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F. SHERWOOD TAYLOR
Prefacio ............................................................... 7
I. Introducción ............................................... 9
II. Las ideas de los alquimistas ......................... 14
III. El origen de la práctica alquimista.............. 25
IV. Los primeros alquimistas ............................ 32
V. Los primeros signos y símbolos alquimistas. 56
VI. Alquimia china ............................................. 71
VII. Alquimistas del Islam.................................... 79
VIII. Los alquimistas en Europa .......................... 97
IX. La alquimia en el siglo XIV.......................... 110
X. Los alquimistas ingleses .............................. 123
XI. Simbolismo alquimista ................................ 144
XII. Relatos de transmutaciones........................... 160
1. El relato de Nicolás Flamel, 160; 2. El tes-
timonio de Van Helmont, 170; 3. El testimonio
de Helvetius, 175.
XIII. De la alquimia a la química......................... 185
XIV. La filosofía hermética ................................ 207
XV. Relaciones de la alquimia con la ciencia .. 225
Recomendaciones para lecturas de ampliación .. 232
PREFACIO
F. SHERWOOD TAYLOR
Museo de Historia de la
Ciencia, Oxford
7 Medida de peso.
7 El oro egipcio no estaba siempre refinado, así que el oro
original podía contener plata y cobre y el producto final podía
estar aún más rebajado de lo que índica la receta.
ORIGEN DE LA PRÁCTICA ALQUIMISTA 29
Para dar a los objetos de cobre la apariencia de oro, de
tal manera que ni al tacto ni frotándolos en la piedra de to
que9 se descubran; particularmente útil para hacer un anillo
que parezca bueno. Éste es el método. Tritúrese oro y
plomo hasta convertirlo en un polvo tan fino como la hari
na: 2 partes de plomo por 1 de oro, mézclense e incorpó-
reseles goma, cúbrase el anillo con esta mezcla y
caliéntese. Esto se repite varias veces hasta que el objeto
ha tomado el color dorado. Es difícil de descubrir porque al
frotamiento (esto es, en la piedra de toque) deja la señal de
un objeto de oro y el calor consume el plomo 10 y no el oro.
El sistema po-
dría extenderse
para expresar la
composición de
las aleaciones po-
niendo juntos los
símbolos de los
metales que las
componen, igual
que se hace mo-
dernamente. Así,
los siete símbolos
reproducidos en la
figura 10 re-
presentan :
1) Oro (Representado como el sol con un solo
rayo).
2) Limaduras de oro.
3) Panes de oro.
4) Oro calcinado.
5) Electro (Símbolo del oro y la plata combinados).
6) Crisocola. Soldadura de oro (Dos símbolos de
oro juntos).
7) Malagma de oro (Mezcla de oro).
Lección I
1. La composición de las aguas, el movimiento,
creci
miento, eliminación y restitución de la naturaleza corpórea,
la separación del espíritu del cuerpo y la fijación del espíritu
en el cuerpo no son apropiados a naturalezas extrañas, sino
a una sola naturaleza que reacciona sobre ella misma, una
sola especie, así como los cuerpos duros de los metales y los
húmedos jugos de las plantas.
Y en este sistema, simple y de muchos colores, está com-
prendida mía investigación, múltiple y variada, subordinada a
las influencias lunares y a la medida del tiempo, que regula el
final y el aumento de acuerdo a aquello en lo que la sustancia
misma se transforma.
2. Diciendo estas cosas me fui a dormir y vi un sacer
dote del sacrificio de pie ante mí en la cumbre de un altar
en forma de cuenco. Este altar tenía quince escalones que
conducían a él. Entonces el sacerdote se levantó y oí una
voz de arriba que me decía: "He logrado el descenso de los
quince escalones de la oscuridad y el ascenso de los escalo-
LOS PRIMEROS SIGNOS Y SÍMBOLOS 65
nes de la luz y es él quien sacrifica, el que me renueva,
desechando la vulgaridad del cuerpo; y habiendo sido con-
sagrado como sacerdote por necesidad, me he convertido en
espíritu." Y habiendo oído la voz de aquél que estaba en el
altar con forma de cuenco le pregunté, deseando saber quien
era. Me contestó con una débil voz, diciendo: "Soy Ion, el
sacerdote del santuario y he sobrevivido a la violencia in-
tolerable. Porque por la mañana vino de repente uno, que me
descoyuntó con una espada separándome con violencia según
el rigor de la armonía. Y desollando mi cabeza con la espada
que sujetaba bien, mezcló mis huesos con mi carne y los
quemó en el fuego del tratamiento, hasta que mediante la
transformación del cuerpo aprendí a convertirme en espíritu."
Y sin embargo mientras me decía estas palabras y le forcé
a hablar de ello, sus ojos se volvieron sangre y vomitó toda su
carne. Y le vi como la pequeña imagen mutilada de un
hombre; desangrándose él mismo con sus propios dientes y
cayendo.
Y asustado me desperté y pensé: "¿No es ésta la situación
de las aguas?" Creí que lo había comprendido bien y de nuevo
me quedé dormido. Y vi el mismo altar en forma de cuenco y
en su cumbre el agua burbujeando, y mucha gente
perpetuamente en ella. Y no había nadie fuera del altar a quien
pudiese preguntar. Entonces subí hacia el altar para ver el
espectáculo. Y vi a un pequeño hombre, un barbero,
blanqueado por los años, que me dijo: "¿Qué mi ras?" Le
contesté que me maravillaba ante el hervor del agua y los
hombres, quemados y sin embargo vivos. Y él me contestó
diciendo: "Éste es el lugar del ejercicio llamado preservación,
(embalsamamiento). Para aquellos hombres que desean
obtener que la virtud venga acá y ser espíritu, huyendo del
cuerpo." Por esto yo le dije: "¿Eres un espíritu?" Y él
respondió y dijo: "Un espíritu y un guardián de espíritus."
Y mientras él nos decía estas cosas y mientras el hervor
aumentaba y la gente gemía, vi un hombre de cobre que tenía
en la mano una tablilla de plomo para escribir. Y habló en alta
voz, mirando a la tablilla: "Aconsejo a aquellos que sufren
castigo que se calmen y que cada uno tome en su mano una
tablilla de plomo para escribir y que escriban con sus propias
manos. Les aconsejo que mantengan sus caras en alto y sus
bocas abiertas hasta que crezcan sus
66 LOS PRIMEROS SIGNOS Y SÍMBOLOS
vides (sic)." El acto siguió a la palabra y el amo de la casa me
dijo: "Has visto. Mas estirado tu cuello a lo alto y has visto lo
que se hace". Y yo dije que había visto y me dije para mis
adentros: "Este hombre de cobre que has visto es el sacerdote
del sacrificio y el sacrificio y aquel que vomitó su propia
carne. Y a él le han dado la autoridad sobre esta agua y los
hombres que sufren castigo."
Después de esta visión me desperté otra vez, y me dije:
"¿Era ésta la ocasión para esta visión? ¿No es ésta el agua
blanca y amarilla, hirviente, divina (sulfurosa)?" Y encontré
que lo había entendido bien. Y dije que si era justo hablar y
justo oír y justo dar y justo recibir y justo ser pobre y justo ser
rico. ¿Cómo pues la naturaleza aprende a dar y a recibir?
El hombre de cobre da y la piedra acuosa recibe; el metal
da y la planta recibe; las estrellas dan y las flores reciben; el
cielo da y la tierra recibe; los truenos dan el fuego que se
precipita de ellos. Porque todas las cosas son entretejidas y
separadas de nuevo y todas las cosas son confundidas y todas
las cosas se combinan, todas las cosas se mezclan y se
desmezclan, todas las cosas están húmedas y todas las cosas se
secan y todas las cosas florecen y dan capullos en el altar con
forma de vasija. Por cada una, según mi método, mediante la
medida y el peso de los cuatro elementos se logra el
entrelazado y disociación de todas. No se hace ningún vínculo
sin método. Éste es un método natural, inspirando y expirando,
conservando los arreglos del método, aumentándolos o
disminuyéndolos. Cuando todas las cosas, en una palabra,
llegan a la armonía mediante la división y la unión, sin,
despreciar ninguno de los métodos, la naturaleza se trans-
forma. Porque la naturaleza que se ha dado vuelta sobre sí
misma está transformada; y es la naturaleza y el vínculo de la
virtud de todo el mundo.
Y que yo no puedo escribirte muchas cosas, amigo mío;
construye un templo de una piedra, como cerusa en apariencia,
como alabastro, como mármol de Proconeso, sin que haya
principio ni fin en su construcción. Deja que tenga dentro de él
un surtidor de agua relampagueante como el sol. Percátate del
lado en que está la entrada del templo y, tomando tu espada en
la mano, busca así la entrada, por estrecho que sea el lugar al
que el templo se abre. Una serpiente está ante la entrada
guardando el templo, cógela y sacrifícala. Desuéllala y,
tomando su carne y huesos en la entrada del templo, haz un
escalón con ellos, pasa sobre él
LOS PRIMEROS SIGNOS Y SÍMBOLOS 67
y entra. Allí encontrarás lo que buscas. En cuanto al sacerdote,
el hombre de cobre, al que verás sentado en el surtidor y
recogiendo su color, no lo mires como un hombre de cobre,
porque ha cambiado el color de su naturaleza y se ha
convertido en hombre de plata. Si quieres, después de algún
tiempo lo tendrás como hombre de oro.
Lección 2
1. Otra vez quise ascender los siete escalones y contem
plar los siete castigos y he aquí lo que pasó; sólo en uno
de los días efectué un ascenso. Volviendo sobre los pasos
subí muchas veces. Y entonces al volver no pude encontrar
el camino y caí en honda desesperación, sin ver cómo salir
y me dormí.
Y en mí sueño vi un hombre pequeño, un barbero, cubierto
con un manto rojo y un traje real, de pie fuera del lugar de los
castigos y me dijo: "Hombre ¿qué estás haciendo?" Y yo le
dije: "Estoy aquí porque, habiendo per. dido todo camino, me
encuentro sin saber qué hacer." Y él me dijo: "Sígneme". Y
salí y le seguí. Y estando cerca del lugar de los castigos, vi al
pequeño barbero que me dirigía caer en el lugar del castigo y
el fuego consumió todo su cuerpo.
2. Viendo esto yo huí y temblé de miedo. Y desperté
y me dije: "¿Qué es esto que he visto?" Y otra vez razoné y
percibiendo que el pequeño barbero es el hombre de cobre
vestido con traje rojo, dije: "He entendido bien; éste es
el hombre de cobre; primero hay que arrojarlo en el lugar
del castigo."
Mi espíritu quiso ascender otra vez el tercer escalón tam-
bién. Y otra vez me fui a lo largo del camino y según me
acercaba al castigo otra vez perdí mi camino, perdiendo de
vista el sendero, vagando desesperadamente. Y otra vez de la
misma manera vi un viejo con el pelo blanco, de tal blancura
que deslumhraba. Su nombre era Agatodemón, y el viejo
blanco se volvió \ me miró durante una hora completa. Y le
pedí: "Muéstrame el camino.' Pero no se volvió hacía mí, sino
que se apresuró a seguir la ruta correcta. Y desde allí, yendo y
viniendo pronto alcanzó el altar. Y al subir al altar vi al viejo
blanqueado que era arrojado al castigo. ¡Oh diosa de la
naturaleza divina! Inmediatamente todo el quedó rodeado por
las llamas. ¡Qué terrible historia, hermano! Porque
68 LOS PRIMEROS SIGNOS Y SÍMBOLOS
de la dureza del castigo sus ojos se llenaron de sangre. Y yo le
pregunté diciendo: "¿Por qué yaces ahí?" Pero él abrió la boca
y me dijo: "Yo soy el hombre de piorno y estoy soportando
una violencia intolerable." Así me desperté con gran susto y
busque en mí la razón de este hecho. Reflexioné y dije:
"Claramente comprendo que así uno tiene que arrojar el plomo
y seguramente la visión es una de la combinación de los
líquidos."
Lección 3
I. Y otra vez vi el mismo altar divino y sagrado en forma
de cuenco y vi un sacerdote vestido de blanco celebrando esos
misterios tenebrosos y dije: "¿Quién es éste?" Y, contestando,
me dijo: "Éste es el sacerdote del Santuario. Quiere poner
sangre dentro de los cuerpos, para aclarar los ojos y para
levantar al muerto."
Y así, cayendo de nuevo, me dormí por breve espacio de
tiempo, subí sobre el cuarto escalón y vi, viniendo del Este, a
uno que tenía una espada en la mano. Y vi otro detrás de él
llevando un objeto redondo blanco y brillante y precioso a la
contemplación, cuyo nombre era el meridiano del sol -y
cuando me arrastraba hacia el lugar de los castigos, el que
llevaba la espada me dijo: "Corta su cabeza y sacrifica su
carne y sus músculos por partes, hasta el final, que su carne se
cueza de acuerdo al método y que soporte entonces ci castigo."
Y así, despertando otra vez dije: "Bien compren do que estas
cosas se refieren a los líquidos del arte de los metales." Y
aquel que llevaba la espada dijo de nuevo: "Tú has cumplido
los siete escalones de abajo." Y el otro dijo, al mismo tiempo
que todos los líquidos arrojaban el plomo, "el trabajo está
completo." 3
1 Debemos decir que los puntos de vista del finado Paul Kraus
indicados en esta sección, no son aceptados por algunos expertos,
tales como H. E. Stapleton, que considera a Geber como una persona
real practicante de la alquimia y supone que los trabajos que llevan su
nombre fueron escritos por él, aunque reeditados con ampliaciones en
el siglo IX.
82 ALQUIMISTAS DEL ISLAM
traducido de varias maneras: "Hermandad de la pureza" o
"Amigos fieles".
La Hermandad de la pureza compuso una colección
enciclopédica de cartas muy parecidas a los escritos ge-
berianos. Podemos pues suponerla una secta con una fuerte
creencia en el poder de la ciencia para purificar el alma,
que atribuía los trabajos de sus miembros al legendario
Geber; lo que equivaldría hoy día a que una sociedad
comunista secreta escribiese una enciclopedia científica y
se la atribuyese a Voltaire. La costumbre de atribuir los
libros de una escuela a la mano del maestro era, sin
embargo, muy común en la Antigüedad. Los autores de los
tratados geberianos estaban hondamente impresionados por
las posibilidades de la ciencia. Es verdad que incluían en la
ciencia mucho de lo que llamaríamos mágico, pero
debemos reconocerles una creencia en el poder, no
meramente del conocimiento de los libros, sino de las
operaciones prácticas del laboratorio. Es cierto que sus
teorías y prácticas se alejaban mucho del camino de la
verdad y la utilidad, aunque descubrieron cosas útiles sin
darse bien cuenta de su valor. Es indudable que, a través de
toda su historia, la alquimia siguió haciendo útiles
descubrimientos físicos en su intento de llegar a lo
físicamente imposible.
Geber (conservaremos el nombre para referirnos a los
autores de los escritos que se le atribuyen) conocía a fondo
el trabajo de los alquimistas griegos, aunque sin duda
alguna los leyó sólo en traducciones o paráfrasis. Los
escritos de los alquimistas griegos, tal como hoy día los
conocemos, son un montón de fragmentos y estamos
seguros de que los árabes pudieron haber leído mucho que
no ha llegado a nosotros. Por lo tanto, no podemos decir
hasta dónde los trabajos de Geber son originales, pero
podemos decir que en ellos encontramos muchas cosas que
no contiene la alquimia griega que conocemos.
Como es corriente en los trabajos de los alquimistas,
se encuentra una teoría de la forma en que ha de
ALQUIMISTAS DEL ISLAM 83
hacerse el oro y un proceso basado en esa teoría, pero
incapaz de dar los resultados pretendidos. Geber divi día
las sustancias que conocía en:
FIG.
12. Destilación, tal como aparece en la traducción de
Russell de The works of Geber (1678).
3 Therefore keep close of thy tongue and of thy hand, From the
officers and governors of the land; And from other men that they
of thy craft nothing know For in witness thereof they will thee
hang and draw.
And thereof the people will thee at Sessions indict, And
great treason against thee they will write Without that the King's
grace be to thee more, Thou shalt for ever in this world be
forlore.
Also without thou be sure of another thing, To
purchase the license of thy King:
126 LOS ALQUIMISTAS INGLESES
A pesar de la posibilidad de obtener tales licencias
muchos practicaban la multiplicación de los metales en
contra de la ley. Así es que en 1452 el rey dio poderes a
tres comisionados para detener a los multiplicadores de
metales. Sin embargo, el expediente más interesante es
el de William Morton, en el año de 1419. Fue acusado
de hacer dicho que podía hacer un polvo rojo, llamado
elixir, que, proyectado sobre cualquier "metal rojo", tal
como el bronce, cobre o latón, podía convertirlo en oro
y, proyectado sobre un metal blanco, lo convertiría en
plata. Unió sus esfuerzos a los de un monje del priorato
de Hatfield, llamado Peverel, y trabajaron con polvo
mercurial, carbón vegetal, bermellón, verdigris, nitro,
álcali, hiel de vidrio,4 vitriolo, arsénico y otros. Con
ellos hizo una masa negra, la cuajó en una vasija
redonda y mantuvo ante la condesa Juana de Hereford y
dos jueces de paz que esto lo podía convertir en el plazo
de diez semanas en el elixir, mediante el cual podía
convertir los metales rojos y blancos en oro y plata
verdaderos de los que se podía hacer y acuñar 5 el dinero
del rey. Se le encontró culpable y después de un breve
tiempo en la cárcel de Colchester fue perdonado.
Parece pues que el Estatuto contra la multiplicación
de los metales, aunque no era letra muerta en el siglo xv,
era administrado con mucha indulgencia. Siguieron
surgiendo licencias con intervalos más largos hasta los
primeros años del siglo xvi.
Y de la misma manera:
Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muriere
antes. Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que ha de
salir, sino el grano desnudo, acaso de trigo, o de otro grano:
Mas Dios le da el cuerpo como quiso, y a cada simiente su
propio cuerpo.
(I Cor. 15, 36-38) 3
RELATOS DE TRANSMUTACIONES
1 Probablemente un papiro.
162 RELATOS DE TRANSMUTACIONES
mayúsculas de oro ABRAHAM EL JUDIO, PRINCIPE,
PRESBÍTERO, LEVITA, ASTRÓLOGO, Y FILÓSOFO, A
LA NACIÓN DE LOS JUDÍOS, DISPERSOS ENTRE LOS
GALOS POR LA IRA DE DIOS, DESEO SALUD. Después
de esto estaba llena de grandes execraciones y maldiciones
(con esta palabra MARANATHA, que se repetía allí a
menudo), contra cualquier persona que pusiese sus ojos sobre
él, si no era Sacrificador o Escriba.
El que me vendió este libro no sabía lo que valía, ni lo
sabía yo cuando lo compré; creo que fue robado o tomado de
los miserables Judíos; o se encontró escondido en algún sitio
del antiguo lugar donde habitaban. Dentro del libro, en la
segunda hoja, confortaba a su nación aconsejándole huir de los
vicios y especialmente de la idolatría, esperando con dulce
paciencia la llegada del Mesías, que vencería a todos los Reyes
de la Tierra, y reinaría con su pueblo en gloria eterna. Sin
duda, éste fue un hombre muy sabio y comprensivo. En la
tercera hoja y en todos los otros escritos que seguían, para
ayudar a su nación cautiva a pagar sus tributos a los
emperadores romanos y para hacer otras cosas, de las que no
hablaré, les enseñaba en palabras co muñes la transmutación
de los metales.
Pintaba las vasijas por todos lados y les aconsejaba sobre
los colores y sobre todo lo demás, salvo el primer agente. del
que no decía una palabra sino que (como él dice) en las hojas
cuarta y quinta lo pintaba por entero y lo representaba con
gran artificio y mano de obra, porque aunque estaba bien e
inteligiblemente figurado y pintado ningún hombre podría ser
capaz de entenderlo, sin estar bien instruido en su Cabala, que
recibiría por tradición y después de haber estudiado bien sus
libros. Después, las hojas cuarta y quinta no tenían ninguna
escritura, llenas de hermosas figuras iluminadas, o como si
estuviesen iluminadas, porque el trabajo era muy exquisito.
Primero pintaba un hombre joven, con alas en sus tobi llos,
que tenía en su mano un caduceo, rodeado de dos serpientes,
con el cual golpeaba sobre un yelmo que cubría su cabeza.
Pareció a mi escaso juicio que se trataba del Dios Mercurio de
los paganos. Contra él venía corriendo y volando con alas
abiertas un hombre muy viejo, quien tenía sujeto sobre su
cabeza un reloj y en sus manos un gancho o guadaña como la
Muerte, con el que de manera furiosa y terrible había cortado
los pies de Mercurio. Del otro lado
RELATOS DE TRANSMUTACIONES 163
de la cuarta hoja, pintó una bella flor en la cima de una alta
montaña, que era agitada enconadamente por el viento norte:
tenía el pie azul, las flores blancas y rojas, las hojas brillando
como oro fino y —rodeándolas— los dragones y grifos del
Norte hacían sus nidos y moraban allí. En la quinta hoja había
un hermoso Rosal en flor en medio de un dulce jardín,
trepando por un roble hueco, a cuyo pie brotaba una fuente del
agua más blanca, que corría precipitada hacia las
profundidades, no obstante lo cual pasaba primero entre las
manos de infinita gente que escarbaba en la tierra buscándola,
pero como eran ciegos, ninguno de ellos la reconocía, excepto
aquí y allá alguno que consideraba el peso.
En el último lado de la quinta hoja había un Rey con una
gran cimitarra, que hacía matar en su presencia por algunos
soldados una gran multitud de niños, cuyas madres lloraban a
los pies de los despiadados soldados; la sangre de cuyos niños
era recogida después por otros soldados y guardada en una
gran vasija, en la que el Sol y la Luna venían a bañarse. Y por
esto esta historia representaba la mayor parte de aquellos
inocentes asesinados por Herodes; y aprendí en este libro la
mayor parte del Arte, ésta era una de las Causas por las que
coloqué en su Cementerio estos símbolos jeroglíficos de esta
ciencia secreta. Y así veis aquello que estaba en las primeras
cinco hojas.
No os representaré aquello que estaba escrito en buen latín
e inteligible en las otras hojas escritas, porque Dios me
castigaría, porque cometería una debilidad mayor que aquel
que (como dicen) deseó que todos los hombres del mundo no
tuviesen más que una cabeza que él pudiese cortar de un solo
tajo. Teniendo pues este bello libro conmigo, no hice nada más
ni de día ni de noche, que estudiarlo, comprendiendo muy bien
todas las operaciones que enseñaba, pero sin saber con qué
asunto debía comenzar, lo que me hacía muy triste y solitario
y fue causa de que suspirase muchas veces. Mi esposa
Perrenela, a la que quería como a mí mismo y con la que me
había casado tarde, estaba muy asombrada de esto,
confortándome y pidiendo encarecidamente, si podía sacarme
de este atolladero de alguna manera. Era imposible para mí
sujetar mi lengua y le dije todo y le enseñé este hermoso libro,
del que, desde el momento que lo vio, se enamoró tanto como
yo, sintiendo un extremo placer al contemplar la bella
cubierta, los grabados, imáge-
164 RELATOS DE TRANSMUTACIONES
nes y figuras de los que, a pesar de que entendía tan poco
como yo, era un gran consuelo para mí hablar con ella y
entretenerme, de lo que debíamos hacer para interpretarlos.
Por fin hice pintar en mi aposento, tan naturalmente como
pude, todas las imágenes y figuras de las hojas cuarta y quinta
y se las mostré a los mejores amanuenses de París, que no
entendieron de ellas más que yo. Les dije que los había
encontrado en un libro que enseñaba la piedra filosofal, pero la
mayoría de ellos se burlaron tanto de mí como de semejante
piedra bendita, excepto uno llamado Maese Anselmo, que era
un Licenciado en Física y estudiaba a fondo esta ciencia. Tenía
un gran deseo de ver mi libro y no había nada en el mundo que
no hubiese hecho por verlo, pero siempre le dije que no lo
tenía: sólo le luce una larga descripción del método.
Me dijo que la primera figura representaba el Tiempo, que
devoraba todo; y que de acuerdo con el número de las seis
hojas escritas, se requería el espacio de seis años, para
perfeccionar la piedra; y entonces, dijo, debíamos volverlo al
vaso y no hervirlo más. Y cuando le dije que esto no estaba
pintado sino sólo para mostrar y enseñar el primer agente
(según se decía en el libro) me contestó que este cocimiento
por espacio de seis años era, por decirlo así, un segundo agente
y que seguramente el primer agente, que estaba pintado allí.
era aquella Agua blanca y pesada que sin duda era plata
líquida, que no podían fijar, ni cortar sus pies, es decir, quitarle
su volatilidad, más que mediante una larga cocción en la más
pura sangre de tiernos niños porque en ella, este azogue,
juntado con oro y plata, se convertía primero en una hierba
como la que estaba allí pintada y después por corrupción, en
serpientes, las cuales, bien secadas y cocidas al fuego, se
reducían a un polvo de oro que sería la piedra.
Ésta fue la causa de que durante el espacio de veintiún
años ensayara mil cocimientos, pero nunca con sangre, porque
eso era cobarde y vil, pues encontré en mi libro que los
filósofos llamaban sangre al espíritu mineral, que está en los
metales, principalmente en el Sol, la Luna y Mercurio, cuya
mezcla yo siempre guardé; sin embargo estas interpretaciones
eran en su mayor parte más sutiles que ciertas. No encontrando
en mis trabajos los signos que aparecían en mi libro, siempre
tenía que empezar de nuevo.
Al fin, habiendo perdido toda esperanza de comprender
nunca aquellas figuras, por último recurso, hice un voto a
RELATOS DE TRANSMUTACIONES 165
Dios y Santiago de Galicia, para pedir la interpretación de
ellos a algún sacerdote judío, en alguna sinagoga de España:
después de lo cual, con el consentimiento de Perrenela, lle-
vando conmigo el extracto de las pinturas, tomé el hábito y el
cayado de peregrino como podéis verme, fuera de este arco en
el cementerio, en el que puse las figuras jeroglíficas, donde
también he puesto, contra la pared, en un lado y otro, una
procesión en la que están representados por su orden todos los
colores de la piedra, así según vienen y van, con esta escritura
en francés:
Moult plaist a Dieu procession
S'elle est faicte en devotion.
es decir:
Mucho place a Dios la procesión Si
se hace con devoción.
lo que es como si fuese el principio del Libro del Rey Hércu-
les, que trata de los colores de la piedra, titulados Iris o el
Arco Iris, en estos términos, Operis processio multum naturae
placet, esto es La procesión del trabajo es muy placentera
para la Naturaleza; lo cual he puesto allí expresamente para
que los grandes clérigos comprendan la alusión.
De esta misma forma, digo, me puse en camino e hic tanto,
que llegué a Montjoy y después a Santiago, donde con gran
devoción cumplí mi voto. Hecho esto me encontré en León, a
mi vuelta, con un mercader de Bolonia que me hizo conocer a
un médico, un judío de nacionalidad, que como era entonces
un cristiano, que vivía en León, era muy entendido en ciencias
sublimes, llamado Maese Canches.
Tan pronto como le hube enseñado las figuras de mi ex-
tracto, encantado con gran admiración y gozo me preguntó al
punto si podía darle alguna nueva del libro, de dónde los había
dibujado. Le respondí en latín (en el que me había hecho la
pregunta) que esperaba tener buenas noticias del libro, si
alguien podía descifrarme los enigmas. En aquel instante,
transportado de gran ardor y gozo, comenzó a descifrarme el
principio. Pero, para abreviar, estando él muy contento de
recibir nuevas del paradero de ese libro y yo de oírle hablar —
y ciertamente había oído mucho sobre el libro, pero (como él
decía) como de una cosa que se creía irremisiblemente perdida
—, nos resolvimos a hacer un viaje y de León pasamos a
Oviedo y de allí a Sansón, donde nos hicimos a la mar para
venir a Francia.
166 RELATOS DE TRANSMUtACIONES
Nuestro viaje fue bastante afortunado y ya desde que
cutíamos en este reino, me había interpretado lo más veraz-
mente la mayor parte de mis figuras, donde, aun en los mismos
puntos culminantes, encontraba grandes misterios, que me
parecían maravillosos. Cuando llegamos a Orleans este
hombre sabio cayó gravemente enfermo, afligido con
excesivos vómitos, que le quedaban de aquellos que había
sufrido en el mar; y estaba con un miedo tan continuo de que
lo abandonase, que no podía imaginarse nada semejante. Y
aunque yo estaba siempre a su lado, me llamaba incesan-
temente, pero por último murió, al fin del séptimo día de su
enfermedad, por cuya razón yo estaba muy apenado, pero lo
hice enterrar tan bien como pude en la iglesia de la Santa Cruz
en Orleans, donde aún descansa; Dios tiene su alma, porque
murió como buen cristiano. Y seguramente si no hubiésemos
sido estorbados por la muerte yo hubiera dado a esa iglesia
algún beneficio, para hacer decir algunas misas por su alma
cada día.
Aquel que haya visto la forma en que llegué y la alegría de
Perrenela, dejadle que nos mire en esta ciudad de París,
delante de la puerta de la capilla de Santiago de la Boucherie,
cercana por una parte a mi casa, donde estamos ambos pin-
tados, yo dando gracias a los pies de San Juan, al que ella
había implorado tanto. Así era, que por la gracia de Dios y la
intercesión de la agraciada y Santa Virgen y los benditos San
Juan y Santiago, supe todo lo que deseaba, es decir, los
primeros principios, si no su primera preparación, que es la
cosa más difícil sobre todas las cosas del mundo. Pero al fin
tenía qué, también después de largos errores de tres años, o
algo así, durante el cual tiempo no hice nada más que estudiar
y trabajar, tal como podéis verme fuera de este arco, en el que
he colocado mis procesiones contra sus dos pilares, bajo los
pies de Santiago y San Juan, rogando siempre a Dios, con mi
rosario en la mano, leyendo atentamente en un libro y
pensando en las palabras de los filósofos, y después ensayando
y probando las diversas operaciones que me imaginaba, por
sus solas palabras.
Finalmente encontré aquello que deseaba, lo que también
supe pronto por su fuerte esencia y olor. Teniendo esto,
fácilmente conseguí la destreza, porque conociendo la prepa-
ración de los primeros agentes y siguiendo después mi libro al
pie de la letra no podía haber fracasado, aunque lo hubiese
querido. Entonces la primera vez que hice proyección
RELATOS DE TRANSMUTACIÓNES 167
fue sobre mercurio del cual saqué media libra, o algo así, de
plata pura, mejor que aquella de la mina, según la ensayé yo
mismo e hice otros ensayos muchas veces. Esto fue un lunes,
el diecisiete de enero, hacia el mediodía, en mi casa, estando
presente sólo Perrenela, en el año del Señor, 1382.
Y, después, siguiendo siempre mi libro, palabra por pala-
bra, hice proyección de la piedra roja sobre una cantidad
semejante de mercurio, con la única presencia igualmente de
Perrenela, en la misma casa, el vigésimoquinto día de abril
siguiente, el mismo año, hacia las cinco de la tarde, lo que
transmuté realmente en algo casi tan puro como el oro, más
ciertamente que el oro común, más suave y maleable. Puedo
decirlo con certeza, lo hice tres veces, con la ayuda de Perre-
nela, que lo comprendía tan bien como yo porque me ayudaba
con mis operaciones y, sin duda, si se hubiese propuesto
hacerlo sola, hubiese alcanzado el fin y la perfección de ello.
Tenía ciertamente bastante cuando lo había hecho una vez,
pero encontré extraordinario placer y gozo en ver y
contemplar los admirables trabajos de la Naturaleza en las
vasijas.
Para expresártelo a ti entonces, como lo hice tres veces,
verás en este Arco, si tienes alguna habilidad para reconocer-
los, tres hornos, como aquellos que sirvieron a nuestras ope-
raciones. Me temí durante algún tiempo, que Perrenela no
pudiese ocultar el gozo extremo de su felicidad, que medía por
la mía misma y menos que dejase caer alguna palabra entre su
parentela, de los grandes tesoros que poseíamos, porque el
gozo extremo quita el entendimiento tanto como la gran
pesadumbre, pero la bondad del más gran Dios no sólo me
llenó con esta bendición de darme una esposa casta y prudente
(porque además no era sólo capaz de razonar, sino también de
hacer todo lo que era razonable), y más discreta y secreta que
lo son otras mujeres ordinarias. Sobre todo era
extremadamente devota y viéndose sin esperanza de hijos y
ahora bien entrada en años, comenzó, como yo, a pensar en
Dios y nos entregamos a trabajos misericordiosos.
Por esta época, cuando escribí este Comentario, en el año
1413, al final del año, después del fallecimiento de mi fiel
compañera, que lamentaré todos los días de mi vida, ella y yo
habíamos encontrado ya y dotado con beneficios, catorce
hospitales en esta Ciudad de París, habíamos construido tres
capillas nuevas, habíamos enriquecido con grandes presentes y
buenas rentas siete iglesias, con muchas reparaciones en sus
cementerios, además de aquella que habíamos hecho en Bo-
168 RELATOS DE TRANSMUTACIONES
lonia, que no es menos que las que hemos hecho aquí. No
hablaré del bien que ambos hemos hecho a pobres gentes
particulares, principalmente a viudas y pobres huérfanos cuyos
nombres, si los dijese y cómo lo hice, además de que me
diesen mi recompensa en este mundo, de la misma forma
disgustaría a estas buenas personas, a las que ruego a Dios que
bendiga, lo que no haría por nada en el mundo.
Por lo que, construyendo estas iglesias, cementerios y hos-
pitales en esta Ciudad, me resolví a hacer pintar en el cuarto
Arco del Cementerio de los Inocentes, según se entra por la
gran puerta de la calle St. Denis y tomando hacia el lado
3. El testimonio de Helvetius
HYANTHE
1 HYANTHE
It was scarce Day, when all alone
I saw Hyanthe and her Throne.
In fresh, green Damascs she was drest.
And o're a Saphir Globe did rest.
This slipperie Spheare when I did see,
Fortune, I thought it had been Thee.
But when I saw shee did present
A Majestie more Permanent,
I thought my Cares not lost, if I
Should finish my Discoverie.
RELACIONES DE LA ALQUIMIA
CON LA CIENCIA
El hombre de ciencia que ve por primera vez un texto
alquimista espera encontrar algo parecido a un texto de
química, aunque mucho menos desarrollado y exacto.
Pero, de hecho, lo que encuentra se parece muy poco a
la ciencia. Vale la pena examinar aquí la raíz de las
diferencias entre alquimia y ciencia natural para
descubrir por qué la alquimia no es sólo una química
rudimentaria y hasta qué punto intenta algo de que la
ciencia moderna no se ocupa.
La ciencia moderna, y con ella la química, hace
observaciones, las refiere claramente y sin secreto, de-
duce de ellas leyes generales, las explica en términos de
teorías y deriva otras leyes de éstas. Además, com-
prueba cada paso en sus inducciones y deducciones
probando sus aseveraciones con objeto de descubrir en
cuánto aquello que ha sido registrado e inferido corres-
ponde a lo que se observa, experimentalmente o de otras
formas. La ciencia natural no admite nada que no pueda
ser observado, claramente establecido y comprobado de
alguna forma. Aspira a interpretar el mundo en términos
de unos cuantos principios simples, inexplicados ellos
mismos. Así, podemos considerar la química como
capaz de ser totalmente expresada en términos de unos
cuantos principios simples; v. gr.: electrón, protón,
neutrón, relatividad, ley cuántica, etc. Con todo, el
pequeño número de principios requeridos todavía
permanecerá inexplicado. He aquí la primera diferencia
entre la intención de nuestra ciencia y aquella de los
antiguos filósofos naturales.
La ciencia se ocupa de aquella parte del mundo que,
usando sus métodos, es investigable, y no hace intento
alguno para considerar el resto. No investiga sobre la
causa final de la existencia de las cosas; no
225
226 LA ALQUIMIA Y LA CIENCIA
trata de incorporar el mundo de la actividad mental
individual en su relación con lo que todos percibimos en
común. El objetivo de la ciencia es limitado y para
cualquier hombre, en cualquier época, muy limitado.
Cada científico trata de añadir una pequeña sección de
la creciente obra del conocimiento, pero, como cien-
tífico, no trata de construir un sistema del mundo que
incluya todo lo que el hombre puede tratar de conocer,
pasado y presente.
El alquimista, cuando no era un mero multiplicador
de metales, buscaba un esquema completo de las cosas,
en el que Dios, los ángeles, el hombre, los animales y el
mundo inorgánico tenían todos su lugar; en el que el
origen del mundo, su propósito y su fin fuesen
claramente visibles. Semejante meta es claramente
inalcanzable para la ciencia, puesto que incluye como
objetos de la ciencia, filosofía y religión. Se deduce
entonces que la actitud y método del alquimista diferían
ampliamente de los del químico moderno.