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Facultad de Humanidades
Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales
Identidad, raza y género: claves del movimiento afrolatinoamericano en el Cono Sur.
Control II:
Colonialismo, raza y movimientos afrolatinoamericanos
Es así como los países europeos justifican la invasión a otros territorios, en el caso de
África fue aún peor que en el caso americano, esto debido a que los habitantes de la África
subsahariana fueron esclavizados y vendidos. ¿Pero cómo surge esta idea de que los
africanos, solo por el hecho de serlo, son inferiores? Aquí es donde entran en juego dos
conceptos esenciales para entender esto: Raza y Etnia. Uno comúnmente asocia el concepto
de raza al color de la piel y los elementos fenotípicos de las personas, pero la idea de raza ha
ido mutando con el paso del tiempo (Wade, 2000). No podemos entender la idea de cómo
fue dotada en sus principios en el siglo XVI (Wade, 2000: 12) a como la entendemos el día
de hoy y tampoco podemos disociar los elementos culturales, normalmente asociados a lo
étnico, de la idea de raza.
De esta forma vemos como la idea de raza en un principio no se veía como algo desde
la discriminación, pero si selectivo, es decir, la idea de raza en un principio era más utilizada
para seleccionar rasgos comunes que para discriminar entre elementos biológico-sociales
entre diferentes sociedades/culturas/fenotipos físicos. Para llegar a la actual concepción de
raza, hay que aproximarse a la idea de civilización y características culturales de lo europeo
a partir de su moralidad. ¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo malo? ¿Qué es lo civilizado? ¿Qué es
lo incivilizado? A partir de este proceso dialectico podemos llegar a determinar una
asociación entre la idea de raza y la discriminación racial. Normalmente lo bueno está
asociado a la luz, a lo claro, a lo blanco, esto también adoptado desde una moral judeo-
cristiana, asociado a la paz, a lo divino. Por otro lado, lo malo esta asociado a lo oscuro, a las
penumbras, a lo negro, y nuevamente desde la moralidad judeo-cristiana, lo malo esta
asociado a la muerte, a lo demoniaco, lo pagano, todo lo no cristiano. Wade (2000) nos otorga
elementos para aseverar esto, ya que “en la teología medieval, lo negro se vinculaba a
menudo con el demonio y el pecado, y los africanos frecuentemente se tenían por inferiores”
(p. 14)
Es así como vamos avanzando a una nueva concepción de raza, en donde los
elementos físicos pasan a conformar características psicológicas y morales, los “negros” son
menos civilizados, son inmorales, no son cristianos y estas concepciones se comienzan a
mezclar con el racismo científico, en donde mediante estudios de medición de cráneos se
determina que entre mayor capacidad craneal, mayor capacidad de raciocinio, lo cual viene
a “confirmar” las teorías de que los elementos caucásicos se imponen racionalmente y
civilizatoriamente a las características geneticas fenotípicas de las personas afro. Con los
años esto fue totalmente desmentido, pero durante mucho tiempo el racismo científico
(Wade, 2000) tuvo un peso importante en la legitimización de la hegemonía racional de los
componentes caucásicos de todas las sociedades occidentales.
De esta manera se justificaba en las colonias el uso de elementos afro como esclavos,
ya que solamente eran utilizados como elementos de trabajo forzado, en donde sus
capacidades psicológicas y culturales eran invisibilizadas. Es así como el racismo y la idea
de raza contribuye a un proceso colonizador, pero no solo desde una perspectiva de
justificarlo, sino que se construye a través de un proceso dialógico, en donde a partir de los
procesos de colonización imperial, se fue construyendo la idea de “el otro”, el “no blanco”
como elementos inferiores en todos sentidos. Aquí es donde los elementos culturales y
biológicos se comienzan a entremezclar. Normalmente asociamos el concepto de etnia con
las características culturales de una sociedad determinada, geolocalizada de manera
específica. En este sentido Wade viene a definir etnia como la geocultura de los pueblos
(Wade, 2000:26), pero al igual que la idea de raza, viene asociada a categorías de poder, en
donde una etnia es definida comúnmente como algo inferior, con un nivel de civilización y
extensión menor a la otorgada a un estado-nación.
En este sentido no podemos disociar la conexión existente entre la idea de raza y etnia,
sobretodo al analizarlo desde una perspectiva racista, en donde las características biológicas
de raza están asociadas a elementos culturales de las personas. En este sentido durante el
periodo colonial, la idea de raza y etnia se vio asociada de tal manera, que al momento de
desarrollarse la “conquista” de nuevos territorios, se asoció las características biológicas
asociadas a la raza con su nivel de desarrollo cultural (asociado a lo étnico) y por ende
civilizatorio. En el caso de América, los esclavos traídos desde África, despojados de su
condición humana, y entendidos dentro de una condición de salvajes que debían ser
dominados, se contrapone con la concepción de los indígenas, ya que los componentes
europeos al encontrarse con “civilizaciones” como la Azteca o la Inca, cuestionaron la
categoría de los indígenas como seres no racionales (Wade, 2000:37) (si bien en un principio
se consideraba a todo indígena que se resistiera al dominio español como elementos a
esclavizar (Wade, 2000: 36)). Para los africanos y sus descendientes “había poco que
cuestionar respecto a la legitimidad de la esclavización. Existía una provisión legal para la
manumisión (la libertad individual), que se reflejaba en el concepto de esclavitud como una
condición temporal … Pero no fue sino hasta que la esclavitud fue cuestionada como
institución y desmantelada al principio del siglo XIX que se empezó a liberar negros” (Wade,
2000:37).
En este sentido vemos como la categoría de raza se constituyó como un elemento
central en las relaciones de poder a través de la conexión entre el color de la piel, los
elementos biológicos y la características culturales de las personas durante la época colonial,
pero a la vez, la idea de raza y la inferioridad de la raza negra, ayudo a que luego de que se
aboliera la esclavitud, una vez superada la época colonia, la idea de raza perdurara, y a su
vez perdurara la idea de inferioridad de las razas no caucásicas, de esta manera manteniendo
una relación jerarquizada de las sociedades latinoamericanas y en donde los componentes
afro seguían destinados a ser mano de obra barata, manteniendo las relaciones coloniales de
dominación a través de la idea de raza. De esta manera en América Latina, el principal
vínculo que hay entre raza y colonialismo, es la concepción y vinculación de la idea de raza
a través de las relaciones de poder asimétricas, jerárquicas que derivan en lo que es el racismo
y la inferioridad de la raza negra por sobre las demás, para legitimar en un principio y luego,
como aparato de continuación de la dominación por las elites caucásicas dominantes.
II.- ANALICE LOS PRINCIPALES ANTECEDENTES DE LOS MOVIMIENTOS
AFROLATINOAMERICANOS EN EL SIGLO XX, CONSIDERANDO LAS
DIFERENCIAS Y CONTINUIDADES DE LOS DOS PERIODOS REVISADOS.
Es por esto que podemos ver como las transformaciones durante el S.XX giran en
torno a la creación de los estados-naciones, pero más sencillamente, “en el intento de esbozar
una identidad nacional distintiva, se podría hacer referencia (o no podría evitarse hacerla) a
las raíces históricas de la nación. Desde los años 20 del presente siglo, los indígenas se
convirtieron en un símbolo fundamental de la identidad nacional” (Wade, 2000: 43), en este
sentido, los movimientos afro en América Latina (principalmente en el caribe) se enfocaron
en encontrar una identidad propia, mediante el reconocimiento y búsqueda de sus raíces en
África.
Por otro lado, vemos que la configuración identitaria también se hace desde adentro,
ya que François Duvalier “reivindicó al negro como un sujeto histórico portador de una
cultura propia e igualmente legitima, y particularmente a los haitianos como una comunidad
conformada por una doble herencia: francesa y africana” (Oliva, 2014: 40). Lo cual nos lleva
a ver como la configuración de una identidad en el caso de Haití, va de la mano con un
análisis de lo que es la cultura africana y una introspección de lo que significaba ser haitiano,
no solo desde una perspectiva que mira hacia África, sino también a su herencia occidental
en Francia.
Las ideas raciales por otro lado permearon fuertemente en otros países como Jamaica,
en donde la sociedad de la época “se encontraba aun fuertemente marcada por las diferencias
sociales según la raza, a pesar de que no existía una raza blanca dominante y una negra
dominada, sino un abanico de categorías” (Oliva, 2014: 41). Dentro de este panorama Marcus
Garvey intenta desarrollar su movimiento migracionista marcadamente afrocentrista, el cual
se basaba principalmente en una visión de regreso al África, cuna de sus ancestros y lugar al
que pertenecen, donde deben crear su propia nación (imperio) negra.
Así es como podemos ver que los movimientos afrodescendientes desde sus
antecedentes como movimientos insurreccionales antiimperiales, y por, sobre todo,
antiesclavistas, configurándose como movimientos descomunicados entre sí en las colonias
de los imperios europeos. Pero esta evolución, desde las características de los movimientos
“independentistas” tanto hacia los imperios como a los amos, pasan a tener una connotación
de buscar una identidad propia, de sentirse diferentes a indígenas y europeos, y necesitar una
identificación como sujetos, respondiendo principalmente a la pregunta de ¿cuál es la historia
de mi pueblo? ¿qué es mi pueblo? A partir de estas interrogantes los movimientos afro, busca
responder a la idea de que somos, de dónde venimos históricamente, porque somos lo que
somos. Para ello debieron mirar a una de sus cunas culturales, África. En este sentido vemos
un desarrollo desde el solo hecho de combatir la privación de su libertad, a una reasoción de
si mismo como humanos civilizados, para ello debieron reconstruir su identidad cultural,
buscando los elementos desde sus bases culturales y practicas cotidianas, identificándose de
esta forma como afrodescendientes.
Pero hay un hecho transversal, una estructura que va más allá de la esclavitud, y como
se dijo en el escrito anterior, tiene una base colonial: el racismo. A partir de la relacion
dialéctica que propone el racismo de superior-inferior, de civilizado-incivilizado, de blanco-
otros, de bueno-malo, es que los movimientos afrodescendientes se identificaron a su vez
desde la otredad y buscaron identificarse desde esta perspectiva, desde una visión no blanca,
desde una visión negra, lo cual se tradujo con el tiempo en el orgullo negro. En el caso de los
movimientos afrodescendientes, se tradujo en una cosmovisión mestiza y en algunos casos,
afrocentrista, viéndose como el elemento a destacar dentro de sus características culturales
el legado africano.
Es así como dentro de los movimientos afro podemos ver que hay una definición
identitaria, no solo desde los elementos culturales, sino que, desde una perspectiva
académica, que busca apartarse de una visión europea, “una redefinición de la modernidad
alejada de lo blanco y en dirección a lo hibrido, un movimiento que anuncia los debates más
posmodernos, abiertos también a la naturaleza hibrida de latinoamérica” (Wade, 2000: 45)
Referencias:
- Briones, C. (2007). “Teorías performativas de la identidad y performatividad de las
teorías”. Tabula rasa 6. p. 55-83.