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EL MITO DE LA BUENA EDUCACIÓN

EN LA CUBA DE FIDEL CASTRO


José Martí:
“Educar es depositar en cada hombre toda la
obra humana que le ha antecedido: es hacer a
cada hombre resumen del mundo viviente, hasta
el día en que vive: es ponerlo a nivel de su
tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo
debajo de su tiempo, con lo que podrá salir a
flote; es preparar al hombre para la vida”.
Antes de que Fidel y Raúl Castro
se apropiaran de las escuelas cubanas
Manuel Castro Rodríguez

Antes de que los hermanos Castro se adueñaran de las


escuelas cubanas, en ellas se defendía la libertad de
pensamiento, se estimulaba el pensamiento crítico y se
educaba en el ideario martiano, ese que nos enseña que “Ver
en calma un crimen, es cometerlo” y “El que se conforma
con una situación de villanía, es su cómplice”.

Cursé la enseñanza primaria en el Colegio Moderno, una


pequeña escuela laica –como la inmensa mayoría de los
centros educativos cubanos-, ubicada en La Rosalía, un barrio
pobre de San Miguel del Padrón, que por una mensualidad de
cinco pesos brindaba una excelente educación.

Recuerdo con gran añoranza el clima de respeto mutuo que


existía en el Colegio Moderno. De mis condiscípulos, en Cuba
solamente vive Ana Oviedo, doctora en Medicina, cuyo padre
hizo un gran esfuerzo para que ella pudiera estudiar: El papá
de Ana vendía periódicos, para lo cual tenía que caminar por
todo el barrio bajo el sol o la lluvia.

Evoco con gran cariño a mis maestras: América, María,


Lourdes, Gladys y Florentina. También recuerdo con gran
afecto a la directora del Colegio Moderno, Aleida Pérez
Mareque, la cual me llamaba ‘líder’, por dos razones:

1- Como mis padres y mis amigos me llamaban ‘Manolo’, yo le


hacía recordar a Manolo Castro, el dirigente estudiantil
asesinado el año anterior a mi nacimiento.

2- Porque en su diario recorrido por las aulas, me veía discutir


respetuosamente con mis maestras en las clases de Historia,
sobre la ingerencia norteamericana en Cuba, Panamá,
Nicaragua, República Dominicana y Guatemala –era la época
del derrocamiento reciente de Jacobo Arbenz, debido a la
intervención yanqui. Jamás recibí una reprimenda por ello, y
frecuentemente era premiado con ‘El Beso de la Patria’, que
se realizaba en una ceremonia especial en que se reconocía a
los mejores alumnos del Colegio Moderno, al ser seleccionado
un estudiante por aula.

Florentina me dio clases en 5º (curso 1959-1960) y 6º grado


(curso 1960-1961) –desconozco qué pasó con la profesora que
habitualmente le había impartido clases a 6º grado-, último
curso en que funcionó el Colegio Moderno, ya que Fidel Castro
estatizó la enseñanza. Ese fue un período de gran
enfrentamiento político; al igual que la inmensa mayoría de
los cubanos, yo apoyaba a la Revolución, mientras que mi
maestra Florentina mostraba su desacuerdo con el rumbo que
la misma había tomado, por lo que aumentó los debates
respetuosos que sostenía con ella, pero seguí recibiendo ‘El
Beso de la Patria’ y el cariño de Florentina y Aleida. Sí, yo
defendía a la incipiente tiranía, pero como nos dice José
Martí: “La verdad una vez despierta, no vuelve a
dormirse”.

Mi maestra Florentina fue la primera persona que me dijo:


“No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero lucharé
hasta la muerte para que tenga la oportunidad de
decirlo”, aforismo que se le atribuye al filósofo francés
François Marie Arouet (Voltaire). En ese momento no lo
entendí; cuando al fin pude comprenderlo, ya era demasiado
tarde y tanto Florentina como Aleida se habían exilados. Por
ello, nunca pude decirles cuánto contribuyeron a sembrar en
mí el amor por la verdad, la libertad, los valores cívicos, la
legalidad y la justicia, así como la defensa de los derechos
humanos, que son cualidades primordiales en una persona
honesta.

Antes de que los hermanos Castro se adueñaran de


Cuba, ocupábamos el tercer lugar en Iberoamérica en
educación y salud, como lo demuestran todos los informes de
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL), la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Organización
Mundial de la Salud (OMS).Como han reconocido varios
economistas e historiadores marxistas (Juan F. Noyola, Raúl
Cepero Bonilla, Manuel Moreno Fraginals y Óscar Zanetti
Lecuona), Cuba era un país con índices crecientes de
progreso económico y social.
En 1958, con una población de seis millones de
habitantes, Cuba tenía un producto interno bruto per cápita
de 374 dólares, según el Atlas of Economic
Development (1961) de Norton Ginsburg, o de 520 dólares,
según otros autores (H. T. Oshima, Felipe Pazos, José F.
Álvarez Díaz, Leví Marrero, José M. Illán). Ese mismo año, el
ingreso nacional por habitante deEspaña fue de 180
dólares, menos de la mitad del de Cuba en cualquiera de
los dos cálculos.
La formación del hombre nuevo
en la Cuba de Fidel Castro

La creación de un hombre devoto del Máximo Líder, del cual


es deudor de todo por lo que hay que hacerle caso en todo,
aunque eso implique renegar de sus seres queridos y matar
cuando el Máximo Líder lo considere necesario.

Ernesto ‘Che’ Guevara:


“El odio como factor de lucha; el odio
intransigente al enemigo, que impulsa más allá
de las limitaciones naturales del ser humano y lo
convierte en una efectiva, violenta, selectiva y
fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen
que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar
sobre un enemigo brutal”.

Pioneros por el Comunismo, ¡Seremos como el Che!


Calidad de los maestros y profesores en Cuba
Lo que nos dejó la URSS
Iván García
24 de julio de 2014
Aunque hace más de 20 años la URSS desapareció del mapa,
la educación en la Isla continúa siendo un celoso albacea de
la narrativa soviética.

Todavía en los libros de historia universal de escuelas


secundarias o preuniversitarias en Cuba, el tema soviético se
maneja con pinzas.

Se recuerda a su padre fundador Vladimir Ilich Lenin, la


epopeya de la Segunda Guerra Mundial con sus 20 millones de
muertos (dato viejo, fueron 27 millones y no pocos murieron
por un disparo en la nuca de sus propios camaradas o en un
tenebroso gulag), y la ayuda desinteresada de la URSS en los
primeros años de la revolución verde olivo.

A Zoraida, estudiante de tercer año de bachillerato y amante


de la historia, cuando le pregunto sobre aquella nación
conformada por quince repúblicas europeas y asiáticas, sin
apenas tomar aire, me suelta una parrafada calcada de los
manuales escolares.

“La Revolución de Octubre fue fundada en 1917 por Lenin, y


a pesar de las agresiones de naciones occidentales se
consolidó como una gran potencia mundial. Fue el país con
más muertos durante la Segunda Guerra Mundial, 20 millones
(persiste en el error), y tuvo que luchar sola frente a la hordas
fascistas. Estados Unidos y sus aliados se vieron obligados a
abrir el Segundo Frente en Normandía ante el avance
vertiginoso del Ejército Rojo”, responde con ese dejo de
orgullo habitual en los alumnos aplicados.
No sé cuál será su vocación futura. Pero en ella el Partido
tiene un buen prospecto de comisario político. Como deseaba
indagar sobre otros aspectos históricos menos divulgados en
los medios nacionales, le hice las siguientes preguntas:

¿Qué me podrías decir de las brutales purgas de Stalin, que


costaron millones de vidas al pueblo soviético? ¿Sabías que la
aplicación de la colectivización agrícola provocó hambruna y
entre 7 y 10 millones de muertos en Ucrania, llamada
Holodomor? ¿Habías leído acerca del pacto de no agresión
Molotov-Ribbentrop donde en una cláusula secreta Hitler y
Stalin se repartieron las repúblicas bálticas y una zona de
Europa del Este?

¿Has leído o escuchado sobre la matanza en el bosque de


Katyn por tropas élites soviéticas a militares polacos?
¿Conocías que el escritor Aleksandr Solzhenitsyn, Premio
Nobel de Literatura en 1970, al igual que otros muchos
intelectuales, estuvo preso en el Gulag solo por pensar
diferente?

¿No crees que la URSS fue una nación imperialista, pues ocupó
parte de Europa del Este como trofeo de guerra e instauró
gobiernos vasallos? ¿Has estudiado sobre la agresión soviética
a Checoslovaquia en 1968 o Afganistán en 1979?

¿Alguna vez te contaron que por decisión de Fidel Castro y


Nikita Jruschov, en Cuba estuvieron emplazados 42 cohetes
atómicos de alcance medio que pudieron provocar una
conflagración nuclear? ¿Sabías que al igual que Estados Unidos
tiene una base militar en contra de la voluntad del pueblo
cubano, Fidel Castro sin consultar al pueblo autorizó un centro
de instrucción militar con tropas soviéticas y una base de
espionaje electrónico en las afueras de La Habana?

A cada una de estas preguntas, la joven respondió con


evasivas: “No, no lo sé. No, no lo he leído. O eso no lo hemos
dado en la escuela”.

Es conocido que el sistema de enseñanza en Cuba intenta


apertrechar a sus alumnos de una visión marxista y exaltar a
Fidel Castro y su revolución. En temas rigurosamente
comprobados, el método utilizado no es mentir, si no
reconocer que no se tiene información o no decir toda la
verdad.

Aunque hace más de 20 años la URSS desapareció del mapa y


dijo adiós a su estrafalaria ideología, la educación en la Isla
continúa siendo un celoso albacea de la narrativa soviética.

Manuel, graduado de Filosofía, reconoce que en sus estudios


universitarios de historia no hicieron hincapié en la
Perestroika y la Glasnost. “De pasada los profesores
encaraban aquella etapa. De Gorbachov se nos dijo que fue
un traidor, que desmontó piedra a piedra el poderío y la
influencia soviéticos. El enterrador del comunismo. Un paria”.

En las estructuras del poder existe un núcleo poderoso que


aún recuerda con nostalgia el periodo soviético. El General
Raúl Castro, al frente de los destinos de Cuba, es un gran
admirador del comunismo ruso. En una de las visitas al
apartamento de Juan Juan Almeida, hijo del comandante
guerrillero, cuando vivía en Nuevo Vedado, Juan Juan me
contó que en la antesala de la oficina del General Castro en
el MINFAR, había un cuadro de Stalin, el carnicero de Georgia.

En el discurso de viejos aparatchiks, formados en severas


escuelas del Partido, sigue latente la Cuba soviética de
antaño. Joel, funcionario retirado, añora los viajes a Moscú y
las visitas al mausoleo del Kremlin, donde Lenin yace
embalsamado. En su casa, en un estante de madera, reposa
una colección de libros de Boris Polevoi, Nicolai Ostrovski e
Iliá Ehrenburg, entre otros que escribieron sobre las proezas
del Ejército Rojo en la Gran Guerra Patria.

Carlos, sociólogo, considera “que la URSS puede parecer


periódico viejo, pero no está muerta del todo. La población
ya no se acuerda de la carne de lata, la compota de manzana
ni los muñequitos rusos. Es en la estructuras del poder donde
extrañan la era soviética”.

La historia de amor hacia la URSS entre un sector intelectual


y político es de vieja data en el país. Muchos que juran ser
nacionalistas a pie firme, acusan de anexionistas a las
personas que admiran el estilo de vida y las estructuras
institucionales de Estados Unidos. Pero donde de veras existe
anexionismo, es en el comunismo. No solo importaron la
ideología, también pretendieron clonar el modelo soviético en
un archipiélago del Caribe a 9.500 kilómetros de Moscú.

Y no eran tontos o analfabetos los que aplaudían la teoría de


una Cuba soviética. Entre ellos, intelectuales de talla como
Nicolás Guillen, Salvador García Agüero y Juan Marinello,
miembros del Partido Socialista Popular (PSP).
Con la llegada al poder de Fidel Castro, el oportunismo
político de los barbudos se acopló al imaginario comunista de
hombres curtidos en el quehacer sindical y el proselitismo
marxista en diversos sectores académicos e intelectuales de
la nación.

A pesar de la afinidad del Gobierno cubano con el soviético,


entre un segmento amplio de la ciudadanía, la cultura rusa no
caló. Tampoco cuajaron su moda y costumbres, sus comidas y
creencias religiosas.

Lo que la URSS nos dejó fueron algunos cientos de


matrimonios entre rusos y cubanos. Y nombres como Iván,
Tatiana, Vladimir, Irina, Boris, Natasha... Poco más.

Aunque los añejos dinosaurios políticos traten hoy a cuerpo de


rey a Rusia en los medios y, la nomenclatura se esfuerce en
reactivar nuevos pactos, el país eurasiático sigue siendo una
música lejana y exótica para la gente de a pie.

Y es que, por geografía y cultura, los cubanos siguen mirando


al Norte.

La expulsión de los maestros repasadores


Jorge Enrique Rodríguez
23 de julio de 2014

Las sanciones contra profesionales pedagógicos empeoran


todavía más el sistema educacional. Existen aulas sin
profesores y asignaturas sin materiales de estudio.
Dos alumnos de la secundaria básica “Desembarco del
Granma”, en el Reparto Eléctrico, que no habían reprobado
el examen final de matemáticas del recién concluido período
escolar, fueron entrevistados por metodólogos de la Dirección
Municipal de Educación de Arroyo Naranjo, supuestamente
interesados en el hecho de que ambos recibían sesiones
particulares de repasos con el fin de optimizar sus
rendimientos académicos.

Ajenos al trasfondo de las preguntas de rigor, los dos


adolescentes confirmaron que dichas sesiones las asumía una
maestra de la escuela primaria “XX Aniversario del
Desembarco del Granma” —también en el Reparto Eléctrico—
, y que sus padres pagaban por ellas. La maestra de quinto
grado Berta R. era de las antiguas; de aquellas que todo
cubano recordó con añoranza en cuanto el Estado cubano puso
en práctica el programa de maestros emergentes.

Sin embargo, después de la entrevista a los adolescentes, en


un conclave organizado por sus colegas de oficio y con la
presencia de cuadros del Partido, se determinó la expulsión
definitiva de Berta R. del sistema de enseñanza.

Pero, ¿por qué entrevistar a estos dos alumnos en específico?


¿Y por qué la insistencia en indagar sobre sesiones particulares
—y pagadas— de repasos?

El origen de estas indagaciones puede ubicarse en el reciente


escándalo que se desatara como resultado de la filtración y
trasiego del examen de Matemáticas para matricular en la
enseñanza universitaria. Escándalo que activó una alarma en
el Ministerio de Educación Superior, que ha reiterado su caso
omiso a evidentes señales sobre corrupción —y oxidación— en
las estructuras educacionales del país.

Así, del asunto de la filtración y trasiego de exámenes se pasó


al hostigamiento a maestras en activo que ofrecen servicios
de repasos particulares.

“Estas impugnaciones son contraproducentes con los hechos


que vienen sucediéndose en los últimos años”, confirma Nila
M., maestra titular de sexto grado en la Escuela Primaria
“Guillermo Llabre”, en la Habana Vieja. “Yo estuve varios
meses repasando a cuatro alumnos de esta misma escuela,
que no tenían maestras titulares en sus grados, pero tuve que
abandonar estas sesiones extralaborales porque podía ser
expulsada definitivamente de Educación. Solo me hicieron
una advertencia como medida, por mis más de 20 años como
maestra de primaria.”

Cuando la cifra de reprobados en un examen sobrepasa el


35% por falta de profesionales en el claustro de maestros,
Berta R. se pregunta a quiénes responsabilizar. “¿A los
alumnos que durante casi todo el curso no tienen maestras?
¿A los padres que no pueden darse el lujo de pagar los servicios
de una maestra repasadora?, ¿A las maestras que
oportunamente —que no oportunistamente— intentan capear
el temporal repasando a estudiantes de otros grados,
asumiendo así responsabilidades que el MINED no garantiza?
¿O al Estado que perpetua el relato de un sistema de
educación que, además de gratuito, es un ejemplo a seguir?”
Estas cuestiones no solo expresan la preocupación de maestras
como ella, sino que también atraviesan a la familia cubana
toda.

Un ejemplo de la crisis del programa estatal de enseñanza es


el hecho de que los educandos que cursan el sexto grado de
enseñanza primaria no tienen examen final de Geografía (en
su defecto realizan un trabajo práctico) porque no existe
material de estudio ni herramientas actualizadas para
impartir esta asignatura. El MINED no ha podido garantizar
siquiera mapas con la nueva división político-administrativa
cubana que se venden, sin embargo, en la tiendas Artex y, en
ocasiones, en pesos convertibles.

Los reportes de la secundaria básica Guido Fuentes, en el


municipio Plaza, tampoco dejan lugar a dudas sobre el
descalabro del sistema de enseñanza: solo en noveno grado
reprobaron el examen final de matemáticas 120 alumnos, de
ellos 25 no lograron aprobar la asignatura en las dos
oportunidades siguientes —ni en la revalorización ni en el
extraordinario— y por ende, deben repetir el grado.

Ania Cabrera, madre de uno de los estudiantes repitentes


alegaba que durante todo el curso los alumnos no tuvieron
maestros de matemáticas y, muchas madres como ella no
podían costearse los 5 CUC mensuales, que representan el
promedio que se paga por un repasador particular de
cualquier asignatura.

Existe, aunque las autoridades no quieran entenderlo así, una


diferencia obvia entre “comprar un examen” y “pagar
sesiones particulares de repaso con el propósito de sostener o
elevar rendimientos académicos”. Diferencia que radica en la
preocupación de la familia cubana por el conocimiento y la
instrucción real de sus hijos, ya sea gratuita o pagada.

Y, amén de la injusticia cometida contra los maestros


sancionados, tales medidas punitivas acarrearán más
problemas. Como puede verse en el caso de la maestra Berta
R., pues su expulsión definitiva deja sin una maestra titular el
próximo curso escolar de la escuela primaria del Reparto
Eléctrico. La sustitución no está garantizada, y por ende habrá
de acrecentarse, para el nuevo curso, el mismo dilema.

Entristece la conclusión que deja de tarea al Estado un padre


como Luis Herrera, quien no puede darse el lujo de costear,
para sus dos hijos, un maestro particular: “Este es el
verdadero costo de esa educación gratuita del que nadie
habla”.
Oscar Casanella,
investigador y profesor universitario,
denuncia amenazas hechas por la policía política
y habla sobre sus condiciones laborales
28 de mayo de 2014
Seremos como seremos
Adoctrinamiento al que son sometidos los escolares por
parte de la tiranía de los hermanos Castro
Parte I
Seremos como seremos
Adoctrinamiento al que son sometidos los escolares por
parte de la tiranía de los hermanos Castro
Parte II
Documental Utopía
La chusmería y la mala educación
promovidas por la tiranía castrista

La chusmería: hija bastarda de la revolución


Miriam Celaya
19 de enero de 2014

¡“Reagan tiene saya; nosotros pantalones, que tenemos un


comandante que le roncan los co…..!” (Consigna
revolucionaria popularizada por Felipe Pérez Roque)

La Habana despierta temprano y antes de las 8:00 am es un


hervidero de voces y movimiento. Trepidan los viejos autos y
ómnibus por la ciudad, la gente se aglomera en las paradas y
en los contenes, bulle la nueva jornada de supervivencia.
Apenas a una cuadra de la céntrica avenida de Carlos III,
decenas de adolescentes se apiñan en los alrededores de la
secundaria básica “Protesta de Baraguá” dilatando todo lo
posible el momento de entrar al matutino. Con independencia
de géneros, vivaces, altaneros, irreverentes, casi todos
hablan en voz muy alta, gesticulan, gritan de unos grupos a
otros, de una a otra acera.

Una estudiante pulcramente vestida y bellamente peinada, se


empina sobre sus pies mientras se coloca las manos a ambos
lados de la boca, a manera de bocina:

- ¡Dayáááán… Dayáááán! ¡Oye mi’jo, no te hagas el loco…


Contigo mismo es, ¿qué bolá, qué p…. te pasa?!

El interpelado, a media cuadra de distancia, se vuelve hacia


la muchacha y echa a reír:
- ¡¿Eh, Carla, ¿cuál e’?, ¿se te pegó el picadillo?, ¿Yandi no
te quita la picazón y te hace falta que yo te “arrasque”?!

- ¡Ayyyy, papi, ya quisieras. Tú no tienes pa´ eso!


-
El breve diálogo va acompañado de una gestualidad
exagerada, procaz.

Dayán se acerca y ambos se saludan con un amigable beso y


mucho manoseo. Se integran a un grupo cercano de
condiscípulos que parlotean entre sí. Cada tanto, las palabras
fuertes vuelan, como los gorriones matinales de los árboles
cercanos. Observo atenta el panorama general. El saludo
entre estos jóvenes puede ser una nalgada, un beso o una
frase gruesa digna de una taberna de bucaneros, dicha con la
naturalidad que imprime la costumbre.

Me acerco al grupo y me identifico como reportera. Quiero


hacerles unas preguntas rápidas y sencillas antes de que
tengan que traspasar la cerca de entrada de la escuela, les
aclaro que no necesito nombres, que no los voy a grabar y que
no les haré fotos si no lo desean. Algunos se alejan un poco,
por si acaso, pero quedan lo suficientemente cerca como para
escucharlo todo. Ninguno quiso ser fotografiado.

¿Dónde aprendieron a expresarte así?, ¿sus mayores se lo


permiten en casa y los maestros en la escuela?, ¿han crecido
en un medio familiar violento?, ¿qué entenderían ustedes
como groserías, o “malas palabras”?, ¿cómo definirían el
lenguaje que utilizan?, ¿en alguno de sus libros de literatura o
lengua española encuentran ese vocabulario?
Tras algunos titubeos, es el propio Dayán quien rompe el
hielo. “Na’, mi tía, normal. Todo el mundo habla así y todo el
mundo sabe lo que quieren decir esas palabras. En la casa hay
que tener cuidado porque los padres se ponen muñecones si
uno dice muchas malas palabras; pero ellos sí las dicen como
si ná. Los maestros casi nunca se meten en eso. Eso no tiene
nada de malo. Mire, en mi casa no hay violencia de esa. A
mí nunca me han dado golpe. Bueno, algún pescozón cuando
era chiquito y hacía algo malo, pero ‘normal’, como a todo el
mundo”.

Enseguida los demás se atropellan para decir y opinar,


interrumpiéndose unos a otros. Todos coinciden en que lo que
pasa es que en “mi época” no se hablaba así porque había
mucho atraso, menos libertad, pero “eso era antes”.

Decir palabrotas ahora es “normal”, (todo un adelanto,


diríase). Es verdad que en sus libros no hay ese vocabulario,
pero los libros son una cosa y la vida real otra; lo mismo pasa,
por ejemplo, en la televisión. Indago un poco más y descubro
que ninguno de ellos se ha leído jamás una novela. Menos aún
conocen de poesía. En resumen, la vulgaridad no es tal para
ellos, sino que las expresiones más ordinarias son la norma.

El timbre de la escuela avisa que va a empezar el matutino y


los muchachos se empujan para entrar mientras ríen
divertidos. Yo soy, obviamente, una “temba chea”, una
especie de anacronismo pasajero de ese día. Algunos, muy
pocos, se despiden de mí antes de darme la espalda y alejarse.

Pero así como no todos los jóvenes son vulgares, tampoco


todos los vulgares son jóvenes. La epidemia de grosería, que
se ha tornado endémica, no es un fenómeno generacional sino
sistémico.

Por la tarde salgo a la avenida cercana y bordeo el portal


lateral del Mercado de Carlos III, por la calle Árbol Seco,
donde diariamente los taxistas se agrupan para sus cotilleos
entre un cliente y otro. En la ventanita de ventas toman café
o se compran alguna bebida para refrescar las abusadas
gargantas. A cada momento las groserías salpican las charlas,
en especial en las amigables discusiones a toda voz sobre la
serie nacional de béisbol o sobre los precios de los
automóviles, cuya venta recién comenzó por el Estado. La
adolescencia ha quedado muy atrás entre ellos; muchos
peinan canas y otros ya no conservan siquiera canas que
peinar.

Le pregunto a un parqueador septuagenario que cubre el área


si esos habituales del portal siempre dicen palabrotas tan
gruesas o es solo por la emoción del momento. “Eso es normal
aquí. Siempre dicen malas palabras, aunque haya cerca
mujeres y niños. Ya no hay respeto. Y si les dices algo es peor,
así que mejor quédate calladita la boca”. Le aclaro que no
pienso decirles nada.

En realidad, si fuera a reprender a todos los que se expresan


con groserías tendría que pasar cada día completo regañando
y hubiese recibido más de un gaznatón. En Cuba, hoy por hoy,
la corrección de las maneras y del lenguaje se consideran una
gazmoñería injustificable: impera el aserismo. Pero, ¿cómo y
cuándo comenzó todo?

¡Asere, ¿qué bolá?!


Cierto que siempre han existido personas ordinarias y mal
educadas, solo que en la actualidad la grosería ha invadido la
sociedad cubana, al punto que ya no es posible sustraerse de
ella. A contrapelo del discurso oficial que pregona sobre la
instrucción y cultura de este pueblo, la vulgaridad –como
forma particular de violencia– parece haber llegado para
quedarse entre nosotros. Desde las palabrotas más gruesas
hasta la impudicia masculinísima de orinar en la vía pública y
a plena luz del día, la cotidianidad es cada vez más agresiva.

Si fuésemos a explicar la historia del imperio de la vulgaridad


en la Isla utilizando algunos de los vocablos prosaicos que se
han ido incorporando al habla cotidiana en diferentes épocas
de estos 55 años a partir del igualitarismo ramplón impuesto
como política de estado, probablemente solo un cubano
crecido en este ambiente podría entender algo del léxico.
Quizás el recuento podría sintetizarse así, y perdonen los
lectores, solo pretendo ilustrar el caso:

En un principio fue un asere, que asaltó un cuartel con un


grupo de ecobios, aunque él salió en pira cuando empezó la
balacera. Aquello se puso malito y falto’e frío y los que se
salvaron fueron pa’l tanque. Pero como eran unos locotes
pinguses, al final ellos y otros moninas que se les pegaron por
el camino cogieron el mazo aquí, por sus cojones, le dieron el
bueno envenena’o a Batista, que era un punto, y ahí empezó
la burumba esta. Se acabaron la fineza y la blandenguería,
que aquí todo el mundo es la misma salsa, así que al que le
pique que se arrasque, y si no, “tunturuntun”, ¡qué bolá!, ¡y
quimba pa’ que suene! ¿Cuál e’?
La generalización del mal hablar y la pérdida de las buenas
maneras es ya un rasgo distintivo de la sociedad cubana de
estos tiempos, al punto que el propio general-presidente,
Castro II, ha manifestado públicamente su alarma por tanta
chabacanería. La vulgaridad social, esa suerte de hija
bastarda que ahora el régimen se niega a reconocer como
propia, ha traspasado los límites del populacho y ha llegado a
los umbrales sagrados de sus padres. Y los asusta. ¿Qué tal si
un día tanta ordinariez descontrolada se convierte en
violencia contra el trono?

Los diligentes pregoneros, por su parte, han respondido de


inmediato al silbato del amo. Lenguaje, ¿Las buenas formas
se fueron de viaje?, es un artículo donde la periodista oficial
María Elena Balán Sainz, tras lamentarse de las malas formas
del habla y de los modales que rigen actualmente en Cuba, en
especial entre los más jóvenes, se adentra en un análisis sobre
el origen del español hablado en la Isla y su parentesco léxico
con otros países de la región, sobre la teoría evolucionista del
lenguaje, su importancia en la comunicación humana y de su
cuidado, por lo que insiste en que “Aunque aparentemente
caiga en saco roto, no podemos dejar la batalla por el uso
correcto de nuestra lengua, aunque existan tendencias
marcadas en los últimos tiempos al lenguaje popular
chabacano, en ocasiones con ingredientes vulgares.”

No pudo sustraerse ella misma a los lugares comunes que en


Cuba hacen de cada cuestión una “batalla” y donde toda
“estrategia oficial” naufraga en estériles campañas, aunque
hay que reconocer las buenas intenciones de su artículo. Sin
embargo, de su texto parece inferirse que la chabacanería y
la vulgaridad surgieron súbita y espontáneamente entre
nosotros, sin motivo ni razón alguna, con la misma naturalidad
que si fuesen hongos sobre heces de animales en un potrero.
Balán Sainz no menciona ni una sola vez la rusticidad soez de
las consignas revolucionarias, las palabrotas de los mítines de
repudio, la vulgaridad de agredir y golpear a los que no
piensan como indica el credo verde olivo, la grosería
estimulada y arropada desde el poder para tratar de anular
moralmente al diferente.

Aquellas aguas trajeron estos lodos…

Utilizando ahora mis propias palabras para el recuento, diría


que en un principio fue la violencia de una revolución social
que alcanzó el poder por las armas; que expropió; que
expulsó; que sembró las exclusiones por cuestiones políticas,
de credo religioso, de preferencias sexuales; que impuso el
igualitarismo, condenó las tradiciones, separó a los hijos del
hogar de sus padres para adoctrinarlos, fracturó las familias,
condenó la prosperidad, secuestró las libertades, sofocó las
capacidades creativas y la independencia de los individuos,
estandarizó la pobreza, empujó a una emigración infinita que
nos asuela y mutila. No puedo imaginar mayor vulgaridad.

Ahora, cuando ya Cuba parece una tierra arrasada, su


economía arruinada y los valores extraviados entre las viejas
consignas y las constantes decepciones, el régimen se
perturba por la grosería y pobreza del lenguaje, que avanzan
proporcionalmente con la crisis general del sistema.

Pero en algo tiene razón Balán Sainz, cuando nos recuerda que
el léxico es reflejo de la realidad social. A un país
empobrecido donde cada día se palpan con mayor acento la
frustración, las precariedades de la supervivencia y la
tendencia a la violencia, le corresponde un lenguaje pobre,
vulgar y violento. Es parte del daño antropológico, tan
magistralmente definido por Dagoberto Valdés.

¿Habrá soluciones? Por supuesto, pero tampoco serán


espontáneas. Solo el final de la grosera dictadura castrista
podría marcar el principio del fin del aserismoen Cuba.

Véase una muestra del daño antropológico


Niños que quieren ser ‘jinetera’ (prostituta), ‘yuma’
(extranjero) o dictador
La Edad de Oro (Corto documental, 2013)
Javier Castro
Repaso y repasadores
Rebeca Monzó
15 de octubre de 2013

A partir de los años cuarenta todas las personas que se


dedicaban a la enseñanza en Cuba, poseían títulos
acreditativos para ejercer profesionalmente el magisterio. En
la década de los cincuenta eran muchos los profesores ilustres
en nuestro país, reconocidos internacionalmente por sus libros
publicados, los cuales se utilizaban como material de estudio
dentro y fuera de nuestras fronteras: Valmaña, Baldor,
Añorga, por sólo mencionar algunos, libros de texto que aún
son usados en muchos de los países latinoamericanos por
profesores y estudiantes.
Después del año cincuenta y nueve, en que fueron
intervenidos los colegios privados, se promulgó una absurda
ley que “invitó” a los maestros de primaria y enseñanza
superior en funciones, a jubilarse con sólo veinticinco años de
servicios y el mayor haber percibido, sin importar la edad.
Esto y otras causas, en la que los maestros se vieron además
depreciados por haberse formado en el capitalismo, hizo que
muchos marcharan al exilio, la mayoría se jubilara y muy
pocos fueran los que continuaran ejerciendo contra “viento y
marea”. Desde entonces, la enseñanza comenzó a
deteriorarse y tuvieron que preparar “a la carrera” y en muy
poco tiempo, jóvenes del campo, como maestros para llenar
el vacío provocado por el propio gobierno: los llamados
“Makarenko, al ser formados según los métodos del pedagogo
soviético de igual apellido.

En la década de los sesenta aún quedaban buenos profesores


en muchas de las escuelas y éstos, a su vez, ayudaban a los
recién capacitados a superarse, pero los bajos salarios, la
falta de estímulos y el deterioro cada vez más evidente de las
instalaciones docentes, hicieron que, poco a poco, la
deserción fuera apoderándose del sector, sobre todo en la
primaria y secundaria. Aún, para entonces, la Universidad
contaba con figuras brillantes en su claustro.

Otras de las causas que incidió en la baja calidad de la


educación fue que los maestros se vieron presionados, para no
afectar su propia evaluación, que se basaba en la promoción
y no en la calidad, a cometer fraude. Esto hizo que muchos
informaran con antelación a sus alumnos las preguntas que
saldrían en los exámenes y, en muchas ocasiones, hasta les
“soplaran al oído” las respuestas, a fin de obtener ellos una
buena evaluación.

Muchos padres, ante el deterioro galopante de la enseñanza y


la falta de maestros en determinadas asignaturas, decidieron
acudir a profesores jubilados para que les repasaran y, en
algunos casos, hasta les impartieran las asignaturas a sus
hijos. Otros, en mejor posición económica, lograban los
mismos resultados con sus hijos, haciéndoles valiosos regalos
a los propios maestros en ejercicio. Cada vez más fue
decayendo la calidad de la enseñanza y se les perdió el
respeto a los maestros, por parte de alumnos y familiares.
Después, como puntillazo y para rematar, aparecieron los
llamados “maestros emergentes”, preparados en cursos
rápidos de baja calidad y corta duración, y la sustitución de
profesores por televisores en las aulas. Esto marcó el golpe
final a la calidad en la educación.

Progresivamente, junto a este deterioro, fueron creciendo en


número cada vez mayor, las personas que se dedicaban de
forma particular y cobrando, claro está, para mejorar un
tanto sus propias economías, los repasadores. Esto fue, hasta
la aparición de las nuevas licencias no hace mucho, una
actividad clandestina. Ahora existen legalmente los
repasadores, pero ya el gobierno le está buscando la
“contrapelusa” al ejercicio de esta actividad, queriendo
crucificar a los profesores que, estando activos, y sin estar
autorizados para obtener licencias, se dedican a ella,
arremetiendo contra los mismos a través de los Medios,
hablando de falta de ética y de civismo, sin tener la valentía
de afrontar y divulgar las causas, fundamentalmente
económicas, que han provocado esta situación: los salarios de
miseria que reciben, que son insuficientes para satisfacer sus
necesidades mínimas como ciudadanos, desestimando que, si
una vez más, los maestros se sienten acorralados, volverán a
desertar, creando un nuevo vacío en la enseñanza, cada vez
más difícil de llenar.

Es necesario buscar una salida legal para que se solvente este


caos creado, sin perjudicar a profesores ni alumnos y, sobre
todo, el futuro de la nación. Los repasadores existen
justamente, debido a la cada vez más baja calidad de la
enseñanza. Esto es responsabilidad de toda la ciudadanía en
general pero, en primera instancia, del Ministerio de
Educación y su más alta jerarquía.

Añoranza por las aulas


Yusimi Rodríguez
8 de octubre de 2013

Me impartió clases de física en noveno grado y es uno de


los mejores profesores que he tenido. Conste que no lo
comparo con profesores mediocres o formados a medias

Pertenezco a una de las generaciones afortunadas de este país


que contó con buenos profesores, que no solo tenían una
excelente formación en cuanto al contenido que impartían y
a la pedagogía empleada para hacerlo. Tenían además unas
ganas enormes de dar clases.

De esos era mi profesor de física. Sus clases comenzaban


siempre con un experimento; llegó a hacerlos incluso en el
matutino, ante toda la escuela, y eran espectaculares.
Nunca voy a olvidar cómo atravesó un condón inflado con una
aguja de más de cincuenta centímetros de largo, sin que el
condón reventara.

Volví a verlo durante el primer año de mi carrera, cuando hice


un concentrado laboral de un mes en un preuniversitario en el
campo. Fue él quien me reconoció en el comedor, durante
esos días fuimos casi colegas.

Lo recuerdo leyendo un libro de física en medio de una


reunión del sindicato. Leía sus libros de física para no reventar
ante las cosas que no entendía: “¿Por qué tengo que ir a
buscar a los alumnos al albergue cuando no van a clases? ¿Por
qué tengo que regalarles las notas si no aprueban? ¿Porqué soy
responsable de que suspendan si ellos son los que se ausentan
y no estudian, mientras yo estoy aquí todos los días temprano,
preparo bien mis clases…?”, se preguntaba.

Pensé que esas habían sido las causas de que abandonara


Educación, cuando me lo encontré dos años más tarde y ya no
era profesor. Traía viandas del campo para vender en La
Habana. Pero la razón era más simple: “me estaba muriendo
de hambre, negra”. Y entonces le brillaron los ojos y me dijo:
“tengo unas ganas de dar clases”.

Poco después, era profesor nuevamente en una beca. “Es más


fuerte que yo”, me dijo cuando volvimos a encontrarnos.
Entonces, no lo vi más hasta el año 2000. ¿Dónde? Nada menos
que en un curso de masaje. Era el primero para mí, y el
tercero o cuarto para él.
Algo complementario, porque llevaba más de un año
dedicándose al masaje. A mí me interesaba saber de las
técnicas que él ya conocía, de los precios, cómo hacer
clientela, porque aunque era profesora en un tecnológico, me
interesaba tener una fuente de ingresos extra que me hiciera
la vida más fácil. Pero de alguna forma terminábamos
hablando de Educación, de sus recuerdos, de las ganas que
tenía de impartir física otra vez.

Hemos seguido encontrándonos a lo largo de los años. Ha sido


administrador, planificador; en una época era el ayudante de
un chofer que en las vacaciones llevaba a la gente a la playa
en una guagua. Ha regresado a las aulas en más de una
ocasión, y en más de una ocasión ha vuelto a desertar.

Volví a verlo solo unos días atrás. El negocio de los masajes


está un poco flojo, pero se ayuda con lo que aparezca. “El
problema es que tú puedes ser muy profesional, muy
universitario, pero hay que tener claro que del título no se
vive, por lo menos aquí”, me dice.

Le pregunté si ya se le había curado la nostalgia por el aula, y


me respondió: “Nunca”. Pero le entristece el estado de la
educación en Cuba. “Se retrocedió mucho con eso de las
teleclases, los maestros emergentes, los profesores generales
integrales que tenían que impartir todas las asignaturas en
secundaria; eso era un disparate, yo no acepté eso.

Ahora parece que por fin se dieron cuenta y las cosas van a
mejorar, pero hay por lo menos una generación que ya se
jodió con ese sistema”. Le pregunté si estaba dispuesto a
volver a impartir clases si las cosas mejoraban, y por un
momento volvieron a brillarle los ojos, pero enseguida lo
atrapó el pesimismo.

O simplemente el realismo: “Ya tengo más de cincuenta años,


no sé cuántos tendré cuando las cosas hayan tomado su lugar,
pero si mejoran a tiempo… creo que sí, que volvería a dar
clases”.

Al bajar de la guagua íbamos en sentidos diferentes. Yo, a


intentar rellenar un cartucho de impresora; él, a dar un
masaje. “Hay que estar donde esté el billete, negra”, fue su
frase de despedida.

Es uno de los que perdieron el juego, en cierta


forma. Abandonar la vocación de uno es siempre triste,
aunque uno se forre de dinero; y más triste aún si ni siquiera
te forras de dinero, solo sobrevives. Es también uno de los que
se perdieron quienes debieron conformarse con recibir clases
de un profesor a medio hacer.

No lo culpo. Educación es uno de los sectores que más sufrió


con el Período Especial (que no se sabe si ya terminó) y uno
de los que más sufre aún. En Educación no hay “jabitas”, no
hay “búsqueda”, y la divisa, hay que divisarla de lejos.

No será un Héroe del Trabajo en la República de Cuba, pero


sí un héroe para su familia, a la que ha mantenido a flote en
medio de la(s) crisis. No lo admiro menos que a esos otros
profesores que me dieron clases o fueron mis colegas durante
mi breve estancia en Educación.
A diferencia de mí, y a pesar del salario que no les alcanza,
de las condiciones difíciles en las que han tenido que trabajar,
de que no dan abasto, de los errores que se han cometido en
el sector, siguen de pie en el aula, frente a sus alumnos, sin
que les pase por la mente la idea de renunciar. Ellos también
son héroes.

Formar ciudadanos no es tarea de dictaduras


Miriam Celaya
2 de octubre de 2013

Las estadísticas oficiales, tan complacientes como engañosas,


han motivado reconocimientos internacionales al sistema
educacional cubano, pero enmascaran la mala calidad de la
enseñanza de nuestros centros de estudios, la insuficiente
calificación de los graduados, el promocionismo como
política de Estado y la corrupción general, que contamina a
docentes, estudiantes y padres.

Cada experimento docente implementado por el régimen se


ha visto coronado por el fracaso, sin embargo, las autoridades
continúan negando la participación ciudadana en la búsqueda
de soluciones a un problema que afecta a la toda la sociedad
y que rebasa los intereses políticos de la cúpula.

El maestro revolucionario

Contrario a lo que pregona el gobierno, en la etapa


republicana se produjeron un desarrollo y una diversificación
notables en la educación. También se avanzó en la superación
del analfabetismo.
Según el censo de 1953, éste alcanzaba un 23% entre los
cubanos mayores de 10 años, cifra favorable para los
estándares de la época, aunque existía un fuerte contraste
entre las zonas rurales (41%) y las urbanas (11,6%), niveles de
enseñanza muy superiores a los de numerosos países que hoy
se cuentan entre los más desarrollados del mundo.

La Ley de Nacionalización de la Enseñanza (6 de junio de


1961), estableció la enseñanza pública y gratuita y suprimió
la educación privada. Con ella todos los centros de enseñanza
privada, sus bienes y acciones, pasaron al poder del Estado,
encargado desde entonces de los programas docente-
educativos.

También en 1961, la campaña de alfabetización movilizó


hacia zonas rurales a cientos de miles de jóvenes como
maestros. El Manual de los alfabetizadores debía orientar a
éstos “técnica y políticamente”; en tanto la Cartilla de los
educandos contenía “24 temas sobre cuestiones básicas de la
revolución, con definiciones sobre las palabras usadas”.

Fue el inicio del adoctrinamiento de las masas y de los


maestros, y el arranque de una tendencia que se haría
perniciosa en la educación cubana: la improvisación de
“educadores” mediante cursillos breves, sin una verdadera
formación ni vocación, a despecho de la larga y rica tradición
pedagógica anterior. Había nacido la era del maestro
revolucionario.

Las escuelas pedagógicas


En los 70’ surgieron escuelas pedagógicas especializadas,
como el Contingente “Manuel Ascunce” y la Escuela
Formadora de Maestros Primarios “Salvador Allende”, para la
formación de maestros secundarios y primarios,
respectivamente, y a finales de esa década, el Instituto
Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, que en sus años
de gloria llegó a graduar profesores de alto nivel con una
instrucción especializada en todas las ramas de la enseñanza.

También en los 70’ se generalizaron las Escuelas en el Campo,


sistema de internados para los niveles secundario y
preuniversitario y de varias especialidades tecnológicas, la
política oficial sustituyó el papel de los padres en la educación
de los hijos, por el del Estado, asestando un golpe demoledor
a la familia como fuente de valores éticos y morales.

A la vez, el proceso docente educativo, subordinado a la


ideología oficial, fomentaba la enseñanza de una historia
nacional apócrifa y una falsa identidad cultural en función de
la legitimación del poder “revolucionario” y no en la
formación de valores cívicos, lastrando con ello la cultura y
erosionando los valores nacionales.

Pese a sus limitaciones, el sistema de enseñanza logró


extender la instrucción a todas las capas de la población,
aumentó los niveles de acceso de grupos sociales
históricamente desfavorecidos y creó en la población la
conciencia de la educación como un derecho, aunque a
cambio de un adoctrinamiento ideológico sin precedentes en
la nación.
Tras la desaparición de la Unión Soviética y de sus subsidios
que sostenían los planes educativos del gobierno, la crisis
económica de los 90’ provocó altos niveles de deserción
estudiantil y el éxodo de miles de maestros y profesores hacia
ocupaciones más rentables. Decenas de escuelas en el campo
donde se formaba el “Hombre Nuevo” fueron cerradas,
terminando de golpe y en el más estrepitoso fracaso el mayor
experimento pedagógico de la historia de Cuba.

Ante la crisis

En la actualidad no quedan rastros en la Isla de lo que alguna


vez fuera un relativamente desarrollado sistema
educacional. En la última década los sucesivos cursos de
maestros emergentes, conocidos como “maestros
instantáneos”, han agudizado el deterioro educacional.

La política oficial continúa asumiendo la educación de toda


una nación cual si se tratara de campañas y batallas de guerra
y pretende remontar el problema improvisando medidas,
como son el retorno de más de 2 mil maestros jubilados a las
aulas o la autorización de “repasadores” –generalmente
profesores retirados.

Los superiores resultados de estudiantes cuyos padres


contratan los servicios de profesionales de la educación,
demuestran la superioridad de la iniciativa privada. Estas vías
de educación “informal”, con sus aciertos y limitaciones,
señalan un inicial retorno a la coexistencia de una red de
instrucción-educación privada junto al sistema de educación
pública al acceso de todos.
El mito de la igualdad social

Se ha roto el mito de la “igualdad social” al crearse una


diferenciación de oportunidades de acceso entre los
estudiantes según puedan o no costear estos repasos del
sector educativo privado.

Uno de los factores que dificulta la recuperación de la calidad


de la enseñanza en Cuba continúa siendo la constante
emigración hacia el extranjero tanto de maestros y profesores
como de miles de profesionales y técnicos que antaño fueron
la base esencial de la formación de educandos.

Se calcula que solo en los últimos 30 años han emigrado


alrededor de 15.000 médicos, más de 10.000 ingenieros y más
de 25.000 licenciados, así como un gran número de técnicos
medios y obreros calificados, en un proceso permanente de
descapitalización que afecta la base docente de numerosas
especialidades técnicas. Muchas de éstas incluso han
desaparecido.

Además de los emigrados, decenas de miles de maestros


fueron destinados a los programas educativos
“internacionalistas”, despojando muchas aulas cubanas de los
docentes mejor calificados, sustituidos por “maestros
emergentes”, apenas alfabetizados ellos mismos, con
funestas consecuencias para la calidad de la enseñanza.

No es tarea de dictaduras

En la actualidad se ha retornado a la formación pedagógica


especializada para la educación primaria, carrera de cuatro
cursos, con estudios secundarios aprobados, como en las
Escuelas Normales de antes de 1959. En la capital, se ha
retomado la antigua sede de los maestros normalistas.

Queda mucho camino antes de que se inicie


alguna recuperación del sistema educacional, que debe pasar
tanto por la inversión de cuantiosos recursos financieros como
por la participación de todos los actores sociales interesados
y por una apertura de formas alternativas de la enseñanza,
incluyendo el regreso de la educación privada, laica y
religiosa, sin menoscabo de la educación pública.

No han faltado las propuestas desde espacios de la sociedad


civil para superar en alguna medida los profundos desafíos de
la educación de las generaciones presentes y futuras, pero
éstas han sido rechazadas por el gobierno.

Sin embargo, más temprano que tarde el sistema educacional


está forzado a transformarse con los cambios que se están
produciendo en la realidad cubana. El crecimiento de sectores
independientes acabará influyendo en la renovación de la
educación de la nación.

Medio siglo de experimentos han demostrado sobradamente


que formar ciudadanos no es tarea que corresponda a las
dictaduras.

Buenas y malas palabras


Fernando Dámaso Fernández
16 de septiembre de 2013
Las palabras, por decenas de miles, son parte integrante de
los idiomas. Sirven para definir y diferenciar los objetos, los
elementos de la naturaleza, las personas, los sentimientos, las
acciones, en fin, tanto todo lo material como todo lo
inmaterial. Constantemente se encuentran en proceso de
cambio y, mientras algunas dejan de ser utilizadas, aparecen
otras nuevas, en correspondencia con el desarrollo de la
humanidad. No existen, como tales, buenas y malas palabras.
Esta división sólo depende de cómo, dónde y cuándo se
utilizan.

En Cuba, en este último medio siglo, se han perdido muchas


cosas materiales (la agricultura, la industria, el transporte,
las viviendas y otras), y también muchas inmateriales (los
valores morales, el civismo, el respeto, la buena educación,
las buenas costumbres, la disciplina social, la tolerancia,
etcétera).

Tratando de rescatar (verbo de moda) algunas de estas


últimas, se ha dado un toque de corneta, llamando al combate
para restaurarlas en el menor tiempo posible. Como es una
característica nuestra quedarnos cortos o pasarnos, me
preocupa que, después de quedarnos cortos durante decenas
de años, permitiendo su pérdida sin hacer absolutamente
nada para impedirlo, a pesar del alerta de muchos
ciudadanos, ahora tratemos, pasándonos, de resolver el
problema con consignas, compromisos y represión (ya hay
quienes claman por multas, castigos en trabajos agrícolas,
construcción de caminos, etcétera), que sólo tocan lo
superficial, sin ir a su meollo, que se encuentra en el fracaso
familiar y escolar, ante la educación y preparación de las
nuevas generaciones que iban surgiendo, deslumbrados y
ocupados la mayoría por el cumplimiento de los planes
faraónicos y las ideas mesiánicas, que exigían la entrega de
todo el tiempo disponible en aras de un futuro luminoso que,
por cierto, se perdió en el camino

Dice un viejo refrán que los errores en la educación se pagan


a largo plazo. Aquí está una muestra de su validez: sin
educación en el seno familiar y con una deficiente educación
en la escuela, los resultados no podían ser otros. Todos
estamos de acuerdo en que la situación existente hay que
enfrentarla y resolverla, pues atenta directamente contra una
sana convivencia social. Es necesaria la educación y la
prevención, pero ¡cuidado con los excesos! Nunca nos han
dado buenos resultados.

¿A dónde van los desconectados?


Elaine Díaz

Lily me enseñó que en la segunda clase de Periodismo


Hipermedia uno les pide a los estudiantes una reacción. Un
dibujo, una frase, tres párrafos, lo que sea. Como profesor,
tienes que saber que están vivos, que están… a pesar de. En
la primera clase mis alumnos llenaron la pizarra de papeles
amarillos con sus demandas. Querían aprender a hacer redes
sociales y a trabajar con CMS, querían dominar el periodismo
dicen que del futuro y las herramientas, querían combinar la
teoría y la práctica. En todos los papeles se repetía una
palabra: aprender. Y yo no les creí, porque los alumnos no
suelen decir que pasan de todo.
Pero cuando siguieron olvidando clamar por los cinco minutos
y el fin de la clase, comencé a tomarlos en serio e hicimos un
trato. Olvidaríamos la formalidad del programa y la asistencia
y aprenderíamos a ser buenos periodistas, con una condición,
durante la clase, la situación de Internet en Cuba nunca sería
una justificación para no hacer. Les regalaría un lunes de
catarsis y allí, durante las horas que fueran necesarias y con
un cake y refrescos mediante hablaríamos de la desconexión
por todas partes. Después de ese día, haríamos periodismo
hipermedia “como si todos tuviéramos un BGAN”. La frase
hubiera sido más dramática si ellos hubieran sabido qué
demonios era un BGAN.

Tendríamos un lunes de herramientas y un jueves de teoría, o


al revés. Por equipos, debían buscar una herramienta
específica, juguetear con ella y luego enseñársela al resto del
grupo. Y la herramienta debía servir para hacer periodismo
hipermedia en la Cuba desconectada de 2013 y debía hacernos
la vida más fácil.

Los muy alumnos hicieron el trabajo al pie de la letra.


Trajeron su herramienta y leyeron sus papelitos donde
contaban para qué servía. Y los que estaban sentados les
hicieron más preguntas de las esperadas. No sé exactamente
en qué momento olvidaron sus papeles y comenzaron a contar
los tropiezos, las dificultades para comprender dónde se
guardaban las hojas de cálculo que generaba Import.io; las
posibilidades para monitorear temas específicos y para el
periodismo especializado.

No sé en qué momento empecé a aprender y a preguntar yo


también. Durante algunos segundos, ciertamente, teníamos
una conexión de alta velocidad en aquel espacio cómplice
lleno de polvo de tiza.

La herramienta tenía una aplicación de escritorio. Y los muy


estudiantes, en lugar de venir con un mar de justificaciones
como corresponde a cualquier alumno listo que solo tenga
40MB de consumo de Internet durante el mes, intentaron
descargar la aplicación. Cuando la probaron, la aplicación de
escritorio funcionaba con conexión, pero ya habían perdido su
cuota del mes. Y allá va el imagínese, profe, tenía 50MB,
nosotros usamos toda nuestra cuenta, pero tenemos solo 40;
por eso probamos la parte online, pero no la de escritorio. Y
Enio, que no está ni en ese equipo, me dice que las ayudó a
bajarla, pero que hasta ahí pudieron llegar.

Yo solo quería parar la clase y salir corriendo de allí. Quería


irme a la cama o llevarlos a la oficina del Ministro de
Informática para que viera a treinta alumnos que solo piden
aprender, gastar el Internet de todo un mes resolviendo una
tarea. Yo solo quería sentarme a llorar de la vergüenza, de la
rabia por haber perdido la noción de lo que significa estar
desconectado y ni siquiera poder darte cuenta de lo grave que
es eso profesionalmente. Pero ni siquiera quedándome allí
conseguí aliviar la culpa, aunque apenas tenía 260MB más que
ellos y no había una conexión ADSL, o por módem siquiera en
casa removiendo la conciencia.

Hoy volví a presenciar una repartición de Internet, aunque


esta será de apenas cuatro horas. Hoy, como ayer, y como
antier, les toca a los mismos de siempre. Hoy perdimos la
posibilidad de alfabetizar a un desconectado. Hoy seguimos
excluyendo o entreteniendo con intranets a quienes piden a
gritos In-ter-net. Quizás las campañas de alfabetización ya
pasaron de moda y alguien decretó el fin de la utopía. Quizás
es más cómodo lanzar “al pueblo” allá lejos. Pero ya los
profesores tenemos que cargar con el remordimiento de ver a
los alumnos pagar por la impresión de sus trabajos de clase y
la edición de sus productos radiales y televisivos. Si Dios
existe, por favor, líbranos de la vergüenza de escuchar en
boca de algún estudiante las palabras: “Tuve que pagar 4.50
CUC para hacer la tarea”.

Pioneros por el comunismo: doctrina con pañoleta


Miriam Celaya
16 de septiembre de 2013

Este curso escolar mi nieto César comenzó en primer grado.


Está contento por la expectativa de aprender a leer y a
escribir, pero sobre todo anda muy entusiasmado porque
pronto va a recibir su pañoleta azul que lo convertirá en otro
“pionero por el comunismo”, tal como 28 años atrás lo fue su
padre y muchísimo tiempo antes que éste, lo fue esta abuela
conflictiva.

El lunes pasado, recién llegado de su escuela, me llamó por


teléfono: “Abuela, te voy a recitar la poesía que me aprendí
y que tenemos que recitar todos los niños de mi aula el día
que nos pongan la pañoleta”. Y a continuación su voz fresca y
limpia repitió la doctrina rimada en una pésima versificación:

“Para mi comandante de dulce sonrisa

Guardo para siempre el sol y la brisa.


Para mi comandante de barba y sombrero

He cortado flores en jardín de enero.

Para mi comandante perdido en octubre

Esta pañoleta azul que me cubre”

Enmudecí por unos instantes, asimilando el mal efecto, y me


sorprendí a mí misma buscando los consuelos más estúpidos
del mundo: al menos no se trata de una oda al Innombrable,
o al argentino que asesinó impunemente a tantos cubanos…
Aunque reconozco que es un consuelo tonto; antes o después,
el catecismo revolucionario incluye en el programa a estos dos
protagonistas del santoral verdeolivo, y habrá otras malas
poesías, y habrá consignas y pérfidos rituales.

Enseguida me asaltaron los recuerdos antiguos de mi propia


iniciación pioneril, cuando yo tenía los mismos seis años que
tiene ahora César y andaba mudando los dientes y feliz por la
cercanía de mi pañoleta, para entonces azul y blanca, sobre
la blusa gris claro de mi uniforme de primaria. Llegó un
fotógrafo a la escuela para retratar a los niños aspirantes a
pioneros, sentados por turno en un pupitre en el patio de la
escuela, con una enorme bandera cubana extendida como
fondo, y en la mano un lapicero, como si estuviésemos
escribiendo la planilla de solicitud, aunque apenas alguno de
nosotros sabía escribir un poco. Porque entonces era requisito
imprescindible aspirar a la organización pioneril y recibir
autorización de nuestros padres, que debían firmar esa
planilla dándonos su consentimiento, antes de pertenecer a
ella.

En el lapso de esos 48 años han cambiado algunos detalles.


Por ejemplo, en mi generación no era obligatoria la
pertenencia a la organización de pioneros, la etapa pioneril
se limitaba a los grados de enseñanza primaria, la pañoleta
solo se usaba en determinadas fechas y ceremonias y los libros
de texto no estaban tan abrumadoramente ideologizados;
pero en el fondo el contenido de la organización siempre ha
sido el mismo: establecer mecanismos de control social al
servicio del gobierno a partir de la manipulación de la
conciencia de grandes masas desde edades muy tempranas.
Gracias a este método, eminentemente fascista, la mayoría
de los individuos quedan sujetos, si no a la ideología
propiamente dicha, al menos sí al sometimiento pasivo, a la
aceptación.

Para los niños, sin embargo, ser pioneros no representa una


filiación político-ideológica, como en efecto lo es, sino que la
pañoleta es un signo denotativo de pertenencia a una escuela,
a un grupo de amigos y condiscípulos que comparten
aprendizaje, juegos, intereses comunes. La pañoleta dice que
“son mayores”, que ya saben leer y escribir o que están
próximos a ese conocimiento. Ellos ignoran que recibirán
entre poesías, lecturas, lemas y consignas, el sistemático
lavado de cerebro oficial que antes recibieron sus padres y
abuelos nacidos bajo este régimen.

De hecho, el proceso de “pionerización comunista” se ha


envilecido más en los últimos 30 años, tras la ruptura
generacional entre los cubanos nacidos poco antes o justo
después de la instauración del castrismo, y la casta guerrillera
del Moncada, el “Granma” y la Sierra, ocurrida con el
despertar al desencanto que se produjo fundamentalmente a
partir de mayo de 1980, a raíz de los sucesos de la Embajada
de Perú y el éxodo de Mariel. Había finalizado el romance
“revolucionario”, y en consecuencia, la conciencia de decenas
de miles de cubanos comenzó a independizarse
paulatinamente del discurso oficial, en tanto las actitudes
públicas se mantenían respondiendo a la convocatoria
gubernamental. En lo sucesivo, casi cada cubano que se
apartaba del credo castrista empezó a lucir dos rostros y dos
“morales” contrapuestas: una “verdadera”, para la vida
privada junto a familiares y amigos de confianza; otra “falsa”,
para mimetizarse en el colectivo laboral y en la sociedad (en
“la masa”) y mantenerse a salvo de la represalia y de las
delaciones.

Así, la iniciación pioneril como rito que marca el comienzo


oficial y socialmente aceptado del adoctrinamiento para la
servidumbre ideológica, ha devenido también el punto de
arrancada en el ejercicio de la llamada “doble moral”
(inmoralidad). Un pacto vil tácitamente aceptado por las
partes en virtud del cual el gobierno finge creer que todos los
padres cubanos aceptan la militancia “pioneril-comunista” de
sus pequeños, a la vez que éstos enseñan a sus hijos a seguir
la corriente que indica la doctrina en las escuelas y a repetir
versos y consignas de loas al régimen, mientras en casa se
sobrevive en la ilegalidad e incluso en el discurso contrario al
gobierno. “Esto que ves y que oyes aquí no lo puedes decir en
la escuela”, “di eso si la maestra te pregunta, pero en
realidad las cosas son de esta otra manera”, indican los
mayores. Por último, están los niños que usan la pañoleta de
“pionero-por-el-comunismo-seremos-como-el-ché” hasta
pocos días antes de emigrar con sus padres en busca de la
libertad que no encontraron en su propia tierra. Y con esa
práctica, una generación tras otra, hemos estado inculcando
en nuestros niños la mentira y la hipocresía como valores para
enfrentar la vida.

Quizás por eso al escuchar a mi nieto recitándome las estrofas


de aquella mala versificación quedé congelada. No obstante,
rápida como el rayo se me ocurrió una solución cuando,
sorprendido por mi silencio, mi chiquillo me preguntó:
“Abuela, ¿por qué te quedaste callada?, ¿no te gustó la
poesía?”. “No, lo que pasa es que yo me sé muchas poesías
más lindas que esa. Vamos a hacer un trato: te las voy a
enseñar”. Quedó encantado. Yo también conozco el poder de
los versos, pero no para adoctrinar, sino para enriquecer el
alma, para hacernos libres. Ya veremos qué versos calan
mejor en el espíritu de mi niño, pero me inclino a pensar que
serán los que le recite yo.

Nuevo curso escolar: más de lo mismo


Eugenio Yánez
5 de septiembre de 2013

Promesas y palabrería no resolverán los problemas

Acaba de comenzar un nuevo curso escolar en Cuba, con


aproximadamente un millón ochocientos mil estudiantes en
educación primaria y secundaria, y más de doscientos mil en
la universitaria (incluyendo extranjeros).
La cifra, de por sí, es halagüeña: es importante que niños y
adolescentes puedan asistir a clases en primaria y secundaria
en cualquier país. Sin embargo, no puede reducirse la realidad
de la educación a cifras y números abstractos, sin mirar hacia
los contenidos de estudio y, sobre, todo, a los resultados que
se obtienen.

La enseñanza en Cuba no pretende formar ciudadanos para el


desarrollo del país, sino hombres nuevos que apoyen
incondicionalmente a “la revolución”. No quiere estudiantes
y profesionales que piensen con cabeza propia (para pensar
está el Partido), sino recios militantes que siempre respondan
incondicionalmente a lo que demande el gobierno.

Los niños cubanos en escuelas primarias y secundarias, desde


el primer día de clases, repetirán como robots que están por
el comunismo y que serán como Che Guevara. Es decir, que
en pleno siglo 21 están por una ideología del siglo 19 que
fracasó estrepitosamente en todo el mundo durante el siglo
20, y que desean ser como un extranjero deslucido, tosco y
sin los más mínimos sentimientos: supuesto médico argentino,
aunque nadie ha visto nunca el título que lo acredite como
tal; experto en nada en el gobierno cubano, aunque opinaba
sobre todo; que no demostró demasiado apego a la vida
familiar, dejando atrás en dos ocasiones esposas o hijos para
irse a la aventura; y que si tuvo algunos logros en la guerrilla
de la Sierra Maestra no le sirvieron para nada en sus
escandalosos fracasos en el Congo y Bolivia.

Los pequeños cubanos escucharán en la escuela desde el


primer día la cantaleta de cinco supuestos héroes
antiterroristas que cumplen injusta prisión en Estados Unidos
por espionaje, y aprenderán de memoria sus nombres y sus
biografías amañadas. Nunca les dirán que otros miembros de
esa Red Avispa cooperaron con la justicia americana,
cumplieron condenas leves, y caminan por las calles del
“norte resuelto y vital”, viviendo una vida decente.

A cambio de ese adoctrinamiento absurdo sobre cinco espías,


terminarán algún día sus estudios sin saber siquiera quienes
fueron cinco intelectuales cubanos de relieve en nuestra
historia, como José Antonio Saco, Francisco de Arango y
Parreño, Enrique José Varona, Jorge Mañach, y Leví Marrero.
Y convencidos de que el documento más importante de la
historia de nuestro país se llama La Historia Me Absolverá,
aunque no lo hayan leído, pero sin conocer siquiera una página
de las actas de la Asamblea que elaboró la Constitución de
1940.

No estudiarán Moral y Cívica ni Urbanidad, escucharán clases


de historia tergiversada, y recibirán pobre preparación en
Gramática, Redacción y Ortografía, lo que se comprueba
perfectamente en castristas rabiosos que comentan en foros
digitales de Cubaencuentro y otras páginas en Internet,
convencidos de que quienes no compartimos los puntos de
vista de la dictadura no somos cubanos y no amamos nuestra
patria. Castristas que tampoco saben de esos cinco
intelectuales anteriormente mencionados, aunque reciten de
memoria fragmentos de discursos de Fidel Castro o
estadísticas manipuladas que “demuestran” el extraordinario
avance de eso que llaman revolución cubana. Y que, además
de incultos, arrogantes y torpes, son sobre todo aburridos,
“pesaos”.
Los estudiantes de un país son reflejo de la sociedad en que
viven y de los valores que se comparten en ese país. El propio
Raúl Castro reconoció recientemente el absoluto fracaso y el
desastre en la formación de valores morales y conducta de las
nuevas generaciones. No puede culpar de eso ni al
imperialismo, ni al bloqueo, ni a la Ley de Ajuste Cubano.

En un país donde se permiten y alientan mítines de repudio


contra quien piense diferente, aplauden que se golpee y acose
a mujeres, y utilizan a gritos el lenguaje más soez; donde
todos los opositores o disidentes son vistos como mercenarios
y agentes del imperialismo; donde se subestima la profesión
docente y se le paga una miseria a los profesores, pero se les
exige como si fueran sargentos de galera; en un país donde el
fraude y la corrupción están presentes en todas las instancias,
y a los jefes no les importan las condiciones de vida de la
población; donde se promete y no se cumple, pero se aplaude,
viviendo en la doble moral; donde la prensa oficial miente
descaradamente y los militantes falsean informes para “los de
arriba”; donde se niega al mundo la bochornosa existencia de
las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) en los
años sesenta, o el envío de armas a Corea del Norte en abierta
violación de sanciones de la ONU; donde siempre se ha
apoyado a facinerosos dictadores como Saddam Hussein,
Muammar Khadafi, Bashar el Assad, Mengistu Haile Mariam,
Manuel Antonio Noriega, los carniceros del Khmer Rojo o la
dinastía coreana de los Kim; en un país donde el gobierno
“resuelve” diariamente, porque para la nomenklatura todo
vale con tal de mantenerse en el poder; en un país como la
Cuba de hoy, en ruinas, sin rumbo, esperanza ni proyectos de
futuro, lo único que pueden aprender sus estudiantes es a
reproducir en su vida personal y social lo que observan todo
el tiempo a su alrededor, desde que se levantan hasta que se
acuestan.

¿Por qué debería ahora ser de otra manera? ¿Por decreto


partidista? ¿Porque se dio la orden de que sea diferente?
¿Porque el régimen dice que va a luchar contra el fraude?
¿Porque repiten como cotorras que hay que elevar los
resultados de la educación? Más de lo mismo no resolverá los
problemas. Nunca lo ha resuelto.

No hay que engañarse. La educación en Cuba no ha fracasado:


es cierto que no gradúa estudiantes aptos para la vida y los
requerimientos del mundo contemporáneo, sino “hombres
nuevos” útiles para nada. Sin embargo, eso es lo que se ha
pretendido desde el poder, y eso se ha conseguido.

Ese es el mayor “logro de la revolución” en uno de los sectores


abanderados de la propaganda totalitaria. Ese es el éxito de
la educación en la Cuba de los Castro:

Las nuevas generaciones de cubanos reducidas al asere,¿qué


volá?

Nuevo curso, vieja deficiencias


Rebeca Monzo
4 de septiembre de 2013

Comenzó el curso escolar 2013-2014 arrastrando, en esta


nueva etapa, todas las deficiencias y errores acumulados
durante estos últimos treinta años.
Después de pasar por el trago amargo de conseguir los
uniformes, mandarlos a arreglar, buscar algún otro de un hijo
de una amistad que ya no lo use, para tener dos para
intercambiar, conseguir los libros y con qué forrarlos, pagar
en CUC libretas, pues las que da la escuela no alcanzan, los
lápices, la mochila, las medias, las zapatillas o zapatos (la
peor pesadilla de los progenitores), toda una inversión en
moneda dura, la tarea de mayor responsabilidad, por lo que
ella implica, es conseguir matricular a los hijos en una escuela
(de las que le corresponden por el área de residencia), que
cuente con maestros suficientes, pues el déficit de
educadores es tal, que muchas aulas aún no tienen asignado
profesor.

Cada día son menos los jóvenes que acceden a las carreras
pedagógicas, entre otras razones, porque los salarios pagados
son insuficientes, y no gozan de las condiciones mínimas ni del
reconocimiento social para poder ejercer correctamente su
profesión, amén de la carga ideológica que conlleva el ser
maestro. Muchos de estos jóvenes, que un día fueron
captados, finalmente terminaron por dejar las aulas, para ir a
trabajar en el sector turístico o gastronómico, por
encontrarlos mucho más atractivos y mejor remunerados.
Entonces fueron convocados aquellos alumnos que no lograron
puntuación para carrera alguna, y preparados en solo tres
meses para ejercer el magisterio, amén de que introdujeron
como sustitutos docentes en las aulas los televisores,
provocando el sueño y el aburrimiento de alumnos y maestros,
sin tener en cuenta que los errores en educación se pagan a
muchos años vista.
Ahora el gobierno se queja de los tremendos déficits
académicos que padecen nuestros educadores y educandos,
cosa que impide a estos últimos acceder a las universidades,
que dicho sea de paso, también han bajado mucho su nivel
académico, debido a que la política y la ideología partidista
han estado siempre priorizadas ante la docencia. Ahora
mismo, se da el caso de que este curso escolar ha sido
dedicado íntegramente a “los cinco héroes”. Para ello, por
supuesto, no se ha contado con los profesores ni con los
alumnos. Ya se parte desde un inicio a introducir un concepto
erróneo, que se presta a confundir a los estudiantes. De nuevo
la política por encima de la docencia.

Otro aspecto que hay que tomar en cuenta, es que son los
padres fundamentalmente y los propios maestros, los que días
antes del comienzo del curso, deben, con sus propios
recursos, limpiar las aulas y las áreas escolares y, en
ocasiones, hasta proveer la pintura con que se adecentarán
éstas. Algunos padres, los que cuentan con ciertos recursos
económicos, hasta compran ventiladores para asegurar un
ambiente más agradable en el aula de sus hijos. Todo esto es
ya una práctica común. Una vez más los ciudadanos
resolviendo los problemas que corresponden al Estado, quien
es el que finalmente se anota, ante la opinión pública, su
“pírricos triunfos”, en este caso en la educación, una de las
“banderas triunfantes” enarboladas por el socialismo, que
está en estos momentos totalmente desgastada y raída.

Además, se habla constantemente de recuperar la educación


formal, los buenos modales y las buenas costumbres sociales,
y yo me pregunto: ¿quiénes fueron los principales
responsables de que estas desaparecieran y se destruyeran,
inculcando en los adolescentes la promiscuidad reinante en
las obligadas becas y escuelas al campo, donde los buenos
modales trasmitidos por la familia quedaron replegados, por
considerarse conductas pequeño-burguesas?

¿Quien ha podido olvidar que fueron los propios profesores


quienes, en muchas de las escuelas, en los años ochenta,
proveyeron de piedras y palos a los estudiantes, por
orientaciones de las autoridades, para reprimir a todo aquel
que manifestara abandonar el país? Ahora, a quién debemos
culpar de las conductas impropias, la vulgaridad y la
marginalidad desarrollada en nuestra sociedad, donde los
malos ejemplos han ido de la mano del deterioro económico
y social durante casi medio siglo, donde el miedo inducido nos
ha llevado a ser cómplices involuntarios con nuestro silencio.
Adoctrinamiento político en la enseñanza:
¿efectivo o no?
Lizandra Díaz Blanco
30 de agosto de 2013

No es hasta años después, cuando hojeamos el libro de primer


grado con que aprendimos a leer, que nos percatamos en su
justa medida del torrente de propaganda a que fuimos
sometidos quienes estudiamos en Cuba del 1959 hasta la
fecha.

Se siente sorpresa, ira, risa, y finalmente preocupación por


aquellos que aún no han vivido la epifanía como nosotros, por
los que están aprendiendo a leer con ese mismo libro ahora.

Por eso sería válido preguntarse: ¿Es efectivo el


adoctrinamiento político en la enseñanza cubana? ¿Cuál es el
verdadero alcance de la propaganda del gobierno castrista en
estas mentes en formación? ¿Cómo reaccionan a ella?

La economista Karina Gálvez, quien trabaja como profesora


del Instituto Politécnico de Economía, en Pinar del Rio,
asevera que la saturación de propaganda política en cada
clase ha provocado el rechazo total de los alumnos a cualquier
comentario con el más ligero tufo a teque revolucionario.

No importa si es contenido de la clase de historia, aclara


Gálvez. “Después de años y años de tanta politización tú le
puedes preguntar a alguno: ¿quién dirigió el asalto al cuartel
Moncada?, y no lo saben.”

La profesora, quien comparte cada día con jóvenes de entre


14 y 18 años durante años, da cuenta de la gran ignorancia
que padecen los educandos en cuanto a política e ideología.
“Puedes encontrarte estudiantes que no tienen ni idea de lo
que es el Comité Central del Partido, ni qué es el Buró
Político, ni la diferencia entre la Asamblea y el Poder
Popular”.

El joven Eliecer Ávila, joven activista que durante toda su vida


estudiantil vivió la influencia del adoctrinamiento político,
asegura que sí es efectivo, “yo diría que es decisivo en la
futura conducta que sumen los cubanos cuando ya llegan a la
mayoría de edad y tienen la posibilidad de decidir y de votar”.

“Porque en eso consiste –opina– en darles un sistema escogido,


unas decisiones tomadas, unas verdades por absolutamente
ciertas e incuestionables, y eso va formando un mundo muy
estrecho de análisis”.
Para Ávila los problemas que enfrenta Cuba actualmente
tienen que ver con esa limitada visión que les inculcan a los
cubanos desde pequeños en la escuela: “Es el arma
fundamental que tiene el gobierno para controlar el
comportamiento de los ciudadanos”.

Sin embargo, la profesora Gálvez considera que quienes se


muestran simpáticos al sistema político lo hacen por “una
especie de inercia o de deseos de reconocimiento. “La
mayoría de los jóvenes con los que he trabajado no quieren
pertenecer a la UJC, porque esto solamente entraña un
compromiso de participar en todos los actos políticos, tareas
y trabajos voluntarios”.

Clases de Debate y Reflexión y reuniones de aula que tiene


como tema obligatorio el discurso más reciente del líder
político: nadie escapa a la cucharada de jarabe oficial. Unos
estudiantes asumen la situación con estoicismo, pronuncian
dos o tres frases llenas de lugares comunes sobre “el
compromiso revolucionario”. Ayudan así a que el secretario
de actas pueda llenar la cuartilla más aprisa y concluya la
reunión.

Otros, hacen mutis, un silencio de 45 minutos que deja claro


al profesor o alumno encargado que les importa un comino “la
continuidad de la revolución”. Pero no faltan a quienes
determinado tema les despierta la pasión, el sentido de
justicia o simplemente le ofende la inteligencia.

Para Ávila, la universidad fue un espacio de ruptura: “es muy


difícil desprendernos de esa doctrina que ya llevamos muchos
años repitiendo. La mayoría lo que hace es repetir un patrón
que le fue inculcado y violar esa reglas llega a sentirse como
violar reglas morales. Tener inquietudes normales llega a ser
un problema moral”.

“El esfuerzo que se necesita para romper todas esas barreras


es mucho más grande que cuando se sobreentiende desde la
educación que todo es cuestionable, todo es perfeccionable.”

Sara Marta Fonseca, una habanera de 38 años, miembro de la


oposición por herencia y por elección, recuerda que durante
su niñez y temprana adolescencia la intolerancia política en
las escuelas cubanas alcanzó niveles inhumanos. A pesar de
ello, muchos de sus contemporáneos al crecer mostraron una
abierta apatía a integrarse activamente a la vida política del
país.

“Solo los que crecieron en familias que alimentaban el odio


pudieron ser realmente adoctrinados,” explica. “El
adoctrinamiento funciona en el sentido que las personas
cogen mucho miedo a decir lo que sienten”.

Incluso con la discreción que piden padres a hijos para evitar


ser señalados, la curiosidad y la inocencia echan abajo el falaz
discurso político. Por poner un ejemplo, la clase de Historia
Mundial dedicada a las causas de la caída del campo socialista
en la antigua Unión Soviética, permite al estudiante promedio
reconocer a su Cuba reflejada allí.

“Por mucho que el régimen se empeña en adoctrinar a los


muchachos, ellos se dan cuenta de que les están diciendo
mentiras. Los jóvenes y los adolescentes en lo único que
piensan es en salir de Cuba,” acota Fonseca.

Muchos se preguntan cómo ha podido el pueblo cubano


soportar tantos años de opresión, de falta de libertad básicas,
de adoctrinamiento político desde el círculo infantil hasta la
universidad e incluso después. Tal vez sean la apatía y las
ganas de volar la primera muestra de esa rebelión.
La cartilla cubana “A leer”
Félix José Hernández
4 de julio de 2013

Cartas a Ofelia/ Crónicas del adoctrinamiento escolar en


Cuba

Estimados amigos:

Creo que debe de ser importante informar al mundo de cómo


aprenden a leer y escribir los cubanitos. Como los padres
cubanos no pueden escoger el tipo de educación que desean
para sus hijos.

Como la politización de la enseñanza llega a niveles


elevadísimos en Cuba.

Al Sr. Castro Ruz y a su régimen hay que denunciarlos ante


todo el mundo democrático, en lo que se refiere a la niñez,
mostrando el libro “A Leer”, libro que escandalizaría a
cualquier padre del mundo democrático.
Sería una buena lectura para los padres venezolanos, así
comprenderían algo del “mar de felicidad” en el que según el
Sr. Chávez navega Cuba.

Si me lo permiten, como fui once años maestro en La Habana,


les puedo escribir algunos comentarios:

En la primera página, se nos señala que “Todos los materiales


de este libro han sido revisados y aprobados por la
Subdirección de Español del Centro de Desarrollo Educativo
del Ministerio de Educación”.

Para aprender la letra “e” se coloca una estrella que


lógicamente es roja (pág.20), más adelante una familia
realiza trabajo voluntario y así el niño aprende a leer: ¡Mamá!
¡Papá! y ¡Pepe! (Pág.26)

Para la “y” se utilizan los símbolos de la patria, la bandera


“y” el escudo nacional dibujados (Pág.33)

Las primeras frases completas que el niño lee son: ¡La Plaza!,
¡El Pueblo! Aplausos y más aplausos. Vemos y oímos a… (aquí
aparece un dibujo representando el busto de Fidel Castro)
¡Viva el Socialismo!

Todo esto acompañado de una ilustración de la Plaza de la


Revolución llena de pueblo y de banderas rojas. (pág.47)

La “f” de fusil, “En manos buenas, un fusil es bueno”(pág.50).


Acompañado de una ilustración de un grupo de soldados
cubanos que desfilan con las bayonetas caladas y con tanques
de guerra en la Plaza de la Revolución (pág.51).
En la página 52 un juego de palabras: “vimos, fuimos” y “feliz,
felices” con un desfile de milicianos en la ilustración,
acompañado de un texto que dice: “el niño fue muy feliz al
ver a sus padres milicianos desfilar”.

Para aprender la “p”, un “puño” en alto delante de una


bandera roja, un niño pionero con una “pañoleta roja” y un
verso: “De niño pionero, mañana obrero” (pág.65)

Todo esto va trazando las pautas de la vida “normal” de un


cubanito, él debe ser pionero, sus padres milicianos, con ellos
realizará el trabajo voluntario, etc.

A partir de la página 66 no aparece un sólo niño que no esté


uniformado de pionero, nuevas ilustraciones lo muestran con
los instructores y las banderas rojas. Muchos textos hacen
alusión a esto: “El niño y la niña son dos buenos pioneros…”
(Pág.66)

Una doble página (68-69), muestra el mítico yate Granma en


medio de una tormenta en un mar enfurecido, acercándose a
las costas de Cuba para “liberarla”. En la página 74 se ven a
los expedicionarios con Fidel Castro a la cabeza, desembarcar
en un manglar en condiciones difíciles.

En la página siguiente el niño aprenderá el texto: “el yate


famoso”, “en él vinieron”: (aquí se ven los dibujos
representando a Fidel Castro, el Dr. Ernesto Guevara, Camilo
Cienfuegos, Raúl Castro y Juan Almeida, sin los nombres
escritos, así el niño aprenderá a identificarlos)… “ y otros
valientes a darle la libertad a nuestra patria. Ya somos libres.
Todos podemos ir a la playa y pasear en yate”.

Un juego de palabras: “verdes – verdad”, hace alusión al color


verde del uniforme de Castro y de sus amigos.

La última frase del texto pudiera catalogarse de surrealista,


ya que se sabe que actualmente las mejores playas y los pocos
yates con que cuenta el país, están sólo a disposición de los
altos funcionarios del Estado y de los turistas que pagan con
dólares.

“Cuba, territorio libre de América” (página 82) y “¡Cuba sí,


yanquis no!” (Pág.84) con una lustración de un tanque de
guerra para aprender la letra “q” de “tanque”, inician a los
cubanitos a los lemas de la revolución triunfante y al
“antiimperialismo yanqui”.

A partir de las páginas 90-91 comienzan las ilustraciones de la


lucha guerrillera en la Sierra Maestra, “g” de “guerrillero” y
de “gorra” (lógicamente, de color verde oliva).

En la página 92 encontramos “ganamos la batalla” y en la 93


un texto que trata de la admiración de un niño hacia una gorra
verde, regalo de un miliciano que luchó en la Sierra. Aquí es
necesario aclarar a los niños que lucharon contra los
“bandidos contrarrevolucionarios”. Esto último no está escrito
en el libro, pero el maestro lo tiene en las indicaciones
metodológicas que bajan de las instancias superiores.

“El guerrillero es valiente”, “guerrero”, “guerra”, con


ilustraciones apropiadas para aprender “gu”.
Ya aquí la revolución triunfó, se ha explicado desde el
desembarco del yate Granma, la guerrilla de la Sierra Maestra
en los años cincuenta, hasta la lucha contra los “bandidos”
contrarrevolucionarios en los años sesenta, pero a partir de
ahora hay que admirar a los que parten a “liberar a otros
pueblos”, así encontramos un poema dedicado al Dr. Guevara
de la Serna en las páginas 119-120, ilustrado con un dibujo
que representa al famoso guerrillero y además con las
montañas, fusil, boina y mochila de éste.

Se indica que es un “coro cantado” y merece ser reproducido


integralmente:

Yo quisiera ser como él:


yo quisiera ser,
yo quisiera ser,
como él, como él,
Yo podría ser,
yo podría ser,
como él, como él.
Yo tendré que ser,
yo tendré que ser,
como él, como él,
¿Cómo quién?
¿Cómo quién?
Como el Che.
Como el Che.
Como el Che.

Este poema, al igual que muchos otros que abundan en todos


los libros de la escuela primaria cubana, dedicados a la gloria
de los héroes vivos o muertos de la revolución, fue escrito por
la Sra. María Álvarez Ríos, verdadera “educadora”
revolucionaria.

El último texto del libro habla de José Martí (p.141),


acompañado por un dibujo donde Martí está rodeado por niños
con trajes típicos de países de la América Latina. El texto
invita a seguir el ejemplo de “sacrificio y heroísmo” del que
“consagró su vida a la libertad de la patria y por ella murió”
y a “luchar como él por la patria mayor: por nuestra América”.
O sea que se trata de convencer al niño de que siguiendo los
ejemplos de Guevara y Martí, su “futuro glorioso” es el de
¡Liberar a América Latina!

Recordemos que el Sr. Castro siempre ha dicho que José Martí


es el autor intelectual de su revolución. Además todos los
niños cubanos cada mañana antes de comenzar las clases
deben jurar con la mano en la frente, exclamando a
coro:¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Ché!

¡De esta forma aprenden a leer y a escribir los cubanitos y


cubanitas!
Granma destapa, ¡ahora!, fraude docente
Miriam Celaya
1 de julio de 2013

La reciente publicación por el periódico Granma de otro


colosal caso de fraude en la capital habanera (“El daño
terrible del fraude”, jueves 27 de junio de 2013, página 3),
saca a la palestra un viejo mal que se ha estado enraizando
durante mucho tiempo en diferentes niveles de la enseñanza.
Esta vez se trata de la sustracción y venta, por parte de dos
profesores de un preuniversitario del municipio Arroyo
Naranjo, del examen final de matemáticas correspondiente al
onceno grado, asunto que –aunque no constituye una novedad–
en esta ocasión ha trascendido en la prensa, quizás por el
interés de demostrar que “las reformas” también alcanzan al
periodismo oficial. Estamos ante un ejemplo del nuevo
“periodismo crítico” que pidió el general-presidente en el
último congreso del PCC.

Sin dudas, resulta positivo que se divulgue un hecho que


lacera y corroe la sociedad desde sus cimientos al implicar un
sector tan decisivo para la moral colectiva como el de los
educadores. Pero lamentablemente todo indica que éste será
un caso más en que se lanza el sofá por la ventana al atacar
el fenómeno y eludir las causas de esta lacra.

Las raíces del mal

Como es habitual, el artículo-editorial del Granma arroja


tierra sobre los ojos del lector al afirmar que el fraude “se
ampara en el finalismo”, y al mencionar como corresponsables
de estos hechos a aquellos padres que –conscientes de la
pésima calidad de la enseñanza– buscan garantizar a toda
costa la promoción académica de sus hijos mediante la
compra de los exámenes; así como a que “falla el concepto
de la vigilancia y de la exigencia” para evitar que un
trabajador de la educación sustraiga una copia de un examen
y favorezca con ello un negocio ilícito. Obviamente, en el
banquillo faltan acusados.

Décadas atrás, los profesores y demás trabajadores del sector


no concebían siquiera la posibilidad de vender un examen. De
hecho, sus salarios eran lo suficientemente decorosos como
para que no consideraran atractiva la posibilidad de ese y
otros delitos que hoy forman parte de la cotidianidad. El
fraude escolar es, en definitiva, solo una arista dolorosa de la
corrupción general del sistema y de la sociedad.

Sin embargo, la saga del fraude escolar –y propongo


centrarnos solo en este tipo de timo y no en otros igualmente
escandalosos– tiene raíces muy profundas, nacidas del
“promocionismo” como política de Estado. Una política
llamada a demostrar la superioridad del sistema de enseñanza
bajo regímenes de ideología marxista, sin importar los medios
y estrategias, para conseguir cifras cada vez más elevadas de
rendimiento académico. Es decir, cifras que en ningún caso
reflejan la realidad y menos aún la calidad de la enseñanza.

El fenómeno arranca desde el mismo inicio del proceso,


cuando se desarrolló una aparatosa campaña de
alfabetización por toda la Isla cuyos resultados, según
testimonios de muchos de los adolescentes que entonces
fueron “maestros”, son fruto del fraude: ellos mismos
escribieron de su puño y letra la “carta a Fidel” que debían
escribir sus alumnos como prueba de haber sido alfabetizados.

Los que alguna vez fuimos profesores de enseñanza


preuniversitaria o tecnológica sabemos que en la década de
los 80’ era requisito obligatorio para el maestro, al inicio del
curso escolar, la entrega de un documento llamado
“compromiso de promoción”. Dicho “compromiso” no solo
ataba a los profesores al cumplimiento de una cifra forzada
de estudiantes “aprobados” al final del curso, sino también
esa cifra era muy elevada, del rango del 95% y a veces más.
El profesor que no firmara dicho “compromiso individual”,
trazado por la dirección del centro en coordinación con la
dirección municipal de educación, era duramente cuestionado
a todas las instancias y corría el riesgo de perder su puesto de
trabajo. Tal era el listón que establecía el compromiso de éste
con la revolución. El maestro dejaba de pensar como
pedagogo en tanto tenía que pensar como “revolucionario”,
condición primera (y muchas veces única) para ser un
educador.

En consecuencia, muchos profesores cedían ante la presión y


para alcanzar la meta establecida toleraban el fraude
estudiantil, en tanto los menos escrupulosos simplemente lo
promovían al dictar repasos que contenían exactamente las
preguntas y contenidos particulares que serían evaluados, al
señalar al estudiante la respuesta correcta en medio de un
examen e incluso al corregir los errores de los estudiantes
durante el proceso de revisión.

Los modos de fraude docente, tanto de alumnos como de


profesores, se fueron diversificando y especializando a lo
largo de décadas, en particular a partir de los años 90’,
cuando se produjo un éxodo masivo de profesionales de la
educación hacia otras ocupaciones más lucrativas y miles de
aulas quedaron sin maestros, lo que condujo a la
concentración de estudiantes para paliar la escasez de
educadores calificados, y –más grave aún– a la improvisación
de maestros a partir de cursos emergentes, sin tener en
cuenta los valores éticos y morales, la vocación ni las
capacidades de los nuevos “educadores”, frecuentemente
más ignorantes que los propios alumnos a los que debían
instruir y formar.

Simultáneamente, el Ministerio de Educación estableció


normas extremadamente flexibles a la hora de evaluar los
resultados académicos con el objetivo de mantener altas
estadísticas, una de las vitrinas irrenunciables del castrismo,
de manera que el fraude quedó oficialmente
institucionalizado. Poco a poco dejó de haber estudiantes que
repetían un curso, lo que remontó casi a un 100% la promoción
escolar en el período más oscuro y precario de la historia de
la pedagogía en Cuba.

Exportando el fraude

Pero la oficialización del fraude llegó para quedarse y en estos


tiempos ha alcanzado incluso ribetes extraterritoriales. Por
razones obvias, no existe posibilidad alguna de verificar la
obra de los alfabetizadores cubanos que han cumplido
“misiones” en intrincados puntos de la geografía
latinoamericana ni el número de campesinos alfabetizados en
virtud de dichos programas. No es menos cierto que una
campaña de alfabetización siempre lleva consigo un contenido
humano elevado y positivo: una determinada cantidad de
personas logra aprender a leer y a escribir, más allá de los
intereses políticos de los gobiernos que las promueven. Pero
la experiencia indica que no hay que confiar en las
estadísticas populistas ni en los resultados.

No obstante, dentro de la sistematización del fraude aparecen


aristas más graves. Existen testimonios de médicos/profesores
cubanos que en los hospitales de la capital imparten lecciones
a miles de estudiantes latinoamericanos y de otros países,
después que éstos han pasado un acelerado proceso de
“nivelación” para hacerse de un título de bachiller que les
permita el acceso a estudios superiores. Un día, dichos
profesores cubanos podrán dar fe de la poca o nula
preparación y capacidad de muchos de estos estudiantes para
asimilar los conocimientos de una profesión compleja y de
máxima responsabilidad.

Estos estudiantes forman parte de los paquetes que negocia


el gobierno cubano para obtener beneficios económicos y
estratégicos; por tanto, casi la totalidad de estos jóvenes se
convierten en nuevos galenos incluso sin poseer la preparación
teórica y práctica indispensable para el ejercicio de la
medicina. No sienten la necesidad de esforzarse porque de
cualquier manera se graduarán en el tiempo establecido y en
su mayoría serán “médicos” por obra y gracia de compromisos
políticos e intereses de Estado.

Así pues, bienvenido sea el editorial que divulga tan


lamentable fenómeno, pero la historia sigue estando mal
contada. Es de esperarse que pasado algún tiempo el propio
periódico publique los nombres de los implicados en el fraude
y haga referencia a los juicios seguidos contra ellos y a una
condena ejemplarizante, pero nada habrá cambiado. Es una
vieja lección bien aprendida, sin necesidad de fraudes: los
chivos expiatorios son siempre útiles para cubrir a los egregios
culpables, que nunca serán juzgados.
La ‘fábrica’ de médicos se tambalea
Julio César Álvarez
27 de junio de 2013
El Gobierno considera a sus miles de galenos su mejor
ejército. Pero la mayoría no cuenta con una formación
académica y tecnológica a la altura de otros países
latinoamericanos

Ninguna de las facultades de ciencias médicas cubanas


aparece entre las 300 mejores universidades de América
Latina. Sin embargo, las estadísticas aseguran que los índices
de salud de la Isla superan a los de los países del área.

Según la lista de la Organización Mundial de la Salud (OMS)


sobre los mejores sistemas de salud del mundo, Cuba ocupa
el lugar 39. Para la organización internacional Save the
Children, Cuba es el mejor país de América Latina para la
maternidad y el trigésimo tercero de todo el mundo.

La Isla, siempre según las estadísticas oficiales, también


registra la tasa más baja de mortalidad infantil de las
Américas, con 4,6 (2012). Tiene, además, 6,6 médicos por
cada mil habitantes y los exporta a 70 países.

Aún así, el reciente informe de QS World Universities


Rankings, no muestra a ninguna universidad médica de la
Isla entre las 300 mejores de América Latina.

Según dicho informe, Brasil domina la lista universitaria,


aunque la OMS ubica al gigante del sur en el lugar 125 de los
mejores sistemas de salud del mundo.

¿Es posible, entonces, que Cuba marche a la vanguardia en los


indicadores de salud en América Latina, y sin embargo quede
rezagada en la excelencia académica de sus facultades
médicas?

Hay cubanos que así lo creen, y hechos que lo confirman.

Dos variables claves de una ecuación

Para algunos médicos y estudiantes, los índices de salud del


país no son directamente proporcionales, en la mayoría de los
casos, a la calidad profesional de sus galenos, sino a su
cantidad.

Pero la fabricación en serie de médicos se traduce no solo en


más galenos, sino también en una insuficiente preparación
académica de muchos de los egresados.

Según Elena, una doctora con diez años de experiencia que


ejerce como profesora en un policlínico de la capital, Cuba
cuenta con cuatro institutos superiores de Ciencias Médicas,
21 facultades de Medicina y 20 filiales que abarcan todas las
provincias del país.

“Esto supone dos grandes retos: encontrar los mejores


alumnos cada año, y mantener y preparar profesores que
estén a la altura de la tarea. En ambos nos tropezamos con
graves problemas”, afirma.

Para esta galena, a medicina no ingresan los alumnos idóneos


de preuniversitario. Muchos de ellos ya consideran la medicina
como una carrera de segunda clase, poco remunerada, y muy
difícil de aprender.
Ante la poca motivación de los alumnos y la necesidad del
Estado de seguir produciendo galenos a ritmo de fábrica, los
requisitos de selección casi desaparecen.

“Algunos la escogen para no quedarse sin nada. Acuden a


las aulas no solo con un promedio insuficiente para una
carrera tan compleja, sino también sin que medie una
vocación para la profesión”, explica Elena, que prefiere
mantener el anonimato.

“Tanto es así —dice—, que el promedio actual para


ingresar a la carrera es de 77 puntos sobre 100. Con ese
promedio no se es un buen estudiante. Para encarar los
retos de esta carrera se necesitan, al menos, 90 puntos”.

Para uno de los profesores del policlínico de Coco y Rabí, que


tampoco quiso identificarse, otro problema que incide en la
calidad de la formación de los profesionales de la salud radica
en el sistema de calificación.

Como en toda la educación superior cubana, el sistema que se


emplea en las facultades de medicina es el cualitativo. Pero
las evaluaciones no cumplen su objetivo, pues se realizan de
manera formal. Esto se traduce en que la mayoría de las veces
las calificaciones obtenidas por los estudiantes no se
corresponden con el nivel de desarrollo de sus habilidades.

A la postre, asegura el galeno, esos hechos tienen una


incidencia negativa en el desempeño académico de esos
estudiantes, y en su posterior desempeño clínico, en caso de
que logren graduarse.
La otra variable son los maestros. Sin buenos maestros no hay
buenos discípulos. Para ser un buen profesor en una facultad
de medicina no basta con ser un buen médico. Hay que ser,
parafraseando a un grande de Cuba, “un evangelio vivo”.

La falta de profesores calificados y experimentados para


hacer frente a la avalancha de alumnos, incide también de
forma negativa en el “producto final”.

“Hay profesores que, por más que se esfuercen, a uno le


cuesta trabajo entenderlos. Se nota que les falta el don de
comunicarnos las cosas, no como médicos, sino como
maestros”, asegura una alumna de primer año, que culmina
el curso “sin penas ni glorias”.

Muchos docentes también están desmotivados materialmente.


Por ejemplo, a un médico contratado para impartir clases
tres veces a la semana en un policlínico, le pagan 60 pesos
al mes (poco más de dos dólares).

Con docentes desmotivados y discípulos mal elegidos, la


calidad se esfuma.

Medicina y política

Las decisiones en el sector no las toma un colegio médico o


similar, sino un partido político. Son, por tanto, decisiones
políticas las que moldean el universo médico cubano.

El Gobierno considera a sus miles de galenos su mejor


ejército. La mayoría de ellos no cuenta con una formación
académica y tecnológica a la altura de otros países
latinoamericanos, como el propio Brasil.

Pero en la guerra preventiva contra las enfermedades, que es


la estrategia suprema de la medicina cubana, el Estado parece
no brindarle mucha atención a la excelencia académica.

“¡Zapatero, a tus zapatos! Que los políticos dirijan la política,


y los médicos la medicina”, piden por estos lares. Esa parece
ser la fórmula para rescatar la excelencia académica, y
devolverle a Asclepios su trono perdido en la Isla.
Aprensión con la prensa
Regina Coyula
26 de junio de 2013

Todo debe ser cambiado, ¿pero algo cambiará? El


periodismo oficial prepara Congreso

Sigo las noticias, me enfermo con los periódicos nacionales,


despotrico del noticiero de televisión, y más que desprecio,
siento conmiseración por lo que se ha convertido Radio
Reloj. Es pertinente mi introducción pues la prensa cubana
se encuentra en los preparativos del congreso de la
organización de periodistas, UPEC, una de esas ONGO que el
gobierno gusta de creer que representan a la sociedad civil.

Si en algún sector no se visibiliza el cumplimiento interno del


llamado proceso de Actualización del modelo y de los
numerados “Lineamientos”, si en algún sector es desoído el
llamado del General-Presidente al cambio de mentalidad y a
la frase de moda sin prisa pero sin pausa; si en algún sector
nada parece cambiar, es en la prensa. No cambian los
directivos, no cambian las políticas. El secretismo, el
triunfalismo, la superficialidad, el lenguaje “culto” —o peor,
poético— para no decir nada, configuran un panorama del que
el periodismo cubano no quiere, no sabe, o no puede salir.

Hasta cuándo el “bloqueo” y la “amenaza Imperialista”, esa


nefasta sensación inoculada a toda la sociedad de
encontrarnos bajo perenne peligro, para “no dar armas al
enemigo”, o el también socorrido pretexto de no ser el lugar
y el momento, o no ser la forma adecuada. La prensa ha
reforzado la paranoia nacional de que nuestro trabajo, la
familia, la vida y la isla misma podrían desaparecer en solo un
segundo. Ese sentimiento de precariedad para mantenernos
en estado de guerra es una de las innumerables ideas
atribuidas a Fidel Castro. Pavlovianamente, los periodistas
cubanos se acostumbraron a no rozar temas escabrosos, a no
realizar encuestas críticas, a detenerse en seco ante el primer
no. Se acostumbraron a realizar los reportajes y artículos que
agradaran al jefe, o mejor, a realizar los reportajes que
“orientara” el jefe, una manera infalible de agradar al jefe
del jefe.

No puede culparse a la prensa de la enfermedad social que


nos aqueja, pero sí de no asumir compromisos con la sociedad
que dice defender, pues de haber existido una prensa atenta,
se hubiera podido hacer un diagnóstico temprano, y quizás,
solo quizás, encontrar soluciones.

Por eso es necesaria una prensa independiente del Gobierno,


no esgrimir el pretexto cada vez más desfasado de que no
existe prensa libre, pues donde cada órgano de prensa refleja
los intereses de sus directivos existe más libertad que donde
todos son el mismo y del mismo dueño. Desfasado también
porque ese muro ha sido debilitado por la tecnología, que de
forma creciente, indetenible y muchas veces instantánea
pone al alcance del individuo la información de su interés.

Es lamentable y para nada casual cómo desde la propia


formación de los futuros profesionales se cercena la
creatividad, la curiosidad y el espíritu iconoclasta. No hablo
de historia antigua. Ahora mismo, en la discusión de la tesis
de graduación de la Facultad de Periodismo, el estudiante
Lázaro Carrasco, con un tema inédito, ha sido irrespetado
durante la exposición de su trabajo, por parte de una
oponente inquisitorial (fíjense que no digo inquisitiva) y un
tribunal cómplice, o cuando menos, indolente.

No es la pureza ideológica quien mueve este tipo de actitud,


ni siquiera en este puntual caso el móvil es una homofobia
trasnochada. Sí debe haber pesado una carta de Carrasco al
escritor Reinaldo Arenas, donde confiesa que “en una facultad
de Periodismo no te dejan imaginar demasiado”. Demasiado
anfibológico para el gusto de los directivos de la Facultad.

Si de verdad se creen el concepto de revolución que puede


leerse en cualquier esquina, una revoluciónacontecerá en el
próximo congreso de la UPEC, porque si en algún lugar se
debe cambiar todo lo que debe ser cambiado —y en este caso
se trata de cambiar todo—, ese lugar es la prensa.
La FEU: misión por encargo
Dimas Castellanos
24 de junio de 2013
La subordinación a un gobierno, a un partido y a una
ideología desnaturaliza a la FEU y niega la historia de la
universidad

La transmisión diferida de algunos momentos del VIII Congreso


de la FEU, celebrado en La Habana entre el 12 y el 14 de junio,
trajo a mi memoria la tesis expuesta por el filósofo y ensayista
español José Ortega y Gasset en su libro Misión de la
Universidad y otros ensayos afines.

Entre otros criterios escuché a los delegados decir: “lo que se


hace en el Congreso no es lo que se hace siempre”, “tenemos
que llegar al estudiante que no comparte nuestro criterio”,
“existe una separación entre el presidente de la brigada y la
masa estudiantil”, “los estudiantes no aprovechan la instancia
de la brigada para expresar abiertamente sus inquietudes”,
“nos ha hecho daño el paternalismo”, “a las generaciones
anteriores no le planificaban las actividades”.

Si a lo anterior se une que la declaración final del evento


plantea que “no hay mayor responsabilidad y tarea para los
hijos del Alma Mater, que la defensa de la continuidad de la
Revolución y el Socialismo”; y que en las palabras de clausura,
el vicepresidente del Consejo de Estado, Miguel Diaz-Canel,
expresó que “Cuba cuenta con sus jóvenes para defenderla y
preservar y continuar la Revolución”, se comprende que la
actual misión de la FEU no emerge de su naturaleza e historia,
sino de un encargo.

Teniendo en cuenta la validez de la tesis de Ortega y Gasset


cuando afirma que “la raíz de la reforma universitaria está en
acertar plenamente con su misión; que ello significa vivir a la
altura de los tiempos y que eso tiene que ser antes y más que
ninguna otra cosa la Universidad”; tenemos que convenir que
la subordinación a un gobierno, a un partido, a una ideología
y a la generación que encabezó una revolución el pasado siglo,
desnaturaliza a la FEU y niega la historia de la universidad,
como lo demuestra una mirada retrospectiva a vuelo de
pájaro.

Lucha por la autonomía universitaria

En 1842, cuando la Real y Pontificia Universidad de San


Gerónimo de La Habana fue secularizada y rebautizada como
Real y Literaria Universidad de La Habana, tuvo lugar una
reforma dirigida a igualar los estudios universitarios de Cuba
con los de España y a crear cátedras que respondieran a la
época.

En 1878 las reformas introducidas por los acuerdos del Pacto


del Zanjón, le devolvieron el derecho de conferir grados de
doctor y le concedieron gran parte de las aspiraciones de los
catedráticos e intelectuales. En 1885, se dispuso que
cualquier profesor universitario pudiera ocupar el cargo de
rector. Y en 1898 los cargos de rector, vicerrector y decano
de facultad pasaron a ser electivos por el claustro
universitario.

En 1899, cuando el alto centro docente pasó a denominarse


Universidad de La Habana (UH), se instauró el Plan Lanuza y
poco después, para adaptarlo a las necesidades de la época,
fue reemplazado por el Plan Varona, que fue la más radical
reforma de los estudios universitarios hasta entonces.
Los primeros estatutos de la etapa republicana (1910) definían
a la universidad como un organismo superior docente, de
carácter nacional, con uso de sello propio y autonomía en todo
lo que se contrae a su régimen interior; gobernada por un
rector, un consejo universitario y un claustro general. Y
en diciembre de 1921, el sabio naturalista Carlos de la Torre
y Huerta, al tomar posesión como rector, esbozó un programa
dirigido a lograr la autonomía universitaria.

En ese contexto, la participación del estudiantado en la


depuración del profesorado y en la reforma universitaria se
aceleró a raíz de la propuesta de conferir el título de Dr.
Honoris Causa a los generales norteamericanos Leonard Wood
y Enoch H. Crowder. De esa oleada de protestas emergió la
fundación de la Federación de Estudiantes Universitarios
(FEU), en diciembre de 1922.

A partir de ese momento la lucha por la autonomía


universitaria ocupó el centro de las luchas de un estudiantado
que actuaba con criterios y objetivos propios. Esas actividades
se intensificaron a partir de 1922, año en que el rector de la
Universidad de Buenos Aires impartió en el Aula Magna de la
UH la conferenciaEvolución de las universidades
argentinas, que dio lugar a la reforma universitaria iniciada
en Córdoba, cuyo eje central era la autonomía y la
intervención del estudiantado en el gobierno universitario.

En enero de 1923, después que la FEU elaboró un proyecto


dirigido a la obtención de la personalidad jurídica y la
autonomía de la UH y el Dr. Enrique José Varona propuso una
comisión mixta de profesores y alumnos para estudiarlo, al ser
aprobado por el claustro general, el rector, estudiantes y
profesores marcharon al Palacio Presidencial para entregarlo
al presidente de la República, mientras Fernando Ortiz
presentaba a la Cámara de Representantes un proyecto de ley
para ese fin.

Finalmente, en marzo de 1923, el Gobierno dictó el decreto


presidencial que consagraba el principio de intervención del
estudiantado en el gobierno de la universidad. Un avance
reformista impetuoso que desembocó en el Primer Congreso
Nacional de Estudiantes.

A pesar de que en 1925 la Asamblea Universitaria fue disuelta


y la FEU ilegalizada, cuando se planteó la prórroga de poderes
de Gerardo Machado en 1927, los estudiantes organizaron una
manifestación e hicieron público un manifiesto firmado por el
Directorio Estudiantil Universitario (DEU). Tres años después,
cuando se produjo la manifestación en que cayó mortalmente
herido Rafael Trejo, se creó el DEU de 1930, que lanzó un
manifiesto rechazando todo tipo de conciliación con el
Gobierno y en 1933 llamó a la insurrección armada y a formar
un gobierno provisional.

Durante el gobierno de los Cien Días, encabezado por Ramón


Grau San Martín, se emitió el Decreto Ley 2059 mediante el
cual se puso en vigor la autonomía universitaria, la que quedó
sin efecto al fracasar la huelga de marzo de 1935, hasta su
restitución el 9 de enero de 1937. Finalmente, la autonomía
universitaria quedó refrendada así en la Carta Magna de 1940:
“La Universidad de la Habana es autónoma y estará gobernada
de acuerdo con sus Estatutos y con la Ley a que los mismos
deban atemperarse”.
Apoyado en la utonomía, la FEU participó activamente en la
lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. En 1955 se creó
el Directorio Revolucionario, entre cuyas acciones se
destacaron la Carta de México, firmada por José Antonio
Echeverría y Fidel Castro, el ataque al Palacio Presidencial y
la participación en la lucha guerrillera.

Después de 1959

En 1959, en lugar de restablecerse la Constitución de 1940 —


como se había pronunciado en La historia me absolverá— se
reformó para conferir al primer ministro las facultades de jefe
de gobierno y al Consejo de Ministros las funciones del
Congreso. Todo ello en un contexto enrarecido por el
diferendo de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, de lo
que resultó el desmontaje de las instituciones y espacios
cívicos que había posibilitado el triunfo revolucionario, entre
los cuales estuvo la autonomía universitaria.

En el contexto de la crisis generada por la expulsión de un


alumno de la Escuela de Ingeniería, que condujo a que la
dirección de dicha escuela fuera asumida por los alumnos y
profesores revolucionarios, el Consejo Superior de
Universidades, que había sido creado en diciembre de 1960,
acometió la nueva reforma universitaria.

Carlos Rafael Rodríguez resumió el alcance de dicha reforma


en tres preguntas: ¿Qué, cómo y quiénes van a estudiar? El
qué y el cómo respondían a la nueva situación creada con el
poder revolucionario. En cuanto al quiénes —explicó Carlos
Rafael— la nueva universidad será regida conjuntamente por
profesores y alumnos, pero aclaró: “en la medida en que la
revolución universitaria es obra de una verdadera revolución
y que el socialismo preside las transformaciones, no es posible
pensar en los profesores y los estudiantes como dos grupos
antagónicos… Un profesor de conciencia revolucionaria,
orientado por el marxismo leninismo y militante de esa
ideología (se refería a Juan Marinello), no necesitará de la
presencia vigilante de los estudiantes”. De esa forma, sin ser
derogada legalmente, la autonomía desapareció en 1962.

Así, la FEU y la universidad, fuentes importantes de cambio


social, quedaron inutilizadas para esos fines. Ahora, en pleno
siglo XXI, con una sociedad estancada y un modelo fracasado,
el Gobierno le encarga a la FEU la misión de conservar el
pasado, lo que constituye un intento de anclarse en el ayer,
cuando hemos visto que la universidad, desde su fundación
estuvo en un proceso continuado de reformas tratando de vivir
a la altura de los tiempos.
¿A cuánto el examen, profe?
Rafael Ferro
24 de junio de 2013

La educación en Cuba ha sido, por más de cincuenta años, una


referencia en otros países, sobre todo del llamado Tercer
Mundo. El rostro de nuestro sistema educativo que el gobierno
vende al exterior, es bien diferente a la realidad.

En estos días de fin de curso, alumnos y padres arreglan


cuentas con profesores y directivos; es entonces cuando el
ideal de “La educación gratuita cubana” estalla como burbuja
de jabón.
“No importa que seas malo como estudiante, si tienes dinero
para pagar los exámenes, tu problema está resuelto. Cuando
yo estudiaba en la universidad, tuve un problema familiar en
los días de fin de curso. Un amigo de mi aula me contactó con
el profesor de la materia en la que yo tenía más problemas, y
ajustamos cuentas. El precio fue de cinco dólares para el
bolsillo del profesor”, declara Zajay, egresado de Informática.

Pero generalizar casi siempre conduce a la exageración, a la


opinión subjetiva. Todavía hay muchos buenos maestros en
Cuba, aunque la gran mayoría se ha jubilado.

Como política de Estado, se inició, hace más de diez años, la


formación acelerada de “profesores emergentes”, teniendo
como cantera a jóvenes de diferentes sectores de la sociedad:
“En menos de dos años, formaban un maestro nuevo, y para
hacer más grande el disparate, se le daba la condición de
integral, es decir, el muchacho, recién graduado y sin ningún
tipo de vocación, se consideraba listo para impartir varias
materias. Era el inicio del desastre que estamos viendo ahora.
No se hace un maestro en un día, esta es una vocación que se
lleva dentro toda una vida, y que exige vivir aprendiendo,
mientras se enseña”. Así opina Cecilia, una maestra jubilada.

Por su lado, Sergio, estudiante de secundaria básica, en Pinar


del Río, argumenta: “Los días de exámenes no me alarman.
Yo espero siempre la llegada de mi tío que vive en el
extranjero. Cuando viene, me da el dinero para pagar a los
profesores, y todo queda resuelto. En mi aula casi todos los
alumnos que tenemos familiares en el extranjero pagamos las
pruebas, es más fácil así”.
En ese sentido, y como van las cosas, aquella vieja máxima de
“Hacer de Cuba un país de hombres de ciencia”, se está
escapando por las alcantarillas de esta historia.

Hipólito, abogado y ex profesor universitario, comenta:

“Hace unos años, yo impartía clases en la universidad de Pinar


del Río. En uno de los cursos se presentó una situación bien
penosa. Un grupo de profesores vendieron las pruebas finales
y la mayoría de los alumnos optaron por comprarlas. La cosa
se descubrió mucho después de la graduación. Es cierto que a
los culpables se les aplicó la ley, me refiero a los profesores,
pero los alumnos siguieron como graduados, y ejerciendo la
profesión alcanzada fraudulentamente. Eso nos trae a una
realidad bien inquietante: entre nosotros, hay centenares de
profesionales que no lo son realmente, y eso tarde o temprano
aboca al desastre en cualquier sociedad. El fraude, al igual
que el crimen, no paga”.

Fin de curso cubano: alumnos y padres sacan cuentas.


Profesores y directivos hacen planes para vacaciones, basados
en exámenes finales y en dólares por cobrar.
Botando el sofá
Rebeca Monzó
21 de junio de 2013

Una vez más el sector de la educación se ve empañado por el


escándalo: sustracción y venta de las preguntas para los
exámenes de onceno grado. Al parecer se ven involucrados en
este delito todos o la mayor parte de los municipios
habaneros.
No es la primera vez que esto sucede, tampoco ahora los
medios se han hecho eco. Como de costumbre, la noticia nos
llega a través de alumnos o padres de éstos, cercanos a
nuestro entorno, casi siempre vecinos, que se han visto
afectados por estos sucesos.

Se han producido reuniones de maestros con los padres de los


alumnos involucrados en las distintas escuelas, y el
planteamiento por parte del profesorado, a mi modo de ver,
no ha sido el más correcto y mucho menos eficaz: “No darle
dinero a sus hijos para que no puedan comprar los exámenes”.
Esto me recuerda el famoso cuento del marido engañado que
llega a su casa y ve a su esposa acurrucándose en el sofá con
el amante, y enfurecido decide botar el mueble.

Una vez más quieren reprimir los efectos, sin analizar


profundamente sus causas. Esto viene sucediendo en nuestros
centros educacionales hace ya muchos años. No es noticia
para nadie, pero el Estado sigue pretendiendo que no ocurre,
y continúa ofreciendo cifras estadísticas muy favorables a
Naciones Unidas, y los funcionarios de ésta divulgándolas sin
tomarse el esfuerzo de verificarlas.

Es más o menos la misma política utilizada por los empleados


públicos en nuestro país: “El Estado se hace el que me paga y
yo me hago el que trabajo”.

Mientras el Ministerio de Educación no se decida a poner fin


de una vez por todas a este fraude y depurar
responsabilidades a todos los niveles, esta situación seguirá
repitiéndose y cada vez más la calidad y el prestigio de la
enseñanza en Cuba irá decreciendo.
Según comentarios populares, muy extendidos para no ser
ciertos, ni siquiera la Universidad escapa de este escándalo.
Se dice que el recinto se ha visto obligado a enviar las
pruebas de ingreso custodiadas por la Empresa
TrasVal (Traslado de Valores), que hasta hace poco solamente
era utilizada, como su nombre lo indica, para custodiar sumas
considerables de dinero y otro tipo valores

Si seguimos “botando el sofá” y no denunciamos estas


irregularidades y delitos, con nuestro silencio estaríamos
contribuyendo aún más a la “caída en picada” hacia el abismo,
de algo tan importante y preciado como es la educación y el
prestigio de ésta. Recordemos que los errores en este sector
se pagan a largo plazo, cuando ya casi no tienen solución.
Se expande la violencia verbal y física
Iván García
21 de junio de 2013

Una sicóloga: “El aumento de la violencia parte del lenguaje


grosero y cargado de testosterona que a partir del 59 empleó
el gobierno de Castro”.

Estamos rodeados. Cualquier sitio, ómnibus, escuela, centro


laboral o entorno familiar es propicio para una grosería que
no pocas veces arranca con insultos y termina en un ring de
boxeo.

La gente de mecha corta sobra en Cuba. Tipos inflamables que


manejan los gestos corporales y el lenguaje como si fuesen
una pistola. José Carlos, de 41 años, considera que lo más
mínimo puede generar un campo de batalla.
“Si vas de compras a una tienda debes medir tus palabras. Y
tener paciencia. Las empleadas casi siempre están de mal
humor. Parecen celadoras de una cárcel. Las que más miedo
me dan son las recepcionistas. Cuando no se están pintando
las uñas o chismeando por teléfono, te dicen que vengas
mañana porque es el horario de almuerzo. Estamos viviendo
una epidemia de malos modales. La falta de educación no
tiene nada que ver con la crisis económica o la pobreza.
Pienso que es una consecuencia de la revolución. Y ahora
florece como la mala yerba”, subraya.

La violencia verbal y física suele comenzar desde el círculo


infantil. Y progresa en la etapa de la enseñanza primaria y
secundaria. Así lo piensa Hilda, de 72 años, maestra jubilada.

“En cuatro décadas de trabajo como maestra, pude observar


que la violencia verbal y física en las escuelas creció en los
últimos veinte años. Después de la llegada del ‘período
especial’, a principios de los 90, la pérdida de valores,
intimidación entre alumnos, palabras obscenas y vulgaridades
está presente en edades tan tempranas como los 5 o 6 años.
Vi niños que sus padres tuvieron que trasladarlos de escuela
por el acoso y la violencia de otros niños. Los menores suelen
reproducir las conductas que ven en sus casas. A veces los
padres se comportaban peor que sus hijos. Actuaban como
seres irracionales. Si castigabas al muchacho, se podía
desatar un terremoto. Eso y los bajos salarios son dos de los
motivos por los cuales muchos jóvenes no quieren ser
maestros. Nadie quiere trabajar en un lugar que además de
ganar poco dinero te puede traer problemas”, cuenta la
experimentada maestra.
Y así, dentro de un ómnibus cualquier roce puede provocar un
intercambio de insultos subidos de tono. Si se calientan las
pasiones, la gente se va a las manos.

En muchos centros laborales sucede lo mismo. Algunos


gerentes, comenta Arnaldo, se comportan con sus
subordinados como capataces feudales. “Trabajo en un centro
de elaboración de alimentos para el turismo. Los jefes nos
tratan como si fuésemos perros. Cuando intentamos discutir
nuestros derechos, te señalan la puerta de salida. No son
pocos los directivos que se comportan como si ellos fueran
elegidos de los dioses o pertenecieran a una casta diferente”.

Una socióloga habanera lo tiene claro. “El aumento de la


violencia verbal y física parte del lenguaje grosero y cargado
de testosterona que a partir de 1959 empleó el gobierno de
Fidel Castro. La vulgaridad se convirtió en sello de la casa.
Desde insultos en los discursos hasta lemas coreados
masivamente en 1962, a raíz de la Crisis de Octubre, como
‘Nikita, mariquita, lo que se da no se quita’. O ‘Ae, ae, ae la
chambelona, Nixon no tiene madre porque lo parió una
mona’”.

O como aquella nota publicada en Granma, el día en que


murió Ronald Reagan, que decía “Hoy falleció quien nunca
debió nacer”.

Esas conductas antisociales y agresivas de los dirigentes


cubanos, que muchas veces convierten el terreno diplomático
en una valla de gallos, se ha ido reproduciendo entre la gente
a lo largo de 54 años. “No se pueden exigir buenas conductas
cuando los que dirigen no la tienen”, considera la socióloga.

Dentro de algunas familias, que uno de sus miembros se coma


un huevo o un pan que no le pertenece, puede desatar un
infierno chiquito. Es habitual que bajo un mismo techo
convivan tres generaciones diferentes. Y no es raro encontrar
familiares que no se hablan entre sí y cocinan y hacen sus
faenas domésticas por separado. Los hijos, las habituales
víctimas, tienen como paradigma las ofensas y las broncas
entre parientes.

El reguetón es otra polea trasmisora de groserías e incitación


a la violencia. Un musicólogo capitalino está convencido de
ello. “Las letras de la mayoría de grupos de reguetón o hip-
hop son chabacanas. Y la moda en los jóvenes es reproducir
la forma de vestir de su ídolo reguetonero y también su
mensaje, que por lo regular propaga el machismo, la violencia
y el culto a la frivolidad y las drogas”.

Después de un bailable con una orquesta de timba o un grupo


de reguetón, y a pesar del amplio despliegue policial, se ha
vuelto normal que se produzcan altercados a punta de navaja.

En la Plaza Roja de La Víbora, municipio Diez de Octubre, en


determinadas fechas del almanaque revolucionario,
acostumbran ofrecer bailes y pachangas. Se montan baños
portátiles de madera en las esquinas y hasta después de las
dos de la madrugada, la música subida de decibeles con letras
groseras no deja dormir a los vecinos. Al terminar el concierto
comienza lo bueno. Broncas entre marginales y escaleras o
pasillos de los edificios convertidos en baños públicos o
fumaderos de marihuana. Y se practica sexo en cualquier
recoveco oscuro. Todo un espectáculo.
La cara oculta de la Facultad de Comunicación
Carlos Manuel Álvarez
20 de junio de 2013

El tratamiento ofrecido a Lázaro Carrasco, quien incluyó


en su tesis una carta a Reinaldo Arenas, muestra cómo
opera en La Habana el más alto centro de formación de
periodistas

En su tesis de licenciatura, Lázaro Carrasco, estudiante de


quinto año de periodismo, escribe gratuitamente, sin guía
metodológica alguna que lo exija, una carta a Reinaldo Arenas
donde revela, entre otras cosas, que en la Facultad de
Comunicación (FCOM) del 2013 no dejan imaginar demasiado.

Como respuesta, su tribunal esgrimió el pasado martes 11 de


junio, durante el ejercicio de defensa, un argumento que
parecía irrebatible. Meses antes, el estudiante había
propuesto su tema, la comisión pertinente lo había aprobado,
y finalmente iba a graduarse con una serie de productos
comunicativos bastante controversiales: crónicas y
entrevistas sobre el cruising. Esto es: los sitios de La Habana
donde los gays —con su tradición subversiva y periférica—
practican el sexo abiertamente. Carrasco no tenía entonces
por qué acusar a la institución, magnánima y tolerante, de
literal y ortodoxa.

Que la Facultad de Comunicación aceptara semejante


atrevimiento, y no censurase un ejercicio de búsqueda en
zonas moralmente heréticas y políticamente incorrectas, era
ya un privilegio insospechado que él debía tener en cuenta, y,
por tanto, no portarse demasiado mal. El tribunal nunca lo
dijo, pero le reprochó su ingratitud e inconsciencia. Carrasco
no debía olvidar que por cosas menores Arenas había ido a
prisión, y que él estuviese allí, defendiendo su tesis, treinta y
tantos años después, era una evidencia innegable de progreso.

Sin embargo, pagó demasiado caro el tema. Es preferible que


la Facultad se siga reconociendo como lo que es, un escenario
poco conflictivo, antes que fomente el riesgo y lo deje correr,
para luego —pacata y prejuiciada— perpetrar en la hora final
un acto de vejación francamente imperdonable. Si la
confesión de Carrasco a Arenas no parecía a priori más que un
mea culpa imposible de sostener con pruebas físicas,
concluido su acto de defensa resultaba todo lo contrario: una
dolorosa premonición. Al estudiante le otorgarían cuatro
puntos justamente porque se había largado a imaginar,
porque había metido las manos en lo sucio, y estaba en el sitio
equivocado para ello.

Cuatro puntos no parecerá una nota muy alarmante para


alguien que desconozca los mecanismos internos de FCOM,
donde, al menos en periodismo, solo las tesis
extremadamente defectuosas no terminan con la máxima
calificación. Cada año, decenas de estudiantes reciben cinco
puntos, casi porque sí, sin mucho preámbulo ni brete, con
temas infames, temas inventados, investigaciones sin vida
real, análisis de asuntos que no merecen un mínimo
acercamiento por una sencilla razón: no existen.

Cada año, además, otra decena de estudiantes toma sus


títulos, incluso con sellos de oro, solo por haberse adentrado
en temáticas dóciles, o políticamente incentivadas, no sé, la
cobertura de AP durante la Crisis de los Misiles, la campaña
mediática de El País contra La Habana, el uso del lead en las
noticias de agricultura, y nunca, por ningún lugar, el papel
reaccionario del periódico Granma, o del Noticiero Nacional
de Televisión dentro de la sociedad cubana, no digamos ya la
subordinación total de la prensa al Estado y al Partido. Nadie
ve eso nunca (salvo Julio García Luis). La Facultad se lava sus
manos y acumula en su biblioteca tesis que solo serán
referentes de otras tesis, y estas, a su vez, de otras tesis, sin
aplicaciones de los resultados; simplemente estudios de la
academia y para la academia, la seudo-teoría por la seudo-
teoría, así hasta el infinito o hasta que venga el orden y mande
a detener semejante cadáver.

Obviamente, si esta es la norma de los cinco puntos, resulta


indiscutible que algunas malas notas suponen más mérito que
cualquier congratulación. Como me dijera hace poco un
maestro que ya se ha ido: “en mis tiempos era casi glorioso
recibir cuatro puntos por una tesis dizque disidente”.

De ahí que el problema no sea la calificación final otorgada a


Lázaro Carrasco. Su nota es más digna que cualquier cinco de
mi año (incluido el mío, que, perdónenme, es un cinco muy
digno). La verdadera injuria, desde mi punto de vista, fueron
los métodos de la oponencia y la posición del tribunal.

No hagamos el cuento largo. Carrasco había asomado la


cabeza en un sitio peligroso, donde no la asoma ninguno de
los estudiantes ni de los periodistas cubanos de hoy. Había una
intención y esa intención, que supera todos nuestros
provincianos límites, merecía por sí sola cinco puntos, un
reconocimiento al esfuerzo. Por si fuera poco, Carrasco
escribió con arte, logró testimonios impactantes, husmeó,
importunó, partió de cero y regresó con una trama, con una
historia.*

No había un referente, un método o una experiencia anterior


a la que pudiera asirse. En Cuba no existe el periodismo
contrahegemónico, no hay nadie que lo haga, podemos pasar
lista en nuestras redacciones y el resultado será nulo, todos
acumularán una larga experiencia en coberturas protocolares.
Carrasco improvisó, salió a flote, trajo algo para mostrar, y si
hubo tal mención por parte de sus jueces, entre tantos errores
metodológicos señalados, fue tan insignificante que
seguramente ninguno de los presentes en su defensa la
recordará.

Tras varios cambios inconcebibles, le designaron un oponente


experto en sexualidad, pero sin mínima idea de periodismo
literario. Seguimos creyendo que el contenido es una cosa y
la forma otra. Seguimos creyendo que la forma es secundaria,
por eso no tenemos contenido. Las negligencias y la injusticia
fueron tantas que terminaron reprochándole cuestiones
ridículas. Digamos: no devolverle a los entrevistados las
grabaciones. Yo quisiera saber qué tradición periodística
exige eso, porque ni siquiera la tradición de la Facultad.

Casi al final, Carrasco se arrebujó en su silla y respondió,


asustado, sin fuerzas, las preguntas inquisidoras del
oponente. La oponencia exigía que respondiera sí o no, con
monosílabos, e iba mencionando leyes (¿cuántas leyes, me
pregunto, habrá violado Gunter Walraff?**), una tras otra, casi
imparablemente. Por un momento llegamos a pensar que
Carrasco iría preso. Era mucho el tema, y es mucho el
prejuicio de los que se reconocen desprejuiciados.

No asistieron, al acto de defensa, los contumaces blogueros


de la Facultad, no tenían por qué estar allí. Sin embargo, la
noticia, el chisme, se ha regado como pólvora por los pasillos
de Bohemia. Ojalá me equivoque, pero ninguno de los
estudiantes hablará, ninguno buscará a fondo e intentará
reconocer las claves del incidente más allá del morbo.
Ninguno describirá los rostros indignos que puede mostrar
FCOM. Andan demasiado entretenidos con la ocupación en
Siria, o con los post mal escritos de Yoani Sánchez. Hablan de
vejación y no reconocen la vejación y el engaño delante de
sus narices.

Pero no me alarma: mi principal problema con Cuba, lo


inconcebible, no es que no me entienda con sus mayores, sino
que no me entiendo un carajo con la gente de mi generación.
Yo ya me gradué, en semanas me largo, y durante cinco años
no hice casi nada por cambiar el sino de la Facultad. Me alejé
de ella, la di por perdida, sus problemas me parecieron
menores, pero este no ha sido un problema menor, y he creído
imprescindible mencionarlo. Le entrego, con gusto, mi cinco,
mi título y mis elogios a Lázaro Carrasco, todo a cambio de su
cuatro, y seguro salgo ganando.

En la Facultad hay grandes profesores, hay grandes seres


humanos, pero no hay una articulación determinante de sus
fuerzas. Hay estudiantes que quieren decir, pero primero,
antes de ganarse cualquier nombre, antes de contar los
comentarios y las visitas a sus blogs, antes de creerse que
están cambiando la realidad cubana, deberán denunciar los
pequeños atracos de los cuales son víctimas sus colegas de
oficio y generación. Yo he llegado a pensar, tristemente, que
la inmensa mayoría de los estudiantes o los recién graduados
de periodismo escriben para mirarse el ombligo, o para caerle
en gracia a alguien.

Hay más que una Copa de Cultura o unos Juegos Caribe en la


universidad. No se puede estar todo el tiempo mirando hacia
los lados, distraídos con la floritura. Si la Facultad no
redimiese lo sucedido el pasado 11 de junio, si sus profesores
o sus dirigentes no llamasen a Lázaro Carrasco y revisasen el
tema, si los estudiantes no se agruparan y protestaran, todos,
absolutamente todos, nos habremos hundido un poco más.
Decenas de graduados seguirán abandonando los periódicos, y
los profesores valiosos —bien que los conozco— acabarán un
tanto más frustrados.

Los reductos de luz que sobreviven en Bohemia, no debieran


permitir que les arrebaten de sus manos las pocas tesis
valiosas, ni que el atrevimiento parezca un pecado. Deberán,
con arte y sutileza, luchar contra esa otra zona y reducirla,
un cónclave poblado de personas que no saben siquiera que lo
pueblan, los conciliadores en su peor versión: el
conservadurismo que se cree revolucionario. Yo, con el
perdón de mis amigos, o más bien en nombre de mis amigos,
en nombre de los profesores que se quedan, y que se baten
únicamente con fe, no puedo hacer otra cosa que desearles
suerte para que ganen el pulso. Al menos desde septiembre
de 2008, hasta junio de 2013, la ortodoxia fue la maza, y fue
el poder.
* Lo acompañó en el trayecto, justo señalarlo, su tutor Jesús
Arencibia.

** El bien de social de las investigaciones de Wallraff, bien lo


dijo el sabio de Daniel Salas en las clases de periodismo
investigativo, era mucho mayor que el mal de las violaciones
legales, por lo que sus encubrimientos son, quién lo duda,
éticamente permisibles e irreprochables.

Universidades cubanas:
de la aspiración a líderes a la ronda de consuelo
Iván Darias Alfonso
17 de junio de 2013

¿Qué pasa y qué debería pasar con la educación?

El anuncio reciente de que las universidades cubanas han


descendido en la relación que agrupa a las mejores de
América Latina debe preocupar a todos. Aunque tal descenso
alarma, la lista en sí no es un referente sobre la
competitividad de las instituciones del área. Por desgracia,
las universidades latinoamericanas generalmente no figuran
en lugares privilegiados en los dos más importantes rankings
universitarios: el de Shanghái, compilado por la Universidad
Jiao Tong, de esa ciudad china, y el del Suplemento de
Educación Superior del diario británico The Times. En la más
reciente edición de este último, por ejemplo, la primera
universidad de Iberoamérica enlistada, la de Sao Paulo,
aparece solo en el puesto 158.

Brasil ha emergido como una potencia educacional gracias a


un modelo que prioriza la investigación por sobre la docencia,
similar a varias fórmulas exitosas que repiten universidades
norteamericanas, europeas y las del emergente sector
asiático. Sin embargo, otras instituciones todavía no han
encontrado una solución eficiente para articular una mejor
relación entre la formación profesional de los estudiantes y el
perfil de investigación de los profesores. En la Isla, este
también constituye uno de los problemas actuales del sector.

En la enseñanza superior cubana muchos programas de estudio


todavía se rigen por criterios desfasados que apuntan a
debates ontológicos y epistemológicos ya superados en el
mundo occidental y hasta en Iberoamérica. A la academia
cubana, al parecer, le ha costado superar el shock filosófico
que trajo aparejada la caída del socialismo y, sobre todo, en
las Ciencias Sociales y Humanísticas, la única solución ha sido
la vuelta al pasado, al punto de no retorno que significó el año
1989. Solo que el impasse ya dura dos décadas y media,
tiempo suficiente para haberse puesto al día. Hay que
destacar que algunas carreras cuentan con profesores
interesados en los fundamentos actuales de sus respectivas
especialidades; no obstante, tales enseñanzas no se traducen
bien en materia de investigación. Basta toparse con obras
ensayísticas publicadas en fecha reciente, que basan la mayor
parte de su argumento en teorías y autores previos a 1989 e
ignoran la lectura crítica de tales representantes hecha por
otros más contemporáneos, incluso del ámbito regional.

Otro ejemplo que desconcierta es el de la presencia online de


las universidades criollas. Ocurre como en la gran mayoría de
webs institucionales de la Isla, que no acaban de entender que
un sitio digital implica mucho más que repetir el concepto del
“mural del sindicato”, si es que estos existen hoy en los
centros laborales o casas de altos estudios. La información en
internet sobre las universidades resulta elemental y básica,
además de estática, lo que dificulta entender cuán activa e
interactiva es determinada facultad, determinado claustro.

En un artículo publicado en el rotativo británico The


Guardian, el profesor Leandro Tessler, de la Universidad
Estatal de Campinas, cita la necesidad del uso del idioma
inglés como uno de los factores a considerar por las
instituciones latinoamericanas para aspirar a mejores puestos
en los rankings mundiales. En su análisis, Tessler critica la
confusión entre educación superior y educación universitaria
y el hecho de que la gran mayoría de universidades se definan
como centros de investigación, aunque muy pocas realicen
investigaciones relevantes.

Según el profesor brasileño, América Latina continúa


siguiendo el modelo propio del siglo XIX, basado en la
tradición europea del entrenamiento profesional. Cualquier
intento por cambiar tal filosofía ha sido notablemente
rechazado por los sectores más conservadores de las
sociedades latinoamericanas, no siempre vinculados a la
Iglesia Católica, aunque el número de instituciones que aún
conservan en su nombre epítetos como Pontificia o Católica,
podría justificar lo contrario. Tal vez no pocos rectores
latinoamericanos se hayan familiarizado a fondo con las
particularidades del Proceso de Bolonia, sin embargo, las
discusiones sobre cómo se adaptaría el mercado universitario
a esta y otras iniciativas globales, marchan con demasiada
lentitud, o aún no han aparecido.
Menciono todas estas características del ámbito académico
latinoamericano porque las universidades de la Isla pecan
igualmente de tal conservadurismo y, como bien comenta
Tessler, deberían también asumir el inglés como lengua franca
si en realidad desean aumentar la competitividad a escala
regional. Pero el uso del idioma no puede quedarse en la
versión criolla del “me defiendo”, sino dirigirse hacia un
entrenamiento más abarcador que incluya la impartición de
cursos en inglés en todas las especialidades, el acceso a
bibliografía especializada (casi siempre en ese idioma) y la
publicación de los resultados de investigación en revistas
académicas indexadas, mayoritariamente disponibles en
inglés. Esto último, lo de las publicaciones, validará el
potencial e impacto de las investigaciones cubanas, pues por
norma los artículos se revisan y discuten por colegas
científicos en una tradición que, pese a no pocas críticas
(sobre todo en cuanto a la disponibilidad y al acceso posterior
de los autores a sus textos), sobrepasan a las publicaciones
latinoamericanas, que no siempre se conciben según los
mismos estándares.

Hacia la rigidez y el estancamiento

En Cuba, las universidades han mantenido la herencia que


critica Tessler y que impone límites al conocimiento, no solo
debido al lógico adoctrinamiento ideológico sino a las
relaciones de poder propias del entorno universitario en el
que profesores y catedráticos acumulan demasiada autoridad
tanto en la producción como en la distribución del saber. Hay
que reconocer que la codiciada plaza de profesor difiere un
poco de lo que en Norteamérica se denomina
el tenure(profesor titular) y se asemeja más al modelo ibérico
en el que los académicos terminan instalados en los puestos
“de por vida”, como si se tratara de un funcionario público
más. No en balde resulta tan difícil lograr una plaza a contrato
permanente en España, Italia o Portugal, pues amén de las
complicadas e inflexibles leyes laborales, es preciso esperar
porque los “sembrados” decidan jubilarse o fallezcan, para
que un joven graduado o un ya avezado investigador-profesor
se adueñe de sus plazas.

En la Isla, el panorama es similar, máxime si con el ejemplo


cercano de la gerontocracia partidista, los viejos profesores
están en todo el derecho a no acogerse a la jubilación. No
ocurre así en el Reino Unido, Australia, Escandinavia y, en
menor medida, en otras naciones de la Unión Europea
(Alemania, BENELUX, Austria y Francia), donde el mercado
laboral académico aparenta una mayor movilidad y no es
casual que en el espacio de una década, un profesor-
investigador se haya movido por al menos tres o cuatro
instituciones.

La gran mayoría de las universidades cubanas se definen como


centros de investigación, aunque pocas han logrado
mantenerse como proveedores de tecnología y avances para
la región, las provincias en las que se ubican, o para todo el
país. Parte de la responsabilidad estriba en la difícil relación
entre universidades y Gobierno, en teoría el máximo
beneficiario del capital humano formado en la Educación
Superior. Las autoridades, incluso en la época de relativa
bonanza económica en los 80, nunca concibieron una
estrategia eficiente y duradera de I+D. Este limitado apoyo
estatal no obedece solamente a la férrea guía ideológica,
aunque en las universidades, como en cualquier otra
institución de la Isla, el PCC determina y rige. Sin embargo,
en el actual contexto, en medio de reformas que prometen,
pero que se suceden de modo muy lento, mejorar posiciones
en los rankings universitarios no es una prioridad
gubernamental. Al menos en apariencia, las autoridades
siguen apostando por una solución integral salvadora que
nunca emergió en 1994 y que hoy, al cabo de casi dos décadas,
resulta difícil que aparezca.

En esos mismos veinte años, las facultades cubanas han ido


formando, siempre en la medida de sus posibilidades, a
profesionales a quienes les resulta difícil insertarse en la
depauperada economía nacional. A mediados de los 90, con la
flexibilización de las restricciones migratorias, muchos
graduados en esa década y en las anteriores, descubrieron las
posibilidades de formación en otros países y emigraron en un
viaje muchas veces sin retorno. Otros optaron por el atractivo
de nuevos sectores como el turismo y las empresas mixtas. En
la actualidad, el MINTUR forma a su personal en escuelas
especializadas, por lo que a cualquier graduado de otra
especialidad no afín le será más difícil entrar al sector que en
otras épocas. Eso, suponiendo que —profesional al fin y al
cabo— se desentienda de modos más oscuros de acceder a
plazas, pues con toda la retórica anticorrupción reinante en
la altas esferas, no hay que desestimar la idea de empleados
corruptos prometiendo villas y castillas hoteleras. De no
contar con tales prospectos, muchos graduados universitarios
terminarán ingresando en el creciente y más lucrativo sector
del trabajo por cuenta propia. Sin embargo, tal elección
terminará por justificar cualquier decisión relativa a no optar
por una carrera universitaria en los jóvenes que ahora cursan
el preuniversitario, pues, como si no fuera suficiente la
desmotivación a la cual conducen los actuales programas de
estudio, ayuda menos pensar que cinco años más de
instrucción no garantizarán un empleo estable y gratificante.

El actual modelo de especialidades ha cambiado poco en


cuanto a la oferta en los últimos treinta años. Cada cierto
tiempo aparecen carreras nunca antes estudiadas en el
programa de las facultades y muchos adolescentes de
preuniversitario se entusiasman por tales novedades. Mas,
tales experimentos carecen de una continuidad y de un plan
a largo plazo que también contribuya a un buen futuro
profesional. Ha habido otras experimentaciones también
lamentables como las derivadas de la “masivización de la
enseñanza”, proyecto que creó filiales universitarias en todos
los municipios del país sin las condiciones materiales para
ello. Siempre será difícil justificar tal diseminación, sin bases
materiales e infraestructura, en una movida que ni los países
desarrollados se aventuran a realizar. Por el contrario, las
discusiones sobre el crecimiento institucional en Occidente,
por lo general comienzan por debatir si en realidad el número
de universidades debe aumentarse o reducirse.

Universidad para todos… los que puedan

Tal vez vaya siendo hora de remover todo el sistema de


empleo derivado de aquellos planes quinquenales, que nunca
aportaron demasiado, y promover a la universidad como un
centro de formación diverso, con menos restricciones. Los
límites los impone el Ministerio del Trabajo, comprometido
por su “política” de garantizar a toda costa una ubicación
laboral a cada graduado, algo que, aunque se logre en teoría,
no entraña necesariamente una correspondencia entre puesto
laboral y especialidad universitaria cursada. Ejemplos sobran
y cada año incrementan el anecdotario colectivo sobre ese
período improductivo y mal remunerado que todavía llaman
Servicio Social, cuando los graduados terminan en lugares que
poco o nada tienen que ver con lo estudiado.

Existe un modo más bien creativo de solucionar tal problema,


como ocurre en el mundo occidental donde el Estado no
determina la ubicación, una vez terminada la universidad.
Corresponde a los egresados de las facultades procurarse un
puesto en el siempre competitivo y despiadado mercado
laboral. Ello conlleva a que los profesionales adopten un
modelo más flexible en cuanto a combinar lo estudiado con la
práctica, siempre y cuando las habilidades aprendidas se
adapten a las exigencias del puesto laboral. No se trata de
que un ingeniero agrónomo ejerza como neurocirujano, pero
sí de buscar experiencias comunes.

Por tradición, en la Isla han sido más estrictos a la hora de


permitir semejantes desvíos de la norma. Tanto el modelo de
ubicación como el de formación, resultan demasiado
inamovibles para los estándares internacionales,
impedimentos que se justifican únicamente debido a patrones
culturales. Para la retórica institucional, por ejemplo, solo
alguien con una formación rectilínea en Arquitectura puede
ejercer de profesor de tal especialidad. Las trayectorias
menos directas se rechazan, digamos la de un graduado de
Física que decidió especializarse en materiales de
construcción y luego en Ingeniería Civil. La sabiduría popular
tampoco es menos sentenciosa y abundan críticas al estilo de
“¿cómo me va a enseñar Historia si ese lo que estudió fue
Lengua Inglesa?”.
En su estrategia para el futuro, las universidades cubanas
deben contemplar soluciones que garanticen una formación
continua. Muchas la previeron a inicios de los 90, cuando
aparecieron innumerables cursos de maestrías a los que
entusiastas licenciados e ingenieros se apuntaron, tal vez
imaginándolas como boleto hacia una situación laboral más
prometedora. Tampoco uno podía culparlos, eran los tiempos
de la inversión extranjera y la colaboración económica, y las
posiciones en aquellas “gerencias” y empresas mixtas
precisaban de postgraduados “competentes”. Además,
también florecieron los convenios entre universidades locales
y foráneas, gracias a los cuales educarse no solo implicaba el
acercamiento a otros enfoques y modelos tecnológicos, sino
también rebasar las siempre intimidantes fronteras
territoriales de la Isla.

Una institución más flexible y abocada a la formación


continuada garantizará un mejor uso de la enseñanza superior
y su futuro. Con una estrategia a tal efecto, las universidades
podrán concentrarse mejor en establecer vínculos regionales
y con otras instituciones extranjeras, en explotar mejor el
capital humano, eliminar la desigualdad social imperante y,
sobre todo, contribuir al desarrollo sostenible del país, un
objetivo que parece haber abandonado el discurso oficial que
en otro tiempo lo tenía como bandera y consigna.

Para llegar allí será necesario derribar no pocas barreras


culturales, una vez que en el futuro la ideología pierda la
influencia abarcadora que tiene hoy. Y recalco en el
adjetivo culturales, porque todavía priman aseveraciones con
poca o ninguna base científica que impiden un desarrollo
mayor. Por ejemplo, la concepción de que un universitario al
terminar domina todos los aspectos de su especialidad y, por
tanto, no precisa de superación. Si en las anteriores
generaciones muchos, por voluntad propia, se animaban a
postgrados y diplomados, en la actualidad aquellos que
decidan optar por una especialidad universitaria, merecen un
premio mayor que el título que conseguirán al cabo de cinco
años, pues solo ellos y sus padres pueden comprender lo que
supone vencer el desalentador panorama educacional de la
Isla. Para que estos graduados continúen luego con la voluntad
de superarse, se precisará de poco menos que un milagro.

A menos que contemplen la idea de emigrar, la situación


económica actual les deja pocas esperanzas para ejercer
como profesionales. Mientras las autoridades sigan
empeñadas en priorizar reclamos al estilo de la “defensa de
la patria” o la “supervivencia de la revolución”, quienes se
gradúen en las universidades criollas seguirán condenados a
imaginar un contexto diferente, léase otra isla, en la que
pongan a prueba los conocimientos adquiridos. Cuesta creer
que el discurso de la plaza sitiada de los iniciales años 90,
luego de la desaparición del campo socialista, haya cambiado
tan poco en más de dos décadas, pero ahí está, atentando
contra la posibilidad de todo un país de salir adelante.
Exámenes de ingreso:
una evaluación de la enseñanza en Cuba
Yoani Sánchez
6 de junio de 2013

Ya no están vestidos con uniformes azules y algunos varones


hasta muestran la melena de la rebeldía. Ese pelo que ningún
profesor les exigirá cortarse —al menos durante las próximas
semanas— y que finalmente caerá ante la rasuradora del
Servicio Militar Obligatorio. Aún se ven como estudiantes,
pero pronto muchos de ellos estarán en un pelotón marchando
con un fusil colgado al hombro. Son los jóvenes que justo por
estos días terminan su vida escolar en los diferentes
preuniversitarios de toda Cuba. Los exámenes de ingreso a la
Universidad han quedado atrás y esta semana se ha sabido
quiénes alcanzaron una plaza en la enseñanza superior.

A las afueras de las escuelas los listados de aprobados y


desaprobados hablan por sí solos. El preuniversitario “José
Miguel Pérez” —del municipio Plaza de la Revolución— podría
ser una buena muestra para explicar la situación. Este centro
docente muestra un rendimiento escolar entre los más altos
de los preuniversitarios de la capital. Situación que está dada
en parte por la composición profesional y económica del
barrio, que permite a muchos padres costearle a su hijo los
llamados “repasadores” en horario extraescolar. A pesar de
esas características, las estadísticas de fin de curso en dicho
PRE apuntan más hacia la alarma que hacia la satisfacción.

En el mencionado preuniversitario, de 233 estudiantes que


culminaron 12 grado se presentaron 222 a los exámenes de
ingreso, de los cuales sólo 162 lograron aprobar todas las
pruebas. El resto deberá asistir a segundas convocatorias o
conformarse con un reprobado. La mayor incidencia de bajas
notas estuvo en la asignatura de Matemáticas, en la que sólo
51 alumnos lograron calificaciones entre 90 y 100 puntos. En
la boleta de carreras a solicitar se repetían en los últimos
puestos las especialidades pedagógicas. “Para garantizar
alguna plaza, aunque salga mal en las pruebas”, corroboraban
—con cierto impudor— esos potenciales maestros del mañana.
Principio y ¿fin? de un error

Los jóvenes que este año terminan la enseñanza media


superior son el producto de los experimentos educativos que
arrancaron con la llamada “Batalla de Ideas”. Hoy cuentan
con una edad entre los 17 y los 18 años, de manera que
comenzaron la Secundaria Básica cuando el programa de los
Maestros Emergentes ganaba fuerza. Se formaron en aulas
donde el televisor y la máquina reproductora de video eran
los protagonistas, a falta de profesores lo suficientemente
capacitados. En los momentos más difíciles llegaron a contar
con al menos el 60% de las clases a través de una pantalla.
Arribaron también a la pubertad en medio del aumento del
adoctrinamiento ideológico. Si bien es cierto que éste siempre
ha sido inherente a la enseñanza de las últimas cinco décadas
en Cuba, alcanzó su clímax con posterioridad al caso del niño
Elián González. Fidel Castro aprovechó ese hecho a finales de
los años noventa para imprimirle una vuelta de tuerca al
discurso político en todos los órdenes de la vida nacional.

Quienes se graduaron del duodécimo grado hace unas


semanas, constituye la primera hornada que no tuvo que ir a
los preuniversitarios en el campo. Noticia halagüeña para los
propios jóvenes y especialmente para sus padres. No
obstante, los reajustes docentes que trajo ese cambio,
obligaron a renovar planeamientos de estudio, libros y
cuadernos. Los maestros que venían de las llamadas becas
tuvieron que acoplarse a las nuevas condiciones. A pesar de
las dificultades del anterior régimen de internamiento, estas
escuelas en el campo constituían para el personal docente
sitios de contacto directo con los campesinos que vendían o
intercambiaban mercancía agrícola. De los pocos incentivos
para trabajar en un lugar así, estaba el poder llevar algo de
plátanos, malanga, carne de cerdo o frutas a la ciudad por un
precio mucho más barato que en los mercados de La Habana.
La pérdida de ese pequeño privilegio hizo desistir a algunos
maestros de continuar en el camino de la docencia.

¿Memorizar o cuestionar?

Las innumerables horas perdidas en las aulas por inasistencia


de profesores, es otro de los signos distintivos de los recién
egresados. Hay que agregar el menoscabo del carácter
investigativo en la enseñanza de las ciencias, dado el
deterioro o ausencia de los laboratorios de química, física y
biología. En muchos preuniversitarios se cancelaron
prácticamente los experimentos con sustancias químicas,
ante el desabastecimiento y el temor que los estudiantes
tuvieran acceso a ellas. Las clases de educación física,
computación e inglés fueron las grandes perdedoras del éxodo
de maestros hacia otros sectores laborales. La educación
preuniversitaria enfatizó el aprendizaje memorístico de
fechas, nombres, sucesos, sin avanzar en la creación de
criterio propio, espíritu cuestionador o capacidad de
discernimiento. Los graduados pueden retener en su cabeza
años y días importantes de la historia patria, pero no logran
formarse una opinión propia sobre lo ocurrido en ellos.

La calidad de la grafía, la buena ortografía y el uso correcto


del español tampoco se alcanzaron como objetivos docentes.
El próximo septiembre llegarán a las aulas universitarias
estudiantes con serias deficiencias en esos tres aspectos. Pero
eso no significa que vayan a encontrarse ante excesivas
exigencias o un programa de estudios que no podrán
cumplimentar.Entran a una Universidad muy lejos ya de la
calidad docente que una vez exhibió Cuba. En el ranking de
Universidades Latinoamericanas de este 2013, la Colina
habanera cayó del puesto 54 al 81, otra señal que apunta
hacia la urgencia de revisar todo el modelo educativo. El
propio nivel escolar de los nuevos ingresos a la enseñanza
superior, ha obligado a bajar el listón de la exigencia.

El jugueteo con la alquimia del aprendizaje, los sucesivos


experimentos marcados más por el voluntarismo que por el
análisis científico, la excesiva presencia de la ideología en
cada asignatura, el fomento de mentalidades dóciles y no
cuestionadoras, el poco acceso de los estudiantes a la
bibliografía actualizada (léase Internet) y el fraude escolar
como práctica que florece donde se ausenta la ética, están
socavando uno de los grandes pilares de la identidad nacional.
Ese que está conformado por el conocimiento, la academia y
la docencia. Pero no puede remediarse un problema si no se
confiesa que existe. Así que mientras se siga hablando en tono
triunfalista sobre la educación cubana, ésta continuará
hundiéndose en la mediocridad, en el deterioro material y
pedagógico.
Educación. Dogma y libros de textos
Fernando Dámaso
27 de marzo de 2013

Recorrer los libros de texto utilizados en la enseñanza cubana


en este último medio siglo es realizar un recorrido por el
dogmatismo y la manipulación, en aras de imponer un modelo
fracasado.
El sistema educacional cubano, impuesto por el Estado sin
tener en cuenta los deseos y las preferencias ciudadanas, es
paternalista y manipulador con el objetivo de asegurar,
mediante la gratitud, el sometimiento. Comienza desde el
círculo infantil y llega hasta la universidad y, con un alto
contenido político e ideológico, trata de sembrar en los
educandos los denominados “valores nacionales y socialistas”,
en contraposición a los rechazados “valores ajenos y
capitalistas”. Un componente fundamental para lograr estos
objetivos, lo constituyen los libros de texto. En ellos, además
del contenido específico de cada materia docente, se
introducen, con carácter obligatorio para su aprobación,
edición y uso, los conceptos políticos e ideológicos del
“modelo”. La carga principal aparece en los textos de lectura
y de historia, pero también, de forma menos directa, en los
de otras materias, incluyendo los de matemática.

En los primeros años de la enseñanza, el proceso se realiza de


forma sutil y, al parecer, inofensiva, haciendo hincapié en
hechos y personajes históricos “aprobados”, mediante relatos
y leyendas asequibles a las mentes infantiles, centrando la
atención en los principales participantes de las luchas
clandestina y armada, presentándolos como los continuadores
de la etapa independentista, los grandes héroes que pudieron
llevarla a término. Esto se amplía con “la alegría y felicidad
desbordantes”, entronizadas en nuestros campos y ciudades
por el nuevo régimen establecido, con imágenes de niños y
adultos sonrientes, enarbolando la bandera nacional, como
complemento gráfico de los textos.

En los siguientes años de la enseñanza primaria, la carga


política e ideológica se incrementa, manipulando los hechos y
personajes históricos a conciencia e, inclusive, los
descubrimientos e invenciones en el campo de la ciencia y de
la tecnología, ponderando los que corresponden a ciudadanos
y países política e ideológicamente afines, en detrimento de
los que no lo son.

Aquí ya hacen su aparición, aunque aún de forma “light”, las


figuras de Marx, Engels y Lenin, vinculándolas a Baliño, Mella,
Villena y otros socialistas cubanos, y se habla del socialismo,
tratando de situar a nuestra principal figura histórica —José
Martí— cercana a esta corriente filosófica, utilizando para ello
algunas expresiones y pensamientos generales sacados de
contexto, obviando los que directamente la rechazan.

Proliferan también las alabanzas a los países socialistas y a sus


logros, principalmente a la extinta Unión Soviética, y se les
otorga la condición de “hermanos”. El tema latinoamericano
se encuentra presente en las figuras de sus principales
próceres, encabezados por Bolívar, y se promueve
ampliamente el antiimperialismo y la crítica al capitalismo.

En la enseñanza secundaria, ya los libros de texto poseen un


enfoque político único, más en la línea “hard”, dando por
sentado que la única filosofía y economía válidas son la
marxista-leninista, y el mejor sistema el socialista. Los textos
son más trabajados y dogmáticos, y se da preferencia a las
interpretaciones nacionales de los fenómenos políticos,
económicos y sociales, utilizando para ello el pensamiento de
Fidel Castro, el cual se introduce dentro de las diferentes
materias docentes, además de multiplicarse con el estudio
obligatorio de sus discursos e intervenciones.
(Recuerdo un examen de matemáticas de mi hijo donde cada
problema planteado iba acompañado de una consigna política,
lo cual generó comentarios adversos en muchos estudiantes,
y en algunos padres al saber de ello, llegando la dirección de
la escuela y sus dirigentes políticos a defender esta
aberración, al pedirse una explicación al respecto. La única
inocente resultó ser la vieja maestra, la cual no tuvo nada que
ver con lo que habían introducido en la hoja del examen.)

En la enseñanza preuniversitaria, hasta hace algún tiempo


solo posible de cursar en centros establecidos en áreas
rurales, por el “supuesto principio martiano” de combinar “el
estudio y el trabajo rural”, los libros de texto utilizados
responden a la formación del denominado “hombre nuevo” y,
por lo tanto, se cargan de criterios dogmáticos absurdos,
refrendados por los profesores, cuestionados por muchos
estudiantes, quienes establecen comparaciones con las
difíciles condiciones en que viven, separados de sus
familiares, amigos, vecinos, centros culturales, etcétera, y
obligados a permanecer en un medio ajeno, alejados de
pueblos y ciudades, durante la mayor parte del tiempo, bajo
un régimen casi militar.

En la enseñanza universitaria, conociendo que es una etapa


donde los adolescentes son difíciles de domesticar y tienen
tendencias a cuestionarlo todo, se trata de imponer el
pensamiento dogmático bajo el principio de que “la
universidad es para los revolucionarios”, fomentando un clima
de intolerancia política e ideológica. Los libros de texto
responden plenamente a esta concepción, ahora desde
supuestas concepciones modernas, acordes con los nuevos
tiempos y los cambios que se han producido, tanto en la
economía como en la política y en la sociedad. Para ello se
utilizan los textos que comparten o son cercanos a la ideología
del “modelo”, descartando aquellos que le son críticos o
totalmente descalificativos.

En los últimos tiempos, condicionado por los cambios


producidos en el mundo y en la misma sociedad cubana,
muchos libros de texto han sido revisados y actualizados,
eliminando de ellos referencias y ejemplos obsoletos, así
como tratando de cambiarle la envoltura al marxismo-
leninismo por una más atractiva, denominándolo “martiano”
y, últimamente, hasta “bolivariano”. Sin embargo, su esencia
sigue siendo la misma.

Recorrer los libros de texto utilizados en la enseñanza en Cuba


en este último medio siglo, es realizar, conjuntamente con un
viaje al conocimiento, un recorrido por el dogmatismo y la
manipulación, en aras de tratar de imponer un “modelo”
económico, político y social fracasado.
La Cuba que se nos fue
Tania Quintero
18 de marzo de 2013

Las ruinas y el abandono de la ciudad donde naciste duelen.


Pero más duele la falta de respeto y ética de sus
habitantes. Antes de llegar el comandante y comenzar a
destrozar, La Habana, como toda Cuba, se caracterizaba
por la decencia y el buen hablar y vestir de los cubanos, al
margen de su categoría social y económica.

Los pobres daban los buenos días y sabían comportarse cuando


iban a una tienda, al médico o a ver un abogado. Los negros
eran aún más cuidadosos a la hora de expresarse y
relacionarse con el resto de su comunidad. Había personas
descarriadas, chulos, marihuaneros y ladrones. También
asesinos, cuyos crímenes quedaban reflejados en las páginas
de la crónica roja de periódicos y revistas o en el programa de
Joseíto Fernández, trasmitido todas las mañanas por una
popular emisora y donde el intérprete de La Guantanamera,
cantando, narraba los últimos sucesos sangrientos.

En las seis provincias que entonces conformaban la República


de Cuba, existían barrios marginales. Había analfabetismo y
prostitución. Parecía que Fidel Castro y su revolución le iban
a dar un vuelco de 180 grados a la situación. Los cubanos
pensábamos que el barbudo iba a eliminar lo malo y dejar lo
bueno que había en la isla cuando llegó al poder. Después de
la campaña de alfabetización en 1961 y de su interés por
convertir el deporte, la educación, la salud y la biotecnología
en vitrinas propagandísticas, las transformaciones positivas se
estancaron. Todo empezó a dar marcha atrás.

Luego de 47 años dirigiendo los destinos de Cuba (1959-2006)


como si fuese el mayordomo de una finca particular, Castro
no fue capaz no ya de desarrollar la agricultura, la ganadería,
la pesca, la industria y la economía en general, sino de hacer
de los cubanos unos ciudadanos más cultos y refinados que
antes de 1959.

Un ejemplo. De las escuelas públicas fueron suprimidas


asignaturas que a primera vista podrían parecer secundarias,
pero no lo eran: música, dibujo, caligrafía, trabajo manual,
cocina, costura, economía doméstica, moral y cívica. Los
guerrilleros no se distinguían por su nivel cultural, por sus
reglas de urbanidad ni su sensibilidad humana. El día que
decidieron politizar la educación y adoctrinar al alumnado,
desde kindergarten a la universidad, comenzó a engendrarse
una generación que sí, sabe leer y escribir, pero se expresa
mal, con un vocabulario limitado y una dicción pésima.

Esto se percibe mejor cuando escuchas hablar a un argentino,


peruano o colombiano y lo comparas con un cubano. Da igual
que sea un funcionario estatal, un miembro del partido o un
disidente. Descubres que los cubanos están cortados por la
misma tijera. Tiene su explicación: son más de cinco décadas
escuchando discursos y ‘teques’, leyendo la monótona prensa
oficial, viendo los desactualizados telediarios. A la hora de
hablar, es similar el tono desagradable de la voz y la
gesticulación de unos y otros.

El Capitolio Nacional, en el corazón de la capital y


actualmente muy fotografiado por turistas, fue testigo de
grandes duelos políticos, protagonizados por oradores e
intelectuales de renombre como Salvador García Agüero,
negro y comunista, y Orestes Ferrara, italiano que luchó por
la libertad de Cuba. Los dos han sido tirados al saco del olvido.

Imperdonable un país sin memoria. Hoy, a muy pocos jóvenes


les interesa conocer su pasado. Lo de ellos es bailar reguetón,
hacer el amor y tratar de irse del país.

Es lógico. Es el resultado de la mediocridad en la que llevan


54 años viviendo. A partir de 1959, los hombres de verde olivo
no solamente fusilaron a decenas de ‘contrarrevolucionarios’,
también ejecutaron la decencia. Impusieron la vulgaridad y la
chabacanería. El lenguaje panfletario lo mismo es utilizado
por una portavoz del castrismo que por una opositora de nuevo
cuño. Representan la Cuba del presente, tan poco original y
creativa. Tan alejada de aquella otra. La que para siempre se
nos fue.
Sistema Nacional de Educación (SNE)
2012
Cubamatinal

I- Antecedentes:

Si bien es cierto que el SNE se encuentra totalmente


extendido en todo el territorio nacional -con acceso teórico
en condiciones de igualdad para todos los estudiantes-; tiene
sin embargo como limitante la mediación político-ideológica
del Estado en el proceso docente-educativo de manera tal que
los criterios educativos de la estructura estatal, priman sobre
la voluntad educativa de los progenitores y los resultados
académicos alcanzados por el estudiante.

Estas acciones coordinadas de adoctrinamiento político


comenzaron de forma pública desde el año 1961, ocasión en
que sobre la base de la “Campaña Nacional de
Alfabetización”, las cartillas para aprendizaje de la lectura y
escritura estaban diseñadas para el logro de una profunda
penetración doctrinal a favor del sistema de gobierno recién
implantado.

Las prácticas de utilización de los textos escolares como vía


de adoctrinamiento político, se han mantenido hasta nuestros
días. Más adelante en el informe enlazamos a un artículo que
analiza la utilización de la propaganda política en la
programación ideológica de los niños del segundo grado de la
Enseñanza General Obligatoria en Cuba.

Para ello el Estado ha instrumentado mecanismos legales:

 El cuerpo de leyes abarca desde el Codigo de la Niñez y


la Juventud, RM 17707 Continuacion de estudios, Carta
Circular Conjunta UJC-MINCULT-MINED , Cartas y
Orientaciones Metodológicas , hasta , incluida
una Estrategia Maestra Universidad de La Habana. Curso
2009-2010 para la consecución de objetivos políticos en
la formación de los educandos.

 Los Objetivos de la enseñanza en todos los tipos y niveles


de educación incluyen como directriz fundamental la
“Formación Político Ideológica” ypara ello se
instrumentan los Libros de Texto, las Actividades
Curriculares, Extra Curriculares y elSistema de
Evaluación

 Para poder cursar desde la enseñanza Secundaria Básica


al Bachillerato o Enseñanza Técnica Media,es necesario
aprobar una “Evaluación Político-Moral”, que se basa
en la asignación subjetiva de calificaciones según el
entusiasmo y correspondencia con las “Tareas Políticas”.

 Por ejemplo; en las “Orientaciones Metodológicas para


la aplicación de la Resolución Ministerial sobre
Evaluación en las Secundarias Básicas” (Cap. 2
Indicadores del componente educativo) el punto 3,
incluye doce acápites, tales como:“¿Ama a la
Revolución y reconoce sus logros?, ¿Participa en las
convocatorias y movilizaciones políticas y
patrióticas?, ¿Es anti imperialista (reconoce al
imperialismo yanqui como enemigo de la Revolución y
los pueblos), sabe por qué?”.

 De no aprobar el educando las Evaluaciones Político-


Morales subjetivas (reflejadas como un baremo en el
Expediente Acumulativo del Escolar, que lo acompaña
durante toda su vida estudiantil), tampoco podrá
presentarse a exámenes de ingreso a la Universidad. En
caso de ingreso a la Enseñanza Superior, ha de someterse
a evaluaciones permanentes en el área político-
ideológica durante toda su carrera universitaria, sin
cuyo requisito sería separado de los estudios superiores.

El funcionamiento del SNE a partir de un cuerpo de leyes y


directrices del Estado (que regula la formación de los
educandos dentro de rígidos parámetros Político-Ideológicos),
sin posibilidad de elección sobre el sistema educativo por el
que transitarán los niños y jóvenes, viola los derechos de niños
y jóvenes a una educación libre y la libertad de los padres
para escoger la educación de sus hijos. Según los términos del
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales.

II- La Educación durante 2012:


Durante todo el año 2012, que incluyó el segundo semestre
del año lectivo 2011-2012 y el primero del año lectivo 2012-
2013; no se ha constatado ningún tipo de medidas; ni en la
elaboración de planes y programas, libros de textos e
instrucciones técnicas al personal docente, a los efectos de
desmontar el sistema de adoctrinamiento escolar. Mas bien la
tendencia es reafirmar esta vieja práctica doctrinaria.

Por otra parte, -aunque por motivaciones ajenas a la


práctica cotidiana del SNE- han disminuído, sobre todo en las
provincias occidentales del país las “Escuelas en el Campo”.
Este tipo de institución, así como las movilizaciones de
estudiantes de Enseñanza media a la agricultura para ejercer
trabajos no remunerados y en condiciones de riesgo durante
períodos que fluctúan entre un mes y 45 días (condicionantes
además para obtener una evaluación político-moral
positiva), han sido señaladas -entre otros muchos aspectos-
al estado cubano por parte del (30 de mayo a 17 de junio de
2011). A continuación un pequeño extracto:

Examen de los informes presentados por los Estados partes


en virtud del artículo 44 de la Convención de Ginebra para
los Derechos del Niño.
Observaciones finales: Cuba
G- Medidas especiales de protección (artículos 22, 30, 32 a
36, 37 b) a d) y 38 a 40 de la Convención)

Explotación económica, incluido el trabajo infantil

50. El Comité expresa preocupación por que en el Código de


Trabajo del Estado parte no se prohíban todos los tipos de
trabajos peligrosos para los niños, y que el Estado parte aún
no haya ratificado el Convenio sobre la prohibición de las
peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para
su eliminación (Nº 182) de la OIT.

51. El Comité recomienda al Estado parte que ratifique el


Convenio sobre la prohibición de las peores formas de trabajo
infantil y la acción inmediata para su eliminación (No. 182)
de la OIT, y revise su Código de Trabajo, a fin de armonizarlo.

a) Importancia de ciertos indicadores para la imagen del


estado totalitario

Al margen de la importancia de la enseñanza como proceso


para la reproducción de la cultura, el acervo social, la
técnica y las ciencias en general; la imagen de dichos
indicadores tomados como bandera de “logros” durante
muchos decenios, se concretan en un indicador reconocido
por el Sistema de Evaluación Global de ONU; nos referimos al
Indice de Desarrollo Humano.

Durante mucho tiempo, el referido Índice solo contemplaba


un indicador complejo de salud -Vida larga y saludable-, así
como la Educación en sus acpectos más elementales de
extensión social. Tiempo después, cuando la soledad de los
referidos índices comenzó a demostrar su cortedad para medir
el “Desarrollo Humano” se incluyó un nuevo indicador, a
saber; “Nivel de vida Digno” reflejado por los ingresos
percápita de la población calculados a partir del Producto
Interno Bruto (PIB), que será objeto de análisis en el Capítulo
Economía de este Informe.
Donde el sistema educativo se refleja con un objetivo práctico
e inalienable:
Por otra parte, los reportes estadísticos sobre resultados del
SNE cubano son desde antaño muy poco creíbles, sobre todo
en aspectos relacionados con la promoción escolar y la muy
promocionada calidad de la enseñanza. Aunque en sentido
general es cierta la extensión del sistema educacional con las
limitantes anteriormente señaladas.

A los reportes esdatísticos disponibles hasta fecha de hoy


(cierre del curso 2011-2012) se puede acceder desde los
siguientes enlaces y en diferentes formatos para mayor
facilidad de los lectores:

 Cuba: Educación, Estadísticas cursos 2006-2007 al 2011-


2012 (Compresión en Winzip y documentos en Excel)

Sólo para señalar un ejemplo de incongruencia de reportes


estadísticos con la realidad contrastada, incluso en otros
informes y discursos oficiales, tomaremos como base de
análisis la tabla de reporte sobre personal docente y su
calificación Tabla 18.8 .

Para acceder a los datos de la imagen, pero en formato PDF,


pulse sobre este enlace

Como puede observarse se reporta la calificación de los


docentes frente a un aula, en los diversos tipos de enseñanza,
diferenciando a los docentes graduados universitarios de los
que no lo son.
Se utiliza una categoría imprecisa que se denomina
“certificación” y se termina por informar que el 100% del
personal docente del país se encuentra “certificado” de lo
que puede decucirse que la totalidad del personal frente a las
aulas tiene formación como docente.

Es evidentemente un falseamiento de la realidad que data de


largos años. Uno de los problemas fundamentales que ha
confrontado la educación cubana ha sido el permanente
déficit de docentes, con énfasis en la Enseñanza Media
General. Todo ello a pesar de los esfuerzos mediante la
creación de Institutos Superiores Pedagógicos en todas las
provincias del país.

Sólo que, como medidas de “emergencia” se


institucionalizaron de forma permanente diferentes vías para
la formación “emergente” de maestros y profesores;
contribuyendo de esta forma a simular una cobertura docente
inexistente.

El último plan de formación de maestros y profesores


“emergentes” -el cuarto en cincuenta años según nuestros
datos- ha vuelto a llevar a las aulas a jóvenes adolescentes de
practicamente las mismas edades que los educandos. Todo
ello en la enseñanza más compleja -Enseñanza Media- y sin
que los “profesores y maestros emergentes” tuvieran el
mínimo de preparación académica, que se suponía suplieran
las clases televisadas.

Por cierto que esta modalidad de clases por televisión ya


demostró su inconsistencia en el anterior experimento de
finales de los años sesenta, principios de los setenta para ese
segmento de estudiantes.

Algunos reportes de prensa directamente desde la isla


desmienten la capacidad de estos docentes para enfrentar la
enseñanza, alertan sobre el alto grado de corrupción que se
ha extendido en la docencia y que se traduce en la venta de
notas, exámenes etc.

Nada de extrañar en las condiciones actuales de corrupción


del país y mucho menos en un sector de bajísimos salarios
que no estimulan el ejercicio de la profesión, que por demás
continúa bajo el dictado salarial del llamado “tridente”
vinculado a resultados de promoción y la antigua práctica
generalizada de exigir altas cifras promocionales por parte de
las autoridades docentes. Que data de principio de los años
setenta del pasado siglo, cuando la Secundaria Básica en el
Campo “Vanguardia de La Habana” en Isla de Pinos reportara
el primer “ciento por ciento de promoción” en esa modalidad
de enseñanza.

b) Reportes de prensa sobre problemas en el SNE durante


2012:

 Considera Ministerio de Educación a familias de espías


entre las ilustres del país
 Se agrava la crisis de maestros en Cuba
 En escuelas públicas cubanas piden dinero a los padres
 Curso 2012-2013: universidades cubanas en estado de
caos
 Comenzó el curso escolar
 El agujero negro de la educación cubana actual
 El “paradigma” cubano de acceso a la educación superior
 Dónde están los maestros

III- El problema de la calidad en la enseñanza:

A pesar de las promociones de tipo propagandística de la


enseñanza cubana, es contrastable un descenso de la calidad
motivada por la priorización de la masividad, la carencia
notoria de profesores calificados, -pues muchos han emigrado
hacia otras áreas de mejor nivel de remuneración- y el atraso
tecnológico.

Este último acápite condicionado por motivaciones de tipo


políticas; pues el estado cubano ve en la libre comunicación y
difusión de la cultura un enemigo potencial a su estructura de
gobierno.

Por ello la población cubana se encuentra entre las de menor


acceso en el mundo a Internet. El estado por su parte ha
creado una “Intranet” que persigue sustituir desde páginas
preelaboradas por los censores políticos la rica diversidad del
intercambio informativo.

Como parte del derecho a la Libertad de Expresión, se


reconocen por los documentos rectores de ONU, el Derecho
a la Búsqueda de Información y a su Libre Difusión por
cualquier medio de expresión.

En el período monitorizado por el Observatorio Sociológico de


la ONG CENINFEC se han verificado numerosas violaciones de
ese derecho, tanto en el orden colectivo de la población
cubana –con un incremento del índice de marginación con
relación a otros países de su entorno- así como de individuos
en el orden particular.

En el pasado reciente el Estado cubano argumentó que las


dificultades del acceso de la población a Internet, estaban
motivadas por el embargo de los Estados Unidos de América,
(que impedía el acceso al Cable Submarino de comunicaciones
que pasa cerca de Cuba) y que ello obligaba al acceso a través
de satélites, generando un gasto insostenible para la
ampliación del servicio. Creando una Intranet nacional
limitada que filtra la información, según criterios oficiales.

Desde febrero de 2011, Cuba cuenta con un cable de Fibra


Óptica tendido entre Camurí (zona de la Guaira) en Venezuela
y la playa de Siboney en Santiago de Cuba (zona oriental del
país) con una capacidad de 640 Gigabytes/s, es decir 3000
veces superior a la capacidad existente en Cuba antes de la
llegada del Cable que a un costo de 70 millones de dólares fue
financiado por Venezuela. Ver enlace: Cuba mantiene el
bloqueo de internet a la población a pesar de disponer un
cable de fibra óptica.

Sin embargo las limitaciones de la población para el uso de


Internet se mantienen, ocupando en el ranking de naciones
miembros de ONU la posición número 107 en cuanto al uso
individual de internet, así como la posición número 151 con
el 0.0 % para banda ancha desde una línea fija; y el 169 con
el 0.0 % para banda ancha desde un celular, según el Informe
Comisión Internacional de Banda Ancha para el Desarrollo
Digital de la Unión Internacional de Telecomunicaciones
(UIT).
Las alegaciones públicas del Estado cubano han oscilado
entre encauzar a algunos funcionarios vinculados al tendido y
puesta en marcha del Cable (alegando corrupción mediante
cobro de comisiones), hasta declarar que la política del estado
mantendría la limitación de Internet solo con acceso desde
organismos públicos.

El Derecho a la Información y la libre comunicación se ha visto


también afectado en este período, pues toda noticia,
comunicación u opinión que difiera de la oficialmente
mantenida por el Estado cubano es catalogada como
“actividad enemiga” y a tales efectos se ha establecido una
política oficial que declara como “terroristas cibernéticos” a
todos aquellos ciudadanos que desde dentro de Cuba ( con sus
grandes limitaciones) y desde el exterior participan de páginas
Web, Blogs o Redes Sociales con criterios diferentes a los
oficiales .

a) Las vías sociales de educación; mediante el acceso a los


progresos científico-técnicos y la libre expresión cultural

La Libre Expresión Cultural está íntimamente ligada al


Derecho de Información. No existe Libertad Cultural, si
previamente el sujeto de la cultura –el ciudadano- no accede
a la información; incluido gozar de los beneficios del Progreso
Científico y de sus aplicaciones.

Los anuncios oficiales en el período que se analiza, sobre el


“levantamiento de la censura o prohibiciones culturales” en
los Medios de Difusión Masiva de Cuba, quedan intervenidos
por la anunciada “libertad” del productor para proceder a la
autocensura.

Un movimiento de la Sociedad Civil; las Bibliotecas


Independientes, han sido duramente fustigadas. Siendo como
son pequeñas unidades de información, con pequeños fondos
y muchas veces operadas por personal sin calificación
específica como Bibliotecarios, se ha tratado por todos los
medios de hacer desaparecer el movimiento, que en muchos
casos apoya el trabajo comunitario que son incapaces de
efectuar las pequeñas bibliotecas escolares de los centros
educativos.

Algunas noticias como la continuidad en la detención de


agentes sociales de entidades culturales (bibliotecarios,
informadores sociales, periodistas de opinión etc.) , así como
“visitas preventivas” de la policía política, nos permiten
afirmar que el conflicto del Estado cubano con la parte de su
población que ha decidido ejercer sus Derechos amparados
por los diferentes instrumentos de ONU, pretende ser resuelto
por la vía policial y no mediante el diálogo por parte del
Estado.

De esta forma el SNE seguirá siendo un sistema de formación


en retroceso si no se toman medidas de modernización
urgentes, pues no se puede concebir la educación sólo como
un proceso a ajecutar en las aulas, sino como parte de un todo
social.

Alguna medidas, pecan de tibieza, como la de autorizar la


categoría de trabajadores por cuenta propia a “repasadores”,
es decir personas -muchos de ellos maestros- con formación,
para en horario extracurricular retomar los contenidos
recibidos en el aula.
La secundaria en Cuba: Ver para creer
Verónica Vega
11 de diciembre de 2012

Los acres comentarios que desató el post de mi colega Yenisel


Rodríguez, “La doble sesión como régimen carcelario en la
educación secundaria”, sinceramente, me sorprendieron.

Ante todo, percibo en ellos la ausencia de experiencia de


primera mano en el asunto. Pero también la mojigatería a usar
palabras duras como reacción a un largo entrenamiento en
términos épicos y eufemismos.

Cuando mi hijo estaba en la secundaria, ese era justo el


comentario entre las madres que se aglutinaban al mediodía
en la parte trasera de escuela, todas enarbolando cacharros
donde les llevábamos el almuerzo.

Las puertas cuyos cristales rotos reemplazaban dispares tablas


dispuestas chapuceramente, los empujones para mirar por el
espacio que nos dejaban buscando a nuestros hijos entre la
masa de adolescentes que descendía por la escalera, y la
ansiedad de ambas partes, completaba una escena
deprimente.

El ala abierta de la puerta era obstruida por una mesa y uno


o dos profesores cuya función era velar que los muchachos no
fueran a huir, y que la entrega fuese lo más veloz posible. Sí,
al menos a primera vista aquello hacía pensar en algún centro
de reclusión.
Las rejas instaladas desde hace varios años en todos los puntos
de salida de las escuelas secundarias también denotan que se
necesitan cuidados especiales para evitar la evasión de los
alumnos, algo que no ocurría cuando yo cursaba la enseñanza
secundaria.

Como tampoco fui testigo en mis tiempos de estudiante de


persianas arrancadas o puertas violentamente rotas, algo
usual en estas escuelas cuyas reparaciones cíclicas apenas
duran.

Pero esto es sólo la cáscara del problema. La agresividad de


las jóvenes generaciones deja su rastro no sólo en los cuerpos
de las instalaciones educativas.

El éxodo de personal docente experimentado, la


improvisación de maestros que denotan absoluta
incompetencia, el uso de profesores virtuales que desde un
televisor no pueden establecer diferencias ni evaluar el nivel
de atención o comprensión, las aulas hacinadas donde los
muchachos llegan a sentir claustrofobia, las pésimas
condiciones de mesas y sillas que provocan en muchos
malformaciones en la columna, y hasta el estado de los baños
y sus emanaciones irrespirables, son parte de la degeneración
de la educación en Cuba.

El drama que no captan las estadísticas

He conocido niños que, al pasar de la primaria a la secundaria,


el cambio (de ambiente y de sistema) les resulta insoportable.
Niños que se deprimen, rechazan la escuela, somatizan la
ansiedad y desarrollan trastornos de salud y hasta de
personalidad.

La sobrina de una amiga, estudiante brillante en la primaria,


que adoraba a su maestra, al pasar a séptimo grado reaccionó
con una profunda crisis depresiva que requirió la intervención
de psicólogos. Incluso se creyó que perdería el curso o algo
peor: que no se adaptaría nunca.

Los que arremeten contra el texto de mi colega juzgan


seguramente por sus recuerdos de lo que fue la enseñanza en
Cuba. Si yo hablara sólo por mi experiencia de estudiante,
aparte de objetar contra el adoctrinamiento, no tendría
mayores quejas.

A los déficits mencionados se añade el flojo programa de


estudios actual, donde la gramática es ambigua y la literatura
está ausente, física, química y biología amalgamadas en un
bodrio llamado ciencias naturales del que no sacan idea clara
de ninguna de las tres, un cuaderno martiano que no abren en
todo el curso y una “educación cívica” que sólo despierta
confusión y apatía.

La doble sesión fue sólo una medida para aliviar un problema


en las calles que desencadena otros, ¿menos visibles?
Recuerdo que muchos de los comentarios de los que fui testigo
entre esas madres en el horario de almuerzo, versaban sobre
lo que ya habían “desaprendido” sus hijos. Desde la ortografía
hasta los buenos modales, pasando por la merma de
conocimiento en asignaturas básicas.
En las escuelas secundarias, durante el horario de clases, es
muy difícil acceder a las aulas, pero yo tuve la oportunidad de
subir a la de mi hijo por razones diversas. Recuerdo que el
escándalo de los alumnos era tal, que la maestra y yo
teníamos que dialogar a gritos.

Ese es el ambiente en el que se mantienen durante ocho


horas. En los lapsos de receso el nivel de ruido es peor, y los
pasillos apenas pueden contener a una marea de adolescentes
ávidos de descargar su exceso de energía. En las frecuentes
festividades, se ponía un potente equipo de audio que
atronaba todos los pisos de reguetón, por varias horas. Incluso
se le pedía a los alumnos (por la izquierda) dinero para pagar
al dueño del equipo.

Cuando mi hijo estaba en séptimo grado la profesora puso,


como entretenimiento, una película de horror que le causó
pesadillas por días. Claro que hablé con la jovencísima
maestra, pero insinuarle que aquello era antipedagógico
estaba más allá de su pobre comprensión.

Estando ya él en noveno grado su profesor de ciencias, que se


encontraba en estado de embriaguez (y dentro de la escuela)
golpeó a unos alumnos y fue por esto sancionado. En los meses
que siguieron, el aula, sin ningún docente al frente, era un
hervidero de indisciplina. Varios estudiantes se entretenían
lanzando con fuerza una pelota de baloncesto a todo inocente
que se mantuviera en su asiento, ignorando el peligro. Claro
que esto provocaba constantes trifulcas.

“¿En qué lugar van a estar mejor los chicos que en las
escuelas?”, pregunta una lectora. En centros donde reciban al
menos, la educación que recibimos sus padres. En escuelas
que no sólo sirvan para “contener” lo que más temprano que
tarde se desatará en las calles.

Y para los que no creen en dramas intangibles, los que sólo


aceptan estadísticas, ya hay casos que vienen directamente
de estas secundarias: el del joven profesor que mató
accidentalmente a un alumnocuando le lanzaba una silla a
otro, el de la alumna que se cayó de un piso alto durante un
trabajo voluntario,el de los adolescentes que fueron
encerrados en un closet, amordazados y con la boca llena
de papel, por “profesoras generales integrales”, en una
secundaria de la Habana Vieja…

Y sin duda muchos más que fluyen subrepticiamente y en unos


años ayudarán engrosar esos índices (que jamás nos
informan), de profesionales incapaces, de delincuencia, de
accidentes, de alcoholismo y drogas, de abuso sexual, de
abortos, y, claro está, de exilio.

La doble sesión como régimen carcelario


en la educación secundaria
Yenisel Rodríguez Pérez
30 de noviembre de 2012

Cada año se incrementa el trato carcelario a los estudiantes


cubanos de todas las edades. A los estudiantes primarios se
les expone a un adoctrinamiento feroz, a los universitarios
se despolitiza y a los estudiantes técnicos se les trata como
a delincuentes.
La doble sesión en la educación secundaria forma parte de
dicho tratamiento carcelario. Es un régimen escolar que
obliga a los estudiantes a permanecer cerca de ocho horas
dentro de una misma aula. De esta manera se les secuestra la
posibilidad de socializarse de manera autónoma en los
espacios públicos de la ciudad en horario diurno. Una vez más
la escuela se suma a la estructura represiva del autoritarismo
burocrático.

A principio de este siglo comenzaron a eclosionar pandillas en


los centros urbanos de todo el país. La mayor parte de éstas
estaban integradas por estudiante secundarios. En aquellos
momentos la gran mayoría de los estudiantes preuniversitarios
permanecían internados.

Los adultos y los burócratas se aterrorizaron al ver como la


calle se “atomizaba” en horario laboral con la carcajada
desafiante de estos adolescentes. La doble sesión fue la
solución que encontraron al problema.

Aunque la intención de purificación social de la doble sesión


se mantiene oculta, se hace evidente a todas luces el
contenido antieducativo de la misma.

Hoy la disminución del gasto social ha obligado al Estado


cubano a eliminar casi por completo los internados
preuniversitarios. Esto reduce la eficiencia carcelaria de la
doble sesión de la educación secundaria. Ahora las calles son
“tomadas” por adolescentes de 15 a 18 años. Muchachos de
mayor compostura física y más radicalizados en la negación
de la demagogia oficial y el autoritarismo estatal.
Los presupuestos no alcanzarán para extender la doble sesión
a los recién fundados preuniversitarios no internados. Ya se
hace insostenible el costo de la merienda escolar que se
ofrece en las secundarias para retener a sus estudiantes.

Los conflictos acumulados emergerán intensificados en


cualquier momento. Sobre todo cuando se enfrentan de
manera tan ineficaz e irresponsable. Un Estado autoritario en
retirada implica grandes costos sociales.La experiencia
carcelaria que viven actualmente los estudiantes
secundarios cubanos es una muestra de dicho costo.

Solidaricémonos con ellos.


Por el mal camino
Iván García
29 de noviembre de 2012

La crisis en la enseñanza primaria es ya devastadora. Ser maestro en


Cuba es ‘la última carta de la baraja’

Tengo una hija de 9 años que, debido al poco rigor en la educación


primaria, su madre y yo nos hemos visto obligados a invertir más tiempo
y dinero del deseado en consolidar sus conocimientos.

Cuando cursaba el primer grado, su maestra, de 18 años, con deficiente


formación pedagógica, aplicaba castigos corporales a los alumnos cada
vez que perdía la paciencia. Los maltratos se sucedían con frecuencia.
La muchacha era vulgar y colérica. Además, tenía escaso nivel cultural y
poca o ninguna vocación magisterial.

Reiteradas quejas a la directora de la escuela y cartas enviadas al


Ministerio de Educación por parte de algunos padres provocaron el
traslado de la maestra a otro colegio. Lo lógico hubiera sido haberla
expulsado de la enseñanza. Pero la falta de maestros primarios en Cuba
llevó a las autoridades educacionales a no tomar medidas drásticas.

Mi hija llegaba a casa temerosa, por los gritos, golpes e insultos de su


maestra. Empezó a rechazar la escuela. Apenas progresaba en lectura y
aritmética. Después de su jornada escolar, la madre o yo repasábamos
dos horas diarias con ella.

Por 10 cuc —la mitad del salario de un profesional en Cuba—


contratamos a una experimentada maestra primaria, ya jubilada, con el
objetivo de elevar la calidad de la educación de la niña. Aparte, pagamos
3 cuc mensuales a una profesora de inglés.

La situación con mi hija no es una excepción hoy en Cuba. Diría que es


la norma. Infinidad de familias tendrán historias semejantes de quejas
que contar acerca de la pésima gestión del profesorado.

Según la prensa oficial, existe un déficit de 14 mil profesores en la


enseñanza primaria y secundaria. Fernando Ravsberg, corresponsal de
la BBC en la Isla, ha publicado en su blog que se requiere de gran habilidad
para escribir un artículo de 1.400 palabras sobre la escasez de maestros
y no mencionar ni una sola vez los bajos salarios que éstos devengan.

El retroceso de la calidad educacional en el país está íntimamente ligado


a los sueldos ridículos. Un maestro no gana más de 500 pesos. No recibe
dinero extra en divisas. Y su reconocimiento social ha caído
estrepitosamente. Cuando un joven escoge la carrera pedagógica, casi
siempre es porque ha fracasado en su intento de aprobar exámenes de
ingreso en otras licenciaturas consideradas más “prestigiosas”.
Ser profesor es la última carta del mazo. Muchos varones optan por
estudiar en cursos docentes relámpagos como vía de escapar al servicio
militar. No es raro ver a un antiguo maestro de primaria fregando platos
en un hotel de lujo o preparando pizzas caseras en un negocio privado.

Un buen maestro es uno de los más valiosos aportes al país, algo que no
suele recoger el PIB. ¿Quién no recuerda las soberbias clases de historia
o literatura de un profesor virtuoso? Los buenos profesores nunca se
olvidan y no solo se les agradece por lo aprendido, sino también por la
forma en que nos enseñaron. Detrás de grandes profesionales y de seres
humanos honestos, siempre está la mano de un gran maestro.

Ya esa etapa va quedando atrás. Ahora mismo, en la patria de Félix


Varela, José de la Luz y Caballero y María Luisa Dolz, entre otros
destacados pedagogos, ser maestro es algo trivial. Un oficio de último
recurso para no engrosar las estadísticas de desempleados.

Si en Finlandia, nación europea a la vanguardia mundial en la educación,


a los maestros de más nivel los sitúan en la enseñanza primaria, en Cuba
sucede todo lo contrario. Las estadísticas reflejan que en la Isla hay más
de un millón de graduados universitarios. Miles de técnicos. Cero
analfabetos.

Es loable. Un logro de Fidel Castro. Con sus manchas: la enseñanza está


altamente ideologizada. Y en el nivel superior, si usted muestra
abiertamente sus discrepancias políticas, lo pueden echar a la calle.

En sus tímidas e incompletas reformas económicas, Raúl Castro debería


contemplar una mejora importante del salario a los maestros primarios y
secundarios.
Un oficial del MININT o las FAR devenga unos mil pesos mensuales.
Además, disponen de teléfono móvil pagado por el Estado. También
pueden adquirir artículos a precio de costo en tiendas exclusivas para
oficiales. Y todos los años se van de vacaciones a villas castrenses a
precios muy asequibles. El club de generales goza aún de mayores
prerrogativas. En cambio, los maestros cubanos ganan sueldos miserables
y su labor no es reconocida por el Gobierno.

La baja calidad educacional ya recoge sus frutos. Profesionales


mediocres, con faltas de ortografía y uso incorrecto del lenguaje.
Jóvenes sin civismo y adolescentes desmotivados.

El retroceso cualitativo se pudiese frenar si el Estado dignificara la


profesión de maestro y su rol en la sociedad. De lo contrario, la crisis
educacional continuará agudizándose. Por ese camino vamos.
La salud y la educación en Cuba
Yoani Sánchez
La educación en Cuba: los cambios que necesita.
Karina Gálvez

“La autoridad reposa, en primer término sobre la razón. Si


ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una
revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis
órdenes son razonables”.
Antoine de Saint-Exúpery, “El Principito”

Es cierto que los cambios son siempre un reto y aceptarlos


depende en gran medida de la flexibilidad de las
mentalidades. Pero su efecto y el modo en que se produzcan
determinan la actitud con que estos cambios son asumidos: se
participa en ellos o se rechazan.
En los últimos tres años, se manifiesta una intención de
cambiar la situación de facilismo en que estaba (o todavía
está) la educación escolar cubana. Exámenes de ortografía
para universitarios y profesores, disminución significativa de
las clases televisadas, aumento del nivel de exigencia en
exámenes de ingreso y cambios en el sistema de evaluación
en todos los niveles de enseñanza. Debemos reconocer que
estos cambios han influido en la actitud de estudiantes que
ahora saben que deben esforzarse más para alcanzar lo que
antes era quizás más fácil.

Pero, ¿por qué no nos sentimos más satisfechos los que


participamos en el sistema?

Es de suponer que un mayor nivel de exigencia contraríe a los


estudiantes porque tienen que hacer un mayor esfuerzo, o a
los profesores que deben hacer un mejor trabajo, o a los
dirigentes que deben asumir mayores responsabilidades. Pero,
en sentido general, la contrariedad no significa incomodidad
o insatisfacción para quien comprende la importancia de la
educación de una nación. Así, hablando en sentido general,
quien se incomoda por tener que estudiar más, se alegra al
sentir la compensación de una mejor preparación para la vida
y al saborear el aumento de sus conocimientos, así como la
justicia en las evaluaciones que hace que prevalezca el que
más se esfuerza. El profesor, que pudiera incomodarse por
tener que trabajar más, se siente compensado por los
resultados de su trabajo y la justa valoración del mismo, por
el respeto de los estudiantes, que, ante mayor exigencia,
prestan más interés. Los padres, que son los responsables de
la educación de sus hijos, prefieren la exigencia que los hace
esforzarse, a la dejadez que les facilita el camino hacia la
mediocridad. Estas son las actitudes más humanas. Aún
cuando existan personas que prefieran la comodidad, la falta
de exigencia o la mediocridad, no creo que esto sea lo más
común en Cuba.
¿Qué es lo que todavía provoca, e incluso ha aumentado, la
insatisfacción de estudiantes y profesores cubanos?

Sobre esto todos podríamos emitir criterios y tener ideas todas


diferentes. Pero creo que hay elementos que se repiten en el
sistema de educación cubano y que, ante los cambios
implantados, ponen más al descubierto contradicciones
propias de cualquier sistema totalitario:

La formación profesional de maestros y profesores

¿Quiénes dan clases en Cuba? Por una parte, muchos hemos


contado alguna vez con un maestro o maestra que marcó
nuestra vida. Que supo hacernos descubrir potencialidades y
talentos y que nos formó para enfrentar los retos de vivir
éticamente. Esos todavía viven y trabajan en Cuba, gracias a
Dios. Ellos comprenden mejor lo importante que es la
exigencia y la pueden asumir con responsabilidad y entrega,
aun cuando sienten la falta de condiciones y no reciben la
remuneración justa. Pero lamentablemente no es la mayoría
de los educadores cubanos, la que presenta estas
características.

El carácter masivo de la educación en Cuba ha provocado que


la misma sea asumida, en su mayor parte por: los llamados
“maestros emergentes”, que solo recibieron ¡seis meses! de
preparación para ser tales y que ahora no pueden enfrentar el
reto de una instrucción más especializada; profesores
emanados de un sistema poco exigente y que durante mucho
tiempo subvaloró la profesión (se exigía bajo índice
académico para acceder a carreras pedagógicas); titulados
como máster o doctores con muy poco nivel de preparación
en su especialidad y mucho menos nivel de cultura general;
egresados de la enseñanza superior, para la cual, la formación
ideológica ocupaba el lugar primordial en el currículum, o
simplemente, egresados de las especialidades, sin ninguna
preparación pedagógica, e incluso con muy poca práctica en
su especialidad. Estos educadores rechazan los cambios en el
sistema educativo porque no tienen la preparación necesaria
para enfrentar el reto.

Es importante reconocer que, aunque cada cual es


responsable de su vida profesional, muchos han sido víctimas
de un sistema cuyo principal objetivo es formar servidores
para su continuidad y no hombres y mujeres libres y bien
instruidos según sus vocaciones y talentos. “Si el país necesita
maestros, pues maestros”. Ahora pasamos de aquella
campaña para que todos fueran universitarios, a la campaña
de que necesitamos agricultores y hombres de oficio. En otro
tiempo, los que tenían vocación para labrar la tierra y para
ejercer oficios, se vieron enrolados en la enseñanza
universitaria, en profesiones que no le eran afines, pero que
otorgaban el ansiado título. Ahora los que tienen vocación
para profesiones universitarias, deben conformarse con la
formación para ejercer oficios y labrar la tierra. Ni las
profesiones han sido o serán bien ejercidas, ni la tierra ha sido
o será bien labrada, ni los oficios bien ejercidos, hasta que
estemos en una sociedad que valore plenamente la vocación
de la persona como fuente de riqueza material y espiritual.
Reglamentos rígidos y de características medievales

En muchos filmes de la época medieval hemos visto y nos


hemos escandalizado con los reglamentos de colegios
religiosos: varones y hembras separados, maestros
castigadores, prohibición de noviazgos, etc.

Sin embargo es tan escandaloso como eso, leer los


reglamentos escolares para la enseñanza secundaria y
preuniversitaria de este siglo XXI en Cuba. Por solo citar
algunos ejemplos: el pelo de los varones debe medir dos
milímetros en el frente y uno detrás; los pantalones deben
estar ajustados hasta las rodillas y ampliarse a partir de esa
zona no sé cuántos centímetros, la saya de las hembras debe
estar 4 centímetros o menos por encima de la rodilla, no
puede usarse relojes porque todos no tienen, etc.

Me pregunto si es tiempo de ocuparse de los centímetros que


mide el pelo en medio de la crisis de valores esenciales que
vivimos en Cuba. Me pregunto si la violación a la libertad
personal puede llegar hasta las decisiones más personales
como el largo del pelo. Me pregunto si esconderlas elimina las
diferencias sociales.

La enseñanza secundaria (entre séptimo y noveno grado, o


sea, adolescentes entre 12 y 14 años), mantiene además un
sistema de estancia de los estudiantes en el centro durante
todo el día, que constituye un atentado a la potestad de la
familia sobre los hijos y a la salud de los niños y de los
profesores. Teníamos antecedentes de esto en las llamadas
escuelas en el campo, pero pensamos que todo cambiaría al
ir despareciendo estas. En secundarias, los estudiantes y
profesores deben permanecer en el centro todo el día, con
clases en las sesiones de la mañana y la tarde. Tienen un
horario de almuerzo, pero no es permitido a los estudiantes,
en esa hora, ir hasta la casa o a almorzar fuera de la escuela.
El Estado brinda una “merienda escolar” consistente en un
pan con salchichas o con una lasca de jamón, o de queso, o
con una hamburguesa de una masa mixta (no conozco los
componentes), solo una de estas opciones al día, según las
existencias, acompañado de un vaso mediano de yogurt de
soya.

Según un sondeo pequeño entre padres cuyos hijos están en


estas enseñanzas, la explicación que funcionarios y directores
de centros dan sobre este sistema, no pasa de las siguientes
afirmaciones:

- “Es lo que está establecido”. Me pregunto: ¿por quién, sin


contar con padres y maestros?

- “No queremos que los niños estén en la calle, porque pueden


sufrir accidentes o incidentes desagradables”. Me pregunto
¿cómo puede la escuela en una hora evitar esto? ¿encerramos
a los niños para que los delincuentes tengan más espacio?

- “Es que somos responsables de lo que le ocurra al niño”. Me


pregunto: ¿Cuándo dejaron los padres de serlo?

- “Es que algunos niños no tienen qué almorzar en sus


casas”. Me pregunto: ¿cuándo reconoció el gobierno que hay
niños pobres en Cuba, cuyos padres no pueden garantizarle el
almuerzo? Me pregunto también ¿qué van a hacer con los que
no tienen desayuno o cena? ¿Deben dejar de almorzar los que
pueden para expresar su solidaridad con los que no pueden?
¿No sería más educativo enseñar a los que pueden, a compartir
el almuerzo?

- Y hasta una respuesta increíble: “La merienda escolar tiene


los nutrientes necesarios para cualquier adolescente” ¡por
favor!

Esta situación no solo afecta a los estudiantes que


permanecen en este tipo de enseñanza tres años. También, y
en mayor medida, afecta a trabajadores de la enseñanza, que
pueden estar en el caso de una profesora que conozco y me
dijo: ¡yo llevo diez años sin almorzar! La diferencia es que los
adultos sí son responsables de su vida y pueden decidir cómo
vivirla.

Es de reconocer que hay lugares en que se flexibiliza este


reglamento, que lo cumplen, pero tienen en cuenta las
necesidades y condiciones del centro de estudio. Esto sucede
donde los directores y maestros, arriesgándose a ser
sancionados, tienen primero en cuenta al estudiante y a los
padres, como debe ser, éticamente hablando. Son directores
que no admiten que les exijan responsabilidad por un
reglamento con el que no están de acuerdo y defienden su
derecho a decidir.

Otros centros, cuyos directores no son más que repetidores de


la política establecida, sin ninguna autoridad para tomar
decisiones, intentan poner en práctica todo al pie de la letra,
incomodando a estudiantes, profesores y padres.
Este tipo de norma, con restricciones milimétricas, aplasta a
la persona, viola su integridad personal, agrede su privacidad
y no reconoce el derecho de la familia a decidir sobre la
alimentación y la libertad de sus hijos.

Las condiciones materiales de los centros educacionales

Los problemas materiales que enfrenta toda la población


cubana, también se sufren en Educación. Edificaciones en un
lamentable estado de conservación, falta de mesas, sillas y
materiales escolares son dificultades comunes en las escuelas
en Cuba. Recientemente supe de un padre que decidió reparar
la silla de su hija en su aula de primaria, al conocer que la
niña se había caído hacia atrás ya dos veces y tuvo que aceptar
que la maestra le dijera: “las sillas no pueden sacarse de la
escuela porque se pierden, voy a confiar en usted. Pero mire
a ver, porque no quiero chapucerías, no puede usar alambres
ni cables para amarrarla”.

Algunos centros mantienen buenas condiciones en cuanto a la


edificación, pero las condiciones de hacinamiento o la falta
de agua corriente, los convierten en lugares peligrosos para la
salud. Baños sucios, alimentos mal elaborados, dificultades
para beber agua o lavarse las manos.

Y algo más grave, reconocido por la ministra de Educación, es


la falta de maestros en este curso, que provoca una
sobrecarga en los horarios docentes e incumplimiento de los
mismos, así como falta de asignaturas y clases en algunos
grados.
Por otra parte, la evaluación profesoral es más rígida mientras
que los salarios se mantienen estáticos en medio de una
disminución significativa del poder adquisitivo. Al igual que la
mayoría de los trabajadores cubanos, los maestros y
profesores, no pueden solucionar los problemas cotidianos de
alimentación, transporte, vestido, calzado o vivienda, con el
salario que perciben. Esto hace más vulnerables al soborno
(disimulado en el mejor de los casos)a personas que
posiblemente en condiciones normales actuarían con justicia.

Los profesores en general sufren la falta de confianza de estas


instancias que deciden confeccionar exámenes que son
conocidos por los profesores solo en el momento en que se
aplican a los estudiantes, suponiendo que esto disminuye la
posibilidad de fraude. Considerando que los profesores que
han atendido a esos estudiantes durante todo el curso,
evaluando su desempeño y sus conocimientos, serán capaces
de cometer fraude académico en el examen final. Las
inspecciones son, en ocasiones, agobiantes y humillantes.

¿Mejor entonces que no se hubieran hecho los cambios?

Por supuesto que no. Los cambios son buenos. Buscar la


eficiencia en el sistema educativo es loable. Pero no se
pueden hacer cambios sin tener condiciones para asumirlos.

La exigencia en las evaluaciones solo es justa si los contenidos


han sido transmitidos con calidad y con amplitud de miras.
Para aumentar la exigencia hace falta centrarse en lo interno
de la persona, en su actitud, en sus capacidades y
potencialidades y respetar la libertad personal, educando, tal
cual es el deber de toda educación, para la responsabilidad y
la vida en sociedad. Las condiciones materiales facilitan la
vida. Cuando no puede lograrse tener las mejores condiciones
no se puede actuar como si existieran.

En Cuba hoy las tensiones de la vida cotidiana son muchas, la


falta alimentos, de dinero, de transporte, de vivienda, la
burocracia que transforma en un problema lo que puede ser
una simple gestión, las prohibiciones injustas y absurdas. Todo
esto lo sufrimos alumnos, padres y profesores, dirigentes y
trabajadores de la Educación. Aliviaría mucho la tensión que
no tuviéramos que sufrir la imposición de reglamentos
absurdos, el intento de igualarnos a todos en la posición más
inferior y las exigencias sin asegurar las condiciones mínimas
para lograrlas.

Al final, los cambios, que pueden tener resultados positivos


en cuanto a nivel escolar y formación profesional, se pueden
diluir en actitudes de cansancio y dejadez ante la
imposibilidad de cumplir con todo lo establecido. Un control
y una exigencia por encima de las posibilidades reales de ser
observados, dejan de serlo sin más.

Es hora de que la Educación en Cuba, si quiere cambiar,


elimine la rigidez de los reglamentos escolares, de manera
que establezcan una disciplina que realce los valores de la
vida, eduque en la libertad y la responsabilidad, y cree las
condiciones mínimas para la creación y la iniciativa, dejando
a un lado el paternalismo despersonalizante.

Es hora de que a los cubanos se nos reconozca el derecho a


una educación pluralista y personalizada, diversa, que
asegure distintas opciones y la posibilidad de ser elegida por
la persona y la familia.
Más de medio siglo de experimentos pedagógicos
Fernando Dámaso
31 de octubre de 2012

La constante del sistema educacional ha sido anteponer la


ideología a la docencia

Para nadie es un secreto que la instrucción pública, en la


etapa colonial, era un verdadero desastre: los que deseaban
aprender, si sus familiares poseían recursos para ello, debían
hacerlo preferentemente en las instituciones privadas
existentes y, los estudios secundarios y universitarios, en los
institutos, la Universidad de La Habana o en el extranjero.

Al término de la Guerra de Independencia, durante la Primera


Intervención Norteamericana, se produjo un cambio total,
reorganizándose y desarrollándose la enseñanza primaria,
bajo la dirección del notable pedagogo norteamericano Alexis
Everett Frye y del educador del mismo origen Mathew Hanna,
pasando de las 904 escuelas y aulas públicas existentes a
3.567. La enseñanza secundaria y universitaria también fue
totalmente reorganizada, bajo la dirección de Enrique José
Varona, uno de los intelectuales cubanos más eminentes.

Durante los años de la República, este sistema de instrucción


pública moderno se perfeccionó y desarrolló, lográndose que
abarcara prácticamente a todo el país, con escuelas y centros
de enseñanza urbanos y escuelas, aulas y maestros rurales.
Debido a que la población cubana siempre fue mayoritaria en
pueblos y ciudades (70%), y minoritaria en las áreas rurales
(30%), se logró reducir el analfabetismo general al 23%,
cuando en la mayoría de los países de América Latina era
superior al 50%. A estos logros también contribuyó la
enseñanza privada, cuyos centros existieron en la mayoría de
las ciudades y pueblos.Todo el personal docente, a partir del
año 1940, era titulado de alguna de las Escuelas Normales
de Maestros o en Pedagogía, lo que aseguraba una elevada
calidad de la instrucción, tanto en la primaria, como en la
secundaria y universitaria. Claro está, aún todo no estaba
resuelto y existían problemas y dificultades, muchos de ellos
derivados de los vaivenes de la situación política, pero la
instrucción, en general, se encontraba en el camino de un
desarrollo sostenido, lo que hacía ocupar a Cuba uno de los
primeros lugares en Latinoamérica.

Con la instauración a partir de 1959 del nuevo “modelo”


económico, político y social, se produjeron grandes cambios,
dirigidos más a asegurar el carácter masivo de la instrucción
en plazos cortos, que la calidad. Una de las primeras medidas
fue centralizar la preparación de los docentes en las montañas
de la Sierra Maestra, en un lugar conocido como Minas de Frío,
argumentando que al prepararse en condiciones extremas
serían mejores personas y maestros, descartándose su
formación en las Escuelas Normales establecidas, equipadas
para ello y con años de experiencia.

Fracasado el experimento, se trasladó la preparación a las


residencias abandonadas por sus dueños y ocupadas en
Miramar, adaptadas aceleradamente para este fin,
apareciendo las denominadas “maestras Makarenko” (por la
aplicación del cuestionable método del pedagogo soviético de
igual apellido). Estas maestras, unido a la eliminación de la
enseñanza privada, al éxodo de docentes en desacuerdo con
el “modelo” que se estaba instaurando, a la discriminación
por cuestiones políticas, religiosas y de preferencias sexuales,
y a la jubilación propuesta a todo maestro con más de 25 años
en ejercicio, asegurándole el cobro del 100% del salario más
alto recibido, “porque —según el ministro de turno— las
nuevas generaciones no podían ser educadas por maestros
formados en el capitalismo” (la cual fue aceptada por
muchos, al sentirse menospreciados), constituyó el primer
golpe mortal dado a un sistema de instrucción, que había
demostrado su calidad y eficiencia, y que solamente
necesitaba incrementar los recursos para su ampliación y
desarrollo.

Sin lugar a dudas, en estas decisiones primaron más las


conveniencias políticas e ideológicas que las docentes,
tratando de crear el denominado “hombre nuevo”. En estos
años, es de destacar la masiva campaña de alfabetización
que, en un año, concentrando grandes recursos humanos y
materiales, eliminó el analfabetismo, algo que, de todas
maneras, con el ritmo con el que se venía desarrollando su
reducción, se hubiera producido en un plazo no superior a 10
años, sin tantos costos económicos y sociales.

Con esta fuerza docente mal preparada, independientemente


de los esfuerzos y dedicación de importantes pedagogos, se
promocionó el carácter masivo de la educación, pretendiendo
que todos los cubanos, jóvenes o adultos, cursaran estudios
universitarios, despreocupándose totalmente la enseñanza de
los oficios. Además, se repitió el error de Minas de
Frío, trasladando la mayoría de los centros de enseñanza
secundaria y todos los de preuniversitario a zonas rurales,
obligando a los estudiantes a un régimen interno de trabajo
y estudio, separados de sus familiares y de su entorno
social, argumentando que, en estas condiciones, “estudiarían
más y mejor y aportarían a la economía”.

Para tratar de fundamentar esta teoría, se estableció la


obligatoriedad de alcanzar altas notas y el 100% de promoción
en cada curso, lo cual trajo como consecuencias, la
disminución de las exigencias en pruebas y exámenes y hasta
el fraude docente, para lograrlo. En este ambiente de
mentiras compartidas entre alumnos y maestros y
promiscuidad (muchos profesores tenían casi la misma edad
que sus alumnos), desaparecieron valores éticos y morales, y
se produjo el deterioro de la conducta social, que nos
acompañan hasta nuestros días.

Más recientemente, ante la carencia de maestros, por


jubilación natural de los más viejos y alejamiento de otros de
la docencia, debido a la pérdida de la estima social, bajos
salarios, discriminaciones y difíciles condiciones laborales, se
pretendió sustituirlos con maestros preparados en cursos
acelerados, escogidos masivamente entre los alumnos de más
bajas calificaciones en los centros educacionales (los de
mejores calificaciones aspiraban a ser universitarios), los
denominados “maestros emergentes” quienes, introducidos
en el proceso docente, redujeron aún más la calidad de la
instrucción.

Este proceso fue acompañado por la utilización de medios


audiovisuales (clases grabadas transmitidas por televisión)
que, como complemento a las impartidas por los maestros,
hubieran resultado beneficiosas, pero como sustitutas de los
mismos no funcionaron, pues los alumnos, sin ningún tipo de
supervisión, les hacían caso omiso, dedicando el tiempo a
otras actividades de interés personal.

La realidad existente obligó a muchos padres a tener que


pagar “maestros repasadores” particulares, para asegurar que
sus hijos aprobaran los cursos. Debe señalarse, que muchos de
los centros docentes actuales funcionan en viejas
instalaciones, afectadas por los años y la falta de
mantenimiento, otros en viviendas adaptadas al efecto y
algunos en instalaciones mal construidas, casi todos con
deteriorado mobiliario y escasos medios auxiliares. Esta
situación, como es de suponer, no se aplica a los centros
donde estudian extranjeros, los cuales poseen los mejores
profesores y todos los recursos necesarios, ya que, aparte de
la proclamada solidaridad, responden fundamentalmente al
proselitismo político. Igual sucede con los designados para
mostrar a los visitantes.

En los últimos años, más por necesidad económica, ante la


improductividad de las labores de los alumnos y su alto costo
de mantenimiento, y el fracaso de su esgrimida razón
docente, las secundarias en el campo y los preuniversitarios
regresaron a los pueblos y ciudades, para beneplácito de
alumnos y familiares, pero ya el mal estaba hecho: varias
generaciones de cubanos fueron utilizados como conejillos de
Indias en este fracasado experimento social. También,
últimamente, se ha tratado de reducir el acceso a las
universidades, potenciando la preparación de obreros
calificados y técnicos medios necesarios al país, lo cual
encuentra el rechazo de muchas familias, formadas durante
años en el ideal de que sus hijos fueran universitarios, aunque
después carecieran de oportunidades para aplicar los
conocimientos adquiridos y tuvieran que emigrar.

Este embrollo docente, que ahora se trata de desenredar,


padece del mismo mal inicial que lo generó: anteponer la
política y la ideología a la docencia. Las principales
autoridades de la educación, no se cansan de repetir que el
objetivo de la misma es “preparar estudiantes patriotas”
(entendiendo por “patriotas”, a los adictos incondicionales al
“modelo”), cuando en realidad el objetivo principal de la
educación debiera ser preparar ciudadanos instruidos.Es
cierto el carácter masivo de la educación en Cuba, pero lo
de su calidad no es más que un cuento chino.
Doctor Humberto López Morales: “La educación en Cuba
está anclada en un pasado terrible”
Yanet Pérez Moreno
13 de mayo de 2011

Entrevista al doctor Humberto López Morales, cuya obra


es referencia obligada en los estudios sobre la lengua
española

Humberto López Morales nació en La Habana, pero a los 19


años agarró “sus bártulos” y se marchó a Madrid,
desilusionado de las promesas hechas por Fidel Castro. Era el
año 1959. Hoy se siente un “ciudadano del mundo hispánico”
y dice que dos son sus patrias. La del trabajo, “porque haces
contacto con gente de todas partes”. Y la física, Cuba, a la
que mira sin nostalgia ni tristeza, aunque le gustaría volver
“cuando la situación sea otra”.
Hace muchos años, la obra de López Morales es referencia
obligada en los estudios sobre la lengua española. Apasionado
de su labor como lingüista, desde 1994 ocupa el cargo de
secretario general de laAsociación de Academias de la Lengua
Española y entre sus flamantes proyectos está el Diccionario
de americanismos.

En el transcurso de esta charla, da su punto de vista sobre la


educación en el mundo hispánico, incluida Cuba; la influencia
del español en Estados Unidos; los pormenores de su estudio
del léxico disponible en Hispanoamérica y España; y la edición
de “sus cuadernos” para la Cuba del futuro.

¿Qué hizo que se marchara de Cuba definitivamente?

Humberto López Morales (HLM):Había cursado en la


Universidad de la Habana los dos primeros años de Filosofía y
Letras. Era a finales del Gobierno de Batista. Se cerró la
universidad por mucho tiempo. Mi padre me decía: “Aquí
estás perdiendo el tiempo. Vete a España y termina allí tu
carrera”. Me convenció y vine por primera vez a estudiar.
Después, en unas vacaciones de Navidad, volví a Cuba, para
estar con mis padres, y fue cuando cayó el Gobierno anterior
y subió el Gobierno de Castro.

Yo era un joven con veinte años y estaba muy ilusionado con


lo que prometía la revolución: que iba a haber reforma
agraria, justicia social… Les dije a mis padres que me quedaba
en Cuba, que quería ayudar a la revolución. Mi padre me dijo:
“Pero qué vas a ayudar tú, si no eres nadie. Tienes que volver
a España. Termina allí la carrera”.
Me quedé un año, si acaso, porque me di cuenta que no era lo
que yo creía, y decidí seguir el consejo sabio de mi padre.
Entre tanto, como me quedaban tres años y después el
doctorado, ya iba viendo la evolución de lo que iba pasando
en Cuba y podía cambiar de opinión. Eso fue lo que hice. Cogí
mis bártulos y vine.

Usted es uno de esos cubanos notables que hay regados por


el mundo. ¿Qué se siente cuando no se es profeta en su
tierra, cuando el éxito se disfruta en otro lugar? ¿Hay otras
cosas que compensan eso?

HLM: Estoy encantado de la vida. España es mi segunda


patria. Me sentí un poco más raro en los ocho años que viví en
Estados Unidos, trabajando en universidades
norteamericanas. Sentía que estaba haciendo mi trabajo lo
mejor posible, estaba ayudando a mucha gente, pero no tenía
verdaderamente ningún tipo de alegría especial. Por eso,
cuando me surgió la primera oportunidad de ir a Puerto Rico
como profesor visitante, fui encantado: aquellos eran de los
míos. Estaba trabajando, enseñando y luchando con gente
mía. Y eso me daba una satisfacción muy grande.

Ese año se convirtió en dos, y después, en veinte más. Donde


más he enseñado ha sido en la Universidad de Puerto Rico,
donde estuve 22 años, hasta que me jubilé y vine a Madrid.

No soy una persona nostálgica. No tengo nostalgia en absoluto


de Cuba. No he ido porque no he querido. Me han invitado
varias veces, la Universidad y también la Academia Cubana de
la Lengua. Allí tengo colegas, amigos queridos que están al
margen de la cosa política. Estamos en la misma onda, de los
libros, las investigaciones…

De vez en cuando surge alguna que otra cosita. Por ejemplo,


que hacen alguna bibliografía de un tema que he trabajado, y
mi nombre no aparece. Pero supongo que será por despiste.
Porque, por otro lado, la Academia Cubana me ha hecho
académico correspondiente, me ha dado su diploma. Querían
que yo fuera a buscarlo y dije: “No, si en eso consiste, no
tendré el diploma”. Entonces, me lo mandaron.

¿Que me gustaría algún día volver, cuando la situación sea


otra? No diría que no. Iría, además, con el mejor de los gustos,
pero nostalgia y tristeza no he sentido nunca.

Entonces llega uno realmente a ser ciudadano del mundo,


o a sentirse verdaderamente madrileño, por citar su caso…

HLM: Más bien ciudadano del mundo hispánico. Madrileño no


me siento. Claro, tampoco me siento ajeno a esta cultura.
Llevo muchos años aquí, mi padre era español… La gente que
trabaja en estas cuestiones intelectuales tenemos dos patrias
importantes: la patria del trabajo, porque haces contacto con
gente de todas partes del mundo, que son una especie de
familia o de paisanos, y después está la patria física.

¿Ha colaborado con algún proyecto cubano?

HLM: No. Ellos han colaborado y siguen colaborando con algún


proyecto mío en España. Uno sobre disponibilidad léxica y allá
harán el caso de Cuba, según las pautas que he dado, porque
es un proyecto internacional. Ha sido un trabajo de varios
años, monumental, que he dirigido de principio a fin.

Y también tengo otro trabajo sobre la enseñanza del español


en el mundo hispánico. Ahí también hay una colega cubana
que trabaja con nosotros. La cosa es al revés: yo no estoy
colaborando con ningún proyecto cubano, en mis proyectos
panhispánicos o, incluso, internacionales, sí hay personas de
Cuba.

Hace unos años, usted comentó que existía un gran atraso


en el estudio de la enseñanza del español, de manera
general. ¿Ha habido progresos en este sentido?

HLM: No ha habido mejoría, al contrario. He viajado por toda


Hispanoamérica, he hablado con maestros… De ahí surgió el
proyecto de la Fundación Comillas, a ver si algo se puede
hacer en el mundo hispánico, incluyendo a España, donde la
enseñanza del español es fatal. Todos están anclados en un
pasado memorable. Todavía algunos maestros de tercero o
cuarto grado están haciendo que los niños hagan unos
ejercicios tan absurdos como: “Subraye en azul el sujeto y en
verde el predicado”.

Eso no sirve absolutamente para nada. El niño tiene que


aprender a leer, a hablar y a escribir, y después aprender la
gramática. Una persona culta no solamente debe aprender a
hablar y escribir muy bien, sino que también debe poder
pensar sobre su lengua, y para eso necesita unas palabras
específicas para nombrar las cosas y entendernos como
personas civilizadas. Eso está lejísimo de hacerse.
Hubo momentos en que Francia era la reina, la que estaba
más avanzada y adelantada en todos los estudios de
enseñanza de la lengua materna. A principios del XIX, París
era el sol que alumbraba la cultura. Eso ya ha pasado. Ahora
son Estados Unidos. Hay unas escuelas estupendas que están
trabajando muchísimo para enseñar la lengua materna como
debe enseñarse. No hay que enseñar cosas sobre la lengua,
hay que enseñar la lengua. Eso requiere unos saberes, unos
materiales.

Todavía tengo la ilusión de que eso algún día pueda cambiar.


Por eso tenemos ese gran proyecto de Comillas. Hemos hecho
un análisis de la situación actual de todos los países
americanos y España, por ejemplo, en cuanto a la formación
de los maestros. La conclusión es que las escuelas normales
tienen que cerrarse todas. Son inútiles. No es una idea mía.
Acabo de confirmarlo. Están ancladas en un pasado remoto.
Están enseñando lo de hace 40 años. Así no se va a ningún
sitio.

También hemos hecho unos análisis in situ: de disponibilidad


léxica, riqueza léxica, madurez sintáctica, coherencia
discursiva, cohesión… para ver cómo funciona la cosa en
escuelas públicas. Los resultados están siendo catastróficos,
como no podía ser de otra manera. Los estudiantes tienen una
pobreza léxica absolutamente increíble.

¿Cuándo se publicarán los resultados de este estudio?

HLM: Se va a publicar, supongo, dentro de un año. Se va a


llamar “Libro blanco de la enseñanza del español en el mundo
hispánico”. Va a ser una bomba terrible, porque da vergüenza
ver lo que se está haciendo. No están siguiendo las pautas,
porque en muchas ocasiones los que están al frente de estas
cuestiones no tienen ni idea de lo que es la enseñanza del
español.

¿Cuál es la solución que se propone a este gran problema


desde la Asociación de Academias?

HLM: Ese libro va a dar una cantidad importante de pautas


para un futuro inmediato, con respecto a la formación del
profesorado, a los programas de estudio, a los libros de texto…
Si eso pudiera ser seguido por un impulso gubernamental que
lo apoyara, a lo mejor podríamos hacer algunas cosas. Pero,
tal y como están las cosas ahora, me temo que eso se va a
quedar en un libro muy interesante, atrevido y actualizado.
Nosotros no podemos ir más allá.

Usted tenía planes de editar unos cuadernos sobre Cuba,


una suerte de borradores que puedan servir algún día,
cuando cambien las cosas en Cuba…

HLM: Sí. Estoy preparando, y voy a publicar con mi dinero,


tres cuadernos que van a tener que ver con lo que creo que
debe ser el futuro de la enseñanza preuniversitaria y
universitaria cubanas, y también los aspectos culturales. Lo
tengo muy avanzado.

Si algún día la cosa cambia, van a tener que poner sobre la


mesa una serie de cosas y cambiarlas, porque ese sistema
educativo es tan variante, absurdo, arcaico, mal llevado. Eso
no puede seguir así de ninguna manera. Estos cuadernos los
voy a sacar quizás dentro de un año. Si algún otro colega
quisiera unirse para hacer los aspectos económicos, etc., es
bienvenido.

Son textos útiles, pues cuando se produzca lo que tendrá que


producirse, la gente tendrá que tener unos borradores, unos
documentos de donde partir. Hay que hacer unos cambios
brutales para poner la enseñanza al nivel actual en ese
momento. Pues ahí hay una cantidad de sugerencias
contundentes, en el sentido de que están razonadas. El primer
cuaderno podrá salir para septiembre, y lo voy a presentar en
Miami y Nueva York.

Suele hablarse de una creciente vulgarización de la lengua


en Cuba en los últimos años. ¿Comparte ese criterio?

HLM: De eso no te puedo decir, no tengo la menor idea. Sí sé


que, atendiendo a los planes de estudio, esa educación está
anticuadísima, anclada en un pasado terrible. No está peor
Cuba que otros países hispanoamericanos. Hay problemas
añadidos, de profesores que no van mucho a las clases, que
no enseñan con mucho entusiasmo, a menos que el padre le
dé más dinero para que dé unas clasecitas aparte. Me han
hecho todo tipo de cuentos. Será verdad o no, pues no lo sé.
En lo que me meto es en que la educación en este momento
en Cuba es abstrusa, y eso no se puede hacer más en ningún
país sensato.

Cada día es mayor el flujo entre cubanos de ambos lados


del Estrecho de la Florida. ¿Conoce de alguna investigación
sobre la “contaminación” de las normas lingüísticas de
ambas orillas?
HLM: Tengo un libro que se llama Los cubanos en Miami.
Lengua y sociedad, que aborda esos temas. La situación está
cambiando a pasos agigantados, en un sentido positivo y otro
negativo.

A medida que pasa el tiempo y se hacen investigaciones para


ver, en caso de que todo cambiara, cuántos cubanos
regresarían a Cuba, cada día son menos los que dicen que
volverían. Esas son cosas para mí incomprensibles. La realidad
es que, por el contrario, la lengua española está ganando
mucho, por la cantidad de cubanos que hay y porque tienen
empresas muy importantes —allí se maneja muchísimo dinero
cubano—. Pero quizás no por una preocupación por la lengua,
sino porque la cuestión económica indica que cada vez más se
necesita personal bilingüe. Solamente en la Florida hay 200
empresas españolas, que necesitan personal bilingüe y la
ventaja grande es que ganan más que los monolingües.

Los padres y los mismos chicos que son ya adolescentes se han


dado cuenta que vale cuidar las dos lenguas, porque a la hora
de llegar al mercado laboral, van a estar en unas condiciones
espléndidas si manejan bien las dos, si no tendrán otros
puestecitos menores. Eso está pasando en Estados Unidos.
Todo indica que el bilingüismo y, consecuentemente, la
vitalidad del español van a seguir. Uno de los grandes temores
era que el español se fuera convirtiendo en una lengua de la
casa. Eso ya no es así.

Como lingüista, ¿podría explicar en qué consiste el aporte


del Diccionario de americanismos para el conocimiento del
español de América Latina?
HLM: Se está pensando en hacer un gran diccionario de
americanismos desde el siglo XIX. Había diccionarios hechos
por una sola persona, que por mucho que supiera no podía
abarcar todo el continente. El estudio del léxico en América,
hasta hace muy poco tiempo ha sido un desastre. Ha habido
muy buenos diccionarios de gentilismos. Entonces empezamos
a trabajar en eso, a buscar dinero y entusiasmar a la gente.
Nos costó como diez años. Hemos trabajado mucho y hemos
hecho un diccionario no solamente muy rico en materiales,
como ningún otro jamás ha existido: tenemos 70.000
entradas, 120.000 acepciones. Es muy rico
lexicográficamente. La técnica de diccionarios dialectales es
lo último que existe, lo más reciente.

De la parte del español de Cuba, ¿tiene alguna anécdota?

HLM: No. Creo que hay pocos diccionarios como esos en Cuba,
porque no pueden comprarlo, evidentemente, pero algunos
académicos sí lo tienen. Han salido artículos y la gente conoce
en Cuba que ha salido ese diccionario. Pero Cuba está muy
bien representada. Hay una cantidad importantísima de cosas
de Cuba, salvo algunas que ha mandado a quitar la Academia
de Cuba porque no le ha interesado. Son temas de tipo político
y han dicho que eso no se usa. Y claro, lo que digan las
academias, eso va a misa. Yo tengo mis dudas, pero la máxima
autoridad sobre cubanismos es la Academia Cubana.
Del hombre nuevo al jinetero postcomunista
Enrique Collazo Pérez
Otoño de 2009

Cuba siempre ha sido una isla impúdica y hedonista, al decir


del historiador y ensayista cubano Rafael Rojas. En los tiempos
de la conquista y la colonización de América, la Isla asumió la
función de proveedora del sistema de flotas metropolitano
que, con base en Sevilla, partía hacia tierra firme continental.
De este modo desempeñó un papel muy importante en el
proceso de acumulación capitalista en Occidente,
contribución que a partir del siglo XIX se acrecentó con el
apogeo del sistema de plantación. Las tripulaciones de aquella
flota que fondeaba en el puerto habanero dos veces al año
demandaban, además de vituallas para seguir viaje hacia
Europa o América, diversión, ocio, cachondeo, o sea, una vía
de escape tras los largos meses de navegación, el escorbuto y
la carencia de compañía femenina. Podría decirse que desde
entonces se fue fraguando entre los isleños una manera de
pertenencia a esa cultura marinera y húmeda, relajada y
carnal, sensual, que los propios peninsulares, pese a su
catolicismo inquisidor, asimilaron encantados, aplatanándose
rápidamente.

Tal y como expresó el narrador y ensayista cubano Antonio


Benítez Rojo, “el Caribe es el reino natural e impredecible de
las corrientes marinas, de las ondas, de los pliegues y
repliegues, de la fluidez y las sinuosidades”. La Isla fue
concebida finalmente por los extranjeros en general como un
lugar mágico donde todo podía suceder, un lugar de tránsito,
de enriquecimiento veloz y de placer sin límites.

Este signo distintivo del pueblo cubano abarca a todos sus


integrantes, sin distinción de género o raza. Es algo
consustancial a la cubanidad y que funciona tanto dentro de
los límites insulares como en el exilio miamense, mexicano,
español o canadiense, pues el emigrado cubano acarrea su
jolongo cultural doquiera que vaya. Sin embargo, un país de
cultura básicamente hispano-africana concibe al hombre
como dueño y señor supremo, mientras que la mujer debe
cumplir todas las tareas domésticas, y atender al marido, a
los niños, a los enfermos y ancianos de la familia. La atención
al marido incluye la disponibilidad sexual, claro. Por tanto, el
liderazgo en la seducción y las artes amatorias es atributo
exclusivo del hombre. Prácticas semejantes en cualquier
mujer –al menos antes de la crisis de los noventa– se
consideraban una falta grave y concitaban el repudio de la
sociedad en pleno.

Un pensador tan idolatrado por generaciones de cubanos como


el héroe nacional José Martí, durante su estancia en Estados
Unidos sufrió serias contrariedades debido al relativo nivel de
emancipación que para la fecha ostentaba ya la mujer
norteamericana con respecto a la latinoamericana: “¿Pero
dónde está la casta franqueza, la sabrosa languidez, las
cariñosas miradas, la tierna dulzura y la suave gracia de
nuestras mujeres del sur?”. Martí no pudo ocultar su desajuste
funcional con respecto a ese tipo de mujer moderna, que
percibió fría, calculadora, independiente; demasiado viril.
Martí, a quien el tema de las mujeres representó un conflicto
permanente, llegó a decir, en un rapto de frustrado machismo
caribeño: “Y tantas cosas buenas como pueden hacerse en la
vida. ¡Ah! Pero tenemos estómago y ese otro estómago que
cuelga y que suele tener hambres terribles”.

O sea, que el Homo cubensis se distingue desde tiempos


remotos por ser un tipo masculino con un apetito voraz hacia
las mujeres, un conquistador infalible de sus corazones con
una labia muy persuasiva, infradotado para la monogamia,
insuperable en las distancias cortas y en la improvisación, así
como un experimentado gozador que suele someter a las
hembras con quien copula, atributos que además expresa con
orgullo y, que más allá del estereotipo, devienen su marca de
identidad.

Sin embargo, durante la dictadura castrista estos atributos del


macho caribeño se han potenciado en grado superlativo,
traspasando los contornos acuosos de la Isla para proyectarse
a escala global como mito plenamente aceptado por las
sociedades de Occidente. Valdría la pena preguntarse: ¿por
qué?

Las razones se hallan en causas de origen económico, moral,


educativo y cultural. La colectivización de corte estalinista a
que fue sometida la sociedad cubana supuso la reducción
drástica de las libertades individuales, así como la disolución
de la familia tradicional y de todos los valores que la
sustentaban, incluyendo la religión. Los barbudos, tras su
llegada a La Habana, abjuraron del catolicismo y bajaron a
todos los santos del altar, para colocar en él La Revolución,
considerada icono supremo del sacrificio por la patria. Todo
el acervo de usos, costumbres y hábitos enraizados en la ética
pública insular, así como ciertas normas morales tácitas,
sufrieron un severo proceso de desgaste por la feroz
embestida del ateísmo estatal, el cual persiguió al clero
católico afincado en la Isla, fundamentalmente español.
Aquel basamento ético, sustentado en el catolicismo, al
menos desde el punto de vista formal, representaba una
suerte de código de moralidad mínima, cumplimentado por la
mayoría de los machos tropicales, quienes solían atenerse
tácitamente a sus postulados.
Quiere esto decir que, aunque en la Cuba capitalista había
hombres bígamos encubiertos, quienes sustentaban muchas
veces dos y más familias simultáneamente, además de ligues
ocasionales, se trataba de individuos que, por regla general,
guardaban un comportamiento de moralidad aparente de cara
a la sociedad. El propio padre del dictador Castro fue un
ejemplo elocuente de esta práctica, presente lo mismo en las
zonas rurales que en La Habana.

Otro de los elementos que contribuyó a perfilar el nuevo


hombre machista-leninista, y que consiguió dar el tiro de
gracia a los remanentes de moralidad de la Cuba republicana,
fue la institucionalización, a partir de 1971, de la Escuela en
el Campo, para los adolescentes de 12 a 18 años de edad. En
estas escuelas, ubicadas por lo general en lugares de difícil
acceso –de ahí que sus alumnos pasaran a veces semanas sin
visitar sus hogares–, convivían aproximadamente 600 varones
y chicas; en jóvenes en plena explosión hormonal, y con
profesores que muchas veces no superaban demasiado la edad
de sus educandos, el libertinaje sexual –”amor libre” se le
llamó– no se hizo esperar, con su secuela de abortos,
embarazos indeseados y madres adolescentes, enfermedades
de transmisión sexual, maestros sancionados, etc. En una
sociedad donde casi todo estaba prohibido, y en medio de una
sabana aislada de la civilización, no resultaba extraño que
ocurrieran excesos, donde a veces llevaban la voz cantante
los propios profesores. Los estudiantes que preñaban no eran
expulsados; no ocurría lo mismo con las estudiantes preñadas.

Quizás el factor más importante que acabó de cuajar el


macabro experimento de crear una nueva especie de hombre
fue la acelerada desvalorización de la cultura del trabajo en
toda la sociedad. El ancien cuban male, al margen de su
implicación inveterada y sistemática en más de un lío de
faldas e incluso con más de una familia, fue educado en
valores que asignaban al trabajo, al aprendizaje de un oficio
o a alguna habilidad laboral, una importancia capital, por el
hecho de que el trabajo constituía, si no el único, el más
socorrido medio para ganarse la vida con honradez. De tal
suerte que aquellos donjuanes, más allá de sus aventuras
amorosas, incluso de ser padres de hijos de distintas madres,
solían adjudicar a su empleo una importancia fundamental,
pues era, a fin de cuentas, la fuente de ingresos que les
permitía cubrir los gastos que demandaba su promiscua vida,
en un país donde aún la mujer no se había incorporado
mayoritariamente al mundo laboral.

Sin embargo, al nuevo hombre guevarista-castrista se le privó


de los medios e instrumentos de trabajo para su sustento, que
pasaron a ser propiedad del Estado omnipotente y redentor.
Ya no se trataba de formar hombres libres y cívicos capaces
de ganarse la vida honradamente mediante el despliegue de
sus iniciativas y capacidades en pos de su beneficio personal
y del bien común, sino de crear un nuevo individuo obediente
y amoral, sin ambiciones personales y subordinado a los
intereses de la colectividad. Hasta el desmembramiento de la
Unión Soviética, en 1991, el poder cubano, gracias al
monumental subsidio soviético, mantuvo a flote la indigente
economía cubana: hacía como que pagaba a sus obreros,
campesinos y trabajadores intelectuales, mientras éstos
hacían como que trabajaban, tal y como ha expresado el
político cubano Carlos Alberto Montaner. La situación daría un
giro de 180 grados durante la crisis de los noventa, en que
aquel Estado todopoderoso tuvo que abstenerse de dar lo que
podía, pues cada vez disponía de menos recursos. De esta
forma, sus súbditos, privados una vez más de la libertad de
echar a andar un pequeño negocio –el impulso liberalizador
fue refrenado a partir de 1996– con el cual eludir la crisis,
tuvo que buscarse la vida como mejor pudo; y he aquí que
muchos jóvenes se vieron impelidos a prostituirse, o sea, a
convertirse en jineteros y jineteras, es decir, en personas que
sacan la máxima rentabilidad de su propia energía libidinal y
ofrecen favores sexuales a cambio de algún bien material muy
escaso en la Isla o de divisas en efectivo.

Así, el Pene cubensis –hacemos abstracción deliberada aquí


del comportamiento de este fenómeno en las jóvenes
cubanas– pasó de ser un instrumento concebido por los nuevos
mambises del siglo XXI como signo inequívoco de virilidad
masculina, y por lo tanto vehículo para proporcionar placer –
normalmente– a la mujer cubana, en herramienta de trabajo
fundamental; una suerte de llave de los truenos capaz de
resolverlo todo, de conseguir divisas y otros bienes y favores
con que sobrevivir, incluso a la hora de emigrar a tierras
lejanas.

Tales conductas, asumidas y toleradas de un modo u otro en


el plano macro-social, incluso por el mismísimo poder,
sirvieron de fuente de inspiración a despabilados cronistas
musicales como David Calzado, quien con su famoso tema “El
Temba” reflejó mejor que cualquier estudio sociológico la
necesidad de los jóvenes de los noventa de entablar
relaciones íntimas basadas no ya en el amor o el deseo sino en
la imperiosa necesidad de supervivencia. El estribillo se
aconsejaba a la novia de un cubano: “Búscate un temba que
te mantenga / pa que tú goces / pa que tú tengas”.La letra
no tiene desperdicio, y algunas de sus partes merecen ser
reproducidas: “Qué es eso de matrimonio / yo solamente
puedo ser tu novio, tu novio… / Te quiero conformar pero tú
quieres ser mi esposa… / Con qué te voy a dar lo que tú quieres
conquistar / si es imposible darte lo que pides… / Búscate un
temba que te cuide día y noche / hasta que te compre un
coche… / Así que te mantenga, te suministre lo que no tengas
y que te llene de prendas, / pa que te ponga una buena
vivienda”.

O sea, el hombre cubano post-comunista, condenado por su


propio Gobierno a carecer de los medios económicos legales
que le permitirían ganarse la vida decentemente y gozar de
un cierto nivel de riqueza material junto a su futura esposa –
Cuba tiene la más alta tasa de divorcios del mundo: 70 por
cada 100 matrimonios–, propone a su novia perpetua que se
prostituya con un hombre mayor –la letra en ningún momento
alude a que sea un extranjero, aunque se sobreentiende– pero
solvente y en condiciones de darle una vida con bienestar.
Aunque no aparece explícitamente, se deduce que el joven
cubano, por su parte, se reserva el derecho de hacer otro
tanto con las turistas extranjeras; o sea, en resumen: que su
novia, por un lado, y éstas, por el otro, le mantendrían. Una,
además de untarle con lo que saca de su jineteo, le ama con
la lujuria y la entrega pasional a la que está acostumbrado
culturalmente, mientras que la otra le surte materialmente,
incluso pudiera llegar a rescatarle de la prisión insular para
devolverle a la vida en libertad en cualquier sociedad de
Occidente.

Cuba, a partir del derrumbe del socialismo real, diversificó su


perfil político como exportadora de revoluciones –en
Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, etc.– para devenir,
además, potencia sexual de rango internacional en los albores
de la globalización.

Debemos convenir que, en materia de comercio sexual, la


degradación y la decadencia acompañan tanto al oferente
como al demandante. Asimismo, en todas las latitudes y en
todas las épocas históricas han existido y existirán chulos,
proxenetas, gigolós, hombres que se consagran a este innoble
quehacer. Sin embargo, cuando estos comportamientos se
masifican, deviniendo medio de vida de una cantidad cada vez
mayor de jóvenes que no pueden ganarse la vida
decorosamente y cuya única posesión es el cuerpo que
habitan, estamos ante un inequívoco indicador del grado de
descomposición moral de la sociedad.

Curiosamente, el apareamiento ocasional con la extranjera,


que conserva en la Isla los derechos que le asisten por
denominación de origen, obra el milagro de conferir por
ósmosis parte de los mismos al jinetero, al menos mientras le
acompaña.

El Estado cubano niega a su pueblo el ejercicio de derechos


civiles, políticos y económicos tales como realizar por cuenta
propia ciertos oficios y profesiones, impidiendo así el
despliegue de la libre iniciativa económica. Frente a este
drama cotidiano que frena el desarrollo de la creatividad
personal y coarta la libertad, la población se enajena,
encontrando en el sexo y la promiscuidad la única vía de
escape. Tal comportamiento, en no pocos casos, asegura
además una mínima supervivencia en medio de una crisis
económica permanente.
La economía cubana tiene un marcado carácter parasitario.
Sin subsidios es incapaz de sobrevivir; o sea, sin el ahorro
externo generado en las mismas sociedades cuyos valores
desprecia y considera moralmente inferiores. Y he aquí que
manadas de turistas occidentales acuden al Parque Jurásico
Castrista a purgar sus pecados como criaturas consumistas.
Una forma típica de redimirse en el paraíso del sexo y la
desinhibición es ligarse un joven cubano que vive de la
prostitución, pues no tiene otro horizonte de realización en
su sociedad. Éste, luego de proporcionar placer y lujuria
ilimitadas a las extranjeras, es recompensado de inmediato...
y a veces hasta recibe remesas mensuales, las cuales acaban
fraguando o siendo indicio de matrimonios de conveniencia.

Un elevado por ciento de los jóvenes que se consagran a esta


actividad son negros o mulatos. La implicación negra en la
prostitución se explica por la situación de marginación
extrema que soporta este sector de la población, y también
por los propios tópicos racializados de sexualidad de las
turistas, que contemplan al negro o al mulato como objetos
sexuales perfectos, por el primitivismo de sus instintos. A tal
punto ha llegado esta situación, que el fenómeno del
jineterismo se ha convertido en un componente básico para
definir y marginar aún más a la población negra y mestiza.

Tal situación expresa la podredumbre de un régimen que,


paradójicamente, desde que accedió al poder consideró
cualquier forma de prostitución como una lacra social que
erradicar. Fidel Castro, quien tiene por cónyuge a una esposa
reclusa, a la cual en escasas ocasiones y sólo en épocas muy
recientes se ha visto en público, se ufanó en su día de que las
prostitutas cubanas poseen un nivel de instrucción
universitario, mientras el Ministerio de Turismo publicita la
Isla como el paraíso de la pasión y el amor caribeños.

La frustración de los jóvenes cubanos va en aumento, lo cual


hace que emigren; no por estrictas razones económicas, como
sucede en el Tercer Mundo, sino por la falta de libertad para
encauzar sus vidas de manera independiente, pues el régimen
les impide concretar sus iniciativas en pro de su progreso y
bienestar personal.

Está claro que ningún otro Gobierno del mundo, salvo el de


Corea del Norte, es dueño de prácticamente el 100% del tejido
económico, y por tanto responsable único de las condiciones
de vida de sus gobernantes. La ausencia de libertades, la
coacción ideológica y la represión selectiva terminan por
distorsionar gravemente los comportamientos sociales, que
encuentran en la mentira, la simulación y la doble moral el
único reducto libre de la opresión política.

El más grave problema que se deriva de esta situación se


afrontará durante la ardua etapa de refundación nacional y el
complejo proceso de reconciliación, pues el crecimiento del
producto interior bruto debe sustentarse no solamente en un
capital humano cualificado, sino en valores de
responsabilidad, orden, cultura del trabajo, capacidad de
acción colectiva, ahorro y civismo, que constituyen la base de
la libertad y la prosperidad. La libertad y la economía de
mercado necesitan reglas y controles implantados por la
sociedad que se beneficia de sus ventajas. Empero, para el
jinetero cubano post-comunista, habituado a vivir de la
gozadera derivada de ejercer una actividad ciertamente
parasitaria que se basa en el engaño y la rapiña, entrenado en
resolver lo más inmediato para sobrevivir un día más y
fogueado en el arte de luchar en la calle, le resultará
extraordinariamente difícil la integración en una nueva
sociedad basada en las libertades, así como en determinados
deberes y responsabilidades ciudadanas.
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José Martí: “El que se conforma con una situación de villanía, es su
cómplice”.

Mi Bandera
Al volver de distante ribera,
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto además de la mía!

¿Dónde está mi bandera cubana,


la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,
y no he visto una cosa más triste..!

Con la fe de las almas ausentes,


hoy sostengo con honda energía,
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una: ¡La mía!

En los campos que hoy son un osario


vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.

Orgullosa lució en la pelea,


sin pueril y romántico alarde;
¡al cubano que en ella no crea
se le debe azotar por cobarde!

En el fondo de obscuras prisiones


no escuchó ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve...

¿No la veis? Mi bandera es aquella


que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella,
con más luz cuando más solitaria.

Del destierro en el alma la traje


entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el sol, con su lumbre,
la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!
en el llano, en el mar y en la cumbre.

Si desecha en menudos pedazos


llega a ser mi bandera algún día...
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía!...

Bonifacio Byrne (1861-1936)


Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de
igual nombre, autor de Mi Bandera
José Martí Pérez:
Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa


Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se
sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero
interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.
Escudo de Cuba

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