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Delincuentes y héroes

Alguien, un hombre superior, puede elegir una vida fuera de la ley. No es un artista, por lo tanto no utiliza la
coartada de la creación para justificar su maldad. El poeta maldito es ya un producto de consumo que permite,
vicariamente a sus lectores, tener una experiencia excepcional y peligrosa. En este caso se trata, en cambio, de
mantenerse anónimo. Nadie, salvo el círculo íntimo de sus amigos y de sus cómplices, conoce las aventuras
arriesgadas de este aspirante a santo. Uno puede decidir convertirse en ladrón y asesino potencial, como quien
elige una carrera o profesión a la que dedicar su vida. Conoci a Cacho Carpatos cuando los dos éramos estudiantes
del secundario en Mar del Plata. (…) Pensaba que él era un hombre superior, intelectualmente superior y también,
agregó, moralmente superior. Las leyes y la defensa de la propiedad privada no formaban parte, me dijo, de su
experiencia. No pensaba trabajar y quería vivir bien, por lo tanto, desde hacía tres años, desde que termino el
colegio secundario se había dedicado a estudiar y a profundizar los modos de apropiarse de la fortuna de los
hombres y mujeres que se habían adueñado a su vez durante décadas de la riqueza y de la tierra y los campos y de
los bienes de la sociedad. Pensé que me estaba queriendo impresionar, pero con un gesto mostró las manos e hizo
verla verdad de su condición. (…) Algunos hombres, concluyó excepcionales, y algunas mujeres muy bellas
podían vivir fuera de la ley porque sus cualidades excedían las normas sociales. (140)

Lo divertido es que para Cacho se ha convertido ya el riesgo en una rutina, se queja porque es sábado y “tiene que
ir a trabajar” (…) Por eso, creo, Cacho toma cada vez mayores riesgos, busca algo que no sabe bien que es,
salvarse, quizá y luego retirarse (aunque no creo que lo haga nunca). (155)

(…) se había convertido en ladrón de guante blanco. Salía los sábados al a noche y entraba a robar en casas de
Olivos y San Isidro. (…) Tomaba anfetaminas esa noche para estar más lúcido y para vencer la barrera interior
que siempre era un obstáculo más difícil que las ventanas enrejadas. Había elegido esa forma de vida como quien
decide ser un artista de riesgo. (…) Para entrar no hay que pensar, decía, hay que decidir y dejarse llevar.

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