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(ELOÍ, ELOÍ, LAMÁ SABACTANI !!!

(Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?)

¡¡ ELOÍ, ELOÍ, LAMÁ SABACTANI !!!, es el grito desgarrador de Jesús crucificado, el cual
nunca ha dejado de impactarnos muy en lo hondo de nuestro corazón. En el evangelio, esta
expresión aparece en arameo y su traducción al español sería: “¡¡¡ Dios mío, Dios mío ¿por qué
me has abandonado? !!!” (Mateo 27, 47). Con esta expresión el Hijo del Hombre hace suyas las
palabras con la cuales empieza el salmo 22, y por ende, todo el sentido de este canto bíblico:

2 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?


¡Las palabras que lanzo no me salvan!
3 Mi Dios, de día llamo y no me atiendes,
de noche, más no encuentro mi reposo. …

7 Más yo soy un gusano y ya no un hombre;


los hombres de mí tienen vergüenza y el pueblo me desprecia.
8 Todos los que me ven, de mí se burlan,
hacen muecas y mueven la cabeza …

17 Me rodea una jauría de perros,


me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies
y me hunden en el polvo de la muerte.
18 Yo puedo contar todos mis huesos;
ellos me miran con aire de triunfo,
19 se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.

Hasta acá una parte del salmo 22 (que por cierto es bastante largo), la cual, a mi juicio resume
su profundo sentido. Se trata de un patético canto del pueblo de Israel en sus momentos de
gran tragedia y fracaso, los cuales nosotras y nosotros no pocas veces hemos experimentado,
sintiéndonos como abandonados de la mano de Dios; sin negar que también la vida nos brinda
momentos de gran plenitud.

Jesús quien es un hombre igual en todo a cada persona también vive estos momentos, y en
especial cuando es asesinado de la forma más injusta e infame, porque El es “semejante en
todo a sus hermanos … Y ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, El
también debía participar de esa condición, … debió hacerse semejante en todo a sus
hermanos” (Hebreos 2, 14 – 18). “Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con
fuertes gritos y lágrimas, a Aquel que podía salvarlo de la muerte” (Hebreos 5: 7).

Los textos más antiguos que conocemos del evangelio están escritos en griego de la koiné, sin
embargo, la expresión ¡¡¡ ELOÍ, ELOÍ, LAMÁ SABACTANI !!! en boca del Señor se halla tal cual
en arameo. Solo éste y el apelativo ABBA son los dos únicos textos arameos que se hallan en
los mencionados escritos evangélicos. ABBA es una advocación particularmente relevante por
que es la manera como Jesús se dirige a su Madre y Padre, Dios de infinita compasión y
misericordia, el cual como bien sabemos es ni más ni menos el eje de su vida, con quien el Hijo
del Hombre tiene una total intimidad y de quien está totalmente compenetrado. Por esto ABBA
significa en español papi, papito o papacito, un apelativo de absoluta confianza y cercanía.

Es importante también notar que en la Palestina del siglo I se hablaba latín, griego de la koiné,
hebreo y arameo. Este último era el idioma de la gente sencilla, el cual era la lengua que
hablaba Jesús muy seguramente. Por estos motivos los expertos en estudios bíblicos afirman
que la comunidad cristiana primitiva, cuando de forma totalmente inusual mantiene estas dos
formulaciones en arameo en medio de un texto griego en su totalidad, busca dejar constancia
del profundo impacto que le produjo estas expresiones de Jesús y ante todo su insondable
significado para El.

Impactante sin duda que todo un Dios sea tan pletórico de humanidad. Como afirma el Concilio
Vaticano II: “Jesús comunica la plenitud de la persona a la propia persona”, o sea, que Jesús
Dios es el cenit de lo humano por excelencia. Por ésto es apenas natural que nuestro Mesías
sienta el abandono divino en la vorágine y el vórtice absurdos de la cruz. Y como no sentirlo,
cuando a lo largo de toda su vida dió lo mejor de sí absolutamente haciendo solo el bien,
amando a todos sin excluir a nadie por ningún motivo, curando enfermos, alimentando
hambrientos, acogiendo a mujeres, niños y pecadores, todos ellos tan necesitados de
misericordia y tan excluidos por los poderes de su tiempo.

¿Será posible que la Madre y Padre de Jesús, el fiel por excelencia, lo haya abandonado en su
hora definitiva? Claro que no !!!!!!!!!! El asunto es que sus hermanos íntimos, toda la
humanidad, en su egoísmo y arrogancia de poder le han oscurecido al profeta de Nazareth la
misericordia divina. Definitivamente el poder de la injusticia humana es inconmensurable al
punto de porder ocultar la infinitud del amor de Dios, cuando se niega a oír los justos y
amorosos cuestionamientos del inocente por excelencia, el Hijo del Hombre, ya que acogerlos
le significaría renunciar a tantas mezquindades y “comodidades” egoístas.

La arrogancia de poder de mujeres y hombres prefiere encerrarse en su sin sentido y por ello
no soporta la autentica humanidad de su hermano mayor, Jesús de Nazareth, optando por
eliminarlo, deteniéndolo de forma infame, montándole un juicio inicuo y acabando por torturarlo
y asesinarlo en cruz. Pero toda esta hecatombe que genera el sentimiento del abandono de
Dios, no logra imponerse, y a pesar de todo, el Hijo del Hombre constata que su Señor está con
El, y por ello momentos antes de expirar exclama con gran confianza en el Creador: “¡¡¡ Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu !!!” (Lucas 23: 46). Asimismo, la Carta a los Hebreos nos
dice que ante los gritos desesperados de Jesús por su patético destino, “Dios lo escucho”
(Hebreos 5, 7). Y varios versos del salmo 22, como dos que traigo a continuación, constatan
que a pesar de lo peor, Dios nunca nos abandona:

4 y sin embargo, tú eres el Santo, Señor,


que reinas entre las alabanzas de Israel.
5 En ti confiaron nuestros padres:
confiaron, y tú los libraste;
6 clamaron a ti y fueron salvados,
confiaron en ti y no quedaron defraudados. …
25 Porque Dios no ha mirado con desdén
ni ha despreciado la miseria del pobre:
no le ocultó su rostro
y lo escuchó cuando pidió auxilio.
26 Por eso te alabaré en la gran asamblea
y cumpliré mis votos delante de los fieles:
27 los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!.

Toda esta vorágine humana de iniquidad se ha empeñado en eliminar la vida de Jesús pero
fracasa de manera ostensible en su fatídico empeño. Cristo vence la muerte del egoísmo
humano y su vida llena de misericordia, perdón y amorosidad que tanto nos anima y reconforta,
está en medio de nosotros muy activa en todo espacio de solidaridad, reconciliación y compartir
gratuito. El bello relato evangélico de Emaús (Lucas 24: 13 – 35) nos da testimonio de ésto.

Cuantas veces hemos sentido el abandono de Dios en el esposo infiel, el hijo ingrato, la traición
del amigo, la enfermedad mortal, o las infames discriminaciones que tipifican nuestra sociedad
actual con su secuela de inconmensurables pobrezas y violencias. Sin embargo, en medio de
esta oscuridad tantas veces generada por la mezquindad humana, encontramos la mano amiga
de verdad, la escucha gratuita y consoladora o la mediación oportuna que permite que un
secuestro interminable llegue a su fin.

En estos y tantos otros momentos positivos es el mismo Jesús quien actúa y nos rescata del
aparente olvido divino, ya que Cristo somos todas las personas que luchamos por amar y hacer
el bien como bellamente nos lo recuerda el apóstol Pablo: TODOS SOMOS EL CUERPO DE
CRISTO. Que en esta semana santa cultivemos que aún en los momentos más oscuros, el
Señor nos tiende una mano y nunca nos abandona !!!!!!!!!!!!!!

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