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simplemente la morada de los muertos, sin connotación negativa de su naturaleza.

En la literatura rabínica, sin


embargo, designa la región subterránea de los muertos, donde los pecadores son castigados. En Ap.
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Alfa y Omega

la sinagoga. Es difícil captar con precisión su significado en una traducción, puesto que, más que un pensamiento,
expresa un sentimiento religioso, evoca una atmósfera particular de alabanza y gozo. El aleluya ha sido siempre un
canto, nunca mera frase litúrgica. Los Salmos 113 al 118 eran llamados por los judíos el Halel, y se cantaban en los
primeros de mes, en la Fiesta de la Dedicación, en la Fiesta de los Tabernáculos, la de las Semanas y Pascua. Se cree
que el canto entonado por Jesús y sus discípulos en la última cena (Mt. 26:30) era parte de este Halel, en especial
los Sal. 113-114, que, según la escuela de Samai, se cantaban antes del ayuno. De modo que en la historia de Israel
el aleluya acompaña como aclamación litúrgica del pueblo en sus fiestas y ceremonias y su recuerdo alegra el
corazón de los desterrados en Babilonia (Tob. 13:18).

Alfa y Omega. Título metafórico de Dios y de Cristo tomado de la primera y la última letra del alfabeto griego. El Ap.
lo aplica tres veces a Dios y Jesucristo, para indicar que son «el primero y el último»; «el comienzo y el fin»; «el que
es, el que era y el que viene» (Ap. 1:8; 21:6; 22:13). Dicho de Jesucristo significa una confesión de su naturaleza
divina. En cuanto título equivale al texto profético: «Yo Yahvé, el primero, y yo el mismo con los postreros» (Is. 41:4;
46:6).

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