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UNIDAD IV

SESIÓN DE APRENDIZAJE Nº 19

“REVOLUCIÓN FRANCESA DEL ANTIGUO RÉGIMEN AL NUEVO RÉGIMEN”

I. DATOS GENERALES

1.1. Colegio de Alto Rendimiento : COAR ICA


1.2. Asignatura : Historia y Geografía
1.3. Horas Pedagógicas : 4 Hora
1.4. Grado y Sección : Tercer año A, B, C, D
1.5. Fecha : 27 de agosto – 01 de setiembre de 2018
1.6. Acompañante de procesos pedagógicos : Omar J. Quispe Quispe

II. VÍNCULO CON LOS COMPONENTES DEL PROGRAMA DEL DIPLOMA Y EL PROYECTO INTERDICIPLINARIO

X Teoría del conocimiento X Monografía


Creatividad, actividad y Servicio X Proyecto Interdisciplinario
X Mentalidad Internacional X Problemas Globales
La presente sesión de aprendizaje referente a la Revolución Francesa guarda relación con cuatro componentes del
programa diploma y con el proyecto interdisciplinario que se explican a continuación: con Teoría del Conocimiento, ya
que el estudiante podrá discernir las posiciones de los pensadores de la ilustración como cauda ideológica para el
estallido de la Revolución Francesa; con mentalidad internacional, ya que por medio de ella el estudiante conocerá la
trascendencia del grito de protesta de igualdad y derechos del pueblo francés, hacia todo el mundo; con monografía,
debido a que el estudiante poseerá más conocimientos para la elección de su tema de investigación; con el proyecto
interdisciplinario, ya que, conocer la forma de vida de los franceses en el siglo XVIII conlleva a entender que todos
somos de distintas clases sociales y con distintas costumbres (pluriculturalidad, que guarda relación con la nominación
de Perú país de todas las sangres) y finalmente con los problemas globales, ya que el estudiante comprenderá las
causas y consecuencias del estallido de la Revolución Francesa como punto inicial para el proceso de emancipación
latinoamericana y por ende peruana.

III. PROCESO DE ENSEÑANZA APRENDIZAJE

- Analiza las fuentes diversas sobre procesos históricos del siglo XVIII.
Capacidades
- Desarrolla argumentos sobre los procesos históricos y las perspectivas sobre su estudio
- Desarrolla y explica los conceptos claves de Historia: causas, consecuencias,
importancia, perspectiva, cambio y continuidad del estallido de la Revolución Francesa
Desempeños específicos
- Evalúa la trascendencia de la Revolución Francesa para el inicio del proceso
emancipador en Latinoamérica durante el siglo XIX.
Primera parte:
- Causas de la Revolución Francesa.
- Desarrollo y fases de la Revolución.
Temática Segunda parte:
- Consecuencias de la Revolución Francesa
- La era Napoleónica en Francia.
- Registro auxiliar.
Evidencia - Ficha de aplicación individual.
- Rubrica de exposición

Recursos y Tiemp
ACTIVIDADES EN LA ENSEÑANZA - APRENDIZAJE
materiales o
INICIO
El docente ingresa al salón de clases saludando amigablemente a los estudiantes y les
anima a iniciar una nueva aventura del aprendizaje en la ciencia histórica mediante una
exposición breve la importancia de la Revolución Francesa, para ello pide a los estudiantes
ubicarse en media luna.
MOTIVACIÓN:
El docente motiva el inicio de la sesión de aprendizaje mediante la proyección de un video
titulado “CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA” extraída de la fuente: Imágenes
https://www.youtube.com/watch?v=5WmXQUT5eCs 15 minutos.
Momento 1

SABERES PREVIOS
Proyector
 Luego de la presentación del video se plantean las siguientes preguntas a fin de activar
multimedia
los saberes previos de los estudiantes:
- ¿Qué es la Revolución Francesa? Medio o0ral
- ¿Cuáles son las causas de la Revolución Francesa?
 El facilitador anota las opiniones de los estudiantes en la pizarra. 5 minutos.
CONFLICTO COGNITIVO:

 Para activar el conflicto cognitivo de los estudiantes, el facilitador formula la siguiente Medio oral.
pregunta:
Pizarra
¿En qué medida el estallido de la Revolución Francesa influenció en el
proceso emancipador de Latinoamérica? Plumones
 El facilitador recoge las participaciones de los estudiantes anotando en la pizarra las
ideas centrales que ellos vierten, además el facilitador direcciona la participación a Mota 20
aquellos estudiantes que no participan. 5 minutos min.

 Se establecen relaciones con los saberes previos y los nuevos saberes.

 Se da a conocer el propósito de la clase: (conocer y explicar los conceptos claves de


historia: causas, consecuencias, importancia, perspectiva, cambio y continuidad del
estallido de la Revoluciono Francesa así como los desempeños, indicadores y criterios
de evaluación.

 Se establecen los acuerdos de convivencia y los valores que se deben practicar en clase
para garantizar un clima de confianza y respeto. 5 minutos.
PROCESO
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO

 A continuación el facilitador forma 4 grupos de 6 integrantes mediante la entrega de


fichas de nombres de personajes ilustres de la Revolución Francesa: Anexo 01.

1 2 3 4
MAXIMILIEN JACQUES JACQUES NAPOLEÓN
ROBESPIERRE DANTON NECKER BONAPARTE

 Constituido los grupos el facilitador indica a los estudiantes que deben visitar el
repositorio público y descargar el archivo “LA REVOLUCIÓN FRANCESA”. Anexo 02.

 Seguidamente le facilitador hace entrega de una ficha individual sobre las causas:
estructurales, coyunturales y detonantes de la Revolución Francesa. Anexo 03.

 El facilitador hace una explicación breve sobre: Fichas

- Causas estructurales: Son las causas que dependen de un sistema ya instalado, es decir para Repositorio
el surgimiento de un problema ha tenido que ver con factores netamente estamentales. Público
- Causas coyunturales: Es una causa fuera a la estructura estable de un estado, es decir la
intervención de agentes externos para el surgimiento de un problema. Laptops
- Detonantes: Causas que motivaron al estallido de la Revolución Francesa.
Pizarra
 se informa a los estudiantes que la consigna del día de hoy es completar la ficha de
manera grupal con la información obtenida del video inicial y la lectura descargada del 60
repositorio público. Plumón min.
 El facilitador monitorea la construcción del aprendizaje de los estudiantes, absolviendo
sus dudas sobre algunos puntos que ellos lo requieran. 30 minutos.
Mota
APLICACIÓN DEL CONOCIMIENTO
Medio oral
 Terminado de completar la ficha asignada por el facilitador, el docente informa que ha
llegado el momento de socializar la información, para ello el docente divide la pizarra en
tres partes:

CAUSAS CAUSAS
DETONANTES
ESTRUCTURALES COYUNTURALES

 El docente inicia la plenaria preguntando al grupo 01 cuáles fueron las causas


estructurales que ellos edificaron, el docente advierte que la pregunta va dirigida
exclusivamente para el grupo 01, ya que cada grupo tendrá la opción de participar
conforme a la pregunta dirigida por el facilitador. Es así que un estudiante del grupo 01
que quiera participar lo hará de manera verbal e irá a la pizarra a anotar su idea. Esa
misma temática se desarrollará con los tres grupos restantes y con las preguntas que
respondan a las causas coyunturales y detonantes de la Revolución Francesa. 30
minutos.
 Las participaciones de los estudiantes son calificada mediante una lista de cotejo. Anexo
04.
 Finalmente se indica a los estudiantes que la siguiente clase continuaremos con la
segunda parte de la sesión de aprendizaje, para ellos se hace un sorteo de los temas
que tienen que desarrollar la siguiente clase manteniendo la misma estructura de los
grupos conformados, los temas son:
- Tema 1: La toma de Bastilla del 14 de julio de 1789 – la asamblea constituyente –
constitución de 1791.
- Tema 2: Juicio y ejecución de Luis XVI – Rebelión en la Vendée.
- Tema 3: Participación de Robespierre en la Revolución Francesa – El Terror – muerte
de Robespierre
- Tema 4: Golpe de estado de Napoleón – gobierno de Napoleón
 Se informa a los estudiantes que para las exposiciones pueden usar papelotes, ppts u
otros materiales de ayuda.
SALIDA

EVALUACIÓN
 Se evalúan las fichas de manera individual y las intervenciones de los estudiantes.

METACOGNICIÓN
 Se plantea tres preguntas de Metacognición para que sean respondidas en forma Medio oral
aleatoria por los estudiantes a través de la lluvia de ideas.
10
min.
- ¿Se ha cumplido con los objetivos o propósitos de la clase?
- ¿Aprendimos el tema?
- ¿Para qué me sirve lo aprendido?

 Se agradece a los estudiantes por su participación en el desarrollo de la clase,


seguidamente se les invita a seguir leyendo el archivo de la Revolución Francesa y a ver
el video sobre: la revolución francesa extraída del link:
https://www.youtube.com/watch?v=6oo9jWyzTPE&t=216s a fin de afianzar sus
conocimientos sobre el tena.
INICIO

El docente ingresa al salón de clase con un buen estado de ánimo, indica a los estudiantes
que deben a acomodarse en media luna para dar inicio a las clases del día de hoy.
Imágenes
Proyector
MOTIVACIÓN: multimedia

 El facilitador hace una introducción general del proceso de la Revolución Francesa, Lap top
desde la Toma de Bastilla, la Asamblea Constituyente, la participación de Robespierre,
la guillotina y el golpe de estado de Napoleón. 5 minutos. Amplificador
Momento 2

de sonido
CONFLICTO COGNITIVO:
 Para promover el conflicto cognitivo el facilitador formula la siguiente pregunta:
10
¿Habrá sido correcta la actitud del pueblo francés en guillotinar a min.
Maximilien Robespierre?
 El facilitador valora las opiniones de los estudiantes, direccionando las participaciones a
otros estudiantes que suelen participar esporádicamente.
Medio oral
 Se da a conocer el propósito de la clase y la evaluación de las exposiciones. Se hace
entrega de las rúbricas de exposición.

 Se establecen los acuerdos de convivencia para crear un clima propicio para el


desarrollo del aprendizaje, donde se evidencie la confianza, el respeto y buen trato entre
estudiantes y entre docente – estudiantes. 5 minutos.
PROCESO Medio oral
Lap top
CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO
Proyector
 Se informa a los estudiantes que tendrán 5 minutos para organizar la información multimedia
obtenida sobre los temas asignados en la clase anterior a fin de dar inicio a la ronda de
exposiciones. 5 minutos. Papelotes
65
APLICACIÓN DEL CONOCIMIENTO Fichas de min.
 Se da inicio a la ronda de exposiciones, para ello se pide a los estudiantes cerrar sus resúmenes
laptops, prestar atención y tomar apuntes de la información que compartirán sus
compañeros. Las exposiciones serán evaluadas mediante una rúbrica de exposición.
Anexo 05. 50 minutos.

 En el proceso de exposición, el facilitador intervendrá cuando sea necesario la aclaración


de un punto pertinente.
SALIDA

EVALUACIÓN
 El facilitador evalúa las exposiciones de les estudiantes.
 Se aplica una práctica calificada, 10 minutos Medio oral
METACOGNICIÓN
 Se plantea tres preguntas de Metacognición para que sean respondidas en forma 15
aleatoria por los estudiantes a través de la lluvia de ideas. Práctica min.
- ¿Se ha cumplido con los objetivos o propósitos de la clase? calificada
- ¿Aprendimos el tema?
- ¿Para qué me sirve lo aprendido?
Se agradece a los estudiantes por su participación en el desarrollo de la clase y se les
informa que la siguiente sesión estaremos tratando el tema de “las reformas borbónicas”.
Por lo que todos los estudiantes deben de investigar sobre ese punto. 5 minutos.

IV. VALORACIÓN DE LOS APRENDIZAJES


INSTRUMENTO DE
CRITERIOS EVIDENCIA INDICADORES DE DESEMPEÑO
EVALUACIÓN
- Desarrolla y explica los conceptos claves de
Conocimiento - Registro auxiliar Historia: causas, consecuencias, importancia - Rúbrica para
y perspectiva, cambio y continuidad del calificar exposición.
comprensión. - Ficha de aplicación estallido de la Revolución Francesa, a través
- Registro auxiliar.
individual. de una ficha y exposiciones.
- Evalúa la trascendencia de la Revolución - Ficha de aplicación
Aplicación y - Práctica calificada Francesa para el inicio del proceso individual.
análisis. emancipador en Latinoamérica durante el
siglo XIX a través de una práctica calificada. - Práctica calificada

V. BIBLIOGRAFÍA Y/O RECURSOS DE SOPORTE PARA EL DOCENTE Y ESTUDIANTE (LIBROS,


PLATAFORMAS, PÁGINAS WEB, ETC)
5.1. Para el docente:

 Guía curricular de historia.


 Historia de la Humanidad, Editorial Lumbreras
 C@MBIOS.COM, Ciencias Sociales 3° de secundaria, Edición para el profesor, Editorial SANTILLANA
 “HISTORIA UNIVERSAL DE LA ERA DE LAS REVOLUCIONES AL MUNDO GLOBALIZADO” – Gloria M.
Delgado de Cantú, Editorial PEARSON. 3RA EDICIÓN.
 https://es.slideshare.net/IselaGuerreroPacheco/sesion-maritza-obregon-briceo
 https://es.answers.yahoo.com/question/index?qid=20090418150353AA6LIgN
 https://www.youtube.com/watch?v=5WmXQUT5eCs
 https://www.youtube.com/watch?v=6oo9jWyzTPE&t=216s
 https://www.youtube.com/watch?v=aGGJvpQhHuE

5.2. Para el estudiante:

 Historia de la Humanidad, Editorial Lumbreras


 C@MBIOS.COM, Ciencias Sociales 3° de secundaria, Edición para el profesor, Editorial SANTILLANA
 “HISTORIA UNIVERSAL DE LA ERA DE LAS REVOLUCIONES AL MUNDO GLOBALIZADO” – Gloria M.
Delgado de Cantú, Editorial PEARSON. 3RA EDICIÓN.
 https://es.slideshare.net/IselaGuerreroPacheco/sesion-maritza-obregon-briceo
 https://es.answers.yahoo.com/question/index?qid=20090418150353AA6LIgN
 https://www.youtube.com/watch?v=5WmXQUT5eCs
 https://www.youtube.com/watch?v=6oo9jWyzTPE&t=216s
 https://www.youtube.com/watch?v=aGGJvpQhHuE

……………………………………………… …………………………………………………
Docente Acompañante Especializado Acompañante de Procesos Pedagógicos
Oscar Soplin Ruíz Omar J Quispe Quispe

…………………………………………
Director Académico
ANEXO 01

FICHAS PARA FORMAR GRUPOS DE 6 INTEGRANTES

1 2 3 4
MAXIMILIEN JACQUES JACQUES NAPOLEÓN
ROBESPIERRE DANTON NECKER BONAPARTE

1 2 3 4
MAXIMILIEN JACQUES JACQUES NAPOLEÓN
ROBESPIERRE DANTON NECKER BONAPARTE

1 2 3 4
MAXIMILIEN JACQUES JACQUES NAPOLEÓN
ROBESPIERRE DANTON NECKER BONAPARTE

1 2 3 4
MAXIMILIEN JACQUES JACQUES NAPOLEÓN
ROBESPIERRE DANTON NECKER BONAPARTE

1 2 3 4
MAXIMILIEN JACQUES JACQUES NAPOLEÓN
ROBESPIERRE DANTON NECKER BONAPARTE

1 2 3 4
MAXIMILIEN JACQUES JACQUES NAPOLEÓN
ROBESPIERRE DANTON NECKER BONAPARTE
ANEXO 02
LA REVOLUCIÓN FRANCESA

La Revolución Francesa (1789-1799) ha sido tradicionalmente considerada como el indicador del


final de una época histórica y el punto de arranque de una nueva etapa: la Edad Contemporánea.
Por este motivo puede aceptarse que, aunque cronológicamente el siglo XIX comenzase en 1801,
históricamente se inició en 1789. Ciertamente, el estallido de la Revolución Francesa señala una
línea divisoria entre dos sistemas sociopolíticos opuestos: en el Antiguo Régimen, anterior a la
Revolución Francesa, el absolutismo monárquico regía una sociedad feudal; en el Nuevo Régimen
surgido tras la misma, en cambio, reconocemos muchos de los rasgos que caracterizan la
organización política y social del mundo contemporáneo.

La toma de la Bastilla (14 de julio de 1789) ha quedado


como el suceso icónico de la Revolución Francesa

En el terreno político, la Revolución Francesa acabó con el sistema de monarquías absolutas que
había prevalecido durante siglos en muchos países europeos. Dicho sistema político se basaba en
el principio de que todos los poderes (el de promulgar las leyes -legislativo-, el de aplicarlas -
ejecutivo-, y el de determinar si las leyes habían sido o no cumplidas -judicial-) residían en el rey. El
monarca era fuente de todo poder por derecho divino; tal derecho era la base jurídica y filosófica de
su soberanía.

La Revolución Francesa establecería la separación de estos poderes, de tal manera que el


legislativo correspondería a una Asamblea o Parlamento; el poder ejecutivo seguiría residiendo en
el rey y sus ministros, o en un gobierno en las repúblicas; y el judicial recaería en los tribunales de
justicia, como poder técnico e independiente. En definitiva, la monarquía dejaría de existir o de ser
absoluta para convertirse en un sistema político en que los distintos poderes servirían de
contrapesos y se controlarían mutuamente. Se entendía, además, que la soberanía no procedía
sino del pueblo, el cual delegaba el ejercicio del poder en gobernantes libremente elegidos en
procesos electorales periódicos.

En el plano social, las consecuencias de la Revolución Francesa serían igualmente trascendentes.


El Antiguo Régimen se había caracterizado por consolidar un tipo de organización social rígido y de
carácter marcadamente estamental, en la que se habían consagrado dos grupos o estamentos
inamovibles: el clero y la nobleza. Estos estamentos gozaban de una jurisdicción especial que les
eximía de pagar impuestos, entre otros privilegios. El tercer estamento lo integraban los
campesinos, que estaban obligados a sostener los gastos del Estado con el pago de tributos.

Pero no solamente campesinos, artesanos o siervos componían el tercer estamento; una nueva
clase social dinámica y próspera, enriquecida mediante los negocios, el comercio y la industria,
también pertenecía jurídicamente a aquel «tercer estado» carente de privilegios: la burguesía. Esta
clase emergente aspiraba a que su ascenso y su poderío económico se reflejase en el ordenamiento
político. De hecho, la Revolución Francesa y su más inmediato precedente, la independencia de los
Estados Unidos, constituyen los primeros ejemplos de lo que los historiadores han llamado
«revoluciones burguesas». En ambas, el triunfo de la burguesía sobre la aristocracia anquilosada
determinó una configuración social en concordancia con la mentalidad y los valores burgueses.

El carácter débil e indeciso de Luis XVI favoreció a los revolucionarios

De este modo, la Revolución Francesa creó una nueva sociedad cuya principal característica sería
la eliminación de los privilegios y la proclamación de la igualdad de todos los ciudadanos ante la
ley; sin embargo, este ideal de igualdad se quedaría en el plano de lo teórico, ya que la nueva
sociedad establecería un nuevo tipo de jerarquización entre los ciudadanos marcada no por el
origen o la sangre, como antes, sino por la posesión de riquezas. Se pasó así de una sociedad
estamental cerrada (se era noble por ser hijo de nobles, sin importar méritos o riquezas) a una
sociedad abierta pero clasista (la nuestra), en que el dinero y los bienes materiales determinan la
clase social. El resultado de la Revolución Francesa, en suma, sería la universalización del ideario
burgués y la ascensión al poder de la misma burguesía, que sería la principal beneficiaria de los
cambios.

La Revolución afectó a otros países además de Francia. Los gobernantes y la aristocracia de los
países vecinos se convirtieron en sus mayores enemigos, y diversas monarquías europeas
formaron coaliciones antifrancesas que tenían como objetivo acabar con el proceso revolucionario
y restaurar el absolutismo. Pero la Revolución encontró apoyo en los campesinos, en los
trabajadores de las ciudades y en las clases medias, y sus ideas penetraron en los estamentos no
privilegiados de los restantes países europeos, que, en procesos revolucionarios o reformistas,
acabarían por adoptar muchos de sus principios a lo largo del siglo XIX, quedando sus sociedades
y sus gobiernos configurados de forma similar. En este sentido, la Revolución Francesa fue un
acontecimiento de alcance universal.

CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Antes de entrar en el análisis del proceso revolucionario francés hay que señalar las causas que lo
desencadenaron, dando por sentado la dificultad que supone establecer un orden de importancia
en las mismas. Debe destacarse, en primer lugar, que el impacto de la filosofía ilustrada en el
proceso revolucionario es una realidad incuestionable. Las ideas que difundió la Enciclopedia de
Diderot y D'Alembert (1751-1772), y las doctrinas políticas y sociales de Montesquieu, Rousseau
y Voltaire dinamitaron los fundamentos teóricos de la monarquía absoluta y pusieron en manos del
elemento burgués el ensamblaje teórico con el que justificar la destrucción del Antiguo Régimen. El
barón de Montesquieu desarrolló la teoría de la división de poderes en El espíritu de las leyes
(1748); Voltaire censuró el poder y fanatismo de la Iglesia y defendió la tolerancia y la libertad de
cultos; Jean-Jacques Rousseau planteó en El contrato social (1762) el principio de la soberanía
popular, que el pueblo ejerce a través de representantes libremente elegidos.

Durante el siglo XVIII, Francia vivió una serie de desajustes sociales propios de unas estructuras
anquilosadas incapaces de adaptarse a la dinámica de los tiempos. El desarrollo de la economía,
con importantes avances en sectores como la industria y el comercio, había favorecido el
protagonismo de la burguesía, cuyo creciente poder económico no se veía correspondido con la
función que le era asignada en la sociedad del Antiguo Régimen. A la eclosión de la burguesía como
nueva realidad social cada vez más reacia a tolerar las prerrogativas y prebendas de los estamentos
superiores, había que añadir la insoportable situación del campesinado francés, sujeto a un sistema
de explotación señorial que, lejos de suavizarse a lo largo del siglo XVIII, tendía a hacerse aún más
oneroso.

En la década de 1780, una sucesión de malas cosechas y graves crisis agrícolas desencadenaron
la casi paralización de los restantes sectores económicos, íntimamente dependientes del sector
primario. La prolongada depresión se dejó sentir con notable intensidad en el campo y en la ciudad,
sucediéndose, en los años que precedieron a la Revolución, una serie de motines y levantamientos
populares provocados por la carestía y la escasez de los productos de primera necesidad.

La crisis financiera como desencadenante inmediato

Si las causas mencionadas contribuyeron a preparar el clima para el estallido de la Revolución


Francesa, el factor que lo precipitó fue la crisis política surgida cuando Luis XVI intentó hacer frente
a la caótica situación financiera por la que pasaba el erario público. El déficit crónico de la monarquía
se había convertido en el problema más acuciante para los últimos gobiernos del despotismo
ilustrado. Los gastos provocados por el apoyo a la independencia de las colonias británicas en
América y por los dispendios de la corte de Versalles hacían inaplazable la toma de medidas
urgentes en unos momentos en los que el Estado carecía de crédito ante los banqueros y ya no
podía recurrir al clásico expediente de incrementar la presión fiscal a los que siempre la habían
soportado.

En estas circunstancias, los responsables de finanzas de los gabinetes de Luis XVI, Robert
Jacques Turgot (1774-1776) y Jacques Necker (1778-1781), sugirieron al monarca algunas
medidas encaminadas a equilibrar el presupuesto, aunque no lograron su objetivo al ser destituidos
de sus cargos por la presión de los sectores más conservadores de la nobleza y del clero. Jacques
Necker llegó a publicar en 1781 un presupuesto de la nación (Compte rendu au roi) que supuso su
inmediato cese: por primera vez la opinión pública conoció las elevadas partidas destinadas a
sufragar los gastos de la corte. Tal ejercicio de transparencia le reportó un gran prestigio entre el
pueblo y la burguesía.

En 1783, Charles Alexandre de Calonne, nuevo ministro de finanzas, intentó poner en práctica un
plan de reforma fiscal basado en las ideas de sus antecesores, que, en síntesis, suponía la
desaparición de los privilegios fiscales de la nobleza y el clero. La frontal oposición de los poderosos
provocó su caída en abril de 1787; le sustituyó Loménie de Brienne, arzobispo de Toulouse y uno
de los más acérrimos enemigos de las reformas.

Sesión inaugural de los Estados Generales (5 de mayo de 1789)

El nuevo ministro, una vez comprobado el colapso financiero que amenazaba al Estado, recurrió de
nuevo al proyecto de Calonne, retocado en algunos puntos. En esta ocasión, los «privilegiados»,
que se habían erigido en representantes de los intereses de la nación, negaron al monarca toda
capacidad legal para cambiar el sistema fiscal francés y solicitaron la convocatoria de los Estados
Generales, argumentando (conforme a la tesis del duque Luis Felipe II de Orleans) que eran la
única institución histórica que tenía poder para ello.

Como cuerpo legislativo que actuaba en representación de cada una de las tres clases sociales, la
nobleza, el clero y el pueblo (el «Tercer Estado»), los Estados Generales habían tenido un
importante papel en la Francia de los siglos XIV y XV. Sin embargo, la deriva centralista y absolutista
protagonizada desde entonces por las monarquías europeas había por lo general reducido este tipo
de instituciones a órganos consultivos o decorativos; era el caso de los Estados Generales, de los
que puede incluso afirmarse que yacían en el olvido: su última reunión había tenido lugar en 1614.

Los Estados Generales (1788-1789)

Enfrentado a una situación insostenible, Luis XVI aceptó al fin (5 de julio de 1788) la reunión de los
Estados Generales para primeros de mayo de 1789 y la dimisión de Loménie de Brienne; Jacques
Necker, puesto otra vez al frente del ministerio de finanzas, se convertía en el nuevo hombre fuerte
de la situación. Aparentemente, con la convocatoria de los Estados Generales, la llamada «revuelta
de los privilegiados» se había anotado una victoria; en realidad, era el principio de una nueva etapa
caracterizada por el exclusivo protagonismo de la burguesía. Si los poderosos pretendían
aprovechar los Estados Generales para perpetuar sus privilegios, los burgueses perseguían acabar
con ellos; de ahí que sus primeros objetivos fueran conseguir para el Tercer Estado una
representación similar en cifras a la nobleza y clero juntos, y que se votase por cabeza y no por
estamentos.

El decreto que organizaba los comicios (27 de diciembre de 1788) estableció el modo en que cada
estamento elegiría a sus representantes en los Estados Generales, pero sin hacer referencia a la
importante cuestión del voto, verdadero caballo de batalla de los dirigentes de la burguesía. La
libertad que, en la práctica, concedía la normativa electoral favoreció a los distintos aspirantes a
liderar el Tercer Estado, que pudieron difundir sin cortapisas sus ideas y proyectos políticos,
asumidos por un importante sector de la sociedad francesa, como quedó reflejado en los cuadernos
de quejas (cahiers de doléances) enviados al rey por instituciones y grupos ciudadanos.

Una vez efectuadas las votaciones, el 5 de mayo de 1789 tuvo lugar la apertura de los Estados
Generales con un discurso de Luis XVI, donde dejaba entrever la exclusiva misión de solucionar el
problema financiero que se asignaba a la institución, sin aludir en ningún momento a las peticiones
de los portavoces del estamento popular. El Tercer Estado pidió que las votaciones se llevasen a
cabo individualmente y no por estamento, ya que en caso contrario el voto conjunto de la nobleza y
el clero prevalecería siempre sobre el de los plebeyos. La propuesta difícilmente podía prosperar:
si se votaba individualmente, el Tercer Estado, que disponía de mayoría de representantes, pasaría
a controlar los Estados Generales.

El juramento del Juego de Pelota, de Jacques-Louis David

Tras varias semanas de discusiones estériles, el Tercer Estado acordó abandonar tanto su
denominación como su condición de organismo representativo de tan sólo un estamento, y, sobre
la base de sus miembros, se constituyó en Asamblea Nacional, autoproclamándose auténtica
representación de la nación e invitando a los demás estamentos a unirse a sus deliberaciones (17
de junio). El rey respondió privándoles del salón donde se reunían; bajo el liderazgo de Honoré
Gabriel Riqueti, conde de Mirabeau, y del abate Emmanuel Joseph Sieyès, la Asamblea
Nacional se trasladó a un edificio público utilizado como frontón para el juego de pelota, y, en medio
del entusiasmo general, pronunció el 20 de junio el célebre Juramento del Juego de Pelota: no
separarse hasta que hubiesen dotado a Francia de una Constitución. Numerosos representantes
del bajo clero y otros nobles liberales se unieron a la Asamblea. Luis XVI hubo de ceder: el 27 de
junio reconoció la Asamblea Nacional y ordenó al clero y a la nobleza que se incorporaran a la
misma, lo que suponía una aceptación de hecho, por parte del rey, del principio de soberanía
nacional.

La revuelta popular (1789)

En tanto que abierto desafío a la autoridad monárquica y triunfo de la soberanía nacional sobre el
absolutismo, debe considerarse la constitución de la Asamblea Nacional (y no la toma de la Bastilla)
como el primero de los sucesos revolucionarios; es preciso reconocer, sin embargo, que difícilmente
se hubiera llegado más lejos de no haber contado la Asamblea con el apoyo popular. Tras el forzado
reconocimiento por parte del rey, en efecto, la aristocracia cortesana empujó de inmediato a Luis
XVI a actuar contra la Asamblea Nacional, acuartelando tropas en Versalles (20.000 soldados) por
si era preciso utilizar la fuerza contra la Asamblea y destituyendo otra vez a Jacques Necker,
verdadero ídolo de la burguesía.
En París crecía la agitación por semejantes noticias: el 12 de julio, conocida la sustitución de Necker
e intuyéndose que la Asamblea iba a ser disuelta por las armas, las masas populares se amotinaron,
sumiendo la ciudad en el caos y la anarquía. Bajo la dirección del joven periodista Camille
Desmoulins, muchos manifestantes tomaron armas del arsenal de los Inválidos y se dirigieron a la
prisión de la Bastilla, símbolo de la opresión despótica.

El 14 de julio, que se convirtió desde entonces en la fiesta nacional francesa, la Bastilla fue tomada
por los revolucionarios. El acontecimiento tuvo un efecto extraordinario. Se crearon comités por
todas partes, las mansiones nobiliarias fueron asaltadas, se destruyeron documentos y se dejaron
de pagar los derechos señoriales. En la capital se formó una municipalidad revolucionaria, se creó
una Guardia Nacional (a cuyo mando se puso al Marqués de La Fayette) y se adoptó una
escarapela con los colores rojo y azul de París, a los que se añadió el blanco real.

La toma de la Bastilla (14 de julio de 1789)

La rebelión popular de París tuvo inmediata repercusión en los núcleos de población de toda
Francia. En pocas jornadas, la burguesía conquistaba el poder municipal, estableciendo comunas
revolucionarias en lugar de las antiguas oligarquías locales, y encuadrando a las clases medias en
milicias cívicas encargadas de velar por el orden público. Luis XVI aceptaba, mientras tanto, los
hechos consumados retirando las tropas, restituyendo en su cargo a Necker (16 de julio) y
recibiendo con todos los honores la nueva enseña nacional: la escarapela tricolor de la
municipalidad de París, origen de la actual bandera francesa.

Cuando la revuelta urbana comenzaba a remitir, la ola revolucionaria sacudió con notable intensidad
el mundo rural. Era «el Gran Miedo» (la Grande Peur), un fenómeno de paroxismo colectivo surgido
al socaire de noticias confusas sobre partidas de bandidos que, en convivencia con los poderosos,
recorrían los campos sembrando la destrucción y la muerte. En todos los lugares aparecieron
grupos de campesinos armados que, ante la falsedad de las noticias, dirigieron sus iras contra los
castillos y registros notariales, donde se suponían depositados los documentos acreditativos de los
derechos feudales que históricamente habían pesado sobre sus espaldas.

La Asamblea Nacional (1789-1791)

La Asamblea Nacional se había convertido en Asamblea Nacional Constituyente con la misión de


redactar una Constitución y dar a Francia una nueva forma de gobierno. La rebelión del
campesinado tuvo un profundo impacto en la Asamblea Constituyente, cuyos miembros, ante el
temor de una situación que pudiera hacer fracasar sus proyectos, acordaron -en la noche del 4 al 5
de agosto de 1789- la abolición de todo vestigio de régimen feudal: se decretó la supresión de los
derechos feudales y se declaró ilegal el sistema de impuestos existente. En teoría, las ancestrales
reivindicaciones campesinas quedaban satisfechas; a partir de entonces quedaba por construir un
nuevo régimen que garantizara los principios del nuevo orden burgués.

Siguiendo el ejemplo americano, el 26 de agosto de 1789 los miembros de la Asamblea


Constituyente aprobaron una relación de derechos del ciudadano que había de servir de preámbulo
a la constitución. La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano (con una visión más
universalista que su homónima americana) establecía los principios de libertad, igualdad,
inviolabilidad de la propiedad y resistencia a la opresión, que iban a constituir la base de toda la
legislación revolucionaria. El rey no la aceptó hasta el mes de octubre; después, se trasladó a París
y se alojó en el Palacio de las Tullerías. La Asamblea se trasladó también a la capital y se dispuso
a continuar allí su labor.

La burguesía moderada era el grupo que contaba con mayor representación en la Asamblea;
considerando la configuración de la cámara, sostenían posturas centristas: eran partidarios de una
monarquía constitucional con poderes limitados que pusiese remedio a los males sociales. A la
derecha se encontraban los aristócratas, partido que aglutinaba los elementos más conservadores,
defensores del absolutismo. En la izquierda se situaban los republicanos, entre los que figuraba
Maximilien de Robespierre. Al margen de la pluralidad ideológica surgida en la cámara y fuera de
ella (clubes de opinión y tertulias políticas: fuldenses, jacobinos, cistercienses, franciscanos), los
principales dirigentes del proceso revolucionario acordaron llevar a la práctica una experiencia
política de carácter monárquico y parlamentario, fruto de un compromiso entre la corona y la
revolución.

La conducta frívola y licenciosa de la reina María Antonieta contribuyó


al descrédito de la monarquía (retrato de Gautier d'Agoty)

La Constitución de 1791 sancionaba la división de poderes, concediendo al rey las funciones del
ejecutivo, y a un parlamento -elegido cada dos años- amplias atribuciones legislativas. La filosofía
burguesa que inspiraba el texto legal aparecía, sin embargo, reflejada en el establecimiento de dos
categorías de ciudadanos: activos (los que poseían derechos civiles y políticos -capacidad de voto-
por ser contribuyentes) y pasivos (los que sólo tenían derechos civiles). Con ello quedaban
excluidas del derecho a voto las clases bajas, hecho que condujo prontamente a su radicalización
y a la exigencia del sufragio universal.

Aparte de la obra constituyente, la Asamblea desplegó también una ingente tarea legislativa. En
primer lugar, se diseñó una descentralización y racionalización administrativa, por la que Francia
quedaba dividida en 83 departamentos, en los que coincidían las diversas jurisdicciones
administrativas con consejos de gobierno y autoridades locales elegidas por los habitantes de cada
circunscripción. Otro hecho importante fue la reordenación de la administración de justicia, al
establecer, según la nueva división territorial, distintas instituciones judiciales (juzgados de paz,
tribunales civiles y tribunales de lo criminal), a cuyos cargos se accedía por elección.

Para institucionalizar la igualdad civil y la libertad económica, la actuación de los legisladores se


dirigió a abolir toda clase de trabas que imposibilitaran el acceso de cualquier ciudadano a cargos
civiles y militares; se eliminaron asimismo los impedimentos al comercio interior (supresión de
aduanas y peajes), a la industria (abolición de gremios y prohibición de asociaciones obreras), a la
agricultura (cercamiento), y, lo que era más importante, se reguló la igualdad de todos los
ciudadanos ante los impuestos. De este modo la burguesía lograba establecer, junto al liberalismo
político, las bases del liberalismo económico, eliminando las limitaciones que obstaculizaban su
expansión económica.

Las acuciantes necesidades financieras del Estado, agravadas por la propia revolución,
contribuyeron a que la Asamblea Nacional Constituyente determinara la nacionalización del
patrimonio eclesiástico para enjugar con su venta el déficit público. Minadas sus posibilidades de
subsistencia, la Iglesia católica pasó a depender del Estado, el cual, a través de la Constitución Civil
del Clero (12 de julio de 1790), impuso una reorganización drástica de sus tradicionales estructuras
y normas de funcionamiento interno, adaptándolas a la nueva filosofía revolucionaria (reducción de
los 134 obispados existentes a 83, uno por departamento; provisión de cargos religiosos -párrocos,
vicarios, obispos y arzobispos- por elección, como cualquier empleo público).

Los grandes cambios impulsados por la Asamblea Legislativa encontraron la férrea oposición de
los privilegiados, muchos de los cuales emigraron a los países limítrofes esperando una acción
inmediata de las monarquías absolutas europeas, que ya comenzaban a dar muestras de inquietud.
La actitud del papa Pío VI al condenar la Constitución Civil del Clero -y, con ella, a la revolución-
abrió un cisma en la Iglesia y en la sociedad francesas que tendría graves e inmediatas
consecuencias.

Arresto de la familia real en Varennes (21 de junio de 1791)

Impulsado tal vez por sus escrúpulos al haber sancionado la controvertida legislación religiosa, Luis
XVI acabó de convencerse de que el radicalismo de la Revolución sólo podía detenerse con la
intervención de las potencias absolutistas. El monarca ya había negociado en secreto con
soberanos extranjeros mientras fingía aceptar las reformas, y esperando convencerlos emprendió
con su familia la huida del país. La fuga del monarca, sin embargo, fue abortada al ser reconocido
y detenido en Varennes por el maestro de postas Drouet, el 21 de junio de 1791.
La noticia de la huida fallida del rey incitó a la emigración masiva de aristócratas y clérigos.
Simultáneamente, la agitación campesina volvió a recrudecerse y una oleada de sentimiento
antimonárquico comenzó a extenderse por toda Francia. En París, los clubes y periódicos radicales
exigían que fuera la nación, y no la Asamblea Constituyente, la que decidiera la suerte del monarca.
La declaración de inocencia adoptada por la Asamblea y el consiguiente restablecimiento de Luis
XVI en el trono consumó la ruptura entre la burguesía moderada y los republicanos.

El 17 de julio de 1791, la Guardia Nacional disparó en el Campo de Marte contra una manifestación
antimonárquica produciendo varias decenas de muertos. La represión se extendió a los principales
dirigentes de las revueltas, entre los que figuraban Georges-Jacques Danton y Jean-Paul Marat.
El club de los franciscanos fue clausurado. La Revolución se cobraba sus primeras víctimas,
mientras en Pillnitz (Sajonia) Leopoldo II de Austria y Federico Guillermo II de Prusia hacían pública
una declaración, el 27 de agosto de 1791, en la que proclamaban su deseo de "poner al rey de
Francia en estado de consolidar las bases de un gobierno monárquico", una declaración
considerada, no sin razón por los patriotas, como una clara amenaza de intervención.

La monarquía constitucional: La Asamblea Legislativa (1791-1792)

Los dirigentes de la Asamblea Constituyente creían, sin embargo, que la situación política se había
normalizado a principios de otoño de 1791, y que, cumplida su misión, debía procederse a la
disolución de la cámara y a la convocatoria de elecciones legislativas de acuerdo con la
Constitución, que había sido aprobada en su texto definitivo el 3 de septiembre de 1791. Sometida
a la extrema presión de las convulsiones internas y de la amenaza exterior, la recién instaurada
monarquía constitucional no llegaría a cumplir un año.

Una vez efectuadas las elecciones, el 1 de octubre inauguraba sus sesiones la Asamblea
Legislativa, compuesta por 745 diputados pertenecientes en su totalidad a los distintos sectores de
la burguesía francesa. Las tendencias ideológicas que tomaban asiento en la nueva cámara pueden
agruparse en tres bloques. La derecha estaba ahora integrada por unos 260 diputados que
apoyaban la monarquía constitucional; los antiguos aristócratas, valedores del absolutismo, habían
desaparecido.

En la izquierda se situaban los jacobinos, así llamados porque muchos de ellos procedían de un
club que se había instalado en el antiguo convento de los jacobinos, en la rue Saint-Honoré de la
capital francesa. No pasaban de 150 diputados y entre ellos destacaban los representantes de la
región de la Gironda, que por este motivo eran llamados girondinos; todos ellos eran republicanos
y se oponían claramente al régimen monárquico. La izquierda también contaba con representantes
que, frente al sistema censitario establecido en la Constitución, defendían el sufragio universal y
gozaban de gran influencia sobre las clases bajas, privadas del derecho a voto. En el centro, unos
350 diputados inclinaban sus apoyos indistintamente hacia la izquierda o a la derecha según las
circunstancias o los intereses del momento; formaban tal grupo personas identificadas con la
revolución, pero sin definirse de forma tajante en cuanto a la forma de Estado.

La nueva etapa supuso un paso adelante en el proceso de radicalización revolucionaria que vivía
Francia desde 1787. La crisis económica, que había hecho prohibitivo el precio de muchos
productos básicos para la subsistencia, así como la desacertada política de los anteriores
ministerios en esta cuestión, pusieron de nuevo a las capas populares a punto de estallar en
cualquier momento. Ante la presión y las continuas críticas de la izquierda, la burguesía
conservadora, que controlaba el poder, decretó la deportación del llamado clero refractario
(contrario al juramento de la Constitución Civil del Clero) y la incautación de sus bienes junto a los
de los aristócratas emigrados.

Pero esas medidas no sirvieron para tranquilizar a los grupos exaltados que pugnaban abiertamente
por la instauración de la República; la izquierda más radical acusaba al rey de traicionar la revolución
y de mantener compromisos secretos con sus enemigos (los emigrados y los monarcas extranjeros).
La influencia de los aristócratas que habían huido de la Francia revolucionaria se había dejado sentir
en la ya citada declaración de Pillnitz (agosto de 1791) de Leopoldo II de Austria y Federico
Guillermo II de Prusia, en la que se manifestaba que la causa de Luis XVI era común para todas las
monarquías.

La grave conflictividad interna y la actitud amenazante de las potencias extranjeras hicieron creer a
las autoridades de la Asamblea que la revolución sólo podría salvarse adelantándose a declarar la
guerra a los enemigos exteriores. La burguesía conservadora esperaba una victoria de la que
saldría reforzado el sistema monárquico. Al mismo Luis XVI le convenía la idea; incluso en caso de
derrota, la intervención extranjera restablecería el absolutismo. Frente a los partidarios de emplear
la fuerza, la izquierda jacobina, conocedora de la debilidad militar de Francia por las defecciones de
sus mandos, auguraba y temía una derrota que pondría fin a la revolución.

El 20 de abril de 1792, Luis XVI, a instancias de la mayoría de la Asamblea Legislativa, declaraba


la guerra a Austria en medio de un clima de euforia popular, truncado a poco de iniciarse las
hostilidades. El ejército, sin dirección y falto de preparación, se hundía en todos los frentes,
provocando con ello un agravamiento de la crisis interna y el fortalecimiento de las actitudes
antimonárquicas. A finales de junio los jacobinos, bajo el liderazgo de Robespierre, redoblaron sus
acusaciones de traición contra Luis XVI y exigieron la disolución de la Asamblea Legislativa y la
elección -por sufragio universal- de una Convención Nacional que instaurase la República.

El asalto al Palacio Real de las Tullerías (óleo de Jean Duplessis-Bertaux)

La conquista de Verdún y el desafortunado manifiesto (25 de julio de 1792) del duque de Brunswick,
general en jefe del ejército prusiano, amenazando con arrasar París si la familia real sufría alguna
vejación, sirvió para que se precipitaran los acontecimientos. La ira popular se desbordó el 10 de
agosto de 1792, fecha en que las masas asaltaron el Palacio de las Tullerías, residencia de los
monarcas, y asesinaron a la guardia del rey, que logró ponerse a salvo. Luis XVI fue depuesto y
encarcelado en la prisión del Temple por haberse hallado en palacio documentos que le
comprometían. La revuelta instaló asimismo en el ayuntamiento parisino una Comuna
revolucionaria bajo el control de la izquierda jacobina. Desbordada por los acontecimientos y bajo
la presión de la Comuna, la Asamblea Legislativa se vio forzada a convocar elecciones por sufragio
universal (masculino).

A principios de septiembre surgieron los primeros brotes de terror indiscriminado, que se cobrarían
unas mil trescientas víctimas sólo en París: monárquicos, clérigos y todo tipo de presuntos traidores
fueron sumariamente juzgados y ejecutados en las llamadas «matanzas de septiembre». El 20 de
septiembre, la Asamblea Legislativa se disolvía para dar paso a la nueva cámara surgida de las
elecciones, la Convención Nacional, de carácter constituyente. Ese mismo día el ejército
revolucionario francés, al mando del general Dumouriez, hacía batirse en retirada en las colinas de
Valmy a las tropas prusianas del duque de Brunswick. París y la revolución se habían salvado. En
palabras de Goethe, testigo de excepción en la batalla, "ese día comenzaba una nueva era en la
historia del Mundo".

La República: la Convención girondina (1792-1793)

El proceso revolucionario alcanzaba con la Convención su más elevada cota de radicalismo.


Barridos los monárquicos constitucionales en los comicios, celebrados esta vez por sufragio
universal masculino, los grupos políticos visibles en la Convención Nacional quedaron de nuevo
reducidos a tres. Los 160 diputados girondinos, de extracción alto burguesa, promovían una
república descentralizada y conservadora. En la «montaña», sector de izquierda y extrema
izquierda, se integraban 140 diputados «montañeses», pertenecientes a la pequeña y mediana
burguesía, identificados con una república democrática y un programa de gobierno de contenido
social (Robespierre, Danton, Marat). Entre ambas tendencias se ubicaba la «llanura» o el
«pantano», contingente de centro (350-400 escaños) que, aparte de su fe republicana, no ofrecía
posiciones ideológicas definidas.

La primera decisión de la Convención Nacional fue abolir la monarquía y proclamar la República


(22 de septiembre). Los comienzos del régimen republicano, dominado al principio por los
girondinos, no pudieron ser más difíciles. El enjuiciamiento y condena a muerte de Luis XVI, que
fue guillotinado públicamente en la plaza de la Revolución el 21 enero de 1793, agudizó aún más la
crisis. Las fuerzas realistas y el clero refractario provocaron en varios departamentos revueltas
antirrepublicanas, impulsando por ejemplo la rebelión del campesinado de la Vendée, que se había
opuesto a las levas forzosas dictadas por la Convención para hacer frente a la amenaza exterior; el
ejemplo cundió en otros departamentos.

Las potencias absolutistas europeas, espoleadas por la muerte del monarca, cerraron filas en una
gran alianza antifrancesa: la Primera Coalición, formada por Austria, Prusia, España, Inglaterra,
Holanda, Portugal y la mayor parte de los estados italianos y alemanes. La Coalición frenó el avance
de las tropas de la Convención después de la traición del general Dumouriez, que se pasó a las
filas de los austriacos tras su derrota en Neerwinden (marzo de 1793). La guerra civil en que habían
degenerado las rebeliones internas y la amenaza de una inminente invasión extranjera crearon una
situación insostenible que desató la lucha por el poder.

La Convención jacobina: Robespierre y el Terror (1793-1794)

En el verano de 1793, con el apoyo de las masas parisinas (los sans-culottes), los diputados
montañeses expulsaron del gobierno a la derecha girondina, tras acusar de traición y ejecutar a sus
principales dirigentes (junio-julio de 1793). El nuevo gobierno quedó progresivamente encarnado en
la figura de Robespierre y en la acción expeditiva e implacable de unas instituciones a las que los
jacobinos otorgaron poderes de excepción (el Comité de Salvación Pública, verdadero poder
ejecutivo pronto dominado por Robespierre, el Comité de Seguridad General y el Tribunal
Revolucionario).

Robespierre neutralizó las amenazas contrarrevolucionarias al precio de una sangrienta represión


Desde ellas se pusieron en práctica una serie de medidas, cuyos resultados no se hicieron esperar.
En agosto de 1793 se decretaba la leva en masa, con lo que todos los recursos materiales y
humanos de la nación se ponían al servicio de la guerra revolucionaria; el ejército francés acabaría
contando con más de un millón de hombres. En septiembre de 1793, la «ley del máximum general»
fijaba un control riguroso de precios y salarios, dictando durísimas sanciones para los infractores;
previamente una ley había establecido la pena de muerte para los acaparadores. Este fuerte
intervencionismo económico permitió alimentar la población y abastecer el ejército, pero suscitó el
rechazo de la burguesía moderada, defensora de la libertad económica.

La Convención aprobó también una serie de normas sobre procedimientos judiciales extraordinarios
y tribunales revolucionarios como la Ley de Sospechosos, cuya aplicación correspondió al Comité
de Seguridad General, con el objeto de eliminar toda disidencia contrarrevolucionaria y depurar las
estructuras del Estado. Como resultado de ello, alrededor de diecisiete mil ciudadanos fueron
procesados y ejecutados durante el año escaso en que los jacobinos detentaron el poder, razón por
la que este periodo pasaría a ser llamado «el Terror», y a tener en la guillotina su representación
icónica. La más ilustre de las víctimas fue la reina María Antonieta, guillotinada el 16 de octubre.
Sin embargo, nobles y clérigos eran la menor parte; la mayoría fueron campesinos y trabajadores
que se rebelaron contra el reclutamiento o intentaron eludirlo o desertar.

Para cumplir todo lo dispuesto en París, se sometió a un centralismo absoluto la actividad política,
económica y social de las provincias, otorgándose poderes ilimitados a los agentes («Enviados en
misión») de la Convención Nacional. En pocos meses, la dictadura de Robespierre logró conjurar
el peligro contrarrevolucionario: aplastó las rebeliones de monárquicos y girondinos en el interior y
derrotó a los ejércitos de la Primera Coalición.

María Antonieta en el Tribunal Revolucionario

Superada la crisis, el frente jacobino comenzó a fraccionarse. El sector radical exigía la abolición
de la gran propiedad y la aplicación de la política de terror a los ricos y poderosos. En el lado
opuesto, cada vez eran más numerosas las voces que clamaban por una normalización de la vida
pública que hiciera efectiva la Constitución democrática elaborada y aprobada en junio de 1793,
que no había llegado a entrar en vigor. A partir de marzo de 1794, Robespierre acusó de traicionar
a la revolución a los dirigentes de ambas tendencias (Jacques Hébert, Camille Desmoulins,
Georges-Jacques Danton, que terminaron en el patíbulo), sin darse cuenta de que estaba
preparando con ello el camino hacia el final de su dictadura.

La reacción de Termidor y el fin de la Convención (1794-1795)

El 27 de julio de 1794, la «llanura» de la Convención Nacional y los jacobinos moderados retiraron


su apoyo al hombre que se creía depositario de la virtud revolucionaria. Abandonado a su suerte,
Robespierre y veinte de sus partidarios morían al día siguiente en la guillotina sin juicio previo,
víctimas de los procedimientos judiciales de excepción que tanto habían defendido. El 9 de Termidor
(27 de julio en la terminología del calendario aprobado por la Convención) ponía fin a la fase más
radicalista de la Revolución Francesa y daba inicio a una reacción conservadora en la que el terror
sólo iba a cambiar de dirección, cebándose en quienes lo habían practicado.

Durante el período transcurrido entre julio de 1794 y octubre de 1795, la burguesía conservadora
de la Convención Nacional iba a ser la verdadera dueña de la situación política; desde su nueva
posición dominante, restableció la libertad de precios y, cuando la carestía empeoró de nuevo la
situación de las clases populares, no tuvo escrúpulos en formar frente común con el ejército para
reprimir toda intentona subversiva. Sus objetivos inmediatos eran continuar la guerra en el exterior
y liquidar la obra revolucionaria elaborando un nuevo texto constitucional que sustituyera, por sus
excesos democráticos, al aprobado en junio de 1793.

El Directorio (1795-1799)

La nueva Constitución, sancionada mediante un plebiscito en septiembre de 1795, fijaba una tajante
división de poderes que intentaba evitar por todos los medios la reproducción de una dictadura
personal como la que había protagonizado Robespierre. El poder ejecutivo quedó en manos de un
nuevo organismo, el Directorio, formado por cinco «directores», renovados a razón de uno cada año
por los miembros del legislativo. Dos cámaras elegidas por sufragio censitario indirecto, el Consejo
de los Quinientos y el Consejo de Ancianos, detentaban el poder legislativo; el poder judicial
correspondía a los tribunales electos, a los que se investía de gran solemnidad e independencia.

El nuevo ordenamiento, por otra parte, ponía fin a la participación democrática popular del periodo
anterior al eliminar el sufragio universal, y salvaguardaba los intereses de la burguesía adinerada
volviendo al principio de capacidad económica como condición previa al ejercicio de los derechos
políticos. El Directorio comenzó su andadura en octubre de 1795, manteniendo una línea continuista
respecto al último año de vida de la Convención y priorizando la estabilidad y el orden internos para
consolidar una república conservadora erigida en la primera potencia de Europa.

Los grandes objetivos del régimen tropezaron, sin embargo, con graves dificultades internas que
condicionaron de forma determinante sus cinco años de vida. La crisis económica desatada a raíz
de la supresión del control de los salarios y los precios abrió un proceso inflacionista (depreciación
de los "asignados": papel moneda emitido para la compra de bienes nacionales), que repercutió
negativamente en las clases populares y en las arcas de la República, cada vez más dependientes
de los botines de guerra.

Si bien la crisis económica constituyó el principal problema del régimen, no hay que olvidar la
inestabilidad política y social que siempre le afectó al tener que combatir por igual los intentos de
subversión conservadora (insurrecciones realistas en la Vendée y Bretaña, marzo de 1796) y las
conspiraciones de carácter radical («Conjura de los Iguales» de Babeuf, mayo de 1797). La
Constitución de 1795, al configurar el Directorio como un sistema republicano y censitario (sin
sufragio universal), parecía haber excluido de la vida política tanto a los monárquicos como a las
clases populares, pero realistas y jacobinos ganaron posiciones en las elecciones de 1797 y 1798.
La faceta más brillante del Directorio fue su política exterior, basada en la actuación victoriosa de
sus ejércitos contra la Primera Coalición. Las brillantes campañas de generales como Moreau,
Jourdan, Pichegru y Hoche culminaron en el rotundo triunfo de Napoleón sobre el ejército austriaco
en Italia. Las paces de Tolentino y Campoformio (1797) convertían al militar corso en el hombre
más admirado de Francia, a cuyo gobierno había proporcionado inmensos recursos procedentes
de los territorios ocupados.

La estrella de los militares -y en especial del joven Bonaparte- comenzaba a brillar con luz propia
en un panorama político inestable y corrupto como el que ofrecía el Directorio a finales de siglo.
Ante los avances de una Segunda Coalición internacional contra Francia (formada en diciembre de
1798 por Inglaterra, Austria, Rusia, Turquía y el rey de Nápoles refugiado en Sicilia) y el peligro de
escoramiento que suponían las presiones de jacobinos y realistas, la burguesía republicana
comenzó a identificarse cada vez más con una solución militar que apuntalase sus intereses.

El fin de la Revolución Francesa

La coyuntura fue aprovechada por el general más audaz, Napoleón Bonaparte. Enviado en 1798
a Egipto para asestar un golpe al poderío colonial británico cuando se estaba organizando la
Segunda Coalición antifrancesa, Napoleón acudió a la llamada de dos miembros del Directorio
(Emmanuel Joseph Sieyès y Roger Ducos) y encabezó el golpe de Estado del 18 de Brumario (9
de noviembre de 1799), que acabó con el régimen por la fuerza de las armas y labró sobre su
persona el nuevo destino de Francia.

Golpe del 18 de Brumario: Napoleón disuelve el


Consejo de los Quinientos (óleo de François Bouchot)

Napoleón disolvió las instituciones del Directorio y constituyó un gobierno provisional; el nuevo
orden surgido del golpe de Estado se dotó rápidamente de una constitución (diciembre de 1799)
que fijaba su entramado legal: el Consulado. Se trataba de un régimen jerarquizado y autoritario
que culminaba en Napoleón, nombrado Primer Cónsul, al que quedaban supeditados los otros dos
cónsules. La Revolución Francesa había terminado.

Sin embargo, Napoleón consolidó algunas realizaciones revolucionarias (destrucción de las


estructuras feudales, superación de la sociedad estamental, estabilización del liberalismo
económico y ascenso de la burguesía como clase social dominante) y dotó a Francia de unas
estructuras de poder sólidas y estables con las que se ponía fin al caos político precedente. Aunque
por el camino se perdieron los ideales de igualdad social y democracia política, la restauración del
Antiguo Régimen iba a resultar imposible y, en muchos aspectos importantes, los logros de la
Revolución Francesa habían de perdurar y extenderse por Europa con las conquistas napoleónicas.

Fuente:

https://www.biografiasyvidas.com/historia/revolucion_francesa.htm
ANEXO 03

Ficha

CONSIGNA: Estimado estudiante luego de haber visto el video y leído las lecturas seleccionadas para
Ud. a continuación debe completar el siguiente cuadro.
APELLIDOS Y NOMBRES:

En relación a las causas de la revolución francesa, describe las causas estructurales, coyunturales y los detonantes.
Luego de leer las definiciones en cada caso complete el siguiente cuadro según corresponda

CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

CAUSAS ESTRUCTURALES CAUSAS COYUNTURALES DETONANTES

Las causas estructurales son las que Se conoce así a la combinación de Lo que desencadena una situación,
dependen de un sistema ya factores y circunstancias que un proceso o un acontecimiento
instalado. En la economía de un caracterizan una situación en un
país, por ejemplo, si las variables, momento determinado. Si aparece
los impuestos, los sueldos, la un problema fuera de la estructura,
distribución de la riqueza, etc., como por ejemplo una caída de las
están fallando, se habla de fallas cosechas por causas climáticas,
estructurales, de la estructura, de sería una causa coyuntural, del
lo que está establecido y permite momento, de la coyuntura, que trae
prever que serán causas de también consecuencias negativas.
conflictos
ANEXO 04

LISTA DE COTEJO PARA EVALUAR INTERVENCIÓN ORAL INDIVIDUAL

N° APELLIDOS Y NOMBRES NOTA


01

02

03

04

05

06

07

08

09

10

11

12

13

15

15

16

17

18

19

20

21

22

23

24

25
ANEXO 05

RUBRICA PARA CALIFICAR EXPOSICIÓN

PUNTAJE PUNTOS
CRITERIOS
4 3 2 1
Descripción ambigua del Descripción incorrecta del
PROFUNDIZACIÓN DEL Descripción clara y precisa del Descripción algo clara del cuadro
cuadro, algunos detalles que no cuadro, sin detalles
TEMA cuadro y con toda la información. con algunos detalles del tema.
califican el tema. significativos o escasos.

Cuadro bien organizado (priorización Cuadro con tema impreciso y


ORGANIZACIÓN Y de las categorías) y claramente Cuadro con información regular y Cuadro con poca información y poco claro, sin coherencia
ACLARACIÓN DEL TEMA presentado; así como de fácil no organizada suficientemente no organizada suficientemente entre las partes que lo
seguimiento. componen

Cuadro sobresaliente y atractivo Cuadro mal planteado que no


Cuadro simple pero bien Cuadro que no está bien
que cumple con los criterios de cumple con los criterios de
CALIDAD DEL DISEÑO organizado con al menos dos organizado con al menos tres
diseños planteados, sin errores de diseño planteados con más de
errores de ortografía. errores de ortografía.
ortografía cuatro errores ortográficos.

El uso de categorías está acorde


El uso de categorías está acorde El uso de categorías no está El número de categorías no
para permitir una adecuada
CATEGORÍA DE tanto en jerarquía como en número con la temática presentada y está acorde con la temática
comparación del tema, aunque
COMPARACIÓN para permitir una adecuada muestra deficiencias ene l o no guardan relación con el
necesita ajustar el orden
comparación del tema. orden jerárquico. tema.
jerárquico.

La presentación7exposición
La presentación exposición fue La presentación /exposición
La presentación/ exposición fue no fue hecha en tiempo y
hecha en el tiempo y forma fue hecha respetando el tiempo
PRESENTACIÓN DEL hecha en tiempo y forma, aunque forma además la entrega no
previstos, además se entregó de y no se tuvo en cuenta el
CUADRO COMPARATIVO la entrega no fue en el formato se dio de la forma
forma limpia en el formato formato preestablecido (papel
presentado. preestablecida por el
preestablecido (papel o digital) o digital)
docente

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