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Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Estudios Superiores Iztacala


Programa de Estudios de Posgrado en Psicología
Residencia en Terapia Familiar

Poder en el género o el género del poder

El propósito del presente escrito es exponer cómo el poder es posible ejercerlo


desde una perspectiva de género y su contraparte; cómo el poder es ejercido por
el hecho de ser hombre o mujer. Así mismo, se pretende dar una crítica a la
terapia familiar sistémica y la implementación de sus modelos en psicoterapia; a
fin de otorgar una postura de inclusión en el ejercicio profesional del terapeuta.

El poder es definido como la capacidad de imponer la voluntad de una de las


partes sobre la acción, el pensamiento o la voluntad de la otra parte. (Robles,
2011). Si partimos de esta postura, podemos pensar en las relaciones que
desarrollamos día conllevan un ejercicio de poder por más mínimo que sea. Así
mismo es posible notar sus manifestaciones en distintos ámbitos de la vida
cotidiana: Institucional, Psico-emocional, Político, Cultural, Socioeconómico y
Sexual.

De estas manifestaciones es necesario reconocer que la psico-emocional, vendría


a ser la que más atañe a los psicólogos, si bien los demás ámbitos no son menos
importantes, es el dolor emocional con el que se trabaja en psicoterapia. Y es aquí
donde el poder juega un papel importante en el ejercicio profesional, ya que el
terapeuta debe ser capaz de ejercerlo para potenciar los recursos en el paciente.

Pero aquí surge una pregunta ¿Cómo ejercer el poder de manera que el terapeuta
sea capaz de potenciar recursos en sus pacientes? Para dar respuesta a esta
pregunta, es necesario distinguir entre diversos tipos de poder. De acuerdo con
Robles (2011), existe el “poder para”, “sobre”, “con” y “desde”.

El “poder para” el aquel que se ejerce con fines de generar ambios y formas de
autodesarrollo; el “poder sobre” es aquel que genera conflicto por ejercerse de
forma coactiva y de manera explícita o implícita; el “poder con” es la capacidad de

Miguel Angel Mendoza Espinosa


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Programa de Estudios de Posgrado en Psicología
Residencia en Terapia Familiar

conjuntar el poder propio con el de otra persona con el fin de potencialidad


objetivos y resultados y el “poder desde” es la habilidad para resistir o afirmarse
ante el poder de otros.

Esto nos lleva a diferenciar entre violencia y agresividad, siendo la violencia un


constructo socialmente aprendido y legitimado por la misma sociedad; a diferencia
de la agresión que se ubica en los instintos biológicos primarios y se encuentra
presente en situaciones donde el organismo debe defenderse por sentir amenaza
que pone en peligro su vida o integridad.

Cabe mencionar que el ejercicio del poder se relaciona con otras problemáticas
sociales, tales como la violencia y en este caso, la violencia de género, la cual es
posible definirla como una de las manifestaciones que toma la violencia social,
caracterizada por relaciones de poder desiguales entre mujeres y hombres, que
ponen en riesgo la integridad física y psicológica de las personas.

Cualquier acción o conducta basada en el GÉNERO que cause muerte, daño,


sufrimiento físico, sexual o psicológico, a la mujer tanto en el ámbito público como
en el privado, así como aquélla que sea perpetuada o tolerada por el Estado y sus
agentes (Convención de Belém Do Pará, 1994).

Si bien la historia ha demostrado que la violencia ha sido ejercida en su mayoría


por los hombres hacia la mujer, no es posible hablar de violencia hacia la mujer sin
hablar de la violencia hacia el hombre, es necesario reconocer las conexiones
entre todos los temas que atañen a ambos sexos y este es uno de ellos.

Si se pretende hacer un cambio de conciencia en hombres y mujeres es necesario


evolucionar el sistema, es decir, crear cambios en el orden, no para crear una
nueva estructura, sino para crear un estado constante de evolución. Esto permite
nuevas formas de conocer el mundo y a su vez, otorga posibilidades diferentes de
construcción de la realidad.

Miguel Angel Mendoza Espinosa


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Residencia en Terapia Familiar

Es aquí donde la terapia familiar sistémica podría darse pasó a través de las
diferentes problemáticas sociales, por ejemplo la invisibilidad del género como
categoría de análisis dentro del espacio terapéutico, sin embargo, existen posturas
teóricas como la terapia estructural de Salvador Minnuchin en la que se normaliza
prácticas discriminatorias tanto al hombre como a la mujer, se legitima ideas como
la heteronormatividad y el patriarcado como orden social.

Retomando las ideas de Milton Erikson es conveniente que el terapeuta se libre de


los prejuicios y creencias personales en el espacio terapéutico a fin de que pueda
acompañar al paciente en su proceso de cambio, más como un guía que como
una figura de autoridad y así establecer formas de relacionarse con la persona y
no por su género o cualquier otra característica que defina al paciente, sino por el
hecho de ser persona.

Asimismo, es necesario reconocer que como terapeutas siempre llevamos con


nosotros un bagaje de teorías, ideas, posturas, creencias, etcétera. Que nos
permiten ver o cegarnos ante distintas situaciones. Permitirnos reconocer que
tenemos un cambio recorrido nos da la posibilidad de reconstruirlo para mejorar y
autodesarrollarnos.

Como psicólogos

Conclusión

El poder no debe darse a las mujeres por el hecho de ser mujeres, así mismo no
debe darse al hombre por el hecho de ser hombre, si bien la historia nos ha
demostrado que es el hombre quien ha ejercido el poder por más tiempo, es
necesario que esto cambie y que ambos sexos tengan la misma oportunidad de
acceder al poder, no con el fin de quedarse con él y ejercer un “poder sobre” o un
“poder con”; sino para ejercer un “poder para” y si es necesario un “poder desde”
utilizable para fines de desarrollo y aprendizaje.

Miguel Angel Mendoza Espinosa


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Residencia en Terapia Familiar
El poder no está en un lugar porque se
encuentra en todos lados, en este caso, inmerso en todas las relaciones que como
personas tenemos con los otros. Es nuestro objetivo como terapeutas el brindar
una atención libre de discriminación, no solo integrando la teoría a las
intervenciones, sino también ser capaces de convertirla en una actitud que
ejerzamos día con día.

El psicólogo familiar debe ser capaz de ejercer el poder de manera que la familia
pueda encontrar nuevas formas de relacionarse. Si bien, algunas teorías en este
tipo de terapia no retoman la perspectiva de género por el contexto en el que
fueron desarrolladas o por creencias propias de los autores, no significa que el
terapeuta no sea capaz de incorporar tal perspectiva.

Es necesario hacer visible está condición donde el género pasa a segundo término
dentro de la terapia sistémica, si bien partimos de que los sistemas en donde la
familia se desenvuelve están interconectados entre sí y son estas interconexiones
las que tocamos en las sesiones con los pacientes, el género pareciera que ya
está dado por visto y como es algo que todos los días cargamos con nosotros,
pareciera que no es importante. Esta indiferencia por parte del terapeuta puede
provocar que sus sesiones se mantengan en un nivel primario, imposibilitado
diferentes rutas de acción que encaminan el cambio.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Miguel Angel Mendoza Espinosa

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