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El árbol de la ciencia escrita por Pío Baroja en 1911.

Hacer el guion basado una novela es difícil, para ello hay que adentrarse en la época, vestuarios y
pensamientos. Hablamos de época a toda narración que no corresponde al momento presente

Pío Baroja y Nessi fue un escritor español de la generación del 98. Nació en San Sebastián un día de los
Inocentes de 1872. Su padre Serafín Baroja era un ingeniero de minas y escribió algunos poemas en vascuence; por
motivo de su profesión tuvo que viajar bastante por España, así que sus hijos nacieron en diferentes sitios de la
península. Estos le sirvieron para ir conociendo distintas regiones que irán aflorando en sus obras (Madrid, Levante,
Andalucía...) No se limitaba a un ámbito reducido o localista como la mayoría de los novelistas españoles. Hace
desplazamientos fuera de Europa que hay que tenerlos en cuenta para señalar su personalidad. Nacido en una
familia con inquietudes, nivel cultural alto, con estudios de medicina y lector curioso y preocupado por la filosofía,
literatura y ciencia. Un gran observador de la vida pública española del siglo pasado y cronista en vivo de la época
que le toco vivir, en los últimos de su vida se recluyó más en el pasado que le presente. Fue un novelista completo
por su estilo narrativo, más rápido y vivaz al acostumbrado

Esta obra plantea muchas inquietudes filosóficas y científicas de la época con el


contrapunto de las opiniones e ideas de dos de sus personajes: Andrés Hurtado y su tío el doctor Iturrioz más realista
que él que le sibrv para tomar discusiones científicas, filosóficas y políticas del momento como la guerra de Cuba
manteniendo distintas posturas. (contrafigura de Justo Goñi, su tío de generación anterior). Es bueno recurrir a
Ricardo Baroja para construir escenas ya que son imágenes que vivieron los dos hermanos con la idea de conocer
España, una idea arraigada y clara en jóvenes de esa generación y los de hoy día. Es casi una autobiografía de su
juventud, la situación y su desarrollo se sitúan en los mismos años que Baroja fue estudiante y médico rural (1887-
1896) que vuelve a Madrid donde los reconstruye. El primero que corresponde a su vida de estudiante en el instituto
y después en la facultad; segundo que se identifica con su viaje a Valencia y Burjasot, con la muerte de su hermano
mayor, Darío; un tercero como médico rural y el cuarto de su vuelta a Madrid. Tiene similitud con su libro Camino de
la perfección con su protagonista Osorio, también estudiante de medicina y su figura construida con una estructura
psicológica. Los dos protagonistas son suprasensibles, cada uno atormentado, Hurtado por su afán de llegar a la
verdad científica y Osorio por descubrir la verdad vital. Ambos encuentran el amor hasta que muere y Dolores vive.
En este final salva al artista y en el otro destruye al científico.

El siglo XIX es el de la ciencia, cuando se realizan los grandes descubrimientos y base de la ciencia moderna.
Los jóvenes se sienten atraídos por la ciencia, sobre ella se crea ilusión y un romanticismo sin límites porque traer a
mejoramiento de la humanidad. El personaje se obsesiona por la higiene y va al Mediterráneo en busca del sol

Luisito irá entrelazado con el hermano mayor del novelista, Darío que muere en Valencia por
tuberculosis (23años), se le queda muy marcado; sintió dolor y inquietud al ver su hermano enfermo y lucha para
salvarlo. Margarita parte del recuerdo de su hermana Carmen Baroja. El personaje es súper sensible. Como médico
en Alcolea y el enfrentamiento con el médico titular parecido al que tuvo en Cestona con un médico viejo. Su
misogia es una fábula inventada por la envidia. Baroja abordó siempre el tema sexual y la delicadeza en el trato de
mujeres. Con Lulú alcanza una plenitud

Baroja solo les daba la muerte a sus personajes más preciados. Los protagonistas de sus libros habían
vivido pensando y luchando por un mundo más justo, más bondadoso y distinto

Un día de octubre Andrés empieza medicina en la antigua capilla del


Instituto de San Isidro, allí encuentra a su compañero de instituto, Julio Aracil y Montaner, con el que tiene bastantes
desacuerdos (representando compañeros verdaderos de Baroja, Carlos Venero y Pedro Riudavets). Los estudiantes
se burlaron del profesor de química, mayor con barbas y este le respondió correctamente.
Madrid tenía poco espíritu romántico, inmóvil, sin curiosidad. Los franceses y los alemanes nos
odiaban porque pensábamos que éramos lo mejor. Los alumnos se seguían burlando del profesorado y pasando de
las clases. Su preparación para la Ciencia no pudo ser más desdichada.

Su familia era muy numerosa (su padre y cinco hermanos). En casi todos los
momentos de su vida Andrés se sentía solo y abandonado, la muerte de su madre, Fermina Iturrioz, le había dejado
vacío y tristeza. Esta se pasó la vida creyendo que sufrir era el destino natural de la mujer. El padre, Pedro Hurtado,
señor alto, flaco, elegante, hombre guapo, calavera en su juventud y egoísta. El padre siempre tenía lo mejor,
favoritismo al mayor y el pequeño, trataba a Margarita como una mayor, indiferencia por Pedro y odiaba a Andrés.
Alejandro era un retrato de su padre, más inútil y egoísta aún, ni estudiar ni trabajar, colocado en la oficina del
Estado y daba espectáculos bochornosos; tenía los mismos afectos que el padre. Margarita, 20 años, decidida, seca
dominadora y egoísta; quería a Pedro y Luisito, estimaba Andrés y respetaba a su padre. Pedro representaba la
indiferencia filosófica y la buena pasta, estudiaba para abogado, iba al teatro, elegante y siempre con novias
distintas; algún cariño por Margarita y Luisito y admiración por Andrés. Este quería apasionadamente al hermano
pequeño, afecto por Pedro y Margarita, despreciaba a Alejandro y odiaba a su Padre. Luisito, el hermano pequeño,
de cuatro o cinco años y poca salud.

Andrés pasa de confesarse las últimas veces. Sus dos hermanos mayores estudiaban en un
colegio y él en el Instituto de San Isidro, porque el padre no tenía tanto dinero, el abandono y anda con chicos de la
calle lo despabiló. Su padre lo consideró rebelde. Don Pedro apoyaba al hombre rico como una virtud, conservador y
se burlaba de los revolucionarios; y Andrés apoyaba a los pobres, insultaba la burguesía, curas y ejército.

La casa de Hurtado era propiedad de un marqués, el padre era simpático en la calle.


Andrés le pidió que le cambiará la habitación Margarita. Al final del primer año, Andrés sintió miedo de suspender,
se puso las pilas y le quedó una, no se lo contó a su Padre. En verano se puso las pilas, aun así, tenía miedo de
suspender y le pidió ayuda a su tío Iturrioz, que le dice que le lleve una carta al catedrático y finalmente aprueba
química.

Al curso siguiente comenzaron las clases de disección, en su mesa se sentaba con Aracil y
Montaner, se difundían varias historias de los cadáveres de las disecciones. Jaime Massó vivía esas clases y Aracil lo
trataba inferior mente. Quedaba con Rafael Sañudo (ingeniero) con el que salía los sábados al Café del siglo, pero se
dio cuenta que no era su sitio. Se apasionó por el flamenco. Fermín era un chico enfermo, le contaba su vida y se
sentía sano y fuerte cerca del impedido y del débil.

Los tres concluyeron el curso Anatomía. Aracil se fue a Galicia donde trabajaba su padre,
Montaner a un pueblo de la Sierra y Andrés se quedó amigos. El verano se le hizó largo y pesado. Tenía cierta ilusión
por empezar el curso y las clases de Fisiología, pero le tajó poco interés y ningún atractivo porque el catedrático que
explicaba sin entusiasmo y el libro mal redactado. Aquel curso Andrés intimó bastante con Aracil (año y medio más
mayor), era independiente, no le gustaba los temas de política, le daba importancia al dinero ganado. Su tío carnal
Iturrioz, que desde el punto de vista moral había dos tipos de hombre: el ibérico con cualidades fuertes y guerreras
de la raza, el semita tendencias rapaces, intrigas y comercio. Por eso consideraba a Aracil y Montaner del tipo
semita. Volvieron a concluir el curso y Aracil se fue como todos los veranos; se hizó amigo de Montaner, salían juntos
y hablaban mal de Aracil.

En cuarto de carrera, la clase de José de Letamendi (puede que Baroja hable mal de
el por su doble suspensión de la materia) era un motivo de curiosidad, para él era un genio. Como estaba ansioso por
solucionar los problemas de la vida, leyó su libro que explicaba la vida como una función indeterminada con dos
incógnitas la energía individual y el cosmos, no pudiendo ser ni suma, ni resta ni división, era multiplicación. Uno de
sus amigos se río cuando se la contó y le demostró que todo eso era falso. Todo esto le provocó curiosidad por el
mundo filosófico de Fichte, kant y Schopenhauer.

Comenzó el curso siguiente y Luisito cayó enfermo de una fiebre tifoidea. Andrés y Margarita lo
cuidaban y a los 30 o 40 días desapareció dejándolo esquelético. Andrés se hizo amigo de Antonio Lamela, gallego,
muy enamorado de una mujer de la aristocracia. El amor era mutuo, pero había obstáculos. Dividía los hombres en
dos: la gente franca, honrada, de buen fondo y corazón; y la gente mezquina y vanidosa (como Aracil y Montaner).
Andrés iba avandando la carrera. Los tres decidieron asistir a unos cursos que daba
un médico del Hospital de San Juan de Dios, nuevo motivo de depresión y melancolía. Creyendo en el pesimismo de
Schopenhauer, ser inteligente constituía una desgracia y la felicidad venía con la inconsciencia y la locura. Visitaron
la sala de mujeres donde se les trataba muy mal. Una mujer tenía solo un gato de su poca felicidad pasada y cuando
el medico lo vio fue a hecharlo a patadas. Desde entonces decidió no volver. Andrés se interesó por mejorar la
sociedad.

Hurtado, Aracil y Montaner decidieron presentarse a un examen para entrar de alumnos


internos en el Hospital General, estos dos primeros aprobaron. Tenía más afición por descubrir otras cosas que lo
que es el diagnóstico. Había médicos muy chulos como los curas. Le entregaron el diario de una monja que le resulto
muy interesante. El hermano de Juan era un hombre misterioso, cuidaba por gusto a los enfermos contagiosos,
buscaba lo sucio y lo triste para convivir con ello.

Aracil y Andrés se estaban haciendo más amigos, Montaner se estaba separando de ellos. Julio
iba a casa de las Minglanillas, las llamaba así porque la madre, viuda pensionista, se parecía a un personaje de
Taboada. Aracil estaba arreglado con Niní y quería que Hurtado se arreglara con Lulú, pero esta le parecía graciosa
pero no bonita. Así que decidió no seguir yendo porque no le gusto que Aracil se aprovechara de la pobreza de la
familia para hacer de Niní su querida, con la idea de abandonarla cuando le conviniera.

Aracil y Hurtado celebraron el carnaval en casa de las Minglanillas. Allí le presento a Antoñito
Casares, empleado y periodista desconocido, hombre de gran partido a las mujeres, abdaluz. Clasificaba a las
mujeres en dos grupos: las pobres para divertirse y las ricas para casarse con ellas. Andrés fue a hablar con Lulú y le
contó que sabía las intenciones de Aracil con su hermana, ella sabía que no les gustaba a los hombres, también
rechazo a Antoñito por ser un boceras.

Andrés salió a la calle con un grupo de hombres a casa de doña Virginia, comadrona que engañaba a
las clientas explotándolas y vendiéndolas. Luego, fueron a la casa de las Villasús, dos hermanas con un Padre que
sólo creía en el arte(bohemio). Harto de las gracias de los saineteros, Andrés se fue a la cocina donde pilló al director
de _El Masón Ilustrado_ empeñado en sabotearle el puchero junto con Casares, se pelearon y tuvo que intervenir
este último. Aquellos jóvenes escarneciendo a una gente desdichada y en su opinión la piedad no aparecía por el
mundo.

La conversación que tuvo en el baile con Lulú dio a Hurtado el deseo de intimar algo más. Era simpática,
graciosa, inteligente, cerebral y bordadora, le asombraba su mordacidad. No despertaba las ganas de hacerle el
amor, pero tenía una gran amistad. A veces se deprimía de la miseria, añorando su posición cuando estaba su padre.
De vez en cuando iba el amigo del padre Prudencio Gonzales a visitarlas y Leonarda lloraba recordándole a su
marido.

Hurtado daba un paseo con ella y su madre por el Retiro o el Jardín Botánico. Le daba pena pensar
en cuando era chica, se comía el yeso de las paredes y el periódico, le daban dolores de jaqueca y ataques de
nervios. Si Hurtado hubiese tratado a más mujeres y comparándolas, llegaría a sentir algo por ella. Tenía una idea
muy humana y noble. Decía que, si un hombre la quería de verdad, da igual cómo fuera, se escaparía con él, aunque
después le pegara.

Lulú solía prestarse servicios mutuos con una vieja planchadora de la vecindad, Venancia
con su sueldo mantenía a su hija, su yerno y sus cuatro nietos. Cuando peleaba con su yerno(Manolo), su hija salía a
defenderlo y Lulú se metió para defender a la vieja un día, insultándolos a los dos. Después de la pelea, Manolo fue a
casa de Leonarla a pedirle explicación, Andrés y Aracil se quedaron para que no les pasará nada, ya que su madre le
regaño a Lulú por dejarles en mala posición.

La escena anterior hizo que Alberto se le considerara un verdadero héroe. Venancia


era poco caprichosa pensaba que los ricos eran superior a los pobre. Su filosofía trataba si uno tiene suerte le da más
y quién tiene desgracias le da también más. Primero sirvió a una mujer caprichosa, loca y endiablada que tenía la
sangre muy fría. Luego, paso a una duquesa muy guapa y generosa que le ponía los cuernos a su marido, una vez
Venancia le tuvo que salvar la vida.

Lulú tenía su atención concentrada en la vecindad. La casa donde vivía, habitaban un


gran número de familias (la borracha tía Negra, la rara Benjamina y su hijo el vengativo Chuleta, la Paca y sus pupilos,
el filósofo don Cleto, el tendero Maestrín) que le pagaban la pensión al prestamista miserable tío Victorio, que tenía
un sonbrino que apuntaba sus maneras.

El tío Iturrioz había preparado la azotea para disfrutarla. Allí solían conversar. Para
Andrés la vida era una lucha continua en que vamos devorando unos a otros. El hermano Juan era una anomalía. La
lucha era un proceso en el que hay siempre un vencedor y un vencido sin que ello implique que uno sea bueno y
otro malo. Cada quien, animales, plantas, personas… actúa según su naturaleza. Todo forma parte de un proceso
biológico común a cualquier ser vivo: la justicia es una idea que existe en nosotros, pero algo irrealizable. En esa
línea, para Iturrioz, el padre Juan era una anomalía, un depredador con los instintos perturbados.

El hombre sereno solo puede abstenerse y dedicarse a la contemplación, o actuar en su círculo reducido. Pero ir en
contra de la regla es absurdo. “Es lo que tiene de bueno la filosofía […] le convence a uno de que lo mejor es no
hacer nada”. No somos más que síntesis de la psicología animal. Podríamos encontrar multitud de similitudes en el
mundo animal para cada uno de los tipos descritos por Andrés con sus respectivos caracteres. El tío Miserias
alimentándose de la sangre de los demás es como cualquier araña o insecto que devora para alimentarse siguiendo
el curso de la naturaleza y la naturaleza es salvaje: digerir, guerrear, cazar… La conclusión del tío Iturrioz estaba
clara: “Si quieres, vivir con decoro, vete a un club inglés”. Después de la conversación con su tío Andrés se marchó
más confuso de lo que había llegado, ¿qué sentido dar a la vida?

El último año de carrera, Luisito se puso malo. Hurtado se obsesionó porque si verdaderamente
estaba enfermo de tuberculosis no habría manera de curarlo. Un médico de la facultad le aconsejo un lugar cálido
cerca del mediterráneo, así que decidió ir el día de Navidad a un pueblecito cerca de Valencia (Burjasot, allí también
fue Baroja después de la muerte de su hermano Darío) donde su tío tenía una casa. Valencia y la casa le gustaron.

Margarita, don Pedro y Luisito se marcharon a Valencia, mientras que Andrés terminó la
licenciatura. Cuando terminó, se fue a Valencia. Esta vez el ambiente era totalmente diferente. Su hermana
margarita había cambiado a mejor, Luisito tenía mucha imaginación y gracia, hablaba bastante y le gustaba leer; cosa
que no le gustaba a Hurtado porque prefería que jugara en la calle. Entre los chicos de la calle estaba el pobre Roch,
Chitano y Choriset.

Don Pedro no tenía dinero para seguir manteniendo las dos casas, así que Luisito, Andrés y
Margarita se fueron a vivir a casa (antigua) de unos primos (ricos por suerte) solterones de don Pedro en el centro de
Valencia. Aunque a Andrés no le agradaba la idea.

Andrés se sentía una insociabilidad intensa porque no le interesaba lo que pasara fuera. Pasaba
las tardes y noches en la azotea contemplando las torres, casas cercanas y las estrellas. La fuerza de la naturaleza le
daba vértigo. Además, estudiaba para la tesis del doctorado a cerca de la psicofísica.

Se fue a Madrid para terminar su doctorado, luego se fue de sustituto de un médico de un pueblo de
las provincias. Allí se sentía bien, pero le llego una carta diciendo que su hermano había muerto. Aunque le parecía
mal, tenía falta de dolor sobre la muerte de Luisito.

Andrés volvió a Madrid y conoció a Ibarra que era un inventor. Visita a su tío Iturrioz donde
critican la educación española, hablan sobre el plan filosófico de Hurtado. Hurtado quiere una explicación del
Universo físico y moral. Su tío le recomienda que deje de leer los filósofos alemanes, pero kan le ha ayudado a
entender la teoría espacio y tiempo.
Para Iturrioz la realidad es algo práctico y todo lo demás poesía. La duda lo destruye todo. Las verdades lo son no
porque creamos en ellas, sino porque son verdades, por ejemplo, la gravedad. La ciencia no puede llegar hasta el
final, pero para Andrés ahí es donde entra la filosofía, para elaborar hipótesis que nos ayuden a comprender lo que
no alcanza la ciencia. La ciencia es una fortaleza del hombre que lo arrolla todo. “También al hombre”, comenta
Iturrioz.

Para su tío Iturrioz, se ha idolatrado la ciencia, la vida necesita del capricho y hasta de la mentira. El instinto de
supervivencia nos hace ver la realidad que nos interesa, confirma Andrés. Es como dice el Génesis, en el paraíso
estaba el árbol de la ciencia: “Si coméis de este árbol, moriréis”. El árbol de la vida nos hubiera llevado a vivir como
animales, es el estado de conciencia el que corrompe la vida, afirma Iturrioz.Las religiones semíticas suponen una
gran impostura para Andrés, es la ciencia la que está devolviendo al mundo la cordura, y fue Kant quien dejó
definitivamente abierto el camino de la ciencia. Schopenhauer situó junto a la ciencia la libertad, la responsabilidad y
el derecho. Y todo ello movido por la voluntad que, a veces, produce el reflejo de la inteligencia. Hoy no fracasa la
ciencia, sino la mentira. Iturrioz, en cambio, opina que las religiones seguirán prosperando. Si caemos en el
relativismo por aceptar que no podemos conocer más allá de los principios científicos, caeríamos en una inacción
paralizante. Por ello hemos de decantarnos por el principio de utilidad, porque hay que seguir viviendo. Sin
embargo, Andrés ve peligroso este principio de utilidad porque nos lleva a aceptar como válidas ilusiones falsas,
como el fanatismo religioso. Incluso la fe es, sin embargo, útil según su tío porque cuando crees en algo, la fe te
ayuda a lograrlo. Pero eso no sería, para Andrés, más que la conciencia de la propia fuerza, la otra fe habría que
destruirla porque detrás de ella están todas las locuras humanas. “En cambio, cerrando esa puerta –dice Iturrioz- la
vida languidece. Razón y ciencia nos apabullan”.

El intelectualismo, la filosofía, nos lleva a la destrucción sistemática según Iturrioz, pero para Andrés no se trata de
destrucción sino de análisis; ¿por qué no aplicar a la filosofía procedimientos que tan buenos resultados han dado en
la ciencia? Sin embargo, la disociación moral nos llevaría a una nueva sociedad que no tendría por qué ser mejor
porque la maldad social proviene del egoísmo del hombre y forma parte de su misma naturaleza. Iturrioz no cree en
el cambio gradual, lo que mueve a la masa son las promesas de felicidad y paraíso como bien sabían los semitas y
también los anarquistas, unos neocristianos que prometen el paraíso en vida. “Alguna vez tendremos que dejar de
ser niños para mirar alrededor con serenidad y superar nuestros miedos”, concluye Andrés.

Pero Iturrioz es un romántico, para él acabar con el misterio sería acabar con la sal de la vida. Hay que ser práctico,
tienes que vivir con tus ideas, cuidándolas, aprovechándote de ellas, aunque a los ojos de los demás puedan parecer
ridículas. Si hay que luchar es por dar a los hombres una regla común, una disciplina como hiciera Ignacio de Loyola
con la Compañía de Jesús, para enseñar los valores puros, a ser hidalgos limpios de semitismo, de espíritu cristiano.
Andrés ya lo corta: “Escríbame al pueblo cuando la funde”. Cansados de hablar, guardan silencio, anochece.

. Andrés consigue un puesto de médico titular de Alcolea del Campo, un pueblo entre Castilla y Andalucía, adonde
viaja en tren. En el vagón encuentra a un hispanoamericano que no para de criticar a España como un país sin civilización
ni cultura y un chico español que se le enfrenta y le pide respeto. Andrés considera que es el joven español el que tiene
razón.

Al llegar a Alcolea, Andrés se instala en la Fonda de la Palma, un hotelito en el centro de la ciudad. El


secretario del Ayuntamiento le presenta al médico compañero, el doctor Juan Sánchez. Este le dice que no espere ganar
mucho dinero, ya que a los ricos del pueblo los trata el doctor don Tomás Solana. Paseando por el pueblo, Andrés se fija
en un patio donde, según costumbre del pueblo, un grupo de personas reza el rosario por haber muerto alguien en esa
casa. Andrés ve un pueblo caluroso y árido donde no se siente a gusto. Al hacerse de noche el lugar le hace pensar en un
inmenso sepulcro.

El doctor Sánchez y Andrés se dividen el pueblo en dos secciones. Andrés atiende a sus pacientes
por la mañana. Al cabo de un tiempo se cansa de la fonda: le disgusta la comida que se sirve allí (solo carne condimentada
con especias picantes, sin pescado ni legumbres) y le aburre la conversación de los viajantes que se hospedan en ella.
Además, bañarse es complicado porque el pueblo no tiene agua, y hay que mandarla traer de fuera a alto precio. Pasado
el verano, decide dejar la fonda. El doctor Sánchez (a quien por otro lado no conviene que Andrés, como médico rival, se
aloje en la mejor fonda del pueblo, porque esto le podría quitar pacientes) se encarga de buscarle una habitación de
alquiler en una casa de las afueras. La familia de la casa está formada por José (a quien llaman Pepinito, un hombre
estúpido y vulgar), Dorotea (su mujer, que es guapa) y Consuelo (una hija de doce años).

Andrés descubre la afición desmedida del doctor Sánchez por los toros, y empieza a considerarle
un bruto. Un día en que este se había ausentado para ir a una corrida, Andrés atiende con éxito a una de las pacientes del
doctor, la hija del molinero, y recomienda a la familia que visiten a un especialista en Madrid. Al saberlo el doctor, se lo
echa en cara, pensando que Andrés le quiere hacer perder clientes. A través de este y otros episodios, el prestigio de
Andrés crece en el pueblo, por lo que Sánchez empieza a hablar mal de él para desacreditarle.

Andrés nota en Alcolea la falta de sentido social de sus habitantes: no se relacionan unos con otros,
no se asocian, no colaboran. Años atrás, aprovechando una plaga que arrasó los viñedos franceses, el pueblo se había
enriquecido con la producción de vino, pero al pasar esta situación, los alcoleanos no supieron ponerse de acuerdo para
cambiar el cultivo de la vid por el de otros productos, de manera que terminaron resignándose a la pobreza. En política,
el pueblo esta dividido en dos bandos: los Ratones (liberales) y los Mochuelos (conservadores), cada uno dirigido por un
cacique que solo piensa en su propio interés. En Alcolea los ricos defraudan a Hacienda y no se les toma por ladrones,
cosa que pone de los nervios a Andrés. Andrés se aburre en el pueblo, el tiempo se le hace eterno. Además, Pepinito
resulta ser un petulante que opina con aires de catedrático sobre cosas que desconoce, y que trata a su mujer e hija sin
ningún respeto.

. En invierno Andrés comienza a ir a La Fraternidad, el casino de Alcolea. Entre la vulgaridad general de


los tipos del casino, conoce a dos personajes pintorescos: el pianista (un viejo de maneras afeminadas que además toca
el órgano en la iglesia) y el hidalgo, don Blas Carreño. Ambos hablan de una manera enfática y altisonante, sacada de la
literatura que leen. Con todo, las conversaciones que mantiene con don Blas le resultan entretenidas a Andrés, a pesar
de sus diferencias.

. A Andrés le escandaliza ver que en la librería del pueblo se venden con gran éxito novelas
de contenido pornográfico, lo que contrasta con la severa moralidad pública que reina en el pueblo. Llega a la conclusión
de que, cuando la vida sexual de un pueblo es mezquina y pobre, la pornografía y las alusiones eróticas acaban
dominándolo todo.

Andrés se va formando en el pueblo reputación de hombre orgulloso y malintencionado. Nota la hostilidad


de los clientes del casino, de modo que deja de frecuentarlo. Pasa el tiempo libre leyendo en su cuarto, pero echa de
menos una vida más activa. Alcolea le irrita y le amarga, y con el paso de los meses empieza a padecer dolores articulares
y a caérsele el pelo. Siente deseos de encontrar mujer, pero solo conoce a la hija del doctor Sánchez (que quiere irse
monja) y a la del Secretario (que es de una cursilería insoportable). Decide ponerse a dieta y al cabo de un mes mejora
sensiblemente su estado físico y mental.

. Una noche de invierno una mujer –la esposa del tío Garrota- cae a la calle y es atendida por
Andrés. Al ser interrogada por los policías, la mujer solo es capaz de balbucir el nombre de su marido, por lo que todos
suponen precipitadamente que este la ha tirado desde el balcón. Sin embargo, Andrés entiende que la mujer sufre una
conmoción cerebral y un estado de afasia, por lo que no debe conjeturarse nada concluyente de su balbuceo. Al morir
finalmente la mujer, los tres médicos del pueblo le hacen la autopsia y llegan a conclusiones diferentes sobre la causa de
la muerte. El juez oye sus conclusiones y da la razón a Andrés, que ha interpretado el hecho como un suicidio. Pero el
pueblo, instigado por el doctor Sánchez (que cree que ha sido asesinada por el marido) tiende a pensar que el dictamen
del juez y de Andrés ha estado influenciado por sobornos y presiones políticas.
. Debido a esto, el prestigio de Andrés se hunde definitivamente, también entre los pobres del pueblo, que
hasta ahora le habían respetado. En primavera decide presentar la dimisión y, tras despedirse de don Blas Carreño y del
juez, hace las maletas para irse. Los de la casa en la que vive están pasando unos días fuera del pueblo, menos Dorotea, a
quien Andrés ha visto siempre ve como una mujer bella e inteligente casada con un idiota. Aprovechando la circunstancia,
Andrés se declara a Dorotea y ambos pasan esta última noche juntos. Por la mañana, Andrés se marcha camino de Madrid.

A LO PASADO. Cuando Andrés vuelve a Madrid, allí se viven los preparativos de la guerra contra los EE.UU. a
causa de Cuba y Filipinas. El ambiente es de un optimismo injustificado, y a ello colabora también la prensa, que no dice
más que necedades y bravuconadas. Iturrioz, por su parte, vaticina que la guerra está perdida de antemano por la evidente
diferencia naval entre ambos ejércitos, cosa que efectivamente se cumple. Un día Andrés va a casa de su tío y le cuenta
su experiencia en Alcolea. Hablan de las diferencias entre pobres y ricos, e Iturrioz opina que el problema no tiene
solución: la naturaleza da al rico el espíritu de riqueza y al pobre el espíritu de miseria que le hace conformarse con la
situación, por lo que sus diferencias están destinadas a perpetuarse.

Andrés se encuentra desocupado en Madrid. Un día coincide por la calle con Montaner y entran en el café
de Fornos. Hablan sobre su vida y hacen un repaso de los compañeros de carrera, a ninguno de los cuales les ha ido bien
en la profesión. En cuanto a Montaner, ha conseguido con dificultades acabar la carrera y ha trabajado de ayudante para
Julio Aracil, que desempeña varios trabajos como médico y acaba de montar una clínica con dinero de su suegro.
Montaner le ha ayudado en todo, pero Aracil no se ha portado bien y le ha terminado echando. Además, Aracil mantiene
una relación extraña con su mujer, a quien hace vestir de modo exagerado y a quien consiente que se entienda con su
adinerado socio Nebot. Todo con tal de mantener el elevado tren de vida que lleva. Unos días después, Andrés se
encuentra con Aracil y confirma que es cierto el relato de Montaner.

Otro día se encuentra con Fermín Ibarra, que está muy cambiado: alto y fuerte y sin necesidad de bastón.
Ha creado algunos inventos y los ha patentado, pero no ha podido vender sus patentes en España, por lo que ha decidido
irse a Bélgica. Describe a los españoles como personas suspicaces, malintencionadas, petulantes, y a España como un país
donde el capital está en manos de unos canallas. Unos meses después, Ibarra escribe a Andrés desde Bélgica y le cuenta
que las cosas le van muy bien.

Otro día Andrés encuentra en la calle a Lulú y ella le propone quedar al día siguiente en el café de
la Luna. Allí Lulú, que acude con su madre, le cuenta que Julio abandonó a su hermana Niní por ser una chica pobre, pero
que don Prudencio (el antiguo amigo de su padre) había aprovechado la ocasión para proponerle matrimonio. Tras la
boda con Niní, don Prudencio había ayudado económicamente a Lulú para poner una tiendecita en la calle del Pez, adonde
se ha mudado a vivir junto con su madre. También le cuenta que don Cleto ha muerto. Quedan de acuerdo en volver a
verse.

Por influencia de un amigo de su padre, Andrés encuentra un puesto de médico de higiene, pero
pronto descubre que no le agrada. Aumenta su instinto antisocial (odia a los ricos sin tener simpatía por los pobres) y su
amargura por el contacto con lo peor de la sociedad: atiende a prostitutas en la consulta pero también en los burdeles,
donde observa el contraste entre las pobres prostitutas y sus clientes, señoritos de la alta sociedad. Se da cuenta de que
los niños obreros crecen más pequeños e inteligentes que los de la burguesía, lo que garantiza el sometimiento de aquellos
por estos.

Un mes más tarde Andrés va a visitar a Lulú a la tienda de ropa, que resulta ser espaciosa y
con un gran escaparate. Ha contratado dos dependientes y tiene buena clientela. Bromean sobre un comentario (Lulú lo
ha sabido por Julio Aracil) que Andrés había hecho de Lulú en sus años de estudiante: que casarse con ella sería como
casarse con un orangután. Empieza a verse con ella y su madre los sábados en el café de la Luna. Allí comprueba que un
hombre de anteojos que frecuenta el café pretende a Lulú. Incluso un día Andrés habla con el hombre (que es
farmacéutico) sobre ella, y Andrés le comenta que Lulú es demasiado cerebral y desprovista de sensualidad como para
casarse con ella. Al darse cuenta de que Lulú trata de manera desdeñosa al farmacéutico, Andrés le recrimina esa
tendencia de las mujeres a despreciar precisamente a los hombres que las pretenden.
. Conversando con Lulú, Andrés le confiesa la amargura que le produce comprobar desde su
oficio de médico las terribles condiciones en que viven las prostitutas. En su relato dibuja un cuadro terrible: las mujeres
viven en los burdeles como esclavas, duermen amontonadas, apenas comen, reciben palizas, se dan a la bebida, la mayor
parte muere en plena juventud. Y todo ello con la connivencia de las autoridades. En un prostíbulo de la calle Barcelona
ha conocido al Cotorrita, un tipo afeminado que, vestido de mujer, secuestra chicas para el burdel, las atemoriza y las
maltrata. Lulú le aconseja que deje ese puesto que solo le está amargando.

Con el pretexto de estar enfermo, deja el puesto de médico de higiene y entra, por influencia
de Aracil, como médico en La Esperanza, un hospital para pobres. El trabajo es duro, con innumerables visitas en los
barrios más lejanos, y a la vez que le fatiga, le encoleriza. Puede comprobar en sus visitas cómo la ley es más dura con los
más débiles, que no son capaces de organizarse para acabar con los poderosos (como suele decir Iturrioz, la naturaleza
no solo hace al esclavo, sino que le da el espíritu de la esclavitud, la aceptación de su condición, la incapacidad de
rebelarse). Su instinto antisocial se agudiza: los domingos siente deseos de matar a los que salen de la sangrienta fiesta
de la corrida de toros. Solo deja de sentirse disgustado y molesto durante los ratos que pasa con Lulú y su madre en la
tienda y en los paseos. Un día, por casualidad, pasa visita a un viejo ciego y loco, que resulta ser Rafael Villasús, el
dramaturgo bohemio al que había conocido tiempo atrás. A los pocos días vuelve por su casa y se entera de que ha muerto.
Está rodeado de sus amigos, bohemios desarrapados y medio locos que hacen toda clase de extravagancias para
despedirle.

Un día Andrés está charlando animadamente con Lulú sobre la naturaleza de amor y le expone
dos teorías suyas: según una de ellas, los tímidos e inseguros buscan pareja entre los que son diferentes de ellos, mientras
que las personas seguras buscan pareja entre quienes les son semejantes; según la otra, el amor es un poderoso engaño,
una ilusión: un hombre y una mujer reales se eligen mutuamente atraídos por el instinto sexual; pero entonces el instinto
fetichista les lleva a crear sobre la imagen real de la otra persona una imagen adornada y embellecida, y acaban
convenciéndose de que esta imagen ideal es la verdadera. Otro día ve a Lulú en la tienda hablando con un militar joven,
y lo sigue viendo allí en otras ocasiones. Se entera de que es un primo de ella, y le parece que Lulú está un poco displicente
con él. Un día de otoño, paseando por la Moncloa, le invaden pensamientos melancólicos y decide visitar a Lulú, a la que
encuentra sola en la tienda. Primero la piropea, luego le toma la mano y le hace sentarse junto a él. Entonces se declara
y la besa. Ella reconoce que ha estado enamorada de él desde el primer día, y le pide que no la abandone nunca, que le
lleve siempre adonde él vaya.

. Unos días más tarde Andrés habla con Iturrioz y le plantea su propio caso como si fuera el de un
paciente suyo: ¿Se debe casar un hombre artrítico y nervioso con su novia, que es débil y algo histérica? Según Iturrioz,
es un crimen que padres enfermos tengan hijos, por la posibilidad de que estos salgan enfermizos y mueran en la infancia
o acaben en la cárcel o en la prostitución; solo debieran tener hijos los padres sanos que además puedan dar a sus hijos
un hogar, cuidados, educación. Lo contrario sería perpetuar el dolor en el mundo. Por lo tanto, Iturrioz recomendaría al
paciente de Andrés que se case, pero que no tenga hijos. Esta conversación deja a Andrés aturdido, y por la tarde escribe
a su tío confesando que el artrítico que se quiere casar es él mismo.

. Hurtado consiente en el deseo de doña Leonarda de casarse por la iglesia con Lulú. Antes de la boda,
esta e Iturrioz se conocen y simpatizan. Ella le pide que encuentre para Andrés un trabajo sin salidas de casa, porque las
visitas médicas le ponen de mal humor, y el tío le encuentra uno de traductor de artículos y libros para una revista
médica. Así Andrés deja su trabajo en “La Esperanza” y se muda a una casa cercana a la tienda de Lulú. Le pide un
préstamo a su tío para comprar muebles que sean baratos, pues no piensa recibir a gente en casa. Andrés se opone a
que su suegra se vaya a vivir con ellos (la considera incompatible consigo mismo, pues ella cree que debe vivir para
fuera). Toman como criada a la Venancia y Andrés le pide que despache siempre a los visitantes diciendo que él no está
en casa. Con todo ello Andrés está encantado de su nueva vida, de su mujer y de su casa, pero su pesimismo le hace
pensar que esta calma no puede ser duradera. Dan paseos juntos al anochecer, o van al cinematógrafo. Son felices. Sus
familiares y conocidos ven esta felicidad y aislamiento como una ofensa a su propia infelicidad y complicaciones; Andrés
cree que son felices porque cada uno se muestra al otro como es, sin aparentar otras cosas.
. Pasados los meses, Andrés parece haber encontrado la serenidad. Su trabajo para la revista médica marcha
muy bien y le permite vivir recluido, sin salidas fatigosas y alejado de las miserias de Madrid. El matrimonio se lleva bien,
y a Lulú se le ha suavizado su carácter burlón y mordaz y tiene un color sano que le hace estar más guapa. Pero Andrés no
quiere ni oír hablar de tener hijos, cosa que acaba poniendo triste a Lulú. Una noche ella se lo confiesa abiertamente entre
lágrimas, y Andrés consiente sin ganas, cosa que le hace perder la serenidad que había alcanzado. Dos meses más tarde
ella le anuncia su embarazo. Andrés ve que Lulú, con el embarazo, ya no es burlona y alegre, sino triste, sentimental,
posesiva. Con el paso de los meses nota en ella desórdenes nerviosos. Las visitas de la suegra se hacen más frecuentes y
alteran la armonía de la pareja. Andrés empieza a sentirse desequilibrado, en constante tensión, sin encontrar la paz.
Duerme mal, por lo que se decide a tomar morfina.

. Cuando llega el momento del parto, las cosas se tuercen. Lulú camina sin cesar por la
casa por recomendación del médico, pero la espera se prolonga y está extenuada por los dolores. El médico que ha
venido a la casa para el parto se da cuenta de que el cordón umbilical está comprimido, pero ya es demasiado tarde
y el bebé nace muerto. La escena es muy dolorosa y ambos lloran. Además, a Lulú le cuesta expulsar la placenta, por
lo que el médico tiene que extraerla con la mano, provocando una abundante hemorragia. Tres días después Lulú
muere; Andrés queda sumido en un dolor insoportable y se encierra en su cuarto. Cuando por la mañana, a la hora
del entierro, le empiezan a echar de menos, entran en su cuarto y lo encuentran muerto en la cama: se ha suicidado
con aconitina, un veneno muy fuerte que paraliza súbitamente el corazón, produciendo una muerte indolora. La
obra termina con dos comentarios sobre Andrés: uno de Iturrioz (“Este muchacho no tenía fuerza para vivir. Era un
epicúreo, un aristócrata, aunque él no lo creía”) y otro del médico (“Pero había en él algo de precursor”).

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