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Resumen
Abstract
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Gloria M. Comesaña Santalices
Telos Vol. 4, No. 1 (2002) 27-42
Lo primero que nos impresiona al leer Gaia y Dios, una teología ecofeminista
para la recuperación de la Tierra (Radford Ruether, 1993) es el hecho de la triple
vertiente que converge en este libro y constituye su triple raíz. En efecto, Gaia y
Dios está escrito desde una perspectiva ecológica, teológica y feminista.
Es un libro escrito por una mujer teóloga, feminista y preocupada por la
problemática ecológica, profesora universitaria en USA y doctora en temas clási-
cos y en patrística. 1
Gaia y Dios... aborda el problema ecológico a partir de la visión religiosa del
mundo, particularmente la visión de las religiones y tradiciones monoteístas con-
vergentes en el cristianismo en todas sus denominaciones. Estas religiones y tradi-
ciones convergentes en el cristianismo son: la religión hebrea y la filosofía grie-
go-helénica, particularmente Platón y el gnosticismo. A todo ello se sumó la nue-
va ciencia, sobre todo a partir del siglo XVII, que pareció librar a la humanidad de
supersticiones y obscurantismos. En la Ciencia, en la Filosofía, por supuesto, y en
la visión religiosa cristiana del mundo que se ha mantenido más o menos intoca-
da, culmina el pensamiento Occidental basado en la idea de un Ser único Trans-
cendental, Dios, como creador de todas las cosas, las cuales pone a los pies de su
criatura más perfecta, el hombre-varón, al cual se le da una compañera femenina
“para que no esté sólo”. La tierra, pues, está, según esta visión, al servicio del hom-
bre, él puede y debe dominarla, explotarla y extraer de ella todas sus riquezas.
1 Rosemary Radford Ruether enseña teología Aplicada en Garret Evangelical Theological Seminary
y es miembra de la Facultad de Estudios Superiores de Northwestern University, en Evanston,
Illinois. Obtuvo su Ph.D. en Claremont Graduade School. Es una frecuente colaboradora en li-
bros y revistas acerca de los temas de mujeres y religión, paz y justicia, y ecología. Entre sus li-
bros más conocidos están Sexism and God-Talk (Beacon Press, 1984), Woman Church (Harper
& Row, 1985) y Gaia and God (Harper, San Francisco, 1992), traducido al español en 1993.
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Ella piensa pues que es posible rescatar parte de esa herencia cristiana para
nuestro propósito de recuperar la Tierra: (Gaia en griego) la diosa inmanente
opuesta al Dios transcendente. Pero esa simple contraposición Gaia- Dios como
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algo entre lo que hay que elegir, cara o cruz, es para ella insuficiente; esto no re-
suelve el problema. Hay que ir más allá.
Yuxtapongo los términos Gaia y Dios en el título de este libro
porque todos los temas que quiero examinar plantean, finalmen-
te, la pregunta de la relación entre el planeta viviente, la Tierra, y el
concepto de Dios según las tradiciones religiosas occidentales.
(...) La palabra Gaia se ha difundido entre quienes buscan en una
nueva espiritualidad ecológica una visión religiosa. Estos indivi-
duos conciben a Gaia como un ser personificado, una divinidad
inmanente. Hay quienes consideran que el Dios monoteísta mas-
culino de los judíos y cristianos es un concepto hostil que raciona-
liza la enajenación de la Tierra y la indiferencia hacia ella. Gaia
debería remplazar a Dios como objeto de nuestra adoración. Es-
toy de acuerdo con gran parte de esta crítica, pero creo que la sim-
ple reacción de sustituir una deidad transcendente masculina por
una deidad inmanente femenina no basta para resolver el problema
de Dios.
Necesitamos una visión de una fuente de vida que sea aún más
que lo que hay a nuestro alrededor, que continuamente procree
nueva vida y nuevas visiones de una existencia más justa y amoro-
sa. Sin carecer de raíces en el universo, la capacidad humana de ra-
zonamiento ético es la expresión de esta fuente profunda de vida
más allá de lo biológico, a pesar de lo cual la conciencia y al altruis-
mo, también observable en otros animales, son cualidades poco
desarrolladas en nuestra propia especie. Creer en un ser divino
significa creer que esas cualidades nuestras están arraigadas en el
poder vital del cual surge el universo mismo, y que responden a
ese poder (Radford Ruether, 1993: 16-17).
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Por eso predica un profundo ecumenismo, en el que incluye también a las religio-
nes que han sido despreciadas como paganas.
Fox sugiere también que se dialogue con las culturas de la sabiduría popular,
por ejemplo la psicoterapia. Recuperarnos a partir de una espiritualidad ecológica
significa desarrollar el cerebro adecuado, es decir la parte intuitiva de nuestra expe-
riencia y nuestra cultura, que ha sido atrofiada por la dominación masculina.
Rosemary Radford Ruether considera bastante justas las ideas de Fox, pero
también le hace fuertes críticas. Su principal defecto, es la falta de profundidad de
sus teorías, que deben ser aún más desarrolladas y elaboradas. Rechaza igualmen-
te su división del pasado cristiano en dos tradiciones. La de la creación y la de la
caída/redención. Lo que puede haber de cierto en esta distinción, pierde valor
ante la simplicidad de la exposición de Fox, el cual además, exagera el parecido en-
tre su propia postura y la de los místicos medievales, como Meister Eckhardt o
Hidelgarde de Bingen. Y concluye su crítica diciendo: “ En la exposición de Fox
desaparecen las ambigüedades de estos filósofos cristianos, los elementos de jerar-
quía social y el dualismo espíritu-materia presentes en ellos. Fox tiende a limar las
diferencias significativas entre estas expresiones de la antigua tradición cristiana y
su visión de la espiritualidad de la creación, en vez de abordar el significado de es-
tas diferencias” (Radford Ruether, 1993: 248-249).
El segundo tipo de teología ecológica es la representada por el filósofo, y
paleontólogo (jesuita católico), francés Pierre Teilhard de Chardin. Para Teilhard
el universo es un sistema total, que a partir de sistemas sucesivos de organización,
asciende hacia una mayor complejidad cada vez, desde el nivel atómico hasta el
planetario. Este ascenso a través de la complejidad organizativa, es también espi-
ritual y moral y se dirige a la unificación de las conciencias en lo que él llama el
punto Omega, que no es otro que el Cristo Cósmico. Todas las diferentes etapas
de la evolución de la materia, son vistas por Teilhard como saltos cualitativos ha-
cia nuevos niveles de existencia. Para el teólogo francés el árbol de la evolución
tiene un eje privilegiado o telos. Este telos lo conduce hacia la interiorización y la
centralidad crecientes, aumentando la coordinación alrededor del centro rector
del organismo. Una vez que aparecen los humanos, se convierten en el eje privile-
giado de la evolución, perdiendo importancia el eje de los reinos animal y vegetal,
de los cuales aquellos surgieron.
Alcanzando el nivel del pensamiento, la evolución es más social que orgáni-
ca. La evolución humana se da a partir de la cultura y la tecnología, mediante la
complementariedad entre la individualidad creciente y la colectividad creciente. A
todo esto añade Teilhard, “con desenvoltura”, anota críticamente Radford
Ruether (1993: 251) que la historia del Occidente cristiano es el eje privilegiado
de la evolución cultural. Entre el Renacimiento y el siglo XX, afirma, comenzó
una nueva etapa de la modernidad, que difundiéndose por todo el mundo, trans-
forma las culturas neolíticas y clásicas que sobreviven. Esta nueva etapa global de
la conciencia y la tecnología, es lo que hace posible que se constituya la noosfera o
mente unitaria del mundo.
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A partir de todo esto, y entendiendo que somos la mente del universo, el lu-
gar en el que éste toma conciencia de sí mismo, la autora propone que la concien-
cia humana, hasta ahora utilizada de manera autoprivilegiante por los varones
para someter a las mujeres y a toda la Naturaleza, sea utilizada para abrirnos a la
realidad de la Tierra, tratando de comprender la trama de la vida y vivir dentro de
ella cono sus sostenedores y no como sus destructores. La conciencia no debería
separarnos de los demás seres, sino ser, por el contrario, el punto donde reconoz-
camos nuestro parentesco con ellos.
Nos llama la entonces Radford Ruether (1993: 257-258) a:
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En este sentido acusa a la especie humana, y dentro de ésta a los varones do-
minantes, de ampliar su vida al máximo, perjudicando a sí a los demás: a la Natu-
raleza o a otros seres humanos, particularmente a las mujeres y los infantes. Evi-
dentemente, un sistema así no puede sino colapsar al llegar a su máximo estadio.
El problema hoy en día, es que al encontrarnos en un sistema de explotación glo-
bal, la posibilidad de destrucción es global también. Sin embargo, en nuestra pro-
pia herencia cristiana, hay culturas de crítica y compasión (frente a culturas de do-
minación que también heredamos del cristianismo) que debemos tratar de desa-
rrollar para contrarrestar a la otra.
Es preciso construir una sociedad sana, poco a poco, cambiando lo existen-
te. Entre las propuestas para este cambio, R. Radford Ruether señala: Comenzar
con el principio de equidad. Buscar la equidad entre hombres y mujeres; entre
grupos humanos diversos; entre la especie humana y las otras especies, y final-
mente entre las diferentes generaciones de seres vivientes: los que vivimos ahora y
los que están por venir.
Se precisa mucho más que mejoras técnicas, pues hay que reestructurar to-
das las relaciones dentro de los sistemas de dominación-explotación para conver-
tirlas en relaciones de mutualidad biofilica. Para ello, entre otras cosas. R-
Radford Ruether recomienda: buscar otras fuentes de energía diferentes del pe-
tróleo y los combustibles fósiles; aumentar la eficiencia de las máquinas, para lo-
grar mayores resultados a cambio de menos requerimientos de combustible.
Controlar las emisiones de gases tóxicos (esto requeriría entre otras cosas la desa-
parición del transporte privado personal). Reorganizar los sistemas de transpor-
te, vivienda, recreación. Colocar el poder de toma de decisiones en manos de las
comunidades locales que van a ser afectadas por éstas. El poder debe salir de las
manos de las compañías transnacionales. Cambiar las formas de cultivo y distri-
bución alimentaria sustituyéndolas por un sistema sostenible de producción y
consumo. Buscar métodos de cultivo que conserven la tierra, acabando en lo po-
sible con todas las formas de basura desechable y eliminando sobre todo los dese-
chos tóxicos no naturales (desechos nucleares, fluorocarbonos) que no pueden
ser reciclados sin peligro. Luchar contra la sociedad productora de desechos, bus-
cando que los productos fabricados duren lo más posible y puedan ser utilizados
muchas veces.
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Referencia
Radford Ruether, Rosemary (1993). Gaia y Dios. Una Teología ecofeminista
para la recuperación de la Tierra. Editorial Demac, México.
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