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14/1/2019 Sororetas | ENOJATE, HERMANA | Página12

Nos domina una sensación de que en el 2018 logramos empujar un poco al patriarcado. No digo que se está por caer, pero no se puede negar un
optimismo empalagoso y cursi que todo lo inunda, porque hemos logrado alivianar algunas palabras en el imaginario social. No se puede negar que una
gran mayoría de la población comprende, al menos superficialmente, que las mujeres mueren en manos de hombres que dicen amarlas, ya se sabe
que eso es un femicidio. Otro imposible, que se nos hizo fácil, en un giro narrativo insospechado, fue pronunciarse a favor del aborto. Hace tan solo un
año la palabra aborto en los medios estaba prohibida. Era el tabú más grande de esta nación, lo sabemos muy bien quienes usábamos esa palabra
constantemente como un conjuro infalible para incomodar giles. Hoy la mayoría de les jóvenes llevan por la calle el pañuelo verde a la manera de una
letra escarlata, que lejos de ser la marca de una vergüenza, es la marca de un orgullo. Llevan la palabra aborto sobre sus cuerpos, todos los días.

Y quizás el milagro más grande sea la resignificación positiva de la palabra feminista, y me van a permitir la referencia bíblica, porque cuando el
liberalismo lo toma todo y las instituciones ya no existen, a cualquiera se le perdona un poco de esoterismo. Acá estamos todes muy sorpresa con la
cantidad de feministas impensadas que aparecieron este año. Bienvenidas. Nunca fui una persona optimista, positiva, con pensamientos llenos de
esperanzas, purpurina y mariposas, pero debemos aceptar que la palabra ya no está “tan” demonizada. De hecho, la semana pasada escuché a Plager
definirse como feminista y a Romina Mangel también. Ambas lo enunciaron en programas liderados por machirulos. Esto es un triunfo, sin dudas. Lo vi
yo misma, en Involucrados –una inyección de indignación que me doy todas las mañanas porque, como cuando te das el lujo de pasar tu Renault
Laguna a nafta, a las 10.30 prendo la tele y me paso a bronca– dijo Plager: “Yo soy feminista, pero no soy pacata”. Y pienso, qué bien Plager, se va a
explayar a favor de liberar el pezón, luego de pelearse con una adolescente que fue al colegio sin corpiño o quizás argumentará algo sobre el posporno.
No. Decide dejar en claro que está muy a favor de las galanterías y los comentarios sobre su cuerpo por parte de hombres. Perfecto. Bárbaro, vieja. Yo
no voy a tomarme el trabajo ortiva de decirle a una feminista que no lo es porque comer caca no es de feminista. Señora, ¿quiere comer caca? Su
cuerpo sus reglas, adelante.

Dada esta proliferación de feministas impensadas, si bien el patriarcado “aflojó” con ciertas palabras, lo hizo solo para complicar otras, como sororidad,
por ejemplo. Ahora resulta que ser feminista de verdad es estar de acuerdo en absolutamente todo con otra mujer. Que discutir ideas, argumentar y
reflexionar con otra mujer es directamente una traición al género. Como si esto se tratara de una secta con un dogma irrefutable. Nos estuvimos
desviviendo en aclarar que el feminismo no tiene una sola referente, para no tener que sostener reglas talladas en piedras sagradas y ahora nos
estamos callando entre nosotras. Discutir con otra mujer sobre posturas, actitudes e ideas es feminista. Que los grupos se dividan al no encontrar
consenso es lo que debe pasar. Ideal sería en un futuro tener partidos políticos feministas que se opongan, y quizás ayudaría si entendiéramos que el
sujeto político del feminismo no es la mujer, que es justamente lo que entendemos por “mujer” lo que nos mantiene encerradas. Por eso no somos un
ejército unido, aunque nos reúna una opresión, que se desenvuelve más cruel e injusta en unas que en otras, no somos un colectivo uniforme y eso no
significa el fin del feminismo. Una vez mas las problemáticas de quienes no son hombres hetero cis quedan reducidas a monerías de infantes, y si nos
peleamos es porque somos unas yeguas descaradas incapaces de ponernos de acuerdo. Una actriz que defiende el aborto legal se rehúsa a sacarse
una foto con Amalia Granata, cara visible de la lucha anti derechos, todos los medios se ocupan de reducir sus dos posturas a colores y su
enfrentamiento a un simple ninguneo de estrellas, como si fuera de malos modales no querer sacarse una foto con quien te dejaría morir. No todas las
mujeres nos consideramos mujeres, no somos todas feministas y las feministas no estamos todas de acuerdo, no estamos todas juntas porque no
somos animalitos. Quizás se preocupen algunas personas, “pero cómo lo derribamos si empujamos de distintos lados”, quizás no se trata de tanto de
derribarlo, sino de hacerlo mierda. Feliz año.

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