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“Desconferenciando” el aula de español

El sábado pasado tuve la oportunidad de cumplir uno de mis objetivos más deseados:
organizar una conferencia sin impartirla. Los profesores participantes tomaron decisiones
desde el primer momento: organizaron el espacio, formaron los grupos, establecieron las
normas, pensaron en las tareas que deseaban realizar, negociaron con todos los
compañeros los tiempos, los formatos, la puesta en común… El resultado fue muy
gratificante para todos los asistentes y, sobre todo, para el “desconferenciante”. La reflexión
final fue: ¿Cómo podemos trasladar al aula de español lo que allí experimentamos? El
siguiente artículo es una de las posibles aplicaciones para descentralizar el papel
preponderante del profesor y mejorar el discurso generado en el aula“Desconferenciando”
el aula de español.

La experiencia nos dice que el reparto de los tiempos de habla entre los alumnos y el
profesor en el aula de español no resulta equitativo. En un pequeño estudio que tuve la
oportunidad de realizar con una veintena de profesores de español como lengua segunda
pude advertir que el tiempo de intervención del profesor superaba, en la mayoría de los
casos, el 50% del tiempo total de habla de la clase. Esto implicaba que el otro 50% del
tiempo de habla disponible se repartía entre todos los alumnos presentes (máximo 10
estudiantes por clase). Con un simple cálculo matemático podemos tomar conciencia de
dicho desequilibrio.

Si nos detenemos a indagar ahora sobre la cualidad del discurso generado en el aula, las
matemáticas nos presentan un panorama todavía más preocupante. La mayor parte de las
intervenciones de los alumnos y el profesor tenían que ver con la gestión de la clase y la
presentación de nuevo lenguaje (saludos y despedidas, instrucciones, explicaciones
gramaticales, preguntas de gramática y vocabulario y correcciones de las actividades). Esto
dejaba poco margen para las tareas verdaderamente comunicativas centradas en la fluidez.

La cuestión que se nos plantea es cómo podemos conseguir equilibrar los tiempos de habla
durante la clase para potenciar al máximo el aprendizaje de los alumnos y la consecución
de los objetivos marcados en la planificación.
En cuanto a la cantidad del tiempo empleado, el profesor debe limitar sus intervenciones en
plenaria y a modo de conferencia para ceder parte de sus papeles tradicionales a los
alumnos. Un alumno puede comenzar la clase cada día con una noticia, un mensaje de las
redes, un pequeño juego o actividad de calentamiento; otro alumno puede seleccionar un
vídeo que tenga que ver con la tarea de ese día; mientras la clase se desarrolla, algún
estudiante puede ir tomando notas para hacer un resumen al final; podemos tener cada día
a uno o dos alumnos que serán los expertos en léxico, bien conectados a internet, bien
consultando un diccionario en papel; en las actividades que permitan el uso de música suave
de fondo, previa negociación con los compañeros, cada día un alumno selecciona una
propuesta musical argumentando brevemente su elección. La lista de tareas que podrían
realizar los alumnos en lugar del profesor puede ser mucho más extensa y contribuiría
enormemente a equilibrar la balanza para llegar a esta nueva proporción:

Esta cesión a los alumnos de los papeles tradicionalmente asignados a los profesores no
solo repercute en un considerable aumento del tiempo de habla de los estudiantes sino que
mejora el aspecto cualitativo del discurso generado. De este modo, si son los alumnos los
que saludan a sus compañeros, proponen una actividad de calentamiento, argumentan la
selección musical, hacen un pequeño dibujo sobre la gramática que se vio el día anterior,
explican léxico a sus compañeros o resumen la clase, todo ello mantiene la atención de sus
compañeros y establece un nuevo camino de autenticidad en el discurso que se va
construyendo de forma conjunta. Si a todo ello le unimos que el profesor deja de explicar
continuamente para formular preguntas a los alumnos y darles pistas que los lleven a inducir
las reglas, negociar los significados, reflexionar sobre la interculturalidad aparejada a la
lengua y animar a la toma de conciencia de las estrategias para comunicarse y aprender de
manera autónoma, el cuadro cualitativo anterior cambiaría sensiblemente al transformar el
habla unidireccional por el discurso generado:

En definitiva, los docentes debemos aprender a “desconferenciar” el aula de español para


que los alumnos se conviertan en verdaderos protagonistas de su propio proceso de
aprendizaje y que el discurso generado en el aula aumente en cantidad y calidad.

¿Se te ocurre alguna propuesta más?


Antonio Orta

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