que sabe encontrará eco en sus paisanos al de-
sanimarlos a realizar una práctica por la que ya sienten poca inclinación, pe-
ro que indudablemente constituye una virtud cívica a secas.
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No como crítica al proteccionismo en cuanto tal, sino a la falta del sustrato
que lo haría realmente productivo, habría de entenderse la tajante afirma-
ción del autorizado Luis Ospina Vásquez: «La política económica ha sido el
factor esencial en la evolución industrial. [...] Nuestra industria es artificial;
no puede producir al mismo precio que la extranjera, ni es probable que lo
pueda hacer en el futuro cercano si no ocurren cambios anormales e impre-
visibles. Nuestro proteccionismo es proteccionismo puro: protege industrias
artificiales» (Ospina, p.13).
«Puede que nos equivoquemos, como nos ocurrió hace cuarenta años,
cuando concebimos una Colombia autosuficiente, enclaustrada tras los más
altos aranceles del mundo y con una intervención del Estado secundada por
centenares de nuevos institutos descentralizados y un estatuto cambiario
propio para épocas de penuria. Lo que estamos viviendo es todo lo contra-
rio: la apertura, el exceso súbito de divisas, las privatizaciones, etc.», Alfonso
López Michelsen, Hablemos del futuro. EL TIEMPO, Abril 20 de 1997, p.26A.
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Del valor histórico que pueda atribuirse a esta ficción literaria da testimo-
nio el entonces secretario general de la OEA, Alberto Lleras Camargo, quien
al leer la novela afirmó en carta dirigida al autor: «No pude menos de seguir
todo el argumento como si fuera un caso histórico. Se lo he dado a leer a
gentes que no tienen ni sospecha de toda esa época colombiana [...] Por lo
pronto, estoy de acuerdo con Téllez [...] al calificarte como el más valeroso
de los escritores contemporáneos. En La Cabrera debe haber una tumba
abierta para ti». Carta del 14 agosto de 1953, publicada en la edición citada
de Los elegidos.
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debemos separarnos.
No es falta de cariño,
te quiero con el alma,
y en nombre de ese amor y por tu bien
te digo adiós.
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Y si el lector abrigara alguna duda sobre lo que Pérez entiende por traba-
J a r uno mismo el dinero, Laynez, otro personaje de La Cabrera, se encarga
de despejarla: «Con la experiencia del baquiano, habituado a seguir la huella
de las fieras y a conocer sus rastros en la hierba, Laynez me informaba paso a
paso de las fluctuaciones probables del mercado. Cuando el precio de $17.90
comenzó a debilitarse, ordené vender el remanente de mis acciones a $17.50
y así pude disponer de ellas, en condiciones que no hubiera podido jamás
esperar dos semanas antes. Pronto estuvieron de nuevo a $15.00 y Laynez
me sugirió que volviera a comprar acciones de La Central, realizando como
utilidad la diferencia entre el precio de venta de $16.50 y $17.50 y el de la
adquisición para reponerlas a $15.00. Fue imposible conseguir en aquellos
días una cantidad tan grande de acciones como las que yo había vendido, pe-
ro más o menos pude volver a comprar la mitad del número original, ha-
ciendo de paso, en menos de tres semanas, una pingüe ganancia» (Ibid.,
p.86).
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" «El título de calavera [...] nunca llegó a tener un significado del todo peyo-
rativo, sino que entrañaba un margen de elogio. El calavera violaba las nor-
mas de las nuevas burguesías, pero no las negaba, y siempre había la espe-
ranza —casi la certidumbre— de que abandonará la pendiente del vicio, sen-
tará cabeza, y acaso se convertirá en el más celoso defensor no solo de las
normas morales establecidas sino también de sus formas exteriores más con-
vencionales» (Romero, p.288).
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T o d o el h o r r o r d e la d e s t r u c c i ó n y la sangre de la revuelta
callejera es vivido p o r Alfredo c o m o pesadilla. En esa situa-
ción, Blanca es el símbolo del r e t o r n o a lo n o r m a l , a lo real, a
la vigilia, es decir, símbolo d e las quejas cotidianas sobre las
sirvientas, p e r o t a m b i é n de los negocios, del p r ó x i m o cam-
p e o n a t o d e golf, del d a ñ o del automóvil, de la fiesta del pró-
ximo sábado en el club. Y en la vivencia directa del Bogotazo,
lo p r i m e r o q u e a ñ o r a Alfredo es, p r e c i s a m e n t e , a Blanca.
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BIBLIOGRAFÍA
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Lisímaco Parra
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cisco Leal Buitrago (Ed.) Tras las huellas..., op. cit.
LÓPEZ MICHELSEN, Alfonso. La estirpe calvinista de nuestras instituciones.
La primera edición es de 1947, y aquí empleo la edición de Tercer
Mundo, Bogotá, 1966. En la citación junto al año de la primera edición
aparece la paginación de la edición de 1966.
—. Los elegidos. La primera edición es de 1953, y aquí empleo la edición
dc Oveja Negra, Bogotá, 1985. En la citación, junto a! año ele la nrirm
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fonso López Michelsen. Serie de cuatro artículos aparecidos en la
REVISTA UNIVERSITAS de la Universidad Javeriana, Nos. 3, 4, 5 y 6, 1951-
1953. Se cita con el número de la revista y la página correspondiente.
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WEBER, Max. "La ética protestante y el espíritu del capitalismo", en: Ensa-
yos sobre sociología de ¡a religión, Vol I. Madrid: Taurus Ediciones,
1983.
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Clase, élite y crisis
en la perspectiva del filósofo
Fernando Cubides*
Comentario del artículo de Lisímaco Parra
Es posible que de los artículos de este libro sea éste el que más
contribuye a dilucidar la paradoja e incitación que se propone
en el título del mismo: por definición las crisis son coyunturas,
momentos decisivos y lo que aquí se intenta explorar de la
manera más circunspecta son sus referentes más universales,
sus orígenes, los lineamientos de su gestación en un período
muy amplio.
Mi primera anotación versa sobre la variante que el profesor
Parra consideró necesario introducir en el enunciado inicial del
problema: El comportamiento de la clase dirigente durante la
crisis, y el que finalmente adopta: La crisis de la élite. Variante
significativa pues no se puede atribuir a cuestiones de estilo o de
forma, tiene que ver con una reformulación que se ha ido pro-
duciendo en la propia manera de entenderlo como problema.
Un desplazamiento en el sujeto y en el predicado de la oración,
v
Profesor asociado, Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Hu-
manas, Universidad Nacional de Colombia.
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Fernando Cubides
Más claro aún, ese interés decidido por la cultura puesto que
adopta la distinción que Norbert Elias establece entre civilización
y cultura (si el concepto de civilización resta importancia a las di-
ferencias nacionales, el de cultura hace hincapié en ellas) y en la
peculiar identidad de grupos específicos; es pues plenamente
aplicable al color local de la historia.
Sin proponérselo, llega a coincidir con otro estudioso de la
élite colombiana y de sus rasgos específicos: el historiador Marco
Palacios. La coincidencia es más fuerte pues en procura de captar
e interpretar en su significación más honda los rasgos de una es-
tética de la dominación —como la llamaría Kolakoswki— ambos
encuentran las vetas más importantes para ello, y valoran del
mismo modo la obra novelística de López Michelsen al igual que
i _ i _ T • _ r^ y. T^^_.:I„ 1
ia u c I g n a c i o vjomcz. c^aviia.
Y con tales coincidencias previas no es sorprendente entonces
que coincidan también en un hito determinante: la funesta tarde
del 9 de Abril de 1948. El período oligárquico de Los elegidos,
de los nacidos para mandar, se cierra allí, y los símbolos de cohe-
sión, de identificación que se habían creado y que se antojaban
duraderos, pierden sentido a partir de entonces. Una coinciden-
cia a la que se suman Ignacio Gómez Dávila y Plinio Apuleyo
Mendoza.
Al preguntarse por el origen de la actual polarización nuestro
filósofo encuentra necesario remontarse al período en el cual se
hallan los primeros indicios de la modernización, de una moder-
nización sin modernidad, como se verá. Cronológicamente, las
primeras décadas del siglo, nada menos. En cuanto a la cuestión
del tiempo, hasta el más exigente en aquello de lo no coyuntural
se puede ver satisfecho, y con usura. El profesor Parra París nos
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cho tema, pues fue él quien primero oyó de labios del expresidente López Mi-
chelsen, en Miami, su relato sobre la entrevista ocasional que tuvo en Panamá.
Por convenio con el autor, esa carta está destinada a unas memorias que el co-
lumnista quizás nunca haya de escribir».
Otras diferencias son más adjetivas: en el primer relato López afirma que la en-
trevista duró cuarenta y cinco minutos, en su carta de rectificación afirma que
duró hora y media.
Ver El Tiempo. Domingo 29 de julio de 1984. p. 8 A.
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' En uno de sus escritos poco conocidos el propio Weber asevera: «Ha sido
siempre la consecución de) poder económico lo que ha hecho surgir en una cla-
se la idea de su candidatura a la dirección política. Es peligroso y a largo plazo
inconciliable con el interés de la nación el hecho de que una clase económica-
mente en decadencia detente el poder político. Pero todavía más peligroso es el
hecho de que las clases hacia las cuales se desplaza el poder económico, y con
ello la perspectiva del poder político, no estén aún políticamente maduras para
la conducción del Estado». Véase Estado Nacional y política económica. En: Es-
critos Políticos. México: Ediciones Folios, S.A, 1982, p.23.
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una idea somera del tiempo que nos llevará pagarlos. Y lo que
nos falta todavía.
No hay duda para mí que el filósofo Parra no tiene intencio-
nes exculpatorias, no pretende diluir la responsabilidad de la ac-
tual generación de miembros de la élite, sino buscar los funda-
mentos de su actitud, de lo característico de su mentalidad en el
pasado histórico poniéndolos, para su comprensión, en un con-
texto universal. Es todo un aporte lo que consigue, pero, como
he reiterado, requiere complementarse con referencias a lo más
actual. Lo de Parra no es una fuga al pasado, pero se le parece
mucho: es un retroceder en busca de los fundamentos de una ac-
titud, pero que una vez establecidos se quedan sin aplicación y
sin examinar sus mutaciones. Está bien: desochomilisemos el aná-
lisis pero sin desestimar lo que allí, en el 8.000, está cristalizado y
documentado.
Con todas las reacciones y réplicas que ha suscitado, la del
parvulario es una buena metáfora. Completarla, sin embargo, re-
queriría averiguar si entre las infantiles travesuras de sus miem-
bros no se dan por ejemplo los tratos por debajo de la mesa, el
hurto de temarios de examen, la trasgresión de las formas de
convivencia y de las reglas de juego en busca de ventajas persona-
les. Si, por ejemplo, los hábitos de los párvulos no han ido cam-
biando hasta el punto de que se alteren los resultados de las
competencias deportivas; en suma, si en su recinto no hay algo
que se parezca a la esquina de los Recoletos.b
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Para que fuese un microcosmos, además valdría la pena considerar si dentro
de los hábitos adquiridos recientemente no se presenta también el consumo de
droga. Al igual que Milton Friedman, Chomsky y varios pensadores y analistas,
respecto del problema del consumo, Parra opta por la libertad individual y elude
la trampa maniquea (Ver su artículo en la Revista Número, No. 11 de octubre
de 1996: Ni populismo ni pragmatismo) insistiendo en que la droga ha de legali-
zarse, pues su consumo, como el de pornografía o de cualquier otro bien cons-
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Fernando Cubides
picuo, proviene de una decisión adulta y del uso del margen de libertad corres-
pondiente. Para prevenir la inducción de los párvulos por parte de los interesa-
dos en el expendio de las drogas, Parra se pronuncia en cambio poí' la más seve-
ra aplicación de la ley: «La sola idea de que a la salida del colegio, o incluso den-
tro de él, un comerciante se aproveche dc la ingenuidad de alguno de nuestros
hijos para inducirlo al consumo y a la adicción nos llena de espanto e indigna-
ción. Y cualquier ciudadano norteamericano o colombiano estará de acuerdo
con que se apliquen las más drásticas sanciones a tamaño inescrúpulo» {op. cit.,
p. 24). Y, para completar el cuadro, no faltarían sino aquellos que, en el caso de
comprobada ineficacia de quienes deben aplicar las drásticas sanciones llevaran
su espanto e indignación hasta proponer una suerte de comandos parapatema-
les, que llamaría Mafalda.
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