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LA CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO

El tema central de la lectura es una breve crítica a la descripción y percepción de la cultura en


la actualidad, lo que ha sucedido con el arte, la religión, la política que sin lugar a dudas han
jugado un papel importante en el proceso de la transformación de la cultura en el mundo,
reflejando un cambio que no precisamente es positivo sino que por el contrario se ha venido
deteriorando la concepción de la misma, generando un retraso en la Sociedad.

El autor define la civilización del espectáculo como un mundo en donde el primer lugar de la
tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse es la pasión universal.
Tener esta idea es legítimo, pero cuando se tiene como valor supremo en la sociedad trae como
consecuencias inesperadas: la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad y en
el campo de la información, que prolifere el periodismo irresponsable de la chismografía y el
escándalo. Con el desarrollo económico pos la segunda guerra mundial, en todas las sociedades
democráticas, con el aumento del bienestar, la libertad de costumbres y el espacio creciente del
ocio constituyeron un estímulo para que se multiplicaran las industrias de la diversión,
promovidas por la publicidad. Esto paso a ser la cúspide de la pirámide social, lo que Ortega y
Gasset llamó “el espíritu de nuestro tiempo”. Otro factor que forja esta realidad es la
democratización de la cultura, que empezó con una voluntad altruista en donde se debe brindar
educación, promoción y subvención de las artes, las letras y demás manifestación culturales,
pero que trajo el efecto de trivializar y adocenar la vida cultural. En el dominio político trajo
reverberaciones imprevistas, como la desaparición de la alta cultura y a la masificación de la idea
de la misma cultura, en donde se entienda a la cultura como una manera de agradable de pasar
el tiempo.

No es por eso extraño que la literatura en nuestra época sea la literatura light, leve, ligera, fácil
una literatura que propone ante todo y sobre todo divertir. Esta literatura light da la impresión
cómoda al lector y al espectador de ser culto, revolucionario, moderno y de estar en la
vanguardia, con un mínimo esfuerzo intelectual. De este modo, esa cultura que se pretende
avanzada y rupturista en verdad propaga el conformismo a través de sus manifestaciones
peores: la complacencia y la autosatisfacción.

Otro punto que se ha cambiado es la crítica, que en los medios de información ha ido
desapareciendo, la crítica en los tiempos de nuestros abuelos jugaba un papel importante en la
cultura porque asesoraba a los ciudadanos la tarea de juzgar lo que oían, veían y leían, ahora es
no se le hace caso salvo cuando se convierta en diversión y espectáculo. El vacío dejado por la
crítica ha permitido que, insensiblemente, lo haya llenado la publicidad, convirtiéndose esta no
solo en una parte constitutiva de la vida cultural sino también un vector determinante, esta
ejerce un poder decisivo en los gustos, la sensibilidad, la imaginación y las costumbres. La
publicidad resulta decisiva para determinar el éxito o fracaso de los productos literarios y
artísticos, ya que dependiendo de su promoción éstos podrían ser rechazados o aceptados; de
acuerdo con lo expresado por el autor, la banalización de la cultura ha movilizado la conciencia
de las sociedades haciendo que se “privilegie el ingenio sobre la inteligencia, las imágenes sobre
las ideas, el humor sobre la gravedad, lo frívolo sobre lo serio”.

Otro punto son los deportes, en el futbol es un escape para poder canalizar los momentos de
rabia y las acciones agresivas que tenemos como seres humanos y así poder llevar todo a una
tremenda emoción y así poder escapar de la realidad de manera fácil. En la actualidad la
generalización del uso de las drogas no responde a la exploración de nuevas sensaciones o
visiones emprendida con propósitos artísticos o científicos sino que llevan a los hombres y
mujeres a la búsqueda de placeres fáciles y rápidos, y que los inmunicen de la preocupación y la
responsabilidad.

En la civilización del espectáculo, el cómico es el rey. No es extraño que los políticos busquen la
adhesión y el patrocinio de los cantantes de rock y de los actores de cine, así como de las
estrellas del futbol para llegar a tener cargos importantes como la Presidencia de los Estados
unidos y la gobernación de California como es el caso de Ronal Reagan y Arnold Schwarzenegger.

Porque un hecho singular en la sociedad contemporánea; en palabras del autor, “es el eclipse
de un personaje que desde hace siglos y hasta relativamente pocos años desempeña un papel
importante en la vida de las naciones: el intelectual”. En nuestros días no se siente una
repercusión grande de estos, debido a la sociedad actual, cuyos asuntos económicos,
institucionales e incluso culturales se deciden por el poder político y administrativo y los
llamados poderes fácticos. Porque en la civilización del espectáculo, el intelectual solo interesa
si sigue el juego de moda y se vuelve un bufón. La pérdida del interés de la sociedad en su
conjunto por los intelectuales es consecuencia directa de la ínfima vigencia que tiene el
pensamiento en la civilización del espectáculo, porque otra característica de ella es el
empobrecimiento de las ideas como fuerza motora de la vida cultural debido a que hoy vivimos
la primacía de las imágenes sobre las ideas.

En cuanto al cine estaba lleno de talentos grandes, pese a las dificultades que presentaban,
realizaban obras de gran riqueza, profundidad y originalidad, y de inequívoco sello personal.
Pero en nuestra época no es así, en la era del espectáculo los efectos especiales han pasado a
relegar al tema, director, y hasta actores. No se preocupa por lo que el ya olvidado Marshall
McLuham llamaba “el baño de las imágenes”, esa entrega sumisa de emociones e imágenes que
captan la atención, emboten la sensibilidad y el intelecto del público.

En cuanto a las artes plásticas, la frivolización ha llegado a extremos alarmantes. La desaparición


de mínimos consensos sobre los valores estéticos ha convertido al mundo de las artes plásticas
en un carnaval donde genuinos creadores y vivillos y embusteros andan revueltos y a menudo
resulta difícil diferenciarlos. En nuestros días en que se espera de los artistas no es el talento, ni
la destreza, sino la pose y el escándalo, sus atrevimientos no son más que las máscaras de un
nuevo conformismo.

En el dominio de sexo nuestra época ha experimentado transformaciones notables, gracias a la


liberación de prejuicios y tabúes de carácter religioso que mantenían a la vida sexual dentro de
un cepo de prohibiciones. Las aceptaciones de uniones libres, la reducción de discriminación
machista, los gays y otras minorías sexuales son ejemplos de la aceptación de la libertad sexual.
La contrapartida de esto ha sido la banalización del acto sexual, que para las nuevas
generaciones se ha convertido en un deporte o pasatiempo, un quehacer que no tiene
importancia. El sexo light es el sexo sin amor y sin imaginación, el sexo puramente instintivo y
animal, que desfoga una necesidad biológica pero no enriquece la vida sensible ni emocional.

En la civilización del espectáculo, el periodismo ha pasado a ser una forma de entretenimiento


y diversión, donde las noticas tienen importancia no por su significación económica, política,
cultural y social sino por su carácter novedoso, sorprendente, insólito, escandaloso y
espectacular. Existe una prensa light que si no tiene a la mano informaciones de esta índole
sobre las que dar cuenta, las fabrica. Un ejemplo de los productos periodísticos más genuinos
de la civilización del espectáculo es la revista ¡Hola! En donde muestran noticias sobre cómo se
casan, descasan, recasan, visten los ricos, triunfadores de esta índole y que está presente en los
países más cultos del planeta como Canadá e Inglaterra.

Convertir la información en un instrumento de diversión es abrir poco a poco las puertas de la


legitimidad a lo que, antes, se refugiaba en un periodismo marginal y casi clandestino: el
escándalo, la infidencia, el chisme, la violación de la privacidad, y en los peores casos la calumnia,
y el infundio. Porque no existe forma más eficaz de entretener y divertir que alimentando las
bajas pasiones del común de los mortales es por esto que en un caso, Tomas Eloy Martínez se
indignaba con los periodistas practicantes del “amarillismo” por el acoso a Ingrid Betancount y
a Clara Rojas, al ser liberadas luego de seis años de ser secuestradas por las FARC. Ellos
convirtiéndolas en piezas del espectáculo y cuya única función era saciar la curiosidad perversa
de los consumidores de escándalo. Esta se da en su mayoría en la sociedad, se da a lo que nos
referimos de opinión pública. No está en poder del periodismo por si solo cambiar la civilización
del espectáculo, que ha contribuido a forjar. Esta realidad pertenece también a un grupo
pequeño que aún lleva la esencia de intelectualidad y que procura el cambio.

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