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ZINDO&GAFURI

limos club
Diego, Burich
Limos club / Burich Diego. -1a ed.- Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: Zindo & Gafuri, 2018.
82 p. ; 21 x 14 cm.

ISBN 978-987-3760-83-9

1. Poesía Argentina Contemporánea. I. Título.


CDD A861

Ilustración de cubierta: graphicspunk

zindo.gafuri@gmail.com

Diseño de portada: Patricio Grinberg | Sebastián Bruzzese


Diseño de interior: Sebastián Bruzzese

Hecho el depósito que marca la ley 11.723.

Impreso en Argentina
limos club

diego bu

prólogo
fernando molle
notificación para ingresantes

¿Quién es Diego Bu? ¿El seudónimo de Diego Burich? ¿Uno


de sus heterónimos? Para saberlo, debemos trasponer las
puertas del Limos Club. Pasar tiene un costo: entramos a
un territorio virgen, un horizonte verbal que se oculta por
delante de sus definiciones. Es una de las atracciones del
lugar: el vértigo de perdernos sin encontrar el camino de
vuelta. Sin encontrarnos. Es el precio por entrar al club, su
letra chica.

No sería arbitrario ubicar a Diego Bu y su Limos Club en


la constelación del neobarroco latinoamericano. Podría
ser. En su poética, ciertos ingredientes neobarrocos
saltan a la vista: la profileración significante (homofonía y
paronomasia), la hibridez léxica, la renuncia a “nombrar
una concretidad discernible” (Eduardo Espina dixit), y
un soterrado humor feísta pegado a la corporalidad. Sí,
Limos Club podría ser un libro neobarroco. Pero sólo si no
olvidamos que el neobarroco contemporáneo no implica un
solo estilo ni un solo método de experimentación.

7
Famosamente se ha repetido que el barroco (el de todas
las épocas) sufre de cierto “horror al vacío”, y que desde ahí
emite su proliferancia, precisamente para conjurarlo. Limos
Club viene a desmentir este supuesto. Porque este primer
libro de Diego Bu, entre otras prerrogativas, nos conduce,
por saturación, al puro desierto. Traficando palabras
degradadas (como muchos hacen) para inyectarles brillo
estético (como pocos pueden hacerlo), Bu desovilla un
paisaje verbal heteróclito pero vaciado, conmovedor en
su gelidez. No faltan aquí la fiesta y la risa. Pero apenas
son una lejana resonancia: la comparsa ya pasó y nos
quedamos solos en medio del papel picado. Una obra
unipersonal sin público ni teatro. Mente que es desierto,
voz que replica a nadie:

Ven al piélago humano / o al humanoide / que bebe de un


vaso / el agua dudosa.//

Ven cyborg / al tú / lo hacen los días / si heló o si


amanece.

Muchos de sus poemas avanzan y se potencian por


modulación de imágenes, con aliteraciones y leitmotivs
magnetizados, que nos llevan puestos en un alud de
figuraciones desconcertantes:

Ante esa exhalación de adobe negro, / desde el hueco de


su mano un ciclón desaparece.

8
(…) A diez milímetros el centímetro del vértigo / –a los
nueve dejó de contar.

Son poemas que se resisten a representar; muestran una


realidad sin referencialidad previa. Un mundo desconocido,
pero que podemos reconocer. Lo que nunca vimos y ahora
recordamos. Y si bien Limos Club no escatima asociaciones
surrealizantes y maridajes insólitos, nunca se escuda en
una “abstracción” estéril ni en un hermetismo preseteado,
de esos que aluden a “profundidades” que no están en
ningún lado. Nada hay en este libro que no signifique. Pero
todo lo que se dice aquí, se dice de otro modo. Y se dicen
cosas que nunca antes se dijeron.

Y el yo. Su comedia y su tragedia. Sabemos que cierta


poesía contemporánea, de las vanguardias históricas hasta
hoy -desde muchos antes, en realidad- ha jugado a elidir,
enmascarar, suprimir o ficcionalizar a ese maniquí un poco
desvencijado que es el yo de la lírica. Limos Club tiene
algo que ofrecer al respecto. Su poética continúa esa tarea
de demolición y nos droga con paisajes yoicos gélidos,
extraterrestres, en donde las tragedias “personales”
refractan sus sentidos. Muy lejos de la “literatura del yo”, ésta
es una poesía “biográfica” (¿será?), pero que tendremos
que decodificar de frente a un espejo monstruoso:

Cayó / como relámpago. / Un relámpago que llega tarde


a su trueno. /

Trueno: dibujo de luz tardía, / o más: profusas luces que


vacilan /

9
en suaves cabeceos. // Con pincel de cerda, a un ojo
Cíclope. /

Sin párpados. / Dado que todo estrépito es un dibujo.

Poemas que marean con un tono íntimo e impersonal a


la vez, brumosamente experiencial. Una voz hecha trizas.
Aislada. Un estancado sin brújula y sin nafta, que sigue la
divisa del peruano Rodolfo Hinostroza: “Nadie: me llamo
nadie”. Cuerdas vocales exangües que emiten, como los
payasos terminales de Beckett, un llamado descompuesto.
Y un yo, además y sobre todo, que se funde y confunde
con su paisaje, en una extraña apropiación de la poética-río
de Juanele Ortiz (claro que en una modalidad y tono muy
diferentes).

¿Seudónimo, heterónimo, anómino? No sabemos quién es


Diego Bu. Él tampoco. Pero escribió: fundó un espacio.
No podemos mirarlo de frente. Es el único socio vitalicio de
este club inaudito. Las puertas están abiertas.

Fernando Molle (2018)

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heló
En la dudosa luz
bajo sombras lentas, dije:

Ven si heló
con la boca
bajo luz dudosa
los ruiditos.

Ven al piélago humano


o al humanoide
que bebe de un vaso
el agua dudosa.

Ven cyborg 
al tú
lo hacen los días
si heló o si amanece.

A su terror espaciada
de lúgubre luz, insistí:

Ven a la umbría
si heló dicen si vi
cuán temblorosa dio
su luz el piélago.

13
Ven y ya
a la boca humanoide
tan humana su led
temblorosa de luz.

Cómo son si neblinó lo mas bien


al espectro de cyborg, dije:

Ven con estornudos


lógicos de un temperamento
de hielo aguantado
en su umbría baja.

Ven toma
ávida e impaciente 
un agua ignota
extravagante.

Ven como invasión


al suspenso o remanente
en las fluorescencias 
mercuriales heló.

De onda sucede todo, desde costas


insípidas, desabastecida la sal, supliqué: 
 
Ven junto al hielo
en la pudrición temblorosa
luz pequeña
de humus cibernético.

Ven de rodillas
tras el monte

14
detrás del fuego
sin lágrimas.

Ven si heló
la transmisión del cielo
dejando delgados puentes
como lágrimas en la lluvia.

Desde el piélago vi
el hongo atómico en la lamparita, dije:

Ven a andar
en la boca heló
un humanoide ruidito
tu reflexión.

Ven aún
infectada de sangre
en la merienda del cyborg
la bruma.

Cuanto antes vea,


los circuitos enraícen, continué:

Ven con
la calma
del
ruidito.

Ven lamparita
fuego
dentro

15
de cyborg.

Ven
a roer
temblorosa
una lágrima.

Ven toma
lo inhumano
lejos
de un sol.

De los recuerdos alborotados,


nuevos microclimas en las bajas temperaturas.

Descargas en zumbidos bio


luminosos, amplié:
 
Ven si 
con luz 
heló 
el día.

Ven si
poquísima
luz
crece.

Ven 
brota
un hielo
lento.

16
Ven
a nada.

Ven
a todo.

Ven
al vasto
oso
polar.

Ven tal
asfixia
de cyborg
no hay.

17
sinto mal
Cuán abominable ademán
en esa manga de frívolas nieblas.

si mal

Como balas de plata 


los deseos modelan la empuñadura del caos.

mal si

Sin oportunidad corrimos


entre bambúes de agua.

si muy mal

Aún episódicos e inventados, lo concedo,


vislumbró los ecos insoportables de sus hélices.

si malísimo

El brote verde de una papa


crece inmune a las reencarnaciones.

si

Cierto frío dejan los puntos suspensivos,


la insinuación ha sido una embarcación que cita al viento. 
21
mal

Amuchados ante la compasiva lámpara


donde crecen los celos del caribú y los ilusiona. 

­si al mal

Con escarpado embeleso monolingüe bebo té,


sin arrastrar los escones a la imprudencia de su lengua.

muy mal si

Casi desnuda la montaña invocó el hábito del batín


arañando las divinidades lo cursi de su mente.

si pero mal

Sé que en su omisión a un inventario imposible, 


intangibles formas domésticas pisan el suelo del bosque.

menos mal si

Vaya búho al que le pareció y tomó nota,


que los colores impracticables de su ópalo desatan el universo.

malísimo mal si

De modo que labró un vacío antiquísimo,


parecido a un fuego que se evapora.

si va mal

22
Simpático renacuajo hace magia
bajo la ducha.

mal pie si

Salvo que de la intemperie una aplicada y artificial


metáfora bidimensione este descuido.

si sin mal

Uno de los polos enardece el motín


con barroco clavado calentando gravitones al gong.

mal mal si

En salvajes diálogos de la ciencia ficción,


un puñado de inextirpables concesiones aparecen.

si mal la

Adelanta un sutra que olvidó,


en las aguas flotan faroles como invisibles mutaciones.

malísimo si lo

Ocioso posó su humeante geometría,


ignorando la construcción de un ciclópeo puño de aire.

al mal sido

Ante esa exhalación de adobe negro,


desde el hueco de su mano un ciclón desaparece.

23
limos club
Introducido el hueso
en los ceibos negros del espacio:

el club.

Claramente el anverso como viruela


lo nutre con barros donde la simultánea
serpentina lo amasa,
en sus plutónicas piritas:

el club.

Un rayo verde
con hábiles empujoncitos,
adivina sus insomnes hojas,
en instantes,
el frío se hará poderoso, en las arboledas:

el club.

Alunada su iris ascendió,


trastabilló su cuarcita núbil,
fibrosa y con fibrón:

el club.

27
Complejísimo tú,
los planetas oscuros son dolomías,
desprenden lagartijas, donde escalofríos
lejanos toman el breve atajo
de un relámpago,
donde asoma:

el club.

Sin duda la nieve 


acumulada esta mañana 
castiga el hígado como un vino espantoso,
las ágatas nos hicieron sonreír,
los cacharros dictan
un fuego dentro,
bajo un desierto atmosférico:

el club.

Con algún estremecimiento


como de lavarropas,
acudió
a un desgarro, un esguince,
o la fractura del foramen,
de una sintaxis nocturnal,
imposible:

el club.

Su limonita acaso,
en dudosas abdominales
leída
cómo hablarles a los helicópteros, a las turbinas,

28
si una hipótesis 
humosa como de humita al palo
comunica
el abordaje:

el club.

Inflamados los tronquitos danzarines


proponen grutas al opalescente hocico,
donde arden las heces:

el club.

Lo enmarañado
cual torniquete de amapolas
con deliberado monóculo
dirán que es
propenso a los accidentes,
como si alentara
un desvelo de flashes antiguos 
del tamaño de soles bajos, 
asimismo:

el club.

Un inquieto casi,
pequeñín,
con excrecencias sinfónicas,
bajo influencias melodramáticas,
como un alfiler de ancho infinito,
bebió a lo alud
toda la hidrósfera,
apenas

29
lo contuvimos,
en todo momento:

el club.

De verse
la sembrada agitación, 
de borrascosas orugas,
caen
de plano
sucumben:

el club.

Un adventicio
jala un secreto de pastos,
de arcillas simulando estalagmitas
son sus manos,
desordenados los hábitats,
alelíes de azufre,
en las hamacas
una noche de hielos,
desafía:

el club.

Bajo areniscas cinéticas


amplificando la púa,
la escena se detiene,
sin médium:

el club.

30
Así repantigados 
en un sinfín,
desvainadas intimidades 
a la legua o la lengua 
apenas mas larga,
su indecente fulgor,
sus ingestas vívidas,
tras los ligustros:

el club.

Como incisiones 
de mármol blanco 
escandalosas las linternas,
devueltos a flote
arcaicos navíos hundidos,
al fuego negro de la pupila
adaptada la oscuridad:

el club.

Subrepticiamente de lo hondo
la radiante superficie,
avecina la camada unívoca
del tonel de sauces llorones,
continentales,
díscolos cocodrilos,
mariposos:

el club.

De esa harina para lodo


y somnolientos pantanos

31
tomó los tonos de la remolacha,
de cinabrio trémulo
una bocanada de obuses
en los esquejes de la neblina,
bajo abedules
frotó las piernas,
singular es el témpano
que ocupa el cuadrilátero,
la veo,
en cuatro:

el club.

Cancelado. 

32
plum (un jardín)
A un magenta, el sol –sos un rosa con carácter.

Una sintaxis de la evaporación, el freezer  


–el mulo pone la z.

A cebón un rebose, la escala –lo mece.

Chirimbolo fresa orlas, llámalo encéfalo


–una nota de campo.

A un peldaño, la tierra de los muertos –fortachón.

Si las nubes bajan el brillo, Chanel en la estaca


–la oveja.

A un clan insensato, el brote –empuja lo musculoso.

Crac, acabose, los carboncitos al acalorarse


–distantes sinónimos.

A la merienda, la hora cala el cubo


–para hollín falta algún atardecer.
 
Su gemelo el erizo, con pis 
–lávase la nieve.

35
Ah que susto, era un anillo
–es.

Nítido las bolas, bogo por las pantys de un ciempiés, 


–aún si el todo levanta los remos.

A de anhelo, o anzuelo
–se hurga la luz un infierno.

Temperado, adorable, cobijo –rutilón.

A un natural irse maquinal, requisitos


–dócil. 

Verse el tirón de ondas, incluir la duna


–estampida de un lúcido metal.

A cada lápiz su hueso, el coloso de la conífera


–no hay goma para eso.

Trole u, continua lombriz solitaria –aquí come.

A tempo, tu Ahab en mares de petróleo,


–ésta.

Cual higuera se sangra en frutos


–habla un metano frenesí.

A la cautiva, pausa de lodo, resbalón


–la autopista. 

De cerca, los truenos, en la cervical el mal


–el rayo.

36
A ese matorral que zumba los tobillos
–bajo una bruma sin cuerpo.

Sale y entra de la cintura violácea, el abejorro


–tanto sol enfría el aire.

A lo ganso, el mago horrendo


–pellizca la apariencia.

Con uso de gruta, la mata da infinidades de hielos


–arde su arenal.

A un secante papel, el profundo azul


–el movimiento del cielo.

Implicitas las amapolas, el bulbo demora la siesta


–pervertidas.

A los plantines, el epílogo


–un amplificador de acuerdos.

Menguante hilo, creciente también –troquelado.

A un enzarce, la geometría cae misteriosa


–suelta la familia.

Clásica, la abstracción
–la primera gota que toca la tierra.

A diez milímetros el centímetro del vértigo


–a los nueve dejó de contar.

37
del cóccix
Discanto, la escena monta un bolseado ondular 
bajo el vértice de la teta
el sostén.

Del cóccix ecos, eólicos coloquios,


lo extinto hace cálculos.

Colocado el caldero las ebulliciones clavan embajadas


con vocaciones hostiles.

De la cola ola tupida, con brillos de luna, 


una serpiente.

Completamente toda, la cola, pica la saliente, 


con finísimas escarchas.

Del cóccix de la cola, cola de sílabas, 


de balas.

Su insinuación comba una resolana de corpúsculos,


al pálpito cuadrado,
bis.

De la cola, cola de rayos,


gamas.

41
Infrasónicas emisiones de elefante, perplejo
soplo invisible.

De la cola de rayos, a los


espectrales, halos
en fin.

Combinadas lenguas horadan un claro manierismo


al inmolado cóccix.

A unos tácitos glúteos condensará su prisa 


una sombra.

Del cóccix al vocablo, a los, un envión al glamour,


la opacidad hace cola para verse.

De la cúlmine, cola de pantera, con alimonados


ojos ojales pupiloides.

Su bioluminiscencia desaloja vértebras rápidas, veloces,


como frutilla de lo real
un espejismo.

Del cumulus limbus, ampuloso biombo, de este lado


todo lo posible.

Como una sinalefa de dos cabezas que cuida sus sílabas, 


el rabo pone su lente en íntimo humus, 
bajo la estratósfera, casa.

Del cóccix, serranías, la indiscreta de los humerales


enrosca la curiosidad.

42
En el llano de las sombras, en el barro de las pestañas, 
el linde del rímel insolente, labra un ungüento
de agua clara.

De la cola de la cámara oscura, de las colisiones lejanas,


ahí, velocísimos hasta nada más dejarse tocar.

Conmovido hasta la arquitectura mas bicha u hojaldre infinito,


de los sobacos como estuarios al ¿ángulo? ¿púa?
¿extremo? 

Del cóccix la cascabel, el dromedario sentado,


de la materia del arcoiris
la idea.

Quizás, las espuelas a los lados imposibles, ¡zas!


asombroso es el basalto de la ilusión. 

De la cola fatal, bocona, camino a lo grueso de la tranquera,


el bonzai rasca el torso de lo prensil.

Contrarios púlsares de los que no se puede entrar sin salir.

Inefables síncopas, de brutos aminoácidos, hay copos de nieve,


donde espejan penachos (alguno los puso glacé, yo 
los presiento de letanías), plumífero cóccix.

Del ríspido encaje de lapsos que no acomodan sucesión alguna,


calibrados en una flota de trueques electromagnéticos,
indestructibles.

Con eficacia cimbrea el plató, empíricamente desgreñado, móvil,


atolondra las hebras de la paja.

43
De la cola del punctum, el bulto liba la diagonal
sin diálogo, la compara a un hosco hacerse
los claritos un sábado a la tarde,
sin turno.

Cae en su vaina la oruga, urde alambres de cobre,


hiperconfitadas las fajas del traslúcido abanico,
chas chas, en las rodillas del cóccix.

Del abominado tapón, que no debería, si bien,


acaso, la cáscara de un puño, escotados
los especímenes vacíos.

La mantis coja, ¡esa posición es nueva!  


desconcha un bulón rociado,
olisquea.

De quién es ese thriller que posa el jabón en la jabonera. 


Del cóccix.

44
esto es una pipa
Como comido
en los hidrotermales barrenado
de grafitos, apatías.

En los carbonatos. Mala cosa.


Lo que me hace más gordo.

Como comido un codo


escándalo de la postura.

En los huesitos invisibles del abdomen


crece un bulbo extasiado,

o un adminículo no más rabioso que perro:


mala cosa.

Toma la forma de una almeja y como sé


muy bien
de qué va:
lo que me hace más gordo.

Como comido en lucubraciones


irreflexivo con insensato higo abdominal,
insípido 
como consultar el clima:
mataré lo malo.

47
La verdá la tienen bien
debe ser oscurita. Mala cosa. 

Dense
un tarascón que huye despavorido,
la inoculación de escondrijos antiguos
anómalos como hidras asimétricas,

o un bambú que se abruma:

¿ese bambú es tierno o te pega un saque?

Como comido
en el quicio taciturno que incide en un desdén
sonámbulo
como si el sincretismo de un murciélago formulase:

¡ah si los ratones volaran!

En el basalto departamental de lo onírico,


cobija esa
bacteria tórrida 
con el vaho de potasio aún en los labios
en esas fantasmagorías sulfurosas
prendo la incertidumbre y veo como arden
sus amorosas llamas,
imantando el aire, ese tinte borroso,
en el que se hospedó
todo lo que no cupo en lo visible, y

¿por qué el escorpión no hará su tela de araña? 

48
Como comido
aíslo un elemento lexical
escurrido en un embudo de anhelo pictórico,
o en un cielo que supura por las orillas
dejando la bóveda muda,
inversamente,
lo que me hace más gordo.

Aventurándose 
mas no sin sus avíos, sus aparejos
su clic mágico o viseversa
ornamentado e intraducible 
exageradamente tuerto y mal soplado:

¿acaso es como un verso


que se empala debajo
o en lo oral (al)
debajo es
enjambre agazapado,
ante lo escrito (to)
empala debajo o detrás 
o nota al pie sudado?

Como comido
barrenado en sodios
en las impúdicas motas del mu,
aclara,
que ve en el tiempo de los otros
un confite que no se disuelve.

49
estanco
A esa brújula le crecen,
agujas como pompón,
como incisivos de león.

En leche de brújula vio escurrirse,


disidentes tufos, e incurrió,
espasmódica una glosa
en el humito:
cual hora invitada, vínose.

Con su divina elocuencia, un único monstruoso


impronunciada, rubicunda.

Lo inútil que atesoro es una mancha de luz.

Vestígios de brújula al paso,


medran sus embadurnados
agazapados engranajes,
no sea los ahogue
los vapores ridículos
de este vermut sintáctico.

Si el confín es un escaparate
prendo un fósforo diurno.

Ante un mundo solapado de cuernos

53
(proyecciones óseas)
habituados a cierta congoja,
dentro de pócimas enfriadas
en cúbicas masitas indiferentes.

¿Por qué?

No sé
cada piedrita, mica,
amucha el chancro
que baja
de una atmósfera, suya,
un nubarrón
marrón, suyo,
flota en su glasé náutico.

Y ahí nomás,
un cuajo salta como
langosta en una oscuridad,
de azafrán y canela,
(en esa claridad de lo nocturno)
ante los molondrones prestos
a machacar esta nuez neolítica,
y silvestre pero llena, insisto, de coscorrones.

Véase que el cuajo lejos de darle un hueso,


le da una brújula, cosa que lo colma de espanto.

¿Por qué?

Ya baldío, ya vergel, sucumbe


a la bosta de un parágrafo,
con la esdrújula de cola negra de enjambre

54
rasca colgajos de habla o prosa embrujada:
heme colateral,
desollado e indeciso de piel,
en una imposible dicción
que acopla cuantiosas lengüitas.

Véase que es como quien oye llover,


un poco sorprendido, y no dice nada.

Así como un crótalo


de papel, guirnalda ferocísima,
balbucea a una sangre caliente,
animada de gorjeos, de hollín de cascarudo,
pastando en la filigrana de una vincha de relámpagos,
así,
unto ese cuajo amargo en mis tobillos.

¿Por qué?

Por la oscuridad, por la luz,


por lo que desaparece.

55
luz mala
¡De acá!
Me hablé. Se habló.
A orillas. En orina  
de junco
asombrado
al sol.

Sin intuida
orilla, armadillo
bebido
de luz mala.

Mal bebido hablé. Habló.


Oriné los ojos ambos,
la lengua 
delgada de niña albina
de comilla hinchada, 
paréntesis remolón
vacío pero rosa.  

Claro de escollos
luz mala bebida
con temblores.

¡De acá!
Sólido en

59
hebras, oh,
en todos lados
anduvo y no hay
dónde ir.

Y vierto un pis,
en órbitas cuando
llegado estoy
en lo muerto,
haciendo
de vivo.

Sin orilla
soñada, familia
de cuises
hinchados de mala luz. 

Lo más parecido: chota.

Hablé: hablo,
o mal bebo
bebido o hablado mal.

Soñado mal o mal intuido.

Campo: línea falsa


de un atardecer
que relenta la noche,
como si dudase
una orilla.

Ahora: ¡De
acá!

60
a la nun
ca intuida,
línea bebi
da mal ha
blada de luz.

Orilla: ahí
de hacerla
(no) se
encuentra.

Luz merodea
un meo asom
brado de jun
co. Me hablé.
Se habló.

Mil y un eu
caliptos arden
envueltos
en llamas
de muér
dago.

Mal hablao
de meo lo
intuido sin
albor.

¡De a
cá!
Hipo
sin orilla,

61
línea de
letrea
da mor
dida de luz,
mal bebido
el hoy
mal mordi
do.

De lo hablado
luz sin
dentros
bañados de
limosa orilla.

¡De acá!
A un mundo
hablado mal.

A una hincada
luz mala, finjo
su amniótica luz.

Sin temblorosa 
orilla ni hormigueo
de hueso rascado.

Lo más roto: lo más soñado.

Hablé cierto. Anque


habló lo incierto.

Luz que toma

62
a sus anchas
lo imaginable.

Habla un bol
cuya nebulosa
boca insinúa
mal bebida
lo colmado.

Luz bebe los


adentros mal
habla
dos arma
dillo captura
de bola plana.

Mía: tuya.
 
Intuyose inhabitado
de orilla, frunció
delicadísimo
un tropo,
una batata.

Oriné los ojos ambos, 


hablé. Hablo (ups)
nadie me dijo cómo iluminar.

¿Escondí el rabo
en este fondo terrible?

63
¡cíclope no!
Ríe el Cíclope con el ojo. Sonríe.
Dentro es uno. Dentro es Cíclope el sueño.

Como se abre una lata.


El día abre lo negro.
La noche abre el color.

Reímos a un ojo con el Cíclope dentro.


Comemos lo humano que se quedó chiquito.

A un palmo de Cíclope.
Dice: Ojo, el Dentro nos mira. 
Suceso: no es mi materia aún,

brillo, 
en un iris brutal de Cíclope.
¿Deforme? No es mi materia.

¿Cíclope estás? Reímos a un ojo.


Huele la nariz o muerde la lengua,
con el tímpano se excusa. 

Al pernocte del Uno su Dentro toca: abre los ojos.


Cuando es el Ojo que está abierto.

Lo que trae al sueño un conejo enroscadísimo


inhalando un
engarcé su esfínter a un hálito de palabras 

67
idóneas para no sé qué. 

El brotado animalito
revienta como bomba bioma
e irreconocible como berrinche compostado
compromete a Cíclope
con su último pigmento.

El cual deja caer al Ojo sin párpados


su famoso reloj irrompible.

Caer: no es mi materia.

Cíclope impreso ríe del tiempo.


Contagio: los dos a un Ojo, reímos: 
es cuestión de minutos. 
¿Más chiquito?
Un segundito. Ya va, un segundito.
Ya ¡va!
Cíclope se destornilla la pupila: se escarba los dientes.

Suceso: tan notorio es que algo sucede.


Dentro: abre los ojos.
Sucede en el Tic Tac, acople.

La Nada crece a la misma velocidad que el Todo: acople.

¡Cíclope no! ¡Cíclope no! ¡Cíclope no!

Cíclope dice:
Una avispa en una hoja.
La hoja de un libro.
Una avispa revolotea viva.

68
Cerrado está el libro. 

Y estando en eso
con el cuajo irresoluto,
vomita 
el famoso reloj irrompible.
Emite un resplandor de halo fibroso,
desea un: de nuevo. 

Cíclope inhabitado desplómase 


un segundito después, Cíclope ruge
y ahí sí, cae.

Cayó 
como relámpago.
Un relámpago que llega tarde a su trueno.
Trueno: dibujo de luz tardía,
o más: profusas luces que vacilan
en suaves cabeceos.

Con pincel de cerda, a un ojo Cíclope.


Sin párpados.
Dado que todo estrépito es un dibujo.

Antes de caer tronó, está dicho.


O no lo suficiente.
No lo suficiente será.
De ahí que ruge o truena
con adherido espanto
el Ojo mira Cíclope: acople.

Deshuesado
el estruendo

69
no cae
o como dibujo tronado de lo que cae
en infinito acople
de Ojo o de Cíclope o de Único.

¡Cíclope no! ¡Cíclope no! ¡Cíclope no!

Cíclope dice:
Eso lo explica, 
en demora, 
pero lo explica.

Cíclope ahora ríe como un eructo


cuyo centro es una pupila,
y su estruendo pequeñas y vibrátiles raíces.

Tintín de la batahola. Eructo a un Ojo. 


Apotegma: no es mi materia.

Baño de té al Ojo Cíclope:


el agua encuentra espesores 
que no escribí.
Cíclope ríe a un ojo de té.

Tic Tac para mí: acople.


Ojo: un solo tazón.

Cíclope compota sin párpados: acople.

A un Ojo de mí:
inmensamente perdido en el detalle
con lo que dá, o ya ¡va! o un segundito después
no está más.

70
orión
Aún cuando
al humo del cielo
un haz sonámbulo
lo atraviese.

Más elegante.

Como si nada
he mirado
navíos con soles
fuego con naves.

Más bien.

Nave más que sol


corpúsculo más
que oruga
de fuego.

Más que un desliz.

He mirado
particularidades
del meso fondo
galáctico.

73
Más que tarascones.

Orión dramático
a su látigo geometrías
colas meridianas
estrías de fuego.

Más que hidrógeno tibio.

Navíos de plasma
calma chicha
donde se componen
amplios descansos sin sombras.

Más que hebras de penumbra.

He visto
con soles
la vociferante
expectación.

Más que perlas de ahogado.

A punta 
de palo escruta 
polvo galáctico
vendrá el estornudo.

Más buena que no sé qué.

Ven dá
a tu sumisión
el espacio curvo

74
del harapo.

Más caprichosa la genética.

Avanza la noche infinita


como un demonio
espontáneo el huésped
toma la cintura.

Y más resquicio ofrece la ranura de una puerta.

A su convoy virulento
televisado
el muerto
que espanta.

Más tierra sopla el viento.

Diría
escolios de luz
los de un sol
rarísimo.

Más clamoroso es el fin que antecede,


cortesía espeluznante, a cualquier observador.

Sin muchito cuidado


mecanismos vaporosos
llamas imposibles
de la duermevela.

Más un ahí es si se lo vincula.


Si se apretan los nudos con conocimiento.

75
Del filo al hierro
estacionados detrás
de olores químicos
los remolinos cenitales.

Más si la piedad es de la incumbencia de la temporalidad.

El vínculo
con el recinto
es más viejo
que Orión.

Y más es menos, y menos es más,


lo atómico sufre a montones lo espontáneo.

De los campos se va
bajo un cielo de equívocos
pastando pedazos
geo luminosos.

Más harían concentraciones de mudas borrascas


en discernir degluciones irresolutas al caso.

Aún veo lo inmenso


en naves de agua 
obnubilados 
sus rayos boyantes.

Más destruido abre la boca a los copos de luz.


Abre el capó de lo que entiende.

Con el terrón 

76
de lo natural
rompiéndose 
en los dedos.

Más una enorme chaucha compone con vacilaciones


ideas verdes, inoportunas, tontas de fuego.
Cualquier cosa viene de Orión.

Nave de rayos
da
almácigo de calamidades.

Da cría
agujero
bastante vivo
lo bastante.

Da una boca
de papanatas
atmósferas.

Da vecinos
de la gran fruta
padecen murciélagos.

Dentro la boa
telégrafos en las vísceras
da densa
nube de cielo
escondida.

77
Índice

heló  7
sinto mal  15
plum (un jardín)  29
del cóccix  35
esto es una pipa  41
estanco  47
luz mala  53
¡cíclope no!  61
orión  67
otros títulos de la editorial:

carlos battilana
el lado ciego

bárbara belloc
canódromo

horacio fiebelkorn
la patada del chancho

luis eduardo garcía


una máquina que drena lo celeste

lorenzo gómez oviedo


la radio y la estática

mauro lo coco
niño cacharro

aníbal cristobo
una premonición queer

carlos martín eguía


la reconquista vomer band

karmelo iribarren
no hay más

silvio mattoni
el gigante de tinta

naty menstrual
poesía recuperada
robert hass
home movies

ben lerner
elegías doppler

emmanuel hocquard
esta historia es la mía

john cage
indeterminación

rae armantrout
necromancia

robin myers
lo demás

charles simic
hotel insomnio

gonçalo m. tavares
el libro de la danza

richard brautigan
30 de junio, 30 de junio

jenny boully
el cuerpo: un ensayo
impreso por
Tecno offset
Araujo 3293
en abril de 2018

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