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Seis personajes en busca de sentido

Teatral. Bastante melodramática en su materia y con un tono un tanto artificial, esta obra es grande más
por la forma en que se presenta y el contenido que subyace al texto. Las preguntas surgidas en torno a
la esencia humana son las que lo liberan de la pantomima. Desde luego, sin quitarle el mérito al drama
(pues toda la cuestión ya ha sido analizada, además de que la estética antirrealista no se discute), su
trascendencia estriba precisamente en lo que hay detrás de él: la vida, el ser humano y su conflicto
dialéctico por el sentido.

Definitivamente el ser humano no puede abstraerse de su necesidad de buscar un sentido a sus


acciones y un sustento a su identidad. Y ese sentido, sea dado por la divinidad o por entes divinizados,
siempre será el que determine la realización de su vida. En el caso de Seis personajes en busca de
autor, Luigi Pirandello comunica dramáticamente la angustia de esa búsqueda irresoluble y hasta
absurda del soporte metafísico de la criatura.

¿Por qué se molestan seis personajes en encontrar quién les dé vida? Debí decir, «quién les
complete la vida». Porque vida ya tienen, la consiguieron desde el momento en que el autor concibió el
nombre de alguno de ellos, o por lo menos asoció un rasgo a un sujeto determinado. Pero les falta
continuidad, les falta que se concrete el drama de esa vida apenas esbozada. Tal como se nos dice en la
obra, esta obsesión tiene que completarse en el acto como culmen de una fantasía que aprisionó a estos
personajes en el limbo de la mente creativa. Justo es que, aun con una consciencia primitiva de un final
trágico, anhelen salir al mundo, aunque sea para re-presentar lo ya anunciado desde el farragoso
principio.

De la misma forma, el cuestionamiento por la realidad y la existencia del ser es acuciante para
estos personajes que, como ya se ha dicho varias veces, dentro del drama son más reales que los
propios miembros de la compañía de teatro. En los primeros, la pregunta se origina desde que se
supieron abortados: la duda cartesiana implícita conduce a la creación de la realidad en el acto. Y allí es
cuando se abre su consciencia: puede que no sean nada más que una ficción, pero el saberlo ya los pone
un peldaño arriba de los segundos. En estos, no hay duda cartesiana, su existencia es asumida
plenamente, de facto, como producto de la suposición infantil de que el yo es inseparable de una
identidad fija y, por lo tanto, consistente, real.

Aunque este drama de Pirandello raya en lo ridículo, más que en lo absurdo, tiene el mérito de dar a
luz, no solo personajes sino ideas fundamentales para la vida humana. Existencia, sentido, realidad,
comunicación... Todo ello se mezcla caóticamente en un flujo de acciones cuyo «atractor extraño» es la
fragilidad de la vida del ser humano, tan vulnerable que ancla su seguridad en cualquier sosias de su
yo: un autor, un líder, un creador, una ideología, una identidad, en suma, actores artificiales del drama
que solo a él le corresponde representar.

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