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Toda jardinería es filosófica (y

política)
Ante una mayor conciencia ecológica, jardines y huertas se
revalorizan aun en su pequeñez. Varios libros repasan la relación
histórica y filosófica con estos espacios.

Verdes recreaciones. En la Argentina adoptamos el estilo del jardín francés para los parques públicos y
el del jardín inglés para los privados.

Huésped. Aquí estarás bien. Aquí el bien


supremo es el placer”. La frase, según Cicerón, figuraba en un jardín
a la entrada de la escuela filosófica conducida por Epicuro, en el
Siglo IV a.C. en Atenas. Pese a que esos espacios verdes han crecido
junto con la humanidad y favorecieron la reflexión, la meditación y
el descanso, también estuvieron teñidos de prejuicios. Ya el escritor
alemán Rudolf Borchardt, en su ensayo El jardinero apasionado
(escrito en 1938 y publicado en castellano este año por la editorial
Gallo Nero), advertía: “Existe la extendida superstición de que el
jardín es un lujo, un quehacer caprichoso que se les disculpa a los
niños y a mujeres por su carácter infantil e inofensivo, un
ornamento de la existencia”.

Hoy, al calor de una mayor conciencia ecológica y de una


revalorización de los jardines y las huertas urbanas aun en espacios
cada vez más reducidos, reverdece la necesidad de repasar las
conexiones entre aquellos y la historia humana, en sus dimensiones
filosóficas, psicológicas y, por qué no, biológicas.

Cenizas del paraíso

El cristianismo coloca los comienzos de la humanidad en un jardín.


Allí, en un espacio sin dolor, vergüenzas, guerras ni cataclismos,
moraban Adán y Eva por designios de Dios. Territorio libre de
sufrimiento, donde plantas, árboles y animales conviven en
armonía hasta que los hombres pecaron y fueron expulsados por
Dios. El arquitecto catalán Rubió i Tudurí, autor de Del Paraíso al
jardín latino, una de las obras germinales de la reflexión sobre estos
espacios, asegura en ese libro que “la del Paraíso perdido y
recobrado fue una de las emociones primordiales y constitutivas del
hombre” y que ella alimenta la actividad humana por recrear, a
través de los jardines, ese Edén.

Un jardín encierra siempre algún tipo de tesoro; por algo su


frontera se demarca con algún signo visible. Si bien el Paraíso es
para pocos y el jardín no tiene necesariamente ese carácter, es cierto
que ambos encierran pequeñas o grandes maravillas que no se
encuentran en el resto de la ciudad profana. Borchardt encuentra
en ese vínculo entre ambos la explicación a la necesidad humana de
“reconstruir el paraíso para la siguiente expulsión”.

El árbol genealógico de la jardinería tiene múltiples ramificaciones.


Una de ellas lleva a Babilonia, asociada al pecado y a los esplendores
del mundo natural, como la idea misma de jardín, reducto de la
vegetación cuidada por el ser humano para su disfrute y también
espacio para los juegos de seducción y de erotismo. De hecho,
Borchardt recuerda que “el deseo inconfesable, el pecado, también
tendrá el aspecto de un jardín”. Los Jardines Colgantes babilónicos
fueron considerados una de las maravillas del mundo antiguo y, con
cierta semejanza con un jardín botánico, tenían placas que
describían a las plantas por sus propiedades, no por sus nombres,
que solo eran conocidos por la reina Semíramis y su entorno íntimo.

En Persia, en tanto, la jardinería se desarrolló con intensidad. Al


igual que en los pueblos árabes, a pesar de –o quizá justamente–
por la aridez de buena parte de sus territorios, como si esas
civilizaciones tuvieran especial esmero en desarrollar un arte que
compensara tanta sequedad, bordando esos oasis de vegetación
para mayor gloria de califas o sultanes.

Japón y China, como es sabido, desarrollaron un especial interés


por los jardines. Según Mario Satz, escritor argentino radicado en
España y autor de Pequeños Paraísos. El espíritu de los jardines,
publicado en 2017 por Acantilado y que ya va por su segunda
edición, el “huayan” o jardín clásico chino fue el primero en
delimitar un sector de una montaña o de un arroyo y considerarlo
“lugar de manifestación de una belleza que debe ser cuidada,
respetada y mimada, pero nunca deformada de modo que no
puedan reconocerse sus orígenes silvestres e irregulares”. Esa
definición se prolonga en un tratado de jardinería de la dinastía
Ming (siglos XV al XVII), que afirma que todo lo que es simétrico y
reglado es ajeno a la realidad. Los jardines japoneses, en tanto,
también solían ser asimétricos.

Los monasterios medievales del cristianismo crearon sus huertos


propios, aislados del exterior y, por lo tanto, símbolos de la pureza.
Por su parte, el Barroco y el Renacimiento incubaron otros criterios
para el crecimiento del arte de la jardinería. La colonización de
América aportó nuevos tesoros botánicos a los jardines europeos y
hacia el siglo XVIII se consolidó el jardín inglés, que pretendía
fundirse con la naturaleza circundante. Santiago Beruete, autor de
Jardinosofía. Una historia filosófica de los jardines,
publicado por Turner Noema en 2016, afirma en su libro que ese
tipo de jardín era “la expresión material de la libertad individual, el
liberalismo económico y los ideales románticos o ilustrados, según
los casos”.

¿Qué atrae de los jardines? ¿Por qué en tantas culturas existen con
mayor o menor dedicación intentos por rodear el ambiente
doméstico de arbustos, helechos, enredaderas, árboles o césped?
Según la época y el lugar cambia la forma en la que se diseñan y
viven este tipo de espacios, pero permanece inmutable la necesidad
de acompañarnos por este tipo de seres vivos, inmóviles y sensibles.
Para Satz, tenemos como especie una semejanza morfológica
interior con el mundo vegetal. “Arbóreo en su estructura, el sistema
nervioso es en nosotros un eco de esa vegetalidad”. Borchardt
parafrasea a Nietzsche: si la persona es algo en transición, y “eso es
precisa y exactamente lo que es la planta”, es allí “donde el ser
humano tiene más parentesco con ella”.

Los jardines también entran a través del olfato, aquella “seducción


secreta”, como se titula el ensayo del holandés Piet Vroon. Satz
señala que en Persia floreció una devoción por el jazmín: se creía
que su perfume alejaba el mal. “Aunque no todas nuestras
desgracias se resuelvan con aromas, algunas gracias naturales las
atenúan”, explica el autor. Para Borchardt, “el aroma de la flor es un
estímulo oscuro y poderoso que se extiende a cualquier ser vivo
fuera de sí mismo con su tensión sensorial más arrolladora”.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han declaró que posee un


“jardín secreto” labrado con sus propias manos. “Me ha permitido
percatarme de la alteridad de la tierra: la tierra tenía peso, todo lo
hacía con las manos; lo digital no pesa, no huele, no opone
resistencia, pasas un dedo y ya está... Es la abolición de la realidad”,
dijo en una conferencia en Barcelona. Esta suerte de regreso al
jardín, hasta en el plano filosófico y de la reflexión teórica, permite
rastrear antecedentes. Beruete, vía correo electrónico, puntualiza:
“Tendemos a pasar por alto que la Academia platónica y el Liceo
aristotélico eran parques, por no mencionar el Jardín de Epicuro, el
gimnasio de Cinosarges donde enseñó Antístenes o la escuela
pitagórica. Resulta evidente que el jardín no sólo ha representado a
lo largo de la historia un marco privilegiado para la práctica de la
filosofía sino también un vehículo de transmisión de
pensamientos”.

En el siglo VI una descripción de un monasterio chino daba cuenta


de que existía entre los monjes un bosque pensado para la
meditación. Esa actividad se inducía con los árboles cargados de
humedad y los senderos cubiertos de musgo. Por otro lado, el
proverbio chino que dice “la hoja caída torna a la raíz” remitía al
mismo ciclo de la vida humana.

Así, la paciencia, el respeto por la naturaleza y la comprensión de la


finitud de la propia existencia aparecen entretejidos con el disfrute
de la jardinería. Francis Bacon, Hegel, Kant, Horace Walpole y
muchos otros nombres pueblan el bosque de pensadores que
alabaron las virtudes de los jardines y huertos. Una lista igual de
extensa podría cosecharse con nombres de novelistas, poetas y
cuentistas.

Costumbres argentinas

¿Cómo absorbió Argentina la idea de jardín doméstico? “Nuestro


país –parte del mundo occidental– siguió las modas estéticas
europeas en todas las artes, también en el del jardín. Adoptamos al
estilo del jardín público francés para los parques citadinos,
elegimos al jardín inglés para los jardines privados (parques de
estancias, de viviendas opulentas o de clase media). El jardín inglés
es el jardín del sentimiento, la sorpresa, las curvas, la imitación a
ultranza de la naturaleza, siguiendo las ideas filosóficas de Hume y
Locke”, explica Sonia Berjman, doctora en Filosofía, autora de
libros sobre arquitectura e historia urbana y del paisaje.

Los tiempos actuales cambiaron la relación de las personas con la


naturaleza. “La prédica ecologista de las últimas décadas ha calado
hondo en nuestra sociedad. Hoy, el jardín doméstico es percibido
como una vuelta a la naturaleza, como un bien necesario y como un
objeto cultural sustentable. Se incorporan plantas de cocina, se
tienen en cuenta las estacionales y autóctonas y se participa de su
diseño y mantenimiento. Los espacios verdes públicos
incorporaron huertas urbanas”.

Estos espacios crecen en lugares insospechados. María Marta


Bunge, es coordinadora del Taller Reverdecer, un proyecto de
extensión de la Facultad de Agronomía de la UBA que se dicta en
las unidades penitenciarias 47 y 48, de la localidad de San Martín.
Ahí, personas privadas de su libertad aprenden jardinería y huerta
y economía social. “Las personas que participan del proyecto dicen
claramente que este es un espacio de libertad, para ellos ir al vivero
es como estar fuera de la cárcel”, dice Bunge, que es técnica en
paisajismo. Y agrega un componente psicológico generado por el
espacio verde: “El vivero los saca del lugar de tener que ser el más
duro, el más fuerte. Ahí pueden ser quienes son, expresar
sensibilidad”.

Hay elementos concretos que conmueven a los detenidos.


“Notamos dos procesos: cuando las plantas florecen, las cuidan, las
ponen en otro lugar, las destacan. Y otro tiene que ver con la
germinación de las semillas; es un momento en el que ven un
proceso vital, la vida en cámara lenta, uno siembra, tiene que
esperar la germinación. Es un relato del proceso de la vida”,
ejemplifica Bunge.

Ya sea como entrada a una humilde casa en el Conurbano, o como


parte de una mansión en Palermo Chico; tanto en una cárcel o en el
balcón de un monoambiente en pleno microcentro, en distintos
lugares el ser humano intenta zurcir su distancia con la naturaleza
con las agujas de la jardinería. Como señala Satz: “Lo cierto es que
no renunciaremos jamás como individuos y como especie a imitar
en nuestros hermosos jardines o huertos floridos –pequeños
paraísos– las condiciones de aquellos lejanos, sublimes y casi
siempre inhallables”.
El jardín y la reflexión filosófica
Hay muchos filósofos en la actualidad que reflexionan acerca del jardín en
términos muy diversos. La realidad es que desde los enfoques de la estética (para
entendernos, la filosofía del arte) hasta los enfoques de la psicología cognitiva
(para entendernos, la psicología de la percepción) caben multitud de visiones
filosóficas acerca de este antiquísimo fenómeno que es el jardín.

Muchos filósofos ya apuntaron en sus obras algunas reflexiones (por ejemplo,


Bacon, Kant, Burke o Goethe, por citar unos pocos) y sobre ellos volveremos en
otra ocasión. Me interesa ahora destacar a dos de ellos, contemporáneos: Rosario
Assunto y su discípulo Massimo Venturi Ferriolo.

Rosario Assunto (1915-1994) basó toda su reflexión sobre el jardín en su concepto


de la estética no como simple filosofía del arte (de lo bello) sino como idea motriz
y piedra angular de un modo de vivir y de pensar. Sus enfoques son, seguramente,
elitistas, por cuanto no admite la idea de que los parques actuales sean, en modo
alguno, "jardines", en su sentido más puro y sublime. Es interesante su relación
con la filosofía kantiana, por un lado, y la filosofía de Dilthey, por otro, lo que en
un cierto sentido le acerca a Ortega. Son esenciales sus reflexiones sobre la época
del paisajismo, junto con su irritante e interesantísima a partes iguales Ontología
y teleología del jardín (Tecnos, 1991). Interesantísima y yo diría que fundacional:
su autor es uno de los pioneros del siglo XX en la relación del jardín con la filosofía.
Irritante porque, me parece, emplea una terminología carente de rigor y da de
lado el imprescindible estudio histórico del jardín para sistematizar una teoría que
permita entenderlo. En cualquier caso, de lectura obligada.

Massimo Venturi Ferriolo (1951) aprendió de su maestro, pero su línea es mucho


más historicista y hegeliana. Ha escrito una obra fundamental, Giardino e
filosofia (1992), y es un pensador habitual en reuniones jardineras, al menos en
aquellas en las que se reflexiona sobre la idea de jardín y no simplemente sobre
jardines concretos. La suya es una actividad reivindicadora del clasicismo en el
paisaje, de las grandes corrientes románticas e idealistas alemanas como motoras
de un cierto paisajismo y de la cultura del libre pensamiento en el desarrollo
estético del jardín. Hay que conocer bien sus estudios sobre Goethe, Rousseau y
la antigüedad clásica (es modélico su acercamiento al Sócrates platónico) para
entender que es uno de los grandes "a cuyos hombros habremos de subirnos" para
seguir avanzando en la apasionante tarea de relacionar jardín y filosofía.

Hay más autores y obras e irán apareciendo por aquí. En esta reconversión (espero
que definitiva) de la bitácora iré introduciendo mis lecturas y algunas ideas
complementarias sobre textos y autores que son de primordial importancia para
nuestro estudio.

PUBLICADO POR FPC A LAS 12:20 P. M.

ETIQUETAS: FILOSOFÍA

3 COMENTARIOS:

Alexandrós dijo...

Me interesa mucho este tema. Te seguiré leyendo. Un saludo

21 DE M AY O DE 2007, 20 :30

FPC dijo...

Pues gracias por pasar. Espero tus comentarios. Un saludo cordial.

22 DE M AY O DE 2007, 10 :48

Antonio Fragalá dijo...

El jardín hogareño es la introducción de un retazo de naturaleza dentro de


nuestra casa. Si vivimos en un medio urbano, tal contacto con los entes
naturales, progresivamente se va perdiendo. Consiguientemente nos
distanciamos de "lo que da que pensar"...Por ello es más que pertinente
considerar al jardín como promotor de la reflexión filosófica. La naturaleza
nos muestra al "ente en su totalidad", más que la urbe porque ésta, por ser un
medio artificial, nos desconecta de lo que es genérico, universal y activador en
sentido estrictamente humano. Pensemos en los paisajes desiertos y en las
pinturas "metafísicas", y las veremos plenas de elementos naturales y
desprovistas de lo humano como ente artificial. De Chirico, por ejemplo.

22 DE EN ERO D E 20 09 , 18 :07

¿Jardín y filosofía?
Si se acepta que el estilo de cualquier jardín responde a las ideas culturales y
sociales de su época, debe aceptarse entonces que la filosofía, en sentido amplio,
como estudio del pensamiento y de las ideas, tiene algo que decir en la
comprensión de lo que es un jardín.

No es nada nuevo, por otra parte. Filósofos como Bacon, Kant, Shaftesbury o
Goethe han reflexionado sobre el jardín y han apuntado, incluso, sus propias ideas
sobre el mismo. Hoy, esta línea de investigación y pensamiento va avanzando y
haciendo camino al andar.

Pueden verse detalles y textos electrónicos de gran fundamento en la biblioteca


de Dumbarton Oaks, en Washington D.C., un instituto de investigación relacionado
con la Universidad de Harvard. Dumbarton Oaks, que en 1944 acogió una reunión
de alto nivel que sirvió de base para la creación de la ONU, posee amplias
colecciones de arte y unos magníficos jardines, obra de Beatrix Jones Farrand.
Pero su máximo valor, a mi parecer, consiste en la investigación que promueve,
con becas y ayudas generosas. La sección de Paisaje está dirigida por Michel Conan
que, justamente, está dando un grandísimo impulso a los estudios que relacionan,
en un sentido muy amplio, el jardín y la filosofía.

De todo esto, y además de historia del jardín, y otros asuntos, se hablará aquí.
Viene esta bitácora a sustituir a las dos que, con diferentes servidores, he venido
manteniendo (mal) en los últimos meses. Espero que el cambio, a mayor legibilidad
y agilidad, sea para bien. Los visitantes y lectores serán quienes lo digan. A todos,
gracias por anticipado por pasar y leer.

PUBLICADO POR FPC A LAS 12:19 P. M.

ETIQUETAS: GENERAL

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