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No se puede negar que los movimientos de los fauves y de Die Briicke siguen
relacionados con sus respectivas tradiciones figurativas nacionales; uno aparece como
un fenómeno típicamente francés y otro alemán, pero en ambos hay que excluir una
intencionalidad nacionalista: toma conciencia de las distintas tradiciones con el fin de
superarlas, a fin de dar vida a un arte históricamente europea. La corriente de los fauves
no habría nacido si a fines del siglo (interés por conocer y orientación clásica del
impresionismo) no hubieran aparecido iniciativas de procedencias nórdicas y con un
marcado acento romántica: el ansia religiosa (protestante) de Van Gogh y el fatalismo,
la idea de predeterminación, la angustia de Munch. La corriente de Die Brucke no habría
nacido en Alemania a finales del siglo XIX si la cultura alemana no teoría del arte en la
que el impresionismo asumía el papel que le correspondía, es decir, una rigurosa
investigación sobre el valor de la experiencia visual como primer y especial momento de
a relación entre el objeto y el sujeto.
Para ambos movimientos la exigencia fundamental es la solución dialéctica y
conclusoria de la contradicción histórica entre clásico y romántico, entendidas como
constantes de una cultura latino – mediterránea y una cultura germano – nórdica.
Para Matisse la solución es un clasicismo originario y mítico, universal; pero,
precisamente por ello, carente de los contenidos históricos del clasicismo. Pero superar
los contenidos históricos no significa situarse fuera o por encima de la historia, sino
sentir que una historia moderna no puede y ya no debe ser una historia nacional. Es
enfrentar con conciencia la situación del presente. Es en este punto que surge la
disensión con la sociedad que no quiere resolver, sino exasperar, las divergencias entre
la cultura latina y germánica: la guerra.
El grupo de los favues no es homogéneo y carece
de un programa definido. Carecían de una bandera
ideológica, su polémica social estaba implícita en su
poética. Por ello se pueden excluir a dos artistas que se
movían en el terreno del expresionismo: G. ROUAULT
(1871 – 1958) y P. PICASSO (1881 – 1973), preferían la
actitud cautica y mordaz de Toulouse y la agresividad de
Daumiera a la violencia visual de los fauves. Será precisamente Picasso quien ponga
en crisis el movimiento de los favues y quien con el cubismo abra una fase revolucionaria
del arte moderno.