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Al llegar el segundo trimestre las molestias desaparecen o se atenúan, la futura madre deja de
preocuparse tanto de sí misma y comienza a pensar en el bebé, en cómo será y el modo de ofrecerle
todo lo que ella cree que no tuvo en su infancia.
En este período la madre se siente como “en una burbuja” y corre el riesgo de desatender su entorno
familiar inmediato. Es el momento de reflexionar y reconocer al padre la importancia que tiene en
la nueva configuración familiar. Para que el futuro padre se implique totalmente en el embarazo
los comportamientos de la madre no deben ser excluyentes.
Salvo que el médico lo desaconseje por problemas o complicaciones en la gestación, la pareja
puede mantener relaciones sexuales e incluso éstas son saludables durante el embarazo.
Normalmente en este período hay variaciones en cuanto a las apetencias sexuales del padre, de la
madre o de ambos, pero esto lo único que significa es que deben dialogar y reajustar sus deseos
cada uno en función del otro y de los dos en función del futuro bebé.
Este segundo trimestre es el momento adecuado para hablar del bebé a los otros hijos. El modo de
enfocarlo será diferente según la edad de los hermanos o hermanas. Si son pequeños no se harán
la idea del tiempo que deben esperar para ver al bebé, en todos los casos harán muchas preguntas
y mostrarán conductas celosas. Los padres deben ser comprensivos, los pequeños sienten
inseguridad, miedo y ansiedad porque no saben cómo les va a afectar a ellos la llegada del pequeño
o pequeña. Los niños temen perder sus privilegios o sentirse abandonados afectivamente por sus
padres. Con sus conductas celosas solicitan que el padre y la madre les aclare su nuevo rol en el
entorno familiar, que les garanticen que no van a perder su cariño y que les ayuden a sentir amor
fraterno desde el embarazo.
EL ÚLTIMO TRIMESTRE
A medida que se aproxima el momento del parto aumenta la impaciencia de la embarazada y sus
ansias por aprender a afrontar el parto y a ser madre. El aprendizaje del ser humano se realiza de
dos formas: a través de la propia experiencia o aprendiendo de la experiencia de los demás. La
primera forma se descarta para las mujeres que esperan su primer hijo y la segunda forma les
ofrece modelos contradictorios porque la sociedad ha cambiado notablemente en las últimas
décadas y, aunque ahora se ofrecen mejores garantías médicas para afrontar el momento del parto,
los modelos maternales y los consejos de las madres y las abuelas han quedado obsoletos. Por otra
parte, los mensajes, en ocasiones muy diferentes y sensacionalistas, de los medios de
comunicación sólo añaden dudas y desconcierto.
Es normal que una mujer en los últimos momentos del embarazo sienta miedo al dolor y al
derroche de energía que puede suponer el parto. En estos casos oír que “todas las mujeres han
parido” no ofrece tranquilidad. A lo largo de la historia todas las mujeres han sentido los mismos
temores, aunque cada una los viva de forma diferente.
Para superar los temores es imprescindible que la madre los asuma y hable de ello con su pareja,
con el médico o comadrona y con su madre u otras mujeres que han sido madres.
Cuando llegue el momento la madre comprobará que la naturaleza, los genes, el instinto y el amor
incondicional por su hijo o hija le aportan la confianza y la seguridad de realizar cuanto sea
necesario para recibir a una criatura tan esperada y deseada.
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FUNCIONES DEL ÚTERO GRÁVIDO
El útero grávido tiene dos funciones esenciales:
Mantener el embrión durante el embarazo
En la primera función es el endometrio el que toma un papel activo. Durante la segunda mitad del
ciclo ha proliferado y sus glándulas secretan sustancias nutritivas: si hay embarazo está preparado
para la anidación y se mantiene así durante toda la gestación. Cuando el huevo fecundado llega al
útero, se nutre de las secreciones endometriales. Al cabo de 3-4 días, por mitosis sucesivas ha
alcanzado la fase de blastocisto y está rodeado por células trofoblásticas secretoras de enzimas
proteolíticas. Estas enzimas licuan el endometrio, liberándose gran cantidad de sustancias
nutritivas y formándose una cavidad donde anida el blastocisto.
Durante las primeras semanas, el embrión se alimenta fundamentalmente a través de las células
trofoblásticas, hasta que se desarrolla la placenta, unida al feto por las arterias y la vena umbilical.
Las vellosidades placentarias están inmersas en los senos venosos del endometrio, dependientes
de la arteria y la vena uterinas, con sangre materna. El oxígeno y los nutrientes pasan de la sangre
materna a la fetal por difusión simple y otros sistemas de transporte.
El mantenimiento del cuerpo lúteo del ovario se debe a la producción en la placenta de la hormona
gonadotropina cariónica, que mantiene la capacidad nutritiva del endometrio.
Expulsarlo cuando el feto llega a término
En cuanto a la segunda función, la expulsión del feto maduro, es el miometrio el que adquiere el
protagonismo. No se conoce con exactitud el mecanismo por el cual, llegado el momento, se pone
en marcha el parto. Participan de forma importante la distensión de las fibras musculares uterinas
y una serie de estímulos hormonales, tanto maternos como fetales.
La oxitocina, una hormona secretada por la neurohipófisis, es capaz de provocar directamente las
contracciones uterinas; los estrógenos actúan facilitando la acción oxitócica y las prostaglandinas
regulando la actividad del útero. Una vez iniciado, el proceso se autoalimenta de la siguiente
7manera: la cabeza fetal dilata el cuello uterino, lo que provoca un reflejo de secreción de oxitocina
por la neurohipófisis; la oxitocina contrae la musculatura del útero, haciendo descender al feto por
el canal del parto, lo que dilata aún más el cuello uterino y se repite el ciclo.
Las contracciones del parto comienzan en el fondo del útero y se dirigen hacia abajo, perdiendo
intensidad en su progresión. Al principio son distantes entre sí, pero la frecuencia aumenta hasta
llegar a una contracción cada 2-3 minutos, cada vez de mayor intensidad, que terminan por
producir la expulsión del feto y de la placenta. Inmediatamente después del parto, el útero
comienza a involucionar, volviendo a su tamaño previo al embarazo al cabo de 4 semanas.
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LAS RELACIONES CON EL NIÑO
Los fetos en situación de riesgo para su desarrollo son aquellos que, debido a un determinado
número de factores o circunstancias, tienen un mayor número de posibilidades de presentar algún
tipo de deficiencia o alteración en su capacidad de comunicación, motriz, sensorial, cognitiva,
afectiva, de conducta o una mezcla de ellas.
La mayoría de los factores de riesgo que nos encontramos en la etapa prenatal tienen que ver con
la salud y costumbres de la madre, siendo el ambiente del niño en el útero crítico para su desarrollo.
Ésta es la razón, por la que, la edad de la madre, su estado general de salud y nutrición, y lo
adecuado de su cuidado prenatal, son factores maternos que potencialmente pueden llegar a ser
riesgos importantes.
Algunos problemas de salud suelen incrementar el riesgo de producir determinados efectos en el
nacimiento (por ejemplo, la diabetes) o aumentar la probabilidad de un adelanto en el nacimiento
(por ejemplo, las enfermedades de transmisión sexual). Del mismo modo, el consumo de tabaco,
de alcohol y de otras drogas, son perjudiciales para el desarrollo del feto. Finalmente, las
infecciones maternas, como de VIH o de hepatitis B se pueden transmitir al feto dando lugar a
problemas de salud importantes.
FACTORES DE RIESGO PRENATALES
Edad de la madre: aquellas mujeres mayores de 36 años y menores de 16 tienen una mayor
probabilidad de tener un hijo con algún tipo de problema médico. En concreto, lo más común es
un peso menor en el bebé, y especialmente las adolescentes.
Atención prenatal: ocurre en determinadas situaciones que hay mujeres que, bien sea por
desconocimiento o por opinión personal, no usan los servicios de asistencia sanitaria prenatal. Esta
falta de atención prenatal puede ocasionar un mayor riesgo de que se rompan antes de tiempo las
membranas amnióticas, dando lugar a un bebé prematuro y de bajo peso al nacer.
Problemas de salud de la madre: existen una serie de enfermedades de la madre que aumentan
considerablemente el riesgo de que el bebé, al nacer, tenga algún tipo de problema. Las más
destacadas son la epilepsia, la diabetes o el VIH.
Salud y nutrición de la madre: ambos aspectos tienen efectos considerables la salud del bebé
(por ejemplo, una dieta rica en grasas y baja en proteínas puede provocar enfermedades
cardiovasculares en el bebé). Una vitamina importante que la madre debe añadir en su dieta como
suplemento alimenticio, principalmente durante el primer trimestre de la gestación, es el ácido
fólico, ya que puede reducir la incidencia de un tipo de defecto como es la espina bífida.
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Consumo de tabaco, alcohol u otras drogas durante el embarazo: el tabaco es el factor de
riesgo más importante para que el bebé tenga bajo peso al nacer, y aunque no está asociado con
malformaciones importantes del feto, sí que existe relación entre el consumo de tabaco por parte
de las madres gestantes y un aumento del número de abortos y mortalidad perinatal, además de
alteraciones del crecimiento, de la capacidad cognitiva y del desarrollo pulmonar del bebé. Por
otra parte, el consumo excesivo de alcohol durante el embarazo puede dar lugar al llamado
Síndrome Alcohólico fetal, que se caracteriza por una serie de alteraciones en el bebé tales como
bajo peso al nacer, defectos en el corazón o microcefalia, entre otros. Finalmente, el consumo de
drogas (como la cocaína y la metanfetamina) por parte de la mujer embarazada, también se asocia
con problemas en el desarrollo del bebé, como pueden ser bajo peso al nacer o un menor perímetro
craneal y tamaño del bebé. Puede ocurrir que también se den ciertas anomalías neurológicas o
urogenitales, así como a nivel de la conducta.
Infecciones: las cinco infecciones congénitas más comunes son: la toxoplasmosis, la rubéola, el
citomegalovirus, el herpes y la sífilis.