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UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

Estudios con Reconocimiento de Validez Oficial por Decreto


Presidencial del 3 de abril de 1981

CIRCULAR EL TERRITORIO MIGRANTE. PRODUCCIÓN SOCIAL DE LA


MIGRACIÓN CENTROAMERICANA EN TRÁNSITO POR MÉXICO:
FRONTERA, ALBERGUE Y DESAPARICIÓN.

TESIS

Que para obtener el grado de

DOCTOR EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL

Presenta

Sergio Salazar Araya

Director Dr. Yerko Castro Neira


Lectores: Dr. Alejandro Agudo Sanchíz
Dr. Emiliano Zollá Márquez
Ciudad de México 2016
A Brenda, por mostrarme lo hermoso que puede ser.

A mi madre y mis hermanos. Por todo.

A las personas centroamericanas que todos los días dejan su hogar para caminar en busca de la vida. Espero
que su capacidad de soñar y la fuerza de su movimiento perduren y contagien las estrategias de lucha y
resistencia que serán indispensables para enfrentarnos a lo que viene.

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Agradecimientos

Siento mucha gratitud para todas las personas en Costa Rica que me apoyaron cuando tomé la decisión de
estudiar fuera del país. Francisco Enríquez, Alberto Cortés, Carlos Sandoval y Luís Guillermo Solís fueron
grandes apoyos durante las primeras disyuntivas y gestiones de cara a mi salida. Mario Araya, Gina Sibaja y Luz
Marina Vanegas fueron indispensables en el proceso administrativo, siempre dispuestos a ayudarme para
cumplir los requisitos de cara a la solicitud de becas. Agradezco también al resto de la asamblea de la Escuela
de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica por su respaldo para la asignación del apoyo de movilidad
por parte del Sistema de Estudios de Posgrado. Igualmente, agradezco al Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología del estado mexicano, por brindarme el apoyo financiero para cubrir mi estancia en México durante
estos cuatro años.

En México estoy profundamente agradecido con las y los profesores que compartieron conmigo su experiencia y
conocimientos. David Robichaux ha sido siempre, desde el primer momento, generoso y amable; con él conocí las
bases de la antropológia y realicé mis primeras estancias sistemáticas en campo. Carmen Bueno y Roger
Magazine me acompañaron personal y académicamente durante mis primeros pasos por la universidad y el
posgrado. Sandra Rosenthal, Juan Pablo Vázquez y Andrea Ruíz fueron centrales tanto en mi formación
académica como en la generación de espacios de producción que me permitieran avanzar en la definición de mi
proyecto de investigación. José Luís Barrios fue muy generoso al abrirme las puertas de su seminario
interdisciplinario, en el cual pude elevar, espero que bien, el nivel de mis reflexiones y cuestionarme los alcances
e implicaciones filosóficas de mi trabajo. Shinji Hirai y Javier Urbano me apoyaron en momentos desicivos de mi
trabajo de campo.

Durante estos casi cinco años he forjado grandes amistades con personas que han sido guías, compañeras,
confidentes y hasta asesoras en la difícil tarea de “vivir en otra parte”; junto a ellas y ellos he aprendido a
navegar la cruda cotidianidad de este país, y he comprendido que la primera victoria contra la muerte es no
dejar de reir, no parar de bailar, y siempre encontrar algo por qué luchar. Deseo mencionar especialmente a
Beatríz Soria, Oscar Hernández, Meyatzin Velasco, Rebeca Durán, Cristóbal Sánchez, María Ignacia Ibarra,
Andrés Díaz, José Olvera, Samantha Mino, Catalina Matthey, Manuel Moreno, Arturo Zepeda, Jorge Martínez,
Dany Roque, Conrado Zepeda, Bárbara López, Juan Carlos Daza.

Inés, Arturo y Canek han sido mi familia en este país. Bajar todos los miércoles la cuesta de La Cañada para
llegar a su casa en el pueblo de Santa Fé, es uno de los mejores recuerdos que tengo. El calor de su hogar, las
inacabables comilonas, las pláticas hasta las tres de la mañana… Han sido un cable a tierra, un lugar de vida y
de amor. Crisóforo Cardoso (Tsyop) ha sido para mí más que un colega y un amigo, iniciamos juntos el
posgrado y vamos a concluirlo juntos. Su serenidad, su alegría y su entereza han sido un ejemplo. Sabrina
Melenotte fue un gran apoyo en los primeros y últimos momentos de mis estudios, y de ahora en adelante
espero que sea una colega cercana. Adèle Blazquez ha sido una buena amiga e interlocutora inestimable
durante el proceso de redacción de mi tesis, espero que nuestras colaboración permanezcan.

En Costa Rica están muchos de mis grandes amigos, a los que ahora vuelvo con ganas de seguirles queriendo y
de hacer tantas cosas junto a ellas y ellos: Andrés León, José Julián Llaguno, María José Masís, Josué Arévalo,
Mario Zúñiga, José Céspedes, Milena Castro, Iván Herrera, Michele Ferris, José María Villalta, Henry Picado,
Eduardo Bolaños, Geanina Amaya, Zuiri Méndez, Ana María González, Mariana Rojas. A “mi muchacho”, el
doctor Andrés Angulo, con quien crecí y descubrí el asombro. Fernando Zeledón ha sido un gran soporte
institucional, académico y personal en los momentos claroscuros de preparar mi retorno.

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Deseo expresar mi agradecimiento y mi deuda con las personas que, durante mis estancias de trabajo de
campo, me acompañaron y apoyaron. A ellos y ellas se debe que haya podido nutrir mi investigación del
material humano y sensible que es indispensable para la reflexión antropológica: las hermosas y valientes
mujeres del COFAMIPRO, Édita Maldonado, Rosa Nelly Santos, Alba Ortíz, Marcia Martínez, Vilma Maldonado y
las demás integrantes de la asambea de la organización; a las y los integrantes del COFAMICENH,
especialmente a Patricia y José Dolores Suazo, por abrirme las puertas de su casa y compartir conmigo las
tristezas y alegrías de su historia; a todas las personas integrantes de la PMH-Honduras que me apoyaron,
acompañaron y recibieron durante mi trabajo, especialmente a Sixto Rojas, Dagoberto Gracía, Eva Ramírez,
Hna. Lidia Mara Souza, Sor Valdette Willeman y los integrantes del grupo de base de Olanchito; a todos los
integrantes de Radio Progreso y el Equipo de Investigación, Reflexión y Comunicación del Servicio Jesuíta con
Migrantes en la ciudad de El Progreso, especialmente a Yolanda González, Manuel Suarez, José Peraza y Iolany
Pérez; a Karen Valaldares del FONAMIH; José Luís Hernández de AMIREDIS; a todas las personas funcionarias y
voluntarias del Centro de Atención al Migrante Retornado en La Lima, San Pedro Sula; a mis amigos y amigas
del Bajo Aguán, en reconocimiento a su valor y su fuerza, especialmente a Irma, Marta y Rigo.

En México deseo agradecer al Movimiento Migrante Mesoamericano, especialmente a Martha Sánchez Soler,
Rubén Figueroa y Ana Enamorado (porque “¡no nos vamos!”); al equipo de trabajo de la casa-refugio para
personas migrantes “La 72” en Tenosique, Tabasco, especialmente a fray Aurelio y el equipo de voluntarios y
voluntarias con quienes coincidí durante mi estancia; en Chiapas agradezco mucho el apoyo del Centro de
Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, al equipo de la organización Cruzando Fronteras y de Médicos del
Mundo; a nivel personal, agradezco el apoyo, acompañamiento y amistad de Nora Rodríguez, Olga Sánchez y
todos los habitantes del Albergue Jesús el Buen Pastor con quienes compartí y compartieron conmigo sus
historias de dolor y esperanza, José Antonio Osornio, y muy especialmente a Doris y Dayanara Cerrato, así
como a Santa María Rosales, Lorenza Reyes, Denia Santos y Karen Vallecillo y Luís Villagrán.

Finalmente, quisiera expresar mi amor, mi gratitud y mi admiración para mi madre y mis hermanos, Julieta
Araya Zeledón y Esteban y Mariana Salazar Araya. Los cuatro hemos crecido juntos, la muerte de mi padre nos
marcó de formas que aún estamos descubriendo, pero nuestras muestras de cariño y apoyo mutuo solo se han
fortalecido desde entonces. Mi madre es ella misma sobreviviente de la enfermedad, y desde entonces le he
visto crecer e iluminarse como nunca antes. Deseo expresar el enorme amor que tengo para mis abuelos,
Carlomagno Araya y Julieta Zeledón, espero que estos meses pasen pronto para abrazarles de nuevo y
desterrar todas las distancias entre nosotros. Brenda Piña Burgoa ha sido una gran compañera y amiga, su
apoyo fue un pilar sin el que tantas veces hubiera sucumbido a mis miedos e inseguridades; durante mi trabajo
de campo sus visitas fueron como islas de cariño y descanso, y a la distancia me acompañó (y soportó) en los
momentos más difíciles de mis estancias. Su dinamismo y su creatividad me cautivan, su fuerza y su constancia
en la lucha colectiva por un México más justo, más digno y más diverso han sido y segurián siendo para mí un
gran ejemplo. Te lo digo así sin más guapa: tu ternura y tus abrazos les llevo para siempre en la piel de mi
memoria.

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Índice.

1. Sostener la palabra. 11

1.1. Mi tránsito al tema y mi ingreso etnográfico. 11

1.2. La región centroamericana. 28

1.3. Marco teórico y objeto de estudio. 44

1.4. Síntesis del contenido de los capítulos. 75

2. Circular el territorio migrante I. Salir del triángulo. 79

2.1. Balas y baleadas. Condiciones de expulsión y fuga. 82


2.1.1. “Lo que pasa un migrante por México no es muy diferente
de lo que pasa uno aquí”: despojo, desempleo
y desterritorialización migrante 88
2.1.2. “Ya ni hay frijoles ni hay paz”: extorsión y violencia como
condiciones disparadoras de la migración hondureña 98
2.1.3. “Los que eran mis amigos, con los que crecí, ahora me
persiguen”: amenazas y reclutamiento en los procesos
de desplazamiento y fuga 108

2.2. “Para cruzar hay que estar en el punto”. Securitización y


fronteridad en el territorio migrante: una mirada a la
frontera Honduras-Guatemala. 113
2.2.1. La ruta del retorno 113
2.2.2.Decir “prosperidad”, producir fronteridad 119
2.2.3. Puntos de cruce de El Florido y El Ceibo 131

2.3. Entre la ley y la ruta. Centroamericanos irregulares


en el sur de México. 135
2.3.1. Lo irregular en el enunciado jurídico 136
2.3.2. La regularidad de los irregulares 145

3. Producción y micropolítica del albergue: el caso de


5
“La 72 Casa-Refugio para personas migrantes”. 151

3.1. Cotidianidad y y los lugares del albergue: un día en La 72. 155


3.1.1. Circular el albergue 157
3.1.2. Salir en busca de la bestia 169

3.2. Micro políticas del espacio: movilidad y relaciones


de poder. 181
3.2.1. Autoridad, control y la simbiosis del poder 183
3.2.2. Producción de las normas y agenciamientos cotidianos
de evasión 188
3.2.3. El equipo voluntario: intermediar el poder, regular los
recursos y controlar la circulación 195
3.2.4. La guardia: ¿resguardar la casa o acceder al poder? 204

3.3. La comunidad albergada: intercambio,


emprendimiento y trabajo colectivo. 207
3.3.1. “Aaaaa formaaaaaarse”: el trabajo colectivo como labor
básica en la producción de albergue 209
3.3.2. “Caminando y meando para no hacer charco”: intercambio
y emprendimiento entre la comunidad albergada 214
3.3.3. Coyotes, polleros y enganchadores: la presencia de actores
criminales en el albergue 220

3.4. Reconstitución del cuerpo migrante: la economía


reproductiva de las fuerzas de movilidad. 223
3.4.1. Abrigo, alimento y ocio 224
3.4.2. Formar el cuerpo albergado 240

4. Localizar la desaparición, fabricar al desaparecido. 248

4.1. Representar la ausencia. La lucha por la representación


y el reconocimiento. 248
4.1.1. La figura del desaparecido en la gramática estatal 249
4.1.2. El lugar del desaparecido es la memoria. Relatos y
representaciones de madres buscando a sus hijos 258

4.2. Producir la ausencia. El Comité de Familiares de Migrantes


Desaparecidos de El Progreso (COFAMIPRO). 273
4.2.1. La triste celebración de las madres: organicidad, marternidad
y autorrepresentación 274
4.2.2. Lágrimas y caravanas: inicios del comité y su contestación al estado 286
6
4.2.3. Fabricar al desaparecido: las tareas cotidianas de la organización 300
4.2.4. El lugar del dolor y la voluntad: atención psicosocial y procesos
de formación 313

5. Circular el teritorio migrante II. Fronteras, retornos y repatriaciones 327

5.1. “El problema es el retén”. Securitización y fronteridad en el


territorio migrante: una mirada a la frontera México-Guatemala. 327
5.1.1. Cruzar el río, pasar la sierra: trazos del área fronteriza al sur de México 330
5.1.2. La frontera más allá de la línea: retenes, operativos y agenciemientos migrantes 346

5.2. La sociedad frente al estado: el Comité de Familiares de Migrantes


Desaparecidos del Centro de Honduras (COFAMICENH). 360
5.2.1. Entre la desesperación y la desesperanza: las víctimas en el
relato de sus familiares 360
5.2.2. “Así como sufro yo, está sufriendo ella”: estética de la masacre
y contestación de las víctimas 377
5.2.3. Producir la repatriación: incidencia, organización y la circulación
de los restos 404

6. Conclusiones. 427

7
Índice de gráficos y tablas

Gráfico 1. Crecimiento económico en la región centroamericana. 2004-2014 29

Gráfico 2. Tasa de desempleo nacional por grupos de edad. Centroamérica. 2000, 2012 y 2014 31

Gráfico 3. Crecimiento del empleo según condición de formalidad. CA. 2004-2008 y 2010-2013 31

Gráfico 4. Tasas anuales de homicidios por 100mil habitantes. Centroamérica. 2000-2014 35

Gráfico 5. Remesas como porcentaje del PIB. Centroamérica. 2000-2013 41

Gráfico 6. Remesas como porcentaje del PIB. Centroamérica. 2000-2013 41

Gráfico 7. Centroamericanos aprehendidos por autoridades de EUA. 2005-2014 42

Gráfico 8. Centroamericanos deportados por autoridades de EUA. 2005-2014 43

Gráfico 9. Desempleo abierto. Honduras. 2001-2010 95

Gráfico 10. Estimado de migrantes centroamericanos de tránsito irregular por México, 1995-2010 147

Gráfico 11. Casos denunciados de personas desaparecidas o no localizadas . México. 2007-2014 251

Gráfico 12. Casos reportados de migrantes extraviados o desaparecidos. México, 2010-2013 255

Gráfico 13. Participación de instancias de seguridad y justicia en revisiones migratorias, 2013-2015 351

Gráfico 14. Detenciones realizadas por autoridades del INM, México. 2002-2010 356

Gráfico 15. Devoluciones realizadas por autoridades del INM, México. 2002-2010 359

Tabla 1. Población bajo la línea de pobreza en Centroamérica. 2000-2013 33

Tabla 2. Porcentaje de pobreza rural y urbana en Centroamérica. 2005-2012 34

Tabla 3. Porcentaje de indigencia rural y urbana en Centroamérica. 2005-2012 34

Tabla 4. Migración regional centroamericana a Estados Unidos. Censos de 2000 y 2010 39

Tabla 5. Tendencia de homicidios y tasa por 100mil habitantes. Honduras. 2004-2011 86

Tabla 6. Hondureños registrados en censos de EE.UU. 149

8
Índice de mapas

Mapa 1. Región del Valle del Aguán, norte de Honduras 13

Mapa 2. Honduras. Lugares de observación etnográfica, primera estancia de trabajo de campo 15

Mapa 3. Principales colonias del centro de Tegucigalpa 19

Mapa 4. Tenosique de Pino Suárez, Tabasco. Segunda estancia de trabajo de campo 22

Mapa 5. Ubicación del albergue “La 72 en Tenosique de Pino Suárez 23

Mapa 6. Tegucigalpa, Ciudad capital de Honduras 110

Mapa 7. San Pedro Sula, capital industrial y comercial de Honduras 111

Mapa 8. Puntos de cruce fronterizo entre Honduras y Guatemala 114

Mapa 9. Caminos de cruce irregular “La llanta” y “El capulín” 127

Mapa 10. Recorrido de Punto de cruce fronterizo de Aguacaliente a Punto de El Florido 132

Mapa 10. Tenosique de Pino Suárez en el mapa mexicano 152

Mapa 11. Micro espacios del albergue La 72 176

Mapa 12. Efectos de fronteridad para la población migrante de paso por el albergue 177

Mapa 13. Efectos de fronteridad para el equipo voluntario 178

Mapa 14. Efectos de fronteridad para el equipo de la guardia 179

Mapa 15. Efectos de fronteridad para el equipo directivo 180

Mapa 16. Personas desaparecidas, extraviadas o no localizadas por estado. México, 2014 254

Mapa 17. Securitización de la línea fronteriza 329

Mapa 18. Ejidos La Libertad y Miguel Alemán, frontera con Guatemala 331

Mapa 19. Ciudad Hidalgo, zona centro 334

Mapa 20. Localidad de Tuxtla Chico, cerca de la frontera con Guatemala 339

Mapa 21. Tenosique-El Ceibo, ruta de cientos de miles de personas migrantes cada año 343

Mapa 22. Técnica de sorteo del puerto de control fronterizo de El Ceibo 345

Mapa 23. Retenes en el tramo Tapachula-Tonalá, estado de Chiapas 347

9
Lista de abreviaturas
ASPAN Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte
CA Centroamérica
CDHDF Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal
CIDH Comisión Interamericana de Derechos Humanos
CIPRODEH Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos
CNDH Comisión Nacional de Derechos Humanos
CO Crimen Organizado
COFAMIPRO Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso
COFAMICENH Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos del Centro de
Honduras
COMAR Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados
EAAF Equipo Argentino de Antropología Forense
EPN Enrique Peña Nieto, presidente de México 2012-2018
ERIC Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación
EUA Estados Unidos de América
FEDCI Fiscalía Especializada en Delitos Cometidos contra Inmigrantes
FJEDD Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho
FNA Fuerza Nacional Antiextorsión, Honduras
FONAMIH Foro Nacional para las Migraciones de Honduras
FUSINA Fuerza Nacional de Seguridad Interinstitucional, Honduras
INM Instituto Nacional de Migración de México
JOH Juan Orlando Hernández, presidente de Honduras 2014-2018
LGP Ley General de Población de México
LM Ley de Migración de México
PAP Plan Alianza por la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica
PFS Plan Frontera Sur
PGR Procuraduría General de la República de México
PICI Puntos Internos de Control Integral
RDL Redes de Delincuencia Local
RJM Red Jesuita con Migrantes
RNDPED Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas y Desaparecidas
RP Radio Progreso
SEGOB Secretaría de Gobernación de México
SJM Servicio Jesuita a Migrantes
SPS San Pedro Sula

10
SSA Secretaría de Salud de México
1. Sostener la palabra.

1.1 Mi tránsito al tema y mi ingreso etnográfico.

Mi ruta hasta el tema. Llegué a México con la intención de trabajar la criminalización de las personas
migrantes en tránsito por México. La opción estaba marcada por una serie de sucesos personales. En primer
lugar, mi interés por la antropología y, especialmente, por la etnografía, habían venido creciendo desde mi
tesis de maestría entre 2005-2009, al igual que lo había hecho mi curiosidad por México, por lo que estos
referentes estaban más que claros a la hora de definir mis opciones de estudio. Por otra parte, desde hacía ya
varios años el tema migratorio había venido posicionándose con fuerza en la sociedad costarricense;
tristemente, la xenofobia es un rasgo bastante común entre la población de mi país (Sandoval García 2008).

El 10 de noviembre de 2005 aconteció un suceso triste y dramático, Natividad Canda Mairena, migrante
nicaragüense, fue asesinado en un predio de la provincia de Cartago por dos perros rottweiler luego de haber
ingresado al lugar con intensiones de hurto. Durante al menos dos horas los perros estuvieron atacando a
Canda que desesperado pedía ayuda al vigilante del taller al que había ingresado y a un policía que se había
hecho presente en el lugar. Ninguno reaccionó, ambos permanecieron pasivos ante el ataque y fueron testigos
del desmembramiento de Canda. Eventualmente la justicia les absolvió. Los comentarios de odio en redes
sociales y medios de opinión pública no se hicieron esperar, incluso en forma de chistes buena parte de la
sociedad costarricense refrendaba e incluso celebraba la muerte del migrante, en buena medida bajo la
premisa de que la propiedad privada es más valiosa que ciertas vidas humanas.

La indignación y la curiosidad son elementos que impulsan las agendas heurísticas y académicas. Mi trabajo en
cárceles costarricenses (de 2007-2012) y el caso Canda incentivaron mi interés por el fenómeno de la migración
centroamericana en tránsito por México, y me motivaron a ir definiendo un objeto de estudio que reuniera
estos elementos. Fue así que elaboré un anteproyecto de investigación con el que fui admitido al programa de
posgrado que ahora estoy por concluir, el tema: la “criminalización de la migración centroamericana en
tránsito por México”. La propuesta apuntaba a conocer y comprender lo que definí como la producción social
del delito migratorio de personas migrantes centroamericanas en tránsito “irregular” por México,
específicamente en relación a conocer ¿bajo cuáles condiciones y mediante qué mecanismos se criminaliza a
las personas migrantes centroamericanas en México?, y ¿qué impacto genera dicha criminalización en sus
prácticas y discursos?

Sin embargo, con mis primeras exploraciones bibliográficas y aproximaciones al campo me percaté de que la
criminalización era un aspecto más bien específico y difícil de enfocar en un estudio etnográfico en México,
tanto por la amplitud y complejidad del fenómeno migratorio en sí mismo, como por las dificultades
institucionales, administrativas y burocráticas para realizar una etnografía profunda en centros de detención de
migrantes. Por estas y otras razones decidí ingresar al campo con una mira más amplia. Mi primera estancia
exploratoria y las tres que realicé en períodos más prolongados, me fueron mostrando un conjunto de
dinámicas locales, cotidianas y concretas de lo que me parecía un proceso más amplio de producción de
movilidad humana que se encontraba articulado de manera compleja y contradictoria.

El albergue, las familias de migrantes organizadas, las áreas fronterizas, los centros de atención de deportados,
las unidades familiares en Honduras… daban todos la impresión de ser lugares que estaban vinculados por una
serie de dinámicas de circulación (no solo de personas, sino también de cosas, ideas, discursos y
11
representaciones), algunas más evidentes que otras, pero todas operando en alguna medida en la generación
constante de movimiento humano. Todas estas localizaciones parecían participar, de manera diversa, en la
producción de un conjunto de dinámicas de movilidad de las que se componía el fenómeno migratorio.

Fue así que mi objeto de estudio se fue perfilando: me interesó comprender con mayor profundidad las
prácticas y discursos implicados en estos procesos de producción de movimiento humano, no tanto en un
sentido general o abstracto, sino en sus despliegues cotidianos y locales. De esta forma surgió la necesidad de
incorporar una mirada que, fijándose en las prácticas sociales en torno al trabajo y el valor, iba definiendo un
particular enfoque de antropología económica. Posteriormente, el arraigo espacial de estas prácticas y sus
efectos de lugar me fueron mostrando la importancia de incorporar la mirada a las diferentes formas de
territorialización que emergían producto de la producción de movilidad, por lo que el análisis espacial y la
noción de territorio hicieron pertinente la incorporación de un enfoque geográfico en un sentido muy
particular.

Como puede ocurrir en el oficio antropológico, mi “tema” y “objeto de estudio” estuvieron más claramente
definidos solo después de haber terminado el trabajo de campo e iniciado las labores de sistematización del
registro etnográfico. Considero que me impuse una tarea ambiciosa, dar cuenta de algunas de las principales
dinámicas y lógicas implicadas en el proceso social de producción de la migración. Decir que la migración es
producida socialmente es muy probablemente una perogrullada, o al menos así puede parecerlo. El desafío
está en el hecho de que estudiar dicha producción implica desagregar sus procesos concretos, las tareas y
labores que la componen, los lugares de fabricidad de sus elementos y movimientos, la colocación socio-
espacial de los actores implicados en su producción y las relaciones que surgen entre estos, las
representaciones y discursos que generan y ponen a circular, las tensiones y juegos de poder que la
caracterizan.

Muchas referencias y datos etnográficos han quedado por fuera; espero poder retomarlos pronto bajo un
enfoque que, enriquecido por la experiencia de este trabajo, pueda permitirme continuar profundizando en la
investigación. Por ahora he decidido concentrar la mirada en tres localizaciones específicas de este amplio
proceso de producción de movilidad: un albergue, dos comités de familiares de migrantes desaparecidos y dos
áreas fronterizas. Abordo estos tres espacios como lugares específicos de un territorio más amplio definido por
las dinámicas de movilidad de las que se componen los procesos migratorios estudiados, como ventanas a la
cotidianidad de localizaciones muy concretas donde constantemente se está generando una compleja maraña
de trabajos, intercambios, simbolizaciones, pugnas y disputas, implicadas en en la fabricación de movilidad
humana. Sobre esto volveré más adelante, ahora quisiera contar un poco la experiencia de ingreso al campo y
los primeros contactos con los actores que trabajé.

Cuando me enfrenté a la necesidad de iniciar mi trabajo de campo tenía algunas ideas generales de lo que
quería hacer y de los posibles lugares de observación. Desde el principio me plantee la necesidad de una
etnografía multisituada (Marcus 2001, Perret 2011, Dumont 2012, Maybri Salazar 2013), para mí era evidente
que los procesos migratorios exigían una mirada móvil, deslocalizada, itinerante. La primera pregunta que me
surgió fue por dónde empezar. En ese momento (finales de 2013) coincidió el hecho de que un colega
costarricense que cursaba un doctorado de antropología social en la Universidad de la Ciudad de Nueva York
(CUNY), estaba por terminar su trabajo de campo; estudiaba el conflicto agrario y su relación con la formación
de estado en Honduras. La importancia de realizar al menos una estancia en algún país centroamericano era
evidente, y Honduras representaba una buena opción. Nos pusimos de acuerdo y me fui con él durante cuatro
semanas entre noviembre y diciembre de 2013.

12
Mi objetivo era desarrollar una primera aproximación para establecer contactos, conocer posibles
comunidades a trabajar más profundamente y recabar información documental. Visité varias comunidades
campesinas del Valle del Bajo Aguán al norte del país (Nueva San Francisco, cerca de Sabá; la Guadalupe Carney
y San Esteban, cerca de Trujillo y Quebrada de Arena, cerca de Tocoa), así como las ciudades de El Progreso y
Tegucigalpa, en el norte y centro de Honduras respectivamente. En el marco de una perspectiva regional
(Fábregas Puig 1992), esta primera inserción apuntaba, en última instancia, a explorar las posibilidades de
ampliar la zona de estudio de la investigación de manera que incluyera México y Centroamérica (CA)
definiendo una posible área transfronteriza o transnacional desde la cual aproximarme a la dinámica
migratoria.

Mapa 1.
Región del Valle del Aguán, norte de Honduras.

Fuente: León Araya 2015.

Durante la estancia tuve la oportunidad de conocer a los actores con los que trabajaba mi colega, sobre todo
organizaciones campesinas involucradas en luchas frente los procesos de acaparamiento de tierra en la zona
así como en la Resistencia Campesina de Bajo Aguán, la cual había surgido ante el golpe de Estado de 2009. La
experiencia me permitió acceder a una de las realidades que viven muchas de las personas que todos los días
emprenden la ruta migratoria, la del despojo de sus medios básicos de subsistencia producto del
acaparamiento de tierra y la violencia latifundista (Edelman y León, Cycles of Land Grabbing in Central America:
an argument for history and a case study in the Bajo Aguán, Honduras 2013).

Pero también me brindó la oportunidad de entrar en contacto con organizaciones vinculadas al tema
migratorio, específicamente en las ciudades de El Progreso y Tegucigalpa. En la primera conocí a integrantes
del Equipo de Reflexión e Investigación (ERIC) de la Red Jesuita con Migrantes, espacio que trabaja
13
sistemáticamente en la investigación, incidencia y defensa de la población migrante, entre muchos otros
temas. Uno de sus investigadores me dibujó más claramente el mapa de actores en la zona y el país, y fue
cuando me comentó sobre el Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso, el COFAMIPRO,
del que había escuchado vagamente en relación a las caravanas de madres centroamericanas que todos los
años pasaban por México. Desde ese momento, esta organización despertó mi interés.

En Tegucigalpa me reuní con la directora de la Pastoral de Movilidad Humana de Honduras (PMH) de la Iglesia
Católica (integrante de la orden Escalabriniana), así como con la directora del Foro Nacional para las
Migraciones de Honduras, el FONAMIH, instancia de la sociedad civil apoyada por el gobierno que además de
aglutinar a los comités de familiares de migrantes de todo el país, cumplía la función de representar a
migrantes y sus familiares en diversos espacios nacionales y regionales. Ambas me presentaron un panorama
histórico más claro de la migración hondureña reciente, y me ayudaron a dimensionar mejor la amplitud del
tema en el país así como la diversidad de actores involucrados.

Fue así que producto de esta visita tomé la decisión de realizar mi primera estancia de trabajo de campo en la
ciudad de El Progreso, entre finales de marzo y principios de julio de 2014. Para mí Honduras reunía una serie de
condiciones y características que la hacían prioritaria a la hora de abordar el fenómeno migratorio
centroamericano. En primer lugar, desde hacía algunos años la población hondureña era mayoritaria entre las
personas migrantes centroamericanas (Berumen, Narváez y Ramos 2012, López Recinos 2012 y 2013) 1
(exceptuando el caso de los trabajadores guatemaltecos transfronterizos), y empezaba a presentar rasgos
interesantes como la creciente participación de mujeres y niños en el flujo, lo que significaba tanto una ventaja en
términos del caudal de población que podría encontrar posteriormente en estancias de campo en México, como
en relación a la presencia de factores de cambio dentro de los procesos, que los hacían antropológicamente muy
pertinentes.

Por otra parte, aunque como todos los países de la región Honduras tenía una larga historia de migración a
EUA, esta no había sido tan cuantiosa ni abarcadora como en el caso, por ejemplo, de El Salvador. Esto
significaba que, en el contexto del vertiginoso aumento de su flujo en años recientes, era muy probable que
estuviéramos justo ante un momento muy particular en los procesos de configuración de redes transnacionales
y de las prácticas familiares y comunitarias propias de un país con tradición migrante, que en casos como los de
México y El Salvador se encontraban ya muy consolidadas. La posibilidad de observar algunos aspectos
específicos y cotidianos en torno a la producción de estas redes y prácticas era para mí muy sugerente2.

En tercer lugar, en Honduras, y específicamente en El Progreso, había presencia de algunos de los principales
actores de la escena migratoria de la región centroamericana: el COFAMIPRO era de los primeros, sino el
primero, de los comités de familiares de migrantes desaparecidos y había sido la organización iniciadora de las
caravanas de madres centroamericanas que desde el 2000 recorrían parte de México en busca de sus hijos; la
Red Jesuita con Migrantes3 tenía representación en todo CA, pero en Honduras amparaba además al ERIC, un

1 Adicionalmente, Yoro, donde está El Progreso, es uno de los departamentos de Honduras con mayor expulsión de población a EE.UU.
2 En un estudio seminal de la Pastoral Social / Cáritas de Honduras, el cual realizó entrevistas a 100 migrantes en ruta entre octubre de
1999 y enero del 2000, se muestra que el 89% de las personas entrevistadas “expresó tener vínculos con personas ya asentadas en los
EUA”. No obstante los datos no permiten una generalización como para sostener el mismo argumento en relación a todo el fenómeno
migratorio hondureño, en primer lugar por la cantidad de la muestra en comparación el flujo migratorio, y en segundo lugar porque las
entrevistas se realizaron en un contexto temporal muy específico (post huracán Mitch). Por otra parte, la migración estudiada en la
presente investigación se ubica en un contexto histórico distinto de aquel en que se realizó el estudio de la Pastoral Social, actualmente
el flujo es significativamente más cuantioso, y el perfil de las personas migrantes es más diverso.
3 En términos de las relaciones institucionales y los procesos administrativos, escogí laRJCM y el SJM como contraparte institucional de

mi estancia en Honduras, tanto por su perfil en relación a mi tema de investigación, pero también por el vínculo internacional que lo
une a la Universidad Iberoamericana de México, pues ambas instancias forman parte de la Compañía de Jesús. La contraparte operó
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espacio muy interesante pues además de vincularse con procesos de defensa e incidencia, tenía también una
larga experiencia en investigación y difusión4. Había además otros actores importantes como la primera
Asociación de Migrantes Retornados con Discapacidad, AMIREDIS, la PMH y el FONAMIH.

Una cuarta razón estaba en el hecho, quizás en principio secundario, pero que eventualmente mostró cierta
significancia, de que Honduras tenía ya algunos años de estar a la cabeza en índices de violencia social en la
región, no solo en términos de homicidios sino también de delitos como extorsiones, así como en diversas
formas de violencia institucional (CIDEHUM 2012, IUDPAS 2013 y 2014, Programa Estado de la Nación 2016).
Esto colocaba al país, junto con El Salvador, en el marco de un conjunto muy particular de lógicas y dinámicas
de expulsión de población, que ya no estaban enraizadas solamente con las condiciones de precariedad y
despojo, sino con nuevas formas de exclusión y riesgo que también eran enfrentadas mediante estrategias de
movilidad (Flores Fonseca 2012, López Recinos 2013).

Por último, estaba el hecho de que recientemente Honduras había vivido un evento histórico de violencia
institucional, el golpe de estado de 2009 (Meza (et.al.) 2010, Torres-Rivas 2010, Cálix 2010). Había sido llevado
a cabo por un sector de las FF.AA. contra el presidente Manuel Zelaya, ante su intención de iniciar un proceso
de referendo para una eventual reforma constitucional. Este hecho, único en la región luego de los Acuerdos
de Paz de principios y mediados de los años noventa, planteaba un elemento muy significativo en términos de
una discusión más amplia dentro de la que los procesos migratorios están incluidos: la supuesta consolidación
democrática en CA y su correlativa pacificación. Este era además un tema que había trabajado previamente
(Salazar Araya 2009), por lo que la posibilidad de explorar líneas de continuidad era para mí importante.

Mapa 2.
Lugares de observación etnográfica, primera estancia de trabajo de campo. Honduras, marzo-Julio 2014.

Fuente: https://www.google.com.mx/maps

como respaldo institucional, tanto en términos de la procuración de condiciones de seguridad como para la gestión de los apoyos
(económicos y académicos) respectivos en México. Asimismo, el ERIC-Radio Progreso me brindó algunas condiciones importantes para
el desarrollo de la investigación, tales como espacio y material de oficina, acceso a internet, publicaciones relacionadas con el tema de
estudio y contactos con especialistas y organizaciones no gubernamentales que trabajan el tema.
4 La Compañía de Jesús cuenta también con una radio, Radio Progreso, vinculada al ERIC y a la RJCM. Ver: http://radioprogresohn.net/

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Aunque mi estancia se concentró en la ciudad de El Progreso, pude visitar también otras localidades, entre ellas
la capital. Algunos elementos que hacían de El Progreso un sitio llamativo para establecer el punto principal de
habitación durante la estancia, eran: 1. Es uno de las tres principales ciudades en los índices de migración a
EUA; 2. es la sede las principales organizaciones sobre el tema migrante en Honduras (COFAMIPRO, AMIREDIS,
SJM-ERIC); 3. su cercanía a San Pedro Sula, capital industrial de Honduras (la cual cuenta con oficinas de todas
las instituciones públicas más importantes y uno de los niveles más altos de migración a EUA); 4. su cercanía
con la frontera con Guatemala, lo cual resultaba muy importante dada la necesidad de conocer las zonas de
flujo transfronterizo, tanto de salida como de retorno; 5. la cercanía con el Aeropuerto Internacional Ramón
Villeda, en el municipio de La Lima (SPS), en el cual opera el Centro de Atención al Migrante Retornado (CAMR)
que es el encargado de recibir, atender y registrar a las personas que vienen deportadas por avión desde
EE.UU. Fue El Progreso donde se encontraron las mejores condiciones para una habitación prolongada, la cual
se acompañaría por eventuales movilizaciones a otros departamentos.

Viajé a Honduras el 24 de marzo del 2014. El “objeto de estudio” apareció de inmediato, lo primero que vi al
subirme al avión, justo en los cuatro asientos a mi lado, fue un niño de unos 9 años y una niña de unos 12,
ambos hondureños, acompañados por dos agentes del Instituto Nacional de Migración mexicano (INM). Se
trataba de un proceso de deportación, los niños habían sido detenidos por migración y ahora eran regresados a
su país; justo para esos días empezaba a tomar auge en los medios el tema de los “niños migrantes”. Recuerdo
que durante el viaje el niño iba fascinado por la vista, cada nuevo paisaje que aparecía en la ventanilla le
sacaba exclamaciones de asombro, constantemente buscaba la mirada del agente para compartir su alegría,
pero este durmió la mayor parte del viaje. De hecho ni él ni la agente intercambiaron muchas palabras con
ninguno los niños, que entre asustados y emocionados se la pasaron en silencio.

La imagen se grabó en mi memoria y fue de las primeras notas que tomé en mi diario: la escena del niño
mirando por la ventana un territorio continuo, plagado de formas y colores, que se le mostraba aprehensible
pues a esa altura no dejaba ver sus fronteras, sus violencias y sus discontinuidades; y él, subido en un avión, en
ese lugar tan desterritorializado pero al mismo tiempo tan cargado de frontera justo ahí, entre un asiento y el
otro. Fue prácticamente un augurio de lo que sería mi experiencia en campo: un recorrido por un territorio en
el que las fuerzas de continuidad y discontinuidad estaban en un enfrentamiento continuo por la producción
del espacio, una visita a lugares de un territorio que oscila entre el traslado y la detención, entre la movilidad y
la captura, un viaje en el que las fronteras están entre los países pero emergen también entre los cuerpos.

Aterrizamos en el aeropuerto de SPS antes de la hora prevista, a las 12:40pm tocamos suelo hondureño.
Recuerdo que muy amablemente me fue a buscar al aeropuerto la señora Aracely, “Chely”, integrante del ERIC,
quien me trasladó hasta la ciudad y me puso en contacto con una abogada “amiga de la radio” que alquilaba un
apartamento pequeño en el centro, a unas seis cuadras de Radio Progreso y a cuatro de las oficinas del
COFAMIPRO. Lo alquilé de inmediato. Ese mismo día fui a las instalaciones de Radio Progreso y el ERIC donde
me encontré con Manuel Suárez, también integrante del equipo de la RJCM y con quien había tenido una larga
plática a finales del año pasado durante mi primera visita a Honduras. Manuel me presentó con Yolanda
González, coordinadora de la RJCM-CA y con quien había coordinado lo respectivo a mi estancia; luego de
hacerme el “tour” por las instalaciones y presentarme a todos, nos encontramos en la sala de reuniones para
una breve junta en la que me invitaron a varias actividades y me hicieron recomendaciones para iniciar mi
trabajo. Su apoyo y su guía fueron fundamentales durante toda mi estancia.

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Fue Manuel el que estableció la intermediación con el COFAMIPRO y facilitó mi contacto con la organización5. Me
invitó a un taller del grupo que estaba programado para el sábado 29 de marzo en la Casa de la Cultura (era el 3ro
de un proceso de 6 talleres sobre “organización y reconstrucción de la historia del comité”), ahí me presentó y
tuve la oportunidad, frente a la asamblea y junta directiva de la organización, de presentar mis intereses y
solicitar “la entrada” al grupo. Llegamos a eso de las 9:25am; era un salón grande y había unas 50 personas, la
gran mayoría mujeres adultas, muchas de ellas adultas mayores. La señora que se dirigía al grupo saludó a
Manuel al vernos entrar y luego de unos minutos le dio la palabra. Manuel se levantó y me tomó del brazo como
indicándome que lo acompañara; pasamos al frente. Se presentó rápido y casi de inmediato empezó a hablar de
mí, fue entonces que me di cuenta que básicamente había asistido al evento solo para presentarme ante la
organización.

Recuerdo que dijo un par de cosas rápidas, “estudiante”, “investigación”, “México”, y luego un “pero mejor
que él les explique”. De repente me encontré frente a cincuenta personas, casi todas mujeres, madres y
abuelas, expertas criadoras de niños y buscadoras de personas, y debía explicarles qué es lo que estaba
haciendo ahí. Las piernas me empezaron a temblar, sentí tambalear mis intensiones, ¿cómo explicarles lo que
quería con ellas? ¿por qué me “interesaban”? ¿qué podía hacer para retribuirles? El peso simbólico de lo que
implicaba ese grupo de mujeres reunidas ahí en ese momento me conmovió profundamente; la fuerza de su
historia y de sus prácticas, lo triste y dulce de sus motivaciones, lo poderoso de su contestación y su dolor,
estaban ahí frente a mí en cincuenta pares de ojos, en rostros cansados pero alegres, llorosos y sonrientes.

“Buenos días, como les dijo Manuel mi nombre es Sergio Salazar, soy tico pero estudio en México donde vivo
desde hace año y medio” dije con la voz entrecortada. Les comenté sobre mi participación como voluntario en
el albergue de Huehuetoca (Estado de México), de mi contacto con migrantes hondureños y mi interés por
conocer mejor las causas de tanta salida de gente desde este país; finalmente les hablé de mi interés por
conocer el proceso de conformación y trabajo de COFAMIPRO, aclarando que realizaba una investigación
académica en antropología y ofreciendo mi trabajo voluntario a la organización, “en lo que haga falta, en lo que
pueda cooperar”.

Creo que en ese momento no me di cuenta, pero así como yo estaba representando para mis adentros al grupo,
lo que me generaba sentimientos intensos y encontrados, igualmente el grupo estaba haciendo sus propias
representaciones sobre mí, las cuales serían significativas para mi eventual ingreso al comité. Mi condición de
hombre joven conectaba de muchas formas con las propias representaciones que circulaban entre el grupo,
tanto a nivel de su discurso de organización en relación a sus procesos de incidencia y búsqueda, como en
términos de su propia economía emocional. Desde las primeras hasta las últimas entrevistas y pláticas que tuve
con las señoras, era frecuente que en algún punto me lanzaran la frase “viera como me recuerda usted a mi
hijo”. Esto siempre me conmovía y afectaba mucho, además de que descolocaba el lugar que yo pretendía tener
en relación al grupo. Claramente hubo un sesgo fundante en mi relación con el comité y las señoras a nivel
individual, sobre el que solo puedo decir que traté de trabajarlo de la manera más ética y sensible que me fue
posible.

Desde ese día el grupo fue conmigo bondadoso y abierto. Una de las primeras en acercarse a mí fue Édita
Maldonado, entonces secretaria de la junta directiva del comité; fue en el receso del taller, ya una vez que me
había presentado, yo miraba para todas partes tratando de identificar alguien con quien platicar, pero Édita se

5 También fue él quien me comentó sobre el Centro de Atención de Migrantes Retornados (CAMR), ubicado en el aeropuerto de SPS, que es
dirigido por integrantes de la orden de escalabrinianas y la PMH, y recibe a los cientos de personas que llegan deportadas todas las semanas
desde Estados Unidos (EUA). Este también sería un lugar importante de mi observación etnográfica, aunque no ha sido incluido en esta
tesis.
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me acercó primero. Con una sonrisa inteligente y tierna y un hablar vertiginoso, empezó sin más a contarme
trozos de su historia. Despidió a su hija en 1995 y al poco tiempo le perdió el rastro, pero en el año 2000 logró
localizarla gracias al trabajo del comité. “La encontré en el 2000 y me la traje para Honduras en el 2004, pero
entonces ya venía enferma, estaba grave, aquí apenas duró un mes y se me murió”. El consuelo de Édita, que la
hace sonreír siempre que recuerda el tema, es que pudo enterrar a su hija, “yo sé dónde está”, me decía
mientras agitaba las manos como para subirle el volumen a sus emociones, “puedo llevarle flores, sé dónde
está su cuerpo… pero hay mujeres que no saben y viven desesperadas”.

Me comentó que la organización era financiada por la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de
Derecho (FJEDD), con sede en México. “Antes estábamos en el ERIC, pero luego nos pidieron que entregáramos
la oficina, yo me llevé las cosas para mi casa y ahí las tuve un tiempo, pero luego apareció Ana Lorena
(Delgadillo), de la fundación, y nos empezó a apoyar”. Desde entonces el comité ha logrado ampliar su red de
apoyo, la cual incluye varias organizaciones mexicanas, centroamericanas y norteamericanas. También platiqué
muy brevemente con Tirsa Flores, la abogada de la organización, que según me contó se encargaba de todas las
gestiones legales, presentaba recursos, hacía interlocución con instancias oficiales, entre otras labores. Era
realmente una suerte que a penas llegando me aceptaran y recibieran con tanta apertura. Recuerdo que en
medio de nuestra conversación se nos acercó una señora de unos sesenta años que muy rápido, justo en el
momento en que Édita empezaba a llamarlas para reiniciar la actividad, me dijo así sin más: “¿Sabe qué le da
aliento a una? Casos como el de una señora de Nicaragua, que encontró a su hijo ¡luego de 36 años!; yo tengo
28 y sigo”.

Al final de la actividad Édita me invitó para que asistiera al día siguiente al programa de radio que tiene el comité
todos los domingos desde hace varios años en Radio Progreso. Acepté encantado; ahí pude conocer a otras
integrantes de la junta que me invitaron a llegar a la oficina ese mismo lunes. Después de ahí mi cercanía al grupo
se fue estrechando, me pasaba casi todos los días con ellas en la oficina y participaba de sus actividades. Fueron
ellas, además, las que me guiaron y facilitaron en el contacto con otros actores de la zona y el país. Por su medio
conocí a los integrantes de la AMIREDIS, que llevaba un proceso de demanda a los estados mexicano y hondureño
producto de las mutilaciones que habían sufrido en la ruta migrante; me presentaron también al grupo de
familiares de las víctimas de la masacre de Cadereyta, que se encontraban justo en un proceso de organización
interna y exigencia de la repatriación de los restos de sus parientes asesinados; me presentaron y facilitaron el
encuentro con muchísimos familiares integrantes de su organización, con quienes pude conversar sobre sus
historias.

En Tegucigalpa mi inserción al campo fue por medio de la PMH, específicamente de la directora nacional de
la organización, Hna. Lidia Mara Souza, con quien había conversado largamente durante mi primera visita a
Honduras a finales del año anterior. La hermana Lidia me puso en contacto con la señora Montserrat
Martínez, integrante de la Red de Comités de Familiares de Migrantes Desaparecidos de Tegucigalpa, o
RedCOMIFA, quien amablemente me recibió en su casa y me presentó a otras madres y familiares de la
región central del país, que al igual que las integrantes del COFAMIPRO estaban involucradas en procesos de
exigencia al estado y búsqueda de sus familiares.

Viajé a la capital hondureña un 8 de junio. El trayecto desde El Progreso lo hice en autobús, en un viaje que debía
tomar alrededor de cuatro horas pero tardó casi seis. A las 7:30pm recibí una llamada de Montserrat diciéndome
que me estaba esperando en la estación de Hedman Allas (la empresa de transportes) con un taxista “de
confianza”. Recuerdo que me llamó la atención la frase, pero en ese momento no le di mucha importancia, sobre
todo porque llevaba casi dos horas de retraso y me daba mucha pena con ella. Finalmente arribamos alrededor

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de las 9:30pm a la estación, a penas bajándome del autobús los taxistas se me abalanzaron ofreciéndome el
servicio. Llamé por teléfono a Montserrat: “ya estoy aquí, disculpe tanto atraso”, “ah bueno”, me contestó, “ya
vamos para allá”; me habían esperado un rato pero luego decidieron irse y volver después. A los 25 minutos vi
ingresar un taxi al estacionamiento de la estación y parquearse casi frente a mí. Un hombre joven de unos 25
años conducía y a su lado iba una mujer de unos 36, era Montserrat. Me saludó amable con una sonrisa alegre
mientras me disculpaba por el excesivo retraso. Me presentó a “Irvin”, el taxista, conocido suyo pues era yerno de
una de sus vecinas.

En medio de mi consternación por haberlos hecho ir y venir desde hacía más de dos horas le dije a Montserrat
que no tenía que haberse molestado en ir a recogerme, que podía haber tomado un taxi en la estación e ir por
mi cuenta a su casa. Montserrat me miró sonriendo, entre divertida e incrédula, intercambió una mirada rápida
con Irvin que también sonreía disimuladamente. Ya en el taxi y de camino a su casa me animé a preguntarle lo
que desde hacía rato venía pensando, “¿y su colonia es tranquila?”; fue entonces que me miró más
detenidamente, y luego de una sonrisa triste y nerviosa me respondió con un “más o menos…”. “Montse” vive
en la colonia “3 de mayo”, una de las más peligrosas y conflictivas de la capital, donde los enfrentamientos
entre pandillas y el cobro de extorsiones son realidades cotidianas (IUDPAS 2014). “Ahora está como medio
rara” me decía sin dejar de sonreír, “es por eso que le pedí a Irvin” me dijo como confesando, “es que la
verdad es que no cualquier taxista entra, pero a Irvin ya lo conocen entonces no hay problema”.

Durante todo el viaje hasta la casa de Montse, igual que durante buena parte de mi estancia en la capital, el
tema principal de conversación fue la inseguridad; ya fuera por algún enfrentamiento reciente, la muerte de
algún vecino, una extorsión o un reclutamiento, el tema terminaba siempre por colarse entre las pláticas
cotidianas. La exposición a la violencia era ubicua no solo por sus manifestaciones concretas en las colonias y
caseríos, sino porque colonizaba incluso los espacios más íntimos de las familias plagando casi todas sus
conversaciones. Irvin contaba cómo él había decidido trabajar “solo con clientes”, pues “si trabajara punto
tendría que pagar el impuesto” de guerra a las pandillas. En unos veinte minutos llegamos a la entrada a la
colonia, una vía en pendiente que se separaba del Boulevard Norte y se adentraba en una sinuosa maraña de
calles y callejones, la mayoría de tierra y plagados de hoyos. Irvin tomó varias curvas y poco a poco se fue
adentrando hasta lo profundo de la colonia; las calles estaban desiertas, algunas casas daban muestra de vida
con delgadas columnas de humo que subían hacia el cielo de la noche, o tenues luces que alumbraban entradas
y zaguanes.

Mapa 3.
Principales colonias del centro de Tegucigalpa.

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Fuente: https://www.google.com.mx/maps

Al cabo de unos diez minutos llegamos a casa de Montse, nos bajamos rápido y mientras ella abría la puerta
que daba a la calle, Irvin y yo coordinábamos para que me recogiera al día siguiente temprano e iniciar mi
jornada; él sería, durante toda mi estancia en la capital, mi chofer designado, pues contaba con el beneplácito
de la mara para salir e ingresar más o menos libremente de la colonia. Recuerdo que el zaguán de entrada de la
casa de Montse quedaba en alto, luego de las escaleras, cruzando la puerta de entrada, había una especie de
terraza techada de unos 10m2, ocupada en sus costados por leña que el padre de Montse vendía a vecinos de la
comunidad. Más allá de esta estancia, toda de cemento y tierra, había otra serie de gradas que llevaban a un
segundo zaguán y luego de este a otra puerta; detrás de esta estaba finalmente el ingreso a la casa.

Mientras me asomaba desde debajo de las gradas, entre la leña y algunas herramientas, escuché que detrás de
mí Montserrat estaba haciendo algo que llamó mi atención. Cuando me volví la vi tomando un enorme trozo de
madera rectangular de unos dos metros de largo y veinte centímetros de ancho; lo levantó a duras penas y lo
colocó de manera diagonal contra el portón de la entrada que daba a la calle, de forma que la base del madero
quedaba apoyada contra una de las gradas que daban a la segunda puerta, haciendo una especie de seguro
que hacía imposible abrir desde afuera. Cuando terminó, sudando, me miró sonriente y me invitó a pasar. Al
día siguiente, Irvin llegó por mí a las 8:15am como habíamos quedado; Montse decidió acompañarnos en el taxi
hasta salir de la colonia, “es mejor” me dijo sonriendo, “como ayer entraste de noche no te vieron, entonces es
para que se den cuenta que venís conmigo, que estás en mi casa, a este ya lo conocen, pero a vos no”.

Realmente el clima de inseguridad y temor fue patente desde el primer momento de mi estancia hasta el
último. Incluso personas que vivían en condiciones muy distintas a las de Montserrat y sus padres, a las que
conocí como parte de mi trabajo, expresaban ese sentimiento de incertidumbre e inseguridad permanente. Mi
propia movilidad estuvo siempre condicionada por estos sentimientos de temor que las personas que conocí
proyectaban todo el tiempo sobre mí, y que poco a poco fueron brotando en mis propias emociones. Aunque
logré establecer contacto con casi todos los actores que tenía programado y realicé suficientes entrevistas y
observaciones como para darme por satisfecho con la estancia, mis notas y registros siempre terminaron

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volviendo al mismo punto: una suerte de fuerza hecha de temor e incertidumbre calaba todos los aspectos de
la vida social en la capital.

Durante las semanas que estuve en Tegucigalpa logré reunirme varias veces en casa de Montse con un nutrido
grupo de mujeres que tenían casos de familiares (sobre todo hijos) desaparecidos en la ruta migratoria; se
trataba de un grupo con menores condiciones de organicidad que el COFAMIPRO, sobre todo porque las
mismas condiciones de inseguridad y asilamiento entre las colonias les dificultaba reunirse, pero que mantenía
un proceso colectivo de incidencia y búsqueda dese hacía casi diez años. Asimismo pude establecer contacto
con diversas organizaciones de la sociedad civil que de alguna manera trabajan en torno al tema migratorio o a
temas vinculados con este: Casa Alianza, el FONAMIH, el Observatorio de la Violencia de la Universidad
Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), entre otras.

Como mencioné antes, otra localidad en la que tuve oportunidad de realizar una estancia de varias semanas
fue la ciudad de La Paz. Ahí, y en un poblado cercano llamado Villa de San Antonio, vivían varias personas que
eran familiares de algunas de las víctimas de la masacre de Cadereyta que ocurrió en México a mediados de
2012. A estas familias las conocí por medio del COFAMIPRO, pues el comité tenía varios meses de estar
acompañando un proceso de atención psicosocial con el grupo, en su mayoría compuesto de mujeres (madres
y esposas de las víctimas), así como un incipiente proceso de organización que iba dirigido a presionar a los
estados mexicano y hondureño para que concretara la repatriación de los restos de las víctimas, que en ese
momento permanecían en una fosa común de Nuevo León. A este grupo lo conocí por primera vez en uno de
los talleres que ofrecía el COFAMIPRO junto a su equipo técnico (dos psicólogos y una abogada) a las familiares
de las víctimas; cuando me sumé llevaban ya dos encuentros, y luego tuve la oportunidad de acompañar el
proceso hasta que el grupo terminó por formalizarse bajo la figura de comité de familiares de migrantes, y a
pocos días de que se concretara finalmente el retorno de los restos de sus hijos, hermanos y esposos.

La Paz y Villa de San Antonio son localidades con menores índices de violencia que SPS, Tegucigalpa o incluso El
Progreso, por lo que las visitas fueron más relajadas, menos condicionadas por el temor de los informantes.
Con el tiempo mi relación con la señoras se fue estrechando al punto de que luego de mi asistencia a varios
talleres, programamos una visita que duró varios días y en la que pude realizar numerosas entrevistas y
encuentros formales e informales con las señoras. Durante este tiempo me recibió una de las familias, la de
Leti Santos, hermana de una de las víctimas de la masacre, quien además era una de las figuras líderes dentro
del grupo. La historia de su familia reunía varios de los elementos del drama migrante en Honduras:
recientemente habían tenido que abandonar la casa donde vivían (en otra ciudad) por amenazas del crimen
organizado, a raíz de esto tanto ella como su esposo habían perdido sus trabajos, por lo que él tuvo que migrar
a EUA a donde se encontraba desde hacía algunos meses. Cuando la conocí, Leti solo estaba esperando que
regresaran los restos de su hermano para enterrarlo y emprender ella misma el viaje al norte para reunirse con
su esposo, y eventualmente mandar a traer a sus cinco hijos.

Con su familia compartí espacios cotidianos, y aunque tuve un vínculo emocional con la mayoría de las familias
de La Paz y Villa de San Antonio, con ella, su hermano Memo y sus hijas, tuve una relación especialmente
estrecha. Desde juntarnos para ver los partidos del mundial de fútbol, en el que participaron tanto la selección
hondureña como la costarricense, hasta preparar juntos la comida, salir de paseo, o simplemente sentarnos a
conversar, eran las actividades en las que se nos iban las días. Con ellos pude realizar una historia y genealogía
familiar desde sus bisabuelos hasta sus propios hijos, la cual espero poder retomar en futuros trabajos. Su
compañía y afecto fueron como un bálsamo durante mi estancia en el país, un fuga a las condiciones de tensión

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y temor que se vivían con mayor crudeza en Tegucigalpa, SPS y El Progreso. Igualmente fueron informantes
bondadosos, interesados en mi trabajo y en mis reflexiones sobre el tema.

Mi segunda estancia de trabajo de campo fue en la ciudad de Tenosique, en el sureño estado mexicano de
Tabasco, muy cerca de la frontera con Guatemala. A este lugar llegué atraído por la posibilidad de participar
como voluntario en un albergue para personas migrantes que desde mi llegada a México identifiqué como uno de
los más activos e importantes de la coyuntura actual, la “Casa-Refugio para personas migrantes La 72”. Motivado
por el objetivo de realizar una etnografía del albergue, por conocer y comprender sus lógicas y dinámicas
cotidianas, esas que animan la incesante producción de su espacio y de los servicios que ofrece a una población
cuyo paso por el lugar es permanente y masiva, me integré al lugar como voluntario a mediados de setiembre de
2014, dos meses después de mi regreso de Honduras, y permanecí viviendo ahí hasta mediados de diciembre. La
intensa y extenuante experiencia de trabajo, observación y registro fue riquísima para mi investigación, pues me
permitió tener una mirada muy profunda a un lugar prioritario del territorio migrante; ese en el que se produce
cotidianamente una de las fuerzas motoras más importantes de la movilidad humana de la que se componen los
procesos migratorios que estudié: la de la reconstitución del cuerpo migrante y de sus fuerzas de traslado.

A Tenosique viajé un 15 de setiembre, el vuelo del D.F. a Villahermosa tardó alrededor de cuarenta y cinco
minutos y para llegar de ahí a la ciudad fronteriza me tomó alrededor de tres horas. Mi estancia como
voluntario en La 72 la había coordinado directamente con el director del albergue y con la encargada del
programa de voluntariado. Alrededor de la 1:30pm, cuando el camión se acercaba al pueblo, me puse en
contacto con ellos para avisarles que estaba por llegar. Recuerdo que me atendió una mujer de voz joven que me
dijo que para contactar a las encargadas del voluntariado debía llamar después de las 16:00; le expliqué que era
voluntario y que iba de camino, por lo que me comunicó con uno de los directores, fray Aurelio. Con voz gruesa
pero alegre me preguntó por dónde venía y luego me dio indicaciones de cómo llegar al albergue, se despidió
con un “te esperamos”. Fue justamente con Aurelio con quien tuve una de las relaciones más estrechas durante
mi estancia, su guía me ayudó a desentrañar mejor el funcionamiento de esta suerte de pequeña fábrica de
movilidad que es La 72, y su propio ejemplo de trabajo y compromiso fueron elementos prioritarios en mi
proceso de comprensión etnográfica.

Durante esta estancia mi observación y registro etnográfico se concentraron en el propio espacio del albergue,
lo cual no significa que no tuve oportunidad de conocer y registrar algunos elementos y dinámicas de la
comunidad. Tenosique es un poblado pequeño que no sobrepasa las treinta y cinco mil personas, y aunque su
cercanía a la frontera le dan una cierta dinamicidad, su ritmo es más bien lento. Durante mi permanencia en el
pueblo este se encontraba en un momento de cambio catalizado por las intenciones del gobierno local de
alcanzar el estatus de “pueblo mágico”, que se traducía en proyectos de inversión en infraestructura en el
casco central y la proyección de campañas de promoción de atractivos de la zona como la ruta del queso, la
pesca y la producción de cacao. Esto se conjuntaba con una muy subrepticia política de invisiblización de
muchas de las situaciones que vivía la población migrante en su paso por el lugar, e incluso de esta población
en sí misma. No obstante, la presencia de las y los migrantes en el pueblo era evidente, y se encontraba
fuertemente articulada con mercados laborales locales que eran utilizados como oportunidades de ingreso
económico temporal para la continuación del tránsito, sobre todo en actividades como la construcción, el
servicio doméstico, la agroindustria y los servicios sexuales. El paisaje urbano estaba plagado de comercios
como farmacias, bufetes de abogados, fruterías, tortillerías, tlapalerías, carnicerías, dos mercados y pequeños
hoteles.

Mapa 4.
22
Tenosique de Pino Suárez. Segunda estancia de trabajo de campo.

Fuente: https://www.google.com.mx/maps

Mi llegada al albergue fue vertiginosa, entrar por la puerta de la casa es como ingresar a un territorio a parte, y
aunque las dinámicas comunitarias penetran el albergue y viceversa, este espacio tiene un funcionamiento
muy particular y autónomo, que en algunos casos puede estar más claramente conectado con la realidad de
alguna comunidad de Tegucigalpa o San Salvador, o de un barrio californiano o neoyorquino, que con la del
propio Tenosique. Llegué alrededor de las 6:30 en un taxi compartido con otras tres personas. La primera
impresión que me generó fue como de que estaba entrando a una escuela durante el recreo; detrás de una
verja blanca de unos 2,5 metros de altura y unos 20 de frente, que es toda la fachada del terreno, se lograban
ver una capilla, una una vereda de entrada como de unos 15 metros, y un edificio largo al costado derecho del
terreno.

Me recibió Mizar, la encargada del voluntariado, una joven de unos 21 años que tenía ya varios años de estar
vinculada a la casa como voluntaria. En una primer impresión me pareció nerviosa y amable. Me contó que era
estudiante de antropología en la Universidad Autónoma de Chiapas, y desde hacía algunos meses viajaba los
fines de semana a Tenosique para apoyar en el albergue. Luego de ubicarme en la habitación de voluntarios
donde habría de dormir me lanzó sin más algunas indicaciones sobre el funcionamiento de la casa: los horarios,
los principales espacios del albergue y los servicios que brinda, el trabajo que se espera de los y las voluntarias,
así como algunas de las normas que operan para la población migrante. En ese momento había alrededor de
unas ciento cincuenta personas en el lugar, de primera mirada noto una mayoría de hombres jóvenes, varias
mujeres, algunas familias, y niños, en su mayoría menores de diez años.

Mapa 5.
Ubicación del albergue “La 72 en Tenosique de Pino Suárez.

23
Fuente: https://www.google.com.mx/maps

Mizar me presentó con Janet, otra voluntaria en el albergue, de unos 26 años, de Guadalajara, en donde
formaba parte de un colectivo que trabaja en el tema de migración llamado FM4. Janet llevaba ya varios meses
en el albergue, lo que la hacía una de las más experimentadas entre el equipo de ese momento, pues este
tendía a ser muy fluido y eran pocos los voluntarios que permanecían períodos largos en la casa. Luego de
instalarme empecé a circular un poco por el albergue, tratando de conocer a algunas de las personas que lo
habitaban. La mayoría tenían poco tiempo de estar en la casa o estaban por irse, las dinámicas de flujo por el
lugar se me mostraron, en una primer impresión, vertiginosas y constantes, realmente el albergue parecía una
estación de paso en la que la prioridad era la reconstitución de las fuerzas de traslado. Sin embargo, con el
tiempo me iría percatando de que subyacían también dinámicas de movilidad más pausadas, otros ritmos de
flujo, y que el albergue era también habitado por un conjunto de población cuyas estrategias de movilidad no
eran tan frugales, pues estaban definidas por otros intereses como la permanencia en México por medio de la
regularización o la solicitud de refugio.

Ese mismo día conocí a muchas personas. Por ejemplo a dos hondureños, ambos gais y muy jóvenes, quienes
me contaron sobre el odio que vivían en su país y por el que finalmente decidieron irse. Uno de ellos, Melis,
con quien entablaría una corta amistad, me contó incluso que tenía una hermana desaparecida desde 1997,
luego de que había salido de Honduras “buscando el sueño americano”. Melis era trabajador sexual en
Honduras, y luego de varias agresiones de las que fue objeto por parte de sus clientes, y de constatar la
inefectividad de las autoridades a la hora de protegerlo, decidió irse. Conocí también a Leiton, ex militar
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hondureño de unos treinta y tres años que recientemente se había hecho pastor evangélico. Me contó que era
oriundo de Roatán donde había trabajado mucho tiempo junto a su familia, pero dejó su comunidad buscando
nuevas fuentes de ingreso, pues llevaba ya mucho tiempo desempleado. Fue uno de los primeros en contarme
sobre uno de los métodos de cruce fronterizo a EUA más frecuentes entre la población migrante de menores
recursos: el de “la mochila”, que consiste en cargar una mochila con droga por el desierto, y si se logra llegar
hasta el punto de recepción, el crimen organizado les costea el traslado hasta alguna ciudad en EUA y les exime
del pago del derecho al “brinco” de la frontera. “Los migrantes pobres somos burreros, no caballeros”, recuerdo
que me dijo haciendo un juego de palabras para referirse a este método de cruce que él mismo había usado en
varias ocasiones.

Mi estancia en La 72 fue quizás la más abrumadora y extenuante de las tres, aunque no estaba inmerso en un
clima de inseguridad y miedo como el que percibí en Honduras, la intensidad del trabajo que exigía de los
voluntarios el funcionamiento cotidiano del albergue era verdaderamente impresionante. Comúnmente me
levantaba alrededor de las 7am y trabajaba continuamente hasta casi las 11pm. La diversidad de tareas así como
la presión de tener que cumplir funciones que iban desde la gestión de recursos hasta el “hacer cumplir” las
normas, pasando por la coordinación del trabajo colectivo o la regulación de los ingresos de la población a los
diferentes espacios de la casa y el acceso a los servicios que en estos se brindaban, fueron factores que hicieron
de esta estancia la más desgastante en mi experiencia de campo. No obstante, el acelerado ritmo de trabajo, el
constante flujo de personas, la densidad de historias y testimonios y la complejidad de las relaciones que
emergían y se configuraban en el seno del albergue, fueron elementos que enriquecieron enormemente mi
observación y registro, y me permitieron desarrollar una etnografía profunda sobre uno de los lugares más
importante del territorio migrante.

La tercera y última estancia fue en el sur de Chiapas, entre febrero y junio del 2015. Aunque habité
principalmente en Tapachula, tuve movilidad en un área más amplia que incluyó parte de la sierra, así como la
ruta del pacífico hacia el norte, casi colindando con Oaxaca. El interés por esta zona vino después de mi estancia
en Tenosique, la posibilidad de definir un área de trabajo que incluyera Honduras como punto de origen y el
sur de México (Tenosique y sur de Chiapas) como región de tránsito en el marco de una trayectoria más amplia
de movilidad que llegaba hasta EUA, fueron los elementos que me convencieron de concentrarme en estas
localizaciones del territorio migrante. La frontera sur concentra de manera más clara las dinámicas de flujo y
lugares de producción del movimiento migratorio de centroamericanos por México, los cuales se desdibujan y
diluyen conforme se avanza hacia el norte, no solo porque se mezclan con los flujos de mexicanos, sino
también por la mayor distancia con la región centroamericana, por la extensión y tamaño del área fronteriza
del norte, y por el mayor nivel de conflicto entre actores del crimen organizado.

A pesar de que las rutas por el sur de México se han diversificado y cubren buena parte del área fronteriza, la el
pacífico sigue concentrando la mayor parte del tránsito de personas centroamericanas hacia el norte.
Tapachula es una ciudad con gran movilidad y flujo de migrantes, lo cual se manifiesta en prácticas y dinámicas
muy diversas que van desde los nichos labores que emergen en torno a estas poblaciones, pasando por la
constante actividad y presencia de redes dedicadas a la movilidad de personas, y experiencias de apoyo,
atención y defensa de migrantes llevadas a cabo por organizaciones no gubernamentales, tanto civiles como de
índole religiosa.

A la ciudad llegué un veintidós de febrero del 2015. Llevaba varios contactos que había conseguido gracias a mi
vinculación con los comités de familiares de migrantes centroamericanos, y específicamente con las caravanas
de madres en busca de sus hijos, actividades en las que había participado en 2014 y tenía programado

25
participar también en 2015. La contraparte institucional que me recibió en Tapachula fue el Centro de
Derechos Humanos Fray Matías de Córdova (CDHFMC), el cual tiene más de veinte años de trabajar en la zona y
tiene como uno de sus temas principales el trabajo con población migrante, tanto trabajadores transfronterizos
como transmigrantes. Por otra parte, tenía también el compromiso (y la posibilidad) de adelantar procesos de
búsqueda de migrantes desaparecidos de cara a la caravana de madres programada para finales de ese año, lo
que me permitió adentrarme en la comunidad centroamericana residente en la zona, así como acompañar
procesos de búsqueda con dos madres hondureñas que viajaron a México apoyadas por el Movimiento
Migrante Mesoamericano (MMM), organización que coordina la realización de las caravanas en territorio
mexicano.

El vuelo a Tapachula desde el D.F. tarda poco más de una hora, y el aeropuerto se encuentra muy cerca del
centro de la ciudad, a unos treinta minutos en taxi. Al llegar me puse en contacto con Sagrario Gordillo,
encargada administrativa de la organización Médicos del Mundo (MdM), aliada al MMM en la realización de
las caravanas, y donde estaba programado que me hospedara durante los primeros días de mi estancia.
Sagrario me pidió que me dirigiera a las antiguas oficinas de MdM en el centro de Tapachula, pues ahí
llegaría a recogerme otro de los compañeros de la organización para llevarme al lugar donde me hospedaría.
Las instalaciones eran ahora un espacio utilizado justamente por el CDHFMC para la realización de talleres y
otras actividades de formación, y precisamente ese día dos integrantes del centro se encontraban dando un
taller sobre sexualidad con jóvenes y adolecentes guatemaltecas, trabajadoras transfronterizas que se
empleaban todas en el servicio doméstico en Tapachula.

Fue así que desde el primer días tuve la oportunidad de entrar en contacto con dos de las principales
organizaciones que trabajaban el tema migratorio, además de estas había otros actores con los que también
habría de tener alguna relación de trabajo. Pero a pesar de la presencia de estas organizaciones, mi trabajo de
campo en la zona sería más bien solitario y definió sus propias trayectorias. En parte las lógicas y agendas
institucionales de las ONGs no terminaban de coincidir con mis intereses académicos y el trabajo voluntario
que debía realizar por mi compromiso con la caravana de madres programada para ese año. Además, empecé a
detectar la existencia de toda una diversidad de actores, menos formales e institucionalizados que el CDHFMC o
MdM, pero con una imbricación más orgánica e interesante con la población migrante, y fue con estos con los
que me terminé vinculado de manera más profunda. A pesar de esto la vinculación con las organizaciones,
sobre todo con el CDHFMC, me permitió conocer a personas que eventualmente fueron también mis
informantes, y durante toda mi estadía fue asimismo un referente de consulta a la hora de solicitar consejo y
guía en relación a mi movilidad en campo.

Mi estancia en Tapachula fue una de las que me permitió recopilar más material etnográfico, no solo por
cantidad sino también por su diversidad. Durante este período pude vincularme como voluntario a un albergue
para migrantes mutilados, acompañar procesos de búsqueda de migrantes desaparecidos y no localizados,
conocer las condiciones de privación de libertad de muchas migrantes centroamericanas encarceladas, recorrer
gran parte de las rutas migratorias más invisibles, explorar los nichos laborales de la población migrante (en
tránsito o residente) en Tapachula y localidades cercanas, entre muchas otras temáticas. Sin embargo, mucha
de esta información ha tenido que quedar en proceso de sistematización para ser retomada en análisis
posteriores.

El contenido que sí incluyo en este trabajo y que forma parte del argumento central de la tesis, gira en torno a
una etnografía del área fronteriza, en la que exploro tanto las dinámicas de movilidad de la población en
tránsito, como los mecanismos de securitización, control y vigilancia del estado mexicano en la zona. De todas

26
formas, más allá de que los datos específicos no estén incluidos en los capítulos de la investigación, la
experiencia como tal me permitió ampliar mi mirada y conocimiento sobre la temática, y mucha de la
información que registré y sistematicé se encuentra, aunque sea implícitamente, en las descripciones y análisis
que realizo en el texto.

Ahora quisiera referirme a lo que considero son algunos elementos que, desde mi propia situación personal,
permiten una ejercicio de reflexividad en torno a las condiciones que marcaron, para bien y para mal, la
experiencia etnográfica (Clifford 1988, Clifford y Marcus 1991, Caicedo 2003, Ghasarian et.al. 2008, Martínez y
Podhajcer 2014). Se trata de problematizar lo que implicó para el trabajo de campo mi propia situación social,
mis referentes culturales, de género, políticos y nacionales, los cuales significaban necesariamente sesgos o
prenociones, mías y de otros en relación a mi trabajo, que condicionaron la experiencia etnográfica.

En primer lugar, en relación al trabajo en Honduras tendría que destacar el hecho de que ser un hombre joven
trabajando con mujeres (en su mayoría mayores de cincuenta años), que buscan a sus hijos desaparecidos tuvo
múltiples y muy diversos efectos. Para mí implicó un trabajo atravesado por lo emocional, por la profunda
simpatía y afecto que sentía por mis “informantes” y por las causas y motivos que las habían llevado a
organizarse. Durante todo mi trabajo de campo siempre jugué, aunque con diferentes intensidades, un doble
papel de investigador y voluntario, tanto por la posibilidad que esto representaba en términos de generar una
relación de reciprocidad con mis informantes, como por el hecho de constituir una buena estrategia de ingreso
a organizaciones o instituciones relativamente cerradas. En el caso de los comités de familiares de migrantes
esta relación de reciprocidad se fortaleció hasta el punto, quizás, de tensarse. No obstante, considero que esto
no se dio a tal grado de entorpecer la generación de información (idealizando a mis informantes y su discurso)
ni de hacer surgir un sentido de compromiso y retribución que estuviera por encima de mis posibilidades.

Pero además el sesgo operó en otro sentido: la imagen que yo proyectaba en algunas de las señoras también
tenía efectos emocionales significativos; mi condición de hombre joven activaba los recuerdos del familiar
desaparecido que en la mayoría de los casos era el hijo. Como ya mencioné, fueron muchas las ocasiones en que
las señoras explícitamente me decían que les recordaba a su hijo. Esto marcaba la relación desde su fundación y
tenía efectos en el raport, generando también, muy probablemente, configuraciones específicas a la hora de
elaborar sus discursos y testimonios. Claramente se trata de un sesgo, pero no en el sentido de falsear o
tergiversar la información, sino más bien de provocar su exteriorización por medio de mecanismos muy
específicos que surgían desde lo emocional y tenían efectos de transferencia. De alguna manera (o de muchas) las
señoras me adoptaron, me incluyeron en su grupo bajo un sentido afectivo muy particular que emulaba una
relación maternal.

En segundo lugar y en relación al trabajo en el albergue y en Tapachula, tendría que destacar el hecho de ser
centroamericano, pero con la particularidad de ser costarricense entre salvadoreños, guatemaltecos y
hondureños, principalmente. Por un lado, el haber nacido en un país de la región generaba un sentido de
proximidad y reconocimiento con las personas que conocí en tránsito, habían temas comunes, rasgos
culturales semejantes, conocimientos compartidos, todo lo cual facilitaba o dinamizaba la relación. Esto era
aún más significativo dado que nos encontrábamos en un contexto migratorio, pues las condiciones de
xenofobia hacia las y los centroamericanos, tanto en EUA como en México, hacía surgir un sentimiento
regionalista y de identidad centroamericana que no aparecía tan fácilmente en otros contextos.

27
No obstante, el ser costarricense podían también generar un efecto contrario; dentro de la región
centroamericana Costa Rica, por diversas razones en las que no me voy a detener6, ha sido representada (y
autorrepresentada) en algunos sectores, como un país excepcional, distinto, especial. Esto ha provocado que
en algunos casos la sociedad “tica” sea percibida (abusando de la generalización) como engreída, altanera o
con sentimientos de superioridad; igualmente, ha hecho que surjan representaciones de los ticos, ahora en
clave de género, como miedosos, afeminados y frágiles. Obviamente esto opera solo en casos particulares,
pero tampoco fue raro encontrar este imaginario entre algunas de las personas que conocí en la ruta.

Todo lo anterior podía en ocasiones generar una situación en la que el ritual o proceso de vinculación con
ciertos informantes (sobre todo con los hombres jóvenes) así como el raport, exigía ciertos códigos
demostrativos de mi parte que visibilizaran mi propia condición de tico, de manera que se pudiera comprobar
si pertenecía yo a ese grupo de costarricenses que eran representados (de nuevo, solo en algunos casos), como
altivos o engreídos. Por mi parte, la exteriorización de ciertos códigos con referentes de clase o género podían
ayudar a cancelar los prejuicios que levantaba en algunas personas mi nacionalidad, mecanismo que apliqué
para facilitar la relación, aunque siempre en el marco de criterios éticos.

Un ejemplo concreto: yo no soy fanático del futbol y es muy poco lo que sé al respecto, pero durante la
preparación para mi trabajo de campo me dediqué a aprender lo más que pude sobre este deporte en la
región, lo cual mostró ser de gran ayuda en mi trabajo, sobre todo en términos de cancelar o disminuir los
efectos de brecha que podía generar mi condición de tico. Otro ejemplo que me permite aclarar lo mencionado
sobre los criterios éticos: un código frecuente entre la población masculina centroamericana es en relación a
las complicidades de género, específicamente en términos de los comentarios que se hacen sobre las mujeres;
aunque participar de estos intercambios hubiera también redundado en el fortalecimiento de la relación con
muchos informantes, fue un mecanismo que traté de evitar al máximo.

En tercer lugar, quisiera mencionar una condición que tuvo un impacto importante en mi propia situación
emocional y afectiva durante el trabajo de campo. Tanto en Honduras como en el sur de México existen
circunstancias y condiciones de violencia social que implican un riesgo para las personas que viven y trabajan
en estos lugares, y muchas de estas condiciones vienen dadas por la operación de actores del crimen
organizado. Tanto en relación a las pandillas como a lo cárteles del narcotráfico, el perfil de hombre joven
representa o un riesgo o un interés. En las colonias centroamericanas controladas por pandillas, no es lo mismo
tratar de ingresar siendo, por ejemplo, una mujer adulta mayor, que siendo un hombre joven. Este último es
siempre visto como una posible amenaza en tanto es siempre un posible “contrario”. Para los carteles del
narcotráfico, por otra parte, los hombres jóvenes pueden llegar a ser vistos como un recurso posible, un
potencial trabajador7.

Estas situaciones provocaban en mí sentimientos constantes de inseguridad y riesgo, eran como una situación
de amenaza permanente que de no ser controlada podía provocar estados de paranoia que hubieran afectado
el trabajo de observación y registro. Frente a esto, la necesidad de mantener un equilibrio emocional me

6 Podemos mencionar desde la renuencia histórica del país a formar parte de muchos de los procesos y mecanismos de integración
regional, hasta la inexistencia de un ejército o de conflictos bélicos prolongados, pasando por la importante inversión que realizó el
estado durante los años 40s-70s en educación y salud, entre muchos otros aspectos. Con esto no quiero decir que efectivamente exista
una “excepcionalidad costarricense”, pues son muchas las situaciones y rasgos que este país comparte con los otros de la región, sin
embargo si es posible detectar algunos elementos que lo hacen particular. Esto ha generado, desgraciadamente, un discurso xenofóbico
en dos direcciones, tanto de parte de la sociedad costarricense hacia los pueblos de los otros países, como viceversa.
7 Se ha mostrado que el secuestro de migrantes por parte del crimen organizado en México no solo opera como mecanismo de captura de

renta por medio del cobro a familiares por la liberación, sino también como mecanismo de extracción de valor por medio del sometimiento
al trabajo forzado y/o esclavo. Al respecto cfr. Amnistía Internacional 2010, CDHDF 2011, CDHDF 2013, CIDH 2015, Izcara Palacios 2016.
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llevaron a generar mecanismos de protección y autocuido para poder mantener un desempeño adecuado.
Estos incluían desde la existencia de contrapartes externas con las que exteriorizaba mis emociones y afectos,
especialmente mi sentimientos de inseguridad, hasta la generación de protocolos de protección en conjunto
con personas u organizaciones de los lugares, pasando por la realización periódica de momentos de salida del
campo.

En cuarto lugar, algo que fue complejo de manejar fueron los efectos que tenía la simpatía que sentía por
muchos de los actores con los que trabajé, tanto de las personas migrantes que conocí, como de las
organizaciones de defensa o incidencia con las que me vinculé. Aquí el riesgo era doble: por un lado, elaborar
un discurso y un conjunto de representaciones en torno a estos actores que al estar basadas en un sentimiento
de simpatía provocaran un efecto idealizante o esencialista en torno a la descripción y comprensión de sus
prácticas; por otro lado, pasar por alto las condiciones políticas y los juegos de poder en los que están inmersos
muchos de estos actores y que determinan sus discursos y acciones. Como mencionaré más adelante, uno de
los enfoques metodológicos presentes en mi registro etnográfico y mi análisis, es la mirada a la micro política, a
los múltiples clivajes, tensiones, pugnas y disputas que se dan entre los actores estudiados, tanto en el marco
de sus relaciones de antagonismos con otras instancias como las estatales, como en términos de las propias
relaciones internas de estos actores. Sobre esto, considero haber hecho lo posible por detectar y
eventualmente cancelar los sesgos que pudieran derivarse de estas condiciones.

1.2 La región centroamericana

Centroamérica8 es una región compleja, saturada de contrastes y articulada de manera diversa a las dinámicas
mundiales de cambio y transformación social, una terminal local de los procesos globales (Wolf 1987), un
enjambre de localidades con dinámicas muy específicas. La coyuntura regional actual debe ser abordada a
partir de algunos rasgos básicos. En primer lugar, Centroamérica cuenta ya veinte años de un proceso de
“democratización” (Torres-Rivas 1990; Steichen 1993; Rovira Mas 2002) que, con excepción de Costa Rica y
Panamá, viene dado como decantación de un largo conflicto armado y una serie de procesos de negociación y
“pacificación” en sus postrimerías. La forma y grado en que este proceso ha llegado a un punto de
“consolidación”, como se dice en la jerga politológica liberal, es, como mínimo, una discusión (Torres-Rivas
2010).

En este sentido, la región se inscribe en procesos semejantes, aunque no simultáneos, de liberalización bajo
modelo de Consenso de Washington; esto implica políticas de privatización, apertura comercial, liberalización
económica y reducción del gasto público; CA ha ingresado, aunque de manera diferenciada, a la globalización
bajo administración neoliberal (Robinson 2003). Por otra parte, la región mantiene viva una serie de conflictos
de larga data, los cuales se expresan hoy día bajo diversas formas de exclusión, desigualdad y explotación de su
población, y que han sobrevivido a la anunciada panacea de la reforma neoliberal. La violencia social, la
inequidad de género, los efectos del cambio climático, la inseguridad alimenticia, la extrema pobreza, la
represión estatal y el crimen organizado (Programa Estado de la Nación 2011), son tan solo algunas de las
manifestaciones de estos conflictos que hunden sus raíces en la historia regional (Torres-Rivas 1993 y 2007).

8Entiendo Centroamérica como el conjunto de los cinco países que históricamente han formado parte de diversas experiencias de
regionalización o integración, desde la Capitanía General de Guatemala, durante la época colonial, hasta el Sistema de Integración
Centroamericana más recientemente: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. En las definiciones geográficas se suele
hablar de América Central para referirse a estos países más Belice y Panamá. En adelante utilizaré el acrónimo CA para referirme a la región.
29
Para el año 2014 la región contaba con casi 45,7 millones de habitantes, lo que representa un incremento del
27% en relación al año 2000. En todos los países disminuyeron las tasas de mortalidad desde el 2000
(destacando los casos de Costa Rica y Nicaragua) y aumentaron los índices de esperanza de vida, que ahora
coinciden en tener expectativas superiores a los setenta años. La región presenta un moderado envejecimiento
de su población, con una disminución de la cantidad de personas menores de quince años (una reducción de
ocho puntos porcentuales desde el año 2000) y un leve aumento de la población entre 25-65 años (Programa
Estado de la Nación 2016, 87). Alrededor de la mitad de la población vive en Guatemala (34.3%) y Honduras
(18.2%), y la relación por sexos es del 51% de mujeres y 49% de hombres (Programa Estado de la Nación 2016,
94).

Las cifras oficiales sobre “crecimiento económico” muestran tendencias semejantes a las de otras regiones del
mundo, lo que da cuenta de la articulación de la región a las economías del mundo. A pesar de que la noción de
crecimiento, como la de desarrollo, refieren a niveles muy generales de comportamiento económico, a los
grandes conjuntos de los flujos de capital en sus períodos de acumulación y crisis, y no dan cuenta realmente de
la trama fina de las coyunturas económicas que viven muchas personas en los planos más cotidianos, resulta
importante presentar dichas tendencias como marco general del contexto en el que se ha realizado la
investigación. Un elemento a destacar es el impacto de la crisis económica de 2008-2009, la cual tuvo efectos
significativos en la región y es un elemento importante a considerar a la hora de comprender los procesos
migratorios regionales.

Gráfico 1.
Crecimiento económico en la región centroamericanaa. 2004-2014. Porcentajes.

aPIB real en dólares del 2005.


bAmérica del Sur comprende Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.
Fuente: Programa Estado de la Nación 2016, con datos del Banco Mundial.

En su más reciente informe sobre la región centroamericana, el Programa Estado de la Nación ha propuesto
una periodización del comportamiento económico de los últimos doce años, por un lado un período
expansivo que iría de 2004-2008, por otro, un período de recuperación, de 2010-2013; el año 2009 sería
justamente el vértice de la crisis (Programa Estado de la Nación 2016, 167). Durante el período de expansión

30
el crecimiento de la región rondó el 5% anual y bajó a 4% durante el período de recuperación, sin embargo a
nivel nacional las tendencias son diversas, pues mientras en Honduras y El Salvador las tasas bajaron a la
mitad luego de la crisis, Nicaragua y Panamá lograron mantener el ritmo de crecimiento; el resto de países
también mostró disminuciones (Programa Estado de la Nación 2016, 168). La reactivación luego de 2009
parece estar asociada, al menos en relación a CA, a la reactivación de Estados Unidos (EUA), específicamente
por la reanimación de los flujos de turismo y remesas.

Los leves márgenes de crecimiento que presentaron algunos países centroamericanos durante los primeros
años del nuevo milenio, se vieron interrumpidos y en la mayoría de los casos revertidos, por la crisis
internacional de 2008-2009. Esto no solo habla de la significativa dependencia que mantiene la región respecto
de economías del norte, sobre todo de Estados Unidos, sino también de la enorme fragilidad que, a la manera
de los primeros años de la vida “independiente” de estos países, recubre todos los mecanismos y estrategias
de crecimiento nacional. Con la excepción del sector financiero para el caso de Costa Rica y Guatemala, y del
sector de transportes y telecomunicaciones para esos dos países y Nicaragua, todos los demás sectores
productivos muestran porcentajes de crecimiento negativo durante el 2009, y tan solo Guatemala muestra un
balance positivo del PIB (de apenas 0.5%) para ese año (Programa Estado de la Nación 2011).

Aunque la región logró enfrentar y reponerse de la crisis de manera más rápida que muchos de los países
desarrollados, los avances logrados después de esta coyuntura “no fueron suficientes ni sostenibles para
garantizar mejoras sustanciales en el bienestar de la población” (Programa Estado de la Nación 2016, 163).
En esto incidió el lento proceso de transformación de la estructura productiva y laboral, las bajas cifras de
inversión pública y un estancamiento en la innovación del sector exportador. Por otra parte, los mercados
de trabajo se mantuvieron sin mucha variación positiva, destacando la consolidación y en algunos casos
aumento del subempleo, una importante brecha para los jóvenes y las mujeres en su incorporación
laboral, y en general la incapacidad de las economías nacionales para aprovechar la población
económicamente activa en cada país.

Costa Rica y Honduras son los dos países que presentan las caídas más pronunciadas en sus niveles de
crecimiento, pasando, del período 2004-2007 al período 2008-2010, de alrededor de 6.8% y 6.3% a 1.9% y
1.1% respectivamente. Sin embargo, la situación está lejos de ser común para ambos países: mientras Costa
Rica cuenta con una economía relativamente diversificada y una serie de mecanismos de intervención
estatal, Honduras mantiene una estructura productiva centrada en pocos rubros (sobre todo las remesas) y
un aparato estatal ausente en materia de regulación e intervención en la economía. Esto implica un menor
margen de maniobra en el caso hondureño para sobreponerse a las circunstancias de crisis regional y global.
En términos de los sectores económicos, el de servicios sigue siendo el más dinámico pues generó más del
70% durante todo el período; en este aspecto Panamá fue el país más beneficiado, mientras que Honduras y
Costa Rica los menos. A pesar de su dinamicidad, el sector servicios se compone de actividades “con poco
peso relativo en el valor agregado total y en la generación de empleo” (Programa Estado de la Nación 2016,
168-169). El comercio mantuvo cifras positivas y destacadas en Belice y Panamá, mientras la agricultura, la
industria y la construcción fueron los sectores más rezagados.

Gráfico 2.
Tasa de desempleo nacional por grupos de edad. Centroamérica. 2000, 2012 y 2014. Porcentajes.

31
Fuente: Programa Estado de la Nación, con datos de las encuestas de hogares de los institutos de Estadística de cada país.

En relación a la tasa de desempleo, aunque se ha mantenido en torno al promedio mundial e incluso por
debajo de los promedios de América Latina y el Caribe, la brecha para mujeres y jóvenes ha inclinado la
situación de manera desfavorable, en ambos casos los niveles de participación laboral son bajos, el desempleo
es de los más elevados y los niveles salariales de los peores de la región (hasta un 35% más bajos que los del
resto de la población). Entre 2009-2013 los promedios de los salarios reales aumentaron en Costa Rica, Panamá́
y Nicaragua, y disminuyeron en El Salvador y Guatemala (Programa Estado de la Nación 2016, 162). La
población más afectada por el desempleo y con menores perspectivas de poder insertarse laboralmente en el
futuro, es la que se encuentra entre los 15-24 años (un sector importante entre la población migrante, como
veremos más adelante), pues sus tasas duplican o triplican los promedios nacionales (Programa Estado de la
Nación 2016, 181).

Gráfico 3.
Crecimiento del empleo según condición de formalidad. Centroamérica. 2004-2008 y 2010-2013. Porcentajes.

Fuente: Programa Estado de la Nación, con datos de CEPAL y los institutos de Estadística de los países.

32
Evidentemente, aunque después de la crisis la región logró cierta recuperación en las tasas de crecimiento, esto
no se tradujo en una mayor capacidad para generar empleo, “con excepción de Panamá́ y El Salvador, en todo el
Istmo aumentó el desempleo entre los períodos 2004-2008 y 2010-2013” (Programa Estado de la Nación 2016,
179). Por otra parte, destaca el hecho de que los mercados laborales de la región son mayoritariamente
informales. Aunque la tasa de desempleo en la región ha disminuido en el período de recuperación,
manteniéndose cercana al promedio mundial, los empleos generados pertenecen en su gran mayoría al sector
informal; las perspectivas son más negativas para El Salvador y Honduras, pues durante el período de
recuperación, el crecimiento en el empleo se ha concentrado en el sector informal, mientras que en los otros
países los nuevos puestos de empleo corresponden también al sector formal. La peor situación es la de
Guatemala, donde el 77% de los puestos de trabajo corresponden a este sector, le sigue Nicaragua con un 75%,
Honduras con un 72% y El Salvador con un 66% (Programa Estado de la Nación 2016, 181).

Al factor del empleo informal hay que sumar el del subempleo (la calidad de los puestos de trabajo y se suele
medir con base en la insuficiencia de las horas trabajadas), que en el período de recuperación se mantuvo
creciente en Costa Rica (11.2%) y en Honduras (10.4%), mientras bajó en Guatemala pero luego de haber tenido
las tendencias más altas de la región en el período previo a la crisis, por lo que aún se mantiene cercana a la de
Honduras y Costa Rica; en el caso de El Salvador y Panamá las tendencias se mantuvieron en torno al 5% y 2%
respectivamente (Programa Estado de la Nación 2016, 181). En el caso hondureño, de especial interés para esta
investigación, el desempleo abierto muestra una tendencia oscilatoria en el período 2001-2010, manteniéndose
en torno a un promedio de 6%, con una disminución previo a la crisis y un agravamiento posterior a esta.
Honduras incorpora anualmente 200.000 jóvenes a la población económicamente activa (PEA) pero solo su
economía solamente logra ofrecer 70.000 empleos al año (Observatorio de los Derechos de los niños, niñas y
jóvenes en Honduras 2012, 8).

La falta de creación de puestos de trabajo ha tenido una creciente válvula de escape en la emigración de hondureños
al exterior, particularmente hacia los Estados Unidos. Hay que anotar también que de acuerdo a estudios recientes
aproximadamente el 70% de los emigrantes son hombres y el 82% son menores de 35 años, que son justamente el
grupo de edad que está más representado entre los desempleados. De manera tal que, sin exagerar, se puede
estimar que el país exporta a los desempleados y ello explica por qué, de acuerdo al mismo estudio, el 91% de los
emigrantes encuestados indicaron que la razón para irse del país era la búsqueda de empleo (Flores Fonseca 2012,
15).

Las perspectivas de recuperación son oscuras pues el modelo de desarrollo que se ha fortalecido en el país
sigue apostándole a una dependencia externa: atracción de inversión extranjera directa (que en los últimos
años, sobre todo en el sector maquila, ha empezado a mudarse a otros países de la región9), turismo y, sobre
todo, remesas. Por otra parte, el estancamiento y el posterior incremento de la tasa de desempleo en 2009
también coinciden con el golpe de estado llevado a cabo contra el ex presidente “Mel” Zelaya, por parte de
sectores de las FF.AA. Resulta complejo determinar la relación entre el golpe y efectos económicos, incluido el
nivel de desempleo, lo que si es cierto es que el clima de inseguridad generado a partir del golpe puede haber
tenido algún impacto; también habría que revisar los métodos de cuantificación del INE, y si hubo variaciones
de una año a otro.

En el caso de los porcentajes de pobreza e indigencia para la región, tanto bajo la metodología de “línea de
pobreza” (nivel adquisitivo en relación al costo de la canasta básica) como bajo la de “necesidades básicas
insatisfechas” (acceso a vivienda de calidad, acceso a servicios básicos como agua potable y electricidad, acceso
a educación básica, y capacidad del hogar para satisfacer el consumo de sus miembros), los indicadores

9 http://www.laprensa.hn/economia/548954-97/maquilas-en-honduras-se-van-a-nicaragua
33
muestran tendencias que se mantienen elevadas tanto en términos de la pobreza como de la indigencia o
pobreza extrema; en los países que se dieron reducciones estas fueron moderadas, mientras en la mayoría se
presentaron aumentos.

Tabla 1.
Población bajo la línea de pobrezaa en Centroamérica. 2000-2013. Porcentajes.

aEn Guatemala y Nicaragua la línea de pobreza se mide con base en el consumo, mientras que en Belice, Costa Rica, El Salvador,
Honduras y Panamá́ se utiliza el ingreso. Los datos de 2000 corresponden a 2002 para Belice y Panamá́, y a 2001 para Nicaragua. Los de
2005 corresponden a 2006 para Guatemala. Para Belice y Nicaragua los datos de 2010 corresponden a 2009.
Fuente: Programa Estado de la Nación 2016, con datos de los Institutos de Estadística de cada país, del Banco Central en el caso de
Nicaragua y de CEPAL en el caso de Panamá́.

Según la línea de pobreza, para 2013 un total de 21 millones de personas eran pobres y 8 millones vivían en
indigencia, lo que representa un 47% y un 18% de la población regional respectivamente. El caso más
alarmante es el de Honduras, con el 70% de la población en pobreza y el 48% en pobreza extrema o indigencia
(Programa Estado de la Nación 2016, 130). En término de las “necesidades básicas insatisfechas”, en 2014
alrededor de 27 millones de personas (59% de la población regional) tenían al menos una necesidad insatisfecha,
destacando los casos de hacinamiento y la calidad de la vivienda (Programa Estado de la Nación 2016, 121). Las
malas condiciones de habitación suele coincidir además con las situaciones de violencia y de inseguridad, pues es
justamente en las colonias más conflictivas donde se dan estas condiciones en mayor medida, aunque no
exclusivamente.

Según datos de la CEPAL, las poblaciones rurales sigue llevando la peor carga en términos de precariedad,
como ha sido desde que se iniciaron los procesos de migración interna en busca de tierras desde mediados del
siglo pasado. Esto además tiene una incidencia directa en los conflictos por tierras y en los desplazamientos de
población, incluida la migración internacional. Aunque los datos de CEPAL están incompletos, las tablas
muestran la gran brecha entre la pobreza e indigencia rural y urbana, siendo Honduras y Nicaragua los casos
más preocupantes. En el caso de Costa Rica, si bien maneja los porcentajes más bajos de toda la región,
presenta una tendencia al aumento de la indigencia rural, y un relativo estancamiento en la pobreza urbana
que la hacen acercarse poco a poco a las condiciones regionales.

34
Tabla 2.
Porcentaje de pobreza rural y urbana en Centroamérica. 2005-2012.

Fuente: Elaboración propia con datos de la CEPAL, en http://estadisticas.cepal.org/cepalstat/WEB_CEPALSTAT/Portada.asp

Tabla 3.
Porcentaje de indigencia rural y urbana en Centroamérica. 2005-2012.

Fuente: Elaboración propia con datos de la CEPAL, en http://estadisticas.cepal.org/cepalstat/WEB_CEPALSTAT/Portada.asp

Honduras presenta la situación más extrema de la región en prácticamente todos los aspectos: los mayores
niveles de violencia, las mayores tasas de emigración y desplazamiento forzado de población, los más altos
índices de pobreza y desempleo, y la mayor afectación por cambio climático y desastres naturales. A nivel
latinoamericano, Honduras se ubica en el peor lugar en índices de pobreza y pobreza extrema para casi toda la
primera década del nuevo milenio, e igualmente ocupa los primeros lugares en desempleo. Según datos del
Instituto Nacional de Estadística hondureño10, los porcentajes de pobreza para el período 2001-2010 presentan
una tendencia al aumento en el caso de la pobreza extrema, que pasó de 19.5% a casi 40% en esos 10 años, y de
estancamiento en el caso de la pobreza, que luego de estar en casi 64% en el período 2001-2005 bajó
levemente a 59% en 2009, y a partir de 2010 volvió a presentar un aumento11. De nuevo, la población más
afectada es la rural, cuya situación de pobreza oscila entre 71%-66%; de nuevo, los sectores más afectados son
los jóvenes y las mujeres.

Las apreciaciones de la población sobre esta situación son claras: solo un 12% de la población opina que la
situación económica del país ha mejorado en los últimos años, y un 65% (el porcentaje más alto de toda
América Latina) asegura que su salario no le alcanza para vivir. Por otra parte, Honduras es el país de
Latinoamérica donde la “imagen de progreso del país” (6, ante un promedio latinoamericano de 37) y la

10 En: http://www.ine.gob.hn/
11 Los datos de algunos años varían entre la información obtenida del INE y la obtenida de CEPAL.
35
“percepción sobre la situación económica” (6, ante un promedio latinoamericano de 25) son las más
deterioradas de todo el subcontinente (Latinobarómetro 2013). Todo esto ha contribuido a convertir a
Honduras en el principal expulsor de población de la región; como ha señalado Flores Fonseca,

La falta de creación de puestos de trabajo ha tenido crecientemente una válvula de escape en la emigración de
hondureños hacia el exterior, particularmente hacia los Estados Unidos. Hay que anotar también que de acuerdo a
estudios recientes aproximadamente el 70% de los emigrantes son hombres y el 82% son menores de 35 años, que son
justamente el grupo de edad que está más representado entre los desempleados. De manera tal que, sin exagerar, se
puede estimar que el país exporta a los desempleados y ello explica por qué, de acuerdo al mismo estudio, el 91% de
los emigrantes encuestados indicaron que la razón para irse del país era la búsqueda de empleo (Flores Fonseca 2012,
15).

En este punto debo señalar que no pretendo sostener un argumento sobre la correlación causal directa entre
pobreza y migración o desempleo y migración. En primer lugar, porque en la ruta migratoria convergen
personas con muy distinta extracción de clase y de diversos estratos socioeconómico; claramente no circulan
de la misma forma ni por los mismo medios, algunas irán en el tren y otras viajarán en autobús con pollero,
pero todas circulan el territorio migrante. En segundo lugar, existen diversas condiciones y casusas que
determinan las salidas migratorias, y estas no pueden reducirse a la pobreza o el desempleo (sobre esto se
profundizará en el acápite 2.1). Alejandro Grimson ha destacado este punto, sin embargo su visión encasilla a
las personas migrantes en situaciones demasiado deterministas restándoles agencia y capacidad creativa

Si bien en muchas sociedades la mayor parte de los nuevos inmigrantes ocupa los escalones menos favorecidos en la
distribución del ingreso, la identificación de migración con pobreza pasa por alto varios elementos. El primero es que
las personas más pobres de cada sociedad no suelen conformar los grupos más dinámicos en la búsqueda de nuevos
horizontes, por el simple motivo de que migrar es una empresa y requiere generalmente de ciertos ahorros y redes
sociales. Los sectores más empobrecidos muchas veces están condenados a no poder ni siquiera migrar (Grimson 2011,
36).

Gráfico 4.
Tasas anuales de homicidios por 100mil habitantes. Centroamérica. 2000-2014.

Fuente: Programa Estado de la Nación, con datos de los organismos policiales o judiciales de cada país y el Banco Mundial.

36
En relación a la violencia social y política en la región, es importante anotar que esta guarda una relación
histórica con condiciones estructurales y clivajes de conflictividad social muy arraigados (Martín-Baró 1990;
Cruz 1999, 2000 y 2011; Rico 2000). Las situaciones de desigualdad, pobreza y desempleo que viven
cotidianamente los sectores populares, configuran terrenos óptimos para los brotes de violencia, sobre todo en
sociedades en las que el propio poder político has sido uno de los protagonistas de estos brotes, y en las que el
crimen organizado penetra cada vez más profundamente las instituciones públicas y la sociabilidad
comunitaria. La región que hace algunos años fue declarada la más violenta del mundo (Secretaría de la
Declaración de Ginebra 2011), justo en un momento de supuesta “consolidación” democrática y “pacificación”,
cuenta más muertos en los 15 años posteriores al fin de sus conflictos armados, que durante estos.

Las tendencias son preocupantes, los tres países del triángulo norte han visto aumentar sus tasas de homicidios
por cien mil habitantes en el último lustro, mientras Costa Rica, país comúnmente representado como pacífico,
muestra un estancamiento, acompañado por una mayor presencia de actores transnacionales del crimen
organizado, incluido el narcotráfico y las redes de trata de personas. El caso regional más extremo es de nuevo
Honduras, país al que recientemente se le ha asignado el título de “más peligroso del mundo”12. Centroamérica
se ha convertido

en el territorio más violento de Latinoamérica y, por causas distintas a las de un conflicto bélico, en una de las zonas
más peligrosas del planeta. En 2009 y 2010, la tasa regional de homicidios por cada 100.000 habitantes se situaba por
encima de 40, con aumentos durante la pasada década en todos los países, aunque con una notable concentración en
el llamado Triángulo Norte (…) Con los nuevos lastres de la violencia, los beneficios de haber superado la etapa de los
conflictos armados tienden a revertirse, ya que la violencia social (junto a la migración), está drenando el potencial de
las sociedades centroamericanas (…) La respuesta estatal se ha visto superada por la dinámica delictiva, en especial por
la relacionada con el crimen organizado transnacional ligado a la narcoactividad, como lo ilustra la mayor presencia de
cárteles y la diversificación de sus operaciones en Guatemala, Honduras y El Salvador (Programa Estado de la Nación
2011, 66).

El 2011 fue el año con niveles más altos de violencia homicida con un promedio de 43.7 que en el caso
hondureño asciende hasta casi 90 por cien mil habitantes. Un descenso se dio entre 2012-2014 para todos los
países con excepción de El Salvador y Nicaragua, presentando el primero un pronunciado aumento y el
segundo un incremento más moderado. En el caso salvadoreño la tendencia al alza podría estar relacionada
con la ruptura de la tregua entre pandillas que se había alcanzado en 2013.

Más preocupante es que ante este contexto, las medidas estatales, tanto de gobiernos de izquierda como de
derecha, suelen ir más en la línea de la militarización que de la seguridad comunitaria y la participación activa
de la población, esto a pesar de su mostrada ineficacia (Rico 2000, Thale 2006, INCEP 2007). Estas medidas
consumen los esfuerzos y recursos institucionales dejando las políticas sociales en un nivel retórico, y
cuestionando el Estado de derecho y la supuesta democratización de la región (Salazar 2007-2008). En
Honduras, El Salvador y Guatemala, se observa una “participación casi regular de los ejércitos en las tareas de la
seguridad interior (…) pese a que no se ha logrado consolidar el control civil sobre las fuerzas armadas y persisten
obstáculos para garantizar los derechos individuales ante los abusos de autoridad” (Programa Estado de la Nación
2011, 67).

Claramente, las condiciones de desigualdad y precariedad constituyen terreno fértil para la violencia social. Por
ejemplo, San Pedro Sula, el principal centro poblacional y económico de Honduras, ha sido catalogada como la
ciudad más violenta del mundo; ahí los crímenes han empezado a tomar rasgos nunca antes vistos: asesinatos

12En: http://internacional.elpais.com/internacional/2012/02/15/actualidad/1329327165_337176.html;
http://www.proceso.com.mx/?p=363188
37
de niños13, masacres en transportes públicos, descuartizamientos, inéditas tasas de feminicidios, asesinatos
contra personas homosexuales. Todo esto se suma a las de por sí tradicionales matanzas de campesinos,
asesinatos de jueces, periodistas y defensores de derechos humanos, etc.

Las tendencias o características de los hechos violentos en la última década son: a) incremento de la criminalidad
que, en los últimos ocho años, aumentó 229.7%. b) Las ciudades y regiones con mayores índices de violencia son
aquellas donde se han fortalecido la criminalidad organizada y el narcotráfico, [en el] norte se produce el 42% de los
homicidios registrados. c) Hace algunos años había departamentos que presentaban tasas más bajas que el
promedio mundial de 8.8 muertes por 100 mil habitantes, pero ahora no existe ningún departamento en esa
condición. d) La gran mayoría de las muertes violentas fueron perpetradas con armas de fuego (...) e) Han cobrado
fuerza los crímenes selectivos contra periodistas, abogados, defensores de derechos humanos y funcionarios o
personalidades vinculadas a la lucha contra el narcotráfico. f) Persisten los problemas estructurales como pobreza,
desempleo y desigualdad, además de la poca atención a los temas de juventud y niñez. g) Una tendencia cada día
más evidente, es la incapacidad del Estado y sus instituciones para hacer frente al fenómeno, pese a las cuantiosas
asignaciones presupuestarias a la Secretaría de Seguridad y otros operadores de justicia (Pastoral Social CARITAS de
Honduras 2013, 12-13).

En Honduras, la violencia de (ya no tanto “entre”) las pandillas y la actuación del crimen organizado, sobre todo
del narcotráfico, son dos de las principales causas de los índices de violencia social. Las respuestas del Estado,
específicamente con el gobierno de Juan Orlando Hernández (2013-2017) han sido la militarización y el
combate frontal, lo que ha agudizado el carácter bélico del conflicto. Según la Licda. Sally Valladares, del Centro
de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (CIPRODEH) en Honduras, el fortalecimiento de la
presencia militar en el país ha hecho que la misma estructura civil, la fuerza pública, esté “prácticamente
neutralizada”. Aunque el decreto de 2011 que facultaba a los militares a “apoyar” a la policía en operativos de
seguridad pública establecía una temporalidad específica así como el hecho de que el control de mando
correspondía a la policía, se extendió la presencia del ejército en la vía pública e incluso “se terminan viendo
retenes puramente militares” [Licda. Sally Valladares, COPRODEH, 12-6-14]. El siguiente extracto lo he tomado
de la entrevista que realicé en Honduras con el entonces director de Casa Alianza, el Lic. José Guadalupe
Ruelas, pues brinda una mirada más amplia de lo que implica la militarización así como de sus aparentes
contrasentidos.

él [el presidente Juan Orlando] ha dicho “voy a militarizar el país”. Y a pesar de que ve que no le da resultados, lo sigue
haciendo. Entonces, hay escasez de frijoles, decomisan unos frijoles, y uno se encuentra al día siguiente soldados
vendiendo frijoles. Estaban aquí, a dos cuadras vendiendo frijoles... más baratos... Entonces, los buenos militares
vendiendo frijoles decomisados al pobre pueblo (...) Usted camina dos cuadras y se va a encontrar 8 o 10 militares
custodiando las puertas de la Secretaría de Educación. Va a las calles y se encuentra militares, por donde vaya usted
encuentra militares... Hay que salvar a los árboles... hay militares, hay que dar seguridad al país... militares. ¡Todo es
militar! (…) Sin embargo, el tema de militarización no ha logrado reducir los índices de inseguridad, la percepción de
inseguridad, ni el índice de muertes de niños y niñas (…) Un joven me contaba un día “en la mañana me subí al autobús y
me querían llevar detenido porque no tenía una identificación. Tengo 16 años, entonces todavía no tengo tarjeta de
identidad, me preguntaron por qué no andaba partida de nacimiento, y yo no sabía que tenía que andarla. No andaba
ningún carnet. Me querían detener por eso”, dice “pero la gente abogó por mí, y decían que me conocían, y no me
dejaban, pero me tuvieron ahí parado y me empujaron” dice “y después se bajaron los militares y como a los 15 minutos
nos asaltaron”. Entonces ¡reprimidos por el ejército y asaltados por la delincuencia! [Lic. José Guadalupe Ruelas, director
de Casa Alianza en Honduras, 12-6-14].

En este contexto es que emergen muchas de las recientes experiencias migratorias en la región.
Tradicionalmente, han estados influida por eventos o coyunturas políticas y por transformaciones
socioeconómicas regionales vinculadas a los procesos de producción, distribución y consumo, a los conflictos

13 En: http://www.laprensa.hn/especiales/muertedeninos/inicio/; http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/05/07/estremece-


honduras-asesinato-de-menores-por-negarse-a-entrar-en-pandillas-4835.html
38
sociales (sobre todo de carácter armado) y a los desastres “naturales”. La movilidad que en los setenta se
caracterizaba por “flujos migratorios internos” y “desplazamientos intrarregionales” transfronterizos14 (Castillo
2003, 2), y años después, con el conflicto armado, dio paso a la “fuga” hacia el norte, más recientemente han
estado determinados por las nuevas condiciones de violencia social (Saldomando 1998; Castillo 2003; Mesa
2009; Winton 2011), por los “arreglos liberal-democráticos” de los “Acuerdos de Paz”, y por los procesos de
fragmentación, “exclusión y desarticulación socio-política” y rearticulación de las economías en torno a nuevos
ejes de acumulación transnacional (Morales 2007, 33, 109). Estos procesos han provocado la necesidad de
nuevos mecanismos de ajuste de los mercados laborales frente a la “transnacionalización laboral” (Castillo
2000 y 2003; Morales 2004 y 2007), siendo la migración extra regional uno de los prioritarios (Segovia 2004),
configurando así lo que Wise y Covarrubias han llamado el “modelo exportador de fuerza de trabajo” (Delgado
Wise y Márquez Covarrubias 2007, 129).

No obstante, como han señalado Castles y Delgado, la activación de estos mecanismos de ajuste presentan un
dilema, pues si por un lado la migración “es vista como resultado de poderosos factores económicos y
demográficos”, por otro, “los migrantes provenientes del sur son percibidos como un problema –incluso una
amenaza– para la seguridad, la estabilidad y los estándares de vida en el norte”. Frente a esta situación, señalan
los autores, las políticas han virado hacia un enfoque de “gestión migratoria”, el cual consiste en clasificar y
controlar los movimientos para “maximizar sus beneficios para los países receptores” (Castles y Delgado Wise
2007, 6).

Pero esta gestión es solo posible con el involucramiento de los países centroamericanos, lo cual se ha ido
concretando por medio de la doble vía de la cooperación para el desarrollo por un lado, y de la implementación
de mecanismos de securitización facilitados por EUA, por el otro. Esta política de gestión o conducción de los
flujos migratorios se encuentra de frente, no obstante, con fuerzas de movilidad producidas cotidianamente
desde una gran diversidad de prácticas de movimiento, circulación y traslado en lo que podríamos denominar
agenciamientos migrantes.

La situación contemporánea de la migración CA-EUA está determinada por dinámicas sociohistóricas


profundamente arraigadas en las formaciones socioeconómicas de la región, y que dan cuenta de un
complejo de procesos productivos en el que se articulan, no sin conflictos y contradicciones, aunque también
de manera asombrosamente creativa, procesos productivos extremos en los que quedan enquistados
ámbitos de desposesión, exclusión y precarización, por un lado, y de apropiación, inclusión y acumulación,
por el otro. Ya ha sido bien demostrado (Cardoso y Faletto 1969, Do Santos 1970, Novack 1974, Gunder
Frank 1979) que desarrollo-subdesarrollo, acumulación-des acumulación son procesos articulados e
interdependientes, con lo cual los argumentos sobre la pobreza o el subdesarrollo como dinámicas que se
pueden explicar “culturalmente” han sido superados.

Por otra parte, propuestas en torno a la migración como mecanismo de ajuste de estas dinámicas de
desarrollo-subdesarrollo o acumulación-desposesión, también han sido ampliamente planteadas (Harvey 2001,
Segovia 2004, Morales, Wing-Ching y Villafuerte 2010) y permiten abordar los procesos migratorios como
fenómenos que, más allá de la configuración de “culturas migrantes”, se encuentran determinados por
dinámicas socioeconómicas y sociopolíticas de nivel estructural, al tiempo que responden a trayectorias
agenciadas desde los propios sujetos. Por ejemplo, los procesos de configuración de mercados de trabajo (De

14Actualmente la migración intrarregional alcanza un 13% del total de las personas migrantes centroamericanas, el principal destino es
Costa Rica, donde reside cerca del 65% de personas que viven en un país de la región distinto del propio (Programa Estado de la Nación
2016, 88).
39
la Garza, UAM Iztapalapa 2010) con dimensión transnacional, operan tanto como dispositivos para el
aprovechamiento de mano de obra “ociosa” (capital ocioso, Marx 2014 [1867]), como opciones para
estrategias de sobrevivencia, ocupación y fuga15. Sobre esto profundizaré más adelante.

La emigración extra regional centroamericana tiene como destino prioritario a EUA: según el censo del año
2000 de ese país16, las personas centroamericanas representaban un 4,8% del total de población hispana o
latina; es decir, alrededor de 1,7 millones de personas. Entre estas había 655 mil salvadoreños, 372 mil
guatemaltecos y 218 mil hondureños. Para el 2009 la cantidad de centroamericanos en EE.UU. había
aumentado a casi 3 millones de personas, de las cuales cerca del 35% había ingresado después del año 2000
(Estado de la Nación 2011, 114). Los datos más recientes del censo estadounidense (2010) muestran un
aumento del 137% de la población centroamericana de 2000-2010, para un total de 3,998,280 de personas
registradas viviendo en ese país, lo cual representa un 8% del total de la población de “origen hispano o latino”
en EUA. Según el Programa Estado de la Nación, en 2015 un 82% de la población centroamericana que vive
fuera de sus países (un 8% de la población total) se encuentra en EUA (Programa Estado de la Nación 2016, 88).

Tabla 4.
Migración regional centroamericana a Estados Unidos. Censos de 2000 y 2010.

Fuente: Oficina del Censo de Estados Unidos, en: http://www.census.gov/

El traslado se realiza, principalmente, a través del territorio mexicano y de forma “irregular”17, constituyendo
un 90% de las “nacionalidades” que transitan de esta forma por la federación mexicana (CDHDF 2011, 4). La

15 Algunas perspectivas vinculadas a este argumento desde las teorías del desarrollo tienen una mirada demasiado centrada en el nivel
estructural. Por ejemplo Leite y Ramos han afirmado que “[la migración indocumentada a Estados Unidos (…) se ha convertido en la
modalidad predominante de los flujos migratorios que tienen origen o transitan por México procedentes de Centroamérica (…) Dado el
carácter eminentemente económico de esta migración, lo anterior es, fundamentalmente, producto de la contradicción entre los
factores de demanda-oferta de mano de obra migrante y las dimensiones de jiure de las políticas estadounidenses, de índole
ampliamente restrictivas” (Leite y Ramos 2009, 305).
16 En: http://www.census.gov/. En término globales, hasta el 2013 la ONU estimaba que más de 214 millones de personas en el mundo

eran migrantes internacionales (3.1% de la población mundial), de los cuales casi el 50% eran mujeres (Munguía Salazar 2014, 13).
17 “Irregular” es una categoría gubernamental-legal; en la presente investigación se utiliza de manera entrecomillada para dar cuenta de

ello, pero también para establecer un posicionamiento crítico. Por un lado, se cuestiona que estadísticamente el flujo en cuestión sea
irregular, pues claramente constituye el más frecuente y prácticamente la norma; por otro lado, se critica la implicación jurídica de
categorizar cierto flujo como irregular, pues constituye una forma de enunciar una cierta condición de irrepresentabilidad en el discurso
jurídico, antesala para la ilegalización. Según Ernesto Rodríguez, el volumen de “migración centroamericana de tránsito irregular por
México hacia EUA se puede estimar de manera indirecta por la suma de tres grupos: (a) retenidos por las autoridades migratorias
40
tendencia ha sido creciente desde mediados de los 90s hasta mediados de la primera década del nuevo
milenio, pero presenta una repentina reducción del 70% en el 2006, pasando, entre 2005 y 2010, de 433 mil
personas a 140 mil (Rodríguez 2011, 2). Esto coincide justamente con el “cambio de paradigma en la noción de
migración y de control de fronteras”, donde se pasa de la detención y la coacción, “predominante en los países
metropolitanos en los años 1990”, al ordenamiento de los flujos con lo cual “´se conduce´ a las personas y se
´gobierna´ la permeabilidad de las fronteras”, al tiempo que se busca “reducir la migración irregular, mediante
la externalización hacia México y los países del Istmo de las políticas de control fronterizo” más enfocadas en la
detención y la coacción (Kron 2011, 54, 64)18.

Según los datos de la Oficina del Censo de los EUA, la cantidad de personas hondureñas habitando en ese país ha
pasado de 6.503 en 1960 a 108.923 en 1990 y a 633.401 en el año 2010 (López Recinos 2013, 74). Por su parte, el
Banco Mundial calculó en 2010 un total de 569,700 personas de origen hondureño en EUA, mientras que la
American Community Survey (instancia de la Oficina de Censo de EUA19) estimó que para 2011 había 695,761
hondureños y hondureñas de origen habitando en el país del norte. Las cifras oficiales del gobierno hondureño,
cuyos métodos de cálculo no son públicos, establecían que para principios del nuevo milenio vivían fuera del país
un total de 934,000 hondureños y hondureñas, de los cuales estimaban que 805,000 radicaban en EE.UU (López
Recinos 2013, 74)20. La inclinación a hablar de un proceso de diáspora de la región, como se dio en otros
contextos históricos (Morales 2007), es sugerente, sin embargo es importante usar la categoría con cuidado, pues
por su nivel de generalización puede tender a escencializar el fenómeno, borrando las diversidades culturales y de
clase presentes en la población migrante. Como ha señalado Grimson,

Los migrantes de un mismo país y grupo social que no mantienen relaciones entre sí ni comparten un fuerte
sentimiento de pertenencia no son parte de una diáspora. Hay migraciones sin identificación. Y la adjudicación de una
identidad diaspórica a todos los migrantes implica una esencialización (Grimson 2011, 38).

Esta cantidad de personas genera a su vez un cuantioso y constante flujo de remesas hacia la región
centroamericana. Solo entre 2010 y 2013 ingresaron a la región poco más de 53 mil millones de dólares en
remesas, de las cuales un 35.7% fue enviado por guatemaltecos, un 28% por salvadoreños y un 21.4% por
hondureños (Programa Estado de la Nación 2016, 88). A pesar de estas cifras, se ha mostrado que solo
alrededor de un 10% de los ingresos globales que se estima que genera las y los trabajadores hispanos en EUA
(alrededor de 500 mil millones de dólares para el 2008) es enviado en forma de remesas a sus países de origen,
lo cual muestra que estos ingresos, más que un papel como factor de desarrollo para los países

mexicanas (50-55%); (b) retenidos por las autoridades migratorias estadounidenses en la zona fronteriza con México (25-30%) y; (c) los
que lograron entrar y residir en EUA después de haber cruzado de manera irregular el territorio mexicano (15-20%)” (2011: 2).
18 La frontera sur de EE.UU. se extiende sobre México, que se promueve como espacio de contención, regulación y ordenamiento de la

migración centroamericana (Castillo 2000; Palma y Dardón 2008) y de securitización de su propia frontera sur (Villafuerte 2007),
trasladando los mecanismos represivos y persecutorios fuera del territorio norteamericano. Según el propio gobierno mexicano, 80 mil
hondureños cruzan el territorio nacional para llegar hasta EE.UU, pero solo alrededor de 10 mil lo logran (López Recinos, Desarrollo,
migración y seguridad. El caso de la migración hondureña hacia EE.UU. 2013, 74).
19 En: http://www.census.gov/acs/www/
20 El hecho de que el flujo migratorio está tomando un patrón tan cuantioso en algunos países de la región, implica que será aún más difícil

aprovechar a la población económicamente activa y un potencial bono demográfico producto de la transición poblacional, para asegurar un
crecimiento más sostenido de las economías nacionales. CA empieza a presentar un patrón de envejecimiento demográfico que en 50 años
puede ser semejante al de países europeos o Japón, pero con niveles de productividad de países subdesarrollados (Programa Estado de la
Nación 2011, 73). En el siguiente capítulo presentaré más en detalle las cifras y tendencias en torno a la migración centroamericana que
ingresa y transita por México. Igualmente abordaré los mecanismos de securitización, control y vigilancia que el estado mexicano impone
en el sur del país, y presentaré algunas cifras sobre la detencón y deportación de personas hondureñas desde México.
41
centroamericanos, juega un “papel estratégico en la reproducción del capital en Estados Unidos” (Villafuerte
2008, 179)21. Se trata e un falso modelo de desarrollo, como han señalado Delgado y Márquez:

La gran paradoja de la agenda de migración y desarrollo es que deja intactos los principios que sustentan la
globalización neoliberal y no afecta la forma específica en que se aplican las políticas neoliberales en los países de
origen de los migrantes (...) A lo sumo, ofrece estrategias superficiales relacionadas con la migración, pero no se ocupa
de las cuestiones del desarrollo, tales como la necesidad de reducir el costo de las transferencias de remesas o la
promoción de infraestructuras de apoyo financiero que permiten el uso de las remesas en micro-proyectos (que, en
última instancia, tienen un impacto muy limitado en términos de desarrollo). Está claro que estas políticas actualmente
no son ni coherente ni están adecuadamente contextualizadas, y no podrían servir como parte de un modelo de
desarrollo alternativo o una nueva forma de integración económica regional, lo que sería capaz de reducir las
asimetrías socioeconómicas que existen entre los países emisores y receptores. Por lo demás, también sería un fracaso
para contener, o al menos reducir, los actuales y crecientes flujos migratorios (Delgado Wise y Márquez Covarrubias
2009, 86; traducción propia).

Gráfico 5. Gráfico 6.
Remesas como porcentaje del PIB. 2000-2013 Remesas como porcentaje del PIB. 2000-2013

Fuente: Estado de la Nación 2016 (año base 2000= 100). aPara el segundo período, los datos de Belice corresponden a 2010-
2012. Fuente: Programa Estado de la Nación.

Por otra parte, al lado de este modelo desigual de extracción de valor y captura de renta a nivel transnacional,
el gobierno norteamericano ha venido endureciendo progresivamente su control fronterizo; bajo un paradigma
de securitización (Taureck 2006, Šulovic 2010) ha cerrado cada vez más su frontera sur por medio de la
implementación de mayores y más cuantiosos mecanismos de control y vigilancia migratoria (González Herrera
2008, Hernández Joseph 2008, Slack y Whiteford 2010, Green 2011, Golash-Boza 2012), así como por medio
del esquema de “extensión de la frontera” sobre el territorio mexicano (Castillo 2000; Palma y Dardón 2008), el
cual implementa a partir iniciativas de cooperación norte-sur como el Plan Puebla Panamá, el Plan Colombia o
la iniciativa Mérida (Sandoval García 2015), y que recientemente han llegado incluso a la región centroamericana
por medio del “Plan Alianza por la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica” (APP o PAP, ver acápite
2.2).

Ciertamente los eventos del 9/11 marcaron un punto de inflexión en algunos aspectos de la política fronteriza
norteamericana, y un punto de intensificación en otros: por un lado se inauguró el discurso del terrorismo

21Villafuerte ha criticado duramente el argumento de algunos organismos internacionales y gobiernos regionales, en torno al supuesto
papel central de las remesas en el desarrollo de los países de origen de la población hispana en EUA, mostrando, por un lado, que esta
masa de población en EUA opera como un “ejército industrial de reserva”, utilizando la categoría de Marx; y por el otro, que el dinero
que llega a los países de origen tiene como función principal “satisfacer las necesidades de reproducción biológica y social de la familia”,
más que generar emprendimientos de inversión o “desarrollo” (Villafuerte 2008, 181).
42
como meta relato de la política de seguridad nacional e integridad fronteriza, lo cual dio paso al fortalecimiento
de un esquema de securitización que ya de por sí existía; por otro lado, se implementó toda una política de
transformación orgánica en las instancias que regulaban el tema migratorio.

Desaparece el Immigration and Naturalization Service (INS) y se funda el Department of Homeland Security (DHS) que
concentra, entre otras áreas, al Immigration and Customs Enforcement (ICE), al Customs and Border Protection (CBP) y
al U.S. Citizenship and Immigration Services (USCIS) (Martínez, Cobo y Narváez 2015, 132).

Estas políticas ha tenido un reflejo en la emergencia de discursos racistas sobre los que se sostiene la aplicación
de los dispositivos de securitización (Heyman 2008), pero que también se instalan en un imaginario ciudadano
blanco xenófobo y proclive a la criminalización de la población migrante (De Génova 2002, Green 2011,
Furman, y otros 2012, Ackerman y Furman 2013). Como ha señalado Trouillot, llega un punto en el que los
“ciudadanos” ordinarios del norte blanco se percatan de que “los bárbaros están afuera de la puerta (…)
reclamando que nuestra casa es también la suya” (Trouillot 2001, 131). Desde el punto de vista jurídico, al
política norteamericana hacia el territorio al sur de su frontera emula algunos de los rasgos de las relación
colonial como fundante de la política del terror tal y como la he descrito Mbembe, tanto en términos de la
exteriorización de la guerra como de la burocratización de la muerte (Mbembe 2003, 22-24).

Es a partir de la “Operation Streamline” de la administración Bush en 2005 que que los migrantes irregulares
empiezan a ser procesados en juzgados criminales y no ya civiles, lo cual además ha traído grandes beneficios a
la industria (privada) de las prisiones22. Posteriormente, en 2010 el estado de Arizona aprobó la ley SB1070 que
modifica la tipificación estatal para hacer de la permanencia indocumentada en el estado un delito en vez de
una contravención (Furman, y otros 2012, 176), lo cual claramente ha tenido un impacto psicosocial y material
muy fuerte en la población migrante y sus familias (Ackerman y Furman 2013, 258).

El surgimiento de la frontera como un objeto de ansiedad nacional, de inversión gubernamental, y de sufrimiento y


estigma para las personas migrantes es uno de los resultados más significativos de las políticas de inmigración en los
Estados Unidos. La Ley de Reforma y Control de Inmigración (IRCA) de 1984 fusionó la gestión migratoria y el
fortalecimiento fronterizo en niveles que no alcanzaron las políticas anteriores (...) El efecto de frontera ha impulsado a
(...) la “militarización” de la región fronteriza (...) Sin embargo, la reestructuración de la seguridad fronteriza que rodea
su fortalecimiento puede más exactamente ser examinada como parte de un creciente “Complejo Industrial de
Frontera”, que se beneficia de la ofuscación continua de la migración, la seguridad y los problemas fronterizos (...) una
industria cuyo crecimiento y beneficios dependerán de una mayor demanda de la aplicación así como del continuo flujo
y presencia de migrantes no autorizados (Magaña 2014, 151).

En esta línea, los datos sobre “enforcement actions” ejecutadas por EUA en el año 2010 muestran que los
cuatro grupos poblacionales a los que se dirigían de manera prioritaria las medidas de aprehensión, remoción y
detención, eran mexicanos, guatemaltecos, hondureños y salvadoreños. Solo en entre 2006 y 2010, “el 89% del
total de migrantes irregulares no mexicanos retenidos por la patrulla fronteriza de Estados Unidos en la zona
de la frontera con México” fueron centroamericanos (Rodríguez 2011, 2).

Gráfico 7. Centroamericanos aprehendidos por autoridades de EUA. 2005-2014.

22El pico de procesamientos criminales de inmigrantes indocumentados en EUA fue en 2008, cuando estos casos representaron casi el 60%
de todos los nuevos casos federales (Furman, 176). Eso ha significado un incremento importante de la población penal, por lo que “el
complejo industrial de las prisiones se ha expandido para incluir inmigrantes indocumentados y otros residentes no-ciudadanos (…) [Y
desde] el 9/11 (…) el ICE ha aumentado la contratación de corporaciones privadas para la detención de inmigrantes” (Ackerman y Furman
2013, 251).
43
300,000
286,690

250,000

200,000
191,712

150,000 150,283
130,143
108,884 104,597 103,330
100,000 98,050 98,955
74,367
50,000

0
2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014

Guatemala Honduras El Salvador Nicaragua Costa Rica TOTAL CA

Fuente: Elaboración propia con datos del DHS, en https://www.dhs.gov/yearbook-immigration-statistics#

Entre el año 2005 y el año 2010 el número de “aprehensiones” de migrantes indocumentados en territorio
estadounidense, bajó de 1.3 millones de personas, a cerca de 600 mil (DHS, 2011). De esta forma, en solo 5
años disminuyeron tanto los eventos de detención de migrantes irregulares en EE.UU. (54%), como el flujo de
migración regional hacia ese país (70%). Lo anterior se explica en el contesto de la crisis económica que
produjo una disminución global de las migraciones a EUA en los años 2008 y 2009, así como la implementación
de mayores controles fronterizos en la frontera sur mexicana (sobre esto profundizaré en el acápite 2.3). La
misma tendencia se puede apreciar en relación a la detención de población centroamericana.

La disminución de 2005-2007 es convergente con la disminución de la tendencia migratoria global que ya


mencioné, y que para el caso centroamericano tiene su punto más bajo en 2006, lo cual explica por qué el
menor nivel de detenciones de esta población se registra en 2007. La tendencia vuelve a aumentar de manera
gradual y sostenida de 2008-2011, hasta que se dispara a partir del año 2012 volviéndose casi exponencial, lo
cual se mantiene hasta la fecha.

Gráfico 8.
Centroamericanos deportados23 por autoridades de EUA. 2005-2014.

23 Incluye datos de dos tablas presentadas en los Anuarios Estadísticos del DHS, las de “returned” y las de “removed”.
44
125,596
120,000

109,223
100,000
96,270

85,259
80,000 82,569
78,642 79,413 77,579

60,000 61,878

40,000 40,367

20,000

0
2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014

Guatemala Honduras El Salvador Nicaragua Costa Rica TOTAL CA

Fuente: Elaboración propia con datos del DHS, en https://www.dhs.gov/yearbook-immigration-statistics#24

Ahora bien, la misma tendencia no se aprecia en relación a los eventos de deportación desde EUA, que han
mantenido un aumento sostenido desde 2005 hasta la actualidad (89% entre 2005 y 2010), con una única
disminución, aunque muy leve, entre 2010 y 2011, pero a partir de 2012 la tendencia a la alza se precipita
pasando de 77 mil eventos en 20011 a casi 130 mi en 2014. Aunque el gobierno de Barack Obama ha insistido
en la necesidad de una reforma migratoria que incluiría la regularización de millones de migrantes
indocumentados, esta ha sido frenada (junto a otras medidas ejecutivas) en el congreso y la corte de ese país25.
De todas formas, su gobierno ha sido el que más deportaciones ha realizado en la historias reciente de EUA26.

En 2005 y 2006 el volumen de aprehensiones superaba al de las devoluciones, debido a que algunos de ellos
emprendían estrategias legales para regularizarse o posponer su deportación. A partir de 2007, los números se
invierten y las devoluciones superan a las aprehensiones. Esta aparente contradicción se explica por las redadas en
centros laborales, barrios residenciales y en los lugares de congregación de migrantes irregulares. De igual manera
influye la política de deportación inmediata de migrantes irregulares que son detenidos por alguna infracción
administrativa y de aquellos que salen de la cárcel después de cumplir su sentencia (Rodríguez Chávez, Berumen
Sandoval y Ramos Martínez 2011, 4).

Se genera entonces un clima persecutorio que dificulta la movilidad de las personas migrantes no solo en la
frontera, sino también en las ciudades fronterizas, que se vuelven reflejos de los puntos de control. Esto ha
ampliando el área fronteriza hacia el norte, configurando un “efecto de frontera” (Magaña 2014) que se

24La fuente de datos han sido los archivos digitales del Departamento de Seguridad Interna (“Department of Homeland Security”, o
DHS) disponibles en su página de internet (https://www.dhs.gov/yearbook-immigration-statistics#). El principal desafío fue a la hora de
integrar los datos, pues las tablas de registros referentes a las deportaciones se presentan de manera desagregada. Por un lado un
conjunto de tablas con la categoría “returns” o “regresos”, y por otro lado las tablas que incluyen los datos de “removed” o
“remociones”; estas últimas, además, se desagregan en “criminales” y “no criminales”.
25
Ver: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/04/17/estados_unidos/1460908479_114052.html;
http://www.animalpolitico.com/2016/06/la-corte-suprema-de-eu-bloquea-la-propuesta-de-obama-para-regular-a-millones-de-migrantes/
26
Ver: http://www.univision.com/noticias/deportaciones/el-principal-legado-migratorio-de-obama-los-millones-de-deportados
45
expresa en el incremento de las situaciones de riesgo que viven las personas que transitan por zonas cada vez
más apartadas, agrestes y peligrosas (Reineke y Martínez 2014), lo cual ha dejado un dramático rastro de
muertes y cuerpos sin identificar (R. Reineke 2013, Reynolds 2014, Martínez y et.al. 2013, C. Kovic 2013). Como
ha señalado Magaña, “es precisamente esto lo que el efecto frontera produce: reduce a las personas migrantes
a cuerpos: cuerpos trabajadores, tibios cuerpos en las pantallas de las cámaras de vigilancia, cuerpos cautivos o
intercambiados como mercancías, cuerpos fallecidos y desaparecidos en el desierto (Magaña 2014, 151).

1.3 Marco teórico y objeto de estudio

Algunas cuestiones metodológicas. Tanto desde los denominados estudios culturales, como desde la
antropología de la globalización se han puesto sobre la mesa una buena cantidad de argumentos sobre las
transformaciones en la naturaleza de los objetos de estudio de la ciencia antropológica así como de sus
contextos y dinámicas de mobilidad y flujo, que han demandado, casí impuesto, un replanteo metodológico en
relación a la etnografía y el trabajo de campo (Marcus y Cushman 1992, Watson 1999, Appadurai 2001, Clifford
2001 y 2008, Geertz 2001, Marcus 2001, Nuijten 2003, Hannerz 2003, López, Pérez y Becerra 2007).
Personalmente, creo que efectivamente muchos de los fenómenos y procesos que tradicionalmente han
conformado el objeto de estudio de la antropología social han sufrido cambios importantes producto de
nuevas condiciones materiales de producción y reproducción de la vida social, que se han traducido en nuevas
pautas de relacionamiento social y nuevos patrones de cambio sociocultural (Harvey 1990, Castells 1999,
Sassen 2001).

Esta situación ha implicado un enorme desafío para la etnografía, puesto que las manifestaciones culturales “se
han deslocalizado, han trascendido sus límites tradicionales y ahora los analistas de la cultura deben imaginar
nuevas maneras de narrar y escribir sobre la sociedad en esas condiciones de constante movilidad de los
objetos etnográficos” (Castro s.f.). No obstante, este reconocimiento no implica, como han intentado
argumentar muchos autores influidos por el giro posmoderno, que el objeto o lo objetos de estudio de la
antropología se disuelven en al aire; se volatilizan transmutándose en un permanente devenir inmaterial
subjetivo y puramente discursivo. Si bien categorías tradicionales como “lo local”, “cultura”, “comunidad”,
“nacional”, deben repensarse a la luz del cambio de muchas condiciones materiales centrales en la vida social
actual, esto no significa que deban caer en el desuso, o ser sustituidas por emblemas del análisis literario o de
la filosofía. Y no es solo un asunto de teoría, es fundamentalmente una cuestión de método. Si las condiciones
de lo real han cambiado de manera importante, por supuesto que el método debe hacer el propio, pero no al
punto de sustraerse a sí mismo, de convertirse en otra cosa.

Está claro que surge una cierta sensación de perplejidad, especialmente frente a la avalancha de la diversidad,
que si bien no es nueva se hace ahora pesadamente evidente, movilizando “cada vez a más profesionales en las
ciencias sociales al trabajo de campo (…) para explicar el resurgimiento de los etno-nacionalismos y los
movimientos sociales [y] describir y explicar la globalización misma” (Guber 2001, 12). En este contexto, la
mayor parte de los antropólogos de la globalización han sugerido que se vuelve necesario un modelo teórico
que, desde una problematización conceptual del objeto de estudio, aborde “una realidad compleja,
multisistémica y diacrónica” (López, Pérez y Becerra 2007, 9). Ante dicha necesidad, una de las propuesta que ha
surgido con mayor fuerza y que lleva ya años implementándose, es la de la etnografía multisituada (Marcus 2001,
U. Hannerz 2003). Específicamente parte de las nuevas relaciones entre lo local y lo global, y de las articulaciones
existentes entre el propio proceso de globalización y la modernidad (Hannerz 1996, 2003, Appadurai 2001).
Considerando que
46
generalmente las personas en las que nos enfocamos en estudios de campo multi-sitio tienden a ser las más móviles, [y] contribuyen
más a convertir las combinaciones de sitios en campos coherentes, e incluso hacen de los sitios, al menos para los propósitos de los
estudios, algo más semejante a translocalidades (U. Hannerz 2003, 364; traducción propia, énfasis en el original)

La definición del campo de estudio, la selección de lugares de observación y la determinación del tiempo de
estancia, son decisiones condicionadas por muchos factores, entre los que cuentan no solo las complejas
dinámicas de los objetos e informantes, sus itinerarios y flujos, sino, a partir de esto, las posibilidades
materiales de los investigadores e investigadoras de “perseguirlos”. No obstante, más allá de reconocer las
limitaciones que las nuevas condiciones de complejidad disponen, es preciso que las reflexiones y debates
metodológicos no renuncien, sin más, a crear mecanismos y técnicas que permitan, en la medida de lo posible,
mantener aquellas premisas básicas que han hecho del método etnográfico uno de los elementos definitorios
de la antropología social. Es importante prevenirse, por ejemplo, a que la etnografía multisituada pueda
quedar reducida, por una pretensión panóptica de la etnografía que a partir del uso de tecnologías de
información y medios de comunicación apunte a perseguir a esos “sujetos móviles”, sin necesidad de una
mirada terrena y desde el campo. Se trataría de una etnografía multisituada pero sin desplazamiento.

Seguir a un objeto de estudio en sus nuevas y complejas trayectorias, tratar de abordarlo en sus difusas formas
culturales y sus nuevos sustratos materiales no significa salirse de las prácticas y las relaciones sociales, que han
sido, y deberán continuar siendo, el lugar primario donde mira la práctica etnográfica. Imaginar etnografías
descentradas y más enfocadas en los desplazamientos no debería llevar a sacrificar, en función de la
transformación de las ideas de movilidad del etnógrafo y de las formas de producción cultural de los pueblos y de
las personas, el trabajado de campo de inmersión en los escenarios de vida de la gente; la misma complejidad
mencionada lo continúa demandando, pues no se trata solo de estudiar un conjunto desarticulado de lugares que
den la imagen de una red o de un flujo sociocultural, sino que pasa por tomar en cuenta que “los sitios están
conectados entre ellos de forma tal que sus interrelaciones son tan importantes para la formulación como lo son
las relaciones que se dan dentro de cada uno; los campos no son una mera colección de unidades locales” (U.
Hannerz 2003, 362).

En segundo término, otro de los grandes riesgos que se corre en este debate sobre el replanteo metodológico
está vinculado, más que a la cuestión de la traslocalidad y las nuevas formas de producción de lo local, al
debate sobre cultura y las nuevas manifestaciones o producción de lo cultural. El lugar que toma la noción de
cultura como parte de una ontología de la globalización (de modernidades globalizadas) y los objetos de
estudio que de esta se derivan, pasa por una reconceptualización radical. Si bien Appadurai es claro en su
reconceptualización de cultura como “lo cultural”, así como en el hecho de que esta categoría, más que una
realidad dada constituye un recurso heurístico para la investigación etnográfica, considero que no ocurre lo
mismo con Hannerz, cuyo concepto de “habitats de sentido”, más vinculado a la definición de cultura como red
de símbolos y significados (Geertz 2001), podría conllevar algunos riesgos en relación al método etnográfico y
el trabajo de campo.

Sobre la premisa de entender la cultura como una totalidad social, como un entramado de manifestaciones
que dan cuenta de todo lo que hace el ser humano en sociedad, los estudios culturales han apuntado a
desentrañar las relaciones que en este entramado se dan entre significados y significantes como formas
prioritarias de constitución de la realidad. En esta línea, en las interpretaciones más extremas, toda práctica
social sería reducible a un conjunto de significados que le dan sentido, y tomaría la forma de texto social. Así, el
discurso se convertiría en el objeto de estudio prioritario de la etnografía. En el ámbito de la antropología
social ciertos estudios culturales, llevando al extremo el enfoque posestructural, convocan a un desplazamiento
de la objetividad y la presunción de racionalidad en el abordaje de la realidad social, hacia la reflexividad como

47
reconocimiento del etnógrafo de “su propia posición en el texto y en su relato del pueblo en estudio” (Guber
2001, 124).

Geertz propuso estudiar los sistemas culturales como textos, partiendo de un enfoque hermenéutico que
rompía con el modelo empírico de la ciencia antropológica del siglo XIX y buena parte del XX; esta ruptura
epistemológica conllevó a un enfoque simbólico ideográfico, distante de cualquier pretensión nomotética. El
método etnográfico consistía en “asimilar la cultura estudiada a un texto codificado que los individuos que la
integran leen permanentemente, y que el antropólogo debe tratar de interpretar como si de un texto literario
se tratara” (López, Pérez y Becerra 2007, 123; énfasis en el original).

En su interpretativismo se contiene la génesis de lo que será la nueva tendencia, que se fundamentaba en una metaetnografía en la que
el antropólogo habría de transmitir los textos que los nativos leían en su cultura, a partir de un aspecto temático ideográfico elegido
como materia de investigación, en el que se pusieran de relieve los significados de las formas públicas culturales que adoptaban los
símbolos, y en el contexto de un diálogo intercultural entre los nativos estudiados y el lector, donde el antropólogo es intermediario
interpretativo (…) El documento etnográfico, convertido en texto literario, deja de contener el discurso del observado (…) para hacerse
cargo de un rol en el que el etnógrafo se convierte en portador de una representación cultural ajena (López, Pérez y Becerra 2007, 125-
126).

Considero que esto tiene el riesgo de convertir a la práctica antropológica en una ciencia idealista, donde la
elaboración del conocimiento se basaría tan solo en la suma de aportes específicos de académicos
especializados y enfocados en abordar objetos de estudio que habrían sido definidos más por una división
apriorística del trabajo que por un abordaje crítico y riguroso de la realidad social. No obstante, es preciso
reconocer, aún con mayor razón si se busca reforzar y reconfigurar el método etnográfico, que los contextos
han cambiado y con ellos se han reconfigurado los objetos de estudio al punto de volver problemática la
aplicación sin más de un método y una epistemología que merecen repensarse.

Si bien todo esfuerzo debe sumarse a la brega de construir un entramado metodológico coherente, riguroso y
creativo que permita abordar las condiciones sociales actuales y la frugalidad y dinámica de nuestros objetos
de estudio, deben mantenerse ciertas premisas básicas que han configurado la disciplina. Igualmente, el
etnógrafo no debe apartarse del balance entre su “estar ahí” y su mirada teóricamente informada. La reflexión
etnológica, intersubjetiva y crítica, así como la utilización de la mayor cantidad de fuentes diversas de
información, permanecen como condiciones sine qua non para prepararse para el trabajo de campo, y para
saber aprovechar, posteriormente, sus resultados. Como señaló Palerm,

el desarrollo de una ciencia es más que un mero despliegue progresivo de sus potencialidades. Las ciencias sociales, en especial,
responden y reaccionan de manera muy directa a los estímulos y a las presiones de su tiempo histórico. Es la sociedad en la que
existen quien plantea los problemas y concede los recursos necesarios para ocuparse de ellos (…) Las cuestiones metodológicas (…)
están igualmente entrelazadas (…) con el contexto social e histórico, [es por esto que] la tarea teórica más importante que tiene la
antropología actual, en consecuencia, consiste en la recuperación crítica de su praxis social y profesional. No estoy haciendo juegos
de palabras, sino subrayando de nuevo el hecho de que para someter a prueba las teorías y revisarlas, formular otras y renovar el
cuerpo teórico, la antropología necesita, ante todo, restaurar su eminente vocación tradicional por el trabajo de campo y la
investigación empírica” (Palerm 2008, 8, 70).

En este sentido, y reconociendo y asumiendo las bondades de una postura que apunte a articular las miradas a
“lo estructural” con una perspectiva del “actor” y el agenciamiento social, defino mi campo comprensivo y
explicativo como uno que permita mirar las condiciones y determinaciones amplias el entramado social
involucrado en la producción de la migración centroamericana, pero dirigiendo los ojos a su trama más fina, a
momentos muy específicos y cotidianos de todo un movimiento migrante que pasa por diferentes y muy
variados espacios y tiempos que forman parte de una geografía de movilidad más amplia, un territorio
migrante que se fabrica desde localidades articuladas por formas de desplazamiento y circulación, no solo de
personas, que forman parte de la producción de la migración estudiada.

48
El movimiento es siempre un arreglo de fuerzas. Una etnografía de la movilidad humana es una etnografía de
fuerzas sociales. Estas, más que funciones o formalizaciones, son relaciones de tensión. Aunque al mundo
social estas relaciones se muestren siempre funcionalizadas y formalizadas, subyacen rasgos más básicos (¿más
primitivos?). La mirada antropológica (y científica), aún más especializada, se interesa por cierto tipo específico
de funciones y formalizaciones: el intercambio, el conflicto, la seguridad, el valor, el parentesco, la comunidad,
las redes, el ritual, el estado… Son este tipo de rasgos los que conforman los objetos de estudio de la
investigación antropológica, al menos en términos de su autorrepresentación en tanto ciencia y práctica
académica.

En este sentido es costumbre describir la investigación apelando a calificativos en torno a la práctica y el


discurso científico; por ejemplo, antropología del valor (Verdery 1994 y 2003, Graeber 2001 y 2013, Otto y
Willerslev 2013 entre otros), política (Joseph y Nugent 2002, Nuijten 2003, Das y Poole 2004, Agudo Sanchíz
2014, Abrams, Gupta y Mitchell 2015, entre muchos otros), económica o de la violencia (Scheper-Hughes 1998
y 2014, Castillejo 2001, Bourgois 2002, Ferrándiz Martín y Feixa Pampols 2004, Das 2007 y 2008, entre otros), o
en un registro más amplio (en sentido disciplinar) como estudios transnacionales, estudios regionales o
estudios de migración, por poner solo algunos ejemplos.

El objetivo motor de esta tesis es dar cuenta de un arreglo de fuerzas, describir y analizar un momento
específico de un proceso más amplio de producción de movilidad humana, específicamente de personas
centroamericanas que viajan hacia el norte buscando una multiplicidad de objetivos en medio de una
multiplicidad de condiciones. La mirada, además de sincrónica, es también localizada. Un albergue para
migrantes, dos comités de familiares de migrantes y dos áreas fronterizas fueron las locaciones principales de
mi trabajo de campo. A partir de las experiencias en estos lugares creo poder presentar una imagen más amplia
del fenómeno migratorio, de sus dinámicas y lógicas de producción, de las fuerzas involucradas en su creación
continua; al menos en un momento específico de esta.

Como ya indiqué, el método principal y más importante de la ciencia antropológica es el etnográfico, el cual
implica una inmersión profunda y prolongada en un contexto sociocultural específico, como forma de
aprehender alguno de los elementos de la sociedad en la que se realiza el estudio. La etnografía decimonónica
apuntaba a un conocimiento casi total del contexto sociocultural en cuestión, y por lo tanto a una estancia
larga, de no menos de 1 año, y a una mirada holística de dicho contexto a partir de la cual se pretendía
registrar y posteriormente comprender casi la totalidad de la vida social y cultural del mismo. Actualmente, la
etnografía ha modificado y diversificado bastante sus técnicas y estrategias metodológicas, siendo que hoy día
es posible proponer estudios etnográficos que no necesariamente aborden o pretendan aprehender la
totalidad de los elementos socioculturales de un pueblo o localidad, sino que se concentren en uno o varios.
Incluso se han desarrollado perspectivas que más que poner el foco en un lugar en específico, se pone en
situaciones o cosas específicas (flujos comerciales, mercancías, actividades productivas, ritos específicos,
creencias religiosas, etc.).

Algo que permanece a pesar de las nuevas tendencias metodológicas, incluida la estrategia del multisitio, es la
importancia central que se le asigna a la observación participante como técnica etnográfica, así como a su
principal forma de registro: el diario de campo. Este constituye la columna vertebral del registro etnográfico, y
la fuente principal de información para el análisis. Incluso otras fuentes de información, tales como las
entrevistas a profundidad, los mapeos participativos, o las pláticas informales, deben estar contextualizadas en
el diario de campo, al cual se acude a la hora de analizar la información que emerge de las técnicas
mencionadas. La elaboración del diario fue de gran importancia y permitió llevar un pulso permanente de la

49
experiencia, tomar decisiones ante situaciones emergentes con base en el material que se había ido
generando, y diseñar de manera más precisa y pertinente entrevistas, cuestionarios, preguntas, etc. La
observación participante fue la técnica prioritaria para el levantamiento de datos, la cual se desarrolló de
manera permanente y en todo contexto, incluso en aquellos que no parecerían estar directamente
relacionados con el tema a estudiar.

Las entrevistas a profundidad fueron una técnica prioritaria en la estancia, sobre todo en el trabajo con
informantes más vinculados a organizaciones e instituciones públicas. Si bien se contaba con baterías de
preguntas para cada instancia con la que se querían entablar entrevistas, no fue sino solo durante la estancia, y
en algunos casos poco tiempo antes de la realización de la entrevista, que se formuló la versión final de la
misma. Esto responde a la necesidad de adaptar las preguntas a la realidad contextual y cómo se va
desenvolviendo ante la mirada etnográfica. Adicionalmente, se trabajó con la técnica de “pláticas informales”,
la cual permite obtener información en contextos más casuales, de informantes que no necesariamente
proporcionarían una entrevista estructurada, o que si lo hicieran no brindarían el mismo tipo de información
que en una plática informal. En este punto, es importante mantener que siempre se tuvo como consideración
ética el hacer saber a la persona con la que se establecía la plática; en los casos en que sea pertinente o cuando
se solicite explícitamente por parte de las y los informantes, se mantendrá el anonimato.

Por último, una técnica poco convencional pero que forma parte vertebral de la propuesta metodológica que
se busca impulsar en esta investigación, fue el trabajo voluntario. La postura ético-política desde la que se
realiza este estudio, conlleva una visión de la relación investigador-informante que si bien no llega al extremo
de plantear formas colaborativas de investigación (no porque no sean deseables, sino por su complejidad y la
demanda de recursos que conlleva), si propone una relación de corresponsabilidad y compromiso en la que no
solo se establece claramente la postura que el investigador asume ante su “objeto de estudio” (por ejemplo,
una postura a favor de la migración y de la defensa de los derechos de las personas migrantes), sino que
además se busca contribuir activamente al trabajo que los informantes que están en la línea de dicha postura,
realizan.

Poder y cultura en los procesos de glocalización. Uno de los principales debates en torno a la globalización y
sus impactos en el cambio social, toma como puntos de reflexión, por un lado, las nuevas relaciones entre lo
local y lo global, y por otro, las articulaciones existentes entre el propio proceso de globalización y la
modernidad. En el marco de ambos debates emerge con renovado impulso la cuestión de la cultura como
objeto de estudio de las Ciencias Sociales, específicamente de la Antropología, y su reconceptualización en
tanto dimensión cultural. En este sentido, autores como Ulf Hannerz y Arjun Appadurai, parten de dos
premisas comunes en la discusión sobre globalización. En primer lugar, de considerar que “lo moderno y lo
global suelen presentarse como dos caras de una misma moneda” (A. Appadurai 2001, 6), y por lo tanto de ver
la globalización como una expresión propia de la modernidad, no como algo nuevo, distinto o aparte de ella.

A esto se agrega el señalamiento, por nada menor, sobre la necesidad de ver modernidades, más que una
única modernidad global; así, la globalización implica la existencia de múltiples formas de modernidad,
acompasadas por la compleja relación entre lo local y lo global. En segundo lugar, está el hecho de identificar
un punto de quiebre, un desbordamiento como lo llama Appadurai (20016), definido por la “relación
cambiante e imposible de pronosticar que se establece entre los eventos puestos en circulación por los medios
electrónicos, por un lado, y las audiencias migratorias, por el otro” (A. Appadurai 2001, 7-8). En palabras de
Hanner, esto tomaría la forma de un cambio en las reglas de juego de la organización cultural marcado por “the

50
mobility of human beings themselves and the mobility of meanings and meaningful forms through the media
(U. Hannerz 1996, 19).

Esta relación compleja entre modernidad y globalización estaría marcada, como dijimos, por la influencia
mutua entre lo local y lo global, en una dinámica de movilidades múltiples de personas e imágenes que no es
unilineal ni progresiva, es decir, que va más allá de la típica imagen de la ilustración del avance civilizatorio, y
por lo tanto no puede verse como un proceso centralizado (Castells 1999) ni siquiera a nivel cultural. Esta
relación, que implica tanto procesos de interconexión como de des-interconexión, que Hanner denomina de-
globalization (U. Hannerz 1996, 18), es mostrado en su análisis etnográfico (de fuente secundaria) como “a
civilizational complex, spreading globally, affecting the cultures of even more societies, and at the same time
being itself reshaped in those locations (…) through the agency of societal elites (and counter-elites)” (199648;
énfasis propio).

De esta forma, la localidad, en tanto producto histórico, y “las historias a través de las cuales surgen las
localidades están (…) sujetas a la dinámica de lo global” (A. Appadurai 2001, 19-20). La globalización puede
moverse hacia adelante y hacia atrás, presentarse de manera variada, segmentada y desigual (U. Hannerz
1996, 18), en un proceso en el que el actor y su capacidad de agencia recuperan, en términos teóricos tanto
para Hanner como para Appadurai, una rol esencial. Es así que no estamos ante la pura enajenación ni una
dominación absoluta de las lógicas de producción cultural global, pues lo que se define es “un espacio de
disputas y negociaciones simbólicas mediante el que los individuos y los grupos buscan anexar lo global a sus
propias prácticas de lo moderno” (A. Appadurai 2001, 8).

Ambos autores se distancian de las conceptualizaciones de cultura como un conjunto de rasgos determinados
o estructurados, distanciándose tanto del biologismo de Kroeber (Kroeber 1917), como del estructuralismo de
Saussure y Leví-Strauss (Lévi-Strauss 1979), afirmando que la cultura es, más que una propiedad individual o
colectiva (grupo, etnia), un recurso heurístico fundado en la noción de diferencia, una manifestación común
compartida por lo humano; en este sentido su raíz no es la raza, sino la condición humana, entendiendo que
“cultural difference is human nature” (U. Hannerz 1996, 34).

“la cultura no es útil cuando la pensamos como una sustancia, es mucho mejor pensarla como una dimensión de los fenómenos, una
dimensión que pone atención a la diferencia que resulta de haberse corporizado en un lugar y una situación determinados (…)
reservemos el uso de la palabra ´cultura´ en sentido acotado al subconjunto de diferencias que fueron seleccionadas y movilizadas
con el objetivo de articular las fronteras de la diferencia [identitaria]” (A. Appadurai 2001, 15-16).

Es en este sentido que Appadurai habla de “lo cultural” y no de “la cultura” (200114), y que Hannerz apunta a
criticar la “strongly sociocentric, collectivist understanding of culture, rooted at least in the anthropological
tradition” (1996, 22)27, apuntando, ambos, a una concepción de cultura que emerja de características
universales de lo humano en una situación de desarrollo correspondiente a la modernidad globalizada,
marcando con mucho énfasis el hecho de que un concepto de cultura debe partir de la noción de un continuo
cuyo rasgo común es la diferenciación de rasgos específicos. Esta diferenciación, en situación de quiebre o
desborde, marca rasgos que no son de homogenización cultural, como paleta o gama de imágenes y símbolos
(occidentalizadas), sino un proceso profundamente desparejo y hasta generador de localidades (A. Appadurai
2001, 14, 19).

27Pero tampoco va tan lejos de rechazar la idea de cultura y su utilidad heurística, y aquí se distancia de Abu-Lughod, Wikan and Ingold,
quienes abogan por desechar el término. “How much credibility will we have left if we now turn publicly “against culture”, or pretend to
have nothing to do with the concept? The alternative, presumable, would be to see what can be salvaged” (Hannerz 1996, 32).
51
Para Appadurai, es central en la consideración de lo cultural, aquellos rasgos diferenciados de los grupos, que
sientan las bases “para la formación y movilización de identidades”, encontrando en ellos evidencia de un una
apropiación activa de las personas de la cultura de masas, en el sentido de que “el consumo de los medios
masivos de comunicación a lo largo y ancho del mundo casi siempre (…) produce formas de respuesta y
reacción que suponen una agencia (…) las imágenes puestas a circular por los medios masivos de comunicación
son rápidamente reinstaladas en los repertorios locales de la ironía, el enojo, el humor o la resistencia” (A.
Appadurai 2001, 10; énfasis en el original). Bajo esta noción de dimensión cultural como ejercicio de
naturalización de diferencias para el reforzamiento de identidades grupales, es que Appadurai introduce el
concepto de “culturalismo”, entendido como “una característica de los movimientos sociales que exhiben
procesos conscientes de construcción de su identidad, [como] una política de identidades movilizada en el nivel
del Estado-nación [en una] movilización consciente de las diferencias culturales” (A. Appadurai 2001, 17).

El argumento de que “dichos movimientos son plenamente conscientes de su identidad, su cultura y su


herencia cultural, todo lo cual, de manera deliberada, pasa a ser parte de su vocabulario en su lucha frente a
los Estados” (A. Appadurai 2001, 17), podría constituir una suerte de optimismo, por no decir de idealismo28,
por parte del autor. Al respecto Appadurai aclara que no se refiere a que distanciarse de la teoría de los
MM.CC. como opio de los pueblos debe plantear en su lugar un escenario de consumidores libres, pues “el
consumo en el mundo contemporáneo (…) es por lo general una forma de trabajo y obligación”. Sin embargo,
esto implicaría un cuestionamiento a una noción muy feliz de agencia, dejaría abierta la necesidad de
determinar más claramente el juego político involucrado en el proceso, y convocaría a replantear los sentidos
con que las manifestaciones culturales operan en las relaciones sociales yendo más allá del optimismo.

Al respecto, una referencia al pasado puede ser útil. En 1981 se publica Dialéctica de la Ilustración (Adorno
1988), libro que circulaba inédito desde mediados de los 40 en Alemania y que contenía un artículo de Theodor
Adorno y Max Horkheimer titulado “La industria cultural”, en el que los pensadores de la Escuela de Frankfurt
desarrollan una fuerte crítica a la cultura de masas, ubicándola como inherente a la misma irracionalidad de la
modernidad que decanta en, por ejemplo, los totalitarismos, pero en este caso desde la óptica de la
producción industrial de mercancías culturales. A diferencia de Appadurai y Hannerz, Adorno y Horkheimer son
más ortodoxos en su lectura de la globalización (no utilizan esa categoría), la cual miran desde las categorías de
economía mundial e industria cultural, argumentando que

La unidad desprejuiciada de la industria cultural confirma la unidad —en formación— de la política. Las distinciones enfáticas (…) no
están fundadas en la realidad, sino que sirven más bien para clasificar y organizar a los consumidores, para adueñarse de ellos sin
desperdicio. Para todos hay algo previsto, a fin de que nadie pueda escapar; las diferencias son acuñadas y difundidas artificialmente
(…) Los productos de la industria cultural pueden ser consumidos rápidamente incluso en estado de distracción. Pero cada uno de
ellos es un modelo del gigantesco mecanismo económico que mantiene a todos bajo presión desde el comienzo (Adorno 1988, 136,
140; énfasis propio).

Tratando de ir más allá del economicismo, lo que argumentan los autores permite incluir un elemento que
complemente las elaboraciones de Appadurai y Hannerz, en el sentido de mirar las manifestaciones culturales,
tanto entendidas como formas de diferenciación y como elementos de “habitats de significado”, como
expresiones que pueden estar determinadas por la penetración de ciertas lógicas de pugna en la producción y
consumo de manifestaciones culturales marcadas por la mercantilización y que intervengan al actor en el
sentido de su dominación, más que de su emancipación. Esto permite mostrar la capacidad del sistema
económico de cooptar las manifestaciones culturales diversas y locales en la lógica del mercado.

28 Lovería reflejado, v.g., en la idea de que las mismas “micronarrativas subversivas” alimentan “movimientos de oposición” como Sendero
Luminoso y Hábitat para la Humanidad, ejemplos de rupturas del monopolio del proyecto monopolizador del Estado (A. Appadurai 2001,
13).
52
Hannerz se diferencia en esta consideración respecto de Appadurai, pues para él si hay un proceso de “cultural
homogenization and shortness of the cultural diversity range as a whole”. Pero para Appadurai, en una visión
interesante pero que podría ser, en algunos puntos, excesivamente optimista, considera que “los medios de
comunicación electrónicos transforman el campo de la mediación masiva porque ofrecen recursos y nuevas
disciplinas para la construcción de la imagen de uno mismo y de una imagen del mundo” (A. Appadurai 2001,
7). Como afirma Hannerz, “we cannot occupy ourselves only with the small-scale handling of meanings and
symbols by individuals, or small groups, and assume that wider cultural entities come about simply through an
aggregation of their activities (…) we most also take an interest in the management of meaning by corporate
and institutional actors, not least by the state and in the market” (Hannerz 1996, 22).

Siguiendo a Castells (1999), la transformación de la base tecnológica marca cambios radicales en las relaciones
sociales, en este caso, las relaciones con el yo y el otro, que empiezan a estar más radicalmente mediadas por
imágenes construidas desde una estética de exterioridad que apunta a ser global y homogénea. No se trata de
que se fabriquen imágenes dentro de una gama estandarizada (iconos occidentales), sino que se estandariza la
forma y los mecanismos de producción, reproducción y consumo de dichas imágenes, enmarcadas en una
lógica capitalista, y en este proceso, como sugieren Adorno y Horkheimer, la cooptación de expresiones locales
o “tradicionales” resulta estratégica. En otras palabras, lo que se homogeniza y estandariza, son formas de
relacionamiento que quieren ser globales, y que requieren de la mediación simbólica mercantilizada. No sería
una estandarización de símbolos o sentidos, como plantea Hannerz, sino cierta imposición de formas de
producir y consumir manifestaciones culturales; una estandarización de lógicas de conformar las
manifestaciones culturales, marcadas por la mercantilización. Así como se constituyen sujetos movilizados
desde sus identidades, también se constituyen sujetos enajenados desde sus identificaciones.

Por otra parte, estudiar el poder social en contextos de globalización avanzada29 requiere de un esfuerzo por
adecuar, en algunos casos, y elaborar, en otros, conceptualizaciones, criterios de análisis y estrategias
metodológicas que permitan abordar estos fenómenos en su dimensión compleja y holística. En este camino
de elaboración/reelaboración teórica y metodológica, David Harvey (1990) y Manuel Castells (1999)
proporcionan claves indispensables, especialmente si tomamos como objeto de estudio no solo el poder social,
sino el poder como trama compleja que se configura y reconfigura estrechamente vinculado a las formas en
que se experimentan (producen-representan-imaginan, triada recuperada por Harvey de Lefevbre) el espacio y
el tiempo como dimensiones básicas de lo social y lo humano.

Las variaciones (geográficas, históricas) de las prácticas y procesos materiales que sirven para reproducir la vida
social, hacen que tiempo social y espacio social están construidos de manera diferencial: cada modo de
producción o formación social particular encarnará un conjunto de prácticas y conceptos del tiempo y el espacio.
Estos sustratos materiales desde los que se constituyen las experiencias espacio-temporales están configurados a
partir de nuevos modos de producción caracterizados por formas de acumulación flexible (Harvey 1990, 147-156),
y desplegados en un modo de desarrollo informacional (Castells 1999, 39-44). Las primeras se caracterizan por
contraponerse a la rigidez del fordismo y se basan en la emergencia de nuevos mercados caracterizados por
“tasas de innovación comercial, tecnológica y organizacional altamente intensificadas” (1990, 147; traducción
propia).

Estas condiciones conducen a la “simultaneidad de lo no simultáneo” (Von Beyme 1994), a la volatilización de


las distancias y las fronteras. Bajo nuevas condiciones se reconfiguran las dimensiones de producción,

29 Globalización avanzada se refiere al capitalismo global de fines del SXX, caracterizado por su carácter informacional (Castells 1999) y de acumulación
flexible (Harvey 1990), tomando en cuenta que el proceso de globalización en un sentido de “larga duración”, es anterior, cfr. Wallerstein Fuente
especificada no válida. y Wolf (1987).
53
representación e imaginación (Lefebvre) de las experiencias del espacio-tiempo, pero también se modifican las
dinámicas fundamentales asociadas a estas, entre ellas, la emergencia y configuración del poder (Massey
1993(a) y (b)). Para Harvey, siguiendo a Lefebvre, el dominio sobre el espacio y el tiempo constituye una
“fuente fundamental y omnipresente del poder social sobre la vida cotidiana” (1990, 226), ahora marcado, bajo
las nuevas condiciones materiales, por el hecho de que este dominio incluye la “generación, el procesamiento y
la transmisión de la información [como nuevas] fuentes fundamentales del poder” (Castells 1999, 47). Esta
nueva trama de control sobre el espacio y el tiempo en función de nuevas dinámicas de poder, despliega
nuevos campos y dinámicas de conflictividad, pues “por debajo de la apariencia de las ideas de sentido común
y presuntamente naturales sobre el espacio y el tiempo, yacen ocultos campos de ambigüedad, contradicción y
lucha”, emergen conflictos “de las diferentes cualidades materiales objetivas del tiempo y el espacio que son
consideradas decisivas para la vida social” (Harvey 1990, 205; traducción propia).

La desterritorialización del poder político se ha traducido en una transformación sustantiva del papel del Estado-nación. En la
sociedad-red, los centros de poder se articulan como nodos centrales de flujos (Castells 1999) más que como estructuras
burocráticas localizadas e identificadas con las naciones, y más que la cuestión de la soberanía, es la capacidad de canalizar
dichos flujos (de información, de capital, de consumo, de personas, etc.) la que determinan la centralidad de los nodos. En
este sentido, “los sistemas políticos están sumidos en una crisis estructural de legitimidad (…) y cada vez más aislados de la
ciudadanía” (Castells 1999, 29). No obstante, esto no implica ni la desaparición del Estado-nación, ni la desintegración de su
influencia como regulador de los procesos de flexibilización indispensables para el modo informacional o posfordista (Harvey
1990 y Fraser 2003), o promotor de los impulsos de innovación; en este sentido, el Estado aún “expresa y organiza las fuerzas
sociales y culturales que dominan en un espacio y tiempo dados” (Castells 1999, 38-39).

En las sociedades capitalistas el dominio simultáneo de espacio-tiempo constituye un elemento sustancial del poder
social, pues “la hegemonía ideológica y política (…) depende de la capacidad de controlar el contexto material de la
experiencia personal y social” (Harvey 1990, 226-227, traducción propia). Esto es significativo en el caso de la
relación capital-trabajo, pues en un contexto de globalización avanzada, acompasada por los beneficios obtenidos
de la aceleración en la circulación de mercancías, la deslocalización y fragmentación del proceso productivo, la
flexibilización del mercado de trabajo, y reconfigurada a partir de una mayor vinculación de las economías en un
traslape local-global (Sassen 2001), las modificaciones e innovaciones que se traducen en nuevas formas de
experimentar el espacio-tiempo requieren de nuevos dispositivos de control y poder que permitan producir y
representar dichas formas para su reproducción y continuidad: leyes de flexibilización laboral, nuevos mecanismos
de control de la productividad “a distancia”, deslocalización del trabajador (trabajo en casa), nuevas formas de
gubernamentalidad del trabajo (Fraser 2003), etc.

Pero esto también implica la emergencia de nuevas formas de conflictividad y nuevos campos de lucha en la relación
capital-trabajo, pues la destrucción y reconstrucción acelerada de las capacidades laborales impuestas por las
formas de acumulación flexible, promocionan nuevas formas de resistencia, pues la implantación de nuevos
sistemas de innovación debe llevar a cabo el proceso de “destrucción creativa (…) lo que enciende violentos
movimientos de oposición desde diversos lugares” (Harvey 1990, 238, traduccción propia). Para Castells, “en un
mundo de flujos globales de riqueza, poder e imágenes, la búsqueda de la identidad, colectiva o individual, atribuida
o construida, se convierte en la fuente fundamental de significado social” (1999, 29), pero al mismo tiempo, en
referente central de la acción política y la movilización de nuevos actores políticos que si bien se constituyen de
manera más efímera, localista y fragmentaria, se yerguen desde formas muy básicas de necesidades primarias, que
desplazan principios organizativos más tradicionales (como la clase) y de los cuales la población migrante es un claro
ejemplo.

54
Traslado, trabajo y valor. La noción de “valores” constituye una acepción amplia en la que cabe todo aquello
que resulta “significativo” y a la vez “deseable” (Graeber 2001, ix), y de manera más precisa, “la forma en que
las acciones se vuelven significativas para el actor, al ser incorporadas en una totalidad social más amplia –
aunque en muchos casos dicha totalidad existe ante todo en la imaginación del actor” (Graeber 2001, xii). La
noción de “valor” es más limitada, y en el caso de la presente investigación sirve para analizar el papel y uso del
cuerpo y el movimiento en los procesos migratorios estudiados. Esta noción se encuentra más restringida a lo
que Graeber llama “el sentido económico” de la categoría de valor. Más aún, la categoría puede servir como
articulador de las perspectivas macro estructurales y micro agenciales que tomo como condicionantes de los
procesos migratorios, al respecto Graeber ha señalado que

Es un término que sugiere la posibilidad de resolver los dilemas teóricos en curso; particularmente de superar la
diferencia entre lo que se podría llamar perspectivas de arriba-abajo y de abajo-arriba: entre teorías que parten de una
cierta noción de estructura social, o orden social, o alguna otra noción totalizadora, y teorías que parten de la
motivación individual (Graeber 2001, 20; traducción propia).

Visto desde Marx, el trabajador “no puede crear nada sin la naturaleza, sin el mundo exterior sensible”, que
constituye “la materia en que su trabajo se realiza, en la que obra, en la que y con la que produce” (K. Marx 1844,
37). El trabajo es transformación de la naturaleza mediante la realización de fuerzas productivas; es condición
objetiva del trabajador intervenir, interactuar con la naturaleza, transformándola. En palabras de Turner, la fuerza
de trabajo, ahora en sentido genérico, “está definida como la habilidad de un trabajador de realizar un trabajo”
(T. Turner 2008, 53). En su teoría del trabajo enajenado, Marx presenta la noción de “producción en potencia”,
categoría que entiende como la fuerza acumulada de trabajo explotable, y que propongo que se puede ampliar
para incluir también el conjunto de condiciones que permiten que dicha fuerza de trabajo ingrese en un proceso
productivo enajenante (capitalista); es decir, las condiciones que permiten que el trabajo ocioso sea explotado.

Desde esta perspectiva, podrían pensarse los procesos migratorios estudiados, como un conjunto de formas de
movilidad (de sujetos, pero también de actantes, discursos, representaciones, símbolos, formas de valor)
dirigidas a reingresar trabajo improductivo (incluso también ciertas poblaciones productivas30) en circuitos que
lo vuelvan productivo. Migrar podría pensarse tanto como un agenciamiento (dimensión estratégica y líneas de
fuga desplegadas por sujetos sociales) y como un disposicionamiento (dimensión estructural y mecanismos de
ajuste de carácter global), el primero constitutivo de agencia política y social y el segundo condicionante de la
objetivación de fuerza de trabajo. Es decir, de subjetivación y de acumulación. La reflexión sobre el
agenciamiento migrante la desarrollaré en otro momento, por ahora quisiera plantear la propuesta de pensar
el traslado de población que se realiza en el marco de los procesos migratorios que estudié, como un conjunto
de mecanismos dirigidos a producir trabajo vivo o variable a partir del trabajo ocioso (producto de la
acumulación por desposesión y de ciertas condiciones de violencia social).

Para esto, parto de la premisa marxista de que la producción implica no solamente la producción de
mercancías, sino también la producción de las condiciones de producción de mercancías. Como nos recuerda
Graeber, en la Ideología Alemana, “Marx y Engels dejaron claro que producción siempre significa tanto la
producción de bienes materiales como de relaciones sociales, y por lo tanto, por extensión, de los seres
humanos, que se recrean a sí mismos y mutuamente en el mismo proceso de actuar en el mundo” (Graeber
2013, 223). Es por esto que el denominado “trabajo reproductivo”, no puede ser considerado como un
fenómeno secundario, sino como “la forma más elemental de producción de valor real” (Graeber 2013, 224).

30Generadas por un ocio inducido por el despojo/desempleo, o por estrategias de fuga inducidas por la violencia (criminalidad,
extorsión, reclutamiento en organziaciones delictivas).
55
Por otra parte, en su teoría del trabajo enajenado Marx planteaba también que el trabajo se produce a sí
mismo en tanto mercancía, por lo que la materia y el producto del trabajo se vuelven extraños para el
trabajador (K. Marx 1844, 36). La objetivación de la naturaleza mediante el trabajo es la objetivación del
trabajo en tanto fuerza de trabajo asalariada (en contextos capitalistas), por lo que la transformación de la
naturaleza supone la transformación del trabajador, de su fuerza libre de trabajo, de su cuerpo o su carácter
corporizado. En este sentido, es posible pensar el trabajo en su momento de autoproducción como un acto de
producción primitiva (opuesto continuo de la acumulación primitiva), que en el caso de la migración, consistiría
en producir trabajo vivo volviéndolo disponible (en condiciones de explotación), por lo que podría hablarse de
producción por disposición (opuesto continuo de la acumulación por desposesión).

Hemos considerado el acto de la enajenación de la actividad humana práctica, del trabajo, en dos aspectos: 1) la
relación del trabajador con el producto del trabajo como con un objeto ajeno y que lo domina; 2) la relación del trabajo
con el acto de la producción dentro del trabajo. Esta relación es la relación del trabajador con su propia actividad, como
con una actividad extraña, que no le pertenece, independiente de él, dirigida contra él. La enajenación respecto de si
mismo como, en el primer caso, la enajenación respecto de la cosa” (Marx 1844, 39).

Es la mano de obra completamente despojada de cualquier medio de producción, que trabaja sobre sí misma
(sobre el cuerpo) para disponerla a la explotación, para volverla disponible, trabajo vivo, fuerza enajenable.
Pero esta producción de trabajo por disposición, es solo en tanto mecanismo de circulación que le imprime
forma de mercancía. En tanto el trabajo muerto se transforma a si mismo en trabajo vivo, se mercantiliza, y
circula como mercancía. El cuerpo es parte de la naturaleza, dado que en tanto trabajo muerto se presenta
extraño al trabajador (es el ocio inducido, no el ocio recreativo); en este sentido, el trabajo sobre el cuerpo en
tanto producción en potencia para transformarlo en trabajo disponible es ya en sí mismo un trabajo
enajenado, en el que el trabajador se acerca a su cuerpo como algo extraño, y se ve obligado a disponerlo
explotable para poder realizarse. Planteo, además, que disponer la fuerza de trabajo ociosa colocándola en
condiciones de explotación, es una situación que la migración efectúa no solo cuando las poblaciones de
migrantes se insertan efectivamente en los mercados laborales de los países de tránsito o destino, sino que
esto ocurre también en el mismo momento en que se realizan los movimiento de disposicionamiento, es decir,
durante tránsito o traslado migrante.

Como señala Marx, “el producto es la objetivación del trabajo”, pero “el trabajo no sólo produce mercancías;
se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía” (K. Marx 1844, 36). En nuestros términos, el
migrante es la objetivación del traslado (migración en tanto proceso de trabajo que se realiza sobre el cuerpo);
pero es también su propia enajenación. Este proceso ejerce una doble determinación sobre el cuerpo, como ha
señalado Harvey, una producción social y una construcción social del cuerpo (Harvey, Spaces of Hope 2000, 99;
énfasis en el original). Harvey muestra como desde los Manuscritos (1844), Marx fundamentaba sus
argumentos ontológicos y epistemológicos en la “interacción sensual real del cuerpo con el mundo”, fundando
una “teoría de la producción del sujeto corpóreo en el capitalismo” (Harvey 2000, 101-102). Pensada la
migración como una forma de trabajo que se realiza sobre el cuerpo, la relación con ese externo sería una
relación de disposicionamiento de este; una relación de traslación que al efectuarse impacta sobre lo que se
traslada transformándolo.

El disposicionamiento correspondería, pensado así, a lo que Bergson evocó como “ese movimiento vital, que se
produce en profundidad, que es transformación y ya no traslación…” (Bergson 2007, 50; énfasis propio). Un
movimiento, dirá luego Deleuze, “expresa un cambio más profundo [lo que] Bergson traduce (…) cuando dice
que una traslación implica finalmente una transformación” (G. Deleuze 2009, 50; énfasis propio). El
disposicionamiento para hacer del trabajo improductivo capital variable se da en el marco de un conjunto de

56
mercados de trabajo, o dicho de otra forma, al darse configura mercados de trabajo. Es así que la migración en
tanto mecanismo de disposicionamiento, implica el traslado de fuerza de trabajo que a su vez opera como una
forma de trabajo que se ejerce sobre el cuerpo transformándolo. Como ha señalada De la Garza, “el emplear
no es para el empresario ni para el trabajador el punto final de encuentro entre oferta y demanda de trabajo
sino el inicio del uso productivo de la fuerza de trabajo” (De la Garza, UAM Iztapalapa 2010, 9; énfasis propio).

La gestión, el agenciamiento del traslado, supone en sí mismo un trabajo, específicamente, un trabajo que se
realiza sobre el cuerpo, pero es al mismo tiempo la apertura de un “espacio para el capital” (Edelman y León
2013), la configuración o construcción de un mercado de trabajo (De la Garza, UAM Iztapalapa 2010).
Prioritariamente realizan este trabajo las personas migrantes, pero no exclusivamente; también serían parte de
esta suerte de “cadena de producción mediante el tránsito” todos los gestores laterales o acompañantes de las
personas migrantes. Dado que la relación que vincula a las personas migrantes con otros “trabajadores de la
migración” es objetiva y constitutiva de subjetividad, es posible ubicar como trabajadores laterales o
acompañantes de la migración a actores tan diversos, y en apariencia disímiles, como redes de polleros, células
de pandillas, agentes de migración, defensores de derechos de las personas migrantes, activistas, etc. En el
tanto estos actores realizan una intervención directa sobre el cuerpo de las personas migrantes que se traduce
en una gestión que contribuye a su traslado, se relacionan material y simbólicamente con la persona migrante
en tanto productores (indirectos) de la migración.

El trabajo realizado por el migrantes es un trabajo sobre su cuerpo, un trabajo que implica el traslado de esta
como mecanismo para su disposicionamiento; no solamente su reubicación para vincularse más fácilmente con
mercados laborales que demandan su fuerza de trabajo, sino también su rebajación, su moldeamiento a partir
de rituales de violencia y ejercicios de explotación por parte de una trama de economía informal que se teje
alrededor de las rutas, y que va docilizando el cuerpo migrante para su plena explotación, va mutilando su
cuerpo y su subjetividad para producir un cuerpo plenamente penetrado (abierto a la explotación, dócil,
endurecido a la violencia de la sumisión) y plenamente necesitado.

Si se ha explorado, aún de manera muy inicial y tentativa, la posibilidad de pensar la migración como un trabajo
enajenado que se realiza sobre el cuerpo (y en ese sentido también enajenante), queda explorar la posibilidad
de pensar la migración como una fuente de generación de valor, o al menos como articulada a formas de
circulación de este. El debate sobre el “valor” en antropología es extenso y complejo, y ha llegado a un punto
en el que las perspectivas al parecer más fecundas en términos de una teoría antropológica del valor están
marcadas por un intento de “establecer una suerte de síntesis entre teorías basadas en el intercambio y teorías
del valor como visión de mundo, mirando cómo la acción es informada por valores al mismo tiempo que crea
valor” (Otto y Willerslev 2013, 2). Sin embargo, como ha señalado Graeber

The anthropological study of value might be considered something of an extreme case in this regard because while
there is a fairly widespread feeling among anthropologists that there is something out there that can be called “value”
(or maybe “values,” or more likely both), and that all human beings do, in some sense, organize their lives, feelings, and
desires around the pursuit or furtherance of them, it often seems as if the term could mean most anything (…)there
must be some concept or conceptions of value that set everything in motion; and if we are to assume that human
beings are on some level ultimately the same sorts of creature, we also have to assume that on some ultimate level we
are all pursuing the same sorts of thing (Graeber 2013, 219-220).

Aunque inspirado por la perspectiva sintética de Otto y Willerslev y por la búsqueda de valores primarios de
Graeber (aunque conjurando el esencialismo), de momento, el presente trabajo se refiere tan solo a un ámbito
muy específico del debate: el relacionado con la generación de valor desde el punto de vista económico y en
tramas o arreglos de formas de realización de trabajo, en el sentido más básico de transformación de la

57
naturaleza. Si bien no es el enfoque de la investigación más amplia en la que este trabajo se inscribe el mirar
solamente la dimensión económica de la generación de valor y su realización en mercados de trabajo y
relaciones de explotación, es la dimensión que se ha apuntado a abordar inicialmente31.

Para Terence Turner, “la esencia de la aproximación de Marx a la cuestión del valor, es que este constituye un
aspecto relacional de la estructura de actividades productivas independientes, en vez de una propiedad
positiva, inherente, del trabajo” (2008, 46; traducción propia). Relacional implica una dinámica, más que una
localización, por lo que se trata de una perspectiva dialéctica y procesual, y por lo tanto más geográfica y
representacional, que abstracta y modélica. Esta perspectiva abre la cuestión a las formas de interdependencia
que se producen en el proceso de migración y a la posición que el cuerpo migrante toma dentro de ese
contexto de procesos de desposesión, despojo, traslado y circulación, los cuales están atravesados por diversas
formas de violencia generadora, provocadora si se quiere, de valor (formas de violencia que podrían pensarse
como expresión de la “destrucción creativa”; cfr. Harvey 2007).

Turner concluye de lo anterior, que Marx plantea como imposible una definición del valor de cualquier
mercancía desde sí misma con base en la cantidad de trabajo invertido en su producción, puesto que es
indispensable considerar la relación de esa mercancía con otros productos y con el trabajo abstracto, con la
conformación en sí misma de la fuerza de trabajo que las produjo32. La teoría marxista de valor-trabajo se
encuentra fundada en la premisa de que la producción del valor es al mismo tiempo “un proceso de producción
del sistema social de producción en sí mismo” (T. Turner 2008, 48), tal y como vimos en el acápite anterior.
Pero hay un segundo nivel de la consideración de Turner sobre la teoría del valor-trabajo en Marx: su
dimensión simbólica o representacional. Para el autor el valor, “en tanto constitutivo de sistemas de
producción social, consiste esencialmente en formas de representación”, lo cual implicaría que debe ser
explorado, caracterizado y comprendido a partir de casos etnográficamente descritos y analizados, tomando en
cuenta “las representaciones colectivas y el medio semiótico a partir de las cuales es definido y puesto en
circulación” (T. Turner 2008, 47).

Value, in sum, is a special form of representation, which requires a medium of representation (…) In this regard, the
medium of representation acts in the exchange or circulation of products in a performative way, enabling the exchange
of values it represents to take place. It serves, in other words, not only to represent the amount of value to be
transacted in a given exchange, but also acts as the precondition for the exchange, and thus the realization of that
value, to take place" (T. Turner 2008, 49, 51).

El trabajo realizado por los actores que, en términos muy genéricos e imprecisos, se articulan en torno a la
trama de marcado informal/criminal que se va dando a partir del flujo migratorio de estos cuerpos y
subjetividades sometidas, conducidas, y vejadas, es el de un “consumo productivo del trabajo mercantilizado”
(Harvey 2000, 103), el de una cadena ritual de violencia que toma la doble forma de explotación y despojo (en
sentido muy amplio), y que al mismo tiempo se articula con flujos de circulación de valor. En este punto, habría
que tener cuidado con ver el valor como una cualidad/dinámica propia de interacciones específicas y no en
relación de procesos más amplios. Partiendo de que el capital, en tanto relación social, circula y se “asienta” en
espacios específicos y toma formas específicas (coloca a ciertos grupos en posiciones específicas), es que habría
que preguntarse sobre formas de re ingreso en circuitos de valor, sobre la representación de dichas formas, y
sobre lsa desigualdades que genera, así como los conflictos y resistencias. Como ha señalado Graeber,

31 Será preciso explorar etnográficamente otras dimensiones o formas de generación de valor que puedan identificarse en relación con
los procesos migratorios estudiados, así como la dimensión simbólica de estas.
32 Sobre este argumento, Graeber extrapola generalizando el planteamiento marxista afirmando que “el argumento de Turner es que

esto ocurre para cualquier sistema de valor”, no solo el económico o pecuniario (Graeber 2013, 225).
58
value will necessarily be a key issue if we see social worlds not just as a collection of persons and things but rather as a
project of mutual creation, as something collectively made and remade. This is why most debates over Marx’s
deployment of the “labor theory of value” completely miss the mark. Marx’s theory of value was above all a way of
asking the following question: assuming that we do collectively make our world, that we collectively remake it daily,
then why is it that we somehow end up creating a world that few of us particularly like, most find unjust, and over
which no one feels they have any ultimate control? (Graeber 2013, 222).

La idea de circulación de valor puede entenderse no solo en su dimensión económica como un fenómeno
intrínseco a los procesos de producción y acumulación en el capitalismo, sino también en su dimensión espacial
(los circuitos de producción-acumulación producen espacio social), lo que permite abordar los casos de estudio
mediante aproximaciones geográficas y cartográficas. Para Harvey la noción de “clase” debe entenderse como
una de “posicionalidad33 respecto de la circulación y acumulación de capital”, lo que permitiría, según el autor,
“articular mejor las contradicciones internas de las múltiples posicionalidades en las que los seres humanos
operan” (Harvey 2000, 202; énfasis en el original), como lo es el caso de un fenómeno tan complejo como la
migración en tránsito. La posicionalidad se determina con base en la ubicación respecto de los procesos de
producción, circulación y acumulación, que para el caso de estudio tiene que ver con desposesión, despojo,
traslado y reingreso a formas de circulación de valor mediante la realización de un trabajo de
disposicionamiento que, al igual que la realización de cualquier trabajo en un contexto capitalista, “se refiere a
la integración pragmática de la mercancía y su valor incorporado en el sistema total de trabajo productivo”;
una dimensión básica de este sistema total y su realización, como ya vimos, es la propia “producción de la
estructura social de producción como un todo” (T. Turner 2008, 50).

Lo que emergen son mercados de trabajo configurados en torno a un conjunto de procesos de producción de
movimiento social. Aunque el trabajo de traslación que se ejerce sobre la corporeidad de la población migrante
(incluso independientemente de si se trata de formas de agenciamiento o de disposicionamiento) lo realizan
prioritariamente las propias personas migrantes, también serían parte de esta cadena de producción mediante
el tránsito, todos los gestores laterales de los procesos migratorios, el conjunto de actores sociales articulados
en torno al esfuerzo social de fabricar formas específicas de movilidad/inmovilidad (y habitantes todos del
territorio migrante): las unidades domésticas que gestionan los recursos para la movilidad de quien “se fue”;
las redes de polleros que planifican, gestionan y facilitan (o entorpecen) los traslados; células de pandillas que
catalizan condiciones de expulsión pero que también regulan las dinámicas de traslación (por ejemplo, con el
cobro de peajes en la ruta); agentes de migración que activan mecanismos de vigilancia y securitización y
obligan a reconfigurar las trayectorias de tránsito, abriendo nuevas condiciones para la extracción de valor;
activistas y defensores de migrantes que gestionan los albergues que permiten las condiciones de
reconstitución de la fuerza de traslado del cuerpo social migrante; entre otros. En el tanto estos actores
realizan una intervención directa sobre el cuerpo de las personas migrantes que se traduce en una gestión que
contribuye a su traslado, se relacionan material y simbólicamente con la persona migrante en tanto
productores (indirectos) de la migración.

Pensar la migración como trabajo permite dar una discusión sobre el valor. El traslado del cuerpo (en sentido
amplio, con todo lo que implica, pero sobre todo en condiciones de fronteridad del espacio) es un trabajo que
el migrante, junto a otros, realiza sobre su propio cuerpo para producirlo como fuerza de trabajo explotable,
pero que en sí mismo genera condiciones para que la extracción de valor sea posible durante el propio
traslado. En este sentido se plantea la pregunta de si ¿los y las migrantes pueden entenderse como fuerza de
trabajo generadora de valor en el momento de su tránsito, o si más bien constituyen trabajo potencial
(significantes vacíos), cuerpos despojados de su potencia generadora de valor? Se trata de explorar la idea del

33 En el original: positionality; sobre la base de esta noción es que en el presente trabajo se habla de disposicionamiento y disposicionalidad.
59
cuerpo como vacío de valor en tanto no se realiza como mercancía, pero preguntándose si en el caso del
fenómeno estudiado los cuerpos que transitan generan valor, articulándose a todo un mercado de cuerpos que
funciona gracias a su flujo (y la administración de este: las sincronizaciones, como diría la economía política
marxista). Eso abre la discusión de la generación de una economía oculta que parece generar excedente a
partir de la disposición, condiciones de extracción de valor a partir del movimiento humano.

Pero estas dinámicas de disposicionamiento/agenciamiento desde las cuales emergen mercados (obviamente
transnacionales) de trabajo articulados en torno a la producción social de la movilidad, también hacen emerger
formas específicas de subjetividad. Es decir, que así como generan trabajadores explotables, también generan
sujetos políticos. Para Harvey la noción de “clase” debe entenderse como una de “posicionalidad34 respecto de
la circulación y acumulación de capital”, lo que permitiría, según el autor, “articular mejor las contradicciones
internas de las múltiples posicionalidades en las que los seres humanos operan” (Harvey 2000, 202; énfasis en
el original), como lo es el caso de un fenómeno tan complejo como la migración en tránsito. Este sujeto político
lo podríamos pensar como sugieren Pallito y Heymann, “groupings based on mobility – mobility classes, if you
will – whose members are readily identifiable by their movement capability just as Marx’s social groups were
defined by their relationship to the production process (Pallito y Heyman 2008, 327)

Fronteridad y cartografía de poder. El presente trabajo está impulsado por la idea de que lo que conocemos
como frontera constituye una realidad que se sale de sí misma, que se revuelca y gira sobre su propio arraigo
lineal, geográfico, y se refigura más allá del límite como trazo que marca un abrupto, como estría que coloca un
obstáculo y marca una diferencia. Está impulsado, entonces, por la búsqueda de una frontera múltiple, de una
frontera desagregada, fragmentada, que reemerge, a la manera de un devenir continuo, y cuya producción
marca un territorio de espacios lisos y estriados, una cartografía de poder plagada de fronteras (o
fronterizaciones) que están constantemente desplomándose y reemergiendo, desplazándose o
reconvirtiéndose a partir de la operación de un conjunto de mecanismos y dispositivos de poder (como la ley) y
un conjunto de agenciamientos de migrantes. Es un intento de reflexión categorial, basado en la consideración
crítica de cierta literatura prioritaria sobre frontera, sobre todo la de Michael Kearney (1995, 2003, 2009).

Planteando una ruptura con la noción tradicional de frontera, se ha hecho énfasis en reconocer porosidades,
transformaciones, zonas de contacto e intercambio más que de separación tajante. Así, se habla de “fronteras
vivas y permeables” que más que “una línea arbitraria hecha en un mapa” constituyen “una estructura
ideológico-política compleja y funcional que se refleja en la superficie de la tierra y se deja asentada (…) en un
tratado territorial entre naciones” (Irisarri, Betancourt y Caretta 2008, 5-6)35 . No obstante, si bien esta
conceptualización representa una ruptura con una noción estática, impermeable y monolítica de frontera, no
rompe con su carácter lineal y anclado a una imagen de Estado-Nación como “suprema unidad de orden [definida
por] límites geopolíticos y sociales absolutos inscritos en el territorio y en las personas, delimitando al espacio y a
aquellos que son miembros, de quienes no lo son” (Kearney 2003, 48; el autor hace referencia a Anderson, 1983).

Otro antecedente importante para repensar la noción de frontera en relación a procesos migratorios como el
de Centroamérica es el de “frontera interior”, operacionalizado, por ejemplo, en algunos ensayos incluidos en
el trabajo Estudios regionales y fronteras interiores (Irisarri, Betancourt y Caretta 2008), como por ejemplo el
trabajo de Casas Mendoza, en el que propone el concepto de “frontera interior”, entendida como un conjunto de

34En el original: positionality; sobre la base de esta noción es que hablo de disposicionamiento y disposicionalidad.
35
Los autores se basan a su vez en la crítica de Andrés Fábregas Fuente especificada no válida. a una noción de “viejo paradigma”,
específicamente el desarrollado por Frederick Turner Fuente especificada no válida. para el caso de las fronteras de Estados Unidos.
Fábregas argumenta que la frontera “no es, en efecto, una fenómeno inmutable sino que la actividad social transforma
constantemente” (1992; citado en Casas Mendoza 2008, 103).
60
espacios sujetos a procesos de cambio, los cuales de ninguna manera están fijos y cristalizados en el tiempo. Su
permanencia y estabilidad depende de flujos sociales y políticos. Son pues producto de un proceso sociohistórico y solo
desde ese ámbito es posible entenderlos (Casas Mendoza 2008, 103-104).

Esta conceptualización presenta varios rasgos interesantes en términos de repensar la noción de frontera. En
primer lugar, la idea de la frontera como conjunto de espacios, no como UN espacio definido por el límite, sino
como un conjunto de espacios limitados o de limitación. En segundo lugar, la definición postula que dichas
formaciones espaciales se componen de relaciones de poder; es decir, que son producidas sociohistóricamente
en un campo de fuerzas y conflictos. Por último, la definición aporta una dimensión de cambio (en realidad el
autor habla de permanencia y estabilidad), en tanto la continuidad de las fronteras está determinada por los
flujos sociales y políticos, es decir, por las relaciones de poder. Sin embargo, la operacionalización del concepto
no es en relación a la migración, sino a los estudios regionales, específicamente en torno a la cuestión del
desarrollo y la modernización, desde un marco de integración nacional. En este sentido, reproduce las
dualidades progreso/marginalidad interno/externo, como base de la noción de frontera. El presente trabajo,
además de que no se ubica en el marco de la integración nacional, apunta a superar dualidades como esta.

Pero ha sido Michael Kearney uno de los primeros autores en reconocer con más claridad la necesidad de
superar el esquema del Estado-Nación en la conceptualización de las fronteras. A partir de su consideración de
lo que denomina la “era del transnacionalismo”, plantea que se da “un desdibujamiento o, quizá, mejor dicho,
un reordenamiento de las distinciones binarias culturales, sociales y epistemológicas del periodo moderno”
(2003, 49), a partir de las cuales se generan nuevas situaciones (distinta de la anterior “situación colonial”) en
las que la frontera se constituye más como un área que como una línea, proponiendo el concepto de área
fronteriza. En este sentido, parto de una crítica al tradicional modelo inside/outside de frontera (border) como
la descrita por Walker (Inside/outside: International Relations as Political Theory 1993). Así, la frontera, además
de escapar a sí misma (a su linealidad), reemerge en múltiples formas de fronterización, definiendo una
cartografía más amplia, “una línea sin anchura (…) una zona social [política] y cultural de amplitud
indeterminada” (Kearney 2003, 55). La cuestión identitaria se encuentra a su vez determinada por la frontera,
marcada por el hecho de encontrarse de un lado, del otro o por atravesarla (ser mexicano y/o ser extranjero
ilegal). Esto hace emerger una noción de frontera que, basada en la desagregación de la frontera línea,
distingue

entre límites (boundaries) como delimitaciones espaciales legales de las naciones, o sea, líneas límite [y] fronteras
(borders) de naciones, que son zonas o espacios geográficos o culturales, esto es, áreas fronterizas, que pueden variar
independientemente de los límites formales (Kearney 2003, 48).

Ahora bien, la noción de frontera de Kearney no se limita a plantear la dimensión identitaria, sino que se articula
con una dimensión geopolítica en tanto se le considera como un espacio cuya función central es “de filtro”, de
“controlar a las personas [como] la esencia de la política de inmigración” (2009, 365). Por su parte, la migración se
define como “un desplazamiento a través de una frontera y dentro de un campo” (2009, 562; énfasis propio), con
lo que la definición de frontera se abriría al ser pensada desde el propio proceso de migración, pues es en la
relación frontera-campo que se da en el proceso migratorio, específicamente en las formas en que una ingresa en
la otra y se determinan mutuamente, que podría pensarse en una reconceptualización de frontera como un
conjunto de formaciones espaciales diversas, que reemergen a lo largo del territorio al ingresar en un campo de
fuerzas36.

36
Entre las que destacan las fuerzas del “régimen oficial”, como lo llama Kearney (2009), y que en este trabajo vinculamos a la noción de
Aparato de Estado o Captura (Deleuze y Guattari 2002). Pero más que en términos de captura, Kearney ve la función de este aparato en
acciones de clasificación, según las cuales se asignan valores a las personas migrantes (en términos de clase, género, etnicidad y
61
Y más aún, la desagregación realizada por Kearney podría llevarse más lejos que sólo alrededor de la frontera-
línea (como área fronteriza), haciéndola reemerger en una territorialidad más amplia37. Ahora bien, existe el
riesgo conceptual de que la frontera-línea entre Estados-Nación sea superada por completo. Considero que si
bien es indispensable salirse de la frontera-línea e incluso de la frontera-área, una vez fuera (fronteras
múltiples) es preciso reintroducirlas en la conceptualización. No es heurísticamente útil deconstruir la idea de
la frontera al punto de que desaparezca en su multiplicidad, esto tanto porque en relación con la cuestión
migratoria, los Estados-Nación no desaparecen en sus efectos de poder (esto es claro en relación a los
complejos jurídicos desde los que se operativizan ciertos dispositivos de captura, como se verá más adelante),
como por el hecho de que para el agenciamiento de la migración no es lo mismo cruzar la frontera en tanto
línea que atravesar un territorio y sus fronteras internas (esto es claro, sobre todo, para la frontera con Estados
Unidos). Como han señalado Pallito y Heyman, “the work of borders has expanded into a wider spatial and
legal network of differentiated mobility” (Pallito y Heyman 2008, 318).

Es necesario buscar un punto medio (meso) que entienda la frontera como una multiplicidad de formaciones
espaciales que reemergen en el territorio, pero que reconozca que lo hacen a imagen y semejanza de la
frontera-línea entre Estados-Nación. Es decir, que las fronteras múltiples reproducen, al menos en alguna
medida, el sentido y función de la frontera-línea: separar, limitar, apartar, o como diría Michael Kearney “el
poder para imponer la diferencia” (2003). Ni la frontera-línea desaparece (en sus efectos geopolíticos e
identitarios38), ni las fronteras múltiples dejan de estar articuladas a esta; en este sentido, las fronteras
nacionales reemergen a través de todo el territorio nacional, marcando una cartografía de espacios lisos y
estriados. En esta línea, podría recuperarse la noción de “frontera bio-política generalizada” de Vaughan-
Williams, la cual entiende como “not as fixed territorial borders located at the outer-edge of the territorial
state, but infused through bodies and diffused across society and everyday life” (Vaughan-Williams 2009, 732-
733).

La máquina de guerra se puede imaginar como un afuera sin núcleo, irreductible al aparato de Estado, exterior
a su soberanía, previo a su derecho, “algo que es una pura forma de exterioridad” (Deleuze y Guattari 2002,
362), y que, en este sentido, no tiene esencia, ni núcleo, ni unidad, ni reposo. Sería como la multiplicidad sin
medida que no se territorializa según los límites del Estado, sino que “se reterritorializa en la propia
desterritorialización” (Deleuze y Guattari 2002, 386), es decir, que forja sus espacialidades por oposición a un
aparato que constantemente intenta capturarla, introducirla en una lógica cerrada y binaria, conducirla por
una trayectoria institucional, burocrática, penitenciaria. Es la manada y sus velocidades, la irrupción de lo
efímero constante, la potencia de la adaptación y el trabajo-traslado.

Se trata de un conjunto de flujos decodificados y desterritorializados que “se relanzan recíprocamente [y]
precipitan su fuga común”, se trata de un rizoma (Deleuze y Guattari 2002, 9-32) que desafía la cuadratura y
estrechez de la razón de Estado, y en este sentido provoca la activación de un conjunto de dispositivos que
“obstruye ahora las líneas de fuga, efectúa una reterritorialización general, y hace pasar los flujos bajo el
predomino de uno de ellos capaz de sobrecodificarlos” como razón de Estado (Deleuze y Guattari 2002, 224).
Dicho de otra forma, la máquina de guerra constituye un conjunto de agenciamientos, de acciones diversas

nacionalidad. Habría que avanzar en una reflexión sobre la medida en que dichas categorías (clasificación y captura) están teóricamente
articuladas.
37
Habría que reflexionar con mayor profundidad si dicha ampliación corresponde a lo que ya el autor ha apuntado con la dimensión
transnacional, o si por el contrario es algo distinto. Lo que sí es cierto, es que implicaría pensar las fronteras incluso más allá de áreas
fronterizas, y considerarlas como realidades que emergen en todo el territorio. Sobre esto se profundizará en el penúltimo acápite.
38
Como ha señalado Kearney, “con un sólo paso puede uno pasar de ser un ciudadano mexicano que vive en México a ser un ciudadano
mexicano que es también un extranjero ilegal en los Estados Unidos” (2009364; énfasis en el original).
62
marcadas por sus propias mutaciones y metamorfosis, de aumento de dimensiones en una multiplicidad de
devenires que remiten a trayectorias de ampliación del territorio por desterritorialización, y por los que “uno
de los problemas fundamentales del Estado será apropiarse de esta máquina de guerra que le es extraña,
convertirla en una pieza de su aparato” (Deleuze y Guattari 2002, 233).

Partiendo de la revelación que hizo Clastres sobre el hecho de que la ausencia de Estado en las sociedades
denominadas “primitivas” no es tanto producto de una evolución menos avanzada o de un retraso civilizatorio,
como un resultado explícitamente buscado por dichas sociedades y gestionado a partir de una serie de
mecanismos dirigidos a “conjurar al Estado” (guerra, jefaturas, linajes), Deleuze y Guattari proponen la noción
de “mecanismos colectivos y difusos de inhibición” (2002, 364-365) para argumentar que la máquina de guerra
está dirigida contra el Estado. Es decir, que existe entra ambos una oposición fundamental y en permanente
devenir (es decir, en permanente cambio), que se despliega como una situación de poder. Pero esta situación
de poder, argumentan los autores mediante una crítica a Clastres39, no significa que entre ambos, máquina y
aparato, existe una relación de independencia, es decir, que la oposición se dé desde la separación, que sean
realidades que evolucionan separadamente, sino que constituyen un devenir conjunto, su diferencia es
justamente su tensión, que es a su vez su constante y más intenso punto de encuentro.

Lo que se sugiere es que quizás sea posible echar mano de este concepto para pensar la migración
centroamericana hacia Estados Unidos, que más que como fenómeno o como proceso, podría entonces ser
comprendida como un complejo de agenciamientos de migración: un despliegue de traslados, sorteos40,
avances y repliegues, que no parecen dejar de producirse, una formación constante de redes, de flujos, de
rutas y trayectorias, un incesante brotar de apoyos mutuos, de resiliencias, de formas organizativas, de
acciones de incidencia, individuales y colectivas, enunciativas y reivindicativas, así como estratégicas y de
sobrevivencia41. En fin, como una Máquina Migrante en devenir permanente, un conjunto de Agenciamientos
Migrantes cuya forma de exterioridad hace que sólo exista en su trazo permanente de trayectorias y en los
agenciamientos que las determinan. Esta, igual que la máquina de guerra, está sociohistórica y políticamente
determinada; poniendo a dialogar a Kearney (2003) con Deleuze y Guattari (2002, 364-368), diríamos que los
agenciamientos migrantes son indispensables para la formación del Estado en el capitalismo tardío (en la era
del transnacionalismo), de la misma forma en que la máquina de guerra lo fue para la constitución de los
primeros Estados soberanos de la modernidad occidental.

39
Para los autores, “Pierre Clastres, a fuerza de profundizar en este problema, parecía privarse de los medios para resolverlo. Tendía a
convertir las sociedades primitivas en una hipóstasis, una entidad autosuficiente (insistía mucho en este punto). Convertía la
exterioridad formal en independencia real. De esa forma continuaba siendo evolucionista, y presuponía un estado natural. Ahora bien,
según él, ese estado natural era una realidad plenamente social, y no un puro concepto, y esa evolución era de mutación brusca, y no
de desarrollo. Pues, por un lado, el Estado surgía de pronto, ya formado; por otro, las sociedades contra-Estado disponían de
mecanismos muy precisos para conjurarlo, para impedir que surja. Creemos que ambas proposiciones son buenas, pero que su
encadenamiento falla. Hay un viejo esquema: "de los clanes a los imperios", o "de las bandas a los reinos"... Pero nada nos asegura que
haya una evolución en ese sentido, puesto que las bandas y los clanes están tan organizados como los reinos-imperios. Pues bien, no se
podrá romper con esta hipótesis evolutiva estableciendo el corte entre los dos términos, es decir, dando una autosuficiencia a las
bandas, y un surgimiento tanto más milagroso o monstruoso al Estado” (Deleuze y Guattari 2002, 366).
40 En el sentido de “Evitar con maña o eludir un compromiso, conflicto, riesgo o dificultad.” Real Academia Española de la Lengua, en:

http://lema.rae.es/drae/?val=sortear
41
Todas estas son formas de agenciamiento sobre las que resulta prioritario aportar un contenido etnográfico. En esta línea, habría que
avanzar en una reflexión sobre la posibilidad de que, por ejemplo, el delito, como acto contrario a la ley y penado por esta, pueda
entenderse, también, como un agenciamiento migrante. En este sentido, habría que empezar por detallar y diferenciar muy claramente
el contexto de un agenciamiento tal, así como su lugar en la máquina migrante (por ejemplo, no es lo mismo el delito de la trata de
personas por parte del crimen organizado, que podría verse como un agenciamiento migrante, que el robo de comida o ropa por parte
de un grupo de migrantes con el fin de mantener o facilitar la marcha, al que podría asignársele la misma categoría).
63
Pero la máquina da forma al Estado sólo en tanto se le opone, en tanto busca mantenerse exterior a él, evitar ser
capturada, institucionalizada, insertada en aparatos que conquistan, conducen y administran el proceso de
migración. De esta forma, los agenciamientos migrantes van dirigidos no sólo a un traslado sobre un territorio,
sino por fuera de este, evadiendo justamente los límites que marcan, que plagan, dicho territorio, produciendo
así, nuevas espacialidades que estarían acompasadas por la fuga, la evasión, el cruce, “un campo de espacios lisos
heterogéneos [que] va unido a un tipo particular de multiplicidades: las no métricas, acentradas, rizomáticas, que
ocupan el espacio sin medirlo, y que sólo se pueden explorar caminando sobre ellas” (Deleuze y Guattari 2002,
376; énfasis en el original). Estas espacialidades definirían una territorialidad que deviene migrante, y que

“no se detiene en la línea fronteriza: un corredor latino-mexicano (…) un grande y creciente archipiélago de pueblos
latinos [a través del cual] prácticas que se consideran por abajo de las formas reconocidas de sobrevivencia y
resistencia nativas van al paso de las formas oficiales diferenciándose” (Kearney 2003, 59-60).

Es, entonces, un conjunto de agenciamientos migrantes que devienen transnacionales, sus redes, sus
organizaciones, sus agenciamientos, se territorializan sin ceñirse a los límites formales del Estado-Nación, y en
ese tanto reterritorializan su devenir delineando una nueva cartografía de poder que no puede ser
comprendida por la “teoría oficial de la migración”, aquella que está “informada por y para el servicio del
Estado-nación”, y que piensa el fenómeno simplemente “en términos de comunidades emisoras y receptoras,
cada una de las cuales se localiza en su propio espacio nacional”, y no como una población de agentes que
“desafían el poder que define a los estados-nación que trascienden” (Kearney 2003, 53; énfasis en el original).
En esta nueva cartografía de poder, los espacios producidos “tendrían el potencial de liberar a lo nacional que
hay en ellos, [de] escapar, al menos en parte, a la hegemonía totalizante que un estado fuerte debe albergar
dentro de sus límites” (Kearney 1995, 553; traducción propia). La escena la ha dibujado con mucha claridad
Kearney, cuando afirma que

todos los días miles de personas indocumentadas desafían con éxito el poder del Estado para controlar su movimiento de
entrada a este espacio y a través de él; y al hacerlo disputan tanto el espacio como el control de su identidad (2003, 52).

Ahora bien, este desafío no siempre es exitoso, los agenciamientos migrantes son constantemente capturados
por el Estado de la misma forma en que este es constantemente desafiado por ella. ¿Qué ocurre cuando esto
pasa, cuando los dispositivos del Estado (que como veremos, operan como dispositivos de fronterización)
cumplen su función y capturan a los agenciamientos migrantes y los reterritorializan dentro de sus límites? Los
autores insisten en ir más allá de las dualidades, pues ni la máquina ni el aparato desaparecen, permanecen en
cada otro. No se trata de polos opuestos, sino de formaciones diferenciables pero no diferenciadas. Al ser
reducida, internalizada, la máquina de guerra se diluye pero reemerge desde otros lugares, desde los lugares
de su paso, mantiene su devenir y sigue conjurando al Estado, produciendo un territorio en el que “los puntos
vuelven a adquirir su posición de singularidades (…), el flujo vuelve a adquirir su aspecto curvilíneo y turbulento
que excluye cualquier paralelismo de vectores, el espacio liso reconquista” (Deleuze y Guattari 2002, 378).

El aparato de captura se yergue como enemigo y cómplice de la máquina de guerra. Como enemigo porque es a
él que se enfrenta, desplegando una razón múltiple que no es la razón unívoca de Estado, una razón con
múltiples salidas, que define un espacio abierto para ser poblado de movimientos y velocidades. Como
cómplice, porque se forma, su avance y su devenir, solo son posibles en tanto esta se opone a dicho aparato;
existe entre ambos una forma de fronteridad líquida, capilar, que se revuelve y se desplaza, pero que es
condición sine qua non para la existencia de ambos. En este sentido, el aparato de Estado, a diferencia de la
multiplicidad fundamental de la máquina de guerra, “procede por Uno-Dos, distribuye las distinciones binarias
y forma un medio de interioridad (…), un estrato, [una] forma (…) que habitualmente tomamos como modelo,
o según la cual pensamos” (Deleuze y Guattari 2002, 360, 362). La captura deviene enajenación, y opera, igual
64
que lo hace sobre los cuerpos, sobre las identidades y las ideologías; es disciplinamiento, burocratización,
fronterización, catastro lineal de la tierra.

El Estado siempre ha estado en relación con un afuera, y no se puede concebir independientemente de esta relación. La
ley del Estado no es la del Todo o Nada (sociedades con Estado o sociedades contra Estado), sino la de lo interior y lo
exterior. El Estado es la soberanía. Pero la soberanía sólo reina sobre aquello que es capaz de interiorizar” (Deleuze y
Guattari 2002, 367).

El afuera del aparato de estado es magmático, turbulento, un constante movimiento que demarca un espacio
liso; entre los agenciamientos migratorios y las fuerzas de disposición median mecanismos constantes de
institucionalización permanente, por lo que este último es concebido como “un proyecto siempre incompleto
que debe ser constantemente enunciado e imaginado, invocando lo salvaje, lo vacío y el caos que no sólo yace
por fuera de los límites de su jurisdicción, sino que además es una amenaza desde dentro” (Das y Poole 2004,
23). Es así que la separación entre estas formas de exterioridad y de interioridad, entre la máquina y el aparato,
no debe entenderse “en términos de independencia, sino en términos de coexistencia y competencia, en un
campo42 en constante interacción. Luego,

una de las tareas fundamentales del Estado es la de estriar el espacio sobre el que reina (…), vencer el nomadismo [y]
controlar las migraciones (…), reivindicar una zona de derechos sobre todo un exterior, sobre el conjunto de flujos (…)
estriar el espacio, contra todo lo que amenaza con desbordarlo” (Deleuze y Guattari 2002, 389-390; énfasis propio).

Frente a los agenciamientos migrantes, el aparato de captura deviene, necesariamente, Aparato de


Fronterización. Este opera como un mecanismo de producción de estrías que en su funcionamiento define un
territorio, a partir de cuyo devenir se dibuja una cartografía de poder, y cuyos productos básicos principales
son imágenes o formas jurídicas (Foucault 1973) que se concretan en ejercicios de autoridad evocando un
supuesto binario legal-ilegal (acción-infracción) y desde ahí se apropian de movimientos, trayectorias,
agenciamientos (ciudadanos y/o humanos). Este aparato, que incluiría lo que Kearney (2009) conceptualiza
como “régimen”43, tiene como uno de sus pilares la justicia penal, que en relación con la migración tomaría
entonces la forma de un mecanismo productor de estrías que, a su vez, funcionan como dispositivos de
criminalización.

Cada reemergencia de frontera corresponde a un dispositivo de poder, y la ley, y su rol performativo en


relación al delito, juegan un papel central en el funcionamiento de este aparato de fronterización, al cumplir
con la operación de capturar los agenciamientos migrantes no tanto en el sentido de cancelarlos, sino de
conducirlos, de disciplinarlos (Foucault 2006). Frente a las múltiples fronteras, el agenciamiento migrante, en
tanto nómada, más que formas de legalidad, marca formas de normatividad, y en este sentido, “el nomos
[como] consistencia de un conjunto difuso (…), se opone a la ley, a la polis”; al contrario, el imperio de la ley, el
Estado de derecho, produce un “espacio sedentario [que] es estriado, por muros, lindes y caminos entre las
lindes, mientras que el espacio nómada es liso, sólo está marcado por trazos que se borran y se desplazan con el
trayecto” (Deleuze y Guattari 2002, 385; énfasis en el original). Se trata de un nomos indisciplinado, reticente a la
linealidad y la jerarquía, frente a un ius disciplinario, penal, y a sus propias formas de verdad.

En relación con lo anterior, resulta prioritario avanzar sobre una definición de criminalización que, anclada a la
noción de formas jurídicas y penalidad (Foucault 1973), permita articular las categorías de dispositivos de

42
Nociones correspondientes de campo las encontramos en Bourdieu (1976 y 1993) y posteriormente en Kearney (2009).
43
El conjunto de “organismos oficiales y no oficiales y agencias gubernamentales y no gubernamentales en general, así como a grupos
de interés encargados de trazar y hacer respetar las fronteras (…) el ejercicio de formas de poder oficiales y no oficiales para marcar
distinciones territoriales” (Kearney 2009, 560-561).
65
fronterización y de agenciamientos migrantes. Sobre todo tomando en cuenta que los dispositivos de
fronterización ciertamente, más que acciones institucionales regulares, parecen confundirse con
discriminación, corrupción, racismo, violencia de Estado. Es preciso especificar la relación, pero también las
diferencias, entre estos fenómenos y los dispositivos de criminalización. En este sentido, será prioritaria la
clarificación del propio Foucault, en el sentido de que en relación con el caso de la penalidad, el autor se
argumenta “que el análisis no debía hacerse en términos de derecho precisamente, sino en términos de
tecnología, en términos de táctica y de estrategia, y es esta sustitución de un esquema jurídico y negativo por
otro técnico y estratégico” (1979, 154).

Desde el punto de vista histórico, y para la migración mexicana y centroamericana, el Aparato de


Fronterización emerge en Estados Unidos, y es solo a través de sus políticas de influencia regional que logra
avanzarlo sobre México, capturando el territorio y estriándolo según su propia política migratoria. Los procesos
de migración centroamericanos han estado e influidos por eventos o coyunturas políticas y por
transformaciones económicas regionales que determinan la “dialéctica de los factores de concentración y de
difusión” vinculados a los procesos de producción, distribución y consumo (Santos 2009). La movilidad que en
los setenta se caracterizaba por flujos migratorios internos y desplazamientos intrarregionales transfronterizos,
y años después, con el conflicto armado, dio paso a la fuga hacia el norte, más recientemente han estado
determinados por las nuevas condiciones de violencia social, por los “arreglos liberal-democráticos” de los
Acuerdos de Paz, y por los procesos de fragmentación, “exclusión y desarticulación socio-política” y
rearticulación de las economías en torno a nuevos ejes de acumulación transnacional (Morales 2007, 33, 109),
que han provocado la necesidad de nuevos mecanismos de ajuste de los mercados laborales frente a una
transnacionalización laboral concentrada en Estados Unidos como destino común.

Esto representó un cambio de paradigma en la noción de migración y de control de fronteras, donde se pasa de
la detención y la coacción, al ordenamiento de los flujos con lo cual “´se conduce´ a las personas y se ´gobierna´
la permeabilidad de las fronteras”, al tiempo que se busca “reducir la migración irregular, mediante la
externalización hacia México y los países del Istmo de las políticas de control fronterizo” más enfocadas en la
detención y la coacción (Kron 2011, 54, 64). Así, la frontera sur de EE.UU. se extiende sobre México, que se
promueve como espacio de contención, regulación y ordenamiento de la migración centroamericana y de
securitización de su propia frontera sur, trasladando los mecanismos de fronterización más allá del territorio
norteamericano 44 . Conducir más que cancelar, administrar más que detener, en un ejercicio de
gubernamentalidad como conjunto de dispositivos para la conducción de las conductas de una población
(Foucault 2006, 109-159).

Habría que considerar, entonces, una frontera como espacio múltiple (multiplicado), como diversas
formaciones espaciales en las que reemerge la frontera en el territorio. Dichas formaciones diversas, en tanto
formas de producción del espacio (Lefebvre 1991 y 2009), se componen de relaciones de poder; en términos
del espacio cotidiano son todos los retenes, puestos de paso, cámaras, cárceles, agresiones, estaciones de
detención, patrullajes policiales, arreglos policiaco-criminales, etc.; constituyen diversos “centros de poder”
que se constituyen “como frontera”, y se definen “no por su ejercicio absoluto en un dominio, sino por las
adaptaciones y conversiones relativas que efectúa entre la línea y el flujo” (Deleuze y Guattari 2002, 221). Si
bien la mayoría de los dispositivos asociados a estos espacios son parte de la institucionalidad estatal, otros no

44
Es justamente bajo este contexto de securitización de fronteras que el énfasis en la seguridad llevó a EE.UU. a promover un acuerdo
trilateral basado en agendas de seguridad nacional, fronteriza y lucha contra el terrorismo: la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de
América del Norte (en: http://www.sre.gob.mx/eventos/aspan/faqs.htm), que apunta a la ejecución conjunta de estrategias
comunes de seguridad fronteriza a partir de su extensión hacia la frontera sur mexicana.
66
dependen de dirección gubernamental (nacional o local), sino que son impulsados por actores “civiles” o
“ciudadanos” (comunidades organizadas, empresas, crimen organizado, etc.). Por ejemplo, la guardia privada
de Ferromex, que persigue, agrede y captura población migrante; o la red de crimen organizado que asalta,
extorsiona y amenaza en Orizaba, Tierra Blanca y Coatzacoalcos; o la comunidad organizada de Lechería-
Tultitlán, expulsando al albergue de San Juan Diego del lugar.

La continuidad de las fronteras está determinada por flujos socio-políticos, es decir, las fronteras cambian y se
transforman en un permanente devenir producto de las tensiones entre el conjunto de agenciamientos
migrantes y los dispositivos de captura. La criminalización de la migración marca, entonces, reemergencias
múltiples de frontera, producto de la cristalización de una tensión permanente entre el aparato de
fronterización y la máquina migrante, entre las fuerzas de disposicionamiento y las fuerzas de agenciamiento.
La cartografía de poder que emerge de esta cristalización tiene como rasgo fundamental la fronteridad. Más
allá de la tradicional suposición del Estado-Nación como espacio íntegro soberano, como lugar definido por
límites laterales dentro de los cuales opera sin más un poder sancionado, un “imperio de la ley” legitimado por
mecanismos “democráticos”, se parte de la premisa de que vivimos en sociedades disciplinarias, en sociedades
de control cuyos aparatos institucionales, burocráticos y penales, deben hacer efectiva su autoridad de manera
permanente y de manera descentrada: no es posible la constitución de un poder central desde el cual irradie la
autoridad, sino que deben distribuirse dispositivos de poder por todo el territorio.

Se trata de la constitución del territorio desde su fronterización interna, de un territorio estriado cuya geografía
es una geopolítica, cuyas pendientes y cimas están más determinadas por una interrupción legalizada de las
trayectorias, una irrupción de la institucionalidad penal en el espacio, una apropiación de aparatos estatales
sobre el movimiento. Es decir, el aparato de captura en que se basa el ejercicio del poder del Estado, no cabe
dentro de fronteras, sino que alberga él mismo fronteras. La cartografía de poder que se define, el territorio
que se produce en el espacio es justamente la serie de huellas de una batalla constante entre una Máquina
Migrante y un Aparato de Frontera, cuyos choques, chispazos, chirridos y desplomes, pero también sus
engarces, sus fusiones y sus mutuas diluciones, producen espacio e identidad, y también producen frontera;
más bien fronteridad, una cualidad sociohistórica del espacio.

La frontera, en tanto cristalización múltiple de la tensión permanente entre una Máquina Migrante y un
Aparato de Fronterización, se puede entender como un duelo permanente entre una máquina de
agenciamientos de migración y un complejo de aparatos de captura, que toma como escenario un territorio no
lineal sino profundo, no enmarcado sino (re)fragmentado. Los dispositivos principales del aparato de
fronterización se basan en las formas jurídicas de la ley, específicamente en los de la justicia penal, que en
relación a la migración adquieren el carácter prioritario de formas de criminalización. Los agenciamientos, por
su parte, se constituyen en acciones diversas, promovidas desde redes, organizaciones, instituciones e
individuos, y se dirigen a facilitar, promover, resguardar y acompañar el paso. Funcionan de manera maquínica
en tanto no surgen de un centro, ni son dirigidos por una autoridad, sino que emergen de iniciativas dispersas,
pero articuladas, se conectan en su devenir, de la misma forma que en su devenir son capturadas.

Este corolario se podría sostener etnográficamente. Por ejemplo, Kearney ha mostrado cómo “la política del
gobierno estadounidense, como se da de facto, no es para hacer impermeable la línea estadounidense-mexicana
al paso de ilegales que entran, sino más bien para regular su flujo” (Kearney 2003, 52; énfasis en el original), y que
el Aparato de Fronterización cumple una función disciplinaria en tanto “las actividades de sobrevigilancia de la
Border Patrol no están encaminadas a impedir [la] entrada en los EUA como trabajadores sino que, más bien, son
parte de un número de modos para disciplinarlos a trabajar duro y aceptar sueldos bajos” (2003, 54). Es decir,

67
que el objetivo de los dispositivos de fronterización, más que cancelar a los agenciamientos migrantes, apuntan a
capturar su flujo, conducir y estriar sus trayectorias, apropiarse de sus agenciamientos, de reterritorializarlos.

Otro ejemplo podría encontrarse en las redes de actores colectivos que se han puesto al servicio de la
administración y mantenimientos de albergues y comedores para migrantes, y que comúnmente se ubican
como agentes promotores, facilitadores o acompañantes de la migración: facilitar el tránsito, evitar
detenciones, defender de abusos y discriminación, alimentar, albergar, etc. Si bien es claro que estas redes y
acciones se constituyen como parte de la máquina migrante, es posible cuestionarse si en su práctica cotidiana
también reproducen dispositivos o formas del aparato de fronterización. Es decir, si reproducen relaciones de
poder que asemejan a ciertos dispositivos de captura: control, segregación, separación, discriminación; incluso
los propios migrantes y sus agenciamientos podrían ir más dirigidos a la fronterización que a la agencia de la
migración; a esto es a lo que se refiere Kearney con la política del jiujitsu (2009), según la cual los esfuerzos de
un grupo por defenderse (por ejemplo definiendo identidades culturales) se basan en el reforzamiento de las
diferencias bajo las que son excluidos, con lo cual “uno de los peligros mayores en los que se incurre al (…)
trazar líneas alrededor del espacio que uno quiere controlar, es (…) acabar construyendo una frontera que el
contrincante pueda utilizar para encerrarlo a uno en su propio espacio” (2009, 367)]. De lo que se trataría,
entonces, es de cartografiar al sujeto en su devenir migrante o en su devenir frontera.

Considero que lo central es, estando al tanto de esto, avanzar hacia una conceptualización de frontera que
permita comprender mejor la experiencia migratoria (vista como un conjunto de agenciamientos migratorios) y
su encuentro (por decirlo así) con un conjunto de mecanismos y dispositivos de interrupción, separación,
segregación, discriminación, criminalización y captura, que desagregarían la frontera-línea a lo largo de un
territorio redefiniéndolo. Se trata, finalmente, de reflexionar sobre una conceptualización de frontera que
permita dibujar mejor una cartografía de la migración que represente más justamente una territorialización de
formas de poder que cristalizan sobre la base de la tensión permanente entre movimiento (agencia) y captura,
en las que el propio territorio deviene migrante a partir de la configuración de una capa de espacialidades
marcadas por la fronteridad.

Por otra parte, queda pendiente reflexionar sobre los alcances de la importante conceptualización sobre
identidad de Kearney (2009) en relación a esta noción de fronteridad múltiple, es decir, sobre la forma en que
la experiencia de atravesar fronteras que reemergen a través del territorio marca las identidades de las
personas migrantes, específicamente en términos del impacto de los dispositivos de criminalización (como
operación de los mecanismos de fronterización) en la identidad de los sujetos migrantes. Podría, eso sí,
sugerirse que esta marca (o marcas) no son duales, sino que expresan diferencias múltiples determinadas no
solo por las formas de identidad en función de la ubicación de clase, género, etnicidad, raza y nacionalidad,
sino también por el lugar que se ocupa frente a la tensión permanente entre la máquina migrante y el aparato
de fronterización, entre las fuerzas de agenciamiento y las fuerzas de disposición45.

Esto se vincula con los denominados “regímenes de securitización fronteriza” (Pallito y Heyman 2008) en
contextos en los que la soberanía opera como la capacidad de “ejercitar el control de la mortalidad” (Mbembe

45
Sobre esto, Kearney ha aportado material etnográfico importante. En una de sus descripciones presenta la situación de varios
migrantes mixtecos que, ante la persecución de los “Border Patrol”, dan sentido a su identidad desde la criminalidad: “Estuvo
reflexionando, dice, que se sentía como un criminal, como alguien que tiene que ocultarse como si estuviera haciendo algo malo. Pero,
explica, que no podía entender qué era eso malo que estaba haciendo, porque es un hombre honesto que viene a los EE.UU. solamente
para trabajar, a dejar su sudor y ganar algún dinero. Menciona que es padre, esposo y buen trabajador y que por esto los patrones
siempre lo contratan. Ellos no creen que es criminal, pero dice que se siente como tal y no puede entender por qué. Los otros hombres
concuerdan en que sienten lo mismo cuando se exponen a la posible aprehensión por la Border Patrol o por otros agentes de la policía”
(2003, 54).
68
2003, 12). En esta línea, aprovechando el argumento de Mbembe, podría decirse que ejercitar la soberanía es,
igualmente, ejercitar el control sobre la movilidad; En último término, tanto la vida como el trabajo, en sus
sentidos más básicos, son operaciones de movilidad. Esto lo veremos también con el proceso de resiliencia de
las organizaciones de madres que buscan a sus hijos: seguir viviendo es seguirse moviendo. En este sentido, el
ejercicio de la soberanía supone un conjunto de regímenes de control de la movilidad y, por lo tanto, de la
territorialidad de los actores movientes.

La fronteridad, en este sentido, constituye uno de los efectos prioritarios de dichos regímenes, en para nuestro
caso se sostiene, en buena medida, sobre los mecanismos de securitización (Pallito y Heyman 2008), así como
en el surgimiento de dispositivos de racialización que operan como tecnologías para distribuir clasificaciones
(Kearney 2004) que regulan las capacidades de movilidad y territorialización, pero en un sentido previo,
regulan también la distribución política de la muerte (Foucalult 2000), lo que Mbembe denomina la
“necropolítica” (Mbembe 2003). En nuestro caso esta necropolítica se manifiesta como diversas formas de
violencia extrema ejercida por actores e instancias estatales y criminales, así como por sus variados traslapes,
sobre una población en movilidad por su misma condición de movilidad, es decir, por sus trayectorias comunes
y los lugares en que estas les han colocado en términos racionales, de clase, de género, etc. La racialización es
fundamento de muchos mecanismos securitarios y de fronterización del territorio migrante, así como de las
tácticas de captura del cuerpo y su valor por parte de actores del crimen organizado (CO).

Para Mbembe la política es el “trabajo de la muerte”, y la soberanía el derecho a matar46, premisa biopolítica
desde la cual ingresa en la discusión sobre el estado de excepción y el estado de sitio (Mbembe 2003, 16). En
este sentido, uno de los proyectos centrales de la noción y el ejercicio de la soberanía es el de “la
instrumentalización generalizada de la existencia humana y la destrucción material de cuerpos humanos y
poblaciones” (Mbembe 2003, 14; traducción propia). Esto es claro en la administración y gestión de los flujos
migratorios, tanto en relación a los mecanismos de extracción y captura de valor que operan en torno a los
dispositivos de reforzamiento y ejecución de la soberanía, como a los efectos de fronterización que estos
tienen sobre la movilidad de dichos cuerpos. Es en estas condiciones que algunos de los lugares del territorio
migrante, específicamente aquellos que están dentro del régimen de securitización fronteriza (p.e. el retén o el
operativo), emulan esta forma de soberanía y emergen como “arreglos espaciales” en los cuales la norma es la
excepción (Agamben 2013), la premisa del actuar de la autoridad es la suposición de que aquellos a quienes se
detiene carecen de derechos.

Siguiendo el marco de análisis de Mbembe, es posible caracterizar las nociones de fronteridad y de regímenes
de securitización fronteriza como configuraciones históricamente dadas cuya emergencia en términos de sus
específicas tecnologías de control/producción del espacio (Lefebvre 1991, Massey 1993(a), Haesbaert 2011)
podría vislumbrarse como parte de una más amplia relación colonial. En esta, el territorio se divide en una
“intrincada red de fronteras internas” (19; traducción propia), con la particularidad de que no estamos antes
situaciones tradicionales de ocupación colonial, sino extensiones de estos regímenes en la amplia duración, las
cuales aparecen hoy día como “operaciones militares de la era de la movilidad global”: “[una] organización
heterónoma de derechos y reclamaciones territoriales [a partir de la cual] tiene poco sentido insistir en
distinciones entre campos políticos “internos” y “externos”, separados y con límites claramente demarcados”
(19; traducción propia).

46
Por ejemplo en el estado nazi, dice el autor, la soberanía se funda en la voluntad y la capacidad de matar para vivir
(Mbembe 2003, 18).
69
Agenciamiento migrante, contestación al estado y resistencia. Este contexto supone una situación de
enfrentamiento, una relación de contestación por parte de los actores involucrados en la producción de formas
de movilidad que desafíen o sorteen los estriamientos y capturas del estado y el crimen organizado, y de sus
frecuentes traslapes. En esta línea, podría pensarse la migración como inserta en prácticas de resistencia y
atravesada por ellas, como parte de una trama sociopolítica de tensiones y conflictos en la que los actores, por
su lugar social y por su consciencia, asumen posiciones diversas dentro del juego político. No se afirma que
migrar sea resistir, sino que forma parte de situaciones sociales que están marcadas por prácticas de
resistencia; me queda cada vez más claro que para agenciar un traslado migratorio como el de las personas
centroamericanas hacia EUA, son indispensables formas de estrategización que se expresan como micro
resistencias cotidianas (Scott 1985), como resistencias de una pequeña política (Gramsci 1999 [1975]) o de una
política nómada molecular (Deleuze y Guattari 2002 [1980]).

Para comprender y poder emplear analíticamente las categorías gramscianas de resistencia y dominación, es
indispensable adentrarse en su concepción, más general, de la “unidad histórica de la clase dominante”; es
decir, de los procesos sociohistórico, socioeconómico y sociocultural mediante los cuales se configura, de
manera siempre contingente, el bloque histórico. Se refiere específicamente a “la unidad entre la estructura
socio-económica y la superestructura política e ideológica, [no tanto] en la forma de la primacía de uno u otro
elemento del bloque [sino] del vínculo que realiza su unidad” (Portelli 1978, 8-9). Lo central sería, entonces, no
tanto conocer las condiciones económico-productivas que permitirán una sociedad alternativa, o las
circunstancias ideológicas y culturales que harían el propio, sino explorar las diversas y múltiples formas
mediante las cuales ambas esferas llegan a un punto de unidad, un “continuo proceso de formación de un
equilibrio inestable” (Gramsci 1971, 182; traducción propia).

Pero dicho equilibrio solo puede conocerse desagregándolo, estudiándolo en sus elementos constitutivos, que
es justamente a lo que apunto mediante el análisis de fuerzas de disposición y agencia en relación a la
producción y continuidad del fenómeno migratorio estudiado. En el marco gramsciano, la unidad histórica es
producto de las relaciones entre estructura y superestructura, y dentro de la segunda, de las articulaciones
entre sociedad civil y sociedad política Diferenciándola de la noción marxista tradicional (inspirada en Hegel),
Portelli nos indica que “la concepción gramsciana de la sociedad civil (…) pertenece al momento de la
superestructura”, y cita a Gramsci, para quien esta estaría formada por el conjunto de los organismos
comúnmente llamados “privados”, y que cumplen una “función de hegemonía”. Ahora bien, recordemos que
hegemonía es una situación sociopolítica y sociohistórica configurada desde la tensión entre formas de
dominio-consenso y formas de resistencia; es decir, una situación que cristaliza y toma forma de unidad bajo
una ineludible determinación de las prácticas de oposición y resistencia, por lo cual la “función de hegemonía”
de la sociedad civil no es en un sentido unívoco, sino más bien múltiple.

Para Portelli, de esta forma, las características generales de la sociedad civil incluyen el hecho de que se
constituye como una “totalidad compleja” que incluye la ideología de la clase dominante, la concepción de
mundo difundida en todas las capas sociales y la dirección ideológica de la sociedad como tal (Portelli 1978, 17-
18). En este sentido, la operación prioritaria de la sociedad civil (en pugna) consiste en sobreponer la
concepción de mundo de la clase dominante a todos los niveles ideológicos de la sociedad, desde la dirección
filosófica, hasta el folklore, pasando por el sentido común y la religión. Un claro ejemplo de esta contestación a
la visión de mundo hegemónica son las estrategias de representación y visibilización de las personas
desaparecidas, las cuales se dan además en situaciones de organización e incidencia sostenida.

70
Pero esta sobre posición solo es posible mediante el juego de relaciones de fuerza, por lo que la operación de
la ideología no es solo a nivel cultural o espiritual, sino también político, y es justamente en ese punto que
sociedad civil y sociedad política deben, para generar hegemonía, gestar unidad. Como ha señalado también
Portelli, “Gramsci constata que (…) la verdadera conexión entre filosofía superior y sentido común está
asegurada en realidad por la política, que afirma la unidad ideológica del bloque histórico” (1978, 21; énfasis en
el original).

De esta forma, tenemos que el estado se configura desde los juegos de fuerza de la sociedad política, la cual a
su vez es extensión de la sociedad civil, pero en la operación de su función hegemónica, ya sea en un nivel
pedagógico o ideológico o en un nivel coercitivo o militar, el Estado actúa contra la sociedad civil, y en favor de
la correlación de fuerzas resultante de la sociedad política (que en Gramsci se puede resumir a la actuación de
los partidos políticos). Así, “el Estado es todo el complejo de actividades prácticas y teóricas con las que la clase
dominante no solo justifica y mantiene su dominio, sino que también logra ganar el consentimiento active de
aquellos a quienes domina” (Gramsci 1971, 144; énfasis y traducción propia).

Es mediante esta dinámica, que se produce lo que Gramsci llama la “unidad histórica de la clase dominante”, el
resultado constante e inestable de la operación de las funciones hegemónicas del Estado y la sociedad política,
en tanto logran obtener consenso de la sociedad civil. Es decir, en tanto se mantiene un control (ya sea
consensuado o coercitivo, aunque Gramsci ha sido claro en que la hegemonía se basa en lograr lo primero por
encima de lo segundo) de las fuerzas opuestas de la sociedad política, direccionándola hacia el proyecto
económico e ideológico de la clase dominante. Esta unidad histórica se realiza “en el Estado”, y su expresión
histórica es el resultado de “las relaciones orgánicas entre el Estado o la sociedad política, y la sociedad civil”
(Gramsci 1971, 52; énfasis en el original). Las relaciones orgánicas, y por lo tanto la unidad histórica, se gestan
mediante lo que Gramsci denomina el Estado extendido, que incluiría tanto a la sociedad política como a la
sociedad civil: se trata de la situación histórica en la que las operaciones hegemónicas del Estado logran una
unidad estable, una cuasi identificación entre sociedad política y sociedad civil en el seno del programa
impulsado por el Estado, tanto en su dimensión coercitiva como consensual. Esto implica, que la unida histórica
deba estudiarse mediante una rigurosa atención a los “distintos niveles de las relaciones de fuerza en cada
situación particular” (Gramsci 1971, 175; énfasis propio).

James C. Scott (1977, 1985, 1990) se ha dado a la tarea de, mediante una lectura crítica de Gramsci, replantear
un marco comprensivo para estudiar las relaciones de poder y fuerza que se dan en los procesos de
constitución hegemónica, específicamente el papel y lugar dentro de estos procesos de los actores subalternos,
entre los que ha destacado su estudio del campesinado en Asia. Scott está tratando de entender de qué forma
los campesinos actúan políticamente fuera del ámbito de lo espectacular y lo excepcional, y dentro de su vida
cotidiana. Según él, es allí donde los campesinos parecen más dóciles y apolíticos, donde justamente se
encuentran las semillas de una conciencia crítica y reflexiva de sus condiciones materiales.

Es precisamente en este sentido que Scott critica la noción de hegemonía gramsciana, y presenta su propia
teoría como alternativa, la cual trata de poner en relieve las micro resistencias, frente a las rebeliones y
revoluciones menos frecuentes. Su teoría parece estructurarse en dos niveles o momentos. El primero traza
una línea clara entre las formas manifiestas (overt) y encubiertas (covert) de resistencia, las cuales, según
Gutmann (1993, 75), son presentadas por Scott como opuestas. Para Scott, las formas manifiestas se refieren a
acciones de masa organizadas y planificadas, mientras que las formas encubiertas refieren a formas
inorgánicas, prosaicas y casi invisibles (“arrastre de pies” o ralentización, simulación, falso respeto, hurtos,
ignorancia fingida, calumnia, incendio provocado, sabotaje, etc.) (1985, 29). El segundo nivel es derivado por el

71
autor, casi lógicamente del primero: las formas abiertas, insurreccionales, orgánicas, no solo son menos
frecuentes, sino que van en contra de un racionamiento estratégico de sobrevivencia por parte de los actores
oprimidos; de hecho, diría Scott, son menos frecuentes justamente por esa razón.

De aquí deriva el autor, que las formas encubiertas de resistencia son la única opción razonable y viable
para los explotados: “es de esta forma, y no a mediante revueltas, y menos aún mediante la pr esión
política legal” que los sectores subalternos “se han hecho sentir” (Scott 1985, 36). En un sentido
epistemológico, esto nos lleva al corolario de que es en las micro resistencias que deben buscarse los
procesos de constitución de sujetos históricos, y no en los grandes eventos, lo cual es muy pertinente para
las dinámicas de movilidad de la población migrante centroamericana en tránsito por México, como
veremos más adelante. Como ha señalado el propio Scott,

“Mi lucha no es contra las distinciones en sí mismas, sino más bien con la tendencia a asignar una mayor prioridad al
peso histórico de la organización política que a la resistencia cotidiana, una posición que, a mi juicio, malinterpreta la
base misma de la lucha económica y política llevada a cabo todos los días por las clases subordinadas -no sólo los
campesinos- en contextos represivos” (Scott 1987, 450; citado en Gutmann 1993, 77).

Esta “lucha” de Scott, es fuertemente criticada por Gutmann, para quien “la preponderancia de las formas
encubiertas de lucha pudo haber sido, en algún momento, una visión innovadora, [pero] hoy en día muy a
menudo sirve para trivializar el conflicto social” (Gutmann 1993, 75; traducción propia). Si bien la crítica de
Gutmann resulta pertinente para matizar el decidido peso que Scott otorga a las formas encubiertas de
resistencia y para recuperar el interés teórico y el rol histórico de los procesos orgánicos y revolucionarios,
desechar por completo la llamada de atención de Scott sobre la importancia de mirar lo cotidiano, y de reparar en
lo no evidente, es igualmente extremo. En este punto lo más interesante, será no enfocarse en uno otro nivel,
sino justamente en sus interrelaciones, como sugiere el propio Gutmann (1993, 76), y, sobre todo, en las
condiciones, formas y circunstancias bajo las cuales la resistencia encubierta deviene resistencia orgánica o
manifiesta, pues si bien habría que rechazar la idea de que “la situación histórica para la mayor parte de las clases
subordinadas [es una en la que] se establecen limitaciones que solo los temerarios transgredirían” (Scott 1985,
247), esto no implica que haya que estudiar tan solo la situaciones en las que los actores oprimidos, temerarios o
no, lo han hecho.

El enfoque que categoriza de forma binaria la noción de resistencia impide ver justamente lo que Gutmann
extraña: las conexiones que hay entre otra, todo el continuum, también cotidiano, donde se forjan tanto las
micro resistencias como las situaciones de rebelión o insurrección. Esto es importante para el caso de la
migración, pues si tomamos demasiado en serio a Gutmann, se podría perder de foto lo que observamos: una
situación en la que trasladarse y resistir parecen ser una misma cosa, y donde el parangón para “medir” el
grado en que dicha situación se acerca a una de resistencia encubierta o una de resistencia manifiesta, se
trasloca; podríamos incluso pensar que no resulta útil. El modelo dicotómico de Scott, así como su inclinación
por uno de los polos sobre la base del argumento de que los campesinos son demasiado inteligentes como
para arriesgarse en un caso perdido, es lo que lo lleva a rechazar el concepto de hegemonía, sosteniendo que la
experiencia diaria no brinda a los subordinados las condiciones necesarias para “penetrar y desmitificar la
ideología dominante” (Scott 1985, 317), y que “la práctica persistente de las formas cotidianas de resistencia
suscritas por una subcultura de complicidad puede lograr muchos, si no todos, los resultados buscados por los
movimientos sociales” (Scott 1987, 422)47.

47
Más bien, lo que lleva a Scott a rechazar el concepto de hegemonía es una muy mala lectura de Gramsci: según Scott,
hegemonía significa “falsa conciencia”, o la tesis de que las clases inferiores interiorizan una “ideología dominante”
72
Esta visión a la vez condescendiente y confiada en el papel histórico de los oprimidos y sus formas de micro
resistencia, no es útil para pensar América Latina, donde todos los días sabemos de víctimas que caen producto
de constantes procesos orgánicos de resistencia y movilización abierta contra los sectores dominantes. México
y Centroamérica siguen siendo claros ejemplos de esto. Pero esto no solo produce una mirada sesgada y
restringida de los procesos de resistencia a los cuales subestima al tiempo que enaltece, sino que además
“contribuye a generar malos entendidos sobre el Estado y su proceso de formación” (Gutmann 1993, 82), lo
que en conjunto genera un modelo muy conservador.

La situación de la migración de personas centroamericanas hacia Estados Unidos es una de opresión (en
algunos casos huele a esclavitud), pero también una de guerra. El aporte “everyday” de Scott es valioso, y debe
incluirse en un marco explicativo, pero es insuficiente. Gutmann plantea críticas importantes que deben
ampliarse. Pero para pensar una situación tan específica como la mencionada, habrá que volver un poco más
atrás; será indispensable consultar profundamente a Gramsci anclándolo siempre a la situación estudiada, lo
cual no es más que seguir el camino de la teoría de la praxis. La unidad intelectual y ética que propone el
filósofo italiano, parte de una concepción de la realidad que ha ido más allá del sentido común, y que se ha
convertido en una prolija concepción crítica. Resulta indispensable, como se ha argumentado, revisitar a
Gramsci para elaborar una noción de resistencia que permita, de manera más compleja, entender fenómenos
no tradicionalmente estudiados desde este enfoque, tal como la migración centroamericana hacia EE.UU.

Para Gramsci la hegemonía nunca está resuelta, sino que tiene que ser constantemente producida y
reproducida en ambos lados del espectro (consentimiento y coerción). Además, para Gramsci, la hegemonía
opera tanto en los gobernados como en los gobernantes. Esto significa que la hegemonía no es algo externo a
las clases sociales, sino más bien algo interno, algo que se vive. Así, las formas particulares en que la hegemonía
está permanentemente operando tienen que ser estudiadas, pues no se presentan de una manera definitiva,
coherente y ordenada. Esta perspectiva casi etnográfica de las condiciones de producción y reproducción de la
hegemonía y el bloque histórico, remiten a un método de análisis múltiple de las situaciones de correlación de
fuerzas en el marco de las relaciones entre la sociedad civil y la política, y entre ambas y la estructura
económica. Es en este marco que planteo mi metodología de análisis según los continuos arreglos tensados
desde el enfrentamiento de fuerzas de disposición y agencia, con la particularidad de que en este caso estamos
frente a una práctica social muy específica: la de la movilidad y la territorialización.

La perspectiva gramsciana de abordar la dominación como un arreglo entre formas de coacción y consenso que
atraviesan lo económico, lo político y lo cultural (Gramsci 1971, 175-176), y que están en constante proceso de
configuración, recuerdan la noción de devenir de Deleuze y Guattari, pues llevada al extremo borra cualquier
trazo de dualidad analítica. En este sentido, la hegemonía se vive como un devenir constante, en el que la
sumisión nunca es una condición, sino un conjunto de posiciones diferentes e históricamente contingentes que
emergen en función del enfrentamiento (en la historia) de diversas fuerzas. Las posiciones pueden cambiar, las
alianzas se pueden crear, las viejas formas de consentimiento de fabricación pueden ser disputadas e
interrumpidas.

impuesta desde arriba. No obstante, lo que Gramsci intentaba argumentar no es esto en absoluto, sino más bien que la
“hegemonía “ es un proceso dinámico de establecimiento de un equilibrio inestable que resulta configurado de manera
significativa por las acciones y reacciones de las clases subalternas. Esto es precisamente lo que, al menos en parte, tú
mismo argumentas en el apartado anterior, lo cual debería haberte llevado a enriquecer tu crítica a Scott sobre la base de
tus propios argumentos anteriores (y los de Portelli) sobre la hegemonía (aunque reconozco que está en parte presente en
tu apartado posterior de conclusiones). Asimismo, para la crítica a este aspecto de Scott te habría servido el trabajo de
Roseberry en Everyday forms of State Formation (1994, edición en español de 2002)
73
Por otra parte, al igual que la resistencia en Gramsci configura la hegemonía dándole forma, obligándola a
recomponerse constantemente, la noción de máquina de guerra es planteada por los autores franceses como
una fuerza que da forma al Estado en tanto se le opone, en tanto busca mantenerse exterior a él, evitar ser
capturada, institucionalizada, insertada en aparatos que conquistan, conducen y administran. De la misma
forma en que el equilibrio que se gesta con las situaciones de hegemonía es precario, inestable y contingente
(Gramsci 1971, 182), ni la máquina ni el aparato desaparecen nunca en su enfrentamiento, tal y como, para el
caso de la migración estudiada, ni las fuerzas de disposicionamiento reducen a las de agenciamiento, ni
viceversa. Al ser reducida, internalizada, la máquina migrante se diluye pero reemerge desde otros lugares,
desde los lugares de su paso, mantiene su devenir y sigue conjurando al Estado, resistiéndole desde una
política molecular (Deleuze y Guattari 2002 [1980], 213-238), desde una micro política de resistencia (Scott
1977). Para Gramsci, se trata de la relación que existe entre una gran política y una pequeña política.

La gran política comprende las cuestiones vinculadas con la fundación de nuevos Estados, con la lucha para la
destrucción, la defensa, la conservación de determinadas estructuras orgánicas económico-sociales. La pequeña
política, las cuestiones parciales y cotidianas que se plantean en el interior de una estructura ya establecida por las
luchas de preeminencia entre las diversas facciones de una misma clase política. Es por lo tanto gran política el tratar
de excluir la gran política del ámbito interno de la vida estatal y reducir todo a pequeña política (…). Es, por el contrario,
propio de diletantes plantear la cuestión de tal modo que todo elemento de pequeña política deba necesariamente
convertirse en cuestión de gran política, de radical reorganización del Estado” (Gramsci 1999 [1975], 20).

La lectura podría hacerse en el sentido de que Gramsci a lo que apunta con “deba necesariamente
convertirse”, no es tanto una imagen de acumulación gradual cuantitativa, sino a una cualidad de la política de
resistencia: aquella por la cual la pequeña política, las micro resistencias, las resistencias maquínicas, están
orientadas estratégicamente hacia efectos de poder cuya incidencia se registre en la gran política, en la
“transformación estructural”. La noción de devenir (Deleuze y Guattari 2002 [1980]), podría aportar la puerta
de salida (o de entrada) para pensar la resistencia como una configuración de fuerzas que en diferentes
ámbitos (económico, político, cultural) está constantemente cristalizando y disolviéndose, constituyéndose
como un “equilibrio inestable” con efectos duraderos de poder. De esta forma, heurística y
epistemológicamente, la mirada se pondría con énfasis sobre las situaciones de tensión en que devienen
diversos conflictos sociohistóricos, y no en las situaciones de prevalencia; se trata de atender a las condiciones
y circunstancias de las situaciones de tensión en que se despliegan dichos enfrentamientos de fuerzas.

Territorio migrante. Ni el espacio ni el territorio sin “cosas” que existen de manera objetiva, fuera de su
producción social, ambos son dimensiones de la vida social que surgen a partir de nuestras prácticas (de
trabajo, de movilidad, de interacción, de intercambio, de gestualidad, de simbolización, etc.). El territorio
emerge como espacio-apropiado por agencias sociales, por individuos o colectivos y sus proyecciones
subjetivas con base en sus prácticas de uso, control e identidad. El espacio emerge como dimensión de lo social
en el mundo, como situación de interacción y pugna, como producto primario de la autoconstitución de la
sociedad. Ser y estar en el mundo es producir formas de espacialidad; desplegar prácticas y representaciones
de apropiación del espacio mediante actos y enunciados subjetivamente guiados, es producir formas de
territorialidad.

Concibo mi objeto de estudio, el territorio migrante, como cuajado a partir de las prácticas de fabricación de
un conjunto de movimientos sociales que articulados definen una compleja trama de dinámicas de circulación
(de personas, cosas, mercancías, ideas, actantes, valores) las cuales condicionan y permiten procesos
migratorios. Se trata de una espacialidad producida socialmente desde diferente lugares geopolíticamente
localizados y articulados a partir de una lógica de movimiento social que podría describirse como circulatoria y
circulante. Es un territorio circulatorio (Tarrius, 2000) porque los lugares específicos de producción de su
74
espacialidad se encuentran articulados por trayectorias de movimiento social (de cosas, personas, actantes,
ideas, mercancías, etc.) que dibujan circulaciones48. Es circulante porque cada lugar específico de producción
de su espacialidad es asimismo circulación, lugar de producción de movimiento, localizaciones vibrantes en las
que se fabrican formas específicas de flujos internos, y que se reproducen a partir de estos. Dicho de otra
forma, es un territorio circulatorio porque sus lugares se articulan en un proceso de circulación más amplia de
los que forman parte, como puntos de trayectoria; es circulante porque esos mismos lugares son también
espacios en los que se producen formas de circulación internas y son a su vez producidos por estas.

Esta antropología del movimiento vuelve caducas las diferenciaciones entre movilidades y migraciones: las segundas
realizan una dimensión de las primeras, exigiendo una atención particular a las diversas dimensiones de las relaciones
entre espacios y tiempos señalados (Tarrius 2000, 48)

El albergue, por ejemplo, es un lugar en la circulación, un punto en el camino migrante, una localidad específica
de su territorio, por el que pasan incontables elementos de la producción social de la migración: personas
migrantes, defensores de derechos y trabajadores voluntarios, bienes y mercancías, actores del CO, etc. Pero
es también lugar de circulación, contiene dentro de sus límites sus propias dinámicas circulatorias. Se trata de
un territorio configurado desde dos formas de movimiento, uno que podríamos llamar traslatorio, y del cual es
un punto o momento, y otro que podríamos llamar rotatorio, y del cual es fabricante y receptáculo. Una
prenda de ropa circula el territorio migrante, puede ir desde una centro de acopio, pasando por albergues y
estaciones de la ruta, hasta terminar tirado en el desierto o utilizado en California; pero también es circulada
dentro de los lugares específicos de la circulación, como por ejemplo el albergue, dentro del cual tendrá su
propia vida social en tanto prenda, definirá trayectorias internas de circulación entre voluntarios, habitantes,
migrantes, etc., las cuales están animadas o condicionadas por relaciones específicas de poder y en torno a las
cuales emergen, igualmente, específicas formas de valor.

Por otra parte, el territorio migrante es de naturaleza doble, material y simbólica. El sustrato de este territorio
es geográfico e histórico, es localizable, registrable, analizable; está condicionado por las lógicas de lo nacional
y la transnacional pero cristaliza más allá de estas aunque sin dejar de expresar sus efectos culturales y de
poder. Los lugares del territorio migrante están articulados por prácticas y simbolizaciones cuyo raigambre no
es comunitario en el sentido local ni trasnacional, sino en un plano más difuso, entre inmediato y distante; sus
hábitos y prácticas, sus valores y labores, sus juegos de poder y de afectos, están efectivamente articulados,
imbricados en conjunto, y es por esto que pueden pensarse como territorialidad; no obstante, las
articulaciones, más que líneas o encadenamientos, operan como constelaciones disipadas, correlaciones
posibles que se mueven entre su virtualidad y su actualización. Emerge a partir de un conjunto de formas
específicas de apropiar el espacio, un espacio que hoy sabemos material y simbólico, local, nacional y
transnacional. Dichas formas tienen en común el ser parte de complejos movimientos de circulación, no solo
entre países, sino también entre mercados laborales, comunidades locales, constelaciones jurídicas, discursos
(mediáticos, políticos), dinámicas de intercambio, escenarios institucionales, etc. Se trata de dinámicas de
territorialización en diversas escalas y en torno a diferentes objetos cuyo elemento común es que participan de
un conjunto de prácticas de producción de formas de movilidad social articuladas en torno al fenómeno
migratorio, específicamente al estudiado en esta investigación. Pero el territorio migrante se compone a su vez
de arreglos espaciales con dinámicas propias, con sus propias formas de circulación e intercambio y,
necesariamente, con sus propias formas de ejercer el poder. La comunidad transnacional, la frontera, la línea

48“Estos territorios, cuando abarcan las redes definidas por las movilidades de poblaciones que tienen su estatuto de su saber-circular,
yo los nombro territorios circulatorios” (Tarrius 2000, 55).
75
del tren, el albergue; micro espacios cuyo movimiento interno y articulación conjunta conforman el objeto de
estudio de esta investigación49.

Los lugares de observación fueron tres: un albergue para migrantes, un conjunto de procesos de búsqueda de
migrantes desaparecidos y dos áreas fronterizas. El primero con un carácter geográfico más concreto, con
coordenadas más definidas aunque siempre inserto en contextos (comunitarios, simbólicos y culturales) más
amplios y atravesado por procesos y dinámicas que superan lo estrictamente situado. El segundo, más que un
lugar está constituido por diversas formas de espacialidad que son producidas por los actores en el despliegue y
realización de sus procesos de búsqueda y construcción de representaciones en torno a la figura del
desaparecido; aunque su sustancia es de carácter más procesual, también está configurado a partir de localidades
geográficamente situadas: los puntos de búsqueda en la ruta migrante (albergues, cárceles, prostíbulos, fosas
comunes, etc.), las instancias de gobierno a las que se acude para buscar información sobre el familiar
desaparecido o denunciar su ausencia, las comunidades en que viven los familiares, etc. El tercero muestra un
escenario prioritario del territorio migrante, de sus dinámicas de cruce, sorteo, vigilancia, control y evasión. Sus
lugares son circulación; cada uno de los lugares en los que el territorio migrante se localiza o es localizable da
cuenta de su movimiento. Más que puntos fijos en relación a los cuales se mueven objetos y agentes, los lugares
del territorio migrante son circulantes, fábricas cotidianas de movimiento social en las que se produce y
reproduce la migración.

Estos lugares de observación, como sospecho que ocurre en todas las formas de localidad del territorio
migrante, están articuladas (entre ellas y a lo interno de sus propias espacialidades) por dinámicas de
movilidad/inmovilidad, por formas de circulación e interrupción del tránsito o traslado de objetos, personas,
símbolos, discursos, afectos y representaciones, todos los cuales emergen en torno al proceso de producción
de dicho territorio. Desde los restos de migrantes mutilados que buscan su retorno a sus comunidades y a sus
familias por medio de las gestiones que estos realizan para su repatriación, hasta los discursos sobre los cientos
de migrantes desaparecidos en territorio mexicano que elaboran sus madres y ponen a circular en medios de
comunicación, ONGs, instancias de gobierno con el fin de producir la visibilidad de su ausencia y estrategias
para su búsqueda, pasando por la circulación de los bienes y servicios que permiten la reconstitución del
cuerpo migrante, la mayoría de los cuales se ofrecen en albergues (alimento, zapatos, facilidades de
comunicación, información para la elaboración de sus estrategias y tácticas de tránsito, etc.), o de las mismas
personas migrantes en su producción constante de la movilidad que esperan les permita llegar hasta su
destino. El territorio migrante está plagado, o más bien constituido, por espacios, agentes y relaciones de
poder que dinamizan o entorpecen estas formas de movilidad, por líneas de movilidad o formas de fronteridad
que definen una economía política del movimiento, así como una geometría social de la migración.

Uno de los dispositivos primordiales de fronteridad, específicamente en torno a lo que Kearney ha denominado
áreas fronterizas (Kearney, 2003), es decir, de las zonas marcadas por la presencia de una línea divisoria entre
estados-nación pero que son más amplias (política y culturalmente) que la línea geopolítica formal, es el
paradigma de securitización (Taureck 2006). Aunque, como veremos, la fronteridad es una cualidad socio
histórica de todo el territorio migrante, en su formación geopolítica estatal tiene como una de sus fuentes más
importantes los recientes paradigmas de securitización impulsados sobre todo por EUA mediante planes
regionales que se aplican tanto en territorio mexicano como centroamericano (Sandoval García 2015, 10-32,

49La escala de la espacialidad tal y como la entiendo en esta investigación no es ontológica sino perspectívica. Es decir, el micro espacio
no es un lugar que existe como tal, sino que es definido así desde una mirada heurística específica. Es por ello que podemos tildar de
micro espacio al albergue en relación al territorio migrante, así como podemos llamar micro espacios a los lugares de los que se
compone este mismo albergue en relación a su conjunto.
76
54-63). Producir el espacio es gobernar el espacio, y al producirlo nos autoconstituimos como seres en el espacio,
lo cual es lo mismo que decir que nos gobernamos. Es ingenuo plantear que el espacio y su producción puedan
estar libres de lo político; las formas de espacialidad que como seres humanos producimos están constituidas
desde su fibra por relaciones de poder (Sánchez 1979, Lefebvre 1991, Giménez 2001, Allen 2004, Massey 2009),
por lo que el espacio social está siempre “abierto a lo político” (Massey 2009, 17). Producir el espacio es
disputarlo, intentando calarlo con nuestras prácticas y simbolizaciones y de esta forma reconfigurarlo como
territorio, es decir, como espacio apropiado (Giménez 2001)50, reservado, fronterizado.

el territorio es una construcción consubstancial de la llegada a forma y luego a visibilidad social de un grupo, de una
comunidad o de cualquier otra colectividad cuyos miembros pueden emplear un “nosotros” que los identifique. Es
condición y expresión de un vínculo social. Adviene como momento de una negociación, entre la población concernida
y las que la rodean, que instaura continuidades en los intercambios generalizados. El territorio es memoria: es la
marcación espacial de la conciencia histórica de estar juntos. Los elementos de escansión, continuidades y
discontinuidades, contigüidades y discontigüidades de este espacio-memoria son materiales, factuales y funcionan
como referencias: tal acontecimiento, tal hombre y tal emplazamiento, reconocidos por todos. La memoria colectiva
acumula los emplazamientos-acontecimientos, referencias y constitutivos de las interminables negociaciones que
autorizan los cambios de expresión social de forma aparente. De tal manera que podríamos afirmar que la forma
territorial es incesante negociación ella misma (...) Estas poblaciones móviles, en diásporas, vagancias, nomadismos,
enganchan todos los lugares, recorridos por ellas mismas y otras reconocidas como cercanas, a una memoria de
naturaleza colectiva que, tan inmediatamente extensiva como lo son los movimientos de travesía de espacios nuevos,
designa entidades territoriales “otras”, necesariamente sobrepuestas a las locales, un tiempo o mucho tiempo. Así́ se
encuentran federados etapas y recorridos, soportes a las múltiples redes de intercambios y condiciones de la incesante
movilización para dejar circular hombres, materias e ideas (…) no confiere ninguna indigeneidad, aún si proporciona
competencia: es espacio-tiempo de la transición-mundialización, es intermediario, nueva instancia integradora de las
sociabilidades más cosmopolitas (Tarrius 2000, 54-56, 64).

Pero no se trata de un territorio cuya circulación sea unívoca y predeterminada, un territorio de dirección única
y cuyo único sentido sea la generación de valor o de trabajo flexible, se trata de un territorio plagado de líneas
de fuga, de trayectorias diversas que incluso de van definiendo sobre la marcha. En este sentido presentan uno
de los rasgos centrales del espacio según Doreen Massey, la multiplicidad, “el espacio es la dimensión de la
multiplicidad. Si el tiempo es la dimensión de la sucesión, del desarrollo o del devenir en el sentido de Bergson,
el espacio es la dimensión de la existencia coetánea de una multitud de cosas, de la simultaneidad de un
abanico de trayectorias” (Massey 2012, 10).

1.4 Síntesis del contenido de los capítulos.

En el segundo capítulo presento un conjunto de referentes etnográficos en torno a las condiciones en que
muchas personas deciden o se ven obligadas a migrar en el contexto hondureño. Procurando mantener la doble
mirada a la estructura y a la agencia, realizo un balance de ambos conjuntos de factores: los que sobre
determinan situaciones de expulsión, y los que emergen como líneas de fuga dentro de los agenciamientos
sociales. Como corolario se muestra que en el actual contexto hondureño, las formas de agenciamiento social se

50Según Gilberto Giménez se entiende por territorio el espacio apropiado y valorizado por un grupo social para asegurar su
reproducción y la satisfacción de sus necesidades vitales [materiales o simbólicas]. Se trata de un concepto multiescalar que puede ser
aprehendido en diferentes niveles de la escala geográfica (2001, 5). Para un repaso exahustivo de las conceptualizaciones de territorio
desde diferentes disciplinas científicas, cfr. (Haesbaert 2011, 31-83).
77
encuentran más determinadas por las condiciones estructurales que a la inversa, corroborando en parte la tesis
de Marx51.

Posteriormente, presento una etnografía de la frontera Honduras-Guatemala poniendo énfasis en las


dinámicas y mecanismos de securitización/fronterización por un lado y de sorteo/evasión por otro,
manteniendo la doble mirada estructura-agencia. Se describen y analizan las dinámicas de movilidad que se
producen en torno al área fronteriza a partir de estas determinaciones (vigilancia, control, clasificación, fuga,
evasión), y sobre la base de la combinación del análisis espacial y el análisis de la generación y circulación de
valor (y en menor medida del enfoque micro político), presento las primeras referencias a las formas de
extracción de valor y captura de renta que desde mecanismos criminales, estatales y delictivos operan en la
frontera.

Por ultimo, propongo un análisis de la ley de migración mexicana y sus antecedentes (ley general de población)
poniendo énfasis en las formas de representación del migrante, así como la paradoja que surge de la presencia
de un fuerte discurso de DD.HH. por un lado, y un imaginario de seguridad nacional por otro. Asimismo,
presento las más recientes tendencias en torno a los principales indicadores de migración “irregular” de
personas centroamericanas por México. El acápite busca introducir algunos elementos que permitan
comprender las forma en que el discurso estatal representa y clasifica a las personas migrantes que en los
siguientes capítulos estarán en el centro del análisis.

En el tercer capítulo inicio con una suerte de “crónica” en torno a la experiencia cotidiana de habitar el
albergue; el contenido del acápite es empírico aunque su composición no lo sea del todo. Se trata de un
ejercicio narrativo de “patchwork”, un día ficticio compuesto de eventos reales registrados en mi diario de
campo y seleccionados para dar forma a un conjunto-collage. En él busco presentar una experiencia de
espacio-tiempo, la vertiginosidad del “ritmo de vida” de un día en un albergue para migrantes visto desde los
ojos de uno de sus voluntarios, las diversas situaciones, problemas, conflictos, emergencias y necesidades que
podían aparecer en cualquier momento, y que efectivamente aparecieron en algún punto de mi estancia en la
casa. La idea es presentar los puntos centrales del análisis espacial y micro político que realizaré a través del
capítulo.

Posteriormente presento el análisis micro político y espacial en torno a las formas de ejercicio del poder,
construcción normativa, mediaciones de la autoridad y control del espacio. Las relaciones de disputa, pugna,
tensión y conflicto, pero también de solidaridad, complicidad, apoyo mutuo y soporte que se dan entre quienes
lo habitan como parte de los procesos de producción de su espacialidad. En último término, las complejas
relaciones de poder que constituyen al albergue convergen en un mismo punto: su configuración como
territorio, es decir, como espacio apropiado, urdido desde las prácticas materiales y simbólicas de quienes lo
habitan y hacen uso de él. Se articula con otros capítulos (2y5) por medio del concepto de fronteridad, la
presentación de ciertas formas específicas de generación de valor y el análisis (micro) espacial en torno a las
formas de movilidad/inmovilidad dentro del albergue.

En tercer lugar, muestro los rasgos de lo que denomino “la comunidad albergada”, el perfil del colectivo social
que emerge como producto de las prácticas de habitar el albergue, incluye las pautas de relacionamiento y
sociabilidad, así como los juegos de poder de los habitantes y la movilización de recursos en torno al albergue y
sus servicios, las formas de intercambio y circulación que surgen entre sus habitantes. Se inicia con una breve

51“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidos por ellos mismos, sino bajo
aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado” (Marx, El 18 Brumario de
Luís Bonaparte, 2003 [1852], 10).
78
discusión en relación a las nociones de comunidad local y comunidad transnacional como forma de introducir los
elementos específicos de la comunidad albergada. Posteriormente exploro tres dinámicas en torno a las cuales
cristaliza, aunque de manera transitoria, dicha comunidad: las actividades de fabricidad y producción del espacio
que surgen como parte de las dinámicas de trabajo colectivo que se daban cotidianamente en el albergue; las
formas en las que dicho trabajo era complementado por formas autónomas o autogestionadas de producción e
intercambio entre la población albergada; la manera en que ambas dinámicas, el trabajo colectivo y las formas de
emprendimiento e intercambio, podían ser capturadas por un afuera cuyo objetivo era desviar las formas de valor
generadas a partir de la presencia y operación dentro del albergue de actores del crimen organizado y la
delincuencia local.

Finalmente, presento los mecanismos de reconstitución del cuerpo migrante, las formas en que el espacio del
albergue contribuye a la recomposición de las fuerzas de traslado como formas de trabajo de la población
migrante, y por tanto su papel más amplio en la producción de las trayectorias de movilidad migratoria y, más
allá, de la cartografía del territorio migrante. Alimento, abrigo, ocio, formación, son prácticas de reconstitución
que se aportan como formas de trabajo voluntario que contribuyen a la reconstitución del cuerpo migrante de
cara a sus traslados y formas de movilidad. En capítulo cuatro, empiezo por mostrar las formas de representar
la figura del desaparecido en el discurso estatal-oficial y en el discurso de las madres. En el primer caso se
recurre a estadísticas, figuras jurídicas y la cartografía oficial de la desaparición en México (más amplia que la
desaparición de migrantes, pues es difícil su separación). En el segundo caso se parte de la premisa de que el
lugar del desaparecido es la memoria, y desde ahí se reconstruyen las representaciones que las madres
producen sobre sus hijos. El acápite permite vislumbrar las representaciones de desaparecido que se ponen a
circular socialmente por medio de discursos que prefiguran formas muy específicas de ausencia-presencia del
cuerpo-persona, asociadas a las cuales hay también una compleja trama de movilidad simbólica y generación
de valor.

Luego presento una etnografía de un comité de familiares de migrantes desaparecidos, el COFAMIPRO, con
sede en la ciudad de El Progreso, Honduras. Inicio con una crónica de la celebración del día de las madres en el
comité, lo cual me permite introducir las principales dinámicas de funcionamiento de la organización, sus
relaciones sociales y de poder, así como ciertas vetas de las representaciones que colectivamente realizan en
torno a las figuras de “madre” y “maternidad”. Continuo con la historia del comité, desde que inician como un
“lugar de dolor” y como se van reconfigurando en un “lugar de voluntad”, las prácticas de incidencia política y
contestación estatal, las primeras caravanas de búsqueda y la proyección internacional del comité en el mundo
de las ONGs. Luego realizo una mirada a la micro política del comité a partir de una etnografía de su junta
directiva, las relaciones de poder, los conflictos internos que emergen y marcan la producción de este espacio
central en la producción de una de las figuras de cuerpo más emblemáticas del territorio migrante: el
desaparecido. Finalmente presento los mecanismos y procesos internos de formación y atención psicosocial
que están en la base de la producción de un colectivo que constantemente está transitando del dolor a la
voluntad, del “duelo suspendido” a la incidencia, la contestación y la búsqueda.

El el último capítulo inicio con una etnografía de la frontera México-Guatemala a partir de datos registrados en
torno a los principales puntos de cruce regular e irregular en esta. Igual que en el acápite 2.2 pongo énfasis en las
dinámicas y mecanismos de securitización y fronteridad por un lado, y de sorteo y evasión por otro. Siempre
desde un análisis espacial, se incluyen referencias a las formas de extracción de valor y captura de renta desde
mecanismos criminales, estatales y delictivos, así como a las prácticas desde las que se configura un “régimen” o
“área fronteriza” que trasciende la línea divisoria. En segundo lugar, presento una mirada a ciertas formas
específicas de circulación de los cuerpos migrantes asociadas a procesos de retorno o repatriación de personas

79
fallecidas en el territorio migrante, una en el desierto de EUA (abandonada por su coyote) y el otro en el norte de
México (en una masacre realizada por el crimen organizado). En el primer caso, los datos etnográficos fueron
obtenidos a partir de la observación participante del proceso de repatriación desde el momento en que el cuerpo
llega hasta el aeropuerto hasta que regresa a la casa de sus familiares. En el segundo caso los datos surgen de los
testimonios de los familiares de la persona asesinada y repatriada por autoridades mexicanas, mostrando una
práctica tristemente común en el territorio migrante: la repatriación de restos que no corresponden al cuerpo de
la persona fallecida. En ambos casos se analizan las prácticas y representaciones de los familiares en torno a las
condiciones del retorno, así como los efectos simbólicos y emocionales que tiene el retorno del cuerpo.

Para finalizar, incluyo una etnografía de un proceso que tuve la oportunidad de acompañar, por medio del cual
un grupo de familiares de víctimas fue transitando hasta reconfigurarse como una organización social. Son los
familiares de las víctimas de la masacre de Cadereyta (2012). Inicio, con las formas de representación que
hacen las madres de sus hijos, analizando las figuras de “víctima” que se construyen individual y
colectivamente, las cuales se pondrán a circular posteriormente como parte de prácticas de contestación al
estado y incidencia política. Posteriormente reconstruyo y analizo la masacre de Cadereyta a partir de las
percepciones de las familiares de las víctimas, así como el proceso de organización por medio del cual, como en
el caso del COFAMIPRO, pasan del “lugar del dolor” al “lugar de la voluntad” y emergen como comité de
familiares de migrantes. Por último, describo y analizo las prácticas de incidencia y contestación al estado por
medio de las cuales el grupo de familiares “produce” el retorno de los restos de sus hijos, lo cual es una
ventana al estado en una de sus caras concretas y cotidianas; de lo que se trata es de las estrategias y acciones
que desarrolla el grupo para poner a circular los cuerpos de sus familiares masacrados de forma que concluyan
la última etapa en su trayectoria por el territorio migrante, producir su regreso a “casa”, su entierro y el inicio
del duelo.

80
2. Circular el territorio migrante II. Salir del triángulo.

La tendencia a abordar los procesos migratorios como producto de condiciones estructurales y de mecanismos
de ajuste global de mercados laborales y flujos de capital (Portes y Böröccz 1998, Canales y Zlolniski 2000,
Portes 2007, Morales Gamboa 2008, Delgado Wise y Márquez Covarrubias 2009, Morales, Wing-Ching y
Villafuerte 2010, Cordero Díaz y Figueroa Ibarra 2011) que obligan a la gente a dejar sus países buscando
circunstancias vitales distintas (mejores) de las que hay en su lugar de origen, suele dejar poco espacio para
pensar el acto de irse, de salir, como parte de la realización de estrategias de fuga, adaptación y sobrevivencia
cuya forma y contenido responde asimismo a la capacidad creativa y a la agencia de un conjunto diverso de
poblaciones animadas por condiciones que son también variables.

Cuando desde muchos de los trabajos sobre migraciones se le asigna, analíticamente, un elemento creativo o
de agencia a estas formas de movilidad, es casi siempre colocado en el lugar de la reacción. Es decir, se parte
de que las estrategias que la gente que migra elabora para hacerlo, son siempre reacciones a condiciones
estructurales que determinan sus decisiones, y por lo tanto estarían sobre determinadas52 por estas. En un
sentido genético es difícil refutar esta premisa, ciertamente nadie se va de su casa a vivir un camino de peligros
y un destino de explotación, a menos que esa opción parezca más conveniente que la de quedarse. Pero la
migración es más que el acto de irse. La siguiente cita es un ejemplo de esa visión que contempla únicamente la
dimensión estructural en los procesos migratorios:

Factores socio estructurales en México y Centroamérica están obligando a poblaciones enteras a salir de sus casas en
busca de resguardo físico y seguridad económica (…) sostenemos que la pobreza extrema, la inestabilidad política, las
políticas neoliberales y la violencia juegan también roles (…) en estimular la emigración en ambas regiones (...) Durante

52La noción de “sobre determinación” es de Helio Gallardo (2013 y 2006), y es empleada para hacer referencia a los efectos de las
condiciones estructurales del capitalismo en la vida social y el actuar de los actores sociales y económicos; se retrotrae a la idea de
condicionamiento histórico que plantea Marx desde el 18 Brumario de Luís Bonaparte, donde sentencia que “Los hombres hacen su
propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidos por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con
que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas” (Marx 2003 [1852]).
81
su viaje por México, guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y otras personas que viajan por rutas y medios
irregulares se enfrentan a severos peligros conforme transitan hacia el norte, muchos de ellos amontonándose encima
de tambaleantes trenes de carga o navegando entre el crimen organizado (Reineke y Martínez, Migrant Deaths in the
Americas 2014, 46; traducción propia).

Estos “factores socio estructurales” (expresión de fuerzas que conceptualizo como de disposicionamiento) han
sido retomados en muchos estudios sobre migración a partir de la conceptualización que propone Harvey en
relación a mecanismos de ajuste espacio-temporal53 (Harvey 1998 y 2004). Sobre esta noción se ha hablado
entonces de formas de ajuste de mercados laborales (Segovia 2004, Morales, Wing-Ching y Villafuerte 2010),
de capital financiero, de estructuras productivas (Morales 2007) e incluso de estructuras poblacionales y
comunitarias (Glick Schiller, Basch y Blanc-Szanton 1992).

Algunas de estas perspectivas, además, van en la línea de contribuir a un marco de interpretación global “que
pueda franquear el hiato entre el cambio cultural y la dinámica de la economía política” (Harvey 1998, 236),
como táctica para abordar la compleja composición de prácticas sociales de producción, circulación y consumo,
así como los mercados laborales flexibles que se configuran en torno a estas. Se trata de confeccionar un nuevo
lente que permita capturar las temporalidades y espacialidades diferenciadas (Sassen 2000) que el nuevo
complejo capitalista de la globalización avanzada imprime a la experiencia humana.

No obstante, el agenciamiento de las estrategias migratorias como parte de respuestas o formas de adaptación
a condiciones estructurales, es más amplio que el momento de la salida del hogar y es más complejo que la
imagen de un “montón” de gente apilada en medios de transporte o recorriendo como autómatas una ruta u
otra. Desde la salida y durante el tránsito, en los períodos de inmovilidad y en los regresos, la necesidad de
enfrentar constantes decisiones (pequeñas o grandes) que van marcando la trayectoria, es permanente.

El tránsito por el territorio migrante es más complejo que una circulación fluida de desposeídos o el traslado
de grandes masas del ejército industrial de reserva impulsados las por fuerzas externas de los mercados
laborales globales, canalizados, conducidos por vías preestablecidas, administrados por violencias. Más que
un movimiento redondo es una circulación de circulaciones, cada lugar del circuito es en sí mismo una
compleja maraña de sentidos y direcciones, un conjunto constante de movimientos de salida, un complejo
entramado de líneas de fuga, sorteos, evasiones, regresos, pausas, detrás de las cuales hay influjo de fuerzas
de agencia y determinaciones estructurales.

Ciertamente irse, así en sentido reflexivo, viene dado de una decisión sobre-determinada por condiciones
más amplias, pero seguirse yendo (así como la forma que toma esa continuidad) son prácticas generadas
por otro tipo de fuerzas, aquellas que se enfrentan a la sobre determinación y que al hacerlo la resisten. Es
frente a la necesidad de comprender estas fuerzas de agencia que una etnografía del tránsito puede
aportar datos empíricos para un marco de análisis que vaya más allá (o más acá) de la mirada global a los
mecanismos de ajuste, y que apunte a delinear los rasgos principales de la “política de la movilidad”
(Massey 1993) que subyace a las dinámicas migratorias en sus experiencias más cotidianas, y cuyo devenir
no solo se expresa en términos de los grandes conjuntos, sino que emerge también como una micro
política y una micro movilidad.

En la introducción mencioné que el territorio migrante emerge tanto a partir de dinámicas circulatorias como
de dinámicas circulantes, siendo que las primeras se refieren a las formas de traslación y movilidad del
territorio migrante en un sentido más global, en términos de la cartografía más general que dibuja este

53Harvey utiliza la noción de mecanismo de ajuste espacio-temporal como “una metáfora de las soluciones a las crisis capitalistas a
través del aplazamiento temporal y la expansión geográfica” (2004, 102).
82
territorio, mientras que las segundas se refieren a las localizaciones concretas de este (unidad doméstica en
país de origen, área fronteriza, albergue, retén, etc.), así como a las dinámicas internas de circulación y
movilidad de las que están fabricadas sus formas espaciales. Son precisamente estas localizaciones del
territorio migrante las que abren una ventana etnográfica al devenir cotidiano de los arreglos de fuerzas de
disposicionamiento y de agenciamiento que están en constante enfrentamiento; son lugares en los que se
expresa el traslape local-global (Sassen 2000) que nos permite una mirada que articule estructura y agencia.

Esta mirada implica incorporar referentes específicos sobre el lugar social (Bourdieu 1998, 2000 y 2007) de las
personas migrantes, su disposición dentro del campo que habitan así como los rasgos particulares que las
diferencian (en términos de clase, género, etnia, rasgos culturales, etc.) y que marcan la específica
configuración de la geometría de poder que gobierna sus prácticas de movilidad (Massey 1993(b)) y de
territorialización (Haesbaert 2011). En la descripción sobre la producción del espacio asociada a la activación
de estos mecanismos de ajuste, Harvey habla de la “organización de nuevas divisiones territoriales de trabajo,
la apertura de nuevos y más baratos complejos de recursos, de nuevos espacios dinámicos de acumulación de
capital” que ante los excedentes de fuerza de trabajo “que no pueden ser absorbidos internamente” (2004),
reubica su lugar social.

Dicho de otra forma, estos mecanismos de ajuste disponen a las masas trabajadoras en otro lugar a fin de
“encontrar un nuevo terreno para su realización rentable y no ser devaluados” (Harvey 2004, 4),
configurando así campos económicos (Bourdieu 2000) que se despliegan, en parte, como nuevos mercados
transnacionales de trabajo (Jiménez 2010). Sin embargo, la descripción carece por completo de una mirada
desde la contribución que hacen las personas que migran a la forma en que es producido el espacio social de
estos campos. Doreen Massey ha llamado ya la atención en relación a que este enfoque adolece de precisión
sobre los referentes sociales específicos de las personas migrantes a los que me referí antes, que para ella lo
que muestran es

una diferenciación social altamente compleja (...) Las formas en que la gente es insertada en y colocada dentro de la
“compresión espacio-tiempo” son altamente complicadas y extremadamente variadas. Es necesario pensar con un
poco más de profundidad conceptual y un poco más de rigor analítico, exactamente cómo es que son diferenciadas
estas posiciones (Massey, Power-Geometry and a Progressive Sense of Place 1993(b), 62; traducción propia, énfasis
en el original).

En el presente capítulo busco mostrar etnográficamente los arreglos micro sociales de estos juegos de
fuerzas, las que condicionan estructuralmente las dinámicas migratorias y las que las impulsan y realizan
desde movimientos más pedestres, cotidianos y situados. Según Cordero y Figueroa, los “avances” de los
estudios sobre migración internacional “permiten proponer como unidad de análisis un circuito de
transmigración multisituado que por lo menos tiene tres grandes momentos espacio-temporales
aprehensibles: la salida, el tránsito y la llegada” (Cordero Díaz y Figueroa Ibarra 2011, 133). Más allá de la
visión un tanto segmentaria de las autoras, la noción de “circuito de transmigración multisituado” y sus
“momentos espacio-temporales” me permiten engarzar con la noción de mecanismos de ajuste estructural
por un lado, así como con mi concepto de territorio migrante por el otro.

Así que en lo que sigue voy a enfocarme en dos áreas del territorio migrante: la que está definida por las
condiciones y movimientos de salida, y aquella que surge en torno a la presencia y efectos de frontera. La
primera como concreción de la dialéctica entre condiciones de expulsión y estrategias de fuga, y la segunda
como expresión del enfrentamiento entre dispositivos de securitización y tácticas de sorteo y evasión que se
dan el tránsito. Ambos lugares de observación y reflexión etnográfica dan cuenta de áreas o zonas
específicas de un territorio migrante más amplio (del “circuito de transmigración multisituado”), y ambos
83
presentan también los efectos de la operación de los mecanismos estructurales de ajuste espacio-temporal
propios de las medidas de corrección del capitalismo global.

En el primer acápite presento la primera de estas áreas, marcada por las condiciones de expulsión y fuga;
recupero algunas historias que muestran los efectos cotidianos de los factores socio estructurales y sus
ajustes, así como las estrategias que se elaboran, tanto a nivel individual como familiar, para enfrentarlas. En
el segundo presento una descripción de algunas localizaciones del área fronteriza del sur de México: la línea
(entre países), los puntos (de cruce), el retén, el monte… Apuntando a extraer los principales referentes
etnográficos de interés para este trabajo. Finalmente, desde un enfoque más general, en el tercer acápite
realizo un análisis del discurso jurídico y el marco legal que condicionan en México estas dinámicas de
tránsito, así una descripción más bien sociológica en relación a las principales tendencias de flujo. La
intención es permitir un contrapunteo entre el dato etnográfico y el dato sociológico.

2.1 Balas y baleadas54. Condiciones de expulsión y fuga55

Le pregunto por qué tanta gente de Honduras se va para allá,


“…es que aquí está cabrón compa… allá está cabrón, pero aquí está más cabrón”

Daniel, taxista de El Progreso, Honduras.

La gente se va porque no hay trabajo, una persona de 30 años ya no le quieren dar trabajo y fíjese que nosotros "las viejas", como
decimos, tenemos más agallas que los jóvenes, porque no nos emborrachamos, no fumamos… ¡y ya no nos dan trabajo!, como que si no
comiéramos. Nuestros hijos es por la violencia, la falta de empleo y no hay seguridad acá en el país, no hay seguridad, las extorsiones, el
impuesto de guerra... Si a usted ya le miran un buen negocito le van a pedir impuesto de guerra, y cuando no lo paga a usted lo matan.
Miriam Chacón, integrante de COFAMIPRO 25-4-14

Don Alberto es un salvadoreño de cuarenta y tres años, lo conocí en setiembre de 2014 en el albergue para
migrantes “La 72” en Tenosique, Tabasco, donde me correspondió entrevistarlo para el ingreso a la casa56. Para
ese momento había subido ya “más de seis veces” y en cada una había sido deportado. La última vez fue en
2002 luego de que se separó de su esposa, estuvo siete años viviendo en Memphis pero lo “agarraron
manejando”. Hace un año volvió a intentarlo, esta vez con Orlando su hijo mayor, pero como no tenían quién
“los ayudara”, se regresaron. Por “ayuda” don Alberto se refiera al pago de USD$2000-3000 que hacen los
familiares en EUA para “el brinco” (García Vázquez, Gaxiola Baqueiro y Guajardo Díaz 2007, Izcara Palacios
2014), lo cual es frecuente en el caso de migrantes pobres como don Alberto, los que salen sin nada y “en
carrera”, y van juntando y gastando el dinero mientras caminan. Siempre que viajó a EUA fue para buscar
trabajo, pero ahora lo hace por un motivo distinto: acompañar a su hijo Marcos, de 17 años, en su huida de las
maras de su colonia que intentan reclutarlo. Junto a Leidy, su cuñada, don Alberto va con la misión de llegar lo
más lejos posible de El Salvador.

54Plato típico hondureño, preparado con tortilla de trigo, frijoles refritos y alguna proteína como huevo, pollo o carne roja.
55Para una mirada a las condiciones de expulsión a principios de este siglo en Honduras, ver Pastoral Social / Cáritas 2003 (77-100). Además
de un análisis sobre condiciones de carácter estructural, la investigación incluye testimonios muy interesantes de migrantes en tránsito.

56 Las identidades de todas las personas de este caso han sido protegidas.
84
A Orlando, el hermano mayor de Marcos, lo habían desaparecido hacía apenas dos semanas, sospechaban que lo
habían matado junto a otro muchacho del barrio que también desapareció por las mismas fechas. Ambos habían
sido reclutados por los pandilleros de la colonia y se habían negado. “Llegó a la casa pidiéndome ayuda para ver si
lo sacaba del país porque tenía problemas con las pandillas” me dice don Alberto, intentó hipotecar la casa para
pagar el viaje, pero como la tenía a nombre de su madre, “no me la dio” dice con una sonrisa triste, “me dijo que
si la hipotecaba la iba a perder”. Después de unos días Orlando le dijo que ya no se preocupara, que el problema
se había arreglado, y que lo único que necesitaba era un dinero para sacar la licencia porque le habían ofrecido
trabajo de motorista. Don Alberto pidió prestado y le dio el dinero. Al mes lo desaparecieron. Días después
empezaron a reclutar a Marcos quien también se negó y hasta se fue de la colonia, pero la pandilla lo ubicó y
siguió insistiendo. Ya cuando empezaron a hostigar a don Alberto toda la familia decidió que tenían que irse. La
tía de Marcos se ofreció a acompañarlos; además de que estaba desempleada su hermana se lo pidió, “para que
le cuidara al niño”.

Después de que me lo desaparecieron a él, me comunicaron a mí… porque yo iba a la colonia de él a ver en qué podía
ayudar y buscarlo, y ahí fue como que les caí mal a los pandilleros también, ellos me conocen a mí por medio de mi
hijo… entonces creo que sentían que yo los miraba como sospechosos. Después me dijo otro amigo que sí me andaban
buscando para hacerme daño. La mamá de ellos se quedó allá para ver si lo encontraba, vivo o muerto porque como a
veces pasa el tiempo y los encuentran nada más así… las osamentas, entonces para checar si son ellos les hacen un
ADN, y por esa razón se quedó la mamá. Así fue que decidimos tomar este camino a ver qué… o pedir refugio aquí en
México. Regresar al país sería un problema porque yo pienso que también perderíamos la vida [Don Alberto, entrevista
personal, 26-9-14].

Como suele ocurrir, las condiciones de posibilidad de la salida de las personas migrantes están dadas por un
agenciamiento colectivo que involucra a buena parte de la familia (Sandoval Forero, Román Reyes y Salas
Alfaro 2013), solo que en este caso no es tanto para conseguir los recursos necesarios para la partida y al
menos una parte del tránsito, sino para producir una huida y una búsqueda. El padre y la tía se encargan de
acompañar al menor de edad que está amenazado, mientras la madre se queda encargada de la unidad
doméstica y del proceso de búsqueda del hijo que está desaparecido. Por otra parte, las condiciones de
expulsión muestran la operación de un mecanismo de captura de mano de obra por parte de las pandillas muy
semejante al que han establecido algunos carteles del narcotráfico en la frontera norte mexicana (Izcara
Palacios 2016), y que expresan los efectos de las fuerzas de disposicionamiento de las que he hablado antes,
específicamente en términos de la realización de métodos de aprovechamiento de fuerza de trabajo ociosa o
subempleada, a la que se reingresa a circuitos de generación de valor y capitalización de mano de obra forzada y
explotada, reubicándola o recolocándola (Bourdieu 2000) socialmente en el entramado de mercados laborales y
estructuras productivas criminales.

Al día siguiente de su llegada al albergue ya empiezan a sentirse inquietos, según Leidy les empezaba a dar pena
estar “mucho tiempo”, decía que sentían que “estorbaban” a pesar de que les habíamos insistido en que si
iniciaban el trámite de refugio podían estar el tiempo que necesitaran, y que incluso había personas que llevaban
meses en la casa. Pero lo que más les pesaba era no conseguir trabajo, “a mí me ofrecieron de chalán de
construcción” me contó una tarde don Alberto, “y me pagaban MX$150 al día pero no pude aceptar porque venía
mal de la caminada, traía los pies llagados pero ahora estoy mejor, voy a ir a buscar al patrón a ver si me
contrata”57. Leidy, risueña y alegre, se jactaba de ser “muy trabajadora”, decía que le encantaba sembrar y
cosechar y que “hasta en monte y en milpa le trabajo, viera que buena soy p´ volar machete”, “si me dieran
permiso todito ese monte se lo bajo en un día” nos decía señalando el lote que estaba justo frente a la casa.

57Como veremos en el capítulo 3, el papel del albergue en la reconstitución del cuerpo migrante es central en la producción y
reproducción de las dinámicas migratorias, y tiene como efectos la regeneración de las fuerzas de tránsito, pero también de las fuerzas
productivas para la inserción en mercados laborales locales.
85
Realmente el caso de don Alberto y su familia constituye, dentro de lo que Massey llama la geometría de poder
que subyace a la política de la movilidad, un perfil muy específico de migrante, cuyo lugar social estaba marcado
por referentes de precariedad, exclusión y riesgo; una de las historias más dramáticas que escuché durante
toda mi estancia. Además, la imperiosa necesidad que sentían de “ponerse a trabajar” muestra también los
efectos de las fuerzas de disposicionamiento que los empujan a insertarse en mercados laborales durante el
tránsito, dado que recae sobre ellos el efecto imperioso de tener que mantener los flujos de provisión a la
unidad doméstica en el país de origen, pero también de las que forman parte de sus propias estrategias de
movilidad y tránsito, así como la reproducción de la unidad doméstica en función de mantener activa la
economía reproductiva sobre la que se asentaba, en última instancia todo su agenciamiento migrante.

Luego de asesorarse con varios voluntarios y platicar con habitantes del albergue que llevaban procesos con la
Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) decidieron solicitar el refugio. Don Alberto me pidió que
hable con fray Tomás, el director de La 72, para pedirle consejo pues además de iniciar el trámite también
quería “mandar a traer” a su esposa y sus otros hijos, la familia que formó luego de que se separó de la mamá
de Marcos y Orlando. Pero al cabo de una semana sus ánimos decayeron, “busco y busco trabajo y no
encuentro nada” me decía frustrado pues a pesar de encontrarse lejos seguía siendo la única fuente de ingreso
y sostén de su familia (Merla 2014). Ya habían iniciado el trámite y hasta llevaban un par de firmas, pero la
ansiedad de don Alberto crecía. Para principios de octubre, casi tres semanas después de su llegada al
albergue, empezaba a reconsiderar sus planes de quedarse y continuar con el trámite, “creo que mejor me
regreso a El Salvador a trabajar”, decía.

La situación se complicó todavía más cuando a principios de octubre su hijo se enojó con él. Don Alberto se
había enterado que la hermana menor de Marcos, su hija, estaba “de novia” con el ex de su madre, la ex
esposa de Alberto, y que además estaban viviendo los tres juntos desde hacía unas semanas. “Eso no está
bien”, me decía Alberto moviendo la cabeza y me citaba un verso de la biblia, “y como yo lo desapruebo
entonces Marcos se enojó conmigo”; le recordaba que él ya no vivía con ellos y que ese no era asunto suyo.
Pero su papá estaba preocupado por más que eso, “cambió mucho aquí” me decía, “por las juntas, ya ni me
habla”. Vemos como la imposibilidad de insertarse en el mercado laboral local así como los conflictos propios
de la economía emocional familiar, van marcando las condiciones de factibilidad de la estrategia migratoria y
modificándola.

Un par de días después ya don Alberto se había decidido, “me regreso, solo acompaño a Marcos y a mi cuñada
a que terminen de arreglar sus papeles para que sigan ellos para arriba, y luego me regreso”. Pero no pasó
tanto tiempo, tres días después, aprovechando el viaje de regreso a Guatemala que hizo un grupo de religiosos
de la parroquia de Petén luego de una visita al albergue, don Alberto decidió irse. Entre triste y asustado lo
recuerdo montándose en “la paila58” del pick up de los chapines sin despedirse de su hijo ni de su cuñada.
Antes de irse nos dimos la mano y me dijo que el plan era “llegar a Petén y de ahí buscar la forma de irse hasta
El Salvador”; no pude evitar preguntarle si no creía que era riesgoso lo que hacía, quizás tratando de disuadirlo,
“¡como no!”, me dijo, “pero le vamos a pedir al señor para que todo esté bien”.

El caso de don Alberto muestra una de las tendencias crecientes en términos de las causas y condiciones en las
que cientos de miles de personas del llamado “triángulo norte” de CA están dejando sus países buscando EUA y
México (Dudley 2010, CIDEHUM 2012, Flores Fonseca 2012). La violencia asociada a los mecanismos de
reclutamiento de las maras y a sus prácticas de extorsión y cobros de “renta” ha venido creciendo (Farah 2012,
Sampó 2013) hasta casi equipararse, y en algunos casos superar, las causas tradicionales de la migración como

58 Cajón.
86
el desempleo, la precariedad y la reunificación familiar. Sally Valladares, especialista en violencia y derechos
humanos del del Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (CIPRODEH), lo planteó de la
siguiente forma durante una entrevista que sostuvimos, “antes se decía que la migración de hondureños era
una migración económica, nos encasillaban como migrantes económicos y no se encontraban razones para un
perfil de persecución”, pero actualmente, decía, es evidente que el país vive una situación de “desplazamiento
forzoso” [Licda. Valladares, CIPRODEH, entrevista personal, 12-6-14]. Sin embargo, esto no debe evitar identificar
que esas causas de desplazamiento son a su vez efectos de las condiciones de desestructuración del tejido social,
producto tanto de las políticas neoliberales (Robinson 2003, Segovia 2004) como de las políticas de guerra contra
las pandillas (CIDAI 2003, UCA 2003, FESPAD 2004, ICCPG 2004, Martínez 2004, Aguilar 2006, Thale 2006, INCEP
2007).

El caso además muestra las difíciles condiciones en que las personas que huyen deben agenciarse el tránsito y
la permanencia en México; falta de empleo temporal, rechazo o dilación en las solicitudes de refugio sobre las
que además existe una gran incertidumbre, presión de las familias en los países de origen por la ausencia del
proveedor, tensiones y conflictos entre el grupo que migra… son solo algunas de las circunstancias que
provocan que muchas personas deban modificar sus estrategias y volver a sus países y colonias poniendo en
riesgo sus vidas, y eso olvidándonos por completo de la deportación, una de las principales causas por las que
personas amenazadas terminan perdiendo la vida en sus colonias de origen59. Durante mi estancia en el
albergue La 72 y Jesús el Buen Pastor, en Tenosique y Tapachula respectivamente, pude constatar la gran
cantidad de personas que inician un trámite de solicitud de refugio y al cabo de unos meses son rechazadas
debiendo regresar a las mismas circunstancias de las que huían al llegar a México, y habiendo perdido la
inversión que muy probablemente hizo toda la familia al optar por esta estrategia para enfrentar el riesgo.

Si bien es común que las personas migrantes en tránsito por México mencionen la pobreza y el desempleo
como causas para salir de su país, sobre todo para el caso de Honduras es cada vez más frecuente, al menos en
mi experiencia, que señalen la violencia, las extorsiones y las amenazas como factores disparadores (Farah
2012, (Sampó 2013, REDODEM 2014, Notess 2014). La opción de “irse” ha estado presente en las familias
pobres centroamericanas, urbanas y rurales, desde hace muchos años, pero es hasta ahora que la opcionalidad
se ve rebasada por la necesidad, mucho más apremiante, de conservar la vida antes que de mejorarla. La idea
de “sueño americano” acumulada en los imaginarios precarizados de la región, se ha llevado al acto
masivamente en los años recientes; desencadenado no por las condiciones que lo fueron cultivando, sino por
su desenlace: la generalización de dinámicas de violencia social instaladas justamente en los lares de los más
pobres.

Como ya vimos en la introducción de este trabajo, las condiciones de desigualdad y precariedad constituyen
terreno fértil para la violencia social. Por ejemplo, San Pedro Sula (SPS), el principal centro poblacional y
económico del país, ha sido catalogada como la ciudad más violenta del mundo60; ahí los crímenes han empezado
a tomar rasgos mórbidos nunca antes vistos: asesinatos de niños 61 , masacres en transportes públicos,

59 Al respecto cfr. CRS 2010, Observatorio de los Derechos de niños, niñas y jóvenes en Honduras 2012, CIDH 2013, Slack, Martínez y Whiteford
2013, Wolf (coord.) 2013, Sin Fronteras 2013, Rivas Castillo (coord.). Asimismo ver: http://www.proceso.com.mx/414495;
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/13/actualidad/1444687548_349731.html?id_externo_rsoc=FB_CM ;
http://www.animalpolitico.com/2015/10/acnur-advierte-crisis-de-refugiadas-por-violencia-mientras-mexico-bate-record-de-deportacion-de-mujeres/;
http://www.univision.com/noticias/indocumentados/advierten-que-muchos-migrantes-que-sean-deportados-podrian-ser-asesinados-en-sus-
paises; http://www.efe.com/efe/usa/inmigracion/inmigrantes-centroamericanos-atemorizados-ante-amenaza-de-deportacion/50000098-2804258
60 Ver: http://www.forbes.com.mx/las-50-ciudades-mas-violentas-del-mundo/#gs.Pc0PrFU; http://cnnespanol.cnn.com/2015/08/05/estas-

son-las-ciudades-mas-violentas-del-america-latina-mundo-segun-estudio/
61 http://www.laprensa.hn/especiales/muertedeninos/inicio/; http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/05/07/estremece-

honduras-asesinato-de-menores-por-negarse-a-entrar-en-pandillas-4835.html
87
descuartizamientos, inéditas tasas de feminicidios, asesinatos contra personas homosexuales. Todo esto se suma
a las de por sí tradicionales matanzas de campesinos, asesinatos de jueces, periodistas y defensores de derechos
humanos, etc.

Las tendencias o características de los hechos violentos en la última década son: a) El incremento de la criminalidad
que, en los últimos ocho años, aumentó en 229.7%. b) Las ciudades y regiones con mayores índices de violencia son
aquellas donde se han fortalecido la criminalidad organizada y el narcotráfico. En la región norte se produce el 42%
de homicidios registrados. c) Hace algunos años había departamentos que presentaban tasas más bajas que el
promedio mundial de 8.8 muertes por 100 mil habitantes, pero ahora no existe ningún departamento en esa
condición. d) La gran mayoría de las muertes violentas fueron perpetradas con armas de fuego. Honduras tiene una
Ley de tenencia y portación de armas sumamente permisiva. e) En los últimos años han cobrado fuerza los crímenes
selectivos contra periodistas, abogados, defensores de derechos humanos y funcionarios o personalidades
vinculadas a la lucha contra el narcotráfico. f) Persisten los problemas estructurales como la pobreza, el desempleo y
la desigualdad, además de la poca atención a los temas de juventud y niñez. g) Y una tendencia cada día más
evidente, es la incapacidad del Estado y sus instituciones para hacer frente al fenómeno, pese a las cuantiosas
asignaciones presupuestarias a la Secretaría de Seguridad y otros operadores de justicia (Pastoral Social CARITAS de
Honduras 2013, 12-13).

A nivel regional, Honduras mantiene la tasa más elevada de homicidios por 100 mil habitantes. La violencia de
(ya no solo “entre”) las pandillas y la actuación del crimen organizado, sobre todo del narcotráfico, son dos de
las principales causas. Las respuestas del Estado, específicamente con el gobierno de Juan Orlando Hernández
(2013-2017), como vimos en el capítulo 1, han sido la militarización y el combate frontal, lo que ha agudizado el
carácter bélico del conflicto. Claramente condiciones previas y de carácter estructural están en la base de estas
manifestaciones (ITAM 2014, 18-19).

Tabla 5.
Tendencia de homicidios y tasa por 100mil habitantes. Honduras. 2004-2011
Año Cantidad de homicidios Tasa por 100mil habitantes
2004 2,155 30.7
2005 2,417 37.0
2006 3,018 46.2
2007 3,262 49.9
2008 4,473 57.9
2009 5,265 66.8
2010 6,239 77.5
2011 7,104 86.5
Fuente: Elaboración propia con datos del Observatorio de la Violencia, UNAH-IUDPAS.

Por su parte, Reineke y Martínez sostienen que en buena medida el aumento de la violencia en la región
centroamericana es producto del traslado de operaciones que hacen las “organizaciones de tráfico de drogas”
hacia países como El Salvador, Guatemala y Honduras, que se instalan además en condiciones de gobiernos
“débiles” y pobreza creciente (Reineke y Martínez, Migrant Deaths in the Americas 2014, 47). Estas estrategias
de ajuste por parte de las organizaciones internacionales de tráfico de drogas responde a las políticas
regionales y hemisféricas de securitización y guerra contra las drogas (Astorga 2012), impulsadas sobre todo
por los Estados Unidos. La perspectiva de los autores coincide con las lecturas que realizan varios de los actores
de organizaciones no gubernamentales en Honduras:

Desde Estados Unidos coloca este radar en Venezuela, entonces las avionetas tienen que dar una vuelta mayor en el
Caribe para llegar a Honduras. Entonces Honduras se convierte en el lugar geográficamente más estratégico para
88
aterrizar, y por lo tanto se convierte en un lugar de tránsito. Según la misma DEA el 80% de la cocaína que va a Estados
Unidos pasa por Honduras. Entonces el crimen organizado entra en Honduras, el tráfico de armas, el tráfico de drogas,
la trata de personas y de especies. Entraron en Honduras no de manera violenta, sino que entraron de la mano de la
corrupción [Lic. José Guadalupe Ruelas, director de Casa Alianza en Honduras, entrevista personal, 2-6-14].

En este sentido, Honduras se articula de manera dramática con las dinámicas de violencia social y economía
criminal que se encuentran en buena parte del territorio mexicano, y a las que muchas veces deben enfrentarse
las propias personas migrantes al quedar sitiadas por dispositivos de captura y mecanismos de extracción de valor
(sobre cobros, secuestros, etc.), dando cuenta de otro de los rasgos configuradores del territorio migrante más
allá de las fronteras nacionales. En Honduras, las estrategias tradicionales para enfrentar riesgos se encuentran
desgastadas y los mecanismos de contención institucionales penetrados por el crimen organizado, por lo que
frente a realidades como la de la criminalidad y la delincuencia surge un juego de doble trampa en el que la
denuncia puede provocar la muerte. Se desencadena así una situación en la que la salida masiva de personas por
las condiciones de delictividad y violencia no se ve respaldada en cifras oficiales sobre delitos contra la población
pues estos no llegan a ser denunciados para el momento en que la persona o la familia deciden que migrar es la
única vía.

Nosotros le recordamos a la población la importancia de colocar la denuncia porque si en un futuro quieres solicitar
asilo, el hecho de demostrar que se puso en conocimiento del estado es básico. Pero la gente en este contexto no lo
entiende y es completamente comprensible que no lo entienda, porque sabe que se puede exponer más si las
instituciones no le van a dar una respuesta. Es muy frecuente ver personas que vienen a denunciar, se coloca su caso y
luego nos dicen "bueno, denuncié, nadie sabía que estaba denunciando y se filtró la información, delataron a mi familia”,
o “ya empezaron a matar gente”, o “ya dijeron que nos van a matar a todos” [Licda. Sally Valladares, CIPRODEH, entrevista
personal 12-6-14].

Las respuestas del estado, por su parte, han estado más orientadas a la persecución del delito y como sostiene la
licenciada Valladares, en Honduras “no necesariamente la persecución del delito garantiza la protección de las
víctimas”. Menciona grupos de fuerzas especiales como “los Tigres”, Fuerza Nacional de Seguridad
Interinstitucional (FUSINA), Fuerza Nacional Antiextorsión (FNA), los “Cobra”… toda una “superestructura
orientada a la persecución del delito” más que a la protección, “y de la prevención mejor ni hablamos”, sentencia.
Para la licenciada Valladares el trabajo de defensa de víctimas en este contexto social e institucional es complejo
e incierto, la opción que les ha quedado es “dar una lectura de caso por caso”. En su experiencia, las poblaciones
actualmente más vulnerables a este tipo de amenazas son los varones jóvenes por los mecanismos de
reclutamiento, y los transportistas por los prácticas de extorsión. Pero no son las únicas, asegura que si bien
recientemente se ha evidenciado un aumento “en muertes y amenazas tanto los taxistas como a cobradores y
conductores de bus”, también son objeto de extorsiones y amenazas los “dueños de pequeños negocios,
vendedores ambulantes, orientadores y docentes que trabajan en zonas complicadas y que están siendo
amenazados porque canalizan denuncias”.

Irónicamente las circunstancias en las que realicé la entrevista a la licenciada, fueron ejemplares en términos
de la discusión que sostuvimos. La colonia en la que se encuentran las oficinas del CIPRODEH, la Florencia
Norte, sobre el Boulevard Suyapa, es un barrio de clase media de los que recientemente han optado por el
mecanismo de “comunidades seguras”, que implica instalar sistemas de seguridad y control que incluyen
cámaras, guardias y agujas en las entradas y salidas. Las oficinas del Centro están en una casa grande con varias
plantas y habitaciones. Sobre el zaguán, justo en la entrada, una cámara de video graba de manera
permanente. Cuando llegué, una vez que me anuncié y corroboran mi cita, abrieron el portón mediante un
seguro eléctrico y me dejaron ingresar. Adentro una recepcionista que me pidió que esperara un momento
mientras bajaba la Licda. Valladares. Mientras esperaba, no habiendo pasado cinco minutos la mandó a llamar

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su jefe y para mi sorpresa me preguntó si podía estar pendiente unos segundos de la cámara y la puerta, y
luego me mostró el botón del seguro eléctrico; recuerdo que le pregunté “¿a cualquiera le abro?”, a lo que me
respondió “pues ni modo, con tal que no le mire una pistola” y luego se echó a reír.

“Todos en algún momento podemos pasar por situaciones de una extorsión”, me dijo seria la licenciada ya
hacia el final de la entrevista, “a veces llaman en forma aleatoria y le hacen creer que efectivamente le andan
siguiendo, que saben dónde vive su familia, aquí cualquiera pueda estar en esa situación”. Lo más reciente,
asegura, es que se está dando un proceso de despoblamiento de las colonias, se empiezan a ver casas
abandonadas “porque están amenazados los hijos de ser reclutados o ellos están siendo obligados a pagar el
impuesto de guerra”. Asegura que han conocido de casos en los que los pandilleros simplemente ingresan a las
casas y sacan a la gente, o la usan por momentos, “incluso aquí en la oficina” dice, “antes de que pusieran la
doble tranca, era muy común que lo asaltaran a uno entrando antes de que cerrara el portón”. Frente a esto y
ante la desprotección por parte de las políticas del estado que toman un enfoque neoliberal en relación a la
seguridad ciudadana (Wacquant 2004), se ha configurado un especie de ciudadanización de la seguridad
ciudadana, la responsabilidad se ha trasladado desde el ejercicio habitual del estado al ejercicio cotidiano de la
gente común que debe elaborar sus propios mecanismos de protección. En las comunidades donde el control de
las maras es más contundente y la policía se mantiene al margen, incluso

llega un momento en que en los postes colocan un papel donde le dicen que van a empezar a cobrar 30 o 50 lempiras a
cada casa y que garantizan que no va a haber asaltos, que le van a cuidar, de que sepa que es un servicio completo,
hasta aquí en esta colonia lo plantearon ellos, así como se forman las postas policiales, entonces dicen “nosotros vamos
a brindarles la seguridad”, y usted termina sometido. Al final estamos accediendo a vivir enrejados, a que nuestros hijos
no puedan ir al parque a jugar, los espacios públicos no existen, son espacios privados como los centros comerciales.
Creo que no hay una persona que no viva con ansiedad de que le vaya a pasar algo, aquí hemos tenido compañeros que
en la misma semana los asaltan dos veces… hemos tenido que buscar nuestros propios mecanismos para sobrevivir,
prácticamente son mecanismos de sobrevivencia [Licda. Sally Valladares, CIPRODEH, entrevista personal, 12-6-14].

Las historias de Alberto o los casos que narra la licenciada Valladares, son solo ejemplos de la vida de miles de
personas en Honduras que todos los días toman la decisión, individual o familiar, de irse hacia el norte. Con pocas
expectativas de lograr entrara a EUA y enormes deudas que pesan sobre sus hombros, estas personas salen
sigilosamente de sus casas y empiezan el largo tránsito de cruzar fronteras. Atrás quedan familias empobrecidas,
amenazadas y desprovistas. Sumergidas en contextos donde abunda la violencia y escasea la comida, deben
enfrentarse a vivir, día a día, con balas y sin baleadas. Pero no toda la violencia que se vive en Honduras es
generada por las pandillas ni exclusiva de las barriadas urbanas. En el campo, el conflicto agrario ha dejado una
estela de muerte y represión producto de un enfrentamiento abierto entre sectores organizados del campesinado
desposeído y las guardias privadas de ricos terratenientes aliados con facciones locales de las fuerzas armadas.
Como ya se mencionó en la introducción, en un análisis profundo y detenido pueden verse incluso los vínculos
entre este conflicto y el golpe de estado del años 2009 (Edelman y León 2013), como expresión de una crisis
estructural que atraviesa todo el aparato productivo hondureño y se aloja, especialmente, en las poblaciones más
precarizadas.

2.1.1 “Lo que pasa un migrante por México no es muy diferente de lo que pasa uno aquí”: despojo,
desempleo y desterritorialización migrante

Mire, uno no quisiera que los hijos se fueran pero… en veces se desesperan acá, al ver que no hay trabajo, la comida muy cara, los
pasajes para ir a algún lado, las medicinas, la atenciones de los hospitales no son buenas, nunca hay medicina. Por todo eso en veces es
que dicen ellos que para que uno viva mejor, “de allá le voy a mandar a hacer la casa”, es lo primero que dicen "que mire que le voy a

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mandar a hacer la casa para que usted viva bien y ya no ande ahí en esos hospitales y vaya a un doctor pagado", entonces ellos para
darle una vida mejor a uno. Si llegan sería todo bien bonito, la cosa es que no se sabe si van a llegar o no...

Tomasa Guzmán, 59 años e integrante del COFAMIPRO, 13-5-14

Mira, de la región centroamericana, y por no decir del continente, Honduras es el país más empobrecido (...) Entonces, ahí está el primer
“por qué”: es la pobreza. Luego, lógicamente la falta de trabajo, que es lo que da origen a lo otro; aquí no hay empleo, el Ministerio de
Trabajo hace como 2 años socializó un informe en el que decía que cada año las universidades y los centros técnicos de formación ponían
al servicio de la empresa hondureña a 200 mil jóvenes formados en una diversidad de capacidades, y el informe decía que de esos 200
mil jóvenes sólo 70 mil lograban ubicarse en algún puesto de trabajo ¿y los otros 130 mil?
Manuel Suárez, SJM-Honduras, 27-3-14

Ya en la introducción se presentaron algunos elementos de las condiciones de precariedad y despojo en que


vive la mayor parte de la población centroamericana (Programa Estado de la Nación 2016); factores que han
despertado los procesos migratorios al norte desde hace ya varias décadas. El caso hondureño es quizás el más
extremo, pues además de tener los mayores índices de pobreza en la región, presenta procesos de expolio
vinculados a un conjunto de conflictos por la tierra que durante mucho tiempo generaron dinámicas de
migración interna en el país, sobre todo del campo a la ciudad (Flores Fonseca 2005 y 2010), y que actualmente
contribuyen de manera muy significativa a engrosar los datos de eventos migratorios internacionales. A
continuación, presento dos dimensiones de las condiciones y causas de la actual migración hondureña a EUA.
En primer lugar, un contexto y algunos testimonios que dan cuenta del proceso de despojo que están viviendo
muchas comunidades campesinas del norte del país, de donde proviene una buena parte del flujo migratorio a
EUA. En segundo lugar, un panorama general de desempleo como factor asociado a esta forma de movilidad.

Parte de los resultados que arroja la experiencia etnográfica de la presente investigación muestra que si bien
el desempleo y la precariedad continúan siendo factores que inciden en las decisiones de muchas personas
en Honduras para salir del país y buscar opciones en EUA o México, no parecen ser siempre los factores más
inmediatos, específicamente en términos del aumento en las tendencias de los últimos años. Para muchas
familias hondureñas estas condiciones han podido ser enfrentadas mediante mecanismos de adaptación que
se han venido desplegando desde hace mucho tiempo: migración interna, apoyo de familiares radicados en
EUA, disminución de los estándares de vida, emprendimientos de economía informal, entre otros.

Son más bien las “nuevas” dinámicas de violencia social asociadas a los mecanismos de extorsión,
reclutamiento y control territorial de las pandillas, así como la presencia y operación de actores vinculados al
tráfico internacional de drogas, las que han incidido en el aumento exponencial, desde hace diez años a la
fecha, de la migración hacia EUA. Podríamos decir que las situaciones de precariedad, despojo y desempleo
constituyen condiciones basales de la migración hondureña a EUA, mientras que la violencia social y las
nuevas formas de criminalidad, junto con la negligencia estatal por un lado y sus políticas de combate al
crimen organizado y la delincuencia por otro, constituyen condiciones disparadoras.

La región del Valle del Bajo Aguán, al norte de Honduras, fue en los 60s-70s “pieza central de la reforma agraria y
el núcleo del movimiento campesino más fuerte de América Central”, pero en los 90s se convierte en “la capital
de la contra reforma agraria”, desencadenando un conflicto que luego del golpe de Estado del 2009 ha visto una
“dramática escalada en la violencia contra comunidades campesinas” (Edelman y León 2013, 11). A mediados de
los años 80s, el 31% de toda la tierra distribuida en Honduras se encontraba en la región del Aguán; en contraste,
a mediados de los 90s esta misma región se encontraba concentrada en alrededor de 30 terratenientes que
habían dibujado un paisaje de monocultivo industrial, fundamentalmente de palma africana (Edelman y León
2013, 12). A nivel nacional entre 1990-1994 la mitad de las tierras repartidas durante la reforma agraria fueron

91
vendidas; este número sube a más del 70% en el Aguán, donde en dicho período 20.930 de las 28.365 hectáreas
otorgadas habían sido vendidas, teniendo como impacto directo, además del acaparamiento, el desplazamiento
de población en condiciones de grave precariedad. En el centro del conflicto están algunas de las tierras más
fértiles de toda la región centroamericana, cubiertas casi en su totalidad por palma africana (alrededor de 80mil
hectáreas), producto del cual Honduras es el octavo productor más importante del mundo, con más de $300
millones en ganancias en 201362. Los autores describen así el conflicto:

“a clash between subsistence-oriented peasants and transnationally oriented landowners interested in expanding the
production of African palm, (…) with end uses that include edible oil, biofuel and cosmetic production, as well as
additional benefits, in some cases, in the form of tradable carbon emission reduction credits under the Kyoto Protocol’s
Clean Development Mechanism. [The remaining population] consisted of three main sectors: what was left of the
agrarian reform enterprises—‘those who did not sell’—dedicated mainly to the production of palm oil for the domestic
market; the wealthy landowners and their corporations, producing palm oil for the domestic market and for export,
mainly to Mexico; and a large landless peasantry” (Edelman y León 2013, 11-12, 14).

Harvey ha descrito los rasgos fundamentales de estos procesos de “acumulación por desposesión”, categoría
que, animada por la noción de “acumulación originaria” o “primitiva” de Marx (C. Marx, El Capital 2014 [1867],
637-680), supone “un rango amplio de procesos [que] incluyen la mercantilización y privatización de la tierra y
la expulsión forzosa de poblaciones campesinas; (…) la supresión del derecho a bienes comunes; la
transformación de la fuerza de trabajo en mercancía” (Harvey 2004, 12). Se trata de eventos de despojo que
responden a dinámicas estructurales de reajuste frente a inestabilidades generadas por la sobre acumulación y
la consecuente improductividad, tanto del capital como de la fuerza de trabajo, rasgos característicos del
capitalismo tardío o de administración neoliberal (Harvey 2004, 2007)63.

Estos procesos de desposesión en la región tienen una historia de larga duración y se expresan, en el caso del
conflicto agrario, en un nivel estructural que según los autores ha estado marcado por 3 ciclos de desposesión
y acaparamiento de la tierra: el período liberal, los enclaves bananeros y el período de contra reforma que
siguió a la reforma agraria de 1975-1980 (Edelman y León 2013, 6)64. El acaparamiento sería entonces un
conjunto de procesos cíclicos que a su vez emergen como parte de los procesos globales de acumulación de
capital, produciendo, en términos de Harvey (1990 y 2001) y Lefebvre (1991), espacios para el capital. Sin
embargo, como ha señalado Hart, “la cuestión de la desposesión va más allá de la tierra” aunque “empiece por
ahí” (2006, 988).

62 Como han señalado Edelman y León, “según la Federación Nacional de Productores de Palma de Honduras, la superficie dedicada a al
cultivo aumentó de alrededor de 40 000 hctrs en 1990 a alrededor de 132 000 en 2011” (Edelman y León 2013, 17).
63 Al respecto, Hart ha mostrado (a partir de autores como Perelman y De Angelis) cómo la noción de Marx de “acumulación primitiva”,

implica tanto un elemento histórico genético o formativo del capitalismo, como un elemento de su reproducción o continuidad, incluso
en contextos de un capitalismo “maduro” o “avanzado”, lo cual es conceptualizado como “acumulación primitiva como proceso
continuo” (“primitive accumulation as ongoing process”) (Hart 2006, 982). El proceso da cuenta de lo que Harvey llama mecanismos de
“ajuste espacio-temporal” (2001 y 2004), a los que ya me referí (Harvey 1998, 236). Para Harvey, la producción del espacio asociada a la
activación de estos mecanismos, implica la “organización de nuevas divisiones territoriales de trabajo, la apertura de nuevos y más
baratos complejos de recursos, de nuevos espacios dinámicos de acumulación de capital”, que ante los excedentes de fuerza de trabajo
“que no pueden ser absorbidos internamente, (…) deben ser enviados a otro lugar a fin de encontrar un nuevo terreno para su
realización rentable para no ser devaluados” (2004, 4), configurando mecanismos de circulación de fuerza de trabajo que inicia con el
despojo y apunta a su producción como fuerza viva, es decir, como masa trabajadora explotable.
64 Los autores agregan que “cada uno de estos ciclos, debe entenderse en la intersección entre las fuerzas globales que colocan a la

región en roles particulares y dinámicas locales de despojo y resistencia”, y que “para entender los conflictos agrarios actuales, es
necesario comprender las dinámicas históricas que crearon las condiciones de posibilidad para las formas actuales de despojo y la
resistencia” (Edelman y León 2013, 7, traducción propia). Su enfoque, aunque de carácter más económico-estructural, se asemeja al
modelo de análisis propuesto en el presente trabajo en relación a la tesis de que la emergencia de arreglos territoriales específicos en
torno a la movilidad migratoria surge como producto de la “intersección” entre fuerzas de disposicionamiento y fuerzas de
agenciamiento, y que para entender dichas intersecciones (o choques) así como las formas de territorialización que de estas emergen,
es indispensable conocer las especificidades geográficas y etnográficas de las situaciones en que estos enfrentamientos se concretan.
92
Siguiendo a Harvey y a Graeber (2013), la “cuestión de la tierra” no significa una dimensión reducidamente
material del despojo, sino que se refiere también a toda una dimensión simbólica y de representación del
mundo, de la relación con el espacio, con el trabajo y con el cuerpo, por lo que la privatización y el
acaparamiento operan como una forma inducida de desterritorialización (Haesbaert 2011), más que como un
simple desplazamiento de población. Es en este entendido que se debe abordar un conflicto específico que va
más allá de disputas legales, y que ha forjado procesos de recuperación de tierra como mecanismos de
resistencia y adaptación (Lang y Mokrani 2011); es en este entendido que deberían mirarse también los
procesos migratorios en articulación con un conflicto que demanda estrategias diversas para la supervivencia y
la continuidad, y frente a los cuales la migración surge como táctica de reterritorialización de las prácticas
vitales, individuales y colectivas.

Desde el 2009 al 2013 se han reportado en la región del Aguán alrededor de 88 muertes relacionadas directa o
indirectamente con el conflicto agrario (Bird 2013). Dichos conflictos, que dan la imagen de ser parte del reflujo
de la contra reforma agraria65, presentan a un conjunto de comunidades organizadas en Empresas Asociativas
Campesinas (EAC) (resabios del cooperativismo de la reforma agraria de los setentas), que buscan recuperar
tierras que fueron expropiadas de forma ilegal o ilegítima en los 90s por un grupo de terratenientes, entre los que
destacan Miguel Facussé66, Reynaldo Canales y René Morales. Durante mi estancia en el país pude conocer
algunas de estas comunidades ubicadas en el corazón del Valle del Bajo Aguán, escenario de varias de las
masacres más recientes de la historia hondureña. Ahí conviví con una familia campesina organizada integrante de
una de las EACs de la zona, los Céspedes Lobo67, quienes llegaron a la zona en las postrimerías de la contra
reforma.

Fue a finales de 1998 y durante un proceso de recuperación impulsado por la Pastoral Social de la Iglesia Católica,
las centrales nacionales campesinas y ciertos funcionarios del Instituto Nacional Agrario (INA) en lo que hasta la
década de 1990 había sido el Centro Regional de Entrenamiento Militar (CREM), cuando Amanda y Edgardo
Céspedes Lobo, motivados por el hambre y la pobreza, decidieron “agarrar tierras” en medio de la represión
violenta por parte de las autoridades y el álgido conflicto entre grupos de ganaderos. Llegaron sin tierra y en
medio de un agudo conflicto que con los años se estabilizó, hasta que a principios del nuevo milenio volvió a
recrudecerse y tuvo su coyuntura más álgida en 2009, antes y después del golpe de estado militar. En condiciones
muy semejantes a las que había en la zona cuando llegaron, tenían ahora que planear su salida.

Si suponemos que el despojo, tal y como le he conceptualizado, constituye un mecanismo de ajuste de escala
global pero con resonancia local, es posible pensar que sus marcas en la historia condicionan la producción y
reproducción de los complejos de habitus asociados a la vida campesina (Bourdieu 2004), así como sus
quiebres o modificaciones. “En el 2009 nos tenían rodeados, con orden de desalojo y todo; nos acusaban de ser
guerrilleros”, me decía en una ocasión Edgardo riendo, “decían que teníamos un arsenal y que había gente
entrenando”. Contaba que era un coronel del batallón sur el que traía orden de desalojar aunque fuera
“matándolos”; hubo un diálogo entre el presidente del patronato de la comunidad y los militares, “se les dijo
que no se metieran porque iba a haber guerra”. Durante 15 días la tensión estuvo al tope, “violentaban a la
gente que pasaba por la calle para ir a trabajar, los paraban, les quitaban la bici, les revisaban hasta la comida”.
Los militares mantenían en los retenes un “libro de registro, y al que no llevaba papeles lo dejaban detenido”.

65 Inicia en el país a partir de 1992 con la implementación de la Ley de Modernización y Desarrollo del Sector Agrario, que fue la que
permitió por 1ra vez la venta de las tierras repartidas durante el período de reforma agraria (1972-1992).
66 Uno de los principales terratenientes de Honduras y de los hombre más ricos de toda la región centroamericana.
67 Identidades protegidas.

93
El conflicto agrario, sus manifestaciones violentas, su impacto en el desplazamiento de población, serían
manifestaciones de situaciones de quiebre de ciertas formas de relación con la tierra y con el cuerpo, que
marcan la producción y reproducción social (Bourdieu 2004, Martínez 2007, García y Pedreño 2011). El impacto
del ajuste en el campo podría generar que las posiciones y disposiciones sociales (Bourdieu 1998) de algunos
grupos se vieran modificadas, obligándolos a realizar estrategias de movilidad, a desterritorializar su arraigo y
desplazarse, provocando la reconfiguración de su habitus campesino. En 2010 fue la masacre. Un 15 de
noviembre “Facussé mató a 5 compañeros”, en ese momento “teníamos el batallón entero encima”. Según
Edgardo, todo estalló “por un conflicto con una tierra que agarró Facussé pero que aún pertenece al
movimiento, como 200 hectáreas”. Las tierras estaban siendo resguardadas por la guardia privada del
terrateniente, no por soldados, “pero el día de la masacre fue el batallón el que actuó”. La relación del batallón
y el coronel con Facussé era sabida por mucha gente, según Edgardo incluso el coronel “le vende armas y balas,
le presta soldados”. El día de la masacre, los soldados entraron a las fincas de Facussé vestidos de militares “y
en una casita se cambiaban y se vestían de guardia, luego de la matanza volvían a salir vestidos de militares”.

Nosotros aquí somos mal vistos, la gente que pasa nos ve mal, nos tira el carro [en la autopista a Trujillo]. Hace 1 mes
atropellaron a 7, hace tres meses a un pastor, ahí mismo a un muchacho lo mató un contenedor, centenares mueren en
este trayecto de aquí a la escuela. Solo porque uno es organizado. Lo que pasa un migrante por México no es muy
diferente de lo que pasa uno aquí, la diferencia es que el migrante no lleva defensa [Edgardo Céspedes, Bajo Aguán,
comunicación personal 4-12-13].

La analogía de Edgardo es en extremo lúcida, “lo que pasa un migrante por México no es muy diferente de lo
que pasa uno aquí”, las fuerzas del despojo no solo operan como condiciones de expulsión, sino como fuerzas
de disposición a la movilidad de todo el territorio migrante, marcan esta movilidad al hacer surgir en el espacio
mecanismos de extracción y captura de valor que dislocan las posiciones campesinas desterritorializándolas68,
lo cual ocurre en el Aguán tanto como ocurre en la ruta (pensemos por ejemplo en el campesino desposeído,
ahora migrante, que se debe enfrentar a los cobros por el uso del tren o a los secuestros del crimen
organizado). La diferencia, como bien apunta Edgardo, es que el migrante “no lleva defensa”, al menos no
como la defensa que han logrado construir por medio de las experiencias organizativas que, como parte de la
defensa de su territorio, han desplegado frente al poder terrateniente y el poder estatal. El escenario que
marca la fuga de Edgardo y su familia es un ejemplo muy claro del choque entre las fuerzas de
disposicionamiento y las fuerzas de agenciamiento que están en la base de la configuración de todo el
territorio migrante.

Edgardo se fue con sus hijos a El Salvador hasta que “se calmaran las cosas”, luego de lo cual regresó. Aunque
varios de sus hijos se terminaron yendo a EUA, e incluso ha visto a personas de su generación tener éxito en el
norte (familiares suyos o de su esposa), durante nuestras conversaciones Edgardo me aseguró que para él irse
a EUA no era una opción; o al menos así lo esperaba. Quería “estar quieto en su tierra”, regresar a Copán (de
donde es originario) no era posible pues allá “se está peor que acá”, los mismos procesos que lo llevaron a salir
(falta de tierras, erosión y pobreza) seguían presentes. Por otra parte, para migrar necesitaba de ciertos
recursos iniciales que eran difíciles de conseguir en una comunidad como la suya, pagar los 6 mil dólares que
como mínimo cobra el coyote y dejar a sus hijos pequeños dificulta su salida, además debe ayudar a sostener
los hogares de sus hijos que quedaron sin proveedor cuando se fueron al norte.

68 Haesbaert ha señaldo con mucha elocuencia que a todo proceso de desterritorialización corresponde uno de reterritorialización,
criticando así la tesis de algunos teóricos del posmodernismo que hablan del contexto del capitalismo tardío o posfordista como uno de
permanente deslocalización o crisis de las representaciones espaciales.
94
Pero parece que “estar quieto en su tierra” es más de lo que hoy se puede pedir en el Aguán; a pesar de sus
planes, a principios de 2016 Edgardo emprendió el viaje al norte. Apoyado por el hermano de un conocido
pollero de su comunidad que además es amigo de varios de sus hijos, Edgardo partió con su hijo Bernardo
hacia Campeche, en México, donde los esperaba el hermano de su vecino para darles trabajo en un almacén
donde iban trabajar un tiempo mientras juntaban dinero para continuar el viaje. Mientras escribo estas líneas
Edgardo me contacta por el “WhatsApp” para preguntarme si tengo conocidos que puedan ayudarle a llegar a
la frontera norte; me cuenta asimismo que su hija Norma, lideresa local del movimiento campesino del Aguán,
también estaba por salir de Honduras, “la volvieron a amenazar y como ya le habían hecho el atentado
[noviembre de 2015] dice que mejor se va”, me escribe preocupado.

A Norma, de 32 años y oriunda de Copán como su padre, la conocí a finales del 2013 durante una breve estancia
de campo en Honduras, por medio de ella tuve acceso a varias personas de su comunidad, la cual había sido
conformada durante los procesos de dotación de tierras a cooperativas campesinas como parte de la política de
reforma agraria en los años setenta. La recuerdo como una mujer valiente, que en un contexto hostil había
logrado, juntos a otras compañeras, asumir posiciones de liderazgo dentro de la EAC a la que pertenecía, y que en
ese momento impulsaba además una de las primeras experiencias de organización en torno a la defensa de
DD.HH. en la zona. Su historia estaba marcada por la violencia patriarcal y el despojo, ante las cuales había
logrado sobrevivir

“El gran problema que tenemos en la empresa es el machismo checho”, me dice haciendo una sonrisa triste, “hasta
ahora es que se está abriendo un poco a las mujeres, pero uno ve como les molesta que uno hable o proponga... yo
ingresé cuando quedé sola, porque tenía que encontrar una forma de mantener a mis hijos… pensé en irme para EUA,
pero un día escuché un testimonio de una mujer de aquí del Aguán que hizo una llamada a la radio porque estaban
hablando de eso, y ella contó como la violaron en el camino… para mí fue muy fuerte, y ahí decidí no irme” [Diario de
campo, 3-12-13].

El solar en el que vivía Norma era de su madre, y se encuentra justo al lado de la carretera; llegó ahí con sus
tres hijos luego de separarse de su esposo. Su casita, toda de tablas de madera y con solo un par de ventanas,
se componía de un fogón que se encontraba afuera justo frente a la puerta, una pila a pocos metros, un cordón
que servía para tender la ropa y pasaba por encima de la pila y hasta un árbol de mamón que estaba a unos
metros, y casi llegando al estrecho camino que servía de entrada al solar, al lado opuesto del camino pero
retirado de la casita, estaba la letrina. Adentro había dos cuartos, un pequeño que sirve de alacena-bodega, y
otro más grande donde estaba la cama en la que dormía junto a sus tres hijos.

A Norma le sigue Orlando, de 27, fuerte, alegre, y con cierta calma que se refleja en el trato a sus hijos, con
quienes parecía cariñoso y tranquilo. Su casa era pequeña, más pequeña que la mayoría, pero era de block y
cemento, y eso en su comunidad es importante. La mayoría de las casas de cemento en las que entré habían sido
construidas, al menos en parte, gracias a remesas enviadas desde EUA, pero no era el caso de la casa de Orlando.
Norma me llevó a conocerlo a él y a su familia una mañana durante mi estancia en su comunidad, nos recibió
amable y nos ofreció un café. Mientras platicábamos Radio Globo TV declaraba “fraude electoral” al tiempo que
llamaba a defender los resultados 69; “en estas elecciones hubo gente que llevaron a votar a punta de
ametralladora”, interrumpía Orlando hablándole a la habitación, “ahí en Valle de Sico, ahí secuestraron las urnas”,

69El 24 de noviembre de 2013, justo durante mi estancia en el país, se realizaron las primeras elecciones en Honduras después el golpe
de estado de 2009. Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional de Honduras (PNH), se enfrentaba a la esposa del derrocado Manuel
“Mel” Zelaya, Xiomara Castro, quien lideraba el naciente Partido Libertad y Refundación (LIBRE). El ambiente en todo el país era tenso y
polarizado, sin embargo, luego de un ajustado triunfo de Hernández y un llamado a la calma por parte de Zelaya y Castro, el movimiento
social que había estado detrás del Frente de Resistencia Nacional que se conformó luego del golpe y que apoyaba casi en su totalidad la
candidatura de Castro, se desestructuró y terminó muy reducido.
95
“todo eso a uno… ¡lo desespera pues! Aquí somos un pueblo pacífico, los que hacen la violencia son las mismas
fuerzas represoras del Estado”, decía Orlando echando mano, sin presumir, de su formación política. Como su
padre, Orlando había tenido una fuerte participación en las organizaciones campesinas y en el conflicto que se
vivió en 2010.

Estas comunidades fueron intervenidas por militares, cerca de 3000. Iban casa por casa buscando extranjeros y focos
guerrilleros y terroristas (…) Aquí sí había comando de seguridad, pero con machetes y garrotes, los militares no
encontraron ni un arma. La lucha inició desde el 2000 cuando entramos a estas tierras (...) se logró mantener hasta que
para 2010 solo faltaban 800 hectáreas propiedad de Facussé. Cuando presidía Pepe Lobo tomamos esas tierras pero sin
enfrentamientos, llegamos a un acuerdo con el gerente de la empresa, además teníamos la escritura (…) la situación se
volvió a poner tensa cuando [la empresa campesina] MARCA promovió ingresos en tierras de Facussé, en junio de 2010,
pero estos intentos no prosperaron; no tenían armas, entonces tuvieron que salir [Diario de campo, 4-12-13].

A pesar de contar con un fallo de la corte, el 15 de noviembre de 2010 la guardia privada de Facussé con apoyo
encubierto de soldados del 15 batallón de infantería de Río Claro que “se disfrazaban de guardias privados”,
participaron en enfrentamientos que dejaron un saldo de al
menos 5 campesinos muertos. Orlando estuvo en el
momento de los enfrentamientos, estaba “en plena calle”,
cuando se encontró con la guardia “y me empezaron a tirar”;
“puse mi confianza en Dios”. Orlando recuerda el momento
como “pura bala y tierra, pura bala y tierra”. “A un señor que
venía conmigo sí lo mataron, y a otro que en el desayuno me
pidió agua”, recuerda Orlando entre triste e incrédulo. “Para
mí ahí empieza un trauma que controlarlo fue bien difícil”. Lo
primero que pensó fue en la venganza, “yo tenía 4 vacas y
traté de venderlas, había hablado con un compa para
comprar granadas, pues por aquí pasaban entre 3 y 4
patrullas de la guardia y la idea era esperarlos en el cerro
partido y tirarles las granadas”. Finalmente la familia de
Orlando lo disuadió de vender las vacas, y su plan de
venganza cesó.

El caso de los Céspedes Lobo muestra los efectos que los


extremos más violentos y belicosos de los procesos globales
de acaparamiento y despojo (Harvey 2004, Hart 2006)
tienen en la vida cotidiana de las familias campesinas y sus
Orlando Céspedes. Fotografía propia.
economías domésticas y emocionales. El despliegue glocal
(Castells 1999, Sassen 2000) de estos mecanismos de ajuste
muestran procesos de acumulación por desposesión que trastocan por completo el habitus campesino y
reubican socialmente a las familias en un campo político y económico (Bourdieu 2000 y 2004),
desarraigándolas o obligándolas a diseñar estrategias de movilidad y organización colectiva, ya sea para
recuperar la tierra o para huir de la violencia y sobrevivir.

Mientras las gallinas y pollos se paseaban tranquilos escarbando cualquier cosa por el piso de cemento de la
casa, Orlando me habla de sus intenciones de irse a EUA: “he pensado bastante irme pallá, pero mi mujer no
quiere” decía mientras la miraba sonriendo. Mary, su esposa, guarda silencio; “le da miedo lo peligroso del
camino”, detallaba Orlando, pero “aquí no hay oportunidades”. Actualmente Orlando cumple el cargo de
presidente de la empresa asociativa de la que es miembro y que ha enfrentado la lucha por la adjudicación
96
de tierras tanto legalmente como de hecho. En el 2009 “logramos que Mel nos diera el título, y nos iba a dar
pisto, pero vino el golpe”. Ahora, luego de una lucha de varios años, tienen finalmente el título de propiedad,
“pero no tenemos financiamiento para empezar a cultivar… le pedimos a un Banco estatal pero pide muchos
requisitos”. “Por ahora le estoy trabajando la parcela a un primo que está en Estados Unidos, luego de eso
tengo que ver, estoy analizando”, me decía sonriente, “y tengo que negociar con mi cónyuge.

El tercer hijo de Amanda y Edgardo (el siguiente hermano de Norma y Orlando) era Óscar, de 26 años, quien
vivió en EUA del 2006 al 2009, justo antes del golpe de Estado. Orlando regresó porque no conseguía empleo,
vivía en Carolina del Norte donde trabajaba en electricidad, pero al final estaba trabajando solo 4 días a la
quincena. “Tengo ganas de irme otra vez, unos amigos gringos que viven en Dallas me prometieron ayudarme
para la visa, y aunque no, igual me quiero ir” me decía emocionado. Así como Orlando, Óscar planeaba primero
estar en México, trabajar y conseguir los papeles y luego hacer el viaje en bus, “más tranquilo”; “aunque
también mi iría en tren”. Por último, estaban Wilfredo y Edgardo, los dos hijos menores, de 19 y 17 años. El
primero quería irse para construirle la casa a sus papás; “estoy harto de tanta pobreza”, decía serio. Edgardo,
por su parte, estaba deseando irse desde hacía un año “no es que vivimos tan pobres” reflexionaba, “para la
comida conseguimos, pero sí quiero que mejoremos la casa que tenemos; quisiera irme ahorita en enero”. “No
me da miedo” me decía confiando, “Dios está conmigo y yo con él (…) con 2 años de trabajo allá tengo para
hacerle bien maciza la tumba a mi abuelo y construirle la casa a mami”.

La historia de los Céspedes muestra las formas en que los procesos de despojo obligan a muchas familias
campesinas a desarraigarse buscando opciones, o a involucrarse en procesos de resistencia colectiva para
conservar su tierra. En este caso se muestran las dos vías, por un lado un agenciamiento migrante en el
padre y los hermanos menores de Norma y Orlando, y por otro un proceso de organización en los casos de
Norma y Orlando. Pero en ambos, la posición social de la familia en términos de su ubicación social en el
aparato productivo y la estructura de clases (Bourdieu 1998) es modificada al quedar sin tierra, y su habitus
campesino (Bourdieu 2004) es alterado al convertirse en migrantes. Frente a la fuerza de
desterritorialización que opera detrás de estos movimientos, la familia construye estrategias diversas para
reterritorializarse: mientras unos se quedan para defender la tierra, otros se van para producir valor; como
ha señalado Kearney, “los migrantes contemporáneos son predominantemente trabajadores moviéndose
desde áreas en las que nacieron y crecieron, hacia áreas en las que pueden encontrar una mayor
rentabilidad por su trabajo” (Kearney 1986, 331, traducción propia).

Como ya vimos en la introducción, a nivel latinoamericano Honduras se ubica entre los peores lugares en
índices de pobreza y pobreza extrema para casi toda la primera década del nuevo milenio, e igualmente ocupa
los primeros lugares en desocupación. Las que parecen ser condiciones ya sedimentadas en la estructura social
hondureña, la pobreza y el desempleo, se ven remozadas por nuevas dinámicas de violencia social que operan
como fuerzas expulsoras con mayor intensidad. Según datos del Instituto Nacional de Estadística hondureño70,
los porcentajes de pobreza para el período 2001-2010 presentan una tendencia al aumento en el caso de la
pobreza extrema, que pasó de 19.5% a casi 40% en esos 10 años, y de estancamiento en el caso de la pobreza,
que luego de estar en casi 64% en el período 2001-2005 bajó levemente a 59% en 2009, y a partir de 2010
volvió a presentar un aumento71. La población más afectada es la rural, cuya situación de pobreza oscila entre
71%-66%; los sectores más perjudicados son los jóvenes y las mujeres. En relación al desempleo, Honduras
incorpora anualmente 200.000 jóvenes a la población económicamente activa (PEA) pero solo su economía

70 Ver: http://www.ine.gob.hn/
71 Los datos de algunos años varían entre la información obtenida del INE y la obtenida de CEPAL.
97
solamente logra ofrecer 70.000 empleos al año (Observatorio de los Derechos de los niños, niñas y jóvenes en
Honduras 2012, 8).

Gráfico 9.
Desempleo abierto. Honduras. 2001-2010. Porcentajes.

9.00
8.00
8.00 7.60

7.00 6.50 6.40


6.10
5.90
6.00
4.90 4.90
5.00
4.00 4.10
4.00

3.00

2.00

1.00

0.00
2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

Fuente: Elaboración propia con datos del INE, http://www.ine.gob.hn/

Como ha mostrado Flores Fonseca (2012), la falta de creación de puestos de trabajo ha originado buena parte
de la migración reciente de hondureños al exterior, pues son los sectores más afectados por el desempleo
(hombres menores de 35 años) los que mayoritariamente engrosan el flujo migratorio. El gráfico anterior
presenta la tendencia del desempleo abierto en Honduras para la primera década del nuevo milenio, la cual
muestra el fuerte impacto de la crisis de 2009 en la economía hondureña, que hace que la tendencia de
desocupación que venía bajando desde 2005 empieza a crecer de nuevo a partir de 2007. Encima, las
perspectivas de recuperación son bajas dado que el modelo de desarrollo es altamente dependiente, pues está
basado principalmente en la atracción de inversión extranjera directa, el turismo y las remesas. El siguiente
testimonio, que tomé durante una breve visita al albergue para migrantes de Ocotepeque en el occidente de
Honduras (casi en la frontera con Guatemala), refleja los sentimientos de frustración de la población más
afectada por el desempleo, y que es llevada a elaborar estrategias migratorias para enfrentar su desocupación.

[S: ¿Y ahora qué van a hacer?] E: La idea es irme para arriba, hermano. Porque... por un motivo que aquí se sufre,
hermano, sí aquí se sufre. Mire, yo le apuesto que este muchacho se va a regresar ahorita, allá en Olancho no hay ni
trabajo ahorita. M: No hay trabajo. E: No hay ni trabajo. Igual yo, no hay trabajo. Díganme, ¿de qué me sirve a mí
agarrar una carreta y andar vendiendo verduras? Si viene la alcaldía y ya me la quita por andar en la calle. No da, no da.
Y si voy a buscar… ponga que usted fuera otra persona y yo vengo y le pido trabajo y usted me mira la cara de
necesidad que yo tengo de trabajo, ya viene usted, me contrata y me paga lo que usted quiere, esa es la jodida que uno
tiene aquí [Marlon Estrada y Edwin Geovany, migrantes hondureños, albergue de Ocotepeque 14-4-15].

Para Manuel Suárez, especialista del Equipo de Reflexión e Investigación (ERIC) de SJM-Honduras, la migración
a EUA es un proceso histórico cuyas causas “están enquistadas en el aparato estatal y en la propia sociedad”.
Según Suárez, en Honduras hay 215 familias cada una con un promedio de 135 millones de dólares de
98
patrimonio, mientras que del presupuesto nacional del país cada año se pierden por concepto de robo y
corrupción 20 mil millones de lempiras. A esto deben sumarse los bajos salarios que en algunas zonas del país,
“especialmente en occidente”, a penas alcanzan el dólar diario, “una libra de queso regular te cuesta 40
lempiras, es decir, 2 días de trabajo para gente que está en esas situaciones de salario”.

La otra cosa en el tema laboral, con el golpe de estado se empezó a fomentar una ley de trabajo a medio tiempo y a
medio salario, a medio sueldo, para disque paliar el problema de trabajo, que supuestamente iba a haber más oferta de
trabajo, esto es una treta horrible que lesiona todas las conquistas laborales que aquí se han logrado, por ejemplo, si yo
consigo trabajo bajo este régimen de medio tiempo y de medio trabajo, yo voy a tener medio salario semanal, y con
ese medio salario mensual, yo pierdo el beneficio del 13avo mes, el beneficio del 14avo mes, el beneficio de las
vacaciones, las mujeres pierden el beneficio de la maternidad, el beneficio del seguro social. Ahora bien, ¿a quién
beneficia este sistema o este régimen de medio sueldo? Al empresario, porque ya no te va a pagar el 13avo, no te va a
pagar el 14avo, ya no te va a dar para seguridad 72. Con estas medidas lo que se está enriqueciendo día a día son
empresarios, es la parte patronal, en cambio la parte obrera cada vez más pobre, aunque tenga trabajo, aunque tenga
un empleo. Con un joven de aquí de El Progreso que consiguió trabajo bajo ese régimen en San Pedro [Sula] nos
pusimos a sacar cuentas, y lo que gastaba en transporte, en comida y el total que le quedaba para el transporte, para
otras cositas y un tiempo de comida. Yo no veo por dónde, los que trabajamos el tema migratorio jamás decimos que
no hay que migrar, simplemente migrar es un derecho, pero no hacerlo debería serlo también [Manuel Suárez, SJM-
Honduras, entrevista personal, 27-3-14].

Las apreciaciones de la población sobre esta situación son claras: solo un 12% de la población opina que la
situación económica del país ha mejorado en los últimos años, y un 65% (el porcentaje más alto de toda
América Latina) asegura que su salario no le alcanza para vivir. Como ha señalado Trouillot, la “integración
global de los precios del trabajo que algunos optimistas prometieron en los sesentas” son una quimera, “al
contrario, el marcado mundial del trabajo se ha vuelto cada vez más diferenciado” (Trouillot 2001, 129;
traducción propia). Por otra parte, Honduras es el país de Latinoamérica donde la “imagen de progreso del
país” (6, ante un promedio latinoamericano de 37) y la “percepción sobre la situación económica” (6, ante un
promedio latinoamericano de 25) son las más deterioradas de todo el subcontinente (Latinobarómetro 2013).
Esto claramente ha agravado las condiciones de vida y provocado nuevos eventos migratorios en familias que
antes no habían tenido que recurrir a estas estrategias. Como me decía una pareja nicaragüense que conocí en
el Albergue Jesús el Buen Pastor, en Tapachula, Chiapas,

nuestra familia es de escasos recursos, mi papá no trabaja, está a expensas de mi hermano, si mi hermano le quiere dar
le da (…) la familia de ella [su esposa] también es pobre, su mama es enferma mental, papá no tiene, su hermano está
desempleado… Nosotros somos los primeros que andamos migrando… y tenemos que lograrlo… [Lanza Jeréz, Diarios
de campo, 7-4-15]

Frente a la situación de precariedad agravada por el desempleo, la migración aparece como una estrategia de
sobrevivencia. En el caso anterior se muestra cómo incluso impulsa formas de movilidad que no existían en la
tradición familiar, lo cual es un fenómeno relativamente reciente en la región centroamericana, donde la
migración “en cadena” (Kearney 1986, Glick Schiller, Basch y Blanc-Szanton 1992, Portes 2007) ha sido
frecuente en las estrategias domésticas de adaptación. Muchos de los testimonios de mujeres jefas de hogar,
como el que se presenta en el epígrafe al principio de este acápite, recuperan esta percepción y estas
experiencias de hogares atravesados en su historia por la pobreza y el desempleo, y son justamente las
mujeres mayores las que han tenido que hacer frente a estas circunstancias una vez que sus hijos o esposos se
han ido (Tuñón Pablos y Rojas Wiesner 2012, Sandoval Forero, Román Reyes y Salas Alfaro 2013). El desempleo

72Efectivamente, como se aprecia también en el gráfico anterior,el estancamiento y el posterior incremento de la tasa de desempleo en
2009 también coinciden con el golpe de estado llevado a cabo contra el ex presidente “Mel” Zelaya, por parte de sectores de las FF.AA.

99
estructural se combina, además, con circunstancias más específicas, como la preferencia por trabajadores
jóvenes, lo que deja al margen las personas de más edad, o provoca la discriminación hacia las mujeres.

[S: ¿Por qué se va tanta gente de Honduras?] Mire, por el desempleo. Porque lo que hizo Ricardo Maduro, que creo que
cometió el error más grande de su vida, fue dejar que la gente ya de 25 años ya no tenga derecho a un trabajo, eso es
erróneo (...) hay gente de 40, 50 años que las fuerzas están y no es que no tengan una aspiración, sí la tienen, pero si
van a una empresa y piden un empleo, le ven que es gordita entonces no le quieren dar un trabajo, quieren ver una
figurita [Vilma Maldonado, COFAMIPRO, entrevista personal, 15-4-14].

Mire, a donde vivimos nosotros casi no hay trabajo, ahí solo está una empresa que es la de energía eléctrica, pero ahí
ya está la gente que trabaja ahí, no meten más, ya están permanentes (…) la mayoría tiene que venir a las maquilas, si
es que consigue (…) por eso es que ellos se van (…) [Mi segundo hijo] se fue cuando tenía 17 años, lo mismo, falta de
trabajo. Y más este que no pudo estudiar (…) entonces para él era más difícil todavía conseguir trabajo (…) tienen que
salir ellos fuera para trabajar (…) ganas de salir también le dan a uno, de irse, pero como hay que cuidar los niños, la
escuela, no se puede [Tomasa Guzmán, COFAMIPRO, entrevista personal, 13-5-14].

El mayor obstáculo y el peor enemigo en nuestro país es la inseguridad y la falta de empleos, la falta de oportunidades
(…) en vez de ayudarlos y crear microempresas, lo que hacen es que expulsan a los inmigrantes [Édita Maldonado,
COFAMIPRO, entrevista personal, 1-4-14].

De manera más grave, a diferencia de otros procesos de movilidad masiva de mano de obra entre países que
han funcionado como mecanismos de regulación de mercados laborales, como por ejemplo el programa
Bracero (Escobar y Martin 2008, Délano 2011), los actuales movimientos migratorios de personas
centroamericanas a EUA, aunque se dan impulsadas por mecanismos globales de ajuste que son necesarios
para las economías del norte, los países desarrollados no asumen ninguno de los costos y al contrario aplican
políticas securitarias y de cierre de fronteras que funcionan como dispositivos de administración de las
migraciones (Kron 2011). Según Portes y Böröccz, esta situación es producto de largos procesos de penetración
física, económica y cultural por parte de los “países dominantes”, lo cual ha generado una situación de
desigualdad marcada por “el incremento permanente de la oferta de mano de obra dócil, a la par que la
disminución de su coste”. Según los autores, este proceso “llega a su culminación en la actualidad, cuando son
los propios migrantes laborales los que toman la iniciativa y asumen totalmente el coste del viaje”, un modelo
que clasifican de “oferta inagotable de mano de obra” (Portes y Böröccz 1998, 50).

No obstante, la información etnográfica registrada para esta investigación cuestiona, como ya se ha


mencionado, una causalidad unívoca o suficiente del desempleo y la pobreza en los procesos migratorios.
Como me dijo el director de la ONG Casa Alianza en Honduras: “Ya el tema de que aquí “pobres pero en paz” y
de que “¡que bonito comer frijolitos pero en paz!”, eso aquí en Honduras ya no es... Ya ni hay frijoles ni hay
paz” [Diario de campo, 12-6-14]; esto refiere a que existían todavía mecanismos de contención de población
que evitaban que muchas personas que hoy día se van de su país, tomaran esa decisión. Antes solo tenían sus
frijoles pero había “paz”, no faltaban el alimento básico, suficiente para retener a miembros de la unidad
doméstica que no eran los tradicionales migrantes, pero con la violencia esa situación cambió, ahora los
“frijolitos” ya no son contención suficiente, pues las razones por las que se migra tienen más relación con el
mantenimiento de la vida que con su mejoramiento. El desempleo y la pobreza si bien son condiciones
estructurales y de larga data de la migración, no parecen ser las condiciones situacionales que han disparado
las expulsiones y fugas.

Pues mira yo salí, pues tome este camino de… pues de migrante, pues por la situación… vos sabes cómo está el país y
pues el aspecto de pandillas, que no hay mucho trabajo bro, pues está un poco bien difícil allá la situación y pues tengo
dos hijos que mantener y estuve un buen tiempo de que no trabajaba... [S: Y ¿En qué chambeabas allá?] Yo, en el
mercado, yo era vendedor ambulante en el mercado de San Pedro Sula. Y… pues las cosas se fueron poniendo feas, ves
con ese conflicto de las maras y eso que ya no podías andar tu con tu mercancía en el centro (…) te metías de en un
100
barrio y ya… te salen los pandilleros y pues tienes que pagarles renta, te cobran una cuota solo por andar caminando
ahí en el barrio de ellos... [S: ¿Cuánto te cobraban?] Por cada entrada a un barrio te cobraban 50 o 100 pesos, pero vos
sabés, en el trayecto de todo el día vos tenías que entrar en varios barrios… y... pues no creo que… que no te hacías mil
pesos diarios, te hacías a veces solo … lo básico pues, para llevar algo de comida a la casa, pues no me quedó otra
opción mas que irme... [Migrante hondureño, Albergue Jesús el Buen Pastor, Tapachula, entrevista personal 9-4-15].

2.1.2 “Ya ni hay frijoles ni hay paz”: extorsión y violencia como condiciones disparadoras de la migración
hondureña

Entonces aquí hay causas que van a seguir originando la salida. Aquí son 20 asesinatos diarios, es más o menos una media de 80 por
cada 100 mil. En los barrios es triste vivir, en la calle donde vivo yo, la parte del fondo de la calle es sumamente peligrosa, ahí no
entran ni vendedores... hay mucha gente que ya no quiere vivir así. Mientras eso persista, ¿cómo evitar la migración?
Manuel Suárez, SJM-Honduras, entrevista personal, 27-3-14

A los pocos días de haber llegado a Honduras para iniciar mi segunda estancia de campo en ese país [28-3-
14] ocurrieron dos eventos que serían como un presagio de lo que encontraría en relación a las condiciones
de expulsión y salida de personas hacia el norte. Mientras visitaba las instalaciones del palacio municipal de
El Progreso con la intención de solicitar una entrevista a algún funcionario, me encontré con una
aglomeración de gente que, como me dijo uno de los ancianos que estaba sentado en una banca del parque,
parecía “una procesión”; era una “Marcha por la Paz”. Organizada por el cura de la parroquia del Las
Mercedes, en el centro de El Progreso, y por otros ciudadanos “influyentes” de la comunidad, la marcha salió
de la iglesia y llegó hasta el palacio municipal donde exigía que una comitiva se reuniera con el alcalde para
presentarle el pliego petitorio.

La “procesión” estaba formada mayoritariamente por mujeres, sobre todo mayores y casi todas vestidas de
blanco; algunas llevaban colgando del cuello unos cartones con imágenes del papa Francisco saludando y
una leyenda que rezaba “Cristo es nuestra paz”, otras cargaban carteles blancos con leyendas escritas en
letra propia y mensajes como “desarme general”, “no robarás”, “ama a tu prójimo como a ti mismo”, “no
matarás”. Se instalaron en la sala de entrada de la alcaldía y permanecieron ahí hasta que las recibieron las
autoridades, que hicieron ingresar a la comitiva y estuvieron reunidos por alrededor de unos cuarenta
minutos. Luego de elogiar este tipo de “luchas”, el vice alcalde (el alcalde no estaba) recibió las peticiones y
estuvo un rato compartiendo con las marchantes, incluso le cantaron cumpleaños a alguno de los presentes
y partieron pastel.

Por mi parte, salí impresionado por la iniciativa y, sobre todo, por la respuesta de las autoridades. Por un lado, el
hecho de que fueran en su mayoría mujeres las que estaban participando del acto me llamó la atención. Ya para
ese momento empezaba a darme cuenta del papel tan importante que jugaban las mujeres adultas en las
experiencias de los comités de familiares de migrantes desaparecidos, y me resultaba sugerente que iniciativas
como estas estuvieran también impulsadas por esta población. Claramente no se trataba de las mismas
organizaciones, aunque ambas compartían un imaginario religioso y era muy probable que entre las marchantes
de ese día hubieran madres con familiares desaparecidos (ya fuera que estuvieran organizadas en comités o no),
se trataba de iniciativas y estructuras de base distintas.

Sin embargo el perfil de las participantes era el mismo, todas mujeres, la mayoría madres mayores de treinta
años. En ese momento me quedó clara la importancia de esta población en el impulso y animación de
acciones y discursos dirigidos al cuido ampliado de la comunidad, no solo en términos del rol que cumplen
101
las mujeres dentro del espacio doméstico (Lagarde 2014), sino también del lugar central que ocupan en un
complejo entramado translocal y transnacional de cuido (Hochschild 2001, Williams 2010, Yeats 2012, Kilkey
y Merla 2014, Merla 2014), dirigido a garantizar la producción de las condiciones de producción social
(Graeber, It is value that brings universes into being 2013), es decir, de desplegar toda una economía
reproductiva, en contextos de violencia extendida, enfrentamiento y desaparición (ver capítulo 4).

Al día siguiente de la marcha, mientras caminaba por el centro de la ciudad hacia las instalaciones de Radio
Progreso (RP) donde se encontraban temporalmente las oficinas del Equipo de Investigación y Reflexión (ERIC) del
SJM, un coche se estacionó a mi lado y me llamaron desde adentro. Era Irene, una de las periodistas de la radio
que había conocido desde mi llegada al país. Al principio pensé que se había orillado para ofrecerme un
aventón, pero estaba equivocado, se detuvo para darme una noticia que acababa de recibir, “mataron a
Andrés” me dijo seria, “un compañero de la radio, lo encontraron apuñalado anoche en su casa” [Diario de
campo, 29-3-14]. Justo me lo habían presentado hacía un par de días, era el encargado de las finanzas de la Radio
y el ERIC, y como todos los funcionarios de la organización, tenía desde hace varios meses medidas cautelares
proporcionadas por la CIDH producto de amenazas y agresiones que venía sufriendo el equipo desde antes del
golpe de estado de 2009.

Dos meses después, durante una estancia corta en Olanchito (al oriente del país) a donde había sido
recibido por una familia para participar en un taller de formación a integrantes de la PMH de ese
departamento, ocurrió el segundo evento. Era mi primera noche, estábamos platicando en la entrada de la
casa con la abuela de la familia sobre cómo su hijo mayor “le dejó a sus niños” cuando se fue a EUA y ella
los había terminado criando a todos, cuando de repente sonaron cinco detonaciones a unas pocas casas
de distancia, primero tres, un par de segundos y luego otras dos. A todos nos sobresaltaron los
“bombazos”, pero más la voz desgarrada de una mujer que segundos después empezó a gritar
desesperada, “me mataron a mi hijo, me lo mataron”.

Nos asomamos a la calle, ya se empezaba a hacer una multitud, la hija del vecino de al lado brincaba
emocionada mientras le decía a su madre, “vamos, vamos, vamos a ver, vamos a ver”. Justo durante la cena
habíamos estado hablando de los asaltos y la inseguridad en las colonias, de cómo “ya nadie va de noche al
parque”, del temor de la abuela y tía de Joaquín cuando este regresa caminando en la noche desde la
universidad. Casi dando las ocho una vecina llegó con el chisme: mataron a “uno de los que alquila donde
doña Ivania”, un señor que vendía frutas en un carrito por el mercado, fue un ajuste de cuentas. Cuando le
dispararon llevaba a su bebe de 9 meses en brazos, ambos murieron.

Una hora después el noticiero del canal local daba cobertura al suceso, “desde el lugar de los hechos”
reportero y camarógrafo interrogaban a familiares y vecinos y seguían a la madre y esposa hasta el hospital
hostigándola con preguntas. Minutos después, abriéndose paso entre enfermeras, pacientes, doctores y
oficiales, el camarógrafo caminaba por un pasillo del hospital hasta el cuarto donde estaban los cuerpos y se
disponía a entrar, la puerta la franqueaba un policía y más adentro un enfermero, ambos se hicieron a un
lado para darle paso a la cámara que durante casi cinco minutos estuvo presentando tomas de los cuerpos,
los impactos de bala en la cabeza del hombre y la gran mancha de sangre sobre su cara y pecho; también del
niño, casi todo cubierto por una sábana blanca, zoom a sus zapatos pequeños, paneo del cuarto, zoom al
padre, todo acompañado por la voz en off del presentador que desde el estudio se lamentaba la tragedia y
comentaba que la intención “no es afectar a los familiares”, y que por eso “cuidamos nuestras tomas, por
respeto a la familia”, pero que también tenían la obligación de mostrar “la realidad de lo que está viviendo
nuestro país”, hacer un “periodismo responsable” [Diario de campo, 22-5-14].

102
El choque que me provocó el asesinato del vecino y su hijo fue luego acompañado por el asombro ante la imagen
de la quinceañera de al lado dando saltos de emoción y pidiéndole permiso a su madre para “ir a ver” como si
estuviera hablando de un parque de diversiones, y terminó de desencajarme la cobertura que hizo poco tiempo
después el canal local sobre los asesinatos. La naturalización de la violencia que se me mostraba en estas escenas
me impresionó, pues además contrastaba con discursos e iniciativas opuestas que había encontrado durante mi
estancia en el país y que en vez de exaltar la violencia la reprobaban.

La marcha por la paz, la muerte de Andrés y el asesinato en Olanchito, son ejemplos de un cotidiano que ha sido
colonizado desde dos vías que en principio parecen contradictorias: por un lado está el temor, la incertidumbre, la
desesperación y la desesperanza; encerrarse, no mirar, no denunciar, pagar a tiempo, entregar al güirro a la mara,
cocinar… por otro lado, la exaltación y naturalización de formas de violencia que pueden llegar incluso a ser
incorporadas dentro del imaginario social como formas posibles, viables, e incluso deseables. En ambos casos
estamos frente a dinámicas que contribuyen a sostener y perpetuar una economía productiva y reproductiva a
partir de la cual se despliegan y crecen los actores delictivos y del crimen organizado, una economía de guerra
(Dorronsoro 2015). Es la instalación de las formas violentas en el imaginario y las prácticas ciudadanas, ya sea
desde el terror o desde la exaltación, una institucionalización y una socialización de la violencia, y en este sentido,
de la guerra implícita que la hace brotar.

En Honduras, al menos en los lugares que pude conocer, ha ocurrido un fenómeno muy significativo en
relación a los procesos y formas de organización de las pandillas. El arraigo comunitario y la intensidad de las
relaciones de parentesco tanto a lo interno como entre estas y sus comunidades (Zúñiga 2009, Martínez 2015)
se han ido disipando para ser sustituidas por un conjunto de relaciones de explotación del trabajo, sobre todo
bajo la forma de la extorsión, pero también del reclutamiento forzoso (infantil y juvenil), el trabajo sexual y la
economía de cuido. Pareciera que la mara se ha desarraigado del tejido comunitario elevándose por encima de
este y colocándose en un lugar de poder animado, más que por lógicas de identidad, respeto y autodefensa,
por lógicas de competencia en la extracción de valor.

Ahorita mi casa vecina, que es de mi sobrino, estaba quedando sola porque la señora que alquilaba no pagó, entonces
se (...) Pues ¿qué le dijeron a mi sobrino? Que ya un grupo de mareros querían ir a meterse a la casa. Si ellos salen de
esa casa ya la perdimos... Ahora temprano ahí quedaron aseándola toda, ahí va a tener que estar él... le avisaron la otra
mañana “limpiá y metete hijo porque ya una mara se quería meter a adueñarse de la casa”. ¡Ay! [suspira] ¡y que eran
vecinos de mí! ¡ay diosito bendito! Aquí está feo ahora... [¿Y ellos saben que es una casa de familias de migrantes?] ¡Ah! Y
qué les importa a ellos, “quién los manda que se vayan”, dicen, así, así [Doña Cándida, El Progreso entrevista personal, 1-4-
14]

Este proceso de reconversión o reconfiguración de las maras tiene tres influjos: por una parte, los mismos
efectos de desestructuración del tejido social producto de las políticas neoliberales que han afectado a toda la
sociedad centroamericana (Segovia 2004, Morales 2007, Torres-Rivas 2007); por otra parte, los impactos de la
ola represiva en la región bajo la fórmula de políticas de cero tolerancia y mano dura (CIDAI 2003, UCA 2003,
FESPAD 2004, ICCPG 2004, Martínez 2004, Aguilar 2006, Thale 2006, INCEP 2007, Salazar 2007-2008); por último,
las dos condiciones anteriores ha provocado el desplazamiento de estas organizaciones del espacio comunitario
al empresarial, optando por intensificar un vínculo que si bien existía no era el único: la relación con el
narcotráfico, sumergiéndose más en el juego capitalista del crimen organizado regional (Farah 2012)73. Como ha
señalado Farah, “el principal cambio está en que las pandillas se han vuelto consientes del potencial de

73 Al respecto ver: http://www.animalpolitico.com/2012/04/los-zetas-reclutan-miembros-de-la-mara-salvatrucha-dicen-autoridades-de-


guatemala/
103
ejercitar una influencia política real basada en el control territorial, el poder armado y el acceso a recursos
crecientes” (2012, 63)74.

Honduras aprobó una ley antipandillas a principios de siglo, que penalizaba la pertenencia a una de ellas. Su fracaso ha
sido total. La aplicación de políticas de mano dura solo ha conseguido una escalada de violencia entre las maras y las
fuerzas de seguridad. Por otra parte, las pandillas actúan de forma cada vez más discreta. Los códigos de identificación
externa, como ropa o tatuajes específicos, ya solo pueden verse en prisión o en los cuerpos de sus jefes más importantes y
antiguos, que se tatuaron hace años. Ahora mandan a chicos listos a la universidad. Necesitan administradores de
empresas para gestionar el dinero que mueven. Tienen médicos en la nómina a tiempo completo y clínicas clandestinas
que les evitan ir a un hospital cuando son heridos en acción (Arce 2015, 151).

De jugar un importante papel en la economía reproductiva de ciertas comunidades empobrecidas y


marginadas, muchas de las clicas75 de las maras hondureñas han pasado a jugar un rol principalmente
destructivo o desarticulador de estas; desde una lógica empresarial de crecimiento y lucro y manteniendo sus
pautas de ampliación y defensa territorial y sus dinámicas y rituales de violencia, el desarrollo de las pandillas
se ha configurado como una fuerza de opresión y explotación de los sectores más empobrecidos, al tiempo que
se han perfilado como importantes contrapartes de la escena estatal, penetrando cada vez más en sus
corporaciones e instancias (Savenije 2015, 232-233). Según la especialista en violencia y defensora de víctimas
del CIPRODEH, Licda. Sally Valladares, las maras están empezando a establecer sus propios negocios y han
encontrado en la extorsión una forma muy efectiva de financiarlos.

Fueron mutándose muy inteligentemente, cuando vieron que los empresarios empezaron a cerrar sus negocios porque
dijeron "no vamos a pagar más extorsión", los pandilleros contestaron "bueno, ya hemos recibido suficiente dinero de
los empresarios, ahora vamos a colocar nuestras propias empresas". Entonces se han vuelto empresarios, sobre todo
en los servicios de transporte, y el Estado lo sabe. Compraron buses, contrataron personal y además la gente lo mira
bien porque saben que esos son buses de ellos, que ahí no los van a asaltar. También se sabe que invierten en la
educación de su staff, ya tienen sus propios abogados, sus administradores de empresas. Han evolucionado, usted ya
no va a encontrar al pandillero que anda con sus tatuajes y eso. A partir de la reforma al artículo 332 del código penal
en 2003, de lo que llamaron la Ley Anti Maras, que puso cárcel a todo el que estuviera tatuado, dijeron "ah bueno,
entonces nos vamos a ir quitando los tatuajes, vamos a ir disfrazándonos de gente común". Uno ya no sabe quienes
realmente están en la mara [Licda. Sally Valladares, CIPRODEH, DHD 12-6-14].

Han emergido entonces como actores centrales en el contexto de guerra actualmente vigente en ciertas
zonas de la región centroamericana, pero sus operaciones no se limitan a esta, sino que han incursionado en
la ruta migratoria llevando sus prácticas de extorsión. Los cobros que le realizan a muchas familias y
negocios en el país de origen, los trasladan y efectúan también en otras latitudes del territorio migrante, por
lo que su despliegue operativo se configura como una lógica central de las dinámicas de territorialización de
los procesos migratorios, haciendo parte de lo que he denominado fuerzas de disposicionamiento, aquellas
que empujan, limitan, desvían, regulan, administran y conducen los flujos migratorios con el objetivo de
hacer de estos una fuente de generación y extracción de valor. Para Lic. José Guadalupe Ruelas García,
director de Casa Alianza en Honduras, además de que se han “fortalecido, diversificado y profesionalizado”

74 La operación y el funcionamiento de estas organizaciones a partir de los procesos de reconfiguración recientes, pueden ser pensados
según lo que Mbembe denomina, recuperando a Deleuze y Guattari (2002), como “máquinas de guerra”. Las actuales estrategias de
control territorial y de acumulación por parte de las maras las perfila como organizaciones segmentadas, con vínculos y patrones de
articulación variables, con capacidad de difuminarse y tomar diversas formas (lo cual es claro en relación a la presencia de pandillas en
la ruta migrante), con una relación más móvil con el espacio y con vínculos complejos con las formaciones estatales (Mbembe 2003, 32).
La misma caracterización podría servir, al menos en parte, para organizaciones del narcotráfico como Los Zetas. Agrega el autor, "en la
mayoría de lugares, el colapso de las instituciones política formales bajo la tensión de la violencia tiende a propiciar la formación de
economías de milicia (…) máquinas de guerra que rápidamente se tornan altamente organizadas como mecanismos de depredación,
imposición de impuestos al territorio y a la población que lo ocupa, y articuladas a redes transnacionales que proveen el soporte
financiero y material (Mbembe 2003, 34).
75 La clica es la unidad básica de la organización territorial de las maras.

104
las pandillas han cambiado su estrategia de control territorial, según Ruelas, si antes tenían un patrón de
control “instalado”, hoy día funcionan de manera “móvil”, cambian a sus operadores constantemente
acelerando el proceso de desvinculación con el tejido comunitario, despersonalizando y racionalizando sus
acciones, lo que evidencia un proceso de burocratización dentro de la organización (Weber 2000).

Antes uno veía patrones de pandillas instaladas en un barrio, hoy se mueven. Sí por que un pandillero que cobra la
extorsión en un barrio, luego se encariña de la gente....o se enamoró de la hija del dueño de la tienda y ya no le cobra la
extorsión, o.... o e hicieron amigos, qué se yo. Entonces si los vas cambiando, entonces no ha y una relación, entonces
eeeh, muchos pandilleros se metieron a la universidad, tienen contadores, tiene tal, ¿no?. Eeeh, y se organizan de una
manera distinta. Y... veo también, han hecho pactos, uno empieza por ejemplo con que una pandilla le persigue y la otra ni
siquiera aparece en los medios de comunicación, ¿no? Entonces y empieza a ver que hay un tema de que antes los
pandilleros se mataban entre sí, ¿va?, pero ¿cuánto hace que no escuchamos “pandilleros de tal y de tal se encuentran en
tal calle y se mataron”? [Lic. José Guadalupe Ruelas García, director de Casa Alianza – Honduras, entrevista personal, 12-6-
14]

La mara surge entonces como actor del capitalismo global, no ya solo porque su emergencia venga dada
de las condiciones de exclusión provocadas por la globalización neoliberal (lo que sigue siendo cierto), o
porque sus patrones culturales haya decantado de la cultura hommie de los suburbios empobrecidos de
EUA, sino porque ingresa al juego del capital (y el capital ingresa en ella) al adaptarse a las políticas que
buscaban acabarla e incorpora así buena parte del imaginario acumulador y expansivo de cualquier
empresa capitalista, despersonaliza sus relaciones comunitarias, trasnacionaliza sus redes, prioriza en
formas de capitalización rápidas y efectivas como la extorsión y el cobro de impuesto por “seguridad ”, etc.
Alberto Arce ha reporteado algunos casos de extorsión, así como las falencias institucionales en
combatirla (Arce 2015, 99-111).

Para muchas personas, vivir en comunidades controladas por maras es estar sometido. Doña Tina76 vive en una
de las colonias más peligrosas de SPS. Busca a su hija desde hace trece años luego de que perdieron
comunicación durante su intento de llegar a EUA, y tiene ya una década de formar parte del Comité de
Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso, el COFAMIPRO. Ha criado a casi todos sus nietos,
ayudada por sus otras hijas desde EUA, las que si llegaron. Ahora está por terminar de comprar la casa donde
vive, “como me gustaba esta colonia cuando escogí la casa”, me dice sonriendo mientras recuerda un tiempo
que pareciera haberse ido para siempre. Está por salir de la deuda de una casa que ya no quiere, en un barrio
en el que no se puede vivir. Si la pobreza fue la que llevó a sus hijas a irse, es el temor el que ahora le impide a
Tina quedarse.

Nosotros vivimos en un lugar donde no se puede mirar ni escuchar nada, no se puede ni voltear a ver, ¿cree usted que
es vida? ¿No verdad? Mi vecino siempre me dice “¡ay, doña Tina! Lo mejor será emigrar de este país”. A mí no me han
faltado deseos… De hecho mi hijo que está allá siempre me invita a irme, y como tengo la casa que está a mi nombre,
con eso puedo conseguir la visa. Pero no lo he hecho por los jovencitos [nietos], no tengo el dinero para llevármelos y
tampoco me van a dar la visa para ellos (…) Y es que aquí en Honduras si la piedra se envolviera en papel brillante se
vendería, aquí el comercio es bueno, el problema es que todo está con impuesto de guerra… Yo vendía pan de guinea,
pan de banana, y era buena la venta… Pero quitaron la pulpería que está cerca de mi casa donde yo ponía el pan…
Entonces no es tanto la pobreza, es el miedo. El miedo. Es la inseguridad, porque no hemos dejado de comer en mi
casa, aunque sea queso, tortillas, frijolitos, pero no hemos dejado de comer [Entrevista personal, 22-4-14].

Siempre ha sido la pobreza. Sigue siendo la pobreza, pero ya no es la condición suficiente, ahora se suma el
miedo. No el miedo al asalto o al robo, una persona pobre de una colonia controlada por la mara no tiene porque
temer un asalto, el miedo es de otro tipo, el riesgo del reclutamiento, la amenaza de una muerte que se entrega
sin mayor reparo, la presencia casi ubicua de una mirada que todo lo controla y que cobra por la seguridad, una

76 Identidad protegida.
105
organización avocada a la extracción de valor del trabajo de los sectores más descapitalizados, un drenaje por
goteo de los pocos recursos de los más pobres que empieza en las colonias y continúa en el tránsito77. Doña Tina
le prometió a su hijo que en cuanto se gradúen los más chicos de sus nietos irá a visitarlo a EUA, “si dios me lo
permite”.

Frente a estas condiciones, como mencioné en el capítulo 1, las respuestas del gobierno ha tendido a la
militarización y las políticas de excepcionalidad semejantes a las que se han desarrollado en México (Delgado
2011), lo que solo ha contribuido a aumentar la intensidad de los enfrentamientos, la mayoría de veces
ciudadanizando los efectos. Como ha señalado al respecto Savenije, en Honduras “las FF.AA. cumplen un papel
amplio en el ámbito de seguridad pública” tanto de manera unilateral como en coordinación con otros cuerpos
de seguridad como la policía civil por medio de los “grupos de tarea conjunta”. En el marco de operativos como
“Tolerancia Cero”, “Plan Escoba” y “Operación Libertad las fuerzas de tarea conjunta se han instalado de
manera permanente en el paisaje urbano y desde ahí se ha dedicado no solo a perseguir y detener a las
pandillas, sino también a reprimir amotinamientos en cárceles, enfrentarse al narcotráfico, y en el contexto
posterior al golpe de estado de 2009, reprimir al Frente Nacional de Resistencia Popular (Savenije 2015, 235-
236).

Estas medidas, sin embargo, no contribuyen a pacificar la vida de la gente, sino que densifican la violencia
cotidiana (Scheper-Hughes, The Militarization and Madness of Everyday Life 2014) en barrios y caseríos, sin
lograr además contener la presencia del crimen organizado, que finalmente “genera desplazamiento forzado al
interno y externo de los países”, se trata de un caudal migratorio compuesto por población que “se esconde,
huye, emigra [buscando] sumarse y confundirse con la población que migra por motivos socioeconómicos, [en
un patrón] que ofrece muy pocas opciones de desplazamiento interno” (CIDEHUM 2012, 6, 24).

Ahora son los narcos los que están peleando territorio, incluyen a las maras porque las maras les están vendiendo la droga
entonces les dan territorio, pero sí… ahí en [XXX] hay un montón de narcos, viven en colonias grandes que anteriormente
eran de los gringos, ahí mismo hay policías, hay narcos y ellos se cubren (…) hay gente que tiene terror, no miedo, terror
de ir a la policía a poner una denuncia, ¿por qué? Porque ellos mismos le pasan el aviso a los otros. Uno no puede hablar,
uno tiene miedo, mucho miedo, exageradamente miedo de ir y decir "fíjese que ¿qué puedo hacer con esto?", no, porque
más tardecito va a aparecer muerto uno también. Así no se puede [Irma Avendaño, El Progreso, entrevista personal, 15-4-
14].

En la ruta también se conocen testimonios como este, aunque quizás mediados por las precauciones que
suelen tener las personas en tránsito, pero que efectivamente reflejan las circunstancias de incertidumbre y
riesgo que narran doña Tina y doña Irma. Por ejemplo la de un “camionero” salvadoreño que “tuvo” que
enfrentarse a balazos con unos pandilleros que lo querían asaltar y producto de la trifulca tuvo que pagar
siete años de cárcel porque lo detuvieron policías vinculados con la mara, y recientemente había decidido
huir porque había sido amenazado de muerte luego de salir de prisión [Diario de campo, 26-9-14]. O el caso
del dueño de un taller de soldadura en Tegucigalpa al que habían exprimido las extorsiones y que caminaba
acompañado de un menor de edad que había sido cobrador del transporte público en su misma colonia

77 En este punto considero importante hacer una aclaración. Muchas de las representaciones que se hacen sobre las maras o pandillas y que
circulan en medios de comunicación o académicos, adolecen de una trama etnográfica fina sobre la cual basar dichas representaciones. En
este trabajo no quisiera cometer el mismo error. Aunque durante mi estancia de campo en Honduras no tuve la oportunidad de realizar una
inmersión etnográfica con las maras, pude conocerlas desde sus efectos. Pero esto contiene un sesgo, pues fue justamente con las familias
más amenazadas y de las colonias más conflictivas de las que tuve información. Lo que habría que destacar es que es inverosímil tomar a “la
mara” como un ente monolítico o absolutamente coherente, cuyos procesos de evolución son lineales y marcan la pauta para todas y cada
una de sus estructuras locales (clicas); esto no es así. En este sentido, muchas de las descripciones y representaciones que hago en este
trabajo de los efectos de vivir en una colonia controlada por las maras serán aplicables para ciertos contextos locales específicos, pero no
para otros.
106
[Diario de campo, 26-10-14]. O el de Merlin, de diecinueve años, para quien la libertad era básicamente no
tener que estar mirando todo el tiempo por encima de su hombro:

Mi mamá les pagaba el impuesto, pero un día me amenazaron por Facebook, además habían tratado de tatuarme a la
fuerza [me muestra un inicio de línea en su mano izquierda], entonces mi mamá me pidió que me fuera (…) antes me
protegía un marero que conocía pero luego a él lo mataron porque decían que era policía (…) aquí me siento libre, vine
para sentirme libre porque aquí no siento que me vayan a matar, si regreso allá estoy muerto [Diario de campo, 17-10-14]

A todos ellos los conocí en el albergue para migrantes La 72 en Tenosique, donde era frecuente recibir
grupos de tres, cinco y hasta diez jóvenes, en los que todos o su gran mayoría venían huyendo de las
pandillas. Testimonios de circunstancias que casi hacen olvidar la época en que migrar era una opción entre
otras para enfrentar los riesgos asociados a la precariedad y la incertidumbre; hoy día son estrategias
imperiosas, para muchas personas la única opción que queda. Historias que fracturan la memoria y
permanecen en el cuerpo, que se instalan como marcas epidérmicas que dan fe de una violencia cotidiana
que arrincona, que marcan las trayectorias personales, familiares y comunitarias de una parte creciente de la
población que de no haber sido por estas circunstancias probablemente no hubieran migrado, o hubieran
migrado de otra manera; migrar y huir no es lo mismo. Por la ruta migrante caminan cuerpos cicatrizados (y
algunos en herida abierta), cuya liminalidad es la de la amenaza de la muerte frente a todo lo demás. Balas,
esquilas, metralla, navajas, golpizas… van dando forma a un cuerpo social migrante, una población queloide
que camina saturada (y suturada) de dolor.

“Allá me asaltaron”, me dice don Simón con voz ronca y levantándose la camisa para responderme a la pregunta de
¿por qué se vino?, “me robaron cinco mil lempiras y me dieron quince balazos”. Las cicatrices y algunas protuberancias
de plomo donde aún yacen balas que no se pudieron extraer muestran un cuerpo que camina casi de milagro, “entre
AK47 y escopeta”, me dice y vuelve a ponerse la camisa [Diario de campo, 22-9-14].

El objetivo de don Simón, oriundo de Tegucigalpa, era llegar a EUA para encontrarse con sus hijos que viven
allá desde hace más de una década; ellos le ofrecieron pagarle una operación para extraerle una bala que tiene
alojada en el cuello que es la que le dificulta hablar, y otra que tiene en la mano izquierda y le impide moverla.
La desproporción en la historia de su asalto es evidente, 15 balas por cinco mil lempiras, alrededor de
USD$220. Ahora su viaje de reunificación está mediado por una intervención quirúrgica que sus hijos quieren
costear pues su cuerpo, desgastado ya por el trabajo y los años, ha quedado disfuncional, inmóvil de una mano,
casi sin voz; se traslada al norte para recuperar su movilidad y su habla. Y de paso para evitar la muerte. Avanza
despacio, va caminando sin prisa, costeando los gastos con lo que le van mandando sus hijos y lo que puede
juntar trabajando, evitando cargar mucho dinero para no exponerse a un nuevo asalto, sin comentar nada
sobre sus hijos para evitar un posible secuestro. La suya es una estrategia de marcha constante, pausada y de
bajo perfil, solitaria y marcada por la experiencia de tener que sortear los mecanismos de extracción de valor
que durante toda su vida le han salido al paso y han moldeado su cuerpo.

En Tapachula, en el Albergue Jesús el Buen Pastor, conocí a Lucio, un salvadoreño de cuarenta y cinco años
también marcado por la violencia. Se me acercó una tarde mientras iba saliendo del albergue después de mi
jornada de trabajo, “¿verdad que usted lo puede asesorar a uno para lo del refugio?”, me preguntó mientras
me tocaba el hombro para llamar mi atención, “es que vea” agregó, “uno de mis problemas es esta pierna”.
Me mostró una pantorrilla y un tobillo atravesados por una cicatriz de unos treinta centímetros desde la que
se extendía una mancha negra que abarcaba desde la parte baja de su rodilla hasta el tobillo. Su cicatriz era
vieja, producto de la guerra de los ochentas en El Salvador en la que había participado en el bando
guerrillero, “es que un compañero pisó una mina y me llegaron las esquilas”, me decía mientras se frotaba la
piel, “y esta pierna me quedó así”. Desde hacía un par de meses fue que le había aparecido la extraña

107
mancha negra y no sabía a qué atribuirla, pero estaba seguro de que ha venido extendiéndose, “además me
dan grandes fiebres y dolores de cabeza”. La “extraña” mancha le apareció justo en las fechas en que tuvo
que dejar su país, del que no había salido nunca.

Es que allá en El Salvador yo y otros que también quedaron lisiados de la guerra estamos en una asociación, estuvimos
pidiendo apoyo del gobierno y finalmente nos dio unas tierras, unas parcelas en el departamento de Colón, y a mis
compañeros también les dio pensión, a mí no me había llegado pero supuestamente me iba a llegar, lo que sí nos
dieron a todos fueron los terrenitos. La cosa es que cuando llegamos a la comunidad donde están las tierras nos dijeron
que teníamos que participar en las reuniones que se hacen los sábados, entonces fuimos (…) ahí nos dijeron que
teníamos que pagar USD$20 por el uso de las tierras, esto a pesar que los del gobierno nos dijeron que no teníamos
que pagar nada, pero bueno, para no tener problemas lo pagamos. Pero luego resulta que nos empezaron a pedir un
pago mensual, nos dijeron que lo sacáramos de la pensión, o sea que ya sabían que estaba la pensión, yo les dije que a
mí no me había llegado, pero me dijeron que si me habían dado la tierra también me daban la pensión… y es que la
comunidad está controlada por los mareros, están en la junta, y fue entonces que nos amenazaron, que si no
pagábamos nos iban a matar, y ya lo último fue que mataron a líder nuestro, de nuestra organización de lisiados, lo
mataron, entonces todos salieron huyendo, fue cuando yo me vine [Diario de campo, 26-5-15].

El caso muestra una continuidad dantesca en la historia de la violencia en El Salvador y la forma en que ha
operado como una tecnología de extracción de valor (valor bélico, valor pecuniario, despojo) cuyo efecto
más visible es el moldeamiento del cuerpo; un solo cuerpo reúne, como un lienzo, escenas de los
momentos más turbios y complejos de esa sociedad, una herida de guerra, una extraña mancha que surge
de la anterior cicatriz luego de casi treinta años, una huida imprevista y nunca antes imaginada que es
entorpecida por un cuerpo agotado, enfiebrado, dolorido, como una certidumbre confundida (Nancy
2003) que ya no se sabe más.

En un contexto de producción criminal postindustrial, la forma-muerte y la forma-mercancía se articulan por


medio de la cada vez mayor implicación del crimen organizado en la producción o aprovechamiento de cuerpos
residuos y moldeados. En este caso, el cuerpo “lisiado” es aprovechado por los actores criminales para aplicar
técnicas de desvío de valor (Appadurai 1991) capturando los recursos que el gobierno da a estas personas en
función de su discapacidad. Pero además la aplicación de estas técnicas tiene como efecto la regulación de la
circulación de estos cuerpos en el territorio, pues se ponen a circular en la ruta migratoria, disponiéndolos o
colocándoles en circuitos en los que podrán, nuevamente, ser fuente de valor por medio de la aplicación de
formas de violencia. La homogenización de cuerpos mediante estas técnicas de moldeamiento se evidencia en
el uso de la amenaza para capturar y poner a circular, lo que genera una intercambiabilidad somática que
emula la forma mercancía. Como ha señalado Feldman,

In modernity the political form and the commodity form come together as state and other agents of power increasingly
become invested in the production of bodies, and in regulating the circulation of these bodies in time and space in a
manner analogous to the economic circulation of things. The homogenization of bodies generates somatic interchange
where one body is made to substitute for another (a process that installs their uniformity) and where bodies are made
to stand for institutional, political, and economic effectivity and achievement (Feldman 1999, 115).

Ahora Lucio busca cómo refugiarse, detener una marcha sin destino para lo cual debe convencer a un gobierno
ajeno de que ya no tiene más opciones, que la única respuesta que le dio su propio estado lo sumergió de
nuevo en una situación que amenazaba su vida. Pero el caso muestra también la efectividad con que se
extiende una organización que en menos de un lustro pasó de ser una pandilla, a convertirse en un importante
actor empresarial y político de numerosas pueblos y colonias centroamericanas, esos mismos que en su
momento la guerrilla nunca logró controlar plenamente. Una de ellas es “la 3 de Mayo”, ubicada en la capital y
considerada una de las más conflictivas del departamento de Francisco Morazán (IUDPAS 2013), donde tuve
oportunidad de hospedarme por una semana en casa de Montserrat Ramírez, integrante de la ahora extinta

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Red COMIFA organización que agrupa comités de familiares de migrantes desaparecidos de la capital. Ahí pude
comprender otro de los efectos que la violencia cotidiana y el miedo tienen en el cuerpo de la gente que vive
sometida a ellos, aprisionada por la operación de tecnologías de extracción de valor a cuenta gotas, de micro
extorsiones que van arrinconando a las personas y, muchas veces, las hacen huir.

Como ya mencioné en el capítulo 1, mis ingresos y salidas de esta colonia estaban controlados, por lo que
debían hacerse siempre con el mismo taxista y en los mismos horarios. En la casa se respiraba una tensión
permanente, las miradas nerviosas a la puerta eran constantes. Doña María de Jesús, la madre de Montse, me
comentaba que a ella recientemente le habían empezado a dar ataques de pánico, “como ganas de salir
corriendo” decía, “palpitaciones, nervios… de ver tanta noticia de tanto muerto”. A sus casi ochenta años y
luego de vivir prácticamente toda su vida adulta en la 3 de mayo, doña María vivía en un estado constante de
temor que rayaba en el terror. Montse me dice seria “nosotros vivimos encerrados, a las 7pm ya cerramos con
candado y no salimos en toda la noche”, luego agrega su análisis sobre la situación, “aquí hay pobres y más
pobres, y los menos pobres joden a los más pobres (…) las colonias más pobres son las más violentas y las
familias más pobres son las que tienen más hijos”, esto las acorrala, decía, a tener que migrar.

Para Marcella Rivera, coordinadora de procesos de repatriación de menores en el Instituto Hondureño de la


Niñez y de la Familia (IHNFA), estas circunstancias están en buena medida detrás del aumento de casos de
niños migrantes hacia EUA que se dio en el año 2014. Según la funcionaria

Algunos huyen de maras o pandillas (…) incluso, ahorita tengo un caso bastante reciente de la semana pasada de un
niño que refiere que a su hermano lo mataron en enero de este año. Que él vivía con una señora un poco mayor que
él y tenían un bebé de dos añitos, la señora tenía nexos con la Mara 18. Un día se pelearon ente ellos y el pleito fue
tanto que la señora le echó los de la Mara al muchacho, cuando los de la Mara llegaron a la casa de ella a pedirle que
por favor sacara al muchacho, ella se negó porque miró la cosa seria, ya no pensó que ellos iban a actuar de la forma
que lo hicieron, al negarse ella a abrir la puerta y sacar al marido, lo que hicieron ellos fue romper la puerta y los
mataron a los dos frente a su niño de 2 años. Entonces el hermano refiere que él iba en un bus de la ruta urbana y
uno de los que remataron a su hermano se acercó a él, se levantó la camisa y le mostró la pistola, y él lo que hizo fue
tirarse del bus en marcha y se metió en un centro comercial (…) el niño refiere que no volvió a salir de su casa en casi
dos meses porque tenía miedo de que lo mataran (…) Entonces él refiere que se fue para EUA, que le pidió ayuda a
su papá porque él sabe que aquí lo van a matar entonces yo le pregunté que por qué no había referido eso en
México, que por qué no había explicado la situación que él tenía para solicitar refugio, y él dice qu e sí lo explicó, que
incluso les enseñó el acta de defunción de su hermano y les dijo que él no quería regresar a Honduras porque tenía
miedo de que lo mataran, sin embargo no tomaron en consideración el relato y siempre lo regresaron para acá
[Licda. Marcella Rivera, INFAH Tegucigalpa, entrevista personal 17-6-14].

Las condiciones en las que viven las personas que todos los días toman la decisión de irse pueden conocerse,
también, a partir de las experiencias y testimonios de quienes, a duras penas, han tenido que quedarse. Uno
de los rasgos centrales de la producción del proceso migratorio estudiado es que para que alguien se vaya,
alguien tiene que quedarse, pues la gestión del tránsito es solo posible si hay una economía familiar que
permanece arraigada y va impulsando la gestión del movimiento (Sandoval Forero, Román Reyes y Salas
Alfaro 2013). El siguiente es un caso icónico en este sentido y da cuenta de las condiciones que debe
soportar y sortear una persona para que esta economía familiar se mantenga activa. Se trata de la historia
de Manuel quien es taxista en Tegucigalpa, actualmente uno de los trabajos más riesgosos de Honduras y de
los nichos laborales más explotados por el impuesto de guerra cobrado por la pandilla-empresa78. De él
dependen cinco personas, su hijo, su esposa y tres sobrinos.

78El otro taxista con el que tuve contacto, Melvin, quien me recgía y llevaba a la cas de Montse durante mi estadía en la capital, fue
enfático al contarme que quería irse para EUA, “en estos días la inseguridad está muy fuerte” decía, sobre todo para ellos, los taxistas,
junto al de operadores de transporte público (combis), uno de los trabajos más peligrosos de Tegus por el cobro de impuesto de guerra
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Manuel trabaja todo el día, “tranquilo” me dice con su voz aguda y afable, como de niño, “no me meto en
problemas, es que a muchos taxistas que luego les pasan cosas también es porque se meten en problemas”.
A sus treinta y seis años, de extracción campesina, mirada bondadosa y sonrisa ingenua, es un sobreviviente
de la urbe hondureña, debe enfrentarse todos los días a los cobros y amenazas, así como a las frecuentes
muertes de sus colegas, castigos ejemplificantes en el disciplinamiento al que somete la pandilla-empresa a
sus fuentes de extorsión. “Hace unos meses mataron a un alero [amigo] mío, las maras, y a otro lo mataron
ayer”, ambos taxistas. Atribuye su suerte a una especie de código moral/religioso al que se apega cada día,
andar “tranquilo”, lo cual implica pagar lo que tiene que pagar y nunca intentar dejar de hacerlo, no tomar,
no fumar, ni siquiera decir malas palabras.

Mientras me conduce en su taxi por la capital, en medio de un paisaje es variopinto semejante al de varias
capitales centroamericanas, con calles pobladas de subidas y bajadas, curvas sinuosas y calles estrechas, con
varios mercados que casi se desbordan sobre las vías, y transeúntes se atraviesan constantemente a los
coches, me va dando un tour rápido por las colonias conflictivas del centro. “Ves ese”, me dice señalando
con el rostro a un joven que sonríe ampliamente mientras fuma un cigarro en una esquina casi frente a la
escuela del hijo de Manuel, “ese es marero, yo lo conozco”, es el que le cobra el impuesto a un amigo suyo
que es chofer de bus por esa zona y que paga religiosamente. Me cuenta que quisiera dejar el taxi y poner
un negocio pero le da miedo, mucha gente depende de él y además no sabe con el impuesto de guerra
lograría echarlo a andar. “Yo todos los días me hinco a pedirle a Dios que les ciegue los ojos a esos hombres”
me dice cuando le pregunto cómo es que ha logrado mantenerse seguro.

La historia de Manuel se encuentra en el vórtice de la anomia y la incertidumbre urbana de la capital, pero


también del propio torbellino que arrasó a su familia y la desperdigó fuera del país. Un remolino de
precarización campesina y violencia y empobrecimiento urbano, pero también de trabajo arduo y estrategias
familiares de supervivencia. Su familia es originaria del sur de Honduras donde se dedicaron por muchos
años al cultivo de maíz, ahí Manuel y la mayoría de sus hermanos vivieron sus primeros años de vida, los que
recuerda con mucha nostalgia y alegría. “Linda la tierrita allá” me dijo un día, “tiene que ir para que
conozca”. Pero con la muerte de su padre, cuando a penas tenía ocho años, los efectos acumulados de una
crisis recurrente en el agro terminaron por arrinconar a su familia hasta que con una pérdida de cosecha ya
no se pudieron recuperar más. Él y varios de sus hermanos tuvieron que migrar a la ciudad. Encima, las
disputas por la herencia empeoraron la desarticulación de la familia.

En la ciudad sus hermanos se dedicaron al transporte unos años, pero era “cuando empezaban a cobrar el
impuesto de guerra” por lo que tres de ellos decidieron irse para EUA. Como ha señalado Alberto Arce
recuperando el testimonio de una de las víctimas de extorsión en la capital, “soluciones hay dos: pagar el
impuesto de guerra o emigrar a los Estados Unidos” (Arce 2015, 55). Más tarde se iría también una de sus
hermanas pues “la mandó a traer” una de sus hijas que logró llegar al norte y se casó con un ciudadano
norteamericano. Sus otras dos hermanas se enrumbaron hacia España, que en ese entonces facilitaba
permisos de trabajo a personas hondureñas. Manuel fue poco a poco quedando a cargo de todos sus
sobrinos, de su madre y de sus propios hijos, aunque ayudado por las remesas que mandan sus hermanos y
hermanas. La situación se agravó cuando uno de sus hermanos murió en un accidente de tránsito en EUA, lo
cual no solo redujo el flujo de remesas sino que además implicó el gasto en el pago de la repatriación.
“Gracias a dios aquí está enterrado” dice triste, “donde está mi madrecita”.

(extorsiones) y derecho de piso; además de eso, el desempleo. A él ya lo habían amenazado e incluso tuvo que pagar “un montón de
pisto para que no me mataran”. Tenía un hijo de dos años y se quería ir por él, para darle “oportunidades”.
110
2.1.3 “Los que eran mis amigos, con los que crecí, ahora me persiguen”: amenazas y reclutamiento en los
procesos de desplazamiento y fuga

Ahora no es que quieran pertenecer a una mara o pandilla, ahora hay formas de que lo intimidan y los obligan, con amenazas a su
familia, entonces el joven por temor a las amenazas que recibe va integrándose a las maras y ahí no puede salir.
Licda. Marcella Rivera, INFAH Tegucigalpa, 17-6-14

Los reclutan para cobrar extorsión, los reclutan para hacer sicariato, los reclutan para amenazar, para vigilar, para controlar, para el
narco-menudeo, para llevar y traer drogas, y cuando no los ocupan los asesinan.
Lic. José Guadalupe Ruelas García, director de Casa Alianza – Honduras, 12-6-14

Un caso específico de migrantes que huyen por las condiciones de violencia social generada por las pandillas,
es el de las personas que han sido reclutadas por la organización para realizar algún trabajo específico. Desde
señoras a las que se coacciona para que brinden servicios como preparación de la comida o lavar su ropa, a las
que se denomina “madrinas”, hasta niños entre los 6-13 años que deben permanecer en las entradas o
esquinas de la colonia y desde un teléfono celular informan a los pandilleros sobre las actividades diarias como
ingresos de la policía o de personas desconocidas, presencia de pandilleros contrarios, asaltos, trifulcas, etc.
Según la licenciada Marcella Rivera, recientemente “la alta peligrosidad que hay en nuestro país por la
delincuencia y por el crimen organizado ha contribuido a que los niños salgan masivamente”; según se
experiencia los mecanismos de reclutamiento se aplican sobre niños con edades que van desde los 9-10 años, los
cuales son buscados directamente en las escuelas para ser utilizados como “punteros” o “banderas”, que son los
que alertan la presencia policial o de pandillas contrarias en las colonias [Licda. Marcella Rivera, INFAH
Tegucigalpa, DHD 17-6-14]. Como lo describiría el director de la ONG Casa Alianza de Honduras, Lic. José
Guadalupe Ruelas, durante una entrevista que sostuvimos

Como no tienen otro recurso que su propia fuerza de trabajo, que su propio cuerpo, entonces son utilizados para llevar
carga, ¿no?, drogas, son utilizados para el sicariato, son utilizados para la extorsión, son explotados laboralmente, son
explotados sexualmente. Entonces tienen que ir pagando, con su cuerpo y con su vida, cada paso que dan [Lic. José
Guadalupe Ruelas García, director de Casa Alianza Honduras, entrevista personal, 12-6-14].

Es una práctica común en el crimen organizado utilizar sujetos que la ley considera “inimputables” pues esto
permite un mejor balance entre comisión de delitos y condenas al tiempo que implica menores gastos
operativos de defensa, pero lo que ha venido ocurriendo en Honduras y El Salvador es más que eso, se trata de
un proceso masivo de reclutamiento de niños que en Honduras ha provocado incluso dos masacres 79.
Claramente ha provocado también un aumento en la migración de menores. Para el licenciado Ruelas las
condiciones en que se ha venido gestando este fenómeno son estructurales, desigualdad, corrupción,
narcotráfico, pero un elemento que vino a disparar el crecimiento de las pandillas y a consolidar su presencia
en las comunidades fue, justamente, el conjunto de respuestas que el estado aplicó supuestamente para
combatirlas.

79Ver http://www.laprensa.hn/sucesos/policiales/706425-98/vinculan-masacre-de-el-carmen-con-muertes-de-menores-de-la-pradera;
http://www.latribuna.hn/2015/06/23/trasladaran-a-26-menores-del-centro-renacimiento-por-temor-a-masacre-en-carcel/
111
La política de mano dura de Óscar Álvarez y de Ricardo Maduro, si un logro obtuvo, un logro nefasto, fue empezar a darles
un papel preponderante a los pandilleros, criminalizar a toda la juventud, y entonces exportar el fenómeno de las maras a
todo el país, porque les conviene, porque quieren votos en todo el país. Entonces se empieza a tratar como si fueran los
jóvenes los causantes de la violencia, pero no es así. El crimen organizado es el causante y las mismas maras son parte
operativa, pero sólo sólo un tentáculo, son parte del problema, pero hay políticos que son parte del problema,
empresarios que son parte del problema, militares que son parte del problema, policías que son parte del problema. Un
joven nos decían un grupo focal un día, “mire”, dice, “uno no se levanta diciendo voy a ser sicario”, “a uno lo reclutan, le
enseñan las armas, a disparar, a darles mantenimiento, le enseñan cómo conducir una moto, cómo disparar y huir desde
una moto, cómo darle seguimiento a alguien”. Los jóvenes y los niños están siendo utilizados por la violencia y el crimen
organizado, los niños ven que a los pandilleros se les respeta y que consiguen lo que quieren. Entonces se convierten en
una alternativa ante la falta de oportunidades [Lic. José Guadalupe Ruelas García, director de Casa Alianza – Honduras,
entrevista personal, 12-6-14].

Esta problemática no es percibida como tal solamente por Casa Alianza o algunas ONGs progresistas, la
población también lo ve día a día en sus propias comunidades.

Y ahorita hay un problema de que las maras quieren agarrar a los cipotes de 15, 14 años a que se metan con ellos y cuando
ellos no quieren entonces los persiguen y los matan, quieren que a la fuerza se metan al grupo, tenemos una compañera
que hace días no viene porque tenemos miedo de que ella esté aquí y que los… ahí vengan a querer hacer algo a ella,
porque primero le querían matar al hijo mayorcito pero él se fue para México y creo que allá está, y entonces agarraron al
más pequeño de 15 años que querían que viniera donde estaban y como el cipote no quiso lo mataron. Tiene como
unos 5 o 6 meses de que se lo mataron. Entonces ella por eso no viene porque se fija de que no la miren dónde sale ni
nada, porque como el niño no quiso decirles dónde estaba su hermano… además querían que él mismo matara a su
hermano, entonces como no dijo nada lo mataron a él, 15 años tenía. Entonces al ver eso la gente se va, y además no
saben que va a estar peor, pero a ver, sólo dios sabe cuándo va a terminar esto [Ximena Alarcón, El Progreso, entrevista
personal 25-4-14].

Tan solo en 2013 “huyeron”, según datos de Casa Alianza, alrededor de ocho mil niños del país, cuatro mil de los
cuales fueron retornados por vía terrestre desde México a Honduras; dos veces por semana llegaban los buses
con un promedio de cien niños cada vez al punto de cruce fronterizo de Corinto. Se dispuso un equipo
interdisciplinario que entrevistara a los menores y facilitara un proceso de repatriación “un poco más digno” de
cómo lo estaban manejando los gobiernos de México y Honduras, esto a pesar de existir leyes y acuerdos de
entendimiento entre ambos países sobre el tema. “Les apoyamos a encontrar su familia, hablamos con la familia,
los ponemos en contacto, les ayudamos con el pasaje, con la alimentación, con zapatos... que se yo, lo más
elemental” me decía Ruelas durante nuestra conversación. De los menores repatriados, asegura Ruelas, “la gran
mayoría” indicaba haber salido del país “a causa de la violencia”; “no buscando llegar al sueño americano, sino
huyendo de la pesadilla hondureña”. Para Ruelas los disparadores más inmediatos son “la creencia de que es
cuestión de tiempo antes de que la mara te reclute o asesine, y la creencia de que si eres niño en EUA te van a dar
estatus de refugiado”.

Según datos oficiales solo en 2013 alrededor de 17 mil familias se cambiaron de colonia o abandonaron sus
casas huyendo de amenazas, extorsiones o intentos de reclutamiento, dos mil niños desertaron de la escuela
por amenazas de muerte. La situación se agrava por el hecho de que una familia que se va de una colonia se
vuelve sospechosa para la mara que la puede llegar a considerar como posible denunciante ante las
autoridades. En el caso de los menores es aún más crítico; en 2014 el gobierno inició un programa denominado
“Guardianes de Paz” que consistía en acercar a niños y niñas de colonias conflictivas a los batallones del
ejército donde les brindaban charlas y realizaban juegos, y al final del día los regresaban a sus colonias
exponiéndolos a las sospechas de las pandillas, que además podía percibir que sus potenciales soldados
estaban siendo reclutados por sus enemigos. El problema de fondo, sostiene Ruelas, es una significativa
“pérdida del territorio”.

112
El Estado hondureño ha perdido control del territorio. La misma policía tiene que pedir permiso a una mara para entrar a
un territorio, hay territorios a los que no entran. El crimen organizado se ha apoderado de buena parte del territorio
hondureño. El estado piensa que si manda militares en la mañana recupera el territorio, y le cuesta entender que la única
manera sostenible de recuperar el territorio es a través de la población [Lic. Ruelas García, entrevista personal, 12-6-14].

También son numerosos los casos de hombres jóvenes, entre los 13-25 años, a los que se recluta como
soldados, para que pasen a formar parte de las filas de la organización cumpliendo en ella labores diversas que
van desde el sicariato hasta el narcomenudeo. Muchos de los jóvenes que conocí en albergues para migrantes
habían salido repentinamente de sus colonias, en la noche o escondidos para que no los detectara la mara,
ayudados por familiares o amigos se habían trasladado hasta la frontera y ahí habían iniciado un viaje que no
tenían programado ni habían considerado antes. Muchos dejaban sus estudios o sus trabajos para huir de un
mecanismo de reclutamiento que no toma un no por respuesta.

Este desplazamiento forzoso responde a la operación de un dispositivo de explotación laboral que si bien es
reciente ha tomando cada vez más fuerzas en las sociedades centroamericanas, específicamente en la
hondureña y salvadoreña, donde la presencia de las pandillas está más consolidada en torno a redes
transnacionales de capitalización. Se trata de aparatos de captura de fuerza de trabajo dirigidos a extraer valor
de todo un sector productivo que muchas veces ha quedado excluido del sistema educativo o del mercado
laboral, y que resulta muy eficiente en activar una población económica que de otra forma podría permanecer
ociosa. En este sentido las maras logran ofrecer, aunque de manera forzada y en condiciones de sobre
explotación, los puestos de trabajo que el estado no brinda.

Mapa 6.
Tegucigalpa, Ciudad capital de Honduras.

Fuente: https://www.google.com.mx/maps

113
Por ejemplo el caso de Jesús, nieto de doña Ángela, una de las integrantes del Comité de Familiares de
Migrantes Desaparecidos de El Progreso. Como en tantos otros casos, a Jesús lo crio su abuela desde que
estaba muy pequeño pues sus dos padres se fueron a EUA cuando él tenía cuatro años, viven en la colonia
Centroamérica, una de las más conflictivas del departamento de Yoro. A sus casi veinte años Jesús se ha
quedado sin opciones, quisiera estudiar en la Universidad Autónoma de Honduras (UNAH) pero el ingreso es
limitado y en su colonia no hay muchas opciones laborales, por lo que tendría que migrar a San Pedro o
Tegucigalpa, o tratar de conseguir algún puesto en alguna de las maquilas de la zona, lo cual es poco probable
pues recientemente han estado despidiendo personal y moviéndose a Nicaragua80.

Una tarde [DHD 2-5-14], mientras esperamos que salga su abuela de una reunión con representes de la
Fundación Verdad y Justicia, que financia al comité, Jesús me comenta que tiene ganas de irse a EUA. “Allá está
cabrón”, le digo refiriéndome tanto a EUA como al viaje por México, “pero acá está cabrón también”, me
contesta de inmediato. Su abuela ha tratado de disuadirlo pero el muchacho ya no puede con las condiciones
de reclutamiento a las que ha venido estando sometido desde hace ya varios meses. Me cuenta que los
mareros “pasan en moto con las pistolas en la mano” mientras le apuntan, y ya en varias ocasiones le han
enviado mensajeros para indicarle que lo quieren en la organización. En su colonia han aumentado los
reclutamientos forzados, lo que ha provocado la salida de población cada vez más joven, e incluso algunos se
ponen de acuerdo y salen en grupos de hasta cinco muchachos.

Mapa 7.
San Pedro Sula, capital industrial y comercial de Honduras.

Fuente: https://www.google.com.mx/maps

80 Ver: http://www.envio.org.ni/articulo/313
114
“Yo estoy dispuesto a pasarla mal en el camino” me dice como haciendo énfasis en que conoce las
circunstancias de la ruta por México, “mientras no me pase nada” agrega bajando la mirada. Me da la
impresión de que lo que realmente trató de decir es “mientras no me maten”. Le comento que una opción es
pedir refugio, pero que es importante poder probar al estado mexicano o norteamericano que se es víctima de
amenazas directas o de agresiones. Pero Jesús no tiene pruebas, solamente su testimonio como ocurre con la
mayor parte de jóvenes, hombres y mujeres, que salen todos los días de Honduras escapando de la captura de
las pandillas. “Yo me quiero ir de mojado”, me dice, “tengo allá unos tíos que me van a ayudar”, “me voy para
que no me maten”.

Es frecuente también encontrar este tipo de casos en la ruta migratoria, por ejemplo en albergues para
migrantes como La 72, en Tenosique, Tabasco. En una ocasión [Diario de campo, 23-10-14], me correspondió
recibir y registrar a un muchacho salvadoreño que viajaba solo; Abril, otra voluntaria del albergue, lo recibió
justo cuando iba saliendo del lugar por lo que me llamó para que yo lo ingresara. “Ahí llegó uno nuevo” me dijo
de pasada, “es salvadoreño pero me dejó mala espina, así que te lo encargo”. Pasamos a los módulos de
registro a donde empecé la entrevista, al principio me alarmé porque su conducta era extraña, contestaba con
monosílabos y casi no me miraba, parecía desorientado y ansioso. Cuando llegué a la pregunta “¿Por qué
saliste de tu país?”, casi de inmediato le empezó a temblar el labio inferior y se puso a llorar, no el par de
lágrimas que suelta alguien que se acuerda de algo triste, era un llanto con todo. Traté de consolarlo y luego de
caso veinte minutos se calmó lo suficiente como para terminar la entrevista.

No me contó casi nada de su historia, solo que era de San Miguel y que venía huyendo de las pandillas, me
aseguró que él no era marero pero que era conocido de varios que habían sido su compañeros de escuela en la
infancia. Cuando trataron de reclutarlo se fue; estaba seguro de que lo iban a matar si no ingresaba a la pandilla y
tenía miedo de que lo siguieran hasta México. En ese momento entendí que aún se encontraba en shock pues a
penas hacía una semana que había salido de su casa, de El Ceibo (frontera Guatemala-México) al albergue (60km)
había caminado solo y calzando únicamente las “chanclas” con que había salido de su casa en la noche escondido
en el taxi de un amigo de su hermano. Este no fue un caso raro, como este conocí muchas casos en Tenosique.

De regreso al albergue registro a varios que vienen llegando. Uno de ellos viene huyendo de las pandillas, es de una
colonia de El Progreso, cuenta que lo reclutaron y como no quiso integrarse le dijeron “no nos hacemos responsables
por lo que te pase”, luego de esto fue que decidió salir del país, hace unos diez días. Llegó hasta Tierra Blanca donde lo
detuvo migración y lo deportó a Honduras, ahora volvió a salir hace a penas un par de días, no conocía La 72, pero llegó
por indicaciones que le dieron en el camino. Su intención es llegar hasta EUA [Diario de campo, 27-10-14].

Casos como este abundan en la ruta migratoria, muchos se animan a decir las causas de su salida pero muchos
otros prefieren ser discretos pues saben que las redes de las maras se extienden más allá de las fronteras
centroamericanas, y que los albergues de migrantes no son espacios que estén libres de su presencia. En La 72
conocí a un salvadoreño de nombre Abel, rondaba unos cuarenta años. Noté que se mantenía al margen de todos
en la casa y era bastante callado. Poco a poco nos fuimos conociendo y una noche después de la cena me animé a
preguntarle su historia [Diario de campo, 26-10-14]. Me contó que estuvo once años en una prisión federal de
EUA, donde era miembro de la MS, pero “ya desde que estaba adentro me desactivé”. Al regresar deportado a El
Salvador, a San Miguel, luego de cumplir su condena, pasó dos años al cabo de los cuales tuvo que salir de nuevo,
por las amenazas de la MS y porque su madre le pidió que se fuera, porque tenía temor de que lo iban a matar.

“Me vine a México esperando encontrar alguna opción” decía, “porque no puedo regresar a El Salvador, si
regreso me matan, y aquí tampoco quiero dar un paso en falso”. Aseguraba que debe tener mucho cuidado antes
de tomar una decisión o moverse, “mi problema es que me buscan todos, la MS y la 18, y le tengo miedo a los Zs,
y ¡hasta a la policía federal le tengo miedo!”, me decía divertido. Su cautela no era atípica en casos como el suyo,
115
al haber sido integrante su riesgo era mayor, sus contrarios eran una amenaza como siempre lo habían sido y los
que antes fueron sus hommies81 ahora lo querían muerto por desertar. Como él y otros en su situación me
hicieron ver, la pandilla no busca igual a un antiguo integrante que a un chavo cuya afrenta fue simplemente no
dejarse reclutar.

Me contó que a su sobrino lo mataron mientras él estaba en la cárcel, “lo picaron todo, y ni sé por qué lo mataron”,
decía triste. “Hoy ya la pandilla no es lo que era antes, ahora se dedican a la extorsión, al secuestro, todo eso”.
Criticó duramente a los gobiernos, tanto de izquierda (FMLN) como de derecha (ARENA), aunque decía que “era
mejor el de derecha (…) hacían más por el pobre”. A pesar de que era callado uno vez que empezaba a hablar podía
terminar dando todo un discurso, aunque siempre en voz baja y entre nos. Con el tiempo Abel fue juntando a su
alrededor a un pequeño grupo de jóvenes hondureños, muchos de ellos huían también de las pandillas y viajaban
solos, “ yo los aconsejo” me decía, “les hablo, y ahora dicen que cuando yo me mueva ellos se mueven conmigo”.

2.2 “Para cruzar hay que estar en el punto”. Securitización y fronteridad en el territorio migrante.

…toda forma de dominación depende de la existencia de una frontera.


Michael Kearney, 2009, 403

E: Es que para cruzar, yo le voy a decir una cosa, raza, para cruzar hay que estar en el punto. M: Sí, y mucho dinero.
Marlon Estrada y Edwin Geovany, migrantes hondureños, albergue de Ocotepeque 14-4-15

2.2.1. La ruta del retorno

La región centroamericana tiene una historia de militarización muy acentuada, los largos períodos de
dictaduras militares (Torres-Rivas 1993 y 2007, Acuña Ortega 2014) 82 así como los numerosos brotes
revolucionarios (Torres-Rivas 1993, Goodwin 2001, Bataillon 2008, Marti I Puig 2004 y Marti I Puig y Figueroa
Ibarra 2006), algunos de ellos triunfantes, han marcado a una región que ha tenido que “transitar a la
democracia” (Rovira Mas 1996 y 2002) en medio de una cultura de guerra y violencia social que ha sido difícil
debilitar. Honduras, por su parte, como ha señalado Savenije, aunque no tuvo guerra interna sí presenció “un
período de veinte años de gobiernos militares (1963-1982) que dejó el tema de seguridad firmemente en
manos de los militares” y no fue sino hasta 1998, “después de que fue acusada de graves violaciones a los
derechos humanos, [que] la institución policial se independizó del mando militar y llegó ser una institución
civil” (Savenije 2015, 222). Pero el país ha sido testigo de una grave regresión con el golpe de estado de 2009
impulsado por sectores de las fuerzas armadas, y por el hecho de que actualmente los militares han regresado
a las tareas de seguridad pues desde el gobierno de Porfirio Lobo (2010-2014) se aprobó un decreto de
emergencia nacional que faculta a los miembros de las Fuerzas Armadas a realizar tareas propias de la Policía
Nacional (Savenije 2015, 223)83.

Ya he sugerido en en el primer capítulo que uno de los dispositivos primordiales de fronteridad,


específicamente en torno a lo que Kearney ha denominado áreas fronterizas (Kearney, 2003), es decir, las

81 Hommie o Homboy es como se refieren los pandilleros entre pares.


82 Sobre Costa Rica se ha insistido en que desde la abolición del ejército en 1948 se ha impuesto una cultura de paz lejos de los
esquemas bélicos, represivos y militaristas de los otros países de la región, sin embargo esta perspectiva ha sido contestada tanto desde
el enfoque de la crítica a la democracia (Álvarez Garro 2012) como de la planificación social (Llaguno Thomas 2014).
83 Sobre el caso salvadoreño, específicamente en el contexto de las políticas de combate a las pandillas, cfr. Salazar 2007-2008.

116
zonas marcadas por la presencia de una línea divisoria entre estados-nación pero que son más amplias
(política y culturalmente) que la línea geopolítica formal, es el paradigma de securitización (Buzan, Weaver y
de Wilde 1998, Taureck 2006, Šulovic 2010). También vimos (2.1.) que los procesos de securitización no son
exclusivos de los mecanismos de gobierno y control de las fronteras, sino que sus efectos de poder se
extienden sobre todo el territorio nacional disgregados, en mayor medida, en las acciones y políticas de
combate a enemigos internos como la guerra contra las pandillas en Centroamérica (Thale 2006, Salazar
2007-2008, INCEP 2007, Sampó 2013) o la guerra contra el narcotráfico en México (Wolf y Celorio Morayta
2011, Astorga 2012, Pereyra 2012, Dell 2015, Pérez-Taylor y Aldrete 2015)84.

Sin embargo, aunque la fronteridad y la securitización son lógicas que encontramos disgregadas por el
territorio, los límites formales entre países definen áreas que desde la razón de estado resultan prioritarias
para el ensayo y ejecución de mecanismos de control basados en el paradigma de securitización. Durante mi
estancia de trabajo de campo en el sur de Chiapas tuve oportunidad de regresar a Honduras por unos días para
realizar una gira corta por la frontera con Guatemala y explorar la situación del cruce de personas así como el
estado de implementación de los más recientes planes de securitización en estas zonas. Durante esta visita (del
10 al 20 de abril de 2015) pude conocer los puntos de cruce regular y algunos de los principales puntos de
cruce irregular, tanto en la frontera de Honduras con Guatemala, la más utilizada en las rutas de tránsito de
migrantes hacia EUA, como en la frontera de Honduras con El Salvador. El en primer caso visité los puntos de 1.
Aguacaliente, entre Ocotepeque y Esquipulas; 2. El Florido, entre Camotán y Copán Ruinas; y 3. Corinto, al
norte, por donde ingresan las personas que son deportadas desde México. En la frontera con El Salvador visité
el punto fronterizo de El Poy, entre Ocotepeque y Citalá (ver Mapa 8).

Mapa 8.
Puntos de cruce fronterizo entre Honduras y Guatemala.

De norte a sur: Corinto, El Florido y Aguacaliente. Fuente: https://www.google.com.mx/maps

84Para una visión integradora sobre la guerra contra las pandillas y sus articulaciones con la guerra contra el narcotráfico, cfr. Dudley
2010 y Farah 2012.
117
Pude también platicar con población local y funcionarios de control migratorio y de aduanas, y conocer a través
de sus testimonios los principales elementos y efectos de la operacionalización de las políticas de control y
seguridad que recientemente se empezaban a poner en práctica, de manera simultánea, en todos los puntos
de control fronterizo. Finalmente, pude dar una mirada, aunque general y apurada, a las condiciones de vida en
las localidades cercanas a las fronteras y, sobre todo, a la configuración de mercados informales (y en algunos
casos ilegales) que, animados por el constante flujo de migrantes “irregulares”, emergen para desde ahí
empezar a ofrecer servicios de tránsito por los que les cobran, y de esta forma desviar parte del valor
(Appadurai 1991) que ya desde los primeros bordes del territorio migrante empieza a circular junto a sus
cuerpos. Como me dijo en una ocasión Montserrat Ramírez (ver 2.1): “aquí no valemos nada, pero allá, del otro
lado, valemos dólares”. El área fronteriza constituye, entonces, un área de generación de valor (Kearney 2004),
el cual circula imbricado en los cuerpos, por lo que es justamente la captura y desvío de estos cuerpos lo que
permite extraerlo.

El bus que tomo para dirigirme a la Ciudad de Guatemala sale de Tapachula a las 12am y arriba a la capital
centroamericana a las 4am. Mis vecinos de viaje en el camión eran principalmente personas centroamericanas
que regresaban a sus países desde México o en menor medida desde EUA; migrantes que viajaban en mejores
condiciones que las de la mayoría de personas que todos los días regresan a la región luego de circular el
territorio migrante y ser objeto de las políticas de aprehensión y deportación mexicanas y estadounidenses 85.
Estos, en cambio, regresaban (en la mayoría de los casos que pude conocer) por voluntad propia, para “visitar a
la familia” o realizar algún trámite administrativo. Había también quienes eran comerciantes regionales y
constantemente se estaban moviendo entre los países del istmo y México, comprando y vendiendo
mercancías.

El primer cruce de fronteras del viaje es el de Ciudad Hidalgo-Tecún Umán, entre el estado mexicano de
Chiapas y el departamento de San Marcos en Guatemala, a unos 37km de la ciudad de Tapachula. Al llegar a
Ciudad Hidalgo los operadores del transporte empezaron a despertar a los pasajeros que a penas conciliaban el
sueño, las indicaciones eran claras: había que bajarse del bus, caminar hasta el punto de cruce, presentar los
documentos para el registro, control y sello oficial, y caminar de nuevo al transporte que estaría esperando a
unos metros de la aduana en el lado guatemalteco. Sin embargo, ya no a viva voz para que escucharan todos
los pasajeros sino en voz baja y disimuladamente, una de las operadoras hacía un segundo recorrido por los
asientos preguntando “¿qué documentos lleva?”. Según las respuestas y su propio criterio, iba identificando a
personas que “de preferirlo” podían quedarse en el autobús, cruzar la frontera en este y luego continuar el viaje.

Estaba claro que la evasión del control fronterizo era parte del servicio ofrecido por la compañía de transportes, e
incluso era incentivado para quienes parecían necesitarlo. Pocos optaron por este forma de cruce, una señora
que viajaba en el asiento frente al mío y que había ingresado sin pasaportes a México con su hijo le preguntó a la
mujer qué hacer y esta le respondió enfática “ustedes mejor no se bajen”. Quienes ingresan “irregularmente” es
preferible que salgan de la misma manera, los problemas de hacerlo de otra forma serían tanto para los
transportistas por estar trasladando migrantes indocumentados, como para quienes viajan, pues podrían ser
objeto de detención y multa. Esta forma de cruce la aplican quienes carecen de pasaporte o visa, o quienes tiene
algún “pendiente” con la autoridad, como me diría un señor que conocí en la travesía. Motivado por la posibilidad
de experimentar esta “alternativa” decidí quedarme en el bus. En ese momento no pasó nada, crucé la frontera
como quien cruza una avenida luego de un semáforo, por el solo hecho de ir sentado en un autobús. Los efectos

85Sobre las condiciones de deportación desde México y EUA cfr. CRS 2010, Observatorio de los Derechos de niños, niñas y jóvenes en
Honduras 2012, CIDH 2013, Slack, Martínez y Whiteford 2013, Wolf (coord.) 2013, Sin Fronteras 2013, Rivas Castillo (coord.), Chévez y
Gómez 2015.
118
de poder de esta frontera, que en ese momento parecía inocua, me caerían encima muy lejos de ahí, cruzando
otra línea.

El viaje hasta Ciudad de Guatemala transcurrió sin sobresaltos, solo un cambio de transporte pues la compañía
que realiza los viajes hasta Honduras es distinta a la que hacía el recorrido de Tapachula a la capital chapina;
una breve espera en una estación de la ciudad y luego el tránsito continuaba hasta Esquipulas, al sureste del
país. Pero al momento de cruzar a Honduras, en el punto fronterizo de Aguacaliente, presencié, nuevamente,
una “irregularidad”86. Cuando le correspondió presentarse ante la autoridad migratoria a la mujer que viajaba
con el niño, los que habían permanecido montados en el bus cuando cruzamos de México a Guatemala, no
pudo demostrar por ningún medio que se trataba de su hijo. El niño viajaba indocumentado, y ella no contaba
con ningún permiso legal. Esto representaba un problema a la hora de cruzar a Honduras pues levantaba
sospechas de “tráfico de menores”, una situación que durante 2014-2015 puso en alerta todos los mecanismos
de control fronterizo desde CA hasta el sur de EUA87.

Según la legislación de Honduras y Guatemala, el cruce de niños debe darse en compañía de sus padres,
quienes tienen la obligación de portar el pasaporte del niño además del propio, y en caso de que solo vaya
acompañado por uno de ellos, presentar un permiso del otro padre firmado por notario público en el que se
autoriza la salida del menor. Lo que correspondía en ese caso, según pude escuchar que le indicaba la
autoridad migratoria guatemalteca a la señora, era el pago de una multa de quinientas lempiras “por evasión
de frontera” (alrededor de USD$22 al tipo de cambio de 2016) y la detención para la verificación de la
relación de parentesco entre ella y el menor.

Pero esto no fue lo que ocurrió, luego de un breve intercambio en el que el funcionario le expuso la situación y
ella le aseguró no tener dinero suficiente, el oficial le preguntó “¿cuánto carga?” y se conformó con las doscientas
lempiras que apresuradamente le dio la mujer y por las cuales el funcionario no le entregó ningún recibo. Unos
pasos después, en el punto de control fronterizo del lado hondureño, la señora nuevamente tuvo problemas, “me
la hicieron de pedo por no traer el sello de salida por avión de Honduras del año pasado” me contaba molesta.
Finalmente le permitieron ingresar a su país sin cobrarle nada, “pero ese güey se nota que me quería sacar plata”,
aseguraba. No es solo al entrar a México o al trasladarse hacia el norte que se dan, como vemos, este tipo de
cobros; las formas de extracción de valor y captura de renta que se realizan a partir del traslado de personas
“irregulares”, ocurre igualmente cuando estas se movilizan de regreso a su país.

Ya en Honduras me dirigí al poblado de Ocotepeque, cabecera del departamento con el mismo nombre, al
sur oeste del país. Se trata de una región más fresca que el resto del territorio hondureño, de paisaje
montañoso y de serranía, cuyas principales actividades productivas son la agricultura (café, plátano, mango)
y la ganadería, además de las actividades económicas vinculadas a la presencia de la frontera. Ahí me
encontré con Sixto Rodríguez, coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana (PMH) de la Iglesia Católica
en El Progreso, departamento de Yoro , con quien había coordinado para realizar las visitas a los puntos de
cruce fronterizo. En Ocotepeque nos recibieron en el único albergue para migrantes de la zona, el cual es
administrado por María Elena Aguilar y Genaro López, ambos integrantes de la PMH-Honduras. El albergue,

86 Igual que en el acápite anterior, aquí utilizo la palabra irregularidad entrecomillada para dar cuenta de su rasgo paradójico, pues
aunque se trata de situaciones consideradas como informales o irregulares desde el punto de vista oficial o del estado, en realidad
constituyen prácticas frecuentes en las dinámicas de circulación y cruce de fronteras en la región.
87 Al respecto ver: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/07/02/la-crisis-de-los-ninos-migrantes; http://www.univision.com/noticias/la-

huella-digital/crisis-humanitaria; http://expansion.mx/mundo/2014/07/02/eu-vive-una-crisis-humanitaria-por-la-avalancha-de-ninos-
migrantes; http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/06/140620_eeuu_crisis_humanitaria_menores_indocumentados_jg;
http://www.milenio.com/internacional/Obama-recibira-presidentes-centroamericanos-migrantes_0_337766576.html;
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/06/14/actualidad/1402716085_964899.html.
119
ubicado en el centro del poblado, funciona desde el año 1996 y fue fundado por el párroco de entonces, el
fraile Ramón Richard, pero con el tiempo se fue delegando el mantenimiento en voluntarios de base de las
parroquias de la zona. Fue así como se incorporaron Genaro y María Elena.

En aquellos años era bastante fuerte, ahorita ya ha bajado bastante a como era antes el flujo, porque en el 96 que inició
la casa hasta el 2009, el flujo por Aguacaliente era más, venían más migrantes de regreso (…) Además era complicado
porque no existía un tratado para venirlos a dejar en los buses, como ahora 88, sino que ellos por su propia cuenta
llegaban hasta aquí (…) era más fuerte el trabajo pues, había más gente, había más que hacer, recibíamos por día hasta
100 o 150 y se quedaban el tiempo necesario (…) Algunos llegaban aquí y sí se regresaban para su casa, otros de
regreso iban a intentar nuevamente, solo a tomar fuerzas y de regreso [María Elena Aguilar, entrevista personal,13-4-
15]

Si cartografiáramos la circulación migratoria por esta área fronteriza, veríamos flujos de ida y retorno, pero desde
la mirada específica del albergue y su papel en la producción de dicho movimiento, encontraríamos sobre todo
una circulación de regreso en la que la casa jugaba un rol importante en la reconstitución de cuerpos agotados
por haber recorrido todo el territorio migrante y encontrarse ahora, luego de una deportación o un retorno
voluntario, a las puertas del país que dejaron en un principio. Las personas que iban hacia el norte, en cambio,
prácticamente no utilizaban los servicios del albergue, pues se trataba de una población que a penas iniciaba el
viaje y no requería de servicios como quienes regresaban, además de que su prioridad era la movilidad, el avance.
En estas como en otras latitudes específicas del territorio migrante, la apropiación del espacio se configura a
partir de un particular arreglo entre flujos de ida y flujos de retorno, que corresponden con mayores y menores
intensidades en las fuerzas de movilidad y, consecuentemente, con diversas necesidades por parte de las
poblaciones migrantes en relación al uso del espacio. Esta particular “la socialización de espacios según lógicas de
movilidad” constituye, como ha señalado Tarrius (2000, 55-56), un rasgo central de los territorios circulatorios.

88Se refiera al Memorandum de entendimiento entre los gobiernos de los Estados Unidos Mexicanos, de la República de El Salvador, de la
República de Guatemala, de la República de Honduras y de la República de Nicaragua, para la repatriación digna, ordenada, ágil y segura de
nacionales centroamericanos migrantes vía terrestre, en: http://www.senado.gob.mx/comisiones/asuntos_migratorios/docs/legislacion/MEM1.pdf
120
Sixto Rodríguez (izq) y Genaro López, PMH-Honduras; López es encargado del albergue para migrantes de Ocotepeque. Fotografía
propia.

Según Genaro y María Elena el flujo de regreso a Honduras hasta el año pasado era en su mayoría población
deportada por el gobierno mexicano, pero había venido a la baja desde que se trasladó el punto de deportación
exclusivamente a la frontera de Corinto (2009). En ese momento recibían y atendían tanto a población que
viajaba hacia Guatemala para tomar la ruta a México, como población que regresa desde el norte, ya fuera
deportada desde México o por voluntad propia luego de asaltos, extorsiones o de quedarse sin dinero para
continuar. Para el momento de nuestra visita atendían entre 4-15 personas diarias y por lo general se quedaban
solo una noche, “ahorita ha bajado en este mes” decían. La mayor parte del flujo de familias o niños migrantes
había sido hacia finales del año anterior y según las informaciones que tenían, la mayor parte de las mujeres con
niños que se habían entregado a las autoridades estadounidenses había logrado ingresar e incluso varias
permanecían allá. La mayoría iba “quejándose del desempleo y la violencia, y también por eso de que surgió la
oportunidad de que las madres con los hijos podían pasar [a EUA]”. Este año, decían, el flujo de este tipo había
bajado significativamente.

Tanto María Elena como Genaro trabajaban en condición de voluntarios (sin salario), aunque cuando en principio
fue contratada María Elena estuvo recibiendo un pago por sus servicios con dinero de un proyecto financiado por
la fundación Catholic Relief Services (CRS89) y otras agencias de cooperación. Nos cuentan que ya se tiene un
terreno donado para la construcción de un albergue propio (donde están es de los franciscanos), sin embargo
hace falta el presupuesto para la construcción. Parte de las dificultades que han tenido es para promocionar la
casa, pues “mucha gente no sabe que está” por lo que no son tantos los que la buscan, sobre todo entre los
migrantes “novatos”, los que han empezado a salir por primera vez recientemente, y que no tienen mucha
información sobre la ruta y los albergues que hay en el camino, pues estos son además, al parecer, los que más
están saliendo ahora.

En relación a la presencia de crimen organizado, según algunos testimonios sobresalía la del narcotráfico, que
además había funcionado como mecanismo de contención de las maras, a diferencia de lo que ha ocurrido en
SPS y en Tegucigalpa donde lo que se había dado era una alianza entre estas y los carteles locales. Incluso la
propia comunidad, según comentarios, se había encargado de confrontarlas de diferentes formas, llegando
incluso a los linchamientos. A pesar de que varias personas aseguraban que la zona era “tranquila” y “sana”, en
las pláticas poco a poco empezaban a aparecer historias de violaciones a mujeres en la frontera, asesinatos de
niños y matanzas masivas de mareros. Según la experiencia que tenían por su trabajo en la zona, Genaro y
María Elena aseguraban que ya desde Ocotepeque hay informes de abusos a migrantes, tanto de delincuencia
común como de agentes de migración y policía, siendo los principales el asalto, el cobro de coimas, la
extorsión, y otros como el pago inferior por trabajos; incluso afirmaban haber escuchado sobre casos de
secuestro. Una práctica frecuente en la zona, por el lugar que ocupa en el territorio migrante (la salida del
triángulo), era el acecho a migrantes por parte de coyotes u oferentes de servicios semejantes (p.e. los
“pasamojados”, sobre los que detallaré más adelante).

María Elena contaba la historia, por ejemplo, de un colombiano al que acompañó a poner la denuncia porque
lo habían venido siguiendo desde que iba en el bus para la frontera en Corinto y ya ahí lo habían abordado para
“ofrecerle” sus “servicios”. “¿Y qué pasó, que entre los coyotes y los de migración ¡lo desvalijaron con todo el
dinero!”, fue entonces que decidió bajar a Ocotepeque y tratar de cruzar por Aguacaliente. En Ocotepeque lo
quisieron abordar de nuevo, probablemente “para asaltarlo o secuestrarlo”, pero “un hermano de la iglesia

89 Ver: http://www.crs.org/ y http://www.crsespanol.org/


121
que lo vio por ahí dando vueltas con la gran valija me lo trajo para acá”, cuenta también Genaro. Ya en el
albergue intentaron ayudarlo, María Elena lo acompañó al punto de cruce para intentar que lo dejaran pasar a
Guatemala, “yo haciéndole el favor de que le dieran el permiso porque él quería pasar hasta Esquipulas, y
resulta que el bendito de migración hasta él mismo le llamó al coyote”, “hasta tienen los números de teléfono”
agregaba Genaro sonriendo, “y eso que el hombre no era tan ilegal porque tenía la visa para ir a México pero
por aire”. María Elena tuvo que cruzar con él e incluso acompañarlo hasta Esquipulas para asegurarse de que
“no le fueran a hacer nada”. “Imagínese” decía Genaro divertido, “¡y así hasta a María Elena la podían acusar
de coyota!”.

2.2.2 Decir “prosperidad”, producir fronteridad

Al día siguiente [14-4-15] visitamos el punto de cruce de Aguacaliente, por donde ingresé al país desde el sur de
Guatemala. Un bus nos llevó desde el centro de Ocotepeque hasta el punto de cruce por L$25 en un recorrido de
unos 35 minutos, un par de kilómetros antes de llegar al punto de aduana la larga fila de tráileres (rastras)
anunciaba el constante y masivo movimiento de mercancías que ocurre diariamente en la zona. El cruce también
es cotidiano entre trabajadores y trabajadoras transfronterizas regionales. Ya desde que bajamos del camión una
manada de cambistas se nos abalanzan ofreciéndonos divisas o ayuda con el llenado de la forma migratoria,
mientras un par de hombres jóvenes nos miran de lejos como a la expectativa de lo que fuéramos a hacer con los
oferentes.

La aduana del lado hondureño es un collage de negocios: desde ventas de comida hasta hospedajes de paso,
tiendas de ropa, abarroterías, locutorios para hacer llamadas internacionales, ventas de fruta… El paisaje en torno
al punto oficial de cruce es muy semejante al del resto de la zona, principalmente montañoso y de topografía
quebrada, con abundante vegetación y riachuelos, en la parte alta se ubica la carretera internacional CA10 que es
la que tiene el acceso hasta Aguacaliente y continua hasta Esquipulas y el centro del país luego de la frontera.
Sobre el edificio de la aduana dos grandes vallas anunciaban a los “Centroamericanos del CA490 [que] no
requieren visa ni el pago de ningún impuesto para transitar entre Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala”.
Estas habían sido colocadas por el gobierno para evitar el una de las prácticas frecuentes que se dan en el punto:
los “pasamojados”91.

90 Así se le denomina a la zona de los 4 países con convenio de libre tránsito entre sus fronteras: Nicaragua, El Salvador, Honduras y
Guatemala.
91 En Centroamérica, especialmente en el triángulo norte que tiene una historia de migración a EUA de más larga data, el término

utilizado para referirse a la migración indocumentada que viaja con destino a EUA es el de “mojado”.
122
Ingreso a la aduana y punto de control migratorio de Aguacaliente del lado hondureño. Fotografía propia.

El ambiente en torno a la aduana hondureña es movido, el bus que viene de Ocotepeque hace viajes cada hora
y casi siempre llegan personas para cruzar la frontera, las cuales son de inmediato abordadas por cambistas y
oferentes de otros servicios, entre ellos los pasamojados, que buscan principalmente personas
indocumentadas o con niños sin pasaporte o permiso de salida, incluso personas documentadas que caen en
sus ardides y contratan sus servicios. También hay bastante movimiento en los comedores, ventas callejeras de
baleadas y fruta, bares y hoteles, entre otros.

Luego de estar un rato en el punto nos dirigimos a la oficina de migración para tratar de realizar una entrevista
con el encargado. Nos recibe el oficial de migración Lic. Martin Hipólito Euseba, quien a penas hacía ocho días
había sido trasladado desde Corinto para fungir como encargado en Aguacaliente. Platicamos casi en la calle
por no tener un espacio adecuado para atendernos (su trabajo lo realiza desde una pequeña ventanilla), el Lic.
Euseba. Me aseguraba que a pesar de que existe el convenio del CA4, “en esta zona hay muchos puntos de
cruce irregular [y] nosotros no podemos controlar porque no tenemos personal y la policía tampoco (…) solo se
mantiene en los puntos de las trancas para seguridad”, “aquí hay muchas personas que se dedican a un
negocio ilícito que es como le dicen vulgarmente pasamojados92, el método consiste en que

92 Según el oficial y varias personas más con las que pude platicar de este tema, “no son coyotes, los coyotes son que ellos que llevan hasta
los EUA a alguien”, estos son pasamojados. Personas que engañan a los migrantes que van hacia México haciéndoles creer que esta
frontera funciona igual que la frontera con ese país, y que necesitan visa y pagar derechos muy elevados para poder cruzarla. Hasta ese
momento los gobiernos no habían logrado informar a la población migrante sobre el convenio CA4, que autoriza a cualquier ciudadano de
Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua a transitar entre estos países simplemente presentando su cédula o documento de
identidad. Por esta razón muchas personas migrantes pagaban entre 200-1000 lempiras para que les guiaran por caminos de extravío
con el objetivo de rodear el punto fronterizo que en realidad podían cruzar sin ningún problema. Por otra parte, también supimos de
casos en los que los usuarios de este servicio lo pagaban por tener pendientes responsabilidades civiles o penales con la justicia en
Honduras, circunstancia que claramente les impide cruzar legalmente la frontera, o por viajar con niños indocumentados o sin permiso
de salida de ambos padres.
123
cuando la persona baja de las unidades de buses aquí le hablan de cualquier cosa, “que no tiene que pasar por
migración”, “que si tiene problema con la policía…”, y entonces lo convencen y lo tiran por puntos ciegos, cosa que no
debe ser así porque hay personas que no tienen ningún problema. Hemos tratado de inculcar en llenar su registro
migratorio, y ya con su permiso él va, pero aquí se encarga mucha gente de que no pase por migración, que no pase por
la policía, que lo van a tirar por paso ciego (…) el objetivo es hacer un cobro ilegal, entre 100 y 200 lempiras. Pero eso es
para… eso es hacer turismo de montaña [sonríe burlesco] yo le llamo turismo de montaña porque los tiran por arriba y
salen en un territorio hondureño, o sea ni van a Guatemala… allí los dejan y les cobran en la carretera y “ya está, ya
pasamos por migración, ya pasamos por los policías”, pero es un engaño [Lic. Martín Euseba, encargado de migración
del punto fronterizo de Aguacaliente, 14-4-15].

Sobre el cruce de menores de edad el oficial de migración aseguraba que efectivamente se daban muchos
eventos, y me contaba que “ahora mismo tenemos un problema con tres compañeros que están requeridos
por la ley porque dejaron pasar a una persona con una autorización que decía que iba con rumbo a México
pero en el pasaporte no presentaba ninguna visa”. El oficial defendía a sus compañeros y aseguraba que
actuaron conforme a la ley, pues ellos no están autorizados a detener a alguien por no tener visa mexicana,
pero las recientes directrices de sus “jefes” son que si alguien dice que va para México y no lleva visa, se le
impida el paso lo cual, asegura Euseba, no está así en la ley. El caso muestra como la securitización que opera
cotidianamente en la frontera, en este caso en relación al flujo irregular de personas con destino a EUA, excede
el marco legal en que se sustenta, y se basa en mandatos o presiones de otro tipo. En el caso narrado por el
licenciado, los oficiales de migración fueron amonestados por no hacer algo que la ley no les exige: verificar la
tenencia de visa mexicana. En este sentido, estamos frente a mecanismos extralegales de securitización93.

Para el oficial de la Policía Nacional de Honduras Orlin Gómez, quien accedió a darme una corta entrevista, “aquí
mayormente [el delito que se comete] es el tráfico de menores edad, desde que nosotros llegamos, ya sobre dos
años, se ha controlado en un 99%, por aquí no se permite, cuando una madre trae a un niño pero no trae la
documentación en regla lo que se hace es subirla al bus y nosotros verificamos que ese bus se vaya de regreso
pues, no tenemos preferencias para nadie”. Según el oficial para cruzar se utiliza una “estrategia” que consiste en
que “los padres pasaban con su documentación en regla, pero a los niños se los entregaban a personas extrañas a
cambio de dinero para que los pasen por puntos ciegos porque no llevan la documentación requerida” [Orlin
Gómez, oficial PN, 14-4-15]. No obstante, como acababa de comprobar a penas el día anterior, las estrategias
para cruzar niños de manera indocumentada también incluyen la participación de autoridades migratorias.

Por su parte, la valoración del Lic. Euseba era menos optimista que la del oficial Gómez, “aunque esta zona no
es tan conflictiva –conflictiva es aquella frontera que se llama Corinto–, árbol que nace torcido jamás su rama
endereza, y esto aquí lleva 9 años de estar torcido, nosotros solo tenemos ocho días, hemos puesto un poquito
de orden pero falta mucho que hacer”. Afirmaba que antes era “más conflictivo” y había “más cruce [irregular]
de personas”. Pero al preguntarle detalles específicos, el oficial era reticente a darme información concreta
sobre los puntos de cruce irregular o sobre las personas involucradas en ese negocio, “solo llevo aquí ocho
días”, y “si usted le pregunta a alguien de aquí le va a decir que no sabe… son cosas irregulares y las cosas
irregulares no se dan a conocer”, insistía a varias de mis preguntas mientras iba bajando la voz. Algo semejante
ocurrió cuando le hice la misma pregunta a uno de los cambistas de divisas, que cambió el tono animado con el
que me venía contando sobre su trabajo y bajando la voz se limitó a responderme “pues la verdad es que sí hay

93Según el oficial, “El artículo 118 inciso 1 y 2 de la ley de migración explica claramente sobre los tratos que se les debe dar a una
persona menor de edad que está saliendo fuera del país (…) la ley de migración es bien clara en cuanto a eso, si te vas a salir del país
con un menor de edad yo le exijo a usted lo que la ley me exige a mi, pero no voy más allá de lo que la ley no dice …. ¿Si me explico
no?… [S: No puedes pedirle visa…] Sí, pero hay que recordar que las leyes siempre tiene una laguna, y esa es una laguna, porque a mi
no me debería interesar para dónde va ni estarle pidiendo visa, pero sin embargo el problema es que esa nota rezaba que iba con
rumbo a México y en el pasaporte no presentaba ninguna visa…” [Lic. Martín Euseba, encargado de migración del punto fronterizo de
Aguacaliente, 14-4-15].
124
porque esta es una frontera y lógicamente que hay varios puntos por donde se puede desviar la gente, es el
modus vivendi de la gente, pero… ya ahí el tema ya no me interesa a mí…” [Cambista de divisas, frontera de
Aguacaliente, 14-4-15].

Toda la dinámica de la zona se encontraba además conmovida por la reciente reunión entre los presidentes
de Honduras y Guatemala, Otto Pérez Molina y Juan Orlando Hernández, en el punto de cruce de El Florido,
donde se dio la firma de un convenio que, en el marco de las iniciativas de coordinación y control conjunto
de las zonas fronterizas, incluía la integración de las oficinas de migración, policía, hacienda, aduana y
control sanitario de la frontera94. Según declaraciones oficiales el convenio buscaba facilitar el tránsito de
mercancías y personas además de incrementar y volver más efectivos la vigilancia y control de estos flujos;
se encontraba además en el marco del Primer Encuentro del “Plan Alianza por la Prosperidad del Triángulo
Norte de Centroamérica” (APP o PAP), uno de los más recientes planes de securitización de las fronteras
comunes impulsado desde el Departamento de Estado de EUA 95.

Además de la implementación de mayor presencia de cuerpos de seguridad, una de las consecuencias del
convenio en Aguacaliente sería la integración de todas las oficinas, que ahora quedarían juntas en las
instalaciones guatemaltecas, a 1.5km de donde nos encontrábamos, lo que implicaría la desaparición de las
oficinas en el lado hondureño. Esto generaba bastante ansiedad y resquemor entre varias personas que
trabajaban en la zona, la preocupación entre cambistas, vendedores, comerciantes y “pasamojados” era que esta
medida “afectara el negocio”. Como decía el licenciado Euseba sobre los comerciantes locales, “ellos dicen que
prácticamente este pueblo va a quedar como fantasma, sin ninguna fuente de trabajo, porque la fuente de
trabajo de ellos es eso… les venden de todo [a los migrantes]” [Lic. Euseba, punto fronterizo de Aguacaliente, 14-
4-15].

Desde una mirada a escala global, estamos ante una situación en la que el juego de la geopolítica hemisférica se
inserta en lo local, generando efectos en la cotidianidad social y económica de las personas que ocupan un lugar
dentro del mercado local que se ha configurando en torno a la frontera y a las dinámicas de movilidad y
circulación que se dan en relación a esta. Pero impactando también la específica geometría de poder (Massey,
Power-Geometry and a Progressive Sense of Place 1993) que gobierna las formas de movilidad en la zona. Según
uno de los cambistas de divisas con el que pudimos conversar, las rencillas con los cambistas guatemaltecos eran
históricas, por lo que era poco probable que ellos les permitan trabajar de “su lado”; la misma preocupación se
encontraba también en otros comerciantes como dueños de hospedajes, vendedores ambulantes, dueñas de
comedores, etc. En este caso, lo que ambos gobiernos justificaban como una medida más racional y eficiente en
el flujo y control de fronteras, para muchas de las personas que diariamente ejercían actividades económicas en
torno a esta, implicaba una afectación a sus fuentes de empleo.

Nos viene a afectar notablemente esta medida que está tomando el gobierno, porque nosotros ejercemos la función de
cambio aquí en aduana de Aguacaliente, pero ante esta situación el flujo de personas pasaría directamente a
Guatemala, y nosotros perderíamos nuestro modus vivendi, la manera que hemos tenido de vivir durante cuarenta o

94 Al respecto ver: http://www.americaeconomia.com/economia-mercados/comercio/honduras-y-guatemala-suscriben-acuerdo-de-union-aduanera;


http://www.sieca.int/Noticias/NoticiasMostrar.aspx?SegmentoId=1&NoticiaId=253; http://www.sieca.int/Noticias/NoticiasMostrar.aspx?SegmentoId=1&NoticiaId=263;
http://www.laprensa.hn/mundo/829483-410/honduras-y-guatemala-dar%C3%A1n-pasos-para-uni%C3%B3n-aduanera.
95 El PAP surgió hacia finales del año 2014 ante el contexto de lo que se llamó la “crisis de los niños migrantes”, como una propuesta del

gobierno de EUA ante las múltiples exigencias por parte de los gobiernos centroamericanos del triángulo norte, en relación a que ese
país debía asumir responsabilidades frente a las causas de la llamada “crisis”; el plan emula la “Alianza para el Progreso”, iniciativa
implementada durante el gobierno de J.F. Kennedy en el marco de la expansión del comunismo por la región (Krause 1963, Petras 1969,
Lowenthal 1970). Al respecto ver: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/09/24/actualidad/1411591396_039800.html;
http://www.elheraldo.hn/alfrente/767630-209/centroam%C3%A9rica-presenta-hoy-el-plan-alianza-para-la-prosperidad-a-eeuu;
http://www.encuentroplanalianza.com/plan.htm; http://elpulso.hn/la-alianza-para-la-prosperidad-un-deja-vu-para-el-triangulo-norte/
125
más años (…) Allá en Guatemala hay otros grupos de personas que también hacen la misma función, entonces el trabajo
de nosotros se pierde y pasa a manos de los señores de Guatemala (…) Al vernos afectados nosotros se ven afectados
otros, de nosotros dependen muchas personas y estas personas también se ven afectadas porque nosotros aquí
gastamos un promedio de L$200 diarios en comedores, transportes y otras cosas, entonces lo poco que tiene
Ocotepeque por la frontera se viene a terminar con esta medida que es bastante radical (…) Hemos estado organizados,
tenemos un pronunciamiento listo, pero la verdad es que desconocemos realmente el fondo de la situación, solo
sabemos que se traslada esto para Guatemala, detalles no conocemos, solo sabemos de las declaraciones que dio el
presidente de la república y en base a eso es que estamos trabajando, porque viene prácticamente a tirarnos a la calle
(…) Ocotepeque vive de las fronteras de Aguacaliente y de la del Poy, pero esta situación vienen a desaparecer a un
montón de gente que vive de los negocitos de la frontera [Cambista de divisas de la frontera de Aguacaliente,
entrevista personal, 14-4-15].

A esto se sumaba, aseguraban, el hecho de que recientemente venía “bajando notablemente” el flujo de
personas por este punto, sobre todo en comparación con el año anterior que, según sus palabras, había sido
“excelentísimo para nosotros porque cualquier cantidad de personas pasaban”, una situación que comparaba
con los flujos migratorios de cuando fue el huracán Mitch en 1998. Las causas de esta disminución las atribuía a
que “las campañas de televisión que se hace para que las personas no viajen han pegado, y a la gente la viene a
motivar poco el viaje a EUA”, esto a pesar de que aún “muchas personas se van porque ya no pueden vivir en el
país, por delincuencia y eso”. Por su parte, las causas del flujo masivo del año pasado las atribuía a el hecho de
que “el presidente de EUA había autorizado a las madres darles permiso con los menores, [y] eso hizo que
masivamente la gente se trasladara para allá”, confirmando la información de que este rumor había provocado
buena parte del aumento de este tipo específico de migración en 2014.

En relación a las medidas propiamente de securitización que se implementaban como parte del convenio
firmado en el marco del PAP, estaba la instauración de grupos de “tarea conjunta” entre las policías y fuerzas
armadas de ambos países, que operarían a ambos lados de la frontera. Esta medida se efectuaba mediante la
creación de la “Fuerza de Tarea Interinstitucional Maya-Chortí”96, cuyo memorándum de entendimiento se
había firmado el 24 de marzo de 2014 y emanaba directamente del Grupo de Alto Nivel de Seguridad y Justicia
(GANSEJ), creado en diciembre de 2014 en el marco de las iniciativas de integración regional.

Tanto los inicios de operación de la fuerza binacional como la integración de las oficinas de aduana y migración,
apuntaban a consolidar zonas de “libre flujo de personas y mercancías” entre ambos países, con lo cual las
fronteras quedarían exentas de estos “puntos de cruce” y su securitización quedaría relegada a la operación de
los grupos militar-policiales de composición binacional en un radio de acción de 20 km de cada lado de la frontera
e integrado por aproximadamente 700 elementos de ambos países. Es decir, que la vigilancia y control de la
frontera ya no se daría solo ni en mayor medida por medio de los puntos de cruce que tradicionalmente han
existido, sino sobre la base de la operación en terreno de cuerpos de seguridad encargados de vigilar y controlar

96 También conocida como “Fuerza de Tarea Conjunta Maya-Chortí” o “Fuerza de Tarea Binacional Maya-Chortí”, su objetivo era la
vigilancia y control de zonas fronterizas en las que se habían establecido puntos de cruce “ilegal” de fronteras, con el propósito de
“neutralizar” el tráfico de personas, armas, drogas, especies, tala ilegal y otros trasiegos. Al respecto ver:
https://cerigua.org/article/gobierno-inaugura-fuerza-de-tarea-maya-chorti/;
http://www.pnc.gob.gt/index.php?option=com_k2&view=item&id=2431:fuerza-de-tarea-binacional-chort%C3%AD-vigilar%C3%A1-
fronteras&Itemid=414; http://www.sep.gob.hn/sitio/homepage/noticias/1505-presidentes-de-honduras-y-guatemala-formalizan-
operaciones-de-la-fuerza-de-tarea-maya-chorti; http://www.laprensa.hn/honduras/825080-410/presidentes-de-honduras-y-guatemala-
lanzan-fuerza-maya-chort%C3%AD; http://www.radiolaprimerisima.com/noticias/175676/perez-molina-anuncia-creacion-de-fuerza-de-
tarea-maya-chorti; http://www.abriendobrecha.tv/honduras-y-guatemala-crean-fuerza-para-combatir-migracion/. Según las
declaraciones oficiales la intención era que posteriormente se sumaran a la Fuerza Conjunta los cuerpos de seguridad de El
Salvador, sin embargo este paso se veía dilatado por los conflictos fronterizos que históricamente se han dado entre ese país
y Honduras, específicamente en torno al Golfo de Fonseca, donde ha surgido tensiones recientes; sobre esto ver:
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/27/actualidad/1395893076_751068.html;
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/02/131216_finde_isla_conejo_discordia_el_salvador_honduras_nicaragua_centroamerica_an;
http://www.laprensa.hn/honduras/tegucigalpa/421253-98/honduras-rechaza-peticion-de-el-salvador-sobre-isla-conejo.
126
el flujo de personas y mercancías de manera más descentrada y dispersa por las áreas fronterizas97. A esto se
sumaría la utilización de tecnología para el control del cruce regular, sobre el que me referiré más adelante. Por lo
pronto la securitización seguía estando anclada a los puntos oficiales de cruce y a los incipientes grupos de tarea
conjunta que empezaban a operar en la zona, específicamente con la misión de controlar el flujo de drogas,
contrabando y personas indocumentadas. Según el oficial de la PN de Honduras, Orlin Gómez, apostado en el
punto de Aguacaliente,

Oficial de la Policía Nacional de Honduras, Orlin Gómez, a su izquierda Sixto Rodríguez. Fotografía propia.

La PNC aquí en el sector fronterizo está en sus tres ramas, policía de tránsito, policía preventiva y servicios especiales.
Nos enfocamos en contrarrestar todo tipo de delito, contrabando de menores, contrabando de mercaderías por los
puntos ciegos… nosotros no tenemos definido el problema en si, es lo que agarremos, eso lo remitimos, con tal que se
incurra en delito, lo remitimos (…) Hemos controlado bastante eso… si usted nos ve aquí… al ratito tenemos el apoyo de
las fuerzas armadas y salimos a incrustarnos a esos puntos ciegos, vamos en tareas conjuntas, siempre andan ellos
[FF.AA.] (…) De aquí nosotros avanzamos a un kilómetro, ponemos un operativo, y por ahí no se nos pasa nada (…)
revisamos todo, todas clase de personas que pasan, se verifica en el sistema de la PNC y si hay problemas ahí mismo se
controla (…) Tenemos excelente coordinación con las autoridades guatemaltecas, mensualmente nos reunimos con
ellos, la policía de Guatemala viene aquí a reuniones con las autoridades de Ocotepeque, la de Honduras va a
Guatemala… nosotros podemos ingresar al país de Guatemala así con uniforme, podemos ingresar y tenemos buena
relación con ellos [Oficial de la PN, Orlin Gómez, 14-4-15].

La descripción del oficial nos muestra una configuración de mecanismos de control descentrada y además
transnacional, en la que cuerpos de seguridad de países distintos coordinan el ingreso conjunto a ambos
territorios sin que esto implique problemas de soberanía, haciendo surgir un régimen de seguridad fronteriza
(Pallito y Heyman 2008) muy particular. En la medida en que el monitoreo del movimiento se difunde de la
frontera a “una más amplia y distribuida red de puntos de control” (Pallito y Heyman 2008, 316) el régimen se
asemeja al que opera en el área fronteriza Guatemala-México (ver acápite 5.1), con la diferencia de que en este

97 Este modelo de securitización de fronteras es semejante el empleado en la frontera sur de México, en la cual la vigilancia y control del
flujo a través de la frontera es laxo y en algunos puntos prácticamente inexistente, sin embargo es en torno a la línea fronteriza que se
efectúan las tareas de control y vigilancia mediante la instauración de retenes (militares, policiales y migratorios) así como el patrullaje
por parte de cuerpos de seguridad en zonas de tránsito como la línea del tren o carreteras y caminos. Sobre esto profundizaré más
adelante en este mismo acápite al abordar la frontera sur mexicana. Sobre este tema cfr. Pallito y Heyman 2008, Kron 2011.
127
caso los límites de la soberanía se han flexibilizado para hacer factibles mecanismos de control y vigilancia
militarizados por parte de ambos ejércitos y cuerpos policiales. Por otra parte, el discurso del oficial deja ver
sus propias representaciones en relación a la lógica securitaria, aquella que dispone la suspensión o
disminución de derechos en función de garantizar la integridad de, en este caso, la frontera. Esto es claro
cuando destaca la capacidad que tienen de que “a un kilómetro ponemos un operativo y por ahí no pasa nada”,
o sobre el hecho de que “al ratito tenemos el apoyo de las fuerzas armadas”.

Sobre los puntos de cruce irregular, el oficial nos dio información más concreta que la que nos proporcionaron
las otras personas con las que hablamos, probablemente menos cohesionado que los demás (por su propio rol
en la zona) a mantener la invisibilidad de puntos que finalmente todo el mundo conocía, pero sobre los cuales
no era bien visto comentar con extraños. Nos aseguraba que a unos 10km está el que se conoce como “el
desvío de Piñuelas”, y ya más cerca nos mencionan dos: “La llanta”, que está camino a Agua Caliente, a unos 2-
3 kilómetros del punto de cruce; el otro, y al parecer el más utilizado por los “pasadores”, es el camino
conocido como “El Capulín”. Este último está alrededor de 1km después del punto de control migratorio y de
aduana de Honduras, y entre 200-300 metros antes del de Guatemala; su existencia es de conocimiento común
entre las personas locales, incluidas las autoridades de migración. Es de suponer que este tipo de caminos que
conectan los dos países son frecuentes en una zona con una dinámica de región transfronteriza de larga data,
pero por su cercanía a los puntos de control y por la concentración en la oferta de vendedores del servicio, “El
Capulín” era uno de los más utilizados para el cruce irregular de personas que van con destino a México y
EE.UU.

Es interesante la forma en que eran representados estos puntos por parte de las personas con las que pudimos
platicar. Con excepción del policía, que sin titubear nos proporcionó la información, el resto de personas
aunque reconocía la existencia de los caminos, no daba detalles específicos sobre su localización. De esta
forma se producía un velo de opacidad sobre el espacio, se desanclaban (al menos en términos imaginarios)
puntos que eran claves en la configuración del territorio migrante que surgía en torno al área fronteriza, tanto
para el “modus vivendi” (como nos dijo un señor) de las personas del lugar como para las prácticas de
movilidad de las personas migrantes “irregulares”, pero que se sabía eran representados por la ley y la
autoridad como “prohibidos” y “riesgosos” aunque su uso fuera cotidiano. Este producción de opacidad
imaginaria en relación a ciertos lares del área contradecía por completo la absoluta claridad con que era
utilizada de manera cotidiana para el tránsito de personas. Se daba en este caso una dinámica de
territorialización que incluía estrategias colectivas, imaginarias y discursivas, de invisibilización de ciertos puntos
o rutas del área fronteriza, junto a una total visibilización de estas en las prácticas circulatorias.

128
Nueva infraestructura de control fronterizo. Fotografía propia. Entrada al camino de cruce irregular “El Capulín”. Foto propia.

De manera correspondiente, las representaciones que las personas hacían sobre el espacio eran también
diferenciadas, y esta diferenciación se daba en función de la diversa ubicación (Bourdieu, Poder, Derecho y
Clases Sociales 2000) que los actores tenían en relación al campo de fuerzas definido por el área fronteriza, a su
específica geometría de poder y movilidad (Massey 1993(b)). Uno de los transportistas que realizaba el
recorrido de la oficina de aduana hondureña a la guatemalteca (L$20), servicio utilizado de manera regular por
cientos de personas que todas las semanas cruzaban la frontera, nos indicaba en tono de complicidad que si
queríamos conocer “los caminos por el monte” era mejor que le dijéramos “a algún cipote pequeño”, porque
“los otros [los pasamojados] no van a querer, si son ellos mismos los que los usan”. En su caso, la
representación sobre los “caminos por el monte” los dibujaba como claros (sin opacidad), y sin ningún riesgo,
al punto que incluso podían llevarnos los “cipotes” [niños].

Pero habían representaciones diametralmente opuestas; durante el rato que estuvimos comiendo baleadas en
un puesto en la calle frente a la oficina de migración hondureña, tanto la señora que las cocinó como un par de
muchachos que también comían [los que nos miraban con atención cuando llegamos en bus al punto, muy
probablemente los mismos “pasamojados”], nos estuvieron advirtiendo de no ir a conocer los caminos de
extravío, pues “son muy peligrosos… los pueden asaltar… ahí les pegan un tiro y ni se dan cuenta quién…” Se
explayaban contándonos sobre violaciones a mujeres o cuerpos que aparecían sin lengua y sin ojos, como
intentando atemorizarnos y de esta forma evitar que visitáramos esos caminos. En cuanto tuvimos
oportunidad, fuimos.

El ingreso al camino de “El Capulín” está ubicado justo frente a la conocida gasolinera “Las Fronteras” (unos
300mts antes del punto de control guatemalteco), con cuya dueña, doña Marcela, pudimos conversar
brevemente. “Esa manada de perros, porque no se les puede llamar de otra forma, son los que engañan a los

129
mojados”, sentenciaba enfática mientras nos servía dos jugos de piña helados, “cuando los ven que vienen con
sus mochilitas aquí los paran y les ofrecen cruzarlos o hacerles trámites, y les sacan lo que pueden” agregaba.

el otro día a un grupo de siete les sacaron como setecientos quetzales [alrededor de USD$93 al tipo de cambio de 2016], y
que si no se los daban les iban a pegar, aquí mismo en mi propiedad, ahí en el estacionamiento, yo me hice la que le
echaba agua a las flores, pero les dije frente a los muchachos que cómo podían hacerle eso a sus propios hermanos, y ya
me tacharon de metiche, como soy de guate... ¿denunciar? ¡Ja!, pero si están aliados, allá las autoridades saben de la
movida de esos pícaros y no hacen nada [Dueña de la gasolinera “Las Fronteras”, 14-4-15].

La versión de la señora muestra un mecanismo de captura aún más agresivo que el que describía el licenciado
Euseba, pues en este caso más que la venta de un servicio con engaño se trata literalmente de un asalto, como lo
describían Genaro y María Elena. Según su experiencia se trata de grupos de jóvenes de la zona que encuentran
buen rédito en aprovechar el paso de migrantes para “sacar billete”, y aunque en ocasiones los convencen de que
es preciso tomar caminos de extravío para cruzar la frontera y les cobran por ese “servicio”, cada vez es más
común que simplemente les cobren por pasar. Una suerte de “derecho de paso” informal, la sustitución al
impuesto que se dejó de percibir con la implementación de los acuerdos de “libre tránsito” por parte de los
gobiernos del CA4, pero del que al parecer los migrantes no están debidamente informados. Como nos diría más
tarde ese mismo día un migrante hondureño que conocí en el albergue de Ocotepeque,

Voy a cruzar [Aguacaliente] pero en el día, sí, en el día, porque si lo agarran tarde lo arruinan (…) el día que yo pasé por
allá, a las 5 de la tarde, me cayeron unos tipos ahí cambiándome “que el zarpe, que venga, que lo llevo por un río” y no sé
que… le digo yo “tranquilo, porque yo no es primera vez que ando acá, yo he cruzado aquí como que cruce por mi casa”
[Marlon Estrada, migrante hondureño en el albergue de Ocotepeque, entrevista personal, 14-4-15].

Camino de extravió “El Capulín”, utilizado por los “pasadores” para evadir el control fronterizo.

A la derecha, junto a la carretera, el punto de ingreso, justo frente a la gasolinera “Las Fronteras”; a la izquierda, luego del cafetal, parte
del camino que bordea el punto de control. Fotografía propia.

Parte alta del camino; hacia la izquierda está la continuación del sendero que desemboca en territorio guatemalteco. Fotografía propia.

La extracción de valor que se realiza a partir de movimiento del cuerpo migrante no es excusivo, como vemos,
de los puntos de circulación que se encuentran más al norte del territorio migrante, sino que desde sus inicios
empiezan a emerger sin consideración de nacionalidades, “¿cómo podian hacerle eso a sus propios

130
hermanos?”, quizás porque al cruzar el filtro de la frontera, “con sus mochilitas”, dejan de ser, al menos
prioritariamente, hondureños, y recae sobre ellos una nueva clasificación (Kearney 2004).

Mapa 9.
Caminos de cruce irregular “La llanta” (arriba) y “El capulín” (abajo).

El trazo de ambos caminos sobre el terreno se aprecia a lado de cada flecha. Fuente: https://www.google.com.mx/maps

131
Es sensato suponer que con la aplicación de los nuevos mecanismos de securitización que bajo los acuerdos de
integración buscan implementar los gobiernos de Honduras y Guatemala, y que como vimos apuntan a
dispersar en el área fronteriza los puntos de control y vigilancia mediante el patrullaje conjunto de cuerpos de
seguridad, los actuales caminos “alternos” como el de El Capulín así como los servicios de los “pasamojados”
terminarán desapareciendo, al menos bajo el formato tan laxo y evidente en el que existían durante el período
de nuestra visita. Pero esto no evita pensar que posiblemente surgirían nuevas formas de ilegalismos y nuevos
mecanismos para sortear la securitización fronteriza que también implicarán mecanismos de extracción de
valor a partir del flujo de migrantes “irregulares”.

La misma versión sobre los “pasamojados” nos dieron los funcionarios de migración del lado guatemalteco de
la frontera de Aguacaliente, con la diferencia de que ahí les llamaban “jaladores”. Ahí pudimos entrevistar al
Lic. Octavio Adolfo Guevara Cabrera, jefe de delegados de migración. “Les engañan” nos decía enfático
replicando las versiones de casi todas las personas con las que hablamos del tema, “allá les venden una
información que no es, les hacen ver que aquí se van a encontrar con algo difícil para poder ingresar, les ponen
miedo y entonces los movilizan por rutas que no son las del chequeo normal”. El Lic. Guevara nos informaba
también de que a la mayoría de las personas que engañaban con estos servicios los dejaban en territorio
hondureño, y en numerosas ocasiones les quitaban su dinero, “los bolsean, aquí mismo la gente hondureña
viene llorando, por la situación de cómo los tratan”. Incluso nos informa sobre una violación a una mujer que
había ocurrido hacía a penas unas semanas, “a la señorita la violaron en frente de su hermano, pero no lo
quisieron denunciar la familia, si no que ya buscaron ya su medio” [Lic. Octavio Adolfo Guevara Cabrera, jefe de
delegados de migración de Guatemala, frontera de Aguacaliente, entrevista personal, 14-4-15].

Según su experiencia el flujo regular por ese punto es de un promedio de doscientas cincuenta personas
diarias, tanto de El Salvador como de Honduras, mientras que el flujo irregular fue elevado durante los años
anteriores, sobre todo en 2014, pero “ha venido bajando a raíz de la información que hubo de que EE.UU. fue
un poco más drástico con las personas migrantes”, específicamente en relación al ingreso de mujeres con
menores de edad, “están poniendo situaciones más difíciles entonces eso vino a calmar bastante, ha
disminuido, el año pasado había más”. Sobre el perfil de los migrantes irregulares el funcionario, como en el
caso de doña Marcela, aplicaba la clasificación típica para el “mojado”, “la gente más sencilla…no lo quiero
decir así pero… la gente más pobre, la más común, la que de veras tiene… no es que… no lo voy a decir pero es
como identificamos a la gente, cuando vienen con su mochilita…” Esta representación del “mojado” servía
como insumo para el cumplimiento de los mandatos que habían en el área fronteriza, emanados desde sus
superiores, en torno a su securitización frente al cruce de migrantes “irregulares”; “con el tiempo que tenemos
en trabajar en esta institución detectamos a las personas… la gente que va hacia eso [EUA]” [Lic. Octavio
Adolfo Guevara Cabrera, jefe de delegados de migración de Guatemala, frontera de Aguacaliente, 14-4-15].
Como han señalado Pallito y Heyman,

Así como los derechos afectan la movilidad de las personas dentro y fuera de las fronteras nacionales, las categorías de
riesgo impactan de manera similar la capacidad de las personas para moverse. Las tecnologías de seguridad con
frecuencia implican la clasificación de riesgo: quién debe ser inspeccionado más de cerca o con mayor minuciosidad, o a
quién se le va a permitir una movilidad más ágil y libre. Estas diferenciaciones son a menudo el resultado de los juicios
discrecionales por parte de los seres humanos, que luego se ponen en operación en una forma particular de tecnología
de seguridad (Pallito y Heyman 2008, 319).

Pero la clasificación del mojado no solo servía para aplicar sobre ellos los mecanismos de prohibición y rechazo
en el cruce fronterizo, la imagen fenotípica en la que se basaba su representación servía también para aplicar
sobre ellos mecanismos de extracción (ilegal) de valor muy semejantes a los de los pasamojados. Más tarde en
la noche de ese mismo día conocimos a Marlon, un migrante hondureño que nos dio su testimonio de lo que
132
había vivido al momento de cruzar a Guatemala hacía a penas unas semanas, y que muestra que el
aprovechamiento del paso de personas se daba también en las instancias oficiales y de control migratorio,
como yo mismo pue comprobar durante mi ingreso al país justo unos días antes.

Yo me fui con 4 mil pesos [lempiras], crucé por aquí por el Aguacaliente pero crucé mal… pagué en aduana, me sacaron
100 quetzales. [S: ¿Por qué?] Por un permiso. Y lo pagué porque… [molesto] no lo hubiera pagado [S: Porque eso vos no
lo necesitás...] Exactamente, fue de gusto, pero como yo llevaba 4 mil pesos... me jodieron ahí [Marlon Estrada,
migrante hondureño, 14-4-15].

Por otra parte, como lo hiciera también el licenciado Euseba y varios funcionarios de los otros puntos oficiales
de cruce fronterizo que visité, el énfasis en la falta de recursos para trabajar “adecuadamente” era claro, los
oficiales imaginaban la frontera como una franja totalmente porosa y presentaban su trabajo como realizado
“con las uñas”, en contexto hostiles, de gran flujo irregular y sin el personal ni la tecnología suficiente para
“controlar y vigilar”98. Esto se resolvería, y en este punto coincidían también todos los funcionarios, con la
llegada de la “nueva tecnología”, con la “integración” de las aduanas y las oficinas de migración y con la
operación de los grupos de tarea conjunta.

Allá abajo [en el punto de control del lado hondureño] necesitamos una conformación diferente (…) ojalá haya más
control con el nuevo sistema que se va a emplear de la integración… Precisamente el jueves tuvimos una reunión, vino
el subdirector de migración de Honduras y vinieron autoridades también de migración de Guatemala, nos reunimos
aquí, fue el punto de encuentro. Estuvimos como unas 3 horas reunidos y prácticamente lo que ellos quieren es que a la
gente ya no la vayamos a entretener mucho, solamente de veras gente que traiga una situación de algún problema,
pero sí se quiere que sea ágil, nos van a dotar de equipo… más tecnológica, biométrica… Entonces, este… va a ser más
rápido ¿verdad? porque directamente va a ser a través de la huella y la foto (…) También va haber un núcleo de
seguridad, tanto de Honduras como de Guatemala, para controlar esta situación de los jaladores… Va haber gente
[militares y policías] en la cordillera para evitar eso, porque eso es lo que ha faltado, que no hay control… o sea no hay
autoridad para controlar los pasos ciegos (…) ya hay una fuerza que comenzó del lado del Florido y luego sigue por acá,
es la fuerza que le llaman “Chortí”, “Fuerza Chortí”, fuerza combinada entre ejército y policía de Honduras y Guatemala,
donde van a tener acceso al territorio, incluso yo ya recibí una llamada donde se tiene entendido que a partir de hoy
comienza a entrar un contingente del ejercito de Honduras que va a tener su sede aquí en Esquipulas para distribuir a
su personal, igual Guatemala [va a ingresar a territorio hondureño] (...) No sabemos cuántos, lo que sí sabemos es que
es fuerte ¿veá?, porque este es un acuerdo bilateral… Y ahora todo el flujo va a a ser por aquí, porque las autoridades
de allá de Honduras se van a venir a trabajar aquí, migración de Honduras va a estar aquí, vamos a estar juntos,
unificado (…) La principal tarea va a ser eso… lo que le decía… eso de la gente, el controlar todo, controlar la mercadería
este… paso ilegal de personas… o sea los lugares por donde hay pasos ciegos… [Lic. Octavio Adolfo Guevara Cabrera,
jefe de delegados de migración de Guatemala, frontera de Aguacaliente, 14-4-15].

El uso de estas tecnologías genera efectos de diferenciación que producen inequidades en las formas de
movilidad sobre la base de mecanismos de clasificación (Kearney 2004) de los individuos y las poblaciones que
los ubican de manera diferenciada en el campo de fuerzas (Bourdieu, Poder, Derecho y Clases Sociales 2000)
que configura el área fronteriza. Por otra parte, también generan efectos diferenciados de asignación de
riesgos a las personas: a una persona que prontamente reconocida por la tecnología mediante la identificación
de su huella digital o retinal, se le asigna un nivel menor de riesgo por contar con “una previa identificación por
parte del estado” (Pallito y Heyman 2008, 322). Ambos efectos contribuyen a configurar regímenes
diferenciados de movilidad según las clasificaciones que recaen sobre las personas, para unas más expeditos y
para otras más lentos o incluso del todo cerrados. En este sentido, las tecnologías biométricas de vigilancia
hacen que estas prácticas “recaigan cada vez más en los cuerpos”, lo cual ocurre de manera diferenciada según
las capacidades que tengan los individuos de “negociar la frontera”, es decir, según las formas y cuotas de

98Incluso la encargada de la “Dirección Ejecutiva de Ingresos” del gobierno hondureño (DEI), instancia responsable del control del flujo
de las mercancías, aducía que además de que había mucho cruce ilegal de productos, también era para ellos imposible corroborar que
todas las mercancías que cruzaban regularmente estuvieran al día con el pago de impuestos dada la falta de personal.
133
capital que puedan movilizar para esto (Bourdieu, Poder, Derecho y Clases Sociales 2000), lo cual en este
contexto claramente tiene componentes raciales y de clase (Pallito y Heyman 2008, 327-328).

las tecnologías sofisticadas a menudo permiten detecciones más rápidas y por lo tanto cruces de frontera más ágiles.
Sin embargo, este no siempre es el caso. Uno puede imaginar procesos tecnológicamente avanzados que en realidad
alientan el movimiento lento (…) En un puesto de control ciertas personas pueden ser capaces de moverse a través de
la frontera más rápida o libremente, mientras que el movimiento de otros es retardado. De esta manera, la frontera
securitizada genera efectos diferentes, e incluso subjetividades distintas de las personas que cruzan las fronteras.
Movilidades diferenciadas que se reinscriben según la clase y la raza (Pallito y Heyman 2008, 319).

Tenemos entonces un aumento en la intensidad del control y la vigilancia en el punto de cruce a partir del
empleo de tecnología biométrica que individualizaría de manera más eficiente el auscultamiento personal de
quien atraviesa la frontera, pero al mismo tiempo mecanismos de dispersión del control y la vigilancia por
medio de la operación en el terreno del área fronteriza de cuerpos de seguridad binacionales. La combinación
de mecanismos de concentración, por medio de controles tecnológicos de carácter biopolítico, y de dispersión,
por medio de la presencia de cuerpos de seguridad, resultaría en un modelo de intensificación de la
securitización fronteriza compatible con la noción de “libre tránsito” dada la aceleración y efectividad tanto en
el movimiento regular de personas y mercancías como en los métodos de detección, aprehensión y represión
de los flujos irregulares. Este modelo supone una particular geometría de poder en relación a las capacidades
de movilidad de las personas por la frontera, lo que Pallito y Heyman llaman las “habilidades de las personas
para negociar las fronteras” (208, 317), la cual marca sus diferenciales de poder en función de los efectos
clasificatorios (“los más pobres”, “con su mochilita”, “los más humildes”) y de esta forma hace surgir diferentes
dinámicas de movilidad y circulación por la frontera, unas más expeditas, ágiles y garantistas de derechos, otras
más lentas, minuciosas, y suspensoras de derechos, premisa básica del modelo de securitización (Taureck
2006).

Muy cerca de Aguacaliente se encuentra el punto oficial de cruce fronterizo entre Honduras y El Salvador
conocido como El Poy. A diferencia de Aguacaliente, El Poy no figura tan frecuentemente en la ruta de las
personas que transitan hacia México y EUA, aunque suelen darse eventos ocasionales. Según el oficial de
migración del lado hondureño de dicha frontera, lo que se da por ese punto es un “movimiento migratorio
principalmente por razones de salud, tanto de hondureños para El Salvador y de El Salvador para Honduras”, así
como el flujo de turistas y la típica circulación de mercancías, “por aquí es poco el movimiento migratorio con
visión a irse para EE.UU., eso es por el lado de la Hachadura y Anguiatu que van directamente a Guatemala”. Sin
embargo, como decía antes, sí han registrado eventos, y frente a estos lo que procede, según el oficial, es el
“rechazo”:

la semana pasada rechacé a un nicaragüense, no me justificó a qué venía para Honduras… a mi no me justifica entonces
yo lo rechazo, porque también pude percibir que iba con destino para EUA, su juventud… por la edad de una persona
uno puede percibir cuál es el propósito de un viaje, también las preguntas que hago al momento de la entrevista (…) no
me justificaba verdaderamente el propósito de su viaje, y yo como autoridad migratoria, las instrucciones que tenemos,
la experiencia también en el ramo y la peligrosidad de este recorrido… entonces tenemos que tratar de evitarlo, porque
es una de las instrucciones del presidente de la republica de Honduras, de las oficinas de migración, tenemos
instrucciones de que una persona justifique la entrada al territorio nacional (…) si alguien me dice que va para EE.UU. y
no lleva visa estadounidense o visa para México, imposible, esa es una pauta que me da para rechazarlo [Lic. Mario
Pacheco, jefe de delegados de migración de Honduras, frontera de El Poy, 14-4-15].

Como vimos en el caso del licenciado Guevara, detrás de los mecanismos de securitización que estos agentes
operacionalizan, hay una representación fenotípica del migrante “mojado”, en este caso sobre todo su
“juventud”. La “experiencia” de los oficiales (su “olfato”) daría pie para hacer efectiva una medida de control
migratorio que aunque no se encuentra facultada en la ley, es de aplicación frecuente en estas fronteras, “si no
134
me justifica lo rechazo”. Estas medidas son, además, “las instrucciones del presidente” y de las “oficinas de
migración” de su país. Por otra parte, está también el hecho de no tener visa mexicana o estadounidense, de
nuevo un requisito que no existe en la ley de migración, pero que en el trabajo cotidiano en las fronteras se
toma en cuenta como una condición para permitir o prohibir el paso de personas sobre las que se “percibe”
que llevan ese “propósito”. Vemos entonces cómo muchos de los mecanismos reales de securitización se
sustentan en criterios extralegales y percepciones subjetivas de quienes realizan su aplicación99.

Asimismo, como en el caso de la frontera de Aguacaliente, el oficial Pacheco resalta la dificultad de trabajar con
pocos recursos y la importancia de las recientes medidas de “fortalecimiento” de la frontera. “Aquí tengo un
mínimo diario de registros de 750 personas y tengo un inspector nada más, yo le hago funciones de instrucción,
de inspector, me encontró sentado en ventanilla, le hago funciones de jefe, de ir a dejar documentación…” Sin
embargo, “yo siento que se ha fortalecido, porque hay más presencia policiaca de frontera haciendo más
resguardo, la policía militar mantiene controles en los puntos no autorizados”. Incluso, ante una pregunta mía,
el oficial se animaba a señalar la presencia, no oficial pero sabida, de elementos de las autoridades
norteamericanas en la frontera como punto positivo en el mantenimiento de su seguridad:

estoy seguro que ellos no nos han dejado solos aunque no los haya visto, porque sé la forma de trabajo [que tienen] (...)
La aduana ellos la conocen perfectamente, no puedo decirle de que ellos no vienen o que si están pero si sé que
conocen el funcionamiento de la frontera (…) Una de las preocupaciones es que quieren contrarrestar los movimientos
migratorios irregulares ¿verdad?, por parte de los gobiernos, el nuestro principalmente, nuestro país es expulsor de
migrantes, porque hay que decirlo, nadie lo desconoce [Lic. Mario Pacheco, jefe de delegados de migración de
Honduras en la frontera de El Poy, entrevista personal, 14-4-15]

2.2.3 Puntos de cruce de El Florido y El Ceibo

Al día siguiente [15-4-15] visitamos el punto fronterizo de El Florido, entre el municipio de Copán en
Honduras y el de Chiquimula en Guatemala, ambos cabeceras de departamentos con el mismo nombre. Sixto
y yo decidimos hacer el recorrido desde Ocotepeque hasta El Florido por Guatemala, por lo que temprano
cruzamos de nuevo Aguacaliente y de ahí nos dirigimos a Esquipulas (Q$40), luego a Vado Hondo en
Chiquimula (Q$24) y de ahí a El Florido (Q$24), pasando por Camotán en un viaje de unas cuatro horas. El
paisaje del viaje es de serranía con abundante vegetación, más húmedo que Ocotepeque y Copán, el camino
era sinuoso pero tranquilo. En el viaje no conocimos personas que fueran con destino a México, pero varias
personas nos informaron que las rutas que comúnmente se toman para este viaje son por Petén para llegar
al Naranjo, muy cerca de la frontera con Tenosique (Tabasco) o por el pacífico, para cruzar por Tecún Umán.
El último tramo del viaje, de Camotán a El Florido, es de ascenso, la vegetación se vuelve más árida y los
árboles cambian por arbustos.

Llegamos a El Florido alrededor de la 1pm. En la aduana logramos entrevistar al Lic. Carlos Prem, jefe de
delegados de migración de Guatemala, quien además nos selló el pasaporte de salida del país sin ningún
problema. Como en los otros casos, el funcionario reconocía la existencia de numeroso puntos de cruce

99Aunque siendo más cuidadoso a la hora de hablar de eventuales rechazos o prohibiciones de cruce por motivos de sospecha, el
encargado de migración de Guatemala de El Poy también daba cuenta de la existencia de estos criterios subjetivos y el papel de las
percepciones en la clasificación de las personas que cruzan dicho punto: “Restricción no, porque no podemos negarle la salida, lo que si
hacemos es hacerle ver los riesgos que corre cuando nosotros logramos ver que no es un viajero frecuente, no es un vendedor, no es… sino
que por diferentes razones el perfil de él… entonces evidentemente es un migrante, entonces en ese memento lo que hacemos es decirle
“mire, para nosotros que probablemente su destino sea algún estado de los estados americanos, usted va a encontrar esto y estos riesgos”
¿verdad? [Lic. Guillermo Fuentes, jefe de delegados de migración de El Salvador, frontera de El Poy, 14-4-15].
135
irregular “por la montaña”, los cuales aseguraba que no podían vigilar ni controlar “porque no tenemos las
herramientas suficientes”. Por otra parte, reconocía igualmente que muchos de los que cruzaban de manera
documentada podían ser potenciales migrantes con destino a EUA pero “no tenemos forma de saberlo (…)
realmente a dónde van no sabemos, que me digan –voy al norte– no, no lo van a decir” afirmaba Prem, y
agregaba que diario “pasan unas 200 300 personas diarias pero no sabemos su destino final, todos nos dicen –
mirá vamos a la capital o vamos a Chichimula, a Zacapa– y de allí no pasan, el irregular aquí no lo podemos
controlar”. El funcionario transmitía un gran sentimiento de impotencia e incertidumbre frente a sus funciones
de control y vigilancia y esto se evidenciaba en sus palabras y hasta en su actitud corporal, decaída y frágil.
Contrariamente a muchos de los testimonios que tuvimos en Aguacaliente y que representaban a los
“mojados” de manera más ingenua y proclives a caer en los ardides de los “pasamojados”, el tipo de migrante
que retrataba Prem parecía más alerta y estratégico, con mayores herramientas y habilidad para “saber
circular” (Tarrius 2000).

Mapa 10.
Recorrido de Punto de cruce fronterizo de Aguacaliente a Punto de El Florido.

Fuente: https://www.google.com.mx/maps

136
Sin embargo, al tiempo que planteaba la situación como de incertidumbre y descontrol en relación a sus
labores de vigilancia y fronterización, también nos contaba orgulloso eventos en los que efectivamente
lograban detectar a los “ilegales” y rechazarles el cruce, aunque ensombrecidos por la mayoría de los casos en
los que los “ilegales, como insistía en llamar a los migrantes con destino a EUA, lograban eludir su control:

específicamente aquí nos viene mucho a nosotros lo que son los menores, el flujo de menores, y si viene un menor acá
y aunque traiga pasaporte debe de tener autorización de los padres (…) vienen generalmente acompañados de sus
padres, es rarísimo que un menor vaya a ir solo, no se le deja pasar, porque es allí donde pica el coyote, ahí se lo quiere
llevar (…) entonces si vemos que tiene dudas, si no conoce, etc., ahí nos damos cuenta, cuando se les hace la entrevista
(…) a veces viene la mama con un menor, “¿para dónde va?”, ¡no sabe ni a dónde va!, entonces “se regresan por
favor…” Se tiene que portar así uno porque a Honduras no le vamos a dar entrada porque no tienen argumento de a
dónde van. Pero a veces son listos porque pasan bien por la migración de Honduras, pero ya aquí pasan por el otro
lado, y nosotros no vamos a estar las 24 horas controlando todos los puntos, es imposible, entonces la gente se va sola
a pie, se va por el monte y otras veces hasta se pasan por aquí mire [señalando la calle frente a nosotros], porque
también hay gente que se va a la tienda y no sabemos si se van a agarrar un carrito y se sale, pero mientras podamos
detectarlos no lo permitimos [Lic. Carlos Prem, jefe de delegados de migración de Guatemala, entrevista personal, 15-
4-15].

137
Punto de cruce fronterizo de El Florido. Fotografía propia.

Desde su perspectiva el desafío en el punto era “el control total” del flujo de personas y mercancías, sin
embargo, aunque “tenemos la buena voluntad”, la falta de recursos era el principal problema para esta
vigilancia ubicua. A la incertidumbre y la falta de “herramientas” se sumaba lo hostil de contexto, pues la zona
es parte de las rutas comunes de flujo de drogas y contrabando, por lo que el control del narcotráfico es incluso
más efectivo que el de las autoridades aduaneras y migratorias100. La incertidumbre y el descontrol se

100“Tenemos que tener más apoyo de nuestras autoridades porque nosotros no tenemos las herramientas (…) ¿tenemos una policía
migratoria que se encarga de traer una patrulla? ¡no! no tenemos, y yo no voy a salir corriendo persiguiendo a una persona, es muy
peligroso, no vamos a ir los delegados y exponernos a que nos baleen, tiene que haber una policía migratoria que se encargue de eso
138
mezclaban así con los sentimientos de miedo y riesgo de los mismos funcionarios que, supuestamente, debían
garantizar la seguridad en el punto fronterizo. Aunque a apenas a un par de kilómetros se encontraba uno de
los destinos turísticos más importante de Honduras (el sitio arqueológico de “Copán Ruinas”), el ambiente en El
Florido era de una tensa calma y el temor de sus funcionarios. Es por esto que Prem recibía con alegría las
noticias de la introducción de tecnología biométrica y de la operación de los grupos binacionales de tarea
conjunta que habían anunciado los presidentes hacía tres semanas en la reunión que sostuvieron ahí mismo.

Fue ingresando a territorio hondureño que los efectos de la frontera México-Guatemala, aquella que al inicio
de mi viaje había cruzado sin hacer ningún tipo de documentación o registro con las autoridades, finalmente
me alcanzaron. Luego de nuestra plática con Prem tomamos la combi que por Q$20 nos trasladó desde las
oficinas de Guatemala a las oficinas del lado hondureño de El Florido. Ahí me esperaba una funcionaria que, a
diferencia de los de Aguacaliente y del mismo Prem, no se dejó llevar por mi apariencia de investigador ni por
las credenciales de Pastoral de Movilidad Humana de Sixto, y realizó un chequeo meticuloso de mi documento.
Fue así que detectó la falta del sello de ingreso a Guatemala en mi pasaporte, consecuencia de haberme
“brincado” el punto de control den Tecún Umán al inicio de mi viaje. Los efectos: rechazo de ingreso a
Honduras, “usted no me puede comprobar su ingreso al CA4, entonces aunque tenga los sellos de Aguacaliente
y ahora de Guatemala (el que me imprimió sin mucho detenimiento Prem) no le puedo dar ingreso al país,
porque su ingreso a la zona de CA4 fue irregular”. Fue hasta que intercedió su superior, el Lic. Héctor Martínez,
con quien además habríamos de realizar al día siguiente la misma entrevista que veníamos aplicando en cada
punto, que se me permitió el ingreso a Honduras, ni sin antes cobrarme L$66 de multa, por la cual se me
entregó el debido recibo.

El efecto de frontera, al menos en mi caso, se hizo sentir a la distancia, dando cuenta tanto de que la verdadera
intensidad de fronterización estaba en la línea México-Guatemala más que en las otras fronteras que
posteriormente crucé sin problema, como de que sus efectos dependían, en buena medida, de las
complicidades que se pudieran generar con los encargados del control más que de un procedimiento estándar.
Los diálogos que tuve con los encargados de cada frontera, producto de las entrevistas que les realicé, y el
vínculo que estos generaron entre nosotros, disminuyeron la intensidad de la fronterización que se aplicó a mi
paso. Pero esto no ocurrió con la funcionaria de migración hondureña de El Florido, a quien no conocía y con
cuyo jefe aún no había entablado la entrevista ni relación alguna. El capital social que tuve y pude movilizar con
Euseba, Guevara, Fuentes y Prem, resultó inexistente con la mencionada agente, que me tomó como un
migrante cualquiera más que como alguien con quien había podido hablar de sus funciones y las dificultades
para cumplirlas, del contexto hostil de su trabajo, de sus temores y de sus expectativas.

2.3 Entre la ley y la ruta. Centroamericanos irregulares en el sur de México.

Con la promulgación de la Ley de Migración 101 en 2011 se pasa, al menos en términos jurídicos, de una
concepción de las personas migrantes como ilegales e incluso criminales (en los casos de quienes ingresan al

(…) hace unos 2, 3 años estaba en la noche una compañera de turno y entro una persona y resulta que se negaba a hacer un paro aquí,
solo abrían la tranca para que siguiera, y cuando los pararon ¡le sacaron una AK 47! ¿Quiénes eran? No sabemos si narcotraficantes…
Entonces la compañera pidió su cambio porque es peligroso, a lo mejor se molestaron y viene a balear a la mujer y ahí se la cobran (…)
ya te digo a ti que uno corre unos riesgos, corre uno muchos riesgos” [Lic. Carlos Prem, jefe de delegados de migración de Guatemala,
15-4-15].
101 Fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el 25 de mayo de 2011, con su más reciente reforma publicada el 21-04-2016. La

ley se puede consultar en http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LMigra_210416.pdf


139
país sin cumplir requisitos formales), a una concepción de estas como sujetos “irregulares”. Aunque es un
avance importante esto no implica que la práctica de la criminalización de la migración en México haya
acabado (Delgado 2011, Sin Fronteras 2013, Centro ProDH 2014, Centro de Derechos Humanos Fray Matías
de Córdova et.al. 2015, Sandoval García 2015), la operativización de modelos criminalizantes se despliegan
sobre todo en lo militar-policial-migratorio, pero tienen resonancia en el imaginario ciudadano. La reforma a
la Ley de Migración tampoco significa que a aquello a lo que se denomina “irregular” en términos
administrativos, sea también irregular en términos estadísticos. Aquella migración que la ley define de esa
forma es justamente, e irónicamente, la que en las tendencias migratorias actuales es más frecuente. No
obstante, la clasificación que se le asigna (Kearney, The Classifying and Value-Filtering Missions of Borders
2004), hace que la experiencia del tránsito a nivel subjetivo y personal sea compleja e incluso contradictoria.
Como ha señalado Barja

La persona que entra a la categoría emigrante, vive una forma de existencia que jamás será la misma, migrar no es sólo
una opción de vida sino una práctica histórica en las sociedades latinas (…) existe un inter (in-between) en la
experiencia de tránsito, no se está en el país propio pero tampoco en el idealizado, no se es lo que se era pero tampoco
se ha alcanzado ese estado identitario que se aspira a ser (…) La liminalidad se caracterizaría por ser no estructurada ni
racional sino un espacio de posibilidades, hipótesis, fantasías, deseos y conjeturas. Si la vida ordinaria esta definida por
la expectativa de invariabilidad en las operaciones del sentido común, la racionalidad, la causa y el efecto, la liminalidad
representaría por el contrario, un espacio de caos fructífero de posibilidades, un proceso de gestación para la existencia
post-liminal. Esto en parte explicaría que en el nivel subjetivo, pese a las adversidades y riesgos circundantes, ocurran
paralelamente la renovación de fantasías que sostienen la convicción de que pese a circular en espacios impregnados
por destrucción y muerte, se puede ser inmune y lograr “llegar al otro lado” (Barja 2014, 7-8).

En mi experiencia etnográfica en Honduras y el sur de México lo que percibí fueron complejos procesos de
movilidad de una población heterogénea y diversa. Tradicionalmente se ha dicho que los flujos se componen
en buena medida de hombres jóvenes trabajadores que migran por razones económicas, en busca de
empleo o de un mejor salario que el que tienen en su país. Pero este caudal, significativo, es cierto, se
entremezcla con una heterogeneidad de historias y condiciones de vida que hacen que las afirmaciones
sobre un supuesto perfil de la población migrante sean discutibles. Mujeres solas que viajan por la promesa
de un trabajo en EUA, familias enteras que huyen de amenazas o la violencia social, niños que buscan
reencontrarse con sus padres, personas homosexuales o transexuales que huyen de los crímenes de odio en
su país, adolescentes que desde muy chicos empezaron a alimentar un sueño migrante que llegó a sustituir
cualquier plan de vida que podía existir como opción para el momento en que salieran de la secundaria…

En el presente acápite se presentan los contornos de esta relación paradójica entre lo “regular” y lo
“irregular” de la migración centroamericana en tránsito por México. En primer lugar se plantean los
principales contenidos de lo que ha sido el marco jurídico de la migración en México, específicamente bajo la
Ley General de Población (LGP) de 1974 102 y luego bajo la actual Ley de Migración (LM), sus principios y los
efectos en el control de la migraciones, las concepciones y categorías en torno a la migración que a estas
subyacen, y las implicaciones para la situación de las personas migrantes y la protección de sus derechos
humanos. A partir de estos elementos se evidencia cómo “los derechos de las personas de cruzar fronteras
se han vuelto desiguales dentro de los marco jurídicos de los países de destino” y de tránsito (Pallito y
Heyman 2008, 318).

102 Ensu versión original se puede consultar en Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, 1974; en su versión modificada más reciente, en la
que se incluyen las derogaciones producto de la nueva Ley de Migración, se puede consultar en
http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/140_011215.pdf
140
En segundo lugar, se analizan las más recientes tendencias de los flujos de migración centroamericana en
tránsito por México. Sobre la base de estimaciones realizados para el INM por especialistas, se presenta la
evolución del volumen de migrantes irregulares transitando el territorio nacional desde 1995 hasta el 2010,
así como la de personas centroamericanas habitando el territorio norteamericano, datos elaborados según
los registros oficiales de la Oficina de Censos de ese país. Por último, se presentan los datos relativos a la
migración hondureña a EUA, pues al constituir un elemento central del objeto de estudio de la presente
investigación merece ser especificada.

2.3.1. Lo irregular en el enunciado jurídico

Situación migratoria: la hipótesis en la que se ubica un extranjero en función del cumplimiento o incumplimiento de las disposiciones
migratorias para su internación y estancia en el país. Se considera que el extranjero tiene situación migratoria regular cuando ha
cumplido dichas disposiciones y que tiene situación migratoria irregular cuando haya incumplido con las mismas.
Ley de Migración, artículo 3, inciso XXVIII

Antecedentes a la Ley de Migración. El paradigma jurídico mexicano en torno a la migración ha variado desde
las primeras leyes del siglo XIX y principios del siglo XX que bajo un imaginario liberal “se enfocaban en
importar extranjeros para promover la modernización y el crecimiento numérico de la población” 103 ;
posteriormente “se fueron cerrando gradualmente, en especial después de los 70s [cuando] México vivió́ una
explosión demográfica” atravesada por la llegada de refugiados centroamericanos al país, el incremento de
centroamericanos en tránsito hacia EUA y alto número de mexicanos emigrando a EUA (González Murphy y
Koslowski 2011, 3). Ante esto,

El gobierno mexicano fue dándose cuenta de que el futuro de la dinámica demográfica de la nación ahora dependía de
su capacidad de proveer empleo, educación y salubridad a una población en crecimiento. En 1974, este cambio de
opinión política se vio expresado en las reformas a la Ley General de Población de 1947, con la cual al ser aprobada,
México cierra casi por completo sus puertas a los inmigrantes.” (González Murphy y Koslowski 2011, 4)

La Ley General de Población de 1974 introducía un enfoque más de carácter demográfico que dejaba a la
Secretaría de Gobernación la prerrogativa de “sujetar la inmigración de extranjeros a las modalidades que juzgue
pertinentes, y procurar la mejor asimilación de éstos al medio nacional y su adecuada distribución en el
territorio”, al tiempo que establecía de su facultad exclusiva el “fijar los lugares destinados al tránsito de personas
y regular el mismo, por puertos marítimos, aéreos y fronteras” (Congreso de los Estados Unidos Mexicanos 1974,
94-95).

Ambas disposiciones muestran el evidente interés en el control de la población extranjera tanto en términos de
su flujo como de su regularización como habitantes de la República, pues además establecía que Gobernación
fijaría “el número de extranjeros cuya internación podrá permitirse al país, ya sea por actividades o por zonas
de residencia” y sujetaría “a las modalidades que juzgue pertinentes, la inmigración de extranjeros, según sean
sus posibilidades de contribuir al progreso nacional104”. Como han señalado al respecto González y Koslowski,
la LGP promovía “la inmigración de una población que demuestre buena salud física y mental, solvencia
económica, no presente una amenaza el empleo de los Mexicanos y esté interesada en asimilarse e integrarse

103 Después de la revolución mexicana se promulgaron dos leyes de migración en 1926 y en 1930.
104 En el artículo 33 se establecía que “los permisos de internación se otorgarán preferentemente a los científicos y técnicos dedicados o
que se hayan dedicado a la investigación o a la enseñanza en disciplinas no cubiertas o insuficientemente cubiertas por mexicanos, así como
a los inversionistas”.
141
al medio nacional” (González Murphy y Koslowski 2011, 5). Es así que desde sus inicios, la legislación sobre
migración en México establecía criterios clasificatorios de la población extranjera que zanjaba entre personas
deseable y personas no deseables.

Las principales críticas que se hicieron en su momento en relación a la LGP eran en torno a su espíritu
criminalizador105, a la existencia de imprecisiones que acrecentaban la discrecionalidad de las autoridades, a la
ausencia de armonización con respecto a los estándares internacionales de derechos humanos106, y al hecho de
que no se adecuaba a las necesidades de protección de quienes ingresaban y transitaban por el país (Arias
Muñoz y Carmona Arellano 2012). Asimismo, se señaló que la ausencia de una legislación especializada para los
temas migratorios así como un abordaje exclusivamente en términos de la gestión y administración de los
flujos en el marco de un paradigma de seguridad nacional, hacían que el uso de la LGP cayera en formas de
“sobre-interpretación de la ley por parte de las autoridades migratorias” y que se terminara vulnerando “las
garantías individuales y los derechos humanos de los migrantes que cruzan o se quedan de forma temporal o
permanente en el país” (Pérez García 2010, 187)107.

A principios del nuevo milenio las presiones internas e internacionales para una modificación profunda del
marco jurídico de la migración en México echaron a andar una iniciativa parlamentaria de discusión y debate
de cara a la formulación de un nuevo cuerpo normativo. Esto se dio además en el marco de una intensificación
del diálogo entre México y EUA en torno a algunas negociaciones bilaterales que buscaban “afrontar los
múltiples problemas y las oportunidades asociadas con la migración transfronteriza” (González Murphy y
Koslowski 2011, 9). A pesar de que los eventos del 9-11 interrumpieron el proceso que Bush y Fox querían
hacer desembocar en una reforma migratoria en ambos países, en México “varios gobiernos estatales y

105 Algunos de los artículos que destacan en este sentido son: - “ARTICULO 73. - Las autoridades que por ley tengan a su mando fuerzas
públicas federales, locales o municipales, prestarán su colaboración a las autoridades de migración cuando éstas lo soliciten, para hacer
cumplir las disposiciones de esta Ley” (Congreso de los Estados Unidos Mexicanos 1974, 103). - “ARTÍCULO 103. - Se impondrá pena
hasta de dos años de prisión y multa de trescientos a cinco mil pesos, al extranjero que se interne ilegalmente al país.” (Congreso de los
Estados Unidos Mexicanos 1974, 106). - “ARTICULO 118. - Se impondrá pena de dos a diez años de prisión y multa de diez mil a
cincuenta mil pesos a la persona que por cuenta propia o ajena pretenda llevar o lleve nacionales mexicanos para trabajar en el
extranjero, sin autorización previa de la Secretaría de Gobernación. Igual pena se impondrá al que sin permiso legal de autoridad
competente, por cuenta propia o ajena, pretenda introducir o introduzca ilegalmente a uno o varios extranjeros a territorio mexicano o
a otro país.” (Congreso de los Estados Unidos Mexicanos 1974, 108).
106 Como ha mnecionado Pérez García, “[e]l Marco Juri ́dico actual de la Migració n en México tiene un desface en relació n a los

compromisos internacionales (…)una incongruencia juri ́dica entre las leyes nacionales y los convenios internacionales, [y] hacen falta
adecuaciones constitucionales”. La autora destaca “la normativi-dad relacionada con la Convención Internacional Sobre la Protección de
los Derechos de Todos los Trabajadores Mi-gratorios y sus Familiares, la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, el Protocolo
para Prevenir, Suprimir y Sancionar el Tráfico de Personas, especialmente de mujeres y niños y, el Protocolo contra el Tráfico de
Migrantes por Tierra, Mar y Aire, de la Convención contra el Crimen Transnacional.” (Pérez García 2010, 186)
107 Nancy Pérez García (2010) ha señalado algunas restricciones a las garantías del extranjero contenidas en la normatividad mexicana

que permanece como prácticas institucionales cotidianas ante la población migrante en la actual Ley de Migración: Derecho al debido
proceso: su inobservancia implica una violación a varias garantías (garantía de audiencia, derecho a la defensa, derecho a un intérprete,
derecho a la comunicación, derecho a la información, derecho de seguridad jurídica y legalidad); Derecho de petición: está reservado,
mediante el Artículo 8 constitucional únicamente a los ciudadanos de la República, por lo que los extranjeros no gozan de este; Derecho
de asilo: los procedimientos para las expulsiones o deportaciones, especialmente en la frontera sur no siguen el principio de la
individualidad, no garantizan el derecho de audiencia ni incorporan mecanismos para la detección de posibles solicitantes de asilo, lo
que representa un riesgo en términos del acceso al derecho de asilo; Derecho a la unidad familiar y derechos y las necesidades
específicas de protección de las mujeres, los niños y niñas; Derechos económicos, sociales y culturales: especialmente por omisión de la
consideración a los migrantes en la normatividad y procedimientos que debe garantizar el acceso a los DESC o por discriminación a los
migrantes con base en su status migratorio (particularmente en el ámbito laboral, de salud, educación y acceso a la vivienda); Derecho
de Asociación: El artículo 8 constitucional limita ese derecho en el caso de los extranjeros cuando su asociación tenga por finalidad la de
opinar o deliberar en materia de asuntos políticos nacionales; Derecho al libre tránsito: el Artículo 11 constitucional establece la
posibilidad de restringir el derecho de tránsito de los extranjeros; Derechos de ingreso, salida y tránsito: El artículo 32 LGP establece que
la Secretaría de Gobernación fijará el número de extranjeros cuya internación podrá́ permitirse al país, ya sea por actividades o por
zonas de residencia, y las sujetará a las modalidades que juzgue pertinentes, según sean sus posibilidades de contribuir al progreso
nacional.
142
municipales, académicos y miembros de la sociedad civil continuaron dialogando con la intención de
desarrollar propuestas para una reforma migratoria”, y fue así que en 2005 se publicó un documento titulado
“Hacia una política migratoria del Estado Mexicano” la cual a su vez sirvió de base para el posterior “México
frente al fenómeno migratorio”, respaldado mediante una “resolución concurrente por ambas Cámaras del
Congreso de la Unión el 16 de febrero de 2006” (González Murphy y Koslowski 2011, 9). Sobre la base de estas
propuestas se redactó el proyecto de la LM que la Secretaría de Gobernación introdujo en 2008 a la corriente
legislativa.

Es importante señalar que la de “irregular” es una categoría gubernamental-legal, más que un concepto que
pueda embonar a un análisis crítico de la migración en tránsito por México. En la presente investigación se
utiliza de manera entrecomillada para dar cuenta de ello, pero también para establecer un posicionamiento
crítico tanto a la idea de irregularidad en su sentido estadístico, como en sus implicaciones semánticas. En
relación con lo primero, se cuestiona que el flujo en cuestión sea irregular, pues claramente constituye el más
frecuente y prácticamente la norma; en relación con lo segundo, se critica la implicación jurídica de la categoría
pues se considera que constituye una forma de enunciar una cierta condición de irrepresentabilidad en el
discurso jurídico, antesala para prácticas concretas de ilegalización, criminalización y discriminación.

La LM no define de manera extensa ni precisa lo que considera por irregular, más bien presenta una
definición amplia en la que establece que se encuentras en dicha situación migratoria la persona extranjera
que incumpla con las disposiciones migratorias para su internación y estancia en el país (Cámara de
Diputados del Congreso de la Unión 2011, 4; artículo 3, inciso XXVIII), tal y como muestra el epígrafe del
presente acápite. LA CDHDF ha ofrecido una definición más precisa, aunque en realidad constituye una
interpretación de la comisión, para esta instancia “cuando se habla de persona migrante en situación
irregular se hace referencia a toda persona extranjera que no cuenta con documentos migratorios o que
cuenta con ellos pero no están vigentes” (Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal 2013, 21).

Como antecedente jurídico a la LM de 2011 habría que destacar la reforma a la LGP que en 2008 despenalizó la
migración “irregular” mediante la derogación de los artículos 118-125, con lo que dejó de ser considerado un
delito (al menos en el texto legal) el estar en el país sin el permiso correspondiente. Asimismo, en noviembre
de 2010 se derogó por decreto el contenido de los artículos de la LGP que negaban o restringían a las personas
extranjeras el acceso a los servicios del Estado, a la atención de quejas en materia de derechos humanos y a la
justicia (Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal 2013, 39-40), con lo que se eliminaron las
restricciones a los extranjeros para denunciar delitos, presentar quejas ante la CNDH y ser atendidos por los
sistemas de salud, sin importar su situación migratoria. Por su parte, en la exposición de motivos para la
creación de la LM, destacaba que esta daría inicio la obligación del Estado mexicano de garantizar a los
migrantes que se encontraran en territorio nacional el respeto en el ejercicio de sus derechos,
independientemente de su situación migratoria, especificando incluso en sus derechos a la salud, la educación
y a la procuración de impartición de justicia (Perales Garza 2013, 754).

La Ley de Migración108. En el documento de expedición de la ley también se incluyen reformas, derogaciones y


adiciones a la LGP (que permanece vigente), así como al Código Penal Federal, del Código Federal de

108Fue una una iniciativa de ley impulsada por los tres partidos mayoritarios en México, PAN, PRD, PRI. Se divide en ocho ti ́tulos. El
primero, de las “Disposiciones preliminares” y el segundo describe los derechos y las obligacio- nes de los migrantes, y la obligació n del
Estado mexicano de garantizar el trato igual a extranjeros con respecto a los nacionales. El ti ́tulo tercero “De las autoridades en materia
migratoria” establece las atribuciones de la Secretari ́a de Gobernación, del Instituto Nacional de Migración, la Secretaria de Relaciones
Exteriores, y de otras autori- dades auxiliares en el tema migratorio, mientras que en el ti ́tulo cuarto “Del movimiento internacional de
personas y la estancia de extranjeros en territorio nacional” se consignan los requisi- tos exigibles a los extranjeros para ingresar al pai ́s.
143
Procedimientos Penales, la Ley Federal Contra la Delincuencia Organizada, la Ley de la Policía Federal, la Ley de
Asociaciones Religiosas y Culto Público, la Ley de Inversión Extranjera, y la Ley General de Turismo (Cámara de
Diputados del Congreso de la Unión 2011). En su artículo primero establece como objeto de la ley el “regular lo
relativo al ingreso y salida de mexicanos y extranjeros al territorio de los Estados Unidos Mexicanos y el
tránsito y la estancia de los extranjeros en el mismo, en un marco de respeto, protección y salvaguarda de los
derechos humanos, de contribución al desarrollo nacional, así como de preservación de la soberanía y de la
seguridad nacionales”, y determina que corresponde a la Secretaria de Gobernación (SEGOB) la autoridad en
materia migratoria, siendo responsable de la formulación y coordinación la política migratoria nacional 109
(Cámara de Diputados del Congreso de la Unión 2011, 1).

Recuperando la reforma de 2008 y la tradición proteccionista de DD.HH. en que se habían gestado los debates
en torno a la formulación, la nueva ley despenaliza la migración indocumentada110, e incluye en su artículo
segundo los “principios” rectores de la política migratoria entre los que destacan el “respeto irrestricto de los
derechos humanos de los migrantes, nacionales y extranjeros, sea cual fuere su origen, nacionalidad, género,
etnia, edad y situación migratoria, con especial atención a grupos vulnerables” y la “facilitación de la movilidad
internacional de personas” (Cámara de Diputados del Congreso de la Unión 2011, 1-2). Como ha señalado
Morales Vega, en esta ley por primera vez se incluyen expresamente dentro del cuerpo legal principios que
“incluyen y desarrollan los seis principios fundamentales que sustentan la propuesta de la Comisión Mundial
sobre Migraciones Internacionales de la ONU111, para la creación de un marco global, coherente y mundial de
acción sobre migración” (Morales Vega 2012, 937).

En esta línea, como uno de los avances jurídicos más importantes de la LM se tiene que elimina la
demostración de “legal estancia” como requisito para ser sujeto de derechos, lo cual proporciona acceso y
protección a la población migrante considerada “irregular” y en la introducción de un “principio de equidad
entre nacionales y extranjeros” (Morales Vega 2012, 938)112. Esto se traduce en que, al menos en el cuerpo
normativo, todos los inmigrantes, independientemente de su calidad migratoria, tienen derecho al libre
tránsito, a la realización de actos de registro civil, a la unificación familiar, a recibir servicios de salud y
educación, a un debido proceso, y a obtener procuración de justicia, para lo cual se crea una Fiscalía
Especializada para la Atención de los Delitos Cometidos contra los Migrantes (González Murphy y Koslowski

El ti ́tulo quinto habla de la protección a los migrantes que transitan por el territorio nacional con independencia de su situación
migratoria y establece los derechos de los migrantes en situación irre- gular al momento de su presentación ante las autoridades,
mientras el título seis aborda el “Procedimiento Administrativo Migratorio”. En el título séptimo se establecen las sanciones a que se
harán acreedoras las personas que violen las disposiciones de la ley (fi ́sicas o morales, nacionales o extranjeras), y hace hincapié en las
aplica- bles a los servidores públicos del Instituto Nacional de Migración. El octavo, finalmente, trata “De los delitos en materia migra-
toria”, en sus cuatro arti ́culos se tipifican los delitos migratorios y se establecen las penas que les son aplicables. Los delitos que prevé
esta ley son tres y se configurarán siempre que las siguientes acciones tengan por objeto o fin obtener directa o indirectamente un
lucro: – Llevar a una o más personas a internarse en otro pai ́s sin la docu- mentación correspondiente. – Introducir, sin la
documentación correspondiente, a uno o varios extranjeros a territorio mexicano. – Albergar o transportar por el territorio nacional a
uno o varios ex- tranjeros con el fin de evadir la revisión migratoria (Morales Vega 2012, 933-936)
109 Asimismo se incluye por primera vez a nivel legal la existencia del INM, pues, como ha señalado Morales Vega, aunque

“anteriormente el Reglamento de la Ley General de Población se ocupaba de él, [lo hacía] sin determinar su naturaleza jurídica, y le
atribuía dos objetivos muy generales, y sus atribuciones se encontraban dispersas en varios numerales del propio reglamento, factores
ambos, que han permitido una amplia discrecionalidad a sus funcionarios en el ejercicio de su cargo” (2012, 942-943).
110 “En ningún caso una situación migratoria irregular preconfigurará por sí misma la comisión de delito ni se prejuzgará la comisión de

ilícitos por parte de un migrante por el hecho de encontrarse en condición no documentada” (Cámara de Diputados del Congreso de la
Unión 2011).
111 Dichos principios son: 1) El papel de los migrantes en un mercado de trabajo mundial. 2) Las migraciones y el desarrollo. 3) Las

migraciones irregulares. 4) Los migrantes en la sociedad. 5) Los derechos humanos de los migrantes. 6) La gobernabilidad de las
migraciones.”
112 Textualmente la ley indica que “El Estado mexicano garantizará el derecho a la seguridad personal de los migrantes, con

independencia de su situación migratoria” (Cámara de Diputados del Congreso de la Unión 2011, 23; artículo 66).
144
2011, 20; Morales Vega 2012, 940). De hecho todo el título quinto de la ley se refiere a “la protección a los
migrantes que transitan por el territorio nacional” (Cámara de Diputados del Congreso de la Unión 2011, 23-
25)113.

Este conjunto de reformas, principios y protecciones han generado valoraciones demasiado celebrativas.
Para Perales Garza la LM dota efectivamente de certeza jurídica a las personas migrantes en tránsito por
México, protege sus derechos y previene y evita actores de extorsión, violencia y robo (Perales Garza 2013,
759-760). Por su parte, Morales Vega valora que

[La] ley consigna la libertad de las personas para transitar en el territorio nacional, pues limita la obligación de
comprobar su nacionalidad y situación sólo ante la “autoridad competente en los casos y bajo las circunstancias
establecidas en la ley”, lo que de observarse, traerá́ como consecuencia el cese de: 1) las detenciones y diligencias
arbitrarias, llevadas a cabo por autoridades policiales o de cualquier otra naturaleza distinta a la migratoria, sin
facultades para ello, y 2) la discriminación de las personas por su mera apariencia, o por la simple sospecha de las
autoridades de no poseer la nacionalidad mexicana o de estar en México en situación irregular (Morales Vega 2012,
938).

Agrega el autor que

La Ley de Migración ofrece novedades conceptuales, procedimentales y sustanciales. Introduce a nuestro derecho,
figuras jurídicas que responden a la situación mundial actual y que obedecen en mayor parte a los compromisos
jurídicos internacionales adquiridos por México, el más importante: el respeto a los derecho humanos; así,́ esta ley está
inserta en la cadena de reformas legales y constitucionales publicadas en 2011. La manera en que se introducen al
texto legal, conceptos de derechos humanos de los migrantes, figuras inéditas como la del retorno asistido o el
procedimiento administrativo migratorio, la necesidad de autonomía de la política migratoria, la naturaleza y
atribuciones del Instituto Nacional de Migración, condiciones de estancia, mecanismos de protección a los migrantes,
procedimientos y tratamientos especiales a las personas en situación de vulnerabilidad y el reconocimiento a la labor
de la sociedad civil, ofrece la idea de que el gobierno federal se ocupa de satisfacer las demandas de la sociedad y de
otros gobiernos sobre la materia migratoria al modernizar el marco jurídico que le permite la gestión y gobernabilidad
de los diversos procesos migratorios que concurren en México” (Morales Vega 2012, 955-956).

Pero otros autores han apuntado que no solo los avances anteriormente señaladas quedan en letra muerta si
se contrastan con las prácticas institucionales del día a día, sino que además la nueva legislación mantiene,
aunque en algunos casos de manera disimulada, una lógica de seguridad nacional, control arbitrario de los flujos
y criminalización de la migración irregular. La ley mantiene el anterior artículo 1 de la Ley de Población, que
establecía la “preservación de la soberanía” y de la seguridad nacional como los fines de la normativa, y
persiste en su redacción “la expulsión discrecional de las personas extranjeras”, haciendo además referencia
directa a la Constitución Política que en su artículo 33 señala que “el Ejecutivo de la Unión tendrá la facultad
exclusiva de hacer abandonar el territorio nacional, inmediatamente y sin necesidad de juicio previo, a todo
extranjero cuya permanencia juzgue inconveniente” (CDHDF 2011, 7). En el artículo 144, la nueva legislación
establece que “será deportado del territorio nacional el extranjero presentado que: I. Se haya internado al país

113Incluso incluye entre sus definiciones la de “Defensor de derechos humanos”, que abarca “a toda persona u organización de la
sociedad civil que individual o colectivamente promueva o procure la protección o realización de los derechos humanos, libertades
fundamentales y garantías individuales en los planos nacional o internacional” (Cámara de Diputados del Congreso de la Unión 2011, 3,
artículo 3). Además de una reconocimiento simbólico, la inclusión de esta noción sirve para despenalizar la asistencia humanitaria a
migrantes, que en la Ley General de Población no estaba contemplada y de hecho podía caer dentro del delito de tráfico de personas o
trata de blancas. Asimismo, en su artículo 159 la LM establece que “No se impondrá́ pena a las personas de reconocida solvencia moral,
que por razones estrictamente humanitarias y sin buscar beneficio alguno, presten ayuda a la persona que se ha internado en el país de
manera irregular, aun cuando reciban donativos o recursos para la continuación de su labor humanitaria”. Para Morales Vega este
artículo es importante no solo porque “exenta de pena a las personas de vocación humanitaria que auxilien a los migrantes irregulares”,
sino también porque “reconoce la labor de la sociedad civil” en la gestión migratoria sin distinguir entre personas físicas y morales”, lo
que según el autor “lleva a interpretar este párrafo como incentivo a la actividad protectora de los migrantes.” (Morales Vega 2012,
951).
145
sin la documentación requerida o por un lugar no autorizado (…); II. Habiendo sido deportado, se interne
nuevamente al territorio nacional sin haber obtenido el Acuerdo de readmisión” (Congreso de la República
Mexicana 2011).

Por otra parte, habría que destacar que la ley textualmente “pugna por fortalecer la contribución de la autoridad
migratoria a la seguridad pública y fronteriza, a la seguridad regional y al combate contra el crimen organizado”
(Cámara de Diputados del Congreso de la Unión 2011, 2), lo cual embona muy bien con el paradigma
mencionado. Asimismo, en su artículo 31 se establece como facultad exclusiva de la Secretaría de Gobernación
“fijar y suprimir los lugares destinados al tránsito internacional de personas por tierra, mar y aire”, y en el 34 se
establece que tanto extranjeros como nacionales solo podrán “entrar y salir del territorio nacional por los lugares
destinados al tránsito internacional de personas” y que la “internación regular al país se efectuará en el momento
en que la persona pasa por los filtros de revisión migratoria ubicados en los lugares destinados al tránsito
internacional de personas” (Cámara de Diputados del Congreso de la Unión 2011, 12). Una postura crítica es la de
Pérez García, para quien

el proyecto sigue teniendo una perspectiva represiva, de criminalización y control de la población migrante. Hasta
ahora, no ha logrado separar al fenómeno migratorio de la perspectiva de seguridad nacional/pública, hecho que deja
un amplio margen de discrecionalidad en el Poder Ejecutivo, y en general en las atribuciones dadas a las diversas
autoridades para la realización de acciones inconstitucionales que en la práctica, limitan y anulan los derechos de las
personas migrantes y ponen en riesgo su vida e integridad. (Pérez García 2010, 191).

En la misma línea la CDHDF ha señalado que

aún está presente la preocupación (…) sobre la permanencia del binomio seguridad nacional-política migratoria que
sustenta la poca excepcionalidad de las medidas de aseguramiento de personas migrantes (…) por plazos que
sobrepasan el término constitucional para detenciones administrativas. También prevalece la preocupación ante la
intención de establecer puntos internos de control como parte del Programa Integral para la Frontera Sur y el
involucramiento de las instituciones de seguridad pública” (Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal 2013,
39-40).

La principal afectación para la población migrante considerada por la ley como “irregular” es a causa de la
ausencia de una figura de visa o forma de estancia que proteja el tránsito migratorio hacia un tercer país 114.
La LM sustituye las más de treinta calidades y características migratorias de la LGP por tres grandes grupos
de condiciones de estancia (visitante, residente temporal y residente permanente), pero ninguna de estas
incluye garantía de derechos para personas indocumentadas en tránsito. Como han señalado defensores de
derechos humanos y organizaciones no gubernamentales, una figura como la de “visa de tránsito” facilitaría
el flujo de personas disminuyendo las condiciones de vulnerabilidad y riesgo pues podrían utilizar medios de
transporte más regulares y seguros. Por otra parte, con la ley anterior los migrantes que se encontraban de
manera irregular en el país (sin documento migratorio) tenían más posibilidades de regularizarse que con la
nueva ley (Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova A.C. 2014) 115.

114 La LM incluye la “figura de la revisión, la que se llevará a cabo en los lugares destinados al tránsito internacional de personas y dentro
del territorio nacional a fin de comprobar la situación migratoria (regular o irregular) de los extranjeros.” (Morales Vega 2012, 949-950).
115 Sobre esto, Pérez García ha abundado al señalar que “Los artículos 147 y 160 proponen la imposición de una multa a quienes

«soliciten regularización migratoria» (...) Esta disposición vulnera los artículos 21 y 22 constitucionales y no toma en cuenta el ingreso
de las personas extranjeras, y por tanto su capacidad económica (posibilidad fáctica de cumplir con estas sanciones pecuniarias) (...)
Esta multa resulta inequitativa y totalmente desproporcionada en relación a la infracción cometida. Se sanciona con una mayor
cantidad que incluso una gran cantidad de delitos como el robo y no distingue para el caso de las personas reconocidas como
refugiadas, vulnerando la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951. También ha de tenerse en cuenta que la imposición
de una multa tiene como objetivo el sancionar una infracción de carácter administrativo (en este caso) y no el enriquecimiento del
estado a costa de quienes residen en el país y que se hacen acreedores a una multa.” (Pérez García 2010, 192-195)
146
Aunque la LM incluye visas para visitantes, estas exigen requisitos difíciles de completar para muchas de las
personas que suelen ingresar a México con el objetivo de cruzar a EUA, tales como “solvencia económica
suficiente para cubrir el monto de los gastos de alojamiento y manutención durante su estancia en territorio
nacional, o tener una invitación de una organización o de una institución pública o privada establecida en
territorio nacional para participar en alguna actividad por la que no perciba ingresos en el territorio nacional”
(Cámara de Diputados del Congreso de la Unión 2011, 18; artículo 2)116. Todo esto indica a que, más que una
contraposición entre un enfoque de DD.HH. y uno de Seguridad Nacional, la ley incluye ambas lógicas, ambos
discursos jurídicos, pero la indeterminación de algunos de sus contenidos hace que en la práctica prive una
visión por encima de la otra. El primer enfoque aparece en la forma de un discurso ético que se coloca en la
terminación de muchos de los artículos atenientes al trato a personas extranjeras, mientras que el segundo lo
hace en los constantes portillos que se dejan abiertos por lo que la dimensión de la seguridad nacional puede
ser considerada por encima de otros fines. Al respecto Castilla Juárez ha señalado que

“Desgraciadamente (…) todos estos aspectos positivos, que en la letra buscan la protección de los derechos humanos
de las personas migrantes, entran en contradicción con el propio contenido de algunas partes de la ley y, peor aún, a
tres años de vigencia de ésta, la práctica y la realidad distan mucho de estar materializando esos aspectos positivos que
contiene la Ley de Migración” (Castilla Juárez 2014, 158).

Y agrega que

Los intereses aparentes en materia de seguridad suelen superar las consideraciones de los derechos humanos por parte
de los Estados, a pesar de que la abrumadora mayoría de los migrantes, incluidos los que cruzan las fronteras de forma
irregular, no suponen ninguna amenaza para la seguridad. (Castilla Juárez 2014, 164)

Algunos autores y juristas se han dado además a la tarea de detectar posibles inconstitucionalidades dentro del
texto, tomando como bloque de constitucionalidad tanto la carta magna mexicana como los tratados y convenios
internacionales suscritos por este país, sin embargo ninguna de las contradicciones señaladas ha prosperado en
términos de posibles reformas a la ley117. Para Castilla el principal y más evidente choque constitucional es en
relación al artículo 11 de la constitución118; la LM establece en su artículo 7 que “La libertad de toda persona para
ingresar, permanecer, transitar y salir del territorio nacional tendrá́ las limitaciones establecidas en la
Constitución, los tratados y convenios internacionales de los cuales sea parte el Estado mexicano, esta Ley y
demás disposiciones jurídicas aplicables.” Según Castilla la Ley debería enumerar de manera expresa las leyes que
pueden contener esa restricción, pero no dejarlo de manera abierta. También ha señalado Pérez García que
dentro del cuerpo normativo “no existe homogeneidad en los términos utilizados” en relación a deportación,
pues en algunos casos se le llama “expulsión” (arts. 115 y 145) mientras en otros se le llama deportación (artículo
20) (Pérez García 2010, 192-193), lo cual deja abiertos portillos interpretativos y mantiene un formato de
remoción de extranjeros propio de la LGP.

116 Ver: http://expansion.mx/nacional/2012/11/16/la-nueva-ley-de-migracion-pide-requisitos-imposibles-a-migrantes;


http://www.sinembargo.mx/21-05-2013/628414.
117 Esto se debe en parte a que durante los treinta di ́as naturales siguientes a la fecha de publicació n la CNDH, llamada a actuar de

oficio en este respecto, consideró que la normativa no vulneraba los derechos humanos consagrados en la Constitución y en los
tratados internacionales y por esta razón no promovió ninguna acción de inconstitucionalidad. (Castilla Juárez 2014, 154)
118 “Toda persona tiene derecho para entrar en la República, salir de ella, viajar por su territorio y mudar de residencia, sin necesidad de

carta de seguridad, pasaporte, salvoconducto u otros requisitos semejantes”. La Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal ha
llamdo la atención sobre las reservas jurídicas del estado mexicano en relación a los alcances del derecho de libre tránsito, por ejemplo
en su interpretación de la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus
familiares (la cual además ratificó hasta ocho años después de su firma), pues al ratificarla incluyó una declaración de interpretación en
la que “decidió reservar el numeral 4 del artículo 22 de la Convención debido a que se relacionaba directamente con la facultad
discrecional de expulsión que tenía el presidente de la república. En el argumento de su reserva aclaró que continuaría con la aplicación
de los artículos 33 de la CPEUM y 125 de la LGP” (Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal 2013, 36).
147
Otros elementos de inconstitucionalidad que señala el autor son aquellos contrarios a la presunción de
inocencia y que afectan el derecho a migrar119, y en este sentido, señala Castilla, la Ley de Migración “prefiere
criminalizar a priori a las personas que pretenden o han ejercido su derecho a migrar, pues de esa forma las
autoridades justifican de manera adelantada la incapacidad que tienen para desempeñar sus funciones,
difundiendo entre los ciudadanos que todos los males de un país son consecuencia de la inmigración” (171).
Adicionalmente, en relación a este punto Pérez García ha señalado que las prácticas de deportación rompen
principios como el de “unidad familiar” (Pérez García 2010, 193).

Igualmente, todo lo referido al “alojamiento” de extranjeros irregulares plantea normas que afectan la libertad
personal al extralimitarse de lo constitucional e internacionalmente autorizado (Castilla Juárez, 167). Para el
autor se trata de “lo que en la Ley de Migración se denomina presentación y alojamiento que en realidad, y sin
simulaciones lingüísticas legales, son la detención y privación de la libertad llevada a cabo por la autoridad
administrativa migratoria, en específico, por el INM.” (Castilla, 172). Esta detención (entre 15 y 60 días hábiles)
es de carácter eminentemente administrativo y ahí́ es donde está la inconstitucionalidad, pues en el tercer
párrafo del artículo 21 constitucional se estipula que la autoridad administrativa sólo está facultada para privar
de la libertad por medio de la figura del arresto, y éste sólo puede aplicarse hasta por 36 horas (Castilla, 173).

A esto Pérez García ha agregado que dicha detención 1) vulnera el principio de acceso a la justicia contenido en
el artículo 17 de la Constitución Federal pues impone un sanción irrazonable a los migrantes que interpongan
un recurso administrativo o judicial para reclamar sus derechos; 2) es técnicamente incorrecta ya que los
artículos 130 y 135 de la Ley de Amparo establecen que a los extranjeros detenidos en estaciones migratorias
se les deberá́ otorgar su libertad provisional con la medidas cautelares correspondientes; y (3) es una
disposición regresiva, pues actualmente la Ley General de Población no contempla este supuesto (Pérez García
2010, 193).

Como ha señalado Castilla (2014), por las características de algunas de las disposiciones de la Ley de Migración
que relegaban detalles de aplicación a lo que se determinaría en el cuerpo reglamentario, esta no entró
efectivamente en vigor sino hasta la implementación de este, aprobado con un retraso de más de 10 meses
según lo que estipulaban los transitorios de la ley al respecto. Para la CDHDF este retraso afectó seriamente los
derechos de las personas migrantes “pues algunas disposiciones reglamentarias de la anterior LGP fueron el
marco que avalaba acciones que en la práctica vulneraban [sus] derechos”, como el hecho de ser detenidas o
perseguidas por autoridades migratorias o policiales “a petición del INM, debido a que en el artículo 98 del
anterior Reglamento de la LGP se establecía que las autoridades migratorias podían requerir el auxilio de la
fuerza pública” (Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal 2013, 38-39). Según Perales Garza esto
provocó confusión durante los primeros meses de aplicación de la LM, “produciendo una falta de coherencia
entre un ordenamiento de mayor jerarquía y una ley secundaria”, dado que se debía aplicar la LM sin su

119La ley dice en su artículo 43 fracción “las autoridades migratorias podrán negar la expedición de la visa, la internación regular a
territorio nacional o su permanencia a los extranjeros que se ubiquen en alguno de los siguientes supuestos: I. Estar sujeto a proceso
penal o haber sido condenado por delito grave conforme a las leyes nacionales en materia penal o las disposiciones contenidas en los
tratados y convenios internacionales”. Como ha señalado Castilla (2014), “el artículo 20, apartado B, fracción I, de la Constitución, así ́
como los artículos 8.2 de la CADH, 14.2 del PIDCP y 18.2 de la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los
Trabajadores Migratorios y de sus Familiares (CIPDTMF), establecen que toda persona imputada, inculpada o acusada tiene derecho a
que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad de conformidad con la ley, mientras no se declare su
responsabilidad mediante sentencia emitida por el juez de la causa.” (Castilla Juárez 2014, 170). Como ha señalado Sandoval, “A penas
un 1 por ciento de la población total residente en México es migrante; de ella un 0,7 por ciento nació en los Estados Unidos y una
pequeña proporción proviene de Centroamérica. Pese a ello, excepto los costarricenses, el resto de los centroamericanos requieren visa
en México, la cual difícilmente la obtendrán si no cuentan con solvencia económica. La exigencia de visa deviene sobre todo de la
presión de los Gobiernos de los Estados Unidos por establecer controles fronterizos mucho antes de sus fronteras territoriales”
(Sandoval García 2015, 36).
148
reglamento, pero con el reglamento de la LGP aún vigente, lo cual “no daba una clara certeza jurídica” (Perales
Garza 2013, 761)120.

El reglamento cuenta con un total de 250 artículos y 13 transitorios y según sus disposiciones generales tiene
como objeto la regulación de lo estipulado en la LM, específicamente en relación a formular y dirigir la política
migratoria del país, certificar y profesionalizar a los servidores públicos del INM, regular el movimiento
internacional de las personas, establecer los requisitos para la expedición de visas y las formas de estancia y
situación migratoria de las personas extranjeras en el territorio nacional, regular la protección a los migrantes
que transiten por el territorio, y todo lo relacionado con los procedimientos de regulación, control, verificación
migratoria y el retorno asistido (Perales Garza 2013, 757). Según Castilla (2014) el contenido del reglamento se
extralimita en relación al contenido de la Ley de Migración, mientras que otras críticas como Gretchen Kuhner,
coordinadora del Programa Mujeres en Migración del Instituto para las Mujeres en la Migración, han señalado
que el reglamento “favorece la discrecionalidad” al no establecer “procedimientos claros” para la obtención de
visas a las poblaciones más vulnerables, y que el reglamento es de carácter tan general “que al final vuelve a
dejar desprotegidas a las y los migrantes, sobre todo a quienes tienen menores recursos”121.

Nada de esto impidió que cuando se aprobó la Ley de Migración hace ya cinco años, el discurso oficial celebrara
“una legislación de avanzada que privilegia el respeto a los derechos humanos y parte de la dignidad humana
del migrante, independientemente de su nacionalidad”, y aseguró que dicha normativa “deroga la
criminalización del fenómeno migratorio en el país”122. En relación con la acción policial, persecutoria y
represiva de las personas migrantes, resulta importante mencionar que, partiendo de la premisa de que la
producción del delito desborda su positivación jurídica y que “la forma de la ley y los efectos de prohibición
que ella conlleva deben ser situados entre otros muchos mecanismos no jurídicos” (Foucault 1979, 170), y
tomando en cuenta que “no se puede explicar el delito sin analizar el aparato de poder” que lo define y
delimita (Zaffaroni 2011, IV), resulta prioritario analizar con detalle no solo las leyes atinentes, sino también los
diferentes mecanismos y dispositivos a partir de los cuales se hace efectiva la “gobernabilidad migratoria” en
tanto forma de criminalización (Delgado 2011). La producción del delito migratorio, o la concepción y
tratamiento de la migración como condición criminalizable, debe abordarse más allá del estudio de normativas
dirigidas a la asignación de penas a la migración “irregular”.

Muchos de los mecanismos institucionales que bajo el paradigma de “gestión migratoria” (Kron 2011),
apuntan al control, regulación y contención de la migración centroamericana, producen efectos que, por su
impacto en los derechos de las personas (Salas 2006), en el imaginario social y colectivo, y en las propias
prácticas y criterios de identidad de los migrantes, son homologables a los efectos de la delictivización 123.
Como ha señalado al respecto Marta Monclús, la “estigmatización, persecución y represión” de la migración
irregular ha sido tal, que ha terminado por configurarla “legalmente como un cuasi delito” (Monclús 2005,
331; también cfr. Asúa 2001 y Gorski 2003). La situación de “ambigüedad de la figura del aseguramiento es
clave”, según la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, para entender el propio proceso de

120 La autora resalta otros dos puntos específicamente: “en cuanto al apartado de las visas, crea gran confusión toda vez que en el
arti ́culo 40 de la Ley en su fracción VI expone que los criterios para emitir visas serán establecidos en el Reglamento, lo cual genera
desconcierto”; igualmente en lo “referente al procedimiento que debe aplicar el INM sobre la detección, identificación y atención de
extranjeros que han sido víctimas de un delito se regulará en el Reglamento, de nuevo se genera controversia con dicho documento ya
que si buscamos ese procedimiento no se encontrará en el reglamento de la LGP”. (Perales Garza 2013, 762)
121 Ver: http://www.imumi.org/index.php?option=com_content&view=article&id=66:mexico-reglamento-de-la-nueva-ley-de-migracion-
desprotege-a-las-mujeres&catid=26&Itemid=137.
122 http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/628409.promulga-calderon-la-ley-de-migracion.html
123 Por ejemplo, la introducción de figuras de carácter penal en instrumentos administrativos, o la frecuencia de operativos orquestados

por diversas instancias de seguridad (Castillo 2003, 25).


149
expulsión de migrantes, “pues jurídicamente, para el Estado mexicano, las personas migrantes no son
detenidas contra su voluntad ni recluidas, sino alojadas o ´aseguradas´”, por lo que las autoridades no
admiten la violación a sus derechos de libertad y seguridad, “aunque de facto sí se actúa de manera análoga
al sistema penal” (CDHDF 2011, 8).

2.3.2. La regularidad de los irregulares

Migrantes CA en EUA. La situación contemporánea de la migración centroamericana a EE.UU. está


determinada por dinámicas sociohistóricas profundamente arraigadas en las formaciones socioeconómicas de
la región, y que dan cuenta de un complejo de procesos productivos en el que se articulan, no sin conflictos y
contradicciones, aunque también de manera asombrosamente creativa, procesos productivos extremos en los
que quedan enquistados ámbitos de desposesión, exclusión y precarización, por un lado, y de apropiación,
inclusión y acumulación, por el otro. Ya ha sido bien demostrado (Cardoso y Faletto 1969; Do Santos 1970;
Novack 1974; Gunder Frank 1979) que desarrollo-subdesarrollo, acumulación-des acumulación son procesos
articulados e interdependientes, con lo cual los argumentos sobre la pobreza o el subdesarrollo como
dinámicas que se pueden explicar “culturalmente” han sido superados. Pero esta condición estructural de los
procesos migratorios es solo una dimensión de su concreción social, subyacen también a estos fenómenos un
conjunto de estrategias, agenciamientos, motivaciones y prácticas cuyo lugar son las propias personas
migrantes y sus relaciones, sus contexto comunitarios, familiares y culturales. Entender los procesos
migratorios como condicionados estructuralmente pero sin considerar la trama fina de su emergencia y
fabricidad es reducir la mirada ay el análisis, empobreciendo las posibilidades de comprensión.

Miradas que abordan los procesos migratorios como parte de mecanismos de ajuste en la dialéctica del
desarrollo-subdesarrollo y de la acumulación-desposesión han sido ampliamente planteadas (Harvey 2001;
Segovia 2004; Morales, Wing-Ching y Villafuerte 2010) y permiten abordar los procesos migratorios como
fenómenos que, más allá de la configuración de “culturas migrantes”, se encuentran determinados por dinámicas
socioeconómicas y sociopolíticas de nivel estructural, al tiempo que responden a trayectorias agenciadas desde
los propios sujetos migrantes. Por ejemplo, los procesos de configuración de mercados de trabajo (De la Garza,
UAM Iztapalapa 2010) con dimensión transnacional, operan tanto como dispositivos para el aprovechamiento de
mano de obra “ociosa” (capital ocioso, Marx 2014 [1867]), como opciones para las estrategias de sobrevivencia y
ocupación del actual “ejército industrial de reserva” o de las poblaciones acosadas por la delincuencia en el
triángulo norte centroamericano. Esta articulación entre determinantes estructurales y factores de
agenciamiento delinea el enfoque teórico bajo el que se aborda el objeto de estudio de esta investigación124.

Los procesos de migración centroamericanos han estado e influidos por eventos o coyunturas políticas y por
transformaciones socioeconómicas regionales vinculadas a los procesos de producción, distribución y
consumo, a los conflictos sociales (sobre todo de carácter armado) y a los desastres “naturales”. La movilidad
que en los setenta se caracterizaba por “flujos migratorios internos” y “desplazamientos intrarregionales”
transfronterizos (Castillo 2003, 2), y años después, con el conflicto armado, dio paso a la “fuga” hacia el norte,

124 Persisten enfoques que dejan toda la responsabilidad de los procesos migratorios a los factores estructurales de los mercados
internacionales, despreciando la agencia de las personas que finalmente los realizan u otros condicionamientos como la violencia social
y la corrupción estatal. Leite y Ramos han llegado a afirmar, por ejemplo, que “Si bien la migración indocumentada a Estados Unidos
constituye una continuidad de larga data, ésta se ha convertido en la modalidad predominante de los flujos migratorios que tienen
origen o transitan por México procedentes de Centroamérica en dirección a ese país. Dado el carácter eminentemente económico de
esta migración, lo anterior es, fundamentalmente, producto de la contradicción entre los factores de demanda-oferta de mano de obra
migrante y las dimensiones de jiure de las políticas estadounidenses, de índole ampliamente restrictivas” (2009, 305).
150
más recientemente han estado determinados por las nuevas condiciones de violencia social (Saldomando
1998; Castillo 2003; Mesa 2009; Winton 2011; Cruz 2011), por los “arreglos liberal-democráticos” de los
“Acuerdos de Paz”, y por los procesos de fragmentación, “exclusión y desarticulación socio-política” y
rearticulación de las economías en torno a nuevos ejes de acumulación transnacional (Morales 2007, 33, 109),
que han provocado la necesidad de nuevos mecanismos de ajuste de los mercados laborales frente a la
“transnacionalización laboral” (Castillo 2000 y 2003; Morales 2004 y 2007), siendo la migración extra regional
uno de los prioritarios (Segovia 2004).

Martínez, Covo y Narváez han propuesto una clasificación sintética-macroestructural de las etapas históricas de la
migración de tránsito no documentada por México que incorpora la mirada de las motivaciones, se trata de una
clasificación un tanto gruesa pero útil, que define dos grandes momentos: “1) movilidad internacional forzada:
década de ochenta y primeros años de los noventa, conflictos armados y civiles en Centroamérica, miedo al
reclutamiento obligado en las áreas rurales, violencia indiscriminada y polarización política; 2) movilidad
internacional económica: posterior a los conflictos armados, cuyo motivo principal es el factor económico”
(Martínez, Cobo y Narváez 2015, 130). Siguiendo esta línea podría decir que ahora pareciera que estamos
volviendo a un dinámica de carácter forzado que se combina y agrega con la aún vigente y pujante migración
“económica”.

La emigración extrarregional centroamericana tiene como destino prioritario a Estados Unidos: según el censo
del año 2000 de ese país125, las personas centroamericanas representaban un 4,8% del total de población
hispana o latina; es decir, alrededor de 1,7 millones de personas, entre las que había 655 mil salvadoreños, 372
mil guatemaltecos y 218 mil hondureños. Para el 2009 la cantidad de centroamericanos en EE.UU. había
aumentado a casi 3 millones de personas, de las cuales cerca del 35% había ingresado después del año 2000
(Estado de la Nación 2011, 114), y entre el 2005 y el 2009 los migrantes salvadoreños y guatemaltecos
representaron un 40% y 27% de la migración centroamericana a ese país. Los datos más recientes del censo
estadounidense (2010) muestran un aumento del 137% de la población centroamericana de 2000-2010, para un
total de 3,998,280 de personas registradas viviendo en ese país, lo cual representa un 8% del total de la población
de “origen hispano o latino” y un 1.3% del total de la población estadounidense.

Migración irregular CA en tránsito por México. Las dinámicas migratorias internas en CA y entre la región y
México tienen una larga historia como parte de la formación de lo Mesoamérica, sin embargo es claro que

Los desplazamientos de guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y nicaragüenses a través de México para llegar a
Estados Unidos han marcado las dinámicas migratorias en Mesoamérica y las relaciones de México con los países del
Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador) desde hace más de 30 años. Estos flujos de
migrantes en tránsito irregular han predominado numéricamente frente a otros desplazamientos de centroamericanos
hacia México, como el de trabajadores fronterizos, el de refugiados o el de personas de estos países que se quedan en
México como residentes temporales o permanentes. (ITAM 2014)

Los datos oficiales más actuales en relación al tránsito “irregular” de personas centroamericanas por el territorio
mexicano se encuentran en un corto artículo de Rodríguez, Berumen y Ramos (2011) para la revista “Apuntes de
Migración” del Centro de Estudios Migratorios del INM.126 En su informe los autores reconocer que “[c]onocer el

125Ver: http://www.census.gov/
126Según Rodríguez et. al, el volumen de “migración centroamericana de tránsito irregular por México hacia EUA se puede estimar de
manera indirecta por la suma de tres grupos: (a) retenidos por autoridades mexicanas (50-55%); (b) retenidos por autoridades
estadounidenses (25-30%) y; (c) aquellos que lograron entrar y residir en EUA después de haber cruzado el territorio mexicano (15-
20%)” (2011: 2). El cálculo desestima, por lo tanto, las personas que ingresan de manera irregular y se quedan habitando en el país sin
regularizarse así como aquellas que son privadas de su libertad de manera extrajudicial, es decir, la población secuestrada.Siguiendo a
Casillas 2012, el informe de ITAM sobre migración irregular en tránsito señala que “la cantidad de migrantes retenidos por México o por
151
volumen y las características exactas de la migración centroamericana de tránsito irregular por México hacia
Estados Unidos es algo difi ́cil de lograr a cabalidad”; para realizar sus estimaciones sobre las tendencias del
volumen utilizan diversos registros de autoridades migratorias mexicanas y estadounidenses, así como de la
información sistematizada en la Encuesta sobre Migración en la Frontera Sur de México (EMIF SUR), sobre los
migrantes devueltos por México y por Estados Unidos a Guatemala, Honduras y El Salvador (Rodríguez, Berumen
y Ramos 2011, 1). Las personas de la región centroamericana constituyen un 90% de las “nacionalidades” que
transitan de esta forma por la federación mexicana (CDHDF 2011, 4).

Gráfico 10.
Estimado de migrantes centroamericanos (MCA) de tránsito irregular por México, 1995-2010.

Fuente: Rodríguez Chávez, Berumen Sandoval y Ramos Martínez 2011. Para su elaboración los autores se basaron en datos del Centro
de Estudios Migratorios del INM, con base en los registros de la institución, información del U.S. Department of Homeland
Security: Statistical Yearbook of the Immigration and Naturalization Service, y U.S. Border Patrol127.

La tendencia de la migración irregular por México es creciente de 1995 a 2005, año a partir del cual empieza a
disminuir de manera sostenida hasta 2010 presentando en esos cinco años una reducción del 70% (pasó de 433
mil a 140 mil eventos entre ambos años) (Rodríguez Chávez, Berumen Sandoval y Ramos Martínez 2011, 2). Se
ha señalado como elementos de este cambio en la tendencia la “menor salida anual de nuevos emigrantes
desde los países del Triángulo Norte de Centroamérica y la reducción de la circularidad migratoria con EUA”
(ITAM 2014, 14), ambos elementos determinados por múltiples factores como el mayor control migratorio de
EUA en su frontera sur; la mayor percepción de incertidumbre en los migrantes ante la posibilidad de ser
deportados de EUA; el programa de la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza que penaliza con sentencia
obligatoria de cárcel la re-aprehensión de retornados y deportados desde EUA; los efectos del huracán Stan
que afectó seriamente la infraestructura ferroviaria en el sur de Chiapas; la desaceleración económica en EUA,

Estados Unidos, puede variar cada año por cambios en las poli ́ticas o procedimientos de control migratorio, por falta de personal y
recursos, o por faltas administrativas en una u otra autoridad, no necesariamente por cambios en el volumen de los desplazamientos de
migrantes” (ITAM 2014, 13). Esto implica que la estadística construida sobre la base de las cifras de retenciones, tanto de México como
de EUA, tiene en sí misma un sesgo securitario, se basa en la una métrica estatal basada que invisibiliza a quienes no son detectados y
posteriormente representados por el estado como “irregulares”. Para tendencias sobre migración irregular extracontinental
(principalmente de África y Asia) cfr. Narváez Gutiérrez, 2015.
127 Estimaciones alternativas, aunque de tendencias similares, se pueden encontrar en Berumen, Narváez y Ramos 2012.

152
que si bien alcanza sus puntos más críticos hacia 2008, se expresa en una menor oferta de empleo a
poblaciones laborales; el aumento en el control fronterizo en las respectivas fronteras sur en EUA y México y el
agravamiento en las condiciones de inseguridad para las personas en tránsito irregular por territorio mexicano,
sobre todo por la operación de actores del crimen organizado (ITAM 2014, 14; Martínez, Cobo y Narváez 2015,
133).

Por otra parte, esta disminución también coincide justamente con el “cambio de paradigma en la noción de
migración y de control de fronteras”, donde se pasa de la detención y la coacción, “predominante en los países
metropolitanos en los años 1990”, al ordenamiento de los flujos con lo cual “´se conduce´ a las personas y se
´gobierna´ la permeabilidad de las fronteras”, al tiempo que se busca “reducir la migración irregular, mediante la
externalización hacia México y los países del Istmo de las políticas de control fronterizo” más enfocadas en la
detención y la coacción (Kron 2011, 54, 64). En este esquema la frontera sur de EE.UU. se extiende sobre México,
que se promueve como espacio de contención, regulación y ordenamiento de la migración centroamericana
(Castillo 2000; Palma y Dardón 2008) y de securitización de su propia frontera sur (Villafuerte 2007), trasladando
los mecanismos represivos y persecutorios fuera del territorio norteamericano. Con datos más recientes de la
Encuesta sobre Migración en la Frontera Sur (Emif Sur), la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal
(CDHDF) ha llegado a estimar que “cada año la frontera sur Guatemala-México es atravesada por un promedio de
aproximadamente 401 364 personas cuya finalidad es llegar a Estados Unidos en la mayoría de los casos” (CDHDF
2013, 87). Otro cambio significativo que se da partir de 2005 es la paulatina equiparación en las magnitudes de
detenciones realizadas por las autoridades estadounidenses y mexicanas respectivamente, hasta casi
homologarse en 2010.

En el período 2001-2009, fueron “devueltos” desde México alrededor de un millón y medio de


centroamericanos, de los cuales 623,797 fueron guatemaltecos, 450,561 hondureños y 230,349 salvadoreños
(Equipo Regional de Monitoreo y Análisis de Derechos Humanos en Centroamérica (ERMADHCA) 2011, 64). La
tendencia muestra un incremento importante alrededor de 2005, el cual corresponde al viraje en el modelo de
securitización que provocó la caída del flujo migratorio, como se mencionó anteriormente; en ese año el INM
registra que detuvo a 240 mil 219 extranjeros: casi 101 mil de Guatemala, 80mil de Honduras, poco más de 42
de El Salvador, y casi 4mil de Nicaragua. Sin embargo, datos más recientes del INM apuntan a que en 2010 las
deportaciones ascendieron a un total de 65,802 (63,608 centroamericanos): 28,706 guatemaltecos; 23,788
hondureños; 10,502 salvadoreños; 779 nicaragüenses; 26 beliceños; 10 costarricenses y 5 panameños” (López
Recinos 2013, 84-85).

Migración hondureña a EUA. Es común escuchar afirmaciones de investigadores y comentaristas señalando


que los gobiernos centroamericanos, específicamente los del denominado “triángulo norte”, no cuentan con
datos certeros ni sistemáticos sobre la cantidad de personas que viven fuera de su territorios o que salen de
estos regularmente buscando opciones de vida en otros países. López Recinos ha sistematizado cifras del
gobierno hondureño en relación a la cantidad de nacionales viviendo fuera del país, con la acotación de que
“los métodos que respaldan los conteos no son del conocimiento público” (2013, 74). Según la información
presentada por el autor al año de la publicación había viviendo fuera del país alrededor de “934 mil
hondureños, de los cuales estimaban que 805 mil radicaban en EUA” (460 mil tenían residencia, 85 mil tenían
estatus de protección temporal y 260 mil eran indocumentados), pero a partir de 2005 “el gobierno cambió las

153
cifras que venía manejando y ahora asegura que son 1 millón de hondureños, pero no se aclara cómo llegaron
y en qué parte de Estados Unidos residen esos nuevos 195 mil” (López Recinos 2013, 74)128.

Las estadísticas más confiables son elaboradas por instancias de los países de tránsito o destino, es decir, de
México y EUA. Según el gobierno mexicano 80 mil hondureños cruzan anualmente el territorio nacional para
llegar hasta EE.UU, pero solo alrededor de 10 mil lo logran, alrededor del 1% (López Recinos 2013, 74). Los que
regresan muy probablemente se reincorporarán al circuito de flujo nuevamente en una serie continuada de
esfuerzos por “llegar” que muy frecuentemente terminan solo con el “éxito”, con detención, la desaparición o
la muerte. Aunque las hay, son pocas las historias de los que fueron, estuvieron y regresaron, menos aún de
aquellos que lograron alcanzar los objetivos que buscaban. Existen otras fuentes y cifras, las cuales a su vez se
basan en distintos métodos de medición (ascendencia, origen, identificación). El Banco Mundial, por ejemplo,
calculó en 2010 un total de 569,700 hondureños viviendo en EUA, mientras que la American Community Survey
(instancia de la Oficina de Censo de Estados Unidos129) estimó que para 2011 había 695,761 hondureños y
hondureñas de origen habitando en el país del norte. Por su parte, el Censo de Población de EE.UU. de 2010
estimó en 633,401 la cantidad de personas de origen hondureño (Flores Fonseca 2012)130.

Tabla 6.
Hondureños registrados en censos de EE.UU.

Año Población Incremento % de incremento Tasa anual de


intercensal intercensal crecimiento

1970 27,978

1980 39,154 11,176 39.95 3.3

1990 108,923 69,769 178.19 9.4

2000 282,850 173,927 159.68 8.9

2010 633,401 350,551 123.94 7.7

Fuente: Elaboración propia con datos de IMILA, CELADE y Census Bureau, 2010 131.

Aunque tiene una larga tradición en la historia (Pastoral Social / Cáritas 2003, Puerta 2004, López Recinos
2013), la migración hondureña a EUA no ha consolidado redes transnacionales como ha ocurrido en par el caso
mexicano o el salvadoreño, donde los asentamientos de nacionales en el país del norte se han convertido en
factores de atracción de nuevas generaciones de migrantes. En este sentido la migración hondureña a EUA a

128 Por otra parte, siempre según instancias del gobierno hondureño, 32 mil nacionales vivían en Europa, mientras que se estimaba que
en Centroamérica vivían alrededor de 52 mil hondureños. También se indicaba que había unos 30 mil hondureños en Canadá y unos 15
mil en México (López Recinos 2013, 74).
129 http://www.census.gov/acs/www/
130 El hecho de que el flujo migratorio está tomando un patrón prácticamente de diáspora en algunos países de la región, implica que

será aún más difícil aprovechar a la población económicamente activa y un potencial bono demográfico producto de la transición
poblacional, para asegurar un crecimiento más sostenido de las economías nacionales. Centroamérica empieza a presentar un patrón
de envejecimiento demográfico que en cincuenta años puede ser semejante al de países europeos o Japón, pero con niveles de
productividad de países subdesarrollados (Programa Estado de la Nación 2011, 73).
131 Para consultar otras fuentes de datos y variaciones en las estimaciones para el año 2010 cfr. Flores Fonseca 2012.

154
penas hace unos diez años empieza a formar comunidades estables en ese país, pero que ciertamente ya
empiezan a operar como incentivos para muchas personas que deciden migrar. Por otra parte, es importante
señalar que no toda la migración CA es de tránsito, mucha incluso sale con este objetivo de desplazarse por el
territorio mexicano para cruzar a EUA pero una vez en México cambia estrategias y se queda en el país.

Información obtenida a partir de encuestas aplicadas a migrantes hondureños (López Recinos 2013, 89-90) 132,
ha mostrado que 47.9% de los encuestados aseguró que era la primera vez que se encontraba transitando por
tierras mexicanas rumbo a EUA, y del 52.1% que ya había tenido la experiencia, un 95.9% ya había viajado dos,
tres, cuatro y más veces. Cerca de dos terceras partes de la muestra encuestada aseguraron que utilizaría
coyote en su trayecto frente a un 23% que dijo que se trasladaría “sin ayuda de nadie”. Sobre los costos, la
mitad informa que la cuota por el brinco es de entre USD $1.000 y USD $2.000, frente a un 40% que asegura
que deberá pagar entre USD $2.000 y USD $3.000. En relación con las rutas utilizadas, casi un 60% dice haber
ingresado por la frontera de Tabasco con Guatemala, frente a un 34% que lo hizo por la frontera de Chiapas;
para el cruce en el norte, un 53.2% espera hacerlo por Nuevo Laredo, 24.5% por Reynosa y un 13.8% por
Piedras Negras; el resto se dividen entre Matamoros, Tamaulipas, Miguel Alemán y Nogales.

En relación a las mujeres hondureñas migrantes a EUA, los datos reflejan que en su mayoría esta población se
compone de “jóvenes, madres solteras, separadas o divorciadas, que deben dejar a sus hijos en el lugar de
origen” y “su decisión se explica por la búsqueda de trabajo para su manutención y la de sus hijos, o bien, por
el deseo de reunificación familiar” (ITAM 2014, 25). Por otra parte, las tendencias latinoamericanas muestran
que la proporción de mujeres migrantes creció de un 40% a un 50% entre 1960-2005 (Madueño Haon 2010,
165), tendencia que aplica para el caso hondureño. Este aumento sostenido, junto a las más recientes políticas
de contención por parte del gobierno mexicano, han provocado que las cifras de mujeres detenidas por
autoridades migratorias o policiales en 2012 fuera de 11.963, ascendiendo en 2013 a 13.975 y a casi 30mil en
2014133.

132 Los cuestionarios fueron aplicados a migrantes hondureños que estuvieron en los dos albergues ubicados en el noreste de México en
las ciudades de Monterrey, Nuevo León, y Saltillo, Coahuila, entre enero de 2006 y enero de 2007, como parte de un estudio apoyado
por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
133 Ver: http://www.cimacnoticias.com.mx/node/69229

155
3. Producción y micropolítica del albergue: el caso de “La 72 Casa-Refugio para
personas migrantes”.

La época actual quizá́ sea sobre todo la época del espacio. Estamos en la época de lo simultáneo, estamos en la época de la
yuxtaposición, en la época de lo próximo y lo lejano, de lo uno al lado de lo otro, de lo disperso. Estamos en un momento en que el
mundo se experimenta, creo, menos como una gran vida que se desarrolla a través del tiempo que como una red que une puntos y se
entreteje (…) este último problema del emplazamiento humano [plantea] el problema de qué relaciones de proximidad, qué tipo de
almacenamiento, de circulación, de identificación, de clasificación de elementos humanos deben ser tenidos en cuenta (…) Estamos en
una época en que el espacio se nos da bajo la forma de relaciones de emplazamientos (...) emplazamientos de detención provisoria (…)

Michel Foucault, De los espacios otros, 1984

El albergue “La 72: Hogar-Refugio para personas migrantes”, se encuentra en el estado de Tabasco a 64km del
punto de cruce fronterizo de El Ceibo, en el inicio de una de las dos principales rutas migratorias por territorio
mexicano empleadas en su mayoría por personas migrantes, más específicamente “el corredor migratorio
Tabasco-Veracruz-Tamaulipas” (CIDH 2015, 45), lo que Casillas denominó la “ruta del golfo”, la más corta de las
rutas terrestres para la población centroamericana (2008). Aunque recientemente las rutas se han diversificado
extendiéndose de manera más compleja y desagregada por el territorio mexicano (Martínez, Cobo y Narváez
2015) , sobre todo por la parte sur, Tenosique continúa siendo un punto de referencia central en las
trayectorias de los cientos de miles de personas que todos los años ingresan al al país.

En este contexto, y partiendo de la premisa de Gilberto Giménez de que “el espacio no es solo un dato sino
también un recurso escaso [que] constituye un objeto en disputa permanente dentro de las coordenadas del
poder” (2001, 6), el tránsito por estas áreas se da en condiciones de pugna y conflicto. Cada paso que dan las
personas migrantes representa un acto de apropiación, una forma, quizás efímera134, de territorialización. Esta
emergencia del territorio a partir del tránsito migratorio está inmersa, entonces, en campos de poder (Bourdieu
1989 y 2000), por lo que supone juegos políticos de disputa y enfrentamiento entre actores que buscan usar-
controlar el espacio y territorializar sus prácticas de formas que pueden ser contradictorias; p.e., el uso que hacen
del tren las personas migrantes frente al que realizan las redes de delincuencia local (RDL), o las formas de
apropiación del espacio público por parte de trabajadoras migrantes estacionales frente a la población local
(Fernández 2009, Carte 2014).

En esta situación de disputa por el territorio (Massey 2009), “el tejido humanitario de apoyo que ofrecen
albergues y casas de migrantes (…) en las rutas migratorias, es parte del capital social del transmigrante”

134No es tan efímera cuando tomamos perspectiva y vemos los efectos de apropiación del tránsito de una población que es masiva y
cuyo paso es permanente; se trata de formas de apropiación del espacio frugales en el plano individual, pero en el nivel colectivo o
poblacional (en términos del cuerpo social migrante) estamos ante formas sostenidas y sistemáticas de territorialización.
156
(ITAM 2014, 20). La 72 está ubicada en un terreno de unos 1250m 2 que fue donado por un ganadero y
terrateniente local, uno de los principales acaudalados de Tenosique. Antes de esto las atenciones a
migrantes se daban en el edificio de la parroquia del centro del municipio, dirigida por la orden franciscana,
donde se proporcionaba albergue y alimentación. Pero ante la creciente demanda de la población en
tránsito y el agravamiento de las condiciones en las que estaban transitando, fue necesario un traslado.

El 25 de abril del 2011 abrió sus puertas con un nuevo nombre, surgido del la conmoción que generó la
masacre de los 72 migrantes en San Fernando, municipio de Tamaulipas, en 2010. Aprovechando la
infraestructura de un antiguo comedor geriátrico, y el hecho de que su propietario decidiera hacer el traspaso
de propiedad a la parroquia, inició el trabajo de producir un albergue que se adecuara a las necesidades de una
población en flujo, altamente diversa y contrastante, y en medio de una situación social en la que el crimen
organizado, el narcotráfico, el tráfico de personas y la violencia social acompasaban el día a día de un municipio
empobrecido y aislado.

Mapa 10. Tenosique de Pino Suárez en el mapa mexicano.

Fuente: https://www.google.com.mx/maps

Para el momento de mi estancia el espacio era un hervidero de infraestructura; en los cuatro meses que estuve
vinculado se inauguraron dos edificios y se restauró otro desde los cimientos, y al cabo de seis meses desde el
final de mis visitas se habían inaugurado dos más. Pero además en poco menos de cinco años de
funcionamiento el albergue pasó de ofrecer techo y comida, cuando se ubicaba en la parroquia, a desarrollar
una compleja máquina de sostén y defensa de uno de los fenómenos migratorios más masivos y violentos del
continente. En este sentido, La 72 es un buen ejemplo de la evolución que estas experiencias de solidaridad y
atención humanitaria han tenido en México. Como ha señalado Da Gloria Marroni, en sus inicios estas
experiencias eran animadas por “un amplio espectro de organizaciones o grupos particulares sin vinculación
orgánica”, y se limitaban a brindar servicios de asistencia humanitaria y denuncia (Da Gloria Marroni 2013,
144).

157
Actualmente estas experiencias están articuladas en una amplia red de albergues y organizaciones localizadas por
todo el territorio nacional135, con canales de comunicación permanentes y sistemas de información integrados
que probablemente superan a las bases de datos oficiales. Sus labores cubren la denuncia y defensa de
violaciones y abusos a los derechos humanos de las personas migrantes, la asesoría y acompañamiento en sus
estrategias y trayectorias de tránsito, los servicios de hospedaje, alimentación, comunicación y salud, entre
muchos otros. Además mantienen espacios de coordinación, lo cual da cuenta de un alto nivel de
institucionalización, y una presencia constante en foros, eventos, actividades de incidencia, entre otras. En este
sentido, estas organizaciones no solo constituyen parte del capital social disponible a la población migrante en el
trazado de sus estrategias de tránsito, como señalé antes, sino que además son actores protagonistas de la
producción social de la migración, agentes cuyas prácticas y discursos contribuyen a la emergencia del territorio
migrante.

Por otra parte, además de capital social y agentes de producción de movilidad, organizaciones como La 72
pueden ser entendidas también como territorios en sí mismos; territorios dentro de un territorio. Son parte
de un circuito más amplio de movilidad, pero son también en sí mismos un espacio de circulación. En este
capítulo presento las dinámicas cotidianas de fabricación del espacio-albergue así como las relaciones de
poder que se dan en torno a estas. Es una mirada desde lo micro, tanto en términos de espacio como de
relaciones de autoridad, sujeción, disuasión y complicidad, y de la forma en que se articulan en torno a la
producción constante de una de las localizaciones más importantes de la territorialidad migrante en
términos de la producción de sus formas de movilidad y circulación.

Los albergues en México constituyen espacialidades centrales en los procesos migratorios, lugares de cuido y
protección del cuerpo social migrante, de su reconstitución y su defensa de cara a la continuidad de su tránsito.
En este sentido, desde la mirada amplia de la producción social de los procesos migratorios, el albergue ocupa
un lugar primordial en la configuración de una compleja economía reproductiva (Graeber 2013), aquella que
produce las condiciones de producción (Marx y Engels 1974 [1932]) de las dinámicas de movilidad de las que se
compone el fenómeno migratorio. Para Marx, “Cualquiera que sea la forma social del proceso de producción,
este debe ser siempre continuo (…) Considerado dentro de una concatenación constante y en el flujo
ininterrumpido de su renovación, todo proceso social de producción es, por tanto, al mismo tiempo, un
proceso de reproducción” (Marx 2014 [1867], 505). Ha sido el feminismo (Hochschild 2008, Federici 2010 y
2013) y cierta teoría crítica del valor (Graeber 2013), los que han puesto sobre la mesa la importancia de todo
un conjunto de actividades económicas dedicadas a mantener vigentes las condiciones de producción.

Como plantee en el capítulo 1, las actividades de traslado y desplazamiento que realiza, en el plano colectivo, la
población migrante durante su tránsito, pueden ser conceptualizadas como formas de trabajo que dicha
población realiza sobre su propia corporalidad, lo cual cumple además con la premisa bergsoniana de que
traslación es transformación, pues según Marx, todo trabajo implica la transformación de la naturaleza (Marx
1844). En este sentido, tomando la movilidad migratoria como producto de un conjunto de trabajos que las
personas migrantes realizan sobre su propio cuerpo, los lugares que despliegan una economía de cuido de dichos
agentes y sus constituciones corporales, estarían realizando una labor reproductiva del proceso de producción de
la migración.

Visto así, y tomando como escala de enfoque lo que he denominado el territorio migrante, el papel del
albergue como lugar de “producción de las condiciones de producción”, se articula desde el punto de vista

135
Al respecto ver: https://reddhmigrantes.wordpress.com/albergues/; http://fundacionjusticia.org/albergues-y-casas-del-migrante-en-
mexico-y-centroamerica/
158
económico con el lugar que ocupan otras localizaciones del territorio migrante como lo son, de manera
prioritaria, los espacio domésticos, donde se desarrollan las primeras actividades reproductivas dirigidas a
agenciar la movilidad migratoria. Dicho de otra forma, el albergue constituye un lugar de reproducción de las
fuerzas de traslado, de reconstitución del cuerpo migrante, y en este sentido forma parte de todo un nivel de
economía reproductiva que está en la base de la producción de las condiciones de producción del fenómeno
migratorio. Como han señalado Levitt y Glick Shiller,

Much work on globalization and transnational phenomena focuses on production. But reproduction also takes place
across borders and is an important, if understudied, aspect of the migration experience. Just as transnational migration
studies prompt us to rethink the terrain in which social processes take place, they also challenge our understanding of
social reproduction (Levitt y Glick Schiller 2004, 18)

Por otra parte, el albergue no es, como ningún lugar del territorio migrante, un espacio puro, incólume,
exento de las contradicciones o formas de conflictividad que lo constituyen desde su fibra. Se trata de un
espacio complejo y contradictorio, en él conviven de forma paradójica fuerzas de movilidad y circulación así
como fuerzas de fronteridad y limitación, formas de apoyo mutuo, solidaridad y autogestión junto a
dinámicas de autoritarismo, control y violencia. Aquí encontraremos también relaciones de poder y formas
de autoridad que emulan en buena medida el espacio de la frontera y sus efectos de poder y limitación del
movimiento, dinámicas de conflictividad entre la población que emergen en torno a estrategias de
movilización de los tan preciados y valorados recursos y servicios que se ofrecen, y que resultan
indispensables en términos de la producción de la movilidad migrante por el territorio.

El análisis que quiero desarrollar en el capítulo parte de varias influencias teóricas y conceptuales, y en
última instancia lo que busca es desentrañar la fibra interna de la que se compone un lugar de fabricación de
movimiento que forma parte de una economía reproductiva y de un proceso de territorialización más
amplios. Es, en este sentido, una mirada que, teniendo en cuenta la escala amplia del objeto de estudio, se
detiene por un momento en una de sus localizaciones para explorarla desde su configuración más fina. Para
esto, recupero por un lado la conceptualización de “campo social” de Bourdieu (1989 y 2000) en términos
del abordaje de las relaciones sociales y de poder como constitutivas de una topografía de prácticas
estratégicas que emergen en función de la disputa por recursos o formas de capital, pero ajustando dicha
conceptualización a una escala de la mirada micro política y del “every-day-life” dentro del albergue136.

En este sentido, incorporo la noción de “geometría de poder” de Doreen Massey (1993) para delinear más
concretamente las formas que toman dichas relaciones en términos de una espacialidad tan próxima e
íntima como la del albergue. Desde una perspectiva más amplia, el análisis se inscribe dentro del marco
teórico presentado en el capítulo 1, tanto en relación a lo que he denominado las fuerzas de agenciamiento
y disposicionamiento y su papel en la producción de los procesos migratorios que estudio, como en términos
de la perspectiva de economía política que me permite proponer el traslado migratorio como una forma de
trabajo que se realiza sobre la corporalidad migrante y en este sentido hace de ella una fuente de valor, pero
que también permite prácticas de contestación de las personas migrantes que pueden ser abordadas como
formas de resistencia y auto constitución.

Actualmente el albergue La 72 ofrece una amplia diversidad de servicios que van desde el monitoreo de las
actuaciones de autoridades migratorias y policiales en la región, hasta el acompañamiento en trámites de

136Como se puede ver en el capítulo 1, la noción de campo de Bourdieu también la utilizo en mi conceptualización de “campo
transnacional” para referirme a la más amplia geometría de poder que subyace a los procesos de territorialización migrante en su
conjunto. En este sentido, la variación en el uso del concepto corresponde a una diferenciación de escala, y por lo tanto de carácter
metodológico.
159
regularización de estancia, pasando por la denuncia y defensa de abusos y delitos cometidos contra migrantes,
o el acompañamiento psicoemocional de niños, mujeres y hombres. En palabras de fray Tomás González,
director del albergue: “nos empezaba a llegar la gente violada, asaltada, los secuestros que todo el mundo
sabía que ocurrían, fue entonces cuando decidimos que teníamos que hacer algo, entonces empezamos a
buscar un espacio, y surgió la posibilidad de instalar aquí, en lo que antes era un hogar de ancianos, un
albergue para migrantes, donde recibir a la gente, atender sus necesidades, escuchar sus historias, y empezó a
llegar la gente, más de la que podíamos recibir, pero siempre hubo gente, organizaciones amigas que nos
ayudaron, que nos apoyaron desde el principio”.

El espacio del albergue se compone de dieciocho ámbitos, a los que podríamos llamar también lugares o micro
espacios; sitios de estancia o flujo, de realización de servicios, de solvento de necesidades, de vinculación, de
tensión, de conflictividad… Nodos y umbrales de esa máquina de sostén y defensa por los que circulan
cotidianamente personas, historias, memorias, deseos y fuerzas de un cuerpo social migrante cuyo contenido
configura y reconfigura el espacio y su funcionamiento, la máquina-albergue que se hace y des hace
constantemente. Estos micro espacios son escenario del acontecer diario del albergue, sus rutinas, sus rituales,
sus vinculaciones y conflictividades. El trabajo y funcionamiento de los albergues ha sido poco explorado desde
la perspectiva antropológica. Existen trabajos para otras latitudes sobre campos de refugiados que presentan
una mirada etnográfica y una reflexión sobre la experiencias y dinámicas que surgen de habitar estos espacios
y constituyen importantes antecedentes para el análisis que ofrezco en este capítulo (Agier 2012, Langa
Martínez 2016). Sin embargo, los contextos en los que surgen y operan estas experiencias así como el sentido
de los servicios que ofrecen difieren de los de los albergues para migrantes en México. En nuestro caso,
estamos frente a experiencias de la sociedad civil, casi siempre de algún sector o vertiente de la iglesia católica,
con poco o nulo apoyo del gobierno; se trata además de espacios que no solo reciben población refugiada, sino
un espectro amplísimo de personas que componen el flujo migratorio, lo cual hace que las experiencias cotidianas
en estos lugares estén plagadas de claroscuros, ambigüedades y contradicciones.

Debo advertir que lo que presento en este capítulo es una etnografía del albergue, lo cual implica una mirada
muy íntima y cercana de la cotidianidad de un espacio cuyo devenir no depende solamente de las intenciones u
objetivos de sus gestores, sino que también de lo que quienes lo habitan hacen de este. Esta sección de la
investigación es quizás la que más me ha expuesto a dilemas ético-políticos en relación a la presentación de
mis datos etnográficos y el análisis que pude hacer de estos. La mirada etnográfica tiene la fuerza de penetrar
en las fibras más finas de las relaciones y prácticas humanas, revelando rasgos que muchas veces muestran a
los actores estudiados en una amplia gama de dimensiones, lo cual conjura (y esta es una de las fortalezas de la
antropología en tanto ciencia) cualquier mirada idealizada y romántica de los fenómenos estudiados. Cuando
nuestro “objeto de estudio” se compone de personas, actores y organizaciones hacia cuyos esfuerzos y
prácticas se siente simpatía, lo anterior hace surgir dilemas que son difíciles de resolver en la escritura y
exposición de ideas.

Es probable que muchos de los rasgos que muestro y analizo en relación al albergue en este capítulo sean
tomados como críticas duras y contraproducentes para su propio crecimiento en tanto organizción social
solidaria con las personas migrantes y avocada a su defensa. Frente a esta posibilidad solo puedo decir que he
intentado asumir mi postura crítica de la manera más responsable, intentando mostrar que muchas de las
contradicciones o efectos de poder que se dan en el albergue dan cuenta de una situación más amplia de
enfrentamiento entre fuerzas de disposicionamiento y fuerzas de agenciamiento en relación a la producción de
la migración. En este sentido, parto de la premisa de que la producción del albergue y sus formas de

160
territorialización se dan en un campo de lucha más amplio, en el que los choques de fuerzas nunca son
binarios, sino que se cuelan de manera casi molecular en cada uno de sus lugares y protagonistas.

Esto no me impide decir, con total seguridad, que actores y organizaciones como La 72 o los comités de familiares
de migrantes que estudio en otros capítulos de este trabajo, son centrales en el despliegue de las fuerzas de
agenciamiento que producen la movilidad migratoria como líneas de fuga y estrategias de sobrevivencia y
creatividad de miles de personas y familias, frente a las fuerzas de disposicionamiento que intentan capturarlas y
reducirlas a fuentes de valor capitalizables o chivos expiatorios para la implementación de políticas de
securitización nacional. Pero contribuir al fortalecimiento de estos actores implica mirarlos críticamente, y
mostrar algunas de las prácticas y dinámicas que podrían estar emulando más las lógicas de opresión que las de
resistencia.

3.1 Cotidianidad y los lugares del albergue: un día en La 72.

12-9: En el desayuno contamos 170 personas, hoy la cantidad de gente en la casa llega casi a las 200 (…) 26-9: Hoy llegaron 19 personas
más, junto a las 9 de anoche suman 28, por lo que al día de hoy deben haber poco más de 200 personas habitando el albergue, de los
picos más altos del año (…) 10-10: A la hora de formarnos para dormir, unas 250 personas están alrededor de la cancha, la mayor
cantidad de gente desde que llegué (…) 23-10: Hacia las 6pm y de manera casi continua hasta las 9:10pm estuvo llegando más gente al
albergue, antes de apagar las luces habían más de 250 personas en la casa (…) 12-11: El albergue está lleno, unas 200 personas (…)

La etnografía no es un ejercicio fácil. Al menos no para quienes viven sus primeras experiencias como etnógrafos
y etnógrafas. La obsesión por el registro genera ríos de folios por los que meses después, cuando se encuentra
uno frente al desafío del análisis, es riesgoso navegar. La información nos inunda al punto de ahogarnos y los
textos nos acechan como “emisiones de singularidades” (G. Deleuze 2014, 69-240) de las cuales extraer “el dato”
se convierte en un acto que se mueve peligrosamente entre la ciencia y el arte. Mi experiencia de trabajo de
campo en La 72 fue una de las más intensas de mi vida, el clima y el horario de trabajo eran verdaderamente
extenuantes (como indiqué en la introducción llegué al albergue como investigador pero con el compromiso de
sumarme al equipo de voluntarios y voluntarias), las historias que circulaban la casa era tristes cuando no
desgarradoras, el contexto era hostil y las dinámicas internas de relacionamiento podían llegar a serlo también.
Por supuesto que no todo fue amargo, la casa era también una máquina generadora de esperanza, de hilaridad y
gozo, pero la tensión y el vértigo de lo cotidiano eran carga pesada para cualquiera.

Trasladar una experiencia a un texto con la pretensión de síntesis, comprensión y análisis es un proceso que al
parecer no concluye en la forma de tesis. Quizás, en efecto, sea más pertinente elaborar textos abiertos y
dinámicos, textos-agenciamiento (Deleuze y Guattari 2002) compuestos de interfaces más complejas que la
impresión, aunque claramente esto contradice los actuales cánones de la indexación, a los que es preciso
someterse. Pero no sin proponer algunas alternativas, líneas de fuga internas que no atenten contra el
conjunto del texto, que no amenacen la sustentación de su “tesis”. Es eso a lo que apunto en el presente
acápite. En este, intento narrar la experiencia de lo que fue un día cualquiera en La 72, proponer una mirada a
la cotidianidad de la compleja producción de un espacio plagado de singularidades y contradicciones cuyo
anclaje constituía (y constituye) un punto de referencia obligado para miles de personas en tránsito, un pilar
sobre el que se sostiene buena parte de la producción incesante del territorio migrante.

Igual que en otras partes de la investigación, en este capítulo parto de la tesis operativa de Doreen Massey
en relación al espacio y su conceptualización como “producto de relaciones”, como “una complejidad de
redes, vínculos, intercambios y conexiones (…) producidas mediante el establecimiento y la ausencia de
161
relaciones”, con lo cual, en tanto producto social, supongo que “el espacio está siempre en proceso de
fabricación (…) está siempre en construcción” (Massey 2009, 16-17; traducción propia). Esta premisa parte a
su vez de los trabajos de Lefebvre que se retoman aquí bajo su enfoque de la producción cotidiana del
espacio como condición fundamentalmente social y política (1991), así como del papel del cuerpo en dicha
producción mediante lo que el autor denominó “análisis de ritmos” o “ritmoanálisis” (Lefebvre 2004), lo que
Tarrius recupera bajo la noción de “ritmo de vida” (2000, 44). Ritmos de movilidad y circulación dentro de un
espacio políticamente cargado que, aunque cumple un rol fundamental en la producción del traslado
cotidiano de una población en constante movimiento, se encuentra atravesado también por la frontera y sus
efectos clasificatorios y de poder (Kearney 2004). En este acápite veremos, entonces, cómo se dibuja la
dinámica cotidiana de una cartografía de micro espacios por los que circulan cuerpos a diferentes ritmos,
acompasados por formas de clasificación-distinción en función del poder simbólico con que cuentan
(Bourdieu 1989), así como por las pugnas de acceso a recursos que emergen en torno a los efectos de
fronteridad de un espacio producido por quienes lo habitan y des habitan.

El contenido de este acápite es empírico aunque su composición no lo sea del todo. Se trata de un ejercicio
narrativo de “patchwork”, un día ficticio compuesto de eventos reales registrados sesudamente en mi diario de
campo y seleccionados para dar forma a un conjunto-collage que de otra manera hubiera sido imposible narrar.
En él busco presentar una experiencia de espacio-tiempo (Dorsch 2013), la vertiginosidad del ritmo de vida de un
día en un albergue para migrantes visto desde los ojos de uno de sus voluntarios, las diversas situaciones,
problemas, conflictos, emergencias y necesidades que podían aparecer en cualquier momento, y que
efectivamente aparecieron en algún punto de mi estancia en la casa. La narración es quizás apresurada y difícil de
seguir, pero fue la única forma de serle fiel al ritmo real de la cotidianidad en La 72. Por otra parte, es probable
que su forma-collage impida tratarlo como un dato etnográfico en sentido estricto. Sirva entonces como texto
introductorio a un capítulo en el que intento desmenuzar las dinámicas de producción de una espacialidad
compleja, presentar los principales elementos y los factores determinantes de la fabricación cotidiana de uno de
los lugares más significativos del territorio migrante, un “geosímbolo” (Giménez 2001, 7)137 donde aquellos que lo
habitan tienen la posibilidad, aunque sea por un momento y (para ser honestos) sin ninguna garantía, de
detenerse y descansar.

3.1.1 Circular el albergue

Tres fuertes golpes a la puerta me hacen despertar sobresaltado, a mi lado Israel y Ronny aún duermen;
nosotros tres somos los dichosos huéspedes del cuarto de voluntarios [6]138, una habitación de unos 4x6m, con
algunas colchonetas, un par de sillas, y un aparato electrónico grande en la esquina del fondo a la izquierda que

137 Siguiendo a Bonnemaison el autor define el geosímbolo como “un lugar, un itinerario, una extensión o un accidente geográfico que
por razones políticas, religiosas o culturales reviste a los ojos de ciertos pueblos o grupos sociales una dimensión simbólica que alimenta
y conforta su identidad” (Giménez 2001, 7). En este caso se trata de un lugar en la geografía del territorio migrante que se eleva como
una bandera símbolo de un lugar (más o menos) seguro en el que es factible la reconstitución del cuerpo y de las fuerzas de traslado.
138 A través del acápite se irán señalando con números entre corchetes los diferentes micro espacios que componen el albergue con el

fin de que puedan ser ubicados en los mapas incluidos al final del texto. Los mapas han sido diseñados (de manera rudimentaria) para
reflejar las dinámicas de circulación de las personas por el albergue, se trata de cartografiar los micro espacios que lo componen así
como los efectos de fronteridad que cada uno tiene frente a diferentes categorías de población habitante de la casa: desde los
migrantes de paso, hasta los directores del albergue, pasando por el equipo de voluntarios y los miembros de la guardia. Como ocurre
con las fronteras entre países, los micro espacios tienen efectos clasificatorios (Kearney 2004) de la población que habita La 72, los
cuales tienen a su vez efectos de poder en términos del acceso a cada lugar de la casa y a los recursos que estos albergan. La noción de
fronteridad así como las dinámicas de circulación que surgen en torno a sus efectos serán abordadas con detalle durante el acápite y
más adelante en el presente capítulo.
162
es el que centraliza el monitoreo de una red de cámaras que hay por toda la casa. Hace ya varios días que nos
despiertan de esa forma, siempre alrededor de las 6:30am. Ayer Israel se levantó temprano y dice que le
pareció ver a la persona que nos ha estado haciendo de alarma, un guanaco al que llaman “El Verga”, chaparro
y con bigote a lo Zapata, buena gente casi siempre, mal hablado y bromista. Al parecer no está muy de acuerdo
en que los voluntarios se despierten rayando las 7am y ha decidido tomar el asunto en sus manos, aunque esto
no quita que muy probablemente su broma sirva para divertir a varios.

A como puedo me despego de la cama y salgo del cuarto, el sol ya está alto pero aún así afuera está más fresco
que adentro, y esto a pesar de que los ventiladores no descansan durante toda la noche. En la vereda interna del
albergue que está justo después de la entrada principal, algunas personas se alistan para dirigirse a alguna
chamba que habrán conseguido ocasionalmente, otros terminan de bañarse o lavan ropa, la mayoría se
deslagaña y trata de despertarse mientras espera el desayuno. Salgo del albergue y busco el muchacho que todas
las mañanas se pone a vender café debajo del árbol de mango que está cerca de la casa, su servicio resulta
indispensable para muchos por lo que no nos importa que solo ofrezca nescafé tibio, de todas formas la
temperatura del ambiente no hace que se antoje lo caliente. Cinco pesitos el café y diez la pieza de pan dulce, las
compra temprano en el mercado y luego viene aquí y al Chedraui a venderlas. Con nosotros se hace por lo menos
unos trecientos pesos por día.

Debajo del árbol está Stuart con dos de sus cuates, los tres hondureños garífunas que fray Tomás corrió de la casa
hace un par de noches porque nunca querían trabajar en el aseo y se ponían agresivos con el equipo de
voluntarios. Cuando me ve llegar con Irina, la voluntaria polaca que además es encargada de la enfermería, Stuart
empieza a levantar la voz para que lo escuchemos, se queja de los frailes, dice que los va a denunciar a derechos
humanos porque al echarlo lo estaban poniendo “en riesgo”. Mientras me tomo el café le pregunto al policía
federal que está de turno custodiando el albergue (por medidas cautelares), medio dormido en la patrulla, si sabe
algo de los migrantes que detuvieron ayer en las vías, toscamente me dice que estaban tomando y se pusieron a
pelear y se vuelve a acurrucar en su asiento; probablemente hoy los entreguen a migración para deportarlos.

Regresamos al albergue y desde la entrada vemos que viene un grupo grande, como de unos diez, bien cubiertos
de barro y con cara de agotados. Irina y yo les damos una bienvenida rápida pues fray Aurelio, conocido como el
Tío y el segundo al mando después de fray Tomás, ya empieza a llamar a todo el mundo “aaa formaaarse” para
hacer aseo en el albergue. Les decimos que nos esperen en la entrada y que ya pronto regresamos para llevarlos a
que se bañen. El Tío hace equipos de trabajo y entrega escobas y trapeadores mientras va distribuyendo a la
población para cubrir todo el albergue. También un grupo va por leña al terreno de enfrente, otros sacan la
basura, y varios más se escapan a la tienda o van por un café al árbol de mango y se desentienden del trabajo
colectivo. Mientras algunos voluntarios ayudan a el Tío a supervisar que el aseo se haga adecuadamente, otros le
ayudan al equipo de cocina a servir el desayuno y calentar las tortillas; Verónica (otra voluntaria) y yo nos vamos a
registrar a los que acaban de llegar. Entre los dos damos el discurso que se daba a las personas que llegaban por
primera vez, y que transmitía algunos principios o criterios normativos básicos que, por disposición de los
directores o por decantación de las prácticas colectivas, se habían ido condensando como la cultura normativa de
La 72.

Bienvenidos, están en el albergue-refugio para migrantes “La 72”, en Tenosique, Tabasco. En el albergue tenemos algunas
reglas y recomendaciones, las primeras son obligatorias, y su incumplimiento implica tener que salir de la casa; una vez
que alguien es sacado de la casa ya no puede volver a ingresar. La primera regla es que está prohibido el consumo de
alcohol o drogas dentro del albergue, o ingresar en estado de ebriedad o bajo efectos de alguna droga; si alguien ingresa
muy borracho o drogado, es entregado a la policía, quien a su vez lo entregará a migración; esto es por su propia
seguridad, pues preferimos que los deporten a que estén afuera en condiciones más vulnerables. La segunda regla tiene
que ver con los horarios: tenemos horarios para el aseo, para la comida y para el uso del agua. Las comidas son a las 8am,
163
a las 2pm y a las 7pm, alrededor de media hora antes de comer les llamamos a formarse alrededor del comedor para
distribuir las tareas del aseo, que realizamos entre todas las personas del albergue; limpiamos todas las áreas comunes.
Luego del aseo viene la comida, es una sola ración por persona, y después de comer cada persona debe lavar su plato, su
tasa y su cubierto; esta es una tarea personal, y nadie puede pedirle a otra persona que lave sus cosas, aunque sea su
familiar. Los horarios para bañarse son dos, de 6-7am y de 4-6pm; los horarios para lavar ropa son de 9-11am y de 4-6pm,
fuera de estos horarios está prohibido el uso del agua. El horario del portón principal es de 6am-10pm, fuera de estas
horas está prohibida la entrada. También está prohibido el ingreso de polleros, coyotes o enganchadores, y si nos damos
cuenta que alguien es pollero tendrá que salir del albergue, sabemos que muchos usan estos servicios, pero les pedimos
que no utilicen la casa ni para reunirse con sus polleros ni para tratar de enganchar a migrantes. Está prohibido discriminar
o agredir a cualquier persona por razones de etnia, procedencia o preferencia sexual, y si se encuentra a alguien haciendo
esto deberá dejar la casa. Bueno, esas son las reglas, ahora las recomendaciones; les pedimos que en la medida de lo
posible traten de no salir del albergue, sabemos que a veces tienen que ir al centro a comprar algo o que alguna gente
consigue trabajo, pero traten de ir y regresar, porque afuera están expuestos a migración o a alguien que quiera asaltarlos
o hacerles daños, dentro del albergue nosotros respondemos por su seguridad, pero fuera de este no. También les
pedimos que eviten estar en la calle de terracería frente al albergue, en el árbol de mango o en el otro árbol grande o
frente a la pila de agua en el terreno del frente, esto porque muchas veces pasan por acá enganchadores o asaltantes que
les pueden tratar de timar o hacer daño, así como halcones del crimen organizado que pasan para ver cuánta gente hay y
cuánta gente sale y entra. Igualmente les pedimos que eviten al máximo hablar con o frente a la policía federal que está
frente al albergue, si bien ellos están aquí para cuidarnos por las medidas cautelares que tiene el albergue, hay que tener
cuidado, aunque no son nuestros enemigos, tampoco son nuestros amigos, y muchas veces la información que escuchan o
les damos ellos se la pasan a migración y eso nos puede afectar. Hay varias cosas a las que tienen derecho dentro del
albergue: en primer lugar pueden enviar un mensaje de texto ya sea a su país de origen o a Estados Unidos, en el que se
indica el número fijo del albergue para que les llamen; les pueden llamar las veces que sea necesario y por un máximo de
10 minutos cada llamada; desde acá no se permiten llamadas. También les ofrecemos una prenda de ropa para quienes la
necesiten. Tanto la ropa como el mensaje de texto se dan solamente a las personas que vienen llegando. También tienen
derecho a 15 minutos diarios de internet pero solo para comunicarse con sus familiares, y está prohibido ver fotos o
videos. Los hombres duermen aparte de las mujeres, y a partir de las 9-9:30 los llamamos a formarnos en la cancha para
dar avisos e instrucciones, hacer la oración e irnos a descansar. Dentro de los dormitorios está prohibido hacer cualquier
cosa que no sea dormir. Ahora vamos a pasar uno por uno para hacer un proceso de registro, toda la información que nos
den es confidencial y no se le entregará a ninguna autoridad migratoria o policial, ni mexicana ni centroamericana. La
información es importante para actualizar las estadísticas del albergue, pero también para poder canalizar casos
particulares como solicitudes de refugio o visa humanitaria. Ahora en la entrevista les explicaremos cuándo aplican estos
casos para ver si están interesados en iniciar un proceso de solicitud.

Todos en el grupo son hombres, la mayoría entre veinte y treinta años, aunque hay un par que deben tener unos
diecisiete. Se ven extenuados, dicen que anoche migración los correteó llegando de El Ceibo (punto de cruce
fronterizo entre México-Guatemala) y que tuvieron que meterse al monte y pasar ahí la noche. Aún mojados,
cubiertos de barro y llenos de piquetes de mosquitos, los vamos entrevistando rápido uno por uno para que
puedan ir pronto a bañarse. Lo hacemos en los módulos de registro [2], en los que hay una computadora sobre un
escritorio, dos sillas y un ventilador de pared; es la primera instancia a donde se ingresa a las personas que son
recibidas en el albergue, ahí se toman sus datos (nombre completo, número de identificación de su país, edad,
hijos, fotografía) y se le hace una breve encuesta sobre las condiciones de su tránsito (razones/causas de su
salida, delitos o abusos cometidos en su contra, etc.); este micro espacio levanta, filtra y sistematiza parte de una
cifra demográfica de la que solo existen aproximaciones, y es también una instancia utilizada por los y las
integrantes del equipo voluntario, para identificar posibles situaciones de riesgo o inseguridad, tanto para la
persona como para el albergue.

164
3 2 1

Vereda de entrada

Oficina de fray Aurelio [1], ingreso a los módulos de registro [2] y oficina de fray Tomás [3].

Los módulos de registro están ubicados en el edificio principal del albergue, el primero que se ve al margen
derecho de la vereda que está luego de ingresar a la casa139. Tiene unos 25 metros de largo y 5 de ancho y en
este se ubican varios micro espacios entre ellos la [1] oficina de fray Aurelio entrando a la derecha (4x5m), que
más que como oficina se utiliza como bodega/oficina por lo que en realidad es un espacio con poco flujo de
personas (de hecho ni siquiera el Tío la visita regularmente); justo al frente está la (3) oficina de fray Tomás
(6x5m), más amplia y equipada que la de Aurelio, pero que permanece cerrada (incluso para el equipo de
voluntarios) cuando el director no se encuentra, por lo que resulta un espacio bastante hermético140. Entre
ambas oficinas hay una especie de sala de espera al fondo de la cual están los módulos de registro, y que se
cierra con un portón de metal que impide también el acceso a la entradas de las oficinas de los frailes.

Seis de los muchachos vienen juntos desde Honduras y viajan con ellos también cuatro chapines oriundos de
Zacapa, al oriente del país muy cerca de la frontera con Honduras. Se juntaron cerca de la frontera de
Guatemala con México y el recorrido de casi 60km desde el punto de cruce de El Ceibo hasta el albergue lo
hicieron ayer los diez juntos, pensando que de noche era más seguro “por la migra”. Los hondureños vienen
casi todos huyendo de las pandillas porque intentaron reclutarlos, a unos los habían amenazado y a dos ya les
habían matado sus hermanos, por lo que sus padres le pidieron que se fueran para que no corrieran la misma
suerte. La opción del refugio les llama la atención por lo que les comentamos un poco por encima para que lo

139 Sobre este primer edificio, desde el módulo de comunicaciones hasta el cuarto de voluntarios, se ha estado trabajando en una (7)
segunda planta, aún en obra gris, que constará de dos cuartos y dos baños y será el área de voluntarios y voluntarias.
140 Además de para el trabajo de oficina propio de la dirección del albergue, fray Tomás la utiliza para atender casos especiales de

solicitud de refugio o regularización, o casos de denuncias por delitos y abusos a la población.


165
piensen y eventualmente explicarles con más detalle. No traen en la cabeza tanto la idea de los dólares como el
temor a su país, y en ese sentido México no parece tan mala opción.

Módulos de registro.

Uno de ellos me dice que viene “desafornado” por la caminada y me señala los muslos; le pregunto a qué se
refiere porque nunca había escuchado esa palabra, luego de una explicación acompañada de señas y muecas
entiendo que se trata de que trae la piel irritada por tanto caminar, por lo que lo mando con Irina a la
enfermería. Conozco también a Eric, de 17 años, quien viaja con su primo de 18, y a David, de 33 años, quien se
encontró con Eric y su primo y otro muchacho más en Guatemala y desde ahí vienen juntos. Eric quiere tener
papeles en México y trabajar; a su papá lo mataron en un asalto poco tiempo después de que él nació. David,
por su parte, tiene 2 hijos pero asegura que otros 5 sobrinos, uno de los cuales tiene síndrome de Down,
dependen económicamente de él. Sus papás murieron en un accidente de tránsito cuando tenía 12 años;
asegura que busca trabajo e incluso se quedaría en México si lo consiguiera, pues lo que más lo ilusiona es “un
salario fijo”.

Luego de registrarlos les comentamos un poco sobre el contexto en la frontera, la situación en Tenosique
y más hacia delante, así como sobre los operativos de migración y los asaltos, pero parecen tenerlo
bastante más claro que nosotros. Finalmente los llevamos hasta el [17] módulo de hombres, cruzando todo
el albergue, para que se bañen rápido y puedan desayunar con el resto. El módulo de hombres es un
edificio de dos plantas con una habitación con capacidad para veinte personas en litera, y unas veinte
personas más utilizando el piso para dormir; además cuenta con dos baterías de baños también en cada
planta, cada una con mingitorios, dos lavatorios, cuatro retretes y cuatro duchas, cuyo uso se da solo en
horarios establecidos y controlados.

166
Mientras vamos cruzando el comedor se me atraviesa Ronny, uno de los adolescentes que vive en el
albergue ya de forma permanente y con quien comparto dormitorio, “es que no tengo plata para el colegio”
me dice un poco apenado, le pido que me espera pero en eso ya Abril (otra voluntaria), que lo escuchó, saca
veinte pesos de su bolsa. Continuamos hasta los baños, casi al final del albergue; un par de migrantes se
bañan fuera de horario por lo que me toca “regañarlos” y pedirles que se salgan para que se puedan bañar
los-que-vienen-llegando. Dejo a “los nuevos” en las regaderas y me regreso rápido con el Tío para ver si hace
falta apoyar con el aseo, pero de camino me detienen Lineth y Michel, hondureñas, tía y sobrina, y me
ponen las quejas de que anoche varias de las mujeres “no dejaron dormir”, pues estuvieron platicando y
riéndose como hasta las dos de la mañana.

Mientras intento calmarlas y les prometo que “les vamos a llamar la atención” antes del desayuno, escucho que
el Tío me llama desde el comedor, me pide que vaya a ver si los que están detrás de la capilla están haciendo
aseo. La capilla [8] es el otro gran edificio que se ve desde la entrada de la casa, al costado izquierdo de la vereda
de ingreso y justo frente al edificio principal. Antes de que se inaugurara el módulo de hombres, a penas unos
días después de mi llegada, la capilla era utilizada como dormitorio de varones. No ofrecía servicios religiosos, era
más bien un espacio multiuso relativamente permeable a la circulación de las personas, tanto de voluntarios y
voluntarias como de la población migrante habitante de la casa. Al lado de la capilla hay un pequeño (9) cuarto de
capellán donde normalmente dormía fray Aurelio, aunque también podía ser utilizado para hospedar visitantes
(religiosos, representantes de organizaciones, voluntarios).

El olfato no le falló al Tío, en efecto detrás de la capilla había un grupo de cuatro sentados platicando
alegremente mientras las escobas y trapeadores reposaban dóciles contra la pared. Les llamo la atención pero
rápido me responden que ya trapearon, a como puedo les pido que se pongan a hacer algo más y me voy a la
entrada desde donde me llama Mario, un catracho que es integrante de la guardia del albergue, “llegaron diez
más” me dice mientras veo que un grupo se acomoda en la parte del frente de la capilla para descansar, bajo la
mirada severa de dos mujeres salvadoreñas que se molestan porque justo están ocupando el área que
acababan de limpiar. De nuevo a explicarles las generalidades de la casa y a registrarlos uno por uno.

167
7

8 5y6
9 4

Módulo de comunicaciones [4], ropería [5], cuarto de voluntarios [6], segunda planta [7], capilla [8] y cuarto de capellán [9].

Cuentan que se separaron en dos grupos porque unos no tenían dinero para pagar el transporte de El Ceibo a
Tenosique, que a personas migrantes les puede costar entre 100-300 pesos cuando la tarifa “normal” es de
sesenta. En el grupo venían varios Garífunas, una gran mayoría de hondureños y algunos salvadoreños,
cruzaron todos juntos El Ceibo y ahí fue que se fueron aglomerando. Llegaron cansados, la mayoría con los pies
muy desgastados, llenos de llagas y ampollas abiertas, por lo que fue un día de curación constante en la
enfermería. También vienen tres hondureños de entre 20-24 años que son oriundos de El Progreso y conocidos
de Rosa Nelly, presienta del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso (COFAMIPRO, ver
capítulo 4) pues son de su misma colonia; “ella nos dijo que en cualquier albergue en el que estuviéramos
dijéramos su nombre, que a ella la conocen en todos”.

Uno de ellos viene huyendo de las pandillas, cuenta que lo reclutaron y como no quiso integrarse le dijeron “no
nos hacemos responsables por lo que te pase”, luego de esto fue que decidió salir del país, hace unos diez días.
Llegó hasta Tierra Blanca donde lo detuvo migración y lo deportó a Honduras, ahora volvió a salir hace a penas
un par de días acompañado de los otros dos, no conocía La 72, pero llegó por indicaciones que le dieron en el
camino. Su intención es llegar hasta EUA. Otro muchacho me cuenta que él pasó por México hace unos cuatro
años y logró entrar a Houston, pero “solo estuve catorce días y me deportaron”. Ahora quiere regresar, “pero
esto está muy complicado, la vez pasada iba con coyote y en puro autobús y hotel, pero ahora está perro”, va
sin dinero y sin nadie que le ayude desde “allá” (EUA).

Me tocan el hombro, me volteo y es Melis, un chavo transgénero hondureño que está en el albergue hace ya
varios meses, me muestra un papel y me dice presumido “vengo de migración, me dieron el traslado, me voy
para D.F.”, me llevo las manos a la boca en gesto de asombro y me mira volteando los ojos y me dice “ay ya,
168
¡no hagás drama!”, se da media vuelta y se va a presumirle a Luigi, el voluntario italiano. Al otro lado de la
capilla se escucha el Tío con su voz de trueno que llama “aaa sacaaaaar siiiiillaaaaas y meesaaas, aaa sacaaaaar
siiiiillaaaaas y meesaaas”, las cuales se colocan en [12] el comedor para servir los alimentos. Según la gente que
haya en el albergue esta es una tarea que puede ser expedita y ligera o tardada y pesada, todo depende de si
hay bastantes varones con ánimo de cooperar.

El comedor se ubica justo al final de la vereda de ingreso a la casa, pasando un mural en el que hay un
memorial de Monseñor Romero, justo frente al cuarto de voluntarios; se trata de un espacio de unos 30-35m2
sin divisiones y rodeado de medias paredes, que se utiliza para cada una de las tres comidas diarias así como
para actividades de formación o información, eventos, talleres y capacitaciones. Para cada comida se llevan las
mesas y sillas del comedor que se encuentran en la capilla, y durante el resto del día permanecen guardadas;
cuando nos se utiliza para las actividades mencionadas, el comedor sirve como una suerte de sala de estar, la
circulación por este espacio es prácticamente libre, en las tardes algunos migrantes ven un televisor que se
coloca en horarios restringidos y otros se reúnen para jugar juegos de azar.

13
10 y 11
12

14

Enfermería [10], cuarto de voluntarias [11], comedor [12], cocina [13] y palapas [14].

Al lado del comedor, colindando con el borde derecho del albergue, está [13] la cocina. Es un edificio separado
del primero pero contiguo a este, dividido por una pared interna que separa a la derecha la bodega donde se
guarda la comida no perecedera, y a la izquierda la cocina propiamente, que cuenta con dos pilas, una estufa
de gas y una mesa de trabajo. Se trata de un espacio cerrado al que el ingreso está prohibido excepto para el
equipo de voluntarios y el equipo de cocina. Sin embargo la cocción de los alimentos se hace en un fogón que
se coloca afuera, justo al frente de la entrada de la cocina, como continuando hacia el fondo del albergue.
Inmediatamente a la izquierda de la vereda de ingreso y descendiendo una rampa que pasa al lado del
comedor, está la [10] enfermería, la cual atiende de 9am-11am y de 4pm-7pm y se encuentra equipada con
169
bastantes medicamentos de uso regular en las dolencias o enfermedades que afectan a la población migrante
(irritación en la piel, ampollas en los pies, dolor de cabeza y/o garganta, gastritis, temperatura elevada,
infecciones, virus, entre otras). En el mismo edificio de la clínica pero en cuarto aparte, se encuentra el [11]
cuarto de voluntarias, una habitación con baño privado, dos camas y un camarote.

Justo al lado del comedor están las [14] palapas, un espacio abierto, compuesto por cuatro palapas con
asientos circulares, un espacio muy utilizado por la población y que funciona como lugar de encuentro de
pequeños grupos de personas afines (grupos que transitan juntos, familias, grupos de amigos que se han
formado durante la convivencia, etc.), y que en ocasiones también se utilizan para comer. Las palapas son un
espacio de menor control por parte de las autoridades del albergue y de mayor permeabilidad para la
población, que ejerce una especie de control cotidiano de este, el cual se refuerza cuando el uso de alguna
palapa se da por parte de algún grupo consolidado; la impermeabilidad del espacio, para el caso de las palapas,
se invierte, pues ni los frailes ni los voluntarios suelen pasar mucho tiempo en estas. Entre la propia población
las palapas son un micro espacio codiciado y en constante disputa, pues presenta condiciones adecuadas para
estar: dinámica cerrada de la forma circular, es ideal para actividades diversas (comer, escuchar música, hacer
apuestas y jugar juegos de azar, transar), hay asientos, techo y le da la brisa (cuando la hay), tiene vista a la
cancha (donde frecuentemente se desarrollan juegos de futbol), tiene corriente eléctrica. Se trata de un lugar
preciado, y en este sentido constituye un espacio políticamente cargado, en cuya demarcación, uso y
representación, se despliegan juegos de poder y una importante movilización de recursos (materiales y
simbólicos); aunque no es el único con estos rasgos.

Una vez que las mesas y sillas están colocadas el Tío se ubica cerca de la escaleras del comedor y llama a toda la
población “a formarse”. En dos colas, una de hombres que baja desde la ventana de la cocina y rodea el comedor,
y otra de mujeres que se extiende desde el comedor hasta el cuarto de voluntarios, toda la población espera con
cara aburrida y hambrienta a que el Tío empiece su típica arenga de la mañana: regaña por el “gasto de agua”, el
uso de las duchas fuera de horario141, porque siguen colgando la ropa de los cables y porque dejaron un montón
de platos sucios ocultos en el fondo de la pila, “no puede ser”, dice moviendo la cabeza, “no sé por qué ustedes
no me hacen caso… echémosle ganas, en serio”, luego termina con un “provecho” y el grito de guerra de varios
de los migrantes que llevan ya tiempo en el albergue, “ataca Matías”, es la señal que da inicio a la repartición de
la comida.

El menú está de lujo, arroz blanco y frijoles negros, dieta centroamericana. Dos de los recién llegados piden
más tortillas y se enojan cuando los que entregan la comida se las niegan. Comemos con ganas, el Tío se nos

141 Uno de los principales problemas de infraestructura en el albergue es todo lo relacionado con el agua; si bien es un recurso
abundante en la zona, la presión por el elevando consumo diario tiene consecuencias que van desde el elevado gasto del servicio, hasta
el deterioro de las instalaciones. Una de las reglas en las que se insistía de manera más vehemente por parte de las autoridades del
albergue era el cumplimiento de los horarios para el uso del agua (duchas y lavado de ropa) y el cuido de sus instalaciones; muy
frecuentemente, casi diariamente, se podía escuchar a el Tío regañando a la población antes de cada comida por el excesivo consumo y
el uso fuera de horario. Esto se complicaba pues habían personas que, con o sin complicidad de la guardia, lavaban ropa o ingresaban a
las duchas en horas en las que estaba prohibido. Otro problema era con los excusados, pues por su uso inadecuado y por un problema
en el diseño y construcción de la fosa séptica, eran tapados constantemente o permanecían sucios tanto tiempo que luego eran
inutilizables. En ocasiones había períodos críticos de varios días y hasta semanas en que se interrumpía el uso de duchas y excusados,
por lo que la población tenía que buscar la forma de resolver sus necesidades; lo que se hacía más frecuentemente era ir al monte que
está al frente del albergue, o bañarse ocasionalmente, lo que en un clima como el de Tenosique era un verdadero problema. En una
ocasión, a finales de octubre, un migrante que venía llegando y al que le pedí que pasara a los módulos de registro para tomarle los
datos, me dijo en tono molesto “no me vengo a quedar, solo vine por mi cuñada, porque nos llamó diciendo que ya no aguataba estar
aquí porque dice que no se ha podido bañar en tres días” [Diario de campo, 23-10-14]. Igualmente un grupo de salvadoreños que
llegaron al albergue al día siguiente estuvieron un par de horas y luego decidieron irse, “no nos hemos bañado en varios días y estamos
mojados y sucios, y como aquí no hay agua mejor nos vamos a ir a un hotel con unos centavos que nos quedan” [Diario de campo, 24-
10-14].
170
acerca a Verónica y a mí con cara de pícaro, trae uno de los aguacates que luego esconde en la cocina; mejor
aún, arroz, frijoles ¡y aguacate! Conforme van terminando, cada quien se forma en la fila de las pilas para lavar
sus trastes, Luigi le llama la atención a un señor que puso a su hija a lavar los platos de él y sus hermanos, “no
se preocupe” le dice en respuesta, “a ella no le molesta” insiste el señor, “pero a nosotros sí” replica
contundente Luigi, “aquí en el albergue cada quien tiene que hacerse cargo de sus platos”, luego le quita los
platos a la muchacha y se los da al señor, lo que no le genera nada de gracia.

Población formada alrededor de el comedor antes de la comida. El edificio rojo es la [10] enfermería y el [11] cuarto de voluntarias.

Luego del desayuno, antes de abrir los módulos de servicios, la cosa es un poco calmada. Me acerco al Tío que
está sentado en la cocina tomándose un café con una pieza del pan dulce añejo cortesía del Chedraui local. Se
lamenta de que “la cosa está fea”, los operativos de migración tienen a todo le mundo varado y eso complica la
situación en el albergue, mucha gente, pocas camas y menos comida. “Esperemos que pase pronto el tren” me
dice suspirando y metiéndose a la boca la concha de chocolate. Por ahí van llegando más personas, una pareja
con un niño, dos muchachos de unos quince o dieciséis años, un grupo pequeño de varios jóvenes. Las historias se
repiten, “tenía un taller de soldadura y ya no podía pagar el impuesto de guerra”, “me querían reclutar a mí y a mi
hermano, cuando lo mataron a él fue que ya me vine”, “allá no hay trabajo, y yo quiero construirle la casa a mi
madre…”

Luego del descanso de la comida me voy con Luigi a atender el [4] módulo de comunicaciones, una oficina de unos
5x6 que se divide en dos espacios: una sala más amplia que ocupa casi todo el espacio, y dos locutorios al lado
derecho, uno abierto y el otro cerrado, en el que las personas migrantes que habitan el albergue reciben llamadas
telefónicas142. En comunicaciones la dinámica es movida, Luigi y yo nos vemos obligados a hacer cumplir los
quince minutos de tiempo que cada persona tiene para navegar en internet con precisión y sin excepciones,

142En el locutorio abierto los voluntarios reciben las llamadas, las registran y las pasan al destinatario, que a su vez recibe la
comunicación en el locutorio cerrado. Al lado izquierdo de la sala grande y contra la pared hay dos computadoras en las que se ofrece el
servicio de internet (quince minutos diarios por persona), utilizado con gran demanda para comunicarse con familiares y amigos. Al lado
de las computadoras hay un escritorio que es utilizado por el equipo voluntario, y donde se ofrece un servicio de mensajes de texto a las
personas que vienen llegando al albergue por una única vez; el mensaje es comúnmente utilizado para dar el número del albergue al
que pueden llamar las personas a contactar. El horario de atención del módulo de comunicaciones es de 9am-1pm y de 4pm-6pm.
171
afuera la fila de gente que espera su turno es lo suficientemente grande como para disuadirnos de dar los dos o
tres minutos que casi siempre nos piden. Casi como una cadena de producción en serie la gente va pasando a
ocupar una de las dos computadoras disponibles, la mayoría para “meterse al feis”, mandar mensajes a su familia,
dar los datos de Abril o Verónica, las voluntarias que cobran los envíos de dinero que les mandan familiares y
amigos, o, en el caso de los habitantes que llevan más tiempo en el albergue, enterarse de los chismes de su
comunidad.

Igual ocurre con los mensajes de texto, otro de los servicios que se brindan en este módulo. En fila van pasando
de uno en uno para darnos los datos de la persona a que quieren contactar, casi todos piden que les llamen al
teléfono del albergue por lo que pronto empiezan también a llegar las llamadas y hay que andar gritando por
toda la casa el nombre de la persona que buscan. En su computadora personal, Abril ingresa a la página del
INM para ayudarle a una muchacha hondureña a llenar la solicitud de regularización y así iniciar un trámite que
si logra concluir le permitirá mandar a traer a sus hijos desde San Pedro Sula. El módulo de comunicaciones
irradia y recibe cientos de mensajes y llamadas que circulan durante el día, la gente entra y sale, los chismes e
informaciones fluyen igual que los datos de remesas, consejos sobre rutas, contactos de polleros, nombres de
destinos… minuto a minuto, mensaje a mensaje, bit a bit, se va tejiendo la trama de una compleja red de micro
comunicaciones sobre la que se sostienen las estrategias y trayectorias del tránsito, las múltiples decisiones de
personas, parejas y grupos que se encuentran al inicio de un trayecto que no se sabe hasta dónde llegará.

Al módulo de comunicaciones le sigue la sección de [5] ropería, el espacio donde se almacena y entrega la ropa
y zapatos que son donados al albergue para ofrecerlos a la población migrante; el horario de atención es de 9-
11am y de 4-6pm. Tanto el módulo de comunicaciones como ropería son micro espacios destinados a solventar
dos de las necesidades más acuciantes y frecuentes de la trayectorias migrantes de quienes habitan el albergue
y transitan el territorio migrante, lo que los hace prioritarios y de gran demanda, pero también espacios de
constantes conflictividades y movilización de influencias y recursos.

Afuera se escucha un barullo, veo que el Tío pasa frente a la puerta del módulo en dirección a la entrada del
albergue, con su paso cansado y frágil se dirige a recibir a un grupo de quince personas que acaba de llegar;
todos los voluntarios estamos saturados, los módulos de comunicaciones, enfermería y ropería están hasta el
tope de trabajo y el resto del equipo anda en el centro trayendo la comida, por lo que el Tío no lo duda para
levantarse de su silla y hacerse él mismo cargo del registro de quienes vienen llegando. Poco antes del
almuerzo el trabajo de comunicaciones se descongestiona un poco por lo que voy a ropería, donde desde hace
casi una hora Abril intenta encontrar prendas que les sirvan a quienes vienen llegando; lo que más se necesitan
son zapatos, calcetines, pantalones de hombre, estas prendas se van volando, las mujeres buscan pants, o
blusas frescas, shorts o incluso faldas. Decidimos cerrar el módulo por un par de horas mientras abrimos dos
de las bolsas que trajo fray Tomás hace unos días, para auscultarlas y tratar de encontrar prendas como las que
busca la gente.

Para ese momento la cantidad de población en el albergue es inédita desde mi llegada, aunque no de las más
altas de su historia que ha alcanzado hasta 300 personas según “el Nica”, el jefe de la guardia. A esa hora el
Nica contó 115 hombres, por lo que debe haber alrededor de 150 migrantes incluyendo mujeres y niños. Más
tarde actualizará el reporte y nos dirá que son 148 sin contar mujeres y niños, por lo que la población total
podría haber ascendido hasta casi las doscientas. Al cabo de un rato llega el Tío, se tuvo que echar el registro
de los quince él solito, “vienen agotados los pobres muchachos”, nos cuenta con pesadumbre, “dicen que
migración los estuvo correteando toda la noche y a varios más los asaltaron en Guatemala”. Está preocupado
por el almuerzo, ha llegado mucha gente y no sabemos si alcanzará. “Esta es una estrategia de los de

172
migración”, me dice el Nica un poco en voz baja como informándome de una conspiración oculta, “los frenan y
los frenan y luego nos los dejan venir en bola para que nos saturemos”. Frente a ropería, en el módulo de
enfermería, Irina, la voluntaria polaca, realiza curaciones con ayuda de Esther, una de las hondureñas que lleva
ya un par de meses habitando el albergue, la fila de heridos llega casi hasta la cocina, picaduras de insectos,
ampollas en los pies, rozaduras en la piel, quemaduras de sol, infecciones intestinales, colitis, cefaleas…

Alrededor de las 11:30am vienen llegando Martín y Gerardo, también voluntarios, con las verduras; es tarde
para empezar a preparar el almuerzo y esto preocupa al Tío y al equipo de cocina, que sale al encuentro de los
voluntarios para recibir lo más pronto los insumos y empezar la preparación. Martín nos cuenta que se
demoraron porque les costó conseguir comida, las verdulerías y fruterías que normalmente donan al albergue,
tenían pocas cosas y hubo que rogarles un poco para que nos dieran, “lo bueno es que al final nos dieron de las
verduras buenas”, me dicen sonriendo. Siempre las donaciones son productos pasados, añejos o casi podridos,
pero como no tenían y se les insistió en que teníamos mucha población, al final nos dieron “de la buena”. El
problema es que no es suficiente para las casi doscientas personas que calculamos que habrá a la hora de la
comida. Martín, Luigi y Gerardo se van a ayudar al equipo de cocina a preparar los alimentos, mientras Abril y
yo nos vamos a buscar a algunos de los nuevos para platicar con ellos sobre posibles solicitudes de refugio.

Solicitando refugio. Fotografía propia.

Nos sentamos en una de las palapas con un grupo de cinco, todos varones entre 20-25 años, varios de la misma
comunidad y otros que se les han ido sumando en el camino. Para la mayoría es la primera vez que viajan,
incluso había uno que pensaba que el Usumacinta era el río Bravo y que se encontraba a la puerta del “sueño
americano”. Un poco más animados después del baño, con la música que nos llega del reproductor de un
guanaco que está a dos palapas de la nuestra, nos ponemos a platicar de sus casos. La mayoría huye de las
173
pandillas que intentaban reclutarlos, ya fuera como halconcillos o como mandaderos. “Los mismos con los que
crecí”, nos dice uno, “ahora me amenazan con matarme”. Las opciones son pocas, incluso sus padres que
conocen sobre los peligros del camino por México les ha pedido que se vayan; “a un primo mío lo mataron
hace un mes”, “allá no se puede poner denuncia… es echarse la soga al cuello”.

Abril les habla sobre la COMAR, sus funciones, sus disfunciones y las posibilidades de obtener un refugio. “Les
vamos a ser sinceros”, les dice capturando su atención, “no tenemos muy claro qué es lo que hace que la
COMAR le de refugio a unos y no a otros, hemos tenido casos en los que las amenazas y agresiones era claras y
los ha rechazado, y otras en las que a penas se presentaron pruebas y los aprobaron, entonces es importante
que lo sepan para que no se hagan muchas expectativas”. “El otro problema”, les digo, “es que el trámite
tarda, al menos seis meses, entonces tienen que tener paciencia, porque si dejan de ir a firmar pierden la
solicitud”, “¿pero aquí nos dejan quedarnos?”, “sí, se pueden quedar hasta que les resuelvan”. Lo más
importante, les insistimos, a pesar de que la COMAR es un misterio, es que presenten todas las pruebas
posibles, partes policiales, evidencias de amenazas, testimonios de testigos, mensajes amenazantes, heridas,
todo eso. Es difícil, “salimos corriendo”, nos dicen, “sin tiempo ni de sacar ropa”, menos aún de recopilar
pruebas para convencer a una instancia de que merecen un refugio que de por sí no se sabe con qué criterios
se otorga.

Nos interrumpen los voceos del Tío que llama a todos “aaa formaaarse” para coordinar el aseo del albergue.
Quedamos de continuar luego la plática y nos ponemos a ayudar a “jalar” gente para que participe del trabajo
colectivo. Ya sea con tono autoritario o con voz de ruego, dependiendo del humor y la persona, algunos de las
y los voluntarios vamos recorriendo todo el albergue convocando a la gente a que participe de las labores,
“esta es la casa de todos, entre todos tenemos que cuidarla”, o “a ver levántense de ahí que es hora de limpiar,
ya les dijimos cuando llegaron que el en el aseo tenemos que participar todos”. No falta la persona que
cuestione lo colectivo del trabajo, “pero mire a aquel, nunca hace aseo, solo porque es de la guardia se cree
que es más que el resto”. Supervisar un trabajo que se supone colectivo y voluntario, pero que en la práctica es
selectivo y, en algunos casos, obligado, es una de las tareas más tediosas para el equipo del albergue.

Luego de que se ha realizado el aseo y se han colocado mesas y sillas, vamos de nuevo a formarnos, esta vez
para comer. Pero antes corresponde al Tío realizar, de nuevo, su regaño ritual, en el que se dirige a la población
para ponernos al tanto de las circunstancias más recientes y llamar la atención sobre prácticas que deben
mejorarse. “Estamos llenos”, dice con su voz de trueno, “eso complica mucho las cosas. Ya sabemos que
migración está haciendo mucho operativo y es difícil en estos momentos salir de Tenosique, pero les pedimos
que los que puedan, que vayan agarrando camino”. Otro problema es con los recursos, “pooorfavoooor, se los
pedimos, no se bañen ni laven ropa fuera de los horarios, al que encontremos usando agua fuera de horarios
vamos a tener que pasar por la pena de sacarlo de la casa”. Termina con una oración que lee de su IPad y un
sonoro “provecho”, luego de lo cual varios de los residentes “viejos” gritan “ataca Matías” y empieza la
repartición de alimentos.

Las porciones son escasas, muchas bocas y pocos panes, pero el sazón está bueno y eso ayuda. Además hay otra
muy buena noticia, el equipo de cocina preparó (nes)café, quizás para compensar lo escaso de los alimentos y
“subirle un poco los ánimos a la raza”. El comedor está lleno, varias personas deben comer en las palapas lo que
de por sí es costumbre, y hasta sentados a orillas de la cancha. Efectivamente la comida y el café suben los
ánimos y el ambiente se torna un poco más liviano. Luego de la comida hay que supervisar que se laven bien los
platos, tarea siempre infructuosa, pues no faltan los trastes sumergidos en la pila, ocultos para no cumplir esa

174
tarea. La digestión dura poco, el almuerzo se sirvió a las 2:30pm (con media hora de retraso) y los módulos
vuelven a abrir a las 4pm.

Pero la circulación cotidiana del albergue se interrumpe; alrededor de las tres y media llega fray Tomás, el
director, igual que el Tío religioso franciscano, ambos encargados del albergue. Además de las bolsas de acopio
de ropa que siempre trae consigo, viene con la intención de dirigirse a la población, por lo que nos pide que
reunamos a todo el mundo en el comedor a las 4pm. Ataviado con su hábito, Tomás se sienta frente a un grupo
de unas 150 personas y se dirige a ellas. Primero se refiere al contexto de operativos de migración y asaltos por
parte del crimen organizado en la zona, “tienen que tener cuidado, traten de no estar fuera del albergue a
menos que sea necesario, y si van a agarrar camino, traten de que sea en grupos y viajen de día”. Critica
duramente a las autoridades mexicanas por las agresiones durante las detenciones, pero sobre todo por no ser
consientes de las condiciones de las que huyen las personas migrantes.

Posteriormente se refiere a la desaparición de los cuarenta y tres estudiantes de la normal Isidro Burgos de
Ayotzinapa, con gran elocuencia va articulando la desaparición de los normalistas con los centenares de
desapariciones de migrantes que cada año se dan en el país, acusa a un mismo “estado desaparecedor” e
insiste en tomar conciencia sobre una situación que es más amplia, “estructural”, y a la que todos debemos
contribuir a cambiar. La mayoría escucha atenta, mientras otros solo esperan el momento que termine la
charla para irse a descansar. Al terminar, fray Tomás da un recorrido por el albergue, con su paso firme y
decidido hace sus rondines mientras la va llamando la atención a la gente por diversas razones, inspeccionando
las obras de construcción de en la casa, cerciorándose de que los árboles que sembró hace poco no se hayan
caído por el trajín diario del albergue. Luego se mete en su casa y se queda ahí toda la tarde.

3.1.2 Salir en busca de la bestia.

Sentado en una silla de plástico al lado de la entrada de la casa el Tío se queda dormido con su IPad en el
regazo; como un celador cansado no se inmuta ni con los gritos de los niños ni las pláticas de las señoras, pero
cuando suena repentino el aullido de la bestia, como si fuera su alarma personal, el Tío salta de la silla y grita
casi en canon: “treeeeen, treeeeen”. Me llama apurado y me dice que vaya por todo el albergue anunciando
que llegó el tren, está claro que es la oportunidad de que varios “hagan viaje” y se descongestione un poco la
casa. Cuando el tren pasa de noche, lo cual también es frecuente, es a la guardia a la que le corresponde avisar
a la población.

Treeeeeeeen Fotografía propia.

175
En esta ocasión no es necesario convocar a la gente, los que tienen planes de irse ya desde el primer pitido han
reaccionado, buscan sus mochilas, guardan la ropa que tenían secando en la cancha, le dan los últimos golpes
al cigarro y empiezan a andar. Unas cuarenta personas van al encuentro de la bestia. Los habitantes regulares
del albergue (los que tienen un estadía más prolongada puesto que ha iniciado trámites de solicitud de refugio
o visa humanitaria) se disponen también a salir pero más para curiosear. Fray Aurelio nos dice a Janet y a mí
que vayamos con el objetivo de observar y registrar el comportamiento de las autoridades y denunciar si hay
operativos de migración. Caminamos los doscientos metros que separan a la casa de las vías en menos de cinco
minutos, al llegar ya hay noticias: es de los que “van pa rriba” y “viene despacio”, las condiciones son perfectas.

En torno a las vías el movimiento era evidente: algunos de los establecimientos (abarroterías, comedores,
tienditas) permanecían abiertos y al ver llegar el grupo empezaron a limpiar mesas y ofrecer platillos o
productos, poco a poco empezaron a salir los vecinos que, curiosos, querían ver a los migrantes abordando el
tren en movimiento o algún operativo de las autoridades. Poco a poco empiezan a llegar algunos policías
municipales que toman fotografías o videos y escriben en sus cuadernos los datos del suceso. En ese momento
aún no hay señales del Grupo Beta ni de migración, tampoco se ven los halcones que comúnmente frecuentan
la zona para estar informando a las bandas de asaltantes sobre cuántos migrantes van en la bestia.

176
De inmediato, cuando el silbido del tren suena, como una fuerza de gravedad, las personas se ubican en torno
a él o en su espera, las tiendas de abarrotes venden, los vecinos salen, los migrantes calculan y esperan. Las
dinámicas varían dependiendo de lo que haga el tren, puede ir de pasada de manera lenta, ir de pasada de
manera rápida, o estacionarse. Cuando se estaciona, puede permanecer entre algunos minutos y varias horas,
dependiendo de lo que tengan que hacer los ferrocarrileros (cambiar de carga, recoger nueva carga, dejar
carga, etc.). En esta ocasión el tren se estaciona por completo pues debía enganchar cincuenta vagones y
esperar otros más a que llegaran para llevárselos también. El maquinista, que se bajó a arreglar algunas cosas
de los vagones, nos dijo que iba a estar ahí entre 3-4 horas; mientras esperamos, nos tomamos fotos,
compramos tortillas y queso para “echar taco” y comemos en colectivo.

Al cabo de una hora vemos que empiezan a llegar agentes de migración pero se mantienen a distancia, lo que
tomamos como una señal de que están preparando un operativo más adelante, posiblemente contando la
cantidad de personas en el tren, pues para ese momento ya muchos lo han abordado para garantizarse un
espacio lo más cómodo posible y para no tener que abordarlo en movimiento. Cuando los agentes se retiran,
luego de estar una media hora junto a las vías, tanto el Tío como Martín opinan que es poco probable que haya
operativo de migración en las vías pues “son muy pocos agentes para tanta gente”, “lo más probable”,
aseguran, “es que hagan el operativo más adelante”, por lo que se van en el coche de Tomás a adelantarse al
tren para estar atentos a posibles intervenciones de las autoridades.

177
Al cabo de una hora más el tren enciende motores, la gente da aullidos y los que aún no se habían subido
corren a treparse al lomo de la bestia. Muchas personas lograron irse cuando partió, lo que fue celebrado por
todos, pues nuevamente la gran cantidad de gente que estaba habitando el albergue empezaba a generar
problemas sobre los recursos y el espacio. Mientras la mole de metal cruje y se despide haciendo temblar el
piso, un par de catrachos jóvenes que no estaban habitando el albergue nos pasan a lado corriendo; la parecer
se dieron cuenta tarde de la llegada del tren y ahora, a toda prisa sobre el monte, van a intentar alcanzarlo.

178
De regreso la casa se siente liviana, se disipan el olor a tabaco y el coro barroco de reproductores de sonido
que casi todo el día se la pasan sonando. El sol ya casi cae y se acerca la hora de la cena; esta vez las raciones
serán más bondadosas, y a la hora de dormir, nadie estará encima de nadie. Como sacándole jugo a las últimas
horas del día se arma una breve “cascarita” en [15] la cancha; quizás el espacio de más libre circulación de toda
la casa. Con un balón medio inflado y medio roto, los más jóvenes dan muestra del talento regional. En las
palapas varios hacemos las porras, celebrando con expresiones híbridas, entre chilangas y guanacas, catrachas
y chapinas, despedimos la tarde con goles. Afuera, como si estuviera al tanto de las anotaciones, el tren lanza
un último pitido antes de perderse en la noche.

179
Al rato regresa Pedro, un migrante hondureño que lleva ya varias semanas con su esposa Clara y sus dos hijos
viviendo en La 72. “Me correteó la migra” nos dice divertido mientras nos muestra los ruedos de su pantalón
llenos de mozote, prueba inconfundible de que los había perdido internándose en el monte. Más tarde
regresan también fray Aurelio, Verónica y Martín; este último cuenta que tuvo un enfrentamiento con un
agente de migración, lo cual narra con una gran sonrisa pues evidentemente le divierte la situación, “me pidió
identificación”, y no quise identificarme con él, “entonces me tocó el hombro y ahí sí me le puse al tiro (…) no
tiene por qué tocarme”. Aseguran que el operativo estuvo fuerte, un policía federal agredió a un migrante y el
Tío lo acompañó a poner la denuncia; detuvieron a unas veinte personas, corretearon a la mayoría, y los otros
terminaron regresando al albergue; pero la mayoría logró continuar su camino para arriba lo cual nos alivia.

Se nos hace tarde, el Tío inicia de nuevo su canto de tenor cotidiano, “aaa formaaarse”. Unas cien personas se
forman alrededor del comedor y se reparten las tareas de limpieza. La supervisión del trabajo colectivo es
ahora más liviana, pues hay menos gente e irónicamente se realiza más rápido. En su arenga antes de comer el
Tío casi no emitió regaño, pidió por los que se habían ido para que “dios los acompañe” y por los que
quedamos para que podamos convivir tranquilos y también, más adelante, “continuar nuestro camino”;
escogió una nueva oración de su iPad y la leyó apresuradamente. “Ataca Matías” y a comer; esta vez las
porciones fueron más abundantes y algunas personas hasta se dieron el lujo de repetir.

Cuando pensamos que ya la jornada iba apagándose, vemos llegar a un grupo de cuatro salvadoreños. Luigi y
yo nos ofrecemos para recibirlos y hacer su registro. Uno de ellos nos da la impresión de tener una actitud más
distante del resto, como de mayor autoridad y lejanía, actúa como líder e incluso tiene un poco de apariencia
de pandillero. En la entrevista de registro, otro chavo del grupo le cuenta a Luigi que justamente ese que
detectamos como posible marero les ofreció “llevarlos hasta arriba”, aduciendo que él conocía el camino;
existe una posibilidad de que sea pollero o enganchador pero no podemos estar seguros, por lo que las
recomendaciones que nos hace el Tío es observarlo y tratar de detectar si está enganchando a este grupo o a
otras personas. Finalmente dan las 9pm. Agotados, nos formamos en la cancha; esa noche no hay mucho
ánimo para canciones de alabanza, como es la costumbre cuando hay algún guitarrista entre el grupo, por lo
que después de una breve oración hombres y mujeres se forman en dos largas colas frente a sus módulos, y
uno por uno van pasando, los hombres bajo supervisión de la guardia, para tomar una litera y descansar. El
módulo de hombres y el módulo de mujeres están frente a frente a cada lado de la cancha. El módulo de

180
mujeres es de una planta y tiene capacidad para unas cincuenta personas hacinadas, y unas veinticinco
personas con mayor comodidad; se compone de cuatro habitaciones con ventanas amplias, y dos baños.

16

17
15
18

Cancha [15], módulo de mujeres [16], módulo de hombres [17] y pilas para lavar ropa [18].

Al lado derecho del módulo de hombres visto de frente, está la (19) “casa de fray Tomás”, un espacio bastante
apartado del resto, cercado por dos mallas y al que casi nadie ingresa. Es un edificio en forma triangular, de dos
pisos, el micro espacio más hermético de todo el albergue, al que ni siquiera voluntarios ingresan, de hecho
nunca vi ni siquiera a fray Aurelio entrar en el. Además de cerrado, este edificio presenta una característica
destacada: desde su balcón se puede observar todo el albergue, ofreciendo así una mirada panóptica (Foucault,
Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión 2008).

19

181
Luego de que toda la población se ha acomodado y los módulos están cerrados varios voluntarios nos
encontramos frente a la capilla. A pesar del cansancio parece haber ánimos de platicar un rato, quizás es
necesario despejarnos un poco del trajín de la jornada. Luigi lía un par de cigarros para compartir mientras
Martín va por su reproductor para poner música mientras platicamos. Es imposible no empezar a repasar los
detalles del día, los sustos, los corajes, las torpezas o fallidos (nuestras o de la población) que nos hacen reír. El
Tío se nos acerca con su paso lento y le pide a Luigi que le arme un cigarrito. “Ojalá les vaya bien” dice el Tío al
aire y todos sabemos a lo que se refiere. “Ojalá”, repite Luigi y acompaña al fraile en un largo jalón de humo.

182
1. Oficina de fray Aurelio; Mapa 11.

Micro espacios del albergue


2. Módulos de registro;
19
3. Oficina de fray Tomás; 17

4. Módulo de
comunicaciones;
18
5. Ropería;

6. Cuarto de voluntarios;

7. 2da planta (obra gris);

8. Capilla;

9. Cuarto de capellán; 15 14
10. Enfermería;

11. Cuarto de voluntarias;

12. Comedor;
12
13. Cocina y bodega;
13
10
14. Palapas;
16
11
6
15. Cancha;

9 5
16. Módulo de mujeres;

4
17. Módulo de hombres;
8 3
18. Pilas para lavar;
2
1
19. Casa de Fray Tomás
183
Mapa 12.

Efectos de fronteridad para


Acceso la población migrante “de
totalmente paso” en el albergue.
restringido

Acceso
restringido a
población
migrante

Acceso restringido
según horarios de
uso

Acceso
libre

184
Mapa 13.

Efectos de fronteridad para


Acceso voluntarios y voluntarias.
totalmente
restringido

Acceso
restringido a
población
migrante

Acceso restringido
según horarios de
uso

Acceso
libre

185
Mapa 14.

Efectos de fronteridad para


Acceso integrantes de la guardia.
totalmente
restringido

Acceso
restringido a
población
migrante

Acceso restringido
según horarios de
uso

Acceso
libre

186
Mapa 15.

Efectos de fronteridad para


Acceso el equipo directivo (el libre
totalmente acceso a 19 no aplica para
restringido fray Aurelio, para quien este
espacio se encuentra, como
para el resto de población,
totalmente restringido.

Acceso
restringido a
población
migrante

Acceso restringido
según horarios de
uso

Acceso
libre

187
3.2 Micro políticas del espacio: movilidad y relaciones de poder.

Producir el espacio es gobernar el espacio, y al producirlo nos autoconstituimos como seres en el espacio, lo cual
es lo mismo que decir que, mejor o peor, nos gobernamos. Es ingenuo plantear que el espacio y su producción
puedan estar libres de lo político, como diría Doreen Massey, el espacio social está siempre “abierto a lo político”
(2009, 17); las formas de espacialidad que como seres sociales producimos están constituidas desde su fibra por
relaciones de poder (Sánchez 1979, Lefebvre 1991, Giménez 2001, Allen 2004, Massey 2009). En este sentido,
producir el espacio es disputarlo, intentar controlarlo mediante nuestras prácticas y simbolizaciones y de esta
forma reconfigurarlo como territorio, es decir, como espacio apropiado (Giménez 2001)143. En términos sociales
nuestras prácticas espaciales más elementales, lo más básico que hacemos en el espacio, es movernos. Es así que
podemos conceptualizar el territorio como el producto de formas de “control social del movimiento”, las cuales
implican tanto un “ dominio concreto (…) como [una] apropiación simbólica” de este (Haesbaert 2011, 118).

Hemos dicho ya que el territorio migrante emerge a partir de un conjunto de formas específicas de apropiar y
controlar el espacio, y que estas disputas configuran a su vez un campo de lucha (Bourdieu 1989 y 2000) que es
material y simbólico, local, nacional y transnacional (Jiménez 2010). Dichas formas de apropiación tienen en
común el ser la base de complejos movimientos de circulación, no solo entre países, sino también entre
mercados laborales, comunidades locales, constelaciones jurídicas, discursos (mediáticos, políticos), dinámicas
de intercambio, escenarios institucionales, etc. Es esta compleja maraña de circulaciones la que hace surgir el
territorio migrante. La dimensión política de este proceso, es decir, el conjunto de pugnas y disputas a las que
me refiero, se dan en un campo de lucha que es definido por el enfrentamiento de lo que he llamado fuerzas
de disposicionamiento y fuerzas de agenciamiento.

Se trata de dinámicas de territorialización en diversas escalas y en torno a diferentes objetos cuyo elemento
común es que participan de un conjunto de prácticas de producción de formas de movilidad social articuladas en
torno al fenómeno migratorio, específicamente al estudiado en esta investigación. Pero el territorio migrante se
compone a su vez de arreglos espaciales con dinámicas propias, con sus propias formas internas de circulación e
intercambio y, necesariamente, con sus propias formas de disputar el ejercicio de poder. Las unidades domésticas
de las que se compone una comunidad transnacional, los puntos de anclaje o geosímbolos que van dibujando la
topología de un área fronteriza (puntos de cruce y evasión, retenes, puestos de control, etc.), la línea del tren, el
albergue… son lugares que refieren a micro espacios cuyo movimiento interno y articulación conjunta conforman
el objeto de estudio de esta investigación (el territorio migrante), del cual son sus localizaciones concretas144.

En este acápite me ocuparé de la dimensión política del albergue, de las relaciones de disputa, pugna, tensión y
conflicto, pero también de solidaridad, complicidad, apoyo mutuo y soporte que se dan entre quienes lo habitan
como parte de los procesos de producción y apropiación de su espacialidad, entendida como un “complejo

143 Según Gilberto Giménez se entiende por territorio el espacio apropiado y valorizado por un grupo social para asegurar su
reproducción y la satisfacción de sus necesidades vitales [materiales o simbólicas]. Se trata de un concepto multiescalar que puede ser
aprehendido en diferentes niveles de la escala geográfica (2001, 5). Para un repaso exahustivo de las conceptualizaciones de territorio
desde diferentes disciplinas científicas, cfr. (Haesbaert 2011, 31-83).
144 La escala de la espacialidad tal y como la entiendo en esta investigación no es ontológica sino perspectívica. Es decir, el micro espacio

no es un lugar que existe como tal, sino que es definido así desde una mirada heurística específica. Es por ello que podemos hablar de micro
espacio en relación al albergue dentro del territorio migrante, como también podemos llamar micro espacios a los lugares de los que se
compone este mismo albergue en relación a su conjunto. Por otra parte, la conceptualización en torno a estos lugares como localizaciones
concretas del territorio migrante, permite trazar una línea de articulación entre el marco conceptual de la tesis y su marco
metodológico, específicamente en relación a la estrategia multisitio que se ha propuesto. Los lugares de observación etnográfica que
formaron parte del trabajo de campo, pueden hacerse corresponder, conceptualmente, con localizaciones específicas del territorio
migrante.
188
entramado de relaciones de dominación y subordinación, de solidaridad y cooperación” (Massey 1993, 157). En
último término, las complejas relaciones de poder que constituyen al albergue convergen en un mismo punto: su
configuración como territorio, como espacio urdido desde las prácticas materiales y simbólicas de quienes lo
habitan y hacen uso de él. En este sentido la producción del albergue como espacio social es todo menos
incólume, se fabrica desde interacciones cuya estructura real no se muestra a simple vista (Bourdieu 1989),
disputas en medio de disputas, determinadas a su vez por contextos locales y regionales de control,
securitización, disciplinamiento, explotación y violencia, pero también de simpatía, defensa y comunión. Como ha
señalado Bourdieu,

¿Cómo podríamos aprehender las relaciones objetivas que finalmente son irreductibles a las interacciones en las que se
manifiestan y se hacen visibles? Estas relaciones objetivas son las relaciones entre las posiciones ocupadas en una
particular distribución de recursos que son o podrían llegar a ser activados, efectivizados (…) en la pugna por la
apropiación de bienes escasos cuyo lugar es el universo social (Bourdieu, Social Space and Symbolic Power 1989, 16-
17).

Las relaciones objetivas a las que se refiere Bourdieu serían, en la presente propuesta, justamente las que
surgen a partir del enfrentamiento y arreglo dinámico de las fuerzas de disposición y agencia, cuyos choques
y tensiones se expresan específicamente en torno a la apropiación (simbólica y material) del espacio del
albergue y la movilidad en este. Para nuestro caso, la manifestación “visible”, como dice el autor, de estas
relaciones de fuerzas, son precisamente los juegos de poder que se pueden registrar, describir y analizar
etnográficamente, los diagramas micro políticos (Deleuze 2014, 99-126) que surgen en el plano cotidiano de
las prácticas de habitar el albergue, en torno a espacios próximos y recursos escasos. Son estos los que
intentaré describir en en presente acápite.

Muchos de los discursos sociales que surgen y orbitan en torno experiencias como la de La 72 se mueven en un
registro groseramente binario: o las condenan de manera subrepticia, y desde ahí las atacan y socavan, o las
idealizan elevándolas como punta de lanza de los derechos humanos y la caridad cristiana. Es difícil que sea de
otra forma, hay que entender que dichos discursos son parte, ellos también, de la guerra que se pelea todos los
días por el espacio y por el derecho a usarlo. Y aunque seguramente la investigación académica también se
mueve en ese campo de lucha, y por lo tanto no pueda evadir el tomar consciencia de su posición, tampoco
puede reproducir sin más discursos que muchas veces no salen de un paradigma dual y esencialista.

Es por esto que las descripciones y análisis que se presentan en el texto que sigue, podrían llegar a tener un
impacto en dicha pugna que no necesariamente abonan a la postura personal de quien lo escribe; en otras
palabras, me colocan, como indiqué al inicio del capítulo, en dilemas ético-políticos que son difíciles de
resolver. Frente a esto he optado por la opción de confiar en que, bien formuladas, las críticas a los actores,
colectivos y procesos con los que se tiene simpatía, pueden alimentar más que debilitar los objetivos políticos
comunes. Esto no excluye, sin embargo, que algunas cosas queden sin decir.

El enfoque para el análisis viene dado del uso operativo de conceptos y categorías elaboradas desde la geografía
crítica, principalmente de los autores referenciados algunos párrafos antes, así como de las nociones de “campo”,
“espacio” y “poder simbólico” elaboradas por Bourdieu (1989) y retomadas dentro de los estudios sobre
migración por Cecilia Jiménez (2010). Por otra parte, incorpora las discusiones en torno a la categoría de
“frontera” desarrolladas por la antropología de Michael Kearney, específicamente en sus efectos de poder,
trasladados a la escala de la micro política (Foucault 1979). Lo que intento es dar cuenta del despliegue cotidiano
de las relaciones de poder, autoridad y normatividad involucradas en la producción del albergue en tanto
conjunto de micro espacios políticamente cargados, y su permanente emergencia como (anclaje local del)
territorio migrante.
189
3.2.1 Autoridad, control y la simbiosis del poder

El albergue es dirigido por dos franciscanos miembros de la Provincia “San Felipe de Jesús”. “Religiosos, no
padres ni curas”, les escuché decir varias veces durante mi estancia; creyentes cuya “opción por los pobres” los
había llevado a mantener una vida de servicio y trabajo. Quizás esto sería lo primero que habría que decir de
fray Aurelio Montero y fray Tomás González: trabajan, y esto se refleja en el proyecto de albergue que habían
ido construyendo poco a poco. Pero su trabajo no es el mismo. Esto es lo segundo que habría que decir:
trabajan distinto. Tanto por el hecho de que se ocupan de labores disímiles (por la distinta posición que tienen
en el campo de producción del albergue), sino también porque lo hacen con estilos diferentes y contrastantes.
Estos rasgos conformaban un espectro, un registro dinámico en el que se movía la función directiva,
especialmente en términos de la relación entre ellos pero también en su relación con el resto.

Podríamos describir la dinámica directiva mediante una imagen geométrica (no psicológica) en la que el
proyecto de albergue se desarrollaba al mismo tiempo de forma excéntrica e introvertida; un movimiento de
despliegue sobre una exterioridad (que produce interioridad), y un movimiento de repliegue desde una
interioridad (que se expresa en la exterioridad)145. Por un lado, las tareas vinculadas con un afuera del
albergue, con un territorio contextual que en ocasiones le soportaba y ayudaba, pero en otras le confrontaba y
atacaba; relaciones públicas, vínculos organizacionales, procesos administrativos, jurídicos e institucionales,
comparticiones, eventos, conmemoraciones, protestas, denuncias, agradecimientos, representaciones… En fin,
una amplia gama de tareas en torno a la vinculación con espacios sociales, políticos, organizativos,
comunitarios e institucionales, en los que se jugaban las estrategias de solidaridad y conflicto entre el albergue
y otros actores. Casi un territorio de guerra, definitivamente un campo de lucha, de conflictos, alianzas y
utopías.

Con una personalidad cautivadora y atractiva, un estilo seguro y confiando y un discurso claro y directo, Tomás
se había especializado en ser la “cara pública” del albergue146. Era constante su participación en actividades
organizadas en torno a la “problemática” de la migración, había aparecido en numerosos documentales sobre
el tema, daba frecuentemente declaraciones a los medios de comunicación, organizaba encuentros y
actividades con la población local, establecía redes de apoyo para garantizar donaciones de ropa y comida a la

145 El análisis geométrico de las formas y contenidos en el ejercicio de la autoridad por parte del equipo directivo del albergue se inspira
en el modelo que Massey ha denominado “geometría de poder” (1993, 2009 y 2012). Según la autora (2009), “[l]a idea de «geometrías
de poder», entonces, es simplemente un intento de captar tanto el hecho de que el espacio está imbuido de poder, y el hecho de que el
poder a su vez, tiene siempre una espacialidad” (19), pero implica asimismo el hecho de que el poder es siempre un fenómeno
relacional. Por otra parte, “[e]n sí mismo, el término geometría de poder no implica ninguna forma específica (ninguna geometría
específica). Es un concepto a través del cual se puede analizar el mundo, con el fin de destacar las desigualdades, o deficiencias (...) Es,
en este sentido, un instrumento crítico” (17). Aunque la autora aplica el modelo de análisis a una escala más bien global que micro
política, las premisas del enfoque pueden ser trasladadas (la autora aborda específicamente la cuestión de la “compresión espacio-
temporal” anunciada por Harvey como condición de la posmodernidad (1990)). La geometría de poder exige que el análisis de la
realidad espacial incorpore de manera prioritaria los referentes de los actores involucrados en la producción de dicha realidad y los
efectos de estos en la experiencia vivida del espacio. Género, etnicidad, extracción de clase son algunos de los referentes que
intervienen en el lugar que se ocupa dentro del proceso de producción y experiencia del espacio, referentes que podríamos empatar
conceptualmente con la noción de distinción de Bourdieu (2002) y su análisis de las distancias sociales. Para nuestro caso, los referentes
se concretan en las formas de distinción que particularizan a la función directiva, al equipo de voluntarios y a otros actores que operan
como mediadores en las relaciones de poder dentro de la casa (guardia, delatores, etc.). Estos referentes constituyen la estructura de
poder que está en el trasfondo de los contenidos y estilos que realizan y despliegan en sus formas de ejercer el poder.
146 Fray Tomás tiene formación académica en antropología, lo que junto a otros rasgos le dan un cúmulo de capital simbólico que está

en la base de su distinción y de su geometría de poder.


190
casa, entre muchas otras tareas de proyección y vinculación del albergue con sus contextos. En mi diario
encuentro numerosos registros que dan cuenta de la forma (quizás dialéctica) en que las prolongadas
ausencias de Tomás eran su forma de estar presente en la producción del albergue.

Pero la exterioridad del trabajo con Tomás no solo era “en el D.F.”, también se realizaba en el contexto más
cercano al albergue donde podríamos resumir las labores del fraile en tres líneas: defensa, denuncia y
sensibilización. Cuando estaba en Tenosique y no estaba en el albergue era frecuente que estuviera reunido
con actores sociales y comunitarios, sensibilizándolos sobre lo que viven las personas que atienden, por qué se
van de sus países, las cosas que les ocurre en el tránsito, etc.; todo con el fin disminuir los niveles de
animadversión y hostilidad hacia la población migrante que existían en algunos sectores de la sociedad
tenosiqueña. También era frecuente verlo cerca de las vías del tren, observando la actuación de las autoridades
migratorias y policiales y preparando alguna denuncia en redes sociales o incluso a nivel administrativo, o en la
carretera hacia El Ceibo, por donde transitan y son asaltados, violentados y detenidos miles de migrantes cada
año.

Abril me cuenta que “fray Tomás está demandado por un agente del INM” por algo que sucedió hace unos veinte
días, “veníamos él, Rubén y yo en el coche de Tomás de El Ceibo, y de camino vimos dos migrantes que venían
caminando en dirección a Tenosique, entonces Tomás [como casi siempre hace] se detuvo y les dijo que se subieran,
de camino nos topamos a un carro de INM que nos hizo seña de que nos detuviéramos, Tomás se detuvo, y cuando
el agente lo cuestionó por transportar a los migrantes, Tomás le argumentó que eran defensores de DD.HH. El
agente hizo como a agarrar a uno de los muchachos y bajarlo de la camioneta, entonces Tomás le dijo que no podía
hacer eso e hizo como que arrancaba el coche, pero el agente se agarró al cajón y no se soltó” [Diario de campo, 24 -
10-14]147.

Por otra parte, estaban las tareas vinculadas con el adentro, con el propio territorio del albergue, su devenir
cotidiano, sus normas, sus conflictos, sus inagotables emergentes, sus riesgos, sus peligros. Todas las pequeñas
y grandes decisiones operativas, funcionales, orgánicas, normativas, éticas y administrativas que había que ir
tomando sobre la marcha de una rutina diaria cargada e intensa, en un contexto local más hostil que solidario,
marcado por la corrupción política y la presencia del crimen organizado, y ante una población que fluía
torrencialmente. Pero también una labor de supervisión de una máquina de trabajo que aspiraba a funcionar
de manera colectiva y voluntaria, convocando la participación de todos los habitantes del albergue, pero que
no siempre lo alcanzaba. Este era el ámbito de labores prioritario de fray Aurelio, “El Tío”148.

Entre las 6:45-7:30am se puede ya escuchar al Tío caminando por el albergue, con paso frágil y bastón lento, pero con
un vocerrón de tenor cotidiano, llamando “aaa formaaaarseeeee”, cántico que repite en el mismo tono por todo el
albergue casi como una alarma. Se hace aseo de todo el lugar por alrededor de unos 25-35 minutos, actividad en la que
supuestamente deberían participar todas las personas que habitan el albergue, cosa que no ocurre. Minutos antes de
las 8am suena de nuevo la alarma “aaa formaaaarseeeee”, esta vez para comer [Diario de campo, 16-9-14].

El Tío me grita “¿tú tenías que comprar unas cosas en el centro?”, va para el Chedraui con Martín, el voluntario
tenosiqueño, y me invita a acompañarles. Nos vamos en el coche de “Tín”, primero pasamos por una carnicería en el
centro, cerca del mercado viejo, donde el Tío logra que nos regalen 6 cabezas de puerco con las que se preparará un caldo
que dará para 2 tiempos de comida. Luego vamos al Chedraui “por el pan”, fray Aurelio espera la respuesta de la empresa;

147 Al respecto ver: http://www.proceso.com.mx/386778/agente-del-inm-demanda-al-defensor-de-migrantes-fray-tomas-gonzalez;


http://www.chiapasparalelo.com/noticias/nacional/2014/11/inm-demanda-a-sacerdote-defensor-de-los-derechos-de-migrantes/;
https://www.facebook.com/ilkaolivacorado/posts/584893748305196. Como ha señalado Cook sobre el trabajo de defensa de
derechos de las personas migrantes, “los activistas humanitarios tanto evaden como se acoplan a la ley. Apelan a una ley superior
para eludir los cargos de que están actuando ilegalmente, al tiempo que buscan garantías de que sus acciones se dan dentro de la
ley” (Cook 2011, 561; traducción propia).
148 A diferencia de Tomás, fray Aurelio no tiene formación académica, su personalidad es más bien tímida y cuenta como menos capital

simbólico que Tomás dentro del espacio del albergue; físicamente padece discapacidad en sus piernas y sus ojos, lo que lo vuelve una
figura más tierna e inofensiva que imponente y agresiva, como ocurre en el caso de Tomás.
191
“cuando está la supervisora nos dan, cuando no está es más difícil”. Al rato sale un muchacho con una caja de cartón con
alrededor de 100 piezas de pan dulce añejo, yo me alegro, fray se decepciona. Es poco [Diario de campo, 16-9-14].

Tenemos, entonces, una dinámica directiva que traza una geometría de poder compuesta y complementaria,
extrovertida e introvertida; si estuviéramos frente a una economía doméstica podríamos pensar en roles más
típicamente masculinos y femeninos, uno en el ámbito “público” de la producción y con funciones proveedoras, el
otro en el espacio privado y con funciones más bien reproductivas y de cuido. No obstante, en la
complementariedad operaba asimismo una distinción en el ámbito y alcance de las respectivas geometrías de
poder, lo cual se traducía en diferenciales de poder simbólico a nivel individual: mientras el Tío se movía solo
introvertidamente en relación al albergue, Tomás lo hacía tanto hacia fuera como hacia adentro. Era raro que
fray Aurelio participara en actividades públicas, mediáticas o de incidencia institucional, pero Tomás sí ingresaba
frecuentemente al territorio interno del albergue con gran maniobra y autoridad, especialmente en lo que se
refería al cumplimiento de reglas y normas por parte de la población, así como a los trabajos de infraestructura
y servicios.

Este día regresó Tomás al albergue, estuvo revisando los trabajos en el edificio, lo del tanque séptico y lo de los baños,
se molestó un poco por todo, pues los trabajos de construcción van lentos y lo del tanque séptico y los baños es un
verdadero problema. La presencia de Tomás es muy particular, con su caminar seguro, su voz fuerte, su risa coqueta.
Está claro que no hay en el albergue mayor autoridad que la suya [Diario de campo, 18-10-14].

Aunque frecuentemente operaba la complementariedad en la dinámica directiva, en ocasiones esta


desproporción en el ámbito de las labores generaba un choque entre las acciones directivas cotidianas del Tío y
las acciones directivas ocasionales de Tomás. El poder y la autoridad de Tomás en el albergue era claros, aunque
su presencia era ocasional y esto generaba una tensión: la diferencia en los márgenes de autoridad directiva de
cada uno podía llegar a chocar, confundir e incluso supeditar a la población que debía atenderlas (migrantes y
voluntarios), pues podían tomarse como señales contradictorias e incluso llegar a generar tensiones a lo interno
del propio equipo directivo. Ocurre aquí lo contrario de lo que Allen ha señalado como el efecto de la
“proximidad” en las relaciones de autoridad; según el autor, “las relaciones de autoridad operan a través de la
proximidad y la presencia si es que han de ser del todo efectivas en poner a las personas a raya en el día a día [if
they are to be at all effective in drawing people into line on a day-to-day basis] (…) entre más directa la presencia,
más intenso el impacto” (Allen 2004, 25).

De camino el Tío se queja de Tomás, de que “él solo viene y me regaña, pero no está en el día a día (…) Yo entiendo y no
me molesta que todas las invitaciones sean para él, porque él es estudiado, está más preparado y es bueno hablando, pero
quisiera que cuando venga se incorpore, se entere bien del trabajo que se está haciendo” [Diario de campo, 24-10-14].

Siempre en el ámbito de las labores y mostrando de nuevo una dinámica de complementariedad, habría que
mencionar dos prácticas directivas que eran centrales en la producción del albergue: el regaño ritual y las
actividades de sensibilización, la primera ejecutada por el Tío y las segundas por Tomás, pero ambas dirigidas a
alimentar un trabajo de “formación” ética, política, moral y religiosa, que el proyecto de albergue de La 72 se
había puesto como objetivo. Tanto a nivel de incidencia interna como de impacto hacia fuera (en la comunidad,
en los medios, en las instituciones, etc.) se trataba de un trabajo pastoral no reducido a lo religioso. A diferencia
de algunos albergues de migrantes en México, la opción por los pobres y el trabajo pastoral en La 72 no se
limitaban a la caridad, la comunión y el abrigo, sino que avanzaba hacia proyectos de formación político-religiosa
y ético-moral (respecto de este tema se profundiza en el acápite 3.4.2).

Pero además de los ámbitos de labores, estaban los estilos en el ejercicio del poder y la autoridad, los cuales
incidían también de manera directa en la configuración de la geometría de poder del equipo directivo. En estos
aparecía también una complementariedad funcional, en este caso entre un manera más punitiva y
192
determinante y una más coercitiva y flexible. Como se mencionó en el acápite anterior, el albergue es un
territorio compuesto de micro espacios fronterizados en cuyas dinámicas de cierre/apertura (variables en
función del capital simbólico de quienes los circulan) se juega el acceso a los bienes y servicios que este ofrece.
En esta línea, los estilos directivos incidían directamente en los niveles de fronteridad que se iban dando en torno
a los micro espacios y sus recursos. Estriaban de manera distinta y complementaria el espacio haciendo surgir
diversas formas de territorialización en el albergue, las cuales eran obviamente producto de los ejercicios de
autoridad pero también de las estrategias de circulación y apropiación del espacio que los propios habitantes
iban desarrollando en respuesta a estos.

Ámbitos de labores de la función directiva

Fra
Dimensión excéntrica Dimensión introvertida

- Representación y vocería del - Formación de la población


albergue
- Gestión de recursos de
- Gestión de recursos, apoyos infraestructura y servicios
y alianzas

- Orden y disciplina
- Incidencia político-
institucional

- Supervisión del trabajo


- Denuncia mediática y
colectivo
jurídico – administrativa

- Resolución de conflictos
- Sensibilización de la
población (a nivel nacional y
local-comunitario)
- Acompañamiento en
trámites, denuncias y
solicitudes

193
Fray Aurelio Dimensión introvertida

- Formación de la población

- Gestión de recursos de
infraestructura y servicios

- Orden y disciplina

- Supervisión del trabajo


colectivo

- Resolución de conflictos

- Acompañamiento en
trámites, denuncias y
solicitudes
Me llama la atención la relación de fray Aurelio con fray Tomás, a pesar de que el Tío regaña todos los días a la
población antes de cada comida, es más suave con ellos, casi siempre cede o se hace la vista gorda ante ciertas faltas
específicas, a pesar de que las avienta de manera genérica en sus regaños. A Tomás, en cambio, es muy frecuente verlo
llamando la atención por razones muy específicas, sobre todo ante la regla de no consumo de alcohol, donde es más
punitivo y suele correr del albergue a las personas que lo hacen, mientras el Tío castiga solo si alguien acusa a quien
esté ingiriendo o si él mismo se da cuenta, pero a diferencia de Tomás no los anda buscando [Diario de campo, 19-9-
14]. A la hora de formarnos para dormir unas 250 personas están alrededor de la cancha. Veo que entre los presentes
está Stuart, el garífuna al que Tomás había corrido por su actitud y comportamiento, pero ahora regresó aprovechando
que fray Tomás no está y que el Tío es más blando en esas determinaciones [Diario de campo, 10-10-14].

Los estilos directivos eran determinantes a la hora de configurar y reconfigurar las dinámicas de circulación
dentro de la casa, los movimientos de ingreso/egreso y acceso/rechazo a los espacios y sus recursos dependían
de la proximidad (Allen 2004) de los integrantes del equipo directivo en relación al albergue. En otras palabras,
los niveles de intensidad de fronterización de los micro espacios variaban en función de las diferentes posibles
combinaciones en las geometrías de poder que proyectaban las autoridades de la casa. Ahora bien, de mi
experiencia etnográfica en La 72 puedo decir que en ninguna ocasión la combinación de dichos arreglos
provocó una situación de inestabilidad en la geometría de poder del espacio que atentara directamente contra su
producción. Al contrario, comúnmente se daba una situación de complementariedad funcional en la
configuración de las geometrías de poder que apuntaba al equilibrio en los niveles de intensidad de
fronterización de los micro espacios. En otras palabras, el equilibrio en las labores y estilos directivos prevenía
la prevalencia de dinámicas de cierre y rechazo por encima de las de apertura y acceso o viceversa, evitando
situaciones extremas en las que la circulación de los habitantes y los recursos por los micro espacios hubieran
sido insostenibles.

La complementariedad de las geometrías de poder evitaba una situación en la que las fuerzas en la producción
del albergue y las condiciones de permeabilidad a sus micro espacios se desequilibraran al punto de que la
sociabilidad dentro de la casa fueran demasiado conflictivas. Por ejemplo, y planteado desde la perspectiva de la
población, podríamos decir que las expectativas de que el incumplimiento de una norma o regla implicaría un
castigo (probablemente tener que salir del albergue), eran tan importantes para la producción del espacio
194
como las expectativas de que, en algunos casos, el incumplimiento de una norma o regla sería pasado por alto.
Si la determinación y la rigurosidad se hubieran impuesto sobre la flexibilidad y la excepción, o viceversa, el
espacio del albergue hubiera sido inhabitable.

La relación de los frailes con el equipo voluntario, igual que sus propias tareas y estilos, era diferenciada. La
misma distancia que Tomás imprimía en sus relaciones afectaba este vínculo, volviéndolo quizás más tenso y
autoritario, mientras que la experiencia más cercana y cotidiana que se establecía con el Tío la relajaba y
nivelaba. En ambos casos la relación con el equipo voluntario era de dirección y supervisión, aunque esto
resultaba más claro en el caso de Tomás. Con el Tío se establecían más bien dinámicas de consulta, un diálogo
más diluido en lo cotidiano, aunque también podía adquirir un tono más directivo, sobre todo cuando el
ejercicio de su autoridad se realizaba ante la mirada de la población migrante. En una ocasión, molesto porque
algunas personas habían acumulado muchas prendas de ropería, el Tío, durante su regaño ritual, le llamó la
atención al encargado de ese espacio (a mí), y le dio indicaciones frente a todo el mundo,

el Tío, molesto, avisó que de ahora en adelante solo se iba a dar ropa a quien viniera llegando, y frente a todo el mundo
me dijo directamente, “Sergio, de ahora en adelante no se le da ropa a nadie que no venga llegando, y a los que vengan
llegando les das muda completa” [Diario de campo, 16-10-14].

Mientras en su conducción del trabajo del equipo voluntario el Tío por lo general era más breve, más en
confidencia y en directo, aunque al mismo tiempo más diluido, menos concreto, y más dialógico que
instructivo, Tomás era más claro y concreto. Sin embargo sus formas, de nuevo, eran complementarias; las
reuniones con los directores eran claras y marcaban la pauta, informaban e incluso formaban al equipo
voluntario, lo que luego se traducía en la elaboración conjunta que voluntarios y voluntarias realizaban con la
población migrante de, por ejemplo, estrategias de tránsito y movilidad por la zona.

Nos informan que han habido muchos asaltos a migrantes recientemente en las vías y otros lugares de Tenosique, por lo
que Tomás nos pide precaución y que estemos previniendo a la población y que preferiblemente no salga, “hay que
empezar por recomendarle a la gente que de preferencia se vaya de día (…) en estos momentos la gente está
prácticamente atrapada”. También menciona que se está viendo un cambio en las rutas sobre todo por la disminución en
el uso del tren por los asaltos y los operativos de migración, por lo que nos pide “recomendarle a la gente que si van a
agarrar tren lo hagan después del puente de Boca del Cerro, y que se bajen antes de Palenque, que son los puntos donde
se hacen los operativos” [Diario de campo, 14-10-14].

La situación del contexto y la necesidad de adaptarse a este resaltaban la importancia de guiar a la población
en su toma de decisiones y la conducción de sus estrategias de movilidad; disuadirles, persuadirles, inducirles y
prevenirles sobre lo que estaba ocurriendo, tarea que los directores asumían en los espacios comunes en que
se dirigían a la población, pero que también buscaban transmitir a través del trabajo diario del equipo
voluntario. El asesoramiento y consejo a la población habitante en torno a la construcción de sus estrategias de
tránsito era uno de los servicios que se brindaba en el albergue, y los directores tenían mucha claridad sobre
las circunstancias de securitización del gobierno o de operación del crimen organizado en la zona, por lo que
cumplían una función muy importante en esta línea. Pero sus instrucciones también podían tener que ver con
el uso del albergue y la circulación de los habitantes por sus espacios; en este sentido se evidenciaba una labor
administrativa en la que se establecían pautas para el uso de los recursos y la permeabilidad de los micro
espacios, designando responsabilidades específicas en torno a ello.

“Sobre el tercer género, la solución de espacio que se ha encontrado es que duerman en el comedor y se bañen en los
baños de hombres pero arriba, que es más privado, y en horario distinto al resto”; “Ah y que no se hagan llamadas, el
último recibo vino muy caro, habrá que limitar a diez minutos cada llamada y tratar de hablar con Telmex para que
bloquee las llamadas internacionales y le ponga una clave al teléfono”, además nos pide que sean siempre dos personas
voluntarias las que estén en el módulo de comunicaciones porque el trabajo es pesado y se requiere llevar mucho control
195
de varias cosas; Sobre el agua, comenta que “se van a colocar rejas en las entradas a las regaderas para controlar mejor su
uso, puesto que la gente se está bañando a deshoras”; También pide que se haga que la gente ayude más en el aseo
general, y que no se guarden mochilas en ningún espacio, “que la gente se haga responsable de cuidar sus cosas”; En
relación a farmacia, indica que hay que levantar un inventario de los medicamentos básicos que se hayan acabado, para
conseguirlos, “porque tal vez se puedan intercambiar otros que no se usan tanto, antes de que venzan, con el doctor de
acá” [Diario de campo, 14-10-14].

3.2.2 Producción de las normas y agenciamientos cotidianos de evasión

Como mencioné brevemente en el acápite anterior, tanto el equipo directivo como el equipo voluntario se
movían en torno a lo que podríamos denominar una constelación normativa en función de la cual se ejercía la
autoridad y se regulaban las intensidades de fronteridad de los micro espacios. La podría describir como un
conjunto de reglas, recomendaciones, peticiones, acuerdos, complicidades y excepcionalidades, muchos de los
cuales se reconfiguraban durante la propia experiencia de habitar del espacio, pero que en su mayoría se
encontraban estipuladas en un discurso no escrito y dinámico en el que se arraigaban los marcos de
permisibilidad y prohibición. Recuperando la noción de diferenciación normativa (Rose y Valverde 1998)149,
podríamos decir que más que un conjunto de leyes se trataba de un espectro de normas del que se desprendían
muchas de las pequeñas decisiones que ambos equipos realizaban cotidianamente y que se expresaban como
formas de autoridad hacia la población habitante, administrando, principalmente, las dinámicas de regulación de
apertura/cierre de los micro espacios y, por lo tanto, la circulación de sus recursos.

La constelación normativa en La 72 era una esfera que se iba produciendo junto con el albergue, y por lo tanto
una forma de apropiación simbólica del espacio (Giménez 2001, Haesbaert 2011), una forma de
territorialización mediante la elaboración de pautas sobre las formas correctas e incorrectas, legítimas e
ilegítimas de su uso. Si bien existían principios básicos que fundamentaban las prácticas reguladoras (como por
ejemplo la no discriminación, o prohibiciones sobre el consumo de drogas o sobre la presencia de polleros o
enganchadores en la casa), la enunciación y cumplimiento de normas específicas se iba desplegando y
reforzando caso a caso, dependiendo de las circunstancias y de los capitales de las personas involucradas. No
eran raras ciertas excepciones prohibitivas o permisivas, por lo que las normas eran en sí mismas materia dúctil
que podía aplicarse según diversas consideraciones. Por ejemplo, permitir que una persona permaneciera
conectada a internet más tiempo del permitido para que pudiera concluir un trámite migratorio, o la entrega
de varias prendas de ropa a alguna persona a la que habían asaltado o que se encontraba en condiciones muy
precarias, o permiso para calentar agua en la cocina “para prepararle la leche al bebé”…

Se trataba de una constelación dinámica cuya configuración era dependiente el propio proceso de producción
cotidiano de albergue, aunque anclado a un discurso normativo (enunciado pero no escrito) que servía como
base o guía para la fabricación cotidiana de la norma. En términos más amplios, partiendo del debate sobre el
“pluralismo legal” (Griffith 1986, Engle Merry 1988), estamos frente a una fuente de “control social” distinta
del “unificado y sistemático ordenamiento jerárquico de proposiciones normativas” comúnmente emanado del
estado (Griffith, citado en Falk Moore, 106). No obstante, como ha señalado Falk Moore, aunque se reconozca
que la aglomeración amplia de normas de control social son emanadas tanto del estado como fuera de este,
eso no quita que sea necesario “desagregar” dichos conglomerados, identificar “las fuentes específicas de las

149Rose y Valverde, siguiendo a Foucault (La verdad y las formas jurídicas 1973), distinguen entre ley y norma, planteando que la
segunda se construye socialmente (ampliamente), mientras que la primera resulta de un juego político-institucional oficial.
196
cuales emanan estas normas y mandatos” (Falk Moore 2001, 107; traducción propia)150. Para nuestro caso,
como veremos, aunque la constelación normativa como tal era definida por los actores con mayor capital
simbólico dentro de la casa (directores, voluntarios y voluntarias, e integrantes de la guardia, sobre los que
profundizaré más adelante) su reforzamiento y, en algunas ocasiones, también su complementación, podía ser
alimentada por cualquiera que estuviera involucrado en las prácticas cotidianas de producción del espacio.

En relación a la prestación de bienes y servicios, el cumplimiento de las normas no era problemático; más allá
de las tensiones que podían surgir cuando alguna persona insistía en que se le hiciera algún favor especial o se
hiciera una excepción que le beneficiara, o cuando un tercero se molestaba al percatarse de que a otros se les
habían dado beneficios y no a él, las relaciones se mantenían equilibradas, sin mayores conflictos o
confrontaciones. La autoridad de directores y voluntarios era algo que los habitantes del albergue rara vez
ponían en cuestión y más bien desplegaban estrategias de conversión de capitales (Bourdieu 2000) dirigidas a
ganar complicidad con dicha autoridad. No obstante sí hubo, al menos durante mi estancia, un par de
ocasiones en que las instrucciones o llamadas de atención generaban en la persona una evidente molestia,
irritación e incluso reacciones agresivas y hasta violentas151.

Los llamamientos de atención y las prácticas de control sobre las que se fabricaba cotidianamente la
constelación normativa no solo abordaban actos y conductas en torno al uso y aprovechamiento de los
servicios y horarios que brindaba la casa; en algunos casos traspasaban fronteras más personales y se
adentraban en esferas más íntimas de la conducta, por lo que se proyectaban como mecanismos

150
La autora especifica que “ha emergido una definición ampliada del control reglamentario”, pues este “es ejercitado desde y por
campos sociales múltiples” (Falk Moore 2001, 110; traducción propia).

151 El caso de Stuart es quizás el más extremo, se trata de un joven garífuna de unos veintitrés años que tenía una actitud bastante
confrontativa en sus relaciones personales y era claro que le incomodaba la autoridad tanto de los voluntarios como de los frailes. A
Stuart lo conocí una tarde en que Tomás platicaba sobre la matanza de los 72 en San Fernando, él estaba a mi lado y al terminar la
charla me hizo un comentario mientras señalaba una de las mantas alusivas a la masacre que colgaban de los portones de la entrada al
albergue, “ese que se ve ahí, el de camisa blanca, es mi primo, entre los 72 iban varios familiares míos”. Mi empatía fue inmediata e
iniciamos un plática breve pero amable. Dos días después [22-9-14], temprano antes del desayuno, Stuart le pidió permiso al Tío para
que le permitiera hacer la comida a pesar de que esto iba contra las normas de la casa y de que su ingreso al espacio de cocina
levantaba evidentes molestias en José, el jefe del equipo de alimentación. Pero Stuart insistió, decía que había trabajado como cocinero
en un hotel en Roatán y que no nos íbamos a arrepentir; en efecto, preparó una crema de verduras con varios de los ingredientes
enlatados de la bodega que dejaron a todos chupándose los dedos. La estima hacia Stuart de parte de muchos habitantes del albergue
se vio reforzada luego de ese desayuno, por lo que el hecho de que su participación hubiera infringido las normas pasó desapercibido.
Pero esa misma noche las cosas cambiaron. A la hora de formarse para ir a dormir, uno de los voluntarios le estaba llamando la atención
de varios migrantes que no hacían silencio y no se formaban bien en el círculo, entre ellos estaba Stuart; cuando le llamó la atención a él
directamente se molestó y replicó gritando y dando pasos hacia adelante como buscando enfrentarlo. Al día siguiente, durante una
reunión de coordinación breve entre las y los voluntarios, surgió el tema de “los garífunas”, pues Stuart venía con dos muchachos más
que también empezaron a mantener una relación de confrontación con el equipo de la casa hasta el final de su estadía. Frente a esta
situación Tomás nos indicó que la próxima vez que se pusiera agresivo se lo comunicáramos directamente a él. Al día siguiente,
mientras estábamos varios voluntarios y habitantes, entre ellos algunos niños, jugando damas chinas en la parte de arriba del comedor,
pasó Stuart y dejó un plato sucio en la ventana de la cocina por lo que Janet le llamó la atención pidiéndole que lo lavara; de nuevo
Stuart reaccionó agresivamente, se volvió hacia Janet y le gritó que ella no tenía por qué decirle que hacer, a lo que ella intentó replicar
diciendo que “en esta casa hay reglas…”, pero Stuart la interrumpió, ya no agresivo sino más bien burlesco, diciéndole “tranquila mi amor,
no se me enoje”. Yo intervine diciéndole que si le llamaban la atención debía escuchar y quedarse tranquilo, pero esto desató su furia, se
me abalanzó como queriendo golpearme mientras me gritaba “no se meta que no es con usted”. Todos nos quedamos pasmados hasta que
se fue. Lo hablamos con Tomás y para la noche ya no había señal de Stuart en la casa. Este caso muestra cómo la constelación normativa
podía ser dúctil ante diferentes situaciones. Las molestias del jefe de cocina, que como veremos en el siguiente acápite era uno de los
habitantes con mayor poder simbólico (fuera de los directores y voluntarios), no fueron suficientes para evitar que se pandearan las
normas y se permitiera a Stuart ingresar al micro espacio de cocina; su participación en la elaboración del desayuno, por su parte, le
ganó reconocimiento entre las y los habitantes. Pero el capital que pudo haber ganado con dicho reconocimiento no fue suficiente para
que, ante otra situación de infracción de normas, se le diera la misma dispensa. En este caso su actitud agresiva infringía pautas mucho
menos dúctiles que las del ingreso a la cocina, el irrespeto al equipo de voluntarios simplemente no fue tolerado y provocó que Stuart
tuviera que salir del albergue sin poder volver a ingresar.
197
moralizantes. Por ejemplo, al menos en un par de ocasiones registré intervenciones sobre las prácticas y
conductas de mujeres migrantes en relación a su vida sexual o sus prácticas de crianza por consideradas
inapropiadas. En esta emanación normativa participaban con sus juicios actores variados, desde integrantes
del equipo directivo y voluntario hasta migrantes habitantes de la casa.

Luego del desayuno fray Aurelio y la Hna. Letty hablan con Mariela, la muchacha hondureña de la que ayer hablaba
Martín [voluntario] durante la cena y a la que acusaba de promiscua; parece que la regañan, le dicen que debería estar
más pendiente de sus hijos y que sería bueno que les diera vitaminas y que los lleve al doctor, cosa que me extraña,
pues ambos están bastante bien de peso; me da la impresión de que el regaño en realidad se refieren a otra cosa que
finalmente nunca plantean, su sexualidad [Diario de campo, 17-9-14]. Melis [migrante hondureño] me cuenta que
Mariela se fue del albergue, “está alquilando un cuartito ahí por el malecón”, luego se me acerca al odio y me susurra
en secreto: “y dicen que putea” [Diario de campo, 10-10-14].

Una de las normas en las que más atención ponían los directores era el consumo de drogas y alcohol. Si bien
los cigarrillos estaban permitidos dentro de la casa, a pesar de que resultaban molestos para muchas personas,
el consumo de licor y otras drogas era perseguido y castigado de manera contundente. De nuevo, los
respectivos estilos y geometrías de poder de cada fraile hacían que las medidas de control y punitivas pudieran
variar: mientras Tomás estaba siempre muy pendiente de estas prácticas y en cuanto descubría a alguien
consumiendo de inmediato lo sacaba de la casa, fray Aurelio era menos persecutorio y aunque solía “correr” a
las personas que eran descubiertas haciéndolo, era también frecuente que al poco tiempo les permitiera
reingresar. Arriesgando un poco la categoría, podríamos calificar el estilo de Tomás como emulador de un
aparato de vigilancia y control (Pallito y Heyman 2008) dentro del albergue; ya plantee que su específica
geometría de poder tenía efectos muy claros en la intensificación de la fronteridad de algunos espacios, e
incluso vimos que su propio micro espacio personal era el único hermético a cualquier habitante del albergue.

…veo a un señor que está entre la reja de la casa de Tomás y los baños de abajo del módulo de hombres, está tomando
algo, cuando me acerco me doy cuenta que es alcohol. Le digo a Tomás quien de inmediato resuelve sacarlo del
albergue sin ninguna consideración, por lo que lo hace recoger sus cosas y lo escolta hasta la salida bajo la mirada y
comentarios de todo el mundo. Afuera, el señor me comenta triste que está deprimido porque extraña a sus hijos, a los
que tuvo que dejar solos en El Salvador en su intento por llegar a EUA [Diario de campo, 20-9-14].

Como se indicó anteriormente, la combinación de los estilos directivos generaba cierta sensación de balance en
la geometría de poder y en las percepciones de las y los habitantes, así como en la efectividad de la aplicación
de las normas. Si bien existía un estilo que se sabía implacable y por lo tanto existían fundadas expectativas de
que los castigos por incumplimiento de normas efectivamente se ejecutarían, también habían prácticas
directivas más flexibles y coercitivas que punitivas, por lo que se equilibraban las expectativas abriendo la
posibilidad del indulto y la maleabilidad normativa. Esta complementariedad de estilos permitía un situación de
equilibrio en la que las normas ingresaban al juego estratégico como variable y no ya como constante, por lo
que la constelación normativa se abría a la posibilidad del ilegalismo (Deleuze 2014)152. Era justamente en
torno a diferentes formas de ilegalismo que se jugaba una dimensión estratégica en la producción/ejecución de

152Señala Deleuze sobre este concepto que “en la mayoría de las teorías del poder, el poder es pensado en función de la ley, de la ley
como instancia molar. Y desde entonces, la oposición molar correspondiente es ley/ilegalidad (…) la ley como instancia molar es
definida al nivel de una macrofísica como aquello que suprime o que prohíbe la ilegalidad (…) ¿Qué es para Foucault hacer una
microfísica del poder? (…) se trata de descubrir algo por debajo (…) de la instancia macroscópica y la oposición molar (…) Una relación
diferencial, una complementariedad molecular (…) ya no ilegalidad, sino ilegalismo (…) hay que sustituir la oposición gruesa
ley/ilegalidad por una complementariedad fina (…) ley/ilegalismo (…) al nivel microfísico la ley no se opone a la ilegalidad (…) es una
resultante de los ilegalismos (…) el ilegalismo no es un accidente respecto de la ley (…) si la ley estuviera hecha para prohibir, sería como
mínimo curioso que fracase en este punto, no sería más que la eterna historia de su fracaso (…) ¿Para qué estaría hecha? Para
diferenciar las maneras de eludirla (...) la ley nos indica, incluso con gran complacencia, las maneras de eludirla” (Deleuze 2014, 60-62;
énfasis propio).
198
la norma y sus sorteos, juego a su vez imbricado en el campo de poder de la producción y uso del espacio del
albergue.

Volviendo al tema del consumo de alcohol y drogas, resulta interesante la respuesta de fray Tomás pues era en
estos casos en los que su sanción era más contundente; las razones por las cuales podía llegar a sacar a alguien
del albergue eran, en su mayoría, relacionadas con el consumo de estas sustancias. En estos casos no había
ninguna consideración o atenuante, como sí podía haberlo en otras situaciones (llegar a la casa luego de que
cerraran portones, o lavar ropa fuera de horario, o estar en el módulo de mujeres). Ahora bien, es importante
señalar que en este asunto jugaba un factor que iba más allá de los estilos directivos y las geometrías de poder:
el contexto local y regional en el que se encuentra el albergue exigían mecanismos de control y vigilancia
internos dirigidos a garantizar la seguridad e integridad del espacio y sus habitantes. En este punto, claramente
no significaba lo mismo el consumo de alcohol que infringir una horario. La historia de amenazas y agresiones
que han sufrido directores, voluntarios y el albergue como tal demandan la implementación rigurosa de
protocolos de seguridad que pasan, inevitablemente, por el control de la población albergada y de sus
prácticas153.

De todas formas, esto no excluye el hecho de que el tratamiento a rajatabla sobre el alcoholismo generara
prácticas represivas que estaban, en parte, fundadas sobre una concepción de las adicciones como pecado y no
como una enfermedad producto de las mismas condiciones que llevan a alguien a verse arrinconado en la vida
y tener que migrar. De fondo podría haber una representación ideológica animada por el imaginario religioso
que hacía emerger una postura dogmática que se imponía por encima de las prácticas más móviles, dúctiles o
tácticas en torno a la producción de la norma en la cotidianidad del albergue. En una ocasión [13-10-14] uno de
los habitantes regulares del albergue, Lenin, un catracho de unos veinte años que venía huyendo de su país y
había iniciado el trámite de refugio en Tenosique, fue visto por Tomás bebiendo cerveza en un bar local. Al día
siguiente, cuando regresó a la casa se le prohibió el ingreso y solo lo dejó pasar para que recogiera sus cosas,
aunque intentó evadir el castigo, esto no ocurrió, y en la tarde vimos como Lenin salía con su mochila y lágrimas
en sus ojos154.

Con respecto a la marihuana la práctica normativa era la misma que con el alcohol, con la diferencia de que “la
mota” podía pasar más desapercibida a la mirada y el olfato de las autoridades del albergue, por lo que habían
menos eventos en los que alguien tuviera que dejar el albergue como castigo por haber fumando; pero los
hubo. En una ocasión los frailes hicieron que todos los varones se formaran en una fila frente al módulo antes
de entrar a dormir, y uno por uno fue oliendo su rostro y revisando sus pertenencias para detectar a varios que
habían estado fumando, de lo cual se dio cuenta porque “alguien le dijo”. Cuando finalmente se les detectó
(obviamente eran los últimos en la fila) se les corrió del albergue. Estas prácticas de hacer cumplir la norma (lo

153 Al respecto ver: http://frecuencialibre991.blogspot.mx/2011/09/amenazas -fray-tomas-gonzalez-en.html;


http://www.diariopresente.com.mx/section/tabasco/50806/amenazan -nuevo-activista-72-tenosique/;
http://www.elfinanciero.com.mx/politica/defensores -de-migrantes-son-amenazados-de-muerte-en-tabasco-
ai.html; http://www.somoselmedio.org/2013/03/05/amenazan -a-ruben-figueroa-defensor-de-los-derechos-
humanos-de-los-migrantes; http://www.radiokashana.org/noticias/sujeto -implicado-en-extorsi%C3%B3n-de-
migrantes-amenaza-de-muerte-defensores-activistas; https://zapateando.wordpress.com/2013/03/06/defensor -
de-migrantes-amenazadoruben-figueroa-en-tenosique/; https://www.frontlinedefenders.org/es/case/case-history-
father-tom%C3%A1s-gonz%C3%A1lez; https://www.frontlinedefenders.org/es/case/case-history-rub%C3%A9n-figueroa
154 La reacción de Lenin se debía a que días antes había sido amenazado de muerte por tres pandilleros que operaban cerca de las vías

del tren en la zona, por lo que corría peligro fuera del albergue.
199
que en inglés se denomina enforce) con tanta contundencia reforzaban el poder simbólico del equipo director,
cuya legitimidad venía dada, entonces, por el temor de quedar sometido a sus castigos155.

De manera irónica, la escena de la fila de migrantes esperando a pasar bajo la mirada vigilante de la autoridad
del albergue, no difiere mucho de las escenas que ofrecían las autoridades migratorias en los incontables
retenes dispersos por el territorio migrante (ver acápite 5.1); en ambos casos, la vigilancia y el control
operaban como dispositivos de securitización del espacio (Šulovic 2010) ante lo que se consideraba, desde una
figura de autoridad, una infracción a la norma (Salas 2006). Por otra parte, los mecanismos de control y
vigilancia de los directores y voluntarios se realizaban también a partir de su mirada panóptica en relación al
territorio del albergue, la cual tenía alcance no solo por el lugar específico que ocupaba en la arquitectura de la
casa (ver acápite 3.1), sino porque proyectaban su mirada a partir de la mirada de otros, específicamente del
equipo de la guardia (más adelante se aborda este tema) y de un conjunto de informantes o delatores que, de
manera táctica con el fin de ganar el capital social que se podía obtener de estar en buena relación con las
autoridades del albergue, ocasionalmente informaban sobre quienes incumplían las reglas.

Delatar era una práctica frecuente en la producción normativa en el albergue y específicamente en la ejecución
de los castigos y los mecanismos de control. Por lo menos la mitad de las veces que algún voluntario o
voluntaria llamaba la atención de alguien o acudía a alguno de los frailes en vistas de que la infracción o falta a
la norma solía provocar un castigo, era porque algún otro habitante del albergue había informado sobre el
acto. Gente que tomaba o fumaba a escondidas, parejas que se veían en el cuarto de mujeres, personas que se
robaban prendas de ropería, incluso alguien que hubiera hablado mal de la casa o de algún voluntario o
director, eran delatados por múltiples informantes, algunos más frecuentes que otros, que colectivamente
reforzaban los criterios definidos por los directores y participaban así de la producción de la constelación
normativa de la casa.

La información circulaba no solo como chisme, sino también como capital (Bourdieu 2000) pues formaba parte
de tácticas de vinculación y complicidad por parte de los habitantes-delatores para reforzar lazos con
voluntarios y directores. En otras palabras, esta práctica de delatar casi en secreto a habitantes del albergue
podía llegar a funcionar como un mecanismo de vinculación con personas con mayor autoridad en un sentido
pragmático para la conversión de formas de capital, una información que se brindara hoy podía convertirse en
un favor que se reciprocara mañana. En este sentido, estos flujos de información también podrían entenderse
bajo la dinámica de don-contra don (Mauss 1979), pues fundaban relaciones de compromiso que llegaban a
formar parte de mecanismos colectivos de intercambio y control mutuo.

Esto se puede apreciar también en las percepciones y representaciones que sobre las nociones y prácticas de
norma (o regla), control y orden existían entre la población, sobre todo entre quienes acostumbraban delatar.
“Es que no cooperan, no cuidan las cosas” se quejaba un día un señor hondureño sobre varios de sus
compatriotas que habían estado utilizando las duchas fuera de horario y que él mismo había delatado [16-10-

155Pero el consumo del alcohol o marihuana no fue, durante mi estancia, la única causa para “correr” a alguien, aunque era la
mayoritaria. En varias ocasiones Luigi, el voluntario italiano, estuvo a punto de sacar a un hondureño por su actitud machista, misógina
y homofóbica; eran frecuentes sus burlas, acosos, hostigamientos, amenazas, humillaciones y ofensas y todo el equipo voluntario
estaba ya al tanto de la situación, pero fue Luigi, movido por su propia identidad y sensibilidad de género, el que le dio el ultimátum y lo
sacó.
200
14]. José, jefe de cocina y uno de los delatores más regulares y entusiastas del albergue 156, se refería de esta
forma al trabajo de supervisión de las normas que recaían (mayoritariamente) sobre el equipo voluntario,

Las leyes son leyes y como ellos [los frailes] dicen "la Casa tiene sus propias reglas". Si a ti te dicen “esto y esto no se
permite " y te vale gorro y les das permiso, no te van a respetar a ti ni a la Casa y el problema no se lo van a hacer a
ellos, te lo van a hacer a ti porque a ti te advirtieron que eso no se hacía [José Peraza, jefe del equipo de cocina, 13-11-
14].

Para José las “reglas de la casa” son la palabra de los directores, fuente primaria de la normatividad del
albergue (Falk Moore 2001, 107), pero también reconocía el trabajo de voluntarios y voluntarias en el día a día,
en el momento de reforzar las reglas, aplicarlas, adaptarlas y elaborarlas, en pocas palabras, de fabricar la
norma157; es al equipo voluntario al que le correspondía, principalmente, la fabricación cotidiana de la norma, y
eso es algo que, como reconocía José, se negocia en cada caso. Pero él advierte que lo mejor es no salirse de la
regla pues de lo contrario puede uno mismo meterse en un “problema”. En una ocasión, durante una
entrevista le pregunté a José qué era lo que él consideraba, dada su experiencia, que había “crecido” más del
albergue en los meses que lo había habitado. Entre otras cosas me dijo lo siguiente

En orden no creció mucho porque he visto que siempre es un desorden el que se arma. A veces uno mismo que tiene
cierto poder, uno mismo hace las cosas y otro... dice "si él las hace", si eres un jefe de tal área y haces las cosas,
entonces la gente lo hace, a mi me han dicho "mira aquel, que los guardias aquí..." [13-11-14].

En referencia directa al equipo de la guardia, José daba cuenta de las practicas de ilegalismos dentro del
albergue y cómo podían llegar a reproducirse en medio de una trama fina de complicidades que iban
generando ambientes o circunstancias de excepcionalidad, por mimesis o por complicidad: imitar a algún
integrante de la guardia cuando robaba ropa o se preparaba comida, fumar mota con uno de la guardia y
garantizar así cierta impunidad (sobre esto ahondaré más adelante). De manera implícita hay quizás una
justificación de su propia práctica delatora, la cual por lo además no le era exclusiva. Pero además había en el
imaginario normativo de José consideraciones sobre la propia naturaleza de la población que habitaba el
albergue, una especie de xenofobia asimilada con tonos clasistas que justificaban a priori la necesidad de un
“orden completo”.

Es bien difícil lidiar con gente y yo entiendo a veces cuando fray Aurelio se enoja o fray Tomás, porque está lidiando con
gente de la calle que a veces no tienen pensamientos buenos, es rara la persona que sea cristiana en la casa. Y la
mayoría viene de un mundo bajo, como decimos en Honduras pues, de los más botado, que han usado drogas, andan
todos tatuados (…) los entiendo [a los frailes], no estás dirigiendo un lugar donde tratas con gente que te va a entender,
esta gente no entiende. Entonces es bien difícil llevar un lugar de estos, es bien difícil [13-11-14].

En la perspectiva de José la normatividad del albergue debería apuntar a cierres más drásticos, mayor control
de los recursos y mayor intensidad en la fronterización de los micro espacios. Igualmente se perciben formas
de autorrepresentación por medio de las cuales se distingue (Bourdieu 2002) del resto de la población
generando un particular “sentido del lugar propio” (Goffman 1956 y 1967) que estaría por encima del de los
demás, lo cual estaría enunciado desde su propia situación de poder como “jefe de cocina” dentro del espacio
del albergue:

156 José era un hondureño que se encontraba realizando trámite de refugio, por lo que su estadía en La 72 era más prolongada que la de
la mayoría de migrantes que habitaban el albergue; situaciones similares ocurrían con otros integrantes de equipos de trabajo en el
albergue como la guardia.
157 En este sentido, sugiero que la norma no se fabrica cuando se dicta o estipula, como ocurre con los enunciados performativos

(Austin 1990), sino en cada momento en que se “hace cumplir”. Su fabricación es, por tanto, constante, cotidiana, y no se reduce a su
enunciación, sino que involucra mecanismos de control y refuerzo.
201
aquí lo que hace falta es poner orden completo, por ejemplo no dejar que nadie fume adentro, que nadie escuche música,
cosas que no tienen que hacer dentro, poner orden que "no, aquí no se hace". O sea, imagínate lo que en otras Casas no
hay que aquí sí permitimos, que te dan la oportunidad de que tu llames a tu familiar o le mandes un mensaje, y que ellos
te llamen. Aquí ellos con un mensaje han hecho muchas cosas, te mandan tu dinero y todo eso, y esa gente no entiende,
hasta internet te dan para que te comuniques con tu familia por redes sociales, o sea, cosas que en otro albergue no lo
tienen. Entonces, ahí el lío es que entran, salen, entran, salen y hacen lo que quieren, incluso hasta entran tomados y fray
ni se da cuenta (…) las leyes que ponen aquí no son tan drásticas como en otros albergues donde es un orden
completo [13-11-14].

La noción de “orden completo” apuntaba a producir un albergue configurado desde el límite, aforado de
fronteridad, control y vigilancia. Ya en la cita donde me advertía los riesgos de que como voluntario me “valiera
gorro y le diera permiso a la gente” se muestra un discurso de apego a las reglas y complacencia a la autoridad.
El mecanismo más contundente y efectivo para producir ese “orden” (aunque quizás no “completo” como la
imagina José) era el de “correr” a algún habitante por el incumplimiento de alguna regla, por alguna conducta o
acción. Un mecanismo-castigo que resuelve la infracción con la exclusión, que procura un nuevo límite que es
su versión más extrema: dejar de albergar, sacar el cuerpo, suspender su reconstitución (3.4) y sustraerlo de su
participación en la producción del espacio; un mecanismo que desterritorializa al infractor, al tiempo que
exponía su exclusión como ejemplo de que el castigo existe, que podía llegar a realizarse158. Como en el caso de
Lenin presentado antes, la salida suele caer implacable, inapelable.

Sacar a alguien del albergue no era solo un mecanismo de castigo ejemplarizante, un devenir frontera o una
intensificación de la fronteridad interna de la casa, también era un regulador de dinámicas sin el cual sería muy
difícil, por ejemplo, mantener contenida la presencia y el actuar del crimen organizado en el albergue (3.3.3), o
equilibradas las conductas de la población con respecto al consumo de drogas. Pero era algo más, para el
equipo voluntario era un trabajo de limitación y contención, una labor disciplinaria difícil y tensa, una tarea
pesada y agobiante. Si el enunciado normativo brotaba principalmente de los directores, su cumplimiento y
reforzamiento cotidiano, la fabricación de la norma tal y como la conceptualizamos antes, recaía en el equipo
de voluntarios y voluntarias, un actor colectivo central en la producción y micro política del albergue.

La constelación normativa, aunque difusa y no estipulada, al menos no completamente, de manera


reglamentaria, está conformada por un conjunto no particularmente variable de normas. En algunas ocasiones
algunas normas se refuerzan y aplican con mayor intensidad que otras, pero el conjunto no varía demasiado. Lo
que sí cambia son los mecanismos de poder-autoridad que operan en torno a dicha constelación, cumpliendo la
función de reforzar-hacer cumplir (enforce) ciertas normas específicas. Esto se puede ver en las variaciones que se
dan en función de los estilos de autoridad y ejercicio de poder que se hacen efectivos en el albergue según la
presencia-ausencia de los directores; en otras palabras, los diferentes estilos de autoridad y ejercicio del poder
actualizan de manera distinta la constelación normativa poniendo mayor intensidad en la efectivización de algunas
normas por encima de otras.

3.2.3 El equipo voluntario: intermediar el poder, regular los recursos y controlar la circulación

El equipo voluntario era más fluido y cambiante que el equipo directivo por lo que mi breve mirada sobre un
momento ya de por sí muy específico es en este caso doblemente limitada. Su composición era un proceso
constante, pues sus integrantes estaban (de manera semejante a la población migrante en su paso por la casa)

158 Sobre este punto es muy sugerente la reflexión que realiza Agamben sobre la noción de bando, bandido y abandono en el marco de
la discusión sobre el estado de excepción; cfr. Agamben 2013, específicamente la nota II, pp. 245-251.
202
siempre llegando y yéndose. Por la propia lógica a partir de la cual se daba contenido humano al equipo, mi
experiencia etnográfica de observación participó de lo que en realidad era una dinámica más amplia de formación
del voluntariado y de la cual tuve solo una mirada acotada; este equipo se configuraba a partir de una serie de
arreglos sucesivos, era un grupo de composición variable, un equipo que se-iba-conformando, que emergía y
circulaba a partir de la cambiante correlación de las fuerzas de apoyo, solidaridad, simpatía e interés, que se
movían en torno a la escena de la migración y, sobre todo, de los actores considerados “defensores de DD.HH. de los
migrantes”.

Podría pensarse como una red circulatoria en la que las fuerzas de alianza entre organizaciones iban generando
un movimiento de personas que se comprometían a trabajar por temporadas en el proyecto del albergue. De
manera semejante a como lo hace la población migrante, la población voluntaria, igualmente transnacional,
circulaba por el albergue y al hacerlo participaba de su producción. Religiosos y religiosas, integrantes de
programas de voluntariado, de colectivos políticos, miembros de organizaciones, estudiantes y activistas de
muchos países iban dando forma y contenido a un equipo que, al menos durante mi experiencia, estaba todo el
tiempo cambiando. Los perfiles y procedencias de las y los voluntarios que tuve oportunidad de conocer eran
diversos. En algunos casos se trataba de personas vinculadas a redes de voluntariado de carácter confesional
como Irina, la polaca que durante toda mi estancia se encargó del módulo de enfermería, o Verónica que llegó
por medio de la Hna. Juana (una visitante regular del albergue) pues era cercana a su orden. También personas
que por contactos o conocidos se interesaban en apoyar el proyecto como el caso de Lucía, una italiana amiga de
Luigi, voluntario con quien coincidí casi toda mi estancia, o Mada, una española que llegó por medio de un amigo
y compatriota suyo que había estado en el albergue meses atrás; más adelante ambos regresarían para otra
temporada en la casa. O el caso de Martín, un joven originario de la localidad que desde hacía casi un año
apoyaba durante los fines de semana pues trabajaba en Villahermosa, “el único voluntario de Tenosique”, como
solía decir con orgullo.

También se acercaban muchos estudiantes con el objetivo de realizar trabajo de campo y el compromiso de
sumarse a la labor voluntaria. Por ejemplo Abril, originaria de Veracruz pero residente en Alemania donde
cursaba un doctorado en estudios de migración con el tema del “arraigo en la movilidad”; o el propio Luigi y su
pareja Gerardo, ambos estudiantes de una maestría en Bélgica, también Esteban, un cura jesuita que estuvo
una temporada corta en la que desarrolló observación para su investigación sobre “la industria de la
migración”. Esta particular dinámica, aunque sometía la producción del albergue a condiciones de cierta
inestabilidad y fluidez, también iba dando cuenta de permanencias, modos, estilos, discursos, técnicas de
trabajo del equipo voluntario que se iban generando y heredando a pesar de la variabilidad en sus
composiciones.

La transmisión de conocimientos, técnicas, normas, habilidades, tácticas, argumentos, etc., entre generaciones
de voluntarios y voluntarias iba haciendo surgir una especie de saber-hacer el trabajo que le correspondía a
este equipo, así como una forma de percibir a la población con la que trabajaba. En este sentido podríamos
hablar de un habitus (Bourdieu 2002 y 2007) asociado al trabajo y la práctica del equipo voluntario, un sistema de
percepción-acción del mundo (Sapiro 2007) sobre el que se desplegaba una de las principales fuentes de fuerza
de trabajo en la producción del albergue. Los nuevos voluntarios, principiantes en la compleja trama de labores
y tareas, mañas, tensiones y conflictos que solían surgir en el trabajo cotidiano en el albergue, eran instruidos
por voluntarios veteranos o por los mismos directores, de forma que incorporaban y aprehendían poco a poco
el conjunto de habilidades para realizar su trabajo. Estas formas de transmisión eran las que finalmente ponían
a circular, en un plano temporal, el habitus del equipo voluntario.

203
Este conjunto de permanencias estaba determinado, en buena medida, por lo que el equipo directivo disponía
que se esperaba del equipo voluntario, así como por los bienes y servicios que se brindaban en el albergue, y
las características y dinámicas de sus micro espacios. Por ejemplo, un rasgo constitutivo del trabajo voluntario
era la tensión que surgía entre el equipo y la población habitante en torno a al supervisión diaria del aseo de la
casa; esta hacía surgir estrategias colectivas del equipo dirigidas a garantizar un mínimo suficiente de trabajo
colectivo que permitiera el mantenimiento del espacio, estrategias que además se iban heredando de
generación en generación de voluntarios y voluntarias. O la forma en que se realizaba el registro de personas,
en torno a la que se había ido fabricando un guion imaginario así como un estilo que podía moverse entre la
necesidad de detectar polleros, identificar casos para posibles solicitudes de refugio, canalizar denuncias de
abusos por parte de autoridades, etc., una serie de informaciones que acompasaban momentos específicos de
diálogo, interrogación, contención, consejo y apoyo. En su página de internet, La 72 divide sus áreas de trabajo
en asistencia humanitaria, defensa y promoción de derechos humanos y cambio estructural, sin embargo, a
partir de la propia experiencia etnográfica podrían mencionarse, asimismo, otras áreas de trabajo o conjuntos
de labores: prestación de bienes y servicios, gestión de recursos, administración de micro espacios, supervisión
del trabajo colectivo, resolución de conflictos, asesoría y consejo y aplicación de reglas y normas.

Tomás nos convoca a una reunión al grupo de voluntarios, asistimos Irina, Verónica, Abril, Janet, Luigi, Gerardo y yo.
Fray Tomás nos da su número celular y nos pide que nos distribuyamos las tareas para tener más orden en el trabajo.
Luigi y yo quedamos asignados al módulo de comunicaciones y ropería. Irina y Verónica en enfermería, Janet en los
cobros y registro, y Abril en registro y el apoyo de casos de solicitud de refugio [Diario de campo, 23-9-14].

Aunque la viñeta anterior podría darlo a entender, la distribución del trabajo no era rígida e inamovible. Con
excepción del caso de la voluntaria asignada a enfermería, la mayor parte del tiempo las personas voluntarias
cumplimos varias de estas tareas, generando una relación más dinámica entre los voluntarios y entre estos y la
población habitante, así como una dinámica en alguna medida rotatoria del trabajo, una circulación de tareas
entre el equipo que se iban asumiendo no con criterios de exclusividad, sino más bien de oportunidad o
disponibilidad. Durante mi estancia pude dedicarme con detenimiento a numerosas tareas: registro de
personas, supervisión del módulo de comunicaciones, trabajo en ropería, asesoría en casos de solicitud de
refugio, canalización de denuncias, acompañamiento en accidentes, preparación de la comida, entre muchas
otras.

Comunicarse, por ejemplo, es una de las tareas tácticas básicas que deben realizar las personas migrantes en
tránsito que gestionan su movimiento a partir de redes o puntos de apoyo con familiares o amigos en los países
de origen o, sobre todo, de destino. Estas formas de comunicación permiten a la persona migrante obtener
consejo, asesoría, información estratégica, recursos pecuniarios y emocionales, instrucciones y direcciones,
todo en función de ir desplegando la estrategia migratoria acordada o establecida con esas redes o puntos de
apoyo (Sandoval Forero, Román Reyes y Salas Alfaro 2013). Asimismo permite mantener las relaciones
familiares, como por ejemplo en los casos de madres que han dejado a sus hijos en el país de origen (Musitu
2012, Tuñón Pablos y Rojas Wiesner 2012). Por otra parte, en México la comunicación de personas migrantes
en tránsito es un recurso frecuentemente capturado desde acciones del crimen organizado para extraer valor
de esa comunicación, mayoritariamente a través de extorsiones, por lo que la comunicación en un ambiente
relativamente seguro adquiere un valor aún mayor.

Esto generaba que dentro de la dinámica de prestación del servicio, las relaciones e influencias para acceder a
una mayor cuota del recurso eran frecuentes, especialmente entre la población migrante que manejaba mayor
capital social en sus relaciones con el equipo directivo y, sobre todo, con el equipo voluntario. Era frecuente
que las personas que lograban estar más tiempo conectados a internet o que lograban obtener más llamadas o

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mensajes de texto, eran aquellas con estancias prolongadas en el albergue como solicitantes de refugio,
miembros del la guardia o del equipo de cocina. El módulo de comunicaciones era un micro espacio en el que
constantemente surgían estrategias en torno a la movilización de recursos (Tilly y Tarrow 2006).

Lo valioso de este micro espacio también implicaba que la suspensión o interrupción del servicio de
comunicaciones afectaba significativamente las dinámicas de circulación y movilidad (de recursos y personas)
dentro del albergue. Por ejemplo, el no poder comunicarse a EUA se traducía en no poder gestionar recursos
monetarios, lo que a su vez implicaba no poder continuar el tránsito y esto impactaba en el estancamiento de
población dentro de la casa con la consecuente presión sobre los recursos y el espacio. Otro ejemplo, la
incomunicación impactaba los estados emocionales y anímicos de cierta parte de la población migrante que no
lograba comunicarse con sus familiares, lo cual se traducía en desmoralización, estrés, tensiones, emergencia de
conflictos, etc.

Módulo de comunicaciones. Fotografías propias.

Supervisar el módulo de comunicaciones era sin duda una de las tareas más pesadas del albergue para el
equipo voluntario. requería habilidad para el “multitask” y un alto grado de paciencia; las tareas básicas eran:
1. Supervisar el uso de internet (15 minutos por persona al día, los más común es que consulten Facebook; está
prohibido ver imágenes o videos); 2. Enviar mensajes de texto (ya sea a EE.UU. o a CA, indicando el número de
teléfono fijo del albergue para que les llamaran; 3. Recibir llamadas al teléfono fijo, salir a gritar el nombre de
la persona a quien llamaban y establecer la comunicación. Las tres tareas llevaban un registro. En un día
normal, el módulo estaba siempre lleno. La mayor parte de la población solicitaba el servicio de
comunicaciones para ingresar a Facebook, plataforma que era utilizada sobre todo para mantener contacto
con familiares, tanto en CA como en EUA, coordinar envíos de dinero, informar sobre sus actividades, etc.

En una ocasión estuve buena parte de la mañana tratando de ayudar a un muchacho hondureño a comunicarse
con su novia en Honduras para que ella llamara al familiar que él tiene en EUA y le diera los datos
proporcionados por el albergue para el envíe dinero. El muchacho se veía bien desesperado, incluso me pidió
varios mensajes extra para comunicarse con ella y pedirle que llamara al número del albergue. Realmente este
micro espacio era un punto central en el trazado de estrategias migratorias, así como en el agenciamiento de
las trayectorias de movilidad y la gestión de los recursos necesarios para realizarlas.

Hoy por fin se reestableció el internet, por lo que desde temprano el módulo de comunicaciones está a reventar y la
lista de espera para utilizar las computadoras se hace extensísima. Ahí conozco a Salvador, hondureño que llegó el día
anterior y que por medio del Facebook se comunicó con conocidos que tiene en Monterrey. “Me voy para Monterrey”,
dice contento cuando termina su tiempo en la computadora, “es que cuando yo estuve allá la vez pasada me quedé
205
mucho tiempo trabajando con una familia, y ahora la mamá de la muchacha me dice por el feis que por qué no me voy
de un solo para allá, que migración no está molestando. Yo les conté aquí la situación como está, pero dicen que allá
migración no hay, porque eso está bien arriba”, me dice alegre mientras da una palmada celebratoria y se despide
agradecido [Diario de campo, 22-9-14] (…) Roger, uno de los que están en el “feis”, me enseña en la pantalla la foto de
su hija y exclama “¡como le palpita el corazón a uno cuando habla con la familia!” [Diario de campo, 22-9-14].

En relación al servicio de ropería, la norma en La 72 establecía que se ofrecía vestido solamente a las personas
que venían llegando, no obstante la dinámica del flujo de estos recursos era más compleja que la norma. El
caso de ropería era uno donde operaban frecuentemente mecanismos y estrategias para movilizar capital
social entre la población migrante y el equipo voluntario y directivo, con el fin de obtener los recursos.
Asimismo, presentaba una economía de necesidades diferenciada: así como había casos de personas con una
necesidad crítica de abrigo o calzado, especialmente entre la población más precarizada y/o la más efímera
dentro del albergue, también estaban aquellos en los que la solicitud de ropa respondía a necesidades más
bien estéticas o de confortabilidad, sobre todo en la población que permanecía más tiempo en la casa. La
persona migrante que va en un tránsito acelerado y continuo se desplaza ligera de equipaje, su ritmo de
movilidad es acelerado por lo que la necesidad de abrigo se vincula más con las cualidades de la prenda en
función de las condiciones del camino que van surgiendo en su trayectoria; en Tenosique se buscarán
pantalones largos pero frescos, playeras, medias y gorras, mientras que más al norte se buscará un abrigo, un
pantalón de mezclilla, una bufanda, etc. Entre la población que habitaba la casa por períodos más prolongados,
las capacidades y necesidades de acumulación aumentaban, al tiempo que se complejizan los criterios estéticos
para la selección de una prenda. Esto implicaba, además, que la norma de que se entrega ropa un única vez no
se cumple en todos los casos, como veremos más adelante.

El servicio de enfermería, por su parte, era uno de los más esporádicos y al mismo tiempo uno de los más
necesarios; la demanda de este servicio se movía en función del flujo de llegadas de población al albergue.
Situaciones en las que durante toda una semana estaban llegando constantemente grupos de 2, 3, 5 y hasta 10
y más personas, se volvían intensas para la voluntaria encargada de este servicio, que muchas veces debía
pedir apoyo: picaduras de animales, irritaciones graves de la piel, ampollas en los pies, infecciones respiratorias
o intestinales, eran el tipo de dolencias que debían ser atendidas. Pero fuera de estos casos, el trabajo de
enfermería era lento y breve, las curaciones eran simples y la atención se limitaba a la entrega de algún
medicamento o ungüento. El apoyo de la clínica móvil de la cruz roja, que atendía frente al albergue al menos
dos veces por semana de 10am-1pm descongestionaba también el trabajo de la enfermería (en el acápite 3.4
se aborda más profundamente la labor de “curar el cuerpo migrante”).

El envío de dinero por parte de familiares o amigos, tanto desde EUA como desde los países de origen, era uno de
los mecanismos más comunes para agenciar el desplazamiento migratorio, por lo que canalizar estos recursos era
siempre una necesidad imperiosa de quienes transitan el territorio migrante. En México, igual que en CA, el envío
de dinero es un gran negocio; si se contrasta un mapa que muestre la ubicación en el territorio nacional de las
sedes de bancos o sucursales de empresas de envío de dinero con las rutas migratorias, se verá una clara
coincidencia (Casillas 2006). Pero no todas las personas migrantes estaban en condiciones de hacer los cobros,
pues legalmente es indispensable mostrar el pasaporte, e ir al centro representa un riesgo de detención por parte
del INM.

Es por esto que el albergue ofrecía un servicio de cobro de dinero. Funcionaba a partir de un mecanismo según
el cual la persona a la que se le enviaba el recurso debía proporcionar al remitente los datos de un tercero o
tercera, casi siempre un integrante del equipo voluntario, a cuyo nombre se hacía el envío. Como en el caso del
servicio de comunicaciones o el de asesoría, las necesidades de recurso pecuniario marcaban un ritmo

206
constante en la prestación de este servicio; en un día promedio la persona encargada de este servicio debía
viajar al menos dos veces al centro de Tenosique para visitar el Banco Azteca o el Elektra y realizar los cobros,
cuyo monto podía variar entre MX$5.000-10.000 diarios. Esto también se traducía en una asunción de riesgos
por parte del equipo voluntario, pues por la sistematicidad con se cumplía este servicio y los escasos sitios para
sacar el dinero, era bastante fácil identificar los patrones de cobro en caso de un eventual robo.

Por otra parte, el acompañamiento en casos de solicitud de refugio, visa humanitaria, procesos de
regularización y en denuncias de abusos o delitos cometidos contra personas migrantes habitantes del
albergue, era asumido formal e institucionalmente por los frailes, especialmente por Tomás. Al menos tres
veces durante mi estancia lo vi atender a las personas que se acercaban a su oficina para asesorarles en sus
decisiones. Pero el ritmo de trabajo del director y lo cambiante de la población hacían que fuera difícil para una
persona seguir todos los procesos. Por esta razón, el grueso del trabajo de asesoría y consejo en los procesos
de toma de decisiones de los individuos, parejas, grupos y familias que pasaban por el albergue era una función
de casi todo el equipo (frailes y voluntariado). Se trataba de un soporte humano frente a la disyuntiva, así como
un aporte de información y criterios tácticos para decidir tanto sobre rutas, medios y destinos del tránsito,
como sobre la propia continuidad o no del mismo y los medios y procesos para regresar al país de origen o
buscar opciones de estancia en México. Implicaba desde la plática y el consejo en torno a las circunstancias
personales o familiares del tránsito, hasta el acompañamiento en procesos burocráticos; era un conjunto de
micro acciones que en algunos casos devenían en acompañamientos prolongados donde incluso se iban
generando complicidades mayores y vínculos afectivos, pero que la mayor parte del tiempo eran un agregado
de breves momentos de consejería y asesoría, pequeños aportes de información e incluso preguntas que se
devolvían en respuesta a dudas y consultas que fluían de manera casi permanente entre los migrantes
habitantes del albergue y el equipo voluntario y directivo.

La gestión de recursos era otra área importante de trabajo: alimentos, medicamentos, agua, conexión a
internet, ropa, entre otros. Administrar los micro espacios permitía conocer mejor las necesidades y de esta
forma participar de la gestión de los recursos que respondieran a estas. En época de lluvia la necesidad de
calcetines era mayor que en época seca, por lo que se volvían prioridad en ropería; aunque era difícil acoplar
estas necesidades con lo que ingresaba por donaciones de acopios, se hacía lo posible por cubrir la necesidad
con los recursos disponibles. Si había mucha población en un momento determinado, las gestiones para
conseguir “las verduras” y otros insumos alimenticios debían redoblarse, y esas tareas recaían en parte en el
equipo voluntario.

La administración de las dinámicas de cierre y apertura de los micro espacios venía dada justamente de las
tareas de prestación de servicios y de gestión de recursos, el control sobre el movimiento de la población, la
conducción de sus trayectorias por los espacios de acceso a bienes y servicios cristalizaban en una
territorialización propia del albergue, de sus fronteras internas, de sus criterios de separación y conjunción, de
los cierres rutinarios y las aperturas excepcionales, de las cuotas de acceso, etc. Como vimos en los mapas del
acápite anterior, la circulación de la población habitante no era libre, el albergue era un territorio estriado,
cargado de fronteridad, y la administración de estos límites correspondía en buena medida al equipo
voluntario. Teníamos las llaves, hacíamos cumplir los horarios, los tiempos límites, la cantidad de prendas. Y
con la prerrogativa de estriar el espacio venía también la de alisarlo, abrir el módulo de comunicaciones fuera
de horario, dejar ingresar a alguien a la cocina para algo específico, regalar una prenda a alguien con quien se
tenía un vínculo o sobre cuya necesidad se tenían una particular atención, dejar entrar a una persona a la casa
después de la hora de cierre…

207
Planeando la ruta. Fotografía propia.

208
Me levanto a las 7:30 y ya la gente está haciendo aseo. Se desayunan las lentejas que tanto disgustan a los hondureños.
Abril, Janet y yo nos ponemos a asear la oficina de fray Aurelio, sacamos basura, ordenamos materiales, y hacemos, a
solicitud de Tomás, un inventario de las llaves de todo el albergue, excepto las de la casa de Tomás y las de la bomba de
agua, las cuales él las maneja de manera exclusiva. Luego de esto Janet y Verónica se van con Tomás al centro a traer la
verdura y a cobrar el dinero que le han enviado a algunas personas y Abril y yo nos encargamos del módulo de
comunicaciones donde ya no espera una cola de gente para hacer uso de la internet [Diario de campo, 24-9-14].

La supervisión del trabajo colectivo consistía en los actos conductivos y en ocasiones coercitivos que se
ejecutaban para garantizar que se realizaran las tareas necesarias para el aseo y mantenimiento del albergue y
que se hicieran de la manera más proporcionada posible. Estas tareas se realizaban antes de cada comida cuando
se llamaba a la población a “formarse”: se hacían dos filas alrededor del comedor, una de hombres y la otra de
mujeres y niños, y luego del “regaño ritual” del Tío se pasaba al trabajo colectivo. Cada persona debía participar
de alguna de las tareas de mantenimiento del albergue: recoger y sacar la basura, barrer y trapear los espacios
comunes (prácticamente todos con excepción de la casa de Tomás, el cuarto del capellán y el cuarto de
voluntarios), buscar leña, lavar ollas, lavar los baños, chapear, entre otras. Pero según mi experiencia, el trabajo
“voluntario” solo en algunos casos lo era; la mayoría de las veces la disposición a participar de este era baja o
nula, y constantemente surgían estrategias dirigidas a eludir las responsabilidades asignadas, las cuales eran más
efectivas entre la población que tenía con ciertos recursos de poder, como los integrantes de la guardia o el
equipo de cocina. Entre el resto de la población las estrategias eran más pedestres e iban desde calcular la hora
del trabajo para salir del albergue, esconderse de la supervisión, fingir que se realizaban las tareas o hacerlas
apresuradamente, entre otras.

Como no está el Tío nos corresponde a las y los voluntarios organizar a la población para que se pongan a hacer aseo
antes de formarse para comer. Es una situación incómoda porque significa ir por todo el albergue llamando a la gente a
formarse para distribuir los espacios que deben limpiar, y esto implica dos situaciones potencialmente tensas: primero,
insistirle a la gente que no atiende el llamado y se queda por ahí platicando o haciendo otras cosas; segundo, lidiar con
la gente que llega a reclamarle a uno que hay personas que no hacen aseo [Diario de campo, 24-9-14].

La técnica de supervisión del Tío era muy efectiva, con su voz de trueno y su andar lento iba recorriendo todo
el albergue gritando “hay que hacer aseo”, poniendo a trabajar a la gente que estaba evadiendo y delegando
tareas que quedaban por realizar. Normalmente el equipo voluntario lo apoyaba en esta supervisión. Pero en
las ocasiones que no estaba presente el fraile parecía disminuir el efecto de autoridad del equipo voluntario
que tenía que estar entonces más pendiente de la realización de las tareas. En estos casos, algo interesante era
que podía emerger mecanismos compensatorios, actos de auto regulación de la población habitante, sobre
todo de aquella con más tiempo en la casa, y que parecían haber interiorizado la figura de autoridad y el
sentido de pertinencia del trabajo colectivo, y justo en los momentos en que la autoridad central (el Tío) no
estaba presente asumían la labor de apoyo en la supervisión.

Los conflictos y tensiones entre la población eran emergentes constantes en la cotidianidad del albergue, y el
equipo de voluntarios era el primer y más inmediato mecanismo de contención. Aunque rara vez tomaban
forma violenta, la resolución de conflictos consumía buena parte de una jornada de trabajo de un voluntario o
voluntaria, así como de sus energías. Se trataba de una labor que funcionaba como reguladora de las relaciones
entre la población habitante, recibía las descargas de tensión y las canalizaba, o pretende hacerlo, de forma
que no se intensificaran. Al hacerlo, el equipo voluntario se enfrentaba no solo a las diferencias o problemas
entre la población, sino al propio despliegue estratégico de algunos habitantes que buscaban justamente la
consecución de algún recurso y por esta razón entraban en tensión con alguna otra persona (el caso más
frecuente era el de los integrantes de la guardia).

209
Por último, el trabajo del equipo voluntario estaba también en parte animado por la aspiración o intención de
hacer cumplir el marco reglamentario de la casa, por lo que su trabajo se encontraba atravesado por una
mirada específica: había prácticas que se consideraban inadecuadas y los integrantes del equipo voluntario
tenían la autoridad para señalarlas y incluso corregirlas. Pero estas prácticas de aplicación de la norma iban
tomando forma en torno a cada persona y situación y estaban condicionadas por una constelación normativa
dinámica y emergente más que por un marco rígido y monolítico. En ocasiones emergían tensiones producto
de deferencias de criterios en torno al trabajo, especialmente por el trato hacia la población o por la forma en
que se administraba la permeabilidad a ciertos espacios así como el acceso a ciertos servicios. Evidentemente
diferentes personalidades se relacionaban de manera distinta con las y los migrantes habitantes del albergue y
esto no generaba mayores problemas, pero no faltaron sucesos en los que el trato de algún voluntario a una
persona generaba molestias en el resto del equipo.

Gerardo, dos migrantes mujeres y yo nos ponemos a ordenar la ropa (…) Logramos ordenar bastante, pero durante el
trabajo Gerardo estuvo serio y grosero, incluso le habló muy mal a Clara que llegó a pedir un prenda, y tuve que pedirle
que no le hablara así [Diario de campo, 11-9-14]. Hubo una pequeña discusión con Luigi porque puso a un migrante a
recibir las llamadas mientras él enviaba los mensajes de texto desde afuera del módulo de comunicaciones. Yo
personalmente le dije que no me parecía, quizás en un tono inadecuado y lo discutimos confrontándonos un poco. Luego
lo platicamos para limar asperezas. Creo que la tensión y carga de trabajo me están afectando [Diario de campo, 24-10-
14].

En ocasiones se suscitaban diferencias de criterio en torno a la necesidad o pertinencia de sacar a alguien de la


casa por alguna conducta, acción o comportamiento; mientras algún voluntario pensaba que debía recurrirse a
los directores para “correr” a la persona, otros podían ser del criterio de darle una segunda oportunidad. O se
daban diferencias en torno a la decisión de permitirle a alguien bañarse o lavar ropa fuera de horario, lo que
ponía en evidencia la diferencia de términos en que podía estar la relación de algún voluntario con un
habitante específico en contraste con la de otro. En este sentido, la producción de la norma en el albergue
estaba arraigada en las relaciones entre las personas que habían garantizar su cumplimiento, y cambiaba con
estas.

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Tomando unas cervezas con Luigi y Gerardo. Fotografía propia.

Pero la principal causa de conflictos entre el equipo eran las diferencias de intensidades en el trabajo.
Siendo quizás un poco reduccionista, podría hablarse de perfiles más intensos y perfiles más tenues en
términos de el modo en que las y los integrantes del equipo asumían la carga de trabajo. La diferencia
tenía mucho que ver con las tareas y espacios de los que estaba encargada cada persona, pero sobre todo
con la actitud con que se enfrentaba a la dinámica del albergue. Luigi, por ejemplo, empezaba a trabajar
desde las 7am y terminaba casi a las 11pm, atendiendo sus tareas (por ejemplo administrando el módulo
de comunicaciones) pero también pendiente de los cuantiosos emergentes que surgían en cualquier día
promedio de trabajo e involucrándose incluso con labores que no le correspondían pero que por ausencia
o negligencia de otra persona quedaban desatendidos. Irina, en contraste, limitaba sus tareas al módulo
que se le había asignado (enfermería) y a los horarios establecidos, sin dar servicio fuera de estos ni
involucrarse en tareas que no le correspondían.

Me encuentro a Irina quien mientras me entrega las llaves de la farmacia me dice “hoy no trabajo, avisé hace dos días
(…) Verónica va a la iglesia todo el día”, por lo que me deja las llaves de enfermería por cualquier emergencia [Diario de
campo, 26-10-14]. Platico con Luigi, quien se ve ofuscado y molesto con Verónica e Irina, dice que “no mueven el culo,
solo se la pasan en la enfermería platicando y no ayudan a nada que esté fuera de ese trabajo”, por lo que las tareas
recaen sobre él. Me cuenta que ayer lo planteó en reunión con los frailes pero Irina fue clara en que su trabajo se limita
a la enfermería y además en el horario establecido, por lo que fuera de los horarios de atención ella aprovechará su
tiempo libre. En general me da la impresión de que todo el grupo de voluntarios está cansado, aunque claramente hay
una desproporción en el trabajo, y en este sentido Irina es la que más tajantemente ha marcado sus límites, pero
contradictoriamente es la que menos problemas tendrá con fray Tomás [Diario de campo, 10-10-14]. Luigi decidió que
empezará a trabajar por turnos, “y ya no pienso trabajar más que eso”, me dice con cara de cansancio; se ve
desgastado y anda enfermo, dice que el cansancio ya es demasiado, “estoy muy enfermo, creo que estoy somatizando
el estrés del albergue” [Diario de campo, 17-11-14]. Después de la reunión Luigi y Gerardo se van al D.F. por unos días.

211
“Necesito descansar”, me dice Luigi ojeroso y pálido, con tono un poco desesperado, “y trabajar en mi investigación, no
he podido trabajar nada” [Diario de campo, 14-10-14].

Otro caso extremo era el de Abril, quien al igual que Luigi terminó descuidando bastante su agenda académica
por la intensidad con que asumió muchos de los casos de asesoría que acompañó, así como las tareas
cotidianas de albergue. A diferencia de el resto del equipo, Abril estaba en Tenosique con su esposo, Renato, y
su hija bebé, por lo que sus condiciones de vida cotidiana era aún más pesadas que para los demás. Pero
además, el fuerte vínculo que establecía con las personas habitantes del albergue se traducía en un
acompañamiento casi permanente de sus procesos (de refugio, regularización, etc.), pero también de sus
circunstancias personales, lo cual hacía que en varias ocasiones fuera más allá de lo que le exigían sus tareas,
incluso asumiendo riesgos personales por el acompañamiento que daba.

Renato, el esposo de Abril, va el lunes para el D.F. con Clara y sus niños para hacer el trámite del pasaporte de Clara en
la embajada norteamericana y sacar también los de los niños. El viaje es arriesgado, puesto que ninguno está
documentado en el país, por lo que si detienen a Pedro podrían acusarlo de tráfico de personas. Abril y él tomaron la
decisión de ayudarles con esto puesto que se han ido involucrando cada vez más con ellos, agarrándoles cariño y
apoyándolos y asesorándolos en sus trámites y decisiones [Diario de campo, 12-9-14]. Fui al centro con Abril, ella a
cobrar las remesas y yo a la lavandería y a comprar algunas cosas para mi gripe. Abril cobró en total MX$10.000, para
varias personas, me comenta que le empieza a parecer peligroso cobrar [Diario de campo, 20-10-14].

Las viñetas anteriores nos muestran una dinámica en la que el trabajo de algún integrante del equipo
voluntario le significa la asunción de riesgos personales, lo cual evidentemente implica un costo en su
economía personal, en su desgaste emocional y, para el caso de Abril, en su núcleo familiar. Aunque estas
tareas no eran asignadas por los directores, eran asumidas ante el vacío que quedaba por falta de supervisión o
personal y, sobre todo, por el propio compromiso del o la voluntaria producto de una relación específica con
algún habitante.

3.2.4 La guardia: ¿resguardar la casa o acceder al poder?

Como ya se adelantó, además del directivo y voluntario, existían dos equipos de trabajo conformados por los
propios migrantes habitantes del albergue, especialmente aquellos con estancias más prolongadas: la Guardia
y el Equipo de Cocina (este segundo lo exploraremos en el acápite 3.4). El pertenecer a algunos de estos
equipos tenía implicaciones muy significativas tanto para los patrones de relacionamiento y trabajo colectivo
dentro del albergue, como en términos de las dinámicas de permeabilidad de los micro espacios y de acceso a
bienes y servicios. Se trata de un factor determinante en la configuración de la micro política del albergue y su
geometría de poder, pues marca diferencias en torno a las formas de capital y su distribución entre la
población habitante, así como en torno a las formas de relacionamiento con los equipos voluntario y directivo.

La definición y delimitación de las tareas de la Guardia podían llegar a ser ambiguas y confusas pues no había
un documento que las estableciera claramente; sus prerrogativas, responsabilidades y límites podían cambiar
en función de las coyuntura interna del albergue, así como de su contexto local. Y aunque la composición de
este equipo cambiaba en función del flujo de población por el albergue, lo más frecuente es que estuviera
integrado por hombres que tenían un período de estancia prolongado, por procesos de solicitud de refugio,
visa, regularización, etc. El “jefe de guardia” era elegido por fray Tomás y este a su vez conformaba el equipo a
partir de sus propias consideraciones de perfiles, habilidades y capacidades.

212
En términos básicos, las tareas de la guardia consistían en el resguardo y protección del perímetro del albergue
(su territorio) y de su población. Debían estar pendientes de nuevos ingresos de migrantes y de sus perfiles
para detectar posibles polleros o enganchadores entre los grupos; eran los encargados de abrir y cerrar los
portones de entrada del albergue en los horarios establecidos; debían controlar lo que sucedía en las
inmediaciones de la casa (si había personas deambulando, presencia de posibles asaltantes, presencia de
autoridades); y eran frecuentes delatores de infracciones a las reglas de la casa por parte de sus habitantes. La
conformación de equipos como este es frecuente en los albergues para migrantes en México, y responde a la
necesidad de garantizar la seguridad frente a posibles amenazas externas, tanto por parte del estado (INM,
policía federal, policía municipal) como por parte del CO y las RDL. En algunas ocasiones asumían tareas de
mantenimiento interno del orden pero esto ocurría poco pues generaba roces entre los integrantes del equipo
y el resto de la población, roces que por lo demás eran de fácil emergencia y de difícil contención.

En el caso de La 72, estaba claro que la conformación y funciones de la Guardia habían surgido en un momento
en que el contexto local en la zona era álgido y presentaba constantes amenazas y riesgos para la población
migrante y los equipos del albergue (Arriola Vega 2009, CNDH 2011, Martínez 2012). Aunque durante mi
estancia estas situaciones se seguían dando, la presencia de actores delictivos, específicamente de CO vinculado
al tráfico de drogas, había disminuido considerablemente. De 2006-2011 la presencia del cártel de los Zetas era
evidente, y sus principales operaciones eran el secuestro y la extorsión, sin embargo el desplazamiento parcial
de la organización a la frontera norte contribuyó a que se diera una disminución en las acciones criminales,
especialmente en los secuestros. Igualmente, aunque la operación de integrantes de pandillas en torno y sobre
la línea del tren continuaban también había disminuido en relación a años anteriores. Frente a esto, las
prácticas criminales que empezaban a aumentar en Tenosique en relación al flujo migratorio estaban ahora
más vinculadas con RDL, específicamente asaltos y violaciones sexuales en el tramo El Ceibo – Tenosique.

De todas formas la existencia del equipo de Guardia se mantenía, y su trabajo se desarrollaba en el plano
cotidiano. Su jornada de trabajo era principalmente nocturna, en parejas y por turnos: 10pm-1am; 1am-4am;
4am-7am. Luego de esto las actividades de vigilancia y seguridad se mantenían, pero con menor intensidad.
Equipadas con radio comunicadores y un foco policial, las parejas debían apostarse en la entrada del albergue y
realizar rondines periódicos por el mismo; también, en el caso de que llegaran personas migrantes durante la
noche, eran los encargados de darles el ingreso. Aunque durante mi estancia no se dio ningún suceso que
pusiera en riesgo o amenazara directamente al albergue, supe que en años anteriores, cuando la presencia del
crimen organizado en la zona era mayor, si llegaban a darse estas situaciones. Pero esto no significa que la
guardia no estuviera todo el tiempo alerta, pendiente de posibles agresiones o ingresos que amenazaran la
casa o su población.

Mario me cuenta que anoche la pasaron mal en la guardia pues “los fresas regaron el chisme de que esa noche iban a
atacar los federales el albergue, y la Guardia estuvo tensa toda la noche”, “se nos hizo una neurosis colectiva”, me dice
sonriendo mientras me describe el susto que tenían todos los de su turno en la guardia [Diario de campo, 22-9-14].

Desde mis primeros días en el albergue conocí al que durante toda mi estancia sería el jefe de guardia: “el Paisa”,
un hombre de unos 45 años, serio, malhumorado y con dejos autoritarios. Cuando ingresé a la casa llevaba ya
varios meses de habitarla y casi desde su llegada había obtenido el puesto que le había designado directamente
Tomás.

213
Me cuenta que formó parte del FSLN donde tuvo formación en
balística y entrenamiento en interrogación (“eso de torturar y todo
eso”) pero se fue a Costa Rica, “deserté porque me engañaron”,
pues si bien el servicio militar era por un año, según le dijeron,
terminó estando 3. En Costa Rica vivió 10 años y aprendió el oficio
de la pintura y restauración de autos y yates. Se queja mucho de la
pobreza en su país, recuerda mucho el terremoto y como afectó al
país. Claramente no es un sandinista (critica a Daniel Ortega),
aunque tampoco parece opositor, más bien un desencantado, con
cierto espíritu emprendedor [Diario de campo, 16-9-14].

El Paisa era uno de los que más frecuentemente cumplía la


función de delatar; aunque por lo general entre el equipo de la
guardia esta práctica no era tan frecuente y solo se daba en
situaciones extremas (que el acto cometido pusiera en peligro a
alguien, que hiriera la moral y susceptibilidad o afectara
directamente los intereses de quien “soplaba”), delatar
El Paisa, jefe de la guardia.
infractores era una práctica común dentro del albergue y el
Paisa, por el lugar privilegiado que ocupaba, estaba en buenas condiciones de hacerlo. Era común verlo
acercarse a algún voluntario y decirle al oído “vea Sergio yo le aviso para que luego no digan, ahí arriba están
fumando marihuana, yo no me voy a meter pero le aviso”, o señalarle alguna persona que estuviera
consumiendo alcohol o marihuana, o el uso indebido de las duchas, o sospechas de la presencia de algún
enganchador.

Las prerrogativas de la guardia le daban a sus integrantes capital simbólico que les permitían hablar con mayor
autoridad a la población, pero sobre todo mantener una interlocución más estrecha y en confianza con el
equipo voluntario y directivo. En el caso del Paisa era clara la relación de confidencia e intercambio de
información que existía con los frailes, sobre todo con Tomás, por lo cual sus criterios, informaciones y
recomendaciones podían incidir directamente en las disposiciones directivas. Por ejemplo, en relación con
personas que infringían las normas y eran delatados por el Paisa directamente con los frailes y estos les
imponían castigos como tener que abandonar la casa. También era frecuente que la Guardia obtuviera
información sobre el contexto local como por ejemplo sobre aumentos en los asaltos y las zonas donde se
realizaban, operativos de migración, nuevas rutas o medios de transporte, entre otros, y estas informaciones
eran transmitidas al equipo directivo.

En términos de las relaciones de la Guardia con la población habitante la mayor parte del tiempo eran de
indiferencia, pero ocasionalmente eran de tensión cuando no de conflicto directo. La imagen seudo policial que
muchas veces transmitían algunos integrantes de este equipo en la población, especialmente por tratos
groseros y, sobre todo, por la práctica de “delatar”, hacía que las relaciones no fuera precisamente de
complicidad. En términos de la geometría de poder que se configuraba en torno a estas prácticas, vemos una
situación que, de manera un tanto irónica, es frecuente encontrar en los contextos nacionales de algunos
países centroamericanos: cuerpos de seguridad cuya “misión” (al menos la percibida por la población) es la
protección de la integridad territorial y de la población frente a amenazas externas, pero que termina
cumpliendo labores de seguridad interna (pública), generando una situación de sitio o emergencia (Delgado
2011). Aunque se trata de una comparación muy general, en el caso del albergue vemos también como es la
propia autoridad del territorio, en este caso el equipo directivo, la que explícitamente conduce a la Guardia a
desplegar este tipo de tareas (regaño a la población, delatar, etc.) alentándola.

214
Los casos más extremos eran los del mismo Paisa y su mano derecha, Jorge, este último originario de Honduras
y de unos cuarenta años de edad, cuyas actitudes no venían dadas solamente de la asimetría de poder que, en
su beneficio, les proporcionaba su rol, sino también de una concepción negativa de la propia población
habitante del albergue. Irónicamente, una representación prejuiciada y discriminatoria muy parecida a la que
enfrentan las personas migrantes durante su tránsito por México de parte de algunos sectores de la población.
Una vez [Diario de campo, 28-10-14], en medio de un problema que se generó por el uso masivo de los baños
en una coyuntura en que había demasiada población en el albergue y que obligó a fray Aurelio a prohibir su
uso, el Paisa, luego del regaño del Tío porque “siguen usando los baños”, se me acercó y me dijo “Sergio, yo no
he visto gente más cochina que esta, es gente que le gusta vivir en el cochinero”. Más tarde ese mismo día me
informarían (delatarían) varias personas que justamente el Paisa y otros integrantes de la guardia eran algunos
de los que se metían en las noches a utilizar los baños.

En una ocasión el abuso de poder de uno de los integrantes de la Guardia provocó una situación que se salió de
control y casi escala a un conflicto que pudo haber terminado en un linchamiento. Ya antes Jorge, el segundo al
mando de la Guardia, había sido señalado por los migrantes como autoritario y agresivo; “ese man solo le habla
golpeado a uno, le gusta humillar a la gente y la otra vez yo lo vi ya con ganas de golpearme, se cree superior,
anda diciendo que él no es migrante, que el es voluntario”, me había dicho un salvadoreño en una ocasión
[Diario de campo, 22-9-14]. Finalmente, un día ocurrió que, en un arrebato de ira ante la desatención del
migrante a una “orden” que le habría dado Jorge, este golpeó al muchacho casi noqueándolo.

Varios migrantes estaban siendo detenidos frente al albergue por los oficiales de la Policía Federal que custodia las
instalaciones con el argumento de que eran “maleantes”; en el portón de la entrada se había aglomerado una masa de
curiosos que desde dentro del albergue observaban, y en algunos casos reclamaban, ante la acción policial. Jorge se
dispuso a dispersar a la gente pero uno de los migrantes no le hizo caso y se mantuvo contra el portón. Jorge lo
consideró como una desobediencia a su autoridad, según me contaría él miso más tarde, y reaccionó lanzándole un
golpe a la cara que lo tumbó al piso y casi lo noquea. Ante este acto la gente empezó a ponerse hostil contra Jorge, que
por recomendación e insistencia de el Paisa fue por sus cosas a su cuarto. La gente se había aglomerado abajo del
edificio esperando que Jorge bajara pues lo querían linchar. El Paisa, cruzado de manos, decía que “él se lo buscó, yo lo
que le dije es que se fuera la antes posible porque esta gente lo quiere matar” [Diario de campo, 11-10-14].

Si bien la situación anterior fue única durante el tiempo de mi estancia, ejemplifica muy bien el extremo al que
puede llega una dinámica de convivencia en la que algunos logran ubicarse en el sitio privilegiado de una
asimetría de poder y están dispuestos a utilizarla en sus extremos. Otra situación frecuente en esta línea, como
ya mencioné, era el aprovechamiento del rol para obtener beneficios en términos de recursos y servicios o
para evitar labores, tareas y otras responsabilidades. El Paisa, por su parte, era un excelente ejemplo de la
utilización del cargo para movilizar recursos en beneficio personal. Situaciones que se daban casi todos los días
y eran vistas por la mayor parte de los habitantes del albergue como abusos o actos inadecuados: no hacer fila
para lavar los platos, servirse por sí mismo la comida, ingresar comida al dormitorio de mujeres para su pareja,
no hacer aseo de espacios comunes. Las molestias que generaban estos hechos en la población habitante del
albergue y las constantes quejas que le transmitían al equipo voluntario dan muestra de que el marco
normativo que se iba produciendo de manera permanente en el albergue no solo venía determinado por las
reglas establecidas, sino también por lo que el grupo consideraba pertinente o no.

El jefe del equipo de cocina me da quejas de la guardia porque “se toman el café y se comen las galletas”. Esto ocurre
durante la madrugada, en los turnos de guardia más difíciles, donde mantenerse despierto es más complicado. Sin
embargo la postura de los frailes antes esta práctica de consumo “preferencial”, como lo ve el equipo de cocina, no ha
sido clara hasta el momento [Diario de campo, 13-10-14].

Me acerco a Cristina, la encargada del voluntariado, y le comento que anoche mientras dormía había escuchado a
alguien entrando a la bodega de ropa que está junto a mi cuarto y que me dijeron que era El Paisa, que monta guardia
215
todas las noches. Me dijo que efectivamente, “han habido denuncias de esto”. Esto ya me lo había comentado un
migrante hondureño durante uno de los regaños de fray Aurelio, pero sin decir nombres [Diario de campo, 17-9-14].

Las quejas y molestias de la población se dirigían sobre todo hacia el equipo voluntario, que se veía compelido
a intervenir por lo que en una reunión con los frailes les expusimos que habían varias quejas en relación a la
guardia y especialmente a el Paisa, tanto por el trato a otros migrantes como por el hecho de atribuirse
prerrogativas que en la perspectiva de varias personas no le correspondían (como tomar ropa de ropería,
ingresar a la cocina y a la bodega de la cocina y tomar alimentos para su uso personal, preparar alimentos en la
cocina. La falta de claridad de parte del equipo directivo sobre si este tipo de prácticas debían permitirse o
prohibirse hacía que el equipo voluntario viviera una situación de confusión e incertidumbre, por un lado las
constantes críticas y señalamientos de la población y por otro un actuar directivo que ante nuestros
señalamientos no tomaba mayores determinaciones, sino que parecía más bien permisivo u omiso. En estas
circunstancias normar era complejo, y quedaba un poco suelto y a criterio de quien se enfrentara a una situación
específica.

3.3 La comunidad albergada.

Existe un reconocimiento fugaz de un vínculo social generalizado entre quienes transitan de un punto de separación de un grupo o
estado previo hacia la adscripción a un nuevo grupo o estado (Turner, 1974: 102). En este caso, el vínculo fugaz colectivo aparece por
una formación de communitas, “una antiestructura social que es un lazo que une a la gente por encima de cualquier lazo social formal”
(ibíd: 56) que genera solidaridad y cohesión social [así como competencia y tensión social] entre desconocidos.

Joselin Barja Migraciones Clandestinas. Una etnografía del tránsito por México, 2014, p. 8

Si existe algo semejante a una comunidad que surja del (habite el) territorio migrante cuando este se localiza
como albergue, como proceso de producción de albergue, esta no puede abordarse como comúnmente se
hace con las comunidades vinculadas a los procesos migratorios o de movilidad de población, es decir como
espacios locales más o menos cerrados y estables (Aguirre Beltrán 1957, Redfield 1930, Redfield y Villa Rojas
1934), o como comunidades transnacionales cohesionadas por vínculos que trascienden lo geográfico y
permanecen a pesar de las fronteras (Glick Schiller, Basch y Blanc-Szanton 1992, Glick Schiller y Szanton Blanc
1994, Hannerz 1996, Kearney 1995, Pries 1998, Besserer 2004, Levitt y Glick Schiller 2004). La comunidad
albergada aparece más bien como algo en el medio. En términos espaciales, como un umbral entre lo local y lo
deslocalizado. En términos temporales, como un momento entre lo continuo y lo efímero.

Ciertamente las personas que dan contenido a una comunidad tal no guardan entre sí los vínculos de
parentesco, de compadrazgo, o de proximidad, que suelen caracterizar tanto a las comunidades locales y
“cerradas” como a las denominadas comunidades transnacionales. Los vínculos que cohesionan, con mayor o
menor fuerza, la comunidad migrante son de otra naturaleza, producto de sus propias dinámicas de movilidad
y tránsito, de la dimensión estratégica que afora constantemente su subjetividad y la impulsa a seguir
produciendo y agenciando su movilidad. Se trata de una colectividad avocada a la circulación, y es desde ahí
que emergen los patrones de relacionamiento y las formas de sociabilidad que la caracterizan como
comunidad.

Delinear etnográficamente los rasgos de una formación comunitaria tal en el marco de los procesos migratorios
de personas centroamericanas en tránsito por México hacia EUA desborda los objetivos y posibilidades del
presente trabajo. Es por ello que tomaré como punto de mira, como anclaje etnográfico, un momento
específico de la vida social de esta comunidad circulante: su localización en el albergue, el paso frugal y
216
vertiginoso por este que es también parte del territorio migrante, uno de sus anclajes territoriales prioritarios
en términos de la producción de la circulación migratoria. De esta forma, el presente acápite busca describir y
analizar lo que podríamos denominar la comunidad albergada, ese lugar-tiempo de liminalidad en que la vida
de la comunidad migrante reposa un poco de su circulación constante con el fin de reconstituir su corporalidad
y continuar agenciando su movimiento. Un grupo cohesionado pero cuya composición es cambiante y frugal, y
sus lazos sociales son necesariamente transitorios.

Hablo de comunidad albergada para referirme a un momento específico y localizado de la más amplia
comunidad migrante. En ambos casos se trata de un conjunto de población que a pesar de que está marcado
por constantes dinámicas de movilidad y circulación por el territorio, genera vínculos y relaciones que la
cohesionan como grupo humano, como población circulatoria que es más que un simple agregado. La
denomino albergada para dar cuenta de que es justamente a partir de su situación común de haberse
encontrado en el espacio del albergue, que surgen ciertos patrones específicos de relacionamiento social,
dinámicas de vinculación, intercambio, agencia, conflicto; todos elementos comunes de una comunidad, pero
que en este caso son sólo a partir de la situación común de participar colectivamente de la producción espacial
del albergue y sus dinámicas internas de movilidad. Ocurre, en alguna medida, lo que en relación a las
poblaciones migrantes Barja ha caracterizado como la anti-estructura de la liminalidad, la cual se da

con respecto a la organización de los marcos lógicos convencionales, pero es a su vez una forma de organización del sin
sentido que por ser ambigua, oscura y caótica, permite la coexistencia de ley y ausencia de ley, temores e ilusiones,
dolor y esperanza, rencor y empatía, es un estado que en su carácter fugaz ofrece también un potencial esperanzador
de hacer asequibles los sueños pese a la adversidad confrontada (Barja 2014, 11, énfasis en el original).

Considero importante aclarar que, a diferencia de la mayoría de estudios antropológicos sobre las
comunidades (locales o transnacionales), en lo que presento a continuación no realizo una descripción
detallada ni un análisis profundo sobre los rasgos culturales de las personas que transitan y convergen en el
albergue. En primer lugar, esto es difícil por lo amplio del abanico de personas que pasaban por la casa, así
como por el hecho de que el tiempo de observación etnográfica y entrevistas lo aprovechaba para explorara
cuestiones más bien vinculadas con la producción del espacio del albergue o las historias personas de
migración. En segundo lugar, porque parto de la premisa de que las dinámicas migratorias configuran espacios
sociales en los que los rasgos culturales son sometidos a la frugalidad y liminalidad del tránsito, por lo que
muchas veces se desdibujan y entremezclan, sobre todo si lo pensamos en contraste a la forma en que
emergen dichos rasgos en los contextos comunitarios de los lugares de origen. Como ha señalado Grimson,

actualmente se reconoce el riesgo de creer que las personas se mueven con su cultura. Como la cultura no se porta en
la sangre, como la cultura está vinculada a contextos sociales específicos y a desigualdades de poder históricas,
cualquier definición que utilicemos de «cultura» debe implicar necesariamente sus procesos de cambio. Cuando
cambian los contextos, las culturas no pueden permanecer inmunes (Grimson 2011, 37).

217
La comunidad albergada. Fotografía propia.

Exploraré tres dinámicas en torno a las cuales cristaliza, aunque de manera transitoria, dicha comunidad en
el caso específico de su paso por La 72. En primer lugar describiré las actividades de fabricidad y producción
del espacio que surgen como parte de las dinámicas de trabajo colectivo que se daban cotidianamente en el
albergue impulsadas por las autoridades de la casa, con el fin de resaltar la forma en que los rasgos centrales
de la comunidad impactaban en su momento de habitar y producir el albergue. En segundo lugar, presentaré
formas más autónomas o autogestionadas de producción e intercambio entre la población albergada,
dinámicas de circulación de bienes y recursos que eran indispensables para soportar la incesante producción
de movimiento en la que estaba implicada la comunidad albergada, emprendimientos impulsados para
redistribuir los bienes y recursos que se procuraban las personas.

Por último, describiré la manera en que ambas dinámicas, el trabajo colectivo y las formas de emprendimiento e
intercambio, podían llegar a ser capturadas por un afuera cuyo objetivo era desviar las formas de valor
(Appadurai 1991) generadas a partir de ellas; se trata de la presencia y operación dentro del albergue de actores
del crimen organizado y la delincuencia local, que ingresaban con el objetivo de extraer valor de las formas de
fabricidad, circulación e intercambio que sostenían, muy en la base, tanto la producción del albergue como
espacio del territorio migrante, como la misma producción de su movilidad.

3.3.1 “Aaaaa formaaaaaarse”: el trabajo colectivo como labor básica en la producción de albergue

Como todo espacio humano, el del albergue es producido socialmente, su anatomía es “generada por cuerpos
vivientes” y por sus formas de movilidad (Simonsen 2005, 4), así como por las prácticas de producción,
consumo e intercambio indispensables para perpetuarlos como “cuerpos vivientes” (Lefebvre, The Production
of Space 1991, 97). En este sentido, “el espacio sirve como intermediario o como rol mediador a través del cual
un busca aprehender algo o a alguien” (Simonsen 2005, 6). En el caso del albergue, estas formas de
218
aprehensión se dirigen por un lado a los recursos que como tal el albergue ofrece, y por otro, a las personas
que lo habitan, con las cuales se establecen dinámicas de intercambio, emprendimiento, acompañamiento,
elaboración estratégica, etc. No obstante, como vimos en los acápites anteriores, la producción del albergue no
surge de la pura práctica de habitarlo, de la pura movilidad de quienes por este circulan. Existe una dimensión
política marcada por la configuración de una específica geometría de poder que emerge a partir de la autoridad
directiva.

El trabajo colectivo es una práctica fundamental en la producción del albergue y refiere a las tareas (diarias o
no) de fabricación y mantenimiento del espacio para su uso colectivo. Dentro de la normatividad promovida
por los frailes y el equipo voluntario se planteaba la importancia de asumir entre todos ciertas tareas básicas
de la casa, y aunque generalmente la mayor parte de la población participaba de estas labores, surgían
asimismo tácticas de evasión dirigidas a evitarlas. Es importante interpretar dichas tácticas no solo como
producto de un sentimiento de desidia o un desapego al colectivo o a la casa (aunque podían serlo), sino
también como parte de un proceso más amplio de organización de la producción del albergue, mecanismos de
distribución y redistribución del trabajo que podían o bien estabilizar o desestabilizar el arreglo de funciones y
esfuerzos en la producción colectiva del espacio. Sobre esto profundizaré más adelante.

A las 6:30pm se llama a toda la población a formarse alrededor del comedor, y el Tío o alguna de las personas
voluntarias se encarga de hacer equipos para la limpieza: algunos barren y otros trapean todos los espacios comunes
(dormitorios, baños, oficinas, pasillos, comedor, etc., también se recoge basura, se va por leña, etc.). Minutos antes de
las 7pm se llama a ayudar a sacar las mesas y sillas que se utilizarán para comer [Diario de campo, 15-9-14].

Me voy a cambiar a mi cuarto, y a los pocos minutos escucho el “aaa formaaaarseee” de fray Aurelio. Es hora de
limpiar, de orar y de comer. Noto que no todas las personas ayudan en el aseo, y que muchas permanecen sentadas o
simplemente caminan alrededor del lugar; aunque la mayoría ayuda barriendo, trapeando, trayendo leña, recogiendo y
sacando la basura, lavando baños [Diario de campo, 16-9-14].

Formados para hacer aseo. Fotografía propia. Preparándose para el aseo. Fotografía propia.

Como ya mencioné, la población migrante que habitaba La 72 puede categorizarse en dos grandes grupos:
población frugal y población estable. La primera se refiere al perfil más frecuente de migrantes, aquellos que
utilizan el espacio del albergue como un lugar de paso en medio de una trayectoria más apresurada, por lo que
su estadía por el albergue es más corta y su relación con el espacio y sus recursos, más transitoria. La segunda
se refiera a un porcentaje menor de las personas migrantes que pasaban por La 72, aquellas a las que por
encontrarse realizando trámites de regularización, solicitud de refugio o de visa humanitaria, se les concedía
una estancia más prolongada en la casa, comúnmente el tiempo que tardara el trámite. Este segundo grupo de
población, por su habitación y uso del espacio más extendidos, desarrollaba ciertos patrones de apropiación
219
del espacio (Giménez 2001, Haesbaert 2011) y sus recursos que estaban basados, en buena medida, en la
capacidad que habían desarrollado de acumular capital simbólico, ya fuera por las relaciones que lograban
establecer con las autoridades (directores y equipo voluntario) o por su participación en alguno de los equipos
de trabajo del albergue. Esta situación les permitía movilizar formas de capital con el objetivo de sortear parte
de las tareas de trabajo colectivo, entre otras cosas159.

Por su parte, a la población frugal, que obviamente tenía menor arraigo con el lugar y menor intensidad de
relaciones con las personas que ahí se encontraban, se le dejaban las tareas más pesadas del trabajo colectivo:
lavar los baños, trapear, recoger y sacar basura, ingresar insumos (leña, verdura, material de construcción), etc.
Parte de la población más estable se encargaba, como dije, de las tareas más especializadas: cocina, guardia,
construcción. Justamente era en estos equipos donde más se jugaban más recursos de poder, y por lo tanto
donde era más factible desarrollar estrategias para movilizar accesos y bienes, o evasiones y sorteos. Esta
situación que podría parecer un sistema basado en y reproductor de formas de desigualdad (Bourdieu 2000)
entre la población (con sus correspondientes cuotas de poder también diferenciadas), era algo más que eso.
Aunque obviamente disponía a la población dentro del territorio del albergue de manera desigual y jerarquizada,
esta situación también operaba como un mecanismo de distribución del trabajo tendiente a generar una
situación de balance y estabilidad de las tareas.

Si la población más estable del albergue hubiera tenido que encargarse de las tareas más pesadas, el efecto
acumulado de su esfuerzo laboral hubiera sido desproporcionado en relación al trabajo realizado por la población
más frugal. Es importante señalar que si bien esta población (la frugal) se enfrentaba a las tareas más pesadas, lo
hacía por períodos de tiempo más cortos con lo que su carga laboral a nivel individual, así como el valor que era
generado por esta, eran menores, a pesar de que el efecto acumulado de trabajo y valor producto de la
circulación constante de esta población frugal era muy elevado. Dicho de otra forma, la correlación esfuerzo
individual/valor colectivo generaba una situación de estabilidad pues cada persona realizaba arduas tareas pero
por poco tiempo, y el efecto acumulado a nivel colectivo de una población de nunca dejaba de “estar pasando”
por la casa, era enorme. Es por esto que digo que si la población con estadías más largas en la casa hubiera tenido
que enfrentarse a las tareas más pesadas, la correlación esfuerzo individual/valor colectivo de su trabajo hubiera
sido desproporcionada, y este desbalance probablemente hubiera generado tensiones o conflictos que hubieran
complicado las prácticas de producir y habitar el espacio. En este sentido, la distribución de trabajo tal y como la
he retratado, era un arreglo que garantizaba una estabilidad entre esfuerzo/valor e individuo/colectivo.

Una parte de la población más estable o duradera del albergue lograba tener menores cuotas de trabajo o
labores menos pesadas producto de su participación en alguno de los equipos de trabajo, ya fuera la guardia, la
cocina u otros. La constelación normativa y el ejercicio de autoridad e directores y voluntarios reconocía y
reforzaba esta situación, refrendando el hecho de que quienes pertenecían a alguno de estos equipos estuvieran
exentos de realizar otras tareas (a pesar de que esto podía despertar molestias entre la población más frugal).
Pero obviamente no todas las personas que llevaban algún tiempo habitando la casa formaban parte de alguno
de los equipos de trabajo, por lo que quedaban en un lugar ambiguo en relación al trabajo colectivo: no asumían
las tareas más básicas con la misma intensidad de trabajo que la población frugal pues en sus efectos acumulados
en el tiempo de estadía sería soportar un peso de labores muy grande (desproporcionado por ejemplo, en
relación al de los equipos cocina y guardia, con quienes entrarían entonces en tensión y posibles conflictos), pero
tampoco estaban exentos de estas por participar en alguno de los equipo de trabajo, tal y como señalaba la
norma. Entonces, los mecanismos que activaba esta población para no tener que asumir esta carga de trabajo y

159Por ejemplo, estas formas de capital también servían, como vimos, para aumentar sus niveles de acceso a ciertos micro espacio de la
casa.
220
quedar en una situación de desbalance o desproporción de sus esfuerzos, tomaban la forma de tácticas de sorteo
o evasión de dichas tareas.

A la hora del aseo es común ver pocas personas participando del trabajo colectivo. Fotografía propia.

Esto complicaba el ejercicio de autoridad y el reforzamiento de las normas a directores y voluntarios (sobre
todo a estos últimos) pues en relación a esta parte de la población (estable pero que no formaba parte de los
equipos de trabajo) la población más frugal solía ejercer mecanismos de presión para tratar de involucrarla en
las tareas más pesadas. Estos mecanismos se desplegaban por medio de la práctica de la denuncia: “mire a ese
que no está trapeando ni recogiendo basura, él es un migrante igual que uno y debería trabajar también”,
frases como estas eran frecuentes. Ante esto, el ejercicio de la autoridad y el reforzamiento de la norma se
encontraban con vacíos, pues no era los mismo decir que alguien se encontraba exento de la tareas más
pesadas por el hecho de formar parte de algún equipo de trabajo como la guardia o la cocina, que decir que era
así por el simple hecho de que eran personas con más tiempo en la casa o, peor aún, porque estaban
realizando trámites de regularización o refugio. Esto hubiera despertado, muy probablemente, sentimientos
fuertes de desigualdad y desproporción que posiblemente hubieran generado tensiones y conflictos. Lo que
ocurría entonces, era que las tácticas de evasión (de manera semejante a como ocurría con las prácticas de
ilegalismo que describí en el acápite 3.2.2) eran fabricadas, desplegadas y reforzadas tanto por la población
migrante que buscaba evadir las tareas, como por las autoridades que debían controlar y supervisar el trabajo
colectivo.

Volviendo a los equipos de cocina, guardia y construcción/mantenimiento, vemos un situación en la que la


especialización es fuente de poder, tanto a nivel material como simbólico pues implica el acceso a bienes y
servicios específicos pero también a relaciones de confianza y complicidad tanto con otros migrantes como con
221
los voluntarios y directores y en un medio competitivo, transitivo y limitado esto es muy valioso. En el acápite
anterior vimos los efectos de poder y las estrategias de movilización de recursos por parte de los integrantes de
la Guardia y en el siguiente veremos las del equipo de cocina. Por ahora es interesante destacar que estas
correlaciones hacía surgir una particular geometría de poder entre la población que aunque por un lado se
había llegado a ella desde acomodos tendientes a generar un balance en relación a la distribución del trabajo
colectivo, por otra parte eran fuente constante de tensiones y conflictos; frente a esto, tanto las autoridades
como la población más estable participaban de una suerte de complicidad en fomentar y permitir,
respectivamente, que esta distribución se mantuviera. Por otra parte, es interesante mostrar las percepciones
de la población habitante en relación a estos efectos, las distancias y tensiones que surgían ante esta específica
distribución del trabajo y la geometría de poder asociada a esta.

Antes de comer, mientras están formados, fray pregunta: “¿quiénes no hicieron aseo?”, aparecen 6 mujeres, y les
indica que después del almuerzo van a limpiar la cocina y lavar las ollas. Se me acercan varios muchachos hondureños
que me preguntan “¿por qué él no hace aseo?”, refiriéndose a El Paisa, “deberían ponerlo a hacer aseo como a todos,
porque él se cree que solo porque es guardia no tiene que hacer aseo” [Diario de campo, 17-9-14].

Me levanto a las 6:30am y lo primero que me recibe del día son las quejas de dos migrantes que llevan ya algún tiempo
en el albergue, ambos se quejan de “El Paisa”, el jefe de la Guardia, pues dicen que es mandón y que él no tiene por
qué andarlos regañando si no es voluntario, sino solo un migrante como ellos [Diario de campo, 20-9-14].

Por sus condiciones de transitividad, fronteridad y escasez la comunidad albergada es una en la que pequeñas
diferencias en las cuotas de poder tienen efectos simbólicos importantes; irónicamente es una micro política
en la que pequeñas variaciones en el arreglo de fuerzas tiene enormes implicaciones en los efectos de poder.
En una ocasión [Diario de campo, 19-9-14] durante la formación antes de la comida, mientras el Tío
pronunciaba su regaño uno de los migrantes se salió de la formación para limpiar unas mesas pues era su
tarea. Mientras el fraile llamaba la atención de varios por no poner atención y no-estar-bien-formados, el
migrante se paseaba tranquilo por el comedor inmune a los regaños que al resto parecían lloverles parejo, ante
las miradas molestas de varios el migrante continuó su labor hasta que se sirvió, entre los primeros, la comida. El
siguiente caso muestra el mismo efecto de poder pero en un caso muy particular, el del jefe de cocina, que a
diferencia del migrante que se salió de la formación cumple un rol que lo mantiene en una posición de poder de
manera más estable y contundente.

Mira, si yo me como un plato de comida me lo como con gusto porque me lo he ganado, yo mismo lo he preparado y he
preparado no solo un plato, sino varios. Entonces yo me siento… ¡vieras que es bien bonito! Una vez que pusieron a
asear a toda la gente y nosotros estábamos sentados vino un tipo y dijo “los cocineros a hacer aseo”, yo me enojé y le
dije "¿sabes qué? estás bien equivocado, yo ya preparé tu comida para que vos comás, para que coman todos, cómo
nos vas a poner a asear a nosotros [José, jefe de cocina, entrevista personal, 13-11-14].

Así como la mayoría de los migrantes en ruta que transitan con pocos recursos valoran ser recibidos en albergues,
igualmente estiman ser integrantes de equipos de trabajo que dentro de estos les proporcionen mayores
recursos de poder. Con excepción de las personas que solo se quedan una o dos noches, quienes habitan el
albergue por períodos más prolongados casi siempre están anuentes a integrarse al proceso de producción de
albergue desde tareas más especializadas, más allá de simplemente habitarlo y participar del trabajo colectivo
cotidiano. En una ocasión [Diario de campo, 22-9-14] estaba platicando con Israel, un muchacho salvadoreño de
unos veintitrés años, cuando pasó a nuestro lado el segundo al mando de la Guardia, al que llamaban “Pelón”, y
con solo verlo Israel se deshizo en críticas, “ese man solo le habla golpeado a uno, le gusta humillar a la gente y la
otra vez yo lo vi ya con ganas de golpearme”, decía ya serio, “se cree superior, anda diciendo que él no es
migrante, que el es voluntario”.

222
Aunque Pelón efectivamente solía abusar de manera agresiva de su poder y terminó siendo echado del albergue
por la misma población, la reacción de Israel no se limitaba a molestarse por el abuso sino que se extendía al
hecho de que en función de su rol el Pelón se considerara a si mismo como algo distinto de un migrante que
habitaba el albergue. Siempre los conflictos con la autoridad en el albergue era más agudos entre población que
se consideraba “par” o a un mismo nivel; la autoridad de las y los voluntarios era rara vez cuestionada, y más bien
algunas personas les trataban con respeto y hasta pleitesía con le evidente intención de estar en buenos términos
con esa autoridad. Pero cuando se trataba de algún migrante (no mexicano y no voluntario), la irritación surgía casi
siempre a flor de piel, sobre todo si la persona presumía de su rol en el albergue y lo utilizaba distinción, lo cual era
frecuente.

3.3.2 “Caminando y meando para no hacer charco”: intercambio y emprendimiento en la comunidad


albergada

El agenciamiento migrante constituye en la base, la realización de dinámicas de movilidad, que para el caso
estudiado he dicho que en buena medida adquiere formas circulatorias (Tarrius 2000). Pero circular, para
nuestro objeto de estudio, no es solo desplazarse, como caminar por un parque; en el territorio migrante
trasladarse es un agenciamiento complejo, atravesado por formas de fronteridad, mecanismos de sorteo,
geometrías de poder y dispositivos de extracción de valor. Trasladarse (y más aún circular) en estas
condiciones, le hemos dicho ya, es un trabajo. Es trabajo en un sentido genérico (K. Marx 1844), como
potencialidad humana de realización, de producción y generación de valor, pero es también trabajo concreto,
conjunto o conglomerado de labores que hacen surgir mercados laborales que se van configurando en torno a
la experiencia migratoria, en función de sus propias dinámicas de circulación. Si tomamos la experiencia
individual de un migrante en su trayectoria por el territorio, nos vamos a encontrar con un conjunto de
trabajos realizados, una cadena de nichos laborales en los que la persona se va insertando de manera
diferenciada, y cuya articulación surge a partir de una economía de producción de movilidad y generación de
valor que tiene como escala mínima el propio cuerpo migrante, pues es este y su traslación el que articula las
diversas experiencias de trabajo.

Trabajar-generar-trasladar, trabajar-generar-trasladar es la forma que adquiere la dinámica de trabajo


asociada a la producción de la movilidad, del traslado básico del que se conforma el fenómeno migratorio, al
menos para buena parte de la población migrante, específicamente aquella que en relación al territorio del
albergue he denominado frugal, pero que desde la perspectiva amplia del territorio migrante podríamos
denominar moviente. Esta población moviente se encuentra en circulación casi permanente, constantemente
agenciando el traslado, el avance, el sorteo, par lo cual se requiere un conjunto de tareas y labores
generadoras de movilidad, muchas de ellas concretadas a partir de la inserción de la persona en mercados
laborales locales, formales e informales. Durante mi trabajo de campo me encontré un par de veces con una
frase emic que retrata muy bien esa dinámica de trabajar-generar-trasladar: “caminando y meando, para no
hacer charco”. El albergue, en tanto parte del territorio migrante, no es la excepción, pues en el y a partir de el
emergen formas de trabajo que se realizan de cara a la producción de movilidad.

Las prácticas de habitación mostraban formas de intercambio y emprendimiento entre la población que hacían
emerger una economía interna en la que se daban desde la venta de bienes y servicios hasta el intercambio de
trabajo, pasando por la cooperación, el hurto y la apuesta. Todas estas actividades se realizaban
cotidianamente y configuraban una dinámica de circulación de recursos muy específica en la que las
mediaciones por parte del equipo directivo y voluntario eran pocas o nulas. Con excepción de la venta de
223
bienes y servicios, todos los demás (los juegos de azar, el intercambio de trabajo y la cooperación) eran
prácticas que se realizaban con el conocimiento del equipo directivo pero sin su intervención. Sobre esta
economía se asentaban las relaciones más autónomas de la población habitante en relación a la autoridad de
frailes y voluntarios, y aunque operaba un poco a la sombra lo hacía con el conocimiento de todos. Estas
prácticas hacían surgir una dinámica de intercambio que era central en la conformación de la comunidad
albergada pues vehiculizaba muchas de las estrategias personales y grupales de abastecimiento y pugna por
recursos.

Carmen, por ejemplo, una de las habitantes regulares de la casa que desde hacía varios meses estaba en
solicitud de refugio, era una conocida abastecedora de cigarros dentro del albergue. Siempre vendía a la
sombra, procurando que ni los directivos ni los voluntarios lo notáramos, en alguna de las palapas o en
intercambios veloces detrás de alguna pared o puerta, y aunque las autoridades lo sabían, nunca fue expuesta
o reprendida. Vendía a MX$5 la unidad y por día podía ganar entre MX$100-200, y cuando había mucha gente
en la casa hasta MX$300; hacia el final de mi estancia fue desplazada por otro hondureño que los vendía a
MX$2. Carmen ocasionalmente vendía también marihuana, como lo hacían algunos migrantes que se
abastecían en alguno de los establecimientos fuera del albergue y luego ingresaban a distribuir, en algunas
ocasiones con complicidad de un miembro de la guarda.

Otro caso era el de Jason, un joven hondureño originario de La Ceiba que había sido amenazado por las
pandillas y se encontraba realizando, igual que Carmen, un trámite de solicitud de refugio. Además de ser
integrante de la Guardia Jason cumplía otra función en la casa, cortaba pelo. Al estilo “barber shop” solía
colocar una silla en el segundo piso del módulo de hombres, y ahí realizaba, a toda velocidad y solo cuando
Tomás no estaba en el albergue, los cortes que le pedían. Sus clientes era varones jóvenes que se cortaban con
máquina y utilizaban diseños en relieve. Dependiendo del corte el precio del servicio podía ir desde MX$10-40,
y aunque no era un oficio regular, pues había sido explícitamente prohibido por los directores y era más difícil
de mantener a la sombra como en el caso de Carmen, Jason podía juntar hasta MX$100 en un buen día de
trabajo.

No obstante, la circulación de dinero en la casa no solo se daba a raíz de la venta de bienes y servicios, también
surgían formas de intercambio más orgánicas o integrales que implicaban el establecimiento de relaciones
estrechas, de acompañamiento y camaradería, apoyo y asesoría; como dice el epígrafe de Barja con que inicia
el capítulo, “solidaridad y cohesión entre desconocidos”. Por ejemplo, hacia principios de octubre llegó un
grupo de cubanas que había salido de la isla en balsa y llegado hasta Panamá, desde donde habían iniciado su
recorrido a pie y ahora estaban en Tenosique. A pesar de que durante su tránsito, sobre todo la parte en el
mar, habían sido sometidas a condiciones muy hostiles, ahora se encontraban bastante bien, pues tenía a
varios familiares en EUA y constantemente les enviaban importantes sumas de dinero que usaban para
comprar teléfonos, comida (nunca hicieron ni una sola comida en el albergue) y otros bienes y servicios.

Esta abundancia terminó beneficiando también a dos habitantes hondureñas, Siany y Fabiola, que se habían
hecho amigas de las cubanas y se pasaban largas horas con ellas conversando detrás de la capilla. Al principio
las cubanas las invitaban a comer y Siany y Fabiola iban por la comida, luego empezaron haciéndoles otros
“mandados” como comprar celulares en el centro o productos personales. Para la segunda semana de la
estadía de las cubanas la relación con Siany y Fabiola era bastante estrecha, y estas realizaban ya otras tareas
más personales como lavar y secar su ropa. Aunque nunca conocí el monto específico, supe por otra voluntaria
que efectivamente las cubanas les pagaban a Siany y Fabiola por estas tareas.

224
En algún punto una persona exterior al albergue consiguió el número de teléfono de uno de los familiares de
las cubanas en EUA y empezó a realizar llamadas para extorsionarlo (más tarde correría el chisme de que fue
una persona que estaba en el albergue la que facilitó el número de teléfono). El suceso alertó al grupo y
durante alrededor de dos semanas más estuvieron en la disyuntiva de si seguir su camino o contactar a
migración par un repatriación voluntaria o una solicitud de refugio; durante este tiempo la amistad y
acompañamiento de Siany y Fabiola fue muy importante para el grupo, pues además de ayudarlas con tareas
puntuales como conseguir el número de teléfono de migración y ponerse en contacto con la dependencia, o
comprar un nuevo chip para reestablecer una comunicación segura con sus familiares, también les brindaban
su apoyo emocional, su consejo y su compañía. Al final las cubanas decidieron entregarse a migración, y la tarde
en que llegaron por ellas al albergue Siany y Fabiola las despedían con lágrimas en los ojos, “pobrecitas” decían,
“es que la han pasado tan mal”.

Un emprendimiento comercial de carácter colectivo que me llamó mucho la atención fue el iniciado por Cristel,
una hondureña trans de unos treinta años con una historia desgarradora160, que había popularizado una
técnica para fabricar pulseras con pequeñas ligas de colores que compraba en el mercado. Desde hacía tiempo
que andaba por el albergue ofreciendo sus pulseras pero nadie la hacía mucho caso. Sin embargo empezó a
recorrer las colonias cercanas a la casa y sus ventas se dispararon, había días que Cristel regresaba
presumiendo que había hecho casi doscientos pesos y sin tener que trabajar demasiado tiempo. Esto empezó a
llamar la atención de algunos de los integrantes del equipo de cocina con quienes Cristel había entablado una
amistad. Se trataba de una familia salvadoreña que José, el jefe de cocina, había integrado a su equipo desde
hacía ya un tiempo.

Una tarde, entre Cristel y Luigi, el voluntario italiano, estuvieron


ofreciendo un taller a la población del albergue, Cristel enseñaba su
técnica de pulseras de ligas y Luigi la suya de pulseras de hilo. Luego de
esto Cristel empezó reunirse regularmente con los salvadoreños, y se
pasaban largas horas juntos mientras les enseñaba la técnica hasta que
todos la dominaron. Fue entonces que empezó la producción, el grupo se
encerraba en la cocina a elaborar cientos de pulseras que luego Cristel y el
señor salvadoreño salían a vender por todo Tenosique, jornadas en las que
el señor además aprovechaba para buscar trabajo. Las daban a MX$10
cada una y hacían entre MX$300-400 en un buen día de ventas, luego se lo
repartían entre los cuatro. Durante un tiempo montaron una suerte de
micro cooperativa que instaló su fabricidad en el tiempo de ocio,
Taller de pulseras. Fotografía propia. aprovechando las condiciones de convergencia en roles de trabajo y la
afinidad personal.

160Le echaron de su casa a los siete años, su mamá y su papá, porque desde ese momento veían su orientación sexual. A esa edad se
fue solo a El Salvador, donde conoció una fundación que le ayudó, dándole hospedaje y alimentación, “ellos me llevaron a Costa Rica y
ahí viví un tiempo” me dijo cuando hablamos de su historia. “Ya más grande lo que hacía era que me iba a Guatemala a comprar ropa
[donde estaban las maquilas] y me iba a venderla a Tegucigalpa, y así me ganaba la vida”; en uno de esos viajes la asaltaron y le
quitaron todo el dinero y la mercancía, “bajándome del bus en Tegus (…) entonces me fui a pedir ayuda a la embajada, pero no me
ayudaron, fui a varias fundaciones, pero tampoco”. Finalmente lo ayudaron en el Congreso, “un diputado me ayudó, llamó a mi
embajada y los presionó para que me ayudaran”, le llegó al corazón del congresista contándole su historia desde que había salido de
Guatemala a los siete años. “Entonces la embajada me pagó el pasaje de regreso a Guatemala, y el diputado me dio L$2.000”.
225
Finalmente, otra de las dinámicas de intercambio frecuentes en el albergue, esta más de carácter pecuniario,
eran los juegos de azar. Lo más común era que después del almuerzo, cuando bajaba un poco el calor y entraba
la tarde, se colocaba una de las mesas del albergue en el comedor donde además se conectaba un televisor
que veía mucha gente, y un grupo de entre 3-6 personas, en su mayoría varones, se sentaban a jugar cartas y
apostar su dinero. Los jugadores, hombres entre los 20-40 años, podían ser frecuentes o más ocasionales,
siendo estos últimos casi siempre migrantes cuya estadía en la casa era corta. Apostaban su propio dinero, el
que había cobrado en algún trabajo por la zona o les habían enviado desde Centroamérica o EUA. Con mínimos
de MX$1 y máximos de MX$5 (aunque los márgenes podían variar) estos jugadores ponían a circular su dinero
entre ellos y era frecuente que lo que uno ganaba un día, al día siguiente lo perdiera.

El siguiente muestra el caso de Melis, un hondureño gay que tenía más de un mes habitando el albergue y
estaba a la espera de que le aprobaran una solicitud de traslado de su trámite al D.F. a donde pensaba
encontrarse con varias amigas trans hondureñas que podían conectarlo en el negocio del comercio sexual de la
capital. En nuestra plática me daba su testimonio sobre el trabajo sexual en la ruta y en el albergue.

[¿Pero ser gay siendo migrante?] Hay ventajas. [¿Sí, cómo?] Para un transexual real hay ventajas. A mí me han
discriminado en el aspecto de que no soy trans pero soy gay afeminado. “Si tuvieras el cabello largo” dicen, pero yo por
dentro soy muy femenina, por dentro yo soy rosadita, rosadita, pero soy una persona realista… no pienso como mujer…
pienso como... me gustaría ser trans pero no cortarme allá. Entonces si te topás con un poco de hombres
heterosexuales que les gusta el feeling de ver un hombre femenino, y yo tengo como la dicha de ser alegre, pegajoso y
que termino haciéndome amigo de la gente (…) yo traigo mi machete 161, como dicen, mis cositas, mis vestiditos (…)
tengo eso para poderme defender, es una herramienta la prostitución, es un trabajo. Pero es mejor para la trans, para
una trans es excelente. [¿Y los mismos migrantes también contratan servicios sexuales?] No, porque van pelados, ellos
lo que quieren es sexo gratis, si de repente hay uno que te gusta pues lo haces, por amor [Diario de campo, 19-9-14].

Es decir, como parte de un intercambio erótico en el que no media dinero pero si valor. La compañía es algo que
se valora mucho en el tránsito migratorio por México y las prácticas homoeróticas son comunes en situaciones de
encierro, aislamiento o abstención prolongada (Manriquez González 2004, Gallardo 2010). También fueron
muchos los casos que conocí de parejas que se formaban durante el viaje (incluso entre personas ya
comprometidas) como parte de estrategias comunes de afectividad, abastecimiento, protección, seguridad y
compañía. En el caso de Melis es claro cuando se refiere a sus “vestiditos” como su “machete”, su herramienta de
trabajo, pero es un trabajo que suele efectuarse fuera del albergue; el intercambio erótico con migrantes, como
dice Melis, se da “por amor”, un sentimiento de atracción y empatía en el que se valúan relaciones frugales,
efímeras, ocultas. En torno a estos intercambios se configura la circulación de recursos y se juegan las relaciones
de de poder, así como la dimensión estratégica en las formas de abastecimiento y acceso a bienes y servicios
dentro de la casa.

Como se mencionó, en la ruta migrante (incluida el momento del albergue), la compañía es algo que se valora
mucho; ya sea la que se ofrece el grupo de chavos que se conoció en la frontera y que van a “seguir juntos”
para ir más seguros, o la que busca la muchacha que se hace novia del pollero al que contrató, también “para ir
más segura”. Sin embargo no se trata solo de compañía y seguridad, hay también un despliegue emocional en
estas relaciones que las hacen valiosas, subyace una economía de afectos que cristaliza en vínculos diversos:
paternales, maternales, filiales, de grupo, y, por su puesto, de pareja. Fueron varias las parejas que vi formarse
en el albergue, surgían por razones y causas diversas pero todas abonadas en el sustrato de la cotidianidad,
todas producto de habitar el albergue, de circular por su territorio. Se encontraban atravesadas por las
condiciones de producción del albergue, por sus lógicas y sus dinámicas. Podríamos decir que la compañía, en
estos términos, constituye una condición de tránsito que facilita la movilidad, pues incremente los recursos para

161 Usa una metáfora para referirse a la herramienta de trabajo.


226
la elaboración y el despliegue estratégico, al tiempo que configura dinámicas de intercambio que contribuyen a la
circulación de valor.

Mario, de unos treinta años y uno de los residentes con más tiempo en la casa, que incluso ya se había ganado
tanto un puesto en la guardia como un trabajo en el albergue162, se hizo novio de Michelle, una hondureña que
se encontraba realizando trámites de solicitud de refugio. Él ya tenía tiempo de estar viajando a EUA pero
ahora había decidido quedarse en México; ella esperaba poder cruzar a EUA y desde allá mandar a traer a su
hijo de año y medio que había dejado con la abuela, pero conforme pasaba el tiempo empezaba a
desesperarse y no sabía si continuar con el trámite, pagar un pollero y cruzar sin el refugio o comprar papeles
mexicanos falsos que un “conocido” les estaba ofreciendo en el D.F.

Durante el tiempo que estuvo en el albergue, Michelle y Mario estuvieron juntos, ella tenía una pareja en
Honduras y él era soltero, pero ambos sabían que su relación era transitoria, y que cuando ella se fuera la
relación terminaría. Pero a pesar de esta condición la relación no era tensa ni conflictiva, al contrario, se les
veía siempre conversando tranquilos y eran frecuentes sus muestras de cariño. “Mientras estemos juntos
queremos pasarla bien” me dijo Mario en una ocasión. Pero hacían más que eso, Mario acompañó y aconsejó a
Michelle durante su dilema y la apoyó y consoló en los momentos en que estaba más afectada por la
separación con su hijo.

162Se contrataba ocasionalmente para trabajos de mantenimiento de la casa como albañilería, chapia, pintura, etc., y le pagaba por su
trabajo. Desconozco el monto de los pagos y si se hacían de manera periódica o por producto.
227
Relaciones de pareja en la comunidad albergada. Entre el acompañamiento y la frugalidad. Fotografía propia.

El Paisa, jefe de la guardia, se había hecho pareja de Sonia, migrante garífuna del norte de Honduras, desde
mucho antes de mi llegada a la casa. Igual que Michelle, Sonia se encontraba solicitando refugio en México y el
Nica había decidido quedarse en la casa hasta que le dieran su respuesta, pues su plan original era llegar hasta
la frontera a donde su hermano, que vivía en EUA, lo ayudaría con el brinco. “Yo estoy aquí por ella” me dijo él
en una ocasión “si no ya estuviera arriba”. Sonia viajaba con sus dos hijos, Randall y Johnny, de cinco y diez
años; la violencia de su esposo y las difíciles condiciones de vida llevaron a Sonia a partir. Con los niños el Paisa
había asumido una relación paternal, disciplinaria y cariñosa; les compraba comida (la que solían ingresar al
cuarto de mujeres aunque era prohibido), ropa, les daba dinero para el internet, les conseguía alguna prenda
especial de ropería, pero también les llamaba la atención y los regañaba. Su relación podía pasar desapercibida
para quien no estuviera al tanto de ella, no era muy frecuente que se dieran muestras públicas de afecto y
solían quedarse largo rato detrás del módulo de mujeres después de la comida, aunque era prohíba la
presencia de varones en ese espacio. La figura paterna de el Paisa había calado tanto en Socia como en su hijo
y la posibilidad de continuar el viaje sin él les hacía sentir desprotegidos; no solo tenía un perfil idóneo para
cuidarlos durante el tránsito (ex militar entrenado y factótum) sino que además en el propio albergue el Nica
era una persona con poder, sin su presencia Sonia y sus hijos perderían los beneficios de poder acceder más
fácilmente a espacios y recursos.
228
Un caso interesante es el de Irina y Dago; él era hondureño, de unos veintitrés años y se encontraba realizando
solicitud de refugio. Ella era polaca, tenía veintisiete y era la voluntaria encargada del módulo de enfermería.
Fue la única relación que conocí durante mi estancia en La 72 entre una persona voluntaria y una migrante163,
pero supe que antes y después hubieron varios casos y pude conocer de otros casos en otros albergues. Al
principio todos notábamos que Dago hacías muchas visitas a la enfermería lo cual nos llamó la atención, pero
luego estas se extendían incluso fuera del horario de atención, al cual Irina le tenía un respeto religioso. Se
sentaban en la entrada del módulo o en el memorial de monseñor y se pasaban horas conversando. Poco a
poco, en un plazo de unos dos meses, la relación se fue estrechando hasta que un día ya empezamos a verlos
de la mano o abrazados. Para principios de octubre ya toda la casa sabía que eran pareja, incluso el hermano
de Dago, Melvin, empezaba a preguntarse cómo iría a continuar el viaje y en ocasiones hasta parecía molesto
con la relación. A Dago e Irina volvería a verlos en diciembre de ese mismo año en San Cristóbal de las Casas,
Dago se había separado de Melvin que había continuado solo hacia Miami. En Chiapas Dago estaba trabajando
como ayudante de cocinero en un restaurante del centro e Irina cuidaba de un embarazo de unas semanas. Su
plan era trabajar un tiempo mientras ponían en orden los papeles de Dago para viajar a Polonia.

Todos estos casos tienen en común el hecho de que son relaciones que cristalizan en medio de dinámicas de
movilidad cuyas trayectorias y velocidades no siempre convergen. Esto genera una lógica subyacente de
transitividad que determina el vínculo y el destino de la relación, y mientras unas terminan en un embarazo, otras
lo hacen con la separación. Pero todas operan como facilitadoras o dinamizadoras de la circulación, ya sean
que contribuyan a aumentar la capacidad de las personas para movilizar recursos (El Paisa y Sonia), o que
generan condiciones que faciliten o fortalezcan sus propias capacidades de traslación (Michelle y Mario, Irina y
Dago). Por otra parte, era frecuente que muchas de estas relaciones estuvieran marcadas por el conflicto; no
necesariamente como consecuencia directa de las condiciones de transitividad o disyunción del albergue,
aunque en varias ocasiones parecía estar alimentado por estas. Sin caer en un determinismo, en algunos casos
se podía encontrar la misma lógica de competencia que existía por los recursos del albergue operando en
disputas por parejas, principalmente mujeres. En este sentido hubo un caso en el albergue que podría
considerarse extremo.

El primero ocurrió pocos días antes de que llegara al albergue, por lo que solo pude registrar impresiones y
recuerdos de terceros. El primero en comentarme al respecto fue fray Aurelio [Diario de campo, 15-9-14],
“todavía estamos conmovidos” me decía serio y cabizbajo, “es que hace a penas cinco días mataron a un
chavo”. Ambos, el que murió y el que lo mató, eran hondureños, y ambos habitantes del albergue. El Tío no
disimulaba su tristeza y hasta un conato de sentimiento de culpa, ahora están más pendientes de asuntos
como este, problemas que surgen “por una mujer”, en este caso la pareja del que murió. Sería José, el jefe de
cocina y un gran entusiasta de poner a circular información bajo la forma de chisme, el que me detallaría los
sucesos del caso. “Yo estaba [cuando lo mataron]” me dijo una tarde [Diario de campo, 13-11-14], “si hasta salí
en la prensa”. Se trataba de un joven hondureño de unos veinticinco años llamado Dani, quien viajaba con su
pareja, Mari, de edad semejante pero de origen mexicano; tenían un par de semanas de haber llegado a la casa
y solo estaban esperando juntar un dinero para continuar el viaje, pues ambos tenían intención de cruzar a
EUA. Una tarde Mari estuvo platicando con Pepe, un muchacho también hondureño que tenía ya casi tres
meses de estar en La 72 y había logrado ser parte del equipo de cocina donde tenía ya dos meses trabajando;
José, que lo tenía a su cargo, lo describía como buen trabajador y un muchacho tranquilo.

163
En estricto sentido Irina también era migrante, pero utilizo la acepción en el sentido específico de migrante centroamericano
habitante del albergue.
229
“Sólo eso hicieron, platicar, y ni siquiera mucho rato”, me dijo José poniendo cara de asombro. Pero desde ese
momento Dani la emprendió contra Pepe, cada vez que podía lo ofendía, lo amedrentaba, lo amenazaba.
Celoso por la plática que tuvo con Mari, Dani estaba convencido de que trataba de robarle a su mujer. José
recuerda que Mari pasó días tratando de convencer a su novio de que “él no me estaba enamorando, estaba
platicando normal”, pero Dani seguía sospechando. Cuando pasaba cerca de donde estaba Dani le gritaba
“culero”, “le decía que era un pinche no se qué…”; por varios días Pepe se mantuvo tranquilo, soportando el
hostigamiento de Dani y sin acercarse a Mari. “Pero un día la paciencia le llegó al límite al pobre, y ya no pudo
más (…) ya como a esta hora el chavo estaba otra vez echándole bronca ahí en la pila, le decía que no había
mujeres solteras y que no sé qué, o sea lo insultaba, que era un pollón, un culero y que no sé qué”. Pepe,
siempre tranquilo, se salió del albergue y fue a esperar a Dani afuera, que al verlo salir lo siguió. Se encontraron
frente a la gasolinera, según testigos Pepe nada más le dijo “¿me vas a seguir insultando?” y sacó una navaja
con la que hirió a Dani, “una en la espalda, otra en el pecho y otra en el cuello”, esta última fue la que lo mató;
luego desapareció164.

3.3.3 Coyotes, polleros y enganchadores: la presencia de actores criminales en el albergue

A pesar de que el equipo directivo, apoyado en el equipo voluntario, había establecido mecanismos para evitar
el ingreso a la casa de personas vinculadas al crimen organizado (CO) o a redes de delincuencia local (RDL),
estos no siempre eran efectivos. El contexto local y regional en el que se produce el albergue está plagado por
operadores del CO y las RDL (O. Martínez 2012, 119-139), pues espacios como este tienen la ventaja de reunir
en un solo punto el flujo de numerosos y variados sujetos que constituyen parte de sus objetivos tácticos en el
control del territorio y de sus acciones de captura de valor. Es por esta razón que orbitan permanentemente la
casa165 y buscan penetrarla; uno de los perfiles más frecuentes es el de polleros-coyotes-enganchadores166.
Estos tienen la ventaja de que ofrecen un servicio que resulta indispensable para la algunas de las personas
migrantes, tanto para el tránsito por México como para el cruce de la frontera norte.

De manera semejante a como ocurre con muchos de los negocios y emprendimientos que algunos habitantes
del albergue desarrollan en la casa, la operación de enganchadores y pandilleros en La 72 ocurre a la sombra
de sus autoridades, aunque pueden llegar a ser descubiertos. Por lo general marcan una dinámica que suele
pasar desapercibida, circulan el territorio del albergue como habitantes comunes, pero al mismo tiempo
ofrecen sus servicios de transporte, guía y cruce de fronteras. En este sentido, la casa se encuentra atravesada
por un afuera que, por su misma naturaleza de albergue, supuestamente busca conjurar. Por el fluyen y
transitan muchos de los actores de los que se busca proteger a las personas que lo habitan.

Esto no quiere decir que la función de albergue sea inefectiva o fallida, pero si logra ser resquebrajada y
penetrada por una red de emprendimientos criminales que o apuntan a desviar el cuerpo migrante de su flujo

164 Dani murió al poco tiempo de haber sido herido y Pepe aún estuvo alrededor de ocho días rondando la casa a pesar de que lo
buscaba la policía pues Mari había puesto la denuncia. José dice que todavía pudo platicar en una ocasión con Pepe antes de que se
fuera del país, “yo le dije mirá flaco, porque yo lo conocía solo por flaco, le dije mirá flaco, andate, la policía te anda buscando, yo me
considero tu amigo y no me gustaría que te agarraran, pero mataste, las cámaras te vieron, todo el mundo te acusa”. Luego
desapareció, se dice que regresó a Honduras; Mari regresó a Querétaro y Dani fue repatriado a su país. Pero en el albergue la gente
quedó con miedo, empezó a correr el rumor de que antes de irse Pepe había dicho que “le faltaban tres del albergue”.
165 Aunque la presencia de actores del CO en Tenosique bajó luego de que el cartel de los Zetas se retiró de la zona, alrededor del año

XX, este y otros actores continúan operando en la zona bajo dinámicas de mayor movilidad.
166 También puede llegar a darse la presencia de “halcones” cuya función es auscultar el albergue para detectar potenciales grupos de

migrantes para secuestros masivos, actualmente muy frecuentes en la frontera sur de la ruta del golfo, o para asaltos en la ruta; sin
embargo este tipo de operadores no suelen ingresar a la casa, sino que se mantienen en las inmediaciones de esta o de las vías del tren.
230
de valor para extraer un excedente por medio de la explotación, la extorsión, el trabajo forzado, etc., o
apuntan a capturar dicho excedente por medio de la venta de bienes o servicios que, además, para muchos de
ellos resultan indispensables. En el primer sentido (desviación del cuerpo para extracción de valor) está el caso
de un grupo de mujeres cubanas que llegó al albergue a principios del mes de octubre, habían salido de la isla
desde hacía unos meses y luego de un viaje de varios días en el mar llegaron hasta la costa hondureña, desde
donde emprendieron el viaje por tierra. Una tarde [Diario de campo, 13-10-14] se me acercó una de ellas, traía
el rostro pálido y sudoroso, me tocó el hombro, acercó su cara a mi oído y me dijo con voz temblorosa “ha
pasado algo muy grave”. Me contó que al primo de una de ellas, “el que va a responder por nosotras allá en
EUA”, “lo llamó un hombre para decirle que a su prima la iban a secuestrar en Tenosique”. No pidió dinero ni
se identificó, solamente se comunicó con el primo de la persona allá en EUA para decirle eso. En el grupo
entraron en crisis, no querían salir pero tampoco quedarse, tenían mucho miedo y tomaron lo sucedido como
una amenaza.

Desde su llegada todos en la casa nos habíamos dado cuenta de que el grupo viajaba respaldada
económicamente, pues a diferencia de la mayoría de las personas que habitaban el albergue tenían una serie
de comodidades que no eran comunes: nunca comieron la comida de la casa pues siempre mandaba a traer
comida de fuera, mandaban a comprar ropa, compraron varios teléfonos, hacían llamadas directamente a EUA.
Era un grupo con un perfil muy específico, cuyas prácticas y patrones de consumo sobresalían en relación al
resto de la población. Una semana después de la primera llamada volvieron a contactar al “primo”. En esta
ocasión le dijeron que ya estaban secuestradas y que tenía que pagar USD$3.000 por su liberación. Además
desde el día anterior ellas habían estado recibiendo varias llamadas desde un número del D.F. (55) y cuando
atendían no les contestaban, por lo que su nivel de alarma estaba al máximo. Cuando investigamos un poco las
circunstancias en que se habían dado los hechos, encontramos que las llamadas echas desde el D.F. iniciaron
justo después de que una de ellas le prestó su celular a una de las migrantes que se encontraba realizando el
trámite de solicitud de refugio y que de vez en cuando vendía cigarrillos y marihuana en el albergue. Se lo
dieron para que les “hiciera una recarga”, y justo después de eso iniciaron las llamadas167. Ese mismo día
lograron comunicarse con su primo y negar el hecho de que estaban secuestradas, pero el grupo ya no quería
continuar el camino hacia EUA ni permanecer en el albergue. Eventualmente tomaron la decisión de
entregarse a migración.

En el segundo sentido, el de la captura del cuerpo por medio de la oferta de bienes y servicios de traslado y
guía a migrantes, fueron varios los casos de los que pude ser testigo durante mi estancia. En una ocasión
[Diario de campo, 28-9-14], antes del aseo y del almuerzo varias personas, sobre todo mujeres, llegaban a
quejarse conmigo y otros voluntarios de un hombre al que para ese momento habían bautizado como “el
vaquero” por utilizar unas botas blancas muy vistosas y lustradas. Era el mismo al que ya días antes habíamos
confrontado por pensar que era enganchador o pollero. Siany, una migrante hondureña, nos indicó que la
noche anterior durante la fiesta “el vaquero” había estado tomando fotos a la gente por todo el albergue con
su celular, y que ese mismo día durante la mañana había estado también tomando fotos, sobre todo a los
rostros de varias mujeres. Igualmente nos contó que a ella incluso le ofreció que se fueran juntos a pasar la
noche a un hotel y que él pagaba la habitación, y también le ofreció llevarla a la frontera por USD$300.

Michelle, otra migrante hondureña, también se acercó para señalarlo diciéndonos que le había preguntado
“¿cómo iba ella en su camino?” y si necesitaba ayuda. Ya con estos testimonios Rubén se convenció del rol que
estaba jugando el “vaquero” en el albergue y se decidió a sacarlo. Lo confrontamos de nuevo, pero él lo negó

167Finalmente no se logró determinar si Carmen estaba involucrada en el intento de extorsión, pues no se continuó con la investigación
y además las amenazas al familiar en EUA habían iniciado desde mucho antes de que le prestaran a ella el celular.
231
todo otra vez, no le dimos detalles de los testimonios que nos dieron, pero sí le dijimos que el haber estado
tomando fotos y ofreciendo enganchar a la gente había molestado a muchas personas y que además eso no
estaba permitido en el albergue. Insistió en negarlo y estuvo pidiéndonos permiso para quedarse por alrededor
de 2 horas sin que Rubén reculara en su decisión, el vaquero puso incluso a un migrante chapín a abogar por él,
que llegó a decirnos que era buena persona y que a él le había ayudado. Finalmente el vaquero pidió permiso
para almorzar y nos aseguró que se iría después de comer, luego del almuerzo volvió a insistirnos y pedirnos
una oportunidad y finalmente terminó saliendo antes de las 6pm. Luego que ese fue llegaron aún más personas
a quejarse de que les había estado tomando fotos.

El rol del equipo voluntario incluía entre sus funciones, indicado así por los directores, la identificación de
potenciales enganchadores o polleros dentro de la casa, lo que implicaba una importante carga de trabajo
además de las tareas cotidianas asignadas a este equipo; en ocasiones las sospechas compartidas, unidas al
cansancio y la tensión del trabajo podían colocar a los y las voluntarias en estados de paranoia o sospecha
permanente. Pero siempre era factible identificar las actividades de operadores que además solían ser muy
cuidadosos. Existe una diferencia operativa entre guía y pollero que tiene que ver con el perfil del trabajo
realizado; en la mayoría de los casos lo que se denomina guía es una persona conocida del grupo que viaja,
frecuentemente de su misma comunidad e incluso con vínculos de parentesco con uno o varios del grupo, y
que por su experiencia en la ruta se ofrece a llevarlos, y aunque el grupo puede reconocer su trabajo con un
pago, no necesariamente ocurre así168. El pollero, por el contrario, es un operador de redes establecidas de
tráfico de personas, cobra cuotas fijas por su trabajo, no necesariamente viaja con el grupo y responde a
niveles mayores del organizaciones del CO. Las circunstancias recientes en México muestran un proceso de
monopolio del tránsito por parte de las redes el CO dedicado al tráfico y tránsito de personas, por lo que el
margen de movilidad de grupos y guías es cada vez menor, y se hace necesario establecer contacto con algún
operador de estas organizaciones para cubrir los costos que implica el derecho a transitar y, sobre todo, a
cruzar una frontera169.

El enganchador es un operador que trabaja en el terreno detectando y contactando grupos o individuos que
sean potenciales clientes. No hace viajes en ruta ni cruces de frontera, es el eslabón entre los migrantes y las

168 Llegaron cinco de Guatemala, cansados, ampollados, tímidos, con las ropas raídas y, como dicen en Centroamérica, “humilditos”.
Entre Abril y yo los recibimos y les presentamos las normas y recomendaciones de la casa. Antes de empezar a registrarlos platicamos a
parte porque ambos tenemos la impresión de que uno de ellos “los lleva”, siempre era él quien contestaba las preguntas de “¿cómo
están? ¿cómo ha estado el camino? ¿por dónde han venido? ¿han tenido problemas con asaltos y las autoridades?”, siempre lo
volteaban a ver a él para las respuestas. Nos ponemos de acuerdo para investigar más a fondo durante el proceso de registro. Me toca a
mí obtener la prueba, entre pregunta y pregunta, le lanzo a uno de los chicos sobre la importancia de conocer el camino, o al menos de
que alguien lo guíe a uno, es entonces que me dice que, efectivamente, el hombre de quien sospechábamos los viene guiando;
entonces sigue la pregunta clave, “¿y les cobró?”. Sí, les cobró QZ$5.000 a cada uno. La situación es difícil, lo comento con Abril, nuestro
temor es que el guía tome reprimendas contra el joven que lo delató ingenuamente. Decidimos terminar todo el registro y al final lo
confrontamos a parte del grupo. El señor, en vez de molestarse pone cara de preocupación y luego nos dirige una sonrisa humilde,
llama al grupo, y juntos salen del albergue. El hecho nos hace sentir mal a ambos pues el señor parecía más bien alguien cercano a ellos,
quizás de su comunidad, y en necesidad de albergue, como ellos. Ni cerca de los perfiles de polleros a los que normalmente se denuncia
o evita. Nos cuestionamos sobre la posibilidad de diferenciar entre perfiles de guías y polleros a la hora de emitir un juicio y aplicar una
regla tan tajante como excluirlos del albergue, así como sobre la importancia del rol del guía en cierto perfil de grupo migrante, es decir,
cuando el guía es alguien cercano a los migrantes, cuya única particularidad es, simplemente, “conocer el camino” [Diario de campo, 22-
10-14].
169 Platico con Randy, hondureño, me pide consejo, “me quiero separar del guía”, me dice en voz baja, “es que él es conocido de mi

familia y supuestamente dice que conoce, pero yo veo como que no conoce tanto, nos lleva por lugares que no son y nos tiene aquí”,
me dice, y agrega que el compromiso era que los llevara a dormir en lugares de paga, tipo hoteles o pensiones; “yo no sé cuánto le pagó
mi cuñada al pollero”, confiesa, “pero debería incluir el pago al narco, y yo no sé si están pagando eso”, me dice temiendo lo peor, pues
como muchos, conoce una de la reglas más importantes de la ruta migrante reciente, para pasar hay que pagar. Horas después Randy
me comentará que habló con una prima suya que lo llamó al celular de Mauricio, y le aseguró que él sí es de confianza, por lo que ha
decidido continuar con él [Diario de campo, 19-9-14].
232
redes de tráfico y traslado de personas, básicamente el que vende el servicio en primera instancia. La relación
de la población habitante con enganchadores y polleros era ambigua, si bien por un lado muchos buscaban y
contrataban sus servicios, también eran una figura intimidante y que se sabía que podía ser amenazante.

Platico con Lineth y Michelle, me dicen que ya se están desesperando por moverse, están perdiendo las esperanzas con
lo del refugio y están buscando opciones, dicen que quieren contactar un coyote que conocieron que les dijo que les
puede vender papeles mexicanos y con eso llegar hasta la frontera norte. (…) El dilema que tienen ahora es el de lograr
encontrar un buen coyote, no alguien que las vaya a engañar o dejar botadas; Lineth dice que se conectó con un primo
de Chela, pero “no sé si confiar en él o no” [Diario de campo, 24-10-14].

3.4 Reconstitución del cuerpo migrante: la economía reproductiva de las fuerzas de movilidad.

En este acápite busco describir y analizar los patrones y dinámicas de trabajo y fabricidad a partir de los cuales
se produce y reproduce la corporalidad migrante, ese sustrato físico pero también emocional y simbólico que
es lugar específico del cuerpo social que habita y transita, de manera cotidiana y permanente, la territorialidad
circulatoria y circulante que es nuestro objeto de estudio. Entiendo la corporalidad migrante en términos de
generalidad, tal y como Marx expuso la noción de trabajo general o abstracto (Contribución a la crítica de la
economía política 1989)170, es decir, como un agregado social de cuerpos que son más que una población, cuyo
rasgo constitutivo es la circulación, el tránsito constante a partir del cual definen su propio territorio y generan
formas de valor asociadas a su movimiento.

Su constitución es material-física, por lo que está sometida a los imperativos de la homeostasis, pero es
también simbólica-afectiva, por lo que su reproducción no solo es calórica o energética, sino también
emocional y psicológica. Como veremos, el albergue como localización específica y concreta de la
territorialidad migrante cumple una función indispensable en la reconstitución de la corporalidad migrante,
tanto en términos materiales como emocionales. Es un lugar de abrigo, de alimento, de contención e incluso de
ocio, que fabrica constantemente los insumos que sirven para que el cuerpo social migrante mantenga su
marcha incesante. Pero es también un espacio de formación de dicho cuerpo, de construcción de procesos
dirigidos a ubicar a quienes lo componen en el lugar socio político desde el que están constreñidos
socialmente, a hacerlos tomar consciencia de los referentes que los determinan en el juego de la economía
política de la migración. Procesos de capacitación, charlas de sensibilización e incluso acciones políticas directas
son también parte de los procesos de reconstitución de la corporalidad migrante que se gestionan desde el
albergue.

Veremos entonces las formas en las que se fabrican y procuran dichos insumos en el “everyday life”, los
trabajos, esfuerzos y tácticas que tanto los directores como el equipo de voluntarios de la casa, e incluso la
misma población migrante que la habita, deben elaborar y realizar para garantizar la reconstitución de
cuerpos que al llegar al albergue vienen agotados, desgarrados, desnutridos y deshidratados, asustados,
traumados y agredidos, expropiados, asaltados y extorsionados, amenazados y violados. Veremos también
las propias dinámicas internas de circulación que emergen a raíz de estos esfuerzos y las relaciones de poder

170 Aquel en el que “la individualidad de los trabajadores aparece borrada” (Marx 1989, 14). Marx también lo llama “trabajo social
universal” (35), y lo establece como la fuente del valor de cambio, de la dimensión abstracta del valor social. Más que un interés por
desdibujar las individualidades, me interesa proponer una categoría que aborde la dimensión social y colectiva de la población migrante
como una fuerza con potenciales de realización de movilidad; así como el trabajo abstracto tiene como condición de existencia el ser
potencial generador de valor, posibilidad humana de producción, así planteo que la corporalidad migrante tiene potencial generador de
circulación, posibilidad humana de movilidad.
233
y los conflictos que, tensadas desde los rasgos básicos de la comunidad albergada, surgen y se manifiestan
entre quienes producen el espacio del albergue.

Como ya he planteado antes, concibo los procesos migratorios estudiados como un conjunto de formas de
movilidad dirigidas, por un lado, a reingresar trabajo improductivo en circuitos que lo vuelvan productivo, y por el
otro, a construir líneas de fuga que permitan a las personas migrantes y sus familias enfrentar estratégicamente
situaciones de precariedad, riesgo o violencia. En el marco de este amplio proceso el albergue como lugar de
fabricación es central, pues en el se realizan actividades reproductivas imprescindibles para la reconstitución de
las capacidades de movilidad migratoria171. Sobre esto, como ya mencioné en la introducción, parto de la premisa
marxista de que los procesos productivos no solo implican la fabricación de mercancías (bienes, servicios,
trabajadores enajenados), sino también la producción de las condiciones de producción de mercancías. Como nos
recuerda Graeber, en la Ideología Alemana, “Marx y Engels dejaron claro que producción siempre significa tanto
la producción de bienes materiales como de relaciones sociales, y por lo tanto, por extensión, de los seres
humanos, que se recrean a sí mismos y mutuamente en el mismo proceso de actuar en el mundo” (Graeber, It is
value that brings universes into being 2013, 223). Es por esto que el denominado “trabajo reproductivo”, no
puede ser considerado como un fenómeno secundario, sino como “la forma más elemental de producción de
valor real” (Graeber, It is value that brings universes into being 2013, 224).

Como mencioné en la introducción a este capítulo, el lugar que ocupa el albergue como lugar de fabricidad de
movilidad en la más amplia economía de la producción de los procesos migratorios, lo coloca dentro del nivel de
la economía reproductiva descrita por Graeber y Marx. Esto ocurre, específicamente, en el caso de las labores de
cuido y reconstitución de la corporalidad migrante que presentaré y analizaré en el presente acápite, pues el
albergue también permite y concreta la realización de otro tipo de tareas que podríamos ubicar dentro de una
economía propiamente productiva de la movilidad (comunicación, asesoría, etc.).

3.4.1 Abrigo, alimento y ocio

Alimentar el cuerpo migrante. La gestión de la comida en el albergue es una tarea diaria. A diferencia de otros
albergues, La 72 debe procurar los alimentos cada día y a duras penas. En mi estancia en el albergue, una de las
primeras tareas que se me encomendó fue acompañar a traer la comida, o como decía el Tío “traer las
verduras”, una labor de por lo menos toda la mañana que consistía en un recorrido por el centro en el que se
iban visitando lugares específicos con los que ya existía un vínculo de donación: la carnicería que está por el
mercado viejo, dos verdulerías del centro, una tienda de especies y olores, la panadería del Chedraui, la
panificadora “La Opinión”; todas estaciones de una circulación cotidiana que algún integrante del equipo
voluntario, a veces acompañado por el Tío y en raras ocasiones también apoyados por algún migrante, debía
realizar para alcanzar un cúmulo de proteínas, harinas, calorías, vitaminas, fibra y minerales que fuera
“suficiente” para la cantidad de habitantes que en ese momento habitaba el albergue.

Un recorrido en el que, además, cada visita implicaba una labor de solicitación, la elaboración de un discurso
que podía ser tanto de mendicación y precariedad, como de solidaridad y compromiso, y por medio del cual se
realizaba un trabajo de convencimiento a los propietarios de los comercios con el fin de movilizar las
voluntades (ya fuera mediante la lástima cristiana o el compromiso ético) y alcanzar así la mayor cantidad de
productos posible. Esto debía realizarse cada día, todos los días.

171 Como vimos en los acápites 3.2 y 3.3,


esta fabricación no está exenta de conflicto, al contrario, en su realización están imbricadas de manera
profunda las fuerzas de disposicionamiento y de agenciamiento que marcan la geopolítica y la micro política de todo el territorio migrante.
234
Nos encontramos frente al palacio nacional y Janet y yo vamos por la comida. El ritual para pedir las verduras pasa por
el saludo complaciente, la solicitud un poco humillada y el agradecimiento exaltado; por su parte, las patronas de
ambas verdulerías responden serias y casi molestas. Me llama la atención que siendo este un albergue tan conocido y
reconocido en la escena de las organizaciones que trabajan el tema migratorio, no tenga garantizados los tres tiempos
de comida con cierta anticipación y que sea algo que deba procurarse cada día [Diario de campo, 17-9-14].

Voy al centro con Verónica, el colocho y Reynaldo por las verduras y el pan. En ambas nos dan bastante, obviamente
luego de poner cara de humilditos, incluso Reynaldo hizo de las suyas endulzando a la señora con su retórica migrante.
Compramos los 12k (MX$96) de tortillas y vamos al Chedraui donde en esta ocasión no nos dan ni media pieza de pan
[Diario de campo, 23-10-14]

El menú que conseguimos en el primer día de mi estancia, fueron 3 cabezas de puerco que cocidas en sopa dieron
para dos tiempos de comida, cien piezas de pan dulce añejo que no alcanzaron por lo que hubo que ofrecer
mitades, y dos cajas de verduras pasadas. En general, la dieta básica que proporcionaba las fuentes energéticas
para reponer día a día las fuerzas del cuerpo migrante, se componía de vegetales como papa, chayote, zanahoria,
calabaza, cebolla, mango, plátano y jitomate, todos donados por las verdulerías del centro y siempre en estado
inicial de putrefacción. Eran desechos, residuos no comercializables los que alimentaban a la población albergada,
reingresados en un circuito de circulación calórica a través del cuerpo migrante, generando dos tipos de valor:
nutricional/calórico para los esfuerzos del tránsito migrante; y
moral/religioso o ético/empresarial para los propietarios de los
comercios.

Además de esto, también se utilizaban granos como lentejas, frijoles y


arroz, los cuales eran comúnmente donados y cuando escaseaban,
comprados por con el dinero de la casa; sopa de pasta, harinas
refinadas, azucares y ocasionalmente aguas de alguna fruta, y
finalmente tortillas, que durante un tiempo fueron donadas pero
cuando la tortillería cambió de dueño hubo que empezar a
comprarlas, 12k diarios a MX$96. Vegetales y granos se preparaban
en sopas, caldos, arroz, o incluso, en el caso de los vegetales, con clara
de huevo, la cuales eran donadas por la panificadora “La Opinión” al
Limpiar y preparar los alimentos. Fotografía propia. menos dos veces por semana, cuando se acumulaban suficientes de
estos residuos y eran enviados al albergue172.

Las donaciones por parte de organizaciones como Cruz Roja o grupos parroquiales y religiosos eran frecuentes,
al menos en dos ocasiones pude ver que llegaban voluntarios cruzrojistas con alrededor de 150k de frijol, 150k
de arroz, unos 20 botes de nescafé, sal, azúcar y otros productos varios. También en un par de ocasiones “las
señoras de la parroquia” se organizaban y llegaban con comida preparada: arroz blanco, picadillo de papa,
zanahoria y carne molida, tortillas, agua de Jamaica; el gusto de la población era supremo pues además de la
calidad y el sabor, la abundancia permitía algo que ordinariamente era infactible: repetir. Sin embargo estos
eventos eran poco frecuentes, la mayor parte del tiempo la población (en grupos o individualmente) debía
ajustar las comidas ofrecidas en el albergue con otras que compraban fuera: pollo asado, tortillas, refresco

172 Este comercio tenía la costumbre de emplear a alguno de los migrantes habitantes del albergue, que era quien traía las claras, lo cual
mostraba un vínculo estrecho entre el establecimiento y el albergue, pues además de nicho laboral de la población habitante también
funcionaba como donador de alimento. En una ocasión el migrante que trabajaba en la panificadora fue despedido por un conflicto con
su supervisor que llegó a los golpes, lo que no solo afectó los planes del muchacho pues con lo que estaba ahorrando iba a pagar un
boleto a Monterey para continuar el viaje, sino que además generó cierta ansiedad en el albergue, sobre todo en el equipo voluntario y
el equipo de cocina, pues no se sabía si esto iba a implicar dejar de recibir las claras. Su valor en la dieta diaria era muy importante, pues
no solo era fuente de proteínas, sino que además era un ingrediente versátil que fácilmente disfrazaba los productos en mal estado.
Finalmente el suceso no pasó a más y las claras de huevo continuaron llegando.
235
(sobre todo Coca Cola o Pepsi), tamales, así como pasteles de carne, palomitas de maíz, chicharrones o tacos
dorados que se compraban a personas que los llegaban a vender en las mañanas y tardes frente al albergue.

Como mencioné en el acápite 3.2, la cocina era uno de los micro espacios más regulados en relación al ingreso de
población migrante. Sobre este recaía una frontera que prohibía el uso de insumos y utensilios para la
preparación de comida que no fuera la común. La necesidad de resguardar los alimentos de posibles hurtos así
como de regular el ingreso a un espacio que era central en el mantenimiento del albergue y su población, hacían
necesarios estos mecanismos de control y vigilancia, los cuales eran reforzados tanto por los frailes, como por las
y los voluntarios y los integrantes del equipo de cocina. Claramente las restricciones tenían excepciones, y eran
justamente los que regulaban el ingreso (voluntarios, equipo de cocina, directores y guardias) los que tenían
mayor margen para hacer uso del espacio (usar los utensilios o incluso un poco de gas para calentar agua para el
café o preparar unos huevos).

La bodega era un espacio importante y constantemente rodeado de conflictos y tensiones; una suerte de
ocultamiento pesaba sobre ella a pesar de que contenía una importante variedad de productos no
perecederos. Además de los granos y la pasta, de uso frecuente, también habían otros alimentos que no eran
comúnmente utilizados en la preparación de los tiempos de comida para la población: gelatinas, sopas
instantáneas, cereales, chocolate, galletas, latas de frutas, café; productos que en medio de la gama de
alimentos comunes destacaban por su carácter casi suntuario. Pero el hecho de que no fueran ingredientes
comunes en las comidas colectivas no quiere decir que no fueran utilizados; su ingestión era parte de
dinámicas de consumo alternas a los tres tiempos de comida, por parte de comensales cuya función o rol
dentro del albergue les daba acceso, recursos de poder para penetrar uno de los espacios más impermeables y
cerrados de la casa. Esto, no obstante, en ocasiones llegaba a provocar que algunos alimentos se perdieran,
pues su uso no era masivo sino más bien selectivo.

Ahorita en la mañana estaba dando pura leche con cereal porque el cereal se estaba arruinando, tenemos bultos que
desde que vine están ahí, ya está por vencerse, entonces Fray Tomás me dijo "dáselos hasta que se termine, todas las
mañanas, ahí le echas bastante ". Imagínate que estos días, vine a mover todos los sacos de lentejas y hayamos un nido
de ratones como con ocho ratones, habían roto un paquete de Corn Flakes y eso comían, como le digo, hay cosas que
se arruinan [José, jefe del equipo de cocina, 13-11-14]

Visitas nocturnas de integrantes de la guardia, sustracciones a cuentagotas de miembros del equipo de cocina,
canalizaciones por parte de algún voluntario a alguna persona que, en su criterio, lo merecía o necesitaba,
hurtos, desapariciones… Diferentes mecanismos ponían a circular productos selectos cuyo uso era infrecuente,
pero que por estos medios eran redistribuidos entre las personas que lograban acceder a ellos: la novia del
miembro de la guardia, el hijo de la cocinera, el amigo del voluntario, el que le gustaba al jefe del equipo de
cocina. Dinámicas complejas de reconversión de capitales (Bourdieu 2000), movilización cotidiana de recursos
(Tilly y Tarrow 2006) y expresiones de una micro política de los espacios.

236
Bodega Ventana de entrega

Fogón y pilas

Las áreas del módulo de cocina. Fotografías propias.

El equipo de cocina estaba conformado por entre 4-6 personas que eran seleccionadas por el jefe del equipo
con autorización de el Tío. Las tareas básicas eran la preparación de los alimentos, calculados con base en la
cantidad de habitantes que hubiera en ese momento en el albergue; la administración de los recursos; la
limpieza de los tres espacios de la cocina: fogón y pilas (exterior), cocina y bodega (interiores); y preparación de
alimentos fuera de los tiempos de comida en caso de que llegaran nuevos migrantes al albergue. La
preparación de los alimentos era una tarea que podía tomar entre dos y tres horas, dependiendo del menú y la
cantidad de personas; implicaba prender el fuego (el gas se utilizaba solo en casos de necesidad, todas las
cocciones se realizaban con fogón), poner el agua, “arreglar” (eliminar partes blandas, podridas o agusanadas)
y picar las verduras, alistar los insumos, calentar las tortillas, servir las porciones y entregar la comida. Por lo
general cada porción era lo que cabía en un cucharón sopero, aunque dependiendo de la cantidad de
comensales podía ser más, además se entregaba una taza de líquido, comúnmente agua natural filtrada y dos
tortillas por persona.

Lo más frecuente era ver a varias mujeres del equipo sentadas junto a la entrada de la cocina pelando las
verduras y quitándoles las partes blandas o podridas, a alguno de los hombres prendiendo el fuego con la leña
que había ido a traer algún migrante por solicitud del Tío o de alguno de los voluntarios, un par más picando los
olores y las verduras peladas, y José, el jefe de cocina, supervisando todas las labores. Los horarios de este
equipo de trabajo eran tediosos, el desayuno se debía servir a las ocho de la mañana, lo que implicaba que
tenían que levantarse alrededor de las 5am para prender fogón, poner a hervir el agua, hacer los frijoles o
empezar a preparar las claras de huevo. Luego de servir el desayuno los miembros del equipo se iban a dormir
casi hasta las 10-11, cuando se levantaban para empezar a preparar el almuerzo que se servía a las 2pm. La
cena se servía a las 7pm.

Nos levantamos 5 o 5:30, siempre. Picamos la verdura y la ponemos a cocinar, empezamos a freír lo demás: el huevo, le
echamos la papa, zanahoria, hacer los frijoles, a veces hacer arroz, y ya entre todos aseamos, porque siempre me gusta
tener la cocina aseada, porque tiene que ser higiénico. Después de que terminas el desayuno vienes a ver qué vas a
hacer de almuerzo y empiezas a preparar, no es que puedes decir "me voy a ir a las 11 y voy a llegar a las 12 a ver qué
vamos a hacer", no, es seguido. Entonces, no creás, es una responsabilidad que uno se tira en la cocina, a veces no nos
queda tiempo ni de salir al portón [José, jefe del equipo de cocina, 22-9-14].

Por otra parte, la presión sobre el equipo es grande, a diferencia de la guardia, de cuya labor no se tiene una
prueba tan directa y frecuente, el equipo de cocina se expone ante la población con cada bocado, en cada
tiempo de comida. Prender un fuego en época de lluvia no solo garantizaba un retraso, sino que amenazaba
con ahumar la comida, lo que a su vez garantizaba la lluvia de críticas por parte de los comensales. Tanto José
237
como otras integrantes del equipo podían llegar a ser incluso agredidas verbalmente por la población, ya fuera
porque negaban algún alimento o el uso de algún utensilio. La distinción (Bourdieu 2002) y el prestigio (Mauss
1979) que significaba ser parte del equipo de cocina así como el capital simbólico asociado a esta, podía llegar a
ser percibido por el resto de la población como un desequilibrio injusto, una falta de reciprocidad en la deuda
que el jefe tendría con la población (Clastres 2010).

Entran como si fueran Pedro por su casa a agarrar esto, agarrar lo otro, entonces les digo “ey, paren, para eso es que
hay un orden, aquí respetas”. Entonces yo lo que hago es hablar con fray Tomás o fray Aurelio y ellos siempre llaman la
atención. Sí hay gente que me quiere, pero también así hay gente que yo creo que el día que diga 'me voy' creo que van
a hacer fiesta, hay gente que no me puede ni ver, “no, que él se cree el dueño de la casa”, no es que uno se crea el
dueño de la casa o que se crea importante, a mí lo que me gusta es ser muy responsable (…) Fray Tomás hasta el día de
hoy una única vez me ha regañado, y fue porque le di permiso a dos chavas que cocinaran un arroz con huevo,
imagínate que hasta eso no es permitido en la casa, yo estoy comiendo y me dice “¿quién les dio permiso de que estén
cocinando aparte? no, aquí no se cocina nada, aquí nadie tiene privilegio”, y dijo que yo mandaba aquí, entonces la
señora se enojó, “ese pinche culero que se cree gran mierda”, dijo [José, jefe del equipo de cocina, 13-11-14].

El control de los recursos era algo que podía llegar a generar problemas, cosas tan simples como tener que
negarse a prestar un taza o un plato, pues estaba prohibido por los frailes, o negarse a darle más tortillas a las
personas, desataba el enojo de algunos que llegaban incluso a ofender a los miembros del equipo, “viejas
culeras”, asegura José que les han dicho al negarse a dar más comida. Pero lo que más destacaba como
problemático era el ingreso a la cocina; el Tío era enfático en que este era un espacio cerrado, “para que no se
haga relajo”, pero sobre todo por el riesgo de que se consumieran los recursos, y José y su equipo eran en los
que cotidianamente recaía la responsabilidad de regular el flujo a este espacio, de cerrar el acceso, lo cual
levantaba molestias entre la población tanto por el hecho de no poder acceder, como por el hecho de que
fuera “otro migrante igual a ellos” el que estableciera dicho cierre.

Claramente el ser parte del equipo de cocina tenía beneficios, especialmente el acceso a recursos, y aunque las
reglas establecían que solo José y los voluntarios teníamos acceso a la bodega de comida, era frecuente que los
otros miembros del equipo ingresaran y tomaran algún producto para su consumo. Otro beneficio importante
era el acceso a los utensilios y al gas, lo que les permitía prepararse de manera individual o en grupo alimentos
que habían comprado fuera del albergue o tomado de la bodega. En este sentido, el equipo despertaba afectos
y percepciones contradictorias entre la población, pues mientras algunos criticaban la distinción de sus
miembros en relación al resto de los migrantes, otros intentaban por diferentes medios integrarse al grupo.
Una tarde, mientras atendía el módulo de comunicaciones, un güero chapín llegó emocionado y me dijo casi
gritando “por fin logré entrar al equipo de cocina” [Diario de campo, 25-9-14] .

En la cocina la autoridad de José se hacía sentir, delegado directamente por el Tío por ser “uno de los que
mejor ha funcionado”, José era cumplido con los horarios y disciplinado con su equipo; en una ocasión, durante
mis primeros días de estancia, sacó del grupo de trabajo a dos muchachos que “no trabajaban bien porque no
se levantaban a ayudar con el desayuno”. Al preguntarle por la forma y criterios según los cuales iba eligiendo a
las personas para conformar el equipo, José destacaba factores como la responsabilidad pues “en la cocina el
tiempo siempre está en contra” y, sobre todo, el hecho de que sean habitantes más estables del albergue, es
decir que estuvieran en proceso de “sacar papeles” (refugio, visa o regularización). Para él esto era valioso por
la permanencia, condición para el afianzamiento del equipo y su buen funcionamiento, “imaginate que meta
gente que está esperando el tren”, me decía sonriendo, “no más pasa pitando y me dejan todo tirado y quedo
solito”.

Era frecuente entonces que José incorporara a nuevos miembros al equipo, ya fuera por solicitud de el Tío o
por su propio criterio. Pero en esto jugaban no solo las necesidades del equipo y los criterios de efectividad en
238
el trabajo, sino también criterios más bien subjetivos que incluso formaban parte de una cierta economía
erótica que lo movía a buscar miembros que eran de su agrado; en el caso del “Güero” chapín narrando antes,
justo el día que había llegado a la casa José se me había acercado para comentarme “ese güero me gusta”. Las
lógicas de movilización de recursos y de reconversión de formas de capital de los integrantes del equipo, en
este sentido, no estaban animadas solo por necesidades colectivas o lógicas racionales, sino también por
intereses individuales y pautas afectivas173.

Como muchos otros momentos en la cotidianidad en el albergue, las comidas se realizaban de manera ritual. La
reiteración que aportan los grupos más perdurables, ya sea el equipo de voluntarios, el de cocina, o las y los
habitantes con más tiempo en la casa, delinea un evento compuesto de breves repeticiones, micro sucesos que
dan contenido a uno de los momentos más importantes del habitar el albergue, y que lo anclan a una
cotidianidad conocida, frecuentada, repetida. Desde el llamado-alarma de el Tío, la insistencia en que “ayuden
a sacar mesas y sillas”, pasando por el ritual de formación en torno al comedor, las palabras de regaño, la
oración, el grito de guerra “ataca Matías”, el pleito por tortillas, hasta la cola para lavar los platos, son
componentes de un protocolo no escrito pero estable.

Como ha señalado Ramiro Delgado, “comer es digerir culturalmente el territorio” (2001, 84), los frutos del uso
y control de un espacio apropiado y simbólicamente cargado, lo cual, en el caso del albergue, funcionaba de
manera muy distinta al ritual de comer en el terruño o en la comunidad, donde los ingredientes son los
propios; en el albergue, en cambio, se come lo que hay “aunque no nos guste”, decía un hondureño en
referencia a las lentejas, grano despreciado por varios países centroamericanos. Pero este “comer lo que hay”
es en sí mismo una práctica de apropiación del espacio, una forma de territorialización que emerge a partir de
la asimilación de nuevos patrones de consumo. Esto se refuerza, además, con las prácticas de
complementación de los alimentos de la que hablamos antes, que sumadas a lo que ofrecía la casa
configuraban un menú específico del territorio del albergue, lo cual a su vez se expresaba en la emergencia de
ciertos rasgos culturales y gastronómicos generadores de identificación entre “la raza”, un sentido de
colectividad diversa. Como ha señalado Harris, “[l]a comida debe alimentar la mente colectiva antes de que
entre en el estómago vacío. La comida debe alimentar el estómago colectivo antes de que pueda alimentar la
mente colectiva” (Harris 1987, 15)174.

En el albergue, las primeras en comer eran las mujeres y los niños, se formaban en una pequeña fila que iba
desde la ventana de la cocina que conectaba con el comedor hasta el baño de voluntarios; luego pasaban por
su plato los varones, que se formaban en una cola que iba desde la ventana pero continuaba rodeando el
comedor hasta su parte baja, llegando en ocasiones hasta la enfermería. La formación podía ser fuente de

173 En este punto es interesante comentar que el ejercicio de la autoridad y control de recursos por parte de José, como en el caso de El
Paisa, estaba en alguna medida condicionado por una específica percepción de la población a la que atendía, que en ocasiones podía ser
despectiva. Durante una entrevista que sostuvimos me dio el siguiente testimonio: “Yo soy un tipo bien responsable de mi trabajo y un tipo
que me gusta que las cosas salgan bien, aquí he tratado de poner un orden, porque vienes a tratar con gente del mundo, de las calles
directamente, porque un licenciado no va a venir aquí, una persona educada no se va a venir de su país, se vienen, como decimos en
Honduras, los vagos, unos vienen huyendo porque han hecho maldad en su país y los quieren tal vez matar o meterlos presos, entonces se
vienen aprovechando de la gente”. Estas percepciones no solo refuerzan su propio sentido de distinción en relación al resto de la población
migrante, sino que también podían llegar a condicionar su trabajo y sus criterios en la regulación de recursos. Pero estas concepciones
parecen conjugarse con otras más positivas, específicamente sobre el trabajo y las implicaciones de este en términos de la satisfacción de
necesidades imperiosas, José se congratula de “alimentar bocas sufridas”, de que su trabajo sirva para ayudar a personas necesitadas de las
cuales, sin embargo, se distancia. Sus representaciones de la población que atiende parecen moverse entre dos extremos, por un lado
“vagos” y por el otro “pobres”, portadores de maldad o de necesidad, pero en todo caso sujetos de intervención sobre los que deben
operar o el control y la reprimenda o la caridad y la ofrenda. “Un día yo llegué igual” me dijo durante nuestra entrevista, “un día yo llegué
con hambre y me atendieron bien, no les importó que llegara tarde y me dieron comida (…) todos llegamos un día en esta situación” [José,
jefe del equipo de cocina, 13-11-14].
174 Algunos trabajos antropológicos que abordan el tema: Douglas 1971 y 1995, Goody 1982, Brandes 1990.

239
tensiones, sobre todo en la fila de varones, pues el objetivo de todos era estar lo más cerca posible de la
ventana de repartición, pues siempre existía la ansiedad de que la comida se acabara o la certeza de que los
últimos recibirían porciones más pequeñas. Pero asociada a la función obvia del momento de la comida
(comer), había otra más que se colaba implícitamente: el regaño ritual.

La comida convocaba necesariamente tanto la presencia como la atención de la gente, era el momento de la
jornada en que la población estaba siempre reunida y atenta, auto convocada por la necesidad de los
alimentos, por lo que era el momento más adecuando para operar uno de los mecanismos disciplinarios y
normativos centrales en la cotidianidad de la casa. Por un tiempo que iba entre los cinco y veinticinco minutos,
mientras la población estaba formada alrededor del comedor esperando el grito de guerra que anunciaba el
inicio de la comida (“ataca Matías”), el Tío aprovechaba para repasar los puntos del día en torno a los que
consideraba pertinente hacer llamados de atención a la población175. En ocasiones la arenga tomaba un tono
más motivante y en otras más religioso, pero siempre angustioso y preocupado.

Este momento antes de las comidas operaba como una suerte de realización de las relaciones de intercambio
(Mauss 1979) que esteban en la base de las formas de habitar el albergue; se ofrecía la comida, y a cambio se
se pedía un momento de atención, el cual era utilizado para marcar pautas y acuerdos necesarios en la
construcción normativa de la casa. Estas formas de intercambio se pueden ver también en relación al trabajo
colectivo (sobre el que profundizaré más adelante): siempre antes de comer se formaba a la población para las
tareas de mantenimiento y aseo de la casa, una contribución básica para la producción del espacio. Por otra
parte, esta práctica cotidiana de la formación de la población también marcaba una inflexión del espacio-
tiempo (Lefebvre 1991 y 2004) en el habitar la casa: agregación espacial de población y suspensión temporal de
las actividades y ritmos personales o grupales; con el fin de hacer emerger un espacio-tiempo común de
trabajo que no sería posible a partir de la mera convergencia casual o la divergencia probable de los diversos
ritmos de circulación que coexistían en la casa.

Recuerdo una ocasión en que el momento de comer se convirtió en una verdadera celebración y muestra de
trabajo colectivo. El Tío entró al albergue cargando una sorpresa: 10 kilos de pescado que le donaron unos
pescadores cerca del Usumacinta. La noticia corrió como el viento y de inmediato una organización
espontánea, producto de la emoción y de la motivación de el Tío, se avocó a la tarea de hacer todos los
preparativos para la sopa. Alrededor de diez personas se pusieron a sacar y lavar ollas, a encender el fuego,
picar los ingredientes, des escamar y lavar los pescados… todos emocionados y distribuyéndose los roles con
bastante eficiencia y sin mayor dificultad. El único que se mantuvo al margen, sentado en una silla frente al
comedor, con cara de mal humor y atento solo a la pantalla de su celular, era José, el jefe de cocina.

Abrigo y salud. La reconstitución del cuerpo migrante exige, necesariamente, su abrigo y su curación. Formas
de traslado que se componen de sorteos, ocultamientos, disimulación, desviación, huidas y capturas, en
condiciones agrestes, con variabilidad climática y amenazas permanentes, desgastan la piel, irritan el cuerpo, lo
ampollan, inflaman e infectan (Amnistía Internacional 2010; Canales, Vargas y Montiel 2010; CIDH 2013;
Knippen, Boggs y Meyer 2015). Es infrecuente que el cuerpo recibido en el albergue se encuentre incólume, así
como es raro que arribe abrigado o calzado adecuadamente. Una de las primeras cosas que piden las personas
que llegan a la casa es un baño y ropa limpia, a menos que su condición exija algo más urgente de la
enfermería.

175El consumo del agua, el irrespeto de los horarios de servicios, la negligencia ante el trabajo voluntario, el consumo de drogas, la
violencia de género, etc.
240
Los micro espacios de ropería y enfermería eran, luego de comunicaciones, quizás los más porosos y
permeables del albergue (ver acápite 3.2); aunque su ingreso y el acceso a los recursos que en estos se brindan
estaban regulados por horarios y el control de algún voluntario o de un directivo, la circulación por estos era
más fluida y frecuente, igual que la circulación de los bienes y servicios que contienen. A diferencia de la
cocina, era raro que alguno de los frailes se molestara particularmente por encontrar a algún habitante
deambulando en enfermería o ropería, y era frecuente que en torno a ropería se desplegaran tácticas para
estirar las normas y abastecerse de más bienes que los que mandaban las reglas176. Estas tácticas podían ir
desde el hurto, hasta mecanismos de intercambio (por ejemplo ayudarle a los voluntarios a ordenar la ropa o
las medicinas, o asistirles en tareas específicas) o de reconversión de capitales (por ejemplo aprovechar una
relación de amistad con un voluntario para conseguir prendas).

Al entrar y revisar el acopio me doy cuenta que faltan cinco de los mejores pares de zapatos de hombre que habían
llegado con lo que trajo Tomás. Esta práctica de robarse ropa o zapatos parece ser frecuente, y todo indica que son los
habitantes del albergue con más tiempo los responsables, lo irónico es que quienes más necesitan los zapatos son los que
vienen llegando [Diario de campo, 21-9-14]. Cuando terminamos de ordenar la ropa, las dos señoras que nos estuvieron
ayudando nos pidieron que les regaláramos varias prendas [Diario de campo, 11-9-14].

En el caso de ropería el valor atribuido a los bienes no era puramente utilitario, sino que eran valuados también
a partir de criterios ornamentales, lo que aumentaba y diversificaba las estrategias de abastecimiento. Esto era
más frecuente entre los habitantes cuyo paso por la casa era menos frugal, por ejemplo los que se encontraban
realizando trámites de solicitud de refugio, regularización o visa humanitaria. Incluso pedían las prendas “solo
para usarlas aquí”, más en un sentido estético y de confortabilidad (lexis, shorts, faltas) que para el uso durante
el tránsito; había personas que incluso nos decían “es solo para andarla aquí, cuando yo me vaya se la
devuelvo”. En las personas que se quedaban tan solo una o dos noches la prenda que se buscaba respondía
principalmente a criterios de necesidad, utilidad y confortabilidad; por ejemplo, en la época lluviosa la
demanda de calcetines aumentaba, pues prevenían las ampollas en las largas caminatas, o cuando el clima era
más caliente se buscaban pantalones cortos y camisas sin mangas.

Pero esto no significa que el valor estético estuviera presente solo en la población habitante regular, también
existía en las personas migrantes cuyo pasó por La 72 era más efímero. De hecho las prácticas de higiene y auto
cuido giraban muchas veces en torno a la apariencia personal. Esto era claro durante la llegada de las personas
a la casa: como parte del proceso de registro había un momento en que se les tomaba una fotografía para
incluirla en las bases de datos del albergue; frecuentemente, casi en la totalidad de los casos de los que fui
testigo, las personas se tomaban un tiempo para arreglarse, peinarse el cabello, limpiarse la cara, acomodarse
la ropa, e incluso había quienes sacaban o solicitaban un espejo para esto. Sobre este tema recuerdo un
comentario que me hizo en una ocasión la religiosa escalabriniana Hna. Leticia Gutiérrez177: “¿Has notado, que
siempre andan buscando cómo arreglarse?, pueden haberles pasado de todo pero siempre que pueden se
bañan, se arreglan, se ponen guapos” [Diario de campo, 18-9-14].

La dinámica en ropería era de gran movimiento y circulación de bienes y personas, por lo que era difícil ceñirse a
los horarios establecidos pues la demanda de prendas podía surgir en cualquier momento solo disminuía un poco
en los períodos en que no llegaba población nueva. Las tareas propias de la administración y regulación de este
espacio iban desde acomodar la ropa, llevar control de registro sobre las entregas, mantener el ingreso en orden,

176 Durante mi estancia, los primeros meses la norma fue que solo se entregaba una prenda (zapatos, pantalón o camisa) por persona y
únicamente al momento de su llegada. Más adelante se cambió y se estableció que a quienes llegaran se les proporcionaría una muda
completa. En relación a enfermería no existían normas específicas sobre la cantidad de recursos que se podían ofrecer a una persona.
177 Es la actual directora general de Scalabrinianas Misión para Migrantes y Refugiados (SMR) en su sección de México.

241
agilizar la selección de prendas (en ocasiones las personas se quedaban mucho tiempo escogiendo y buscando
una prenda de su talla y agrado) y estar pendientes frente a posibles hurtos. En general, durante los picos de
trabajo era una labor intensa y podía llegar a ser frustrante, puesto que en la mayoría de las ocasiones no había
suficientes prendas para todos y ni siquiera para quienes más las necesitaban. El caso de los zapatos era el más
extremo, pero también pantalones de hombre y de mujer. Frecuentemente el equipo voluntario prefería entregar
directamente las prendas a las personas, sin darles mucho margen para escoger ni para negarse y solicitar otra
prenda.

En la tarde el trabajo en ropería estuvo pesado, mucha gente solicitando y varios eran personas con tiempo de estar en
el albergue y a las que ya se les había dado ropa, como Iris y Sandra, sobre quienes Abril me previno “a ellas yo ya les
había dado, y es que le piden a varia gente y van acumulando la ropa, ya tienen dos bolsas grandes cada una” [Diario de
campo, 14-10-14]

Esta circulación tan agitada provocaba que la administración de este micro espacio fuera más tediosa y
estresante que la de cualquier otro (con excepción del módulo de comunicaciones). El control de los bienes y
su disposición era lo más difíciles de administrar en este módulo; las constantes solicitudes, ingresos,
búsquedas y salidas revolvían el espacio, lo desbordaban con cada visita. Fue en ropería, incluso, donde más
eventos de tensión y conflicto presencié durante mi estancia, ya fuera en relación a alguna persona que
tardaba demasiado escogiendo una prenda, o entre los propios voluntarios por choques en las formas de
administrar el servicio.

Por otra parte, dado que el influjo de estos recursos era constante y cuantioso, pues eran muchas las gestiones
de acopio y donación que realizaban organizaciones y sectores de la sociedad civil, existían suficientes artículos
como para que la entrega de estos no fuera tan limitada. Llegaba a darse incluso la situación de que, por estar
relativamente cargada de prendas, la comunidad albergada podía incluso hacerlas circular sin mediación del
equipo voluntario o los micro espacios. En términos del equipo directivo era más probable que los frailes
respondieran afirmativamente a una solicitud de obtener un prenda extra, que a una petición de tener otra
porción de comida o más tiempo de internet. Podríamos describir estas prendas como actantes (Law 1992, Law
y Hassard 1999) , recursos con una vida social muy dinámica (Appadurai 1991), con altos niveles de circulación
e influencia entre las personas, operando incluso en relaciones de intercambio.

Antes de irse, una de las cubanas me pidió un bolso grande para cargar sus cosas; yo justo buscaba uno para Clara pues
va para el D.F. con Abril y necesita uno para las cosas de los niños (…) Sonia, pareja del Paisa, aprovechó entonces la
necesidad de ambas y me propuso entregarme dos bolsos (que había obtenido ahí), y tomar ella uno que tenía visto de
entre las cosas que había traído fray. Acepté, pues eran justo el tipo de bolsos que necesitaban Clara y la cubana [Diario
de campo, 20-10-14].

El caso del espacio de enfermería y los servicios de curación contrastan bastante con el de ropería. Por una
parte, más allá de la necesidad homeostática, no existía un particular interés de parte de la población en los
recursos contenidos en este micro espacio; nadie se peleó nunca por un paracetamol como sí lo hicieron por
un par de zapatos. Por otra parte, a diferencia de la mayoría de los micro espacios del albergue, sus horarios de
servicio siempre fueron bastante inflexibles. Durante toda mi estancia este servicio fue proporcionado por
Irina, una voluntaria europea cuyo estilo de administración del módulo y sus recursos siempre estuvo muy
ceñido a las disposiciones directivas y normativas. Excepto en circunstancias extremas, como un accidente o
una emergencia de salud, si el horario así lo dictaba, el módulo (y el servicio) permanecía cerrado.

Enfermería contaba con medicamentos básicos como analgésicos, antinflamatorios, antihistamínicos, suero y
antibióticos, y materiales de curación como alcohol, gasas, algodón, agua oxigenada, jeringas, ungüentos entre
otros, los cuales se utilizaban principalmente para tratar ampollas, llagas, picaduras de animales, irritaciones en
242
la piel, cortaduras, golpes y contusiones. Las labores de curación eran delicadas pero la carga de trabajo nunca
alcanzaba la intensidad que en otros micro espacios, como comunicaciones, ropería o cocina. Las principales
dolencias estaban vinculadas con afectaciones en la piel, especialmente en los pies. Dadas las dificultades de
movilidad en transporte público, tanto por los sobre cobros como por los mecanismos de vigilancia del INM, el
trayecto desde la frontera (El Ceibo) hasta el albergue era frecuentemente realizado a pie. Esto significaba
60km de caminata sobre el asfalto o, cuando era necesario algún sorteo o evasión, en el monte, lo que
provocaba las afectaciones en el cuerpo que mencioné antes. Otras dolencias comunes estaban vinculadas a la
baja ingesta de alimentos, o al consumo de comida en mal estado o agua contaminada, o cual generaba
infecciones intestinales, gastritis, diarreas, deshidratación entre otras enfermedades.

Pero curar el cuerpo no era algo que se realizaba únicamente en este módulo; existían redes más amplias de
apoyo especialmente en casos más graves como enfermedades delicadas o accidentes graves, así como en
actividades de información y prevención. La Cruz Roja, por ejemplo, brindaba un servicio dos veces a la semana
que consistía en una clínica móvil que se estacionaba frente al albergue de 10am-1pm. Contaban con equipo
de atención básica y medicamentos para tratar la deshidratación, irritación en la piel, dolor de cabeza o
estómago, infecciones, tomaban la presión, medían el azúcar, proporcionaban insulina, entre otras cosas.

Durante mi estancia también registré varias visitas de diversas organizaciones que asistían para apoyar en
prevención y atención de enfermedades. La primera fue una visita de la secretaría de salud que llegó al albergue a
dar una charla sobre VIH, paludismo, dengue, tuberculosis y otras enfermedades infecciosas [Diario de campo,
23-9-14]; y en otra ocasión esta misma dependencia llegó a fumigar la casa como parte de una campaña de
prevención del dengue y otras enfermedades transmitidas por mosquitos [24-9-14]. Asimismo hubo una visita de
una organización no gubernamental llamada, que impartió una charla y un taller sobre salud sexual y
reproductiva.

Fumigación de la SSA. Fotografía propia. Charlas de la SSA sobre prevención de enfermedades. Fotografía
propia.

Recuerdo especialmente una visita de la Cruz Roja a mediados de octubre, cuando llegó para ofrecer una charla
sobre higiene [Diario de campo, 15-10-14]. Me llamó la atención porque su perspectiva era completamente
higienista y de fondo se percibía una concepción de la población migrante como focos o vectores de contagio

243
de virus y bacterias, la cual empataba muy bien con la de buena parte de la población tenosiqueña y en general
de la frontera sur mexicana, que solía asociar el flujo migratorio con el flujo de enfermedades178.

Durante mi estancia tuve también la oportunidad de acompañar de cerca el proceso de curación de Elvis, un
joven migrante hondureño que había sufrido un accidente bastante grave en el tren y tuvo que ser ingresado al
hospital comunitario de Tenosique donde estuvo internado poco más de una semana y fue sometido a dos
cirugías. Una tarde lo vimos llegar caminando con su hermano, venía cojeando y los últimos pasos hasta la
entrada del albergue los dio casi desmayando. Caminaba con un par de chancletas pero sus pies venían
envueltos en vendas ya sucias y manchadas de sangre. Al entrar se dejó caer en una silla mientras su hermano
fue a pedirnos ayuda. Nos contaron que hacía ya varios días habían logrado tomar el tren cerca del albergue e
iban “pa´rriba”, pero casi llegando a Palenque se habían subido varios hombres a “la bestia” con la intención de
asaltar.

yo iba con mi hermano en el tren, cuando casi llegando a Palenque se subieron para asaltarlo, entonces cuando vi que
iban para la parte del vagón donde estaba mi hermano me levanté para avisarle y fue ahí que me dio el cable, yo no la
había visto, me dio cerca del ojo [costado izquierdo] [Diario de campo, 21-10-14]

A Elvis lo tocó un cable eléctrico que cuelga sobre las vías en la entrada a Palenque, más tarde nos
enteraríamos por una enfermera del hospital comunitario de Tenosique que ya habían sido varios los que
habían tenido accidentes similares con ese mismo cable durante este año. Sufrió una descarga eléctrica que lo
dejó inconsciente, su hermano tuvo que asistirlo para que no cayera del tren y una vez en Palenque buscaron
ayuda. Elvis estuvo inconsciente todo un día y cuando despertó estaba en el hospital local donde lo atendieron
como una urgencia. Al despertar, cuenta, le cobraron los únicos USD$100 (en ese momento MX$1.300) que
andaba con él porque se los acababan de enviar. Le dijeron que aún faltaban unos exámenes, pero como ya no
tenía dinero para pagarlos “me hicieron firmar un alta voluntaria y nos sacaron a la calle, afuera una señora me
regaló dinero y con eso nos vinimos en combi desde Palenque al albergue”.

Cuando llegó a la casa se encontraba en muy mal estado, traía su cara hinchada, su ojo izquierdo
prácticamente cerrado por la inflamación y quemadas de segundo grado en un costado de la cara, además de
dos hoyos profundos e infectados en las plantas de los pies por donde había salido la descarga eléctrica. El Tío y
yo buscamos a los cruzrojistas que se encontraban atendiendo en la clínica móvil, lo valoraron y dijeron que no
podían atenderlo ahí, que el caso requería antibióticos muy fuertes, observación permanente y probablemente
cirugía, por lo que lo llevamos al hospital municipal de Tenosique. De regreso al albergue, a penas pasando por
el portón de entrada, Luigi y Abril, ambos voluntarios de La 72, me salieron al paso y me preguntaron serios
“¿qué hicieron con ese?”; cuando les conté que lo habíamos llevado al hospital la reacción de ambos fue de
preocupación y molestia, “él y su hermano son de los cuatro pandilleros hondureños que tuvimos que sacar
hace unas semanas porque estaban asaltando en las vías del tren y aquí frente a la casa”.

Platicando luego con otros habitantes de la casa nos percatamos de que probablemente eran ellos los que iban
asaltando el tren a la altura de Palenque cuando Elvis recibió la descarga, y que fue por eso que no quiso
quedarse en el hospital temiendo una denuncia. Irónicamente, al menos en este caso, la curación de la
corporalidad migrante no contribuyó a fortalecer sus fuerzas de agenciamiento, sino más bien a reconstituir a los
actores dedicados a su captura y extracción de valor. Por otra parte, la recepción de Elvis en el hospital fue
bastante buena en comparación con otros casos que encontré durante mi trabajo de campo, y en los que la

178Estas percepciones las registre tanto en el trabajo de campo en diversas localidades fronterizas, como en la aplicación de un a
encuesta a colegios de Tenosique y Tapachula. Sobre el tema ver: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2014/06/26/967421;
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/07/140708_eeuu_crisis_migratoria_indocumentados_murrieta_jg ;
http://www.milenio.com/estados/piquete_mosco-virus_dengue-dengue_contagios-chikungunya_0_491351026.html
244
condición migratoria dificultaba un poco los ingresos o provocaba tratos diferenciados en el sentido negativo. No
obstante, durante todo su internamiento hubo la necesidad de estar constantemente negociando con el personal
médico sobre los tratamientos y cuidados de Elvis, el albergue tuvo que costear la mayoría de los medicamentos y
todas las comidas, así como hacerse jurídicamente responsable de Elvis. Como ha señalado Da Gloria Marroni,
“los albergues tienen que negociar con las autoridades de salud locales la atención al migrante, y esta negociación
no siempre se facilita” (2013, 162)179.

Descanso y ocio. Una de las actividades más importantes en la reconstitución del cuerpo migrante es el
descanso. Dormir y recrearse eran dos actividades que ocupaban buena parte del tiempo de la población que no
trabajaba durante su estancia en el albergue. Además, el espacio de la casa lo permitía y lo fomentaba. La cancha,
por ejemplo, ubicada (muy ad hoc a mi argumento) justo entre el dormitorio de hombres y el dormitorio de
mujeres, fue un micro espacio pensando como prioritario por el equipo directivo. No existía hasta pocos meses
antes de mi llegada al albergue, y fue construido específicamente con el objetivo de ofrecer posibilidades en
torno al juego, la recreación y el ejercicio. La apropiación de este mico espacio por parte de la población
masculina era intensa, y aunque no se utilizaba todos los días si lo hacían muy frecuentemente. No existía en
las normas del albergue ninguna prohibición en relación al tiempo que se podía dedicar al ocio o al uso del
espacio para dicho fin, y de hecho era frecuente que se programaran actividades recreativas desde los equipos
directivo y voluntario.

Mientras tanto en la cancha, varios de los hondureños, garífunas y catrachos se echaron una cascarita de casi toda la
mañana. Jugaron por equipos y el que ganaba se quedaba y otro debía entrar a retarlo. Al final terminaron extenuados
pero se les veía bastante contentos [Diario de campo, 25-9-14]. En los días recientes es muy común ver actividad casi
constante en la cancha, creo que esto inició desde la llegada de los cubanos; aunque siempre había al menos una
cascarita por semana ahora es casi todos los días que hay juegos [Diario de campo, 13-10-14].

El horario para dormir era de 9:30pm, cuando terminaba la formación de la noche, hasta las 6am cuando
empezaba el horario para utilizar las duchas y las pilas de agua. Era común que algunas personas continuaran
durmiendo hasta las 7am cuando algún voluntario o el jefe de guardia se encargaba de sacar a todas las personas
de los dormitorios y cerrar con llave los módulos, que permanecían inaccesibles hasta la hora de dormir. De todas
formas era común ver a la gente tomando siestas durante el día en diferentes espacios de la casa, lo cual era más
frecuente entre la población más frugal, pues sus necesidades de recomponerse del cansancio eran más urgentes.

En torno a esta actividad había dos recursos que eran bastante preciados entre la población habitante del
albergue: las literas y las colchonetas. Las primeras, en el caso de módulo de hombres, sumaban cuarenta, por
lo que era un espacio limitado sobre todo tomando en cuenta que la población siempre superaba este número;
normalmente a la hora de dormir se colocaban también colchonetas en el piso entre las literas, y si el espacio
no alcanzaba se utilizaba también el comedor180. En el caso del módulo de mujeres se dormía en el piso, por lo
que no había tantos problemas de disputas por el espacio. En relación a las colchonetas, nunca vi que hicieran

179 Esto ocurre no solo en relación a las autoridades de los servicios de salud, sino también de otras dependencias. En una ocasión se
desmayó frente a la casa una mujer de unos 23 años que estaba embarazada y era habitante del albergue. Salimos varios a ayudarle pero
no reaccionaba, por lo que llamamos a la ambulancia pero esta tardó tanto en llegar que el Tío le pidió a los policías federales que custodian
el albergue que por favor la transportaran al hospital. Estos se negaron; dijeron que tenían prohibido transportar migrantes. Finalmente la
ambulancia nunca llegó, por lo que tuvimos que conseguir un taxi en la avenida y acompañarla al hospital [Diario de campo, 27-10-14].
180 Durante los primeros días de mi estancia el módulo de hombres aún no se había inaugurado, por lo que los habitantes pernoctaban

en la capilla y, de ser necesario, en el comedor. Aunque eran espacios que no estaban diseñados para este fin, muchos habitantes que
llegaron a utilizarlos antes del que se empezaran a usar las literas señalaban que eran más cómodos, pues además de que el piso, al ser
un espacio liso, era más versátil para acomodar las colchonetas, como eran lugares abiertos y con techos más altos el calor era menor y
era más fácil ahuyentar a los mosquitos.
245
falta, pero cuando la población superaba las ciento cincuenta personas surgían problemas porque había que
recurrir a colchonetas viejas y sin forro, por lo que podían darse disputas por el recurso.

La formación de la población para ir a dormir se realizaba en la cancha, se hacía un gran círculo donde de un
lado se ubicaban a los hombres (en la parte del círculo más cercana al módulo de hombres) y en el otro las
mujeres, esto ocurría así porque los hombres buscaban estar cerca del su módulo pues solo los primeros en
entrar alcanzaban litera. Una vez que se daban las buenas noches la mayoría de los hombres corría a formarse
en una larga cola que iniciaba a un lado de las pilas de lavar ropa, justo en la entrada del edificio de hombres, y
podía llegar hasta el comedor. Durante la noche era frecuente que surgieran problemas; en el caso del módulo
de hombres podía llegar a darse el consumo de marihuana, lo que molestaba a las personas que no estaban
consumiendo, asimismo solían presentarse quejas sobre personas que se quedaban platicando y no dejaban
dormir. Esto último era más frecuente en el módulo de mujeres, como también lo eran las disputas por el
espacio en los cajones que se utilizaban para guardar las pertenencias, que solían ser acaparados por las
habitantes con más tiempo en la casa, desplazando a las personas cuya presencia era más reciente y frugal.

En general, el momento del descanso era uno de los más valorados por la población pues el tránsito migratorio
implica comúnmente dormir en el monte y en la intemperie, por lo que tener acceso a un espacio más
adecuado, confortable y seguro es una excepción en la experiencia migratoria. Encima era un momento clave
en la reconstitución de las fuerzas de tránsito, especialmente para la población que iba de paso. Aunque
surgían momentos e tensión en torno al descanso, producto de la disputa por recursos (espacio y colchones)
así como por las personas que en vez de dormir se quedaban haciendo otras cosas, estos nunca escalaron a
conflictos serios. A diferencia de las prendas de ropa, las colchonetas eran recursos del albergue sobre los que
la población tenía poco control, pues operaba una lógica de “primero en tiempo, primero en derecho”. No
obstante, una vez que una persona se hacía del recurso podía controlarlo durante su estadía en la casa, y de
esta forma ponerlo a circular si lo consideraba necesario. Por ejemplo, cambiándolo por otras cosas u
ofreciéndolo a alguna persona con quien quisiera solidarizarse, por ejemplo niños o adultos mayores.

Una de las actividades de ocio que eran más valoradas por la población era la fiesta. Este es quizás uno de los
rasgos distintivos de La 72 en relación a otros albergues: todos los sábados, con raras excepciones, se
organizaba una fiesta autorizada, y de hecho promovida, por el equipo directivo. Según me comentaron varias
personas que conocían La 72 desde hacía tiempo, la fiesta fue una iniciativa de fray Tomás, que insistía mucho
en que la cotidianidad en el albergue no podía ser solo trabajo y drama, aunque también hacía hincapié en que
la fiesta no podía ser solo “perreo” y “desmadre”. Sin embargo, esto no le impedía ponerse a bailar
alegremente con el resto. Cada vez que, durante el día o al final de la cena, fray Tomás anunciaba pícaro “¡hoy
hay fiesta!”, “la raza” reaccionaba dando gritos de alegría y aplaudiendo.

Luego de la cena, una vez recogidas las mesas y las sillas y lavados los platos, el equipo voluntario asistido por
algún integrante de la guardia o alguno de los migrantes regulares del albergue, sacábamos de la oficina del Tío
un parlante grande y lo colocábamos en el comedor. Mientras se alistaba el sonido algunas personas se iban a los
módulos y a los baños a cambiarse, muchos escogían sus mejores atuendos, las mujeres se pintaban y se
peinaban, los hombres se arreglaban y ponían colonia, regresaban todos como si fueran a salir de la casa y de
visita a algún bar o salón de baile. Durante el día era frecuente que algunas de las personas habitantes regulares,
asistidas por algún voluntario, se pasaran largas horas en el módulo de comunicaciones descargando las
canciones que en la noche habrían de bailar. Bachata, reggaetón, salsa, merengue, cumbia, eran los ritmos
frecuentes durante la noche.

246
La fiesta. Fotografía propia.

Una vez que estaba listo el sonido se conectaba al parlante algún reproductor de canciones digital, se apagaban
las luces del comedor e iniciaba la fiesta. Al principio las parejas se hacían las tímidas, pero al cabo de dos o tres
piezas empezaban a poblar la pista. Aunque lo más común era ver a las mismas parejas bailando, comúnmente
habitantes regulares de la casa, también se lanzaban a pista algunos de los habitantes que estaban de paso. La
mayoría de las personas, que además eran varones, no bailaba sino que se quedaban arrecostados en el muro
que rodea el comedor fumando y viendo a las parejas bailar, otros se quedaban en las palapas jugando cartas,
comiendo algo que hubieran comprado fuera y platicando, actividades comunes en la cotidianidad del
albergue.

El baile se proyectaba como un ritual altamente erotizado; la costumbre en la región centroamericana es que
los cuerpos estén muy juntos y los movimientos sean bastante sensuales, sin que esto implique necesariamente
un vínculo emocional o sexual previo o posterior entre los danzantes, simplemente es la forma en que se
baila. Por otra parte, era uno de los pocos espacios, incluso podría decirse que el único, en que este tipo de
manifestaciones eróticas se daban en el albergue con cierta licencia, por lo que funcionaban como un
mecanismo de distensión sexual181 (habría que recordar que los patrones hegemónicos de relacionamiento

181En una ocasión [Diario de campo, 27-9-14] Melis y otra habitante trans del albergue se vistieron de mujer para la fiesta, lo cual no
generó ningún rechazo entre las y los habitantes; por el contrario fueron frecuentes los piropos y bromas, algunas más morbosas que
otras, pero ninguna faltando el respeto. Su rol femenino fue claro, y el baile, igual que en el caso de otras mujeres, estuvo plagado de
roce y sensualidad; estuvo bailando con varios hombres que la sacaron a bailar, aunque rechazaba a otros porque “nada que ver”.
247
de género entre la población centroamericana tienen rasgos bastante machistas, sexistas y patriarcales, por
lo que no era raro ver manifestaciones de estas en la cotidianidad de la casa, y muchas veces era necesaria la
intervención disciplinaria del equipo directivo o voluntario).

Pero la fiesta era más que el baile, ser realizaban también juegos, concursos, sorteos, las personas
compraban comida para consumirla en grupos, etc. Surgía como un espacio/momento de distención, una
oportunidad para hacer del gozo el centro de la experiencia de habitar el albergue, por encima del aseo, de
las formaciones, de los regaños… Su realización marcaba un cambio en el ritmo de vida de la casa,
acelerándolo y desacelerándolo al mismo tiempo. Lo aceleraba pues catalizaba ciertas formas de
relacionamiento que en la cotidianidad eran más lentas o inexistentes, sobre todo en términos eróticos, pero
también de vinculación o de consumo. Por otra parte lo desaceleraba pues alargaba las jornadas, que
terminaban y empezaban más tarde: en vez de concluir la jornada a las 9pm la formación se realizaba hasta
las 11pm o incluso a 11:30pm, y al día siguiente en vez de empezar a las 6am, el día iniciaba a las 7am (el
desayuno se servía a las 9 y el equipo de cocina iniciaba labores más tarde).

La fiesta estuvo buena, los juegos que organizaron Melis, Miranda y Janet funcionaron, mucha gente participó y se
divirtió. Como era fin de semana, estaba también Martín, el voluntario tenosiqueño, quien ayudó mucho a animar los
juegos. El primer juego consistía en amarrarse dos globos inflados, uno en cada tobillo, y al son de la música tener que
pisar los globos de los otros jugadores hasta estallarlos, el último jugador que quedara con uno o los dos globos
inflados, era el ganador. La participación fue principalmente de niños, adolescentes y jóvenes, aunque también
participaron mujeres y adultos. Al final solo quedaron Ronny y otro adolescente, quienes reventaron simultáneamente
los globos del otro, por lo que se dio una discusión entre ellos sobre quién había ganado, en los muros del comedor, la
gente los miraba divertida. Luego vino el juego de la sillas musicales, con menor participación y duración que el
anterior, pues la gente ya empezaba a pedir música y baile. Al final de juego, se apagaron las luces e inició el bailongo.
Igual que siempre, la mayor parte de la población, hombres jóvenes y adultos, permaneció mirando desde los
alrededores del comedor, mientras algunas parejas se animaban a bailar al son de la bachata, la salsa, el merengue, la
cumbia y el reggaetón. A la mayoría de las parejas les gusta bailar “pegao”, no solo a las que son pareja fuera de la
pista, sino a las que se junta para bailar en ese momento, el choque de cuerpos, la sensualidad y el erotismo en los
movimientos son código común de hombres y mujeres, una suerte de estilo que si bien conduce cierto cortejo, también
se presenta como la forma en que se baila. La mayor parte de la población, al menos los que tenía recursos para
hacerlo, se arreglaron con sus mejores ropas, se bañaron y peinaron y las mujeres se pintaron [Diario de campo, 27-9-
14].

Era frecuente también que para las fiestas llegara gente de afuera de la casa que de alguna manera estaba
vinculada con esta, ya fueran antiguos habitantes que se habían quedado a vivir en Tenosique y sabían de los
bailes de los sábados y aprovechaban para tener un rato de diversión, o personas de la localidad que por su
vínculo parroquial con el albergue llegaban a visitar. En este sentido, la fiesta también era un mecanismo
articulador de un espacio social más amplio, de una red que se extendía a la comunidad, por lo que podría
pensarse como cumpliendo una función (CITAR) de cohesión social. Era un momento en que el albergue se
abría al afuera, e invitaba a las personas del pueblo a ingresar y participar del ocio y el entretenimiento,
presentando una imagen de la casa y su población que muchas veces contradecía los prejuicios que sobre estas
se tenían en Tenosique. Aunque nunca lo platiqué con fray Tomás, no me parece inadecuado suponer que
cuando pensó en la idea de la fiesta, lo vio también como una forma de acerca y fortalecer los vínculos con la
comunidad, pues era una de las tareas que solía realizar con mayor empeño182.

182Por ejemplo durante las caravanas de madres centroamericanos en busca de sus hijos, que comúnmente iniciaban su paso por el
territorio mexicano en Tenosique, se acostumbraba recibir a las señoras en el albergue para las comidas y las actividades programas,
pero se procuraba que a la hora de dormir lo hicieran en casas de personas de la comunidad en vez del albergue, pues así se generaba
un efecto sensibilizador hacia la comunidad, que apuntaba a mejorar las relaciones con La 72 y cambiar las percepciones comunitarias
en torno a la población migrante.
248
Los juegos. Fotografías propias.

En las fiestas surgían también tensiones y problemas, casi siempre vinculados al consumo de alcohol. Como
efecto no deseado, el ambiente lúdico y relajado que surgía en torno a las fiestas podía llegar a generar
percepciones en la población de que había mayores niveles de licencia en relación a las autoridades y
normas de la casa, o simplemente hacían que se antojara el trago. Lo cierto es que no hubo un solo evento
de estos durante mi estancia en La 72 en que no registrara al menos un caso de consumo de alcohol por
parte de alguna de las personas migrantes; en ocasiones pasaba desapercibido y no tenía mayores efectos,
pero había casos en los que los estados de ebriedad de las personas eran evidentes, o en los que alguna
persona llegaba a delatar ante voluntarios o directores a quienes estuvieran consumiendo (sobre la práctica
de delatar, ver acápite 3.2).

Los efectos de esta situación eran complejos, pues la norma establecía que el consumo implicaba la salida
inmediata de la casa. Sin embargo, por otra parte, era un dato cierto que los eventos de consumo de alcohol
aumentaban con la realización de las fiestas, lo que significa que estas generaban un clima proclive al
consumo, y esto no era tenido en cuenta a la hora de la aplicación (fabricación) de la norma. Si se suma
además el hecho de que entre la población migrante suelen haber altos niveles de consumo de alcohol e
249
incluso de alcoholismo, resulta contradictorio el auspiciar espacios que entre sus principales efectos estaba
la comisión de actos contrarios a la norma de la casa, o en todo caso que no se abordaran tomando en
cuenta estos efectos, sino que se aplicara la norma sin considerarlos.

Reunidos contando chistes. Fotografía propia.

3.4.2 Formar el cuerpo albergado

Una de las albores más interesantes que encontré durante mi estancia en La 72 con respecto a las
contribuciones que hace el albergue para la producción de la movilidad migratoria y las fuerzas de
agenciamiento, es lo que podríamos llamar la formación del sujeto migrante183. La noción de formación me

183Tengo muchas dudas y reservas de utilizar la noción de sujeto, específicamente porque no comparto la visión teórica en torno a la
emergencia en la historia de sujetos en sentido de generalidad (proletariado, campesinado, intelectual, emprendedor, etc.) cuyo lugar
en una trama social más amplia lo coloca como actor privilegiado en la configuración-transformación de dicha historia. Tampoco
comparto algunas visiones esencialistas y homogeneizantes en torno a la diversidad de actores e individuos que, en teoría, conformaría
ese supuesto sujeto histórico. En todo caso prefiero hablar de subjetivación como devenir sociohistórico de fuerzas sociales que se
afectan a si mismas, que se autodeterminan y autogobiernan (Deleuze 2015, 83-122). Todos somos parte de fuerzas, estamos inmersos
en relaciones de fuerzas, y la subjetización implicaría todos los procesos en los que participamos del autogobierno de esas fuerzas. Por
ejemplo, en términos del tema que nos ocupa, subjetivación implicaría todos los agenciamientos migrantes por medio de los cuales
quienes participan de ellos logran trazar sus trayectorias sin dejarse determinar absolutamente por otras fuerzas que intentan
capturarles o conducirles, es decir, las fuerzas de disposicionamiento. A diferencia de la noción de sujeto, la subjetivación es un proceso
en la historia, más que un evento histórico como lo sería la emergencia del “hombre nuevo” (Marx-Guevara).
250
es útil porque tiene un sentido doble en relación a las principales formas de intervenir el cuerpo social
migrante que participa de la producción y habitación del albergue: por un lado se refiere al momento de
formación de los cuerpos para la organización del trabajo colectivo y el establecimiento de pautas y acuerdos
que están en la base de la configuración de la constelación normativa; por otro lado, remite a los procesos
más amplios de sensibilización y educación ético-política, moral, religiosa y social (la mayoría ejecutados y
dirigidos por fray Tomás) que forman parte central del discurso y prácticas de autorrepresentación del
albergue como experiencia particular en relación al servicio que brinda a la población migrante.

Trabajo colectivo y regaño ritual. Como vimos en el primer acápite de este capítulo, la formación de la
población habitante en torno al comedor era un evento cotidiano, prácticamente una medida del tiempo y de
la distribución que en este se hacía de las tareas básicas de producción del espacio. Marcaba el momento de la
labor colectiva de limpieza y mantenimiento de la casa, de la alimentación de los habitantes, de la suspensión
de los servicios; pero también el momento de la convergencia espacial de la población para el regaño ritual, las
llamadas de atención que eran configuradoras de la constelación normativa.

A las 7pm se reúne todo el mundo en el comedor donde fray Aurelio toma algunos minutos (comúnmente oscilan
entre 5-35) para realizar un llamado de atención: recuerda las normas y reglas de la casa, los riesgos que hay en la
localidad, las faltas que se cometieron en el día (usar agua fuera de los horarios, dejar platos sin lavar, no ayudar a
recoger las sillas y mesas, dejar basura alrededor del albergue, etc.); sus referencias pueden ser div ersas, aunque no
muy metafóricas ni con sentido del humor, pero casi siempre llaman a una suerte de consciencia sobre hacer “bien”
las cosas [Diario de campo, 15-9-14].

Era en sí mismo un trabajo de autoridad, una labor diaria que el Tío llevaba sobre sus hombros y que procuraba
garantizar la realización de otras tareas más básicas como el aseo/mantenimiento o el ingreso de insumos al
albergue, ambas indispensables para su sostén. Pero implicaba también un trabajo de conducción de las
conductas dirigido a producir una cultura específica, un conjunto de formas de ser y estar en el albergue que el
equipo directivo (y en alguna medida también el voluntario) consideraba deseables o pertinentes para el buen
funcionamiento de la casa, para garantizar su reproducción y equilibrio.

El tener que estar con esa gente y estar diciéndole que hay que echarle ganas, que hay que estar en un ambiente
limpio, que hay que ver lo de la seguridad, tanto de parte de ellos como de nosotros para que sea más efectivo, que
todos salgamos ganando. Cuesta un poquito, como tú lo has visto, pero pues ahí vamos. Te digo, a veces, yo me he
quedado prácticamente solo o con un o una voluntaria y sacamos adelante el trabajo, y con más de 150, 200, llegamos
a tener hasta 300… y solos porque fray Tomás tiene que salir mucho, a congresos y demás. Pero pues ahí vamos,
tratamos de responder ante los desafíos que se nos van presentando (…) con mis regaños, mis llamadas de atención,
pues tratamos de no ofender a las personas, y yo siento que la gente también lo entiende porque incluso, te digo,
cuentan los que regresan que al salir van en el tren recordando todo que “a comer, a hacer aseo”, que blablablá,
utilizando frases que yo utilizo con ellos [Fray Aurelio, entrevista personal, 18-11-14].

Conducción del trabajo y conducción de las conductas, labores fundamentales en la economía y cultura del
albergue. En un día típico las labores de aseo y mantenimiento del espacio implicaban barrer y trapear todos
los espacios comunes: pasillos, módulos de servicios, comedor, cocina, área del fogón, dormitorios, baños;
pero también recoger y sacar la basura, recolectar los residuos de cigarrillos, limpiar la calle que pasa frente al
albergue, chapear, traer la leña. Al Tío y a las y los voluntarios nos correspondía supervisar las labores y llamar
la atención de quienes no las estuvieran cumpliendo, tarea en la que muchas veces se involucraba también
parte de la misma población migrante, señalando o delatando a personas que no estaban cumpliendo el
trabajo, emulando en este sentido formas de gubernamentalidad (Foucault, Seguridad, territorio, población
2006).

251
Como ya vimos, eran frecuentes las tácticas de evasión del trabajo colectivo sobre todo en habitantes con
algún estatus o recursos de poder para hacerlo (miembros de la guardia, habitantes con más tiempo, etc.),
pero no exclusivamente. Algunos de los habitantes frugales también evadían las labores, pero a diferencia de
quienes pertenecían a algún equipo de trabajo (que por norma de la casa podían estar exentos de ciertas
tareas comunes) o de quienes tenían más tiempo habitando el albergue, tenían menor capital simbólico para
mantenerse al margen, por lo que sus tácticas de evasión eran más pedestres: esconderse, salir del albergue
con alguna excusa, sortear la supervisión, etc. En casos extremos, la supervisión, ante estas tácticas de evasión,
terminaba convirtiéndose en una especie de persecución.

En relación a las conductas, el tema más recurrente en los regaños del Tío era el uso del agua. A diferencia de la
comida, el agua era un recurso cuyo consumo era difícil de controlar; el establecimiento de horarios fue la
medida dispuesta por el equipo directivo para su regulación, pero era infactible llevar un control absoluto de su
cumplimiento. A esto se sumaba el hecho de que la cantidad de personas habitando el albergue terminaba
ejerciendo un efecto acumulado de presión sobre el recurso que rápidamente se hacía sentir. No fueron pocas
las veces que hubo que solicitar al municipio que donara una pipa de agua. Su usos eran variados: lavar la ropa
en alguna de las tres pilas ubicadas frente al módulo de hombres, ducharse, utilizar el excusado o los orinales,
tomar agua del filtro de la cocina, tomar agua de las pilas que están junto al fogón… eran muchas las fuentes de
agua y muy difícil estar al tanto del uso de todas. Pero esta dificultad era en ocasiones disminuida por personas
que, en una suerte de acto de gubernamentalidad, se acercaban a algún voluntario o incluso al Tío para delatar
a quienes estaban usando agua en exceso o fuera de horarios.

Antes del almuerzo, fray Aurelio llama la atención por el uso del agua y hace conciencia sobre la importancia de
racionalizar. Uno de los migrantes, que suele ser muy diligente en la cooperación en la casa sugiere que se instaure una
guardia especial para que vigile que no se utilice agua fuera de los horarios. A fray le gusta la idea y la instaura de
inmediato, buscando entre los presentes voluntarios para la tarea [Diario de campo, 16-9-14].

Realmente era una fuente de tensiones y desgaste, los voluntarios debíamos enfrentarnos a la tarea de estar
retirando a la población los llamados de atención, pequeños regaños que podían parecer efímeros pero que
acumulados se tornaban un regaño continuo, atravesado además por otros habitantes que aprovechaban la
oportunidad de denunciar a alguien para iniciar una relación de complicidad con voluntarios y directores. El Tío
solía vivir momentos de angustia y frustración en sus insistencias durante el regaño ritual cuando abordaba
este tema, lo recuerdo lamentándose con frases como “de veras… es que ustedes no me hacen caso… yo sé
que muchos dicen –ay ese viejo necio que solo nos regaña–, pero es por el bien de todos, echémosle ganas, en
serio” [Diario de campo, 17-9-14]184.

Aunque el uso del agua ocupaba el grueso de las arengas del Tío, el regaño ritual era aprovechado para abordar
cualquier otro asunto, conducta, práctica, problema, conflicto, noticias o aviso que lo requiriera. En un par de
ocasiones fue incluso aprovechado por voluntarios que querían referirse a algún tema particular y hacerlo

184 Para mediados de octubre el tanque séptico llegó al tope. El sobre uso pero también un problema en la infraestructura de los
desagües provocó una situación que estuvo a punto de convertirse en un problema de salud, pero fue atendido a tiempo con el apoyo
de Protección Civil. Sin embargo el uso de los baños no solo impactó el consumo de agua, sino que deterioró también la infraestructura,
y los baños de hombres fueron los que se llevaron la peor parte: excusados o lavatorios tapados, piezas quebradas, grifos rotos, baños
sucios de varios días. Eran evidencias de la desatención a las instrucciones y recomendaciones del Tío, pero además de indiferencia de
parte de alguna parte de la población hacia el trabajo colectivo. Finalmente se dispuso cerrar por completo los baños: “Durante el
regaño ritual de la mañana Fray Aurelio, bastante molesto y frustrado, prohibió el uso de los excusados de hombres, –vamos a tener
que volver a como le hacíamos antes, todos al monte, a abonarle el terreno a don Justo, no es posible–, decía con tono de asombro y
reclamo, –no llevamos ni un mes de haber estrenado el edificio y ya no se pueden usar los baños, dos están tapados, uno está
quebrado, y ¡el tanque séptico está al tope! Es que no es posible, aquí hasta hay riesgo de salud–” [Diario de campo, 17-10-14].

252
frente a todos los habitantes, ya fuera un aviso o noticia, o igualmente un llamado de atención a prácticas y
conductas del colectivo. Si bien monopolizado por fray Aurelio, este momento/espacio específico de formación
e información, temporalmente ubicado entre el momento del trabajo colectivo y el de la comunión
(alimentación), emergía como una especie de ágora, un sitio público donde la palabra se exponía frente a
todos. También un mecanismo de normatividad, un lugar de disposiciones, imposiciones, reflexiones, castigos y
acuerdos. No era raro que las arengas del Tío fueran contestadas, nunca de manera irrespetuosa, pero sí
contestadas, replicadas, contra argumentadas, y el Tío debía también poner atención.

La formación aspiraba a fomentar compromiso y complicidad de la mayoría de la población con el proyecto de


albergue, pero lo hacía bajo un formato autoritario y en condiciones de recursos escasos, lo que dificultaba la
sociabilidad micro gestionada, la trama de la normatividad. Tampoco ayudaba el hecho de que la población
fuera tan frugal. Tanto por su evidente tono de reprimenda como por su formato repetitivo, redundante y
cacofónico, el regaño ritual del Tío generaba reacciones no siempre favorables a su estilo; aunque su figura
despertaba aprecio y respeto, durante su regaño no proyectaba suficiente autoridad por lo que en muchos
niveles era un mecanismo desgastado e inefectivo. Varias veces puede escuchar a algún habitante del albergue
señalando que aunque regañaba mucho “castigaba poco”. Pero sería falso decir que las arengas de Fray Aurelio
eran puro regaño, aunque lo eran casi en su totalidad. Se mostraba también en esos momentos la vocación
religiosa del Tío que rápidamente pasaba de la reprimenda a la oración, el examen de conciencia, la petición a
dios por un tránsito seguro, al agradecimiento por los alimentos, por la lluvia, por el prójimo.

Sensibilización e incidencia político-religiosa. Existe una dimensión pastoral políticamente cargada en la


producción del albergue, sobre todo en torno a la figura y función de fray Tomás que frecuentemente abría
espacios de reflexión, sensibilización y formación política en los que abordaba asuntos relacionados con el
contexto local, nacional o internacional, y los vinculaba con una indicación bíblico teológica haciendo
paralelismos entre la actualidad y los evangelios. La vocación religiosa inspirada en la teología de la liberación
(Gutiérrez 1975, Müller y Gutiérrez 2005) y la herencia de las prácticas históricas de las comunidades eclesiales
de base en el sur de México y Centroamérica cristalizaban en la arenga de Tomás y en las acciones que sugería,
promovía, inspiraba o provocaba entre la población migrante.

Desde mis primeros días en el albergue tuve oportunidad de escuchar una de estas intervenciones [Diario de
campo, 26-9-14]; fue antes del almuerzo, se dirigió a la población para hacer conciencia sobre el mercado que
se había tejido en torno a la migración en Tenosique y del hecho de que había personas que se enriquecían a
partir de ellos. Se refirió a varios personajes de la zona, “comerciantes locales” que tenían negocios cerca de las
vías donde vendían cerveza, cigarros, comida y otras mercancías “al triple del precio” a los migrantes, e incluso
en algunas ocasiones rentaban o prestaban el espacio para que pernoctaran. Los acusó también de ser
conocidos puntos de distribución de drogas y de enganche de polleros y coyotes, “son unos delincuentes, los
he denunciado pero ahí siguen”. Lo que Douglas Massey ha llamado “aventureros” (Massey et.al. 2000), en una
acepción quizás un poco imprecisa para referirse a “especuladores cuyo centro de operación [son] las
localidades donde circulan los migrantes y alrededor de los albergues” (Da Gloria Marroni 2013, 162)185.

Luego arremetió contra las empresas de envío de dinero a las que acusó de enriquecerse con el trabajo de los
migrantes, “son adictos al dinero de ustedes, adictos al dinero de los pobres”, decía Tomás haciendo un
paralelismo entre la problemática de la adicción entre los migrantes (sobre todo se refería al alcoholismo y los
gastos económicos que señalaba de innecesarios) y el robo que hacían al migrante comercios y empresas. “En

185Precisamente Marroni identifica que la presencia y trabajo de los albergues como La 72 “es un freno importante a sus desorbitantes
ganancias, obtenidas en el mercado negro de la miseria de los indocumentado” (162).
253
México está el hombre más rico del mundo” continuaba indignado, “y eso no es casual, y los mexicanos de
mensos ¡estamos orgullosos de eso!”. Criticó duramente a la primera dama de Honduras que había estado en La
72 hacía unos meses y había dicho “que la migración la habían heredado y no era culpa del actual gobierno”,
decía irónico. Habló también de los operativos del INM, “los dejaron de hacer hasta que fuimos a encadenarnos a
sus oficinas en protesta, el problema es que entonces creció todo el crimen organizado en las vías, los asaltos, los
secuestros”.

Finalmente concluyó con otro paralelismo, “les voy a contar una historia” decía calmándose un poco de la
exaltación de los temas anteriores, “hace dos mil años existió alguien que se llamó Jesús…” decía introduciendo
una yuxtaposición que luego elaboraría entre la unión del poder político y el poder religioso que se configuró
“para desaparecer a Jesús”, y la actual unión del poder político y el crimen organizado que se configura para
“desaparecer al migrante”. “Y fue el propio pueblo pobre al que pertenecía Jesús, el que lo crucificó”
sentenciaba Tomás, “igual que ahora que entre nosotros nos robamos o nos hacemos daño” decía haciendo
una referencia implícita a los conflictos que surgían también dentro de la casa entre la población migrante.

También era común que producto de estas charlas, de manera espontánea o inducida, se iniciaran acciones
colectivas, agenciamientos migrantes dirigidos a denunciar abusos y agresiones, exigir garantías y condiciones,
acusar individuos e instancias gubernamentales, apoyar actores sociales y sus causas, etc. Un buen ejemplo fue
la acción conocida como “viacrucis migrante”186, la cual se desarrolló durante el mes de abril del 2014 y
supuestamente había sido decidida y adoptada por la propia población migrante que había en ese momento en
el albergue, ante las dificultades para utilizar el tren por los asaltos y el cerco levantado por el INM en el área
fronteriza, y con el apoyo e incentivo de Tomás y Aurelio.

El Tío recordaba que había sido “luego de la tradicional representación del viacrucis en las vías del tren”, la cual
realizaban desde hacía varios años, “ahí fue que se decidió extender la representación como una acción y
caminar hasta Emiliano Zapata”, pero durante la marcha el grupo fue sumando gente y la acción fue tomando
fuerza. En Zapata sufrieron agresiones por parte del INM, “juntaron a la gente y empezaron a detener, a mí me
golpearon, igual que a Rubén [Figueroa] y a fray Tomás” [DTN 15-9-14]. Ronny, un adolecente hondureño que
se había instalado en la casa y llevaba varios meses viviendo ahí, recordaba que justo había llegado a La 72
cuando iniciaba la acción, y describía un proceso de organización colectivo y de contestación.

Bueno pues llegamos a Tenosique y escuchamos la bulla de la Caravana Viacrucis Migrante (…) descendió el tren y
entonces todos nosotros nos subimos pero el maquinista no quiso arrancar porque era mucha gente, éramos como
cuatrocientos cincuenta personas que se iban a ir en el tren, íbamos acompañados por policías y frailes pero el
maquinista no quiso viajar con todo ese montón de gente subida en el tren, entonces desenganchó vagones. Nos
bajamos todos y regresamos a la casa. Al siguiente día ya nos organizamos todos, todos, todos, mujeres niños,
hombres, adolecentes, abuelos, todos. Nos organizamos y decidimos salir caminando. [¿Y cómo fue ese proceso de
decisión?] Llegamos a ese acuerdo por Fray Tomás y por los migrantes que muy animados querían seguir. Bueno, pues
se tomó ese acuerdo y decidieron seguir caminando. Llegamos a Zapata y entre algunos que íbamos caminando…
porque también salimos de tarde, como de las seis, cinco de la tarde… entonces nos agarró la noche, entonces nos
quedamos en un parque por aquí cerca, atrás de Zapata. Nos quedamos en un parque, ahí nos refugiamos la noche, y
cenamos todos bien... la misma gente que vivían cerca ahí del pueblito nos estaban donando comida y también en el
camino… también cuando íbamos caminando muchos se bajaban de los coches y daban bolsas con galletas, refrescos.
Llegamos un grupo primero a Zapata en coches, nos estaban acarreando los voluntarios en las camionetas, bueno, yo

186 Ver: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/04/18/migrantes-inician-caminata-de-tenosique-a-palenque-tras-quedar-varados-


114.html; http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/04/30/pf -e-inm-detienen-a-unos-300-integrantes-de-la-caravana-
de-migranates-8028.html; http://archivo.eluniversal.com.mx/estados/2014/viacrucis -migrante-veracruz-1004800.html;
http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/04/26/caravana-viacrusis-del-migrante-marcha-de-tultitlan-hasta-huehuetoca-683.html;
http://www.animalpolitico.com/2014/04/viacrucis-migrante-llega-al-df-quieren-hablar-con-epn/; http://es.aleteia.org/2014/05/05/el-
viacrucis-del-migrante-llega-a-la-frontera-norte-de-mexico/
254
iba en una patrulla, y así iban avanzando poco a poco. Llegamos a Zapata y en Zapata nos reunimos, descansamos un
rato, muchos se fueron a charolear, muchos comieron, y… y dieron como un medio refrigerio ahí en Zapata, y seguimos
nuestra trayectoria. Pasamos por Playas (de Catazajá), todo eso lo pasamos caminando, y llegamos hasta Palenque, a
una garita, pero entonces venían las camionetas y Fray Tomás me dijo “súbete”, entonces me subí y pasé la garita en la
camioneta [Diario de campo, 21-9-14].

Luego de crecer continuamente tanto en número como en apoyo social y presencia mediática, y de pasar por
Tabasco y Veracruz, el viacrucis llegó al DF donde provocó una movilización ciudadana en solidaridad. Como
impacto el viacrucis logró sentar un precedente, pues fueron otorgadas 1000 visas temporales por cuestiones
humanitarias entre las personas que formaban parte de la marcha.

Charla sobre la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. Fotografía propia.

Otra ocasión en la que una arenga de Tomás terminó en una acción, en este caso de protesta (y que tuve la
oportunidad de presenciar), fue por motivo de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural
Isidro Burgos, en Ayotzinapa [Diario de campo, 19-10-14]. En la tarde, poco después del almuerzo, el fraile
convocó a una plática en la que inició hablando de las escuelas normales y su papel en el desarrollo rural en
México y su carácter combativo en la historia, también sobre lo que llamaba el narco estado y la complicidad
de las autoridades de varios partidos con los carteles de la droga. Vinculó la desaparición de los estudiantes con
la desaparición de migrantes y habló de un estado desaparecedor.

Luego de la charla Tomás consultó a la gente si quería participar en una iniciativa que surgió del colectivo Edelo
Migrante (que pintaba el mural del edificios de hombres) para realizar una “protesta” en las vías y el centro de
Tenosique, donde la población migrante pudiera “mostrar su conciencia y solidaridad” con lo que estaba
aconteciendo. La mayoría dijo que sí y empezaron los preparativos para la protesta: varios migrantes varones
se pintaron de rosa, como el rostro del niño que Edelo Migrante plasmó en el mural, y escribieron en sus
255
cuerpos mensajes de solidaridad con Ayotzinapa, denunciando la complicidad del estado y exigiendo la
aparición de los estudiantes desaparecidos, así como las banderas de sus respectivos países. El momento de
preparación fue de mucha alegría y camaradería, uno de esos en los que priva entre los habitantes del albergue
la solidaridad y el vínculo antes que la competencia y la disyunción.

Luego de la protesta contra la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. Fotografía “Colectivo Edelo Migrante”.

En la camioneta del albergue y en el coche de Edelo el grupo se fue a recorrer las calles centrales del municipio
y luego se mantuvo alrededor de media hora frente al palacio municipal donde se cantaban consignas de
“Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, “Ayotzinapa somos todos” y se denunciaba la complicidad del
estado en la desaparición y las muertes. La reacción de la población fue de atención en algunos casos,
curiosidad en otros, incluso hubo gente que grabó video o tomó fotos con sus teléfonos celulares, pero la
indiferencia fue mayoría. Las autoridades no acercaron, ni siquiera policías, pero cuando la camioneta de
migración apareció en el parte se decidió que lo mejor era seguirse moviendo. Se trasladaron a las vías del tren
donde se lanzaron consignas y los participantes pintados posaron para varias fotos que luego fueron difundidas
por las redes sociales. La protesta generó un clima de excitación, alegría y solidaridad entre la población que
participó y esto permitió que se extendiera por casi tres horas. De regreso en el albergue el tiempo se fue
viendo fotos y videos, comentarios de Facebook y “tuits”.

256
Durante la protesta contra la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. Fotografía “Colectivo Edelo Migrante”.

Acciones como estas eran muy efectivas, pues además de servir como factores de concientización y
sensibilización entre la población habitante del albergue también proyectaban al contexto local-comunitario
una imagen que no era la que solían utilizar muchos vecinos de Tenosique para representar a los migrantes
que transitaban por la zona (delincuentes, vagabundos, drogadictos, etc.), y encima, al menos en el último
caso, servían para sensibilizar asimismo a la población tenosiqueña sobre lo ocurrido en Guerrero. Pero en
otras ocasiones era la dimensión pastoral más bien religiosa la que daba contenido a estas “charlas” o
espacios/momentos de sensibilización, trasladando el efecto de sensibilización a una esfera más íntima y
confesional.

257
4. Localizar la desaparición, fabricar al desaparecido.

4.1. Representar la ausencia. La lucha por la representación y el reconocimiento

Todo discurso social, especialmente si este es elaborado en situaciones de disputa o conflicto, es un juego de
luces y sombras. Las diversas combinaciones que emergen en torno a este juego devienen de diversos arreglos
entre fuerzas enfrentadas. La desaparición, y más aún el desaparecido, son figuras en torno a las cuales surgen
representaciones en pugna; en el actual contexto mexicano y centroamericano, representar al desaparecido es
una lucha. No intento decir que los discursos que elaboran los diferentes actores (enfrentados o no) que de
alguna manera están vinculados con situaciones de desaparición, emanan exclusivamente de una racionalidad
pragmática del discurso en torno al juego político en el que se disputa su representación. Lo que intento decir
es que las diversas correlaciones de las fuerzas enfrentadas en torno a estas disputas, impactan en las formas y
en la proyección estratégica de las elaboraciones discursivas. El poder se actualiza en el saber, las fuerzas se
actualizan en el discurso (G. Deleuze 2014, 99-126).

Sobre esto se puede presentar un ejemplo concreto. Actualmente en México, país en el que desaparecen o se
les pierde el rastro a la mayor parte de personas migrantes centroamericanas que viajan a EUA, existen serios
problemas en el registro de casos, tanto por situaciones de sub registro, como por situaciones de registros
incompletos o bajo metodologías insuficientes en términos de iniciar procesos de búsqueda. Esta situación ha
sido señalada y denunciada por muchísimas organizaciones que trabajan en torno al tema (Amnistía
Internacional 2010, COFAMIDE, COFAMIPRO, Frontera con Justicia, Voces Mesoamericanas, FUUNDEC-M, EAAF
2012, CNDH 2014, Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho abril de 2014, CIDH 2015), y
ha sido incluso reconocida por el gobierno187. Sin embargo, a pesar de iniciativas oficiales como la creación de
la Fiscalía Especializada en Búsqueda de Personas Desaparecidas (FEBPD), las organizaciones sociales señalan
que la inoperancia en el registro, la incapacidad técnica en la sistematización de datos (opr ejemplo en los
sistemas de perfiles genéticos ante morten y post morten) y la ineficacia en los procesos de búsqueda se
mantienen188.

En este sentido, la negligencia e inoperancia estatal casi dan la impresión de ser esfuerzos dirigidos a
invisibilizar la desaparición (¿hacerla desaparecer?), y son los actores sociales organizados que la han sufrido
los que deben realizar los esfuerzos por visibilizarla en sus discursos y representaciones, posicionándose ante el
estado como sectores contestatarios, lo cual los coloca en una situación de pugna y enfrentamiento en relación
a este. En este sentido, buena parte de los esfuerzos y estrategias de estos actores se consumen en tareas
dirigidas a ir logrando poco a poco mínimos de reconocimiento (Honneth 1997), a ir colocando la desaparición
en la luz, en el locus, en lo público (Mouffe 1999, Naishtat 2001). En términos de la relación con el estado,
implica presentar la desaparición como problema en el sentido que lo suele entender la ciencia política (Stone
1989, Hall 1993, Peters 1995), como condición para que pueda ser abordado de manera sistemática y efectiva
por el estado. Como ha señalado Roberto González Villarreal,

187 En2015 el gobierno decidió crear la Fiscalía Especializada de búsqueda de personas desaparecidas, ante la presión de las organizaciones
y grupos de la sociedad civil, y en reconocimiento de las debilidades institucionales y técnicas para el registro, le investigación y la
procuración de justicia, ver:
https://embamex2.sre.gob.mx/reinounido/images/stories/reinounido/DerechosHumanos/2015/Es p/boletin12.pdf,
https://www.gob.mx/pgr/prensa/designan-nueva-titular-de-la-fiscalia-especializada-de-busqueda-de-personas-desaparecidas-comunicado-
857-16?idiom=es, http://www.vanguardia.com.mx/articulo/la-fiscalia-para-desaparecidos-nueva-solo-de-nombre-pgr-reciclo-acuerdo-para-crearla
188 Ver: http://www.proceso.com.mx/440823/denuncian-inoperancia-la-fiscalia-especializada-en-busqueda-personas-desaparecidas,

http://www.proceso.com.mx/440404/acusan-falta-resultados-fiscalia-especializada-busqueda-desaparecidos
258
El registro de un desaparecido no es una tarea sencilla. No se trata de decir “¿Dónde está Epifanio Avilés Rojas?” Hay
que saber quién era, dónde estaba, qué hacía, quién se lo llevó, cuándo fue la última vez que se supo de él; esas son las
primeras condiciones para elaborar un archivo y establecer la denuncia (…) la historia de la desaparición es un combate
permanente, político y testimonial, documental y estratégico (González Villareal 2012, 16).

Otro ejemplo que da cuenta de un arreglo muy distinto en las fuerzas enfrentadas en torno al fenómeno de la
desaparición, y la incidencia de estas situaciones en términos de los discursos y estrategias de incidencia que
desarrollan los actores sociales, se puede ver en las sociedades en las que el fenómeno de desaparición como
práctica social no se da con tanta intensidad como la que tuvo en coyunturas históricas en las que habría sido
sistemática. Luego de los reconocimientos, el ingreso en la memoria oficial, e incluso algunos procesos
judiciales, las sociedades del Cono Sur que vivieron dramáticos contextos de desaparición, presentan arreglos
de fuerzas distintos a los de entonces, en los que las estrategias y representaciones de los actores sociales
organizados ya no se concentran tanto en visibilizar la práctica de la desaparición y la figura del desaparecido,
sino que apuntan a otros actos discursivos, como la conmemoración de los desaparecidos o la denuncia de la
continuación de ciertas condiciones estructurales que fueron las que la generaron como práctica social189.

En el presente acápite muestro las formas de representar la figura del desaparecido en el discurso estatal-
oficial y en el discurso de las familiares que los buscan. En el primer caso se recurre a estadísticas, figuras
jurídicas y la cartografía oficial de la desaparición en México (más amplia que la desaparición de migrantes,
pues es difícil su separación). En el segundo caso se parte de la premisa de que el lugar del desaparecido es la
memoria, y desde ahí se reconstruyen las representaciones que las madres producen sobre sus hijos190. El
acápite permite vislumbrar las figuras de desaparecido que se ponen a circular socialmente por medio de
discursos que delinean formas muy específicas de ausencia-presencia y de cuerpo-persona, asociadas a las
cuales hay también una compleja trama de movilidad simbólica y generación de valor. En este sentido, parto de
la premisa de que producir al desaparecido es producir su búsqueda, y que esta surge de estrategias dobles,
dirigidas por un lado a fabricar representaciones que tienen como base el recuerdo y la memoria, y por otro a
contestar los discursos y prácticas oficiales en torno a la representación social de los desaparecidos y sus
procesos de búsqueda.

4.1.1 La figura del desaparecido en la gramática estatal

Uno de los principales riesgos que enfrenta una persona migrante que transita por México para llegar a EE.UU.,
además de morir, es desaparecer; incluso de las propias bases de datos sobre personas desaparecidas y no
localizadas, registradas oficialmente a nivel nacional191. Una de las experiencias que más me impactó durante
mi recorrido etnográfico por algunos lugares del territorio migrante, fue la frecuencia con que encontraba
casos de personas que tenían familiares que habían desaparecido durante su tránsito por México. En tantas
comunidades de Honduras que visité, o colonias comúnmente habitadas por personas centroamericanas en el

189 Es pertinente señalar que existen claras diferencias entre los desaparecidos que se han estudiado en relación a contextos como las
dictaduras del cono sur, donde las tecnologías de desaparición se daban en relación a pugnas político-ideológicas y el estado aparecía
como directamente vinculado a la desaparición, y los migrantes desaparecidos, que desaparecen o por que caen en espirales de
acumulación de valor a partir de mecanismos que realizan su captura y/o su explotación, o porque la continuación de su proyecto de
vida les lleva a incomunicarse voluntaria o forzadamente.
190 Todos los testimonios son de mujeres madres integrantes del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso,

sobre el que profundizaré más adelante en este capítulo.


191 Es importante manejar la distinción entre personas desaparecidas y personas no localizadas; en el primer caso se trata de personas

de las que se desconoce su situación personal a causa de circunstancias ajenas a su voluntad, en el segundo caso son personas que por
su propia voluntad o de manera no forzada, han perdido contacto y comunicación con quienes les conocen. Las bases de datos oficiales
e personas desaparecidas y/o no localizadas se pueden encontrar en: http://pgjesin.gob.mx:8090/desaparecidos/
259
sur de Chiapas, no faltaba más que mencionar el tema para que surgiera alguna persona o un conocido de esta
que tenía un familiar desaparecido. Solo en el sexenio de Calderón se calculan en 60.000 migrantes centro y
suramericanos desaparecidos (Mastrogiovanni 2015, 13); sin embargo, como agrega más adelante el mismo
autor

De todas estas desapariciones [27mil según datos difundidos por SEGOB a principios de 2013] muchas son forzadas,
aunque no exista una cifra oficial y no haya pruebas para documentarlas como tales. Se podría hablar de cientos de
víctimas de desaparición forzada o de miles o decenas de miles con la misma facilidad. En este terreno por desgracia no se
pueden hacer afirmaciones certeras, aunque muchas organizaciones de familiares de víctimas, que de facto se encargan
de la investigación sobre sus familiares, intentan dar cifras tentativas (Mastrogiovanni 2015, 29, énfasis en el original).

A nivel federal existen tres bases de datos distintos sobre personas extraviadas, desaparecidas o no localizadas:
el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas y Desaparecidas (RNDPED, casos sobre los que las
autoridades han iniciado indagatoria); el Programa de Apoyo a Familiares de Personas Extraviadas, Sustraídas o
Ausentes; y el programa Dar Contigo. Las tres bases difieren en sus datos, y presentan poca información sobre
población migrante. Incluso el subsecretario de Asuntos Multilaterales de la Secretaría de Relaciones Exteriores
(SER), Juan Manuel Gómez Robledo, ha reconocido que el gobierno carece de información específica: “En el
estado actual de nuestros registros no podemos decir que hay un registro exclusivo de desapariciones forzadas.
No lo hay”. Señaló que lo que existe es “un registro que mezcla personas no localizadas y, eventualmente,
personas desaparecidas forzadamente”192. Por otra parte, la CNDH ha reconocido públicamente que “no existe
certeza al momento de intentar proporcionar cifras claras y una estadística confiable, toda vez que en el análisis
no existe una clasificación adecuada y acorde a los estándares internacionales sobre los distintos casos que
pueden presentarse” (CNDH 2014). Igualmente, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha
señalado que “las cifras oficiales no resultan confiables y se constituyen en el primer obstáculo para la búsqueda
de las personas desaparecidas, el esclarecimiento de la verdad, y la justicia” (CIDH 2015, 68).

Roberto González Villarreal han destacado el carácter biopolítico de las tecnologías de desaparición desarrolladas
por el gobierno mexicano en los años setentas y ochentas, como recurso para el mantenimiento de lo que
denomina una forma de “gubernamentalidad populista” (González Villareal 2012, 30). Considero que es posible
extender esta premisa a la situación actual, específicamente a lo que podríamos denominar tecnologías
estadísticas de metadesaparición, justamente aquellas que operan a partir de la negligencia en el registro, la
investigación y la búsqueda. En ambos contextos estamos frente a una actuar específico de la burocracia
estatal, en el primer caso a partir de las prácticas de desaparición directamente, y en el segundo por medio de
la ausencia de prácticas de procuración de justicia. Estas operarían como tecnologías de metadesaparición, pues
consisten en la invisiblización sistemática de los casos de desaparición por medio de: 1. la generación de
condiciones que dificultan o imposibilitan la denuncia (esto es claro en el caso de las familias de migrantes
desaparecidos en México); 2. la generación de condiciones que dificultan el registro sistemático y la
elaboración de bases de datos integradas y prácticas (personal no especializado, debilidad presupuestaria,
desviación de recursos); y 3. la generación de un discurso mediático del oficialismo que disminuye o resta
importancia a las circunstancias sociales en torno a los casos de desaparición, ya sea por su disimulación o por
su silencio.

192 Elreconocimiento lo hizo en las jornadas de evaluación de México respecto de sus obligaciones contraídas en virtud de la Convención
Internacional para la Protección de todas las Personas contra la Desaparición Forzada, ante el Comité contra las Desapariciones Forzadas (CED,
por sus siglas en inglés) de la ONU en Ginebra, Suiza, donde varias organizaciones de derechos humanos pidieron al Comité que designe un
relator especial para el caso Ayotzinapa. En http://www.proceso.com.mx/?p=394926
260
A pesar de esto, resulta necesario mostrar los datos oficiales como forma de aproximarse a las representaciones que
el oficialismo realiza sobre la situación. Según la RNDPED (EPN), 2014 ha sido el año con el mayor número de casos
de desaparición denunciados en la historia del país: de enero-octubre se registraron 5 mil 98 víctimas, y el promedio
diario de casos en el 2014 fue de 14.2 (La Jornada 2015). De 2007-2014 se contabilizaron 23 mil 605 casos de
desaparición, y el 40% ha sido denunciado durante la actual administración del actual presidente (Animal Político
2014). En el fuero común hay 23 mil 271 casos, del cual casi 30% son mujeres, la mitad son menores de 50 años,
especialmente personas entre los 13 y los 30; solo 157 personas son extranjeras (treinta de Guatemala, nueve de
Honduras y tres de El Salvador). En el fuero federal hay 332 personas reportadas, 24.3% son mujeres y el grueso son
jóvenes de entre 15 a 29 años; hay 298 mexicanos y 34 extranjeros (La Jornada 2015). En ambas bases de datos
(RNDPED FCH y RNDPED EPN) la mayoría de los casos son de hombres (60% en la base de FCH y 71% en la de EPN) y
específicamente de edades que van de los 15-30 años193.

Gráfico 11.
Casos denunciados de personas desaparecidas o no localizadas194. México. 2007-2014.

5500
5098

4500 4514

3957
3500
3353

2739
2500

1500
1338

749 862
500

2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014


-500
Fuente: RNDPED, publicadas en: http://www.animalpolitico.com/2014/11/2014. Datos originales en:
http://www.pgr.gob.mx/Transparencia/Paginas/desaparicion-personas.aspx

Según el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, los casos en México habían
aumentado para finales de setiembre de 2015, a 26.798. A diferencia de los años de la guerra sucia, con la
“guerra al narcotráfico” de Felipe Calderón y su continuidad por parte del reciente gobierno del PRI, el
desaparecedor no es tanto el Estado como el crimen organizado, incluso bajo su forma estatal. González

193
Las cifras, aunque no la tendencia, difieren levemente de las publicadas por Animal Político (http://www.animalpolitico.com/2014/11/2014)
correspondientes a la base de datos del gobierno de EPN, siendo mayores las de animal Político por entre 2-5 unidades para cada año, lo cual puede
deberse a la inclusión o no de causas en el fuero federal. Para consultar el artículo de Campa, http://www.proceso.com.mx/?p=395306.
194 De acuerdo con la definición del Gobierno Federal mexicano, las personas no localizadas son “todas aquellas (...) de las que se

desconoce su paradero y esta circunstancia es hecha del conocimiento de la autoridad a través de una denuncia presentada ante la
misma”. Procuraduri ́a General de la República (PGR), en la dirección de Personas No Localizadas. Mensaje a medios de la
subprocuradora Juri ́dica y de Asuntos Internacionales de la PGR, 21 de agosto de 2014. En:
http://www.secretariadoejecutivosnsp.gob.mx/work/–
models/SecretariadoEjecutivo/Resource/1/1/MensajeaMediosPersonasNoLocalizadas21082014.pdf,citado en CIDH 2015, 67.
261
Villarreal ha ofrecido una genealogía de las tecnologías estatales de la desaparición durante la Guerra Sucia en
México, y ha reconocido que estos mecanismos se han mantenido y reconfigurado y hoy son técnicas que
están a disposición de actores más diversos que los cuerpos represivos del estado, “es una práctica que se
sigue utilizando, es una técnica que está disponible en cualquier momento, en cualquier lugar, y ya no sólo por
el gobierno, sino por el crimen organizado” (González Villareal 2012, 24).

Es por esta razón que la categoría legalmente más utilizada, la de “desaparición forzada”, no es útil en estos
contextos. Según la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, esta práctica se
entiende como “la privación de la libertad a una o más personas, cualquiera que fuere su forma, cometida
por agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúen con la autorización, el apoyo o la
aquiescencia del Estado, seguida de la falta de información o de la negativa a reconocer dicha privación de
libertad o de informar sobre el paradero de la persona, con lo cual se impide el ejercicio de los recursos
legales y de las garantías procesales pertinentes” (Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de
Personas, 1994; artículo II). La frase “cometida por agentes del estado o por personas o grupos de personas
que actúen con la autorización, apoyo o aquiescencia del Estado”, es limitativa en términos de una
demostración jurídica, pues reduce los casos a aquellos en los que la participación mencionada es
demostrable. No argumento que en términos amplios, estructurales si se quiere, no exista una
responsabilidad, connivencia y/o complicidad de instancias y actores estatales, pero la categoría de la
convención no parece resultar apropiada para describir la coyuntura actual.

En el caso de la jurisdicción federal la situación es aún más complicada, pues en el artículo 215-A del Código Penal
Federal se establece que “[c]omete el delito de desaparición forzada de personas, el servidor público que,
independientemente de que haya participado en la detención legal o ilegal de una o varias personas, propicie o
mantenga dolosamente su ocultamiento bajo cualquier forma de detención”, con lo que la categoría es aún más
reducida a la figura de “servidor público”. A finales de 2015 fue enviado al Congreso el proyecto de “Ley General
sobre Desaparición Forzada”; según el gobierno esta permitiría establecer una nueva política pública enfocada en
la búsqueda y localización de personas desaparecidas195. En cualquier caso, resulta evidente que en la coyuntura
actual de desaparición de personas en México, y específicamente de personas migrantes, no se trata, al menos
no de manera directa, de desapariciones políticas. Se trata de los efectos de la operación de una maquinaria
narco-empresarial dirigida fundamentalmente a la acumulación, en la cual la violencia opera como lógica
reguladora: como mecanismo de control y de extracción de valor. Se trata de explotar un recurso humano para
trabajos relativos al crimen organizado (Mastrogiovanni 2015, 166), un desvío de fuerza de trabajo y de valor
(Appadurai 1991). Como ha señalado el obispo de la diócesis de Saltillo, Pbro. Raúl Vera,

el asunto de los migrantes es un negocio, y muy jugoso. Hablando de desaparecidos, la mayoría son personas en edad
de trabajo y la mayoría varones. Sí hay mujeres, claro que sí, se llevan también a mujeres, pero la gran mayoría son
varones. Y luego son trabajadores, y hasta parece ser que también necesitan ciertas especialidades (…) como que están
armando sus cuarteles, como que necesitan personal para sus cuarteles, necesitan personal para empacar la droga,
necesitan personal para sembrar también, para cultivar, y personal también para transportar (…) La lectura que
hacemos nosotros es la descarada ayuda que a través de muerte le ofrece México a Estados Unidos para que no lleguen
los migrantes a la frontera; ahora, incluso están los Zetas ayudando, porque ahora cobran. Ah, les dicen, ¿quieren
pasar?, pues pagan peaje (Citado en Mastrogiovanni 2015, 164-165).

195La iniciativa plantea la creación de cuatro instrumentos básicos: i. El Sistema Nacional de Búsqueda; ii. El Registro Nacional de Personas
Desaparecidas y No Localizadas; iii. El Registro Nacional Forense; y iv. El Consejo Nacional Ciudadano. Por otra parte, el 19 de agosto de
2015, la XXXIII Conferencia Nacional de Procuración de Justicia aprobó los Protocolos de Investigación en Materia de Desaparición Forzada y
de Tortura que entraron en vigencia el mismo di ́a y en octubre de 2015 la PGR creó la Fiscali ́a Especializada para la Búsqueda de Personas
Desaparecidas, adscrita a la Subprocuraduri ́a de Derechos Humanos, Prevención del Delito y Servicios a la Comunidad.
262
…para tener más recursos económicos, con mano de obra barata de profesionistas y técnicos, lo más sencillo es la
esclavitud (…) así que muchos migrantes, para ser esclavizados, se vuelven víctimas de desaparición forzada [Alberto
Xicoténcatl, encargado del albergue para migrantes “Hermanos en el camino”, citado en Mastrogiovanni, 166).

Las tecnologías que durante la Guerra Sucia iban dirigidas a desestructurar un proyecto político-ideológico
de contestación al estado populista, ahora se ponen al servicio de dispositivos criminales de extracción de
valor por medio de la configuración forzada de mercados de trabajo esclavo, o de captura de renta por
medio del cobro de extorsiones a familiares de migrantes secuestrados. En ambos casos estamos ante la
operación de un complejo mecanismo de capitalización de las formas de movilidad humana asociadas a los
procesos migratorios, articulado al funcionamiento de la maraña de empresas delictivas y posible gracias a
las condiciones de vulnerabilidad que colocan al cuerpo migrante en situaciones de riesgo donde la captura
es altamente posible.

Según la PGR, de 2006-2014 se han dado tan solo seis sentencias condenatorias por el delito de desaparición
forzada de personas en el ámbito federal, de un total de 239 averiguaciones iniciadas por esa instancia. “En 118
la PGR se declaró incompetente, 41 están en reserva, 14 pasaron a la categoría de ‘‘acumuladas’’, 44 están
pendientes y en 26 casos se declaró el no ejercicio de la acción penal”, además “13 terminaron en
consignaciones sin detenidos y no hubo ningún expediente donde se lograra consignar a algún acusado” 196. Es
decir, que tan solo se han iniciado procesos de averiguación en un 1% de los casos denunciados y en ninguno
de ellos se ha llegado a la sentencia de algún culpable.

Por otra parte, la CIDH ha manifestado tener conocimiento de “reiteradas quejas de las víctimas sobre el actuar
de las procuradurías generales de justicia estatales”. Muchas víctimas han dado testimonio de que no son
atendidas o no son atendidas adecuadamente al intentar poner una denuncia, “[e]n casos extremos, las
familias se encuentran con tantas barreras y tanta desconfianza, que prefieren no denunciar” (CIDH 2015, 73).
Esto refiere a los mecanismos de metadesaparición que mencioné antes, pero también pone en evidencia la
revictimización de la que son objeto los familiares, al ser maltratados y desatendidos en el momento de
intentar denunciar la desaparición de sus parientes, lo cual forma parte de lo que algunas organizaciones
identifican como situaciones de tortura permanente a la que son sometidos los familiares de desaparecidos,
tanto por la continuidad del delito como por los malos tratos que les suele dar el estado en su calidad de
víctimas (Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho abril de 2014).

A nivel geográfico, los estados con mayores niveles recientes de denuncia de casos de desaparición están en
la frontera norte (Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Sinaloa, Sonora y Baja California) y en la
parte central del país (Jalisco, Distrito Federal, Guanajuato, Michoacán, Puebla y Guerrero), justo donde
convergen zonas de importante actividad del crimen organizado, sobre todo del narcotráfico, con las
principales rutas migratorias en tránsito hacia EUA. Al ubicar las cifras en su distribución geográfica, se
muestra que la desaparición es un riesgo cuya probabilidad de realización aumenta conforme se avanza en el
tránsito; en este sentido, más que operar como un mecanismo de contención de la migración o de cierre de
frontera, está funcionando como un mecanismo de captura del flujo 197.

La tendencia varía en el sentido de que durante el gobierno de FCH el mayor riesgo estaba en el centro del
país y luego en la frontera norte, sobre todo los estados de Tamaulipas y Coahuila, mientras que durante el
gobierno de EPN los puntos se mantienen, pero la relación es inversa: la captura es más probable en la

196En: http://www.jornada.unam.mx/2015/02/02/politica/004n2pol
197Como ya mencioné, en la presente investigación se maneja la hipótesis de que dicha captura estaría asociada, en buena medida, a la
generación de réditos (extorsión, disuasión, cobro de impuestos a polleros, cobro de cuotas, trabajo forzado, entre otros).
263
frontera norte. Esto podría indicar un aumento en la intensidad de la relación con el fenómeno migratorio,
una geopolítica de la desaparición que podría dar cuenta de la fuerte lógica empresarial de esta, así como de
una creciente correlación con las dinámicas de movilidad de población 198.

Mapa 16.
Casos denunciados de personas desaparecidas, extraviadas o no localizadas por estado. México, 2014

Fuente: Elaboración propia con base en la Respuesta del Gobierno Federal a la lista de cuestiones emitida por el Comité Contra la
Desaparición Forzada, 2015.

La situación de Tamaulipas es extrema pues representa casi el 23% de todos los casos denunciados en el país, y
supera por más del doble al estado que le sigue en nivel de riesgo (Jalisco, con 2150 casos). También es
significativo que de los 15 estados con la mayor cantidad de casos denunciados, 7 están en la frontera norte y
cuatro en la zona central del país, siendo la frontera sur una zona de pocos casos registrados oficialmente.
Ahora bien, si ya de por sí es problemático trabajar con los datos oficiales sobre desaparición en México, es aún
más difícil precisar los casos en los que las personas desaparecidas son migrantes así como sus nacionalidades,
lo cual impide un análisis realista sobre las dimensiones del problema. Como han señalado en repetidas
ocasiones las organizaciones, mexicanas y centroamericanas, que se dedican a la búsqueda de migrantes
desaparecidos, “[n]o existe un número claro de migrantes no localizados en México o en Centroamérica (...) no
existe una cifra clara porque el registro de las agencias de gobierno es parcial y no centralizado, distribuido en
varias bases diferentes” (COFAMIDE; COFAMIPRO; Casa del Migrante de Saltillo; Voces Mesoamericanas;
Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho; FUUNDEC/M; EAAF 23 de marzo de 2012, 6).

198Hay también, sin duda, una geopolítica que condiciona la cartografía de la desaparición y que es más amplia que aquella que surge
en relación a los procesos migratorios, Mastrogiovanni ha mostrado esta relación, por ejemplo, para la Cuenca de Burgos, una de las
zonas de mayor intensidad en eventos de desaparición, esta zona “comprende los estados de Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas y el
norte de Veracruz, [y] tiene en su subsuelo la cuarta reserva mundial de gas de pizarra, esquisto o lutitas, más conocido por su nombre
en inglés: shale gas. (Mastrogiovanni 2015, 36, énfasis en el original).
264
Las ONGs que trabajan el tema han lanzado, durante los últimos años, cifras que consideran aproximadas a la
realidad de la desaparición de migrantes en territorio mexicano. Por ejemplo, el Movimiento Migrante
Mesoamericano, quien se encarga de la organización en México de las Caravanas de Madres y Familiares
Centroamericanos en busca de sus hijos desaparecidos, estima que en este momento hay entre 70mil y 150mil
migrantes desaparecidos, extraviados o no localizados en este país199. Sobre este tema Amnistía Internacional
ha sido enfática en que “cientos de migrantes irregulares desaparecen o son asesinados cada año durante su
viaje al norte, [y que] No hay cifras oficiales fiables sobre el número de víctimas, [lo que] ha contribuido a
limitar la sensibilización pública sobre el alcance del problema” (Amnistía Internacional 2010, 18).

Si bien, ante varias solicitudes directas y por medio del Instituto Federal de Acceso a la Información y
Protección de Datos el INM ha proporcionado algunos datos, se considera que subestiman la realidad el
problema. Lo anterior por dos razones, primero porque los datos son producto de denuncias realizadas por
familiares, amigos o interesados, situación que es difícil para muchas familias centroamericanas, por lo que
muchos migrantes no localizados quedan sin reportar; segundo, porque ya se han dado casos en los que cifras
presentadas por el propio gobierno difieren entre sí dependiendo de la instancia que los proporciones, como
ocurrió con los datos sobre migrantes en prisión200.

Gráfico 12.
Casos reportados de migrantes extraviados o desaparecidos. México, 2010-2013.

1800 1786
1600

1400

1200

1000

800

600
547
460
400

200 210

0
2010 2011 2012 2013
Fuente: Elaboración propia con datos del INM201.

Las cifras presentadas por el INM muestran una tendencia sostenida al aumento en los últimos tres años,
pasando de 210 casos reportados en 2010 a 1786 en 2013. La tendencia es engañosa, pues si bien es plausible
pensar que el número de eventos de desaparición (ya sea de manera forzada o por incomunicación voluntaria de la
persona migrante) ha aumentado, también es posible que hayan aumentado los eventos de denuncia tanto por

199 Ver: http://www.animalpolitico.com/2014/12/tendremos-paz-hasta-encontrar-nuestros-hijos-las-historias-de-la-caravana-de-madres-migrantes/


200 Al respecto cfr. el informe del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez denominado “Migrantes en prisión. La
incriminación de migrantes en México” (Centro ProDH 2014).
201 La cifra corresponde al registro de casos reportados ante el INM, pero la información fue publicada por el Instituto Federal de Acceso

a la Información y Protección de Datos (IFAI), ante una solicitud de información pública. Al respecto, cfr.
http://www.laopinion.com/Han-reportado-3177-migrantes-desaparecidos-en-Mexico;
http://eleconomista.com.mx/sociedad/2013/12/26/desaparecieron-1681-migrantes-mexico
265
parte de familiares que hoy día se encuentran más respaldados por organizaciones no gubernamentales mexicanas
e internacionales, como por parte de ciudadanos y ciudadanas mexicanas que entran en contacto con personas
migrantes extraviadas o incomunicadas. Esto no quiere decir que la tendencia al aumento no sea lo más
probable, sino tan solo que el aumento reflejado en las cifras oficiales puede ser más expresión de un incremento
en las denuncias, que estar reflejando el aumento real (también muy probable) asociado a una mayor
frecuencia de casos. Como ha señalado Matrogiovanni, “[c]omo es imposible que alguien se tome la molestia
de examinar a fondo cada uno los casos, éstos se convierten en una muy larga serie de eventos aislados de
personas que simplemente desaparecen”. (Mastrogiovanni 2015, 32).

Por otra parte, como han señalado organizaciones de familiares de migrantes centroamericanos desaparecidos en
México, los sistemas que contienen información sobre personas desaparecidas presentan varios problemas: (i) no
existen criterios homologados para registrar y presentar la información, por lo que las comparaciones y cruces
pueden traer resultados inexactos o erróneos; (ii) los diferentes sistemas no comparten información entre sí; (iii)
debido a la multiplicidad de figuras dentro de las cuales puede asentarse la ausencia de una persona -
desaparición, secuestro, privación ilegal de libertad, ausencia, extravío o no localización - y la falta de claridad en
su definición, y unificación de criterios o protocolos sobre su uso en las instituciones receptoras de las denuncias,
un caso puede” (COFAMIDE, COFAMIPRO, Frontera con Justicia, Voces Mesoamericanas, FUUNDEC-M, EAAF
2012). La cuantificación de casos abordados de oficio por las autoridades mexicanas es poco rigurosa y bastante
desconfiable; esto incrementa la cifra negra y la desconfianza de organizaciones dedicadas a la búsqueda. Como
ha señalado AI,

Cuando se encuentra un cadáver, la PGJE local y su unidad forense son responsables de establecer la identidad y la
causa de la muerte. Si se encuentran en el cadáver documentos de identidad, se alerta al cónsul pertinente para que
se pueda informar a los familiares en el país de origen. Sin embargo, muchos cadáveres no tienen documentos de
identificación cuando son hallados. En ocasiones, los testigos proporcionan información sobre la identidad de la
persona a la PGJE o a la policía, pero los cónsules se muestran a menudo reacios a actuar basándose en esa
información a menos que haya documentos de identidad que la corroboren. Si la identidad de la persona no puede
confirmarse o si no puede localizarse a los familiares, el cadáver es enterrado en una fosa no señalada en México. El
cementerio de Tapachula, en el estado de Chiapas, contiene decenas de esas tumbas sin señalar (…) En la mayoría de
los casos, los familiares en Centroamérica o en otros lugares desconocen la suerte corrida por sus seres queridos o,
cuando la conocen, no están en situación de ejercer la presión necesaria sobre las autoridades. La mayoría de los
casos se archivan sin llevar a cabo una autopsia completa, y sólo se adoptan unas medidas mínimas para investigar
las causas de la muerte (Amnistía Internacional 2010, 18).

Nuevamente estamos ante técnicas estatales de inacción, que aunque podrían explicarse como negligencia
gubernamental o ineficiencia producto de debilidades estructurales (falta de especialización de los funcionarios,
escasos recursos, etc.), también podrían ser entendidas como prácticas dirigidas de desatención, articuladas
a mecanismos más amplios de omisión o invisiblización de la situación real de la desaparición de migrantes
en el país. En este caso, además, se evidencia la participación de instancias extranjeras como son los
consulados centroamericanos, en la ejecución de estos mecanismos o tecnologías de omisión. La CIDH ha
mostrado que “suele haber demoras en los procesos de investigación cuando se trata de diligencias en las
que las primeras horas son determinantes”, y que “las labores de búsqueda se reducen a las llamadas
telefónicas y las visitas domiciliarias que esporádicamente el personal de la Fiscalía realizaría a los familiares,
no para dar información sobre su caso, sino para preguntarles si apareció́ su familiar o si sabe algo adicional”
(CIDH 2015, 74).

La invisiblización de la magnitud del fenómeno de desaparición de personas migrantes en México parece ser
una mezcla de la inacción-negligencia en el registro e investigación estatal, la dificultad de denunciar para las
y los familiares desde los países de origen, y la opacidad del acciona del crimen organizado, probablemente
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el principal actor desaparecedor de personas migrantes. Ante este contexto han surgido discursos de
contestación dirigidos a visibilizar la magnitud del problema, pero también prácticas de búsqueda e
investigación; comités de familiares de migrantes, organizaciones no gubernamentales, religiosos e
instancias de la iglesia Católica, son los protagonistas y principales gestores de estos agenciamientos
dirigidos a localizar la desaparición y producir al desaparecido.

hay que tomar acciones y exigirles (…) los derechos humanos dicen que tenemos derechos a tantas cosas… entonces
¿por qué esta gente no lo hace cumplir?, están en su oficina ben sentaditas, ¿por qué no trabajan? ¿por qué no hacen
su gestión como debe de ser? Con esa gran indiferencia (…) que pongan a gente que de verdad quiera trabajar, no
especialmente que sea gente titulada porque esa gente que sabe de todo tal vez hay no sabe nada de los derechos
humanos y nunca han tenido un familiar perdido, con ese gran dolor, alguien cercano (…) hay gente humilde que son
más capacitados para defender y hacer que se nos escuche y se nos respete, sobre todo que se nos respete [Alba Ortíz,
tesorera del COFAMIPRO, 21-4-14].

En México los procesos de búsqueda han quedado en manos de organizaciones de familiares que han
terminado por especializarse en investigación, localización de fosas, materia forense, entre otras. Como
señalaba un madre de un desaparecido: “cuando llegamos a pedir justicia, nos hemos dado cuenta que somos
incómodos. Les decimos qué líneas de investigación seguir, porque nos hemos convertido en investigadores”
(CIDH 2015, 76). Varias ONGs y actores de la sociedad civil recientemente han venido presionando al gobierno
mexicano para el establecimiento de un mecanismo transnacional que permita garantizar la búsqueda,
identificación y restitución de personas migrantes desaparecidas, el levantamiento de información y su
inclusión dentro de la Base de Datos Ante Mortem-Post Mortem de la FGR, y facilidades para que los familiares
de las personas desaparecidas obtengan información y participen de las investigaciones y procesos de
búsqueda. Por otra parte, también han señalado que cuando se realizan procedimientos de búsqueda, estos
suelen concentrarse en la búsqueda de restos, sobre tomando en cuenta las recientes apariciones de fosas
clandestinas, por lo que la búsqueda de personas vivas queda aún más relegada (COFAMIDE, COFAMIPRO,
Frontera con Justicia, Voces Mesoamericanas, FUUNDEC-M, EAAF 2012, 8).

Un actor que ha sido muy importante en la elaboración de técnicas de visibilización que contestan las
prácticas estatales de omisión es el Equipo Argentino de Antropología Forense. Esta instancia, que hoy día
tiene un trabajo que cubre casi todo el mundo 202 y ha estado involucrado en los casos más difundidos sobre
desaparición en el continente, inició su existencia en 1984 en el contexto de las violaciones a derechos
humanos y las prácticas estatales de desaparición de la dictadura argentina (1976-1983). Aunque nunca tuve
oportunidad de conocerlo, me encontré con los efectos de su trabajo prácticamente en todos los lugares
visité durante mi trabajo de campo.

Dentro de la lucha que implica la elaboración de discursos contestatarios sobre la figura del desaparecido que
hagan circular formas de representación distintas a las de los estados, el EAAF ha jugado un papel central, pues
ha aportado el conocimiento y la tecnología forense necesaria para cumplir con muchos de los requisitos que
implica un proceso de búsqueda (generación, registro, sistematización y contraste de perfiles e ADN,
realización de exhumaciones independientes, verificación de procedimientos oficiales, generación de cifras,
entre otros). Esta tecnología se ha complementado con la gran voluntad y esfuerzos de los comités de
familiares, generando procesos de agenciamiento con fuerza suficiente para producir contra discursos y
prácticas de búsqueda alternativas que permitan contestar a los discursos oficiales, así como poner a circular
otras formas de representar la desaparición y a los desaparecidos. Como ha señalado la antropóloga argentina
Laura Panizo,

202 Según su página de internet, el EAAF tiene proyectos en América Latina, África, Asia y Europa; en: http://www.eaaf.org/
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En un espacio social donde la verdad acerca de la muerte es buscada y donde la posibilidad de su ratificación se
construye sobre la esperanza, la labor del Equipo Argentino de Antropología Forense ha venido cumpliendo la función
fundamental de conducir los trabajos de búsqueda, exhumación e identificación de restos óseos de las víctimas (...)
Realizan la tarea de desenterrar, “sacar a luz lo olvidado y abandonado”, para luego restituir el nombre a aquellos
cuerpos perdidos (…) cuerpos que necesitan ser nombrados (...) Conjugan sentimiento y ciencia para construir
significados, explicar y responder incógnitas, por lo que no es de extrañar que el producto de su trabajo vaya dejando la
huella de un reconocimiento social inconmensurable (2011, 33).

Este conjunto de trabajos de visibilización, esta fabricidad de luz, de restos corporales, de nombres, se articulan
en un proceso más amplio de producción del desaparecido, en el que, como decía, los comités de familiares
cumplen una labor esencial. Los productos de su trabajo (perfiles genéticos, restos óseos, pruebas, versiones
forenses sobre las formas de muerte, etc.) son incorporados a la máquina de labores de los comités, que los
utilizan para producir sus propios discursos y poner a circular sus propias representaciones en torno a lo que
considerar la realidad de la desaparición. Salvando los reduccionismos mecanicistas, ambas organizaciones, el
EAAF y los comité de familiares, son como engranajes de una misma máquina de producción de visibilidad, de
generación de formas de presencia de corporalidades que habían sido reducidas e identidad que habían sido
negadas. Ejemplos sobre esto sobran, por ejemplo la situación en torno a la desaparición de los 43 estudiantes
de la norma rural de Ayotzinapa en 2014, o, en el marco de este trabajo, el proceso de producción de la
repatriación de los cuerpos de sus familiares que hizo el grupo de madres de las víctimas de la masacre de
Cadereyta en 2012 (ver capítulo 5). En ambos casos, el trabajo del EAAF fue determinante para la elaboración,
por parte de los familiares de las víctimas, de discursos de contestación a las versiones oficiales que ocultaban
lo acontecido203. El trabajo del EAAF ha sido destacado por los propios comités de familiares:

En el curso de los últimos dos años, el EAAF ha cofundado Bancos de Datos Forenses de Migrantes No Localizados en El
Salvador, Honduras y el estado de Chiapas, México conjuntamente con varias de las instituciones que forman parte de esta
audiencia (COFAMIDE, COFAMIPRO, y Voces Mesoamericanas). La presencia de organismos de familiares de migrantes no
localizados como organismos de la sociedad civil que trabajan en migración en la dirección de estos bancos, es de
fundamental importancia en opinión del EAAF para lograr un efectivo desempeño de los mismos. Estos bancos se
encuentran en distintos niveles de desarrollo y forman parte de un objetivo mayor, la creación de una estructura forense
regional -incluyendo Centroamérica, México, y al menos el sur de los EUA que mejore sustancialmente la identificación de
personas desaparecidas entre restos no identificados. Estos Bancos están integrados en su dirección y ejecución por
instituciones gubernamentales y no gubernamentales, elemento crucial en opinión del EAAF para incrementar su
eficiencia y legitimidad” (COFAMIDE; COFAMIPRO; Casa del Migrante de Saltillo; Voces Mesoamericanas; Fundación para
la Justicia y el Estado Democrático de Derecho; FUUNDEC/M; EAAF 23 de marzo de 2012, 20-21)

4.1.2 El lugar del desaparecido es la memoria. Relatos y representaciones de madres buscando a sus hijos

No le voy a decir que no me preocupa, yo miro muchas que tienen más años de que sus hijos están desaparecidos, pero cada quién
tiene sus hijos y cada quién quiere a sus hijos de diferente manera, yo amo a mi hijo, es mi único hijo. Yo le dije un día "mire hijo, yo
hasta debajo de las piedras yo lo busco a usted, donde sea, y lo voy a sacar de donde esté". ¡Porque es mi hijo pues!, y cada madre y
cada padre tiene que luchar por lo que tiene y por lo que quiere.
Vilma Maldonado, integrante del COFAMIPRO

Yo le digo a la gente, y no me da vergüenza, que mi hijo se fue por hambre, por necesidad. No se fue, como dicen, "yo me voy pa la
USA" y aunque tengan su trabajito, hipotecan la casa y todo y agarran viaje.

Clementina Murcia, integrante del COFAMIPRO

203En el caso de los 43 el hecho de que no habían sido incinerados, y en el de las víctimas de Cadereyta, el hecho de que los cuerpos
efectivamente estaban en una de las fosas encontradas en Nuevo León.
268
La producción del desaparecido define un campo de lucha en el que se ponen a jugar representaciones que
disputan la elaboración de un discurso hegemónico en torno al fenómeno; se trata, como dije antes, de un
juego de luces y sombras, de prácticas de visibilización e invisiblización en relación a un conjunto de actores,
relaciones de poder, mecanismos de generación de valor y agenciamientos de movilidad involucrados, de
manera contradictoria, en la desaparición casi constante de un conjunto masivo de población. Se trata del
enfrentamiento de fuerzas que intentan por un lado disponer la figura del desaparecido de acuerdo a un
arreglo político-empresarial-criminal, y de esta manera invisibilizar sus contornos, y por otro agenciar la
visibilización de la existencia de una ausencia colectiva con grandes impactos en la economía emocional,
material y simbólica de muchas familias. Como ha señalado Regueiro,

La desaparición trasciende al desaparecido (…) es un umbral, un pasaje para todos, una de las transformaciones más
importantes que sufre la familia (...) las “faltas”, las ausencias, trascienden al desaparecido, la desaparición no es
simplemente un vacío, sino que implica un cambio cualitativo. La desaparición implica un antes y un después para la
familia del desaparecido. La transformación de la familia se da a través de la muerte, las enfermedades y otros cambios
de identidad que se manifiestan luego de la desaparición y, según la interpretación de los familiares, son consecuencia
del dolor, los exilios, la soledad y el secreto, por no haber podido llevar a cabo las prácticas necesarias para “salvarse”
(Regueiro 2011, 58, 72).

Estas prácticas de salvación, como las describe la autora, refieren a los procesos rituales, emocionales y
psicosociales que las redes de parentesco producen en torno a la muerte de algún pariente, y que en el caso de
las personas desaparecidas quedan suspendidos, emergiendo lo que Panizo ha llamado muerte desatendida y
Da Silva privación de la muerte (Panizo 2011, Da Silva Catela 1998). Esta imposibilidad de que la persona
atraviese el momento liminal asociado a la muerte (V. Turner 1997 [1967]) genera una infactibilidad social para
iniciar los procesos de duelo y luto; la ausencia del cuerpo, pero también la incertidumbre sobre la muerte en sí
misma, evitan que la ausencia se haga finalmente presente, por lo que queda suspendida y la expectativa de la
reaparición permanece posible. En los testimonios de muchas madres de desaparecidos encontramos las
expectativas en torno a la posibilidad de encontrar vivos a sus hijos, pero esta suelen conjugarse de manera en
apariencia paradójica, con la necesidad de encontrarlo “como sea”, pues el peso de la incertidumbre y la
imposibilidad de salir de la suspensión evitan que puedan darse procesos de sanación del dolor.

Es entonces que muchas madres se involucran en procesos organizativos con el objetivo de producir esas
salidas a la liminalidad, de cancelar la suspensión y producir una ausencia, pero una ausencia clara, iluminada,
asociada al conocimiento de lo que fue del ser querido, de las condiciones y causas de su muerte, si es que la
hubo, así como de la localización de su cuerpo. Estos “motherist-based groups”, como los ha llamado Bejarano
(2002), empiezan entonces a ingresar a ese campo de lucha en el que se disputan las formas de representar a
los desaparecidos, y donde se lucha en torno a la elaboración de un discurso y un conjunto de prácticas
orientadas ya sea a la visibilización o a la invisiblización de estas ausencias. Pero estas pugnas no son
puramente simbólicas o discursivas, representar al desaparecido tiene implicaciones materiales
fundamentales, que son en buena medida de carácter corporal. Producir al desaparecido es fabricar ciertas
formas específicas y contradictorias de cuerpos; cuerpos enterrados o cuerpos desenterrados, cuerpos
anónimos o cuerpos nominados, cuerpos con perfil genético o cuerpos sin génesis… Las estrategias de
representación llevan asociadas estrategias de generación, prácticas de búsqueda u ocultamiento cuyo eje
central es el cuerpo, un conjunto de cuerpos.

El presente acápite aborda las formas en que son representados los desaparecidos en los relatos que las
madres que los buscan hacen sobre ellos. Las memorias en relación a la persona, los relatos explicativos sobre
las condiciones de su salida migratoria, las narrativas a partir de las cuales se trata de dar sentido a su
desaparición, los efectos cotidianos de su ausencia, son todos elementos de los testimonios que a continuación
269
se incluyen, y que buscan servir para identificar los elementos comunes o contrastantes que forman parte de
una esfuerzo más amplio y colectivo de producir al desaparecido. Aunque existe un nivel individual en estos
testimonios, es importante destacar que se articulan en torno a procesos colectivos de representación y
búsqueda, se institucionalizan a partir de los agenciamientos desarrollados por los comités de familiares,
especialmente de los procesos de búsqueda que realizan. Son estas representaciones las que están en la base
del discurso colectivo que, como parte de su proceso de organización, institucionalizarán las madres y pondrán
a circular como parte de sus formas de incidencia y búsqueda.

Todos los testimonios fueron tomados de mujeres madres integrantes del Comité de Familiares de Migrantes
Desaparecidos de El Progreso, el COFAMIPRO204. El método de registro que utilicé había sido acordado con la
asamblea del comité; como habría de hacerlo también en el trabajo con el grupo de familiares de las víctimas
de la masacre de Cadereyta (ver capítulo 5), con las integrantes del COFAMIPRO plantee que parte de mi
trabajo de observación y registro generara productos o insumos que fueran útiles para el trabajó de la
organización. En este marco, algunos de los testimonios se dieron bajo la premisa explícita de constituir
productos audiovisuales que pudieran circular de diferentes formas, con el doble objetivo de contribuir a los
procesos de búsqueda y de servir para las acciones estratégicas de la organización en coyunturas específicas en
las que quisieran promocionar un discurso sobre las historias de las integrantes y sus familiares.

Esto generó un sesgo útil en los testimonios, pues además de que eran elaborados desde la experiencia
individual de cada madre y sus “lugares de memoria”, ellas eran conscientes de que el producto final sería
colectivo y tendría una intencionalidad estratégica de búsqueda e incidencia. Emergía en el discurso una
memoria colectiva (Halbwachs 2004), que era producida en un contexto muy específico de institucionalización
(Portelli 1997). Otros testimonios, en cambio, fueron tomados en acuerdo directo con las señoras a nivel
individual, por lo que tienen un formato más personal que colectivo. A partir de ambos reconstruyo un discurso
más general como forma de aproximarme a los relatos y representaciones de las madres con el objetivo de
tenerlo como referente a la hora de analizar los procesos más políticos de organización e incidencia.

Doña Irma Avendaño es originaria del municipio de La Lima, parte del departamento de Cortés pero muy cerca
de El Progreso de camino a SPS. Es una de las integrantes más activas del COFAMIPRO, y a pesar de que no
forma parte de la junta directiva, realiza trabajo de apoyo a la organización de manera casi cotidiana. De
cabello rubio, rostro blanco y atento, doña Vilma tiene una actitud desconfiada al principio, pero conforme va
tomando confianza se vuelve cariñosa. El hecho de haber estudiado y ser maestra de escuela le ha permitido
vincularse con muchas de las mujeres del comité.

Durante nuestra conversación empieza por contarme un poco sobre ella y su historia de vida. Siempre ha sido
una mujer dinámica e independiente, procedente de una clase media baja con una serie de necesidades más o
menos resueltas, Irma tuvo una movilidad que muchas otras integrantes del comité nunca tuvieron por sus
condiciones de precariedad. Su primer empleo fue a los quince años como “promotora social” de Caritas, pero
al poco tiempo lo dejó y aprovechó para terminar de estudiar. Al terminar la secundaria logró colocarse en una
empresa de pinturas en el área administrativa, pero con un cambio de jefe fue despedida. Fue saltando de
empleo en empleo hasta que consiguió uno en un estudio de fotografía, a donde estuvo por varios años.

204Todas las identidades, tanto las de las madres como las de sus familiares, han sido protegidas. En comunicación formal con el comité
consulté sobre el uso o no de seudónimos, ante lo cual la asamblea determinó que se utilizaran los nombres reales pues su interés,
según me lo dijeron, es “que se difundan nuestras historias”. En otros acápites de la tesis utilizo las identidades reales, sin embargo, he
considerado que en este acápite, por las situaciones que se describen y narran, lo más pertinente es el uso de seudónimos.
270
Pero todo cambió cuando una de sus hermanas decidió migrar a EUA, “cuando se fue por primera vez, me dijo
que cuidara a sus niñas, yo le dije que sí, entonces dejé de trabajar”. Fue justamente con ella que Abel, el hijo
de Irma, hizo su viaje a EUA, era el tercero de ella y el primero para él. Cuando le pregunto por su hijo Vilma se
muestra reservada; varias razones le han hecho estar convencida de que Abel fue secuestrado por los Zetas o
ha quedado vinculado a ellos de alguna manera, por lo que es cuidadosa al hablar y procura omitir cualquier
dato que pueda “ponerlo en riesgo”.

Mí hijo es nato en el dibujo, él ya venía con eso… con el dibujo y la computación, desde pequeño hacía estragos… Se
encerraba con el equipo de sonido y lo destartalaba todo, y luego me decía –qué se preocupa si ya lo ensamblé– “ay
dios mío” decía yo, “¿qué voy a hacer yo con este fosforito?” Era demasiado curioso o es muy curioso... [Irma
Avendaño, 15-4-14]205.

Irma la recuerda entre triste y divertida, hablando de él en pasado y presente al mismo tiempo, como si viviera
suspendido entre lo que fue y sigue siendo. Esta oscilación entre pasado y presente la encontré en muchos de
los testimonios de las madres, que igual podían hablar de sus hijos como si no existieran o como si estuvieran
presentes. La ausencia que deviene de la desaparición es ambigua pues si por un lado interrumpe la vida, por
otro lado niega la muerte (Da Silva Catela 1998, 88), dejando al desaparecido en una situación social que
podríamos denominar de liminalidad suspendida (o sostenida), retomando a Van Gennep (The rites of Passage
1960) y a Victor Turner (El proceso ritual 1997), quienes refieren a la liminalidad como parte de los ritos de
paso en el que se manifiestan rasgos de ambigüedad y paradoja. Esta liminalidad suspendida es la que permite
que se pueda hablar de la persona tanto en pasado como en presente, y está en la base de la situación de
desclasificación social que es justamente en la que se funda la necesidad de la búsqueda. En este sentido, dar
cuenta en el relato de la ambigüedad, más que una debilidad del discurso de representación del desaparecido,
es una de las fuerzas motoras de su elaboración y circulación social.

Abel nació en 1991, por lo que al momento de nuestra entrevista era ya un hombre de veintidós años. Desde
los quince años empezó a tatuar y a tatuarse; en ese momento los tatuajes no eran aún marca asociada casi
automáticamente a las pandillas. Empezó con compañeras y compañeros del colegio, pero su talento lo hizo
darse a conocer en el gremio. “Una día vino un señor de México, un boxeador, buscó a mi hijo porque otro
tatuador de aquí no le pudo hacer lo que él quería, entonces vino donde Abel”. El señor quería un tatuaje de
unas manos maternales sosteniendo un bebé; con las manos de su abuela como modelo Abel realizó en menos
de una hora el diseño. Al verlo el cliente quedó “complacido” y le ofreció que lo contactara en el futuro si algún
día necesitaba algo, “tenés las puertas abiertas conmigo” recuerda que le dijo.

Los recuerdos a partir de los que Irma reconstruye la imagen de su hijo convergen en torno a su gran talento,
pero también en torno a la forma en que este talento lo va poniendo en situaciones cada vez más complicadas,
que eventualmente lo llevan a huir. En este sentido, el relato oscila entre el valor de la persona y su suerte,
específicamente cómo el propio valor es el que la va colocando en una situación que luego hace necesaria la
partida. Esta representación contradictoria la podemos encontrar en otros testimonios en los que los rasgos
heroicos o sacrificiales de la persona, que hacen que se le recuerde con gran valor, son justamente los que
marcan su destino trágico. Irma recuerda que un día el boxeador presentó a Abel con el supuesto tatuador que
no había podido hacerle el trabajo originalmente,

Y lo llevó a la casa, pero el boxeador no se había dado cuenta que este tatuador tiene amistades que son... que
venden droga. Narcos. Entonces, él vino y se hizo amigo de mi hijo, le llevó un regalo a mi hijo, le empezó a dar
regalos, una vez hasta una máquina de tatuar le llevó. Usted sabe que una persona de 15 años la envuelven, peor
que le estén dando cosas de lo que él usa.

205 Todas las viñetas son del 15-4-14.


271
Irma le pidió que ya no lo frecuentara, “él me hizo caso, pero el hombre llegaba a buscarlo y lo amenazaba que
lo iba a matar y que donde él estuviera lo iba a encontrar”. Abel ya no salía de su casa por temor, estuvo
prácticamente encerrado durante algunos meses hasta que las amenazas llevaron a Irma a tomar la decisión de
sacar a su hijo de la casa. “Lo pasé a La Planeta, que es otra colonia yendo para San Pedro”, una de las más
peligrosas de todo el país. Pero cuando Abel empezó a entrar en depresión por el encierro y el temor, Irma lo
trajo de vuelta a casa. Todo esto coincidió con el regreso en 2008 de la hermana de Irma desde los EUA, volvió
deportada y “se quería ir nuevamente”; fue entonces que Abel dijo “yo la llevo, yo me quiero ir”; trató de
disuadirlo, pero estaba convencido, “yo quiero irme, yo necesito irme, ese hombre no va a dejar descansar”.
Tenía diecisiete años. Irma lo encomendó a Dios, buscó a un pastor para que lo visitara y fue así que “aceptó a
Cristo en su corazón”.

Y en eso mi hermana me dijo "bueno, Abel dice que me lleva" —¿Que te lleva o que se acompañan?—le dije yo—
Porque él se quiere ir pero no tiene dinero y vos tenés dinero (…) yo no quiero que mi hijo se vaya, yo siento algo mal…
yo sé que vos me lo vas a dejar botado, "¿cómo te pones a pensar que yo voy a hacer eso?" me dijo —Yo lo siento, yo
siento eso, vos sos mi hermana y eso es lo que yo siento—le dije—vos no le has hablado a ese señor por mí hijo—.

Irma evoca las figuras del narcotraficante local y su propia hermana como actores que condicionaron la partida de
Abel, el primero como provocador de las circunstancias que hicieron necesaria le fuga y la segunda como
catalizadora de la decisión de marcharse. Por su parte, se coloca a si misma en la posición contraria al plan de
migrar, pero incapaz de disuadir a su hijo; finalmente lo que le queda es “encomendarlo a dios” y dejar que se
vaya. El imaginario religioso juega un papel muy importante en la forma que se da sentido al relato de la partida
de Abel; la oposición entre ella y las intenciones de su hijo, los intereses de su hermana y las acciones del
narcotraficante, queda puesta “en las manos de dios”. La imposibilidad de disuadir a Abel es sublimada en la
voluntad divina, y esto será lo que le permita sortear los sentimientos de culpa que frecuentemente emergen en
estos casos (Panizo 2009).

Al marcharse, la relación de Irma con su hermana estaba deteriorada, según recuerda, ella estaba convencida
de que algo malo provocaría la tía de Abel. Con un dinero que le había dado su abuela y otro que Irma le
mandó, llegó hasta Monterrey a donde su tía tuvo contacto con el coyote que la iba a cruzar; “yo sé que en ese
momento mi hijo iba sufriendo, porque ella no había hablado con el coyote por él, y el coyote me lo
rechazaba”. A los días de haber llegado a Monterrey le llegó un mensaje de Abel que decía “ma, tengo
hambre…” Irma se desesperó de pensar que no estaba comiendo, “aguantando hambre en otro lugar”,
entonces le pidió dinero a su padre y se lo envío. Al recordar estos momentos revive la ansiedad y el enojo, el
recuerdo del desamparo en que su hermana había dejado a su hijo le producían emociones muy fuertes.

Finalmente un día Abel le envió un mensaje a su madre en el que le decía “fijate que mi tía cruzó…”, mientras
me lo cuenta dibuja una sonrisa irónica y sus ojos se llenan de agua, “yo sabía que me lo iba a dejar botado”
recuerda lamentándose, “yo sabía que me lo iba a dejar botado”. La certeza de Irma en relación a lo que iba a
pasar vuelve continuamente en su relato, moviéndose, como figura discursiva, entre el remordimiento
(Scheper-Hughes, Undoing: Social Suffering and the Politics of Remorse in the New South Africa 1998) y la
revelación, pues por un lado se lamenta de no haber detenido a su hijo, pero por otro se coloca en un lugar de
conocimiento que está más allá de el curso lineal de los acontecimientos, lo cual tiene además un componente
teológico.

Mi hermano [pastor evangélico] me preguntaba si me había llamado [su hermana] —No, ¿por qué?, si ella no habla
conmigo—, “no” me decía él, “ella te va a llamar, es que dios habló con ella”, como cuatro veces me preguntó, y él
decía que ella iba a perder toda bendición (...) En eso yo me fui porque me gusta visitar a mis vecinos enfermos,
entonces yo me fui donde una señora y cuando yo entré en la mañana sonó el teléfono, entonces vi que la señora

272
estaba saludándose con la persona y luego me dice “está llamada es para usted” —¿Para mí? ¿y quién va a saber que
yo vengo entrando ahorita?— Era mi hermana. ¿Cómo se dio cuenta que yo estaba ahí? No lo sé. Se les escuchaba bien
quebrantada la voz, y me dice “es que te quiero pedir perdón, yo no le he dicho nada a tu hijo y no quiero perder la
bendición de dios”, —ah, disculpá, pero yo desde hace mucho ya te perdoné, porque sé que de nada sirve que yo sienta
algo malo con vos, vos no me vas a traer a mi hijo, pero yo ando en la búsqueda de mi hijo y sí necesito tu apoyo
porque por tu culpa fue (…) la verdad que no sé qué le hicistes a mi hijo, pero dios dijo que vos tenías que pedirme
perdón y decirme la verdad de lo que había pasado con mi hijo— “no, Irma, yo sé que él va a aparecer, yo no le he
hecho daño, créelo” me dice —Bueno, yo te creo, dios te va a confrontar pero yo ya te perdoné, no te preocupés—.

Por medio de su hermano, con quien comparte la devoción evangélica, Irma se enteró anticipadamente de que
su hermana iba a confesarle que había dejado a Abel en la frontera y que iba a pedirle perdón. Es por esto que
cuando habla con ella Irma puede decir “hace mucho ya te perdoné”, anticipándose incluso a la reconciliación
con quien responsabiliza de la desaparición de Abel (“por tu culpa fue”). De nuevo la revelación coloca a Irma
por delante de los acontecimientos y le permite ubicarse en un lugar moralmente superior, y sortear los
sentimientos de culpa o remordimiento que suelen emerger en estas situaciones. Esto resulta muy importante
en su propio proceso de agenciamiento de la búsqueda y de organización colectiva; durante sus participación
en las reuniones o talleres del comité, siempre insistía con gran vehemencia que no había que quedarse en la
culpa, sino seguir buscando y “ponerlo en manos de dios”.

Irma recuerda que luego de que su tía cruzó, Abel regresó desde la frontera hasta Monterrey a donde lo recibió
una mujer que había conocido durante su paso por la ciudad. Ahí vivió un año durante el cual mantuvo
comunicación con Irma, pero eventualmente tuvo “un problema” con la hija del dueño de la casa y tuvo que
irse. Empezó a alquilar un cuerto en la casa de una señora que era “agente de la policía federal (…) ahí le
agarraron bastante cariño, porque es que mi hijo es bien respetuoso y él trata de querer mucho a la gente”.
Pero por alguna razó que Irma desconoce un día Abel decidió irse. Alrededor de 2011 las llamadas de su hijo
cesaron, pasaba el tiempo y no se comunicaba con ella ni con sus compañeros de colegio, con quienes había
mantenido también una comunicación constante. “Yo decía —¿por qué mi hijo no me llama?—, era
cumpleaños de mi hermano y yo vi raro que no lo llamó, no me llamó para el día de la madre ni para mi
cumpleaños”.

Poco a poco Irma fue empezando a sentir el peso de la ausencia de su hijo, a colocarlo en un lugar de
incertidumbre que fue aumentando la necesidad de buscarlo. A diferencia de lo que ocurre en los casos de
desaparecidos políticos en contextos de dictadura (Panizo 2009 y 2011), donde el evento de desaparición está
claro y es posible ubicarlo con toda precisión en el tiempo (el día en que alguien fue “levantado” de la calle, o
lo “fueron a buscar” a su casa, etc.), en los testimonios de las integrantes del comité, este suceso no es preciso.
Se trata más bien de una desaparición opaca, oscura, diluida en un tiempo extendido que se rememora como
angustioso e incierto, y en el que es la propia persona la que, con sus incomunicación y su ausencia, va dando
señas de su falta. En este sentido, el proceso para empezar a hablar de desaparición es para los familiares más
complejo, pues siempre está la posibilidad de que la incomunicación y la ausencia sean producto de las mismas
condiciones del trayecto, lo cual redunda en la condición de liminalidad de la persona, pues ni siquiera se tiene
certeza sobre el evento que marca su desaparición. Es precisamente la búsqueda de condiciones para la
búsqueda, lo que representa el punto de inflexión a partir del cual la madre ha asumido que su hijo ha
desaparecido.

Durante una noche de desvelo, Irma dio con un programa de televisión en el que estaban hablando de
migrantes; “me gustó, hablaban de una organización y yo dije: este es el lugar donde tengo que ir”. Estuvo
buscándolo durante meses, anduvo por SPS, acudió a amigos para que le ayudaran a localizarlo, pero no
consiguió información. Finalmente habló con una licenciada que trabajaba “en los derechos humanos” y fue
273
ella quien le dio un número de teléfono y le dijo que tenía que buscar en El Progreso. El contacto era del ERIC-
SJM, y aunque no conocía El Progreso, buscó y buscó hasta que dio con las oficinas. Fue así que llegó al
COFAMIPRO, donde poco a poco se fue involucrando en el proceso organizativo hasta llegar a ser una de las
integrantes más activas de la asamblea del comité, al que le aporta mucho de su trabajo cotidiano como por
ejemplo en la conducción de un proceso de alfabetización con varias integrantes de la asamblea. “Y sí que me
han ayudado, porque la psicóloga me ha ayudado bastante, los talleres me han ayudado más” me dice
sonriendo.

La relación con el comité aparece como un momento clave, un punto de inflexión en el relato de la
desaparición de su hijo, pues es a partir de su integración al espacio que Irma asume finalmente que su hijo ha
desaparecido, pero también que surgen opciones más claras para buscarlo. A pesar de que pertenece a un
estrato social medio y no vive tantas carencias como la mayoría de las integrantes del COFAMIPRO, esto no
significa que Irma cuente con los recursos como para emprender por sus medios un procesos sistemático de
búsqueda. Esto es justamente lo que aporta la organización: un conjunto de técnicas, prácticas y capital social
que permiten producir complejos y sistemáticos procesos de búsqueda, y que permiten a la madre asumir la
ausencia. En este sentido, como veremos más adelante, la integración a un espacio colectivo en el que existen
referentes de identificación (de la ausencia, del dolor, de la tristeza, etc.) es un momento clave en el proceso de
producción del desaparecido como figura simbólica dentro de un discurso estratégico de contestación y de
búsqueda, además de que ofrece un servicio indispensable para el agenciamiento colectivo: la atención
psicosocial y el acompañamiento emocional206.

Pero el involucramiento de Irma en el comité no ha estado ausente de conflictos, específicamente le ha


generado problemas con su hermano, el pastor. Poco tiempo después de integrarse a la organización, además
de sus datos y los de su hijo, le tomaron también muestras de ADN para incluir su perfil genético en las bases
de datos de búsqueda. Esto molestó a su hermano, “a mí me dolió lo que me dijo —mirá, dios ha hablado y
dice que no tienes que buscar a tu hijo entre los muertos porque tu hijo está vivo y él quiere hacer algo con tu
hijo—”. Esto la afectó mucho y desde entonces asegura que ahora ella “no busca a su hijo entre los muertos
(…) mi hijo está bien, gloria a dios”. En este punto el agenciamiento de búsqueda y la producción de la figura
del desaparecido que se da como parte de la institucionalización del comité entra en tensión con el imaginario
religioso de Irma, de nuevo surge un mecanismo de revelación que le indica “no buscar entre los muertos”, y
aunque su perfil genético ya está en las bases de datos, ella está convencida de que encontrará a Abel vivo.
Uno de sus anhelos, como de casi todas las madres en el comité, es “salir con la caravana”, ser seleccionada
por la junta para participar en este proceso anual de búsqueda, “estoy pidiéndole a dios que me deje ir”.

Doña Tina busca a su hija Laura desde hace 11 años. Cuando llego a buscarla a las oficinas del COFAMIPRO para
nuestra cita, la encuentro diligente haciendo aseo, yendo de un lado para otro con la escoba, dando pequeños
pasitos buscando lugares que hayan quedado sin limpiar; “es para apoyar” me dice sonriendo cuando le
pregunto por qué siempre que la veo en la oficina la encuentro limpiando, “es que ellas no tienen quién las
apoye, y tienen mucho trabajo”, dice refiriéndose a las integrantes de la junta directiva. Igual que en el caso de
Irma y muchas otras integrantes de la organización, el vínculo de Tina con el comité se da en buena medida

206Como veremos más adelante, estas labores de acompañamiento que brinda el equipo técnico de la organización son prioritarias en
su institucionalización, pues permiten que situaciones que muchas veces están marcadas por el dolor, la depresión y la angustia, puedan
reconfigurarse como prácticas de voluntad y contestación.
274
mediante estas relaciones de intercambio, en las que el acompañamiento se retribuye con trabajo y
participación207.

Es originaria de La Ceiba pero vive en la colonia Planeta, “La Planeta”, como es conocida popularmente, justo
en los límites de La Lima con SPS. Según índices y cifras oficiales, es una de las más peligrosas de todo el
departamento, lo que a su vez la hace una de las más peligrosas del país. En ella habitan pandilleros de la 18
que se disputan cotidianamente el territorio con sus contrarios; “adentro, hasta el fondo” me dice bajando la
voz, “ahí no vive nadie, solo ellos, ahí ni la policía entra (…) parece que es un campo de entrenamiento lo que
hay ahí”. A Tina el miedo se le ve en el rostro, se escucha en su voz tímida cuando dice algo de su colonia, como
si algún marero ubicuo la estuviera escuchando. Durante la entrevista con Tina, las sonrisas nerviosas se
conjugan con los ojos perdidos, llorosos y el relato que se quiebra en su voz.

En un punto de la conversación se le escapa el nombre de su hija, de inmediato mira la grabadora con cara de
horror mientras se tapa la boca, luego me mira ansiosa; antes de empezar a platicar me había pedido no
divulgar el nombre de la muchacha pues tiene miedo de “ponerla en riesgo”. Como en el caso de Irma, las
condiciones de desaparición de Laura, como veremos, han hecho que Tina tenga muchas reservas a la hora de
dar el nombre real de su hija. Es claro que en México muchas de las circunstancias en que se da la desaparición
de migrantes, guardan relación con el accionar del crimen organizado (CNDH 2011, COFAMIDE et.al. 2012,
CIDH 2015, Izcara Palacios 2016), y en las historias de Tina e Irma, así como en muchas otras, la presencia de
estos actores han marcado las situaciones de desaparición. Esto genera una situación contradictoria, pues si bien
todos los esfuerzos de representación e institucionalización de la memoria que realizan los comités de migrantes
van dirigidos a visibilizar la desaparición, contestando como dijimos a un discurso oficial que la invisibiliza, en
algunos casos esto se hace a partir o a pesar de la falta de nominación, del ocultamiento de la identidad
personal del desaparecido.

Delgada, morena y alegre, bromista y fanática de Los Temerarios, a sus cincuenta y cinco años Tina vive
encerrada en su casa. Si la deja es solo para salir de la colonia, y si alguna vez alguien la visita, “ya sea familiares
o cualquier institución, yo estoy afuera en la entrada de la colonia, para que sepan que vienen conmigo”. Igual
que muchas otras integrantes del comité y que muchas mujeres hondureñas de su edad, Tina ha criado a varios
de sus nietos, tres “güirros” que su hija “le dejó” cuando migró hacia EUA. En las condiciones de su colonia, y
sobre todo por los permanentes procesos de reclutamiento de las maras, esto significa un trabajo de crianza
casi de tiempo completo, un cuido permanente, un seguimiento casi obsesivo sobre todo de los varones, que
son los más “buscados” por las pandillas. Esto se suma al trabajo de mantenimiento de la memoria que, como
veremos en el siguiente caso, deben realizar también muchas de las abuelas para que sus nietos no pierdan los
recuerdos de sus padres; se trata de un trabajo de representación continuo que junto a las labores de crianza y
protección definen un margen ampliado de cuido (Hochschild 2001, Moran-Taylor 2008, HelpAge International
2008, Bastia 2009, Williams 2010, Yeats 2012, Kilkey y Merla 2014, Merla 2014), haciendo de estas mujeres
verdaderas obreras de la preservación de la familia208.

Hasta ahora la situación la había enfrentado con la ayuda de su otra hija que vive con ellos y con los aportes que
uno de sus hijos le envía desde EUA para pagar las cuotas de compra de la casa en la que viven. Su hija se quedó
viviendo con ella para apoyarla, y su hijo se fue en el 2001 cuando el camino estaba más liviano, “es un muchacho
bien tranquilo” me dice sonriendo, “me decía que en la mente solo llevaba ´seguir, seguir, seguir`”. Así llegó hasta

207Todas las viñetas son del 22-4-14.


208Hace unos meses Gerardo, du nieto e hijo de Laura, empezó con la idea de migrar, “yo le dije –hijo, ¿no se da cuenta? ¿No se da
cuenta del sufrimiento que tengo?– es mi nieto, no lo parí, pero lo he tenido toda una vida”.
275
San Luís Potosí, a donde estuvo seis meses trabajando como albañil, al cabo de los cuales logró cruzar. Conseguía
dinero “esquineando”, se iba con grupos de migrantes con los que vivía en la “casa de migrantes de Texas”, y se
paraban en ciertas esquinas por donde todas las mañanas pasaban contratistas o empleadores buscando mano
de obra; construcción, mecánica, soldadura, etc. “Un día me dijo –mami, búsquese un lugar que le guste para
tener una casa– en ese entonces no era como ahora la situación, la colonia me gustó y había facilidades de pago”.
Tina se preocupaba, le insistía “solo si puede hijo, no haga esfuerzo si no puede, que yo tengo arroz y frijoles”.

Antes de irse, Laura trabajaba en una maquila, era madre soltera y ganaba ochocientas lempiras con las que
tenía que mantener a sus tres hijos y a su madre, “siempre bromeábamos de que yo era la niñera” recuerda
Tina sonriendo. Como en otros relatos, la figura de Laura es recordada como portadora de sacrificio y
proveeduría, un día se le acercó y le dijo “me voy a ir mami”. Al lado de donde viven hay un solar vacío que se
propuso comprar para construir ahí una casa, “para no separar a mis hijos de usted nunca” recuerda Tina que
le decía. “Pero solo fue un sueño” me dice con la voz ahora quebrada y lágrimas en los ojos, “porque no…”,
agrega y deja la frase en suspenso, como queriendo evitar decir algo específico sobre lo que ha sucedido, es
mejor dejar abierta la incógnita que zanjar el relato con un final. Se fue un diecisiete de setiembre de 2004, iba
con un tío, hermano de Tina, y su hijo, pero ellos solo estuvieron un mes en México y se regresaron. Su hija, en
cambio, se quedó dos años durante los cuales mantuvieron comunicación, “trabajó un tiempo en Comitán,
decía que haciendo ladrillos de adobe”. Ahí estuvo cerca de un año al cabo del cual finalmente intentó llegar a
la frontera norte para cruzar.

Poco antes de emprender el viaje a la frontera le contó a su mamá que había tenido un sueño con su madrina
que había fallecido hacía algunos años, y que en su sueño esta le decía “no te sigas mensa porque no te va a ir
bien, no sigas”. “Ahhh”, exclama Tina lamentándose, “yo le decía –venite hija, regresate, no sigas, si tu madrina
que ya murió te lo está diciendo, regrésate–, pero no, me decía –no mami, al fin voy a darles de comer a mis
hijos–”. El sueño, como la revelación divina para Irma, funciona como un presagio de la desaparición, como una
anticipación al evento dramático que sin embargo no es suficiente para evitarlo. En el relato, es la necesidad la
que explica la voluntad de Laura de continuar con el viaje, especialmente la posibilidad de solventar la
precariedad de su madre y de sus hijos; la dimensión sacrificial surge como componente central de la
representación de la persona desaparecida, al igual que cierto tono heroico de sus actos.

Un mes y medio después de que le habló del sueño con su madrina, Laura volvió a llamar a su madre, “fue la
última vez que me llamó, me hablaba en voz baja, como en secreto, y me dijo –mami, me agarraron los zetas,
por favor no vaya a contestar ninguna llamada de México, porque me están exigiendo su número de teléfono,
pero prefiero morirme que darles su número–”. Este evento marca el inicio de la desaparición de Laura en el
relato de su madre, y configura el punto de partida de su búsqueda, pues desde ese momento todas las pistas
e indicios que ha buscado Tina han girado en torno a la premisa de un secuestro. Por otra parte, encontramos
de nuevo en el relato el carácter heroico y sacrificial de Laura.

A los ocho meses de esa última llamada Tina sufrió un derrame cerebral, “el doctor me dijo que de problemas…
que eso era de problemas que yo tenía”. Se refería a la ausencia e incomunicación de su hija, así como al peso
de la crianza de los niños y el cuido que requerían los varones en el contexto comunitario en que vivían, todo
esto sometió a Tina a un estado de estrés que le provocó el derrame. Estuvo siete meses en cama, siempre
“viendo por los niños que ella me dejó”, pero con una movilidad muy disminuida por una parálisis en el lado
izquierdo del cuerpo. Durante su convalecencia escuchaba mucho la radio, y un día escuchó sobre un grupo de
madres con hijos desaparecidos que estaba en El Progreso. Tina recuerda que se levantó de su cama decidida a
encontrarlo, salió de casa y de su colonia, llegó a El Progreso y estuvo dando vueltas hasta que dio con las

276
oficinas. Como en el caso de Irma, es Tina la que se acerca a la organización, de la cual tiene noticia, además,
justamente durante el estado de postración en que se encontraban producto de la depresión o el dolor que
estaban experimentando (para Irma el insomnio, y para Tina el derrame).

Como en el caso de las premoniciones, la aparición del comité en sus vidas emerge como una línea de fuga
ante la tragedia, como un cambio en la trayectoria que iba hacia la enfermedad y la depresión. Los relatos
también coinciden en manifestar que para lograr dar con las oficinas del comité, tuvieron que “estarlo
buscando”, “dando vueltas por Progreso”; en este sentido, su integración a la organización es relatada como
parte de un hito fundante en términos de sus prácticas de búsqueda, la imagen de tener que buscar y buscar
para dar con la organización que les permitirá seguir buscando, es muy significativa. Este suceso abre una
nueva etapa en la narración, marcada ahora por el relato de la superación del dolor y el inicio de los
agenciamientos de búsqueda.

Antes de venir aquí, me sentía como sola, a pesar de que siempre he tenido a mi hija que me apoya en todo lo que yo le
he pedido, pero me sentía sola, abandonada, lloraba y lloraba, la depresión me estaba matando. Ya una vez que sentí
bastante mejoría, yo decidí venir seguido y ahora me siento como en familia… que no me deja desmayar. COFAMIPRO
es mi familia (…) Es triste estar con un dolor como el que sentimos nosotras. Es triste.

Cuando se integró al COFAMIPRO tenía un año de haber perdido contacto con Laura; ahora tiene ocho años de
formar parte del comité. La atención psicosocial, la asesoría legal y administrativa, los procesos de búsqueda
durante las caravanas, son todas experiencias que han marcado la forma en que se enfrenta a la ausencia de su
hija. La soledad que sentía fue en parte llenada por la posibilidad de encontrarse como otras como ella con las
que se identifica y comparte un dolor, “me sentía como sola, a pesar de que siempre he tenido a mi [otra] hija”
dice Tina dando cuenta de otra forma de entender a la familia, “COFAMIPRO es mi familia”. Esta relación de
parentesco con las integrantes de la organización209, está en la base del sentido orgánico que se le atribuye al
colectivo así como de las dinámicas de intercambio que se configuran en la relación de muchas de las madres
con el comité y sus miembros, específicamente de las labores de apoyo que muchas de ellas realizan como
parte de la producción colectiva de la organización: cuido cruzado de hijos y nietos, tareas de aseso y
mantenimiento de las oficinas, procesos de autoformación, apoyo en la planificación y realización de
actividades, etc.

Casi como disculpándose Tina me explica por qué “no he podido estar al 100% con el comité”, “una por mi
enfermedad, aunque ya hace tiempo me he rehabilitado, pero la otra por mis nietos, no puedo dejarlos mucho
tiempo solos, por la situación…” Aunque asegura que los muchachos están conscientes de “la situación”, no deja
de preocuparse y hacerse cargo de su cuido; “me dicen ´no abue, no va a pasar nada`, pero usted sabe que un
adolescente… no miden las consecuencias, la que intenta medir las consecuencias soy yo”. Su gran alegría es que
dos de ellos se graduarán de mecánica automotriz el próximo año, y eso implica la posibilidad de que consigan un
trabajo y de que ya ella no tenga que estar resolviendo diariamente lo de “los pases para el colegio, el almuerzo
de ellos”; “y ¿quién sabe?, tal vez quizás hasta terminen ellos de pagar la casa, dependiendo qué corazón
tengan”.

Tina incluso ha perdido varias veces la oportunidad de ir en las caravanas por no dejar solos a sus nietos en la
colonia, pero cree que este año sí asistirá; como en otras ocasiones ha sido seleccionada por la junta directiva
para asistir, con la diferencia de que ahora siente que sus nietos están más grandes y puede dejarlos solos unos
días. “Desde el 1 de enero me levanté con una gran alegría y dije –este año encuentro a mi hija– y desde ese día

209
En algunos testimonios se habla de las integrantes de la asamblea como “hermanas” y de las integrantes de la junta directiva como
“madres”. Sobre esto profundizaré en el siguiente acápite.
277
no se me ha quitado esa idea de la mente, y cada vez que me acuerdo que voy a ir a México a la caravana, siento
eso”. Hace unos años una vecina de amiga de infancia de sus hijos, le aseguró haber visto a su hija, “ella vive en
México pero vino aquí a Tela, entonces me dijo que le mandara una foto de mi hija, y después me dijo que me
daba un 68-70% de que era ella, me dijo que la vio en México pero como muy acompañada, como con
guardaespaladas”.

Eso le ha dado esperanzas y las mantiene a pesar de que tiempo después la misma vecina le dijo que en
realidad no era, que le fue a preguntar si era hondureña y ella solo guardó silencio. Tina cree que fue por
temor, pues recuerda que lo último que le dijo Laura fue que la habían “agarrado los Zetas”, por lo que supone
que son ellos los que la tienen. Otro indicio que le da esperanza a Tina es que justo antes de perder la
comunicación Laura le había contado que había decidido cambiarse el nombre para tratar de tener papeles
mexicanos, y justamente era el mismo que el de la muchacha que había localizado su vecina. Durante este
punto de la entrevista Tina se pone realmente alegre, me cuenta emocionada que solo le falta sacar su
pasaporte y ya queda difinitivamente en la lista de las madres que van este año a México.

En efecto Tina fue a México con la 10ma Caravana de Madres Centroamericanas en 2014, y tuve la gran
oportunidad de estar presente en el momento en que una voluntaria de la Cruz Roja, durante nuestro paso por
el albergue para migrantes de San Luís Potosí, identificó la fotografía de Laura que Tina llevaba en su pecho. De
inmediato se hizo una búsqueda en la base de datos del albergue y en efecto se dio con la fotografía de registro
de Laura de hacía dos años. Según los testimonios de quienes la recordaban durante su estancia en el albergue,
Laura no había sido secuestrada, sino que se había casado con un mexicano con el que había tenido dos hijos,
pero del que había huido por las constantes agresiones físicas y psicológicas a las que los sometía. Aunque al
terminar la caravana aún no se había dado con el paradero de su hija, Tina regresó a Honduras emocionada
porque sabía que Laura estaba viva y ahora tenía indicios más concretos para seguirla buscando. “Yo sabía que
este año la iba a encontrar” repetía Tina con una sonrisa en el rostro.

Mayté Durán, de 61 años, busca a su hijo Isaías Guevara Durán desde hace trece años. Es una mujer seria, de
mirada inteligente y pocas palabras. Mientras nos reunimos en una oficina del COFAMIPRO para realizar la
entrevista, la esperan afuera su nieto Gerardo, de unos trece años, y su nieta Dilcia, de unos veintidos, quien
además se encuentra embarazada de casi nueve meses210. Ambos fueron criados por ella, ambos son hijos de
Isaías, como en el caso de otras madres del comité, su trabajo de cuido se vio ampliado con la partida de su
hijo. No habiendo pasado dos minutos de iniciar la entrevista Mayté se pone a llorar, detengo la grabadora y
esperamos unos minutos mientras se tranquiliza, aprovechando para platicar de otros temas. Sin embargo casi
de inmediato vuelve al tema de la migración, pero ahora desde la historia de su otra hija, Yolany.

A pesar de que era dos años menor que Isaías, Yolany salió cuatro años antes que él de Honduras, en 1997.
Según Mayté se fue porque el papá había sufrido un accidente y ella quería ayudarles con los gastos,
mostrando de nuevo el rol proveedor que en los relatos adquieren los hijos migrantes; Yolany tenía empleo en
una fábrica pero “ahí no dajaba nada”. Fue una amiga la que le propuso irse juntas, supuestamente tenía un
conocido en el norte y le había asegurado que les ayudaba a pasar. Luego de varias semanas de viaje logró
llegar hasta la frontera y tuvo que esperar tres meses para brincar, “y eso que antes no había tanto peligro
como ahora” recuerda Mayté. Yolany aún vive en EUA y su historia migratoria, que podríamos describir a
grandes rasgos como “de éxito”, contrasta radicalmente con la de su hermano; fue justamente ella la que le

210 Todas las viñetas son del 23-4-14.


278
ofreció “ayudarlo” a cruzar. Cuando se fue, Isaías llevaba en su mente, según lo recuerda su madre, la meta de
“construir una buena casa” que su trabajo no le permitía tener.

Mandó a pedir el dinero a su hermana y salió con dos señores de una colonia cercana que decían conocer el
camino. “Solo por dos años” recuerda Mayté que le dijo su hijo, “la mamá de los niños le achacó que no iba a
conocer a la niña, que no lo iba a recordar, pero él dijo que sí se iba a acordar –a los dos años yo regreso–”. El
hijo menor de Isaías, Gerardo, tenía entonces tres meses, la mamá lo dejó junto con Dilcia a cargo de su abuela,
a quien ahora solo le dice “mamá” y “no se me separa” dice Mayté sonriendo. Luego de la entrevista
platicamos brevemente, quería saber cómo me había hecho una cicatriz que tengo en el brazo, y él
emocionado me habló de las suyas. Le pregunté por su padre, pero me dijo que no lo recuerda. La imagen de
Isaías en la memoria de sus hijos se ha mantenido gracias a Mayté y el proceso de búsqueda que hace de él
desde hace más de diez años.

Al evocar el momento en que su hijo se fue Mayté es invadida de nuevo por el llanto, “no me despedí de él (…)
los miré cuando se fueron, pero no le pude decir ni adiós” recuerda. A diferencia de Irma, Mayté no ha contado
con recursos simbólicos para elaborar un discurso explicativo que le permita sortear los sentimientos de culpa
y remordimiento (Scheper-Hughes, Undoing: Social Suffering and the Politics of Remorse in the New South
Africa 1998), por el contrario, el recuerdo de verlo partir sin despedirse de él le provoca tristeza y ansiedad. En
este sentido, quizás de forma semejante al caso de Tina, para Mayté la búsqueda de su hijo podría estar en
parte animada por sentimientos de culpabilidad, además de los efectos que de por sí genera la ausencia de una
persona sobre la que no se sabe su lugar.

Cuando ellos se fueron nosotros no tenemos teléfono porque el que tenía teléfono tenía pisto [dinero]. Entonces yo iba
allá donde mi primo y ahí hablaba con la hija mía que está allá y que fue la que les estuvo ayudando, le decía yo
“avisame, yo voy estar yendo a ver qué te van a ir hablando”. Como a las dos veces me dijo Yolany —dicen que los
asaltaron y les quitaron las cosas, pero van bien, no les pasó nada—. Supuestamente los familiares de los dos señores
de allá [EUA] los iban a ayudar, pero ya ella me dice —mami, esa gente no quiere ayudarles—.

Con lo que ganaba trabajando ocasionalmente y lo que a duras penas le enviaban Mayté y su hija, Isaías logró
llegar hasta Matamoros junto a los otros dos. Es aquí donde el relato de Mayté se empaña por la incertidumbre
y lo que presenta como los inicios de la desaparición de su hijo. Un día uno de los señores que iban con Isaías le
envió un mensaje a Yolany, la hermana que estaba en EUA, diciendo que necesitaban USD$300, esto le molestó
y decidió confrontarlo. Recuerda Mayté que les dijo

“quien tiene que pedirme plata es mi hermano, porque estamos mandando lo poco que tenemos y y eso les sirve a
todos ustedes porque ustedes vienen con él, pero el que me debe de decir es él porque yo debo saber si él es o quién
me está hablando”, dice ella que le decían —él iba a venir, él está jugando naipes—, entonces venía y lo ponía al
teléfono… y le digo yo “¿pero vos no oías la voz de tu hermano, hija?” —Mami, me parece que era él pero como ya
ahora tantas cosas, hay gente que cambia la voz, bien remedan la voz de otro—y después seguía hablando el otro…
Igual mi hija siempre le mandaba el dinero como fuera.

Finalmente Yolany acordó con una coyota para que pasaran a los tres y ella la pagaría en EUA, pero a partir de
ese momento el relato se oscurece y se vuelve confuso. En primer lugar, tanto Mayté como su hija tienen
dudas de que en efecto haya sido Isaías la persona con la que habló Yolany, y creen que la desaparición de
Isaías pudo haber empezado por ahí. En segundo lugar, el relato de la coyota y uno de los que supuestamente
iban con Isaías luego de que este desapareció es ambiguo y contradictorio, por un lado ella dice que los perdió
de vista mientras cruzaban y ya no supo más de él, por otro lado él señor dice que lo agarró la migra de EUA
cruzando “una cerca”. Luego de ahí silencio. “Yo no sé” me dice Mayté más confundida que yo con el relato,
“ellos dicen eso pero yo no sé… es que la cabeza mía es como un… la tengo quién sabe cómo porque a veces se

279
me olvida todo”. Aunque nunca lo dijo explícitamente en su relato, Mayté y su hija parecían creer en ese
momento que Isaías había sido secuestrado, y que habría sido entregado por los dos señores que lo habían
enganchado desde Honduras.

Años después del suceso un conocido de uno de los señores que se llevaron a Isaías le dijo a Mayté que su hijo
estaba muerto, que se había enfermado en el camino y que ya no lo buscara. Esto la deprimió y la dejó
enferma, por lo que Yolany decidió trasladarse a buscar a uno de los enganchadores que habían salido con su
hermano, pues desde entonces estaba viviendo en EUA. “Llevó guaro y lo emborrachó” recuerda Mayté con un
tono de admiración hacia su hija, “y empezó a preguntarle por su hermano, dice que le habló pero como con
una sonrisa, así me decía —yo le pregunté de mi hermano y me contestó así como con una burla fea, mami—”.
Desde entonces ambas está convencidas de que los señores las estafaron, y que el dinero que Yolany estuvo
enviando lo usaron para su propio beneficio; además le insistieron que ya no buscaran a Isaías pues “dijeron
que él se quedó muerto, entonces estos le iban tirando mentiras a la cipota… lo que hicieron fue callarse para
que ella les siguiera ayudando”.

Aunque las versiones de los que iban con él en el viaje apuntan a la muerte de su hijo, Mayté mantiene la
esperanza de que Isaías se haya separado del grupo o que haya sido secuestrado o incluso entregado por los
enganchadores a alguna organización criminal. Fue su cuñada la que le habló del COFAMIPRO, “ella me dijo —
vamos y se apunta, lleve foto de él, y yo como estoy cerca [de El Progreso] yo voy a estar yendo—, yo tenía a
los güirros pequeños entonces no podía estar yendo”. Su cuñada continuó asistiendo a las reuniones del
comité, e incluso participó en una de las primeras caravanas, “cuando todavía iban solas, con su dinero, y
llegaban hasta Guatemala”. Como en el caso de Tina, fue hasta que sus nietos crecieron que empezó ella a
asistir a las reuniones del comité, pues antes estaba sumergida en las tareas de cuido y crianza. “Así es que
empecé a estar viniendo a todas las citas, solamente que esté enferma o que tenga visitas de mi familia es que
falto”. Para ella el comité ha sido “una gran ayuda, un gran aliento”, un lugar donde “el dolor de una es el dolor
de la otra”.

Doña Ximena Alarcón, de cincuenta y cinco años, busca a Lidia, su hija, quien a la fecha de nuestro encuentro
tiene treinta y dos años y nueve de desaparecida211. Es originaria de SPS, de una comunidad “pobre pero bien
tranquila”, lo cual enfatiza casi presumida pues no es frecuente entre las integrantes del comité, tiene treinta y
tres años de vivir ahí y me asegura que se lleva bien con todos sus vecinos, la mayoría propietarios de sus casas
con muchos años de habitar en el lugar. Riendo me presume que vive en una esquina “a la mera orilla de la
calle”, y que “es una colonia que está pavimentada toda, antes no, pero ya está todo pavimentado”. Doña
Ximena es madre de siete hijos, seis mujeres y un varón, pero al igual que Irma, Tina y Mayté, crio a casi todos
sus nietos.

Ella nació en SPS pero su madre llegó de Copán luego de enviudar, allá eran campesinos pero llegando a la
ciudad tuvo que trabajar como obrera de industria en una fábrica de puros y luego en una maquila textil. Fue
así que logró darle estudios a Ximena y a su única hermana, quien ahora vive en Mexicali pues su hija se casó
con un mexicano y “se la llevaron para allá” recuerda alegre. De joven Ximena también migró. Tenía veinte
años, fue antes de que nacieran sus hijos, “entonces era más fácil, los mexicanos no negaban las visas y solo
costaban cincuenta lempiras, me fui como tres veces pero nunca llegué, siempre me quedaba en el D.F.
porque me daba nostalgia y me regresaba”.

211 Todas las viñetas son del 25-4-14.


280
Durante la crianza de sus hijos su esposo nunca le ayudó, lo que le daba eran problemas, “bolo y mujeriego”
maltrataba a las niñas e incluso intentó quitarle la casa que le había comprado. Cansada de sus agresiones “le
eché encima a la fiscalía, y sí, lo sacaron y me dieron la patria potestad”. Pero el tipo se vengó, “me acusó de que
yo lo había querido matar, él tenía una amante, y junto con la amante me metieron presa, me acusaron de que
les quería secuestrar a sus hijos de ellos, ¡ja! ¿qué voy a querer más niños yo?”, me dice riendo. En la cárcel
estuvo poco, pues el juez se percató de la situación y ordenó su liberación. Desde su separación Ximena
rememora su historia como una de sacrifico y trabajo, todo “para mis hijas”, y se enorgullece de decir que “todas
están graduadas”.

Adriana es bachiller, trabaja con mi papá en la oficina, le lleva la contabilidad. Mariana es bachiller en Ciencias y letras,
y Siany, la que se fue a Miami, en Administración de empresas, ella trabajaba en una maquila y estudiaba de noche, lo
mismo Adriana, Mariana trabajaba en Burger King y solita pagaba su colegio. A Siany a Adriana y a Mariela el papá les
pagaba el colegio, pero solo eso, lo demás pues nos tocaba a nosotros, que proyectos, que tareas, las cosas materiales,
la comida, que la ropa y todo eso me tocaba a mí.

La representación que Ximena hace de sus hijas enfatiza el esfuerzo de todas y el suyo propio para sacar sus
estudios, lo cual, como veremos, es distinto en el caso de Lidia. Durante la mayor parte de la crianza de las
niñas Ximena trabajó haciendo la limpieza en la casa de una licenciada, lavando, planchando y costurando
ropa, trabajó también en un restaurante donde entraba a las 4pm y salía a las 4am, “así hacía para irla pasando
pues”. Actualmente se las ingenia para juntar dinero y mantenerse, vende comida por encargo, sigue
costurando y “hasta hago ropa de varón”, también aprendió a hacer piñatas y me asegura que puede hacer
entre 20-30 diarias. Con eso y con lo que le mandan dos de sus hijas de remesas se mantiene ella y a sus nietos.

La primera en irse fue Siany, la mayor, salió de Honduras en 2004. Se había casado con un muchacho de la
colonia pero, como su padre, “también le salió bolo”. Como le tocó proveer para sus hijas y encargarse de la
crianza tuvo que conseguirse dos trabajos, pero aún así no le alcanzaba, fue entonces que decidió migrar. Le
dejó las niñas a se Ximena y se fue a Guatemala a la casa de una hermana de su padre que le consiguió un
coyote que le cobró USD$5.000, “le dimos la mitad ahí y la otra mitad cuando ya la había”. Estando ya en EUA
Siany le ayudó a la hermana que le seguía, Luisa, a que se fuera también. “Luisita se fue con visa, como
trabajaba en Cinemark y la gerente era amiga con ella, le dio su carta de trabajo y como 9 o 10 mil lempiras de
prestaciones, entonces como antes no pedían mucho dinero fuimos a pedir la visa mexicana y se la dieron”. En
el D.F. a Luisa la recibió su cuñado, el esposo de otra hermana que tenía ya varios años viviendo en México, “él
se la llevó para Mexicali” a la casa de la sobrina de Ximena, donde estuvo trabajando cinco años hasta que
pudo cruzar a EUA.

Luego de Luisa se fue Mariela, siguiendo los pasos de su hermana y aprovechando que aún estaba en Mexicali,
vivieron ahí juntas hasta que Luisa cruzó, luego de lo cual Mariela continuó trabajando y enviando dinero a su
madre. Finalmente Mariela nunca cruzó, regresó hace a penas un par de meses, “no se quería venir pero su
papá, de rogarle y rogarle que se viniera al fin accedió. La historia de las hijas de Ximena, es la de una cadena
migratoria en la que el primero en llegar ayuda a los siguientes a cruzar y así se van articulando las redes
transnacionales de movilidad. Lidia fue parte de esta cadena, pero su salida de Honduras en 2005 se dio en
condiciones muy distintas a las de sus hermanas.

Mi hija tenía muchos problemas. Mi hija anduvo… se tatuó su espalda… tiene un tatuaje de la MS… Yo nunca conocí a sus
amigos porque en mi casa nunca me llegó gente de ella. Ella trabajaba en un fábrica de ropa, en una maquila, pero yo ya
no quería que anduviera en la calle, entonces primero la encerraba en el cuarto, pero tampoco podía tenerla encerrada,
entonces la metimos en Támara, una cárcel de mujeres, pero como ella era menor la tenían en una... no sé cómo le
llaman, donde están las menores. Nosotros la metimos porque ella quería andar en la calle con sus amigos, y yo solo
pasaba pendiente. Ahí ella aprendió computación, aprendió a cocinar, me la mandaron bien… hasta me la vinieron a dejar.
281
Pero estuvo unos días en la casa y luego en siguió lo mismo con sus amigas. Ella no era mala persona, ni andaba robando,
no hacía nada malo sino que se había metido enganchada con ellas. Entonces fue cuando salió embarazada (…) estando
embarazada el papá de la niña le pegó un balazo en el brazo, ese mismo día lo mataron al muchacho, no sé por qué lo
matarían. Tuvo a la niña y esa niña la compuso bastante, la quería mucho a esa niña, ella le compraba sus cosas, su leche,
todo, pero a la niña le dio un infarto, se murió. Entonces ella, cuando se murió la niña, se decepcionó mucho, ya no era la
misma, sólo pasó Navidad con nosotros y me dijo “ya me voy mañana, mami”, y le dije que no se fuera, pero ella me dijo
“no, mami, yo no me quiero quedar aquí”. Se fue con mi cuñada en la frontera con Guatemala, iba a trabajar para luego
continuar el viaje, pero nunca llegó donde mi cuñada, de aquí se fue en bus pero no sé con quién se iría, no sé con quién se
iría… [llanto].

Contrastando con los relatos anteriores, el testimonio de Ximena no se queda en la exaltación de los rasgos
positivos de su hija. Aunque destaca que “ella no era mala persona ni andaba robando”, la pertenencia de Lidia
a la Mara Salvatrucha es algo que su madre no niega ni ha excluido de su memoria, pues está en la base del
relato explicativo de su salida del país. Lo que sí enfatiza Ximena son sus intentos por “sacarla de la calle”,
incluso a la fuerza212. La secuencia de acontecimientos tal y como la rememora Ximena es verdaderamente
trágica, pues no se vislumbran líneas de fuga posibles. Luego de intentar mantenerla fuera de la pandilla
encerrándola en la casa y en la cárcel, Lidia queda embarazada de un pandillero que intenta matarla mientras
aún estaba encinta. El pandillero muere (en circunstancias que Ximena no puede explicar) y el nacimiento de su
hija la “compuso bastante”, pero de nuevo surge la tragedia: la niña muere de un infarto y es entonces que
Lidia decide irse.

En 2005, con veinte años, Lidia se va. Le deja a su madre una niña de dos años que había tenido con una pareja
anterior y que Ximena ha criado hasta ahora. Durante los primeros dos años se comunicó con su madre. Logró
llegar a Tuxtla Gutiérrez donde trabajó primero asistiendo a una maestra y luego limpiando en una clínica; “se
cambió el nombre y se puso el de la niña que me dejó”, recuerda Ximena mientras trata de contener el llanto.
Pasaban seis meses y a veces hasta más para que recibiera una llamada de su hija. Cuando se comunicaba era
para pedirle dinero, justificándose que no le había marcado porque “estaba enferma”. Hacia finales de 2007
Lidia volvió a llamar, ahora con una noticia

Cuando ya iba a tener tres años de haberse ido, me llamó un 15 de febrero, que estaba enferma. Y que había tenido
una bebé allá, yo creo que fue ahí en México, no sé… Entonces, por eso creo que ella no me decía nada o se tardaba en
llamar, no sé… creo que tiene ahorita como 6 años la niña. Entonces yo le mandé otros 50 dólares porque estaba
enferma y que no sé qué, y me dice “mire, mami, que la niña es bien bonita, se parece como mi papá”. Ya era la
tercera, la que nació en México, porque la niña mayorcita yo la tengo, y la otra que se murió. Como trabajaba en una
clínica de limpieza me dijo que se amarraba la niña a la cintura con un cordón largo, porque la niña era bien inquieta,
para que jugara mientras ella estaba aseando. Me llamaba y le decía “vení, que está tu abuelita, dile que la quieres”,
entonces me la pasaba y me decía “tamo lela” [llanto], me decía que me amaba…

El relato de Ximena en relación a la historia migratoria de Lidia se encuentra marcado por las formas de
presencia y ausencia de sus nietas; el nacimiento de su segunda hija abre un línea de fuga (“la compuso
bastante”) que se pierde con su muerte y da pie a la salida, mientras el nacimiento de la tercera vuelve a abrir
la posibilidad de un desenlace alternativo (“me decía que me amaba”), pero de nuevo esta se pierde, ahora en
la incomunicación y la ausencia de Lidia. “Yo siempre estaba espere y espere su llamada, ya tenía un año, dos
años que no me llamaba, esperé 2008, esperé 2009”. Pero la llamada nunca más llegó. “Desde entonces no sé
nada” me dice llorando, “no sé si estará presa o... es muy doloroso esto…”

Fue un año después de la última llamada de Lidia que Ximena ingresó al COFAMIPRO, justo después de la
masacre de Los 72 migrantes en San Fernando de Tamaulipas, “estaba en todos los periódicos… entonces yo

212Irónicamente, el mismo juez que había sacado a Ximena de la cárcel cuando su esposo y la amante la acusaron de intento de
secuestro, fue el que metió presa a Lidia, ante una solicitud explícita de su madre.
282
me fui para Tegucigalpa a la cancillería”. Fue armada de documentos, llevó la partida de nacimiento de Lidia,
fotografías, “un machote donde escribimos todos los datos de ella”. La atendió “una licenciada” y le recibió los
documentos. Nunca la llamaron; hace un par de años se comunicaron para decirle que llevara de nuevo los
documentos porque los que dejó en 2010 se habían perdido.

Un día una vecina que tengo me dice “Xime, por qué no va donde Evelia, ella estuvo en Progreso yendo a caravanas y
todo, vamos donde ella para ver si conseguimos información”. Fuimos con ella y sí, la hallamos, y ya me dio el número
de doña Édita [Maldonado], entonces yo en la noche la llamé, como yo conocía fui a la radio y en la radio me dieron la
dirección de las oficinas.

De nuevo fue cargada de documentos, todos se los entregó a Édita, revisaron los nombres de fallecidos que el
comité va actualizando con datos de las cancillerías pero “no coincidían, entonces me tranquilicé un poco”.
Desde entonces Ximena asiste y participa en todas las actividades del comité, “no he faltado en ninguna
reunión y en setiembre voy a cumplir cinco años”, me dice orgullosa. Incluso estuvo un tiempo en la junta
directiva. “COFAMIPRO para mí ha sido un escape y ha sido un reforzamiento”, me dice cuando le pregunto
qué ha representado para ella el comité, “las viejitas lo hacen con amor todo, lloran con uno, comparten todo
con nosotros, en lo que pueden están pendientes, de talleres, de reuniones, de cómo estamos, siempre nos
llaman, cuando una se enferma ellas están ahí”.

4.2. Producir la ausencia. El Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso (COFAMIPRO) .

Como ya mencioné, producir al desaparecido es ingresar a un campo de lucha (Bourdieu, Poder, Derecho y
Clases Sociales 2000) en el que se disputan formas de representación y formas de materialización del cuerpo
migrante ausente. Este campo es además un ámbito en el que se producen también lugares específicos del
territorio migrante, desde los circuitos de circulación de discursos (mediáticos, institucionales, sociales) hasta
las trayectorias de búsqueda en el terreno, pasando por lugares más localizados como las oficinas de
organizaciones donde se realizan talleres, encuentros y asambleas, o los hogares de los familiares de los
desaparecidos, donde se realizan las actividades reproductivas (Graeber 2013) indispensables para la
producción de los agenciamientos de búsqueda.

Desde hace más de una década, en CA han surgido experiencias de organización colectiva que hoy día aglutinan
muchos de estos lugares y de sus dinámicas de producción social del desaparecido. Se trata de los comités de
familiares de migrantes que surgieron de la agregación casi intuitiva de mujeres que habían perdido contacto y
comunicación con sus hijos en la ruta migratoria, y que ante la incertidumbre, “el dolor y la desesperación”,
empezaron a acercarse. Organizaciones que Bejarano ha etiquetado como “motherist-based groups”213, los
cuales ha descrito como grupos de activistas de base cuyos miembros son exclusivamente o en su mayoría
madres (Bejarano 2002, 144), y, agregaría yo, cuyos intereses y demandas generan formas de contestación e
incidencia dirigidas prioritariamente, aunque no exclusivamente, al estado.

Las prácticas de estas organizaciones son parte de agenciamientos más amplios, se articulan con los esfuerzos
de defensa de las personas migrantes, pero también con las fuerzas de producción de su movilidad. Como

213 Me resulta difícil aportar una traducción de esta frase pues la carga semántica específica se pierde en el castellano. “Grupos basados
en la maternidad” o “grupos de raíz maternal” podrían ser dos opciones, sin embargo el sentido de la noción de maternidad no es el
mismo que el que tiene “motherist” en el inglés. Al final de cuentas se trata de organizaciones cuyo contenido humano son sobre todo
mujeres que se han movilizado en su calidad de madres, con la intención de agenciar la búsqueda y la defensa de sus hijos. Bejarano
reconoce que el término lo encontró en el trabajo de Sara Ruddick titulado “Woman of Peace: A Feminist Construction”, publicado en el
libro “The Women and The War Reader”, en 1998 por la New York University Press.
283
veremos en este capítulo en en el acápite 5.3, los comités de familiares de migrantes desaparecidos despliegan
acciones que activan, de muy diversas maneras, dinámicas de circulación que están en la base del conjunto de
formas de movilidad implicadas en los procesos migratorios. Su devenir estratégico contribuye a engrosar las
fuerzas de agenciamiento, enfrentando así las lógicas de disposicionamiento dirigidas a colocar a las personas
migrantes en situaciones de captura, capitalización y extracción de valor. En este sentido, aportan en la
generación de líneas de fuga y prácticas de resistencia que permiten a las personas migrantes dibujar
trayectorias más autónomas y de auto constitución, en el marco de procesos más amplios de subjetivación (G.
Deleuze 2015).

En el presente acápite ofrezco una etnografía de una de estas organizaciones, la primera de ellas, el Comité de
Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso (COFAMIPRO). Lo hago con el objetivo de explorar sus
lógicas de constitución e incidencia, su devenir estratégico y político, así como las formas por medio de las
cuales se articula con otros actores y esfuerzos que en su conjunto van produciendo las fuerzas de
agenciamiento, y haciendo emerger la territorialidad migrante. En primer lugar, presento de manera más bien
narrativa la celebración del día de las madres que el comité realizó en 2014, mientras realizaba mi estancia de
campo en Honduras. Aquí intento mostrar las relaciones personales y cotidianas de las integrantes del comité, así
como los elementos simbólicos que se ponían en juego en sus procesos de auto constitución y
autorrepresentación, muchas de los cuales giraban en torno a las nociones de madre, familia e hijo. Esto es
significativo pues son estas relaciones y simbolizaciones las que están en la base de la elaboración del discurso
político y contestatario que la organización pone a circular en contextos de incidencia más específicos, como
por ejemplo las caravanas de búsqueda, pero también de la definición de sus estrategias de articulación con
otros actores y organizaciones.

En segundo lugar, presento una reconstrucción de la historia de formación de la organización, desde sus primeros
espacios de encuentro y acciones de incidencia, hasta los más recientes procesos de búsqueda y articulación
regional e internacional. En esta se evidencia asimismo parte del sentido más básico de los esfuerzos de
organización, el cual tiene relación con los propios procesos personales de resiliencia y superación del dolor como
vías para la generación de una voluntad común. En tercer lugar, realizo una mirada a la cotidianidad de la
organización, del funcionamiento de su junta directiva, sus formas de planificación, sus mecanismos de
institucionalización, sus conflictos y tensiones, sus dinámicas de ejercicio del poder, así como los protocolos de
recepción y documentación de casos, que constituye uno de los momentos iniciales en la producción simbólica
del desaparecido y en la incorporación y vinculación entre la organización y sus familiares. Esto me permite
desentrañar más claramente las fibras implícitas en la fabricación cotidiana de un agenciamiento cuyo objetivo
último es la producir la visibilidad de una ausencia, la elaboración de lógicas de representación y materialización
de una forma corporal específica del sujeto migrante: aquella que está definida por su falta.

Por último, presento las acciones de asistencia y acompañamiento que la organización brinda a las integrantes
de su asamblea en el marco de procesos de atención psicosocial, los cuales van dirigidos a posibilitar la
resiliencia ante el dolor que viene con la ausencia. Se trata de los mecanismos internos que el comité ha
diseñado con el objetivo de producir un lugar común de voluntad, indispensable para las acciones de incidencia
y contestación, una lógica específica de producirse y reproducirse en tanto organización. Asimismo, estos
servicios de atención dan cuenta del proceso de institucionalización del comité, de la evolución en su
organicidad y especialización; aunque la necesidad de trabajar el dolor y hacerlo re emerger como voluntad
está presente desde el surgimiento del grupo, ahora se perfila como un proceso técnico y profesionalizado.

284
4.2.1 La triste celebración de las madres: organicidad, maternidad y autorrepresentación214

Son las nueve de la mañana. Algunas ya llegaron y mientras esperan conversan tranquilas. Alrededor del salón,
yendo de un lado para el otro, las integrantes de la junta directiva se encargan de los últimos detalles: adornar
el salón, ordenan sillas, instalar el equipo de sonido, envolver los regalos, alistar los sorteos, esconder las
tortas, coordinar el almuerzo… El día de la madre es una de las fechas más importantes para el COFAMIPRO y lo
celebran con gran empeño y voluntad. Es un día de fiesta, en medio de tantas tristezas y cansancios, un espacio
de distención de una cotidianidad cargada de labores y tareas, las de cuido y crianza para las integrantes de la
asamblea, y las de administración y gestión para las integrantes de la junta directiva. Una de las instrucciones
de asistencia es “dejar a los güirros en la casa”, este es un momento para ellas y la presencia de los niños
implicaría tener que estar trabajando. Arregladas con sus mejores vestidos, las madres se lanzan piropos y
bromas; Alba, tesorera del comité, luce un elegante vestido azul que despierta silbidos y risas entre las señoras,
mientras al fondo la música de marimba ya pone a algunas a tamborilear alegremente.

A las 9:30am ya hay cerca de veinte señoras en el salón y están listas para empezar, pero como aún no llega
Rosa Nelly, la presidenta del comité, deciden atrasar el inicio de la actividad para esperarla. Aunque es menor
en edad que la mayoría de las integrantes de la asamblea, Rosa Nelly es percibida por muchas como la mamá
del comité; su fuerte liderazgo, que la ha colocado a la cabeza de la organización durante casi diez años en
reelecciones continuas, es descrito por el colectivo como una relación maternal. “Ellas nos cuidan” me dirían en
varias ocasiones distintas señoras del comité en referencia a las integrantes de la junta, “se preocupan por
nosotras”. Mientras esperan continúan las pláticas. Doña Miriam Chacón me cuenta que justo el día anterior
llevó a su nieto, al que cuidó por dieciséis años, a El Salvador a donde lo iba a recoger un coyote que pagó la
mamá para llevarlo a EUA. “Lloré mucho” me dice ahora con una sonrisa, “es que lo crie desde bebé”.

Como doña Miriam, la mayoría de las integrantes del comité son abuelas que han criado a sus nietos desde
pequeños, cuando se los dejaron sus hijos para irse a EUA, trayecto en el que muchos desaparecieron. Son
verdaderas obreras del cuido, expertas criadoras, vértices de una economía reproductiva que está en la base de
todo el proceso de producción migrante (Hochschild 2001, Moran-Taylor 2008, HelpAge International 2008,
Bastia 2009, Williams 2010, Yeats 2012, Kilkey y Merla 2014, Merla 2014)215. Su trabajo es continuo, incluso ese
día, en el que supuestamente debían salirse un poco de sus responsabilidades y darse un descanso,
constantemente las vi hablando por teléfono, llamando a sus casas para checar con sus hijas o nietas “¿cómo
están los güirros?”, si “¿ya comieron?”, si “¿hicieron la tarea?”. El comité es una organización ampliada, pues si
bien la base es su asamblea, está no se limita a las personas que la componen, sino que se extiende a las unidades
domésticas de las que ellas forman parte. Se trata de una organización cargada de parentesco216. Mientras
esperan, Marcia y Alba, ellas mismas hermanas e integrantes de la junta directiva, van repartiendo caramelos,
prendedores y carpetas a cada una de las señoras, adentro colocaron una imagen alusiva al día de la madre junto
con un mensaje religioso.

214 Todas el material etnográfico utilizado en este acápite es del registro del diario de campo correspondiente al 31-5-14.
215 El trabajo de Bastia (2009) es de particular interés pues la autora realiza una etnografía de los hogares en donde se dan las relaciones de
cuido y convivencia de las abuelas con sus nietos, una mirada al espacio doméstico que está ausente en el presente estudio.
216 Por parentesco me refiero a relaciones que no se reducen a la consanguineidad, sino a vínculos sociales que emergen en torno a

formas de organización dirigidas a la producción y reproducción de un espacio doméstico, una comunidad o una sociedad más amplia.
“Parentesco no debe considerarse un asunto de ser sino de hacer” (Robichaux (comp.) 2005, 47).
285
Leyendo mensajes de amor. Fotografía propia.

Las madres miran con atención los mensajes de las carpetas, algunas ayudan a otras leyéndoles las palabras
mientras sonríen y lloran y guardan con cuidado los papeles. Durante varios días las integrantes de la junta
estuvieron buscando mensajes e imágenes en internet para imprimirlos e incluirlos en las carpetas, cuidando
de no repetir, “porque cada madre es única” y se merece su propio mensaje. Alrededor de las 10 ya hay unas
30 madres y las compañeras de la junta deciden iniciar la actividad sin Nelly. Marcia da la bienvenida:

Bueno, muy buenos días, sean bienvenidas a esta pequeña celebración que les hemos preparado veá, todo el equipo de COFAMIPRO.
Doña Rosa Nelly Santos lastimosamente no sé qué contratiempo ha tenido y no ha venido, pero debemos comenzar ya porque
traemos una agenda muy extendida. Entonces… pues para nosotras es un placer poderles hacer esta pequeña celebración, poder
compartir con ustedes, hacerlas pasar un ratito alegre, ¿verdad?. Para las que tienen a sus madres vivas pues que bien, gracias a
dios, que las cuiden y las valoren; y para las que no tenemos a nuestra mamá viva, yo sé que desde el cielo nos están viendo y están
felices de que todas ustedes estén aquí, ¿verdad?. Ustedes saben que todo comienza con una oración veá, porque debemos darle
gracias a dios por este día, por todos los días, por permitirnos ver un nuevo día. Entonces vamos a ponernos de pie… vamos a inclinar
nuestro rostro veá, para hacerle reverencia a nuestro señor que es él el que nos tiene en este mundo, disfrutando de todo lo bello y
maravilloso, de toda la naturaleza, de toda su creación, ¿verdad? La oración que traemos el día de hoy es una oración muy especial,
es la “oración del migrante”. ¿Por qué oración del migrante? Porque todas ustedes y todas nosotras tenemos familiares que son
migrantes veá, que han emigrado a otro país para poder buscar una mejor calidad de vida, ¿verdad?, para sus hijos, sus esposas y sus
madres.

El discurso de bienvenida de Marcia reúne los principales elementos de autorrepresentación de la organización


y los vínculos en los que se basa: madre, fe, migrante, familia. Como mencioné, la figura de Nelly emula la
noción de madre de la organización, por lo que no es casual que Marcia inicie refiriéndose a su ausencia.
Posteriormente, en tono celebratorio, menciona el valor de las madres, tanto de ellas como de las propias,
razón por la cual se han reunido, y lo vincula con el imaginario religioso por las madres que “desde el cielo nos
están viendo”, y por la forma de dar inicio formalmente a la actividad: la oración. Es en este punto donde

286
aparece la imagen del migrante como hijo-migrante, representado como figura proveedora de la familia, cuya
ausencia lo coloca en el centro de la manifestación de fe.

Luego de la oración, que (como suele ocurrir en los eventos del comité) termina en una mezcla coral de tonos
católicos y evangélicos, se sirve un café con un bocadillo. La comida es uno de los elementos centrales de las
actividades del comité y siempre hay expectativas sobre lo que se ofrecerá y si sobrará un poco para poder llevar
algo a las casas; además de resolver uno de los tiempos de comida, lo cual en la mayoría de los casos significa
solventar gran parte del día, también implica la posibilidad de comer lo que casi nunca comen, una pechuga de
pollo rellena de jamón y queso, una carne desmechada en salsa, pastel…

En mi experiencia podría afirmar que estos ofrecimientos de comida formaban parte importante de los rituales de
encuentro de las madres, al tiempo que operaban como mecanismos de redistribución de recursos, pues por un
lado era producto de ingresos que venían de la cooperación de diversas organizaciones (sobre todo de la FJDDE)
hacia la junta directiva, y por otro, siempre terminaban en las mesas de las unidades domésticas de las señoras.
De cara a la celebración, la junta directiva hizo un arduo trabajo de búsqueda de donaciones para las madres:
pasteles, refrescos, regalos, despensas, fueron recolectadas desde casi dos semanas antes de la fecha;
supermercados, pastelerías, panaderías, embotelladoras, todas apoyaron la celebración de una organización a la
que han ido conociendo poco a poco, ya sea por las actividades que organizan, o porque alguien tienen algún
familiar migrante.

Luego del refrigerio Édita pasa al frente y se dirige al grupo:

A mí esto me pone así… ¡bien contenta!, porque así nos miramos un montón un montón, en un solo día el montón de madres, bendito
sea dios, estas fiesta de la madre a mí si me fascinan, ¡para qué! ¡ja!, es el día que nos vemos el montón de madres, vienen hasta del
rinconcito de por allá, ¿cómo ven? madrecitas que vienen de largo… Siempre nos miramos semanal… mensual… así, por poquito, pero
una fiesta donde están las madres del COFAMIPRO, esos es lo más lindo, así que ¡bienvenidas sean todas!

En todas las actividades del comité que participé y que incluían invitaciones a la asamblea general, siempre conté
más de veinticinco personas. Aunque el grupo de integrantes activas ronda las sesenta, nunca vi actividades que
tuvieran falta de participación. Muchas de las madres, como lo menciona Édita, tenían que realizar viajes de entre
2-5 horas para hacerse presentes, costeando además pasajes por montos de entre L$150-300. Ciertamente
existía un círculo de integrantes que mantenía un relación más próxima al trabajo diario del comité, ya fuera a
nivel de tareas administrativas y de gestión, o a nivel de labores de cuido que permitían condiciones para el
involucramiento activo de otras mujeres, incluidas la de la junta217. Es justamente por esto que se celebraba tanto
la posibilidad de reunirse en mayor cantidad, volver a ver a compañeras que no veían desde hacía tiempo,
ponerse al día sobre sus circunstancias personales, realizar una retroalimentación a las labores de la junta.

217Un ejemplo de esto son las tareas de cuido y crianza que realizaban otras mujeres parientes de las integrantes de la junta y que les
permitían cumplir con una jornada diaria de ocho horas.
287
Édita Maldonado, secretaria general del COFAMIPRO. Fotografía propia. Madre integrante de la asamblea. Fotografía propia.

La actividad continúa con la presentación de todas las presentes, entre las cuales solo habemos dos varones,
siendo el otro un señor que es padre de una muchacha que está desaparecida desde hace casi diez años.
Cuando se van presentando, dicen su nombre, la colonia donde viven, y luego comentan sobre el caso de su
familiar desaparecido. Esto permite que muchas de las participantes se conozcan o reconozcan, pues como
mencioné el grupo asambleario es amplio y no todas logran tener presencia en todas las actividades, aunque
en su mayoría se conocen de antes. En casi todos los casos de las que se presentan ese día se trata de un hijo o
una hija desaparecida, y en la gran mayoría son madres-abuelas que han tenido que quedar a cargo de uno o
varios de sus nietos. Las presentaciones son breves pero emotivas, la fuerte identificación que hay entre las
integrantes se nota en momentos como este, en los que los testimonios convergen al igual que las emociones.

Como pude presenciar en tantas otras actividades del comité, e incluso otros eventos con familiares de migrantes
desaparecidos, el dolor y la tristeza se combinan constantemente con el humor, la broma, el albur y el chiste.
Siempre muy rápido se pasa de las lágrimas a las risas, y muchas veces estas incluso se mezclan. Se muestra en la
organización una economía emocional que, tanto a nivel individual como colectivo, refleja en alguna medida la
situación liminal de sus familiares desaparecidos. Como ha mostrado Da Silva en su trabajo sobre desaparecidos
durante la dictadura en Argentina, “[l]a no-existencia de un momento único de concentración del dolor y de las
obligaciones morales sobre el muerto, asociados al desconocimiento sobre los modos de la muerte, constituyen
una nueva figura: la privación de la muerte” (Da Silva Catela, Sin cuerpo, sin tumba. Memorias sobre una muerte
inconclusa 1998, 98), se trata de lo que Panizo, por su parte, ha llamado “muerte desatendida” (L. M. Panizo
2009).

Ambas se refieren la situación de suspensión en la que quedan los familiares y comunidades a las que
pertenece la persona desaparecida, en términos de los rituales mortuorios que se exigen así como a los
procesos de manifestación de las emociones asociados al duelo y el luto. Retomando a Van Gennep (1960) y
a Turner (1997) las autoras conceptualizan la situación social de la persona desaparecida como una de
liminalidad, aquella en la que las personas “ya no están clasificadas al tiempo que todavía no están
clasificadas” (Turner 1997), lo cual en el caso se manifiesta como personas que no están “ni vivas ni
muertas” (Panizo 2011, 27; Mastrogiovanni 2015). Esta situación se expresa a su vez en la economía

288
emocional de los familiares, que al mismo tiempo que sufren la ausencia, tienen expectativas sobre su
retorno, lo que las coloca a ellas mismas en una situación de liminalidad emocional218.

Las madres reunidas celebrando “su día”. Fotografía propia.

Luego de las presentaciones en la agenda está programado un informe de parte de la junta directiva a la
asamblea, el cual es presentado por Alba y Édita; “un informe de todo lo que se ha estado haciendo en el
comité, de todas las gestiones, reuniones y encuentros, y del proceso jurídico”. Dese hacía varios meses el
COFAMIPRO, como parte de su proceso de institucionalización pero también de sus propias estrategias de
reproducción e incidencia, había iniciado el trámite administrativo ante el estado hondureño para obtener la
calidad de “asociación civil”. El objetivo principal en torno a esto era contar con una personería jurídica que les
permitiría recibir de manera directa, fondos de cooperación de organizaciones no gubernamentales. Aunque
muchas de estas ya se encontraban apoyando al comité, la formalización de la organización facilitaría y
permitiría aumentar la circulación de recursos. Es así que durante el informe Alba da a la asamblea la buena
noticia de que “la personería jurídica ya la tenemos en nuestro poder, ya se publicó en la gaceta, y lo mejor es
que al final nos dieron un 40% de descuento para la publicación, por lo que todavía nos quedó un fondo para
cualquier cosa”.

Luego del informe interviene Marcia, “también podrán ver ustedes que tenemos una mesa de regalos, eso sí, lo
que les vamos a decir, son regalitos muy humildes, pero eso sí, con mucho amor de parte de las que estamos
en la oficina”. Una costumbre del comité en estas actividades era el sorteo de regalos entre las integrantes de
la asamblea. Como nunca se contaba con recursos suficientes para adquirir presentes para todas, se debía
hacer por de esta forma. Como en el caso de la comida, estas “rifas” operaban como parte de mecanismos de
redistribución que sistemáticamente aplicaba el comité en relación a las integrantes de la asamblea. Se hace la

218Esta situación de liminalidad emocional es, como veremos, condición de posibilidad para el proceso colectivo de organización, aquel
por medio del cual se pasa del lugar del dolor al lugar de la voluntad.
289
primera rifa, la expectativa y la emoción invaden al grupo, que con cada sorteo suelta exclamaciones de
celebración y sorpresa. Son cinco las ganadoras, que bajo las miradas curiosas de todas abren los presentes
para descubrir un pañuelo, una pulsera, una crema…

Pasadas las 11am llega finalmente Rosa Nelly, la presidenta del comité, quien entra sorpresivamente al salón y
lanza un estridente “¡Ajá!”, todas reaccionan con gritos, risas y aplausos; Nelly entra bailando alegre para el
júbilo de las señoras, se disculpa por la tardanza, “no había buses y ustedes saben que donde vivo es retirado”,
las madres se ponen de pie aplaudiendo, y una a una van pasando a darle a Nelly un fuerte abrazo. Es evidente
que es querida por el grupo y que su liderazgo tiene mucho que ver con ese cariño, una suerte de maternidad
la caracteriza en sus relaciones cotidianas con las madres. Durante los saludos ella y las señoras ríen y lloran, se
dan abrazos largos y besos en muestra de afecto.

¡Llegó Nelly! Muestras de afecto a la “madre del comité”. Fotografías propias.

Se realiza otro sorteo cuyos premios entrega la propia Nelly, y luego se reparten algunos reconocimientos
especiales a algunas de las integrantes del comité: por el vínculo con la organización, por el trabajo
realizado, por el apoyo en actividades específicas, por situaciones difíciles que han debido enfrentar en sus
hogares, etc. Mecanismos de reforzamiento de los vínculos organizativos, incentivos para la vinculación y la
participación orgánica, así como actos demostrativos de prácticas que se valoraban como adecuadas para el
crecimiento de la organización.

Los sorteos y regalos, práctica frecuente del comité. Fotografías propias.

290
Regalos y reconocimientos. Fotografías propias.

Posteriormente se le celebra al cumpleaños a dos integrantes. Con lágrimas en los ojos y una sonrisa amplia,
como quien no cree lo que está pasando, Leti, una de las cumpleañeras, pasa al frente y se sienta en una silla
que han destinado exclusivamente para ella, el homenaje la hace reír y llorar, aplaudir y cantar. Todo el grupo
canta el feliz cumpleaños mientras una a una van pasado casi todas la madres para darle a Leti un abrazo. De
nuevo las muestras de afecto circulan sin reparo. Sorpresivamente, ingresan al salón José Luís Hernández, el
presidente de la AMIREDIS, acompañado de su padre y un amigo; los tres son músicos, y aunque por su
discapacidad José Luís no puede tocar, acompaña cantando a su padre y a su amigo que con guitarra y
acordeón dedican varias piezas “a las madres en su día”. Sentada sola frente a todos, con los músicos
entonando canciones para ella, Leti sostiene una enorme sonrisa bañada de lágrimas.

¡Feliz cumpleaños Leti! Fotografía propia. Cantándole a las madres en su día. Fotografía propia.

El ambiente se va poniendo cada vez más festivo y con aplausos y cantos las señoras se suman al festejo
mientras Marcia y Alba se lanzan a pista y al ritmo de un merengue se ponen a bailar, invitándolas a pasar,
algunas se animan mientras el resto grita “¡aaaayyy!” cada vez que le dan una vuelta o hacen un movimiento
de cadera. “Bueno”, dice Marcia, ahora las dejamos con Rosa Nelly, pero antes le vamos a cantar ¡la
tortuga!”, bromea Marcia y todas se ríen. Alguien le sube el volumen al radio, una madre se lanza a pista,
saca a bailar a Nelly y ambas se ponen a merenguear mientras el resto, de nuevo, lanza gritos y aplausos.

Como ya he mencionado, durante todo el evento y en buena parte de las actividades del comité, las
emociones se mezclaban, y aunque subyacía la noción de que las integrantes del comité se encontraban
desde el dolor común, esto no impedía que se manifestaran e hicieran explícitas emociones de alegría y

291
júbilo; se mantenía una liminalidad emocional que marcaba el tono de los encuentros, pero era también la
basa de la organización y la incidencia contestataria. Como ha señalado Laura Panizo en referencia a los
grupos de madres y abuelas de desaparecidos en Argentina, “[e]ste estado de camaradería, presente en la
posición liminal de los desaparecidos, permite lazos de unión entre los familiar es, que los constituye como
grupo especifico de lucha y refuerza vínculos de solidaridad entre ellos” (Panizo 2009, 73)219.

Luego del bailongo, Nelly se dirige al grupo:

Bueno compañeras, bienvenidas, gracias por estar aquí con nosotros, hubiéramos querido que fueran más las mamás que estuvieran
aquí. Quisiera haber estado con ustedes aquí temprano, pero los buses son mi mayor debilidad en mi comunidad, entonces tuve que
pagarme un taxi para estar acá, no porque tenga dinero sino porque quise estar con ustedes. No estamos alegres por lo que nos ha
pasado, pero sí debemos tener este corazón tranquilo, ¿verdad? Estamos con ustedes en las buenas y en las malas, queríamos tener
un rato de estar con ustedes porque las queremos mucho y queremos que todos sus deseos se hagan realidad. En la vida tenemos que
sufrir de una u otra manera. Gracias, bienvenidas y que pasemos un rato bonito.

“No estamos alegres (…) pero sí tenemos el corazón tranquilo”, incluso me atrevería a agregar, sí están alegres,
pero también están tristes, dolientes. El “corazón tranquilo” al que se refiere Nelly, como veremos más
claramente en los siguientes acápites, se refiere al estado de calma que han logrado alcanzar muchas madres
después de largos procesos de acompañamiento psicosocial que el comité brinda a sus integrantes. Una de las
primeras labores que realiza el comité con las madres que se integran al grupo, es iniciar un proceso de trabajo
del dolor que permita ir más allá de ciertas emociones comunes en esa etapa: ansiedad, depresión, melancolía,
ostracismo, angustia… Nunca se apunta a eliminar el dolor, pues este viene dado de la ausencia (y es incluso
condición necesaria para la indignación y politización), sino a disipar otras emociones que impiden que las
integrantes estén en condiciones de sumarse a un proceso organizativo, estratégico y contestatario. Sumado a
esto Nelly refuerza la idea de colectividad, “estamos en las buenas y en las malas”, aparece la noción de un
vínculo que perdura a pesar del dolor y las dificultades, evocando de nuevo una suerte de relación filial e incluso
matrimonial entre las integrantes.

En algún punto de la mañana un grupo de siete mujeres, incluida Édita y su hija, pasa al frente a cantar la
canción de las caravanas mientras el resto las sigue desde sus asientos. Este poema fue escrito por Édita
Maldonado, fundadora y para el momento de mi estancia secretaria general del comité. No todas se la saben,
sobre todo si no han tenido oportunidad e ir en la caravana, pero de todas formas van siguiendo la letra que
han hecho circular en un papel. Es uno de los himnos del comité:

La caravana de madres ya formadas, en busca de sus hijos, están desesperadas. Que en vez de verlas la gente con aprecio, las ven con
un desprecio y les tienen desconfianza. Escuchen hijos, el llanto de sus madres que están con la esperanza de un día encontrarlos,
recuerden siempre que dios los acompaña, en donde quiera que anden él no los abandona. Hijos queridos, no dejen que sus madres
se mueran de tristeza de no saber de ustedes, escuchen hijos el llanto de sus madres que están con la esperanza de un día
encontrarlos, recuerden siempre que dios los acompaña, en donde quiera que anden él no los abandona. A doña Marta, Rubén y a
don Pepe, se los agradecemos por darnos esta fama. Gracias a ellos y organizaciones, que siempre están presentes en esta caravana.
Escuchen hijos, el llanto de sus madres que están con la esperanza de un día encontrarlos, recuerden siempre que dios los acompaña,
en donde quiera que anden él no los abandona. A fray Tomás y a otros religiosos que siempre les ayudan cuando lo necesitan, que
dios bendiga sus grandes esfuerzos, les multiplique siempre para seguirlo haciendo. A los gobiernos, le estamos exigiendo, que ya nos
den respuesta por nuestros familiares. “Salieron vivos y vivos los queremos”, esas son las palabras que ellas van diciendo. Escuchen
hijos, el llanto de sus madres que están con la esperanza de un día encontrarlos, recuerden siempre que dios los acompaña, en donde
quiera que anden él no los abandona. Te lo pedimos, en nombre de la virgen, que ella nos da la fuerza para seguir luchando. Nos
despedimos, este grupo de madres que seguirán buscando hasta un día encontrarlos. Escuchen hijos, el llanto de sus madres que

219 La autora cita a un familiar: “en la plaza éramos todas iguales [...] a todas nos habían llevado a los hijos, a todas nos pasaba lo mismo
[...] y era como que no había ningún tipo de distanciamiento. Por eso es que nos sentíamos bien”.
292
están con la esperanza de un día encontrarlos, recuerden siempre que dios los acompaña, en donde quiera que anden él no los
abandona.

Cantando la canción de las caravanas, uno de los himnos del comité. Fotografía propia.

La canción se canta durante las caravanas de búsqueda que se realizan por México y cumple una función
enunciativa que destaca el carácter colectivo de estos agenciamientos; en ella se van presentando algunas de
las figuras que apoyan la gestión y realización de las búsquedas tanto durante las caravanas como en otros
momentos, y que constituyen personas y organizaciones aliadas del comité. “A doña Marta [Sánchez], a Rubén
[Figueroa] y a don Pepe [Jaques]”, integrantes del Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM), principal
referente en México de la organización de las caravanas; “A fray Tomás [González] y otros religiosos”, que son
quienes comúnmente reciben al grupo durante su primera parada de los recorridos, en Tenosique, Tabasco.

En este sentido, el mensaje constituye un reconocimiento a una parte de la constelación más amplia de
actores que participan de la producción de los procesos de búsqueda, “Gracias a ellos y organizaciones
que siempre están presentes en esta caravana”. Lo cual funciona como una vis ibilización social de las
relaciones de alianza y apoyo mutuo que están en la base de los agenciamientos migrantes, poniendo a
circular una imagen muy particular de sus acciones y procesos como conformadores de vínculo social,
generadores de articulación socio política.

Por otra parte, el mensaje se dirige también ala contra parte, “a los gobiernos”, a quienes se les exige “que ya
nos den respuesta”. A diferencia de los contextos de dictaduras en el América del Sur, en su discurso las
integrantes del COFAMIPRO no colocan al estado en el lugar del desaparecedor con tanta contundencia, más
bien lo presentan como negligente y/o cómplice, asignándole una responsabilidad distinta, pero que
claramente lo ubica en un lugar de oposición y enfrentamiento en relación a sus propias demandas y
exigencias. En este sentido, su discurso frente al estado es necesariamente de contestación; así lo resume una
de las madres:

Mire, del gobierno nosotras nada, este gobierno es pura... no vale nada, digo yo, porque aquí en vez de ayudarle a la
poblería… por eso es que la gente se va, dicen "no, aquí no hay trabajo ni nada, vamos a ver qué hallamos allá". No, de
este gobierno no. Y el de México… ese de México pues si ni hace nada con lo de ellos también allá, porque allá nosotras

293
en la caravana vimos madres mexicanas diciendo de que también ellas tienen hijos desaparecidos. No les escuchan a
los mismos de allá, menos a nosotras [Haydee Luque, Diario de campo, 23-4-14]

El enunciado principal hacia los gobierno es “Salieron vivos y vivos los queremos”, una exigencia que toma la
forma de demandas específicas en torno a la responsabilidad de los estados de crear condiciones adecuadas
para la búsqueda: bases de datos integradas y disponibles, sistemas internacionales de denuncia y
seguimiento, coordinación internacional, mecanismos transnacionales de búsqueda (COFAMIDE, COFAMIPRO,
Frontera con Justicia, Voces Mesoamericanas, FUUNDEC-M, EAAF 2012); pero también de que participen
formal y sistemáticamente de los procesos de búsqueda.

Por último, a través de toda la canción hay un mensaje reiterativo que toma la forma del coro en la estructura
del texto, y que es dirigido a los hijos, forma principal en que se representa al desaparecido: “Escuchen hijos, el
llanto de sus madres que están con la esperanza de un día encontrarlos”. Dirigirse a ellos y ellas directamente
(y de manera reiterada) es darles lugar social, ubicarlos en la posición de receptores de su mensaje lo que
implica su existencia y localización. Este recurso comunicativo tiene implicaciones simbólicas muy importantes
en términos de la representación que se hace del desaparecido, pues quiebra el sentido de su ausencia y le da
lugar en el marco de su comunicación; hace presente al ausente, abriendo líneas de fuga en relación a su
desaparición, lo cual es condición de posibilidad para la enunciación de su mensaje más amplio “hasta un día
encontrarlos”.

Estos son parte de los mensajes y enunciados que las madres ponen a circular mediática y socialmente durante
sus largas jornadas de búsqueda en el marco de las caravanas, y en muchos de los eventos y actividades en las
que tienen presencia. Han elaborado figuras de representación de sus hijos-desaparecidos, de la red de
organizaciones que participa de los agenciamientos de búsqueda, de los gobiernos a los que se enfrentan y
contestan con demandas y exigencias, y de ellas mismas y sus acciones de incidencia, todo acompañado de un
imaginario religioso que articula las nociones de lucha y esperanza: “en nombre de la virgen que nos da la fuerza
para seguir luchando”; “recuerden siempre que dios los acompaña, en donde quiera que anden él no los
abandona”.

Desde una mirada más amplia, el discurso y el acto de ponerlo a circular socialmente, dan cuenta de un doble
movimiento semántico y de representación: por un lado se elaboran figuras de proximidad, de vinculación y
familiaridad que van desde las organizaciones de apoyo hasta su propia relación con los hijos (e incluso con
dios y la virgen); en este sentido la figura de madre es central, pues permite articular en el discurso, sobre la
base de la imagen de madre como generadora y articuladora de vínculos, las diferentes relaciones de alianza,
camaradería y correspondencia que se dan en el marco de sus acciones de incidencia y búsqueda. Pero por otra
parte, esta misma representación de madre y maternidad es quebrada en el discurso, específicamente en
términos del contenido semántico-cultural que la noción suele tener desde un imaginario patriarcal
hegemónico (Lagarde 2014), muchas veces emulado por la razón de estado.

En este sentido, opera lo que Butler (Lenguaje, poder e identidad 1997) ha caracterizado como actos de
apropiación discursiva por medio de la reiteración y la inversión del sentido de los discursos de odio, generando
formas de representación alternativas que fortalecen procesos de autoconstitución subjetiva y de contestación
política. Estos, además, tienen efectos socio políticos muy importantes, pues contribuyen justamente a
desestructurar el discurso patriarcal hegemónico, pero sobre todo a generar prácticas colectivas que tienden a
posicionar a las mujeres del comité en un espacio público del que comúnmente han estado excluidas, generando
efectos democratizadores y de ciudadanización de su condición social y de género (Fraisse 2001, Naishtat 2001).
Como ha señalado Bejarano,
294
Históricamente, las responsabilidades de las madres latinas y los roles que les han sido asignados se han colocado
estrictamente dentro de los límites de la casa y el lugar de trabajo, y se les ha prohibido tanto por las normas de género
como por los estándares de ciudadanía a utilizar su condición de madres para cualquier cosa que no sea la crianza
adecuada de sus niños. Sin embargo, el tratamiento de los cuerpos de sus hijos como desechables, y finalmente las
muertes de estos, llevó a estas mujeres a desafiar las instituciones estatales de poder y violencia contra sus
ciudadanos220 (2002, 126; traducción propia).

Un acto que da cuenta de estas formas complejas (y quizás desde algunas miradas, contradictorias) de
representar la figura de la madre dentro de la organización, es la elección anual que realiza la asamblea del
comité de la “madre de COFAMIPRO”. Justamente durante la celebración de ese día la junta directiva organizó la
realización de un sorteo para elegir a una de las presentes en el cargo, que llamaba a quien lo detentara a cumplir
con el compromiso de “apoyar en las diversas actividades del comité, asistir a todas sus asambleas y talleres, y ser
una fuerza moral y un liderazgo entre la asamblea”. Esta suerte de mayordomía cumplía una función muy
específica, según pude reconstruir a partir de la información que me dieron varias integrantes de la junta: por un
lado, garantizar un apoyo en el trabajo diario del comité, ya fuera en términos de gestión de actividades o de
tareas más concretas en relación a las labores de oficina; por otro, rotar entre la asamblea un compromiso de
vinculación que en términos más amplios y a más largo plazo contribuía a afianzar los lazos orgánicos entre todo
el colectivo.

Como mencioné, la selección se hace por sorteo y para


la premiación la “madre saliente” del comité, portando
su banda que reza “Madre de COFAMIPRO”, le entrega a
la nueva madre un certificado que la acredita en su
cargo. Posteriormente Nelly dirige unas palabras
recordando las responsabilidades y deberes de la
“madre del comité, luego de lo cual la madre saliente le
hace entrega de la banda a la recién elegida, y dirige
unas palabras al grupo: “aquí todas somos la misma
persona, porque todas andamos en la misma búsqueda
de nuestros hijos, entonces el dolor de una es el dolor de
la otra, y la compañera aquí… también lo mismo.
Muchas gracias, ¡gracias a todas las del COFAMIPRO!”.
Igualmente la “madre entrante” se dirige al grupo:
“darle gracias a dios por permitirme… una, estar aquí, y
dos por haber permitido que yo saliera madre electa del
COFAMIPRO, y gracias a ustedes”. Luego, para concluir la
breve ceremonia de nombramiento, ambas madres
bailan una balada en medio de los aplausos del grupo.

De nuevo al ambiente se torna estivo y las mujeres se lanza a pista al ritmo de la música. Nelly se pone a lanzar
las consignas del comité, las mismas que gritan durante las caravanas: “vivos se vinieron, vivos los queremos”;
“no somos cinco, no somos diez, prensa vendida, cuéntanos bien”; “ahora, ahora se hace indispensable,
aparición con vida y justicia a los culpables”; “las madres, unidas, jamás serán vencidas”. Luego del júbilo Nelly

220“Historically, Latina mothers' responsibilities and assigned roles are strictly placed within the confines of the home and the
workplace, and they are forbidden by gendered norms and stan- dards of citizenship to use their status as mothers for anything other
than the proper rearing of their children. Yet, the treatment of their children's bodies as disposable and their children's ultimate deaths
prompted these women to challenge state institutions of power and violence against its citizens”.

295
aprovecha para dar otra buena noticia; como ya mencioné, muchas de las señoras han quedado a cargo de sus
nietos luego de la partida de sus hijos, y en algunos casos los han criado desde bebés hasta adultos. En este
sentido, una de las reivindicaciones del comité ante el gobierno hondureño es el reconocimiento de este
trabajo por medio del registro de los niños bajo su tutela. “Logramos que el registro civil les agilice los trámites
de reconocimiento de los niños, esto es por si de su hijo o de su hija le quedó un niño o una niña sin reconocer,
nosotras les podemos ayudar a hacer ese trámite y que no vayan a perder la escuela”. Las señoras se ponen
alegres por la noticia, pero al mismo tiempo les recuerda “¡los güirros!”, por lo que empiezan a apresurar la
partida, preocupadas por si los niños habrán comido y hecho la tarea.

Antes del cierre, José Luís, el presidente de AMIREDIS, interviene para dirigirle unas palabras a las madres: “Yo
quiero manifestarles mi respeto y mi admiración, por esa esperanza que tienen y esa fe de encontrar a sus
familiares, las admiro mucho, son dignas de admirar, y fe y perseverancia siempre. Ellos son mi papá y con
mucho gusto vinimos a cantarles unas cancioncitas”. Sin darles respiro, de inmediato las madres empiezan a
gritar “¡otra! ¡otra! ¡otra!”, hasta que los músicos sacan los instrumentos que habían guardado y empiezan a
tocar. Se sirve el almuerzo, momento esperado por todas, y para concluir la actividad pasamos a la parte de
atrás de las oficinas donde se ha colocado la piñata. Las madres se dan gusto golpeándola, y cuando reviente se
lanzan al piso riendo a pelearse los dulces para llevarlos a sus nietos. Al despedirse, regresan brevemente las
sonrisas lacrimosas, en medio de los abrazos y las palabras cariñosas de las madres que esperan volver a verse
pronto.

296
4.2.2 Lágrimas y caravanas: los inicios del comité y su contestación al estado

Nacimos como madres llorando a nuestros hijos desaparecidos, nacimos del llanto, del dolor, de la angustia, de la desesperación de
ver a tanta madre buscando a sus hijos e hijas.
Rosa Nelly Santos, presidenta del COFAMIPRO, 15-4-14

Radio Progreso fue quien inició y apoyó y hasta la fecha está apoyando a COFAMIPRO. No lo deja de la mano, ahí van juntos.
Nosotros decíamos “¡púchica, nos van a quitar el programa!”. Pero no, todavía seguimos. Allí nació COFAMIPRO, en Radio Progreso.
Édita Maldonado, secretaria del COFAMIPRO 1-4-14

En 1998 uno de los desastres naturales más agresivos de todo el siglo afectó la costa atlántica centroamericana; el
Huracán Mitch impactó la región a casi 300km/h luego de formarse en el mar Caribe hasta alcanzar el máximo
grado en la escala de ciclones tropicales. Varios países de la región fueron afectados pero la peor parte se la
llevaron Honduras y Nicaragua (López 1999, Lavell 2005). En EUA los migrantes hondureños miraban en las

297
noticias la devastación en su país, sobre todo los departamentos del norte, y preocupados por sus familias
empezaron a comunicarse masivamente con sus parientes, el gobierno y las organizaciones sociales. “Llamaban
de todas partes de EUA a Radio Progreso (RP)221 preguntando por su familia para ver si no se había ahogado”,
recuerda Édita Maldonado, fundadora e integrante de la junta directiva del COFAMIPRO [Entrevista personal, 1-4-
14].

Frente a estar circunstancias, el señor Bartolo Fuentes, en ese entonces promotor comunitario del Servicio
Jesuita a Migrantes (SJM), decidió iniciar un sondeo en aldeas, caseríos, barrios y colonias aledañas a El
Progreso para darse una idea de cuántas personas tenían familiares en EUA y poder dar respuestas a las
llamadas que llegaban desde el norte. Pero Bartolo se encontró con una realidad que le mostró otras
prioridades, “allí fue mirando él que lo que más abundaba eran personas que se habían ido para Estados
Unidos y que se habían desaparecido” [Édita Maldonado, entrevista personal, 1-4-14]. El objetivo inicial se
invirtió, y de empezar a buscar información sobre familiares en Honduras, se inició una recopilación de datos
sobre parientes en EUA con los que se había perdido el contacto, empezó a documentar los casos y a pedirle a la
gente que se acercara a la radio para que dejaran la información de sus familiares: descripción personal,
fotografías, partida de nacimiento…

Édita Maldonado recuerda cómo conoció a Bartolo Fuentes y empezó a vincularse a la experiencia organizativa:

En enero del 2000 me dice mi vecina “¿y vos te querés ir a Estados Unidos?, andá mirá la radio, escuchá los sábados a
las 10, ahí están llamando gente para que se vaya”, decía ella. Vine yo y escuché y le dije “no, no seás loca, no es que
me van a llevar, es por las personas desaparecidas”. Y sí, yo tenía a mi hija que en el 95 se me fue, y yo no sabía nada de
ella. Entonces en enero del 2000 yo me acerqué a la radio, me recibió este señor, Bartolo Fuentes, y ya puse la
denuncia de mi hija y así ya fui llegando a las primeras reuniones (…) Estuvo bien bonito porque iba bien programado,
salíamos en la madrugada a alboradas, a las comunidades, íbamos con cohetes y todo, pegábamos afiches, regalamos
trifolios en varias aldeas y comunidades. Y poníamos las canciones de migrantes. Yo cuando oigo esa canción de que…
de un migrante que ya regresa, (canta): “Ya llegó mi amigo el ilegal…”, esa la poníamos nosotros en cada comunidad
para… ¡ay qué bonito!, para que llegaran ellos a saber que existíamos [Édita Maldonado, entrevista personal, 12-5-14].

La ayuda económica que llegó masivamente a la región por las consecuencias del huracán encontró camino
hasta la radio, “se abrieron dos programas” me cuenta Édita, “uno que se llamaba ´Golondrinas` y era sobre las
maquiladoras, y otro que le pusieron ´Sin fronteras`, y que era sobre migración”. El programa radial, conducido
entonces por Bartolo, empezó a atraer a familiares de migrantes “desaparecidos”, sobre todo madres, “[d]e
pronto, el programa de conexión telefónica, se convirtió́ en una asamblea radializada de muchas madres que
buscaban a muchos hijos e hijas” (Varela Huerta 2012, 180). Poco a poco se fue consolidando un grupo de
señoras que apoyadas por el SJM empezaban a reunirse con cierta frecuencia, “en el Instituto Santa Isabel, en
la casa cural de la parroquia Las Mercedes… y ahí fuimos llegando, ahí fuimos llegando las primeras, Telma
Linares, Emeteria Martínez, Édita Maldonado, Hermelinda Alvarado, Isabel Hernández” [Édita Maldonado,
entrevista personal, 12-5-14]. Recuerda Édita que “llegábamos las mamás a llorar allí, así empezamos a
reunirnos y así empezamos a levantar el programa [de radio]. Había veces que en cada reunión habíamos 60
madres, ¡madres!, ¡y aquel cipotal222! [Édita Maldonado, entrevista personal, 1-4-14].

El espacio permitió atender una necesidad básica que había pasado inadvertida para muchos sectores
vinculados entonces al tema migratorio, “teníamos dónde ir a llorar” recuerda Édita, así de simple. La
convergencia de mujeres con familiares desaparecidos que generó Bartolo con sus sondeos y su programa de
radio, fue configurando poco a poco un espacio social antes inexistente pero cuya pertinencia era suprema.

221Radio emisora de la Compañía de Jesús en la ciudad de El Progreso, Honduras. Ver: http://radioprogresohn.net/


222“Cipote” en varios países de Centroamérica quiere decir niño; en este caso “cipotal” se refiere e un grupo numeroso de niños, los
hijos o nietos de las mujeres que se reunían.
298
Ahí, las señoras fueron encontrando un lugar donde compartir las historias y hablar de sus hijos. Permitió, en
último término, producir un lugar de dolor, abrir en medio del espacio cotidiano de cuidos y tristezas, un
territorio propio, un lugar común en el que el grupo de mujeres pudiera reconocer, manifestar, aceptar y
explorar los afectos que tenían en torno a la desaparición de sus hijos. Surgió como la producción colectiva,
casi intuitiva, de un espacio social definido por una economía emocional atravesada por el dolor y la ausencia, y
que resultaría indispensable para producir, en consecuencia, un lugar de voluntad, desde el cual plantear la
continuación de la vida y de la búsqueda. Como ha señalado Da Silva, “[l]a desaparición de cuerpos, trajo la
expresión de una nueva muerte-no muerte y colocó al cuerpo y su búsqueda como el locus del dolor, como
centro común creador de solidaridades y acciones entre los que sufren (Da Silva Catela 1998, 103).

Los casos de migrantes desaparecidos seguían llegando, la gente seguía enterándose de la existencia del grupo
por medio de la radio o de las visitas a comunidades durante los constantes recorridos de las madres a barrios
y colonias, “así íbamos también levantando lo que llamábamos ´comités de barrio`, así fuimos haciendo
incidencia” [Édita Maldonado, entrevista personal 12-5-14]. Estos comités de barrio eran pequeños grupos de
vecinos y familiares que tenían en común el tener algún familiar desaparecido en la ruta migratoria; del trabajo
directo del COFAMIPRO (aún no tenía ese nombre) se consolidaron comités de barrio en ocho comunidades de
los alrededores de El Progreso, “a puro infantería”, como dice Édita refiriéndose al trabajo casa por casa.
Incluso se iban a las colonias de los cerros con el carro del ERIC y el equipo de la radio y transmitían desde allá
los programas de los domingos. Empezaron a desplegar toda una estrategia de territorialización a partir de la
documentación de casos, lo que les permitía sumar participantes, nuevas madres y abuelas interesadas en
espacios que les permitieran hablar de su angustia, pero también hacer efectivas las acciones de búsqueda que
el gobierno no facilitaba.

Este trabajo se realizaba durante las llamadas “misiones migratorias”, jornadas de visitación a las colonias,
coordinadas con las parroquias locales que son las encargadas de definir los recorridos y gestionar los recursos
para los misioneros, su alimentación y hospedaje. Estas misiones generaban tejido social e información base
que ni siquiera el estado se interesa en recoger, “cuántas comunidades se visitaron, cuántos migrantes hay,
que si cruzaron, que si tiene comunicación con sus familiares, cuántos están desaparecidos, a cuántos no los
están buscando” [Édita Maldonado, entrevista persona, 1-4-14]. La más reciente misión se hizo en 2013 con
apoyo del proyecto “Verdad y Justicia”, y desde entonces no ha habido condiciones para volver a realizar esta
experiencia; Marcia destaca el valor de las jornadas para el levantamiento de datos y la sensibilización y toma
de conciencia de las y los misioneros, pues se trata de localidades muchas de las cuales viven en “extrema
pobreza” y en condiciones de riesgo constante por el accionar de las pandillas.

Según una investigación seminal de la Pastoral Social/Cáritas de Honduras, después del 2000 empezaron a
nacer pequeños grupos por todo el país inspirados en la experiencia del grupo de El Progreso y apoyados por
la Pastoral de Movilidad Humana (PMH) de Honduras. En 2000 se fundó un grupo en la capital que continúa
hasta hoy día y participa anualmente en las caravanas, originalmente su objetivo era “organizar a los familiares de
los migrantes para darse apoyo mutuo, solidaridad y ayudar a los recién llegados” (Pastoral Social / Cáritas 2003,
46). En 2001 nació un grupo semejante en el municipio de Cedros, en el departamento de Francisco Morazán, y
poco tiempo después se fundaron al menos tres grupos semejantes en el departamento de Choluteca, al sur del
país. Durante los años siguientes surgieron experiencias semejantes en Intibucá, Tocoa, La Ceiba, Atlántida y San
Pedro Sula. En palabras de Montserrat, fundadora del grupo en Tegucigalpa, “eso empezó allá en Progreso y
nosotros lo seguimos, es que esto es como una cadena” [Montserrat Martínez, grupo de familiares de
migrantes desaparecidos de Tegucigalpa, entrevista personal, 9-6-14].

299
Así, poco a poco, el grupo empezó a transitar desde un colectivo que se encontraba en el dolor, a un
agenciamiento colectivo que tenía como objetivo generar base social y acumular fuerza, y que se proyectaba
estratégicamente, definía metas y realizaba acciones de incidencia para alcanzarlas, todo en la línea de ir
generando procesos de búsqueda así como las condiciones (sociales, emocionales e institucionales) para
agilizarlos y hacerlos más efectivos. Empezaron a documentar, a establecer criterios de búsqueda, a diseñar
estrategias para presionar al gobierno y obtener su ayuda. En 1999 organizaron la primera “Semana del
migrante”, que se celebró en El Progreso, y que les permitió continuar levantando casos y darse a conocer aún
más entre la población local.

Era un trabajo lento, recuerda Alba Ortiz hija de doña Emeteria Martínez (fundadora de la organización) y
también integrante de la junta directiva del COFAMIPRO. “No las escuchaban, no les abrían espacio suficiente, no
les daban esa confianza por ser señoras con falta de educación” [Alba Ortiz, entrevista personal, 21-4-14]. El
grupo empezaba a tener cada vez más reconocimiento y apoyo de las comunidades y algunas organizaciones y se
iba nutriendo su membresía, mostrando que la realidad de la desaparición en la ruta migratoria era un drama que
había estado largamente invisibilizado. Pero a pesar de su crecimiento, el grupo aún no contaba con el
reconocimiento de un actor que era central en su proceso de búsqueda: el estado hondureño. Sus acciones
pasaban desapercibidas para las autoridades, por lo que se hacía cada vez más imperioso para las señoras llamar
la atención de los funcionarios del estado. Fue así que en el año dos mil realizaron las dos primeras “caravanas de
madres”.

En julio del mismo 2000 hicimos una… como la primera caravana, a Tegucigalpa. Estuvimos frente al Consulado
americano y al Consulado mexicano y luego nos pasamos a la cancillería [hondureña] y quemamos un monigote para
constar de que nosotros estamos abandonados y que el gobierno no hacía nada por nosotros. Andábamos 72 personas,
fue como… como quien dice el primer toque que hicimos. Luego empezamos a salir a parlantear en las comunidades,
para que supieran que nosotros existíamos [Édita Maldonado, entrevista personal, 1-4-14].

Muchas de las madres con más tiempo en la organización recuerdan bien la indiferencia y negligencia del
gobierno, que aseguran incluso permanece hasta la actualidad. “Del gobierno hondureño ¡nada!” me decía
enfática doña Miriam Chacón durante una entrevista que sostuvimos, “ningún apoyo de las autoridades ni de
nada” reiteraba molesta mientras recordaba que cuando fue por primera vez a entregar los papeles de su hija a
la cancillería al cabo de un mes se los había perdido; “no volví porque no nos ayudan en nada, en nada, incluso,
cuando íbamos a hacer los plantones allá ni salen” [Miriam Chacón, 25-4-14]. No solo se trata de indiferencia y
negligencia, sino incluso de un mal desempeño en las funciones más básicas cuando estas se dan, como
extraviar los papeles de la persona desaparecida, lo cual resulta irónico, casi como hacer desaparecer al
desaparecido. Como ha señalado Mastrogiovanni en su recuperación de testimonios de familiares mexicanos
de desaparecidos,

Lo más normal, para la madre de un desaparecido, es que llegue ante el Ministerio Público y le digan simplemente:
“Váyase a su casa y deje las cosas como están” (…) Hay miles de madres que no se atreven a denunciar. Hay miles de
madres que no se atreven a alzar la voz. Todas las mamás que buscamos a nuestros hijos hacemos la función de
policías, hacemos la función de los ministerios públicos. De todo tenemos que hacer, nos metemos a lugares que jamás
nadie se puede imaginar. Vamos a identificar a un cuerpo de un lado a otro, cuerpos desmembrados, cuerpos en estado
de descomposición, lo tenemos que hacer nosotras (Mastrogiovanni 2015, 133).

Doña Leti, otra integrante del comité, coincide en que el acompañamiento de parte del gobierno ha sido nulo,
“esos hacen caso omiso de toda situación de los pobres, porque los que se van son los pobres, entonces no les
vale eso, para el gobierno no valemos nada, sólo piensan en ellos a pesar de que se mantienen de las remesas”.
Señala además que con la sociedad ocurre lo mismo, hay mucha indiferencia, “incluso con mi familia, no me
dan apoyo, excepto de mis hijos y un hermano, que siempre está pendientes”. Hasta se incluye ella misma, al
300
recordar cómo era su actitud antes de que le pasara “todo esto”, “yo, cuando no estaba en esta situación,
nunca me importó... nunca me importó, ni siquiera cuando daban las noticias de inmigrantes… ahora los
inmigrantes son mi prioridad, y sé que aunque yo encontrara a mi hija sí seguiría en esto, porque este dolor no
cualquiera lo soporta” [Leti, integrante del COFAMIPRO, 22-4-14]. Los testimonios muestran cómo realmente el
estado no aparece ante la vida de la gente como suele ser representado en los discursos políticos y oficiales, su
“fijeza” institucional es una quimera (Trouillot 2001, 126), su presencia solo se muestra de manera segmentada
y muchas veces contradictoria (Das y Poole 2004, Abrams, Gupta y Mitchell 2015).

Como lo muestra el testimonio recuperado por Mastrogiovanni y los de las integrantes del COFAMIPRO, le
correspondía a las mujeres llevar a cabo todo un conjunto de tareas de documentación y búsqueda que el
estado no estaba realizando ni parecía tener muchas intenciones de empezar a efectuar. Es así que, ante la
necesidad de ampliar su incidencia y su cobertura, el grupo de madres empieza a extender los recorridos de sus
caravanas:

Todo el movimiento de caravanas tiene sus raíces aquí en El Progreso. La primera caravana fue a Tegucigalpa para
exponer frente al congreso nacional la problemática que genera el fenómeno migratorio en muchas familias de las
personas que emigran del país. La segunda caravana fue hasta Tecún Umán, la primera fue para demandar, y esta
segunda fue para buscar. Respuesta por parte de las autoridades en la segunda caravana no hubo, lo que sí pudieron
descubrir es que en Tecún Umán hay centros de explotación sexual, había gran cantidad de hondureñas (…) ya como en
la tercera caravana tienen alianzas con la Pastoral, con Fondo Nacional para las Migraciones, con el Comité Nacional de
la Red de Comités de Familiares Migrantes, que es a nivel nacional, entonces desde esas alianzas y con esos apoyos se
consiguió apoyo estatal, apoyo del gobierno, con el tema de las visas, con el tema de transportes, porque antes se iban
así, pues, a la brava, y entonces fueron recibiendo el apoyo [Manuel Suárez, SJM-Honduras, entrevista personal, 27-3-
14].

Regresando de la primera caravana, como “se había echo bastante bulla” en la capital hondureña, la noticia
había llegado hasta México; a los pocos días a Édita le llegó una carta, venía firmada por su hija. “Yo llegué a la
radio y me fui a tirar llorando a los brazos de Bartolo, ´¿y de qué lloras compañera?`, –mire esta carta, léala–
Decía que ella estaba viva… que existía…” [Édita Maldonado, entrevista personal, 1-4-14]. La hija de Édita vivía
en Chiapas desde hacía más de cinco años, estaba casada y tenía dos niños. Fue el hecho de ver a su madre
junto a otras hondureñas exigiéndole al gobierno y buscándola a ella y a otros desaparecidos lo que la llevó a
escribirle. Vivía una situación difícil con su pareja que la había llevado a incomunicarse, pero ahora estaba
decidida a reencontrarse con Édita, lo cual esperaban concretar en la siguiente caravana.

Para la segunda caravana, siempre en el año 2000, lograron llegar hasta la frontera de Tecún Umán; ahora el
objetivo, además de buscar el reconocimiento de las autoridades (Honneth 1997), era iniciar los procesos de
búsqueda en el terreno. Ambas caravanas las organizaron y realizaron con sus propios recursos, “pidiendo
ayuda” para pagar el bus Tegucigalpa y a la frontera, o donaciones de “comida enlatada, tortillas de harina…
cosas que no se arruinaran, para llevar y hacer en la Casa del Migrante en Tecún”. Pero si la primera caravana
fue de incidencia y denuncia, la segunda fue de búsqueda; en la frontera recorrieron colonias y caseríos,
pusieron fotografías en los parques y en los centros de salud, visitaron el cementerio general y conocieron las
fosas comunes de personas no identificadas y lograron que cuatro patrullas “de la corporación municipal” las
acompañara para realizar búsquedas de noche y visitar los prostíbulos. “Ahí miramos un montón de
muchachas… hondureñas, y unas que no querían estar ahí, porque nos decían” recuerda Édita. Durante el viaje
Édita tenía la expectativa de encontrarse con su hija, pero “no pudo venir, estaba enferma, vino su esposo y lo
conocí, trajo fotos de ella”. Un compañero que estaba trabajando en la caravana le dijo desconfiado que las
fotografías las podía haber obtenido de otra persona; ante la duda, el cuñado de Édita les propuso hacer una
llamada. “Tenía una gran gripa, y no la conocía yo la voz”, Édita le preguntó por su familia, el nombre de sus

301
padres y sus hermanas, “y me dijo lo dos nombres, –ahhh, sí–, dije yo –ya estuvo–, y ya salí con alegría, –¡sí ella
es, ella es! –”.

La tercera caravana fue en el 2002, en esa ocasión consiguieron más apoyo y llegaron hasta Tapachula, iban en
un bus alquilado solo para ellas, “alegres que llegamos hasta ahí”. Desde este momento se evidencia el
carácter contestatario de las acciones de búsqueda e incidencia del grupo, específicamente en desafío al
control estatal mediante el cruce irregular de la frontera como parte de sus estrategias de búsqueda, pues
“[n]inguno de los acuerdos de externalización de fronteras contempló el agenciamiento político de estas
madres” (Varela Huerta 2012, 184). Según documentos elaborados años después por los propios comités coma
parte de la sistematización y difusión de sus experiencias, “la desinformación y angustia de las familias en esos
países se agravaba por el hecho de que los gobiernos centroamericanos no efectuaban acciones de búsqueda
(…) lo que obligó a muchas familias a migrar en situación irregular para buscar a los suyos” (COFAMIDE,
COFAMIPRO, Frontera con Justicia, Voces Mesoamericanas, FUUNDEC-M, EAAF 2012, 14).

Procesos de búsqueda en México. Fotografía propia.

Durante la caravana de 2002 colocaron las fotografías en los parques, recorrieron comunidades y colonias,
documentaron las pistas que les daba la gente. “Ahí una señora de Morazán encontró a sus dos hijas, una de
cuatro y otra de dos años de desaparecidas”, la señora tenía un número de teléfono que le dieron durante la
búsqueda y llamó desde un teléfono público en el parque de Tapachula, “le contestó una de las muchachas, al
rato estaban las dos ahí en el parque, vimos a la mamá llorar corriendo y luego como se abrazaban”. Fueron
“los primeros triunfos” del comité, “pasitos medio chiquitos, pero agigantados al mismo tiempo” [Édita
Maldonado, entrevista personal, 12-5-14]. Édita aprovechó el viaje a México para subir a Tonalá y encontrarse
finalmente con su hija, “me estuve con ella un día allí, pero luego tocó la salida [de la caravana] del país,
entonces yo salí también para encontrarme con ellos y venirnos”. Mantuvieron comunicación hasta el 2004, el
año de la cuarta caravana, cuando recibió noticias de que su hija había enfermado y se encontraba grave.

302
De ahí ya no volví a viajar en las caravanas porque en esa del 2004 me llamó mi hija que estaba… enferma… grave… la
fui a traer pero sólo me duró dos meses acá… se me murió… le entró una calentura, una fieeebre….que esa fiebre la
mató. Y aquí no me le hallaron nada, nada. La tuve 22 días encerrada en un hospital aquí en San Pedro y miles de
exámenes y nunca le dijeron nada. El esposo se había ido para Canadá a trabajar. Entonces cuando él ya se dio cuenta,
me llamó y le dije que sí, que ella había muerto. ´Yo voy a ir` me dijo, pero nunca vino (…) Para mí fue tristeza y una
derrota grande, una cosa que me pegó… enterré a mi hija… no la pude rescatar. Pero el consuelo es que sé dónde la
tengo, porque un montón de madres no saben dónde están sus hijos, y eso es lo que más duele. Años, tras años, que
no sabemos nada de ellos… ¿dónde estarán? [Édita Maldonado, entrevista personal, 1-4-14]

En efecto Édita se mantuvo al margen de las caravanas hasta el año 2014, aunque siempre vinculada al trabajo
cotidiano del comité y la junta directiva. El haber perdido a su hija y el sentimiento de “derrota” que le generó su
muerte solo se vieron compensados por el hecho de haberla encontrado; como bien señala Édita, “lo que más
duele” es no saber dónde están. Esta incertidumbre, como ya he señalado, provoca un estado social que ha sido
descrito como “privación de la muerte” (Da Silva Catela 1998) o “muerte desatendida” (L. M. Panizo 2009), y que
refieren a la situación liminal en que quedan los familiares y que es a su vez reflejo de la propia situación liminal
del desaparecido. Estos, ante la imposibilidad de realizar los ritos mortuorios o de constatar la existencia viva de
la persona, ingresan en una situación social indeterminada que afecta su propia economía emocional y la del
grupo familiar. En la madre, según los casos que conocí, estas afectaciones provocan largos estados de depresión,
angustia, ansiedad y ostracismo. Sobre esto ha abundado Panizo

En el caso de los desaparecidos, la falta del cuerpo no solo no permite un reconocimiento real y social de la muerte,
sino que obtura, en tanto no se busque un sustituto, la realización de los rituales concernientes al luto tales como el
velatorio y el entierro, en los que es precisamente el cuerpo lo que lleva y guía la acción (...) En muchos casos, la
ausencia del cuerpo y la falta de evidencias de la muerte hicieron que el proceso quedara suspendido en un estado de
liminalidad forzada. El rito queda sin concluir, de modo que la noción de desaparecido remite a la idea de suspensión:
no se es, aunque se está por ser. El desaparecido que es a la vez un muerto, un vivo y no es ni muerto ni vivo, nunca
llega a integrarse en el mundo de los muertos. En paralelo, los deudos dificultosamente logran reintegrarse en la vida
social, restableciendo el vínculo quebrantado. En particular, la falta de un cuerpo que represente la muerte y pueda ser
colocado en un espacio físico donde realizar los rituales sociales, da lugar a lo que he denominado muerte desatendida,
pues se carece de un espacio o lugar donde “atender” tanto al muerto como a los deudos. La muerte desatendida es
aquella que por no involucrar un reconocimiento social, no es enfrentada según maneras esperables y claras: no hay un
muerto al que se le pueda rendir culto ni se producen las prácticas rituales que brindan apoyo y contención a los
deudos (...) El desaparecido permanece al margen, al límite de lo que podría ser, pero no es, y por ello no se realizan las
fases de agregación que concluyen el ritual de paso, cuando el muerto se integra en el mundo de los muertos y el
deudo se reintegra adecuadamente en la vida social luego de un quiebre en las relaciones ordinarias (Panizo 2011, 24).

Como muestra el caso de Édita, la realización de los ritos de muerte, la existencia de una tumba y un cuerpo en
esta, le permiten reintegrarse a la vida social. En su caso esto se manifiesta como una ruptura con las
búsquedas (“¿a quién voy a ir a buscar?”), aunque no con el comité y ni con sus procesos organizativos y de
incidencia, lo cual a su vez muestra el grado de consciencia y apropiación del proceso colectivo. Su dolor es
reconvertido por medio de la experiencia del duelo y el luto, lo cual la lleva a un eventual momento de cierre
que es infactible para las demás madres que aún no experimentan un reencuentro.

Regueiro se ha referido a esta infactibilidad como una forma de “antiduelo”, “porque la desaparición implica
soledad y ocultamiento que hacen a la muerte individual, por oposición al duelo que reviste un carácter público
y diferenciado”, y en este sentido “se da la falta de compasión colectiva, la ruptura de las obligaciones de
asistencia y consuelo” de otros (Regueiro 2011, 67). Es esta justamente la situación que viven la mayoría de las
integrantes del comité, hoy día con mayores niveles de resiliencia producto del trabajo de atención psicosocial
al que me referiré más adelante, pero en aquel momento sublimado únicamente mediante la vivencia del lugar
común y las acciones de incidencia y denuncia.

303
En el año 2003 Rosa Nelly Santos, actual presidenta de la organización, ingresó a las filas del comité buscando a
su sobrino que había desaparecido desde el años 1997; su hermana, que era la que al principio iba a las
reuniones, había caído en un estado de alcoholismo muy fuerte por lo que Nelly la reemplazó y empezó a
asistir. Su esposo había perdido su trabajo en la bananera luego del huracán Mitch y a Nelly se le hacía difícil
trasladarse desde su colonia hasta las reuniones, pero poco a poco fue integrándose hasta que empezó a tomar
cada vez mayor protagonismo. Menciona al padre Luís Ángel Nieto, mexicano, “fue él el que me abrió las
puertas para México, me dijo que yo era un buen elemento para ser la voz de las caravanas”, y eso fue justo
cuando Nelly estaba viviendo el luto por la muerte de su esposo, “ese señor me levantó el espíritu”, confiesa.

Gracias a su trabajo, para la cuarta caravana (2004) lograron llegar hasta Veracruz, “no teníamos ninguna
organización que nos apoyara, solamente la asociación de red de comités [en Tegucigalpa] y el [recién
constituido] Foro Nacional para las Migraciones de Honduras (FONAMIH)”, recuerda Rosa Nelly [Entrevista
personal, 15-4-14]. Esto, como han señalado las mismas organizaciones, “las pone en condiciones de mayor
vulnerabilidad, ante amenazas y riesgos por el desplazamiento por zonas de alta peligrosidad, y la ausencia de
medidas estatales que les permitan denunciar y obtener información sobre el paradero de las víctimas. Estas
familias recorren ciudades y pueblos donde no existen condiciones de seguridad” (COFAMIDE, COFAMIPRO,
Frontera con Justicia, Voces Mesoamericanas, FUUNDEC-M, EAAF 2012, 15).

El crecimiento de la organización y el fortalecimiento de sus prácticas se veían reflejadas en la mayor


cobertura territorial que iban adquiriendo sus acciones de búsqueda. Con cada caravana la organización iba
incrementando su capacidad de territorialización, de hacerse presente en localidades de la ruta migratoria
en la que ninguna mirada pública llegaba, menos aún con la intención de buscar migrantes desaparecidos. Su
mayor presencia les permitía poner a circular con mayor eficiencia el mensaje central del discurso que iban
configurando cada vez con mayor tono político, y que iba dirigido a visibilizar la existencia de una ausencia
colectiva, masiva. Tegucigalpa, Tecún Umán, Tapachula, Veracruz… lugares que marcaban el avance de sus
exigencias y que a su vez iban quedando marcados por sus propias huellas, por su discurso y por la figura de
una forma muy específica de ser migrante: el desaparecido.

Vienen a nuestras morgues, a nuestras cárceles, a nuestras plazas, a nuestras iglesias, a nuestros medios de
información, a nuestras instituciones, preguntando si alguno de esos cuerpos sin identificación, presos sin historia,
mujeres atrapadas en el circuito de los cuidados que el capitalismo ilegaliza pero del que se soporta, son sus hijos, o sus
nietas, o sus madres (Varela Huerta 2012, 176-177).

Pero el comité no solo existía durante las caravanas, mantuvo los procesos de documentación y fortaleció su
presencia en las comunidades así como su incidencia ante el gobierno. Hacían trabajo directo de asistencia a
migrantes, por ejemplo visitando la gran central de autobuses en San Pedro Sula, “a donde agarran los buses
los migrantes, [íbamos] a aconsejarles, a dejarles frijolitos, que miraran cómo era que tenían que reclamar sus
derechos” [Édita Maldonado, entrevista personal,1-4-14]. Empezaba a surgir así otra área importante de
trabajo del comité, no tan directamente vinculada con la cuestión de la desaparición, pero sí con la
contribución al proceso más amplio de agenciamiento migratorio: asesoría a familiares con parientes en la ruta
o en EUA, apoyo en los procesos de recepción de migrantes deportados en el CAMR, apoyo en procesos de
repatriación de migrantes fallecidos, investigación en casos de migrantes privados de libertad en territorio
mexicano, incluso asesoría apersonas que estaban por emprender el viaje223.

223 En varias ocasiones las integrantes de la junta con más tiempo en el comité me contaron sobre personas que llegaban a buscarl as
para que “las lleváramos a EUA”, “así como si fuéramos coyotas [risas]”. Aunque nunca aceptaron dinero ni “engancharon” a nadie,
si ofrecían su consejo y asesoría sobre los riesgos en la ruta, las casas de migrantes que podían apoyarles, las especificida des de las
autoridades mexicanas, etc.
304
El vínculo con algunas comunidades era cada vez más orgánico, al tiempo que se iban fortaleciendo también
los lazos con instancias nacionales. Como mencioné, el impacto del comité lo llevó a ganarse un lugar en el
FONAMIH y en las redes nacionales y regionales de organizaciones como la PMH y CARITAS, lo que demandaba
cada vez más tiempo de las integrantes y líderes de la organización, que además de gestionar anualmente las
caravanas ahora eran asistentes regulares de foros, simposios y mesas de trabajo en México, El Salvador,
Guatemala y otros lugares. Producto de estos viajes se establecieron vínculos con grupos de familiares en otros
países que, inspirados en la experiencia del COFAMIPRO, habían ido creando sus propios comités; uno de los
casos a la fecha más consolidados es el COFAMIDE, en El Salvador (López Martínez 2015).

[R]epresentando a COFAMIPRO hemos viajado a Guatemala, al Salvador, a México, hemos estado en la radio, la
televisión… a COFAMIPRO lo han invitado a muchos lugares a participar porque quieren saber de qué se trata, cómo
nació, qué trabajo hace, cómo se hace la documentación, la búsqueda… hemos explicado cómo se levanta un
expediente [Édita Maldonado, entrevista personal, 12-5-14]. En Salvador se formó COFAMIDES cuando Ricardo Puertas
estaba con ellos allí, entonces dijo que él quería formar un comité también de familiares desaparecidos. Y ya tenían
varias personas allí ya había levantado sus expedientes, entonces dijo que querían pedir la ayuda de COFAMIPRO [Édita
Maldonado, entrevista personal, 1-4-14].

A finales del 2007 sobrevino un suceso que las integrantes de la junta recuerdan como un ponto de inflexión en
su historia: “nos sacaron del ERIC, bueno… decimos ´sacaron`, nos pidieron las oficinas porque las necesitaban,
entonces nos tuvimos que salir”. Édita juntó todas las cosas del comité, expedientes, fotografías, documentos,
materiales, y se las llevó para su casa, ahí estuvieron dos años al cabo de los cuales el Partido de la Unificación
Democrática (UD), al cual pertenece Édita, les habilitó una oficina exclusiva para el comité a donde estuvieron
alrededor de dos años más. Aunque la salida del ERIC la recibieron “como un balde de agua fría”, según las
palabras de otra integrante de la junta, la organización de disminuyó el trabajo y mantuvo una fuerte
vinculación con otros actores. En perspectiva de una funcionaria del ERIC-RJM, “la salida del COFAMIPRO de las
oficinas creo que al final fue para bien, de alguna manera el vínculo podía estar generando relaciones de
dependencia que no eran buenas, así como una lógica muy pastoral de fondo que no necesariamente era el
perfil del comité”.

Poco antes habían sufrido otra pérdida, don Luís Paredes, promotor del ERIC que las venía acompañando desde
hacía varios años, fue designado director de CARITAS-Yoro por lo que tuvo que distanciarse del COFAMIPRO.
“Él nos dijo –miren mujeres, yo voy a Cáritas, siempre las voy a respaldar y recuerden de que ya están grandes,
antes daban pasitos y ahora ya empiezan a caminar, por eso les dejo, para que empiecen a caminar– ¡Bueno!
nosotras nos sentíamos como cuando la mamá de uno se va, pero fuimos aprendiendo a caminar solas” [Édita
Maldonado, entrevista personal, 1-4-14]. Pero a partir de 2007 la situación en las colonias y barrios se empieza
a agravar producto del control de las pandillas, lo que sumado a la retirada de recursos por parte del ERIC
afectó la presencia de la organización en los grupos de base y comités barriales.

Tuvimos que dejar de visitar los barrios, las colonias donde teníamos los comités... porque ahora el problema ahí son
las maras. Todavía están algunos comités, pero tenemos que ir a reforzarlos y seguir trabajando con ellos. Está el de la 7
de Abril, el de la Dionisos, En San Luís, El Negrito, Buenos Aires, también se formó la Red COMIFA en 2003 en
Tegucigalpa, y luego otro en San Pedro, se levantaron otros en el Cerro, en Nacaone, en el sur... Pero ya se nos han
bajado, ahora allá en San Pedro no existe ya ningún comité. Yo les dí un listado como de 100 personas, sólo de San
Pedro, y las colonias donde vivían y todo, se los di para que fueran a buscarlos y trabajaran con ellos. Pero ya luego
salieron las maras con que uno no podía ni salir a ningún lado… entonces ellos tienen miedo de salir [Édita Maldonado,
entrevista personal, 1-4-14].

Uno de los casos que más recuerdan las integrantes de la junta directiva es el de “El Negrito”, muy cerca de El
Progreso, “era un comité ¡bonito! ¡lindo!, ahora vamos a ver si lo podemos levantar otra vez”. Luego de darse a
conocer afuera, queda pendiente el trabajo de hormiga, “de infantería”, y la metáfora es buena, pues recorrer
305
las comunidades y barriadas de las principales ciudades hondureñas requiere muchas veces de un pensamiento
táctico que emula una situación de guerra. La presencia de las pandillas y la indiferencia del estado son los
principales obstáculos hoy día para el comité en su objetivo de replicar esta experiencia por todo el país, “si a
un carro se le deja de echar gasolina se para”, sentencia Édita preclara, “si una deja de visitarlas y levantarles el
ánimo, las mamás se apagan…” [Édita Maldonado, entrevista personal,12-5-14].

Si la presencia y vinculación del comité con grupos de base fue poco a poco disminuyendo, su relación con
instancias y organizaciones a nivel nacional, regional e internacional, continuó aumentando. En 2008 el
COFAMIPRO conoce, por mediación del FONAMIH, a la organización Movimiento Migrante Mesoamericano
(MMM)224, dirigida por la Sra. Martha Sánchez Soler, iniciando un vínculo que durará hasta la fecha. Este es
otro punto de inflexión en la historia del comité, pues representa los inicios de una vinculación creciente con
organizaciones no gubernamentales con amplio nivel de gestión, con un perfil político contestatario frente al
estado y los gobierno de la región, y con significativos flujos de recursos, en su mayoría provenientes de la
cooperación internacional. Es así que producto de estas vinculaciones (más adelante me referiré a la
vinculación con la FJEDD) el perfil del COFAMIPRO empieza a proyectarse cada vez más a nivel internacional, su
participación en espacios transnacionales de coordinación se afianza, y sus prácticas y discursos se van
refinando e incluso especializando producto de espacios de formación y capacitación provenientes de su
vínculo con estas organizaciones. Este proceso de formación e imbricación de ciertas personas en la
experiencia organizativa puede ser comprendida mediante la categoría de “intelectual orgánico” en Gramsci,
para quien

Los intelectuales orgánicos que cada clase crea en torno a si misma y elabora en el curso de su desarrollo, son en su mayoría
especializaciones de aspectos parciales de las actividades iniciales u originarias del nuevo tipo social que la clase emergente ha
vuelto prominente (Selections From the Prison Notebooks, p. 6, citado en Crehan 2002, 24, traducción propia, énfasis en
original).

Desde el momento en que el MMM y el COFAMIPRO establecen su alianza, el primero asume las tareas
logísticas y los costos de la gestión de las caravanas de búsqueda en territorio mexicano, labor que continúa
realizando hasta la fecha. A partir del trabajo del MMM, las caravanas toman un perfil distinto. Por un lado, se
proyectan de manera más eficiente en el ámbito mediático, lo que aumenta la capacidad de la organización de
poner a circular sus discursos en torno a la desaparición, así como sus demandas y exigencias. Lo anterior
redunda en la capacidad del comité de ir produciendo una representación cada vez más acabada y efectiva de
la figura del desaparecido en la arena pública, así como en las posibilidades de obtener retroalimentación de
flujos de información que les permitan registrar y sistematizar una mayor cantidad de indicios y pistas sobre
posibles localizaciones de las personas que buscan. Por otro lado, la asunción que hizo el MMM de los costos y
gestiones logísticas de las caravanas en territorio mexicano aumentó las posibilidades de participación de
mujeres integrantes del comité, y eventualmente incluso la participación de integrantes de otras
organizaciones en Honduras y CA (primero se sumó El Salvador, y posteriormente Guatemala y Nicaragua)225.

224 Ver: https://movimientomigrantemesoamericano.org/; https://es-es.facebook.com/MovimientoMigranteMesoamericano ;


http://amnis.revues.org/2854#tocfrom1n2
225 Esta vínculo le dio al comité un aliado muy importante, pues además de que desde entonces se ha encargado de buscar

financiamiento para las caravanas, también ha aportado en la documentación y sistematización de casos, así como en los procesos de
búsqueda previos a las caravanas, lo que ha permitido generar una mayor cantidad de reencuentros. Actualmente el MMM realiza una
ardua tarea de búsqueda que lleva a sus activistas a estar en una circulación constante entre México y CA, buscando pistas,
documentando casos, estableciendo vínculos entre migrantes y sus familias, etc. Por otra parte, también se ha involucrado en procesos
de defensa de migrantes privados de libertad así como en la incidencia político-legal.
306
Las caravanas actualmente reúnen a comités de cuatro países centroamericanos. Fotografía propia.

En 2011, de aquí del ERIC y del SJM estuvimos en Nicaragua dando unas capacitaciones sobre la organizaciones de
comités, en Nicaragua ya habían iniciado un proceso pero querían tener más ayuda, más conocimiento y la experiencia
la teníamos aquí (…) estuvimos todo un día con ellos y empezaron ellos a fortalecer sus comités (…) así ellos lograron
participar en dos caravanas, en la primera las madres de migrantes nicaragüenses lograron buena información, incluso
ya hay dos o tres madres que saben dónde están sus parientes, han podido encontrarse con ellos [Manuel Suárez, SJM-
Honduras, entrevista personal, 27-3-14].

“En el 2008 firmamos lo que era el fondo de solidaridad al hondureño migrante en situación vulnerable y le
ganamos al gobierno de Honduras un fondo de 15MM de lempiras” recuerda Rosa Nelly celebrativa, “lo
usamos para repatriar cuerpos, para atender a mutilados, para atender a deportados que ya eran muy
masivos” [Entrevista personal, 15-4-14]. Se trataba de un fondo creado en el gobierno de Manuel Zelaya
Rosales, cuyo objetivo principal era “respaldar a los hogares que perdieron a un familiar en otro país”,
específicamente en el pago y gestión de los procesos de repatriación, pero las organizaciones tenían también la
expectativa de usar los recursos para mejorar la atención a la población deportada así como fortalecer los
procesos de búsqueda. El fondo catalizó la alianza entre varias de las organizaciones hondureñas que para ese
momento trabajan en el tema migratorio (PMH, SJM, FONAMIH) con el fin de coordinar de manera más
efectiva la gestión de los recursos. Pero el dinero nunca llegó, cuando el gobierno estaba por realizar los
desembolsos sobrevino el golpe de estado en 2009 y según información oficial el dinero terminó usándose,
supuestamente, “para pagar a empresas extranjeras dedicadas a prestar servicios fúnebres”226.

De todas formas la gestión de las caravana se mantuvo y en 2009 lograron un hito histórico: “llegamos hasta el
DF”, recuerda Marcia Martínez. Justo a Partir de 2008-2009 inicia un leve repunte de la migración hondureña a
EUA, luego de un descenso en 2006, el cual se dispara a partir de 2011. El crecimiento en los procesos de
extorsión y reclutamiento de las pandillas, así como los impactos de la crisis en el sector industrial aumentaban
los eventos de salida del país. Esto se traducía, a su vez, en un incremento de los casos de desaparición
documentados por el COFAMIPRO, por lo que la ampliación en la cobertura de las jornadas de búsqueda era
prioridad para las organizaciones. En 2010 se realizó de nuevo la caravana, la cual marcó un hito en la historia

226 Ver: https://issuu.com/radioprogresoericsj/docs/amc_abril_2010


307
del comité, pues ese año “apareció” la hija de doña Emeteria Martínez, una de las fundadoras del comité (“la
primerita” como la recuerdan las más antiguas de la organización) se reencontró con su hija, evento que circuló
como uno de los grandes logros de la organización entre actores aliados y medios de comunicación. Así lo
recuerda José Peraza, periodista de Radio Progreso que acompañó ese año la caravana:

En el 2010 fue que me ligaron al tema de migración, fueron las señoras de COFAMIPRO, que solicitaron a RP que la
acompañara en la caravana de ese año (…) El primer punto fue Tecún Umán, y luego de ahí seguimos hasta El Naranjo,
cerca de Tenosique (...)Fue en esta Caravana que ocurrió uno de los encuentros más importantes, por la cobertura
mediática, pero sobre todo por lo real, es que muchos encuentros se dan, pero ya vienen arreglados, o sea que ya se
sabe que se van a encontrar con los familiares, pero en 2010 de verdad se encontró a la muchacha, la hija de Emeteria,
eso fue en Lechería (…) Esa era la madre de los desaparecidos, así la bautizaron, y yo creo que fue el más auténtico de
todos los encuentros que ha habido [José Peraza, entrevista personal, 1-4-14].

Marcia Martínez, hija de la célebre Emeteria Martínez quien justo en 2010 lograba ubicar a su hija, recuerda las
circunstancias de su ingreso al comité fundado por su madre.

Yo empecé en el comité de COFAMIPRO a causa de que fui desempleada en el 2010. Incrementaron el salario mínimo y
los empresarios lo que hicieron fue recortar personal y cargar el trabajo a los que quedaban. Para esa misma fecha mi
madre, doña Emeteria Martínez, encontró a mi hermana, la buscó durante muchos años, tenía 21 años de haberse ido
al momento que la encontró. Fue en noviembre el encuentro de ellas, en Lechería, y ese mismo año en noviembre yo
quedé desempleada (…) Entonces dije “vale la pena, hay que apoyar a estas madres”, no que porque ya encontramos a
mi hermana nos desentendíamos de la situación, “vale la pena” dije y además de eso pensé “quedé desempleada, voy a
acompañar a mi madre”, y me uní al comité [Marcia Martínez, entrevista personal 17-5-14].

Para 2011 ya Marcia iba encargada de acompañar a las madres en la séptima caravana; regresó “con más
fuerza, con más ánimo y con más coraje”. Ver a las madres buscando y toparse con la falta de atención de
parte de los gobiernos la llevó a la indignación. Además tuvo oportunidad de encontrarse con su hermana, a
quien su madre había localizado el año pasado227, “Volví a abrazar a mi hermana después de veintidós años”,
recuerda emocionada. “Desde ahí es que he seguido esta lucha, esta búsqueda, y esta defensa de los derechos
humanos y los derechos de los migrantes”, dice orgullosa228 [Marcia Martínez, entrevista personal, 17-5-14].
Actualmente es la vicepresidenta del comité y define su labor como una de acompañamiento: a las pruebas de
ADN que justamente iniciaron en 2011 y han continuado anualmente, durante la repatriación de cuerpos lo
cual ocurre varias veces al año, cuando encuentran a alguno en la cárcel, en los talleres de atención psicosocial,
entre otras.

En 2012 la historia del comité toma otro giro importante: “apareció el proyecto Verdad y Justicia” recuerda
Édita alegre. Se trata de un proyecto desarrollado por la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de
Derecho (FJEDD)229 en México, el cual tiene como objetivo principal coadyuvar procesos de denuncia y
búsqueda de migrantes desaparecidos en México, así como fortalecer mediante procesos de asesoría y
capacitación a las organizaciones centroamericanas que se dedican a su búsqueda. “¡Ay! Ana Lorena [directora
del proyecto]”, recuerda Édita con cariño, “nos dijo –esta oficina está bien, está bonita, pero este localito no es
para COFAMIPRO–, y nos hizo ir a conseguir oficinas nuevas”. La Fundación Verdad y Justicia “nos hizo sentir
como que revivimos”; desde que se vinculó con el comité en 2012 por medio del FONAMIH, ha financiado el
alquiler de dos oficinas grandes en el centro de El Progreso, las ha surtido de materiales de trabajo, les ha
comprado equipo de computación y documentación, y ha cubierto los servicios de luz, agua, teléfono e
internet. “Con el proyecto Verdad y Justicia decimos ´queremos la verdad, saber la verdad, y que se haga

227 Ver: http://expansion.mx/nacional/2010/11/08/la-hondurena-emeteria-martinez-encuentra-a-su-hija-despues-de-21-


anos; http://archivo.eluniversal.com.mx/notas/721762.html
228 Ver: http://www.proceso.com.mx/389147/marcia-y-la-herencia-de-su-madre-la-busqueda-de-migrantes-centroamericanos
229 Ver: http://fundacionjusticia.org/; http://fundacionjusticia.org/red-regionalverdad-y-justicia/

308
justicia`, con los muertos, los encarcelados, los secuestrados…”[ Édita Maldonado, entrevista personal,12-5-
14].

La fundación también costea una abogada a medio tiempo para el comité, la Licda. Tirsa Flores, quien se
encarga de todas las gestiones legales vinculadas a búsqueda en cárceles, repatriaciones, demandas por
reparación de víctimas, procesos de formación, asesoría a las familias, entre otras [EM DHD 1-4-14], así como
una licenciada en psicología, Arlett Asturias, quien atiende individual y colectivamente a un grupo de veinte
madres que va variando cada seis meses [MM DHD 17-5-14]. También contrata a un educador social que está
realizando un proceso de formación y reconstrucción de la historia del comité, y apoya desde 2012 el
desarrollo de un proyecto de documentación de casos para la construcción de una base de datos transnacional y
compartida. “Son los que están haciendo gestiones y presionando al gobierno mexicano para darles respuesta a
estas madres que a gritos piden a sus hijos, sea vivos o sea muertos” [Édita Maldonado, entrevista personal,1-
4-14].

Otro apoyo para la organización fue la vinculación con el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) 230,
“otra ayuda buenísima”; junto al equipo emprendieron la realización de pruebas de ADN a todas las integrantes
del comités de familiares y de familias que hubieran documentado casos de migrantes desaparecidos,
alimentando así una incipiente base de datos transnacional con perfiles genéticos para la búsqueda e
identificación de cuerpos. El EAAF también las ha acompañado con talleres psicosociales para las madres,
informándoles sobre la situación de la desaparición en México y preparándolas para una eventual noticia sobre
la muerte de su familiar; “con la ayuda psicológica que nos han dado hemos aprendido a decir ´si está muerto…
pues lo quiero muerto, no importa, si está vivo, pues algún día va a aparecer`” [Édita Maldonado, entrevista
personal,12-5-14].

Estas fotografías son las herramientas que COFAMIPRO utiliza para el momento de las caravanas (...) se llevan en la
caravana, y en las plazas y en los parques en los distintos estados de México se exponen, para que las personas se
aboquen a verlas y nos diga si los han visto, hace cuánto. Y, entonces, ahí recogemos las pistas, que con las que se
trabaja para la búsqueda (…) también trabajamos con el Equipo Argentino Forense. Entonces, les preguntamos si tienen
algún tatuaje, algún lunar, alguna cicatriz, alguna fractura... porque al momento de encontrar estos retos que están
siendo extraídos de las fosas comunes, entonces ahí se mira cómo encontraron tal vez la persona... si coincide con
algún dato que la familia da (…) Esto nos sirve de mucho para poder trabajar en conjunto con el equipo argentino que
está haciendo exhumaciones (...) como dicen ellas: “si no los encuentro vivos, aunque sean los restos”, para poderle dar
cristiana sepultura, ir a dejarle flores, ir a hacerle una oración [Marcia Martínez, entrevista personal, 17-5-14].

La búsqueda por medios forenses complementa la búsqueda durante las caravanas, “los que no aparecen
vivos, los buscamos también muertos”, sentencia Édita dando cuenta de un proceso que surge de la
esperanza pero que busca por todos los medios, “las madres tienen la fe y esperanza de que van a encontrar
a sus hijos vivos, pero también ellas, resignándose a no encontrarlos vivos, lo que piden es que aunque sean
los restos, los huesitos que les traigan, para poderles dar cristiana sepultura y saber en dónde está su
familiar” [Édita Maldonado, entrevista personal,1-4-14]. Como ha señalado Ludmila Da Silva, los procesos de
búsqueda no están solo animados por la expectativa de encontrar viva a la persona, sino también de
encontrarla como sea; de fondo lo que subyace es la necesidad del cierre emocional y de cumplir el
compromiso social del ritual, indispensable para la agregación social tanto del muerto como de sus familiares. Y
el ritual sin cuerpo (o restos) es inviable, el cuerpo es justamente “el locus de culto (…) sobre el se habla,
sobre el se llora, se colocan flores, se pronuncian discursos, se da el ultimo adiós. El cuerpo condensa y
domestica la muerte. La torna presente, individual, identificada (Da Silva Catela, Sin cuerpo, sin tumba.
Memorias sobre una muerte inconclusa 1998, 99).

230 Ver: http://www.eaaf.org/


309
En esta línea es interesante el efecto que tiene el cuerpo como conductor o vehículo social de la persona, lo que
lo hace indispensable para concretar el ritual de paso y salir del estado liminal (Van Gennep 1960, Tuner 1997).
Recuperando un testimonio de una esposa de un desaparecido durante la dictadura argentina, Da Silva nos da un
claro ejemplo de esto: “Cecilia, mi hija, me dice: –iAy no! eso de la urna con los huesos, no! – En cambio para mi
seria como abrazarlo de nuevo” (Da Silva Catela, Sin cuerpo, sin tumba. Memorias sobre una muerte inconclusa
1998, 99; énfasis propio). En este sentido, la historia del COFAMIPRO ha sido también una historia de la
producción del cuerpo desaparecido y una historia de la producción del cuerpo migrante, y de sus formas de
representación; los referentes simbólicos y discursivos, pero también materiales y orgánicos que el grupo de
mujeres ha ido haciendo emerger como objeto de sus procesos de búsqueda, marcan la evolución de las formas
en que se define colectivamente lo que es la persona y lo que es o no su ausencia, así como los lugares en los que
se le busca y se le puede encontrar. Persona es cuerpo, pero también hueso; documentos y perfiles genéticos no
son persona pero son sus rastros, indicios de su existencia, la cual es localizable, primero en la frontera, luego más
adentro, eventualmente en una cárcel, en un rancho, en una fosa. En este sentido, ha ocurrido un proceso
semejante al de la historia de las madres y abuelas de la dictadura argentina,

En un principio, la categoría de desaparecido entraba en el marco de lo no estructurado, de lo interestructural, es decir,


era aquella persona que no podía insertarse en ninguna categoría socialmente reconocida. Sin embargo, a medida que
pasaron los años, se fue convirtiendo en una categoría social, símbolo de un hecho trágico y particular en la historia
argentina que anima a la búsqueda del conocimiento, la verdad y la justicia (L. Panizo 2011, 35).

Retomando la historia de la vinculación del comité con diferentes actores, se evidencia que si la vinculación con
el Movimiento Migrante Mesoamericano implicó para la organización un fortalecimiento significativo de sus
herramientas y capacidades de búsqueda en México así como una radicalización de su discurso político y de
contestación a las autoridades de gobierno, el vínculo con la FJEDD y el EAAF implicó la complejización y
especialización de sus capacidades y herramientas de trabajo, así como la incorporación de un discurso más
técnico y propio de los perfiles de ONGs defensoras de derechos humanos. En este sentido, los últimos ocho
años han significado para el comité un crecimiento cuantitativo y cualitativo: han aumentado sus recursos, han
ampliado su capacidad de búsqueda y territorialización, han incrementado y fortalecido sus redes y alianzas (su
capital social), han tecnificado y complejizado su discurso, han diversificado sus funciones y tareas.

Es una amplia gama de organizaciones las que han acompañado y formado al COFAMIPRO, algunas desde sus
inicios y otras más recientemente, desde la PMH y el FONAMIH, pasando por el MMM, la FJEDD y el EAAF, hasta
llegar a alianzas más recientes (ANSUR, PCS), que también han ampliado el capital social de la organización. En
este sentido, el comité ha ingresado a un complejo campo de actores que no está exento de conflictos y disputas,
tanto entre organizaciones como desde estas hacia los gobiernos, lo que las ha colocado en medio de disputas y
pugnas. Estas dinámicas de enfrentamiento (más o menos perdurables dependiendo de los casos) se han
manifestado tanto entre las organizaciones aliadas a los comités, que en ciertas coyunturas entran en conflicto en
una especie de competencia por las víctimas (por ejemplo, de cara a monopolizar la relación, o controlar sus
discursos y agendas, etc.), como también han surgido entre los mismos comités, tanto a nivel nacional como de la
región centroamericana, lo que se ha manifestado como una suerte de competencia entre las víctimas (Von Plato
y Bofill 1998).

Las caravanas se siguen así como han estado… se mejoran o se cortan. Las primeras caravanas eran sólo en Honduras,
sólo nosotros, sólo Progreso. Luego pues que... se unió Tegucigalpa, ya luego que Guatemala, luego que El Salvador y
así. Ahora porque ya vamos muchas hermanas repúblicas se está mirando que... las últimas caravanas no dan un bonito
resultado, ni es una alegría para las que van. Mucha gente también de Tegus que no son... invitadas, mandan hombres,
¡no sabe usted!, le quitan el puesto a una madre que llora a su hijo desaparecido. La pasada le dieron 3-4 cupos,
mientras que aquí [El Progreso] hay más de 100 madres que están presentes, las nuestras, a todo. Y de Nicaragua

310
pues... no, no... varias mujeres que sólo van.... bueno, vulgarmente como dicen, a pijiñar, a divertirse, a ver qué hacen
de bonito, a ver que hay de barato, a ver qué hay para llenar sacos y traérselos... Ahorita nosotros estamos mandando
esas quejas, ¿verdad?, a Marta Sánchez. Quejas de que si van a ir madres, que se sepa de verdad que son madres. Que
no vayan personas que no van a buscar a nadie. Las madres con la foto de su hijo, y si no pues nadie. Estamos viendo
que va mucha gente y no van a buscar a nadie [Entrevista personal, 1-4-14]

Por otra parte, el ingreso de los comités a este campo de fuerzas, así como las alianzas que han realizado como
parte de su desenvolvimiento dentro de este, además de generar tensiones, disputas y conflictos, también ha
provocado una reconfiguración del perfil orgánico de los grupos, especialmente de sus liderazgos y aparatos
administrativos o gestores. Este cambio en el perfil se puede apreciar tanto en el discurso como en las prácticas
de los comités; empiezan a elaborar sus agendas o demandas en función de ciertas prioridades o nociones que
antes no estaban entre sus intereses o su vocabulario, pero que producto de la vinculación con algunas ONGs y
de los espacios de capacitación que estas les han brindado, las van incorporando.

Ahora se está luchando por la publicación de la personería jurídica, para ver si ya desde COFAMIPRO, directamente, se
presentan proyectos y poder seguir avanzando, poder seguir luchando por todos estos familiares que no saben de sus
hijos todavía [Marcia Martínez, entrevista personal, 1-4-14].

Por otra parte, estas vinculaciones también han implicado modificaciones en la relación de los cuadros directivos
con sus bases, así como de la forma en que despliegan los procesos de acompañamiento que les brindan a las
integrantes de sus asambleas. Como me dijo una de las integrantes de la junta directiva del COFAMIPRO,

Ya no lloramos, hoy ya no lloramos con ellas, ¿verdad?, antes sí, se me venían las lágrimas cuando ellas me contaban y
lloraban y lloraban. Pero ya luego yo tenía las lágrimas, pero hasta que se iban ellas lloraba, y decía “pobrecita esta
madre como llora, si así lloro yo también”, entonces le daba yo más valor. Ahora, sí lloran yo ya no, ya tengo valentía,
las consuelo, las aconsejo [Entrevista personal, 12-5-14].

Si estas modificaciones así como el ingreso de los comités en los campos de lucha mencionados han implicado
un despotenciamiento o un fortalecimiento de las organizaciones es algo difícil de determinar, y
probablemente dependa mucho del lugar desde el cual se haga la valoración, el cual probablemente estará
dentro del propio campo de pugnas. Lo cierto es que en su historia, al menos para el caso del COFAMIPRO, el
agenciamiento colectivo ha experimentado reconfiguraciones y reposicionamientos que han incrementado su
capital social, han especializado y tecnificado sus tecnologías de búsqueda, y han estilizado y, en algunos casos,
radicalizado sus discursos. Actualmente, como dice Édita, “COFAMIPRO es conocido a nivel nacional e
internacional” [Entrevista personal, 1-4-14], y pareciera que su fuerza y capacidad de incidencia es la más
grande de su historia.

311
Algunas de las integrantes de la asamblea del COFAMIPRO. Fotografía propia.

4.2.3 Fabricar al desaparecido: las tareas cotidianas de la organización

COFAMIPRO es una ayuda excelente, excelente que yo sé que mucha gente desearía tenerla porque aquí como grupo, como organización
es un familia (…) El problema en sí es el desaparecido, pero hay que estar ahí pues, ayudándonos, apoyándonos, y siguiendo bien que sin
COFAMIPRO, afuera no teníamos a nadie, cuando menos aquí somos todo por igual, por eso es que yo le llamo una familia.
Vilma Maldonado, integrante del COFAMIPRO, 15-4-14

Un día cualquiera, alrededor de las ocho de la mañana, viene Marcia, vicepresidenta del comité, subiendo los
últimos escalones que llevan al tercer piso del edificio del centro de El Progreso donde se encuentran las dos
oficinas que desde hace poco más de dos años les financia la FJEDD. Abre la oficina principal, entra al cuarto de
pilas, remoja el trapeador, prepara un poco de desinfectante con agua y se pone a limpiar. No solo las oficinas
sino que todo el tercer piso, incluso algunos de los escalones que llevan al segundo; se tarda por lo menos
media hora trapeando, la primera labor de día. Luego, a encender la computadora, son dos, una en cada oficina
pero Marcia utiliza la que está en la oficina principal, la 11. Revisar correos, leer noticias, responder
invitaciones… Luego al archivo, siempre hay expedientes que ordenar o revisar si les falta algún documento.
Poco a poco van llegando las demás, primero Édita, secretaria, que vive cerca y camina rápido; luego Nelly, la
presidenta, a quien le ocurre todo lo contrario. Al ratito llega Alba, la hermana de Marcia y tesorera del comité.

Entrada de las oficinas del COFAMIPRO. Fotografías propias.

312
Ambas oficinas son amplias, el edificio en el que están ubicadas es de reciente construcción por lo que la
infraestructura y los acabados son nuevos y están en perfecto estado. Ambas oficinas cuentan con aire
acondicionado, lo que en El Progreso es una gran ventaja, aunque casi nunca lo usan porque “gasta mucha
electricidad”, cada una tiene también su baño, varias mesas, sillas y estanterías para guardar equipo,
documentos y materiales. Y por su puestos, los archiveros, donde se guardan los expedientes de los más de
cuatrocientos casos de migrantes desaparecidos que desde su fundación ha ido recopilando el comité.

Oficinas del COFAMIPRO. Fotografías propias.

El espacio en el que día a día la organización, específicamente las integrantes de la junta directiva, van realizando
las tareas de las que se compone su trabajo, da cuenta de un alto nivel de institucionalización de sus prácticas. Se
trata de una oficina compleja, cargada de pequeñas y medianas labores administrativas que en alguna medida
cumplen con varios de los “rasgos característicos de la burocracia” (Weber 2000). Con algunas diferencias de
estilos y de intensidades, todas las integrantes de la junta han ido asumiendo un perfil de trabajo basado en
funciones, ámbitos, responsabilidades y jerarquías; el hecho de haber estado buena parte de su vida laborando
en torno al espacio doméstico y ahora encontrarse realizando las labores diarias en las oficinas, da cuenta del
paso que han dado en términos de reubicarse desde una economía reproductiva y un conjunto de tareas de
cuido, hacia un espacio laboral externo al hogar que, aunque siempre desde el ámbito privado, exige la
realización de un conjunto de tareas que ha tenido que aprender y negociar internamente como parte de su
propio proceso de especialización.

“Oí vos, no ves que anoche apareció la hija de Rosa Amalia” dice Nelly al aire para ver quién ataja la noticia,
“tenía 20 años desaparecida, la encontraron por Facebook, vive en Houston y dicen que se cambió el nombre,
ayer en la noche hablaron por teléfono por primera con su madre”, “gracias a Dios”, reacciona Édita mientras
se consume en el archivo buscando los expedientes a los que “les falta la foto”. “Y fijate que repatriaron a
María, aquella la que dejó los güirros y el esposo abandonados”, continúa Nelly, “hay madres que… que no les
importan sus hijos, se van y los dejan”, “¿muerta?” preguntan, “si vos, las actas ponen que murió de presión
alta, pero dicen que venía toda golpeada… y el esposo de allá ni apareció”. Nelly siempre insiste en que ella no
puede “dar esas noticias”, que cuando les llega información de cancillería sobre algún migrante fallecido o se la
“avienta” a alguna de sus compañeras o le piden a la cancillería que hagan desde ahí la notificación a la familia.

313
Trabajo de oficina del COFAMIPRO. Fotografía propia.

Mientras Nelly va poniendo a circular entre las compañeras informaciones como estas, el resto las van atajando y
reconvirtiendo en tareas específicas: coordinar con la cancillería que se notifique a la familia de María,
comunicarse con la familia de Rosa Amalia para felicitarles por la aparición de su hija y circular la información
entre el resto de la asamblea del comité, actualizar el expediente de ambas para modificar su estado de
“desaparecida” a “encontrada” y “fallecida”. Todo estos emergentes se van realizando, además, en medio de las
otras tareas de la oficina, muchas de ellas parte de procesos anteriores. En conjunto, sobre la base de una
distribución de tareas que en alguna medida se ajusta al perfil del cargo (secretaria, tesorera, etc.) pero también
al perfil de las personas, las integrantes de la junta van echando a andar una máquina colectiva de producción de
tareas que forman parte de los procesos de seguimiento de los casos específicos o de las relaciones de
articulación con otras organizaciones.

“Acuérdense que el próximo viernes a las ocho hay reunión por Skype con PCS”231, interrumpe Marcia
refiriéndose a una de las organizaciones que ha ofrecido financiamiento y capacitación al comité, así como a
otros grupos que trabajan el tema de migración en la región centroamericana. “Y llegaron dos invitaciones”,
agrega mientras mira la pantalla, “una del SJM-México que quieren hacer una reunión del 8-12 junio para
valorar la pertinencia de decir desaparecidos o no localizados232 y para hablar sobre establecer una red
internacional de búsqueda, y la otra de Dalia Souza, dice que es periodista en México, nos pregunta si nos
puede entrevistar por teléfono entre hoy y mañana”. Acuerdan que sea mañana y que la entrevista la haga
Nelly, quien mientras se levanta para poner el café vuelve a las informaciones breves, “fíjate que mi yerno está
decidido que se va”, “¿¿en serio??”, responden Marcia y Édita en coro; “sí, su esposa va a terminar primero un
curso de belleza que está haciendo y luego va a ir con el niño a encontrarse con él”. Luego Marcia y Alba se
ponen de acuerdo para ver quién puede ir el jueves de la semana siguiente a una reunión de coordinación de
cara al lanzamiento de la “Campaña Nacional contra la Trata de Personas” a principios de mayo.

231 Ver: http://www.pcslatin.org/portal/


232 La participación de la organización en debates y discusiones como esta, aunque ahora se den en contextos más bien marcados por
las agendas de organizaciones no gubernamentales, dan cuenta del proceso de representación de la figura del desaparecido que desde
sus inicios ha sido un elemento central del trabajo de producción del desaparecido y de sus procesos de búsqueda por parte del comité.
Tomar una postura en relación a la decisión de si es mejor hablar de “desaparecido” o “no localizado”, o de cuándo aplica una categoría
y cuándo la otra, es parte de la forma en que el grupo participa de una más amplia producción de la desaparición como problema social.
314
El trabajo diario del comité va entretejiendo así su objeto de trabajo e incidencia con la dimensión más
personal de sus integrantes, tanto en relación al acompañamiento de los procesos de sus miembros como de
las propias situaciones personales de las integrantes de la junta y sus familias en términos de las formas en que
estas participan de las dinámicas migratorias. En este sentido se trata de un trabajo orgánico en el sentido
gramsciano, pues el perfil de las funcionarias es el de personas cuya situaciones de vida se encuentran
imbricadas de manera directa con los procesos y coyunturas a los cuales se proyecta el trabajo del colectivo,
por lo que ocupan un lugar doble en relación a las cuestiones que conforman el objeto del comité, como
asesoras, acompañantes y activistas, pero también como protagonistas y afectadas directas. Como ha señalado
Crehan, “una forma en la que Gramsci conceptualiza el carácter de cualquier evento político, relación social,
grupo social, etc., es en términos de si se encontraban orgánicamente vinculados con aquello que le es
fundamental, con [su lugar en] la estructura económica básica de la sociedad” (Crehan 2002, 23, traducción
propia, énfasis en el original).

Alguien toca la puerta, abre Alba y entran tres señoras mayores, dos hermanas y otra más que es vecina,
vienen a documentar un caso. Buscan a un muchacho, el hijo de una y hermano y esposo de las otras dos. Sus
caras son tristes, ansiosas, calladas; desde su escritorio, Nelly engrapa copias de los estatutos del comité para
repartirlos en el próximo taller con Guido mientras escucha el testimonio de las mujeres. Édita se encarga de
hacer las preguntas que ha repetido tantas veces mientras anota con letra lenta en la ficha… “¿tenía alguna
marca? ¿algún tatuaje? ¿cómo era él, alegre, serio?”. Luego del levantamiento de la ficha básica que compone
uno de los primeros y más importantes elementos de la elaboración del expediente, Édita consuela a una de las
señoras, la madre del muchacho, le repite historias de mujeres que han encontrado a sus hijos luego de quince,
veinte años, le insiste que tiene que ser tenáz, fuerte, no puede descuidar a sus otros hijos, ni a los nietos que le
dejó el muchacho.

Alba les ofrece un café y poniendo su mano en el hombro de la señora se suma al consuelo, “tiene que confiar
en Dios, además él no la quiere ver triste, sino valiente y luchona buscando a su hijo”. La señora se calma,
sobre todo cuando una por una le van contando sus propias historias, sobre la hija de Édita, o el sobrino de
Nelly, o la hermana de Alba y Marcia. Las mira asombrada y emocionada porque las tres encontraron a quien
buscaban; aprovechan para invitarla al próximo taller de formación, “ahí entre todas nos apoyamos, y si
tenemos que llorar, entre todas lloramos”, dice Édita sonriendo. Terminan de documentar el caso y luego de
un segundo café las señoras se despiden agradecidas. En situaciones como esta se evidencian los rasgos del
tipo de labor que realizan las integrantes de la junta, específicamente en términos de la recepción,
documentación y contención de nuevos casos. Se activa un sistema de trabajo que mezcla criterios racionales y
documentales (Weber 2000, 6) con mecanismos de contención emocional y psicológica que aunque se
encuentran afinados por las competencias que las integrantes de la junta han ido adquiriendo como parte de
sus procesos de especialización (Weber 2000, 8, 50-53), en la base vienen dados de sus propias experiencias
vitales, de haberse encontrado en la misma posición social (Bourdieu 2000 y 2002) que se encuentra en ese
momento la mujer que tienen al frente, lo que permite una identificación orgánica.

En algún punto de la mañana las cuatro suspenden sus tareas y se reúnen un momento para conversar pues
hay noticias sobre el proceso de formalización del comité; desde hace ya varios años las integrantes de la junta,
apoyadas por la asamblea, intentan inscribir la organización como “asociación civil” en el registro oficial del
estado. Esta necesidad de institucionalizar la organización por medio de su formalización dentro de la
gramática jurídico-estatal fue incorporada a partir de las vínculos del comité con organizaciones no
gubernamentales como las que he mencionado, que ante la necesidad de establecer canales más directos de
cooperación y circulación de recursos, han promovido acciones como esa. Por otra parte, la agenda de

315
formalización como prioridad de la junta directiva también ha engarzado bien con el discurso de demanda de
reconocimiento (Honneth 1997) por parte del poder político oficial. “Ya tenemos la cédula jurídica asignada”
dice Nelly, “lo único que falta es que se publiquen en la Gaceta, pero cobran L$25.000”, el plan, acuerdan, es
acudir a las bases, aprovechar el siguiente taller de formación y pedir apoyo con rifas o donaciones para juntar
“el pisto233”. Además acuerdan pedir ayuda a otras organizaciones, Marcia queda encargada de enviar los
correos y Nelly de hacer algunas llamadas. Entre todas echan a andar mecanismos que les permitan aprovechar
el capital social de la organziación (Bourdieu 2000), tanto el interno como el que surge producto de sus
relaciones de alianza con otros actores.

En ese momento llega la madre de Nelly, doña Miriam, una mujer de unos 73 años que siempre se traslada en
su vespa; entra sonriendo y saludando con su casco aun puesto y su mochila de “Hello Kitty” en la espalda. Se
le ve fuerte, anda con paso seguro como quien no sufre de “achaques”, como dice Nelly orgullosa sobre su
madre. Empieza a sacar algunas cosas que compró en el mercado, fruta, cacahuates, queso… las demás se
levantan, ponen más café y le suman a la comida unas tortillas, pan, algunos dulces. Es frecuente que a la hora
del almuerzo aparezca alguna persona cercana a la junta directiva, ya sea una familiar o una integrante de la
asamblea, y lleven comida para compartir con Nelly, Édita y las demás. “Ellas a veces por estar trabajando ni
comen bien”, me dijo en una ocasión una de las madres al explicarme por qué les solía llevar comida cuando se
encontraba cerca de las oficinas. Esto muestra una dinámica de labores de cuido interno que las integrantes de
la asamblea realizan para las de la junta directiva como forma de generar mecanismos de sostén colectivo de su
labor, lo cual a su vez funciona como formas de reciprocidad e intercambio en las que el trabajo de las
directivas es reconocido con estos recursos. Pero también da cuenta de una distribución de tareas que es más
compleja y extensa que la que se da entre las integrantes de la junta, y de la que participan círculos sociales
ampliados que incluyen miembros de la asamblea, parientes, miembros de la comunidad, entre otros.

Mientras comen en silencio, de repente Marcia suelta un grito de alegría que las sobre salta, “¿qué pasó vos?”
pregunta Nelly extrañada por el alarido de su compañera, Marcia sonriendo se levanta de la silla y da la buena
noticia de que ya encontró lugar en CARITAS para celebrar el día de las madres el próximo 31 de mayo, “¡ay!
tenemos tiempo para organizar algo bien lindo”, aplaude Édita y decide ponerse a hacer de inmediato las
solicitudes de donación para la fiesta, “primero a Pepsi, para tener refrescos” dice sentándose frente a la
computadora, “poné que es de migrantes desaparecidos” le recomienda Nelly, “para que se vea que es más el
dolor que se vive”.

De nuevo tocan la puerta, se trata de Luisa, una señora de unos sesenta años integrante del comité desde hace
ya tiempo, “lo que tiene mi hermana de desaparecida” me contaría luego, “doce años”. Todas la saludan
afectuosas, “¿y ese milagro?”, le lanza Nelly en broma. Luisa se disculpa apenada, “este año no he podido ir a
las reuniones” dice bajando la mirada, “es que está feo ahí en la colonia y es mejor no regresar muy noche”. Le
ofrecen café y se sienta, tuvo que venir al centro a hacer un mandado y aprovechó para venir a saludarlas.
Mientras conversan doña Luisa deja su taza, toma la escoba y se pone a barrer, Alba la recuerda que viene el
día de la madre, “para que aparte la mañana, va a estar bonito, y ahí va a haber almuerzo”.

Entre las integrantes de la asamblea, la costumbre de “darse una vuelta” por las oficinas para “pasar a visitar” a
las integrantes de la junta era frecuente; además de reforzar vínculos orgánicos entre las integrantes de la
asamblea y la junta, durante estas “visitas” también se ponían en operación sistemas de trabajo colectivo
dirigidos a acompañar o sostener el trabajo administrativo y de gestión propiamente dicho. Barrer, trapear,
lavar unos platos, llevarles comida, ordenar los expedientes… eran todas tareas que con frecuencia realizaban

233 El dinero.
316
mujeres del comité durante cortas visitas a las oficinas, pero que sumadas daban cuenta de estos sistemas
ampliados de trabajo de cuido y sostén que facilitaban las condiciones de trabajo de la junta directiva. Como ha
señalado Da Silva, la solidaridad y camaradería que poco a poco va surgiendo en los grupos de familiares de
desaparecidos, hace que la preocupación por la situación de cada caso se colectivice, y en algunos casos que se
asuman todos los casos como un caso común (Da Silva Catela 1998, 97).

Cuando termina de barrer Luisa les pregunta por doña Elisa, “Licha, la que tenía al hijo secuestrado en
Guatemala”, “vendió todo para el rescate vos”, contesta Nelly seria, “el solar, la casa, ¡todo!”; el muchacho
regresó hace como un mes, “pero solo para que lo vinieran a matar aquí”, agrega Nelly torciendo la boca, “se lo
acribillaron”. “Si ese era jefe”, interrumpe Alba, “yo lo conocía, vivía ahí en La 2, era jefe de una banda”. Según
cuenta Alba, desde hace ya varios meses vienen matando a los jefes de la colonia y “se ha compuesto la cosa”.
Otro mecanismo frecuente en la cotidianidad del comité eran estas formas de poner a circular información
entre las personas, como forma de conocer las situaciones personales de las integrantes del comité. Más que
chismes se trataba de una circulación de informaciones sobre el estado de los casos específicos, lo cual
garantizaba que no hubiera demasiada concentración de la información, y reforzaba los vínculos orgánicos de
las miembros.

Antes de irse Luisa apura su café y se despide, “nos vemos


en la fiesta”, dice mientras se cruza saliendo en la puerta
con don Ramsés, al que le compran el servicio de
alimentación para las actividades. Lo recibe Marcia porque
tienen que coordinar la contratación para el próximo taller
de formación que es en unos días, y aunque Alba es
formalmente la tesorera del comité, Marcia es quien
maneja el dinero. Atrás, Nelly y Édita se ponen de acuerdo
para la próxima visita a “las señoras de La Paz”, el grupo de
madres, esposas e hijas de nueve de las víctimas de la
masacre de Cadereyta en 2012, y al que vienen
acompañando y asesorando desde hace ya varios meses.
Durante la visita se planea continuar con el proceso de
intervención y apoyo psicosocial que han venido
desarrollando Allan García y Arlette Aureoles, psicólogos del COFAMIPRO, así como dar un taller a las familiares
sobre el trabajo de acompañamiento que hace el comité, específicamente, sobre la documentación de casos, el
proceso de búsqueda, la atención a familiares de migrantes desaparecidos, entre otros. El taller lo impartirá Édita
y el objetivo es formar a las familiares en la labor organizativa como forma de promover su propia
organización, fomentando que se constituyan como comité de familiares de migrantes. Este trabajo de
acompañamiento al grupo de familiares de víctimas de La Paz, como veremos en el acápite 5.3, era uno de los
procesos de proyección e incidencia más importantes que estaba desarrollando la junta directiva del
COFAMIPRO para el momento de mi estancia.

Marcia, que ese día es una fuente de buenas noticias, de nuevo interrumpe para anunciar emocionada que les
acaba de llegar un correo de parte de la Fundación CAMMINA234 diciendo que les harían una donación de USD
$600 dólares para el pago de la publicación en la Gaceta de la cédula jurídica; con el anuncio todas gritan y
aplauden celebrando, pues con este dinero ya completan el monto para pagar las L$25.000 que les cuesta la

234 Ver: http://www.cammina.org/


317
publicación en el diario oficial, Édita hace un par de pasos de baile y Alba le agradece a dios, mientras Nelly
sugiere ir por unas baleadas para celebrar. Justo en ese momento entra Arlette Aureoles, psicóloga del comité,
y la reciben con gritos que no comprende, pero que acompaña, Édita la dice emocionada “¡que ya juntamos la
plata para la gaceta!”. Mandan a traer las baleadas y ponen más café mientras deciden qué decir en el correo
de agradecimiento. Luego del almuerzo Nelly y Édita se pasan a la segunda oficina para trabajar en el guion del
programa de radio del comité, que se transmite todos los domingos a las 12:30md en Radio Progreso. “Vamos
a tratar el tema de los niños migrantes” anuncia Édita mientras van saliendo. “Eso no va a parar” dice Nelly
mientras se sienta y enciende la computadora ya en la otra oficina, “solo de mi comunidad se van a ir unas
veinte personas la próxima semana, yo traté de convencerlas, les pasé unos videos sobre los peligros de la ruta
pero no se convencieron” dice con cara de frustración, “me respondieron que la suerte de unos no es la suerte
de otros”.

La Junta directiva, durante el tiempo de mi estancia, estaba conformada por cuatro personas: Rosa Nelly
Santos, presidenta; Marcia Martínez, vicepresidenta; Édita Maldonado, secretaria; y Alba Ortiz, tesorera. Según
me informaron ya llevaban un tiempo girando en torno a estas personas que al parecer habían mostrado
cualidades y condiciones que les permitían dedicarse a la labor. Sus habilidades de liderazgo pero también el
aprendizaje acumulado en años de eventos, talleres, capacitaciones y viajes al exterior les daban un perfil de
especialización que disuadía cualquier otra figura emergente, haciendo surgir una suerte de “clase burocrática”
dentro de la organización . El caso de Nelly era el más extremo, pues ya llevaba casi diez años de ser la
presidenta del comité. Por otra parte, el trabajo en la organización era de siete, ocasionalmente ocho días a la
semana, en un horario de 8am-5pm y cada día presentaba una dinámica muy semejante a la narrada antes, por
lo que una mujer con esposo y niños a cargo, como la mayoría de las integrantes de la asamblea general del
comité, no podría asumir ninguno de estos cargos y si lo hacía, tendría que encontrar en quien delegar sus
funciones domésticas para asumir las administrativas.

Esto quiere decir que el trabajo del comité no era exclusivo de las integrantes de la junta. Aunque ellas eran las
que se llevaban el mayor peso de trabajo administrativo y de gestión, las tareas se distribuían entre un grupo más
amplio de integrantes, prácticamente todas mujeres, que configuraban círculos ampliados de trabajo que
aportaban labores de sostén y mantenimiento de la organización, configurando una particular economía
reproductiva (Graeber, It is value that brings universes into being 2013) que permitía generar las condiciones para
la producción del agenciamiento colectivo: llegar a limpiar, aunque fuera unos minutos, pasar a dejarles fruta,
llevar una bolsa de café, cuidarles a los güirros mientras asistían a alguna reunión… Trazos de una economía
reproductiva que estaba además estrechamente vinculada a una economía emocional que emula los vínculos
de parentesco. Como me dirían varias integrantes durante el curso de las entrevistas, “COFAMIPRO es mi
familia”. Y así se lo hacían saber. Abrazos, caricias, regalos, comida, llamadas, pequeños actos cotidianos cuyo
conjunto hacía emerger una dinámica de labores y intercambios dirigidos al sostén más básico de la producción
del comité, y que se encontraban reforzados por el clima de camaradería que surgía del hecho de compartir un
mismo dolor (L. M. Panizo 2009).

Me ha gustado involucrarme más porque yo sé que ellas necesitan (…) aquí hay mucho trabajo, se necesita trabajar, se
necesita la cooperación de todos, porque de todos es el problema y aunque sean de hijos diferentes, pero el problema
sólo es uno. Entonces eso es lo que me ha hecho entrar, poco a poco, a COFAMIPRO, porque COFAMIPRO no es de un
brazo, necesita muchos brazos, necesita muchos cerebros, necesita muchas opiniones (…) si tenemos todos un
problema que todos nos agarremos de la mano porque entre más fuerza tenemos, sé que vamos a cumplir, pues, la
lucha, vamos a salir adelante (…) yo vengo de afuera, no tengo mucho tiempo pero yo hago el tiempo, porque andamos
todos por la misma situación, es una búsqueda, todos compartimos lo mismo, hijos, esposos, lo sea, pero es una
318
búsqueda y si queremos tener noticias de algo, buena o mala, tenemos que estar dentro de COFAMIPRO, sentir lo que
COFAMIPRO hace [Vilma Maldonado, COFAMIPRO, entrevista personal, 15-4-14].

El vínculo colectivo, como ha señalado Panizo, surge del dolor común y del sentimiento de camaradería e
identidad que este hace surgir entre las integrantes de lo que Bejarano (2002) ha llamado “motherist-based-
groups”. La economía emocional asociada a este vínculo e identidad, configura un entramado que emula las
relaciones familiares o de parentesco, razón por la cual muchas integrantes del comité, como se refleja en el
epígrafe con que inicia este acápite, representan al grupo como una familia. No es casual que sea un vínculo de
parentesco el que refuerce los lazos entre mujeres cuyo dolor común es justamente haber perdido a un hijo o
un pariente. La representación que se produce en relación al desaparecido como hijo, y que se pone a circular
en discursos mediáticos y organizacionales (sobre todo en el marco de coyunturas de búsqueda como las
caravanas), corresponde a la representación que se produce en relación al comité como familia.

Por otra parte, como suele ocurrir con la distribución social del trabajo en planos más amplios, sobre esta
gestión colectiva de cuido es que se asentaba una dinámica de trabajo más bien administrativa y de gestión por
parte de la junta, que era la que producía al comité en su devenir macro político, institucional y organizativo.
Estos círculos de trabajo aportaban también su labor en coyunturas específicas o ante la necesidad de gestionar
eventos puntuales. El mejor ejemplo son las caravanas, cuando las participantes dejaban casi por completo su
dimensión laboral doméstica para trabajar en torno a un proceso de búsqueda que implicaba un gran desgaste
personal y colectivo. Pero este no era el único caso pues estaban también las celebraciones anuales como la
semana del migrante (diciembre) o el día del migrante mutilado, o eventos más coyunturales como campañas
específicas (contra la trata, en defensa de repatriaciones dignas de los niños, etc.). En todos estos momentos el
equipo de trabajo del comité se ampliaba para garantizar mantener una capacidad de realización. Para algunas
integrantes el apoyo podía incluso tomar la forma de aportaciones pecuniarias personales:

COFAMIPRO ahorita tiene un gran problema de sacar esos papeles que se necesitan de personalidad jurídica, se
necesitan para ya, eso es para ya, eso no es para estar esperando (…) COFAMIPRO no tiene ayuda de lo que es en sí el
gobierno, que si el gobierno ayudara fuera otra cosa (...) yo creo que nosotros como personas, padres de familia, como
cuñados, como hermanos, como lo que dianche ustedes quieran ser, dar una cuota para tenerla guardada porque sí hay
gastos en COFAMIPRO (…) la institución necesita porque nosotros nos necesitamos (...) como nosotros necesitamos
acobijarnos en ella, también ella necesita acobijarse en nosotros (…) se necesita dinero para sacar lo del abogado
[personería jurídica], dijeron que estaba como a 26 mil lempiras que faltaban. Es un gran dinero y el dinero no se
encuentra en la calle, se necesita que nosotros apoyemos, como sea, apoyarle [Vilma Maldonado, COFAMIPRO,
entrevsita personal 15-4-14].

319
Proceso de autoformación del COFAMIPRO: curso de lectoescritura de y para integrantes del comité. Fotografía propia.
320
Proceso de autoformación del COFAMIPRO: curso de lectoescritura de y para integrantes del comité. Fotografía propia.

Los perfiles de las integrantes de la junta eran variados y contrastantes, y sobre estos es que se movía una
dinámica de fuerzas y tensiones, una micro política de grupo que hacía surgir conflictos y complicidades,
tensiones y afinidades, desacuerdos y empatías que no eran para nada estáticas, sino que se iban
reconfigurando en una geometría de poder (Massey, Power-Geometry and a Progressive Sense of Place 1993)
dinámica. Nelly, la presidenta, tenía una personalidad encantadora y una presencia que jamás pasaba
desapercibida. Con un humor fino y perenne, una risa contagiosa que rápidamente se podía tonar en tristeza y
conmoción, y una arenga elocuente e informada pero al mismo tiempo llana y coloquial, se había ganado el
respeto de todas las madres que no habían dudado en reelegirla por más de 10 años consecutivos, lo que le
proporcionaba importantes cuotas de capital simbólico (Bourdieu 2000)235. Como el de otras integrantes de la
junta, el de Nelly era un caso en el que se generaba una especie de círculo en el que la especialización era
producto de la función y la función producto de la especialización.

Marcia, por su parte, mostraba también una gran fuerza que se reflejaba en su rigurosidad y diligencia con
las tareas administrativas. Aunque su hermana Alba era formalmente la tesorera, Marcia era quien se
encargaba del manejo y control del dinero, también era responsable de las contrataciones de servicios,
compra de activos, pago de honorarios profesionales (a la abogada y psicólogos), entre otras tareas. Pero
también cumplía tareas de representación del comité en espacios nacionales e internacionales, lo que al

235Para cuando nos conocimos su esposo había muerto de cáncer hacía tres años, “en el hígado, se lo llevó en tres meses”; a raíz de
esto estuvo apunto de salirse de la organización, pero en un taller de atención psicosocial sobre el luto con el FONAMIH “agarró nuevas
fuerzas” y desde entonces su rol en el colectivo no ha hecho sino crecer.
321
igual que Nelly le había dado oportunidad de un proceso de aprendizaje que se traducía en una marcada
especialización. Con un estilo que no escatimaba en el ejercicio de su autoridad, lo que en ocasiones podía
tocar ciertas sensibilidades, Marcia solía imponerse en las dinámicas internas de la junta, incluso en algunas
ocasiones en contradicción con Nelly, la otra gran fuerza del comité.

Édita era una sobreviviente de la “vieja guardia”, de cuando no había financiamiento internacional ni oficinas,
cuando todo se hacía artesanalmente, sin internet ni computadoras, sin cédula jurídica ni profesionales a bordo;
era de la época de las iniciadoras, estuvo en las primeras caravanas, fue íntima de la prócer Emeteria Martínez (la
madre de Marcia y Alba) y protagonista ella misma de los primeros triunfos del comité. Además tenía otro rasgo
que la hacía destacar dentro de la junta: era la única que estaba ahí por una hija, en el caso de Nelly se había
integrado por un sobrino y en el de Marcia y Alba por su hermana; esto le imprimía un carácter distinguido, un
lugar particular dentro del colectivo (Bourdieu 2002), que le proporcionaba un capital simbólico particular
(Bourdieu 2000), y un estatus moral que era reconocido por todas las integrantes de la asamblea. “Sabe lo que es
el dolor de una madre que ha perdido a su hijo” me dijeron varias de las madres de la organización, un rasgo
importante, como veremos, en la construcción discursiva en torno al comité. Con un estilo menos autoritario y
más conciliador, la personalidad de Édita la relegaba a un lugar más de asesoría que de toma de decisiones, y
aunque había llegado a representar al comité en espacios fuera de Honduras, esta era una labor que dejaba más
para Nelly y Marcia.

Con una estilo más bien sigiloso y humilde, Alba era quien se mantiene más al margen de la dinámica micro
política del comité, más afuera de la geometría de poder que emergía en torno al quehacer de la junta
directiva. Sin ser confrontativa pero tampoco ausente, con un tono más religioso en sus motivaciones que las
otras compañeras y con una condición cardíaca que le dificultaba la movilidad, Alba se dedicaba más a la
carpintería cotidiana, a las pequeñas tareas de gestión, organización, comunicación que eran indispensables
para la producción de los grandes eventos.

Una de las tareas más frecuentes, casi cotidianas del comité, era la documentación de casos. El COFAMIPRO es
muy probablemente la instancia que tiene el registro más completo sobre casos de migrantes desaparecidos de
todo el departamento, sino es que en todo el país. Como lo ha sido desde el nacimiento de la organización,
Radio Progreso es la principal fuente de difusión sobre la existencia del comité y la razón por la cual se acerca la
mayoría de la gente, aunque la difusión por otros medios como el contacto directo, las redes sociales, la prensa
e incluso la televisión, es cada vez mayor, sobre todo durante coyunturas específicas de movilización o acciones
de incidencia. Formalmente la tarea de documentación le correspondía a Édita en su calidad de secretaria,
pero durante mi estancia pude ver a varias de las integrantes de la junta realizando esta labor.

Es raro que haya un día en que no venga un caso, hay veces que es de repatriación, tal vez su familiar ha muerto en
México o Estados Unidos, hay veces que está privado de libertad, también hay veces que es caso de desaparecido, que
desde que se fue nunca llamó, nunca se comunicó con su familia, también casos de muchachas que estaban en
prostíbulos, y vienen casos de extorsiones también, pero prácticamente esos casos de extorsiones son pocos y nosotros
no trabajamos con esto, nada más miramos a ver dónde se puede mandar el caso, con quién se puede remitir [Édita
Maldonado, entrevista personal, 1-4-14].

Efectivamente la mayoría de los casos son sobre lo que comúnmente llaman “desaparecidos”, aunque durante
mi estancia estaba entre las integrantes de la junta la discusión sobre la nomenclatura, motivada un poco por
los talleres de las agencias de cooperación, y el dilema era entre decir “desaparecidos” o “no localizados”. Al
menos hasta julio de 2014 el comité tenía una base de datos de 485 casos de personas “desaparecidas/no
localizadas” y 60 personas presas fuera del país. El formato que se utilizaba era una ficha de dos cuartillas que
incluía los datos personales básicos, descripción física (minuciosa, especialmente en torno a lo que llaman
322
“señas particulares”), fecha de salida del país, fecha de incomunicación, ultima localización conocida, contexto
en el que se encontraba en ese momento, y una pregunta abierta para incluir cualquier otro dato relevante. El
momento de documentación cuando llegaba algún familiar a presentar el caso ante el comité era crucial, pues
después era más complicado obtener información detallada que era indispensable para los procesos de
búsqueda. Es por esto que la labor requería de gran pericia y exhaustividad en el momento de la entrevista, de
una especialización y gran conocimiento sobre las tecnologías de búsqueda.

El joven con el que conversa Édita es Oscar, viene desde Tegucigalpa, están abriendo un expediente para su hermano
que tiene ya 6 años desaparecido. Édita va lanzando las preguntas como quien las ha memorizado de tanto hacerlas;
pregunta y escribe, pregunta y escribe, lento, pero escribe cada detalle, cada detalle es importante. “¿Hace cuánto que
salió? ¿Cuándo fue la última vez que se comunicó con ustedes? ¿Cuál es la última información que tienen de él?
¿Dónde estaba la última vez que supieron de él? ¿Tenía marcas de nacimiento, cicatrices o tatuajes? ¿Qué edad tendría
ahora?”. Luego le solicita copia del acta de nacimiento, dos fotos de rostro o cuerpo completo, a color, tamaño carta y
laminadas (es la que se va en cada caravana y actividad pública) para completar el expediente [Diario de campo, 30-3-
14].

Pero también demandaba una gran sensibilidad y herramientas psicosociales para realizar técnicas de
contención emocional cuando se hacía necesario, como en el ejemplo que narré antes. Durante el proceso de
entrevista era frecuente que el familiar estuviera en una situación emocional que en cualquier momento podía
generar descompensaciones, por lo que la persona que hacía la entrevista debía estar muy pendiente de esto.
Desde mi primer día en las oficinas del comité pude ser testigo de la documentación de un caso, momentos
muy angustiantes en los que el dolor palpable del familiar saturaba el ambiente; aunque hacia el final de mi
estancia ya no me sobresaltaba tanto, no dejó de ser una escena difícil, llena de contrastes, emotiva y
enmarañada. La carga emocional se mezclaban muchas veces con una actitud que podía, en ocasiones, parecer
fría por parte de quien documentaba el caso, que durante la entrevista poco se detenía a consolar o suavizar el
impacto en la persona doliente, lo que muchas veces dejaban para el último momento.

Nosotros siempre decimos que cuando la persona quiera exponer el caso a COFAMIPRO tiene que ser voluntario,
porque nosotros tampoco cobramos. Todo lo hacemos con voluntad. Y lo más importante para COFAMIPRO, y para las
que estamos aquí en la oficina, es la atención al familiar. Que la familia se sienta apoyada, que el familiar no se sienta
solo, que mire que tiene quién le puede ayudar y le puede apoyar y orientar (…) Empezamos a escuchar a la persona,
porque eso es muy importante para poder saber qué palabras decirle y qué es lo que sigue, en su caso qué es lo que
vamos a poder hacer, y luego qué sigue. Entonces, de inicio se le toman los datos, se le pide una fotografía ampliada y
laminada del familiar, y se le pide la partida de nacimiento o cédula de la persona que se haya ido. También, se le
pregunta cómo es físicamente. Y luego, pues donde vive la persona, número de teléfono para poderla contactar por si
tenemos alguna información durante el caso [Marcia Martínez, vicepresidenta del COFAMIPRO, entrevista personal,17-
5-14].

Estas labores de documentación constituyen un conjunto de tecnologías de reconstrucción de personas que se


ponen a funcionar a partir de la memoria de los familiares, que es el contenido prioritario de los procesos de
búsqueda. Dicho más clara y concisamente: se busca a partir del recuerdo, de su aspecto físico, de sus rasgos
de personalidad, de su última localización, etc.; y es por eso que afirmo que el lugar del desaparecido es la
memoria. Son, entonces, los trabajos de documentación de casos, tareas dirigidas a la producción de los
primeros rasgos de la figura del desaparecido, los primeros contornos de su representación física, emocional y
de personalidad, todas las cuales constituyen potenciales referentes de búsqueda. Es una producción en la que
intervienen por un lado los familiares (para nuestro objeto principalmente las madres), poniendo a circular los
objetos de su memoria, y por otro las integrantes del comité operando como facilitadoras, catalizadoras del
recuerdo con sus preguntas, sus guías, su experiencia; pero también encargadas de la contención psicológica y
emocional que provoca el recuerdo, figuras que desde la empatía que les permite el haber vivido el mismo
dolor, pueden ayudar al otro a vislumbrar la posibilidad de ir más allá de este, de reconvertirlo en voluntad.
323
Una de las primeras ocasiones en que tuve oportunidad de presenciar el momento de documentación de un
caso [Diario de campo, 1-4-14], fue cuando llegaron a a las oficinas del comité dos hombres mayores,
campesinos, venían a buscar apoyo por el caso de la hija de uno de ellos. Uno más humilde y pobre, justamente
el padre de la desaparecida. Calzaba unos zapados negros de cuero casi sin suela y llenos de polvo, un pantalón
de algodón café deshilachado en los ruedos, una camisa blanca percudida y un sombrero de paja; su rostro era
arrugado y mostraba una mueca de asombro permanente ante todo lo que miraba o le decían. El otro, mejor
vestido y más elocuente, se mostraba seguro y en ocasiones hasta sonriente; era el primo del padre de la
muchacha, que lo había traído en su coche desde Santa Rosa de Copán, a unas cuatro horas de viaje. “Él no
entiendo mucho” me decía refiriéndose al señor, “son del cerro, mi primo no sabe ni escribir” agregaba sin
ningún reparo de que lo escuchara. El padre, como ausente, se me acercaba y me mostraba despacio la foto de su
hija para ver si la reconocía.

Buscando la fotografía de un desaparecido. Fotografía propia.

Los hombres venían acompañados de la hija de la “desaparecida”, una niña de nueve años seria e inteligente
que fue quien contestó la mayoría de las preguntas que iba lanzando Édita, pues el padre o desconocía muchos
detalles sobre su hija y o se encontraba tan conmocionado que no podía acceder al recuerdo. “Dicen que está
en la cárcel”, dijo la niña seria al final de las preguntas mientras miraba a Édita anotar todo en una hoja. El
padre quería saber cuándo era la próxima caravana y qué tenía que hacer para asistir; su desesperación era
evidente y la respuesta que le dieron no lo consoló en lo absoluto: “para ir a la Caravana hay que tener el
pasaporte al día y por lo menos 1 año de participar activamente en COFAMIPRO, además es sólo para las
madres, solo mujeres”, le dijo Édita seria y la mueca del señor se descompuso aún más, “pero tenga por seguro
que la fotografía de su hija irá en cada Caravana” le dijo poniendo la mano sobre su hombro, “en cada visita
que se haga a México, y muchas de las pistas surgen así, de las fotografías”, agregó Édita como consuelo.
324
Otro caso fue el de don Pedro Martínez236 [Diario de campo, 7-5-14], un señor de unos 44 años, habitante de
una comunidad cercana al Lago de Yojoa en el departamento de Comayagua. Don Pedro buscaba a su hijo,
Mario, de “22 años, 1.73, pelo negro y de contextura delgada”. Sospechaba que se había ido entre diciembre y
febrero pero no estaba seguro, “yo estaba en España” decía como justificándose. Don Pedro había viajado para
buscar trabajo, se había ido desde principios del año pasado pues varias de sus hermanas vivían allá desde
hacía unos años. Había acordado con Pedro que al encontrar un trabajo estable y solventar un poco las
finanzas le enviaría dinero para que también se fuera a España, pero es nunca ocurrió, nunca logró ahorrar lo
suficiente y el viaje se fue postergando; mientras tanto, varias de sus hermanas mandaban a traer a sus hijos.
Eso angustia a don Pedro, teme que su hijo “se haya decepcionado de que se iba quedando solo, y que no
mandábamos a traerlo a él, porque ya todos sus primos se iban yendo”.

Don Pedro regresó de Europa hacía tres meses solo para encontrarse
con la ausencia de su hijo, “estoy preocupado” decía bajando la
mirada y poniéndose a llorar, “porque hace poco mataron a varios
muchachos y uno ya apareció enterrado, y varia gente de la
comunidad me ha dicho que mi hijo es de los enterrados”. Pero
recientemente sus esperanzas habían cobrado nuevas fuerzas pues
había recibido noticias de dos amigos de su hijo mayor, el hermano
de Mario, de que lo habían visto en el albergue La 72 hacía a penas
unos 2 meses. Con cada pregunta que hacía, don Pedro parecía
buscar respuestas que lo hicieran sentir mejor, que le disiparan un
poco la culpa de no haber estado en Honduras cuando su hijo se fue y
no haberlo “mandado a traer” a España como le había prometido. El
día que lo conocí me comprometí a consultar al albergue para que
revisaran sus bases de datos, me dio la foto de su hijo para enviarla a
los encargados. Édita le tomaba los datos y abría el expediente; don
Pedro, preparado con anticipación, traía ya todos los documentos
que se solicitan. Al despedirse me dio la mano varias veces, nos
Don PedroMartínez y su hijo. Fotografía propia. agradeció y nos invitó a su casa, “allá podemos ir a pescar”, nos decía
sonriendo.

Un mes después don Pedro estaba de regreso en la oficina [Diario de campo, 2-6-14], “vine a traerles algo de mi
pueblo, yo mismo lo pesqué”, nos dijo mientras destapaba un pescado entero frito que de inmediato nos hizo la
boca agua. Marcia le dijo a su sobrino que fuera corriendo por limones, tortillas y una pepsi, y armamos la comilona.
“Es que ustedes pasan aquí trabajando y me imagino que ni comen bien”, decía don Pedro mientras repartía una
porción a cada una; claramente la visita iba dirigida a dar seguimiento al caso de su hijo, pero también a establecer
un vínculo con las integrantes de la junta directiva, una relación de reciprocidad que estaba fundando en el regalo.
Pero no cualquier regalo, lo que llevó fue comida, “porque me imagino que no comen bien” por estar trabajando, un
don de cuido, una forma de reconocer y reproducir el trabajo que, en útlimo término, don Pedro esperaba que lo
ayudara a encontrar a su hijo.

236 Identidad protegida.


325
4.2.4 El lugar del dolor y la voluntad: atención psicosocial y procesos de formación

Mire, es que… COFAMI ha hecho cosas grandes. Recibir esto de personas que… de repente ni los familiares lo acompañan a uno… Porque
no crea que todo en la vida es dinero, uno ahí se da cuenta. En esos momentos que el dinero no todo lo arregla, sentirse acompañado… y
ellas no escatiman ni en la hora de sus comidas para acompañarnos, por no dejarnos caer en el abandono, imagínese usted que nosotros
tenemos hasta psicólogo, que de aquí cada vez que yo vengo a consulta con la psicóloga me levanto otra. Bueno, siento como si
estuviera despertando. Como se levanta uno aquí.

Doña Leti, integrante del COFAMI, 22-4-14

¡No! COFAMI para nosotras las madres ha sido una gran ayuda (…) ellas nos dan a nosotros un gran aliento (...) ha sido un gran alivio
y un gran apoyo porque ellas siempre están con uno. Acá el dolor de uno es del otro, el dolor mío es de la otra porque en lo mismo
andamos: si yo he perdido a mi hijo, la otra ha perdido el de ella, tía, mamá, lo que sea, es un ser querido para uno. Y yo, pues,
cuando vamos ahí y si mira que se encuentra alguien de otra compañera, yo doy gracias a dios porque por lo menos ya encontró a su
hijo y ya ella… pues ya es una alegría para todas, porque todas andamos en lo mismo.

Haydee Luque, integrante del COFAMI, 23-4-14

La búsqueda del desaparecido implica una mirada atenta y constante, trasladarse a México, detectar pistas,
visitar comunidades, ingresar a cárceles… tareas desgastantes y constantes que demandan esfuerzo y trabajo
por parte de un colectivo de familiares, en su mayoría madres, que se encuentran además en condiciones
precarias y adversas. Las energías vitales para buscar al desaparecido no vienen por añadidura, no surgen
simplemente por el hecho de su ausencia; la mayoría de estas mujeres no tienen los recursos ni las energías
para emprender estas labores. Es por esto, que antes de ser una organización que busca, el COFAMIPRO es una
organización que produce las condiciones para la búsqueda; en términos económicos podría decirse que antes
de producir la mirada atenta y constante, reproduce las condiciones vitales y afectivas necesarias para que
dicha mirada emerja y se mantenga.

Una de las labores con que inicia la historia del comité y que permanece en el centro de su proceso
organizativo hasta la fecha, es el de producir un espacio “para ir a llorar” (ver acápite 4.2.2), ofrecer a las
mujeres integrantes de la organización un lugar y un momento apropiados para desahogar emociones y
reconstituirlas de cara a continuar con el trabajo cotidiano de cuido en sus casas (Hochschild 2008) , lo que
muchas veces implica el cuido de los hijos del o la desaparecida, y los esfuerzos colectivos de incidencia y
búsqueda. Quisiera insistir en esto, el lugar que ofrece el comité en un primer momento, opera como un
territorio emocional cuya apropiación pasa por la circulación de emociones individuales de dolor vinculadas a la
ausencia, y su reconversión como emociones colectivas de voluntad, vinculadas igualmente a la ausencia.

Dicha exteriorización y circulación colectiva de emociones, permite una reconstitución psicoemocional que
resulta indispensable para que las mujeres organizadas cuenten con condiciones para realizar dos tipos de
tareas: las de cuido vinculadas al espacio doméstico, y las de incidencia y búsqueda, vinculadas a los
agenciamientos de la organización. En este sentido, los procesos de atención ofrecidos surgen como
mecanismos para crear condiciones que permitan la realización de ciertas formas específicas de trabajo
(doméstico y organizativo), por lo que constituyen también mecanismos que crean condiciones para la
posterior generación de valor.

La producción material de este espacio (inicios del comité, luego reuniones, talleres, procesos de atención
psicosocial) tiene como correlativo la producción subjetiva de un “dolor común”, la emergencia de un discurso
identitario que las vincula desde el dolor de la pérdida y la voluntad de la búsqueda (Da Silva Catela 1998, 97;
Panizo 2009, 73). Tanto el discurso como el espacio para el dolor han tenido un proceso de evolución y
estilización durante estos años de trabajo, siendo que el primero ha llegado a cristalizar en formas muy
326
delineadas, aprehendidas e incorporadas de enunciación y el segundo en espacios de atención psicosocial y
terapéutica, tanto colectivos como individuales, de nivel profesional y de manera sistemática.

Los testimonios que se presentan como epígrafes de este acápite nos muestran el valor que tiene para las
integrantes del comité este trabajo de acompañamiento y apoyo, este conjunto de tareas que se ofrecen como
servicios y que permiten configurar espacios y discursos de dolor, pero también espacios y discursos de
voluntad, “me levanto otra” dice doña Tina al referirse a estos servicios que, como veremos, permiten hacer
común un conjunto de afectos que en un primer momento emergen como individualizados, y que al surgir la
conciencia de que “el dolor de uno es el del otro” se tornan en materia prima de procesos de politización que
desembocan en agenciamientos colectivos de búsqueda e incidencia.

En este acápite se exploran las labores y formatos bajo los que, al momento de mi trabajo de campo, el
COFAMIPRO producía estos espacios para el dolor, para trabajarlo pero también para producirlo en tanto dolor
común, punto de anclaje de la identidad y la voluntad de búsqueda de la organización, pero también
condiciones básicas para la reproducción de una economía emocional de sus integrantes, en medio de las
circunstancias de carencias y trabajo en que se desarrollaban sus labores de cuido cotidiano. Como decía antes,
lo que en los inicios de la historia del comité era una práctica casi intuitiva, sin mediaciones ni elaboraciones,
un mecanismo primario de identificación y apoyo mutuo para atender el dolor de la pérdida y la ausencia, se
ha ido convirtiendo en un servicio técnico y profesional de atención especializada que desde lo que la
organización denomina “atención psicosocial”, apunta a contener y trabajar la pérdida, la tristeza, la depresión y
la melancolía. Asimismo, este trabajo de contención ha permitido abrir nuevos espacios que yendo más allá del
dolor, permitan generar procesos de formación interna de cara a producir condiciones que son fuerza motora
de la mirada que busca y demanda.

El lugar del dolor.

Esto es puro amor, puro cariño. Me acuerdo del dolor que a la vez siento, la muerte de mi hija son nueve años… Ayer,
los dos señores que vinieron… llorando él, por su hija, vino a dejar el informe de su hija, y luego le llaman [para decirle]
que está muerta… Yo a mi hija la encontré y la enterré, el señor me tenía para ayudar a los demás… que ¡cuántos miles!
me va a decir que están necesitándolo. Necesitándolo que nosotros los ayudemos… a veces con una palabra de aliento,
con una palabra de consuelo… a veces ya ni palabras tenemos que decirles… [Édita Maldonado, fundadora y actual
secretaria de la Junta Directiva del COFAMIPRO, entrevista personal, 1-4-14].

Ante el dolor, el amor; el acompañamiento primario por parte de personas que han vivido situaciones de
pérdida semejantes a quienes se acercan al comité para documentar sus casos, las primeras palabras de
esperanza, los abrazos, los testimonios sobre personas que han sido encontradas, van dirigidas a aliviar el dolor
y hacerlo común, compartido, pero al mismo tiempo proyectan un vínculo, un afecto que estrecha sus pérdidas
y apunta a proyectarlas como voluntad colectiva. En sus inicios, estas tareas de contención se realizaban de
manera más emotiva que técnica, sobre la base del “puro amor” como decía Édita. Sin embargo, con el tiempo
esta atención primaria se fue percibiendo como insuficiente, tanto por la cantidad de casos que llegaban al
comité, como por la falta de herramientas técnicas por parte de las integrantes de la junta para trabajarlos de
manera sistemática. Es por esto que se ha procurado abrir espacios de atención especializada, “a veces ya ni
tenemos palabras que decirles” reconoce Édita.

Desde finales del año 2013, con fondos de la FJEDD, el COFAMIPRO integró a su equipo técnico dos psicólogos
de SPS, Arlette Aureoles y Allan García, a quienes habían conocido durante unos procesos de capacitación en
Guatemala. La incorporación de los profesionales se hizo con el objetivo de desarrollar procesos de atención
327
psicosocial sistemáticos que, tanto a nivel individual como en espacios grupales, fueran atendiendo por etapas
a las integrantes de la asamblea del comité. Aunque la primera tarea de los psicólogos fue notificar a familiares
de nueve de las víctimas de la masacre de Cadereyta ocurrida en Nuevo León en 2012 (sobre este proceso se
profundizará en el acápite 5.3), ese mismo año empezaron también a trabajar en la atención de un grupo de
familiares integrantes del comité. Así recuerda la licenciada Aureoles los inicios de su trabajo:

Se nos platicó trabajar con un grupo de madres, fuimos invitados a una asamblea de COFAMIPRO en el mes de febrero
[de 2014] (...) entonces ahí tuvimos una pequeña participación de explicar qué es lo que estábamos haciendo, para qué
estábamos, la gente se nos acercó a ver si les podíamos ayudar (…) Y entonces se planteó por parte de COFAMIPRO que
si podíamos tener un grupo de 16 a 20 madres escogidas, seleccionadas, que no han sido notificadas de muerte o de
encuentros de los cadáveres o de su persona viva, madres que no saben o han perdido el contacto (…) Entonces
empezamos con 16 madres, empezamos en marzo y ahorita la tercera [sesión] que es en mayo. Planeamos sesiones
grupales mensuales con ellas, la primera reunión [fue] de conocernos, de expresar por qué estabas ahí, cuál era tu
problema, o por qué llegaste a COFAMIPRO. Entonces ahí fueron diciendo “bueno mi hija se fue y a los 5 años, o a los 3
años perdí contacto con ella”, o “mi hijo se fue y desde que se fue no tengo ningún contacto” (…) Hicimos una actividad
en la cual descubrimos que habían personas que necesitaban ayuda individualizada (…) personas que en el grupo sólo
lloraban, lloraban, lloraban....o sea, hablaban y lloraban, hablaban y lloraban. Entonces, a mediados de marzo empezamos
con la atención individualizada [Licda. Arlette Aureoles, psicóloga del COFAMIPRO, entrevista personal 16-5-14]

Ante la necesidad y el perfil de algunas personas dentro del grupo se establecieron las dos vías de atención,
grupal e individual. La selección de los casos y las mujeres con las cuales se habría de trabajar en cada etapa era
prerrogativa de la junta directiva y luego, con el avance del proceso, los psicólogos iban haciendo
recomendaciones. Cuando las conocí llevaban seis meses de haber iniciado el proceso, según Rosa Nelly
Santos, presidenta del comité, al iniciar “se escogieron los casos que lo ameritaban”, quienes más lo requerían
y quienes tenían una participación activa en el comité, se formó un grupo de veinte mujeres con las que Arlette
trabajaría en sesiones individuales los viernes y en espacios grupales que al principio eran cada dos semanas, y
luego cada mes237. La atención individual, como indicó la licenciada, fue una propuesta de los psicólogos al
detectar, mediante “herramientas psicológicas” y “tests y pruebas”, condiciones psicoemocionales que
afectaban tanto a la persona como al proceso colectivo evitando su avance en grupo, pues las madres más
afectadas, las que “sólo lloraban”, dificultaban el proceso a otras madres que estaban en condiciones para
hablar de su situación. Igualmente se tomaban en cuenta casos de personas cuyas conductas mostraban un
estancamiento emocional y dificultades para continuar con las actividades de su vida cotidiana. Aureoles
recuerda especialmente un caso,

esta señora pasaba 5 ó 6 horas, desde las 6 de la mañana hasta las 12 del mediodía la pasaba en el gimnasio. Llegaba,
no hacía comida, quien hacía la comida de la casa era la nuera [esposa de hijo que se fue], se bañaba, comía y se
acostaba a dormir, y al día siguiente se levantaba y a hacer la misma rutina. ¿Qué clase de vida es esa?, tiene una hija a
parte, ella también quedó con otra hija adolescente. Entonces, tú me pones a mí [frente] a otra que sí, [también]perdió
a su hijo, pero que está trabajando, que hace manualidades, que si la llaman para cuidar unos enfermos ella va. O sea,
¿quién necesita más la ayuda inmediatamente?, la necesita la madre que está como robotizada, del gimnasio a la casa,
de la casa al gimnasio [Arlette Aureoles, entrevista personal, 16-5-14].

Como ya he mencionado, la situación de liminalidad que marca socialmente al desaparecido238, puede llegar a
reflejarse en sus parientes colocándoles en una situación que podríamos denominar de liminalidad emocional,

237 Los criterios de “necesidad” y de “participación activa” constituían un filtro permanente en la organización; por ejemplo, para decidir
quiénes participarían en las caravanas de búsqueda en México, se tomaba en cuenta personas cuyos casos tuvieran pistas reales, pero
sobre todo personas que tuvieran una asistencia frecuente a reuniones y talleres de la organización, que participaran regularmente de
sus actividades cotidianas en la oficina y que apoyaran con su trabajo voluntario la labor de la junta directiva. Esta era una forma de
afianzar el vínculo con integrantes que participaban más intensamente del trabajo colectivo para mantener la organización.
238 Retomando a Van Gennep y a Victor Turner, Da Silva y Panizo han conceptualizado las situación social del desaparecido como una de

liminalidad, pues ya no están clasificadas como vivas al tiempo que aún no están clasificadas como muertas, lo que hace surgir
328
cuyos principales rasgos se expresan en la imposibilidad de realizar el proceso de duelo, lo que impide que a su
vez el familiar pueda ser socialmente agregado a la comunidad para continuar con la vida. Como ha señalado
Panizo, “[a]l desaparecido en tanto persona liminal le corresponde una muerte desatendida en la cual la
transición, característica de los rituales de paso, se convierte en condición permanente” (Panizo 2011, 27). En
este punto el ritual mortuorio, así como los referentes materiales y simbólicos asociados (tumba, túmulo, etc.)
constituyen puntos de transición que permiten salir de la liminalidad y la indeterminación, y ser socialmente
agregado y clasificado. La ausencia de cuerpo, entonces, impide la realización de dichos rituales y la
instauración de los lugares de culto239. En este sentido, la atención psicosocial brindada por los psicólogos
apuntaba a establecer mecanismos colectivos para salir de la situación liminal por otros medios que no fueran
el ritual mortuorio y el duelo, sino la reconfiguración emocional del dolor individual en dolor común, primero, y
posteriormente en voluntad colectiva.

Pero los procesos de atención a penas incorporaban a una pequeña parte de la asamblea de integrantes y la
mayoría aún no había podido acceder a este servicio. Según Aureoles uno de los principales desafíos del mismo
era “el recurso económico (…) hay más o menos 400 casos documentados de los cuáles no llevamos ni la mitad
(...) actualmente estamos viendo 24 casos, o sea que no llegás ni a un cuarto” [16-5-15]. Por otra parte, fuera
de los fondos aportados por la FJEDD no existían más recursos para sostener los procesos de atención
psicosocial; en una ocasión le pregunté a la Licda. Aureoles si habían tenido algún tipo de apoyo estatal, su
respuesta fue enfática: no sólo no lo hay, sino que además, en su opinión profesional, el estado debería estar
ofreciendo atención a la mayor parte de la población nacional, pues la situación de violencia y precariedad que
se vive en el país exige atención psicosocial generalizada [16-5-14].

Aunque nunca pude ingresar a una sesión de atención psicosocial, registré muchas impresiones y percepciones
de parte de las mujeres que asistían, así como de Aureoles y García, además pude presenciar en numerosas
ocasiones charlas entre los psicólogos y alguna de las madres, que aunque no era espacios formales de
atención, reproducción mucho de lo que en estas se trabajaba. A partir de estas experiencias y registros, mi
balance es que el objetivo central de la atención consistía en producir una refuncionalización de afectos; como
me dirían ambos psicólogos en varias ocasiones “trabajamos con el dolor”. Este trabajo se realizaba en dos
vías, por un lado se buscaba hacer del dolor individual un dolor común, lo cual se trabajaba en los espacios
colectivos, con el objetivo de hacerlo menos pesado y más manejable para cada una; por otro lado se buscaba
utilizarlo como medio para generar nuevas formas de voluntad que impactaran, igualmente, tanto en el plano
individual como en el colectivo, en el primer caso para permitir a las mujeres continuar con sus labores
cotidianas de cuido y auto cuido, y en el segundo para dinamizar las labores organizativas de búsqueda e
incidencia 240 . En otras palabras, el trabajo de atención psicosocial operaba como un mecanismo de
refuncionalización del dolor en términos de voluntad, generando formas de disposición al trabajo, tanto
doméstico como organizativo:

situaciones sociales que las autoras han llamado como “privación de la muerte” (Da Silva Catela, Sin cuerpo, sin tumba. Memorias sobre
una muerte inconclusa 1998, 98), o “muerte desatendida” (L. M. Panizo 2009).
239 Señala Da Silva que “La muerte nos enfrenta con una serie de obligaciones morales y de deberes particulares aprehendidos a lo largo

de la vida. La familia, los vecinos, los amigos pasan a constituir un grupo que debe expresar un comportamiento diferenciado, después
de la muerte de un ser querido. Cualquiera que sean sus sentimientos personales (…) se verán obligados durante cierto tiempo a
manifestar dolor, cambiando el color de sus vestidos y modificando su genero habitual de vida” (Rodríguez 2011, 95).
240 En este punto existe un paralelismo con respecto a otras situaciones de desaparición masiva de personas en América Latina; Ludmila

da Silva recupera el siguiente testimonio de la esposa de un desparecido durante la dictadura argentina: “Ahora, te aclaro que, no sé si
ya por mi marido o por cualquier desaparecido. Yo lo que quería en ese momento era que aparecieran desaparecidos. Porque cuando
entrás a trabajar a Familiares, entrás porque tenés un desaparecido, después el individuo desaparecido ya pasa a ser 30.000, por más que
no desoigas la identidad del tuyo, al contrario, yo la uso como blasón, el nombre, la militancia, pero son 30.000 (Da Silva Catela 1998, 97).
329
¿De qué te sirve pensar que tu hijo está muerto o está vivo cuando sólo tienes un plato de comida, o un alimento al día
que llevarte a la boca y no te lo llevas satisfactoriamente porque estás pensando si tu hijo tiene comida, si tu hijo tiene
dónde dormir, si tu hijo tiene esto, si tu hijo tiene lo otro... ¿de qué te sirve, en qué te beneficia a ti?. ¿Tú quieres una
respuesta de dónde está tu hijo o hija?, ¿cómo la vas a hacer si tú mismo te estás deteriorando? [Janet Aureoles 16-5-
14].

Abordar el dolor implica, en el caso del COFAMIPRO, trabajar la incertidumbre. ¿Qué estará comiendo? ¿dónde
estará durmiendo? ¿lo estarán tratando bien? ¿estará viva?, eran preguntas que surgían constantemente de
parte de las integrantes del comité en talleres, asambleas, actividades o conversaciones cotidianas. Era una de
las vertientes que constantemente debían abordar los psicólogos: “Entonces, vengo y entro al punto de vista
psicológico y les digo –es cierto, que usted tiene muchas preguntas, pero no tenemos respuesta, las respuestas
las tiene su hijo, su hija, su esposo, o su esposa, ¿sí? Pero si ellos no tienen la forma, o no pueden comunicarse,
mientras tanto nosotros tenemos que seguir adelante–” [Arlette Aureoles 16-5-14]. Como ha señalado Da Silva,

La desaparición trae consigo la falta del cuerpo y ello marca las actitudes de los vivos en relación con los desaparecidos.
Las formas clasificatorias de los familiares sobre la muerte conforman un sistema de categorías que giran alrededor
del concepto de la privación de la muerte. Pero esas clasificaciones no están encuadradas en respuestas y
afirmaciones o concepciones cerradas de lo que significa la desaparición de un ser querido, sino por continuas
preguntas, cuestionamientos y dudas (Da Silva Catela 1998, 100; énfasis propio).

La noción de “privación de la muerte” es útil para pensar la economía emocional de las y los familiares en
relación a su desaparecido o desaparecida, remite nuevamente a la cualidad liminal en que condensan la
ausencia del cuerpo y la incertidumbre. Permite abordar, además, el hecho de que la privación de una certeza
no es casual, la muerte queda suspendida porque las condiciones en las que se produce la desaparición no
permiten acceder a la verdad, existen responsabilidades sociales, actores involucrados que son parte de las
causas por las que la certeza sobre la vida o la muerte del ser querido es privada. La pregunta, entonces, puede
dar paso a la inmovilidad frente a la incertidumbre y la infactibilidad de contestarla, pero también puede dar
paso a una movilidad en busca de respuestas. Casos extremos de madres que dejan de comer al no saber “si
estará comiendo bien”, dan cuenta del ostracismo que busca romper la atención psicosocial que brinda el
comité, generar la conciencia de que “tengo que e seguir mi vida, esté o no esté él acá” [16-5-14].

Esta situación puede ser analizada por medio de un enfoque espacio-temporal, vinculado a la particular situación
psicosocial del familiar. Ya he dicho, siguiendo a las autoras citadas, que la liminalidad que adquiere el
desaparecido se refleja en sus familiares, que también quedan suspendidos en un lugar desclasificado, sin la
posibilidad de agregarse plenamente ni al lugar de los deudos, ni al lugar de los vivos. Esta liminalidad puede,
además, tener expresiones en las formas de producir el espacio cotidiano; dado que “el tiempo y el espacio
creado por la muerte se caracteriza por su intensidad y profundidad (…) el presenta rasgos distintivos del espacio-
tiempo cotidiano, rutinario, normal, dibuja profundamente su inicio y su fin (Da Silva Catela 1998, 98; énfasis
propio), se configura una situación de “inversión de la concentración espacio-tiempo” en relación a los efectos
sociales de la desaparición como ausencia del momento de muerte, surgiendo una forma específica de
espacialidad. La ausencia del momento de muerte extiende a tal punto la temporalidad del duelo, que el tiempo
se transmuta en espacio, la muerte emerge como un “lugar” en el que quedan suspendidos los familiares del
desaparecido, fijados en la ausencia terminan por habitarla, producirla junto al espacio y las trayectorias vitales
cotidianas. La desaparición opera, entonces, como una fuerza que transmuta el tiempo en espacio, fijando el
dolor, suspendiendo el ritual y localizando la ausencia, en sí misma, como algo que falta, como la ausencia que
habrá de llegar pero no llega, y que afora los referentes más inmediatos del habitar el mundo, la casa, la calle, la
habitación.

330
Como hecho social la muerte genera una modificación en el tiempo y en el espacio del grupo social afectado. Estas
mudanzas tienen como referente principal las obligaciones, los comportamientos y los ritos religiosos o seglares que
por un determinado periodo provocan una especie de intensificación de los sentimientos, emociones y estados
corporales. El tiempo y el espacio se concentran y como en una espiral, se vuelven profundos e intensos. ¿Qué pasa
cuando este tiempo-espacio no puede concentrarse, cuando se extiende por años, se mezcla con la vida cotidiana, se
dispersa o se concentra en periodos que no están directamente relacionados con el momento de la muerte? La
desaparición provoca una acción inversa a la concentración de espacio-tiempo requerida socialmente para enfrentarse
a la muerte. Los familiares de desaparecidos durante muchos años esperan, buscan, abren espacios. Esperan la vuelta
de ser querido vivo, buscan pistas, información precisa sobre el lugar, modo y fecha de la muerte, esperan el
reconocimiento de los cuerpos, esperan y exigen respuestas del Estado, exigen puniciones por las desapariciones (Da
Silva Catela 1998, 95-96)

Esta “inversión de la concentración espacio-temporal” suspende el tiempo y reifica el espacio, haciendo de la


cotidianidad un perpetuo lugar de ausencia; esto era frecuente verlo en los hogares de las madres de los
desaparecidos por medio de la elaboración de seudo altares (no eran altares, siguiendo a las autoras, porque no
había cuerpo) dentro del espacio del hogar, lo que implicaba que la ausencia pasaba a habitar la casa desplazando
en buena medida las dinámicas de circulación y producción del espacio (Lefebvre 1991), las trayectorias vitales y
ritmos (Lefebvre 2004) de quienes materialmente vivían en el lugar. De esta forma, asistimos a una producción
muy específica de una lugar muy particular del territorio migrante, el lugar del desaparecido incrustado en las
trayectorias de movilidad de sus familiares, quienes le recuerdan y le buscan. Dije antes que el lugar del
desaparecido es la memoria, pero esta constituye una forma de territorialización que se produce solo a partir de
los procesos de atención psicosocial y acompañamiento colectivo; mientras estos no se realizan, el lugar del
desaparecido constituye una espacialidad absoluta que se incrusta en la cotidianidad impidiendo la
continuación de los ritmos vitales de sus familiares, una territorialidad que coloniza la producción del espacio
cotidiano.

El desaparecido no tiene lugar, por lo que el suyo es todo lugar, está presente en cada trayectoria cotidiana de
la vida de quienes le buscan y esperan, su existencia social es paradójica, en tanto ausencia es una falta, su
ausencia como muerto está pendiente, suspendida, pero al mismo tiempo, esa ausencia invade todos los
rincones y momentos de la vida cotidiana, es un ausencia que falta pero también una ausencia ubicua. Pero
manejar la incertidumbre no es fácil, y el trabajo de acompañamiento se encuentra (a se pone a si mismo)
frente al desafío de aportar ideas para que las madres logren ir más allá de la pregunta, de la incógnita,
presentando incluso, en algunas ocasiones, argumentos que podrían parecer inverosímiles, lo cual da muestra
de los esfuerzos de los psicólogos por salir de la pregunta. “Yo les digo –pensemos que si ellos estuvieran aquí
[también] ellos se hubieran ido (…) hay mujeres en nuestro país, que tampoco quieren que sus maridos o sus
esposos se comuniquen con sus padres, entonces esto de una u otra forma tenía que pasar; que él decidió irse
del país, decidió irse del país, pero dentro o fuera del país eran una probabilidad que no se siguiera
comunicando con usted–” [Licda. Arlette Aureoles, psicóloga de COFAMIPRO, entrevista personal, DHD 16-5-
14].

Por otra parte, ir más allá de la incertidumbre implica producir la esperanza; ante la máquina de muerte y
desaparición que es para las personas migrantes el estado (mexicano y hondureño) y el crimen organizado, se
precisa una “máquina generadora de esperanza” (Nuijten 2003, 152-175), rol que cumple el COFAMIPRO al
producir, visibilizar y reiterar constantemente que el reencuentro es posible, que “han habido casos”, que
todos los años, en cada caravana, hay madres que encuentran a sus hijos. Aunque esta es una labor que excede
el trabajo de acompañamiento psicosocial, es uno de sus pilares. Como me dijo en una ocasión una señora
integrante del comité, “¿sabe qué le da aliento a una? Casos como el de una señora de Nicaragua, que

331
encontró a su hijo ¡luego de 36 años!; yo tengo 28 y sigo” [Diario de campo, 29-3-14]. En palabras de Marcia
Martínez, vicepresidenta del COFAMIPRO,

Nosotros nos sentimos muy bien de poder apoyar a estas madres y a todos estos familiares. Ellas al estar aquí en
COFAMIPRO entran con más confianza, ya se sienten que esa fe y esa esperanza les crece. Se han tenido resultados en
las caravanas, han habido muchos encuentros, entonces a ellas les aumenta la fe y la esperanza de que sí van a
encontrar a los de ellos y que también van a tener esa alegría, esa dicha de volver a abrazar a sus hijos [17-5-14].

Esta producción de la esperanza tiene como fundamento una concepción específica del desaparecido, una
elaboración colectiva de su estatus social que lo suspende en la liminalidad de la presencia y la ausencia, su
falta tiene efectos sociales y psicosociales que marcan la producción colectiva de la esperanza. Como vimos,
Laura Panizo sugiere que “con el paso de tiempo el desaparecido ha quedado enmarcado en una figura liminal
que hace referencia tanto a la a la muerte como a la vida. La falta del cuerpo y la imposibilidad del ritual no
permiten un reconocimiento social de la muerte, y los familiares entienden a sus seres queridos desaparecidos
como se res ambiguos y paradójicos” (L. M. Panizo 2009, 72). Y aunque, como vimos, esta ambigüedad se
proyecta en los familiares colocándolos a ellos y ellas mismas en una situación de liminalidad, surge también
como condición de posibilidad de la voluntad, de la continuidad de la vida, como la grieta en el vacío por la que
se cuela la esperanza. En este sentido el carácter suspendido de la situación social del desaparecido, expresa
efectos ambiguos, contradictorios y incluso dialécticos en su grupo familiar: por un lado suspende sus propias
trayectorias, haciendo de las personas deudos permanentes; pero por otro lado, la ausencia de clasificación
hace posible la vida, y por lo tanto la esperanza y la voluntad de buscar esa vida. Como dije en otro acápite, la
liminalidad emocional es condición de posibilidad de la voluntad indispensable para los agenciamientos de
búsqueda.

Pero el acompañamiento y la atención psicosocial que brindan Arlette y Armando no solo se dirige a personas
que buscan familiares desaparecidos y de quienes no tienen ninguna noticia, buena parte de los casos son
emergentes por notificaciones de familiares que han fallecido, ya fuera que habían sido identificados por
medio de pruebas de ADN y que podían haber fallecido hacía mucho o poco tiempo, o que habían muerto
recientemente durante su viaje al norte. Durante mi estancia fueron varios los casos de familiares notificados
que pude acompañar de cerca241, y siempre surgía una consigna tanto en voz de quienes acompañaban como
de los propios familiares que esperaban el retorno del cuerpo, “por lo menos ya sé”. De nuevo, la
incertidumbre juega un papel central en el manejo del dolor y exige abordajes distintos a la hora del
acompañamiento psicosocial; el retorno de un cuerpo implica la posibilidad del luto y la ceremonia (Da Silva
Catela, Sin cuerpo, sin tumba. Memorias sobre una muerte inconclusa 1998), ausentes en los casos de quienes
no tienen ninguna noticia de su familiar242.

En estos casos el dolor permanece “sin respuesta”, mientras que las que han sido “notificadas” “saben que
están muertos, saben cómo fallecieron, les entregaron un informe”, pueden mirar su cuerpo y “darle cristiana
sepultura”, “llevarle flores a su tumba” [Arlette Aureoles, 16-5-14]. La búsqueda termina, y cuando la búsqueda
termina la vida continúa de una forma que es imposible cuando la búsqueda permanece; el cuerpo hace
posible el vacío de la muerte, y se puede “aprender a vivir con ese vacío” como diría Aureoles; pero la ausencia
del cuerpo conjura el luto y la continuidad de la vida (propia) que más bien permanece, en parte, suspendida.

241 Dado el espacio y el tiempo para la realización de este trabajo, el material de esas experiencias ha tenido que quedar pendiente para
ser trabajando en otro momento.
242 Señala Da Silva: “En el ritual fúnebre el locus de culto es el cuerpo. Sobre el se habla, se llora, se colocan flores, se pronuncian discursos,

se da “el ultimo adiós”. El cuerpo condensa y domestica la muerte. La torna presente, individual, identificada” (Da Silva Catela 1998, 99).
332
El siguiente es un testimonio de una integrante del COFAMIPRO, doña Vilma Maldonado, luego de acompañar
junto a varias integrantes de la junta directiva, a recibir el cuerpo de la hija de uno de los miembros del comité.

Me impactó, soy madre, me impactó exagerado, yo quedé sin palabras pero, sin embargo, yo dije "púchica, pero la
encontraron, gracias a dios" (...) Los papás la tienen ya aquí en tierra hondureña, ya hay un lugar donde sus papás la
enterraron y donde la van a ir a poner una flor, donde la van a ir a visitar (...) yo me pongo así como mi hijo, que yo sé
que dios me lo tiene en un lugar –porque sí creo que dios me lo tiene un lugar– y que está vivo, pero no sé dónde está,
y el dolor mío es no mirarlo. Y de esta madre, la satisfacción es que ya lo tiene ahí pues, se sabe que ahí está, pero de
las que no saben dónde está… sufren mucho más [Vilma Maldonado, COFAMIPRO, entrevista personal, 15-4-14].

Doña Irma “sabe” que su hijo “está en un lugar”, no conoce el lugar ni lo ha visto, pero sabe que está, su
manejo de la incertidumbre precisa, exige un lugar donde colocar, al menos imaginariamente (en este caso
como acto de fe), a su desaparecido, que es bueno medida al acto que llega producto del trabajo de
acompañamiento que realiza la organización. No se trata de pensarlo vivo o muerto (aunque la producción de
la esperanza lleva también la idea de la sobre vivencia del desaparecido), se trata de pensarlo situado,
localizado, porque la existencia del cuerpo implica la existencia de un lugar, y solo así es posible pensar el
cierre, el luto y la ceremonia. De esta forma, como planteamos antes, el lugar del desaparecido es la memoria
(individual y colectiva), pero cuando el cuerpo retorna, como en el caso anterior, el lugar del desaparecido
desaparece y surge el lugar del cuerpo, el lugar del fallecido.

Entonces los procesos de acompañamiento psicosocial, además de brindar herramientas psicoemocionales


para continuar con la vida, el cuido y el autocuido, y para participar en las acciones de búsqueda e incidencia,
van dirigidos a preparar a las y los familiares para recibir una eventual noticia sobre la muerte. Se trata de un
movimiento doble: aprender a sobre llevar la incertidumbre cotidiana y aprender a sobre llevar un posible
desenlace trágico. En este sentido, el comité se despliega como parte de una máquina de producción del
duelo243. A pesar de que las integrantes de la junta directiva constantemente mencionaban como ellas no se
sentían “preparadas” para dar una notificación, tarea que preferían dejarle a la cancillería, sí tenían como línea
de trabajo en la atención psicosocial el preparar a las madres para la posible repatriación del cuerpo de alguno
de sus hijos. Esto implicaba prepararse tanto para enfrentarse a la muerte del ser querido, como a las múltiples
formas de revictimización que los gobiernos hacen pasar a los familiares durante estos procesos (ver acápite
5.3.3).

Ahora con el taller psicológico que están recibiendo las compañeras, ¡se están preparando!, ya a ellas si les dicen “mire
compañera pues, que... la llamo de... de Cancillería”, pero nosotros no tenemos valor de decirle “compañera fulana,
venga a la oficina, pues mire que nos llamaron de Cancillería, nos llamaron de...del equipo forense, que su hijo o su
hija...está muerto, en tal lugar”. No tenemos ese valor nosotros de decirlo. Entonces llamamos a la familia y la llevamos
a la Cancillería a Tegucigalpa, allá pues las prepara un psicólogo, ¿verdad?, y ya luego se les dice la verdad. Pero a todo
esto, las que están recibiendo el taller psicológico, el taller psicosocial, ellas ya están preparadas. Esa es una gran ayuda
que tenemos nosotros [Édita Maldonado, COFAMIPRO, 12-5-14].

Como me dijo en otra ocasión Édita, “a veces decir tu hijo murió son buenas noticias” [2-4-14]. Sin embargo,
excepto en los casos en los que la notificación ya estaba dada, aun hubieran pasado veinte o treinta años desde
la desaparición del familiar, las integrantes de la junta directiva siempre equilibraban la posibilidad de la
notificación con la esperanza del reencuentro. En una ocasión, mientras nos preparábamos para entrar a la
cabina de radio desde donde el comité transmitía su programa semanal, Édita se encontraba documentado el
caso del hermano de un joven que había llegado desde Ocotepeque (al sur del país); cuando le hablaba al

243El luto, en este momento específico de la producción del cuerpo social migrante constituye un engranaje central, un dínamo que
transforma la fuerza de atracción del cuerpo que retorna, en fuerza de voluntad colectiva para la organización; cada luto es un torque
de esperanza para las madres que aún buscan, imagen de posibilidad de producir el cuerpo migrante desaparecido como cuerpo
migrante fallecido, túmulo y ceremonia (Da Silva Catela 1998, 101).
333
muchacho sobre los posibles escenarios, una de las madres integrantes del comité que estaba ahí para
participar en el programa interrumpió diciendo “yo ya estoy preparada, para la noticia que sea, que aparezca
vivo o muerto”, y luego le empezó a platicar al muchacho sobre los procesos de atención psicosocial y cómo le
habían ayudado. De inmediato la interrumpió Nelly, la presidenta del comité, “hay que estar preparada pero
hay que tener esperanza, uno busca porque tiene esperanza, recuerden el caso de doña Martina Rodríguez,
¡ella encontró a su hija luego de treinta y siete años!” [Diario de campo, 30-3-14].

Producción de la esperanza, producción del duelo y manejo de la incertidumbre son trabajos centrales de los
procesos de atención psicosocial, de cara a la generación de las condiciones de posibilidad para la continuidad
de la vida de las integrantes del comité, de su vida familiar y las tareas de cuido asociadas a esta, y de su vida
organizativa y las tareas de búsqueda e incidencia. Paralelo a la incertidumbre emergía otro elemento que era
parte de esta economía emocional y que dificultaba la continuidad de la vida: la culpa. Sobre todo en los casos
en los que el familiar había participado directa o indirectamente de la salida del país de la persona que había
migrado, surgían sentimientos de remordimiento (Scheper-Hughes 1998) que generaban situaciones
semejantes a las que generaba la incertidumbre: depresión, melancolía, ostracismo. En la mayoría de los casos
estos afectos estaban vinculados a un imaginario religioso, principalmente católico, y a un esquema patriarcal
sobre le “deber de una madre”, es “el foco de la ideología dominante sobre la maternidad”, que impone una
“expectativa de que las madres, a nivel individual, deben asumir total responsabilidad por sus hijos”, por lo que
ante la ausencia “las prácticas de maternidad de la madre individual son objeto de escrutinio crítico” (Wearing
1984, citado en Bejarano 2002, 131). Sobre estos trabajos de resiliencia en relación a la culpa se refería así la
psicóloga Aureoles:

Entonces lo que estamos haciendo es trabajar el dolor, para que ese dolor te de fuerzas de buscar, no para que ese
dolor te mande a una cama o a una silla o a un hospital, si no que trabajar el dolor desde otra forma. [Por ejemplo]
aceptar que [a] tu hijo o [a] tu hija lo mataron o asesinaron, pero que eso necesita que alguien hable por ellos para que
se busque la justicia [Arlette Aureoles, 16-5-14].

Como me dijo en una ocasión doña Leti, integrante del comité que tenía una participación muy activa en el
mismo, “lo que más cuidamos es la vida (…) hasta ahora que estoy en CONFAMIPRO, de que vengo con las
psicólogas, me ha hecho pensar distinto, porque antes estaba muy depresiva que me daba igual morirme o
seguir viviendo” [Diario de campo, 22-4-14]. Hay un objetivo de re funcionalizar el dolor, alcanzar la aceptación
pero sin resignación, procurando verter las emociones de las madres en los esfuerzos de búsqueda e incidencia
colectivos del comité. En este sentido, hacer dolor común no solo pasa por consolarse en el dolor del otro, sino
por promover una salida creativa a las emociones, que sean combustible de agenciamientos dirigidos a
producir eventos resolutivos: reencuentros, notificaciones forenses, etc. Esta re funcionalización desemboca,
como veremos más adelante, en la disposición al apoyo mutuo y la incidencia política y social, por lo que el
comité, y específicamente los procesos de “atención psicosocial” operan como mecanismos de politización de
las emociones, de forma que el dolor se proyecta como voluntad.

En este sentido, sucede el proceso inverso que postula Besserer en su reflexión sobre cómo las emociones en el
contexto del capitalismo tardío “son un producto de las relaciones sociales, económicas y políticas” (Besserer
Alatorre 2014, 60), lo cual es sugerente para el caso de estudio. Pero en relación al trabajo de acompañamiento
que realiza el comité con las madres, vemos más bien cómo las emociones son también productoras de
relaciones sociales, económicas y políticas: generan vínculo orgánico del colectivo con proyección de incidencia
(lugar del dolor), hacen surgir condiciones de posibilidad para el despliegue económica de las madres en
relación a sus labores de cuido y sus labores organizativas, y permiten una refuncionalización de los

334
sentimientos de forma que el dolor sea proyectado como voluntad colectiva de incidencia política (lugar de la
voluntad).

Finalmente, habría que mencionar que en el enfoque de los procesos de atención psicosocial se empezaba a
incorporar también una perspectiva de género emanada tanto de la propia perspectiva de los psicólogos, como
de solicitudes expresas de la junta directiva a estos para que fuera incorporado. “Quienes entran aquí son las
madres”, me diría en varias ocasiones la psicóloga Aureoles, de la misma forma que buena parte del discurso
sobre el dolor construido durante los procesos de búsqueda giraba en torno a la noción de mujer-madre. La
perspectiva de género iba dirigida a visibilizar el cuido como un trabajo que por ser doméstico no dejaba de ser
equiparable con los trabajos realizados fuera del hogar, lo que permitía atender uno de los objetivos centrales del
acompañamiento psicológico que ya mencionamos: la continuidad del cuido, bisagra tanto de la reproducción de
las madres como de sus familias. Visibilizar que “si trabajás en la casa, aunque no sea un trabajo remunerado,
trabajás en la casa”, e igualmente visibilizar el trabajo colectivo para el mantenimiento del comité y que se
afianzara la idea de que “aportar aquí a COFAMIPRO es trabajo, remunerado o no remunerado es un trabajo”
[Arlette Aureoles, 16-5-14].

Este enfoque iba dirigido también a romper los mecanismos patriarcales de contención de las mujeres al
espacio del hogar (Lagarde 2014, 363-460), meta indispensable para el despliegue del trabajo de la
organización; como se verá más adelante, la labor de las caravanas exigía la salida de las mujeres de sus
hogares, lo cual en la cultura machista hondureña no es bien visto, menos aún que dicha salida se hiciera fuera
del país y de cara a actividades públicas y visibles. En este punto la labor del comité podría parecer
contradictoria, pues por un lado apuntaba a crear las condiciones para la continuidad de los trabajos de cuido y
la generación de valor que en torno a una amplia economía reproductiva surge a partir de estos, y por otro
lado iba dirigida a crear las condiciones para los trabajos de incidencia, vinculados a lo público y a una
exterioridad al espacio doméstico asociada a una economía productiva y formas de valor muy distintas. En
palabras de la licenciada Aureoles, “que ellas digan –sí, sí tengo valor, sí puedo hacer las cosas, sí puedo salir
adelante, yo también tengo fuerza, mi voz también se tiene que oír– para que las mujeres se empoderen cada
vez más de ellas mismas (…) y buscar más respuestas y buscar justicia” [Entrevista personal, 16-5-14]. Como ha
señalado Cynthia Bejarano,

Históricamente, las responsabilidades de las madres latinas y los roles que les han sido asignados se han colocado
estrictamente dentro de los límites de la casa y el lugar de trabajo, y se les ha prohibido tanto por las normas de género
como por los estándares de ciudadanía a utilizar su condición de madres para cualquier cosa que no sea la crianza
adecuada de sus niños. Sin embargo, el tratamiento de los cuerpos de sus hijos como desechables, y finalmente las
muertes de estos, llevó a estas mujeres a desafiar las instituciones estatales de poder y violencia contra sus ciudadanos
(Bejarano 2002, 126; traducción propia).

El lugar de la voluntad.

Además de los procesos de atención psicosocial facilitados por los psicólogos Aureoles y García, el COFAMIPRO
organizaba para las integrantes de su asamblea talleres periódicos en los que trabajaban herramientas de
análisis de la realidad social y política, así como de las situaciones internas propias del proceso organizativo. Se
trataba de procesos internos de formación cuyos objetivos eran afianzar la organicidad del comité así como
brindar diversas herramientas a sus miembros. Los procesos incluían actividades de capacitación facilitadas por
ONGs externas vinculadas al comité (como la FJEDD o PCS), a las cuales nunca pude asistir, pero en los que se
trabajaban temáticas como protocolos de seguridad organizativa, generación de redes con organizaciones

335
internacionales, promoción de mecanismos internacionales de búsqueda, entre otros. Igualmente, la junta
directiva programaba talleres locales para la asamblea del comité, pues las actividades en el exterior era
dirigidas, casi exclusivamente a integrantes de la dirección.

El proceso da cuenta de la forma en que se parte de los roles de la maternidad y la forma como son
representados, para realizar desde estos una operación de inversión performativa con efectos politizadores
(Butler 1997) tanto de sus prácticas como de sus discursos; el mejor ejemplo o momento de realización serían
las caravanas de búsqueda, cuando la figura de la madre adquiere rasgos disruptivos altamente politizados y se
proyecta social y mediáticamente como figura de contestación al estado. Como ha señalado al respecto
Bejarano, “la utilización de los roles de maternidad como formas de resistencia ha sido extremadamente
importante en el éxito de sus acciones”, pues dicho uso se realiza justamente sobre la base de su inversión o
subversión en el momento en que las representaciones sobre la maternidad “son cuestionadas”, con lo que se
cuestiona a su vez “el lugar de las madres como sujetos generizados [gendered]” (2002, 131). Agrega la autora

Tradicionalmente, las buenas madres han sido protectoras de sus hijos, pero sólo en la medida en que los parámetros de los jardines
de juego y las calles de sus vecindarios se los demandaban, nunca contra el Estado (...) Como madres activistas, sin embargo,
actuaron y articularon su ciudadanía materna en la esfera pública. Aunque las madres fueron consideradas ciudadanas antes de su
activismo en el ámbito político, eran ciudadanas silenciosas, de las que se esperaba que se mantuvieran pasivas sobre asuntos
políticos mayores (Bejarano 2002, 131, traducción propia, énfasis en el original).

Varios de los talleres locales eran facilitados por Findo Aguirre, “educador popular free lance” como él mismo
se llamaba; un hombre de unos cincuenta que trabajaba de manera independiente como formador y
capacitador de organizaciones populares inspirando, como me diría, en “las enseñanzas del maestro Freire”.
Tenía vínculo con diversas organizaciones sociales y políticas de Honduras como Organización Fraternal Negra
Hondureña (OFRANEH), la Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH),
entre otras. Estos talleres iban dirigidos a integrantes del comité que vivían cerca de su sede , casi siempre
duraban toda la mañana y en ocasiones podían extenderse hasta las 2-3 de la tarde. En promedio, las
participaciones por taller no eran menores a las treinta personas, y eran estos espacios los que servían a la
junta para “medir” los niveles de participación individual en el comité, pues se llevaban listas de asistencia que
luego servían para “evaluar” dicha participación.

Justamente el día que me presenté al comité (ver capítulo 1), se encontraban en uno de los talleres con Findo,
el tercero de un proceso de seis y de los cuales pude participar en dos. El primero en el que estuve fue a finales
de marzo, a los pocos días de mi llegada a Honduras; fui acompañado de Manuel Suárez, miembro del Servicio
Jesuita a Migrantes. Cuando ingresamos al salón en el que estaban reunidos, un grupo de unas treinta y cinco
mujeres integrantes del comité escuchaban a doña Nelly, la presidenta, que les comentaba sobre un “nuevo
proyecto de búsqueda” que estaban planeando para desarrollar durante ese año en conjunto con la
organización mexicana MMM244. Luego comentaron sobre la próxima visita oficial del presidente mexicano
Enrique Peña Nieto a Honduras, con el objetivo de estrechar vínculos comerciales y de cooperación, según los
comunicados oficiales. Pero lo que interesaba al comité era otro asunto, “como muchas ya saben” anunciaba
Nelly, “la próxima semana viene a Honduras el presidente de México, Enrique Peña Nieto, a reunirse con Juan
Orlando (Hernández, presidente de Honduras), van a estar en Comayagua [y] el grupo de madres de las
víctimas de la masacre de Cadereyta (ver acápite 5.3.2) se están organizando para intentar interpelar al
presidente”; esto con el fin de presionar para que se concretara el proceso de repatriación de los cuerpos, en el

244La propuesta consistía en poner a disposición del COFAMIPRO a varios jóvenes mexicanos que serían capacitados en todo los
relacionado a la búsqueda de migrantes desaparecidos, y que asumirían la responsabilidad de llevar cada uno 10 casos de los cuatro
países centroamericanos y México. “Esos jóvenes van a venir a sus casas para saber del desaparecido, y luego va a México a hacer la
búsqueda” decía Nelly mientras las mujeres se miraban y asentían emocionadas [Diario de campo en Honduras, 29-3-14].
336
que llevaban ya casi un año; “también de parte del COFAMI hemos elaborado un petitorio dirigido a EPN y
vamos a buscar la forma de hacérselo llegar”. En el documento se hacían varias solicitudes:

1. Crear un cuerpo especializado de búsqueda de migrantes desaparecidos en México;


2. Crear instancias de apoyo a familiares de migrantes desaparecidos en México;
3. Realizar acciones dirigidas a la plena garantía de los DD.HH. de los miles de migrantes que transitan por
México en su camino hacia EE.UU.;
4. Inmediata repatriación de los restos de los hondureños asesinados en Cadereyta en 2012.

Luego de leer los puntos el grupo se soltó en aplausos, lo que Nelly tomaba como una aprobación del
comunicado245. Findo aprovechó la intervención de Nelly para vincularlo con el contenido del taller refiriéndose
al tema: “si viene a hablar con JOH para ayudarlo a encontrar a nuestros hijos, pues bienvenido”, decía en tono
irónico y poniéndose en el lugar de los familiares de desaparecidos, “pero él aún no nos ha dado una respuesta
sobre nuestro hijos” continuaba mientras las madres asentían. El tono provocador era constante en los talleres
de Findo, que claramente tenía como meta generar irritación ante la clase política y empresarial hondureña en
el grupo del comité; según me comentaría en otro momento, su formación marxista y de izquierda durante los
años setenta se le quedó “como costumbre”.

Trataba temas como el NAFTA y cómo “permite la movilidad de mercancías pero criminaliza la movilidad de
personas”, o las “políticas neoliberales” y su impacto en la vida y precarización de las familias hondureñas, o la
entonces reciente elección del Procurador Nacional de DD.HH., Roberto Herrera Cáceres, sobre el que Findo se
quejaba de que “además de que el currículo del señor no dice en ningún lado, ni siquiera una vez, la palabra
derechos humanos (…) este hombre ha sido defensor de los intereses de compañías mineras en Honduras, y es
miembro de la Unión Democrática (UD)”, organización que activamente apoyó y participó en el golpe de
estado de 2009 [Diario de campo, 29-3-14]. En otros talleres abordaría críticamente también temas como los
efectos que tuvo la visita de EPN a Comayagua, o sobre el recorrido que recientemente habían realizado los
integrantes de AMIREDIS hacia el D.F., donde habían reunirse con EPN sin éxito, o sobre el “viacrucis migrante”,
la caravana de migrantes que se formó casi espontáneamente en Tenosique, y que para entonces ya había
llegado hasta DF recogiendo cientos de migrantes centroamericanos a su paso, y exigiendo “libre tránsito” y
condiciones de “seguridad y protección” para los migrantes en tránsito por México [Diario de campo, 26-4-14].

Al trabajar el fortalecimiento interno de la organización, Findo abordó un tema al que llamó “Organización y los
problemas dentro de una organización”. Inició reflexionando, a partir de la proyección de varios videos cortos,
sobre los roles de diferentes personas en las organizaciones, y cómo se pueden generar tensiones y dificultades
para toda la organización a partir de lo que llama “desviaciones de personalidad”: egoísmo, personalismo,
paternalismo, oportunismo, etc. A pesar de que mientras Findo leía textos largos con definiciones extensas,
confusas y repetitivas, y la gente empezaba a dormitar y se escuchaban comentarios como “que sueño me da a
mí esto”, Findo, siempre animado, continuaba con la charla. En medio de su exposición iba abriendo la palabra
para que las personas narraran experiencias que hubieran tenido en sus procesos organizativos y que reflejaran
algunas de los temas que se habían mencionado. Cándida, fundadora y secretaria del comité, contaba como al
principio, “cuando empezamos con esto, había mucha gente que trataba de boicotearnos (…) decían que

245Frecuentemente, durante mi estancia con el comité, pude comprobar que los mecanismos de toma de decisiones eran difusos y
muchas veces informales, al menos desde un punto de vista institucional; no siempre se realizaban procesos de votación o discusión
específicamente estipulados, pero la información llegaba a las bases y mediante procesos como el descrito se establecían situaciones de
consulta que eran tomadas por las integrantes de la junta como respaldo a las decisiones; cuando sí se realizaban elecciones era
durante la elección de la junta directiva.
337
nosotras cobrábamos por llevar los casos [de desaparecidos], que cobrábamos L 2.000, entonces los familiares
no nos buscaban, y se quejaban por eso, pero nosotras nunca hemos cobrado, ¡jamás!”.

Estos espacios, entonces, era eran aprovechados para trabajar temáticas diversas que podían ir desde la
definición estratégica en torno a los procesos de búsqueda de la organización hasta la toma de decisiones
sobre acciones de incidencia como en el caso del comunicado ante la visita de EPN. Igualmente se trabajaban
espacios de análisis de coyuntura y de realidad nacional, para el fortalecimiento interno, o se abrían espacios
para tomar decisiones importantes sobre la organización. Sobre esto último fue muy significativa la situación
que se generó en torno a la gestión de la personería jurídica para la organización246. Para ese momento el
comité llevaba ya casi un año “luchando” por la personería jurídica, pues influidas por la FJEDD habían
determinado que la posibilidad de acceder a canales e cooperación internacional era prioridad para la
organización. Luego de un largo proceso administrativo, se les había otorgado finalmente la personería, pero
faltaba aún su publicación en la gaceta oficial, sin lo cual no se refrendaba su estatus. La publicación tenían un
costo de L$25.000 y debía ser costeado por la organización, por lo que ahora sus esfuerzos estaban enfocados
en reunir ese dinero.

Ingresar al régimen de asociaciones civiles implicaba para el comité su formalización frente al estado, lo cual
ellas concebían como una forma de reconocimiento, pero, sobre todo, como una medio para vincularse más
directamente con ONGs externas que ya en varias ocasiones les habían ofrecido ayuda financiera. Las
implicaciones eran también administrativas, pues obligarían al comité a operar de manera formal según las
exigencias de la administración pública (elaboración de actas, libros de cuentas, presentación de informes ante
la contraloría pública, etc. Resulta interesante que a pesar de que el discurso del comité hacía énfasis en el
“abandono” y “desinterés” del estado por sus actividades, buscaran esta forma de reconocimiento; en balance,
sus motivaciones estaban guiadas más por el vínculo formal de cooperación que se pudiera abrir con las
organizaciones internacionales privadas, que por un reconocimiento simbólico del estado o por la necesidad de
incluir pautas y procedimientos de funcionamiento dictados por la lógica de la administración pública.

Aunque este tema fue objeto de discusiones y conversaciones informales cotidianas durante buena parte de mi
estancia en Honduras, fue en el cuarto taller facilitado por Findo que se abordó de manera formal la cuestión,
tomándose ahí decisiones importantes de cara a la consecución de la personería, pero que tenían impacto más
allá de la simple formalización de la organización y su reconocimiento legal y administrativo por parte del
estado; definían aspectos centrales de la conformación, organización y sentido social del comité. El primer
punto al respecto fue el del dinero, además de algunas donaciones que estaban gestionando a organizaciones
no gubernamentales externas, las integrantes de la junta sugerían realizar una rifa para recaudar fondos, por lo
que propusieron que cada una de las que estaban presentes en ese momento se llevara cinco números para
vender entre sus familiares y conocidos (a L$20 cada uno). Con un par de excepciones, todas las presentes
participaron.

246
Todas las viñetas que siguen son del diario de campo en Honduras correspondientes al 26-4-14.
338
Findo Aguirre presentando a integrantes del COFAMI el tema de personería jurídica. Fotografía propia.

Sobre la personería jurídica, Findo empezó explicando la diferencia entre “persona natural” y “persona
jurídica” en términos de la exigibilidad de derechos, y poniendo como ejemplo la diferencia de derechos entre
una mujer casada y una que solo está “juntada”, planteó el argumento de que “todos y todas tenemos
nuestros derechos humanos”, pero “hay otros derechos que solo tenemos en calidad de persona jurídica”, el
principal: el reconocimiento (Honneth 1997), “ya lo toman en cuenta a uno cuando tiene persona jurídica (…)
nos da un reconocimiento, pues es el Estado el que nos da el documento”, y esto le permitirá al comité, decía,
tener mayor capacidad de incidencia. Pero frente a este argumento Findo encuentro reacciones muy
significativas: además de que el ejemplo de la mujer casada y la amante dio pie a la reflexión sobre mujeres
casadas que igualmente no logran hacer valer sus derechos frente al marido, también le señalaron que “si uno
es pobre igual no la toman en cuenta”, aunque reconocían que justamente era por esta situación que se
estaban organizando. Findo también destacaba el beneficio de la solicitud de proyectos y la captación de
financiamiento, que se volvía más rápida y directa teniendo la cédula jurídica.

Parte de los objetivo de la intervención de Findo era elaborar ciertos contenidos que debían ir en el acta
fundadora del comité que se solicita para la personería, entre ellos los objetivos de la asociación, así como los
derechos y deberos de sus integrantes. “¿Cuáles son deberes que tenemos por estar en COFAMIPRO?”. Las
respuestas no se hicieron esperar: “Digamos, si planteamos una actividad, nuestro deber es cumplir con
nuestra responsabilidad”, decía una; “ayudar a COFAMIPRO”, agregaba otra. Finalmente entre todas las
participantes se construye una lista de deberes y derechos del comité.

Deberes: Asistir a las reuniones; Colaborar en las actividades; Dar opiniones e ideas; Hacer planes de
trabajo; Defender y cuidar la organización;

339
Derechos: Reclamar lo que no nos parece; Exigir que se cumplan los derechos; Exigir que se cumplan
los estatutos; A participar; A elegir y ser electas; A criticar o señalar cuando se está trabajando mal.

5. Circular el territorio migrante II. Fronteras, retornos y repatriaciones.

5.1 “El problema es el retén”. Securitización y fronteridad en el territorio migrante: una mirada a la frontera
México-Guatemala.

Artículo 6. El Estado mexicano garantizará el ejercicio de los derechos y libertades de los extranjeros reconocidos en la Constitución, en
los tratados y convenios internacionales de los cuales sea parte el Estado mexicano y en las disposiciones jurídicas aplicables, con
independencia de su situación migratoria.
Ley de Migración, Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, Estados Unidos Mexicanos

Cruces irregulares aquí está estamos repletos (…) el mismo gobierno municipal ya hizo rampas para facilitar todo (…) ahí nadi e te
va a juzgar porque estás cruzando mercancía o porque estás cruzando gente, es ya pr ácticamente algo legal, ilegalmente legal,
ya nadie te dice nada, es normal, entonces toda la gente que venga de Centroamérica cruza y no pasa nada, te subes a un trici clo
y te llevan a la combi y ya… El problema es el retén, hasta allí empieza su problema, pero que migración vaya y se ponga allí [en
el río] no lo va a hacer

340
Lic. Conrado Espinoza, Fiscalía Especializada en Delitos Cometidos contra Inmigrantes (FEDCI), agencia de Ciudad
Hidalgo, 7-5-15

Desde que diseñé mi plan de campo pensé en Tapachula como el tercer punto de estancia, la idea era definir,
como ya expliqué en el capítulo primero, una suerte de área transfronteriza de estudio que iniciara en
Honduras y se abriera hasta dos puntos en la frontera México-Guatemala: Tenosique y Tapachula; un multisitio
triangulado que me permitiría conocer diferentes latitudes y momentos del territorio migrante, especialmente
las condiciones de expulsión, el cruce de fronteras y parte de las condiciones de tránsito. A Tapachula llegué un
23 de febrero y estuve hasta principios de julio, y durante ese tiempo realicé visitas a varios puntos del
territorio chiapaneco tanto en la región del Soconusco como en la de selva y sierra. De estas tres regiones pude
conocer tanto puntos de cruce fronterizo como rutas de tránsito.

Como ya mencioné también en el primer capítulo, el presente trabajo está impulsado por la idea de que lo
que conocemos como frontera constituye una realidad que se sale de sí misma y se refigura más allá del
límite lineal, y en este sentido es que reconstruye, desde la experiencia etnográfica, una frontera múltiple,
desagregada, que reemerge de diferentes formas a través del territorio migrante. Habría que cuestionar la
idea de frontera como una línea que separa y que alberga. Que separa un territorio de otro, una cultura de
otra, un gobierno de otro. Que alberga una población y su reflejo en tanto ciudadanía, que alberga una gama
de derechos garantizados por un poder soberano democráticamente constituido que además es también
albergado por sus fronteras.

Se trata de una categoría plana y linear de frontera, sin rugosidades o pliegues, una categoría harto
operativa desde una discurso basado en una idea ingenua (o demasiado suspicaz) del Estado-Nación, la que
Kearney ha llamado frontera geopolítica formal (2009, 559), y que no permite comprender a cabalidad un
fenómeno como el de la migración centroamericana hacia Estados Unidos, especialmente la forma en que
dicha migración, y sobre todo las fuerzas enfrentadas en su producción, configura una nueva cartografía de
poder que se sale, se escapa a la representación lineal, y se despliega como un territorio de violencia y
poder, de agencia y movimiento. Es frente a esa noción que presento ahora un conjunto de referentes y
experiencias etnográficas como forma de contra punteo y debate, y desde ahí, como elaboración de una de
las regiones más intensas del territorio migrante.

Sortear la frontera México-Guatemala es un trabajo complicado, peligroso y extenuante. En el presente


acápite presentaré algunos elementos de este complejo momento del circular el territorio migrante por una
de sus localizaciones más cargadas de fronteridad, pero también de mecanismos de flujo, de estrategias de
evasión y de espacios de urdimbre económico y cultural. La nombro como frontera “México-Guatemala”
porque en efecto mi mirada etnográfica se desarrolló con mayor profundidad en el lado mexicano de la línea
divisoria, aunque incluiré también algunas referencias al territorio guatemalteco, específicamente a la
localidad de Tecún Umán; igualmente, mi mirada se centró en las regiones del Soconusco y parte de la sierra de
Chiapas, mientras que la zona de Tenosique no constituye el grueso del análisis, aunque hago algunas referencias.

Como vimos en el acápite 2.3, el estimado de migrantes centroamericanos “en tránsito irregular por México”
(según la nomenclatura del INM) para el año 2010 fue de alrededor de 140 mil eventos (una misma persona
puede generar más de un evento), lo que representa un descenso de casi trescientos mil eventos en relación al
año 2005, en el que se dio el pico más reciente en la tendencia desde 1995 (Rodríguez Chávez, Berumen
Sandoval y Ramos Martínez 2011). Como muestran los empinados aumentos del año 2014 durante lo que se
denominó la “crisis de niños migrantes”, la tendencia ha vuelto a ser de incremento de 2009 en adelante, luego

341
de que se disiparon un poco los efectos negativos en los mercados laborales norteamericanos producto de la
crisis y de que se agravaran las condiciones de salida de personas en el triángulo norte centroamericano (ver
acápite 2.1).

La producción de estos traslados se da en contextos de alta securitización (Kron, Gestión migratoria en norte y
centroamérica: manifestaciones y contestaciones 2011) que extienden los efectos de frontera sobre el
territorio operando como mecanismos de control y administración del tránsito, así como de captura y
represión del mismo, sin ceñirse a la demarcación lineal sino definiendo áreas más amplias en las que
reemergen las acciones de vigilancia y detención (Alvarez 1995, Castillo 2000, Sandoval 2004, Castillo 2005,
Anguiano y Trejo 2007, González Herrera 2008, Hernández 2008, Kearney 2009, Fernández 2010). Bajo este
contexto es que EUA establece el acuerdo trilateral denominado “Alianza para la Seguridad y Prosperidad de
América del Norte” o ASPAN247, que apunta a la ejecución conjunta de “estrategias comunes de seguridad
fronteriza” a partir de su extensión “hacia la frontera sur mexicana adyacente con Centroamérica” (Anguiano y
Trejo 2007, 48), con lo cual “la securitización de la migración en EE.UU. se traslada a México” (Benítez 2011,
192)248. Solo entre 2010 y 2011 el 71% de todas las detenciones de migrantes “irregulares” en tránsito hacia EUA
realizadas por el gobierno de México se registraron en los estados de Chiapas, Tabasco, Oaxaca y Veracruz
(Martínez, Cobo y Narváez 2015, 140)249.

La mayor parte del flujo migratorio que cruza la línea fronteriza entre México y Guatemala lo hace por alguno de
los dos ríos que componen buena parte de su extensión, el Suchiate y el Usumacinta. El primero es utilizado en la
que se ha denominado como “ruta del pacífico”, mientras el segundo marca el inicio de la “ruta del Golfo”
(Casillas, Las rutas de los Centroamericanos por México, un ejercicio de caracterización, actores principales y
complejidades 2008). También existen puntos de ingreso distribuidos por la franja de territorio que va del volcán
Tacaná hasta la selva de Ixcán en Guatemala, y que avanzan hacia las localidades mexicanas de Frontera
Comalapa, Comitán de Domínguez u Ocosingo y de ahí se unen a las dos rutas mencionadas. Como se aprecia en
el mapa 17, la mayor parte de “puertos fronterizos” del INM (8) se encuentran justamente ubicados en los
márgenes de ríos, mientras que solo tres están ubicados en las otras líneas divisorias (Ciudad Cuauhtémoc,
Carmen Xhán y El Ceibo).

Mapa 17.
Securitización de la línea fronteriza.

247 Es justamente con base en esta inciativa que se habría propuesto, al menos en términos discursivos y mediáticos, el Plan para la
Prosperidad de Centroamerica que presenté en el acápite 2.2. Sobre el ASPAN ver http://www.sre.gob.mx/eventos/aspan/faqs.htm
248 Al respecto, un tema prioritario es el de la modificación en las rutas de tránsito, producto de estos patrones securitarios, así como de

las acciones del crimen organizado; al respecto cfr. Castillo 2003, Anguiano y Trejo 2007 y Casillas 2008.
249 En este contexto es prioritario referirse al Plan Frontera Sur implementado por el gobierno de Enrique Peña Nieto entre julio 2014 y

julio 2015, a este me referiré con detalle en el siguiente apartado.


342
Fuente, ITAM 2014, 30.

Sumado a las políticas de securitización en torno a los flujos migratorios irregulares, están los procesos de
militarización del territorio cercano a la frontera sur en el marco de las políticas de “guerra contra el
narcotráfico” y combate el delito. En el año 2008 se creó en Chiapas el “Grupo Acero”, conformado por policías
Ministeriales adscritos a la Fiscalía de Distrito Fronterizo Costa, ante el aumento en la presencia y operación de
grupos de las maras centroamericanas en el sur del estado (situación semejante, aunque en menor volumen, se
dio en Tabasco)250. Estos grupos habían sido atraídos, presumiblemente, por el mercado de tráfico de drogas y
personas, así como ante ciertas oportunidades de lucro en torno al cobro de extorsiones a migrantes por el uso
del tren. La represión del Grupo Acero fue implacable, con el objetivo expreso de “blindar la frontera” se
realizaban recorridos y operativos por diversas colonias de Tapachula y alrededores, detención masiva de
sospechosos de integrar las pandillas y procesos judiciales expeditos para su detención o deportación251. Como
ha señalado la CIDH en su más reciente informe sobre derechos humanos en México,

mientras que en el 2007 habían 45.850 agentes de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública, para el 2011
habían 96.261 (...) en lo que va del presente Gobierno, las compras de armas se habrían incrementado 100 veces más
que en los gobiernos anteriores. A la fecha no se tiene conocimiento de algún plan del Gobierno de México respecto del
retiro gradual de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad ciudadana. Por el contrario, en el tercer informe de
Gobierno de septiembre de 2015, el Presidente reiteró que el trabajo de las fuerzas armadas en tareas de seguridad
pública continuará (CIDH 2015, 61).

250 Si la presencia de estas células respondió a estrategias y directrices emanadas directamente de los liderazgos o núcleos de poder de
estas organizaciones o si fue más bien producto del desplazamiento de algunos de sus miembros como consecuencia de los
enfrentamientos con rivales y con los cuerpos de seguridad del estado, son hipótesis que están por corroborarse.
251 Al respecto ver: http://www.lapoliciaca.com/nota-roja/violaciones-robos-lesiones-y-muertes-han-dejado-maras-salvatrucha-a-su-

paso/; http://revistapoderes.com/?p=41661; http://www.oem.com.mx/esto/notas/n962085.htm


343
Según los testimonios que pude ir recogiendo durante mi estancia, la época más complicada en términos de
violencia social y enfrentamientos entre actores del CO y las RDL con cuerpos de seguridad del estado, fue
entre los años 2000-2011, el Grupo Acero y otros cuerpos de seguridad “empezaron a agarrar gente, mareros,
llenaron las prisiones o los mataban de plano, pero sobre todo los mataban, no era raro encontrar cuerpos en
cualquier patio (…) Ahora está más tranquilo, los han replegado” [Funcionaria de una ONG local, 1-3-15]. A
pesar de esto la presencia de militares en la zona es todavía común, durante mis viajes hacia y desde la
frontera o la sierra, siempre encontré convoyes movilizando al menos 10-15 soldados, y en ocasiones más.

Este día tengo programada la gira con el agente representante de la FEDCCM de Ciudad Hidalgo, el Lic. Espinoza. Al
llegar al centro de la localidad noto varios agentes de seguridad cerca del parque, dos soldados de la marina
patrullando el zócalo, dos policías de frontera haciendo lo mismo, así como dos policías municipales, ya más cerca de la
Bodega Aurrera veo varios soldados más, y en el estacionamiento de este comercio un convoy entero con alrededor de
25 marinos apostados [Diario de campo, 7-5-15].

El siguiente testimonio del encargado de la agencia de la FEDCI en el municipio de Suchiate es elocuente en


términos de la propia percepción que tienen los cuerpos de seguridad sobre el enfrentamiento con el CO y las
RDL, así como en relación a las políticas de securitización, las cuales son percibidas como fuente de “seguridad”
y “tranquilidad” incluso para ellos. Además, muestran un modelo de securitización que habíamos visto ya en
relación a la frontera Honduras-Guatemala, la de tareas conjuntas Policía-Fuerzas Armadas, y que dan cuenta
de lógicas de excepción (Delgado 2011) que están en lavas de las políticas de securitización.

ha aumentado y eso ha sido de buen provecho, yo considero que a Suchiate le hacía falta la presencia de más policías
(…) gendarmería hace su trabajo muy profesional, buscan armas, drogas y la marina igual, lo que le corresponde (…) ha
redundado en beneficio de la seguridad de Suchiate porque y han disminuido los asaltos, antes era muy común que
entraran de Guatemala y atracaran y cruzaran el río corriendo (…) ahorita no, ahorita estamos más seguros, se nota la
presencia policiaca y eso es bueno (…) esto es lo que como fiscalía de migrantes nos exige a nosotros el procurador, y
en este caso el ejército y la marina le han entrado, le han entrado con nosotros, a veces les decimos “es que queremos
hacer recorrido, pero si me voy yo con dos o tres policías municipales estatales por la orilla del río me disparan no voy a
tener forma de reaccionar, ¿quien más que ustedes que traen armas nos puedan apoyar?”, y sí, se meten, hacen
muchos recorridos en las plataneras y todo. Eso para nosotros nos da mucha tranquilidad [Lic. Conrado Espinoza,
FEDCI-agencia de Ciudad Hidalgo, entrevista personal, 7-5-15].

5.1.1 Cruzar el río, pasar la sierra: trazos del área fronteriza al sur de México

Una de mis primeras experiencias en la línea fronteriza entre México y Guatemala fue durante una gira que
realicé con algunos miembros de una ONG con sede en Tapachula, a varios de los ejidos agrícolas que están
ubicados sobre el río Suchiate, al extremos sur del estado. Una universidad norteamericana que financiaba
varios proyectos de la organización estaba interesada en conocer las condiciones y experiencias en torno al
trabajo agrícola transfronterizo en la zona, por lo que habían diseñado un instrumento exploratorio en la forma
de encuesta, y me invitaron a acompañarles durante las primeras fases de su aplicación 252 . Se tenía
programado visitar dos de los principales ejidos que están sobre los márgenes del río y por los que diariamente
cruzan a México muchos guatemaltecos para ir a trabajar en alguna de las empresas de cultivo y empacado de
plátano que hay en la zona, el ejido La Libertad y el ejido Miguel Alemán. Ambos son parte del “complejo
comercial y agrícola más importante en las inmediaciones de la frontera con Guatemala”, el cual “promueve la

252
La organización también trabajaba con trabajadores sexuales varones y trans sexuales, principalmente migrantes con quienes
abordan temas de prevención en salud, tratamiento médico de enfermedades de transmisión sexual, derechos humanos, entre otros.

344
existencia de oportunidades laborales tanto formales como informales y propicia que la mayoría de los
trabajadores guatemaltecos se dirija a este municipio” (Corona y Reyes 2009, 372).

El viaje lo hicimos por la carretera federal 225 hasta el aeropuerto y de ahí tomamos el desvío que va hacia la
frontera, nos tomó alrededor de 45 minutos llegar; el paisaje al de salir de Tapachula se cubre de huertos de
mango, algunas milpas y terrenos en recuperación, y al acercarnos al kilómetro 30 empieza a cambiar a
plantaciones de plátano, las cuales poco a poco van acaparando la vista hasta que consumen por completo el
paisaje a uno y otro lado de la carretera. Karla, una de las compañeras del viaje, comentaba que estaban
empezando a “meter palma africana” en la zona, tanto en las tierras dedicadas al mango como al plátano, “es
devastador para la tierra” decía molesta, “la deja muerta, y es un cultivo que no les sirve a los campesinos,
porque empieza a producir como hasta los 5 años”. Para mí no dejaba de ser revelador el encontrarme de nuevo
con este producto que ya había conocido antes (ahí sí soberano absoluto de enormes extensiones de tierra) en la
costa norte de Honduras (ver acápite 2.1.1). Su trayectoria es transfronteriza y de nuevo aparecía vinculada a los
procesos migratorios, aunque no ya a sus condiciones de expulsión, como ocurría en el norte de Honduras, sino a
las de trabajo y tránsito.

Mapa 18.
Ejidos La Libertad y Miguel Alemán, frontera con Guatemala.

Fuente: https://www.google.com.mx/maps Monocultivo de plátano a orillas del río Suchiate.

Conforme nos íbamos acercamos a los ejidos se empezaban a ver algunos trabajadores agrícolas en bicicleta
sobre la autopista así como algunas casas a orilla de la carretera, un paisaje harto semejante al del Valle del Bajo
Aguán, con la diferencia de que en vez de grandes extensiones de palma, estábamos ante fincas de plátano. El
único retén que nos encontramos fue casi llegando a Ciudad Hidalgo, en el puente que está en la entrada de la
localidad, donde agentes de INM y policía federal detenían transportes colectivos y carros particulares y camiones

345
de carga respectivamente. Alrededor de las 11am llegamos al desvío a Ciudad Hidalgo pero tomamos la dirección
opuesto, rumbo a los ejidos, hacia el sur por la calle estatal que corre paralela al río Suchiate y llega hasta el ejido
conocido como El Gancho, ubicado ya sobre la costa pacífica. De nuevo el plátano monopolizaba el paisaje.

Los ejidos, que río abajo está el ejido Jesús esta [Ignacio López] Rayón esta La Libertad esta Miguel Alemán, cada uno tendrá como
tres pasos cada ejido… cada ejido tiene como tres cruces, y los tiene equipados con lanchas y todo, porque ahí es otro negocio… Y
haga de cuenta que ahorita Guatemala produce muy poco plátano, Guatemala produce plátano en una zona muy pequeña dicen,
muy pegada a México, pero mas adelante son zonas de cerros que ya no se da el plátano entonces es muy poca su producción,
[entonces] lo que hacen es comprarle a México, entonces el productor tiende todo su producto allí a lado del rio y ya lo pasa del otro
lado, y ya el que viene de paso por cualquier cosa nomas paga sus 10 pesos y ya cruza… [Lic. Conrado Espinoza, agente de la Fiscalía
Especializada en Delitos Cometidos contra Migrantes, agencia de Ciudad Hidalgo, 7-5-15]

Al llegar al ejido Miguel Alemán nos estacionamos a un costado de la escuela pues según la información que
tenían mis compañeros de viaje por una de esas calles pasaban los trabajadores transfronterizos al salir de su
jornada en las fincas de plátano de la zona, y se dirigían a Guatemala. Mi primera impresión es la de un pueblo
bastante ordenado, con casas que en su mayoría eran de block, al menos en la parte central, con un salón
comunitario bastante espacioso y en muy buen estado, una casa de purificación de aguas y una plaza central
bien cuidada. Desde la acera se escuchaba a los niños de la escuela jugando en el salón y varios de ellos me
hablan por la ventana por lo que me acerco y empezamos a platicar, pero en ese momento una de las
compañeras de la organización me llama a parte y con actitud entre disimulada y temerosa me pide que “me
retire” dado que “aquí no es bueno que hables con los niños”.

Me extrañaba un poco la actitud del equipo, cerrada, reacia a hablar con la gente, a saludar, a iniciar pláticas, a
pesar de que la población que pasaba nos saludaba amablemente; existía en ellos quizás una imagen del pueblo
que yo no conocía, pues era evidente que lo que a mí me parecía un pueblo bonito y ordenado, ellos lo veían,
cuando menos, como amenazante. Decidí acercarme a platicar con un muchacho que estaba cerca. Él me contó
que la mayoría de los terrenos que conformaban los cuadrantes de la parte central pertenecían a ciertas familias,
“aquel es de los Hernández, aquel otro es de los Martínez”. Cuando le pregunté por la población migrante me
indicó con aire de satisfacción que el consejo ejidal había dispuesto que “quedaba prohibido rentar cuartos a
migrantes en el pueblo… más que todo porque a veces traen problemas…” Sin embargo me aclaró que esto es
diferente en los otros ejidos, donde en su mayoría sí les rentan cuartos. Estuvimos esperando hasta las 12:15 a
que pasaran los trabajadores pero nunca los vimos, por lo que decidimos movernos a los puntos de cruce sobre el
río.

Una calle de terracería que bordea el río nos lleva hasta el punto de cruce conocido como “la isla”, ubicado en
la margen mexicana del río justo frente a la comunidad guatemalteca de “Los Faros”. En “la isla” nos recibieron
un par de palapas grandes, una de ellas con aspecto de restaurante donde al parecer se vendía pescado fresco
y preparado, tres niños jugaban al futbol con una pelota de plástico tomando el espacio entre las palapas como
portería. Nos contaron que su abuelo había muerto hacía poco y desde entonces el negocio no operaba, pero
que si queríamos podíamos quedarnos “en una de las hamacas y comemos pescado”. Nos dijeron que el paso
no era por ahí sino más arriba subiendo por un caminito que estaba justo al lado del río, unos pocos minutos a
pie en dirección al norte. El camino llegaba a una palapa más pequeña que la hacía de lugar de descanso y
refugio del sol mientras se esperaba a que saliera el bote para cruzar al otro lado.

Cuando llegamos dos hombres descansaban esperando que se juntara más gente para cruzar, eran
trabajadores de la bananera y oriundos de Guatemala. Era la oportunidad perfecta para empezar a aplicar las
encuestas pero mis acompañantes no daban seña de animarse a iniciar una plática, por lo que aproveché y
empecé a conversar con ellos sin que mediara el “instrumento”. Josman, el más joven de los dos, me contó que
los lancheros que los cruzan eran todos “chapines” y que cobraban MX$10 por persona, “pero eso lo paga la
346
empresa, se lo paga por quincena directamente a los lancheros”. Josman era de “Los Faros”, comunidad que
lleva el nombre por dos faros que están a la orilla del río, y había trabajado prácticamente toda su vida en la
siembra y cosecha del “banano”. Estuvo un tiempo en una bananera en Guatemala, era “de más calidad,
exportaba a Europa, con mejores condiciones, también pagaba más, aguinaldo, liquidación”, pero en un
recorte de personal lo despidieron, por lo que tuvo que buscar empleo en México, y ahora trabajaba “en la
finca Miguel Alemán”. “Ahí se trabaja en cuadrillas de 10”, cortando, cargando y transportando la fruta en “la
línea”; les pagaban MX$2 por racimo y en una jornada de 6am-12md cada trabajador ganaba alrededor de
MX$150-200. “Antes era muy común el trabajo de menores pero ahora ya está prohibido por ley”, por lo que
las empresas ya no los están contratando, “si le cae la ley a la empresa los afecta”.

El ambiente junto al río era apacible, el poco movimiento que se percibía era el del caudal o de algún
trabajador que pasaba de vez en cuando yendo o viniendo del trabajo. Poco a poco iban llegando más
trabajadores a esperar a la palapa hasta que en algún momento habían unas quince personas esperando
cruzar. Al cabo de media hora llegó el lanchero y la palapa volvió a quedar desierta. El viaje sobre el río lo hizo
en menos de cinco minutos y sin ningún problema, estaba claro que cruzar la frontera era cosa simple y de
todos los días, evidentemente sus efectos de poder no se manifestaban en ese punto. En el ejido La Libertad la
imagen era más o menos la misma, en los márgenes del río no había presencia de ninguna autoridad, ni
siquiera policial, y el ambiente era tranquilo y lento. Aunque algunas personas de la localidad nos previnieron
que en algunos caminos que conectan los numerosos puntos de embarque a veces ocurrían asaltos, en esa
ocasión no tuvimos ningún problema, lo que sí se apreciaba era un movimiento continuo de trabajadores a
través del río, disimulado por la densa vegetación y el ritmo lento y caluroso del ambiente.

Más adelante, hacia los ejidos y plantaciones, hay otros puntos de cruce como “Marta la Vida” y “Los Bajanes”,
casi sobre sobre el ejido Miguel Alemán. El Lic. Espinoza, agente encargado de la FEDCI en el municipio de
Suchiate, habría de comentarme a principios de mayo, durante una nueva visita que hice a la zona, que el
ambiente tranquilo que yo había visto durante mi visita a los ejidos no era el mismo que ellos experimentaban
durante sus patrullajes en la frontera. La presencia de actores del CO, especialmente los dedicados al tráfico de
drogas y contrabando, era común en la franja fronteriza, por lo que en ocasiones podía ocurrir que incluso
recibieran agresiones de armas de fuego proveniente, según el oficial, de operadoras del narcotráfico que
utilizaban la zona para sus actividades de trasiego [Lic. Conrado Espinoza, agente de la Fiscalía Especializada en
Delitos Cometidos contra Migrantes, agencia de Ciudad Hidalgo, 7-5-15].

Para llegar a Ciudad Hidalgo desde Tapachula se toma una combi que cobra MX$25 y sale por la avenida
central oriente y luego enrumba a la carretera federal 200 (Tapachula-Juchitán) en dirección al este, cuando a
la altura en que la carretera se bifurca hacia Tuxtla Chico al norte y Metapa al sur, toma esta última dirección y
atraviesa el pueblo por una calle estatal hasta que vuelve a salir a la carretera que lleva directamente a Ciudad
Hidalgo. Haciendo este recorrido es posible encontrarse con presencia militar, sobre todo en el pueblo de
Metapa y en el centro de Ciudad Hidalgo; las veces que fui pude ver al menos un par de convoyes militares en
cada localidad y alrededor de diez soldados por convoy. En un día cualquiera el parque de Ciudad Hidalgo no
presenta mucho movimiento, algunos “canguritos253”, vendedores de tacos o helados se pasean por el centro
mientras unas cuantas personas desayunan en el comedor que está en el medio del parque. Una mayor actividad
se encuentra en los alrededores del cuadrante principal, en el edificio municipal, en la bodega Aurrera, en el
Oxxo, en la Michoacana o en diferentes comercios del casco central.

253Así se les llama a los niños trabajadores migrantes, en su mayoría transfronterizos y por lo tanto oriundos de alguna localidad
guatemalteca cercana a la frontera, sobre todo San Marcos.
347
Mapa 19.
Ciudad Hidalgo, zona centro.

Fuente: https://www.google.com.mx/maps

El verdadero movimiento no está en torno al parque sino en torno al río. Ya desde un par de cuadras antes de la
línea fronteriza la dinámica es ajetreada e incansable: tricicleros que van y vienen a los diferentes puntos de
cruce, gente que viene de y va a Guatemala y busca las combis, taxis colectivos o triciclos para desplazarse, un
flujo permanente de personas por aceras y calles, la mayoría cargada de mercancías y productos agrícolas que se
concentran en grandes bodegas en las que se han convertido casi la totalidad de edificios de esta parte del
pueblo, migrantes “irregulares” que buscan medios de transporte para avanzar hacia el norte luego de cruzar el
río. Todos trazando rutas entre Guatemala y México, trayectos cotidianos de cruce de la frontera que ocurren
bajo el impulso de dinámicas de circulación e intercambio que llevan años funcionando254. En medio de estos
flujos masivos y permanentes se yergue perpendicular al río el primero de los tres puentes transfronterizos que
conectan oficialmente los países (los otros dos están río arriba, el segundo a unos cuatro kilómetros de
distancia del primero, y el tercero sobre el punto de cruce de Talismán, 36km hacia el norte sobre el río). Su
rectitud geométrica y su inmovilidad contrastaban con el turbulento movimiento que ocurría justo bajo su
sombra, uno oficial y “regular”, los otros informales e “irregulares”.

254 Sobrelas dinámicas de circulación, intercambio y valuación de mercancías en el contexto de la frontera México-Guatemala cfr. Rojas, Hugo.
2014. Cuando el comercio hace la vida: orden negociado, transfiguración del valor y nacionalismo en el contexto fronterizo México-Guatemala.
348
Puente transfronterizo Ciudad Hidalgo-Tecún Umán. Balsas utilizadas en el cruce diario de personas y mercancías.

El cruce de personas y mercancías ocurre justo al lado del puerto de control fronterizo. Fotografías propias.

Como evidenciaba el agente de la Fiscalía Especializada en Delitos Cometidos contra Migrantes de agencia de
Ciudad Hidalgo, el Lic. Conrado Espinoza, en una entrevista que realizamos a principios de mayo y de la que
incluyo un extracto en el epígrafe con que inicia este acápite,

Cruces irregulares aquí está estamos repletos de eso, tenemos como 7 cruces (…) ya nadie se propone [controlar] ya el mismo
gobierno municipal ya les hizo rampas para que suban, para facilitar todo (…) al [municipio de] Suchiate le conviene, los días de
quincena viene mil gentes y mil gentes llevan cajas de mercancías, hay mucho comercio. Las balsas están pasando cada 5 minutos y
te cobran de 10 a 15 pesos para cruzar y no hay ningún problema, ahí nadie te va a juzgar ahí porque estás cruzando mercancía o
porque estás cruzando gente, es ya prácticamente algo legal, ilegalmente legal, ya nadie te dice nada, es normal, entonces toda la
gente que venga procedente de Centroamérica cruzan y no pasa nada, te subes a un triciclo y te llevan a la combi y ya… [Lic. Conrado
Espinoza, agente de la Fiscalía Especializada en Delitos Cometidos contra Migrantes, agencia de Ciudad Hidalgo, 7-5-15]

349
En efecto, el cruce irregular está completamente normalizado en la zona, esta práctica “ilegalmente legal” como
señalaba el agente de la fiscalía ofreciendo un buen ejemplo en torno a la diferencia entre “ley” y “norma” (Rose
y Valverde 1998), efectivamente estaba articulada a un “negocio”, a un conjunto de mercados transnacionales de
trasiego de personas y mercancías controlados por gremios locales de comerciantes, transportistas, hoteleros
(sobre todo del lado guatemalteco) y bodegueros. Sobre el margen del río que se encuentra en la parte
urbanizada del municipio hay al menos siete puntos de cruce255 en los que se utilizan las icónicas barcas hechas
de tabla y neumático de tractor, cada uno con infraestructura costeada por el gobierno para tal fin: rampas,
accesos desde la calle, muelles, barandales… Estos son utilizados tanto para mercancías como para personas.
Sin embargo, en época de verano, cuando el nivel del agua es bajo, es posible ver a personas e incluso familias
enteras de migrantes cruzando tomados de la mano y cargando sus mochilas sobre la cabeza.

En varias ocasiones utilicé el servicio de barcas para cruzar a Tecún Umán y la experiencia siempre fue ágil y
expedita, con solo acercarse a alguno de los muelles que están sobre el río ya hay varias personas, en su
mayoría hombres, ofreciendo algún servicio de cruce, ya sea personal o de carga. En menos de cinco minutos
alguna de las barcas se acerca para ser abordada y al cabo de unos minutos más está en marcha hacia el otro
lado, lo cual demora aún menos tiempo; el costo del viaje es de MX$10, aunque durante mi estancia tuve
testimonios de migrantes indocumentados que les llegaron a cobrar hasta MX$25 por un viaje. En la orilla
guatemalteca del río los transportistas, en su mayoría tricicleros aunque también algunos taxistas, se acercan a
ofrecer sus servicios. Como han señalado García y Tarrío, “[u]na frontera larga y porosa como la del sur de
México ha posibilitado el ensanchamiento de una economía que gira en torno al fenómeno migratorio
irregular, y ésta tiene que ver con la búsqueda de nuevas vías de cruces” (2008, 139).

Tecún Umán es un poblado pequeño cuyas principales actividades económicas son comerciales: servicios de
transporte, hoteles y comedores son los principales negocios, y prácticamente todo el empleo gira en torno a
las actividades de la frontera. Ahí opera uno de los albergues más antiguos del territorio migrante, la “Casa del
Migrante de Tecún Umán”, fundado hace poco más de veinte años por su actual director, Ademar Barilli, quien
es integrante de la orden escalabriniana de la Iglesia Católica256. Hasta hace algunos años Tecún Umán era un
poblado con altos índices de violencia, sobre todo vinculada al narcotráfico, el contrabando y el tráfico y trata
de personas. Actualmente la violencia ha bajado significativamente, lo cual no es lo mismo que decir que las
actividades criminales han disminuido. Algunas personas indican que esta zona está controlada por el cartel de
Los Zetas, otros dicen que por el de Sinaloa (la primera es la versión más plausible, al menos para el período en
que realicé mi trabajo de campo). Lo cierto es que la violencia visible ha disminuido.

Como ocurre también durante mi estancia en el lado mexicano de la frontera, una tensa calma marca el ritmo
de vida, una “paz armada” que prevenía los brotes de violencia, sobre todo si se compara con la frontera norte
mexicana257. Según la información que pude recabar de diferentes fuentes, esto se debía a que el costo de
“calentar el punto” era demasiado alto para las organizaciones criminales y quienes se veían beneficiados de
sus operaciones. A diferencia de la frontera norte la línea divisoria entre México y Guatemala es poco extensa
pero muy importante, “por aquí entra todo” como me diría en una ocasión un oficial de la fiscalía, “calentar la

255 1. Paso del Coyote, es el más utilizado y el más cercano al puente del INM; 2. Armadillo, está pasando el puente del INM; 3.
Palenque, es un paso utilizado principalmente para el cruce de mercancías; 4. Limón; 5. Los Rojos; 6. Las Hamacas; 7. El Cascajo.
256 Según Barili por la “casa” han pasado alrededor de ciento cincuenta mil migrantes en su trayectoria hacia el norte. Aunque

formalmente el albergue pertenece a la diócesis de Tecún Umán su administración es autónoma; ahí dan un servicio integral que
incluye asesoría jurídica, defensa de derechos, atención médica y psicológica, albergue, alimentación, entre otros [Comunicación
personal, 11-4-15].
257 Aunque las manifestaciones de violencia siguen estando presentes, la tendencia ha sido a la baja luego de un período muy álgido

desde principios de siglo hasta los años 2001-2012.


350
frontera es un gran riesgo para el negocio”. El riesgo de que los brotes de violencia o el aumento en la comisión
de delitos (al menos en términos de su visibilidad pública) provoquen una disminución en la porosidad de la
frontera o incluso su militarización, es demasiado alto, y esto sería lo que previene que las disputas por plazas
o rutas de trasiego no llegan a los niveles de violencia que se aprecian en la frontera norte.

En relación a Tecún Umán, se sumaba además el hecho de que el alcalde que dirigía el municipio en ese momento
había aplicado una política de “seguridad ciudadana” que incluía mayor presencia policial y, sobre todo, un
monitoreo casi total del casco central mediante la instalación de cámaras de video. Sin embargo, según varios
testimonios y mi propia experiencia, en la localidad seguían operando redes de trata y tráfico de personas. En
palabras de Barilli,

aquí nos controlan por parte del alcalde… ha ordenado la ciudad, no muchos se atreven ahora porque tienen cámaras
por todo el pueblo, ha bajado un poco la violencia y implica cierta protección para los migrantes también porque ya no
se atreven [a cometer delitos o abusos contra ellos] porque todo el pueblo está monitoreado [Ademar Barilli, director
de la Casa del Migrante de Tecún Umán, comunicación personal, 11-4-15].

El siguiente punto importante de cruces fronterizos es en la zona de Talismán, a unos 36km de Ciudad Hidalgo
y 18km de Tapachula, muy cerca del poblado de Tuxtla Chico. Para llegar desde Ciudad Hidalgo se toma una
combi que regresa por Metapa y continúa hacia el norte, hay que pedir parada “en el km 10” pues de ahí salen
los “peseros” (pick-ups adaptados con asientos de tablón) que viajan hasta Tuxtla Chico y Talismán, de lo
contrario hay que regresar a Tapachula y tomar de ahí una combi que va directo a Talismán.

351
Puerto de control y cruce fronterizo de Talismán. Fotografía propia.

En mi primer visita a la zona [11-4-15] me encontré con César, un hondureño originario de La Ceiba (costa
atlántica), sastre de oficio y radicado desde hacía dieciocho años en la localidad. Lo había conocido por
medio del Centro de Derechos Humanos “Fray Matías de Córdova” (CDHFMC), una de las principales ONG
que trabaja en la zona sur de Chiapas. César fungía como “juez de pueblo” y “promotor” del CDHFMC en
materia de derechos de migrantes, y también apoyaba a esta población en los de regularización migratoria
para quienes tenían interés de quedarse a radicar en el país. Según su versión, desde hacía ya unos años
Talismán no eran un punto tan importante de cruce de migrantes con destino a EUA, sobre todo si se le
comparaba con otros como Ciudad Hidalgo, La Mesilla y, más al norte, Benemérito de las Américas, lo que
coincidía con informaciones que me dieron otras personas incluidos los agentes de la FEDCCM. El punto era
más bien utilizado para el cruce de mercaderías, principalmente verduras y hortalizas de Guatemala hacia
México. Este flujo se daba tanto de forma “regular” o documentada como, sobre todo, irregular.

La escena cotidiana que se podía apreciar desde las orillas del río era la de un paso constante de jóvenes
guatemaltecos cargando sobre sus cabezas y espaldas las cargas de verduras con el agua por las rodillas y el sudor
empapando sus cuerpos. Al llegar al lado mexicano debían aun caminar unos doscientos metros más con la
carga, subir las pendientes del río y llegar hasta un punto en la carretera que lleva al puente transfronterizo, a
donde los esperaba el comerciante que habría de comprarles el producto para cargarlo en su camión y adentrarlo
en el territorio mexicano. Al entregar la carga se les pagaba MX$10 por el viaje y el producto y luego de unos
minutos para recuperar el aliento, los jóvenes se ponían de nuevo en marcha para volver a realizar el mismo
trayecto. La circulación de cuerpos y, sobre estos, mercancías, era constante; definían un flujo permanente a
través de la frontera que, como en el caso de Ciudad Hidalgo, ocurría bajo al sombra del puente de cruce oficial
y la mirada de los agentes de aduana. Se revelaban ciertas las palabras del licenciado Espinoza, agente de la
FEDCCM, “Haz de cuenta que en toda la frontera es la misma dinámica: cruzan en balsas o cruzan andando” [Lic.
Conrado Espinoza, agente de la Fiscalía Especializada en Delitos Cometidos contra Migrantes, agencia de Ciudad
Hidalgo, 7-5-15].

352
Trabajador guatemalteco cruzando mercadería en la frontera de Talismán, vista desde el puente transfronterizo del INM. Fotografía propia.

“Aquí eso del Plan Frontera Sur ni se conoce” me decía César sonriendo mientras me conducía a través del
puerto oficial de migración hasta el lado guatemalteco, sin que ningún agente nos preguntara nada y
saludando ocasionalmente a los funcionarios que parecían conocerlo muy bien. De nuevo se confirmaba la
imagen de la línea fronteriza como una zona abierta al flujo y circulación de personas y mercancías, aun ante la
mirada de los supuestos actores encargados de su control y vigilancia. Igualmente, como otros puntos más al
norte de la frontera, la zona de Talismán daba cuenta de la intensa articulación cultural que históricamente se
había producido a partir de este flujo. Gracias a su trabajo como promotor de derechos humanos y facilitador
en los procesos de regularización, César conocía bien a la comunidad centroamericana asentada en Talismán,
“casi la mitad de la gente que vive aquí es extranjera” afirmaba, y de esta “la mayoría es guatemalteca”.

Muy cerca de Talismán se encuentra el poblado de Tuxtla Chico, a unos veinte minutos (14km) de Tapachula
pero con el doble de altura sobre el nivel del mar (300msnm) y una mayor cercanía a las faldas del volcán
Tacaná, lo que lo hace un destino constante de descanso de las y los tapachultecos cuando desean escapar del
calor de la ciudad. Tiene un mercado pequeño pero dinámico, con mucho movimiento y variedad de productos
y que sirve de nicho laboral temporal a la población migrante que ocasionalmente pasa por la zona. Alrededor
del mercado se estacionan algunos tricicleros, otros cerca del punto de salida de las combis a Tapachula, la
mayoría transita alrededor del centro, y algunos de ellos son de origen “chapín”. Aunque se encuentra al filo de la
frontera, la población oriunda de ese país radicada en el pueblo es mucho menor que la de Talismán, e
igualmente el flujo de migrantes “irregulares” por la zona es mucho menor que en puntos como Ciudad Hidalgo
o La Mesilla.

Mapa 20.
Localidad de Tuxtla Chico, cerca de la frontera con Guatemala.
353
Fuente: https://www.google.com.mx/maps

“Cuando pasan, pasan rápido, a veces andan en grupo “charoleando” o trasladándose desde algún hospedaje,
buscando comida", me dijo en una ocasión Moni, propietaria de un comedor ubicado en el centro del poblado
[Diario de campo, 21-3-15]. “Aquí es tranquilo” me decía mientras miraba hacia el parque por la puerta luego de
servirme un café de olla, “no hay delincuencia ni nada de eso, solo pleitos de borrachos [risas] a veces más bien se
hace aburrido, yo de vez en cuando agarro taxi con mis amigas y nos vamos para Tapachula, y nos regresamos ya
en la noche”. Claramente el poblado daba la imagen de una realidad muy distinta a la que se podía apreciar a
unos pocos kilómetros donde el intenso flujo transfronterizo marcaban ritmos de vida mucho más vertiginosos.

Aquí la dinámica era lenta, pausada, y aunque se encontraba más cerca de la frontera que una ciudad como
Tapachula, esto no se traducía en una mayor intensidad de flujo o circulación de personas o mercancías, ni
siquiera cuando aquí los mecanismos de control y vigilancia eran significativamente menores. Esto da pie para
inferir que las trayectorias de flujo y circulación, más que por condiciones de cercanía a la frontera o por la
existencia de “puntos ciegos”, se encuentran determinadas por la existencia y operación de redes articuladas de
trasiego y movilidad ya consolidadas. La fronteridad, en este sentido, se impone de manera diferenciada y
desigual en el espacio, definiendo territorios con distintas intensidades de control y vigilancia, así como de flujo y
circulación.

A unos 100km de Tuxtla Chico sobre el borde de la frontera se encuentra el poblado de Motozintla de
Mendoza, ya en la región sierra de Chiapas. Aunque se puede llegar ahí desde Tuxtla Chico por caminos de
terracería, la ruta más cómoda y ágil es de Huixtla, donde la carretera costera del Pacífico que continua hasta
Arriaga, se desvía hacia la sierra. Para llegar a Huixtla se hace un viaje de entre 30-40 minutos en combi desde
Tapachula, y ahí se toma otro transporte que inicia el ascenso hacia la sierra por la carretera federal número
211. A partir de ahí un sinuoso y empinado camino va mostrando el cambio en vegetación y clima, empieza a
mostrarse un paisaje de montaña, altos cerros y bosques de altura, la temperatura baja conforme se asciende.

354
Los conductores son temerarios cuando el tránsito se los permite, de Tuzantán (poblado que está al lado de
Huixtla) hasta Motozintla se hace más o menos una hora de viaje. Motozintla se encuentra a 1250msnm y tiene
una población promedio de 18mil habitantes; es un pueblo en crecimiento, casas con perfil urbano, de 1-2
plantas, casi todas de block, cerradas, algunas con baño afuera pero la mayoría con baño adentro, cocina de
gas y pisos de cemento. Alrededor del parque la calle es empedrada, está la iglesia, el palacio y un tianguis que
se extiende alrededor del templo, donde se encuentran frutas y verduras, ropa y trastes. Algunos de los
comercios alrededor del centro: papelerías, cibercafés, abarrotes, vinos y licores, no se ven muchos
comedores.

Al encontrarse a 75km del cruce fronterizo de La Mesilla es un punto de paso frecuente de población migrante,
aunque según información que obtuve de varias personas es también frecuente que sea utilizado como punto de
paso de migrantes que han ingresado al país por Tecún Umán y se desvían desde Huixtla para evitar los retenes y
puntos de control de la carretera costera, por lo que deciden internarse en la sierra y avanzar por caminos menos
controlados; otros llegan también desde puntos de cruce menos concurridos por la sierra en torno a la localidad
de Amatenango de la frontera, a unos 19km al norte de Motozintla. Al igual que en el caso de Tuxtla Chico y
Talismán, y a diferencia de Ciudad Hidalgo, Huixtla y otras localidades de la región del Soconusco, el paso de la
población migrante por Motozintla es frugal, como me dirían varios habitantes de la localidad “van pidiendo,
pasan diario, entre 10-12 personas, mujeres y hombres, algunas veces niños” [información personal, diario de
campo 22-5-15].

Los nichos laborales no son demasiado amplios ni tampoco hay un albergue o algo semejante que incentive a la
población a hacer paradas muy extensas en la localidad. Esto no quiere decir que no haya patrones de
asentamiento de personas migrantes en el pueblo, los hay desde hace muchos años, sobre todo de población
guatemalteca; junto con otras localidades de la sierra, Motozintla fue una de las comunidades más importancia
dentro de los planes de asentamiento gel gobierno mexicano de población desplazada durante la guerra civil en
Guatemala. De hecho la familia que me hospedó durante mi estancia en el pueblo era de origen “chapín”, habían
salido de Guatemala a principios de los 70s, “huyendo de la guerra, cuando llegamos aquí a México la COMAR nos
ayudó, nos dio el refugio” [Sara, migrante guatemalteca asentada desde hace cuarenta años en Motozintla, 22-5-
15]258.

Incluso hacía unos cuatro o cinco años, según recuerdan algunas mujeres oriundas de la comunidad con las que
pude hablar, se dio un fenómeno de asentamiento que muchas recuerdan como la llegada de “las quita
maridos”, grupos de mujeres centroamericanas, en su mayoría hondureñas, que movilizadas por medio de
redes de trata y tráfico de personas habían llegado a la localidad para trabajar en los conocidos “bares diurnos”
y “centros botaneros” tan comunes en buena parte del sur chiapaneco. Muchas de estas mujeres conocieron a

258La historia de Sara y su familia es muy interesante y espero poder desarrollarla en otro momento. Sara nació en San Pedro Soloma,
un pueblo cerca de la frontera con México, pero se fue con sus hijos a Ixcán porque le decían que habían buenas tierras para cultivar, y
era cierto, ahí sembraron maíz, naranja y cardamomo. Con la guerra fue que se vinieron a México, “a Ixcán nos fuimos caminando, selva
virgen, solo se llegaba así o en helicóptero, y a México nos fuimos caminando también, alguna gente se fue para EUA, a mí me dijo una
cuñada que me fuera para allá pero no quise, anduvimos rodando, por Comalapa y otros pueblos, y terminamos aquí y nos quedamos.
Luego de que llegaron a México fueron reubicados varias veces por el gobierno y posteriormente ellos mismos se movieron de localidad
hasta que se asentaron en Motozintla. La violencia doméstica la llevó a separarse de su primer esposo, el padre de la mayoría de sus
hijos, y juntarse con una nueva pareja, Sergio, un mexicano con quien tuvo tres hijas más. Cuando habla de sus hijos se le llenan los ojos
de lágrimas, “yo nunca me separé de ellos, hasta al trabajo los llevaba, cuando trabajé en la finca cafetalera, ahí andaban conmigo (…)
Aquí ya nunca más tuve tierrita” me contaba triste, “a veces me hace falta, pero se acostumbra uno”. En el 85 el mayor de sus primeros
tres hijos, Ricardo, cuando cumplió 18 años decidió regresar a Guatemala y unirse a la guerrilla, “Ricardo sufrió mucho, allá sobrevivió
por obra y gracia de Dios, estuvo en enfrentamientos, en bombardeos, hasta que un día lo prensó el ejército y no lo soltó, tuvo que
trabajar para ellos, cinco años estuvo en el ejército, y le iba bien, tuvo buen puesto, llegó a teniente, tenía buen salario, pero me dijo
que quería regresar, que yo nunca lo había abandonado y que quería estar cerca de mío” recordaba Sara llorando.
355
hombres de la localidad en sus trabajos como “meseras”, un empleo que implica tanto la atención a
comensales como el fichaje (cobro por compañía y consumo) y el servicio sexual. Algunas de ellas incluso se
casaron con sus clientes provocando divorcios y separaciones, así como la molestia de grupos de mujeres
motozintlecas que terminaron por organizarse y lograr que el ayuntamiento se involucrara259.

Otra de las localidades fronterizas de la sierra que tuve oportunidad de conocer fue Frontera Comalapa.
Ubicada a 650m.s.n.m en los inicios de la Sierra Madre de Chiapas, esta localidad se encuentra oficialmente
catalogada como “ciudad” por su dimensión territorial (poco más de 700 km2) y su población (alrededor de
60mil habitantes). A diferencia de Motozintla y Tuxtla Chico, Frontera Comalapa es un punto importante en la
ruta migratoria por su cercanía con el punto oficial de cruce de La Mesilla y por ofrecer gran variedad de
servicios de transporte y hospedaje, así como mayores nichos laborales para una estadía menos frugal por
parte de la población migrante que muchas veces necesita realizar trabajos breves para ganar dinero y
continuar el viaje.

Según el agente de la FEDCI Lic. José A. Osornio, Frontera Comalapa es “un pueblo difícil”, donde constantemente
se dan numerosos delitos contra migrantes, sobre todo el secuestro, extorsión y asaltos, pero también crímenes
vinculados al tráfico de personas y al narcotráfico [Lic. Osornio, FEDCCM, 11-3-15]. “Y estaba peor antes” me diría
Sara al despedirnos antes de mi salida a Comalapa, “las calles estaban sucias y había mucho desorden, ahora hay
bastantes negocios y está más tranquilo, lo que si hay es narco, mucho narco, también mucha gente que siembra
droga, marihuana, el primo de una señora amiga tenía sus cuerdas sembradas, pero le dio miedo y mejor se fue”.

El viaje a Frontera Comalapa es cansado y peligroso, las combis que transitan por la sierra y realizan los trayectos
de Huixtla hasta Comitán de Domínguez, por las carreteras federales 211 y 190, son de las más peligrosas que he
tomado en mi vida. A gran velocidad y hasta el tope de pasajeros y carga, van ascendiendo o descendiendo por
las sinuosas y estrechas vías que conectan los diferentes poblados de la sierra. En varias ocasiones estuvimos
cerca de chocar con otras combis que aparecían repentinamente de frente luego de tomar ambas alguna cerrada
curva sin dejar de acelerar, también tuve que contener muchas veces las arcadas ante los constantes vómitos que
el viaje le provocaba a los pasajeros que pálidos y sudorosos se abalanzaban por encima de sus vecinos de viaje
intentando llegar a las ventanas antes de que fuera demasiado tarde. Y la cosa se ponía peor cuando llovía, pero
esto no disminuía en lo absoluta la imprudencia de los choferes, que aparentemente orgullosos de su actitud
temeraria, se la pasaban alardeando con sus cobradores o con otros choferes con los que se topaban
efímeramente en el camino.

Efectivamente Frontera Comalapa es uno de los poblados más grandes de la sierra, con excepción de Comitán y
otros que se encuentran más al norte de La Angostura. Sus calles estrechas y en pendiente se encuentran
plagadas de comercios: comedores, tiendas de electrodomésticos, hoteles, farmacias, ciber cafés, llenan de
movimiento el paisaje urbano. Mi contacto en el pueblo es el Pbro. José Luís Rodríguez, un jesuita de origen
español que había trabajado más de treinta años en comunidades rurales o conflictivas de México y CA.
Recientemente le había sido asignada la parroquia de Comalapa por disposición directa del obispo, con la
misión de dinamizar el trabajo con migrantes en la zona, lo cual lo tenía evidentemente contento pues
consideraba prioritario el trabajo en la localidad. Es ese momento tenía programado abrir una oficina de

259Hoy día los bares y centros botaneros aún operan en Motozintla y otras zonas de la sierra y la costa de Chiapas, e incluso han sido
objeto de intervención frecuente por parte de la “Fiscalía Especializada en Atención a los Delitos en Materia de Trata de Personas y para
la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos” (FEADMT), que ha realizado operativos y detenido a supuestos tratantes. No
obstante, varias organizaciones sociales han denunciado que las acusaciones de trata han recaído, muchas veces, sobre las víctimas en
vez de los victimarios, entre ellas muchas mujeres centroamericanas.

356
atención (asesoría jurídica y trámites de regularización) y un comedor que eventualmente pudiera convertirse
en albergue.

José Luís me cuenta que abrieron un albergue hace tres años pero quedó abandonado porque finalmente no
hubo quién asumiera su administración. A pesar de esto asegura que la recepción de la comunidad es buena,
“lo que Casillas llama la permeabilidad positiva” me dice sonriendo; incluso cuando se construyó el albergue
hace tres años mucha gente ayudó a construirlo o puso dinero. Para la misma época en que se construyó el
albergue el SJM organizó un diplomado sobre migración que involucró a gente de Tapachula (CDHFMC),
Escuintla, Frontera Comalapa, la Ibero de Puebla, RJM, SJM, la Ibero y el ProDH. Para él esas son experiencias
que han mostrado que hay posibilidades de hacer un trabajo más sostenido en la zona y se le notan las ganas
de ser él quien lo asuma. Y aunque segura que la operación de actores del CO y las RDL en la zona dificultan el
flujo migratorio, no cree que impidan las labores de ayuda humanitaria y asistencia260.

La última localidad fronteriza que pude conocer fue en el estado de Tabasco, cerca de Tenosique, donde realicé
una estancia en el albergue para migrantes “La 72”. Aunque mi estancia se concentró en el espacio del
albergue (ver capítulo 3), tuve oportunidad de visitar el punto de cruce fronterizo oficial de El Ceibo, a unos
60km al sureste de Tenosique, en un par de ocasiones. Desde hace algunos años, con el aumento de los
mecanismos de securitización en Chiapas ante los flujos migratorios desde Centroamérica y dado el propio
incremento de estos, la que se conoce como la “ruta del golfo” se ha convertido en una de las de mayor flujo
de personas en tránsito por México con destino a EUA. Desde El Naranjo en Guatemala y algunas localidades
aledañas, los grupos de migrantes avanzan por caminos de extravío en torno a la carretera El Ceibo-Lagunitas
en el lado guatemalteco y Tenosique-El Ceibo del lado mexicano. El sorteo del punto de control lo realizan, de
manera semejante a lo que vimos en Ciudad Hidalgo y Talismán, a escasos metros de la presencia de los
agentes migratorios, con la diferencia de que en vez de cruzar un río deben cruzar por el monte.

Mi primera visita a El Ceibo fue con John Moore, un fotoperiodista norteamericano que se encontraba en
Tenosique realizando un foto reportaje sobre los operativos del INM y los impactos en la migración de tránsito
por la zona. Lo conocí en La 72 y luego de una larga charla sobre Centroamérica, pandillas y crimen organizado
nos pusimos de acuerdo para ir en su coche hasta la frontera. De camino el paisaje es de bastante vegetación,
en su mayoría siembras de caña, maíz, teca, melina. La carretera se encuentra bastante despoblada, de ida solo
vemos a cuatro personas (dos parejas) caminando sobre ella. Con curvas ocasionales y casi sin pendientes, esta
franja de asfalto caliente es la que caminan cientos de miles de personas todos los años para ingresar a México;
escenario de constantes asaltos por parte del crimen organizado, y de frecuentes persecuciones del INM, la
carretera que conecta la frontera con Tenosique es transitada por “combis” que cobran 30 pesos por el servicio
a personas “regulares”, y hasta 100 pesos a migrantes “irregulares”, siendo también muchas veces los propios
choferes quienes informan a migración sobre la presencia de los “ilegales”.

Mapa 21.
Tenosique-El Ceibo, ruta de cientos de miles de personas migrantes cada año.

260El 7 de junio de 2016 recibo un correo suyo en respuesta a uno mío: “Las cosas han cambiado un poco por aquí. Ya tenemos una
oficina de atención al migrante, con un abogado y una trabajadora social. Ayudamos a que la parroquia abriera un comedor para
migrantes. Y el albergue que estaba cerrado se ha reabierto pero ya no para migrantes sino para solicitantes de refugio. Pronto
abriremos una antigua ferretería que nos prestan para dormitorio de migrantes.
357
Fuente: https://www.google.com.mx/maps

Luego de unos 45 minutos topamos con el retén militar que se encuentra ya como a unos 10 km del punto
fronterizo. Según los testimonios de las propias personas migrantes, la presencia de los militares no significa
para ellos ningún problema. En tanto mecanismo de securitización, el retén del ejército no se ocupa de los
flujos migratorios, “hasta nos saludan y nos dan agua cuando pasamos” me dijeron en varias ocasiones las
personas que conocí en el albergue y en la ruta. No creo que sea extremo considerar la posibilidad de que en
ciertas coyunturas específicas de cierre de frontera o ante caudales muy grandes de flujo de personas por
temporadas específicas, la presencia militar pueda operar como mecanismo de vigilancia y control migratorio,
al menos en el sentido de estar circulando información estratégica al INM. No obstante, las personas migrantes
nunca han sentido, al menos durante el tiempo de mi estancia, que el retén del ejército implique para ellos
ningún problema en términos de su propia movilidad por la zona y la carretera.

Esto muestra, que las dinámicas y políticas de securitización en la frontera operan en diferentes niveles o en
relación a diversos fenómenos, sin que siempre coincidan exactamente. Un mismo retén puede operar como
un punto de control y fronteridad para el flujo de mercancías o actores del CO, pero no para el flujo migratorio,
al cual incluso puede servir de punto momentáneo de apoyo para recibir agua, asesoría o información muy
puntual sobre la ruta. En otras palabras, la securitización funciona, en el área fronteriza, como una política que
se despliega en diversas y variadas capas, estriando o alisando el territorio de manera diferenciada para
diferentes flujos o formas de circulación (Pallito y Heyman 2008, 328). En este sentido, emergen diversas
intensidades de fronteridad en el espacio, las cuales se hacen efectivas según los rasgos específicos de las
personas que lo utilizan y apropian, aunque sean momentáneamente, así como de las formas de clasificación
(Kearney 2004) que se asignan en función de dichos rasgos.

Antes de llegar a la línea, algunas personas ofrecen servicio de estacionamiento y de transporte en


“pochimovil” (mototaxi) por 5 pesos cada servicio. John avanza e ingresa hasta el estacionamiento de la
aduana, donde se estaciona y nos dirigimos caminando a la línea fronteriza; nos detienen dos oficiales de
aduana, uno de ellos nos informa que es prohibido estacionar ahí, y me pide mostrarle las fotos que acabo de
tomar, luego de lo cual me hace borrar dos fotos que eran de la aduana, y que había tomado una vez que nos
estacionamos.

358
Escenarios en torno a la frontera de El Ceibo. Fotografías propias.

El sorteo que realizan las personas migrantes del puerto de control y cruce fronterizo de El Ceibo es bastante
simple. Aunque las técnicas de cruce son un poco más opacas que en el caso del Suchiate y Talismán, donde
ocurren directamente bajo la mirada de las autoridades migratorias, los desplazamientos en torno al punto de
El Ceibo no son tampoco particularmente complejos. De manera muy semejante a como ocurre con los retenes
que se encuentran más adelante en el territorio mexicano, específicamente sobre las principales carreteras por
las que se da el flujo migratorio (costera del pacífico, Tenosique-Veracruz), la evasión en El Ceibo se realiza
bordeando el punto de control “por el monte”, es decir, desviándose de la carretera principal, que antes y
después del puerto permanece sin vigilancia, internándose a los terrenos adyacentes a esta, y caminando
distancias que pueden ir entre los 50-200 metros hasta salir de nuevo a la carretera en el lado mexicano de la
frontera.

Mapa 22.
Técnica de sorteo del puerto de control fronterizo de El Ceibo.

359
Fuente: https://www.google.com.mx/maps

Punto en territorio mexicano por donde sale la mayoría de las personas que sortean el puerto de El Ceibo. Fotografía propia.

5.1.2 La frontera más allá de la línea: retenes, operativos y agenciamientos migrantes.

360
Como vimos en el apartado anterior la frontera sur mexicana, en términos de sus efectos de poder y
fronteridad, no está necesariamente localizada en torno a su marca lineal. Si bien existen puntos oficiales de
control así como de cruce formal sobre la frontera (ver mapa 17), estos no irradian los efectos de vigilancia que
presumiblemente tiene una frontera entre estados, tanto en relación al flujo de personas como de mercancías.
Su carácter de geosímbolo de poder (Giménez 2001) se difumina en el territorio y re-emerge arraigado a
localidades diversas; los dispositivos de securitización (Taureck 2006, Šulovic 2010) surgen a partir de la
operación de mecanismos de control y vigilancia que no se encuentran anclados a la línea divisoria, sino que
definen en el territorio áreas fronterizas (Kearney, Fronteras fragmentadas, fronteras reforzadas 2009) y
regímenes de seguridad fronteriza (Pallito y Heyman 2008) más amplios.

En relación a nuestro estudio, dos elementos centrales de estos mecanismos son los retenes que instala y los
operativos que realiza el INM a través de la ruta migratoria. Geosímbolos de fronteridad que estrían el mismo
espacio que las personas migrantes disputarán con su tránsito intentando alisarlo y apropiarlo, desterritorializarlo
y reterritorializarlo (Haesbaert 2011) para su propia circulación, para su devenir migrante. Son las marcas de una
pugna, de la política que subyace a la producción del espacio (Massey 1993 y 2009) cuyo sustrato de sentido ya
no es solo el de la soberanía (Agnew 2005, Massey 2009) o la nacionalidad (Glick Schiller, Basch y Blanc-Szanton
1992), sino el de un complejo entramado de formas de intercambio y flujos de valor que en muchas ocasiones
ingresan al ámbito de lo criminal, y cuya fuente de extracción suele ser el propio cuerpo migrante y sus formas de
movilidad.

Como me dijera uno de los agentes de la FEDCCM durante una entrevista que realizamos: para el migrante
“irregular” “el problema no es la frontera, el problema es el retén” [Lic. Espinoza, FEDCI, 7-5-15]. Efectivamente
ha sido a partir de la incrustación en el territorio de estos mecanismos de fronterización por parte del estado
que se han implementado regímenes de securitización que trascienden las fronteras lineales y equilibran los
efectos de control y vigilancia que, como vimos, ya no tienen del todo los puntos de cruce transfronterizo. Pero
sus efectos no son solo de control y vigilancia, en torno a estas localizaciones en las que el estado se hace
presente y constriñe a la realización de “interacciones estado/individuo” (Pallito y Heyman 2008, 325),
emergen también formas de intercambio y extracción de valor que van desde lo pecuniario hasta lo simbólico,
y dan cuenta de la dinámicas bajo las que se negocian cotidianamente tanto la producción del tránsito como la
imagen de seguridad del estado y su territorio.

Ya en el acápite 2.3 presenté tanto las tendencias recientes de la migración irregular por México como los
fundamentos legales que apuntan a regularla; vimos que aunque hubo una disminución importante luego del
máximo histórico en 2005 cuando el flujo alcanzó los 433 mil eventos, la tendencia vuelve a presentar un
incremento luego de 2010 que se sostiene hasta la actualidad y presenta una gran posibilidad de superar el
pico anterior. Asimismo, planteamos que aunque el discurso legal en torno a la migración irregular, luego de la
reforma de la LGP, incorpora el imaginario de los derechos humanos y el discurso de la protección y trato digno
de las personas migrantes, deja portillos importantes para la operativización de un modelo de seguridad
nacional muy cercano a las políticas de excepción (Vaughan-Williams 2009). En este acápite aportaré una
mirada etnográfica a estas premisas y la complementaré con una reflexión en torno a las formas específicas de
producción del espacio involucradas en las pugnas de territorialización y desterritorialización que emergen en
el contexto de los procesos migratorios estudiados.

Como ya mencioné al inicio de este capítulo, estas pugnas por el territorio están condicionadas por una
geopolítica específica que, desde la implementación de TLCAN (NAFTA por sus siglas en inglés) en 1994 (Kovic y
Argüelles 2010, 90) y (con mayor fuerza) después de los eventos del 11-9 en EUA, provoca una extensión hacia

361
el sur de la frontera estadounidense que es en buena medida lo que hace emerger este conjunto de
dispositivos de securitización dispersos en el territorio, que terminan por ampliar las áreas fronterizas. En
palabras de Pallito y Heyman, “el monitoreo del movimiento por medio de técnicas específicas de
identificación, inspección, permiso y vigilancia, se está difundiendo de las fronteras nacionales a una más
amplia y distribuida red de puntos de control (Pallito y Heyman 2008, 316, énfasis en el original).261 Un claro
ejemplo del aumento de estos controles se ha dado en la región de Soconusco (Chiapas) y específicamente en
torno a las vías de comunicación de la costa pacífica (tren de carga y carretera costera). Tan solo en el corredor
Tapachula-Tonalá había en 2014-2016 un retén de seguridad cada 22 kilómetros262, lo cual había provocado
que buena parte del flujo migratorio se dispersara en el territorio trasladando sus rutas de tránsito hacia la
sierra y la selva.

Mapa 23.
Retenes en el tramo Tapachula-Tonalá, estado de Chiapas263.

Fuente: http://www.animalpolitico.com/2014/12/especial-de-tonala-tapachula-224-kilometros-de-retenes-y-corrupcion/

261 “[T]he monitoring of movement, including specific techniques of identification, inspection, clearance, and surveillance, are diffusing
from existing national borders to a more widely “distributed” network of control points. A esto los autores le llaman “border security
regime”, regímen de seguridad fronteriza”.
262 Ver: http://www.animalpolitico.com/2014/12/especial-de-tonala-tapachula-224-kilometros-de-retenes-y-corrupcion/. Según la propia

FEDCCM “entre Ciudad Hidalgo y Arriaga hay 8 retenes, 3 con presencia del INM” [Lic. J.A. Osornio, comunicación personal, 11-3-15].
263 Según mi observación etnográfica era frecuente que un vehículo de detención del INM se estacionara bajo uno de los puentes que se

encuentran entre Ciudad Hidalgo y Tapachula; aunque no se trataba de un retén fijo como los que muestras el mapa, constantemente
detenían combis e inspeccionaban a sus pasajeros deteniendo gran cantidad de migrantes “irregulares”.
362
Según el Lic. Espinoza, la presencia de los retenes no ha impactado tanto en un cambio en las rutas, pues en
su experiencia la mayoría de los migrantes en tránsito por Chiapas sigue utilizando la vía costera (aunque
reconoce la intensificación del flujo por otras rutas como la selva y la sierra). Lo que sí se habría dado es un
nuevo formato de tránsito:

la gente tiene que sortear, al momento de abordar una combi preguntan con los otros choferes, haz de cuenta usted
como chofer ya ve que llegaron unos 10 enmochilados y dicen estos van para Tapachula, “órale pásenle”, pero en ese
momento va llegando una combi que viene de Tapachula, lo primero que te dice es “oye, ¿en el puente 2 está la combi
de migración, la blanca?” –no fíjate que no están– entonces ya los sube (...) Lo que hacen es dejar pasar una combi para
esperar a ver en qué momento se mueve, ya llega otro y dicen “saben que ya se movió”, y así es como ellos mismos, los
choferes, se van diciendo “llevo pase libre…”, se suben al carro y se van (…) cuando ya van llegando al punto, si les dice
el de la combi “cuidado porque allá están”, se bajan y lo que hacen es caminar pedacitos y ya se suben adelantito,
rodean y vuelven a tomar la combi y si les dicen que no, se pasan [Lic. Espinoza, FEDCI, 7-5-15].

El movimiento que antes (de la implantación de los retenes) definía una línea recta, ahora dibuja sobre el
territorio sorteos, desvíos, rodeos de los puntos de control y vigilancia. Como ya lo he planteado, el tránsito
migratorio, sus trayectorias y formas de movilidad, son una importante fuente de extracción de valor en el
territorio migrante. En el caso anterior la necesidad de sortear el retén implica un doble pago de combi y una
exposición a posibles asaltos en los caminos de extravío. Pero antes de esto está el sobre-cobro de tarifa que
suelen aplicar la mayoría de choferes de combis a los “enmochilados”, a quienes les pueden duplicar y hasta
triplicar los precios por el servicio. El cuidado que llevan los choferes en relación a la presencia de agentes del
INM en el trayecto no es necesariamente producto de su solidaridad con los migrantes, es un forma de
proteger la extracción de valor que realizan a estos, pues de conocerse los sobre-cobros podrían ser acusados
de tráfico de personas.

Los retenes son diversos en su forma y métodos, pero tienen algunos rasgos en común tales como su carácter
fijo, su localización sobre carreteras y su operación de auscultamiento. Como se indica en el mapa 23, estos
pueden tener presencia de varias corporaciones de seguridad y control, entre las que se incluyen el Ejército
Nacional, Policía Federal Preventiva, Policía de Frontera, Policía Municipal, Aduana Fiscal y Migración.
Dependiendo de la composición del retén en estos términos y obviamente del perfil de quien lo atraviesa, el
paso por este puede ser más o menos lento. Por otra parte, a estos puntos de control habría que sumar los
“puntos internos de control integral” (mapa 17) que se localizan también sobre las carreteras, y que
constituyen complejas instalaciones infranqueables (al menos si el traslado se realiza por carretera) donde hay
presencia de casi todas las autoridades federales (INM, SAT, FF.AA., Aduana, entre otras).

En la ocasión que visité el punto fronterizo de El Ceibo con el periodista norteamericano John Moore, como
narré brevemente unas páginas antes, cuando estábamos ya muy cerca del punto, como a unos 10km, nos
topamos con un retén militar. Lo primero que hicieron los soldados que nos detuvieron fue preguntarnos por
las cámaras de John, nos solicitaron identificaciones y le preguntaron detalles de su oficio y el trabajo que
realizaba en la zona. En algún momento John comenta “pero se ve que están haciendo bien su trabajo, porque
casi no se ven migrantes en la carretera”, para mí fue claro que lo hacía como una adulación, pero no para el
soldado, que rio seriamente y le dijo “ah ¿y por qué dice eso?”, John se limitó a repetir lo que había dicho, y ahí
quedó el asunto.

Como ya mencioné, según la información que pude levantar durante mi estancia en Tenosique este retén no
suele representar problema para la población migrante en tránsito por la zona, realmente los soldados no se
ocupan demasiado de los migrantes irregulares y aunque se puede dar la situación, sobre todo en los casos de
grupos grandes, de que se comuniquen con el INM para dar información de la presencia de “enmochilados”, no

363
es lo más frecuente. Su función va más en la línea de control del narcotráfico, contrabando y crimen
organizado. Por esta razón no es rara la escena de que el mismo migrante que diez kilómetros antes tuve que
internarse brevemente al monte para sortear el punto de control de El Ceibo, al pasar por el retén militar lo
haga por el medio de la carretera en incluso pueda recibir agua o dirección por parte de la hueste. Lo que sí
ocurre, como en Chiapas, es que los desvíos que toman los migrantes para sortear los puntos de control en los
que saben que pueden ser detenidos, muchas veces los expone a asaltos, violaciones o secuestros por parte de
bandas locales o o del crimen organizado que se dedican a esta forma de extracción de valor y captura de
renta.

Personalmente tuve que enfrentarme a la situación de atravesar estos retenes en numerosas ocasiones
durante mi estancia en Chiapas, tanto viajando en combi como en autobuses más grandes. En las combis, si
bien solía pasar desapercibido a las miradas de los agentes de migración, varias veces me solicitaron
identificación; en una ocasión incluso el agente al mirar mi credencial dudó de su autenticidad y de mi historia
de estudiante de antropología, y fue a consultarle a su superior, que luego de explicarle que esas eran “las
nuevas” que se le daba a “estudiantes” me la devolvió y pudimos continuar el trayecto. Como han señalado
Pallito y Heyman,

En estos puntos de control, los agentes a menudo emplean sus propios juicios subjetivos en relación a la plausibilidad
de la historias suministradas (…) suposiciones subjetivas sobre las personas que incluyen apariencias en términos de
raza/origen étnico, medio de transporte, manera de vestir (...) Si las personas que lleven ropa vieja o tienen piel y pelo
oscuro son examinadas más de cerca y se les prohíbe más a menudo el paso, esto significa que el proceso se ha
infectado con prejuicios ilegítimos (...) los agentes de la Patrulla pueden emplear discreción para decidir quiénes van a
ser objeto de cuestionamientos perentorios y quiénes serán llevados aparte para interrogatorios más extensos (...) esta
discreción permite la introducción de sesgos ilegítimos en el control de la movilidad (Pallito y Heyman 2008, 324-
325).264

Recuerdo muy bien una vez que viajaba hacia San Cristóbal de las Casas y detuvieron el camión del ADO en el
retén de Huehuetán que está sobre la carretera. El soldado que subió al autobús para auscultar a los pasajeros se
detuvo a mi lado y me pidió que le mostrara los contenidos de mi mochila, luego de lo cual me pidió mi
identificación. Al entregarle mi credencial de residente temporal-estudiante el soldado la estuvo mirando
incrédulo por varios segundos que para mí parecieron horas. Sin quedar satisfecho me pidió que le mostrara mi
pasaporte, a lo cual respondí “¿pero por qué? supuestamente migración me da esta credencia para no tener que
cargar mi pasaporte…”, pero inmutable el soldado me volvió a pedir el documento. Por suerte lo llevaba y se lo
entregué.

De nuevo lo estuvo observando con detenimiento, revisando los sellos que traía y mirando y palpando la hoja
en que se encuentra mi fotografía. Sin quedar muy convencido me preguntó que hacía en México, a lo cual le
contesté que era estudiante, “como lo indica la credencial”. Con dureza me preguntó qué estudiaba y respondí
ya un poco molesto “Antropología”, a lo cual replicó “¿a dónde?” y respondí que en la Universidad
Iberoamericana; ante mi respuesta, el soldado dejó de revisar el pasaporte y me miró cambiando la cara.
Comprendí el efecto que habían tenido mis palabras, por lo que decidí sacar mi credencial de la “Ibero” y
mostrársela. No tuvo que observarla ni dos segundos para devolvérmela pidiéndome disculpas. Aunque es

264In such checkpoints, agents often employ their own subjective judgments of the plausible story supplied by a given subject (Heyman
2001:32). The plausible story process, in turn, is based on various subjective assumptions about the subject, including apparent
race/ethnicity, vehicle, manner of dress (…) If persons wearing old clothes, or persons with dark skin and hair, are scrutinized more
closely and prohibited more often from traveling on, then the process has become infected with illegitimate biases (…) Patrol agents
may employ discretion to decide who will be subject to peremptory questioning and who will be taken aside for more extensive
interrogation. Once again, this discretion permits the introduction of illegitimate bias into mobility control (Pallito y Heyman 2008, 324-
325).
364
difícil para mí determinar las razones de la incredulidad del soldado en relación a mi identidad y mi estatus,
resulta evidente que el efecto clasificatorio (Kearney 2004) que podía haber estado pesando sobre mí mientras
miraba incrédulo cada una de mis identificaciones, todas de fabricación y propiedad estatal, se disipó en el
momento en que una identidad más efectiva (y no estatal), muy posiblemente emanada de un presumida
extracción de clase, se impuso como efecto simbólico en el soldado. Según Pallito y Heyman,

Los procedimientos de identificación a menudo clasifican a las personas de acuerdo a sus vínculos con el Estado (...) los
procedimientos de identificación y las tecnologías de seguridad (...) generan una mayor movilidad, o determinar si se
concede o no la movilidad, dependiendo de la posición en que dicho individuo se encuentra en relación con los
aparatos de identificación del estado: como élite económica, como migrante "indeseable", o como sospechoso de
terrorismo (Pallito y Heyman 2008, 320-321; traducción propia)265.

Según datos de la Policía Federal, en el estado de Chiapas entre 2011 y 2013 el número de revisiones a
personas realizadas en retenes (denominados por la dependencia “puntos de atención carreteros”) tuvo un
aumento del 330%, casi siete mil en 2011, poco más de quince mil en 2012 y alrededor de veintidós mil en
2013266. La escalada de en los eventos de revisión es correspondiente, como veremos más adelante, con la de
la tendencia en la detención y devolución de migrantes “irregulares” a nivel nacional. Aunque no es en todos
los retenes instalados en el área fronteriza de Chiapas que hay presencia de agentes migratorios, en muchos la
hay. Además hay que tomar en cuenta que otra de las tendencias que también ha presentado un aumento en
años recientes, es la de la participación del cuerpo policial en acciones de detención de migrantes “irregulares”,
tanto en retenes como en operativos realizados conjuntamente en puntos específicos de la ruta267, lo que
implica mayor coordinación e intercambio de información entre las dependencias. El siguiente testimonio da
muestra de ello.

Yo salí desde el Campamento, Olancho. Hace siete días, ahorita estoy cumpliendo 7 días. En término de dos días me
puse a la mera frontera de México y Guatemala, que es le tramo donde va el tren de Tenosique, todo eso. Bueno, lo
agarré, Coatzacoalcos, todo eso, para allá… puro tren…. ahí en Coatzacoalcos yo dejé el tren, ya no lo agarré. De ahí
agarré un autobús, pero nos pararon en... no era retén, era un retén nomás así, nos agarró la judicial [federal] y
después nos agarró la migra, la judicial solo paró la combi, nos bajaron a todos y "¿documentos?", me dicen a mí, yo
saco mi cédula, porque es mi identidad, solo me apartaron a un lado. A todos les estaban pidiendo y pidiendo pero en 5
minutos llegó la migra. [¿O sea que los federales la llamaron?] Correcto. [¿Dónde fue esto?] Esto fue en Veracruz, el
puerto, porque habíamos avanzado de Coatzacoalcos como casi dos horas y media ya. Si yo me voy en el tren, no hay
falla, pero es que el problema fue que un señor que le compramos unos tacos nosotros, nos dijo que el tren de ahí para
allá no era seguro, entonces por eso nosotros… Pero el problema, ¿sabes cuál fue? Que sí hay garitas, pero nosotros no
nos agarraron en garitas, nosotros nos agarraron en la mera... o sea andando, de repente ¡fun!, que aparecen de la
nada los federales, y esos tipos andaban con perros y todo, nos cayeron de un solo... Bueno, en cinco minutos estaba
migración, de ahí nos trajeron a Coatza, “cabal”, dije, “voy preso” [Marlon Estrada, migrante hondureño, albergue de
Ocotepeque 14-4-15].

El trayecto de Marlon se mueve entre un tren que “no es seguro” y una carretera en la que fácilmente puede “ir
preso”. Son estas las dinámicas geo-políticas que van definiendo las trayectorias que se trazan en el espacio, la
territorialización migrante en su momento de tránsito. Como vimos en el capítulo 3, no tan distinta de la que se
realiza en su momento de albergue y reconstitución, pues en ambos casos la fronteridad y la securitización
impregnan el espacio tanto como la circulación y el agenciamiento. Es entonces un flujo de sorteos y rodeos, de
brincos y pausas, detenciones y retornos que marcan el espacio de dinámicas circulantes tensadas desde el

265 Identification procedures often classify persons according to their established ties to the state (…) Identification procedures and
security technologies (…) generate greater mobility, or determine whether to grant mobility, dependent on where an individual stands
relative to state identification apparatuses: as an economic elite, an “undesirable” migrant, or a terror suspect.
266 Ver: http://www.animalpolitico.com/2014/12/especial-de-tonala-tapachula-224-kilometros-de-retenes-y-corrupcion/.
267 Como señalé en el acápite 2.3.1, en la nueva Ley de Migración es prerrogativa del INM solicitar “apoyo” de la policía en la realización

de operativos de detención de migrantes irregulares.


365
control y la vigilancia, la extracción de valor y el trabajo, la estrategia y la agencia. Y estos mecanismos se activan
no solo en torno a las dinámicas de tránsito, sino que pueden aplicarse también en torno a espacios como los
albergues. El siguiente es un extracto de una conversación con Martha Sánchez Soler, directora de la organización
MMM:

La semana pasada me llamó Heyman268, preocupado, quiere ver cómo podemos ayudarle, los están molestando mucho
en Huixtla, la policía municipal y los de migración, mucho operativo incluso cerca de la parroquia, y les han puesto
muchas trabas para que puedan conseguir los permisos para el albergue; llámalo, para ver cómo le puedes ayudar
desde allá… y justo hace como dos días me llamó Fray Tomás 269, por lo mismo, los están hostigando, dice que es una
guerra que tienen con los migrantes, todo el tiempo operativos, agresiones… [Sra. Martha Sánchez Soler, directora del
MMM, 14-5-15].

Durante mi estancia en el albergue La 72 en Tenosique también pude comprobar los efectos de estos
mecanismos de presión y hostigamiento. Durante uno de los períodos en que la cantidad de población llegó a
os límites de lo que podía recibir el albergue antes de que la presión sobre el espacio y los recursos hiciera la
habitación insostenible, el Paisa, el jefe de la Guardia, me explicó las razones que había detrás de este
incremento: “es por una táctica del INM que acumula gente y luego la deja pasar en masa para dificultar el
trabajo del albergue, para hacer presión en los recursos (…) Cuando hubo 300 hubo un día en que en un tiempo
de comida no se pudo dar nada, se había acabado todo” [Diario de campo, comunicación personal, 25-9-14].

Gráfico 13.
Participación de instancias de seguridad y justicia en revisiones migratorias, 2013-2015.

268 Pbro. Heyman Vásquez Medina, fundador de varios albergues para migrantes en Chiapas y actual director del albergue para
migrantes de Huixtla, se trata de uno de los primeros defensores de derechos de migrantes desde la Iglesia Católica en el país.
269 Fray Tomás González, fundador y director del albergue-refugio para migrantes “La 72” en Tenosique, Tabasco.

366
Fuente: Knippen, Boggs y Meyer 2015, con datos la de respuesta del Instituto Nacional de Migración a la solicitud no. de folio Informe
0411100035415, 17 de junio de 2015, disponible en el sitio web de WOLA, http://bit.ly/1RA3kuy

Estos mecanismos se encuentran atravesados por ciertas formas de violencia institucionalizada (Benjamin, Para
una crítica de la violencia 2007), formas de agresión y abusos que se encuentran instaladas, imbricadas
profundamente, en los mecanismos estatales de regulación y control de la migración y legitimados por un
imaginario jurídico y un discurso positivo sobre el derecho como forma de regulación social. En mi experiencia,
tanto en Chiapas como en Tenosique, podría haberse dado también a la inversa del caso de Marlon, pues así
como fuera de la ruta de la bestia existía la posibilidad de asalto, sobre esta también solían darse operativos
sorpresa de migración-PFP, los cuales se justificaban como prerrogativa del estado pero cuya legitimidad más
básica podría ser discutida (Agudo Sanchíz 2014). Durante mi estancia en el albergue Jesús el Buen Pastor, en
Tapachula, conocí el caso de cuatro migrantes que habían sido agredidos por la PFP durante un operático
conjunto con migración realizado sobre las vías del tren a unos 230km de Tapachula, llegando a Tonalá. Los
siguientes son extractos del testimonio de dos de ellos.

Bueno, fue el día martes 7 de abril del 2015, como a las 9 de la noche. Bueno, yo tomé el tren aquí en Ciudad Hidalgo,
que nada más llegó con un vagón a dejarlo y cargó el otro para arriba. Ya llegando a Los Toros a las 5:30 de la mañana
enganchó una plataforma, en la cual no tenía nada y el maquinista nos dijo que nos pasáramos a la plataforma para no
correr riesgos. Nos subieron, no nos dijeron nada los maquinistas ni los que andan cuidando allá el tren… los garroteros.

367
Entonces seguimos adelante, allá por Mapastepec empezaron a subirse varios, varios de los mismos paisanos que van
para el norte, se subieron muchos, pasamos Escuintla, perdón, pasamos Mapa y después llegamos a a Mojarras, en
Mojarras pues ahí se paró el tren a descargar unos durmientes, de esos que ponen en la línea. Entonces nos dijeron que
nos pasáramos a la plataforma otra vez porque íbamos colgados de los vagones, y nosotros hicimos caso, nos pusimos
ahí, y como yo iba cansado, yo me quedé durmiendo ahí. Pero ya al entrar la noche, al llegar a ese punto que yo no
conozco que a mí no se me quedó, yo no conozco por ese lado, pero muchos decían de que era antes de llegar a
Tonalá, de repente se encendieron unas luces y se paró de repente el tren, y cayeron los federales, nos ponían los focos
en las caras, en el rostro para que no les viéramos los rostros a ellos, ni marcáramos las placas a ellos, los números de
placas, y entonces a mí me puso el pie aquí en el cuello el federal, yo sólo vi que estaba golpeando a otros adelante y
cuando me empecé a levantar yo no tenía puestos mis zapatos, se me paró en el tobillo, se me paró acá y luego me tiró
del tren, me agarraron así entre dos y me tiraron donde estaba migración así, abusivamente… [¿Desde la plataforma?]
Desde la plataforma para abajo, pero era una plataforma… no era de los vagones altos, era una plataforma así… [Erick:
Unos cuatro pies de altura, más o menos] Ajá, pero como yo iba descalzo sólo sentí el dolor en el pie, ahí me
empezaron a golpearme porque no me podía quitar la cinta de lo nervioso que estaba y dormitado que estaba y me
empezaron a golpear [¿Con qué?] Con el puño, me golpearon esto de acá, incluso fui a que me sacaran… en el hospital,
porque me agarraron calambres aquí en una operación que traigo, me accidenté en un carro y me hicieron laparatomia
porque se me metió una varilla… Entonces hace unos días que yo estaba viendo televisión ahí en lo que es migración
[estación migratoria] y se me empezó como a retorcer las vísceras, pero sólo me dijeron es un no sé qué y ya me dieron
unas pastillas y ya estuvo [José, migrante guatemalteco, 21-4-15].

Yo me monto en el tren en un lugar que se llama La Central, después de Pijijiapan, nos vamos 6, 5 hondureños y un
salvadoreño y dos de nacionalidad nicaragüense, nos montamos ahí y seguimos, pero como iban dos muchachas de el
Salvador, las iban enamorando, entonces se nos pasó donde nos íbamos a bajar, ellos decían que no, que nos
bajáramos después de Tres picos. Iba chequeando yo a ver si había retén, yo era uno de los que iba chequeando,
cuando ya dieron las 10 para las 9 le digo “falta media hora para Tonalá”, el tren detuvo antes de un puente que está
ahí por Tonalá… un puente anaranjado, más o menos a unos 350 metros, el tren detuvo antes del puente e hizo cambio
de luces antes del puente, yo le avisé a todo el mundo, “miren el tren va haciendo cambio de luces” y me dijeron: “tú
vas cansado, vas bien loco”, no me creyeron… Cuando el tren empezó otra vez aceleró a una velocidad que nadie se
espera que lo puede parar así de repente, cuando yo miré las luces adelante, yo grité “migración”, se empezaron a tirar
los hondureños, se empezaron a tirar el salvadoreño que se cayó, después me tiré yo, pasándole a las dos muchachas
que estaban ahí, le machuqué los pies y salté, salí corriendo y como el tren tiene impulso salí hacia adelante, cuando ya
me pude detener salí a lo contrario, cuando se saltaron el cerco los amigos míos, yo me quise saltar, corrí a ese lado,
había una carretera de tierra, corrí y venía una camioneta de migración pero con las luces apagadas en un lugar oscuro,
en un lugar de tierra, pero oscuro, estamos hablando de 350 metros adentro del monte, de una calle que tampoco hay
luz… entonces cuando yo escucho que viene la camioneta na’más pujando el sonido de un motor entonces yo, me hago
a la izquierda porque voy corriendo a la orilla del cerco y paso la camioneta, se baja uno y dice “para, para” era la
federal… Y entonces cuando yo me le salgo corriendo me agarra y yo volteo a ver en la camioneta quién está y él me
golpea, en la parte derecha de la cien y me dice “¡No mires!”. Cuando él me golpea yo no volteo más a verle la cara, y
entonces me dijo “Te dije que no miraras”, entonces me golpea y me tira al piso, cuando me deja caer su rodilla
derecha en mi cadera derecha, y me golpea y entonces después me agarra y me monta a la camioneta y me dice que
me ponga boca arriba y yo llevaba una mochila azul de la federación de los… del Madrid y ahí llevaba una olla, azúcar,
café, sal, un cuchillito para abrir la sardina, una sardina, 11 limones, una cebolla, un rábano, que yo iba comiendo en el
campo, o sea en el terreno porque yo fui caminando, y tengo mi cicatriz, mis ampollas de cuando yo iba caminando.
Entonces cuando me monto en la camioneta me dice que por qué nunca tiré la mochila y le digo “porque es mía”, que
la abre le empieza a buscar a ver qué llevo y le digo “tenga cuidado que hay un cuchillo”, y entonces me llevó a la combi
de migración, yo no le digo nada, cuando llego allí, llega uno de migración y le digo a los de migración “que me den
nombre y el número ese de hijo de puta que me golpeó” Entonces me dijo “No a mí no me meta en problemas”, yo le
dije “lo voy a meter en problemas porque el que me tenía que agarrar era usted, para empezar, segundo no me tenía
que golpear, y si no me da el número a usted lo meto entre las patas de los caballos”, entonces fue cuando me dijo
“más adelante hablamos”. Salimos de ese monte y llegamos a la calle que es la que entra a Tonalá, en la entrada a
Tonalá por carretera. Cuando llegamos ahí me bajan y me dicen “Él es el encargado de los federales, habla con él”, pero
lo que hacen ellos es aislarme, me agarran de la combi me llevan a la patrulla donde ellos y ahí me esposan, me tiran
dentro de la patrulla boca abajo, después de los pies me dan vueltas, así, hacia la izquierda, me dicen “date vuelta” y
me jalan, me dicen “tú has querido apuñalar a un oficial de los federales,” le digo yo “que sea hombre”, estaba ahí y yo
le dije que fuera hombre le digo “¿dónde agarró el cuchillo? ¿lo agarró en las manos?” Era cuando ellos me decían
“váyase mejor en la combi de la migración, así llega a dormir en un tapete acolchonado con su comida” ya no les
contesté nada. Entonces me quitaron las esposas y me llevaron a la combi, pero la ventana de la combi de la migración

368
tienen reja por fuera, una malla y ahí pasaba el cuchillo [el que lo había golpeado] y me decía” le voy a cortar los
huevos, le voy a cortar los huevos para que ya no chingue más” [Erick, migrante nicaragüense, 21-4-15].

La historia de José y Erick muestra la aplicación de una técnica coordinada de trabajo de vigilancia y
aprehensión, de securitización y fronteridad, un mecanismo para estriar el espacio basado en la complicidad, el
miedo y la agresión. Lo primero que habría que destacar es la implicación del maquinista del tren en la
operación del mecanismo, es él quien realiza el trabajo de disposicionamiento270 del grupo que sería después
detenido; les indica dónde ubicarse, les da la confianza para que se duerman y bajen la guardia (“tú vas
cansado, vas bien loco”, le dijeron a Erick cuando intentó avisar que algo andaba mal), y finalmente avisa a
migración sobre su llegada y la presencia de migrantes (“el tren va haciendo cambio de luces”). En segundo
lugar, entran en operación los agentes de la PFP, son ellos los encargados de detener a los migrantes, para lo
cual utilizan la fuerza que le está prohibida por ley a los agentes de migración: golpes con botas y puños,
pedradas, amenazas con cuchillos, ofensas, son todos recursos tácticos para lograr la aprehensión y modular la
reacción de los migrantes de forma que sean más manejables. Luego de esto son entregados a migración, que
se encarga de su detención en alguna estación migratoria y su posterior deportación.

Este tipo de complicidad de choferes y maquinistas con los cuerpos de securitización son frecuentes en la ruta
migrante, y no solo se dan en torno al paso del tren. Durante mi entrevista con uno de los agentes de la FEDCI de
Chiapas, este me narraba un complejo mecanismo de coordinación entre empresas de autobuses y autoridades
de migración o PFP. El mecanismo inicia cuando alguna persona sospechosa de ser migrante llega a la ventanilla
de la empresa de transportes a comprar el boleto, “los identifican por el aspecto y el apellido” (Kearney 2004,
Pallito y Heyman 2008), la encargada de la ventanilla se comunicará después con el chofer del bus para
indicarle los asientos en los que van personas que podrían ser migrantes “irregulares”. Posteriormente, ya en
ruta, cuando el chofer se acerca al retén hace un juego de luces por medio del cual transmite a las autoridades
los números de asientos en los que viajan las personas, “cuando el agente de migración el el policía se suben,
ya saben exactamente a cuáles asientos ir a revisar”. Luego de esto pueden pasar dos cosas, se aprehende a las
personas que efectivamente se encuentran indocumentadas, o se les cobra alguna “mordida” para dejarlos
pasar; lo primero suele ocurrir más frecuentemente cuando los migrantes no tienen dinero para pagar la
extorsión, en cuyo caso el beneficio o valor que obtiene el agente es la detención y presentación a sus
superiores.

Yo llevaba L 5000, el dinero de los útiles de mis hijos. Yo dije “pucha va a estar bueno”, porque ellos conocían, yo dije
“es mi oportunidad, pero todo te lo sacan (…) hay lugares que piden MX $50, o sea, primero paran la combi, y le dicen a
uno “su identificación”, como a uno en la aduana le dan un papel que puede andar uno ahí por guate, entonces le piden
a uno la identificación y uno la muestra, lo bajan a uno, entonces ya después le piden a uno el dinero sino no le dan la
identificación. Luego a unos tres cuadras, lo mismo. Entonces ya uno se queda sin dinero, paga mucho, y caminamos
más de 200km, ya los pies con ampollas, y cosas así, ando aquí un moretón [transcripción de entrevista en audio
realizada por la periodista Iolany Pérez en el punto fronterizo de Corinto, entrega personal, 27-3-14].

Testimonios como estos fueron frecuentes durante mis trayectorias por el territorio migrante, los podía
escuchar en albergues para migrantes o en estaciones migratorias del INM, incluso entre la población
deportada. En una ocasión, un mujer de El Progreso, Honduras, me comentaba sobre su experiencia de
deportación. Era madre soltera y viajaba con su hijo de cuatro años con la esperanza de que en la frontera
norteamericana, como llevaba al niño, la “dejaran entrar”. La detuvieron en La Mesilla junto a su guía y el

270El cuerpo migrante, en sentido colectivo, es (o va siendo) condicionado en su movimiento, se trazan rutas definidas por la tensión
entre fuerzas de movilidad y agencia y fuerzas de securitización y vigilancia, estas rutas van marcando formas de disposición del cuerpo
migrante que lo ubican en situaciones sociales proclives a la explotación y la extracción de valor (pecuniario o securitario), pero también
de sorteo y traslado como tácticas de movilidad para alcanzar objetivos específicos.
369
grupo con el que viajaban, iban en taxi y los oficiales de la PFP le hicieron seña de detenerse, a los pocos
minutos llegaron los agentes del INM. “Nos dejaron ahí durmiendo, aguantando frío, después nos llevaron a
otro lado y nos tuvieron tres días, y nos mandaron ahorita en bus”, y agregaba “allá hay que correr, hay que
sufrir, aguantar hambre y humillaciones, uno les cae… no lo quieren pues. Lo más difícil pasar es México,
porque ahí lo detienen a uno y no le aceptan paja a uno” [27-3-14].

En Tapachula y Tenosique escuché muchos testimonios de operativos de este tipo en los que los migrantes
eran golpeados con los puños en el abdomen y la espalda, les sacaban el aire y los sometían con las botas en el
cuello; les tiraron piedras a los que estaban sobre el tren para que bajaran o los iban a buscar y los tiraban ellos
mismos, era frecuente también que les rompieran sus identificaciones nacionales dejándolos indocumentados
a la hora de realizar sus trámites de repatriación, lo cual además dificultaba iniciar una solicitud de visa
humanitaria. En Tapachula era posible, aunque no frecuente, que este tipo de operativos se realizaran incluso
en el parque central “Miguel Hidalgo”, lugar frecuente de reunión de población migrante, sobre todo
guatemalteca pero también, hondureña, salvadoreña y africana. En una ocasión fui testigo de cómo tres
agentes de migración y ocho militares detenían a unas quince personas, entre ellas una mujer y tres niños,
mientras el resto corría por todas partes huyendo de la detención [19-4-15]. Uno de los efectos primarios de
estos mecanismos es la desaceleración en el flujo migratorio, en sus dinámicas de movilidad,

Alrededor de las 9:45am pasó el tren pero nadie se fue, la gente sigue con temor a los asaltos y los operativos que han
venido aumentando recientemente y la casa está al tope de población. Fui con Abril, en su coche a las vías pero no se
veía nadie intentando abordar el tren, ni agentes de migración. La información de los operativos y los asaltos debe
haber corrido rápido entre los migrantes [Extracto de diarios de campo, albergue La 72, Tenosique, 18-10-14]

Otro efecto interesante de la operación de estos mecanismos de aprehensión es cuando los afectados, casi
siempre por iniciativa propia, pero también por alguna asesoría de alguna persona (casi siempre de alguna
ONG o del consulado) con la que el detenido haya podido entrar en contacto previo a su deportación,
interponen denuncias ante las instancias de procuración de justicia, ya sea la FEDCCM o la PGR, por las
agresiones y abusos de los cuales fueron víctimas. Según mi experiencia etnográfica, estas denuncias pueden
tener dos destinos: o terminan sin efecto o producen una respuesta por parte del estado. Una vez interpuestas
los filtros burocráticos se activan y en la mayoría de los casos logran disuadir a los denunciantes, pues al
encontrarse sin acompañamiento son objeto fácil de arbitrariedades y negligencias. En el caso de José y Erick lo
que ocurrió fue que luego de poner la denuncia ante la PGR los funcionarios de esta dependencia se negaban a
darles copia de la misma y entorpecieron su tramitación. Fue hasta que nos presentamos acompañados del
cónsul de Guatemala ante la procuraduría que se les entregó copia de su denuncia y se realizó la tramitación
correspondiente, con lo cual se iniciaba un proceso que podía eventualmente concluir en el otorgamiento a los
afectados de una visa humanitaria temporal que les permitiría transitar libremente por el territorio nacional
por un período de treinta días.

Todos estos procesos constituyen, en último término, parte de las estrategias de detención/movilidad o de
captura/agenciamiento que van configurando los trazos del territorio migrante. Cuando el objetivo de
detención realizado por medios agresivos o violentos es contestado con denuncias por parte de los afectados,
estas son ingresadas en una maraña burocrática que puede terminar en la inacción o en la nueva captura de
valor por parte de abogados del estado que cobran coimas o mordidas a los denunciantes. Estos hechos me
fueron confirmados por muchos migrantes e incluso por los cónsules de Guatemala y Honduras en Tapachula,
quienes me aseguraban haber detectado estas prácticas en varias ocasiones e incluso haber defendido a sus
compatriotas hasta logara el despido de los funcionarios, “yo hasta a un juez hice que corrieran”, me dijo el

370
cónsul de Guatemala mientras conducía su auto para llevarnos a mí y a Erick y José a la PGR a “exigir” la copia
de sus denuncias.

Pero si las denuncias progresan, lo que ocurre es que se abre una nueva trayectoria burocrática basada en un
mecanismo muy básico de intercambio: el estado le ofrece a la persona denunciante que si desiste de la
denuncia a nivel penal, se le entregará una visa humanitaria con la cual podrá retomar su tránsito por el país,
con la ventaja de que ahora podrá definir trayectorias más seguras y expeditas. La mayoría de migrantes que
conocí que se encontraban en situaciones como esta optaban por la visa; incluso conocí migrantes veteranos
que estaban dispuestos a someterse a situaciones de aprehensión con violencia o incluso provocarlas, con tal
de aspirara a obtener eventualmente el salvoconducto. Se trata de una mecanismo de intercambio entre el
estado y el migrante que puede incluso llegar a formar parte del agenciamiento estratégico de este último.
Como han señalado Martínez, Cobo y Narváez, “la política de securitización y control de las fronteras ha
propiciado una migración con mayores costos económicos que fomenta, paradójicamente, vínculos más
estrechos entre el crimen organizado y el migrante (crimmigration), y una industria ilícita de la migración”
(2015, 132).

Otros mecanismos de securitización enfocados en la detección, detención y aprehensión de personas


migrantes “irregulares” son los conocidos como “Puntos Internos de Control Integral” (PICI). Se trata de
complejas instalaciones ubicadas sobre carreteras federales de gran flujo de tránsito de personas y mercancías,
que obligan al desvío para la inspección y auscultación (ver mapa 17). Actualmente existen tres, todos ubicados
en el estado de Chiapas: Huixtla, entre La Trinitaria y Comitán y en Playas de Catazajá. En estas instalaciones
hay presencia de todas las autoridades involucradas en la securitización del territorio: migración, aduana,
fiscalía, ejército y policía federal. Según investigaciones periodísticas, estas instalaciones han sido financiadas
con recursos proporcionados por EUA. Por ejemplo, el PICI de Huixtla, inaugurado en 2013, fue construido con
una inversión de MX$200.000.000 y tecnología “proporcionada por Estados Unidos a través del Plan
Mérida.”271

Vemos entonces un territorio plagado de fronteridades deslocalizadas, un régimen de seguridad fronteriza


extendido en amplias regiones de fronteridad y securitización que van más allá de la línea divisoria que más
bien es de fácil penetración. Los efectos de poder y extracción de valor son parte constitutiva del
funcionamiento de estos mecanismos de control y vigilancia, los cuales obligan a la población migrante a
diseñar estrategias de sorteo y rodeo que van dibujando en el espacio trayectorias muy específicas de lo que
emerge como territorio migrante. Aunque México es visto por estas poblaciones como una gran frontera sur de
EUA, lo cierto es que estos mecanismos se concentran en el sur del país, la parte más fronterizada del territorio
migrante. En palabras de Edwin Geovany, uno de los migrantes que conocía en el albergue de Ocotepeque,

Mire, pasando el Distrito Federal va más relajado. El único lugar donde lo joden a uno son en Las Piñeras, un retén que
ponen en un lugar que le dicen Las Piñeras (…) del DF para delante hay un retén raza, en Las Piñeras es el clavo, raza (…)
Ahora, ya cuando está en frontera uno, que está en Saltillo o San Luis Potosí, ahí está libre, sólo mira la bandera de
Estados Unidos al otro lado. [Edwin Geovany, migrante hondureño, albergue de Ocotepeque 14-4-15].

271De acuerdo con el informe US-Mexican Security Cooperation: The Mérida Initiativa and Beyond, elaborado por el Servicio de
Investigación del Congreso de EUA (Congressional Research Service), “desde 2008 hasta el presente año fiscal 2014, Washington ha
gastado un total de 2 mil 350 millones de dólares. Mientras que para el próximo 2015, la administración Obama ha solicitado otros 115
millones para continuar “asistiendo” a México a través de esta iniciativa que, en su pilar III, tiene como objetivo la creación de una
“Frontera del Siglo 21”, que ayude a ambos países a combatir a los cárteles del narcotráfico, a controlar el flujo de mercancías, y a
frenar el paso de migrantes proveniente de Centroamérica.” Ver: http://www.animalpolitico.com/2014/12/especial-de-tonala-
tapachula-224-kilometros-de-retenes-y-corrupcion/.
371
O como me diría también una hondureña que acababa de ser deportada desde México y que conocí en la
frontera de Corinto, “hay que rodear los retenes, evitar los retenes”. Según Ademar Barilli, director de la Casa
para Migrantes de Tecún Umán:

[Con el Plan Frontera Sur] hay más presencia militar y más violaciones a los migrantes, maltrato, golpes, detienen
migrantes golpeados hasta que les pase la golpiza y desaparezcan los moretones para deportarlos… señoras con niños
que los dejan siete, ocho, diez días en el siglo xxi sin lugar especial para ellos, con pequeños de un año… es fortalecer
los militares y la cuestión de la seguridad, pero ¿seguridad para quién? Basta ver los números de deportaciones de
México, el año pasado fueron más altos que los de EUA… Están montando el muro aquí para proteger a los EUA… [11-4-
15].

Efectivamente las tendencias han venido en aumento. Tanto en términos del flujo “irregular” como de las
detenciones y deportaciones por parte de las autoridades migratorias mexicanas.

Gráfico 14.
Detenciones272 realizadas por autoridades del INM, México. 2002-2010.

250,000
240,269

215,695
200,000 198,141
187,614
182,705

150,000 150,530
138,061
127,149
120,455

100,000
94,723
88,506 86,298
69,033 70,102 66,583
50,000

0
2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015

Guatemala Honduras El Salvador Nicaragua Otros TOTAL

Fuente: Elaboración propia con datos del INM.

De nuevo, este es un fenómeno cuya territorialización se realiza sobre todo en el sur del país, tan solo en
torno a la frontera con Guatemala se encuentran 29 de las 52 estaciones migratorias de México (Debido
Proceso Legal 2008, 4). La tendencia de detenciones o aseguramientos muestra un incremento constante de
2002 a 2005, interrumpido por una caída correspondiente al descenso general en el flujo migratorio de
2006-2009 273 . A partir de 2005 se da una reducción tanto en el número de eventos de migrantes

272 Incluye repatriaciones voluntarias, aunque representan un porcentaje ínfimo en relación al total.
273 Habría que tomar en cuenta el impacto del huracán Stan, el cual podría haber provocado un “relajamiento del control migratorio”
por parte del gobierno mexicano (Villafuerte 2008, 196), pero esta disminución es sobre todo producto del efecto disuasivo que tuvo la
crisis económica en EUA.
372
centroamericanos retenidos por las autoridades mexicanas como en el número de eventos de migrantes
devueltos a sus países de origen. En ambos casos la disminución es de alrededor de un 70% (Rodríguez
Chávez, Berumen Sandoval y Ramos Martínez 2011, 3).

En 2009 el flujo y el número de detenciones empiezan a aumentar de nuevo, aunque a una tasa menor que en
el período 2002-2005 (de 2002-2005 el aumento fue del 73,3% mientras que de 2007-2010 fue del 34,4%),
pero el incremento se acelera a partir de 2013, cuando la salida de personas desde el triángulo norte
centroamericano vuelve a tener los tonos de diáspora, incentivados por la recuperación económica en EUA, el
agravamiento en las condiciones de expulsión en CA (ver acápite 2.1) y el efecto bola de nieve que generó el
chisme que empezó a correr entre redes de migrantes y de polleros de que existía una amnistía por parte de la
administración Obama para madres acompañadas de hijos menores de edad.

Al detallar la distribución por país del número de detenciones y deportaciones para el período 2005-2010
resalta el hecho de que los guatemaltecos representan el grupo de mayor volumen con un promedio de 47%
del total del período, mientras que los hondureños presentan un 35% y los salvadoreños un 17% (Rodríguez
Chávez, Berumen Sandoval y Ramos Martínez 2011, 3). La mayor parte de los aseguramientos ocurren en el
estado de Chiapas, aunque se presenta un patrón interesante en las detenciones, pues entre los años 2005-
2006 mientras en Chiapas los aseguramientos disminuyen en un 12.6%, en Tabasco se incrementan casi en la
misma proporción (11.8%) (Villafuerte 2008, 196-197), lo cual correspondería con modificaciones en las rutas,
específicamente la disminución del flujo por la denominada ruta del pacífico, y el aumento por las rutas de la
selva y la sierra y, sobre todo, de “El Golfo”.

En el período 2005-2010 entre el 92% y 95% de las personas “alojadas” en las estaciones migratorias, fueron
nacionales de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua (Rodríguez Chávez, Berumen Sandoval y Ramos
Martínez 2011, 1). La política de protección y garantía de derechos de migrantes detenidos ha sido asumida
casi por completo, por organizaciones de derechos humanos, ante la ausencia de acciones por parte del Estado
mexicano. Solo en el año 2010 la Comisión Nacional de los Derechos Humanos realizó 1,559 visitas a estaciones
migratorias, en las que se atendió a 35,237 migrantes, y se realizaron 6,666 gestiones ante las autoridades de
las estaciones migratorias, con el fin de garantizar acceso a servicios básicos como “atención médica,
información sobre su situación jurídica migratoria, alimentación, enseres básicos de limpieza y de aseo
personal, colchonetas limpias, derecho a la comunicación telefónica, posibilidad de ampliación de declaración
ante el INM, inventario de bienes y agilización de trámites de repatriación” (CNHD, 2011: 21)274.

Según la CDHDF entre 2006 y 2009, en medio de la caída en las tendencias, el Instituto Nacional de Migración
(INM) detuvo a cerca de 317 mil centroamericanos, 44% de Guatemala, 38% de Honduras, 15% de El Salvador y
2% de Nicaragua (CDHDF 2011). Entre 2010-2015 el total de detenciones de personas centroamericanas sumó
588.304 personas de las cuales el 45% corresponde a guatemaltecos, el 36% a hondureños, el 18% a salvadoreños
y el 1% a nicaragüenses. Desde 2010 a la actualidad la mayoría de detenciones se realizaron en los estados de
Chiapas, Veracruz y Tabasco, los cuales concentran entre el 60%-70% de todas las detenciones realizadas en los
últimos seis años. La tendencia se dispara a partir de 2014, pues de 2010 a 2013 presentaba un ascenso
escalonado, pero luego se vuelve exponencial. Aunque aún no supera el pico histórico de 2005, es probable que
lo alcance en el 2016.

274 Sobre las detenciones, Felipe González, Relator sobre los Derechos de los Trabajadores Migratorios y sus familias, de la CIDH, ha
afirmado que “en los hechos, las condiciones de detención se asemejan a las de las personas procesadas o condenadas por delitos (…) y
a menudo esos migrantes que están en detención tienen menos derechos que quienes están condenados o procesados por delitos”, en:
http://mexico.cnn.com/nacional/2011/07/26/, recuperado el 10 de marzo de 2012.
373
En el año 2015 varias organizaciones académicas y de defensa de derechos de las personas migrantes
publicaron el informe “Derechos cautivos. La situación de las personas migrantes y sujetas a protección
internacional en los centros de detención migratoria: siete experiencias de monitoreo desde la sociedad civil”,
en el cual se presentan las condiciones y procedimientos básicos del funcionamiento de seis estaciones
migratorias, poniendo énfasis en las problemáticas comunes y estableciendo recomendaciones para su
mejoramiento. Entre las principales conclusiones se establece que

estamos ante una contradicción entre los centros de detención más grandes y los de las localidades pequeñas: por un
lado, se tienen centros de detención más espaciosos y de mejor infraestructura física a costa de un trato en masa,
inhumano, que desde el acto de la detención misma se opone a los principios de protección humana. Por otro lado,
constatamos un mejor trato hacia las personas detenidas, pero a costa de la precariedad material que se observa en las
entidades chicas. Otros temas de preocupación particular son la falta de protocolos para la salud mental y la ausencia
de alternativas a la detención particularmente para la población infantil migrante (2015, 124).

Los testimonios de abusos experimentados durante el período de internamiento o detención en estaciones


migratorias son tan frecuentes y tan graves como los registrados durante los operativos de aprehensión.
Numerosos informes han dado cuenta de las condiciones y prácticas de estos lugares de encierro del territorio
migrante (Amnistía Internacional 2010, CIDH 2011, CIDH 2013, Centro de Derechos Humanos "Fray Matías de
Córdova" 2013, Sin Fronteras 2013, Centro ProDH 2014).

En la trayectoria de las personas migrantes, la detención siempre se vive como un evento traumático, no solo
porque detiene el tránsito, sino por lo que implica en la economía emocional y material de muchas de las
familias que, desde los países de origen, motorizan en impulsan el tránsito de sus familiares en ruta. Muchas
veces los núcleos familiares adquieren deudas como hipotecas o préstamos, para enfrentar los costos del viaje,
por lo que la detención implica el cercenamiento de las opciones de pago, siempre asociadas a la posibilidad de
“llegar”.

Lloraba una señora, Virginia, igualmente catracha, porque agentes de migración detuvieron a su esposo en una de la
colonias, y lo llevaron a la estación migratoria. Estaba desconsolada porque sabía que ahora lo iban a deportar, y no
sabía que iba a hacer; nos pidió permiso para entrar a la capilla a llorar más en privado. Una de las voluntarias entró
con ella. Luego que salió, más avanzada la tarde, la asistí en hacer algunas llamadas y gestiones para ver cómo estaba
su esposo, y así fue que nos enteramos que lo habían trasladado a Comitán, aunque no nos dieron una razón clara de
por qué. Virginia está muy mal porque trasladaron a su esposo a la estación en Tapachula. Se molestó además porque
ayer los de la CNDH le aseguraron que no se lo iban a llevar porque justo hoy tenían una audiencia sobre su caso, pero
cuando fue a visitarlo se dio cuenta que ya lo habían trasladado. Está triste, molesta y frustrada [Extracto del diario de
campo, Albergue La 72, Tenosique, 26 y 26-9-14]

Las detenciones casi siempre desembocan en deportaciones (a las que el INM denomina “devoluciones”), como
se puede apreciar en el gráfico 13. Aunque las cifras disminuyen un poco, las tendencias son prácticamente las
mismas en relación a las de detenciones, lo cual implica que el mecanismo detención-deportación es
consecuente en casi todos los casos. En este sentido, a pesar de las condiciones extremas que, como vimos en
el capítulo 2, están provocando la salida de muchas personas desde CA, la política migratorio en México se
configura como un modelo de contención-aprehensión-detención-deportación, muy semejante el instaurado
en EUA desde la administración Bush y continuado por la administración Obama.

Gráfico 15.
Devoluciones realizadas por autoridades del INM, México. 2002-2010.

374
250,000
232,157

211,218
200,000

178,519 179,345 181,163

150,000
138,475

110,573 113,206
107,814
100,000
87,386
79,643 80,902
64,447 65,802 61,202
50,000

0
2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015

Guatemala Honduras El Salvador Nicaragua Otros TOTAL

Fuente: Elaboración propia con datos del INM.

En el período 2001-2009 fueron “devueltos” desde México alrededor de un millón y medio de


centroamericanos, de los cuales 623,797 fueron guatemaltecos, 450,561 hondureños y 230,349 salvadoreños
(Equipo Regional de Monitoreo y Análisis de Derechos Humanos en Centroamérica (ERMADHCA) 2011, 64). La
tendencia muestra un incremento importante alrededor de 2005, en ese año el INM registra que deportó a 232
mil extranjeros, y una disminución significativa de 2005-2010. Datos más recientes del INM apuntan a que en
2010 las deportaciones ascendieron a un total de 65,802 (63,608 centroamericanos): 28,706 guatemaltecos;
23,788 hondureños; 10,502 salvadoreños; 779 nicaragüenses; 26 beliceños; 10 costarricenses y 5 panameños”
(López Recinos 2013, 84-85)275. Del 2010-2015 las tendencias vuelven a ser del alza; en esos años han sido
devueltos, tan solo de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, un total de 561,220 personas, de las
cuales los guatemaltecos representan el 45%, los hondureños el 36%, los salvadoreños el 18% y los
nicaragüenses el 1%, exactamente los mismos porcentajes que en relación a los datos de detención. Todo
indica, igual que en las tendencias de detención, que para 2016 se superará el pico de devoluciones de 2005.

5.2 La sociedad frente al estado: el Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos del Centro de
Honduras (COFAMICENH).

275 En un informe de Amnistía Internacional se ha afirmado que “En 2009, de los 58.681 centroamericanos expulsados o repatriados
desde México, 49.112 (el 84 por ciento) fueron repatriados voluntariamente, y sólo 5.247 fueron expulsados tras procedimientos de
migración” (Amnistía Internacional 2010, 27), lo cual llama la atención pues los eventos de deportación suelen ser, en su mayoría,
producto de un proceso migratorio que prosigue a la detención, y solo en un bajo porcentaje por repatriación voluntaria. Por otra parte,
el dato de deportaciones totales para 2009 presentado en dicho informe es de poco menos de 59mil eventos, mientras que en los datos
oficiales del INM se establece en poco más de 64mil.

375
5.2.1 Entre la desesperación y la desesperanza: las víctimas en el relato de sus familiares

Lo que uno no le dio a los hijos ellos se lo quieren dar a los suyos, quieren darle lo mejor a sus hijos, esto hace que [se] vayan a otro
lado, se sienten tan impotentes… y uno antes no, se conformaba, la comidita y ya.
Carla Flores, madre de una de las víctimas de la masacre de Cadereyta, 19-6-14

Dos años después de la masacre de los 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, fueron encontradas en el
kilómetro 47 de la carretera federal Monterrey-Reynosa, cerca del municipio de Cadereyta en el estado de
Nuevo León, 49 personas asesinadas y descuartizadas (42 hombres y 7 mujeres276). Pocos días antes habían
sido encontrados 18 cuerpos cerca de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, y 23 más en varias calles de Nuevo
Laredo. El 22 de mayo, autoridades federales mexicanas capturaron a Daniel de Jesús Elizondo Ramírez, “El
Loco”, como supuesto autor de la masacre de Cadereyta, quien declaró que la matanza fue ordenada por
Heriberto Lazcano Lazcano, “el Lazca”, Miguel Ángel Treviño Morales, “el Z40”, y por “el Morro”, jefe de Los
Zetas en Nuevo León277. Lo que en algún momento se creyó que eran ajustes de cuentas entre Los Zetas y el
cártel de Sinaloa, poco después se supo que fueron acciones tácticas para inculpar de dichos actos a
organizaciones criminales antagónicas; las víctimas no fueron soldados del narco, sino migrantes278.

Nueve de ellos salieron juntos de dos comunidades ubicadas en la zona central de Honduras, cerca del
departamento de Comayagua, y terminaron disecados en la autopista a Cadereyta. Se fueron, como siempre,
persiguiendo sueños, añorando vidas mejores, buenas casas para sus madres, buena educación para sus hijos.
Regresaron muertos, cuerpos incompletos, acéfalos, pero solo después de que esas madres y esos hijos
anduvieran un camino de más de dos años de forenses, notificaciones, papeleos, burócratas, certificaciones,
políticos, periodistas, entrevistas, consulados… para lograr lo que terminó convirtiéndose, de manera mórbida,
en su mayor ilusión: enterrar los restos incompletos de sus hijos y poder llorarlos “como Dios manda”279. Entre
abril-junio de 2014 tuve la oportunidad de reunirme varias veces con los familiares, quienes compartieron sus
recuerdos y percepciones sobre la muerte de sus seres queridos, y a quienes pude acompañar en algunos
momentos del largo proceso para producir su retorno.

276 La Jornada en línea informó que se trataba de 43 hombres y 6 mujeres, ver:


http://www.jornada.unam.mx/2012/05/14/politica/003n1pol
277 En octubre de 2012 se detuvo también a Salvador Alfonso Martínez Escobedo, alias "La Ardilla", presunto jefe regional de los Zetas

en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, vinculado a la masacre de Cadereyta.


278 Aunque la primera reacción de las autoridades de Nuevo León fue negar que entre los fallecidos había migrantes, la identificación de 13

de las víctimas, las únicas que a la fecha han sido identificadas, determinó que nueve de ellas eran hondureñas, una costarricense y el resto
mexicanos. Al respecto ver: http://fundacionjusticia.org/el-caso-de-49-torsos-encontrados-en-la-carretera-de-cadereyta-nuevo-leon/;
http://www.animalpolitico.com/2012/05/masacre-de-cadereyta-fue-ordenada-por-el-lazca-y-el-z40/#axzz3BRV1CrsN. Existe además un
video que fue subido a YouTube supuestamente por el propio cartel, en el que supuestamente los soldados zetas dejan los cuerpos en
la carretera junto a una “narcomanta” dirigida a la Marina mexicana; ver: https://www.youtube.com/watch?v=09b3IUQzaYQ. “En abril
de 2011 la prensa mexicana reportó el descubrimiento de 43 restos en una fosa clandestina en el municipio de San Fernando,
Tamaulipas. Después de dicho evento comenzó una cadena de hallazgos de más fosas con restos mortales. La cifra oficial es de 47 fosas
clandestinas con 193 restos de personas vi ́ctimas de ejecución arbitraria. La prensa ha reproducido fuentes internas cercanas a la
investigación, las cuales señalan que las vi ́ctimas fueron asesinadas de manera extremadamente violenta y la mayori ́a de los restos
presentan rastros de tortura. En un caso, por ejemplo, una fuente de la fiscali ́a local informó que los resultados de las necropsias
permiten presumir que un grupo de los restos encontrados fueron asesinados con mazos, por las fracturas que presentan, de las cuales
muchas provocaron hundimiento de cráneos. Los restos encontrados en estas fosas pertenecen tanto a nacionales mexicanos como a
extranjeros. Sin embargo, en ambos casos se trataba en su mayori ́a de migrantes que se estaban desplazando rumbo a Estados Unidos.
En un afán de frenar la presión internacional, en un principio, sin haber realizado ninguna prueba cienti ́fica, el gobierno mexicano negó
que hubiera personas migrantes” (Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho abril de 2014, 7).
279 Es importante mencionar que las mismas integrantes del grupo de familiares hablaban de los “restos” de sus hijos, lo cual muestra

que estaban concientes de la mutilización de la que fueron objeto pero también que los restos eran tomados por cuerpo, vehículos de la
persona; es por esto que se buscan los restos en tanto parte del cuerpo, para concretar ceremonias y cierres simbólicos y religiosos, en
este sentido tienen los mismos efectos que el cuerpo.
376
Los conocí durante una gira a Comayagua junto a integrantes de la junta directiva del COFAMIPRO, el objetivo era
realizar una acción de incidencia aprovechando la visita del presidente mexicano Enrique Peña Nieto a su
homólogo hondureño, Juan Orlando Hernández. Durante la visita los mandatarios discutirían temas comerciales,
industriales y turísticos, así como de seguridad regional y combate al narcotráfico; pero el grupo de familiares
tenía la intención de proponer, mediante una misiva a Peña Nieto, un tema más en la agenda: el retorno de los
restos de sus hijos. Luego de esta ocasión los volvería a ver tres semanas después en un taller de
acompañamiento psicosocial, legal y formativo que el COFAMIPRO facilitaría a los familiares. A partir de ahí
iniciaría un vínculo estrecho con algunas de las familias de las víctimas que me llevó a visitarles en varias
ocasiones y realizar una estancia de dos semanas en sus comunidades, producto de las cuales pude obtener la
información que ahora presento.

Los detalles de la masacre los presentaré en un siguiente acápite al igual que el proceso por medio del cual el
grupo logró que se concretara el retorno de los cuerpos, por ahora me interesa retratar las propias
representaciones que hacían las familiares sobre sus hijos y conyugues, la forma en que reconstruyeron los
hechos en torno a la salida de sus parientes y su lectura de las condiciones en las que estos tomaron la decisión
de migrar y en las que muchos de sus compatriotas lo siguen haciendo. A partir de su relato presentaré
asimismo parte de sus historias personales y sus condiciones de vida, así como algunos impactos que sobre
estas han tenido las muertes de sus seres queridos.

Algunas de las mujeres familiares de las víctimas de la masacre de Cadereyta. Fotografía propia.

La información etnográfica la he tomado de conversaciones informales, entrevistas con fines académicos y breves
registros audiovisuales que tomé con algunos de los familiares con el objetivo de generar un material propio
del grupo de parientes para ser utilizado en sus actividades280. La información registrada en los videos permite
tener una mirada muy específica a la construcción de las representaciones que hacían algunas madres y

280 Cuando entré en contacto con el grupo de familiares se encontraban en medio de un proceso de organización colectiva que había
iniciado con la construcción de una estrategia conjunta de incidencia para lograr la repatriación sus parientes y eventualmente cristalizó en
la formación de un comité de familiares de migrantes bajo el modelo del COFAMIPRO (acápite 4.2). El acuerdo de realizar los videos se
tomó en asamblea del grupo, acordando que participarían solo quienes quisieran hacerlo. Para este acápite todas las identidades han sido
protegidas.
377
esposas sobre sus familiares, así como sobre el lugar de víctimas que estos ocupaban en el marco de un espacio
social más amplio. Por la naturaleza del formato de registro y la intencionalidad con que fue producido, en los
videos las mujeres elaboran un discurso que se sale de la esfera íntima y familiar y se proyecta a un público por
lo que sus representaciones estaban mediadas por las propia imagen que se hacían de ese público. Su mensaje
lo dirigían sobre todo a futuros migrantes, familiares de migrantes, al gobierno hondureño y al gobierno
mexicano.

Es importante señalar que cuando ocurre la masacre (13 de mayo de 2012, un mes exacto después de la salida
del grupo) los familiares aun no tenían certeza de si sus hijos y hermanos estaban entre las víctimas, sería hasta
finales de 2013, más de año y medio después, que recibirían las notificaciones oficiales de sus muertes.
Durante ese tiempo sus parientes permanecieron como desaparecidos, aunque ya corrían rumores sobre su
muerte. Fue por esta razón que entraron en contacto con el COFAMIPRO, y a través de este, con otras
organizaciones que les apoyaron durante el proceso de resiliencia y de producción de la repatriación. Por otra
parte, habría que indicar que la utilización de la categoría de “víctima” responde a un criterio nativo, tanto en
relación a sus parientes asesinados como a ellas mismas; el grupo de familiares utilizaba esta palabra para
describirse y entenderse socialmente. Por una parte constituía un auto reconocimiento al dolor experimentado
por los crímenes de los que fueron objetos sus parientes, y por otra, era la base moral y política para enarbolar
las demandas y exigencias de reparación a los estados mexicano y hondureño.

Algunos de los familiares de las víctimas de la masacre de Cadereyta, en la fotografía se encuentran también integrantes de la junta
directiva del COFAMIPRO y e su equipo técnico. Fotografía propia.

Luís Santos Castillo se fue un viernes 13, abril de 2012, salió con los otros ocho, amigos y conocidos de su
comunidad con los que se había puesto de acuerdo para irse a EUA. Igual que los demás, no le dijo nada a
nadie; por alguna razón decidieron mantener en secreto sus planes, y no fue sino hasta que ya estaban en

378
México que se comunicaron con sus familias281. Para ese momento los rumores ya habían llegado a los
familiares: “se fueron”. Luís había estado antes en EUA, trabajó y vivió allá de 2006-2010 luego de varios
intentos en los que fue deportado. Sus viajes fueron en parte gracias a su hermano Tomás, que tenía residencia
y más de veinte años de vivir en EUA, el le pagó el coyote y le ayudó a ubicarse y conseguir trabajo. Aunque en
Honduras era barbero, allá se dedicó a la construcción. Desde que Luís regresó a Honduras en 2010 empezó a
hablar de irse de nuevo. Según Memo Santos, uno de los hermanos de Luís, cuando él vuelve “se da cuenta que
las condiciones aquí siguen igual o peor que como cuando se fue, miró que por lo menos los 4 años que estuvo
allá pudo ayudarle a su hija, a su hijo y a su esposa y también a nosotros porque le ayudaba a mi mamá, a mi
papa y a los otros hermanos que tenían alguna necesidad” [Memo Santos Castillo, 20-6-14].

Cada vez que hablaba de agarrar de nuevo “la ruta” Juana López, su esposa y madre de su hijo menor, lo
cortaba en seco, “no me toqués ese tema” recordaba, porque “[o]bvio un matrimonio [lo] que desea es estar
juntos y yo le decía -de esas andadas tuyas no te va a quedar nada-”. Doña Juana es risueña y directa al hablar,
menos formal durante nuestras pláticas que la mayoría de las familiares con las que platiqué, pero también
más opaca en la manifestación de sus emociones, aunque como el resto del grupo, y de muchas de las madres
de migrantes desaparecidos que conocí, podía también pasar muy pronto de la risa al llanto. Una tarde,
mientras conversábamos de su familia y la muerte de su esposo, Juana recordaba entre bromas y lágrimas sus
escasos años junto a Luís.

[Yo] me casé ya grande, a los 36… él tenía viajes porque el hermano estaba allá y tenía papeles (...) se fue [en 2010] y
estuvo 4 años (…) estuvo aquí un año y de ahí se volvió a ir (…) sólo un año estuvimos juntos… pero hablábamos por
teléfono, y antes de casarnos estuvimos tres años de novios, duramos más de novios que de casados [poniéndose seria]
allá se había perdido el amor, la distancia hace que… [lágrimas] pero no, él nunca se desentendió de nosotros, por muy
poco que ganara siempre me mandaba por el niño, sí era especial [Juana López, 18-6-14].

Al recordarlo Juana se mueve entre la decepción por una relación que fue demasiado corta, interrumpida por
la tragedia, y la imagen de un padre y esposo “especial”, que a pesar de su ausencia “nunca se desentendió de
nosotros”. Lo que más le alarmaba eran los peligros que viven los migrantes centroamericanos en México, y
además se encontraba muy reticente a continuar con una relación a distancia. No ayudaba el hecho de que
durante sus años en EUA Luís había mantenido una relación con una norteamericana y había tenido una hija,
por lo que la idea de otro viaje al norte levantaba ansiedades en Juana. Irónicamente cuando Luís aun se
encontraba en EUA y le decía a su esposa que quería regresar a Honduras, ella lo disuadía, “piénsalo bien,
porque las cosas ahora están feas aquí”. Ni Honduras ni la ruta parecían ser territorios seguros; frente a esto, la
promesa del “sueño americano” era la única factible.

Como en otros casos de familiares de migrantes fallecidos o desaparecidos que conocí durante mi trabajo de
campo, Juana manifestaba haber soñado con su esposo antes de su partida y los hechos trágicos282.

281
De la reconstrucción que hice con algunos familiares, todo parece indicar que la razón por la que mantuvieron en secreto sus planes
era para que las familias no los detuvieran o intentaran disuadirlos; al parecer muchos los que iban sabían que sus parientes se
opondrían de haber conocido sus planes. Esto marca una especificidad significativa del caso, pues lo más frecuente es que tanto las
decisiones de salir como la gestión del tránsito sean asumidas colectivamente por las familias (Portes y Böröccz 1998, Portes 2007,
Ramírez García y Castillo 2012, Musitu 2012, Sandoval Forero, Román Reyes y Salas Alfaro 2013).
282 En efecto, dentro de las narraciones de muchas madres de migrantes desaparecidos el sueño aparece como un medio de

comunicación o revelación sobre el estado del familiar, especialmente sobre su posible fallecimiento, pero también sobre su estado de
ánimo o su condición física. Como veremos más adelante en este acápite, el sueño como medio de comunicación o revelación juega un
papel central en el desencadenamiento del proceso de aceptación y resiliencia por parte de las madres de los fallecidos que se
encuentran en estados de negación. Sobre el papel del sueño en la antropología y el trabajo etnográfico cfr. Eggan 1952, Perrin 1990,
Tedlock 1992, Kuper 2001, Živković 2006, Tobón 2015.
379
Fíjese que dos días antes de irse, que yo no sabía que ese día se iba, yo soñé que había ido a su pueblo y lo anduve
buscando donde doña María Guadalupe [su suegra], donde la hermana, y no lo hallé por ningún lado. Y entonces yo le
dije “Ay Luís fíjate que soñé esto y esto” -ah, es sólo un sueño -me dijo (…) yo le decía “le voy a decir a doña María” y le
hacía así [seña de que marca el teléfono], que le iba a marcar a su suegra]… me quitaba el teléfono… me quebró dos
teléfonos de la rabia que tenía, yo le decía “¿por qué te manejas así, Luís?” y él se quedaba sólo viéndome, no me decía
nada [Juana López, 18-6-14].

La imagen onírica de buscar a su esposo y no encontrarlo despertó en Juana las angustias ante una posible
partida de Luís; aunque no sabía de sus planes, conocía sus intenciones y por esto amenazó con comunicarse
con su suegra. La figura de la madre emerge como una de autoridad y control, el hecho de que la información
sobre las intenciones de Luís y sobre una posible partida llegaran a conocimiento de doña María Guadalupe
causó una reacción violenta en el esposo de Juana, al menos según su testimonio. Que se enterara de sus
intereses en volver a viajar podía poner en juego sus planes, que además estaban conjuntados con los de los
otros siete que se fueron con él.

“Me hice hipertensa”, me dijo en voz muy baja doña María Guadalupe Castillo, la madre de Luís, durante
nuestra primera conversación. Así introducía el tema de la muerte de su hijo, la cual, aseguraba, le había
causado la enfermedad. “Y a veces también me pasa que de repente me dan ganas de salir corriendo”
agregaba mientras la tristeza agachaba la comisura de sus labios. A sus casi ochenta años a doña María le
llegaron males que nunca antes había sufrido, su hipertensión y sus ataques de pánico empezaron justo
después de la muerte de su hijo. Igual que su esposo, don Jorge Santos de ochenta años, casi no sale de casa, él
está también enfermo, tiene problemas cardíacos y se pone muy mal porque doña María “se pone a llorar
dormida”. “A veces se viene a dormir aquí” me decía en una ocasión su hija, Leti, hermana de Luís, “entonces
yo la consuelo hasta que deja de llorar y se vuelve a dormir” [Diario de campo, 15-6-14]. Como encontré en
muchos otros casos, el cuerpo de los familiares, sobre todo de las madres, expresaba físicamente la ausencia
del cuerpo del fallecido, lo cual podía darse por medio de enfermedades que aparecían con los eventos de
muerte o desaparición.

A la de Luís la conocí, como a las demás familias de las víctimas de la masacre de Cadereyta, por medio del
COFAMIPRO. Para el momento de mi estancia en Honduras el comité llevaba casi seis meses de acompañar a las
familias en el proceso de de resiliencia personal y colectiva y de producir la repatriación de los cuerpos (ver los
dos acápites siguientes), luego de que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) les había notificado en
diciembre de 2013 que sus hijos, hermanos y esposos estaban entre los fallecidos. Con doña María Guadalupe
conversé poco y a don Jorge, su esposo, no lo conocí. Su edad y las complicaciones en su salud que llegaron con la
noticia de la muerte de Luís les dificultaba salir de la casa. La participación en las reuniones se la dejaban a Leti y
Memo, aunque ocasionalmente doña María asistía para conversar con los psicólogos del COFAMIPRO. Según Leti
su mamá “se ha guardado el dolor, no lo muestra ni lo expresa” y su papá “casi se nos muere cuando la noticia”;
el “gran temor” de Leti y sus hermanos es que su papá “se muera en el entierro de Luís” [Diario de campo, 15-6-
14].

Leti amablemente me recibió en su casa durante casi dos semanas a mediados de junio, tiempo durante el
cual pude conocer a algunos de los familiares de las víctimas de la masacre y realizar las entrevistas y
conversaciones con base en las cuales reconstruyo los perfiles que presento en este acápite. Tanto con ella
como con su hermano Memo entablé una buena amistad y mantenemos contacto desde entonces, aunque
nos conocimos en circunstancias muy difíciles para ellos logramos vincularnos más allá del lugar de dolor en
que ambos se encontraban y del rol de facilitador y acompañante que yo tenía por mi vinculación con el
COFAMIPRO y el trabajo que venía haciendo con las familias. Con Memo me pasé largas horas platicando

380
sobre política regional y arqueología mesoamericana y pude conocer algunas piezas muy interesantes de su
colección personal, “todas halladas en la zona”.

Leti, por su parte, más que una informante fue una guía, además de su hospitalidad compartía conmigo su
lectura del agenciamiento en el que se encontraban las familias. Su propio proceso de resiliencia la ubicaba
(quizás como también a Memo) en un lugar muy específico frente a todo el proceso colectivo que venían
llevando, pues además del dolor ambos sentían un profundo sentimiento de indignación por lo que le había
pasado a su hermano pero también por la forma en que habían respondido los gobiernos de Honduras y
México; entre todo el dolor y la angustia que vivían en ese momento los familiares, ambos mantenían además
una importante claridad política por lo que imprimían una fuerza y un sentido estratégico al grupo que
resultaron centrales283.

Con ella conversé largamente sobre la ruta burocrática que había implicado el proceso de repatriación, así
como sobre las acciones de incidencia que el grupo había realizado en torno a este, en buena medida
asesorados por el COFAMIPRO (ver acápites siguientes). Doña María Guadalupe no dudaba en reconocer la
importante que ha sido Leti para que los restos de su hijo regresaran finalmente a Honduras y poder
enterrarlos. “Fue Leti la que fue allá a El Progreso, a ver a un padre que trabaja en la organización esta de
derechos humanos [padre “Melo”, S.J.], ahí se comunicó por internet… fue ahí que ya se abrió la comunicación
con México… ya desde que ella platicó allá, ya ha ido caminando…” [Diario de campo, 15-6-14].

Además de la muerte de Luís, Leti y su familia atravesaban una situación muy difícil durante los meses en los
que nos conocimos. Siendo funcionaria del registro de personas en la ciudad donde hasta hacía unos meses
había vivido junto a su esposo y sus cinco hijos, a Leti la fueron a buscar un domingo a su casa dos hombres
en un automóvil de lujo, y le ofrecieron USD $10.000 por tramitar de manera ilegal un estatus de ciudadanía
para un extranjero de nacionalidad mexicana. Ella contestó que “tenía que ver”, para ni decir que sí ni decir
que no. Al día siguiente le informó a sus superiores quienes la enviaron de vacaciones por tres meses, pero
no habían pasado ni dos días cuando empezaron a recibir llamadas amenazantes. Fue cuando mataron a sus
dos perros y los dejaron frente a la entrada de su casa que decidieron irse de la comunidad; regresaron al
pueblo del que son originarios ella y su esposo.

“Salimos de noche” me contó una tarde mientras tomamos “café de palo”, “escondidos (…) mi esposo se había
ido dos semanas antes con algunas cosas, lo demás lo dejamos y ya lo perdimos”. Su esposo tuvo que migrar a
EE.UU. (de forma “legal”, dado que tiene visa) para trabajar en construcción y tratar de reponerse de la difícil
situación económica en la que quedaron luego de que ambos tuvieran que renunciar a sus trabajos. A esto se
sumaba la enfermedad en que habían caído los padres de Leti producto de la muerte de su hermano, ambos se
habían deteriorado desde la noticia lo que además había implicado gastos importantes en medicinas y
consultas con especialistas. Como me contaría Leti durante un taller con el equipo técnico del COFAMIPRO, “ya
me cancelaron en el trabajo, ahora estoy dedicada a cuidar a mis papás que están grandes y enfermos” [Diario
de campo, 18-5-14]. En medio de todo esto ella y su esposo decidieron adoptar a un niño, su hijo menor, José
Luís. “Lo adoptamos a los doce días de nacido, le pusimos Luís por mi hermano (…) desde que lo vi lo sentí
como mi hijo”, decía emocionada [Leti Santos Castillo, entrevista personal, 16-6-14].

283Habría que tomar también en cuenta su relación con la víctima. Sin pretender una generalización impertinente o excesiva, en varios
de los casos que conocí la vivencia del duelo no era igual para las madres de las víctimas que para sus hermanos y hermanas o incluso
sus esposas. Para las primeras el momento depresivo era más profundo y prolongado, razón por la cual era sobre todo con ellas con
quienes se trabajaban los procesos de acompañamiento psicosocial por parte de los psicólogos del COFAMIPRO.
381
Igual que su esposo Leti también tenía visa norteamericana y estaba pensando reunirse con él, pero por lo
pronto, como no tenían dinero, había preferido quedarse con los niños mientras ahorraban y concluía el proceso
de repatriación de su hermano284. Había sido un camino largo y tedioso, y aunque la situación económica
complicaba las cosas y la sombra de las amenazas que sufrieron hacía seis meses seguía aún presente, Leti no se
iba a ir sin antes enterrar a Luís. Como otros de los familiares de las víctimas, había asumido la repatriación como
un compromiso con su hermano pero también como un compromiso colectivo con los demás parientes, una meta
común que se habían puesto. Poco a poco las familiares se fueron presentando a la cancillería a pedir información
sobre sus hijos, conforme se fueron conociendo y organizando empezaron a llegar juntas y a presentar las
solicitudes colectivamente. La cancillería les tomó muestras de ADN para contrastarlos con los de las víctimas de
la masacre pero solo uno de llos coincidió. Para Leti ese momento “fue terrible, era como volver a empezar, ella
[Ivón Bonilla, la directora de asuntos consulares de la cancillería] dijo que no podía hacer nada, que había que
esperar”285.

Me acuerdo que una noche me acosté llorando y digo yo “dios mío, ya no hallo para dónde agarrar” y soñé con él, que
comencé por internet a buscar y me dice "Leti, ya me dejaste botado", porque yo ya tenía como un mes de no venir a
Tegucigalpa, porque yo seguido venía, cada quince días a veces, porque yo dije “yo voy a ir a Tegus para mover esto”
[Leti Santos, 16-6-14].

Como en el caso de Juana, el sueño de Leti con su hermano fue para ella una forma de comunicación, “me
acosté llorando”, diciendo “dios mío ya no hallo para dónde agarrar”, y él le contestó “ya me dejaste botado”.
Para Juana se trataba de una premonición que con el tiempo recordaría como una señal que en su momento
intentó utilizar para disuadir a su esposo, como un anuncio de lo que sería su destino posterior, por lo que
ingresaba como función estimulante de las propiedades creadoras del pensamiento mítico (Perrin (coord.)
1990); “cuando me dijeron que lo habían matado dije yo -pucha como el sueño, ahora Luís no iba a estar más
ya- y mire, no volvió, murió”, tenía 41 años [Juana López, 18-6-14]. Para Leti marcaba el paso de un proceso
personal y familiar a uno más bien civil o ciudadano, la búsqueda y la espera de la familia se tornaba búsqueda
colectiva, y en dicha agregación surgía un nuevo actor colectivo que se encontraba entre lo parental y lo
ciudadano (Fraisse 2001, Naishtat 2001, Bejarano 2002). Como ha señalado Wax en relación a sus estudios
sobre algunas sociedades de la Amazonia brasileña, los sueños pueden activar “canales intersubjetivos” entre
las personas, los cuales pueden derivar en pensamientos y acciones comunes (Wax 2004, 86). El sueño mueve a
Leti a ir más allá en su búsqueda, a dejar de lado a la cancillería hondureña, donde además “estaban más
perdidos que nosotros”, y buscar otras opciones (ver acápite 5.3.3).

Tanto Leti como Juana me hablaron de un conflicto familiar que había surgido en torno a la muerte de Luís.
Juana se había casado con Luís a penas un año antes de que se fuera a México por primera vez (varios años
antes de su segundo viaje, en el que falleció), “allá en Estados Unidos se hizo de otra mujer”, me dijo una vez
seria, “y tuvo una niña”. A raíz de esto Juana también “se acompañó”, lo cual fue objeto de crítica y molestia
entre la familia de Mauricio, “la familia de él no me quiere mucho, no sé si usted ha notado a Leti…” Esto
provocó una tensión entre Juana y la familia de Luís, “dice Leti que yo tuve la culpa que lo mataran... yo le
hablaba, ¿quién va a querer que maten a un ser querido? no...” [Juana López, esposa de Luís Santos Castillo,
18-6-14]. Sin embargo, las tensiones no impidieron que Juan, Memo y Leti participaran luego en el mismo
proceso de organización e incidencia para lograr la repatriación de los restos de Luís.

284 A principios de 2016 Leti finalmente logró reunirse con su esposo, y para mediados de ese año daban los últimos pasos para
conseguir las visas a sus hijos y lograr reunificar a toda la familia.
285 En: http://enelcamino.periodistasdeapie.org.mx/historia/masacre-de-cadereyta-cuando-el-dolor-es-impronunciable/ Una
reconstrucción detallada de la relación del grupo de familiares con el estado hondureños y específicamente con la cancillería, se realiza en
el acápite 5.3.3.
382
Fue justamente el involucrarse en un proceso organizativo lo que limó las asperezas en la relación entre Juana
y la familia de Luís, todo el trabajo que realizaron para lograr la repatriación les acercó y ayudó a disminuir las
tensiones que surgieron al principio. Sus suegros incluso se le acercaron a Juana para pedirle que por favor “no
les fuera a quitar el amor del niño [su nieto]”, y ella les aseguró que eso no pasaría, “porque yo quiero que mi
hijo esté cerca de la familia de su papá”. Juana incluso reconocía las dificultades por las que estaba pasando la
familia, “el viejito está bastante delicado, tiene una insuficiencia cardiaca… no crea, Leti no se la lleva muy bien
porque la mamá enferma, el papá y ella también enferma, Leti está súper delgada… yo no la miro, ella no me
hablaba a mí, ni yo a ella, pero la miro que está sufriendo [Juana López, 18-6-14]. La muerte de Luís y a partir
de esta el proceso colectivo para producir su retorno, estableció una forma de relación entre las personas que iba
más allá del parentesco, debilitado ya por conflictos anteriores al fallecimiento. En este sentido, el proceso
organizativo hizo emerger vínculos supra parentales y supra comunitarios, una trama orgánica propia del
agenciamiento colectivo y la participación común en el proceso que llevan a cabo para producir el retorno de los
cuerpos, “lazos de unión entre los familiar (…) que los constituye como grupo especifico de lucha y refuerza
vínculos de solidaridad entre ellos (L. M. Panizo 2009, 73).

De mi experiencia con Leti no podría asegurar que efectivamente culpaba a Juana de la muerte de su hermano;
su propio proceso de organización e incidencia y el discurso político que defendía (al igual que el de su
hermano Memo), eran muestra de que localizaba con mucha claridad a los culpables de la masacre. Pero era
evidente que existía una tensión entre ellas. Durante las reuniones, el liderazgo y la claridad al hablar de Leti
podían llegar a destacar por encima de otras personas, especialmente de Juana que con una personalidad más
tímida solía mantener una participación muy pasiva. En este sentido, se configuraba una específica geometría
de poder a lo interno del colectivo (Massey, Power-Geometry and a Progressive Sense of Place 1993), que
resaltaba a ciertas personas por encima de otras, haciendo que los vínculos de solidaridad supra parentales no
fueran necesariamente simétricos. La explicación que hacían los hermanos de Luís sobre las circunstancias en
que se dio su migración a EUA combinaba la comprensión de sus razones personales y una lectura sobre las
fuerzas de dimensión estructural que determinaban la vida de muchas personas en Honduras.

todo el mundo tiene su sueño, ¿verdad?, y yo creo que algún sueño lo mantenía (...) las condiciones a veces lo hacen
migrar a uno. Yo creo que en él habían algunas condiciones que necesitaba solventar, algunas situaciones y por eso se
fue (…) veía que necesitaba otras cosas y que las podía solventar porque él ya había experimentado, las podía solventar
yéndose nuevamente (…) En mi caso pue, yo soy un empleado público pero mi entrada es para comer ná más, y alguna
cosita que puedo solventar, pero para decir "voy a hacer esto, voy a hacer lo otro..." no. Más que algunos tiempos que
entrás en bonanzas, cuando no se te enferma un hijo, cuando no tenés necesidad de comprarle ropa ni calzado a tus
hijos, que son como unos claritos económicos [Pero] construir casa es difícil, y todo el mundo sueña con tener una casa.
Será que no somos muy visionarios, pero aquí el peldaño más alto de un hombre es tener una casa (...) Él no tenía casa,
no tenía un espacio donde poder tener una casa, y para tener una familia necesitas tener un hogar, una casa que sea
tuya, porque... ¿te imaginás alquilar una casa? ¡es demasiado!... imagínate... los promedios de pago aquí son 7000
lempiras, entre 5 y 7000 lempiras por mes... y el salario mínimo está en 7000-8000 lempiras... y a parte de eso no hay
trabajo pue (…) aquí la industria es extranjera... entonces no hay un crecimiento económico, estás produciendo para
otros... [Memo Santos Castillo, entrevista personal, 18-6-14].

Bueno la cuestión de la migración no ha sido más que necesidades y atropellos yo creo que las posibilidades en
Honduras se han ido mermando, se han ido terminando y ahí es donde el ser humano va a migrar, acordémonos que
por naturaleza el ser humano es migrante, por muchas cosas pues y si nos remontamos a la historia los antecesores
migraron pues con las glaciaciones y de ahí con algún problema de comida, incluso para la Edad Media los irlandeses
emigraron a norte américa cuando los problemas del tizón en la papa por cuestiones de alimentación. Y ahora nos
enfrentamos a otro flagelo que es la represión en estos países del mismo gobierno, las autoridades, necesidades que
se dan en los seres humanos y eso es lo que nos hace migrar. Luís es eso pues, Luís es una necesidad [Memo Santos
Castillo, entrevista personal, 20-6-14].

383
Las dos viñetas se combinan en una lectura micro y macro de las condiciones en que se produce la migración
de su hermano, Memo nos presenta una mirada informada a la historia, a los grandes desplazamientos humanos
por escasez, pero también a las condiciones económicas que generan actualmente dicha escasez, y es así que nos
narra algunos de los dilemas que experimentan muchos jefes de hogar en su país. Fueron las mismas razones que
han movido a gran parte de la migración histórica hondureña a EUA, la búsqueda de condiciones básicas de
vida, las que movieron a Luís. No huía de extorsiones o amenazas, como ocurre más recientemente (ver acápite
2.1), y en este sentido la trayectoria de Luís asemejaba más a las que desde hace tiempo han marcado los
desplazamientos de hondureños al norte. El paisaje de carencias y necesidades que dibuja Memo es claro, así
como lo son las condiciones que hacen que “solventarlas” se vuelva infactible. Como diría su hermano, Luís es
una necesidad.

Igual que en el caso de Luís y los demás que salieron juntos, la familia de Jorge Armando Zelaya no sabía que se
iba. Se los había mencionado y como en el caso de tantos otros hondureños de su edad migrar era siempre una
posibilidad, pero a nadie le dio fechas ni planes de viaje. Según su madre, doña Carla Flores, “la bulla era que se
oía que decían que se iban a ir, pero la verdad yo no supe qué día tenían planeado ellos”. Me reuní con doña
Carla en casa de Leti para realizar las tomas para el video del grupo que habíamos acordado hacer como
material de la organización, nos habíamos visto antes en un par de talleres pero nunca habíamos platicado, sin
embargo, cuando le pregunté “¿cómo era su hijo?”, la conversación fluyó casi sin percatarnos de la cámara.

¡Ay! Bien lindo… jaja, bien lindo porque… [se le quiebra la voz] por lo menos a mí no meeee… nunca me dijo una
malcriadez, bien cariñoso, con sus hijos, conmigo… Yo creo que eso lo vamos a recordar, los bonitos recuerdos… Él era
bien presumido ¡queeee! Decía que era guapo…. “ya voy guapo” me decía, jaja. Él era cariñoso con nosotros y con los
hijos también. Gozábamos con Hilda porque él se las tiraba de poeta, y dice Hilda que a ella la enamoró con poemas, le
gustaba pintar, le gustaba cantar, escribía reportajes de historias y tradiciones del pueblo y decía que los iba a llevar a la
radio, le gustaba… bueno, ¡de todo! Quería ser tantas cosas… [Carla Flores, 19-6-14].

Con su pelo gris muy corto, doña Carla hablaba alargando las palabras y con la mirada perdida, a veces con voz
quebrada o con sonoras carcajadas, iba recordando a su “perro”, como le decía a Jorge de cariño. El recuerdo se
mueve entre la alegría y la tristeza, va de la broma a la melancolía y en este registro se produce su memoria, la
cual a su vez alimenta representaciones de Jorge como un hombre culto, creativo, bueno y cariñoso. En mi
experiencia etnográfica, fue frecuente encontrar en las representaciones de la memoria elaboradas por las
madres y familiares de los fallecidos y desaparecidos, imágenes idealizadas de los parientes, como veremos más
adelante. Doña Carla recuerda que el día que se fueron corrió rápido la voz entre parientes y vecinos, “se fueron
ocho” decía la gente, y ese mismo día doña Carla se enteró. “En mí yo decía que andaba trabajando, porque me
dijeron que lo habían visto, entonces yo dije -no, pues anda trabajando-, entonces cuando me dijeron yo no… [se
le quiebra la voz] no creía que se había ido, yo dije -es que me hubiera dicho, se hubiera despedido de mí- pero a
nadie le dijo”. Piensa que su hijo debió haberles tenido mucha confianza a los otros siete, pues asegura que le
tenía mucho miedo a “ese camino”.

Ella sabía que su hijo, maestro de profesión, vivía carencias, “dinero ellos no tenían”. Pero nunca imaginó
que se iría sin avisar, aunque sospechaba las razones por las que lo mantuvo en secreto, “si él me hubiera
dicho que quería irse yooo… yo no lo iba a dejar”. Aún después de que se fue doña Carla “no creía”,
esperaba que en cualquier momento entrara por la puerta y la saludara como siempre, con alguna broma y
un beso en la cabeza pidiéndole que le hiciera “frijolitos” porque “le encantaban los frijoles que yo hacía”.
Pero ya no llegó, y luego de un tiempo empezó a “sentir el vacío”. Cuando le pregunté ¿por qué cree que se
fue Jorge? me contestó tranquila con la mirada perdida:

Mire, yo en los problemas de ellos de así de trabajooo… yo no sé ni cuánto ganan, porque a mí no me gusta meterme, a

384
mí Hilda me dice de que él, como le habían dado traslado para Comayagua, no estaba recibiendo pago, ¿verdad?,
porque cuando los trasladan se les atrasa el pago, yyyy, sería la desesperación que tenía de dinero… no sé, porque él a
mí nunca me dijo -mami fíjate que no me han pagado- Por Hilda yo me daba cuenta de que no recibía pago todavía,
pero no sé cuánto tiempo tenía de que no le pagaban… Y a la niña le decía que él se quería ir, porque quería celebrarle
los quince años bien bonito... y entonces… sería por eso que se desesperó… usted bien sabe que los maestros aquí…
pasan con préstamo y al o mejor le estaban cobrando y tal vez eso se desesperó, la economía… o quería darles algo
mejor a los hijos (…) Aquí no hay oportunidades, y yo creo que todos tenemos derecho de un trabajo, ooooo… algo para
que la gente no busque a irse de su tierra. Porque a veces, yo digo, a veces se van porque no miran futuro (…) Por lo
menos su casa donde tener sus hijos. Porque imagínese los alquileres ahora, ya no ajusta uno para pagar alquiler (...) ya
esto es desesperante, yo creo que el gobierno, el gobierno tiene parte de culpa para que esta gente se vaya, porque si
la gente tuviera oportunidades de trabajo no se fueran (...) la gente se va no con gusto de dejar a sus hijos y a su
esposa, se van porque se desesperan, no hay oportunidades [Carla Flores, 19-6-14].

Como lo harían otras madres de migrantes con las que tuve contacto, doña Carla describía la situación de su
hijo como de desesperación; así es como cree que vivía Jorge la dura conjunción de carencias y necesidades
que relatan muchos de los familiares de los ocho que se fueron. En los relatos de muchos de los familiares la
desesperación surge como causa de sus partidas, así como la desesperanza marcará posteriormente las
expectativas de sus retornos. Como en el caso de Luís, más que situaciones de violencia social o extorsión,
como ocurre cada vez con más frecuencia en las historias de migrantes en tránsito por México, Jorge produce
su salida como una línea de fuga frente a una situación definida por las carencias y la falta de oportunidades, la
cual captura sus opciones de futuro, sus expectativas y esperanzas.

Por otra parte, a diferencia de la relación entre Juana y la familia de Luís, en este caso vemos un vínculo muy
estrecho entre la familia de Jorge y su esposa. La empatía de Carla con su nuera venía en parte del hecho de
que cuando ella se casó con su actual pareja ya tenía también tres hijos (incluido Jorge Armando), y agradeció
mucho la forma en que su nuevo esposo se comportó con los niños y le ayudó a criarlos, pues su pareja
anterior le daba “mala vida”. “Yo le di autoridad para que los castigara y les llamara la atención, y sí los
regañaba. Pero con él no me hizo falta nada, y si era para los niños lo mismo… cuando salí embarazada y era el
único hijo de él, ¡ah! estaba feliz, entonces me ayudó a criar a mis hijos”. Ahora tienen más de treinta años de
estar juntos, “hace a penas cuatro años nos casamos” me decía sonriendo, “Jorge Armando y Hilda fueron mis
padrinos”.

Yo con mi nuera y mis yernos me llevo bien. Mire, Hilda tiene tres niños que no son de Jorge, y cuando salió
embarazada de él Jorge me dijo -mami, ¿qué dijeras si yo te digo que tengo una mujer embarazada?- “que te hagas
cargo de ella”, le digo, “porque los niños sufren, no dejes niños regados" -¿y la vas a querer mami?- “sí” le digo, -¿así
tenga hijos de otro?- “¿qué tiene eso?”, le digo, “si vos así la querés… y con que te quiera ella”, le digo, "¡qué tiene que
tenga!", le digo yo, “si es con vos que va a estar”. ¡Y viera qué bien se llevaba con los cipotes de Hilda! Yo le decía
"mira, Jorge, aconsejalos, ponte a platicar con ellos, pero yo no los regañés, no les pegués porque no son tus hijos”
[Carla Flores, 19-6-14].

La noción de un “buen padre” está en el centro del discurso de Carla sobre su hijo, que creció entre la sombra de
su padre biológico y su padre afectivo, con el que “nunca les faltó nada”. “Es por eso que a veces los padres se
desesperan” me decía doña Carla en tono serio mientras asentía con la cabeza, “se desesperan tanto para darles
todo lo que ellos no tuvieron a los hijos”. Fue la intención de ser un “buen padre” lo que llevó a Jorge a tomar la
decisión de irse, al menos así se lo explicaban su madre y su esposa. “Yo le pregunté a Hilda -¿Jorge algunas vez
se peleó con tus hijos?- no, me decía, nunca”. Aunque no eran “suyos” los cipotes lo querían, “ese Jorge es
otros rollo” recuerda Carla que decían sus nietos en tono de aprecio a su padrastro. “Ellos lo querían mucho”
recordaba nostálgica, “entonces ¿cómo no voy a querer a Hilda? (...) ella es de mi familia pues, ella es mi hija”.

A diferencia de la relación entre Juana y la familia de Luís, el vínculo de parentesco entre Hilda y su suegra era
fuerte y afectivo, Carla la veía como su propia hija. Luego de la muerte de Jorge Armando, le vínculo entre ambas
385
se había estrechado más. Hablaban varias veces al día por teléfono y cuando doña Carla no la localizaba se
preocupaba y no quedaba tranquila hasta que la escuchaba; “hablamos en la mañana, hablamos al medio día y
cuando ya llega de la escuela”. Su complicidad y su cariño había crecido con la ausencia de Jorge, estaban más
pendientes la una de la otra e incluso hacían esfuerzos comunes para hacerle la situación más leve a los niños,
“no crea, a veces se pone bien mal y a mí me descontrola (…) a veces tengo que hablarle fuerte porque cuando
empezamos a platicar terminamos llorando (…) entonces le digo –Hilda, por los niños, haga todo el esfuerzo por
los niños-”. No se trata de que a ella no le duela, “si yo lo parí” afirmaba enfática, pero se hacía “la fuerte”, “por
los niños”. Aunque sin las tensiones y desencuentros que vimos en la relación entre Juana y la familia de su
esposo, en el caso de Hilda y Carla se había dado también un fortalecimiento del vínculo a partir de la pérdida
común, aunque basado más en el parentesco que existía entre ambas, que en el proceso organizativo, del cual
doña Carla no estuvo tan cercana.

Aunque doña Carla veía los motivos que llevaron a su hijo a la ruta migratoria como parte del “ser un buen
padre”, la experiencia de haberlo perdido de forma tan trágica así como el difícil proceso que junto a las otras
familiares había llevado para lograr su repatriación, marcaron su postura ante la migración a EUA. Mientras
tomábamos el video que debía quedar como material para la organización le pregunté si había alguien en
específico de la sociedad hondureña a quien quisiera dirigirse, “a los jóvenes” me contestó en ese momento sin
tener que pensarlo mucho y agregó “que esa no es la mejor decisión, irse de su país no es la mejor decisión”. Su
consejo era claro “que nadie se moviera de su país”, era escéptica del sueño americano o al menos lo veía factible
en Honduras, decía que era cuestión de “esforzarse”, pero dejar a los hijos lo consideraba un error, “dejan lo
mejor, sus hijos, su familia”.

Fue el mismo mensaje que me dio Hilda cuando nos reunimos para tomar el video en su casa. Fue justo un día
antes de la entrevista con la madre de Jorge, poco antes de las 9:30am. Cuando me escuchó llegar salió a la
entrada para recibirme, me saludó atenta aunque un poco nerviosa. Cuando le había pedido realizar la
entrevista primero lo dudó un poco y solo aceptó luego de advertirme que para ella era aun muy difícil hablar
del tema. “Acomodé aquí la sala, saqué los cuadros de mi esposo”, me dijo con la voz quebrada mientras
entrábamos a la casa, “para que salgan en el video”. En la sala Hilda había movido la mesa principal para dejar
espacio a una silla mecedora detrás de la cual había colocado los cuadros, algunos sin terminar, pero ninguna
foto. Antes de empezar la entrevista a Hilda se le quebraba la voz, frotaba constantemente sus manos y su mirada
estaba inquieta, sin embargo a la hora de hablar lo hizo fluido, mostrando mucha claridad sobre el mensaje que
quería transmitir.

386
Doña Hilda Gómez con los cuadros de su esposo, Jorge Armando Zelaya. Fotografía propia.

El mensaje de doña Hilda era claro y contundente, a pesar de las lágrimas que en varias ocasiones acompañaron
sus palabras o la voz quebrada en la que se mostraban sus emociones, habló claro y sin dudar. Se dirigía por igual
a las personas que podían estar considerando migrar en busca de “ese sueño americano” y a las autoridades de
gobierno que supuestamente tenían la responsabilidad de protegerles y “brindarles oportunidades”. Su discurso,
emotivo y directo, tenía también un tono político, así como exigía a funcionarios estatales, intentaba disuadir a
futuros migrantes y les invitaba a “ser creativos” para lograr tener en su país las oportunidades que buscaban
afuera.

Exhortarlos para que desistan de ese viaje, un viaje muy peligroso, donde ponen en riesgo sus vidas. Mi compañero de
hogar fue uno de los que falleció en ese sueño americano (…) Mi compañero de hogar emigró hacia los Estados Unidos,
porque era un hombre que tenía muchos sueños y anhelos (…) soñaba con darle lo mejor a sus hijos (…) nunca
pensamos en que iba a ocurrir algo malo, pidiéndole a Dios de que todo saliera bien, pero se dio esta situación… perdió
su vida… [lágrimas] un hombre con bastantes talentos… él pintaba, él cantaba, él hacía poemas, era un maestro de
educación… y ahora no nos queda más que resignarnos ante esta pérdida, pero quiero que esta muerte [lágrimas]…
que esta pérdida de este ser querido sirvan para que estas personas que tienen sueños, que vean que los podemos
realizar aquí en Honduras, que solo es cuestión de ser humildes y ser perseverantes, que nosotros podemos realizar lo
que nosotros querramos en Honduras (...) Es doloroso, difícil decirlo, pero él, un hombre profesional aquí en Honduras,
hubo un momento en su vida en que se desesperó. A veces en esos momentos es donde tomamos este tipo de
decisiones equivocadas, pero igual, en ese momento solo se piensa tal vez en la solución de los problemas, en la
familia. Sabemos de que el objetivo de ellos es mejorar, pero son muchos los que van y son pocos los que llegan (…)
Tengamos la fuerza, la valentía de salir adelante. Yo espero que la muerte de este ser querido les sirva a ustedes para
que piensen, que reflexionen, porque no es como muchas personas cuentan, la realidad es otra (…) Honduras es un
país de mucha riqueza y nosotros tenemos que ser creativos (…) Sabemos que hay dificultades, pero que las podemos
vencer, que lo más importante es la familia. Que no creamos en esos cuentos que nos dicen de que en los Estados
Unidos es fácil, el dinero cuesta, en todas partes del mundo el dinero cuesta, pero es importante de que nos quedemos
en nuestros países para hacerlos progresar, para que nuestros hijos crezcan con el amor de sus padres. Muchos se
desesperan, por la situación económica que está pasando nuestro país, pero a veces solo son momentos, debemos de
confiar primero en Dios y en nosotros mismos, de que podemos seguir adelante (…) porque muchas veces por querer
darle lo mejor a la familia, se encuentra la muerte (...) Nuestro sueño americano no es necesario que salgamos, lo
podemos hacer aquí en Honduras [Hilda Gómez, 18-6-14].

387
El mensaje que doña Hilda buscaba transmitir, y que enuncia de manera reiterativa, podría resumirse en la
frase con la que cierra sus palabras “[para] nuestro sueño americano no es necesario que salgamos, lo
podemos hacer aquí en Honduras”. Desde ahí es que se dirige a todas las personas que cree que escucharán su
mensaje, políticos, migrantes, funcionarios de organizaciones, a todos les invita a hacer su parte para evitar
que las personas busquen opciones fuera de sus países. A pesar de que comprende que muchas veces “se
desesperan” ante la precariedad o las dificultades económicas, señala el hecho de que con la riqueza que hay
en su país y la voluntad de los tomadores de decisiones, esta desesperación podría convertirse en creatividad.
Por otra parte, “exigía” al gobierno hondureño que cumpliera con su responsabilidad de brindar oportunidades
a la juventud para que no tuviera que salir en busca de la ruta migrante.

Como en el caso de Leti y Memo, el testimonio de Hilda daba cuenta del proceso de conciencia y politización
que había tenido producto de los esfuerzos de organización e incidencia que como colectivo habían realizado;
el hecho de que decidiera transmitir un mensaje como este daba muestra de ello. En vez de quedarse en el
lugar de víctima, proyectaba su discurso hacia formas de incidencia, a disuadir a las personas que estaban por
irse. Se trataba de un discurso de esperanza en el que iba mostrando, lejos de un tono ingenuo, las formas
concretas a partir de las cuales considera que podría efectivamente producirse dicha esperanza: el talento, la
creatividad, la riqueza y la voluntad son suficientes, en su visión, para combatir la desesperanza y la muerte,
para producir en su propio país, el sueño americano. En este discurso, las representaciones en torno a la
víctima sirven para mostrar la realidad de un contexto social sobre el que se quiere incidir, “que sirva de
ejemplo” para evitar tragedias semejantes en el futuro. Se elabora un discurso en el que la figura del fallecido
es concebida como una que podría tener un efecto “salvador”, “preventivo”, y en este sentido se le asigna una
compleja responsabilidad histórica que trasciende por mucho su dimensión personal, se eleva la figura de
víctima por encima de la de persona y se proyecta y pone a circular en un discurso idealizado.

Otra de las familiares con las que pude convivir y platicar fue doña Carmen Suárez, madre de Ernesto
Betaoncourt Suárez, el menor de las víctimas de la masacre. A doña Carmen la conocí en Comayagua durante la
acción que realizó el grupo de familiares ante la visita del presidente mexicano Enrique Peña Nieto, y luego
tuve la oportunidad de verla varias veces durante mi estancia en su comunidad. De clase media acomodada,
doña Carmen vivía en el centro del pueblo en una case grande y vieja, “de las primeras” del lugar. Su familia,
como la de Leti y Memo, fue una de las primeras en instalarse en la zona. Nos reunimos en el patrio de su casa,
un espacio amplio adornado con figuras de pájaros hechos en caucho; “eso los hacía mi hijo”, me dijo
sonriendo, “era muy creativo, siempre trabajando, arreglando cosas, y ayudando en la casa”. Aunque accedió a
realizar el video y la entrevista, doña Carmen prefirió no hablar de las circunstancias en las que murió su hijo,
tanto ella como su hija consideraron que esto podría afectar su salud ya de por sí maltrecha, pues desde la
muerte de Ernesto sufría de ataques de ansiedad, pérdida de memoria y desubicación espacio-temporal.

Aunque tampoco sabía nada de los planes de su hijo y solo se enteró de su partida cuando ya estaba en
Guatemala, Doña Carmen recordaba muy bien los primeros días después de la partida de Ernesto, y aseguraba
que le iba llamando “cada dos o tres días”. Recuerda que Ernesto la llamó por última vez un cinco de mayo, “un
día sábado a las 11am, y me dijo - mami no la he llamado porque estoy en un lugar muy peligroso, pero la estoy
llamando para decirle que no se preocupe, por eso no la he llamado porque estoy en un lugar muy peligroso-”,
ella le preguntó cómo estaba y si tenía “pistillo” (dinero), “no tengo un cinco” fue su respuesta, y agregó “pero
no se preocupe, en todo caso yo la llamo el lunes para que usted me mande”. “Pues me quedé esperando…”
recordaba doña Carmen con la mirada pedida, “total que esa llamada nunca llegó” [Carmen Suárez, 2-4-14].

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Doña Carmen Suárez con la foto de su hijo Ernesto. Fotografía propia.

Así recuerda doña Carmen a su hijo, el “secaleche” como suelen llamar en el campo hondureño al último de los
hijos menores,

Le gustaba la cacería, le gustaba ir al monte en su tiempo libre, él tenía su taller aquí, arreglaba televisores, equipos,
estufas, secadoras… le gustaba la música… música cristiana por supuesto, porque él era cristiano. Él aceptó al señor en
el 2006, el año en que se graduó (…) le gustaba la cacería, pero él primero trabajaba, y en el momento en que no tenía
trabajo salía a tirar conejos, palomas... y venía él y lavaba aquellos animales, y el gusto de él era hacer las enchiladas de
conejo. Cuando no estaba trabajando le dedicaba su tiempo al señor, lo hallaba yo en la cama con la guitarra, pero no
tenía guitarra, sino que él ¡hacía que estaba tocando! Y por las tardes, él había un programa que me decía “¡mamá,
aquí está el suyo!”, era el programa del canal 55 que salía Luís Alberto Cali, a las cinco de la tarde, con él nos poníamos
a cantar alabanzas, a ver el programa, a escuchar la palabra, y por último terminábamos danzando. Era muy dinámico,
muy dinámico, muy servicial, y lo mejor que tuvo mi hijo es que fue muy respetuoso con todas las personas, para él no
había edad, todos eran iguales. Un hombre muy respetuoso y servicial a la vez [Carmen Suárez, entrevista personal, 2-
4-14].

La descripción de Ernesto se mueve entre las figuras de “buen trabajador”, joven “respetuoso” y dedicado
“cristiano” en un relato que está lleno de alusiones al imaginario religioso, incluso vemos como este irrumpe
constantemente en el recuerdo: “le gustaba la música… música cristina, por su puesto”. Por otra parte, doña
Carmen retrataba su relación con su hijo como una de gran afecto y cercanía, lo cual de nuevo anclaba a las
prácticas religiosas y de culto. Doña Carmen, a diferencia del resto de las familiares, tiene un discurso religioso
muy marcado; aunque el imaginario religioso está presente en todas las integrantes del grupo, en doña Carmen
adquiere rasgos muy particulares. En primer lugar, a diferencia del resto doña Carmen es evangélica lo cual se
traduce en que su fe se encuentra en un momento de renovación muy particular pues llegó a esta luego de una
formación católica como casi todas las personas de su edad en Honduras. Su giro a la fe evangélica opera como
renovadora de su devoción; al contrario, en el resto de los familiares encontramos un imaginario religioso
católico, más instalado en un hábito heredado y de larga data, lo que de alguna manera diluye su tono devoto. En
segundo lugar, el imaginario religioso de doña Carmen tiene una presencia casi total en su discurso, emerge

389
como un lente a través del cual ve prácticamente todos los aspectos de su vida, incluida, obviamente, la
muerte de su hijo.

Fue un hijo fino, no es porque ya no esté, porque a veces lo méritos se dan ya cuando uno falta veá, pero yo los méritos
se los daba desde en vida a él. Un hijo educado, obediente, respetuoso, amoroso, eh… le estaba diciendo obediente,
pero en este momento, en el momento aquel en el 2012, cuando él me dijo que se iba, y yo le dije que no se fuera, él
no me obedeció. Es lo único que puedo recordar que no me obedeció. Pero ahí vemos ya el destino, ¿por qué digo el
destino? porque él era muy obediente, y no me obedeció. Y el destino, que es como una corriente de agua, que esa
corriente viene y nadie la puede detener, ¿verdad? Y que sucedió lo que sucedió, que pasó lo que pasó, era porque ese
era el día, y de ese día, no iba a pasar [Carmen Suárez, 18-6-14].

La explicación que se da doña Carmen para la partida de su hijo está mediada por su imaginario religioso,
“como una corriente de agua (…) que nadie la puede detener” fue la voluntad de dios la que hizo que Ernesto
tomara la decisión de irse, así tenía que ser, era el destino. Esta fuerza externa, incontrolable, es la que hace
que su hijo, siempre obediente, la desobedezca, “lo único que no me obedeció”. Recordaba que el mismo año
en que se graduó (2006) fue el año en que “aceptó a al señor” luego de un retiro evangélico, y esto marcó la
relación entre ambos pues “yo ya había aceptado al señor pero me había desviado del camino”, y habría sido
Ernesto, luego de su conversión, el que la invitó a que lo acompañara de nuevo al templo, pues desde hacía
algún tiempo ella había dejado de “congregarse”. Aunque “siempre he temido de dios porque dios es amor y es
fuego consumidor”, se había alejado del culto, por lo que se relación con Ernesto aparece también forjada en la
relación con dios.

Esto ella lo lee como una intervención divina, “ya era un tiempo que dios nos estaba preparando a los dos,
tanto a él como a mí”, para lo que vendría luego por su “voluntad”, el “destino” de Ernesto. Sin esta
preparación doña Carmen está segura de que ante la muerte de su hijo ella hubiera terminado “en un
manicomio o ya estuviera en el cielo”, pero no, la fuerza que obtenía de su fe le había ayudado a sobrellevar la
pérdida, y había sido justamente Ernesto quien la “reconcilió” en el camino de la fe. En este sentido la figura de
su hijo surge como mártir y profeta salvador, pues así como es victimizado en la masacre es también portador
de lo único que ha permitido a su madre enfrentarse al destino de su muerte, su reconciliación con dios. Como
en los otros casos, aunque en este caso en el marco de un imaginario religioso-evangélico, las representaciones
idealizadas de las víctimas les atribuyen un carácter heroico y de grandes efectos en la realidad.

Para doña Carmen esta imagen de su hijo como mediador en su relación con dios y como profeta de su propio
destino, lleva implícita la idea de que existe “un propósito en mi vida”, el cual ella identifica como la posibilidad
de “ayudarle a la gente que necesita”, que estén “pasando una situación como la de nosotros”. Emerge una
explicación de carácter teosófico o teológico en la cual existe un propósito trascendental detrás del sufrimiento
y la muerte de las víctimas (Scheper-Hughes, Undoing: Social Suffering and the Politics of Remorse in the New
South Africa 1998, 124), y que en este caso sería incorporado por su madre y su misión, de forma muy
semejante al caso de Hilda, de prevenir, ayudar, acompañar a las personas que están o podrían estar en un
situación semejante a la de sus familiares. A diferencia de Memo y Leti, que colocan las razones de su
politización y su involucramiento en la incipiente organización que poco a poco van formando las y los
familiares de las víctimas, para doña Carmen las razones están en un plan divino, que la coloca a ella en el lugar
de ayudar a quienes vayan a sufrir pérdidas como la que ella ha sufrido.

Las representaciones idealizadas de Ernesto también las podemos encontrar en los recuerdos de su hermana

él se fue para ayudarnos, pero antes me acuerdo que terminó de construir un muro en la casa, decía que para que
estuviéramos seguras [lágrimas] (…) Era muy trabajador, todo lo arreglaba él mismo, a diferencia de mis otros
hermanos (…) sabía de todo, era molestón y bien celoso de su mamá, no se iba a ir porque no tenía pisto pero el coyote

390
lo convenció (…) era su segundo viaje, la primera vez cuando estaban en el desierto ayudó a dos mujeres que iban en el
grupo y que no podían avanzar más, a una de ellas la cargó (…) era bien humilde… ¿por qué a él? [Diario de campo, 15-
6-14].

Doña Carmen recordaba el momento en que se enteró de la muerte de su hijo, “mi hija trajo la noticia, ellas se
descontrolaron toditas… pero en ese instante, yo pude sentir la fortaleza de Dios y les dije “no, no, no, no
quiero llanto, no quiero llanto, yo no creo esa noticia, vamos a esperar” [Carmen Suárez, 18-6-14]. Sin embargo
el tiempo pasó y no había comunicación de Ernesto. En una entrevista que doña Carmen ofreció a un medio
mexicano, narró como “vencida por la tristeza oró y ayunó tres días rogando a Dios que le trajera a su
muchacho, sano y completo (...) Durante una de esas noches lo soñó sin brazos (…) rendida, cambió su oración:
señor, traémelo como esté”286. De nuevo, es por medio de un sueño que la víctima se comunica con ella, en
este caso para presentarse de forma que pueda aceptar la muerte de su hijo. Como en los otros casos, la figura
del sueño opera como canal de comunicación pero también como efecto de la presencia de la víticma, pues
aunque ha muerto no ha dejado de existir socialmente. Se encuentra en un estado liminal (Turner 1997, Panizo
2009) dentro del cual es factible que se manifieste su presencia para dar cuenta de su ausencia.

Yo la noticia la recibí en la sala, pero cuando yo me vengo para esta otra sala, aquí adentro, sí ya me desconcerté, fue
cuando yo alcé mis ojos y le digo “señor, ya no quiero vida, mi vida ya no tiene sentido sin mi hijo aquí” [se le quiebra la
voz], pasamos días arduos, llorando, pasamos días desconsoladas, donde no había sueño, no había hambre [llanto], no
había tranquilidad, no había paz… solo había dolor [Carmen Suárez, 18-6-14].

La manifestación onírica de la víctima abre la posibilidad para que inicie socialmente el momento del duelo,
aunque siempre determinado por el carácter liminal del fallecido en función de la ausencia de su cuerpo, como
expliqué anteriormente. Por otra parte, crea además más tarde las condiciones de posibilidad para que surja la
justificación teológica de la tragedia y de su propia situación de doliente y, posteriormente, para la
autorrepresentación en tanto actor social con capacidad de incidencia, lo cual estaría en la base del trabajo
realizado como parte del proceso de producción colectiva del retorno de los restos. Como en los casos de doña
Carla y doña Hilda, doña Carmen aprovechó la toma del video que realizamos para enviar un mensaje a los
jóvenes de su país:

Yo pienso que lo primero es buscar de Dios… buscar a Dios, porque la palabra de Dios dice que primero hay que buscar
el rostro de Dios su justicia, ya ahí todas las cosas vienen por añadidura. Y a los jóvenes, decirles, nuevamente, que
Estados Unidos no solo está en Estados Unidos, vivímos aquí también en Estados Unidos. Porque si buscamos un
trabajo, para… porque, como le digo, buscando de Dios primero, Dios es el que provee de todo. Entonces, no
necesariamente tenemos que migrar, sabiendo, viendo, escuchando todo lo que se da en ese arduo camino: que
sufren, que los secuestran, que los matan. Entonces, para mí un sabio consejo para la juventud, es que no se vaya para
Estados Unidos. ¿Por qué? Porque atrás dejan una madre, la cual no vuelven a ver, dejan sus hios el que tienen hijos, no
los vuelve a ver, dejan su familia completa. ¿Cómo la dejan? Con un dolor muy intenso, muy grande. Entonces la
juventud que evite ese dolor para la familia y el fracaso para ellos mismos [Carmen Suárez, 18-6-14].

Como en el mensaje de Hilda, aparece también la idea de que el sueño americano está en Honduras, que haría
un EUA en su país y sería cuestión de buscarlo. No obstante, a diferencia del discurso de Hilda que se centra en
la creatividad (rasgo además que atribuye constantemente a su esposo), en el caso de doña Carmen la apuesta
se localiza en la fe en dios y su voluntad. Por otra parte, presenta “el camino” al norte como uno plagado de
peligros, otra razón más por la cual no convendría tomarlo y “dejar atrás a una madre a la cual no vuelven a
ver”. Como en los discursos anteriores, su experiencia marcaba de manera totalizante las representaciones que
se hacía sobre la migración y el tránsito por México al tiempo que revelaba en ellas una alternativa: buscar el
sueño americano en su propio país. Por otra parte, también coincidía con los otros familiares en asignar una

286 Ver: http://enelcamino.periodistasdeapie.org.mx/historia/masacre-de-cadereyta-cuando-el-dolor-es-impronunciable/


391
responsabilidad en las autoridades políticas de su país, lo cual daba cuenta del proceso común de
sensibilización y politización del que estaban siendo parte.

Queremos decirle al gobierno, a nuestro gobierno, que facilite fuentes de trabajo para la juventud, porque la juventud
desesperada se va, buscando ese sueño, el cual es el sueño de la muerte, porque nadie lleva seguro ese camino.
Mientras que habiendo fuentes de trabajo ¿cuántas cosas no evitamos? Evitamos emigrar la juventud para Estados
Unidos, evitamos la violencia, evitamos tanto asesinato, evitamos el robo (...) Por esa situación es que hay delincuencia
en nuestro país, por la falta de trabajo, y es por eso también que muchas personas emigran [Carmen Suárez, 18-6-14].

Doña Marina Murcia es la madre de Welvin Martín, también asesinado en Cadereyta. Como casi todos los
familiares de las víctimas, doña Marina vive en su comunidad desde que nació. Su casa es grande, herencia de
su padre quien la construyó, “en realidad todo esto” me decía señalando hasta el final de la calle, “era de mi
familia, todavía muchos viven aquí, esa casa que ve allá es de una hermana mía, aquella de una tía, más allá
vive otra tía”. Marina estaba muy orgullosa de la herencia que le había dejado su padre y del hecho de que su
familia fuera una de las más acaudaladas y respetadas del departamento. En contraste con las casas de Hilda y
Blanca, más pequeñas y modestas, la suya era una estructura de unos 450m2 tomando en cuenta el patio
trasero, con acabados de madera en el techo, las paredes completamente pintadas, el piso de loza y muebles
de madera. Nos sentamos en la sala, donde luego de servirme un café empezó a contarme la historia de su
familia.

Yo nací aquí, y en esta casa. Pero no así, no así, sino que las casas de antes eran, eran… venga mire, eran como esta… era
de adobe, pero yo lo boté, fui yo porque mi esposo ya no… Mi papá [solemne] se llamaba Mauro Andrade, tenía dinero,
tenía dinero (...) todo esto era de mi papá, mi papá tenía bastantes terrenos, mi papá ordeñaba… nosotros nos criamos
bien, ¡bien! Él era… no sabía leer ni escribir él, pero era muy trabajador, era demasiado trabajador, comerciante, un
comerciante honorable, que no andaba... ¿verdad? Y entonces él nos puso a estudiar, “miren, yo los voy a poner a estudiar
a ustedes para que coman, para que duerman y vistan bien, y nada de andar en la calle y eso… [Marina Murcia, 18-6-14].

El orgullo de clase de doña Marina era evidente, y aunque no era en lo absoluto frívola o presuntuosa, estaba
profundamente orgullosa de los esfuerzos que había hecho su padre para darles la vida que tuvieron todas sus
hijas, lo cual a su vez le permitió a ella darle una buena vida a sus propios hijos. Tuvo tres, el mayor nació con
una discapacidad cognitiva por lo que no ha hecho familia ni pudo estudiar, el segundo es agrónomo y vive con
su esposa e hijo en casa de su madre, y el tercero era Welvin Martín, de treinta años, quien a penas se
encontraba estudiando en la universidad luego de graduarse de bachiller agrícola, justo antes de realizar el
viaje el norte en el que falleció. “No era pícaro” me decía bajando involuntariamente la voz hasta que se le
quebraba, “no era pícaro” repetía, “bueno, ¡a veces!” agregaba de inmediato y ambos nos reíamos lacrimosos.

Doña Marina tenía veintitrés años de haber enviudado, luego de que su esposo murió en un accidente de
tránsito. Tuvo que criar sola a sus tres hijos, “pero yo dije –no les pongo papá- no me casé por ellos, porque
otro papá no es igual” me decía con la voz otra vez tenue y quebrada. Y aunque le dolió la muerte de su
esposo, aseguraba que no le había sido difícil criar a sus niños, doña Marina era maestra pensionada y eso le
permitió tener un salario seguro para cuidar bien de sus hijos, pues además era dueña de su casa y había
heredado dinero de su padre. “Yo trabajaba en la escuela entonces el dinero era para ellos, se criaron bien”.
Cuando le pregunto por qué se fue su hijo doña Marina me cuenta que en realidad era la segunda vez que
migraba, la primera había estado en Carolina del Norte durante tres años en los que ganó suficiente dinero
para pagar la deuda que contrajo su madre por el servicio del coyote (alrededor de USD$5.000) y enviarle
dinero semanalmente. Así fue hasta que lo detuvieron en un coche que se había comprado y lo deportaron.
Estuvo dos años en Honduras y fue entonces que empezó a considerar de nuevo la posibilidad de regresar.

392
Bueno, Welvin aquí tenía… bueno, aquí hasta yo lo tenía estudiando, lo tenía todo aquí conmigo, no tenía trabajo, pero
lo tenía todo aquí conmigo, todo lo tenía… ¡Solo usaba “convers” y buenos pantalones! Y su comidita, que el deporte,
todo. Hasta le compré una moto, mire yo, le compré una moto, “tome papá esta moto”. Él todo lo tenía. Pero él a mí
me decía desde pequeño que él se iba a ir para los Estados, que se iba a ir para los Estados… él con esos deseos de irse.
La primera vez le di L$120.000 para que lo llevara un coyote de Sihuatepeque, pero esa vez dice que sufrió mucho para
llegar, y con ese pistal que le di yo a ese coyote. Pero él necio… allá se estuvo tres años (…) después otra vez ya me lo
entusiasmaron… [poniéndose triste] lo entusiasmaron… [¿Quién lo entusiasmó?] no sé… sería el coyote… o los otros
que iban por ahí… lo entusiasmaron, y se fue [Marina Murcia, 18-6-14].

A diferencia de casi todas las demás familiares de las víctimas de Cadereyta, doña Marina sabía que su hijo se
iba. Al principio trató de disuadirlo, le decía que le iba a conseguir trabajo con unos conocidos, “pero no, no
quiso, ya el hijo grande ya no…” Cuando ya no le quedó opción más que aceptar la decisión de Welvin, doña
Marina trató de asegurarse al máximo de que viajaría en las mejores condiciones posibles; le dio la motocicleta
al coyote como forma de pago, la cual cubría con creces el costo del viaje, y además antes de irse, pues el
coyote pasó a recogerlo a la casa, se le acercó sin que Welvin se diera cuenta y le puso mil lempiras en el
bolsillo, “mire, allá me le va dando comidita, tome estos mil lempiras, me le va dando comidita”. Welvin no
conocía al coyote pero nunca sospechó de él, la emoción de volver a la ruta y sobre todo de volver a ganar en
dólares era lo que ocupaba su mente. “Yo le decía –papá para qué…- pero el me decía –yo voy a volver y voy a
traer un carro último modelo y vamos a poner el negocio con mi hermano- solo así decía”.

Como en el caso de doña Carmen, doña Marina prefiere no hablar de la masacre; conoce los detalles de las
atrocidades que sufrieron pero no los evoca, junto con otras familiares estuvo en la notificación que les dio el
EAAF en la que les dieron a conocer las causas de muerte de sus hijos, hermanos y esposos, y tuvo la
oportunidad, también como otros parientes, de platicar brevemente con uno de los tres sobrevivientes. Esta
persona la buscó puesto que era muy amigo de Welvin e incluso estuvo con él minutos antes de que los
sacaran de sus habitaciones y se los llevaran. Una vez que regresó fue a buscar a doña Marina y aunque no
negó el secuestro le dio palabras de esperanza, “yo creo que es que los zetas los tienen secuestrados” le decía
sin mirarla a los ojos, “profe yo creo que los zetas lo tienen secuestrado, de repente va a venir Welvin”. Estas
palabras tuvieron un efecto muy fuerte en Marina, que se aferró a ellas y desde ahí a la esperanza,

No, si yo el año pasado decía [voz de angustia] “ay no, que no venga, que no venga el cuerpo, que no venga el cuerpo”
decía yo en mi mente, y en cambio ellas [las otras familiares] “ay ya que venga, que venga”, y yo “ah Dios mío lindo,
que no venga, que no venga” [se le quiebra la voz ], ¡yo no quería ver una caja aquí! [entra en llanto]. Fíjese, en que
error estaba yo… pero yo sola, yo no le decía a nadie, yo sola, porque yo no creía… no creía… [Marina Murcia, 18-6-14].

Otra de las señoras con las que tuve oportunidad de conversar fue doña Irma Hernández, madre de Edgar
Manuel Ojeda Hernández. Aunque coincidimos en varias ocasiones, solo tuvimos una oportunidad de platicar,
cuando realizamos las tomas para el video del grupo. Lo primero que hice fue preguntarle por su hijo, le pedí
que me contara ¿cómo era? y los recuerdos que tenía de él.

Mire que mi hijo… él… le gustaba tomar. Y cuando andaba tomado él me abrazaba, cuando andaba bueno [sobrio] él
bien serio, él era así de carácter serio, pero cuando andaba tomado, “hola mami, ¿cómo estás?”, y ya se aceraba a mí, y
ya me abrazaba. Como yo tengo dos niños de una hija [que migró a EUA] yo solo lavando pasaba, entonces ya venía él y
me decía, “no me gusta mami que estés solo lavando, ahí le voy a decir a esas muchachas que te compren una
lavadora, o si no te la compran ellas yo te la voy a comprar, porque a mí no me gusta que solo lavando en esa pila” (...)
Yo no me quejo de mi muchachito, él para qué… él cuando tenía me daba… y me decía “yo me voy a ir mami”, él no me
decía para onde, pero a mí me decía, “yo me voy a ir mami, para ayudarte porque yo este tiempo atrás yo no te he
ayudado porque estoy ganando poquito”, porque él estuvo en un trabajo y lo sacaron, entonces consiguió otro trabajo,
y ahí ya ganaba menos. “Bueno hijo, no te preocupés”, le decía yo, “que cuando vos has tenido, me has dado, entonces
yo sé que ahora no podés y cómo me vas a dar si no podés” (…) Pero él… para qué… él era muy bueno conmigo, como

393
yo crie a mis hijos sola. Yo tuve siete hijos, y todos mis hijos no… no han sido malcriados (…) a pesar de que yo los crie
sola, no tengo por qué decir que mis hijos me salieron malos, no [Irma Hernández, 19-6-14].

Como en el caso de doña Carmen y doña Carla, e incluso de Leti y Memo, los recuerdos del ser querido para
doña Irma están calados de atributos, incluso ahí donde se relatan defectos se resalta lo positivo de la persona,
“cuando andaba tomado él me abrazaba”, “pueden andar tomados pero mis hijos no son malcriados”. Al lado
de esta idealización surge asociada la lectura que hace de la decisión de migrar, aunque ella nunca supo “a
onde”, él le avisó que se iba a ir porque estaba “ganando poquito” y quería “ayudarle”. Doña Irma fue madre
soltera de siete hijos, dos de ellos en realidad eran sus nietos a los que crio desde que su madre se fue a los
EUA hace ya varios años, en este contexto Edgar cumplía en parte el rol de proveedor, y ante la situación
económica y al no poder ayudarle a su madre, desesperado, se fue. Y como los otros, salió sin avisarle a su
madre:

Mire… él a mí no me dijo que se iba, sino que él le dijo a la señora de él, y los hijos fueron los que se dieron cuenta, yo
no. Porque una hija mía fue que me llamó a mí, me dijo “ma, fijate que Edgar se quiere ir”. Entonces yo lo llamé y le
digo yo “Edgar, cuidadito vas a agarrar ese camino, hijo, ahí es muy peligroso, esos caminos son muy peligrosos”. “No
má”, me dice, “no te preocupés, yo no me voy a ir”. Como a los tres días, como a los cuatro días de estar yo platicando
por teléfono con él, él se fue. Yo no sabía que él se había ido, pero como a los cinco días me dijeron a mí, me llamaron…
me llamó una hija y me dijo “má, ¿te distes cuenta que Edgar se fue”, me dice, “nooo”, le digo, “pues Javier se fue”, me
dijo. Entonces ahí desde ese momento ya empecé yo a ponerlo en las manos del señor, que si el señor no quería que
llegara a los Estados Unidos, pues que me lo devolviera sano y salvo, pero Dios sabe, verdad… [Irma Hernández, 19-6-
14].

Doña Irma estaba muy consciente de los riesgos del camino y temía lo peor, por eso lo puso “en las manos del
señor” pidiéndole que si no lograba cruzar a EUA que regresara “sano y salvo”. En este caso el imaginario
religioso emerge en torno al momento de la partida y ante los riesgos del viaje; la “voluntad de dios” es un
recurso simbólico que surge ante la incertidumbre. Como en los otros casos, al realizar el video el mensaje de
doña Irma iba dirigido a otros que como su hijo tenían intenciones de migrar al norte, “a todos los muchachos,
que no agarren ese camino, porque ese camino es peligroso, allá los desaparecen, y quienes quedan sufriendo
son sus familias, sus madres, sus hijos, sus esposas, entonces yo les pido que no agarren ese camino porque es
muy peligroso, y uno es el que queda sufriendo aquí [Irma Hernández, 19-6-14].

5.2.2 “Así como sufro yo, está sufriendo ella”: estética de la masacre y contestación de las víctimas

…yo le decía, “mira no encontraron la cabeza” le digo, “ya vienen incompletos”, y “las manos no los hallaron, los pies no los hallaron”…,
¿y qué viene entonces? Sólo esto de aquí [el tronco]. El ADN es por las vísceras, pero cabeza no tiene, ni hombros.

Blanca Coto, tía de una de las víctimas de la masacre de Cadereyta, 18-6-14

a veces cuando miro a la profesora Marina digo yo “así sufro yo, está sufriendo ella” [entre sollozos]. Y no sólo ella, todas lo
sufrimos… ese es el consuelo que uno siente, aquí en el grupo lo sentimos entre nosotras, pero hay otras que también lo sienten,
porque nosotras tenemos por lo menos la esperanza de que nos los van a traer aunque no como hubiéramos querido, nosotros
llevamos dos años pero otras personas llevan tal vez quince, diez, veinte años, hasta treinta años… que nunca han sabido de sus hijos,
entonces ese es el consuelo de uno, que no sólo uno pasa ese dolor… si no que hay muchos.
Carla Flores, madre de una de las víctimas de la masacre de Cadereyta, 19-6-14
¿Por qué y bajo qué condiciones la crueldad se convierte en un modo dominante de comunicación en un espacio social dado?
Véronique Nahoum-Grappe, “L’usage politique de la cruauté”, citado en Blair 2004, 180

394
En el acápite anterior presenté algunos relatos de familiares en torno a las víctimas; el énfasis estaba en la
figura del pariente antes de su muerte, las circunstancias de su partida y el discurso que, posterior a la
masacre y de manera simultánea al proceso colectivo por la repatriación de los cuerpos, elaboraban los
familiares ante el estado y una sociedad que todos los días es testigo de la partida de cientos de personas
que salen de sus hogares para adentrarse en el territorio migrante en busca de “sueños” y “oportunidades”.
Los relatos nos mostraron un conjunto de representaciones que podríamos caracterizar como eslabones o
articuladores simbólicos entre persona y víctima.

Basadas en figuras construidas sobre algunos rasgos idealizados, estas representaciones articulaban la vida
previa de la víctima con el momento de su partida, y un posterior estado liminal caracterizado por su muerte
bajo circunstancias de ausencia del cuerpo, lo que Panizo ha denominado “muerte desatendida” (2009) y Da
Silva “privación de la muerte” (1998), con la particularidad de que en este caso no se trata de personas
desaparecidas, como los que abordan las autoras y el capítulo 4 de esta investigación, sino de personas
fallecidas cuyo cuerpo no ha retornado al seno del grupo social, parental y comunitario de origen.

Recuperando la premisa sobre la que trabajé el capítulo 4 y que refiere a que el lugar del desaparecido es la
memoria que en torno a este producen los sujetos de los grupos a los que este pertenece, podríamos
extenderla para afirmar que el lugar del ausente es también la memoria. Como ya mostré siguiendo a Portelli
(Portelli 1997), la memoria colectiva del grupo de familiares se sostiene sobre la base de representaciones
individuales del recuerdo de las víctimas, y es solo en el marco de los posteriores procesos de
institucionalización y producción conjunta de discursos, que estas figuras son articuladas simbólicamente en
una memoria que podríamos llamar colectiva.

Uno de estos discursos es el que se construye en torno a los hechos de la masacre, y uno de esos procesos es el
que surge como parte del trabajo de resiliencia que, acompañados por el equipo técnico del COFAMIPRO,
llevaron a cabo los familiares de las víctimas para trabajar su dolor y sus procesos de duelo, y que desembocó
en un proceso de organización que tuvo como resultado la fundación de un “Comité de Familiares de
Migrantes”. En el presente acápite presentaré ambos: una reconstrucción de la masacre a partir de los relatos y
recuerdos de los familiares, y el proceso de acompañamiento psicosocial que marcó el paso del grupo de
familiares desde el lugar del dolor hasta el lugar de la voluntad, y que hizo surgir un actor social semejante a lo
Bejarano ha denominado “motherist-based groups” (Bejarano 2002, 132).

La imposible crónica de la masacre. Digo “imposible crónica” porque la reconstrucción de los eventos, aunque
se utilicen todas las fuentes a disposición287, siempre estará llena de vacíos, no solo sobre los hechos
específicos ocurridos, las técnicas, herramientas y métodos a partir de las cuales se produce la matanza, sino
también de sus líneas de sentido, de la razón estratégica y el conjunto de motivaciones o intereses que la
hicieron posible y, para sus realizadores, quizás también necesaria. Según las autoridades que desarrollaban la
investigación en ese momento, uno de los responsables había confesado en torno a los hechos, de lo cual
habían podido esclarecer que Elizondo Ramírez (El Loco, grupo de los zetas)

se encargaba de contener las acciones que el cártel del Golfo lleva a cabo en alianza con otros grupos criminales para
desplazar a Los Zetas y tomar el control de las actividades delictivas en ese corredor (...) Elizondo Ramírez al momento
de su detención manifestó haber participado en el evento relacionado con la aparición de 49 personas en Cadereyta [Lo
cual] era parte de una estrategia para inculpar de dichos actos a organizaciones criminales antagónicas, misma que se

287Para este investigación no se utilizaron documentos oficiales de la PGR o del MP para reconstruir los hechos de la masacre de
Cadereyta; más que saber qué pasó, interesa comprender la forma en que el grupo de familiares se explica, individual y colectivamente,
lo que le pasó a sus hijos, esposos y hermanos.
395
complementaría con la colocación de mantas en todo el país, deslindándose de tales hechos para causar confusión en
las autoridades y en la opinión pública.288

Pero esta dimensión táctica de la masacre no era para nada evidente en el grupo de familiares. Doña Blanca, la
tía de una de las víctimas me dijo en una ocasión con evidente asombro y tristeza, “pero así como estos no
habían manos, pies y cabeza… no los encontraban, ¿qué harán con esas partes los Zetas? (…) Los cuerpos
venían incompletos. Eso es como un rito satánico”. En un primer momento para los familiares el exceso no es
racional, no encuentran forma de explicárselo, ¿por qué tanta crueldad?, es más probable que surjan
explicaciones como la de doña Blanca sobre el “rito satánico”, alguna necesidad “anormal” debían tener los
victimarios para realizar este despliegue de violencia. Así lo ha descrito Moore,

Fue a las afueras de Cadereyta el 13 de mayo de 2012, que el horrible vertido de cuerpos ocurrió: cuarenta y nueve
cadáveres, gravemente mutilados. La mayoría de los informes dijeron que todos habían sido no sólo decapitados sino
también despojados de manos y pies, haciendo del vertido una cuestión de torsos. Se trató de un gran trabajo de
descuartizamiento, durante un largo y laborioso período de tiempo. ¿Cómo puede alguien hacer esto? (...) Después, los
Zetas colgaron “narco mantas”289 en una veintena de sitios en todo el norte de México, protestando que ellos no
habían cometido esta atrocidad. Por un momento, las autoridades consideraron que podía haber sido una operación de
desinformación por parte de su rival, el cártel del Golfo. Pero la evidencia en contra de los Zetas redobló, y así lo
hicieron también las incógnitas: Si iban a hacerlo y luego negarlo, robando a sí mismos el valor de terrorismo, entonces
¿por qué hacerlo del todo?290 (Moore 2012, 67, énfasis propio).

¿Por que? en verdad. Citando a Sofky (Traité de la violence 1996) Elsa Blair (2004) plantea la masacre como
“[u]na violencia colectiva contra gentes sin defensa, que no pueden ni huir ni oponer resistencia o, como una
acción excesiva donde la violencia disfruta de una libertad absoluta pues ella no tiene ninguna oposición a
vencer” (Sofsky, 1996: 158). Aunque en este trabajo más que un enfoque sobre las motivaciones personales,
íntimas y casi sensuales del victimario, como lo trabaja Sofky291, propongo un abordaje de la masacre como una
acción corporativa en contexto de guerra, resulta pertinente pensar y describir los rasgos de esta en tanto
“destrucción total” y forma de “teatralización del exceso” (Blair 2004, 168). Y es justamente en esa
teatralización del exceso en la que radica la respuesta a lo que se pregunta Moore.

En términos geopolíticos, la masacre es expresión de un contexto de guerra más amplio que podría ser
caracterizado mediante la relación que establece Mbembe entre el la lógica colonial y la fundación en occidente
de la política del terror y la muerte. En términos del fenómeno migratorio, el área fronteriza con EUA emerge
como un territorio de contención y administración de los flujos por medio de biopolíticas que van desde el
control/monitoreo del cuerpo en movilidad (Heyman 2008, González Herrera 2008) hasta su fallecimiento (Kovic

288 En: http://www.animalpolitico.com/2012/05/masacre-de-cadereyta-fue-ordenada-por-el-lazca-y-el-z40/


289 Las mantas que aparecieron en Zacatecas van dirigidas a funcionarios de Nuevo León: el Secretario de Seguridad Pública, Javier del
Real; el vocero Jorge Domene, y el Procurador Adrián de la Garza, aunque también se menciona al Gobierno federal. “Javier del Real,
Jorge Domene, Adrián de la Garza”, señala el recado, “el grupo zetas se deslinda de los 49 descuartizados en Nuevo León y les pedimos
que antes de echarnos la culpa chequen bien, Investiguen. Hagan su trabajo como debe ser”. En:
http://www.animalpolitico.com/2012/05/los-zetas-se-deslindan-de-masacre-en-caderyta/
290 “It was just outside Cadereyta on May 13, 2012, that the horrific recent body dump occurred: forty-nine corpses, severely mutilated.

Most reports said that all had been not only beheaded but shorn of hands and feet, making the dump a matter of torsos. This was a
tremendous amount of hacking, over a long, plodding period of time. How could anyone do this? (…) Afterward, the Zetas hung "narco
banners" at some twenty sites across northern Mexico, protesting that they hadn't commit- ted this atrocity. For a moment the
authorities seemed to think it might have been a disinformation op by the rival Gulf Cartel. But evidence against the Zetas redoubled,
along with riddles: If they were going to do it and then deny it, robbing themselves of the terrorism value, then why do it at all.” (Moore
2012, 67)
291 Como han señalado Ferrándiz y Feixa recuperando la discusión de Schmidt y Schrö der en relación al debate sobre etnografía en contextos de

violencia, “para que esta antropología haga una contribución significativa al entendimiento comparativo de la violencia en el mundo, debería
enfatizar el análisis causal de los aspectos materiales e históricos de los hechos estudiados. Priorizar de forma reflexiva la experiencia cotidiana y
los testimonios de los actores de la violencia, como hacen los autores subjetivistas, nos sitúa en una dinámica de camuflajes, silencios y
desinformaciones que impide la comprensión correcta –histórica, comparativa– del fenómeno” (Ferrándiz Martín y Feixa Pampols 2004).
396
2013, Martínez y et.al. 2013, Reineke 2013, Reineke y Martínez 2014, Reynolds 2014, Magaña 2014). El hecho
de que esta y otras masacres ocurran justo en esta área permite identificar manifestaciones concretas de un más
amplio dispositivo de guerra coproducido292 en torno a la frontera y los patrones de movilidad (personas y
mercancías) por esta, como expresión específica de la relación colonial. Según Mbembe,

In the same context, colonies are similar to the frontiers. They are inhabited by “savages.” The colonies are not
organized in a state form and have not created a human world. Their armies do not form a distinct entity, and their
wars are not wars between regular armies. They do not imply the mobilization of sovereign subjects (citizens) who
respect each other as enemies. They do not establish a distinction between combatants and noncombatants, or again
between an “enemy” and a “criminal.” (Mbembe 2003, 24).

Por otra parte, la situación de conflicto territorial y enfrentamiento bélico presenta asimismo rasgos propios de
lo que el autor llama las “operaciones militares en la era de la movilidad global”, en las que el “ejercicio del
derecho a matar” no es ya monopolio de los estados ni función exclusiva de los “ejércitos regulares”. Los
actores enfrentados configuran un “collage” de imperios o soberanías “traslapadas e incompletas” (Mbembe
2003, 31) frente a las cuales la emergencia del derecho a gobernar el espacio (Massey 2009) se funda en la
fuerza imperativa de la violencia (Benjamin 2007). En este sentido, ciertamente el valor del acto de la masacre
es securitario y geopolítico desde una particular razón criminal (de la que el estado participa al tiempo que esta
incide en su formación), una marca en el territorio quebrado en una lo que Mbembe describe como una
maraña de diferentes instancias jurídicas de facto.

Pero también hay un valor vinculado a su exceso, pues captura de inmediato la atención general (mediática,
política, ciudadana) y esto es esencial, como muchos actos de guerra la masacre de Cadereyta no solo iba
dirigida a debilitar al enemigo (el cartel contrario), sino que era además, en si misma, un mensaje de guerra. Es
infactible para esta investigación conocer las motivaciones específicas de la masacre, sin embargo no parecen
ser impulsos puramente irracionales o psicópatas, hay una racionalidad en su ejecución. Siguiendo este
razonamiento, planteo que dicha racionalidad correspondería con el perfil corporativo, empresarial y bélico del
cartel. La masacre como tecnología de la violencia en la coyuntura actual del conflicto social mexicano ha sido
utilizada en contextos y situaciones muy diversas, y recientemente se ha mostrado como una de las más
efectivas para debilitar al que se considera enemigo, para generar condiciones de terror que permitan un
despliegue estratégico de quienes las utilizan, o para alcanzar objetivos tácticos en términos del control
territorial y de flujos de capital (Moore 2012)293.

292 Ciertamente no estamos frente a una intervención norteamericana directa, como a las que se refiere Mbembe en su análisis de las
relaciones coloniales y el origen de la necro política en occidente, sino más bien frente a formas de intervención indirectas (p.e. por
medio de los proyectos regionales de desarrollo como el ASPAN) que sin embargo no dejan de estar basadas en una administración del
conflicto local sobre la base de sus líneas de articulación global (flujos de armas, drogas, personas y mercancías) y en función del
mantenimiento de una relación asimétrica y supeditada entre los poderes de ambas naciones, más formales y establecidos en el caso de
EUA, y más difusos, desagregados y en pugna, en el caso mexicano.
293 Aunque es interesante notar la modificación en la tecnología de la violencia por parte del crimen organizado, pensar en un período

histórico, por más específico que sea, al que se le puede denominar “era de la masacre” como lo hace Moore, es quizás excesivo. No solo
por que estos eventos han marcado otros momentos de la historia de la violencia criminal y estatal mexicana, sino porque en realidad no se
sabe, a ciencia cierta, cuantos muertos, y desde hace cuánto tiempo, yacen ocultos en el paisaje del desierto o los ranchos mexicanos,
ultimados en masa, sistemáticamente, con tortura, como esclavos. Dice Moore: “When forty-nine dismembered torsos were dumped for
public display near Cadereyta, Mexico, in May of this year, they confirmed a grim pattern: what might be called a massacre era has been
unfolding in Mexico for nearly two years now, since August 2010” (Moore 2012, 60). Es importante mencionar que en México, como en
otros países de América Latina, las masacres no son una práctica exclusiva del crimen organizado, el estado ha sido también autor de actos
que se podrían calificar como masacres, aunque hayan sido presentadas oficialmente como producto de enfrentamientos; lo ocurrido en
Tlatlaya el 30 de junio de 2014 o en Apatzingán el 6 de enero de 2015, muestra cómo la confusión y opacidad de los sucesos, el control de
las versiones por parte del poder político y las condiciones de impunidad, cristalizan en eventos que muestran un uso sistemático de esta
tecnología por parte de las autoridades, al respecto cfr. https://vimeo.com/125391931; https://www.youtube.com/watch?v=ZAR2z_Gl_5o
397
A esta forma de violencia corresponde igualmente un rasgo estético, una estética de la masacre que da cuenta
de su uso tecnológico, del sentido del terror y el exceso, los objetivos a los que responden. Como diría Elsa
Blair, “[l]a masacre no busca eliminar sin dejar rastro, por el contrario, busca desfigurar y mutilar el cuerpo
humano” (Blair 2004, 169). Los elementos estéticos: la cantidad de personas mutiladas, las formas de
mutilación (extracción y desaparición de extremidades), su colocación en la vía pública… Lo que se mutila son
las extremidades, justamente los medios de movilidad. Con excepción de la cabeza, ninguno es vital por lo que
no reside en su amputación el vínculo con la muerte sino que es ahí donde se realiza un uso del cuerpo que
pasa por su codificación; si bien un cuerpo asesinado en medio de una carretera está codificado, comunica algo
(haber sido asesinado, estar en una vía pública de tránsito), un grupo de 49 cuerpos sin extremidades muestra
una codificación contundente, un uso brutal del cuerpo para comunicar un mensaje en torno a la movilidad de
las poblaciones por ese lugar294. Feldmann (1999) ha señalado que los sitos utilizados para perpetrar matanzas,
torturas o ajusticiamientos, así como los lugares donde son dejados los cuerpos, cargan y producen los
significados (políticos y raciales) que los perpetradores dan a las víctimas.295

Para nuestro caso, el efecto enunciativo es en torno a la máxima “el que no paga no pasa”. Como ha
señalado el reportero salvadoreño Oscar Martínez, acciones como éstas apuntan a un objetivo doble: por un
lado, controlar y redireccionar las rutas de cruce para evitar provocar la atención y presencia de autoridades
norteamericanas, lo cual entorpece el cruce de drogas a EE.UU.; por otro, enviar el mensaje a polleros y a
migrantes, de que para cruzar hay que pagar (2012). Como ha señalado Federico Mastrogiovanni en su libro
de crónica e investigación periodística,

los desaparecidos (…) suelen ser utilizados como mensajes (…) [s]i un cártel necesita zanjar un problema con sus rivales
(…) [e]n el momento en que un capo quiere hacerse notorio, alguien saca a esos pobres jóvenes de las casas de
seguridad y nadie vuelve a verlos hasta que amanecen colgados de un puente, o ensarapados a la orilla de una
carretera con una cartulina sujeta a su pecho por un cuchillo (Mastrogiovanni 2015, 106, éfasis en el original)

Esto refleja una racionalidad empresarial del crimen organizado que busca despejar el tránsito de sus
mercancías, y una intención normativa dirigida a garantizar que el tránsito transfronterizo de migrantes se
adecue a sus condiciones y acepte su control territorial296. “Mutilaron sus cuerpos (…) para convertirlos en un
mensaje”.297 Como ha señalado Alejandro Castillejos, “el muerto no dice nada, es puesto a hablar a través de su
descuartizamiento y la muerte, en este contexto, es no sólo un intercambio de balas, sino un intercambio de
sentidos y de símbolos” (Castillejo 2001, 24). Blair ha reflexionado sobre el uso específico del cuerpo (y su
deformación) como objeto de crueldad asociada al objetivo del terror en el despliegue estratégico de la
violencia en Colombia.

294 Las versiones oficiales también vincularon la ausencia de extremidades como forma de evitar la identificación de las personas
asesinadas.
295 El autor señala que “the torture methods used, the commensal culture that prevailed, the specific body-parts subjected to ill

treatment and the precise symbolism of the torture-site selected – the state’s coercive situating of Africans in bush locales, usually
through wholesale residential removals, is considered by many victims of racial relocation policies as sealing their dehumanization and
animalization: that one belongs to and in the bush. To be brought to the bush to participate in a violent ceremony of domination and to
eventually die in that locale carries all the dehumanizing associations of South African racial relocation ideologies to their nullifying
finality” (1999, 121-122).
296 La soberani ́a territorial que pretende el crimen organizado en la frontera norte de México, constituye una pugna tanto con el estado

como con otros actores del crimen organizado, y en el caso analizado refleja el papel fundador de derecho que guarda potencialmente
la violencia como recurso de poder (cfr Walter Benjamin 2007, 113-138). Al respecto, para el presente trabajo no es tan útil el concepto
de “territorialidades armadas” o “estados de guerra” de María Teresa Uribe para el caso colombiano (Uribe 2001), puesto que no
estamos en una situación en la que los actores criminales se enfrentan, sin más, al estado; aunque hay facciones del crimen organizado
que se enfrentan a facciones del estado (marina, ejército, pfp) también asistimos a la articularción estado-crimen organizado en la que
no opera una lógica de enfrentamiento sino más bien de coordinación o incluso alianza.
297 Ver: http://enelcamino.periodistasdeapie.org.mx/historia/masacre-de-cadereyta-cuando-el-dolor-es-impronunciable/

398
En lo que concierne a los dos últimos periodos de la violencia, el cuerpo ha sido, al igual que en otras latitudes, el
instrumento por excelencia del terror. En efecto, una de las manifestaciones más atroces de la violencia reciente en
Colombia tiene que ver con las muertes que suponen una manipulación violenta del cuerpo, sean mutilaciones, huellas
de tortura, cuerpos amarrados, miembros amputados con motosierras. El conflicto colombiano se ha expresado
también en términos de crueldad: parece que no basta con matar, sino que es preciso mutilar el cuerpo, hacer sufrir. En
términos de sus significaciones y con respecto a la forma de ejecución de la muerte, la masacre es portadora de un
grado mayor —vale decir excesivo— de violencia, por los niveles de crueldad y de sufrimiento que conlleva, asociados a
la mutilación y a la manipulación de los cuerpos. Los victimarios hacen del cuerpo de la victima un “lugar”, un escenario
de ejecución del ritual violento. Y el cuerpo es, no sólo su materialidad, sino que está cubierto de significaciones
culturales (…) estamos ante una violencia inscrita sobre los cuerpos, pero con efectos e implicaciones en otra
dimensión: la de la subjetividad de los individuos y el sentido social que se construye en la interrelación de esas
subjetividades (Blair 2004, 172).

Coincido con la idea de que el exceso realizado a partir del cuerpo asesinado, en este caso la mutilación y la
instalación de torsos en la vía pública, además de una codificación como señalan Feldmann, Martínez y
Castillejos, es una práctica constituyente del espacio, se “hace del cuerpo un lugar”. Este emerge como
localización concreta de una dinámica más amplia que opera en la base de la producción del territorio
migrante, de la constante pugna por el espacio que este implica, y que se manifiesta como una diversidad de
formas de violencia imbricadas en la guerra de la territorialización. La pugna por el espacio que hace emerger
la fronteridad y su sorteo, tal como vimos en los acápites 2.2 y 5.1, en este caso aparece como la pugna entre el
agenciamiento migrante de su traslado, y el control territorial y la imposición de formas de soberanía (Agnew
2005, Massey 2009) por parte del crimen organizado.

Para nuestro caso podríamos preguntarnos si se trata de hacer sufrir al cuerpo o hacer sufrir a partir del
cuerpo, utilizando el cuerpo como vehículo de la crueldad por la que se pregunta Blair, más que como objeto
de esta. Como me diría una madre en otra ocasión, “los cuerpos vienen incompletos… ¿qué harán con esa
parte los zetas?”. La respuesta podría ser menos amarillista de lo que podría imaginarse en primera instancia:
nada. Los cuerpos no serían mutilados para hacer uso posterior de las partes sustraídas, sino que el valor
extraído de dichos miembros estaría justamente en su falta, y en la presentación pública de cuerpos
incompletos. Si además se extrajo valor pecuniario producto de esto, por ejemplo que el coyote haya vendido a
los migrantes, es algo que no se sabe, lo que sí es cierto es que durante sus últimos días, el grupo estuvo
recibiendo bastante dinero de parte de un amigo de una de las víctimas. Así lo recuerdan Juana y Blanca,
esposa y tía de dos de las víctimas.

[¿Pero ellos pidieron rescate?] J: No. B: No, nunca llamaron. [Pero entonces ¿para qué los agarraron?] J: Eso no lo
hallo… B: Esa es la pregunta... J: Porque nadie pidió rescate, ellos cuando pidieron [dinero] todavía estaban en la casa,
tranquilos porque él llamó tranquilo “Juana, mira esto, lo otro”, él estaba hablando como estoy hablando con usted,
tranquila. “Lo que queremos es que nos lleven al otro lado” “Pues decile a tu amigo que te mande pisto, es el único que
te puede ayudar… y Dios”. B: A Rolando le marcaron desde los EUA y también le mandaron, y todo a nombre de Jorge
Armando [víctima] (…) era porque tenía pasaporte, porque de todos [los envíos] aparecía el nombre de él [¿Ustedes no
creen que ese dinero que ellos pedían era para entregarlo a los que los tenían?] J: No, porque fue antes, porque dice
el amigo de Luís que él no le hablaba como que lo estaban secuestrando, le hablaba tranquilo “Amigo, cómo estás” Eso
es lo que digo yo, que… ¿por qué los mataron?, y él me trajo todos los recibos, y para lo que miro sí le envió bastante.
B: Lo que pasa es que ahora como dicen ahí los Zetas, si el coyote no les paga por cabeza, no pasan, y el coyote no pagó
por los cipotes ¿Qué otra explicación hay? [Juana López y Blanca Coto, 18-6-14].

Estando en México Luís se comunicó con su esposa, estaban bien, iban en la ruta. Durante el trayecto a Luís le
estuvo ayudando Sean, un amigo norteamericano con el que se había puesto en contacto y que les enviaba
dinero a nombre de Jorge Armando, otro de los que iba en el grupo, y que utilizaban para ir pagando los gastos

399
que surgían298. La última vez que llamó a Juana tenían varios días de estar en un hotel a la que los había llevado
el coyote y “ahí les pedían dinero para llevarles comida o para los gastos de ellos, para seguir (…) pero yo no
tenía dinero”. Ella se preocupó y le pidió que se saliera de esa casa pero el le dijo que “no los dejaban salir”;
eso fue “un día antes de que los quemaran”, después se darían cuenta que ese mismo día Sean le había
enviado más dinero pero nunca llegaron a cobrarlo. Todo el dinero que Sean le enviaba a Luís lo hizo a nombre
de Jorge Armando Zelaya, otro de los ocho. La única explicación a la que han llegado los familiares es que Jorge
era el único que llevaba pasaporte y podía hacer los cobros de los envíos de dinero que hacía Sean. El destino
de este dinero es desconocido para el grupo de parientes, algunos creen que lo utilizaban para comer, otros
que era lo que el coyote les iba pidiendo e incluso algunos se preguntaban si habría sido utilizado para pagar
extorsiones por parte del crimen organizado.

Esto coincide en parte con lo relatado por otra madre del grupo de familiares, Irma Hernández. Ella recuerda
que durante el tránsito por México su hijo, Edgar Manuel Ojeda Hernández, mantenía comunicación con su
hermana que estaba en EUA. Luego de un tiempo Irma recibió una llamada de su hija, “ma, fijate que Edgar me
llamó, que necesitaba dinero”, el que le iba a “ayudar” a Edgar a cruzar, es decir, quien iba a pagar “el brinco”
de la frontera, era un cuñado que nunca le contestó las llamadas, por lo que su hermana tuvo que hacerse
cargo de cubrir el pago, “es mi hermano, ¿yo cómo te voy a dejar ahí?”, recuerda Irma que le dijo su hija. Pidió
prestado y le envió setecientos dólares que Edgar le pidió pues ese era el monto que les solicitaba el coyote
“para pagarle a los zetas” presumiblemente por el cruce de la frontera. Antes de despedirse de su hermana
cuando habló con ella por teléfono para confirmar el envío del dinero Edgar le envió un recado a su madre,
“decile (…) que si dios lo permite el domingo ya salimos para Estados Unidos”. A la semana siguiente Irma
recibió la llamada de su hija pero el mensaje que le dio fue muy distinto,

me dijo –ma, fijate que tenemos una mala noticia– “ajá” le dije yo, “¿qué pasó?” –que a Javier lo… lo secuestraron,
llegó un grupo armado y los montaron a un carro y se los llevaron– [se le quiebra la voz] Ya desde esa vez yo… ya… ya…
[lágrimas] ya no era vida para mí, ya… yo ya no… solo pidiéndole a Dios que me lo cuidara… que me lo cuidara donde lo
habían llevado [Irma Hernández, 19-6-14].

Otros familiares confirmaron también que el secuestro en efecto ocurrió, pero la mayoría nunca recibió una
comunicación al respecto. La opacidad de los eventos podría estar vinculada al hecho de que las líneas que hoy
día marcan el límite entre las redes de tráfico de personas y los servicios de coyotes, y el accionar del crimen
organizado en las áreas fronterizas, son muy difusas. Tanto para Juana como para Blanca el asunto nunca tuvo
que ver con un rescate, pero sí con la falta del pago que se debía hacer por transitar. El hecho de que en “la
casa” donde “los tenían” ellos estuvieran “tranquilos” es para ellas señal de que no estaban secuestrados, sin
embargo muchas veces las casas de seguridad en las que los coyotes mantienen a los migrantes antes de cruzar
son controladas por el crimen organizado (Izcara Palacios 2016); de todas formas a ellas ni a ninguno de los
familiares se les cobró nunca un rescate, que es lo que suele ocurrir en caso de secuestro. En este sentido la
hipótesis de un uso del cuerpo tal y como le describí antes es más verosímil y coincide con los rasgos estéticos
de la masacre.

En cualquier caso, lo cierto es que estamos ante una clara práctica de extracción de valor a partir actos
violentos muy específicos ejercidos contra los cuerpos. No se trata de valor pecuniario o securitario, como

298 Fue Juana la que le recomendó a Luís que se pusiera en contacto con Sean, “yo estaba resentida porque él se había ido sin decir nada
porque es feo, pues, ¿verdad?, y entonces le dije -decirle a Sean- en mis adentros dije yo -pobresito Luís, a ver cómo va sufriendo ahí-.
Entonces llamó a Sean y le dijo -estoy en México- y Sean le dijo -pucha ¿por qué hiciste eso?- y lo aconsejó, pero él ya se había ido (…) Él
sí vino a visitarme después que [Luís] murió, vino a darme el pésame y estuvo llorando porque era muy bueno y ya sabes que los
americanos son racistas y todo eso, pero siempre hay gente buena, gracias a Dios (…) vino acá a Honduras y me trajo todos los recibos
de todo el dinero que le había enviado y bastante dinero le mandó” [Juana López, esposa de Luís Santos Castillo, 18-6-14].
400
vimos en los análisis de las fronteras que presenté en los acápites 2.2 y 5.1; se trata de una forma de valor
simbólico asociado a la configuración de un clima de terror, el cual es útil en la construcción de soberanía que
el crimen organizado disputa tanto con el estado como con carteles contrarios. Es justamente el valor asociado
al miedo que cubre el territorio, el que el crimen organizado utiliza para fundar el derecho (Benjamin 2007) que
reclama sobre el área fronteriza. Ya Di Méo ha mostrado desde un análisis etimológico que el origen de la
palabra “territorio” (de los vocablos latinos territorium y terra) en su forma romana “ius terrendi”, era también
entendida como “el derecho a aterrorizar” (Di Méo 1998, 47; citado en Haesbaert 2011, 37) , refiriéndose así a
un “lugar donde las personas son expulsadas o donde se les advierte que no entren”, el dominio de la tierra y el
terror (Haesbaert 2011, 38).

Por otra parte, además de estilizada en su sentido estético, la masacre es estilizada a nivel técnico; la puesta en
escena no solo es compleja en sí misma como imagen, sino también en el conjunto de trabajos que hay detrás
de su fabricación, desde el enganche del coyote hasta la colocación de los torsos en medio de la carretera,
pasando por su captura, su tortura y su desmembramiento, la transportación, la instalación de los torsos y las
mantas, y la filmación del video. Como señaló Moore en la cita que presenté antes, se trata de “un gran trabajo
de descuartizamiento, durante un largo y laborioso período de tiempo”. Estamos frente a una masacre-
instalación detrás de la cual hay todo un conjunto de labores de colocación y disposición, pero también, por
decirlo de alguna manera, de labores escultóricas que desbordan por mucho el simple asesinato. Estéticas de
una violencia amplia y compleja que va más allá del acto de muerte y supone una organización con capacidad e
intención de una intervención profunda.

El efecto de la crueldad ejercida sobre los cuerpos nos era experimentada de la misma forma por los familiares
que en relación a su efecto público y mediático en México. Lo que en los territorios de la guerra del narco era
un acto bélico, un mecanismo de control territorial, un mensaje de guerra… para los familiares de las víctimas
se trató de un evento con consecuencias afectivas y simbólicas muy distintas. Para Juana López, por ejemplo, la
tortura y el descuartizamiento del cuerpo de su esposo tienen efectos íntimos, inmediatos a su contexto
cotidiano y doméstico; más que actos cuyo sentido se inserta en un contexto social amplio de conflicto entre
actores del CO, la forma en que murió Luís y los otros siete que lo acompañaban resuena en la economía
emocional de su familia.

Yo tenía tanto miedo cuando Luís murió… dicen que los muertos no saben qué los malos espíritus se apoderan de ellos,
como ellos son mártires que mueren de esa manera, yo sentía la presencia (…) Antes de morir mi hermana, mi hijo lo
miró. “Papi no está muerto, estaba vivo porque le vi la cabeza”, y él lloraba y temblaba y me decía “papi no está
muerto” y era que mi hermana ya se estaba muriendo en mi cama (…) él siempre ha estado, yo siento que él siempre
está ahí, más lo que me duele es la forma que lo mataron, creo que nunca se me va a olvidar (…) mi hermana murió en
la casa y la miramos sufrir, sabemos donde está y que Dios se la llevó, pero así como mataron a Luís… yo con Blanca es
que me desahogo, no me gusta que mi hijo me vea llorar porque él se pone mal también, se pone a llorar [Juana López,
18-6-14].

De alguna manera el hijo de Luís sabe de la decapitación de su padre, o al menos así lo hace ver Juana, “le vi la
cabeza” cuenta que dice el niño justo en el momento en que su tía, la hermana de Juana, yacía moribunda en la
cama a causa de un cáncer. A partir de este hecho Juana elabora una diferencia entre la muerte de su hermana,
que “murió en la casa y la miramos sufrir, sabemos dónde está y que Dios se la llevó”, y la forma “así como
mataron a Luís…” La muerte violenta y tortuosa genera efectos de presencia, temor ante una posible
manifestación espiritual de Luís antes su familia, ante su hijo, por el riesgo de que “los malos espíritus se
apoderen de ellos” y se hagan presentes en la casa. Surge de nuevo el cuerpo como lugar de terror y violencia,
aunque no ya un lugar en el desierto o en la frontera, sino un lugar de terror en el hogar. Y sus efectos son más
amplios, en la mayoría de las otras familias de las víctimas los efectos de la masacre se manifestaban en el
401
propio cuerpo de sus parientes, se incrustaban como enfermedad en sus padres y sus madres tal y como vimos
en el acápite anterior.

Otro elemento que habría que señalar sobre la matanza de Cadereyta es su deslocalización, no en el sentido de
que es un acto sin lugar, pues como ya vimos tiene un escenario específico e incluso hace emerger el cuerpo
como lugar de violencia. Me refiero más bien a una forma muy específica de desterritorialización que se
pueden identificar en algunos casos de masacres de migrantes. Las masacres ocurridas en contextos de guerra
civil, como por ejemplo las acontecidas en Centroamérica en los años ochenta y noventa (Falla 1983 y 2011,
Hale 1997, EAFG 1997, Binford 1997, Manz 2003) o en Chiapas durante la época de conflicto (Melenotte 2014),
tienen como objetivo táctico el debilitamiento del enemigo mediante el exterminio de sus bases de apoyo o la
propagación del terror entre la población (sean bases de apoyo o no), por lo que frecuentemente tienen como
escenario comunidades o localidades específicas, están territorializadas en función de la propia cartografía del
conflicto. Muchas de las masacres ocurridas en el territorio migrante, como la de los 72 en San Fernando o la
de Cadereyta, se dan sin relación a un territorio específico y por lo tanto no recaen sobre las tramas culturales,
sociales o simbólicas de una población arraigada como en el caso de las masacres en contextos de guerra civil.
Sobre esto ha señalado Blair,

los mensajes dejados luego de la ejecución de la masacre, no se agotan en los códigos cifrados sobre el cuerpo. Por el
contrario, y en otro acto de profunda significación, continúan sobre el espacio físico geográfico donde ésta sucede. No
en vano el lugar escogido para la masacre es generalmente un lugar importante en la vida de la población, ya sea por
ser espacio cotidiano de actividades vitales o, por ser un referente para la comunidad (Blair 2004, 172-173).

Esto es interesante para entender el uso del lugar en le que se “dejan” los cuerpos, una carretera federal, una
vía de tránsito, los cuerpos mutilados en medio de la autopista simbolizan las normatividades que se han
impuesto en esa zona para las dinámicas de movilidad y traslado, para el uso de la carretera. Es como un signo
de “alto” al lado de la vía, solo que estos signos, en vez de ser generados e colocados por el estado, son
instalados por el crimen organizado, autoridad con aspiración de soberanía en la zona. De esta forma, el
escenario de la masacre a migrantes es un espacio vacío de cualquier contenido socio cultural que pueda dar
cuenta de las causas de esta: ranchos desolados, sitios desiertos, aislados.

Claramente la selección de estos escenarios por parte de quienes realizan la masacre tiene un sentido táctico:
evitar testigos, garantizar la desaparición de los cuerpos, etc. Pero también es muestra de una de las lógicas
subyacentes a la propia masacre, de su sentido profundo; lo que se ataca con la masacre no es una población
específica, culturalmente arraigada o situada, sino un movimiento, un conjunto de dinámicas de movilidad en
el espacio. El conjunto de personas migrantes se constituye socialmente como grupo solo en su
desplazamiento, en tanto población en movimiento, y es este movimiento el que despierta la acción de la
masacre, no sus diversos y variados contenidos culturales, raciales, nacionales o de género (aunque
probablemente las tecnologías específicas de violencia utilizadas a la hora de la masacre en cada persona y
cada cuerpo varían según estos referentes), sino la trayectoria que marcan con su paso.

A diferencia de situaciones en las que se juegan pugnas simbólicas o culturales, como conflictos interétnicos o
los enfrentamientos centroamericanos durante la Guerra Fría, la tecnología de la masacre empleada en México
en contextos de control y disputa de actores del crimen organizado, más que a la imposición de un proyecto o
modelo social apuntan a la captura y control de formas específicas de circulación y movimiento, tanto de
personas como mercancías, que en su propio traslado generan valor. Estamos entonces, igualmente, ante una
forma muy específica de fronterización del territorio migrante, no ya asociada a los mecanismos de vigilancia y
control que vimos en relación a las áreas fronterizas, sino a las pugnas por ejercer formas específicas de

402
soberanía por parte del crimen organizado, con el objeto de controlar y administrar los movimientos de valor
en el territorio.

En la narración de los familiares sobre los hechos, los victimarios directos (los soldados zetas) si bien aparecen
como “culpables” o “responsables” de la muerte de sus parientes, la imagen de estos que surge en los relatos
suele ser ambigua y difusa. La asignación de la culpa la realizaban más claramente sobre las personas que
tenían más cerca, especialmente Michael, el coyote que los llevó, persuadiendo incluso a algunos, y que “fue el
que los entregó”, como repetirían muchas veces durante nuestras conversaciones varios de los familiares. Se
trataba de un conocido coyote que desde hacía varios años llegaba a “enganchar” a la zona, donde además
vivía desde hacía tiempo “a pesar de que él no era de ahí”. “Ahí llega, a veces, disfrazado para que no lo
reconozcan (…) dicen que después del viaje con mi hijo hizo dos viajes más con dos grupos” me decía en una
ocasión Doña Carmen Suárez, madre de una de las víctimas, sin disimular su cara asco [2-4-14].

Varias de las señoras hasta conocían a la madre de Michael, “es hijo de Lorenza, de Flores” [Diario de campo,
17-6-14], e incluso doña Carmen lo tuvo en su casa después de la masacre. Fue en junio de 2012, antes de
recibir las notificaciones, cuando aun albergaban esperanzas de encontrar a sus hijos. En ese momento lo
confrontó, “usted me trae a mi hijo vivo o muerto” le dijo seria, a lo que él le respondió “no diga muerto”, ella
sentenció “bueno, usted me lo trae, usted me responde por él, porque usted me lo llevó”. Luego de ese
encuentro Michael le mandó a pedir dinero a doña Carmen desde México, “supuestamente porque él andaba
buscándome a mi hijo”; después de esto desapareció. Doña Carmen aun guarda los recibos de los últimos
envios de dinero que mandó. Aunque lo responsabiliza por la muerte de su hijo Ernesto, asegura “yo a él no le
voy a hacer nada, hoy que Dios haga justicia, él es el mejor juez, testigo y defensor” [Carmen Suárez, 2-4-14].

Aunque no sabemos si Michael cobró al cartel por entregar al grupo, sí sabemos que cobró al grupo por
llevarlos y luego le cobró también a varios de los familiares por supuestamente ir a buscarlos de nuevo a
México. Tanto la salida del grupo como su ausencia permitieron al coyote hacer dinero, en el primer caso
sobre la base de los “sueños” y expectativas de los jóvenes, en el segundo sobre la base de las angustias y la
desesperación de sus familiares. En ambos casos la economía emocional es desviada y reconvertida en
pecuniaria. Sin embargo, es importante señalar que el dinero que Michael obtuvo de los familiares que le
encomendaron ir a buscar a sus hijos no constituye una forma de extracción de valor en estricto sentido
económico; se trata más bien de captura de renta pues no existe realmente un trabajo asociado al pago, sino
tan solo una desviación de valor (Appadurai 1991).

Otra de las señoras que confrontó a Michael fue Mirta Coto, hermana de doña Blanca y la madre de Rolando
Suárez, una de las víctimas. Fue durante las elecciones de alcalde del 2013, en las que Michael participaba
como “activante”, es decir “jalando gente, jalando votos”. El candidato al que Michael apoyaba era,
irónicamente, el mismo que apoyaba la familia de Mirta y Blanca, del partido liberal. “Perdimos” me dijo
entonces doña Blanca sin ningún signo de derrota en sus palabras; el candidato era amigo de un compadre
suyo que las había “acompañado en todo” el proceso posterior a las notificaciones, por lo que se encontraban
muy agradecidas y querían reciprocar apoyándolo en la campaña. Doña Blanca aprovechó una ocasión para
denunciar a Michael ante su compadre, pero este siguió participando en las reuniones de campaña. Un día Mirta,
la hermana de Blanca, asistió a una de las reuniones y antes de que iniciara confrontó a su compadre; así
recuerda doña Blanca el evento:

“hágame un favor –le dijo– enséñame cuál de todos los que entraron ahorita es Michael” y ya le dijo el compadre,
“aquel que va allá de tal y tal ropa”. Mirta lo siguió “¿Usted es Michael?” –¿Y usted quién es? – dicen que le dijo, “Soy la
mamá de Rolando Suárez, yo sólo le quiero hacer una pregunta ¿Por qué está usted aquí y mi hijo no?” Y él no supo qué

403
decirle, solo al rato le contestó “¿Usted sabe en verdad que su hijo está muerto?” Ya después como que la amenazó y le
dijo “Si yo aparezco muerto, ya sé de dónde vino” –No, yo no tengo la confianza que usted tuvo– le dijo Mirta –de llevar
a mi hijo a que lo mataran, si no tenía experiencia para qué anda llevando gente– le dijo Mirta, –yo no me voy a
manchar la mano con usted– le dijo. Luego me contó que ella sentía que se moría por dentro de verlo a él vivo y su hijo
que está hecho pedazos [Blanca Coto, 18-6-14].

Tanto para doña Carmen como para Mirta, la culpabilidad de Michael estaba en parte asignada a partir de su
sobrevivencia a la masacre. Era la única explicación que encontraban al hecho de que él no hubiera sido
también asesinado y mutilado como el resto. Tenía que existir alguna forma de pago de su parte al crimen
organizado para explicar que él “estuviera aquí y ellos no”. Estamos entonces ante una cadena de dones que va
desde el pago a Michael por su servicio de coyote por parte del grupo, la “entrega” al crimen organizado del
grupo por parte de este, y el pago en retribución al coyote que para algunas familiares tomaba la forma de su
supervivencia (“le pagaron con su vida”) y para otras tomaba la forma de un pago pecuniario desconocido.
Como ha señalado Feldmann, “[l]a mercantilización/fetichización política de cuerpos emblemáticos mediante la
violencia permite que los cuerpos y cadáveres dañados, maltratados y torturados, circulen como significantes
ideológicos en contextos de conflicto social” (Feldman 1999)299. Lo cierto es que en la cadena de dones, la
asignación de culpa se localizaba con mayor fuerza en la entrega que hizo Michael más que en los actos
cometidos por los soldados zetas. Entra en juego también en este punto, el hecho de que Michael
representaba una figura cercana, un actor al que se le podía identificar, reclamar y asignar la culpa.

Para Memo Santos, hermano de Luís Santos, Michael era más que un coyote, él estaba convencido de que
este personaje representaba “el tope de esa organización” que estaría dedicada a enganchar migrantes en
Honduras y entregarlos a los zetas en México, “yo me atrevo a decir que él es el que jala gente para que ellos
hagan ese tipo de negocio”; en su representación, toda la circulación implicada es más que una cadena de
dones, se trata de un negocio constituido. De nuevo, lo que había convencido a Memo y a otros familiares de
esta idea era el hecho de que el coyote hubiera estado entre los únicos tres sobrevivientes de la masacre,
“yo creo que cuando se da todo esto (…) el que los guiaba tenía un cierto contacto con ellos porque él es uno
de los que no les hicieron nada (…) yo creo que hay que descargar la responsabilidad, porque ese si sabía a
donde los llevaba” [Memo Santos, 20-6-14].

La hipótesis tomaba fuerza pues los otros dos sobrevivientes eran familiares del coyote. Doña Juana me contó
sobre ellos, ambos regresaron en junio a la zona y desde entonces permanecían ahí. En una ocasión pudo
conversar brevemente con uno de ellos, Franco, y preguntarle por lo que pasó en Nuevo León, pero en ese
momento dijo “que no hablaba porque lo iban a matar”. Sin embargo, como fue amigo de Luís y suyo, Juana
logró sacarle retazos de información sobre la noche en que se dieron los asesinatos. Se encontraban todos en
un hotel al que los había llevado el Michael, estaban en varias habitaciones, el coyote con sus parientes en una,
y en otras dos estaban los demás repartidos, “dicen que ellos las chiflaron, pues, cuando llegaron los zetas ellos
chiflaron y dijeron -en el cuarto tal, ahí están listos-”. Según Juana, Franco no olvida “lo que gritaban,
pidiéndole a dios que los dejaran vivir” [Juana López, esposa de Luís Santos Castillo, 18-6-14].

El otro sobreviviente, Tito, también entró en contacto con una de las familiares, la hija de doña Marina Murcia,
madre de Welvin Martín, quien aseguraba que “ese muchacho no se recupera de todo lo que vio”. En un
encuentro casual que tuvo doña Blanca con él durante una visita a un pueblo vecino por una cita con su
médico, luego de invadirlo con preguntas Tito le dio a doña Blanca más detalles sobre la forma en que
murieron su sobrino y los demás, “yo tenía cita con el internista, ay pero ese día que llegué yo con el internista

299
The political commodification/fetishization of emblematic bodies through violence enables harmed, ill-treated, and tortured bodies
and corpses to circulate as ideological signifiers in situations of social conflicto”
404
la presión andaba casi en 200 (…) -¿y qué le pasa?- [le preguntó el doctor], si me acababan de decir que era que
los habían guindado como cerdos, primero les cortaron la cabeza y los brazos, las manos, de ahí los pies”
[Blanca Coto, 18-6-14].

Juana: Lo que sí me dijo Franco a mí que cuando había escuchado esa gritadera, de ahí, no oía nada, todo callado y se
miraban restos de sangre, pero volteó a ver y salió corriendo cuando entraron los zetas. [¿Entonces no se los llevaron
de ahí?] A unos sí, yo creo que a Luís se lo llevaron porque les decían “súbanse, súbanse” pero ahí se oía el silencio y
habían restos de sangre, creo que a unos los mataron ahí y fue cuando el Tito miró, y a otros los fueron a matar largo y
los pedazos de carne en todo eso los tiraron (...) Blanca: Porque vivos estaban en Tamaulipas, que fue cuando dijeron,
estamos en Tamaulipas (…) Lo que pasa es que uno como no habla de esas cosas en las reuniones… es más duro, no lo
pueden contar porque sería devolver atrás. Yo eso lo sé pero Mirta no lo sabe [Juana López y Blanca Coto, 18-6-14]300.

Como ha señalado Calleros sobre la base de los informes de secuestros a migrantes elaborado en 2011 por la
CNDH, el modus operandi que destaca en informes e historias de migrantes muestra que mientras algunos
traficantes de personas conducen a los grupos de migrantes a casas de seguridad, otros los entregan
directamente a integrantes de los carteles de las drogas como los Zetas (Calleros Alarcón 2013, 324). Para
nuestro caso, en el discurso colectivo de los familiares “el coyote los entregó”, de eso están seguros. También
del hecho de que nunca enfrentará la justicia, por lo que varios ponían sus esperanzas en el castigo divino. En
una ocasión le pregunté a Hilda ¿por qué no se ha denunciado al coyote?, luego de lanzarme una mirada cauta
me respondió: “por miedo” [Diario de campo, 2-4-14].

“Entretejido con las masacres de migrantes se encuentra la grave situación de secuestros masivos de personas
migrantes en tránsito por México. En dos informes presentados por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, se
documentaron cerca de 20 mil víctimas de secuestro en dos periodos diferentes de seis meses.21 Con ocasión de esta
información, la CNDH, con el apoyo de las casas del migrante pudo advertir la complicidad y colusión entre el crimen
organizado y algunas autoridades; en dichos informes, la CNDH llamó la atención sobre los problemas en la
investigación y acceso a la justicia para las víctimas” (Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho
abril de 2014, 10).

Un grupo de víctimas que deviene organización social. “Así como estoy sufriendo yo, está sufriendo ella”. El
auto reconocimiento de las víctimas es condición de posibilidad de la producción colectiva de un lugar común
en el cual trabajar el dolor y reconfigurarlo como voluntad; es lo que hace posible su auto constitución como
sujetos (Wieviorka 2003, Lefranc y Mathieu 2009, Chaumont 2010). Pero se trata de un proceso de
subjetivación que iría más allá de la propia calidad de víctima, la victimización sería solo un detonador de
conciencia de que lo que me duele a mí le duele también a otras, y que esto no es casual ni azaroso sino
consecuencia de hechos que no son fortuitos, responsabilidad de actores que no son ficticios. La tarea de
reconocerse y tomar conciencia, que es ya de por sí una elaboración compleja, es tan solo el punto de inicio
para un proceso más arduo y desafiante para quienes en este caso lo emprenden: madres y esposas, hermanas
y hermanos de quienes fueron masacrados, las familias empobrecidas de quienes salieron de sus país
desesperados buscando una línea de fuga a su historia de precariedad y falta de oportunidades.

La Paz es un pueblo pequeño y La Villa [de San Antonio] también y relativamente cerca, nos mirábamos con doña
Carmen y nos platicábamos del suceso, nos íbamos uniendo, nos hacíamos preguntas… en ese tiempo de mayo de 2012
hasta agosto de 2013 estuvimos bien engañados (…) el estado no se atrevía [a dar información de los resultados de las
pruebas de ADN] por cuestiones políticas, porque el 2012 fue un año político de elecciones internas y el 2013 fue de
elecciones generales. En ese tiempo estaba gobernando el partido nacional, era un candidato fuerte a ser presidente,
un candidato nacionalista pues, entonces ellos fueron ocultando información (…) tuvieron miedo a una crisis porque no

300 Como veremos en el siguiente acápite, tanto Franco como el otro sobreviviente finalmente jugaron un papel muy importante en la
circulación de información sobre los hechos que terminó por confirmar la versión sobre las muertes, con lo cual parecería que se cierra
la cadena de dones, pues lo que los motivó a acercarse a los familiares y contarles lo que sabían, fue el hecho de sentirse en deuda con
ellos y procurar que ya no siguieran sufriendo por sus hijos.
405
es lo mismo que muera 1 a que mueran 49 mutilados y en las circunstancias que mueren pues, entonces al estado no le
convenía en ese tiempo traer a nuestros familiares y nosotros nos fuimos uniendo, no por organización sino por
afinidad en el dolor, eso nos llevó a empezar a organizarnos, de ahí surge lo que es COFAMICENH [Memo Santos, 20-6-
14].

A partir del momento en que los familiares son notificados, el grupo inicia un proceso de reconocimiento y
apoyo mutuo dirigido a producir su propio lugar de dolor, “nos fuimos uniendo, no por organización sino por
afinidad en el dolor”; como diría una de las madres de las víctimas, “del dolor, de la desesperación, de la
angustia de no saber nada de ellos, por eso empezó este grupo” [Marina Murcia, 18-6-14]. La primera
contención se la dieron entre ellas mismas, las familiares, así es como empiezan a trabajar como colectivo.
Doña Marina recordaba muy bien los primeros viajes juntas a Tegucigalpa para ir a pedir información a la
cancillería, se llamaban por teléfono y una le decía a la otra “ah que ya paso por doña Irma, y que luego caemos
por Leti, y después pasamos por usted… ya nos íbamos conociendo”. A la mayoría no las conocía, solo a algunas
de las que son de su pueblo como doña Carmen o Leti, pero ahora se siente cercana a todas, asegura que “es
un gran amor con ellas”. Pero ese lugar de dolor, como en el caso del grupo de madres que vimos en el capítulo
4, es uno que luego puede dar paso al lugar de la voluntad. Es así que el grupo empieza luego a politizar su
duelo, a tomar conciencia de las condiciones en las que su pérdida fue posible, e inician una “lucha”, como ellas
mismas le llaman, para alcanzar lo que se convierte en su mayor deseo: el retorno de los restos de sus seres
queridos.

El proceso no lo sobrellevaron solas, recordemos que fue una de las integrantes del grupo de familiares, Leti
Santos, la que dio con la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho (FJEDD) y su proyecto
“Verdad y Justicia”, que a su vez les puso en contacto con el EAAF y el COFAMIPRO. El equipo forense fue el
que les tomó nuevas muestras de ADN pues los contrastes realizados por la cancillería hondureña habían
arrojado solo un resultado positivo, y el que les notificó los resultados a las ocho familias en diciembre de 2013.
El COFAMIPRO les acompañó durante casi un año tanto en el proceso jurídico-administrativo en torno a la
repatriación de los restos de sus parientes, como para el proceso de resiliencia y duelo por sus muertes. Para lo
primero, el Comité aportó su experiencia lidiando con los estados hondureño y mexicano y puso a disposición
del grupo de familiares a la abogada del comité para que les asesorara en la gestión de las repatriaciones. Para
lo segundo, hicieron lo que siempre han hecho desde que surgieron como organización: les acompañaron,
sobre base en sus propias experiencias, en un proceso que les permitió moverse del dolor a la voluntad.

Es importante recordar, como vimos en el acápite anterior, que este proceso de resiliencia y acompañamiento
psicosocial por parte del COFAMIPRO al grupo de familiares, se da justo en un contexto de liminalidad de los
parientes que, dada la ausencia de sus cuerpos, aún no han sido del todo clasificados socialmente como
muertos. Como vimos, se trata de un estado de privación o desatención de la muerte (Da Silva Catela 1998,
Panizo 2011), una situación en la que el duelo no termina de iniciar pues este es solo posible con la activación
ritual, la cual a su vez exige la presencia de los cuerpos. Justamente el trabajo de acompañamiento iba dirigido
a preparar las condiciones psicosociales del grupo para iniciar la etapa del duelo, pero con miras a trascenderlo
proyectándose colectivamente como sujetos más allá de la victimización, como sujetos políticos
contestatarios301.

301Cuando el proceso a penas iniciaba, Aureoles y la junta directiva del COFAMIPRO identifican la necesidad de explorar “cómo se podía
extender esa ayuda, buscar los fondos (…) yo estaba en disponibilidad de movilizarme una vez al mes a atenderlas para continuar un
apoyo psicológico a estas ocho familias” [Aureoles, 16-5-14]. Fue entonces que la FJEDD se comprometió a cubrir los costos de la
atención profesional por parte de Aureoles, y de contratar a un segundo psicólogo, Allan García. La fundación también cubrió los costos
de desplazamiento por parte de las integrantes de la junta directiva del COFAMIPRO para las visitas periódicas a los familiares de las
víctimas.
406
Para los psicólogos del COFAMIPRO, Allan García y Arlette Aureoles, acompañar el proceso de notificación y
apoyo psicosocial de los ocho familiares de las víctimas fue el primer trabajo para el que se les contrató en el
COFAMIPRO. Lo acordaron en diciembre de 2013 y empezaron a visitar a las familias en febrero de 2014; yo
tuve la suerte de iniciar mi estancia en marzo de ese año y poder participar de la mayor parte del proceso de
acompañamiento hasta que se dio la repatriación de los restos en julio de 2014, que constó en alrededor de
cinco talleres de los cuales tuve presencia en tres. La primer visita por parte del COFAMIPRO y los psicólogos a
los familiares sirvió para conocerse y explorar cómo se encontraban emocionalmente. “Conversar un poco
sobre cómo habían pasado las fiestas” pues las notificaciones habían sido entre el 15-20 de diciembre, y “cómo
iba su proceso de duelo”. Así lo recuerda la licenciada Aureoles,

Entonces la expectativa inicial era ¿cómo va el duelo?. Nosotros [hicimos una técnica en la que] dimos unos pasos, lo
ejemplificamos caminando en el piso de la casa donde estábamos reunidos: si sólo hay llantos, si no quiero comer y hay
llantos, si sólo quiero estar sola… Y sucesivamente, ellos iban avanzando en cada paso y se iban identificando en qué
paso estaban y poder decir “no, si yo paso de aquí ya voy a pasar a una patología, ya no es natural”. Esa primera
reunión nos sirvió para eso, y para hacer una catarsis también, que ellas lloraran, expresaran, y también que pudieran
decir: “ah, esto es realidad, ustedes me van a ayudar (...) me quieren ayudar, están aquí para ayudarme”, entonces
ellos expresar su duelo, elaborar su duelo, y también reafirmar que nosotros íbamos a estar ahí para ellas [Arlette
Aureoles, 16-5-14].

Más allá del enfoque conductual de Aureoles que le hace valorar ciertas formas de vivencia del dolor y el duelo
como patológicas o antinaturales, es claro que el proceso inicia sobre dos pilares: una valoración colectiva de
los momentos del proceso de duelo en que cada quien se encontraba y el establecimiento de un compromiso
por parte de lo psicólogos en relación a la continuación del acompañamiento. Según Marina Murcia, madre de
una de las víctimas, a ella le “costó mucho aceptar”, y en ese proceso fueron centrales los psicólogos Allan y
Arlette, a quienes tilda de ángeles y asegura que de no ser por ellos y por las integrantes de la junta del
COFAMIPRO nunca hubiera podido aceptar la muerte de su hijo y enfrentar el proceso de incidencia para lograr
la repatriación de sus restos. Cuando le confirmaron la muerte de Welvin doña Marina mandó a hacer un
retablo con su fotografía, “pero no la podía ver (…) la mandé hacer pero no la podía ver, hasta que empecé con
el psicólogo”. Doña Marina recuerda el día en que fueron notificadas por el EAAF

Fíjese que yo ese día no quería ir a Tegucigalpa, pero “no” me dijo mi hermana, “vos vas a ir, yo voy a ir contigo”. Ese fue el
día que nos dijeron que los habían hecho pedazos… Arlette estaba conmigo, que linda.., la amo, ella estaba conmigo, y una
de Argentina diciéndonos que los habían decapitado, diciendo que los habían hallado en Cadereyta, que los habían tirado
en la carretera y… bueno, mi hermana se puso… estaba [imita jadeo y falta de respiración], yo solo lagrimiando ¿veá? pero
ella mal, entonces “Arlette” le digo yo, “atiéndame mejor mi hermana”, entonces ya se la llevó y le dice “¿por qué la mamá
está más tranquila que usted que es la tía?” -es que ella ya está preparada- le dijo mi hermana [Marina Murcia, 18-6-14].

El segundo encuentro de los psicólogos con el grupo de familiares fue en marzo, “ya aquí hubo menos llanto,
hubo mucha risa” recuerda Aureoles. El proceso empezó a tomar fuerza y el vínculo entre los psicólogos y los
familiares así como entre estos y las integrantes de la junta directiva del COFAMIPRO, empezó a fortalecerse. Si
al principio había sido difícil mostrar la importancia de producir un espacio de encuentro entre los familiares de
las víctimas y de estos con los psicólogos, a partir de marzo ya el grupo de familiares “estaba unido”, se
comunicaba por su propia iniciativa y de manera frecuente, y estaban al tanto de la próxima visita por parte de
Arlette, Allan y “las señoras del COFAMIPRO”. Si bien el sentido colectivo y las acciones conjuntas por parte de
algunos miembros de las ocho familias se habían dado desde que empezaron las gestiones de búsqueda ante la
cancillería hondureña, justo luego de la masacre, fue hasta que empezaron a reunirse con los psicólogos y las
integrantes del comité que el grupo empezó a reconocerse como colectivo, lo que sentaría las bases subjetivas
y afectivas para que posteriormente empezaran a reconocerse como organización. “Creo que la palabra que

407
nosotros usamos siempre da aliento y cada día más las va empoderando de decir –quiero una respuesta,
quiero un trato digno para mí y para mi familiar–” [Janet Aureoles, 16-5-14].

El tercer encuentro fue a finales de abril [27-4-14], un mes después de mi llegada a Honduras por lo que en esa
ocasión tuve oportunidad de asistir invitado por las integrantes de la junta directiva del COFAMIPRO. Aunque
ya había conocido a algunas de las familiares durante la acción que realizaron en Comayagua en el contexto de
la visita del presidente mexicano a Honduras, era la primera vez que veía a Aureoles y García, y que participaba
de una sesión de atención psicosocial. La reunión estaba programada para realizarse en el salón parroquial de
la iglesia católica de La Villa de San Antonio, justo frente a la casa de doña Blanca Soto, tía de una de las
víctimas. Al escucharnos llegar salió a recibirnos, intercambió abrazos con Marcia y Édita y me saludó
reconociéndome, pues habíamos coincidido en Comayagua. Adentro ya se habían hecho presentes varias de las
familiares.

En los extremos los psicólogos Aureoles y García, en medio la vicepresidenta del COFAMIPRO, Marcia Martínez, y la Hna. Lidia Mara
Souza, directora nacional de la Pastoral de Movilidad Humana (PMH) para Honduras. Fotografía propia.

Allan empezó dando la bienvenida, agradeciendo por la asistencia y presentándose, “estoy en esto desde el
año pasado y ya sé por qué estoy aquí, porque dios quiso” afirmaba y se escuchaba un coro de “amén, amén”
entre las presentes. Luego de una breve intervención sobre el sentido del acompañamiento psicosocial, la
importancia del trabajo grupal y sobre el compromiso de él y Arlette de “acompañar hasta que ustedes
quieren”, nos presentamos Arlette, Marcia, Édita y yo. Como me había ocurrido durante la presentación al
COFAMIPRO (ver capítulo 1) la situación de aparecer así de repente frente a un grupo de familiares de víctimas
me ponía nervioso y me generaba mucha angustia, especialmente mirarme en sus ojos, pues no sabía qué

408
sentido le estaban asignando a mi presencia. Me sentía invasivo, pero su generosidad y dulzura, así como el
propio proceso del cual de alguna manera fui parte, nos fueron acercando302.

Finalmente empezaron a presentarse las familiares, una por una fueron tomando la palabra, algunas se
levantaban, la mayoría permanecía sentada. Casí todas las presentes superaban los cincuenta años y con
excepción de Memo, todas eran mujeres. En sus palabras hubo lágrimas, quiebres de voz, respiraciones de
calma. Pero en general el ambiente era sereno, sin los brotes de angustia que según Aureoles y García eran
frecuentes en los primeros encuentros. Pero durante esa reunión se dio una situación contrastante, asistieron
por primera vez dos mujeres también de La Paz, que no habían participado hasta ahora. Se trataba de doña
María Alejandra Valladares y doña Dunia Suazo. Eran la madre y esposa de Carlos Martínez, el único del grupo
de ocho que aún no había sido identificado por los forenses, por lo que ambas habían insistido en que “aún no
sabían” y que “seguían con esperanzas”. La situación era complicada; más tarde, en el viaje de regreso, tanto
Édita como Marcia me contarían que en realidad los resultados de ADN para el caso de Carlos ya habían llegado
a la cancillería y eran positivos, pero aún no las habían “notificado”. Édita y Marcia, evidentemente
angustiadas, insistían en que ellas preferían no darles la noticia, “no estamos preparadas para eso” decían,
además de que consideraban que era una responsabilidad del estado.

El ambiente emocional era complejo y contrastante, por un lado estaban las familiares que ya habían sido
notificadas, y aunque daban manifestaciones de angustia y tristeza claramente se encontraban en un momento
distinto del proceso; por otro lado, María Alejandra y Dunia, sentadas aparte, serias, renuentes a hablar,
estaban con las emociones a flor de piel, con el llanto a punto de brotar con cada palabra. La primera rompió a
llorar a penas un par palabras después de haber iniciado y tuvo que detenerse, la segunda hablaba entre
lágrimas y aseguraba que “no iba a venir” pero que al final se había decidido a hacerlo. Doña María aseguraba
que tenía “la fe de que mi hijo todavía está vivo” e incluso se mostraba reticente y escéptica del espacio y de la
necesidad de un acompañamiento psicosocial que hiciera énfasis en el duelo. Dunia, por su parte, mencionaba
que la razón por la que “no iba a venir” era porque sentía que era “dar por muerto” a su esposo. La ausencia de
una notificación implicaba para ambas la falta de reconocimiento con el grupo; Carlos, aunque había salido
junto al resto y dejó de comunicarse al mismo tiempo que los demás, podía estar vivo, y esto era suficiente
para que no se reconocieran como víctimas, e incluso encontraban ofensivo el participar de un proceso cuyo
objeto era el duelo pues implicaba “darlo por muerto”. No había surgido como tal el dolor y por lo tanto no
tenían sus referentes de identificación con las demás, no formaban parte del grupo.

No obstante, a pesar de la reticencia e incluso la animadversión que ambas mostraba hacia el grupo y el
proceso que estaban llevando adelante, la respuesta de las demás fue muy distinta. Aprovechando casi
cualquier muestra de dolor o angustia, el colectivo de mujeres respondía con gestos de reconocimiento e
incorporación; parecía existir una especie de mecanismo colectivo de asimilación de las nuevas participantes.
Esto se debía en parte a que algunas, dado el flujo de información interno y con respecto al COFAMIPRO, ya
sabían que efectivamente Carlos estaba entre los fallecidos, pero eran las menos; en su mayoría parecía existir
una fuerte vocación a aliviar el dolor que expresaban, y de esta forma hacerlas parte del grupo, participes de la
elaboración social del duelo.

302En ese momento varias me reconocieron del viaje a Camayagua, sabían que trabajaba con el COFAMIPRO desde marzo de ese año y
que estaba interesado en conocer la experiencia del grupo, pero era hasta ese momento que presentaba de manera más formal y ante
un grupo más amplio mis objetivos e intereses académicos y personales. La mayoría tenía una idea de lo que se hace en antropología y
rápidamente me tomaron como un estudiante, además les interesó mucho que pudiera tomar fotografías y dejárselas “para los archivos
del grupo”. Memo Santos incluso se me acercaría en varias ocasiones para mostrarme su colección personal de piezas arquelógicas y
hablar de marxismo. Igual que me había ocurrido con las madres de desaparecidos en El Progreso, el ser hombre en los treintas
generaba un impacto simbólico y afectivo, como varias me lo dijeron, tanto en Progreso como en La Paz, les recordaba a sus hijos.
409
Doña Alejandra, por ejemplo, contaba lo difícil que había sido para ella enfrentarse a la comunidad, pues “la
gente en la calle” le decía: “el tuyo no lo hallás, también está muerto”, por lo que sus nietas le preguntaban:
“¿es verdad que tu papá está muerto?”. Las muestras de identificación y reconocimiento no se hicieron espera,
casi todas reaccionaron diciéndole que habían pasado por eso, por los comentarios en la calle de la gente, por
la revictimización, pero que era algo que poco a poco habían logrado enfrentar. Memo, por ejemplo, le decía
que él sabía “lo que es eso”, que a él le habían dicho en varias ocasiones “¿es cierto que a tu hermano le
volaron la gallina?”. En este sentido, se mostraba que el acompañamiento no era solo vertical, de los
psicólogos o integrantes del COFAMIPRO hacia las familiares, sino que era también transversal; las experiencias
de unas servían de ejemplo y guía a las experiencias de otras, el estado emocional que algunas familiares
habían alcanzado en términos del avance en su proceso de duelo se proyectaba sobre quienes aun no estaban
ahí, y les permitía vislumbrar objetivos propios a la hora de trabajar su propio dolor.

Los familiares de las víctimas. Fotografía propia.

Este es uno de los rasgos con mayor presencia en el proceso de acompañamiento psicosocial, así como de la
producción que, en tanto familiares de víctimas, hacían de su propio dolor como lugar común. En el proceso se
iba viendo como las señoras hablan cada vez con mayor fortaleza, e incluso como la indignación por el crimen
cometido contra sus seres queridos empezaba a canalizarse como formas de irritación social ante el estado
(Gallardo Martínez 2013), lo que politizaba su discurso y daba pie a que el lugar del dolor común se fuera
reconfigurando poco a poco en el lugar de la voluntad común. Abría el espacio colectivo a otras emociones
además del dolor y así iba marcando la marcha de una economía emocional (Besserer Alatorre 2014) colectiva
que poco a poco se iría encaminando del dolor y el ostracismo a la incidencia, la exigencia y el
empoderamiento.
410
En este sentido el dolor común es un dolor complejo, madurado y procesado en diferentes tiempos por sus
integrantes, está lejos de ser un dolor homogéneo y emerge más bien como una circulación de emociones, el
dolor, la angustia, la incertidumbre, la aceptación, la irritación, la indignación, son todas emociones que van
habitando en diferentes momentos, una economía emocional en movimiento en la que los afectos se cruzan y
determinan entre sí, pues la aceptación que alcanzan algunas se proyectan sobre los sentimientos de negación o
de inmovilidad de otras. “No voy a llorar” dijeron en muchas ocasiones varias de las familiares, tanto en esta
como en otras reuniones, “no voy a llorar”, así en voz alta y frente al grupo, como refrendando un acuerdo
colectivo implícito que había surgido luego de largas jornadas de llanto que habrían dado paso, como parte de la
propia evolución del colectivo, a jornadas de calma, de aceptación y también de planificación para definir los
rumbos de su “lucha”. Más tarde, en el viaje de regreso ese día, Allan destacaría lo importante que había sido ese
momento de presentación, “en las primeras reuniones solo lloraban” me decía con una tenue sonrisa, “ahora ya
hay varias que no lloran”.

Esta circulación de emociones, este movimiento de afectos que se iban alimentando y determinando entre sí,
era el sustrato afectivo que permitirá que un grupo de víctimas irse redefiniendo y actualizando como
organización social. El contraste en el despliegue emocional de las integrantes del grupo, permite vislumbrar la
ruta del colectivo hacia su propia constitución sociopolítica. Así describiría días después Arlette Aureoles la
jornada de la tercera reunión con el grupo de familiares

Básicamente ahí no tuvimos una intervención directamente psicológica porque fue más que ellos hablaran sobre lo que
han hecho, por qué se están reuniendo, que se fueron a la visita que hizo Peña Nieto, que están mandando cartas al
consulado de Honduras… O sea, buscando respuestas (…) Bueno, tú vistes cómo se están manifestando, o sea, personas
de tercera edad que andan en estas movilizaciones... ¡cuándo en su vida ellas se iban a...!, que lo expresaron ahí...
¡cuándo en su vida ellas se iban a imaginar que andaban en eso! (…) de una u otra forma trae sus beneficios porque
aunque tengás tercera edad, cuarta edad, quinta edad… lo que sea, teneś que moverte. [Janet Aureoles, 16-5-14]

Para Aureoles “moverse” implicaba justamente ir más allá del dolor, fortalecer la voluntad, exigir, protestar.
Esto se reflejaba también en las percepciones y comentarios que varios de los familiares hicieron ese día en
relación a las acciones que hasta ese momento habían realizado para lograr la repatriación digna de los
restos de sus parientes (ver acápite 5.3.3). Todas coincidían en que se habían sentido bien, y que habían
sentido “el apoyo de todas”. Con excepción de doña Alejandra y doña Dunia, que no manifestaron mayor
opinión sobre el asunto, el resto de las presentes asentía ante los comentarios celebratorios en torno a las
acciones en Comayagua. Pero no todo era celebración; Memo Santos, por su parte, aunque reconocía la
importancia de las acciones realizadas, expresaba un tono menos celebrativo:

no es grato andar pidiendo restos, si fuera que uno espera un premio, por más que tarden uno espera, pero esto es
otra cosa; solo la cadena que hemos hecho entre nosotros es lo que nos ha permitido seguir y crecer en familia, porque
esto ya no es un grupo, es una familia con un mismo sentimiento… Lo que nos mata es la ansiedad, si estuviera aquí
podríamos enterrarlo, saber dónde está, llevarle flores [Memo Santos, 27-4-14].

Las palabras de Memo sintetizaban la compleja economía emocional del colectivo: si bien mencionaba la
ansiedad ante la ausencia de los restos de sus familiares, en la cual se sospechaba también el dolor que
implicaba su muerte violenta (“no es grato andar pidiendo restos”), ponía énfasis en la indignación por el trato
de las autoridades y lo hacía reconociendo que lo único que les había permitido llegar hasta ese punto en el
cual ya era casi seguro el retorno, era “la cadena que hemos hecho entre nosotros”, la cual les habría
“permitido seguir y crecer en familia”. Memo hablaba tanto desde el lugar del dolor como desde el lugar de la
voluntad, moviéndose desde la victimización y el dolor a la indignación, la voluntad y la acción. Pero también
mostraba la evolución del perfil social del grupo, “ya no es un grupo, es una familia”; las metáforas de
parentesco eran comunes entre los familiares de las víctimas de Cadereyta así como entre los integrantes del
411
otros comités de familiares de migrantes como el COFAMIPRO (ver capítulo 4), y en este caso mostraba una
“familia” formada desde el dolor y proyectada en la voluntad. En algunas ocasiones entre ellas se llamaban
hermanas igual que compañeras303. Además, las palabras de Memo apuntaban a uno de los elementos básicos
del deseo de recuperar los cuerpos: el ritual; la posibilidad de enterrar, bajo las creencias de cada quien, y
llevar flores a la tumba, momentos indispensables en el proceso de duelo (Da Silva Catela 1998).

Allan, por su parte, retomando los testimonios destacaba que las acciones realizadas hasta ese momento
habían sido “un aprendizaje” y que “debemos sentirnos orgullosos” pues “se logró lo que buscábamos”, pero
agregaba “tendremos que llegar a un momento de consuelo, pero después de eso hay que seguir, porque viene
el momento de la explicación [por parte de las autoridades]”. Con estas palabras Allan mostraba de nuevo que
la agenda y objetivos del proceso de acompañamiento psicosocial iban más allá de una resiliencia emocional y
un proceso de duelo y se proyectaban a la organización social con objetivos políticos. Tanto el trabajo de los
psicólogos como el de la abogada Tirza Flores, volvían constantemente sobre la importancia de ir más allá de su
reconocimiento como víctimas y el proceso de duelo, y avanzar hacia exigencias de reparación por parte de los
gobiernos así como en el esclarecimiento de los hechos delictivos que habían terminado con la vida de sus
familiares. Desde el inicio la agenda de acompañamiento de estos tres profesionales y de las integrantes de la
junta directiva del COFAMIPRO, por medio de quienes los profesionales llegaron a tener contacto con las
familias, era psicosocial pero también sociopolítico.

Justo ese día coincidió que mientras se hablaba sobre la importancia de avanzar en procesos de exigencia de
reconocimiento y reparación por parte de las autoridades, se hicieron presentes el alcalde y un regidor del
gobierno municipal de La Villa de San Antonio, el segundo era conocido de doña Blanca quien lo había invitado
sin seguridad de que fuera a asistir, pero para sorpresa de todos no solo llegó sino que además llevó consigo a
la máxima autoridad del ejecutivo local. Según me contaría más tarde Blanca, el regidor (que además era
abogado) les había acompañado y asesorado en parte de los procesos de solicitud de repatriación. El alcalde
había aceptado su invitación “pues aunque somos de partidos diferentes, estamos juntos en el municipio y
queremos apoyarlas”.

Leti, la primera en tomar la palabra para dirigirse a los representantes, lo recibió frontal, luego de mencionar el
mal estado de salud en el que se encontraban casi todas las familiares, sobre todo las mujeres mayores, así
como las dificultades que tenían muchas de las esposas de los fallecidos para cubrir los gastos de educación de
sus hijos, y aunque reconociendo el valor de su presencia ese día (lo que fue secundado por varias), le lanzó sin
más la pregunta: “¿usted en qué se puede comprometer?” El apoyo en atención de salud para las familiares así
como de becas y apoyo escolar para los hijos de los fallecidos eran reivindicaciones que desde hacía ya un par
de reuniones se había puesto sobre la mesa tanto por parte de la abogada Tirza como por parte de algunas de
las familiares. Sin hacer mucha pompa ni empezar a lanzar promesas, el alcalde respondió a las palabras del
grupo

Bueno, sí, en primer lugar sería tener un acercamiento con la alcaldesa de La Paz, con ella ver cómo habría alguna
forma de contactar algún diputado de La Paz o de Comayagua, entre más es mejor. Yo voy a ir mañana, dennos los
nombres y apellidos de ustedes, de las familias… entonces eso hacemos nosotros, mañana incluso vamos a ir [mirando
al regidor que a su vez asiente] [Diario de campo, 27-4-14]

303“Ahora estamos con más fuerzas, antes yo me debilitaba porque yo me hallaba impotente, yo decía "¿y a dónde voy y con quién me
voy y cómo hago para irme?" Pero ahora démosle gracias a dios por este grupo de personas. A veces uno pierde un amigo y aparecen
10, uno pierde un hijo pero le aparecen otros dos, yo les digo, no me voy a sentir como cuando platicaba con Luís, pero tengo otros
hermanos que son ustedes” [17-6-14].
412
El grupo, incluidos los psicólogos y las integrantes de la junta del COFAMIPRO, terminaron por solicitar al
alcalde que estableciera canales de comunicación directos con diputados de la zona para que se gestionaran
programas de asistencia en salud y educación [becas] a los niños hijos de las víctimas de la masacre, y que se
cubrieran los gastos de movilización de los familiares durante las gestiones para la repatriación. Luego de que
el alcalde se retiró las percepciones de su visita entre el grupo eran contrastantes, aunque por un lado
reconocían la importancia de su presencia pues “es más de lo que han hecho las demás autoridades”,
mantenían una actitud de desconfianza y escepticismo. Como señalaba la hija de doña Carmen, hermana de
una de las víctimas,

Las personas que nosotros mismos elegimos, a los que supuestamente hemos dado un voto de confianza,
indistintamente del color político, tienen que apoyar, porque no es cuestión de dinero, es simple y sencillamente de
gestionar estas cosas [repatriación]. Vaya, en la ciudad de La Paz tenemos, aunque no seamos del mismo color político,
tenemos que la vicepresidenta del congreso es Paceña, es de La Paz, tenemos tres diputados, tenemos una alcaldesa y
un gobernador, tenemos la consular, que ella es el colmo la ineficiencia esa muchacha, no tienen sensibilidad, porque
como somos pobres… y entonces [muchas veces las autoridades dicen] que “¿por qué se fueron [sus familiares]?”, por
cualquier motivo que se hayan ido, no miraban futuro ellos aquí. Entonces aquí no es de criticar, es de que… yo admiro
que él venga, él dijo “aquí estoy”, y eso es digno de admirar [Diario de campo, 27-4-14].

Como veremos en el siguiente acápite, las relaciones del grupo con el estado y sus funcionarios, eran precarias
y habían dejado en las familiares una muy mala percepción del gobierno. El reconocimiento al acto de
presencia del alcalde, aunque compartido por todas en el grupo, quedaba un tanto diluido por la actitud que
habían tenido hasta ese momento las autoridades, especialmente la cancillería hondureña, instancia con la que
habían tenido comunicación desde que pusieron las denuncias e iniciaron sus averiguaciones sobre el paradero
de sus parientes. De todas formas su visita fue aprovechada por el grupo para externarle algunas de las
exigencias que tenían hacia el estado, y que venían definiendo junto a la abogada Triza. Fue justamente
después de la visita del alcalde que se pasó a leer una carta que la abogada había redactado en función de las
peticiones y exigencias que el grupo quería extender al estado hondureño por medio de la cancillería.

Los abajo firmantes somos los y las familiares de las víctimas de la masacre de Cadereyta, que fuimos notificados de la
muerte de nuestros seres queridos en el mes de diciembre del año pasado en el consulado mexicano en Tegucigalpa.
Como usted sabrá, aún no se han podido repatriar los cuerpos de nuestros familiares, porque según se nos ha
informado por parte de COFAMIPRO y por parte de la Fundación para la Verdad y la Justicia del Estado democrático de
derecho que conforma parte de la comisión forense 304 y que han estado en comunicación con nosotros, ha habido
retrasos administrativos por parte de la autoridad mexicana para exhumar los cuerpos, examinarlos y proceder al
trámite de repatriación. Sabiendo que a pesar de nuestra angustia es preciso esperar hasta que concluyan los trabajos
de exhumación y revisión de restos, acudimos a usted a efecto de que podamos ir avanzando en los siguientes aspectos
hasta en tanto recibimos los restos.

1. Se nos aclaró en el consulado mexicano que nosotros no teníamos que pagar ninguno de los gastos derivados
de la repatriación de los fallecidos, sin embargo, no tenemos claro si es el gobierno mexicano o la cancillería de
nuestro país la que se encargará de los gastos para el traslado de los cuerpos hasta La Paz y Villa de San Antonio,

304 La CIDH reconoce como un avance la firma del Convenio de Colaboración para la Creación de una Comisión Forense para la
Identificación de Restos, suscrito en 2013 entre la Procuraduri ́a General de la República (PGR) y organizaciones de la sociedad civil, con
el objeto de colaborar con la PGR en la identificación y determinación de la causa de muerte de restos localizados en fosas clandestinas
en los estados de Tamaulipas y Nuevo León. Desde su creación, la Comisión Forense ha logrado identificar los restos de 22 personas
migrantes. (Se trata del Convenio de Colaboración para la identificación de restos localizados en San Fernando, Tamaulipas y en
Cadereyta, Nuevo León que se llevará a cabo por conducto de una Comisión Forense, que celebran la Procuraduri ́a General de la
República, el Equipo Argentino de Antropologi ́a Forense; el Comité de Familiares de Migrantes Fallecidos y Desaparecidos de El
Salvador; el Comité de Familiares de Migrantes de El Progreso, la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho; la Casa
del Migrante de Saltillo, Coahuila; el Centro Diocesano de Derechos Humanos Fray Juan de Larios A.C.; la Asociación Civil Voces
Mesoamericanas; la Mesa Nacional para las Migraciones en Guatemala; la Asociación Misioneros de San Carlos Scalabrinianos en
Guatemala, el Centro de Derechos Humanos Victoria Diez, A.C., y el Foro Nacional para la Migración en Honduras. Publicado en el DOF
el 9 de abril de 2013. Disponible en: http://www–.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5312887&fecha=04/09/2013.
413
y asimismo, con los gastos ocasionados por el entierro y por el sepelio. Pedimos se nos confirme si ustedes los
asumirán.

2. Por otra parte, quisiéramos solicitarle que interpusiera sus buenos oficios para efecto de que la cancillería
pudiera proporcionarnos asistencia médica y asistencia psicológica que estamos necesitando urgentemente. El
dolor y el trauma de la pérdida ha deteriorado de muchas maneras nuestra salud física y mental, y pedimos al
estado hondureño que nos brinde la atención adecuada a nuestra condición de víctimas. En este sentido,
nosotros hemos encontrado a dos buenos psicólogos que nos están acompañando, pero no contamos con los
recursos financieros para pagar sus gastos de movilidad y tampoco sus honorarios. Quisiéramos saber las
posibilidad de que se nos apoye con estos gastos.

Como ustedes saben somos familias sin recursos económicos, que ante el grave daño sufrido por la pérdida de nuestros
familiares por la muerte violenta de la que fueron objeto, requerimos de todo el apoyo del gobierno para que se nos
pueda proporcionar ayuda en los rubros que hemos expresado anteriormente. Si además de haber sufrido la pérdida
irreparable de nuestros familiares no contamos con el apoyo del gobierno para las consecuencias sufridas, estaríamos
sufriendo una revictimización, pues son ambos estados, tanto el mexicano como el hondureño, los que deben
responsabilizarse de estos gastos, e incluso de una eventual reparación a los daños materiales e inmateriales que se nos
han causado. Por esa razón les solicitamos que antes de recibir los cuerpos, usted nos indique cómo se realizarán tanto
el traslado como el entierro de nuestros familiares, y pedimos que en todo momento se realicen con la dignidad y el
respeto merecidos. Hemos seguido por los medios de comunicación de nuestros país, diferentes noticias en las que se
ha hecho pública la intención del nuevo presidente de la república y de las autoridades de relaciones exteriores de
impulsar acciones de protección y defensa de los derechos de los migrantes y sus familias, invocando esa buena
voluntad expresada esperamos que esta solicitud tenga una pronta y positiva respuesta de parte de ustedes.

Estamos frente a dos tipos distintos de exigencias. Por un lado, todo lo relacionado con la movilidad de los
cuerpos, con la producción de su último tránsito de regreso al país y a sus familias y comunidades: apoyo
económico para los gastos de traslado de los cuerpos, su entierro y su sepelio, dignificación del evento de
repatriación o como dirían los familiares “sin show político”. Por otro lado, las demandas de atender los efectos
de la masacre, las consecuencias y pérdidas, materiales e inmateriales, que las muertes habían implicado para los
grupos familiares de las víctimas: servicios solicitados de apoyo especializado para atención en salud física y
psicológica para los familiares, apoyo para cubrir gastos de la educación de los niños305. En ambos casos se
trataba de exigencias que apuntaban al reconocimiento por parte del estado hondureño de su calidad de víctimas
(Honneth 1997), así como la visibilización de la responsabilidad de los gobiernos en las condiciones estructurales
que había hecho posible la masacre (lo cual evidentemente implicaba un posicionamiento político por parte del
grupo de familiares).

No obstante, los dos conjuntos de exigencias implicaban distintas formas de reparación. En el primer caso se
trataba de hacer partícipe al estado en la asunción de los costos implicados en la producción de la movilidad de
los cuerpos, mientras en el segundo, se trataba de hacerlo responsable de los efectos generados por la
victimización de sus parientes. Aunque en ambos casos estamos frente a formas de intercambio entre el grupo
de familiares y el gobierno, lo que se intercambia en cada caso son cosas muy distintas. La asunción de los
costos de repatriación por parte del estado, era percibido por los familiares como un contra don necesario en
función de que las condiciones estructurales que en principio habían provocado la salida de las víctimas y que
eran percibidas por los familiares como responsabilidad del estado; recordemos el acápite anterior: las víctimas
habían dado su “creatividad”, su “trabajo” arduo, sus “esfuerzos” y su “bondad”, y no habían recibido a cambio
las “oportunidades” apropiadas para alcanzar sus “sueños” y fue por esto que “se desesperaron”. Estamos ante
un momento de institucionalización del discurso colectivo que emerge sobre la base de los relatos individuales
(Portelli 1997) que los familiares hacían en relación a la memoria de las víctimas, y que emerge como discurso
político al proyectarse como contestación frente al estado.

305 Aunque esta exigencia no se planteaba aún en esta misiva, sería una de las demandas de futuras solicitudes al gobierno hondureño.
414
Por otra parte, el responsabilizar al estado de los efectos materiales e inmateriales que la muerte de las víctimas
(y las condiciones en que se dieron estos fallecimientos) habían generado en los grupos domésticos de los
fallecidos, era elaborado por el grupo como un contra don necesario en función de las condiciones estructurales
que habrían permitido que una masacre de ese tipo fuera posible, y que al igual que en el caso anterior, los
familiares percibían como responsabilidad directa o indirecta de los estados. Ambas formas de reparación pueden
ser entendidas como formas de intercambio, pues la reparación de daños era legitimada en función de lo que las
familias habían perdido con la masacre y a partir de los efectos generados por esta, de la cual se tenía a los
estados como responsables indirectos, al hondureño por no poder garantizar oportunidades para su población en
su país, y al mexicano por no poder garantizar condiciones de tránsito seguro a quienes pasaban por su territorio
para llegar a EUA. Estas faltas por parte de ambos estados habían permitido, en la perspectiva del grupo de
familiares, que se diera la masacre, por lo que era pertinente y estaba justificado que se repararan dichas faltas.
En ambos casos el grupo de familiares elaboraba y ponía a circular representaciones muy específicas sobre sus
parientes (en tanto migrantes) y sobre ellos mismos, que ingresaban en un discurso de contestación al estado
dirigido a activar un juego de intercambios sobre la base de su reconocimiento como víctimas y su
empoderamiento como actor social306.

Por otra parte, implícitos en estas dinámicas de intercambio que pretendían activar los familiares a partir de
sus discurso de contestación, habían formas específicas de valor vehiculizados por los “dones” intercambiados.
En primer lugar estaba el valor extraído a partir de la masacre (asesinato, mutilación y el mensaje elaborado a
partir de la instalación de los cuerpos en la carretera), el cual era en beneficio de los réditos del crimen
organizado pero que dada la imposibilidad de las familias de exigir reparación a los zetas se hacia responsable
al estado por su función de procuración de justicia e investigación criminal; por otro lado, el valor de
reparación exigido por las familias en función de las pérdidas que se daban como consecuencia de la muertes
de personas que en los núcleos domésticos cumplían el rol de proveedores. En este sentido, podríamos hablar
de una circulación de formas de valor complejos, que eran reconvertidos o desviados (Appadurai 1991) por la
incidencia y exigencia de los familiares de las personas de las que, a partir de sus propia circulación y traslado,
se habían extraído las formas de valor en un primer momento.

Estas estrategias de incidencia dirigidas a la recuperación de ciertas formas de valor bajo la forma de
reparación de daños iban dando cuenta de la propia evolución del grupo, de su tránsito desde un colectivo de
víctimas hacia una organización social con perspectivas de incidencia normativa y política. Parte de los
intereses de las integrantes de la junta directiva del COFAMIPRO y de su equipo técnico (abogada y psicólogos)
en el acompañamiento brindado a los familiares, era que el grupo emergiera como actor social y se fundara
como Comité de Familiares de Migrantes, con la perspectiva de formalizar su estatuto social y garantizar su
continuidad como grupo organizado. Para el COFAMIPRO era prioritario que se diera este paso en la
institucionalización del colectivo, lo que implicaría que el grupo de familiares se sumaría al trabajo de
documentación y apoyo a otros casos, así como de alianza con otros comités de familiares de migrante.

Como he insistido antes, claramente la agenda del COFAMIPRO era, además de asistencial y de
acompañamiento en la producción del lugar del dolor para las familiares, de incidencia política y de promoción
en la producción de sus lugares de voluntad. Es así que después del almuerzo, durante la segunda parte del
taller, el tema a tratar fue justamente el de la organización. Con este fin, estaba programado que Édita y
Marcia (integrantes e la junta directiva del COFAMIPRO) contaran al grupo parte de la historia del comité, y

306Aunque para el momento de los hechos narrados en este acápite ambas exigencias iban dirigidas al estado hondureño, más
adelante, conforme el análisis y el discurso de la organización se iban afinando y estilizando, las exigencias de reparación (atención en
salud mental y física, educación, etc.) se fueron dirigiendo más hacia el estado mexicano.
415
facilitaran un breve taller sobre los procesos de documentación de casos307: El grupo escuchaba con interés
mientras Édita, acelerada y agitándose al hablar, iba compartiendo su experiencia.

Édita Maldonado, secretaria del COFAMIPRO, dando un taller sobre documentación de casos al grupo de familiares.

Ustedes ya saben lo que pasó, y están fuertes y valientes porque el otro mes vienen los cuerpos de sus hijos, ya no
están pensando… ya saben a dónde quedó el cuerpo de sus niños ¿verdad? saber dónde se le van a tirar flores, con ese
consuelo nosotros es que estamos, y ese es mi consejo, que con ese consuelo ustedes, fuertes, valientes, luchen por las
demás personas. Hay más personas como ustedes, tal vez no en la misma situación de que tienen a sus hijos muertos,
sino que está desaparecidos años… hay… mire acá [mientras muestra fotografías de desaparecidos] muchachitas y
muchachitos desaparecidos. Y las mamás como no saben a dónde acudir, con quién acudir, a dónde pedir consejo, a
dónde llevar sus documentos, se han quedado calladas. Por eso ustedes se pueden formar en una directiva, y esa
directiva va a trabajar con las personas que necesitan, porque ustedes ya están valientes, ya pueden trabajar y formar
un comité y ya con este comité ustedes trabajan. “Ah que necesito que me ayuden a repatriar…”, ustedes se van a la
Cancillería, acompañan a la persona a la cancillería y a hacer el trámite para repatriar cadáveres, o “que se desapareció
uno”, entonces vamos a levantar el expediente para que cuando se hacen las caravanas… [Édita Maldonado, 27-4-14].

Desde un lugar muy distinto al de los psicólogos, lejos de la formación profesional pero cerca de la experiencia
de la pérdida, casi dando por sentado el raport natural que emerge entre quienes han sido víctimas del mismo
dolor, Édita iniciaba sin rodeos: “ustedes ya saben lo que pasó, están fuertes y valientes” y es “con ese
consuelo” que les “aconseja” que “luchen por las demás personas” que han perdido a algún familiar. La lógica
es prístina: haber vivido la pérdida y haber encontrado consuelo eran las condiciones para pasar del lugar de
dolor al lugar de voluntad, de la victimización a la lucha, del duelo a la organización.

Intuitivamente Édita ponía en primer plano al desaparecido, lo hacía emerger mediante su fotografía y lo
presentaba como protagonista del proceso de búsqueda, es su imagen la que va por delante, y luego ellas
“levantando pistas”. Poniendo el énfasis en los proceso de búsqueda pero sobre todo en los resultados que

307Se les explicó sobre cómo abrir un expediente, cómo tomar los primeros datos, los documentos que se debían solicitar a los
familiares, sobre el seguimiento que se debía hacer de los casos, sobre los procesos de gestión a nivel nacional e internacional para la
realización de las caravanas, entre otros.
416
estos arrojan, en los casos exitosos en que “han aparecido”, justificaba un protocolo de documentación que
además de darle lugar al desaparecido, de permitir su registro, su existencia como forma de representación en
la memoria colectiva del comité, de darle un lugar que de otra forma no existiría más que en el recuerdo de
una madre “callada”, Édita justificaba sin más la “lucha” a la que estaban invitando al grupo.

Al finalizar el taller, el grupo se encontraba motivado e incluso, en algunos casos, sonriente. Se evidenciaba que la
idea de formar un comité como el COFAMIPRO había calado en la voluntad de varias de las personas presentes.
Memo manifestaba que “lo que ustedes han hecho con nosotros, nosotros lo vamos a hacer con otros; la semilla
que sembraron en nosotros, nosotros la vamos a sembrar también”. Días después me diría Édita recordando
emocionada el taller: “les hablé cómo se levanta un expediente, que tienen que formar una directiva (…)
entonces las compañeras dijeron –sí, nosotros vamos a hacer esto, ¡vamos a levantar expedientes! –, estaban tan
alegres… en la próxima visita ellas van a tener ya personas documentadas [Édita Maldonado, 12-5-14].

El siguiente encuentro fue en La Paz, en casa de doña Carmen Suárez [18-5-14]. Asistimos Rosa Nelly Santos y
Marcia Martínez, presidenta y vicepresidenta del COFAMIPRO, Tirza Flores, abogada del comité, los dos
psicólogos y yo. Allan inició recordando las pasadas actividades y destacando que “este ya es un grupo
consolidado, ahora si alguna se derrumba, que es posible, no se derrumba todo el grupo, más bien el grupo la va
a apoyar”. Desde el inicio del encuentro estaba claro el objetivo de la jornada: que el grupo se formalizara como
organización, bajo la forma de Comité de Familiares de Migrantes. Luego de las intervenciones de Allan y
Florencia el grupo se fue presentando una por una. Los tonos emotivos contrastaban con los de reuniones
anteriores, las familiares, aunque lacrimosas y tristes, elaboraban un discurso que estaba lejos de las palabras de
dolor.

De grupo de víctimas o organización política. Fotografía propia.

417
Doña Carmen y Leti, por ejemplo, hablaron con gran seguridad, casi sin llanto, en un tono más bien
reivindicativo sobre sus derechos como víctimas y sobre la ya cercana repatriación de sus familiares. Dedicaban
también muchas palabras de agradecimiento al COFAMIPRO, “ustedes son el cayado que dios ha puesto en
nuestro camino, son los ángeles que Jesús nos ha dado” decía fervorosa doña Carmen, y “como decía Nelly que
creció COFAMIPRO, les vamos a demostrar que así crecerá este grupo”, agregaba. Otras hacían incapié en
reconocer la evolución del grupo, “como decía Allan que si una se cae las otras nos van a ayudar”, decían
mientras se congratulaban entre todas por haber llegado hasta ese punto, “vamos a documentar casos”,
“tenemos que ayudar a otros que estén pasando lo que nosotros pasamos”, “hay que exigirle a los estados”.

Durante la reunión se suscitó una discusión interesante entre integrantes del grupo de familiares, que mostró
de manera muy clara el nivel de discurso colectivo que se había afianzado dentro del grupo. Desde el taller
anterior se había decidido que, en vista de la visita que había realizado el alcalde de Villa de San Antonio al
grupo, se le tomara la palabra al ejecutivo de la localidad y se visitara la alcaldía para concretar los apoyos que
el gobierno local podría aportar al grupo de familiares. En un punto de la reunión Allan tomó la palabra para
consultarles a las mujeres de Villa de San Antonio cómo les había ido en la reunión que tenían programada con
la corporación municipal y la alcaldía. La primera en referirse al tema fue doña Blanca, quien contó que las
recibió el vicealcalde y les dijo “que nos van a ayudar con los actos velatorios y la traída de los restos, nos
pidieron que pasemos por la oficina de la mujer cada una de las madres para ver en qué nos ayudan, se les
pidió apoyo en salud y educación”; cuando Allan le pregunta cómo se sintió representando al grupo, Blanca
contesta que se sintió “firme, tuve fuerzas, y me siento contenta porque nos dijeron que nos iban a ayudar”.
Pero después de Blanca tomó la palabra doña Hilda, quien externó una inquietud sobre la visita al municipio:

yo me sentí… a veces humillada, ustedes saben que cuando uno pide a otra gente se siente así… yo sé que Dios también
bendice por medio de otras personas… pero siempre da pena pedir, porque ¿qué van a decir? Ustedes saben que yo soy
proveedora de la municipalidad y que mi papá trabaja en la alcaldía (…) yo estoy involucrada… si no estuviera involucrada
no sentiría esa camisa de fuerza (…) usted sabe, los comentarios, y en un pueblito chiquito… [Hilda Gómez, 18-5-14].

La actitud de doña Hilda al narrar al grupo lo que había sentido durante la visita a la alcaldía era de evidente
incomodidad y pena. Pero la reacción del grupo fue contundente. La primera en tomar la palabra fue doña
Carmen, quien manifestó en tono severo, casi molesto, que no debía sentir vergüenza pues “todos tenemos
necesidades, todos necesitamos de todos, no tenga pena, son bendiciones de Dios, no son ellos los que están
haciendo el trámite, es el todopoderoso”. Memo reaccionó afirmando que “usted no está pidiendo para usted,
sino para sus hijos… a veces uno es mezquino hasta con uno mismo… es rechazar lo justo… yo sé que es
incómodo, asi así hacen [ademan de pereza de los funcionarios] cuando lo ven a uno –aquí viene aquel a pedir–
”.

La hija de doña Carmen su sumó a los demás diciendo que no debía “sentir vergüenza por el qué dirán del
pueblo, vea a los que están en la cúpula… Si se le da, acéptelo, que el señor bendice de cualquier manera, pero
bendice”. El respaldo del grupo a Hilda y sus intentos de reconfortarla y evitarle la vergüenza que le daba el “ir
a pedir” al gobierno local, era un claro indicador de un cambio en el discurso del colectivo, de la politización del
grupo que ahora veía sus demandas como justas, lo cual contrastaba con la perspectiva que tenían de sí
mismas al iniciar su proceso de contestación y exigencia ante el estado. El alcalde y demás funcionarios del
municipio eran ahora percibidos como una cara visible del estado hondureño, y ante esto no cabía la humillación
ni la vergüenza.

Nelly, presidenta del COFAMIPRO, se sumó al espaldarazo de las demás compañeras de Hilda y aprovechó
para dar muestra de un discurso aún más politizado y dirigido: “que no le tiemble la mano para decir –
queremos esto–”, decía enfática y agregaba que incluso existían recursos estatales específicos para casos
418
como estos (el FOSOMI, Fondo Solidario para los Migrantes), “si usted piensa –es que me van a señalar– no
piense eso, piense en sus niños, nuestros migrantes son héroes anónimos, ¿quiénes mantienen el país? ¡las
remesas!”. Las palabras de Nelly venían a sintetizar algunos de los contenidos centrales del emergente
discurso colectivo del grupo en torno a las víctimas y a sí mismas. Como vimos en el acápite anterior, la
figuración idealizada de las víctimas era uno de los elementos comunes en los relatos individuales que las
familiares elaboraban desde sus propios recuerdos y representaciones, y era ahora trasladada al discurso
colectivo que el grupo proyectaba antes las inquietudes de Hilda. No hay lugar para la pena, nuestros
migrantes son víctimas y héroes. En algún punto de la institucionalización del discurso colectivo, quedaban
implícitas las representaciones más específicas en torno a las personas concretas, y emergían enunciados de
carácter más bien abstracto que ponían a circular figuras más generales como las de “migrante” y “víctima”.

Llegó finalmente el momento de la fundación de la organización. Durante el tiempo que había pasado desde el
anterior encuentro, el grupo se había estado reuniendo por su propia cuenta y en conjunto habían definido cómo
quedaría integrada la junta directiva del nuevo comité, así como el nombre del mismo. Como presidenta se eligió
a Leti Santos, como vicepresidenta a Carmen Suárez, como secretaria se eligió a Hilda Gómez, como tesorera se
nombró a Irma Hernández, como fiscal Blanca Coto y como vocal a Memo Santos. El nombre de la organización
quedó como Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos del Centro de Honduras, COFAMICENH. Luego de
que todos celebraran los acuerdos, Leti tomó la palabra,

Esto de presidenta, vicepresidenta, secretaria… no quiere decir que la carga solo va a ser para la directiva, sino que para el
grupo en sí, para que nos apoyen a tomar decisiones, que nos apoyen también para corregir cosas, porque ninguno de los
que estamos acá somos perfectos, y este comité se ha organizado no solo para un bien común, sino que como dijo la
compañera, para seguir buscando, para no quedarnos ahí, igual, les doy las gracias porque me tomaron en consideración,
y acepto porque sé que voy a tener el apoyo de todo el grupo, gracias [Leti Santos, 18-5-14].

“¡Que hoy mismo nos juramenten!”, decía celebrativa una de las señoras desde su asiento, “¡claro!”, replicaba
otra, “¡para eso vino la presidenta del COFAMIPRO!”, decía refiriéndose a Rosa Nelly.

419
Momento de juramentación de la junta directiva del COFAMICENH. Fotografía propia.

La juramentación fue breve, sobre una biblia Nelly hizo jurar a la junta que contribuirán a los procesos de búsqueda
y a la defensa de los derechos de las personas migrantes y sus familias, a lo cual todas respondieron “¡sí!”. Memo,
evidentemente emocionado, anunciaba que “la alcaldesa me ofreció un espacio para la oficina de la organización y
nos invitó a una reunión con todos los alcaldes del departamento para darla a conocer”. Algunos días después
[Diario de campo, 17-6-14], en una reunión en la que no participaron ni integrantes de la junta del COFAMIPRO ni
los psicólogos Janet y Allan, varias de las integrantes de la recientemente constituida junta directiva del
COFAMICENH junto a otras miembros de la asamblea del comité discutían sobre las metas que veían a futuro para la
organización, determinando que debían girar en torno a: 1. buscar asideros legales para casos específicos de
migrantes detenidos, secuestrados, desaparecidos y mutilados; 2. dar acompañamiento a otros familiares que
vivan una situación semejante a la que ellos han vivido; 3. capacitarse para dar asesoría a víctimas.

Dos años después de su conformación y ya habiendo logrado la repatriación de sus familiares asesinados en
Cadereyta el COFAMICENH participa de manera regular en actividades nacionales e internacionales sobre la
problemática migratoria y la desaparición, así como en las caravanas anuales de búsqueda organizadas por los
comités centroamericanos de familiares de migrantes y el Movimiento Migrante Mesoamericano, y cuenta con
cerca de cincuenta casos de migrantes desaparecidos documentados gracias a visitas a comunidades de la zona
central del país realizadas por integrantes de la junta.

En el comité, gracias a dios, habemos un buen grupo de personas con muchas ganas de echarle, con mucho deseo de
ayudar a las demás personas que están en la misma situación que nosotros, personas que ni nos damos cuenta, pero
que está viviendo esta situación, sin esperanza alguna. ¡Pero que la esperanza ya llegó! porque ahora somos una

420
organización que ya estamos organizados, y con muchas ganas de servirle a la gente, con muchas ganas de trabajar, de
servirle a toda la gente que sea necesario [Carmen Suárez, 18-6-14].

De la afinidad en el dolor a una organización que está echando pasos ahora, y cabe mencionar que nosotros no nos
organizamos porque esto nació del dolor sino que las necesidades, las ideas y de COFAMIPRO también de otra gente
de sensibilidad humana, de Verdad y Justicia, y de otras personas que nos han colaborado para darnos cuenta de la
necesidad que la sociedad hondureña y nosotros los paceños tenemos que afrontar y creo que la organización es
indispensable para empezar a hacer luchas contra sistemas que nos oprimen porque el sistema que se nos viene
implantando desde mucho tiempo y ahora con más arraigo en la sociedad hondureña nos está deteriorando nos está
llevando al fracaso, a la migración (…) Nuestras metas en el futuro son tener estamentos legales que protejan a las
familias de los migrantes que perecen como lo hicieron nuestros familiares, de la familia de los mutilados que están
en Honduras y de la familia de los mutilados que están en México, porque hay muchos mutilados hondureños en
México, hay presos en México, hay desaparecidos por el corredor de la migración. [Entonces] nosotros vamos
buscando que tengan un asidero legal pero no el que solo está inscrito sino el que luche y pida que se le reivindiquen
esos derechos (…) Este mal ojalá que con nosotros terminara, pero yo estoy seguro que no va ser con nosotros el
termino, más y más gente por las necesidades va seguir, entonces necesitamos que el estado tenga un personero y
que nosotros seamos los vigilantes de que se cumplan esos derechos (...) Nosotros, si encontramos solidaridad en
otras organizaciones, no podemos ser árbol que no dé frutos, si nosotros pedimos cultivar y que nos apoyaran
entonces nosotros vamos a retribuir esa solidaridad que hemos tenido, yo creo que como organización vamos a
responder a las necesidades de personas que sufran de ese problema (...) Nosotros, si bien es cierto que no somos
psicólogos, yo creo que alguien que sufra lesiones, captura, detenciones, extravío de sus familiares, yo creo que
nosotros podemos ayudar en decirles –señores hay un lugar donde los vamos a ayudar– podemos guiarlos por el
camino que sea menos escabroso y menos enredado, los vamos a llevar por el camino recto donde tengan respuesta
más rápido, porque nosotros después de 27 meses no hemos tenido respuesta de repatriar a nuestros familiares.
[Memo Santos, 20-6-14]

5.3.3 Producir la repatriación: incidencia, organización y la circulación de los restos

…ya han pasado más de dos años… veinticinco meses cumplieron ahora el trece, ya tienen veinticinco meses de la tragedia, y hace
dos años que vino la prensa aquí, los medios de comunicación. [Ahora] la gente de La Paz se alegró mucho porque se dieron cuenta
que ya… ya van a venir. Pero no ha sido por la poca voluntad de los… la… la consular pues [Ivón Bonilla]. Cuando vino el presidente de
allá de México aquí a Comayagua entonces lograron los del grupo entregarles los documentos… y fue México el que dio el
comunicado de la tragedia y aquí fue que lo engavetaron, no le dieron a la publicidad nada, y ella, la directora consular, dijo que no
se diera nada de información de esto.

Doña María Guadalupe, madre de una de las víctimas, 15-6-14

Creo que le hemos dado un golpe a un sistema que de repente se mira como poco, pero cuando a uno quieren postergarlo o quieren
que uno se muera en el olvido y no lo logran, yo creo que es una gran ganancia, cuando uno no se muere en el olvido es un buen
golpe, es un buen comienzo, yo creo que nacimos campeones y la lucha va para adelante (…) Dicen que esto es un estado de derecho
pero ¿a dónde están los derechos?, nosotros tenemos que cultivarlos, garantizar los derechos, y que sepan que la voz de Luís no va a
morir, porque aquí está la mía.
Memo Santos, hermano de una de las víctimas, 18-5-14

La masacre de Cadereyta ocurre en mayo del 2012. En junio de 2013, luego de un año de incomunicación con sus
hijos, esposos y hermanos, en medio de especulaciones, rumores y presagios, varios de los familiares de las
víctimas se realizan tomas de ADN con el EAAF. El involucramiento del Equipo se da gracias a gestiones del
COFAMIPRO, pues de las pruebas realizadas por el gobierno hondureño en coordinación con el mexicano, solo
una de las víctimas había sido positivamente identificada. En diciembre de 2013, con los resultados de las pruebas
421
realizadas por el EAAF, las familias son notificadas. Para ese momento los restos de los cuerpos de sus hijos,
esposos y hermanos yacían enterrados en una fosa común en Nuevo León; aunque ya sabían que eran ellos,
faltaba traerlos de regreso. Será hasta principios de 2014 que empiecen a ser exhumados para nuevas pruebas de
ADN que generarán más notificaciones entre junio y julio, y para su eventual repatriación. Se trata de un largo y
arduo proceso en el que las familias, acompañadas de algunas organizaciones, tuvieron que tomar en sus manos
la tarea de producir la identidad de las víctimas, y posteriormente producir su movilidad, su retorno.

Cuando a uno se le muere alguna persona pues ¡vaya! se le murió algo… ya lo enterró y todo, pero nosotros desde que
nos dimos cuenta de esa tragedia hemos estado con esa espera, ese dolor (…) al principio nos decían “los traen en
marzo, los traen en abril, los traen en mayo” y así nos tenían (…) Es una angustia y es un dolor que yo creo que hasta
que ya los traigan vamos a sentirnos más… será más tranquilos o no sé… no es que el dolor se va a quitar, que ya lo
enterramos y ya, yo creo que eso siempre va a quedar… Yo le digo al señor que me de fuerzas, que así como me las ha
dado que me las siga dando, porque ya, ya, ya no queremos esperar más [Carla Flores, madre de una de las víctimas,
19-6-14].

Pero no se trató de una espera pasiva, sin el trabajo realizado por los familiares, sin su organización y sus
acciones de incidencia, las identidades de sus hijos, hermanos y esposos hubieran quedado ocultas bajo los
resultados equívocos de pruebas mal realizadas, o sus cuerpos, aun siendo identificados, hubieran quedado
enterrados en la fosa común de un país extranjero. Al recordar el proceso que va desde la incomunicación
hasta la inminencia de la repatriación308, muchos de los familiares se referían a este como una largo camino de
trámites y gestiones, un proceso de interlocución y contestación a un estado del que conocieron sus caras más
frías e inoperantes, y al que tuvieron que “poner a trabajar” con sus exigencias y demandas. Orbitando en
torno al deseo de enterrar a sus familiares habían un convenio bilateral de exhumación, una adenda de
repatriación309, la firma de un procurador, e incluso la identificación pendiente de algunas de las víctimas.

En este acápite se presentan las acciones por medio de las cuales el grupo de familiares de las víctimas
consiguió la identificación y luego la repatriación de los restos. En un proceso que implicó tanto el desafío de
organizarse internamente para acordar y realizar las acciones de presión e incidencia, como bregar ante el
estado hondureño y el estado mexicano en un tedioso recorrido administrativo, jurídico y político que las
colocó ante forenses, diplomáticos, políticos, abogados y burócratas, lo que empezó como un grupo de
familiares de víctimas, como un colectivo formado casi intuitivamente en reacción al dolor, fue
reconfigurándose poco a poco hasta cristalizar en una organización civil cada vez más consciente de las
condiciones en que se habían producido los hechos, y cada vez más anuente a sostener un proceso orgánico de
contestación frente al estado en nombre de las víctimas de la violencia criminal y la negligencia
gubernamental.

En este camino de autoproducción política (Gallardo Martínez 2006, 2013 y 2015), el proceso organizativo y las
acciones y estrategias de incidencia definidas por el grupo de familiares en conjunto con el “equipo técnico”
del COFAMIPRO estaban movidas, en un primer momento, por la idea del retorno de los restos de sus
familiares. De lo que se trataba era de producir un complejo movimiento espacial y simbólico, el traslado de los
restos pero también su reconversión. Había que asegurar y agilizar que los restos pasaran de una fosa común
en Nuevo León a las listas de exhumación de las autoridades, un traslado en el cual pasaban de residuos a
trámite burocrático.

308
En junio de 2014 se les confirma que los restos de sus familiares llegarán a suelo hondureño a mediados del mes siguiente.
309
La adenda era para que se incluyera en los protocolos de exhumación y repatriación de cadáveres los casos de San Fernando y
Cadereyta.
422
Posteriormente, había que lograr que transitaran hasta los laboratorios del Equipo Argentino de Antropología
Forense, de nuevo bajo la forma de restos, para ser reconvertidos en ADN y poder realizar las pruebas de
contraste con los perfiles de los familiares. Luego el ADN tendría que circular como información, atravesando
de nuevo canales burocráticos, protocolos, instancias consulares y peritajes forenses, para ser transformados
ahora en identidades, información de nombres con rostro que bajo la forma de “notificación” debían llegar
hasta los oídos ansiosos de sus familiares. Finalmente, confirmadas las identidades y notificadas las familias,
paralelo a los proceso de duelo y resiliencia, iniciaba la producción de último movimiento: el traslado de los
restos hasta Honduras, la última etapa de un proceso de circulación (y transformación) del cuerpo que inició
con su salida a México y concluiría con el entierro de sus restos. Como ha señalado la familiar de una de las
víctimas de desaparición durante la guerra sucia en México, cuyo testimonio fue recuperado por
Mastrogiovanni,

Es la búsqueda de vida- me dijo –es eso, es vida aunque encuentres restos, porque lo que encuentras de todos modos
es la vida. Aunque ya el corazón no lata, pero es tu vida, y mientras te nieguen esa posibilidad de encontrarla… te
niegan la posibilidad de vivir.” (Mastrogiovanni 2015, 153, énfasis propio)

O en palabras de la hermana de uno de los migrantes asesinados en Cadereyta,

Hay comentarios feos que todavía la gente le hace a uno, a mi me dijeron el otro día –¿y para qué traer los huesos?–
Pero el problema no son los huesos, el problema es el sentimiento de uno, pueden traer solo un pelo de Ernesto y yo
podré decir “ahí está” [Reyna Suárez, hermana de una de las víctimas, 15-6-14]

Como ha señalado Scheper-Hughes, “[e]l cuerpo herido a menudo se convierte en una plantilla de la memoria
individual y colectiva, tanto en un mapa y un estatuto moral”310 (Scheper-Hughes 1998, 121). En este caso el
cuerpo-residuo es vehículo de la persona, y donde sea que se encuentren sus residuos, la persona “ahí está”311.
Existe una función y un sentido de los huesos y los restos de las víctimas de la masacre entre sus familiares,
aunque para nuestro caso, a diferencia del análisis de Scheper-Hughes, es más que la burocratización,
normalización y rutinización del reconocimiento, el remordimiento y el perdón, dado que el estado no acepta
responsabilidades y más bien utiliza la imagen del dolor de las familias y el hecho de la comisión del crimen en
su contra, como capital político para destacar mediante la institucionalización-apropiación de dicha imagen.

Solo en un segundo momento, cuando el retorno es ya inminente y el grupo de familiares siente que ha
alcanzado su objetivo, es que se plantean un nuevo derrotero más allá de producir: mantener su proceso de
organización pero ahora para ayudar a otras personas como ellas, para empezar a documentar casos de
desaparecidos o fallecidos en su tránsito por el territorio migrante. Es decir, autoconstituirse como actor social
y político más allá del trayecto que dibujó la circulación de sus familiares desde su salida hasta su retorno;
iniciar un trayecto propio, no ya en función de su calidad víctimas sino de su emergencia como agentes, cuyo
sentido sería documentar y poner a circular la identidad de otros ausentes, de otros desaparecidos, de otros
mutilados. Este proceso, no obstante, quedará para un análisis posterior.

Primero narraré los hechos de una intervención que hizo el grupo de familiares durante la visita del presidente
mexicano Enrique Peña Nieto a la ciudad de Comayagua, en el centro de Honduras. Luego de enterarse de que
el mandatario mexicano estaría en suelo hondureño, los familiares decidieron redactar una carta en la que
exponían sus inquietudes ante las dificultades que habían tenido para que se les dieran las notificaciones

310The wounded body often becomes a template of individual and collective memory, both a map and a moral charter.
311Como ha señalado muy atinadamente Mbembe en relación a la masacre de Ruanda como expresión de las situaciones de
operaciones militares en contextos de movilidad global, “lo que llama la atención es la tensión entre la petrificación de los huesos y su
extraña frialdad por una parte, y su terca voluntad por significar algo, por la otra (Mbembe 2003, 35).
423
oficiales sobre los resultados de las pruebas de ADN para la identificación de los cuerpos encontrados en
Cadereyta, algunos de los cuales aún para ese momento no se habían identificado, y ante lo que consideraban
una desproporcionada lentitud en el proceso de repatriación de los mismos. Fue una acción importante dentro
del grupo que marcó un momento muy significativo en su proceso de politización (Gallardo Martínez 2013) y
búsqueda de reconocimiento (Honneth 1997). Veremos cómo las esperanzas del grupo estaban puestas en la
idea de interpelar directamente al presidente mexicano, lo cual no solo creían plausible, sino además suficiente
para que el retorno de los restos de sus familiares se concretara.

En segundo lugar, describiré algunos momentos del proceso organizativo por medio del cual el grupo tomó las
decisiones y definió las estrategias para presionar al estado hondureño, específicamente a la cancillería, con el
objetivo de que esta instancia agilizara a su vez el proceso de repatriación. Veremos las tensiones y conflictos
internos generados a causa de la complicada interlocución con el estado y sus posturas ambiguas, cuando no
negligentes, así como la ruta ardua y revictimizante que tuvieron que seguir los familiares para alcanzar sus
objetivos. Asimismo, la reconstrucción de este proceso nos permitirá dar una mirada a una cara muy específica
del estado hondureño, de sus lógicas de operación y de representación de las víctimas, de los circuitos
burocráticos que hay detrás de muchos procesos de repatriación de migrantes fallecidos en el exterior;
veremos cómo se vive y se experimenta al estado desde los espacios locales, familiares e íntimos en torno a un
proceso de producción de víctimas y de discurso en torno a estas.

Carta al presidente312. Fue durante una asamblea ordinaria del COFAMIPRO celebrada a finales de marzo del
2014 que me enteré del acompañamiento que se estaba dando a los familiares de las víctimas de la masacre de
Cadereyta, cuando integrantes de la junta directiva nos informaron que ante la visita de Peña Nieto
programada para el 2 de abril, varias de las madres, esposas y hermanas de las víctimas se habían organizado
para “ir a interpelar al presidente” y que ellas las iban a acompañar [Diario de campo, 29-3-14]. Unos días
después [31-3-14], platicando con Marcia Martínez (vicepresidenta del Comité) sobre la violencia en México,
me habría de mostrar los videos en que se ve a los soldados zetas colocando los torsos de las víctimas de la
masacre en medio de la carretera federal a Cadereyta, y me contaría algunos detalles del proceso que habían
iniciado las familiares. “Cuando apareció el video no se sabía que eran migrantes”, fue tiempo después con las
investigaciones forenses y sobre todo con el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense que se
empezó a tener resultados, “el problema ahora no es la identificación, se identificó que 10 de los masacrados
son hondureños, el problema es con la repatriación”. Según Marcia, esta sería la principal solicitud de las
familiares durante la visita de Peña Nieto a Comayagua, “ya sólo falta una firma para que se haga la
repatriación”.

El COFAMIPRO, aprovechando la oportunidad, había elaborado también un petitorio dirigido a Peña Nieto, en
el que se hacían varias solicitudes: 1. Crear un cuerpo especializado de búsqueda de migrantes desaparecidos
en México; 2.Crear instancias de apoyo a familiares de migrantes desaparecidos en México; 3. Plena garantía
de los DD.HH. de los miles de migrantes que transitan por México en su camino hacia EE.UU.; 4. Inmediata
repatriación de los restos de los hondureños asesinados en Cadereyta [Diario de campo, 29-3-14]. El Comité
venía acompañando a las familiares con atención psicosocial, asesoría legal y política, y apoyo emocional poco
tiempo después de que ocurrió la masacre, cuando empezaron a circular rumores de que entre los masacrados
había migrantes hondureños. El encuentro entre los presidentes era percibido por el COFAMIPRO como una

312 Toda la información es tomada del diario de campo del día 2-4-14.
424
buena oportunidad para hacer incidencia con el fin de lograr el retorno de los cuerpos, así como para estrechar
el vínculo entre el Comité y el grupo.

A las seis de la mañana del 2 de abril llegué a las instalaciones de Radio Progreso, de donde habíamos acordado
salir hacia Comayagua en un coche facilitado por la Radio, por lo que este fue el punto designado de salida. Al
poco tiempo llegaba Marcia Martínez, Édita Maldonado (secretaria de la organización) y Juan Carlos, un joven
de unos 22 años de buen humor y mirada atenta, el periodista designado por la radio para cubrir la visita de
Peña Nieto y elaborar la nota. Adentro nos esperaban el “padre Chelo”, jesuita y director de la radio, para
saludarnos, lanzar un par de bromas sobre Peña Nieto y desearnos suerte, y Anselmo, chofer de la radio,
mecánico y “arregla-todo”, serio y mal encarado. Alrededor de las 6:25 salimos de la radio rumbo al sur.

De camino “Juanca” nos comenta que durante el día estaría realizando enlaces en directo con la transmisión de la
radio para dar cobertura de la visita de Peña Nieto, y que justo en unos minutos haría el primer enlace por lo que
le consulta a las compañeras del comité si quisieran dar declaraciones sobre el evento, especialmente sus
opiniones y expectativas. Marcia lee parte del petitorio que esperaban hacerle llegar al mandatario mexicano de
parte del comité y proporciona información sobre las madres de los masacrados en Cadereyta y los objetivos que
buscaban asistiendo al encuentro de los presidentes. De manera reveladora, justo después del enlace la radio
anunciaba a las familias de tres migrantes no localizados que se comunicaran cuanto antes pues se tenía
información sobre sus familiares. Marcia y Édita nos cuentan que la información les llegó esa semana de
cancillería, era sobre la muerte de tres migrantes cuyos cuerpos habían sido encontrados por autoridades
mexicanas y estadounidenses; “una es la hija de don Ernesto” (5.2.2), decía Marcia seria; desaparecida desde
febrero de ese año y había muerto en el desierto de Houston luego de ser abandonada por su coyote.

El hecho de que justo después de las declaraciones de Marcia sobre las acciones de los familiares para traer
de regreso los restos de sus hijos asesinados, se solicitara a otros familiares de migrantes que se acercaran a
la radio para darles información sobre sus hijos no localizados, era muy significativo. En un instante la
circulación de información y cuerpos asociada al territorio migrante se mostraba clarísima: familiares
realizando acciones para presionar a los gobiernos a que repatriaran a sus hijos fallecidos en el exterior, e
instancias de gobierno divulgado información sobre migrantes fallecidos en el exterior y solicitando a sus
familiares que se acercaran para agilizar el proceso de repatriación; muestra de un ciclo incesante de
fallecimientos, movilidad de cuerpos, trámites administrativos y acciones civiles.

Alrededor de las 9am arribamos a Comayagua. La ciudad está ubicada en el centro del país en el Valle del
mismo nombre, fue la primera capital de Honduras desde su independencia en 1821 hasta 1880, cuando fue
trasladada a Tegucigalpa. Sus calles angostas y empedradas contrastan con el paisaje de otras ciudades
hondureñas, más bien sucias y desordenadas, con mayor hacinamiento y caos vial. Comayagua tiene rasgos
típicos de una ciudad colonial con perfil turístico: estructuras antiguas conservadas, rasgos arquitectónicos
coloniales homogéneos y destacados, ausencia de cables eléctricos, acabados en parques y calles y una
catedral de mediano tamaño que es una de las principales atracciones del lugar, y que fue justo frente a la cual
se haría el acto público durante la visita de Peña Nieto. Ingresamos por un desvío de la CA5 que entra por el
costado noroeste de la ciudad y que lleva al centro luego de un desvío hacia el norte. Nos estacionamos justo a
un costado de la plaza central (zócalo), entre la catedral y la Casa de Cultura, a tan solo una cuadra de la “Caxa

425
Real”, edificio colonial donde se reunirían los mandatarios luego del acto público en la plaza para firmar la
“Declaración de Comayagua”313.

Al llegar Marcia llama por teléfono a Hilda Gómez, esposa de una de los víctimas de Cadereyta y originaria de
La Paz, quien nos estaba esperando en el parque. Al encontrarse se saludan efusivas, con fuertes abrazos y ojos
llorosos. Hilda nos comenta que desde temprano el equipo de seguridad había empezado a hacerse presente:
tanto la policía municipal como la policía militar y el “servicio secreto” mexicano y hondureño, “los de
guayaberas blancas y anteojos de sol” nos decía en voz baja. En el parque habían levantado un cerco alrededor
de un arco que se preservaba desde la época colonial, donde estaba programado que se den los discursos de
los mandatarios y el alcalde, y se hiciera la entrega de las llaves de la ciudad a Peña Nieto. A un costado de la
plaza, una buseta para unas 35 personas estaba estacionada con la puerta abierta y veía entrar y salir a los
agentes de las guayaberas blancas, a los que veríamos durante todo el día caminando por el centro de la
ciudad.

Militarización de la ciudad par la visita de EPN. Fotografía propia. Cerco en el parque central. Fotografía propia.

Caminamos un poco hasta llegar frente a la “Caxa Real”. Una gran puerta de madera se abría escasamente para
dejar entrar y salir a los agentes, militares, policías, miembros del cuerpo diplomático de ambos países y algunos
periodistas; la bordeaban muros de ladrillo cuya antigüedad se presumía en un rótulo justo al lado de la puerta
(1741). Según informaron la puerta permanecería cerrada al público y solo podrían ingresar “personas
autorizadas”; en ese momento empieza a desencadenarse una voraz multitud de periodistas que reclamaban a
los porteros su derecho a ingresar; parecía claro que los familiares no estarían entre “las personas autorizadas”.
Nos movemos de nuevo a la plaza, donde las otras madres y familiares habían empezado a llegar. De nuevo una
escena de abrazos y algunas lágrimas, en total 11 personas: 2 de COFAMIPRO, 3 mujeres de Villa San Antonio y 5
de La Paz, además de un señor hermano de una de las víctimas, también de La Paz. El grupo se reúne para planear
su estrategia y esperar. Condicionadas por la cantidad de límites impuestos, tanto en el parque como en torno a
la Caxa Real, no queda más estrategia que la de intentar interpelar a alguno de los mandatarios durante sus
propios traslados. Las expectativas de que quizás ese mismo día podía quedar resuelta su espera crecían
conforme transcurría la mañana.

El grupo decide aprovechar el tiempo para tratar de hablar con el cónsul de México en Honduras y dar
declaraciones a los medios, pues la llegada del presidente mexicano se había reprogramado para las 2pm. En la

313Ver: http://www.elheraldo.hn/pais/698778-214/declaraci%C3%B3n-de-comayagua; http://www.hondudiario.com/?q=node/7999;


http://tv.milenio.com/politica/mexico-honduras-firman-declaracion-comayagua_3_273602678.html. Es importante notar que en el
contenido de la declaración está prácticamente ausente el tema migratorio.
426
calle frente a la Caxa Real eran cada vez más los periodistas y curiosos; el paso de coches había sido imposibilitado
de facto por la aglomeración, y las cámaras y grabadoras empezaban a encenderse y registrar. La primera figura
pública en salir a dar declaraciones fue el Ing. Manuel Cartagena, vicealcalde de Comayagua. De baja estatura,
con barba estilo candado, pelo negro abundante y una camisa celeste a cuadros, el vicealcalde habló del “país
hermano de México”, del “bienestar de ambos pueblos”, del “desarrollo” y el “progreso nacional”; no mencionó
ni un acuerdo específico, ni una política concreta en relación al tema migratorio. Al finalizar las declaraciones y
luego de que terminara de ser entrevistado por algunos periodistas, Juanca lo aborda con el objetivo de
entrevistarlo para la radio, le pregunta por los resultados que en materia migratoria esperaban tener durante la
jornada:

Todo el país espera de que haya mayor respeto a los derechos humanos, que haya un trato especial… sé que hay
muchos avances en eso pero tratamos nosotros de que podamos canalizar mejores esfuerzos cuando se presentan
problemas con nuestra gente, y toda la gente que transita en México. Esperamos que este sea un momento de muchas
bendiciones para el país, eso es lo que espera nuestra gente [Ing. Manuel Cartagena, vicealcalde de la ciudad de
Comayagua, 2-4-14].

Las señoras logran llamar su atención y entregarle sus cartas y petitorias, lo cual no les genera mayor alegría pues
estaban seguras de que la misiva terminaría “en una gaveta”; era evidente las pocas expectativas que tenían de
las autoridades hondureñas. En algún punto de la mañana, entre las declaraciones del vicealcalde y los intentos
de las madres de hacer llegar sus cartas a las autoridades, los periodistas empiezan a notar que este grupo de
señoras son familiares de migrantes hondureños y que traen demandas, con lo que la atención se centra sobre
ellas. Conceden varias entrevistas rápidas a reporteros de televisión.

Somos afectados de la masacre que pasó en 2012, el trece de mayo. Estamos aquí reclamando nuestros derechos que
se nos han truncado, los derechos humanos. No hemos sentido el apoyo de nuestro país, estamos aquí pidiéndole la
ayuda al presidente de México ya que se encuentra en nuestro país, para que pueda él acceder a esa firma que falta
para que puedan realizarse las exhumaciones de los cadáveres. Estamos aquí ocho familias afectadas, casi dos años de
estar en esta búsqueda, ya hemos tenido resultados, hemos tenido pláticas con el cónsul, el Lic. Gloria, que representa
a México aquí en Honduras, que nos ha manifestado que el gobierno de México está en ayudarnos, pero igual no
hemos visto ayuda de ninguno de los gobiernos. [Se le pregunta por la firma que falta] Es la firma del procurador donde
se encuentran los cadáveres, es la firma para la exhumación y ya poderlos repatriar a nuestro país [Declaraciones de
hermana de una de las víctimas de la masacre de Cadereyta, Diario de campo, 2-4-14].

En las declaraciones, igual que durante los procesos internos en los que el grupo de familiares determinó estas
estrategias, se hacía explícita la diferencia que percibían entre el apoyo del gobierno hondureño y el mexicano; al
primero se le señalaba de negligente, del que “no hemos sentido apoyo”, mientras que al segundo se le
presentaba más dispuesto, incluso se mencionaban algunos apoyos puntuales que se habían tenido, pero se
buscaba mayor recepción y reconocimiento de sus peticiones. En este sentido, el discurso de confrontación a las
autoridades estatales era diferenciado, mientras que al propio gobierno se le señalaba y atacaba, al gobierno
extranjero se le exigía pero también se le reconocían acciones específicas, sobre todo en la figura del Lic. Gloria
Martínez. La situación de obtener menor reconocimiento del gobierno propio que de uno extranjero generaba un
clima de indignación en el grupo que estaba en la base de su contestación al estado hondureño. Era sobre la base
de estos antecedentes que se le pedía entonces al mandatario mexicano, esperando obtener de él un apoyo
definitivo, el último acto de voluntad para concretar la repatriación de los restos, el cual tomaba la forma de una
firma.

Nos encontramos esperando la venida del presidente de México, enrique Peña Nieto, para lo cual es de nosotros un
placer recibirlo en este país. Al mismo tiempo, los familiares de los desaparecidos nos encontramos en la ciudad de
Comayagua para pedirle por su digno medio, que nos ayude a la repatriación de nuestros seres queridos, que el
interponga su buena voluntad para que de esta forma se firme el adedum que tanto necesitamos para incorporar a

427
Tamaulipas y Nuevo Leóan al convenio para exhumar los cadáveres y de esta forma traer a nuestros seres queridos a
nuestra tierra. Hay muchas familias aquí con dolor, sufriendo la pérdida de seres queridos, y esperamos que esta nota
sea escuchada por el presidente de México [Declaraciones de la esposa de una de las víctimas, diario de campo, 2-4-
14].

Nos presentamos para hacerle una petición de una firma de un adendum para que ellos puedan ser repatriados [el
reportero le pregunta si ya tienen certeza sobre la muerte de sus familiares] Sí, ellos están muertos. La cancillería de
Méixco ha sido portavoz de esta trágica noticia, y es a traves de ellos que nos hemos dado cuenta, ahora solo nos falta
que los cuerpos sean enterrados aquí en este país, pedimos al presidente ¿verdad? que nos ayude, porque todas las
madres que estamos aquí ese es el objetivo, para que estos cuerpos sean regresados [Declaraciones de la madre de una
de las víctimas, diario de campo, 2-4-14].

El “adendum” al que se referían los familiares era una ampliación de convenios de exhumación y repatriación
entre algunos estados mexicanos y Honduras pero que para ese momento no incluían Nuevo León ni Tamaulipas;
el esfuerzo de las familiares iba dirigido a producir desde la distancia, aprovechando la cercanía momentánea de
Peña Nieto, una firma oficial. En la percepción de los familiares, la “buena voluntad” del presidente sería
suficiente para que la firma del “adendum” se realizara, y esto activaría el proceso de repatriación. En sus
declaraciones, las familiares ponían énfasis en el retorno de los cuerpos como su objetivo último, lo que las movía
a estar ahí ese día era “que los cuerpos sean enterrados aquí en este país”. La repatriación se percibía como el
último momento del proceso, el desenlace de una ruta de solicitudes, exhumaciones, pruebas forenses y
notificaciones que habían circulado entre las familias y diferentes instancias oficiales, mexicanas y hondureñas.
Con este objetivo, las madres apelaban a la autoridad del presidente mexicano pero no solo en su calidad de
mandatario, sino también de padre. Lo colocaban en el lugar del dolor con el objetivo de que esto catalizara su
(“buena”) voluntad.

[En llanto] Al señor presidente Peña Nieto, decirle que él es padre y que tenga en consideración el dolor que embarga
nuestro corazón como padres, como madres, y que nos ayude a repatriar estos cuerpos a nuestra tierra Honduras [ante
una pregunta de la reportera sobre la muerte del hijo] Eso fue en el 2012, los decapitaron, los mutilaron… esos cuerpos
no vienen enteros, esos cuerpos solo vienen unas partes ¡pero queremos esas partes! [Declaraciones de la madre de
una de las víctimas, diario de campo, 2-4-14].

En relación al manejo mediático y la construcción del discurso noticioso era evidente que el perfil que interesaba
a los reporteros era el “dolor de los familiares”, la figura de las “madres” y el tono violento de la muerte de las
víctimas; “este es el llanto de estas madres por sus hijos, que se fueron buscando el sueño americano que se
convierte en pesadilla” decía la reportera del canal 6 al concluir su entrevista al grupo. Ellas por su parte, asumían
su lugar de madres y lo explicitaban, así como también destacaban el sufrimiento por la ausencia de los cuerpos
de sus hijos. Surgía una especie de complicidad performativa entre reporteros y familiares que giraba en torno a
las figuras de madre, muerte, violencia, duelo y ritual, y que tenía como objetivo, al menos de parte del grupo de
familiares, poner a circular una representación muy específica de las “víctimas” y de ellas como familiares. En este
sentido, el grupo elaboraba un discurso mediático desde su lugar de dolor, pero con sentido estratégico, con el
objetivo de incidir de forma tal que se produjeran los eventos necesarios para concretar la repatriación de los
cuerpos.

Por parte de los reporteros, se elaboraba un discurso esencialista e incluso amarillista, que aprovechaba los
llantos espontáneos de las madres para reificar una imagen del “drama migrante” y ponerlo a circular bajo la
representación noticiosa, lo cual era, finalmente, lo que buscaba el grupo. En grupo, con las muros coloniales a
sus espaldas, las madres se abrazaban y lloran mientras alguna de ellas le narraba a la cámara sobre “el dolor
de una madre”, sobre “perder a un ser querido”, sobre su deseo de que “los gobiernos hagan algo”. Sola, la
periodista, miraba asintiendo a la cámara y luego del llanto colectivo, de las palabras quebradas y de cerrar con
frases grandilocuentes, bajó de la acera a la calle y le sonrió al camarógrafo como guiñándole un ojo, dejando a
428
la madres llorosas a sus espaldas que quedaron consolándose entre ellas. La ambigüedad del sentido de estos
actos es patente: aunque las señoras destacan la importancia de dar su mensaje, de difundir sus exigencias, la
puesta en escena que viene asociada a las declaraciones en cámara y las entrevistas en vivo deja en ellas una
estela de sufrimiento que no se disipa fácilmente.

Grupo de familiares dando declaraciones frente a la Caxa Real. Fotografía propia.

Alrededor de las 11:15am se abrieron las puertas de la Caxa, y una comitiva empezaba a salir en lo que parecía
una primera conferencia de prensa. Dos mujeres captaron la atención de las cámaras: se trataba de Mireya
Agüero de Corrales, canciller designada del gobierno de Honduras, y Vanessa Rubio Márquez, Subsecretaria
para América Latina y el Caribe de la cancillería mexicana. En una breve intervención que no escuchó
preguntas, ambas funcionarias destacaron el valor del vínculo entre ambos países, la importancia de temas
como el comercio, el turismo, la seguridad, el combate al narcotráfico y los derechos de los migrantes. Luego,
se volvieron a internar detrás de la gran puerta de madera. La búsqueda de la proximidad y el encuentro por
parte del grupo de familiares contrastaba con la distancia del protocolo y la fronteridad del cerco impuesto por
las autoridades en el desarrollo de toda la visita oficial.

Pero en este caso la oportunidad fue aprovechada por las señoras que lograron sortear el cerco, ir más allá
del límite impuesto por los cuerpos de seguridad y los protocolos oficiales. Habiendo reconocido entre la
comitiva que salió para la efímera conferencia de prensa al Lic. José Antonio Gloria Martínez, jefe de la
sección consular y agregado diplomático en San Pedro Sula con quien ya antes habían tenido tratos, varias
de ellas empezaron a llamarlo a viva voz hasta que el funcionario no tuvo más opción que atenderlas. Fue
él con quien finalmente pudieron hablar, apresurado tomó las cartas dirigidas a Peña Nieto y prometió
entregárselas personalmente, además les aseguró que “ya pronto estará listo el proceso de repatriación
(…) les hablo de la próxima semana”.
429
Pero Memo, el hermano de una de las víctimas y único hombre
del grupo de familiares de ese día, no se guardó una
intervención menos conciliadora: “la embajada mexicana
siempre nos ha apoyado, nos han tratado bien, pero los
funcionarios hondureños no, ellos no merecen representar al
pueblo, y nosotros nos quejamos mucho de ellos, ahora usted
nos recibe esta carta, y nos está apoyando, pero esperamos
que siga así, si no tampoco vamos a dudar en quejarnos de
usted”; el funcionario sonrió y reiteró su apoyo asegurando que
pronto se resolvería el tema.

Luego del encuentro con Gloria Martínez, el grupo estaba a


todas luces motivado, los familiares se veían alegres por la
interlocución que habían tenido con el funcionario y celebraban
el hecho como un éxito. Las señoras se abrazaban pronunciando
frases como “ya valió la pena”, “él se lo va a hacer llegar”, “la
gente de aquí [Honduras] no hace nada, la carta le tiene que
llegar a Peña Nieto”. El encuentro fue tomado como un canal
directo con el presidente mexicano, y por lo tanto como el
cumplimiento de sus objetivos para la jornada. A pesar de la
Entrega de la carta al rep. mexicano de Asuntos Consulares. informalidad con que fueron recibidos y atendidos por el
Fotografía propia.
funcionario, para el grupo se trató de un encuentro oficial y
directo con el estado.

Durante el almuerzo las lágrimas de antes habían sido remplazadas por amplias sonrisas y palabras celebratorias,
el valor del acto realizado era altísimo. Todas coincidían en que la carta estaría pronto por llegar a manos de Peña
Nieto, probablemente ese mismo día, y que esto haría que él mismo se encargara de presionar para que la firma
que tanto esperaban se imprimiera sobre la adenda, lo que a su vez activaría el proceso de repatriación. Con la
entrega de la carta habían logrado iniciar un movimiento que ya no habría de detenerse sino tan solo con el
retorno de los cuerpos. Pero no todo era alegría, durante el almuerzo, poco a poco, empezó a surgir también la
indignación.

Luego de la celebración, las quejas de los funcionarios hondureños acapararon el tema de conversación: “la
directora consular, esa tal Ivonne Bonilla, ahí anda, ahí la vi, esa no se merece estar ahí, siempre nos está
evadiendo”, decía una de las señoras, “si, una vez hasta nos dijo que ya había dejado una nota para que el
próximo gobierno se encargue del caso”, decía otra; “Ivonne llegó incluso a amenazar a sus trabajadores de que si
daban información del caso perderían sus trabajos”. En contraste, destacaban el trabajo del consulado mexicano,
que fue la instancia que les entregó el reporte sobre la identificación de los restos de sus familiares, y con quienes
han mantenido un canal de comunicación a través de todo el proceso de repatriación; además de COFAMI,
comentan, los de cancillería “son de los que más nos han apoyado”, “al señor se le mira el entusiasmo de
querernos ayudar”.

Por otra parte, los agradecimientos al acompañamiento del COFAMIPRO no se hicieron esperar. Todas
coincidían en que el apoyo del Comité había sido constante, “incondicional”, “una bendición”. Las
representaban como una fuerza que las había ayudado a continuar este proceso del que ahora veían, casi a la
mano, su conclusión. De ellas habían obtenido asesoría durante la ruta tramitológica ante la cancillería

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hondureña y el consulado mexicano, gracias a su guía en relación a los recursos legales y administrativos,
habían logrado sortear muchas de las fronteras que se les habían impuesto en una primera instancia: obtener
interlocución en México luego de que se les cerraran las puertas en su propio gobierno, lograr la identificación
de los cuerpos mediante el EAAF luego de que las pruebas de los gobiernos mexicano y hondureño no había
arrojado ningún resultado positivo, alcanzar el reconocimiento de las autoridades de su propio país mediante
recursos de apoyo y reparación, y ahora lograr la interlocución con Peña Nieto mediante la entrega de la carta.
Esto sin contar el apoyo emocional personal y la asistencia “psicosocial” con psicólogos profesionales. Era
evidente el vínculo de cariño que las unía con Marcia y Édita hacia quienes no faltaban las muestras de afecto y
las palabras de agradecimiento.

Luego del almuerzo nos fuimos en grupo directo a la plaza donde ya empezaba a verse algún movimiento:
agentes de la policía militar en parejas hacían perímetro de seguridad en cada esquina de la plaza, el cerco que
habíamos visto temprano alrededor del arco donde habrían de reunirse los mandatarios ya albergaba a varios
periodistas y un numeroso grupo de los agentes del “servicio secreto”, muchos de los cuales también se les
veía caminando por la plaza o hablando por los radio comunicadores; unas 150 personas distribuidas por el
zócalo mostraban que ya la curiosidad en torno al evento empezaba a convocar a las y los locales, que por el
momento miraban el cerco de lejos sin mostrar aún mucho interés por acercarse.

Militarización de la ciudad durante la visita de Peña Nieto Representaciones nacionalistas durante el evento

La escena era paradójica, el espacio público que se había escogido para el evento se encontraba cercado, las
actividades cotidianas de la plaza habían quedado por fuera de un nuevo lugar que había emergido en el
espacio, este sí securitizado, controlado, fronterizado. En el campanario de la catedral un francotirador
asomaba la cabeza mientras en el atrio niños y niñas de escuela con banderitas de Honduras y México eran
conducidos por sus maestros hasta el cordón de seguridad en el que habrían de esperar para recibir al
mandatario mexicano.

Algunos periodistas se ubicaban también entre la gente en la plaza y hacían breves entrevistas tipo “vox popul”
para conocer las opiniones de los “vecinos” sobre la visita de Peña Nieto. El clima era tranquilo y caliente pues
unos 33 grados y un sol implacable obligaban a la muchedumbre a refugiarse bajo las sombras de los árboles
de la plaza; vendedores de “agua helada”, nieves de sabores y refrescos calmaban un poco el bochorno. A las
12:30md ya se empezaba a rumorar que el presidente mexicano llegaría atrasado.

Dando las 2pm ya la plaza se empezaba a llenar de gente; unas 300 personas permanecían disgregadas, la
mayoría refugiándose del sol. El cerco alrededor del arco era testigo de una batalla entre los periodistas y entre
estos y los agentes de la policía militar que lo custodiaban; todos querían ingresar para irse ubicando en un
lugar apropiado para registrar el evento. Juanca ingresa a la batalla y luego de varias derrotas, casi una hora
431
después, lo vemos orgulloso dentro del cerco saludándonos con la cámara en alto. A eso de las 2:30pm unas
400 personas empiezan a juntarse alrededor del cerco y detrás de la plaza, en la calle al costado norte de la
catedral, por donde para ese momento era evidente que ingresarán los presidentes y sus delegaciones. El
movimiento de los agentes de seguridad empezaba a volverse caótico.

Un francotirador en el campanario. Fotografía propia.

Decidí separarme del grupo y ubicarme entre el extremo de la plaza que daba al final de la calle por donde
entrarían los presidentes (a unos 50 metros del arco) y la entrada al cerco donde se encontraban los
periodistas, y que a su vez servía como límite para separar a la masa de las delegaciones. Desde pude ser
testigo de la descoordinación entre los oficiales: agentes de la policía militar que impedían el paso a miembros
de la delegación de prensa mexicana, periodistas mexicanos indignados por el impedimento, periodistas
hondureños que se hacían pasar por prensa mexicana para ingresar al cerco, funcionarios diplomáticos que se

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quejaban con el encargado de seguridad de la policía militar hondureña porque el cerco en la calle de ingreso
estaba siendo penetrado, miembros del “servicio secreto” (las guayaberas blancas) que corrían de un lado a
otro con sus manos sobre las orejas tratando de escuchar alguna comunicación por radio, vecinos curiosos que
se aglomeraban estrujándose en masa contra el cerco.

La llegada de los mandatarios. Fotografía propia.

Alrededor de las 3pm llegaron por fin los presidentes. Ingresaron a paso lento por la calle, caminando un tramo
de unos 25 metros, en el que decidieron “romper protocolo” acercándose a varias vecinas y dejándose
fotografiar; la masa del parque levantaba cabezas tratando de ver a los mandatarios, “¡que guapos!”, se
escuchaban algunas señoras.

Discursos de los mandatarios y entrega de las llaves de la ciudad. Fotografías propias.

El primero en hablar fue el alcalde de la ciudad, Carlos Miranda, quien saludó al “excelentísimo presidente del
hermano país de México. Enrique Peña Nieto”, habló sobre la “ciudad colonial que fue la primera capital”,
sobre el “honor que significa su visita” e hizo entrega oficial de las llaves de la ciudad al mandatario. Peña Nieto
le siguió: saludó al “hospitalario pueblo” de esta “hermosa ciudad colonial”, reiteró los “lazos de hermandad
que unían a ambos países” y habló del “bienestar de sus pueblos”. Juan Orlando no intervino, en silencio
sonreía mientras los otros dos representantes daban discursos de no más de 5 minutos cada uno. Luego de un
apretón de manos entre los presidentes, los tres políticos desaparecieron súbitamente, su salida fue casi un

433
acto de magia, contrastando con la entrada “fuera de protocolo” de hacía a penas unos minutos. Todo el acto
no duró más de 20 minutos; al cabo de media hora ya la plaza había quedado despoblada.

Proceso organizativo e interlocución con el estado. En uno de los talleres de acompañamiento y atención
psicosocial brindado por el COFAMIPRO y su equipo de psicólogos a los familiares de las víctimas [27-4-14], se
abordó la acción realizada por el grupo durante la visita del presidente mexicano a Honduras en la ciudad de
Comayagua. Como vimos, esta iba dirigida a presionar, mediante una carta y declaraciones a medios de
comunicación, al presidente mexicano para que, en palabras de las familiares, “interpusiera sus buenos oficios
para agilizar la repatriación” de los restos de sus hijos, esposos y hermanos. Ya después de que habían pasado
algunas semanas desde la acción, durante el taller las valoraciones de los familiares sobre el impacto eran
variadas y hasta contrastantes.

Aunque primaba una sensación de éxito por haber logrado entregar la misiva y dirigirse al cónsul mexicano en
Honduras, varios de los familiares se encontraban ahora inconformes por la manera en que habían sido
atendidos, pues viéndolo en retrospectiva, hubieran esperado un trato más formal de parte de las autoridades.
En palabras de Memo Santos, “no nos gustó que nos atendió en la calle”. Lo que estaba en juego era la forma
en que el grupo de familiares percibía que eran tratados por el estado, relación que durante todo el proceso de
interlocución con diferentes instancias para producir la repatriación de los restos de sus familiares, había sido
distante, negligente y hasta humillante, razón por la cual el triunfo que saboreaban con la entrega de la misiva
no dejaba de tener un sabor agridulce.

Ante todo, estaba la claridad del objetivo y de los actores sobre los que debían incidir para logarlo. En un
período de casi tres años, el grupo había transitado desde un momento de anomia, incertidumbre y pesar ante
las notificaciones y la dilación del retorno de sus familiares, a la proyección estratégica de sus acciones
colectivas (Elster 1992, Bejarano 2002, Paramio 2005). En buena medida esto había sido posible gracias al
acompañamiento del COFAMIPRO y su equipo técnico, pero había sido asumido y apropiado por el grupo de
familiares, que para abril de 2014 ya había transitado desde un lugar de dolor común a un lugar de voluntad
común. El duelo y los sentimientos de pérdida seguían habitando sus emociones, pero estaban lejos del
ostracismo y la depresión de los primeros momentos; se encontraban, como decía la psicóloga Aureoles, “en
movimiento”.

Uno de los mayores obstáculos que el grupo de familiares tuvo que enfrentar durante todo el proceso de
producción del retorno de las víctimas, fue la negligencia y desatención por parte del estado. Partiendo de que
en su relación directa y cotidiana con los ciudadanos el estado se actualiza lejos de la forma monolítica y
coherente en que suele presentarse al nivel del discurso o imaginario político nacional (Mitchell 1991, Joseph y
Nugent (comps.) 2002, Nuijten 2003, Das y Poole 2004, Abrams, Gupta y Mitchell 2015), y que más bien se
presenta en micro relaciones con instancias, funcionarios, dependencias de poder, trámites y procedimientos,
es posible analizar la relación del grupo de familiares con el gobierno hondureño. Esta interlocución, que en
ocasiones tomó la forma de contestación y confrontación, puede ser entonces abordada a partir de las
gestiones que el grupo realizó con la instancia con la que tuvo mayor relación: la cancillería hondureña. Esta
fue la cara visible del estado para el grupo de familiares.

A nosotros no nos hacen una notificación oficial sino que todo empieza en el ambiente, pasaron las noticias por una
televisora internacional que hubo una masacre en Cadereyta y que ahí andaban unos posibles hondureños, luego por
ahí salió una foto de identidad de un paceño y así se iban relacionando las cosas, pero el gobierno se ve muy corto en
buscar información en México, y no hay una comunicación oficial [Memo Santos, 20-6-14].

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La primera forma en la que los familiares de las víctimas entran en relación con el estado hondureño es por
medio de su ausencia. Como señalaba indignada una de las madres, “del [gobierno] de aquí de Honduras, no
hemos tenido respuesta… no… ellos no… no nos han ayudado (…) si hubieran puesto de su parte quizas ya ha
tiempo no estuviéramos en esta zozobra (…) nosotros les hemos pedido, hemos ido y no han hecho nada” [Irma
Hernández, 19-6-14]. Según Memo Santos, hermano de uno de los asesinados, todo empieza “en el ambiente”,
los primeros rumores inician con las noticias de la masacre y continúan con las informaciones que van
circulando a partir de los incipientes y aún tímidos testimonios de dos de los tres sobrevivientes, que a las
pocas semanas de los eventos ya estaban de regreso en Honduras.

Fueron en los propios familiares en quienes recayó el trabajo de investigación, y la deducción de que sus
familiares podían estar entre los 49, “fuimos nosotros los que lo fuimos hilando” me decía Memo serio, a partir
de la incomunicación repentina y de los rumores e informaciones noticiosas. El grupo, aun disgregado,
simplemente vecinos que aunque se conocían de vista ahora se iban acercando conforme se enteraban que
estaban viviendo una situación semejante, empezaron a buscar al estado, individualmente o en parejas iban a
la cancillería a denunciar la incomunicación de sus familiares y sus sospechas de que podían estar entre las
víctimas de Cadereyta. Como narraba una de las madres, “cuando a mí me dijeron que fuera a la Cancillería…
yo no me quería hacer las pruebas, yo decía que no… que ellos no eran, pero allá un día me desesperé tanto
que le dije yo a Hilda “¿qué hacemos?, dígame usted qué hacer, yo lo que usted diga pues yo lo voy a hacer”.
Ambas, madre y nuera, se decidieron y fueron juntas a la cancillería, pero “miré que en la cancillería como que
no les importa, no nos dieron ninguna esperanza allí, solo dijeron –la doctora anda de viaje, si ella quiera se las
va a hacer [las pruebas de ADN], pero esto es largo–” [Carla Flores, 19-6-14].

El papel del rumor en este asunto fue central314. Los primeros impulsos a moverse y buscar más información
por parte de los familiares fueron provocados por rumores. Como ya indiqué, algunos de los que llegaron con
los rumores a las familias fueron justamente dos sobrevivientes de la masacre, aquellos familiares del coyote
del que se sospechaba que había entregado a los demás a los Zetas. Semanas después de los eventos en
Cadereyta ambos regresaron al pueblo, “apareció uno de los muchachos, y venía diciendo que los habían
matado (...) lloró ahí, pero ya después nadie decía nada, que era cierto ni nada (...) entonces ya nos pusimos
todas las madres de acuerdo y fuimos a poner la denuncia allá a Tegucigalpa [Irma Hernández, 19-6-14].

Incluso algunos parientes atribuyeron en su momento a estos rumores un estatuto de verdad mayor al que
podría haberles brindado el estado, del cual ya desconfiaban claramente. De parte de quienes ponían a circular
estos rumores entre las familias existía, al menos así lo recuerdan algunos, una intención de ayudar, de “sacar
de dudas” a quienes se veían evidentemente angustiados por la incertidumbre. Aunque no tuve oportunidad
de conversar con estas personas, según los testimonios de los familiares, ambos llegaron a visitar a algunas de
las madres a sus casas y entre lágrimas les dijeron lo que habían presenciado con el objetivo de que ya no
sufrieran por sus hijos; en este sentido, participaban de la producción social del duelo de los familiares (L.
Panizo 2011). Por otra parte, también habría que considerar el efecto purificador de la aparición del cuerpo y la
importancia, para quienes contribuyen a que dicho cuerpo “aparezca”, de participar de este efecto que podría
recaer igualmente sobre sus propios sentimientos de culpa.

Como nos recuerda Panizo, “El hecho de que el cuerpo del desaparecido sea encontrado, salga a la luz,
represente la muerte y pueda ser colocado donde le corresponde estar, puede implicar también un acto de

314 Sobre el papel del rumor en situaciones de dolor social y violencia cfr. Das 2008 y 2007, Rincón Vargas y Martínez Murillo 2013; sobre
el rol del rumor en el desencadenamiento de formas de violencia social y religiosa cfr. Strathern y Stewart 2008; más ampliamente
sobre el rol social y político del rumor cfr. Sally Engle 1997, Hagene 2010 (este último incluye una revisión de textos más clásicos sobre
el tema).
435
limpieza, pureza de la tortura, regreso a un orden anterior. En su análisis sobre las ideas primitivas acerca de la
contaminación, Mary Douglas (1973) señala la asociación entre la idea de suciedad y lo que está fuera de lugar,
y afirma que lo poco claro o contradictorio tiende a ser considerado como ritualmente sucio. Dado que los
cuerpos de los desaparecidos están o han estado durante muchos años fuera de lugar –por su carácter de
personas liminales, paradójicas, contradictorias, que son y no son al mismo tiempo–, el contexto remite a la
calidad de impureza” (L. Panizo 2011, 34-35).

Por otra parte, los circuitos o redes por las que se movilizaban estas informaciones eran incluso transnacionales
y daban cuenta de grados de coordinación y comunicación más eficientes que los que a todas luces tenía el
estado hondureño con respecto al mexicano.

Ya sabíamos por cuestiones de que ya se habían dado algunos datos escondidos, porque no fue que el gobierno
oficializo directamente sino que con algunas personas que estaban cerquita, que conocían o que tenían contactos allá
en México y que nos informaban que entre ellos estaba mi hermano Luís, Manuel, Jorge, Ernesto y todos los jóvenes
que perecieron ese día, y así fue como fuimos creyendo en las pocas personas creíbles. Una de esas personas que me
dijo “mira, sacá de dudas a tu mamá, que tu hermano está muerto pues”. A mí me ha llegado información extraoficial
para darles respuesta, porque el estado en sí no nos daba respuesta. O sea que nosotros supimos de primera mano
antes de que el estado de Honduras nos informara de esos hechos [Memo Santos, 20-6-14].

Leti empieza a comunicarse con casas del migrante en México y

la primera que me salió fue la Casa de Saltillo. Envié la información y que pasan quince días y no me contestan, vuelvo a
mandar un mensaje y de ahí ya me contestan. Me hicieron algunas preguntas y luego me dijeron que el caso lo tenían
en la fundación esa, Verdad y Justicia, y que me podía comunicar con Ana Lorena [Delgadillo], que le enviara un correo.
Le envié un correo (...) me dijo “bueno, luego te van a hablar para que te contactes con la persona que hace la
entrevista y ella nos va a informar todo”. Y ahí fue cuando hablaron con la abogada Tirza [abogada del COFAMIPRO] y
ya me llamaron para la entrevista. Yo le llevé fotografías de todos, cartillas de nacimiento, no sólo fui a hablar por Luís,
yo fui a hablar por todo mundo, y siempre anduve preguntando por todos ellos. Cuando hablé con Tirza ella estaba
conectada con un grupo de médicos forenses, entonces hicieron algunas preguntas y yo se las contesté a ella (…) ella
me dijo "esto va a tardar, va a tardar cierto tiempo". Pero la sentí muy sincera, cuando vine acá le dije a mi mamá, "sí
mamá, ella sabe y conoce el caso”. Después conocí a Ana Lorena, ella vino cuando nos dieron los resultados en diciembre
[Leti Santos Castillo, 15-6-14].

Aunque al principio las reacciones de la cancillería fueron prácticamente nulas, cuando el gobierno mexicano
dio informaciones de que efectivamente entre las víctimas había un hondureño y con las denuncias y visitas de
los familiares acumulándose, la dependencia finalmente empezó a buscar a los familiares para empezar a
realizar las tomas de muestras de ADN entre estos, con el fin de cotejarlas con las de los cuerpos. Sin embargo,
como ya vimos en el acápite anterior, de estas pruebas las familias no tuvieron más que un resultado positivo,
el de Rolando Suárez, sobrino de doña Blanca Coto. Como señalaba una de las madres durante una entrevista
que sostuvimos, “Al principio nos llamaron [de cancillería], nos hicieron el ADN, después decían que no sabían
nada, íbamos a Tegucigalpa, va viaje tras viaje, luego nos dijeron que no… que no eran ellos (…) después dijeron
que solo uno y los otros no [Irma Hernández, 19-6-14]. No fue sino hasta que se involucró el EAAF que
empezaron a darse resultados concretos sobre las identidades de varias de las víctimas, entre ellas los
familiares del grupo de La Paz; “ya después nos dijeron que sí, que ellos eran” [Irma Hernández, 19-6-14].

se nos informó de parte de la cancillería que había ese suceso y que había que facilitar pruebas de ADN, la medicina
forense vino a tomarle unos datos a mi papá y nunca tuvimos un resultado preciso de ellos, o sea que estos del
gobierno, de medicina legal o forense, del ministerio público, vinieron a tomarle pruebas que no sabemos para qué
fueron porque ni nos dieron informe, nada, y así fue quedando (…) entonces fue cuando los antropólogos argentinos
vinieron a recoger muestras de ADN para empezar a cotejar esos restos con los de nuestros familiares, así fue como
fueron dando… del gobierno de Honduras no, más que lo que hicieron los antropólogos forenses de Argentina [Memo
Santos, 20-6-14].

436
Desde el principio, según los testimonios de las familiares, la actitud de los funcionarios del estado fue de
indiferencia ante la masacre, como señalaría en varias ocasiones la hermana de una de las víctimas, “esta
masacre no es algo nuevo, el presidente lo sabe y nunca se ha pronunciado…” [Leti Santos, 18-5-14]; “ siempre
han habido casos de los inmigrantes muertos y nadie ha dicho nada [Hilda Gómez, 17-6-14]. Esta conciencia
incipiente sobre la negligencia e indiferencia estatal frente a la muerte de hondureños en el extranjero fue
poco a poco cimentando una actitud contestataria en el grupo que se iba perfilando como denuncia, exigencia
y la necesidad de “sentar precedentes”; es decir, de incidir políticamente.

Dos meses después de que las familias habían sido notificadas iniciaba el proceso de acompañamiento del
COFAMIPRO al grupo de familiares. Lo primero fue localizar los cuerpos, irónicamente después de las
notificaciones de que sus hijos y esposo sí estaban entre las víctimas, la localización de los cuerpos no estaba
clara, ni la cancillería hondureña ni el gobierno mexicano respondían a los familiares la pregunta de “¿dónde
están nuestros hijos?”

Primero, nos decían que estaba en la morgue judicial y después fue que nos dimos cuenta que los habían enterrado (…)
luego hubo que pedir permiso para la exhumación, por eso se han tardado tanto [María Guadalupe Castillo, madre de
Luís, 15-6-14]

En la cancillería [hondureña] siempre decían que estaban en la morgue, que no nos preocupáramos que ya los iban a
traer (…) Es muy duro que te digan que están en una fosa común y corriente [Leti Santos Castillo, 15-6-14].

La primera parte de la “lucha”, como llaman varios integrantes del grupo de familiares al proceso de incidencia
y presión para lograr la repatriación de sus parientes, fue que se localizaran los cuerpos, las análisis de ADN se
realizaron con base en las muestras que se habían tomado durante la investigación y el proceso forense, pero
luego la ubicación específica de los cuerpos no estaba clara. La segunda parte fue agilizar el proceso de
exhumación, y la tercera concretar la repatriación.

La participación de la abogada del COFAMIPRO en la asesoría para la definición de las formas de contestación
frente al estado fue central; con ella se redactaron cartas y oficios, se definieron demandas y se construyeron
estrategias de incidencia. Incluso una vez conformada la organización (ver acápite anterior) de las primeras
cosas que acordaron fue “mandarle una nota a Juan Orlando [Hernández, presidente de Honduras] con la firma
y el logo del comité, y pedirle una reunión lo más pronto posible” [Hilda Gómez, 18-5-14]. El posicionamiento
desde el cual el grupo se proyectaba para entrar el interlocución con el estado era cada vez más claro y politizado.

El hecho de que las principales ayudas y apoyos que tuvo el grupo de familiares vinieran “de fuera”, del consulado
mexicano y de la FJEDD, sumado la indignación ante la desatención de su propio gobierno y al acompañamiento
y asesoría del COFAMIPRO y su equipo técnico de psicólogos y abogada, creaban las condiciones para que en el
grupo se fuera dando un efecto de politización de su calidad de víctimas (Wieviorka 2003, Lefranc y Mathieu
2009, Chaumont 2010) que las reconfiguraba como actor social y sujeto político (Gallardo Martínez 2006). Es
en este contexto que empiezan a emerger las iniciativas de acción política (Tilly y Tarrow 2006) dirigidas a
producir la repatriación de los restos de sus familiares y, posteriormente, a exigir formas de reparación por
parte de los estados Mexicano y Hondureño. Esta situación guarda relación con lo que Panizo destaca como el
rol simbólico ritual del cuerpo como factor desencadenante de acción social; si a lo que se apunta es al retorno
de los cuerpos para su entierro ritual, podemos entonces abordarlos como “símbolo dominante” en tanto
medio pero el cumplimiento del ritual, pero sobre todo en tanto principio y valor de organización social (L.
Panizo 2011, 23).

437
Conforme transcurría el tiempo la relación del grupo de familiares con el estado hondureño se iba
especificando en torno a las gestiones realizadas y las diferentes trabas o dificultades burocráticas que como
colectivo, cada vez más integrado, tenían que ir sorteando. En su discurso de contestación las representaciones
sobre el estado se movían con gran soltura entre dos extremos: por un lado una imagen de gran estado
ausente, coherente e integrado pero indiferente, y por otro la imagen de un estado localizado, específico, cuyo
rostro era incluso el de sus funcionarios, específicamente los de la instancia con la que el grupo de familiares
más tuvo que lidiar: la cancillería; y dentro de esta una funcionaria en específico, la directora de asuntos
consulares. En palabras de Memo Santos, “a nosotros nos ha matado el tiempo y la indiferencia de un
personero del estado, eso nos ha matado a nosotros” [15-6-14].

Se trata de la Licda. Ivonne Bonilla, quien además de ser una alta funcionaria de la cancillería, era la ex esposa
del entonces presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández315. Por la naturaleza jurídica del caso, era su
dirección la encargada de atender a los familiares de las víctimas que serían repatriadas, le correspondía ser la
cara visible del estado frente a las demandas y necesidades del grupo. Sin embargo, las percepciones que tenía
el grupo de familiares sobre la funcionaria eran en extremo negativas, lo cual reforzaba la representación del
estado como un ente indiferente a su situación, “no crea Sergio, esto ha sido difícil, lo más difícil ha sido
encontrarse con gente mediocre y sin sensibilidad humana” [Leti Santos, 15-6-14]. La funcionaria podía incluso
llegar a ser asociada con representaciones sobre “la política” como práctica corrupta y guiada únicamente por
intereses: “a Ivonne solo le interesaba que ganara su [ex] esposo, no este caso316 [Leti Santos, 18-5-14].

Durante una de las reuniones del grupo de familiares con el equipo técnico del COFAMIPRO varias de las
integrantes, madres, hermanas y esposas de las víctimas, rendían un informe al resto del grupo sobre la más
reciente visita a la oficina de asuntos consulares de la cancillería hondureña en Tegucigalpa:

No encontramos a la famosísima directora consular Ivón Bonilla porque estaba de viaje, nos recibió Flavia [su asistente],
pero me da lástima porque estaba a la defensiva, nos dijo –ah, pero esta petición ya la hicimos…–, nosotras le
contestamos –sí, pero no ha habido respuesta– (…) Nos echaron el cuento que ya todos sabemos, que gestión por aquí
y gestión por allá, y nos dijo que no han dado respuesta porque ellos no tienen dinero para la repatriación (…) Yo le
cuestioné que lo que queremos es que nos responda pero por escrito (…) me sentí muy contenta por las compañeras
con las que fui, he ido antes sola y es muy difícil, pero ahora sentí fuerza [Leti Santos, 18-5-14]

Esta visita a la cancillería resultó muy significativa dentro del proceso de politización del grupo; además de que era la
primera vez que se presentaban ante la instancia como organización, y no ya solamente como grupo de familiares o
a nivel individual, fue una ocasión en la que su discurso fue claramente contestatario y reivindicativo de los que
consideraban como sus derechos. Mientras Hilda Gómez destacaba el papel de quienes habían ido en
representación del grupo “porque hablan por todas”, Marina Murcia celebraba que durante la visita “tuvimos que
exigir y poco a poco nos fueron atendiendo y dando respuesta”; incluso se ponía énfasis en el sentido colectivo con
el que se habían presentado frente a los funcionarios, el cual estuvo incluso por encima del interés individual:
“conmigo quiso quedar bien diciendo que ella estaba empecinada especialmente con mi caso, pero yo le reclamé
que aquí era con todas por igual (…) ellos no han hecho nada (…) ¿quiénes han hecho? ustedes y yo” [Carmen
Suárez, 18-5-14]. La animadversión hacia la funcionaria era tal que en algunos casos hasta se le comparaba con el
coyote que se había llevado a sus familiares, colocándola, al menos simbólicamente, en el mismo lugar de los
responsables de sus muertes: “esa Ivonne yo no la conozco y no la quiero conocer, la furia que tengo dentro se me

315Ver: http://criterio.hn/nepotismo-impera-en-gobierno-de-juan-hernandez/
316A principios de setiembre de 2015, poco más de un año después de que las repatriaciones de las víctimas de Cadereyta
finalmente se concretaran, luego de más de dos años de espera por parte de sus familias, la Licda. Bonilla fue nombrada por su
ex esposo como embajadora en Argentina, poco tiempo después de que Mauricio Macri fuera electo presidente del país. Al respecto
ver: http://tiempo.hn/ivonne-bonilla-la-nueva-embajadora-en-argentina/
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va a salir con ella, igual que el muchacho que los llevó, yo no lo conozco y es mejor así” [Hermana de Ernesto
Betancourt, 15-6-14].

Posterior a la vista el grupo llevó a cabo otro acto de contestación que tuvo grandes efectos en la relación con la
cancillería así como en la agilización del proceso de repatriación: se publicó en un periódico de circulación
nacional la nota que se le había presentado anteriormente a la Licda. Bonilla y se dieron declaraciones en uno de
los programas con mayor audiencia en televisión nacional. “Ese reportaje de la prensa fue un bombazo, ahí fue
que se despertaron los de la cancillería” [Marina Murcia, 17-6-14]; “es que tienen miedo que salga en las noticias
que ellos no han hecho nada” [Leti Santos, 17-6-14]. Esto muestra nuevamente el avance en el proceso de
politización del colectivo, específicamente en términos de la dimensión estratégica de sus acciones políticas,
siempre enfocadas en producir la repatriación de los cuerpos. Como vimos en el acápite anterior, en dicha misiva
el grupo solicitaba apoyos específicos de parte del gobierno de cara a la repatriación: que se cubrieran los gastos
del transporte de los cuerpos desde el aeropuerto hasta las comunidades, que se cubrieran los gastos del sepelio
y el entierro de los cuerpos, asistencia médica y psicológica para los familiares de las víctimas, trato digno y
respetuosos durante el evento de repatriación, y se mencionaba (aunque no se especificaba) lo relativo a posibles
formas de reparación.

A las 10:30am damos inicio a la reunión con siete personas presentes. Allan empieza preguntado cómo se han sentido,
específicamente con la incidencia que han logrado en medios de comunicación, pues en varios se ha mencionado los
casos (...) Doña Irma Hernández menciona que a ella le preguntan bastante en el pueblo y se ha sentido bien, “me
siento con más fuerza” dice refiriéndose tanto al apoyo que siente del grupo como a lo que han logrado en los medios
de comunicación, “hasta salió en HCH317”. Leti menciona que la cobertura de HCH fue “por la nota que le fuimos a dejar
a Ivón” (la que Allan leyó en la reunión anterior y que fue redactada por Tirsa); “sobre la información que salió en la
prensa, eso fue algo bueno, la gente está pendiente, nos preguntan, están alegres de que esto haya avanzado”. Allan le
pregunta si es cierto que la canciller las llamó, Leti le contesta que “sí, me llamó a mí, estaba furiosa, yo creo que si
hubiera estado al frente me hubiera pegado, por la declaraciones que se han dado y que salieron en la prensa,
irresponsable y negligente son las palabras que a ella le duelen” [Diario de campo, 15-6-14]

La proyección mediática del grupo provocó que finalmente la Licda. Bonilla contestara de manera formal
mediante una nota oficial de sus despacho318; “mire qué fue lo que pasó con esto de Ivonne… calladita, una
carta, otra nota, y ella calladita, pero tuvo que salir en las noticias para que ella nos respondiera [Leti Santos,
17-6-14]. Cuando la abogada Tirsa lanzó al grupo la pregunta de “¿cómo quieren que le contestemos?”, todas
estuvieron de acuerdo en el tono de su respuesta, “gracias por no hacer nada” decía la hija de doña Carmen,
“algo así como acusamos recibo pero no nos contesta nada en relación a los apoyos que pedimos, así que
vamos a otras instancias”, decía una de las madres. En razón de esto acordaron establecer contacto con otras
dependencias, específicamente la Procuraduría de DD.HH. y la Subsecretaría de DD.HH. con el fin de solicitar
oficios de cara a movilizar los apoyos que estaban pidiendo al estado [Diario de campo, 15-6-14]

Las relaciones concretas con la cancillería, y lo que esto generaba en términos de la forma en que el grupo
percibía y valoraba sus relaciones con el estado hondureño, eran tan tensas y conflictivas que incluso tuvieron
un impacto dentro del proceso organizativo y afectivo del grupo, generando clivajes tanto en las relaciones
personales como en las elaboraciones estratégicas del colectivo. Como ya mencioné, las visitas a la
dependencia se empezaron a realizar desde antes de que el grupo empezara a definirse como colectivo y
avanzara en su proceso organizativo. Individualmente o en parejas estuvieron mucho tiempo asistiendo a la
cancillería a tratar de obtener información sobre sus hijos. En este período las relaciones con las funcionarias,

317 Ver: http://hch.tv/


318 No pude tener acceso a la misiva, pero en términos generales se trataba de una reacción a las declaraciones en medios justificando
el accionar de su persona y su despacho, así como una enumeración de los oficios realizados de cara a la repatriación de los cuerpos.
439
tanto con la Licda. Bonilla como con su asistente, Flavia, eran de un carácter más personal y no tenía el tono
formal que luego adquirieron cuando iban todas en grupo y se presentaban como un mismo actor social.

Una de las integrantes del grupo llegó incluso a entablar una relación cercana con la asistente de la Licda. Bonilla,
Flavia, la cual perduró hasta tiempo después de que el grupo ya actuaba de manera coordinada. Pero cuando las
tensiones con la cancillería y sus funcionarias estaban al tope, la relación de esta persona con Flavia fue percibida
por algunas de las otras integrantes del grupo como un problema, una debilidad para el grupo e incluso, en
algunas ocasiones, como una traición. Fue así que surgieron conflictos internos y se pusieron en marcha
mecanismos de cohesión para reagrupar los vínculos hacia lo interno del colectivo más que hacia la dependencia
del gobierno.

Marina comenta que “Flavia dijo que ella quería estar el día de la repatriación porque hay una persona que para ella es
muy especial… ahí… ay… no, no, no, estamos recibiendo la ayuda de México, pero de aquí no”. En ese momento es
evidente la incomodidad de Blanca, pues desde hace varias semanas, con todas las visitas que han tenido que hacer a la
cancillería, se ha hecho amiga de Flavia. “La persona especial de Flavia soy yo”, dice Blanca y se hace un silencio,
“cuando a ustedes las llamaron para avisarles yo ya sabía, ella me ha estado informando, nos hemos hecho amigas, ella
llama lunes, jueves y viernes al consulado… ella sí ha andado detrás de esto…” La molestia entre varias personas se
hace evidente (…) Blanca empieza a llorar pues varias compañeras le recriminan su relación con Flavia y el hecho de que
estuviera ocultando información al grupo, pero Blanca replica dice que Flavia no está muy contenta con su jefa, que
incluso la ha amenazado con despedirla si se ocupa de nuestro caso (…) En un tono conciliador, Leti finalmente señala
que “es cierto, Ivonne las ha amenazado de que si comentan algo de Cadereyta las despide, siempre las trata con
desprecio” [Diario de campo, 18-5-14]

La revelación de la amistad de una de las integrantes del grupo con la secretaria de la Licda. Bonilla generó un
distanciamiento entre algunas personas, lo cual además redundaba en las relaciones comunitarias, pues unas
eran de La Paz y otras de la Villa, por lo que el clivaje se vio abonado por esta situación. Por otra parte, una de las
circunstancias que más despertó sospechas y tensiones entre el grupo a raíz de esta situación fue en torno a las
dinámicas de circulación de información en las relaciones con la cancillería. Desde que el grupo empezó a estimar la
dimensión estratégica de sus acciones, los flujos de información eran percibidos como un tema delicado y
prioritario, función en la que siempre colocaban en el centro a la abogada del COFAMIPRO, Tirsa, que operaba como
una especie de mediadora o traductora en las comunicaciones con el estado por medio de la elaboración de notas y
cartas.

En una ocasión Leti hizo la siguiente intervención, “es que se pone bien nerviosa [Ivonne] y a veces parece que
ni sabe de lo que estamos hablando, como que ni leyó la nota, me preguntó –¿verdad que ustedes no quieren
políticos en el entierro? – yo le dije que sí pueden ir, pero discursos de políticos es lo que no queremos (…) lo
que yo me preguntó es ¿cómo se enteró ella? [Leti Santos, 15-6-14]. Dos días después, en una reunión informal
en la que no se encontraba Blanca alguien preguntó cómo era posible que Ivón ya estuviera informada sobre la
constitución del comité, nadie respondió, pero algunas comentan en voz baja que podía haber sido Blanca
[Diario de campo, 17-6-14] No obstante, con el tiempo, sobre todo conforme se acercaba la fecha de la
repatriación, las tensiones bajaron y el grupo mantuvo su cohesión. De todas formas, esta situación permite
vislumbrar hasta qué punto las relaciones con los funcionarios del estado llegaron a impactar las dinámicas
internas de la organización, incluso a pesar de que las percepciones en torno este eran de ausencia e
indiferencia hacia las familiares.

Donde el grupo si hacía una valoración positiva era en términos de su relación con el estado mexicano, con el cual
entraron en contacto por medio del consulado de ese país en Honduras, y específicamente de uno de sus
funcionarios, el Jefe de la Sección Consular, Lic. José Antonio Gloria Martínez, con quien tenían una relación casi
desde los inicios del proceso de incidencia para la repatriación, y que fue a quien finalmente pudieron entregar la
440
carta dirigida a Peña Nieto durante la vista oficial en Comayagua, con lo cual las percepciones sobre el
funcionario, y por medio de esto sobre el estado mexicano, fueron aun más positivas. Estas surgían del hecho de
estimar que dicha dependencia había sido importante para echar a andar el proceso de repatriación, de verla como
un catalizador burocrático y en alguna medida como una máquina generadora de esperanza (Nuijten 2003), pero
surgían también de cuestiones más anodinas, más concretas y palpables, como el trato que recibían del consulado y
sus funcionarios.

El gobierno [hondureño] a saber si sabrá [de la masacre], yo creo que ni sabe… México sí, porque el cónsul muy amable
y todo. Pero ahí [en la cancillería] ni agua nos dan fíjese, cuando vamos ahí ni agua nos dan, y en la otra que -¿qué
quiere café?- que -¿qué quieren, agua?- y ya si nos estamos más nos dan comida, buena comida [Marina Murcia, 18-6-
14]

El jueves visitamos la cancillería y el consulado mexicano, ya los 8 cuerpos están reconocidos y listos, sólo son detalles
técnicos que faltan. Nos alegramos, sí nos atendió muy bien y nos dijo que él [licenciado Gloria] se encargó de que la
nota le llegara al presidente [Peña] y se comprometió a cubrir los gastos de repatriación… Le entregamos la segunda
nota que redactamos y también se comprometió a entregarla… el cónsul nos atendió muy bien y fue muy generoso, y
dice que le duele lo que pasa en su país [Leti Santos, 18-5-14].

Luego de regresar de México en donde había participado en una reunión con funcionarios de la PGR y el
comisionado de DD.HH, la abogada del COFAMIPRO, Tirsa, le confirmó al grupo que efectivamente el Lic. Gloria
Martínez había entregado la carta a Peña Nieto “pero no solo a la presidencia, sino también a la PGR, entonces
ellos están convocando a una reunión especial”. Igualmente informó que el funcionario, si bien no había
logrado que la comisión forense mexicana se comprometiera a una fecha exacta para la repatriación, sí había
logrado que se comprometiera a una fecha límite: la primera quincena de julio. “Entonces, está claro que el
gobierno de Honduras no tiene vergüenza, pero el de México tiene un poquito más de vergüenza”, agregó Tirsa
levantando aplausos celebratorios entre las familiares. Y las buenas noticias no terminaban ahí, la abogada
comentó que de la reunión había surgido el compromiso del comisionado de DD.HH. de programar un nuevo
encuentro con el fin de analizar las demandas de reparación que estaban planteando las familiares [18-5-14]. El
aprecio y la buena imagen del funcionario ante los familiares era evidente.

Sinceramente le agradezco al cónsul porque él actúo en forma personal, de enviar a todas las gentes del gobierno
mexicano, y por eso esa nota fue leída en una reunión que hubo de todas esas organizaciones, entonces le dieron más
seriedad, llamaron al representante del consulado, la máxima autoridad de Honduras en México, y entonces les
enseñaron esta nota y que qué era lo que estaba pasando realmente. Y déjeme decirle de que, yo –bueno, confiar sólo
en dios– pero las palabras que he escuchado de este señor de México han sido palabras también que yo creo que no
nos ha mentido. Y no se compromete, como le digo "¿hay una fecha?" —No tengo fecha, no me han informado, pero
en cualquier momento que a mí me informen, inmediatamente les comunico, de la forma que sea; yo les llamo, veo
cómo me comunico con ustedes —dice. [Leti Santos, 17-6-14]

Un mes después la abogada volvía a entregar buenas noticias a los familiares; les informó que, como habían
definido en una reunión previa, había remitido a la comisión forense mexicana una nota que contenía
solicitudes más concretas en relación al proceso de repatriación: 1. Que los restos llegaran al aeropuerto de
Palmerola, pues se encontraba más cerca de sus comunidades; 2. Que el traslado no se haga en camiones
militares, como había anunciado la cancillería hondureña; 3. Que no hubieran discursos políticos. Igualmente
les informó que ya se había definido un plazo para el retorno: entre el ocho y el quince de julio. “Ahorita
estamos centrados en acciones concretas sobre la repatriación y el entierro, pero eso no puede terminar ahí,
queremos que se inscriban en el registro nacional de víctimas [mexicano] para por ahí mover lo de la
reparación” [Tirsa Flores, 15-6-14].

441
Además de estas, el grupo hacía otras demandas al gobierno hondureño: que se hiciera justicia en México por la
masacre y que les mantuviera al tanto del avance en las investigaciones; que se hiciera un reconocimiento oficial
de su calidad de víctimas de la masacre; que el gobierno hondureño realizara las investigaciones pertinentes; que
se garantizara la no repetición de estos hechos; y que se le brindara atención médica y apoyo económico a los
familiares; que se les informara sobre el monto y las partidas del FOSOMI319, lo cual es muy bien recibido por el
grupo [Diario de campo, 18-5-14].

Pero a pesar de la imagen que el Lic. Gloria había logrado generar en el grupo así como la relación fluida entre
este y el consulado mexicano, estas representaciones positivas no terminaban de trasladarse del todo al estado
mexicano como tal, al cual se le seguía percibiendo como en parte responsable de lo que le había ocurrido a
sus familiares. Esto a su vez generaba una mala imagen de los gobiernos y de la política gubernamental más
ampliamente, una suerte de sentimiento de anti política que se encontraba muy arraigado en la desconfianza y
la sospecha en relación a los representantes, las autoridades públicas y los gobiernos.

Pues yo creo que el gobierno mexicano, tendría que… hacer tantas cosas. Pero a mí me parece que el gobierno
mexicano es igual al gobierno de Honduras, no les importa. Si no les importan sus mismos compatriotas, no les importa
los demás, de otros países (…) No sé… yo creo que no les importa los gobiernos, ningún gobierno les importa lo que la
demás gente pasa (…) Entonces uno tiene que ver la manera cómo sale adelante sin estar esperanzados en los
gobiernos (…) se imagina en México, hay tantos emigrantes también, los mismos mexicanos se sienten desprotegidos,
no digamos uno que es como arrimado a otro país” [Carla Flores, 19-6-14].

Es en este marco que deben entenderse las formas en que el grupo había definido que debía realizarse el acto de
recibimiento de los cuerpos. Teniendo como referente lo que había ocurrido durante la repatriación de los
cuerpos de los hondureño asesinados en la masacre de Los 72 en el 2010, cuando durante el evento de
recibimiento se dieron intervenciones de políticos y funcionarios de gobierno, el grupo de familiares, preclaro en
su inconformidad con los gobiernos y los políticos, tenía como premisa máxima para el evento de repatriación la
negativa rotunda a que se dieran “discursos políticos” o se hiciera “un show de políticos”, “[u]n ritual público
inventado y rutinario de remordimiento fingido y perdón forzado”320 (Scheper-Hughes 1998, 127). Incluso cuando
la secretaria de la Licda. Bonilla les externó que ella quería estar presente el día de la repatriación, y que ya le
había “pedido el día a su jefa”, la reacción del grupo fue desaprobatorio; realmente toda presencia
gubernamental era rechazada.

Yo creo que a nuestros gobernantes lo que más les gusta es hacer show, nosotros no queremos que con nuestros
familiares hagan un show, no queremos eso. Es más, al menos en mi forma de pensar, si ese día no se hiciera presente
nadie de ellos mejor, no los queremos, porque no nos han ayudado. Queremos nuestras familias, nuestras personas
que cada día nos preguntan, que están pendientes, esas son las que queremos ahí. Entonces de repente en esta
masacre ellos no pudieron sacar algo de ganancia para financiar algo… o llamar la atención políticamente, entonces por
eso no han estado, porque la masacre anterior sí pudieron hacerlo, hicieron gran evento, compraron no se cuanta
cantidad de grandes arreglos florales, lo más caro, eso no queremos, eso nosotros no lo queremos, queremos que
realmente se den cuenta lo que pasó… [algunas madres empiezan a llorar en silencio] Que se dignifique, porque ellos
no son cualquiera pues, son personas que valen demasiado, que se fueron por una lucha [Leti Santos, 19-6-14].

No queremos protocolos gubernamentales, no queremos tampoco política… lo que queremos es que los ritos fúnebres
sean con dignidad, porque ellos se lo merecen… y también queremos que ustedes estén presentes, las organizaciones…
porque sabemos que ustedes nos han dado la mano... Yo quiero que estemos más unidos que siempre, y lo que no me
gustaría es que se alargue más el proceso… Yo quiero el velorio que sea abierto, en comunidad, porque toda la
comunidad ha estado pendiente de estos cipotes, y esperando pues… más que todo a los que nos han apoyado, y lo

319 “Fondo Solidario para los Migrantes”, en 2015 llamado “Fondo de Solidaridad con el Migrante Hondureño”. Después del golpe de
estado de 2009 hubo denuncias de malversación y desvío de fondos, al respecto ver: http://www.laprensa.hn/migrantes/521508-
97/fonamih-no-hay-fondos-para-migrantes
320 “An invented and routinized public ritual of feigned remorse and forced forgivenes”.

442
que no quiero es al gobierno… Así como se han portado estas autoridades, que no nos han ayudado en nada, no
tenemos porque estarles dando las gracias a ellos…” [Diario de campo, 18-5-14].

El objetivo de dignificar la repatriación surgía también como una forma de contestación a un estado cuya
ausencia había marcado todo el proceso de producción de la repatriación, el cual había recaído casi
enteramente sobre el grupo y el consulado mexicano. Esta fue uno de los últimos esfuerzos organizativos del
grupo de cara al retorno de sus familiares; faltando menos de un mes para la repatriación, el tiempo de las
reuniones y discusiones del colectivo se iba en definir su estrategia para lograr una retorno digno. Algo que
molestó muchísimo a los familiares fue la sugerencia que hizo la cancillería hondureña de que el transporte de
los cuerpos se hiciera en camiones militares. Aunque los familiares efectivamente habían solicitado al gobierno
hondureño que facilitara la movilización de los cuerpos desde el aeropuerto, el hecho de que se hiciera en
estos vehículos fue tomado por el grupo como una ofensa. “¡En camiones del ejército! ¿será que van a traer
vacas?, ¿será que van a traer cerdos?... tuvimos que controlarnos para no hacerle un escándalo… [Carmen
Suárez, 18-5-14].

El tránsito desde el aeropuerto hasta las comunidades era simbolizado por el grupo como el último movimiento
de un trayecto que llevó a sus parientes desde su terruño hasta un país extranjero, y de ahí a la muerte. La
producción de su retorno había sido en si mismo un camino difícil y doloroso que ellas mismas habían tenido
que andar, y el hecho de que el esperado retorno se hiciera bajo el signo de las fuerzas armadas era tomado
casi como una grosería, “¿para qué ahora? Los hubieran custodiado cuando iban…” [Marcia Martínez, 18-5-14].
Otro aspecto que rechazaban rotundamente era la presencia de periodistas y reporteros, “no queremos ningún
tipo de medio de comunicación (…) ni queremos que nos pregunten cosas, porque vienen a remover el dolor, y
ya el dolor de nosotros ya está pasando, ya está pasando [Carmen Suárez, 18-6-14]; “no queremos que nos
entrevisten ahí, porque uno en esos momentos no está para eso [Irma Hernández, 19-6-14].

Durante un reunión informal en caso de Leti, varios de los familiares discutían sobre cómo creían que se iba a
dar el momento de recibimiento de los cuerpos, específicamente la entrega oficial por parte de los funcionarios
que venían de México. La incertidumbre en torno a lo que sería el último encuentro con el estado en todo el
largo proceso de producción de la repatriación, levantaba grandes ansiedades y revivía el dolor de las pérdidas.
Cuando Memo Santos empezó a especular sobre cómo creía que sería el momento de la entrega de los
féretros, una de las madres, Marina Murcia, empezó a llorar, de inmediato, casi al unísono, varias de las
presentes le dijeron en tono fuerte, “¡no!”, a lo que ella misma respondió enjugándose las lágrimas, “no, no, ya
no voy a llorar”. Era evidente que conforme se iba acercando la fecha de la repatriación los efectos
emocionales en las familiares se agudizaban, levantando el dolor y la angustia. Una madre se disculpaba por no
haber asistido a la reunión forma de dos días atrás pues “me subieron los nervios, mi hijo hasta tuvo que salir a
medianoche a comprarme los medicamentos de lo mal que estaba”. “Todas estamos igual”, respondían varias
mientras se frotaban nerviosas las manos [Diario de campo, 17-6-14].

El hecho de no saber cómo iba a ser exactamente el momento de recibir los cuerpos generaba gran ansiedad y
lanzaba a los familiares en especulaciones sobre los protocolos de entrega, se preguntaban si deberían firmar
más documentos oficiales, si podrían entrar todos hasta donde llegaban los cuerpos o si se iba a autorizar solo
el ingreso de algunos. Trataban de reconstruir colectivamente el momento para el que habían hecho tantos
esfuerzos pero sobre el que no habían nunca imaginado su forma. El choque de la enorme incertidumbre con el
inminente retorno de los restos daba cuenta del valor asignado al evento, al momento específico en que los
cuerpos, luego de la larga y complicada circulación que los llevó desde sus casas a la ruta migrante y de ahí a
los escenarios de la guerra en la frontera norte de México, a las fosas comunes de Nuevo León y a los
laboratorios forenses, regresaban por fin al lugar del que habían partido.
443
“de México viene alguien con asuntos de protocolo acá a entregar oficialmente acá a Honduras, ¿crees que te los van a
descargar y llevártelos?”; “De repente sí va a haber eso porque viene un avión del gobierno que va a entregar o de
repente sólo...”; “el agente de migración es el que lo pone a firmar ahí a uno los documentos y todo, pero puede ser
que pase diferente porque son varios”; “¿cómo va a ser la entrada en Palmerola?”; “Por medio de dos parientes por
cada uno de los parientes que vienen a recibir el cuerpo”; “lo que pasa es que en el aeropuerto de Toncontín es
diferente a la entrada”; “aquí posiblemente sean más los que lleguen”; “No, es que igual, usted puede llegar hasta
cierta parte del Palmerola pero igual en Tegucigalpa, donde lo recibe sólo dos personas tienen acceso”; “acuérdense
que aquí no hay una aduana que están viendo un montón de gente, es diferente a un aeropuerto internacional que
están esperando gente y si vamos 10 por familia, entonces se vuelve más tedioso para ellos”; “Pero yo pienso que no
vamos a entrar todos a un tiempo, yo pienso que van a llamar por nombre de cada persona”; “si vamos varios hasta
cierto punto, pero en el momento que entregan, lo entregan solo a dos personas, una que firma y una persona más”;
“Yo pienso que como van a venir todos en un mismo vuelo, que vayamos todas juntas”; “No, pues claro, vamos todas
juntas” [Diario de campo, 17-6-14]321.

321 Finalmente, el día 22 de julio del 2012 los cuerpos fueron repatriados, madres, esposas e hijos pudieron finalmente tener y llorar los
“restos” de sus seres queridos, enterrarlos y ponerles sus flores. Para algunas crónicas sobre el proceso de repatriación, ver:
http://www.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2014/repatria-mexico-honduras-cadaveres-11-migrantes-1025136.html;
http://www.elheraldo.hn/tag/731735-214/repatrian-11-catrachos-muertos-en-la-masacre-de-cadereyta;
http://www.noticiasmvs.com/#!/noticias/entregan-en-honduras-restos-de-11-victimas-de-la-masacre-de-san-fernando-782;
http://www.elheraldo.hn/pais/731735-214/repatrian-11-catrachos-muertos-en-la-masacre-de-cadereyta;
http://www.laprensa.hn/honduras/apertura/712865-98/hondure%C3%B1as-llevan-dos-a%C3%B1os-de-llanto-y-espera-por-sus-
familiares; http://www.laprensa.hn/migrantes/hondurenosenmexico/731638-98/llegan-cad%C3%A1veres-de-11-hondure%C3%B1os-
masacrados-en-m%C3%A9xico-en-2012; http://www.proceso.com.mx/373548/cadaveres-en-pos-de-identidad-2;
https://honduprensa.wordpress.com/2014/07/23/cancilleria-recibe-cuerpos-de-hondurenos-victimas-de-masacre-en-cadereyta/;
https://honduprensa.wordpress.com/tag/cadereyta/. Así la describió la periodista Marcela Turatti del colectivo “Periodistas de a pie”,
quien visitó en varias ocasiones a los familiares y publicó un reportaje largo sobre sus casos: “La mañana del 21 de julio de 2014 de la
cancillería hondureña llamaron de improviso a todas las familias para avisarles que los cuerpos estaban en el aeropuerto y que si no
iban por ellos los dejarían a la intemperie. Esa fue una de las últimas torturas. Las mujeres de La Paz sabían que las querían obligar a
posar con funcionarios que iban a colgarse la medalla de la repatriación y que tampoco tendrían la privacidad que querían para
reencontrarse con sus hijos, así que se aferraron al acuerdo verbal que habían hecho con las autoridades de recibir a sus familiares el 22
y con toda la dignidad que revestía el momento. El día indicado la prensa arremetió contra ellas en la morgue por no dejarse fotografiar
y las familias forcejearon durante horas para que los ataúdes no fueran trasportados en algo que parecía un camión de la basura. Fue
hasta la tarde cuando las carrozas fúnebres llegaron a la ciudad; las calles estaban rebosantes de paisanos, muchos lloraban”, en:
http://enelcamino.periodistasdeapie.org.mx/historia/masacre-de-cadereyta-cuando-el-dolor-es-impronunciable/
444
6. Conclusiones.
Mirados etnográfica y localmente, los procesos migratorios pierdan la linealidad y causalidad que muchas de las
explicaciones más frecuentes brindan sobre estos. La imagen de masas de población conducidas por el territorio
como parte del resultado de mecanismos estructurales de ajuste (capitalista, neoliberal, global) es solo una cara
de la moneda. Los ejércitos industriales de reserva siendo reingresados a circuitos de generación y acumulación
de valor por medio de la inserción en mercados laborales transnacionales, son más que autómatas movidos por
fuerzas externas de disposicionamiento. Son poblaciones cuya narrativa y subjetividad son fuente de despliegues
estratégicos que hacen del tránsito y la circulación por el territorio una compleja trama de movimientos que no
tienen nada de lineales ni de secuenciales. Las formas de movilidad que dibujan en el espacio la cartografía del
territorio migrante van y vienen, se detienen, avanzan, regresan, sortean, se albergan, incluso desaparecen.

Para circular el territorio migrante es preciso localizarlo; localizarse en las formas de espacialidad de las que se
compone, situarse en alguno de sus lugares… o en varios. Una metodología de etnografía multilocal de este
territorio debe pensar su objeto como un circuito de transmigración multisituado (Cordero Díaz y Figueroa
Ibarra 2011) y sus lugares de observación como umbrales cotidianos del traslape local global (Sassen,
Spatialities and temporalities of the Global: elements for a theorization 2000) cuyas formas de espacialidad son
siempre producidas (Lefebvre 1991), y por lo tanto siempre apropiadas (Giménez 2001), como parte del
enfrentamiento, a veces violento, entre fuerzas de agencia y resistencia (Deleuze y Guattari 2002) (Scott 1985) y
fuerzas de captura y disposicionamiento. Los lugares de los que se huye o se es expulsado, las fronteras que se
atraviesan, se evaden o en las que se es capturado, las casas en que se alberga y se refugia, las sombras y
rincones en que se extravía y se desaparece, son solo algunas de estas ventanas etnográficas que condensan en
su devenir cotidiano el peso de la estructura y la creatividad del actor.

De CA, hoy día, la gente se va y es expulsada. La narrativa y el momento de su fuerza322 constituyen una amplia
gama de factores, vectores y líneas de fuga: cierre del horizonte vital y ausencia de oportunidades, violencia
estatal y criminal y desestructuración del tejido social, reconstitución de la trama familiar, proyección de metas
y expectativas, agotamiento de la economía emocional… Complejos arreglos genéticos de movimientos que

322
Por “momento de fuerza” me refiero a la “magnitud resultante del producto del valor de una fuerza por su distancia a
un punto de referencia”; en: http://dle.rae.es/?id=Pbn1zcv
445
son más una emisión de particularidades (Deleuze 2014) que una lista científica y enumerable de causalidades.
Ciertamente la precariedad y la pobreza, sin duda la extorsión, la amenaza y el desempleo, por supuesto que el
despojo, el odio, la persecución y la guerra. Pero cada una de estas categorías es la reducción de trayectorias
disímiles en su especificidad y su sutileza. Irse, en CA, es tanto una opción como una tragedia. Para algunas
personas es un sueño y para otras una pesadilla. Pero su historia como práctica humana en la región, ya sea
una opción o un destino, ha hecho surgir un habitus generalizado que se ha instalado en el imaginario
(individual y familiar) y se incorporado como imperativo y como estrategia .

Las historias y testimonios que he presentado muestran situaciones diversas y complejas. En primer lugar, vemos
casos que muestran la operación de mecanismos de captura de mano de obra flexible y explotable (y muchas
veces forzada) por parte de organizaciones criminales que han experimentado una profunda reconfiguración
tanto interna como de sus vínculos con el estado, la población y otros actores delictivos, producto tanto de la
degradación del tejido social (política neoliberal) como de las mismas políticas diseñadas para combatirles (leyes
antimaras, militarización, políticas de excepción, etc.). Estos mecanismos han funcionado, entonces, como formas
de reingreso de mano de obra ociosa, lisiada, desempleada o subempleada a circuitos de generación y
acumulación de valor en el entramado de mercados laborales y estructuras productivas criminales, frente a las
cuales la migración aparece como una línea de fuga que emplean los individuos y las familias para evadir
mecanismos de reclutamiento y extorsión. Como dije antes, muchas de estas trayectorias muestran una realidad
que casi hace olvidar la época en que migrar era una opción entre otras para enfrentar los riesgos asociados a la
precariedad y la incertidumbre; hoy día son estrategias imperiosas. En este sentido, dado que migrar y huir no
son lo mismo, es preciso el empleo de una categoría más general como la de movilidad para dar cuenta de las
dinámicas de desterritorialización y reterritorialización (Haesbaert 2011) que decantan del choque de estas
fuerzas, y que además tienen efectos en diversas escalas que van desde lo global (crisis de refugiados) hasta lo
corporal (moldeamiento del cuerpo e intercambiabilidad somática bajo la forma mercancía).

En segundo lugar, vemos casos que muestran el constreñimiento que han generado las condiciones de
precariedad y despojo provocadas por procesos de acumulación por desposesión (Harvey 2004) propias del
capitalismo tardío (Harvey 1998) (tanto de la tierra como de la misma fuerza de trabajo, es decir, tanto para
obreros como para campesinos), el cual a su vez desencadena procesos de organización y resistencia (Scott
1985, Edelman y León 2013) con miras a la recuperación de las condiciones de vida (tierra y fuerza de trabajo)
y por lo tanto a la reterritorialización de comunidades y redes de parentesco por una parte, o que provoca
procesos migratorios que desestructuran el habitus campesino (Bourdieu 2004) y reubican a los actores en el
campo social y la estructura de clases (Bourdieu 2000, Jiménez 2010), pero que también funcionan como
estrategias de sobrevivencia y apropiación de nuevos territorios, por la otra. En ambos casos, la estrategia
migratoria, una vez que se ha iniciado el movimiento, conlleva tanto a la creación de horizontes de posibilidad
como la activación de nuevos mecanismos de captura para la generación y extracción de valor, los cuales he
conceptualizado como procesos de acumulación por disposición.

Entre la acumulación por desposesión y la acumulación por disposición existe una línea de continuidad
macabra que resumía muy bien uno de mis informantes con se frase preclara de “lo que pasa un migrante por
México no es muy diferente de lo que pasa uno aquí”. La diferencia, como vimos, son las potencialidades de
organización de campesinos y obreros frente a las de la población migrante323, y en relación a los primeros, la

323No intento decir que, en tanto migrantes, la población de trabajadores o campesinos “pierde” de alguna manera sus potencialidades
de organización; al contrario, el trabajo muestra las fuerzas de creatividad que surgen en el itinerario migratorio en torno a formas
colectivas de estrategización y agenciamiento que muchas veces contestan y enfrentan actores como el estado o el CO. Sin embargo, se
trata de potenciales de politización que se encuentran en ciernes y además en condiciones de frugalidad y transitividad que en sí
446
existencia de un habitus que implica formas de apropiación material y simbólica de la tierra que se
desestructuran en las trayectorias migratorias, aunque estas hacen surgir también nuevos esquemas de
organización y resistencia, y por lo tanto nuevas posibilidades de subjetivación (Deleuze 2015). En el caso que
vimos, frente a la fuerza de desterritorialización que opera detrás de estos movimientos, la familia Céspedes
Lobo construye estrategias diversas para reterritorializarse: mientras unos se quedan para defender la tierra,
otros se van para producir valor.

Es el arreglo complejo de esta serie de condicionantes el que produce la movilidad migratoria en su


momento/lugar de salida, una configuración dinámica de fuerzas de disposicionamiento y fuerzas de
agenciamiento que desencadenan procesos de captura-conducción y fuga-estrategización que marcan la
emergencia de un conjunto de experiencias espacio-temporales que para nuestro objeto de estudio he
denominado “salir del triángulo”, haciendo referencia a las coordenadas en las cuales se dejan los lares. Dichas
condicionante o fuerzas, como vimos, se dan en el marco de procesos de ajuste espacio temporal propias del
tardocapitalismo y asumen dos niveles distintos de intensidad: condiciones basales (precariedad, despojo y
desempleo) y condiciones disparadoras (violencia social y nuevas formas de criminalidad, la negligencia
estatal y políticas de seguridad). Encima, a diferencia de otros momentos históricos de movilidad masiva de
mano de obra entre países, en los actuales movimientos migratorios CA-EUA los polos desarrollados no
asumen ninguno de los costos de la producción de la migración (Portes y Böröccz 1998), y al contrario aplican
políticas securitarias que funcionan como dispositivos de administración de los flujos y moldeamiento de los
cuerpos.

Estos modelos de securitización no son solo ejecutados en la frontera México-EUA, sino que se han extendido
sobre el territorio migrante instalándose en sus primeras latitudes por medio de la creación y aplicación de
planes regionales de desarrollo y securitización como el ASPAN y el PAP, promovidos por las políticas
hemisféricas de EUA, y que funcionan como sistemas de intercambio internacional en los que se proporcionan
recursos (dinero, tecnología, equipo, especialización, etc.) a cambio de la implementación de medidas de
contención. Pero a pesar de su nivel regional, estas medidas tienen impacto y resonancia local (Wolf 1987,
Castells 1999, Sassen 2000, Tsing 2005), tanto en las comunidades expulsoras como, sobre todo, en las
primeras áreas fronterizas (Kearney 2009) del territorio migrante (frontera Honduras-Guatemala).

En relación a estas últimas, los efectos van desde acciones de integración aduanera con fines de libre flujo de
mercancías e instauración conjunta de controles tecnológicos de carácter biopolítico hasta la operación de
cuerpos binacionales de seguridad (policía-FF.AA.), con lo cual se dan procesos simultáneos de concentración
y dispersión de los dispositivos de vigilancia y control. En último término, lo que vemos son los efectos de
una geometría de poder global (Massey 1993) que impacta directamente en la configuración de geometrías
de poder locales, y por lo tanto en las formas en que se despliegan las dinámicas de movilidad y sus efectos
de territorialización en la zona. La combinación de mecanismos de concentración y dispersión resultaría en un
modelo de intensificación de la securitización fronteriza que configura un campo de poder (Bourdieu 2000) en
el que las capacidades de movilidad de las personas son diferenciadas, unas más ágiles y garantistas y otras
más lentas y suspensoras de derechos (incluso criminalizantes).

mismas dificultan los procesos de resistencia, o al menos les imprimen otra temporalidad y otro carácter, menos estable y con menor
capacidad de instalarse en prácticas sostenidas, incorporadas y habituadas.
447
Por otra parte, los efectos recaen también sobre las economías locales, específicamente mediante la
desestructuración de mercados informales que han surgido históricamente en torno al flujo de “mojados”,
como mecanismos locales de desviación de valor (Appadurai 1991) y captura de renta (“pasamojados”,
coyotes, RDL, etc.) basados en formas contrastantes y simultáneas de representar el espacio como opaco y
visible al mismo tiempo (régimen de invisibilidad/visibilidad). En este sentido, los impactos de estas políticas
regionales provocan un proceso de reconfiguración del área fronteriza, que pasa de cumplir un rol en la
extracción de valor pecuniario y la captura de renta a partir de los flujos de personas (sobre la base de sus
representaciones de la frontera como línea infranqueable, o situaciones de necesidad como el cruce de
menores indocumentados), a cumplir uno de generación de valor securitario a partir de la contención y
conducción de dichos flujos, sobre la base de la intensificación de sus niveles de fronteridad.

Lo que en el fondo no varía es el papel clasificatorio y generador de valor de la frontera (Kearney 2004), pues
tanto las tecnologías de vigilancia como las de desviación de valor se basan en criterios físico-culturales de
distinción de población (Bourdieu 1998) para realizar mecanismos de clasificación-valuación que tienen
efectos diferenciados de asignación de riesgos a las personas (Pallito y Heyman 2008), ubicándolas de
manera distinta en el campo social según su condición racial y de clase social (Bourdieu 2000, Pallito y
Heyman 2008, 327-328). En el caso de las tecnologías de vigilancia operan incluso mecanismos extralegales
de securitización como la comprobación de la tenencia de visa mexicana o norteamericana como requisitos
para contener el tránsito de personas que han sido previamente clasificadas como “irregulares”.

La cartografía de las dinámicas de circulación por el área fronteriza Honduras-Guatemala muestra trayectorias
variadas, flujos de ida y retorno que se componen de perfiles de población diferenciados, con distintas
capacidades y cuotas de capital (Bourdieu 2000) para negociar la frontera (Pallito y Heyman 2008). Es decir,
con diversos momentos de fuerza en sus formas de movilidad, lo que implica una superposición de geometrías
de poder y, por lo tanto, una superposición de formas de territorialización, de producción y socialización del
espacio según diferentes lógicas de movilidad (Tarrius 2000, , 55-56). En este sentido, el territorio migrante
muestra una cartografía en la que convergen, de manera simultánea y en ocasiones contradictoria, muchos
niveles de territorialización. Nacionales centroamericanos con ciudadanía mexicana o estadounidense que
regresan a visitar a su familia o realizar al gún trámite con el estado, comerciantes regionales que transitan
las fronteras de manera cotidiana, migrantes deportados que regresan a su país de origen, turistas
regionales, migrantes “irregulares” que viajan hacia el norte…

Son estos últimos, sin embargo, los que interesan para la comprensión del objeto de estudio de la presente
investigación. En esta línea, son de particular relevancia las dinámicas de movilidad y las formas de
territorialización que define esta población en su trayectorias por el área fronteriza México-Guatemala y por
la región del sur de México. Como vimos, este tránsito está condicionado por imaginarios jurídicos y
discursos legales particulares, que tienen como principal referente la promulgación, en 2011, de la actual Ley
de Migración (Congreso de la República Mexicana 2011). En un contexto de grandes presiones sociales
internas e internacionales, el gobierno mexicanos celebró la aprobación de un cuerpo normativo que
supuestamente viraba desde una concepción ilegalizadora y criminalizante de la migración indocumentada, a
una concepción de la “irregularidad”, presumiblemente más garantista, digna y respetuosa del marco de
DD.HH.

Sin embargo, a pesar de modificaciones significativas en el cuerpo textual de la ley, estas no se han traducido en
prácticas acordes: permanecen medidas y acciones criminalizantes (Delgado 2011, Sin Fronteras 2013, Centro
448
ProDH 2014, Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova et.al. 2015, Sandoval García 2015), tanto en
términos del imaginario ciudadano (CONAPRED 2011, Cruz 2011, Rojas Pérez 2014) como de las políticas de
contención, aprehensión, detención y deportación, las cuales tienen además fuertes componentes xenofóbicos,
racistas y nacionalistas (González Murphy y Koslowski 2011). La categoría de “irregular”, en este sentido, es
impertinente tanto en términos estadísticos como semánticos, pues además de que constituye un flujo frecuente
(para el cual, contradictoriamente, no existe una condición de estancia estipulada ni menos aún una figura de
“visa de tránsito”), la nomenclatura remite a una condición de irrepresentabilidad en el discurso jurídico que es
antesala para prácticas de ilegalización, criminalización y discriminación. Por otra parte, también permanece una
lógica y un paradigma de seguridad nacional (Pérez García 2010, 187) que más que una contraposición con uno
de derechos humanos, muestra una connivencia del segundo en relación al primero, y que en algunos casos,
según varios analistas, incurre incluso en situaciones de inconstitucionalidad (Pérez García 2010, Castilla Juárez
2014).

A lado de este enfoque tenemos tendencias en el flujo migratorio que muestran oscilaciones en el largo plazo:
menos extremas de principios de los noventa a principios de los dos mil, un pico histórico en 2005, una caída
sostenida desde ese año hasta 2010 y un nuevo repunte desde entonces hasta la actualidad. Siguiendo la
clasificación sintética-macroestructural de las etapas históricas de la migración de tránsito no documentada
por México que han realizado Martínez, Covo y Narváez (2015), lo expuesto en el capítulo dos de este trabajo
muestra que en los últimos quince años estamos poco a poco volviendo a un dinámica de carácter forzado que
se combina con la tradicional migración “económica”. En el caso hondureño vemos casi una situación
diaspórica en la que el perfil de población migrante es sumamente variado, y cuya tendencia muestra un
aumento sostenido tanto en términos de su movilidad por México como de sus patrones de asentamiento en
EUA, por lo que poco a poco empieza a igualar e otros países como El Salvador en términos de la consolidación
de redes transnacionales que hasta hace una década eran a penas incipientes.

Los ingresos al territorio mexicano se realizan a lo largo de toda la extensión fronteriza, pues con la
intensificación de los niveles de fronteridad producto de las medidas de control, vigilancia, contención y
militarización las rutas se han diversificado producto de las tácticas de evasión de las redes de tráfico de
personas y de la misma población migrante. No obstante, los principales lugares de internamiento siguen
siendo puntos de cruce ubicados muy cerca de los puertos internacionales de control migratorio (Suchiate 1,
Talismán, El Ceibo, entre otros). Mis observaciones y registros en torno a la línea fronteriza y los puntos de
internamiento a México muestran que las dinámicas de cruce irregular están completamente normalizadas
en la zona. Son, como me decía un informante, “ilegalmente legales”.

Además se encuentran articuladas a un conjunto de mercados y sistemas transnacionales de trasiego de


personas y mercancías (como los cargadores de verduras en Talismán, o las barcas al tope de productos en
Suchiate) controlados por gremios locales de ambos lados de la frontera cuyos perfiles son principalmente
informales o ilegales, pero que incluyen también prácticas comunes por parte de actores formales (como las
empresas de agroindustria en el margen mexicano de la frontera o las empresas mexicanas de transportes
que realizan viajes a CA), que contribuyen, aunque en menor medida, a producir la movilidad transfronteriza
irregular en el plano cotidiano.

Las escenas de cruce diario de los ríos o líneas que dividen México de Guatemala son totalmente visibles. A
diferencia del régimen de visibilidad/invisibilidad que vimos para el caso de la frontera Honduras-Guatemala,
atravesar el río Suchiate o el Usumacinta o rodear el puerto de control de El Ceibo o de La Mesilla ocurre
449
bajo la mirada casi indiferente de autoridades y vecinos, sin generar mecanismos de negación u
ocultamiento. Por el contrario, incluso hay zonas en las que las autoridades han invertido en infraestructura
para agilizar la movilidad, como es el caso de los puertos de embarque sobre el Suchiate ubicados en torno al
puente internacional del INM324. Esta zona es un claro ejemplo de la densidad de formas de movilidad que
puede ofrecer el territorio migrante en sus áreas fronterizas.

La intensidad de circulaciones (de personas, mercancías, flujos de valor, recursos, etc.) en un área que no
cubre más de un seiscientos metros de extensión sobre la línea y cien o doscientos metros a cada lado de
esta, supera por mucho la que se puede ver más al norte, donde las escenas de fronterización del territorio
en torno a detenciones, operativos, aprehensiones, asaltos, secuestros o desapariciones son frecuentes y
hasta cotidianas. Los efectos de fronteridad del territorio migrante no están sobre la línea fronteriza, que al
contrario es un cúmulo de formas de movilidad y circulación, sino más adentro del territorio migrante,
donde se instalan (tanto por parte del estado como de actores del CO o las RDL) dispositivos de captura,
vigilancia y control. Los únicos eventos que generan alarma o llaman la atención de las autoridades en torno
a la línea geopolítica formal (Kearney 2009) son aquellos vinculados a la comisión de delitos o a la operación
de actores del CO, especialmente el vinculado al tráfico internacional de drogas.

Esta particular configuración del régimen de seguridad fronteriza (Pallito y Heyman 2008) que es indiferente en
algunas áreas y extremadamente atento en otras (por ejemplo el contraste de Huehuetán o Huixtla con Ciudad
Hidalgo o Tuxtla Chico), supone una geometría de poder (Massey 1993) basada en juegos o arreglos de
intensidad/levedad de los niveles de fronteridad, que gobiernan el movimiento por (y el uso de) el espacio de
forma tal que generan las condiciones de posibilidad del modelo de gestión de los flujos migratorios (Kron
2011) vigente, el cual a su vez es el que permite la configuración y activación de un conjunto de mecanismos de
generación y extracción de valor a partir del movimiento y circulación permanente, aunque conducida y
administrada, de la corporalidad migrante. Dichos mecanismos (el retén, el operativo, el asalto, el secuestro,
los sobre cobros, los sexo servicios, etc. 325) funcionan en torno a la generación de dos tipos de valor: securitario
y pecuniario; el primero más vinculado a la razón de estado (Agnew 2005, Taureck 2006, Massey 2009, Šulovic
2010) y el segundo anclado en la razón del capital (Harvey 2001), pero ambos explicativos de las condiciones
que permiten que en la zona, a diferencia de la frontera norte, impere una paz armada que previene brotes de
violencia extremos.

Pero su operación no es incólume ni permanece ausente de contestación: en tanto fuerzas de


disposicionamiento de la movilidad, estos mecanismos emergen a la mirada de la población migrante como
geosímbolos de poder (Giménez 2001), por lo que son enfrentados por estrategias y tácticas de evasión, sorteo
y bordeo que suponen el despliegue de fuerzas de agenciamiento (colectivas e individuales, locales y
transnacionales, personales y familiares) que participan también de la producción y delineamiento de las
trayectorias migratorias, de sus formas de localización y sus dinámicas de territorialización (Haesbaert 2011), y
que son en sí mismas formas de trabajo-traslado cuya realización está en la base de la generación de otras
formas de valor, aquellas que son reconvertidas por las personas migrantes en formas de capital (Bourdieu

324 Como han señalado Pallito y Heyman, ““there are two types of state actions at work here. States erect public barriers at borders and
elsewhere through which people must pass (and be slowed or stopped). But states also clear away private barriers in certain cases, so
that movement is even freer than it would have been if the state had not intervened (…) border control diffuses through the social field,
and restriction of movement occurs at innumerable nodal points at borders and elsewhere” (2008, 328).
325 Es importante aclarar que las dinámicas de extracción de valor que se dan en estos mecanismos, ya de por sí diversos, en algunos

casos funcionan como generación de valor (bares diurnos o centros botaneros donde se ofrecen sexo servicios para el caso del valor
pecuniario, o retenes y operativos en el caso del valor securitario), pero en otros operan como captura de renta (asaltos, secuestros (a
menos que impliquen trabajo forzado, en cuyo caso constituyen formas de generación de valor) y sobre cobros).
450
2000) que se utilizan para continuar produciendo el tránsito o para trasladar a las unidades domésticas en los
países de origen, y de esta forma mantener viva una economía reproductiva (Graeber, It is value that brings
universes into being 2013) que también permite la realización de su agenciamiento.

Volviendo al funcionamiento de los mecanismos de securitización y extracción de valor, considero importante


detenerme en el funcionamiento específico de operativos y retenes. En relación a los segundos habría que
destacar que a pesar de su diversidad (instalación permanente, como Huehuetán o Huixtla, instalación
ocasional, como Ciudad Hidalgo o Tapachula, e instalación compleja, como los PICI de La Trinitaria o Playas de
Catazajá326) comparten rasgos en tanto geosímbolos del territorio migrante: fijeza, localización junto a vías de
tránsito, operación de auscultamiento, presencia de varias corporaciones, efectos de desviación de valor y
captura de renta327, aplicación de criterios clasificatorios (Kearney 2004) que en muchas ocasiones son de
carácter subjetivo o étnico/racial y clasista (Pallito y Heyman 2008, 324-325) y generación de valor securitario.

En relación a los operativos, habría que destacar el significativo aumento en los eventos de revisión a personas
realizadas por parte de la corporación policial (un 330% de 2011 a 2013), así como la creciente participación de
este cuerpo de seguridad en las acciones de detención de migrantes irregulares en conjunto con el INM, lo que
redunda en el despliegue de formas de violencia institucionalizada (Benjamin 2007) imbricada en mecanismos
estatales de regulación y control cuya constitucionalidad es discutible (Agudo Sanchíz 2014), y cuyos impactos
afectan no solo las trayectorias migratorias, sino también las economías domésticas que están en la base de
estas. En la ejecución de estos operativos, encima, suele darse de manera creciente la complicidad de actores
no estatales como por ejemplo choferes de autobuses o maquinistas de los trenes de carga, mostrando el
alcance y extensión del despliegue de las fuerzas de disposicionamiento que animan estos mecanismos.

Surge, entonces, un territorio calado de fronteridades deslocalizadas y efectos de poder y extracción de valor,
un régimen de seguridad fronteriza extendido a regiones que van más allá de la línea geopolítica formal, cuyos
niveles de intensidad de fronterización son más bien bajos. Frente a estos, surgen despliegues estratégicos por
parte de la población migrante, que contribuyen a dibujar trayectorias de movilidad que no están solamente
condicionadas por las fuerzas de disposicionamiento. Aunque las tendencias de detenciones y deportaciones
van en aumento (Rodríguez Chávez, Berumen Sandoval y Ramos Martínez 2011; de 2002-2005 fue del 73,3%, de
2007-2010 fue del 34,4%, y actualmente parece volver a recuperar un carácter exponencial) y presentan cada
vez más claramente los rasgos de un modelo de contención-aprehensión-detención-deportación, estas son
contestadas por agenciamientos de tránsito cada vez más diversos y articulados.

Circular el territorio migrante es disputar el espacio (Lefebvre 1991, Massey 2009), ingresar a un campo
transnacional de poder (Jiménez 2010) en el que el objeto del enfrentamiento es su uso y apropiación en tanto
“recurso escaso” (Giménez 2001), frugal en el plano individual, pero sostenida y sistemática en el plano
colectivo o poblacional. En este contexto, diversas formas de capital (Bourdieu 2000) son movilizadas de cara a
la territorialización (Haesbaert 2011) de una utilización cuyo sentido primordial es el de la movilidad. En este
contexto, el albergue emerge como un geosímbolo en el territorio, un referente que para la mayoría de las
personas en tránsito significa un “tejido humanitario de apoyo”. Finalmente, un capital que puede ser utilizado
en dos niveles: por un lado, en el despliegue estratégico de los agenciamientos de traslado (asesoría, defensa

326
Ver mapas 17 y 23.
327
El ejemplo más claro es el retén de Huixtla, cuya instalación provocó sorteos por parte del flujo migrante en torno a los cuales surgió
una compleja RDL dedicada por muchos años a asaltar, violar e incluso secuestrar a personas migrantes (Isacson, Meyer y Morales
2014).
451
de derechos, aportación de recursos); por otro, en la reconstitución y fortalecimiento de las fuerzas básicas de
movilidad que se despliegan en la lucha por el espacio y el derecho a circularlo. En el primer sentido forma
parte del amplio proceso productivo de la migración, mientras en el segundo sentido se articula a una compleja
economía reproductiva (Federici 2010, Graeber 2013) cuyo papel en los procesos migratorios es el de la
“producción de las condiciones de su producción” (K. Marx 1844), de las labores de cuido (alimento, abrigo,
descanso, ocio, salud, etc.) y recuperación de las fuerzas para el traslado, entendido este como un trabajo que
las personas migrantes realizan sobre si propia condición corporal.

Pero además de cómo capital, el albergue puede también ser entendido como un territorio en sí mismo. Como
una de las formas concretas en que el circuito de transmigración multisituado (Cordero Díaz y Figueroa Ibarra
2011) se localiza, la dimensión espacial en la que el territorio circulatorio (Tarrius 2000) se torna circulante,
en que cristaliza, se sitúa y se repliega sobre sí mismo. En este sentido, la metodología etnográfica utilizada
para la investigación no es solamente multilocal, sino que es también multiescalar. Su objeto de estudio es
un territorio de territorios que se articulan entre sí desde itinerarios específicos de circulación de cuerpos
(unidad doméstica–área fronteriza–puntos de cruce–dispositivos de control/vigilancia–albergue–estación
migratoria–país de destino–etc.), pero que al mismo tiempo están internamente constituidos por formas y
dinámicas de circulación propia (de cuerpos, de recursos, de rumores, de afectos) que los hacen emerger, a una
escala distinta, como territorios en sí mismos. Consecuentemente, son y son parte de campos de poder
marcados por pugnas y conflictos que son expresión del choque de fuerzas cuyo carácter es estructural, pero
cuyos efectos se dan siempre en el plano local y cotidiano (fronteridad de sus micro espacios, mecanismos
de control y vigilancia, formas de gubernamentalidad, relaciones de autoridad, emprendimientos colectivos,
dinámicas de solidaridad y acompañamiento, mecanismos de reciprocidad y redistribución, etc.).

En tanto territorio, el albergue se compone de micro espacios fronterizados cuyas dinámicas de cierre/apertura
varían en función del capital simbólico de quienes los circulan, es decir, de relaciones de poder. En este
sentido, como ocurre con el territorio migrante, el espacio del albergue se produce al habitarlo, es decir, al
utilizarlo y apropiarlo, que es lo mismo que apropiar y utilizar los recursos que por sus micro espacios circulan.
Por lo tanto, la importancia asignada a estos micro espacios se da en función de los recursos que albergan:
comunicación, remesas, alimentos, abrigo, asesoría, curación, etc. Las labores productivas (traslado-trabajo) y
reproductivas (cuido) que se realizan dentro del albergue se basan en dinámicas de circulación en las que los
recursos y servicios que se ofrecen ingresan en relaciones de intercambio (Mauss 1979), redistribución y
reconversión de capitales (Bourdieu 2000) que permiten su adquisición y su uso.

Esto no quiere decir que los recursos tengan un precio, pero definitivamente tienen un valor, y si a esto
añadimos su carácter escaso y el gran número de la población albergada, tenemos una situación en la que la
pugna por los recursos es inevitable. Aunque no siempre sea fuente de conflicto, si hace surgir en los
habitantes de la casa una lógica estratégica de movilización de recursos (Tilly y Tarrow 2006) muy semejante a
la que se despliega en otros lugares del territorio migrante como por ejemplo el área fronteriza, y que igual que
en ese caso se funda en una particular micro política, en arreglos de una geometría de poder (Massey 1993)
dinámica en la que las cuotas de capital que adquieren las personas se da en función de las propias formas de
distinción (Bourdieu 1998) y clasificación (Kearney 2004) que se surgen entre ellas y los ubican de manera
diferenciada en el campo de poder del albergue (integrantes de equipos de trabajo, habitantes estables,
habitantes frugales, delatores, parejas de integrantes de equipos de trabajo, amigos de algún voluntario, etc.).

452
Algunos de los recursos que circulan dentro del albergue tienen una vida social (Appadurai 1991) muy dinámica
(por ejemplo las prendas de ropa, o ciertos recursos afectivos) y pueden ser parte de varias relaciones de
intercambio, así como contribuir a forjar vínculos de complicidad y solidaridad entre los habitantes de la casa.
Incluso se insertan en emprendimientos colectivos dirigidos a obtener valor pecuniario por medio de la venta
de bienes en el afuera del albergue, como en el caso de la fábrica de pulseras. En este sentido, son actantes
con importantes efectos socializadores, constitutivos de lazos entre las personas, lo cual a su vez contribuye a
la configuración y reproducción de la comunidad albergada.

En el caso de recursos como medicamentos, alimentos y prendas de ropa, su procedencia viene del afuera del
albergue, a diferencia de servicios como las comunicaciones, la asesoría o el mismo hospedaje, que son
generados desde el adentro de la casa. Esto implica una vinculación con una economía más amplia que es
dinamizada, en buena medida, a partir de formas de solidaridad y apoyo dese actores simpatizantes o aliados
al albergue, pero también de la operación de actores económicos locales (el vendedor de café, vendedores de
alcohol, narcomenudistas, vendedores de comida, etc.) que aprovechan para desplegar sus propias tácticas de
desviación y extracción de valor a partir de las personas que habitan la casa, a las cuales se les aborda ya sea
como un micro mercado de consumo potencial, o como posibles oferentes de mano de obra flexible y barata
(nichos laborales locales como la construcción, la agroindustria, los servicios sexuales, etc.).

Las geometrías de poder suponen arreglos específicos y dinámicos en la distribución de diferentes actores
dentro de los campos en los cuales se disputa el control de la movilidad por el espacio, es decir, las capacidades
potenciales de territorialización. En el territorio del albergue estos arreglos muestran asimetrías y distinciones
entre los lugares que ocupan las personas migrantes según los criterios de clasificación que se les asignan en
función de su participación en la producción del espacio así como de las cuotas de capital con que cuentan
(integrantes de equipos de trabajo, habitantes estables y frugales, delatores, etc.). Por otra parte, surgen
igualmente asimetrías en relación a los lugares que ocupan los actores que administran o gobiernan los niveles
de intensidad de fronterización de los micro espacios y, por lo tanto, las dinámicas de circulación de los
recursos que estos contienen (equipo directivo, equipo voluntario, jefes de equipos de trabajo, etc.).

En relación a la geometría de poder propia del equipo directivo, la he caracterizado como simultáneamente
excéntrica e introvertida. Por un lado un conjunto de tareas que se despliegan sobre el afuera (vinculación,
alianza, sensibilización, denuncia, incidencia, etc.), y por otro lado un conjunto de labores que se repliegan
sobre el adentro (supervisión, disciplinamiento, gestión, coordinación, etc.), que se articulan, componen y
complementan emulando el enlace que se da entre funciones proveedoras y de proyección al espacio
“público”, y funciones reproductivas (de cuido) y de proyección al espacio “privado”, las cuales a su vez se
articulan con la más amplia dimensión económica de la producción de la migración en tanto economía
productiva y economía reproductiva (Federici 2010, Graeber 2013). Por otra parte, la complementariedad
que se expresa en las tareas, también se manifiesta en los estilos en el ejercicio del poder: unos más
punitivos y determinantes y otros más flexibles y coercitivos.

En ambos casos vemos una geometría de poder cuyo rasgo central es el de una complementariedad funcional, una
micro política que tiende al mantenimiento de un equilibrio en los niveles de intensidad de fronterización de los
micro espacios: se conjura de esta forma una prevalencia de dinámicas de cierre/rechazo por encima de las de
apertura/acceso o viceversa, evitando situaciones extremas en las que la circulación de los habitantes y los
recursos por los micro espacios hubieran sido insostenibles. Esto no quiere decir, sin embargo, que los arreglos
en esta geometría de poder permanecieran incólumes, pues las desproporciones en las tareas (productivas-
453
reproductivas) y las distinciones en los estilos (punitivo-coercitivo), generaban diferenciales de poder simbólico
que podían provocar situaciones de tensión o incluso conflicto. Estas situaciones micro políticas emulan tanto las
relaciones de poder que vemos en los espacios domésticos entre roles tradicionalmente femeninos y masculinos
(Lagarde 2014), así como las que podemos también apreciar en otras latitudes del territorio migrante, como las
áreas fronterizas, en las que surgen juegos de fronterización (vigilancia-control) y estrategización (evasión-
sorteo).

El equipo voluntario, por su parte, tenía también un lugar primordial en la producción del espacio desde su
control y gobierno (Lefebvre 1991, Massey 1993 y 2009), pero a diferencia del equipo directivo, su geometría de
poder estaba sometida a la frugalidad de sus dinámicas de conformación. En tanto actor colectivo, este equipo
(más que perdurable) se-iba-conformando, era constituido y alimentado por una red circulatoria de apoyos que
venía del afuera de la casa, y cuya articulación con el proceso de producción del albergue dependía de una
dinámica variable de alianzas que esta red establecía en relación al proyecto (ITAM 2014, 20; Da Gloria Marroni
2013). Sin embargo, a pesar de su frugalidad relativa (claramente menor que la de la mayoría de la comunidad
albergada), el equipo voluntario jugaba un papel esencial en la producción del espacio del albergue, pues además
de ser fuente de autoridad, y por lo tanto de regulación de los niveles de intensidad de fronteridad en los micro
espacios (y de resolución de los conflictos que surgían en torno a estos), aportaba una fuerza de trabajo básica
tanto para las labores productivas como para las reproductivas. En consecuencia, desde una mirada más amplia,
la dinámica de la geometría de poder que se configuraba en torno a la labor de este equipo, aunque era más
cambiante que la del equipo directivo, mantenía también ciertas pautas de estabilidad, al tiempo que sus estilos
de trabajo hacían surgir igualmente una especie de habitus del voluntariado (Bourdieu 2002 y 2007), una forma
de hacer y percibir el espacio del albergue (Sapiro 2007), y por lo tanto de contribuir a su territorialización.

Otro actor que formaba parte de la configuración de la geometría de poder propia del ejercicio de autoridad en
la casa, era la Guardia. Aunque su perfil era en alguna medida liminal (era tanto autoridad como población
albergada al tiempo que no era autoridad ni población albergada), lo cual hacía surgir tensiones y conflictos en
torno a su ejercicio de poder (sobre todo entre el resto de la población migrante), cumplía un rol básico tanto
en la contribución a la regulación de los niveles de fronteridad en los micro espacios que realizaban el equipo
directivo y voluntario, como en los procesos de fabricación y reforzamiento de la constelación normativa en la
casa. En ambos casos lo hacían desde una dinámica muy particular de participación en la producción y gobierno
del espacio que se componía de dos conjuntos de tareas: vigilar y delatar.

Ambas prácticas alimentaban tanto la regulación de la fronteridad de los micro espacios (y por lo tanto de los
niveles de acceso a sus recursos) como el reforzamiento de la constelación normativa, lo cual se realizaba a
partir de una muy particular articulación de la Guardia con los equipos directivo y voluntario que podríamos
caracterizar de manera doble: en primer lugar, a partir de su papel en la extensión de la mirada de la autoridad
como una forma de configurar una vigilancia panóptica (la mirada de la autoridad se compone de muchas
miradas328); y en segundo lugar, a partir de una racionalidad estratégica desplegada en función de la obtención
de cuotas de poder mediante la reconversión de formas de capital social (producto de la relación con las
autoridades) en formas de capital simbólico.

Lo anterior generaba constantes tensiones entre la guardia y el resto de la población albergada, pues su
lugar liminal en relación a la geometría de poder del albergue (ni migrante ni autoridad, pero ambos) la hacía

328 Más que en un sentido arquitectónico (Foucault, 2008), utilizo aquí la categoría de panóptico para referirme a un mecanismo de
control en el que la mirada de la autoridad se alimenta o replica en la mirada de otros que no son autoridad, pero que participan de su
situación de poder. En este sentido, como veremos más adelante, se trata de un arreglo de poder que combina mirada panóptica con
prácticas de gubernamentalidad (Foucault, 2006).
454
difícil de clasificar y más aún de colocar en posibles situaciones estratégicas de reciprocidad. Su rol
enunciado y explícito de protección de la integridad del territorio del albergue y su yuxtaposición al rol no
enunciado e implícito de vigilancia interna y control de la población, hacían que fuera percibida como un
actor que constantemente estaba sobrepasando sus prerrogativas, abusando de su poder de manera muy
semejante a como ocurre en situaciones de excepcionalidad en relación a la lógica estatal-nacional (Delgado
2011). En esta línea, los reclamos que hacía la población albergada hacia la guardia tomaban la forma de
mecanismos de restitución de la reciprocidad que, supuestamente, debía privar entre este actor y el resto de
la población en función de los dones que le habían sido otorgados por su lugar de autoridad (Mauss 1979,
164) y que eran constitutivos de deuda (Clastres 2010, 37-58).

Tanto la labor de los equipos directivo y voluntario como de la guardia se realizaban en el marco de un
conjunto de prácticas de fabricación de normas que, partiendo tanto de la noción de diferenciación normativa
(Rose y Valverde 1998) como del debate en torno al pluralismo legal (Griffiths 1986, Engle Merry 1988), he
denominado la constelación normativa: un conjunto de reglas, recomendaciones, peticiones, acuerdos,
complicidades y excepcionalidades que marcaban los contornos de las prácticas de producción del espacio, y
específicamente de su apropiación en el sentido del uso que se hacía de los servicios y recursos que en este se
ofrecían (regulación de los niveles de fronteridad de los micro espacios), pero también de las prácticas y formas
de relacionamiento entre la población albergada (consumo de alcohol, discriminación, abusos, agresiones,
etc.). Aunque dicha constelación era en buena medida propuesta, enunciada y supervisada por las autoridades
(siempre desde la lógica de la complementariedad funcional), su fabricación cotidiana era una práctica en la
que participaban (aunque de manera diferenciada) todas las personas involucradas en la producción del
albergue.

Desde sus lugares específicos dentro del campo de poder (Bourdieu 2000) de la casa, directivos, voluntarios,
habitantes estables, frugales e integrantes de equipos de trabajo, participaban todos de un proceso continuo
de negociación de la norma que consistía tanto en su enunciación (no performativa) y cumplimiento como en
su evasión y sorteo. Lo que hemos llamado las prácticas de hacer cumplir la norma (enforce) y de producir
ilegalismos en torno a esta, son las dos facetas que componen la fabricación de la norma. Una generación
constante y cotidiana de prácticas emanadas desde un discurso que era propuesto y contestado (negociado) a
partir de los arreglos en la geometría amplia de poder del albergue así como de las formas de capital que los
diferentes actores podían movilizar en torno a un campo de complicidad y enfrentamiento en el que se
producían determinaciones (castigo de sacar/abandonar el cuerpo) y excepcionalidades en relación al uso,
circulación y apropiación del espacio y sus recursos (Giménez 2001, Haesbaert 2011). En este sentido, la
constelación normativa era el mecanismo regulador de las prácticas de territorialización del albergue.

Una práctica sistemática que se realizaba en función de la fabricación de la norma era la de delatar sus
incumplimientos por parte de la población habitante (siempre y cuando estos incumplimientos no se dieran
en el marco de ilegalismos producidos en conjunto con autoridades del albergue). Esta práctica operaba
como mecanismo de vigilancia y el control (Šulovic 2010) a partir de la extensión de la mirada (ahora)
panóptica329 de la autoridad que se replicaba en la mirada de un conjunto de informantes que, con el fin de
ganar capital social (Bourdieu 2000) y reciprocidad (Mauss 1979) de directores y voluntarios que luego
movilizarían de cara a generar sus propias situaciones de ilegalidad, configuraba un dispositivo de

329 Señala Foucault que “El panoptismo no ha sido confiscado por los aparatos de Estado (…) éstos se han apoyado sobre esta especie de
pequeños panoptismos regionales y dispersos. De tal modo que, si se quiere captar los mecanismos de poder en su complejidad y en
detalle, no se puede uno limitar al análisis de los aparatos de Estado solamente (...) De hecho, el poder en su ejercicio va mucho más
lejos, pasa por canales mucho más finos, es mucho más ambiguo, porque cada uno es en el fondo titular de un cierto poder y, en esta
medida, vehicula el poder” (Foucault, Microfísica del poder 1979, 119).
455
gubernamentalidad (Foucault 2006) animado por un sentido estratégico (Tilly y Tarrow 2006), pero también
por un particular sentido del lugar propio (Goffman 1956 y 1967) que los hacía distinguirse del resto de la
población.

Recuperando lo que he señalado hasta ahora en relación a las formas de ejercicio del poder y a las prácticas
de fabricación de la constelación normativa, me animo a decir que existen algunos rasgos de los diagramas de
poder del albergue 330 que emulan la forma estado: división público/privado, securitización del perímetro
territorial, fronterización de sus espacios, control/disciplinamiento de la población, lógicas de
gubernamentalidad. Como ha señalado Trouillot: “Since most state effects can be captured in part through the
subjects they help to produce, ethnographers are well positioned to follow this worldwide displacement of
state functions and practices (…) NGOs are only the most obvious cases begging for an ethnography of state
effects. We need to note, however, that they fit within a more general movement of privatization of state
functions” (2001, 132).

Esta situación de poder como condicionante de la producción del espacio del albergue, así como los propios
rasgos de la población migrante desde su diversidad y complejidad, hacían surgir, en el tiempo-espacio
específico implicado en las prácticas de habitar el albergue, un conjunto de población que he denominado la
comunidad albergada. Carente de los vínculos de parentesco, compadrazgo o perdurabilidad que caracterizan
a las comunidades locales y a las comunidades transnacionales, la comunidad albergada emerge como algo en
el medio, como un conjunto de población articulado desde la condición liminal propia de la experiencia
migratoria (Barja 2014) y sus dinámicas de movilidad y tránsito, una colectividad avocada a la circulación
continua y efímera por el territorio migrante pero que en las condiciones de albergue quedaba localizada
aunque de manera frugal y transitoria, siempre al borde de ser, de nuevo, deslocalizada.

Sus rasgos específicos pueden ser abordados a partir del análisis de dos de sus principales formas de habitar-
producir el albergue: el trabajo colectivo y los mecanismos de emprendimiento e intercambio. El primero
constituye, como vimos, una práctica fundamental y cotidiana de la fabricación y mantenimiento del espacio para
su uso común, pero que constantemente despertaba tácticas de evasión y pugna en relación a las intensidades de
los esfuerzos que, de manera diferenciada, imprimían los actores según sus propios lugares dentro del campo de
poder de la casa. La población más estable se permitía tácticas más estilizadas y efectivas de evasión del trabajo
colectivo gracias a la capacidad que habían desarrollado de acumular capital simbólico, tanto en función de
vínculos de reciprocidad con las autoridades como por su participación en los equipos de trabajo del albergue. La
población más frugal, por el contrario, tenía menores niveles de apropiación del espacio y menores cuotas de
capital social, por lo que sus tácticas de evasión eran menos efectivas y complejas.

Esta situación, aunque marcaba formas de distinción entre la población, lo cual hacía emerger tensiones y
conflictos, también operaba como un mecanismo de distribución de los esfuerzos de trabajo en la producción del
espacio, que tendía a una situación de balance en plano colectivo más amplio, un arreglo que garantizaba una
estabilidad entre esfuerzo/valor e individuo/colectivo. En relación a los emprendimientos y formas de
intercambio, vemos la emergencia de una economía interna más autónoma en relación a las figuras de autoridad,
que desde diversas prácticas (venta, canje, hurto, cooperación, apuesta, etc.) permitía o facilitaba formas y
estrategias individuales y colectivas de abastecimiento de recursos. Dinámicas de cooperación y solidaridad cuyo
objetivo último era generar las condiciones para continuar la marcha y, en este sentido, desarticularse.

330
Es decir de los arreglos conjuntos de geometrías específicas de poder y los juegos micro políticos que cotidianamente se despliegan.
456
En términos generales, los rasgos de la comunidad albergada nos muestran un colectivo diverso y
cambiantes que permanece en la transitividad. Podría hablarse, quizás, de una comunidad andante, pero no
solo porque marcha sino porque está constantemente marchando-se, yendo-se. Su sentido es ser y dejar de
ser, estar y dejar de estar, porque en la llegada yace una necesidad imperiosa: la reconstitución del cuerpo,
del grupo, de las emociones y fuerzas; pero en la partida yace otra: la de seguir, aproximarse, llegar y
continuar llegando. Los vínculos entre las personas en una comunidad como esta están mediados por la
frugalidad, no aspiran a la permanencia ni a la proximidad. Al albergue se llega para irse y para nada más, se
habita solo cuando ya es infactible seguirse yendo.

Los vínculos y complicidades, las tensiones y conflictos, los soportes, los apoyos, las empatías y rupturas que
dan contenido a la historia de esta comunidad transitiva, están condicionadas por muchos rasgos, pero entre
todos el común es la búsqueda de la separación, el distanciamiento. El albergue es un lugar del que hay que
irse, su población se agrega para disgregarse. Y las relaciones que en él son producidas se basan en la común
necesidad de partir. Las formas de socialización que equilibran una comunidad avocada a su separación son
muy distintas de las que mantienen a las comunidades locales o transnacionales, en estas los vínculos se dan a
pesar de las disyunciones (rupturas y/o distancias), en aquella se dan a partir de ellas.

Esta situación (de apariencia quizás un poco neurótica) de juntarse para separarse o llegar para irse, hace
emerger una tensionalidad específica entre sus habitantes en la que prevalecen estrategias cruzadas y
contradictorias para la movilización y acceso a recursos. Esto no quiere decir que estén ausentes las formas de
solidaridad y complicidad, pero sí implica que su alcance sea menor, acotado a los pequeños grupos, los amigos
que viajan juntos, los familiares, los que se juntaron en el camino, incluso algunos que se han conocido en el
propio albergue. La transitividad provoca una fuerte cohesión a lo interno de los grupos, pero una más marcada
disyunción entre estos. Por otra parte, esta colectividad se encuentra atravesada por la fronteridad, una
condición socio histórica del espacio, una política y economía del límite que está por todo (y en todo) el
territorio migrante y que en el caso de albergue es justamente la lógica que anima las dinámicas de control
sobre la permeabilidad de los micro espacios y la accesibilidad a los recursos. La comunidad del albergue es una
comunidad fronterizada, estriada, segmentada y dividida en función de un conjunto de criterios sobre la
administración de recursos escasos y, por lo tanto, sobre la administración de la necesidad.

Ambas condiciones, transitividad y fronteridad, provocan que surjan como parte de la producción del albergue
criterios de proporción a partir de los cuales se gestionan los cierres y aperturas de los micro espacios y sus
recursos, fuerzas de disposición de las personas en relación a las posibilidades de abastecimiento y
reconstitución de sus fuerzas de traslado. En un contexto de escasez, transitividad y limitación esto hace surgir
tácticas de movilización de recursos por parte de la población que ejercen presión sobre estos y, sobre todo,
tensión entre las personas y los grupos. Surge, al lado de la política de la solidaridad y el acompañamiento que
se da entre las personas migrantes a lo largo de su tránsito, una micro política del acceso y del ingreso marcada
por una conflictividad que expresa una economía de la necesidad y del deseo. Zapatos de hombre, pantalones
de algodón, playeras sin mangas, doble ración de tortillas, cinco minutos más de Facebook, un café, colchoneta
de tela, un cajón en el cuarto, acceso a las letrinas; recursos necesarios, deseados y en disputa.

Pero toda condición tiene salvedades: ni todo es disyunción, ni todo es competencia. Por un lado, los rasgos
socio culturales de la región centroamericana y específicamente los lugares de clase, género, etnia,
generación, etc., operan como estabilizadores de las dinámicas de socialización y condicionan una cultura
migrante que no solo surge “al andar”, sino que carga consigo patrones decantados de su propia situación
socio histórica y sus lugares de origen; todos estos rasgos producen formas de ser y estar en el albergue que

457
son perdurables, recurrentes, características de este espacio y hacen surgir formas de identidad, solidaridad
y apoyo mutuo. Igualmente las tácticas de acceso a recursos no son solamente competitivas, los grupos de
afinidad se articulan en puntos de apoyo y cogestión, compartición y redistribución.

Además, si bien la estrategia de espacialidad y normatividad que fomenta el equipo directivo y voluntario en el
albergue genera una lógica competitiva, también la conjura y lo hace desde múltiples niveles: los momentos de
sensibilización/formación promovidos por los frailes, la condición del límite del albergue como perímetro de
protección frente a amenazas que nos tornan comunes, la fiesta, el juego, la comunión. Son todas formas de
habitación del albergue, de producción cotidiana de su espacio, que logran resquebrajar las dinámicas de
competencia y tensión, promoviendo un ambiente que se permite por un momento dejar de lado la pugna por
recursos, y dinamiza agenciamientos colectivos. Pero ciertamente las dinámicas de transitividad y fronteridad
marcan una situación caracterizada más por la tensión y la pugna que por la camaradería.

El papel primordial que juega el albergue en el más amplio proceso de producción de los procesos migratorios
estudiados, es el de su articulación con una economía que, localizándose en algunas latitudes clave del
territorio migrante, se avoca a la producción de las condiciones de producción (Marx y Engels 1974 [1932],
Graeber 2013, 223-224), es decir, al despliegue de una economía de cuido que es la que permite que se
reconstituyan las condiciones corporales, las relaciones sociales y las fuerzas de agenciamiento,
específicamente en términos de sus prácticas de traslado-trabajo como despliegues estratégicos de tránsito y
territorialización, pero también para la inserción de la población en mercados laborales locales a los que se van
vinculando como parte de esas mismas estrategias de avance. En este sentido, desde el punto de vista amplio
del proceso de producción social de la migración, se articula con los trabajos de cuido que realizan las unidades
domésticas (y dentro de estas más específicamente las mujeres y sobre todo las abuelas) en los países de
origen. En otras palabras, el albergue permite la reproducción de la corporalidad migrante, no solo en un
sentido fisiológico, sino también afectivo, simbólico y estratégico. Abrigo, alimento, ocio, son todas labores
básicas en la fabricidad de las condiciones de posibilidad para el despliegue de las fuerzas de movilidad de las
que se componen los procesos migratorios, como lo es también la generación de un proceso de concientización
sobre el propio lugar que se ocupa en el más amplio campo de poder en el que se enfrentan las fuerzas
estructurales que finalmente condicionan dichos procesos.

En el caso del trabajo de alimentación, estamos frente a un conjunto de tareas que por un lado se articulan con
una economía externa por medio de labores de movilización de voluntades a partir de discursos de mendicación y
solidaridad (con componentes tanto éticos como religiosos), y que por otro lado hacer emerger un espacio-
tiempo de fabricidad interna de insumos calóricos, que implica labores de cocción que pasan por la reinserción en
la corporalidad migrante, de desechos y residuos no comercializables, aunque también de alimentos no
residuales que son donados por organizaciones aliadas. Este trabajo es generador de dos tipos de valor:
nutricional/calórico, aprovechado por la población migrante, y moral/religioso o ético/empresarial, aprovechado
por propietarios, empresas y ONGs. Por otra parte, estas actividades de fabricidad de insumos alimenticios se
despliegan en un micro espacio marcado por altos niveles de fronteridad, por dinámicas de cierre que solo podían
ser sorteadas por algunos pocos habitantes del albergue en función de su capacidad de reconversión de capitales
(Bourdieu 2000), la cual era a su vez producto de los lugares específicos que ocupaban en el campo de poder del
albergue.

Por otra parte, el trabajo de alimentación, como el de la guardia, colocaba a los integrantes del equipo que lo
realizaban en lugares de distinción (Bourdieu 2002) y prestigio (Mauss 1979) frente al resto de la población, lo
458
cual implicaba mayores cuotas de capital simbólico y por lo tanto facilidades para el ingreso al micro espacio de la
cocina y la consecuente movilización de los recursos (Tilly y Tarrow 2006) que por este circulaban. Esta situación
hacía surgir tensiones entre el equipo de cocina, específicamente su jefe, y el resto de la población albergada,
particularmente la más frugal. La raíz de estas tensiones estaba en que la mayor capacidad de circular y controlar
el espacio del jefe era percibida como generadora de un desequilibrio y por lo tanto de una deuda que debía
resolverse por medio de mecanismos de reciprocidad (Clastres 2010). Cuando estos mecanismos no eran
efectivos, que era lo más frecuente (ya fuera por la capacidad de propio jefe de volverse inmune a ellos o por la
incapacidad de la población de lograr que se negociaran dentro de la fabricación cotidiana de la constelación
normativa), las tensiones se sublimaban (Freud 1980 [1908], Vels 1990) por medio de constantes y duras críticas a
la labor del equipo de cocina que en ocasiones podían ser incluso agresivas y hasta violentas.

El consumo de alimentos tenía, además, un carácter ritual dentro del albergue, el cual se expresaba en varios
de sus rasgos. En primer lugar, estaba marcado por una serie de repeticiones que, a diferencia de otras
actividades dentro de la casa, se mantenían a pesar de la transitividad y frugalidad del paso de la población
por el espacio. En segundo lugar, el consumo implicaba una forma de apropiación simbólica de la cultura
gastronómica (2001, 84) del albergue, que a su vez era una suerte de collage de los insumos disponibles y de
los complementos que se agenciaba la propia población, y que configuraban un particular menú de la casa
que también estaba marcado por la reiteración; en este sentido, el consumo de alimentos era una pauta más
de territorialización, de apropiación del espacio.

En tercer lugar, el ritual de la comida estaba intervenido por un evento infranqueable: el regaño. La
condición de población cautiva que expresaba la comunidad albergada a la hora de comer era
aprovechada por las autoridades para desplegar mecanismos disciplinarios y normativos que entonces
resultaban infranqueables, por lo que configuraban una relación de intercambio en la que se ofrecía
comida y se demandaba atención. En suma, el carácter ritual del consumo de alimentos marcaba una
inflexión del espacio-tiempo (Lefebvre 1991 y 2004) del habitar la casa, hacia converger a la población (que
de otra forma se encontraba dispersa en el espacio y circulando en diversas temporalidades) en torno a un
evento común, aglutinando y concentrando sus trayectorias y ritmos.

Los trabajos de abrigo y curación, por su parte, estaban también en la base de la reconstitución de la
corporalidad migrante, especialmente en función de los efectos de las dinámicas de traslado que la
población desplegaba en la región, y que implicaban un altos desgaste del cuerpo y sus prendas. A diferencia
de la cocina, los micro espacio de ropería y enfermería tenían muy bajos niveles de fronterización, lo cual se
explica por el menor valor asignado a los recursos que por estos circulaban (sobre todo en el caso de
enfermería) como a la mayor disponibilidad de estos. No obstante, siempre se desplegaba estrategias de
movilización de recursos, especialmente en relación a algunos objetos particularmente valorados (tanto en
un sentido de utilidad como desde criterios estéticos), como zapatos o cierto tipo de prendas (Appadurai
1991, Law 1992, Law y Hassard 1999). Para estas estrategias, como en los otros casos, se aplicaban formas de
reconversión de capitales o tácticas de ilegalismo y evasión de las normas y de los mecanismos de cierre de
los micro espacios, e incluso dinámicas de circulación e intercambio más autónomas entre la propia
población albergada.

Las actividades de descanso y ocio eran también centrales en los procesos de recomposición de las fuerzas
de traslado-trabajo de la población, tanto para la continuidad de su tránsito como para su inserción en
mercados laborales locales. En términos del ritmo de vida (Tarrius 2000, Lefebvre 2004) de la comunidad
albergada, los momentos de pausa o detención en la circulación eran frecuentes y en algunos casos

459
mayoritarios; por ejemplo en la población más frugal, cuya vida social en el albergue era muy corta y
prácticamente se limitaba a dormir y volver a la ruta. Los micro espacios en los que se realizaba el espacio-
tiempo del descanso y ocio tenían también bajos niveles de fronteridad, a pesar de que tanto en el caso del
módulo de hombres como en el de mujeres circulaban recursos que eran valorados, como las colchonetas, las
literas y los cajones para la ropa. No obstante eran recurso que una vez que eran movilizados y apropiados por
la población, circulaban poco, por lo que no tenían una vida social muy activa ni se desplegaban tácticas de
abastecimiento o disputa en torno a ellos.

La actividad de ocio más valorada por la comunidad albergada era la fiesta. Como en el caso de la comida,
era un espacio-tiempo altamente ritualizado por medio de la repetición de una serie de actividades, con la
diferencia de que todas estaban atravesadas por el gozo en vez de por el regaño. Eran en este momento en
el que las personas circulaban con mayor movilidad por albergue, acompasados además por el ritmo de la
música y ataviados con las mejores prendas, e incluso aproximaba al espacio a población del afuera,
operando como un mecanismo de vinculación con la comunidad. Se desplegaban formas de apropiación del
espacio que estaban ausentes en cualquier otro momento del habitar el albergue, y surgía un ritmo de vida
acelerado y marcado además por una pulsión erótica en torno a la cual se abrían momentos de licencia y
sublimación que en otros tiempo-espacio de la casa eran totalmente infactibles. No obstante, los efectos de
la fiesta en el ritmo de vida de la casa eran contrastantes, pues si bien lo aceleraban en el momento de su
realización, lo desaceleraban luego de este, ralentizando la jornada del siguiente día.

Por último, los trabajos que he denominado como de formación del cuerpo migrante, y que refieren a un sentido
doble: por un lado, a la apertura de un espacio-tiempo para la organización del trabajo colectivo y la negociación
de la constelación normativa, y por otro, a la realización de procesos de sensibilización y concientización ético-
política, moral y religiosa. La primera constituía un mecanismo de coordinación de las tareas básicas de
producción y mantenimiento del espacio, así como de fabricación de la norma y gubernamentalidad (Foucault
2006), pues aunque era comúnmente monopolizado por los directores, también emergía como una ágora donde
la palabras podía circular más ampliamente. El llamado de fray Aurelio “a formarse” constituye, en último
término, un llamado a circular de cierta forma específica por el albergue. Aunque la circulación por la casa es
constante y cotidiana, existen momentos en los que la especificidad espacio/temporal de dicha circulación
viene dada por el ejercicio de autoridad que convoca a participar del trabajo colectivo, a circular el espacio en
función de producirlo según los cánones de la autoridad.

La segunda apuntaba a la configuración de espacios de concienciación que eran claves en la posterior


elaboración estratégica de la población en relación a su propia circulación por el campo de poder en el que se
producían sus dinámicas de movilidad, e incluso era un espacio-tiempo generador de acciones que sacaban por
completo a la población de su ritmo de vida normal, y la proyectaban a un afuera en el cual desplegaban actos
contestatarios, de denuncia y de protesta (en ocasión de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa), e incluso de
formas alternativas de territorialización (viacrucis migrante). En esta línea, la formación surge como una
práctica generadora de conciencia y subjetivación (Deleuze 2015), como fabricación de un conjunto de
herramientas prácticas y simbólicas que permitirían una movilidad auto determinada, una mayor capacidad
para generar agenciamientos migrantes y resistir frente a las fuerzas de disposicionamiento.

Ambas prácticas, la formación para la realización de labores comunes y trabajo colectivo en torno a la
producción del albergue, y la formación para la toma de conciencia sobre el propio lugar en el mundo y en la
trama de relaciones de poder que determinan el fenómeno migratorio, elementos que buscan armar al
migrante con un conjunto de saberes, conocimientos, herramientas, códigos, valores y principios que le

460
fortalezcan, individual y colectivamente, en relación al despliegue de sus agenciamientos de movilidad. En
términos de los procesos de territorialización implicados en la producción de dichos agenciamientos,
constituyen lo que Tarrius han denominado el saber circular (Tarrius 2000), prácticas de movilidad conscientes
y auto determinadas331.

La formación es entonces, en términos etnográficos, tanto los momentos en que los cuerpos se disponen para
la realización de las tareas que forman parte del trabajo colectivo en la producción cotidiana del albergue,
como los procesos en que el cuerpo social migrante, entendido como el conjunto de población circulatoria que
a partir de su movilidad da contenido al albergue, es inducido, seducido, inspirado o invitado a tomar
conciencia de la dimensión “estructural” en la que se produce el proceso migratorio del que forman parte.
Tareas y labores de producción y autoproducción del espacio del albergue y tareas y labores de concienciación
y sensibilización sobre las condiciones en que se produce dicho espacio y, más ampliamente, se reproduce un
territorio y una población circulatorios atravesados y condicionados por conflictos de nivel estructural. Se trata
de la doble dimensión material/espiritual de una práctica institucionalizada desde la autoridad, dirigida a la
autoproducción de la experiencia de habitar el albergue; producción y reproducción de sus condiciones
materiales y producción y reproducción de sus condiciones inmateriales, de su espacio y territorio y de su
conciencia y cultura políticas.

Producir al desaparecido es disputar sus formas de representación y materialización. Es poner a circular


discursos sobre su condición y sobre las fuerzas que le han hecho desaparecer, como también es ponerse a
circular en torno a él y a ella, a su ausencia, con el fin de agenciar estrategias que permitan localizar su
presencia, dar con su cuerpo, y en de esa forma, visibilizar las condiciones en que, hoy día, desaparece un
conjunto de población que suele ser representada por el estado como una serie de cifras aisladas. Producir al
desaparecido es producir su búsqueda. Pero esta búsqueda no implica solo el conjunto de acciones que se
despliegan para localizar a una persona, a un cuerpo; implica algo muy anterior, muy previo: localizar a las
personas que pueden dar cuenta de que ese cuerpo falta. El estado no solo desaparece por acción o por
negligencia, porque sustrae a personas del territorio o porque permite que otros lo hagan. El estado
desaparece también por indiferencia, porque sus registros adolecen de una buena cuenta, porque
simplemente no registra, y si registra, lo hace mal. En México, el estado es parte de dispositivos de
desaparición, pero es también parte de dispositivos de metadesaparición332, aquellos que desde una particular
razón burocrática invisibilizan las prácticas y tecnologías de desvanecimiento, que hacen desaparecer al
desaparecido, que lo desterritorializan (Haesbaert 2011).

Es en este sentido que producir al desaparecido implica primero, antes de dar con su cuerpo (con su
materialidad y perfil genético), dar con su persona, con la trama social, comunitaria y de parentesco que lo

331 El autor se refiere a la contra parte de “seres sometidos a los sufrimientos terribles de sus posiciones inciertas, intermedias,
localizados en no-lugares llamados márgenes, periferias; sus destinos excepcionales, de un interés mayor para los ambientes que dejan
como para los que abordan ya no son los que encontramos desde el momento que admitimos y observamos la realidad de la
construcción de identidades fluidas referidas a los espacios-tiempos de las circulaciones, localizadas en los lugares de formas múltiples
de los territorios circulatorios. Encontramos más bien individuos capaces de estar aquí ́ y allá́ a la vez (…), capaces de entrar
momentáneamente o de manera duradera en universos de normas que les son extrañas sin por eso dejar las suyas. Abordamos una
sociología o una antropología de las idas y vueltas, de las entradas y salidas, de los mestizajes que señalan la aparición de otras
sociabilidades que las sugeridas por las problemáticas de las inserciones lentas y largas” (Tarrius 2000, 50-51).
332 Como señalé antes, estos dispositivos estadísticos de metadesaparición se configuran en torno a la ausencia de prácticas de procuración

de justicia por medio de varias técnicas: 1. la generación de condiciones que dificultan o imposibilitan la denuncia; 2. la generación de
condiciones que dificultan el registro sistemático y la elaboración de bases de datos integradas y efectivas; y 3. la generación de un discurso
mediático ofical que disminuye las circunstancias sociales en torno a los casos de desaparición, ya sea por su disimulación o por su silencio.
461
sabe, que lo siente, que lo recuerda. Cuando no está, el lugar del desaparecido es el recuerdo, la memoria de
aquellos que le conocieron. Las primeras acciones de quienes buscan desaparecidos son encontrar a quienes
pueden dar cuenta de ello. En este sentido, quienes les buscan encuentran primero personas, y es solo después
que pueden encontrar sus cuerpos. Luego, implica posicionarse frente a aquellos que intentan invisibilizar la
ausencia de tanta gente, evitar que el fenómeno se convierta en un problema público y social. En este sentido,
producir al desaparecido implica ingresar en un campo de lucha y enfrentamiento en el que, de nuevo, los
agenciamientos de búsqueda se enfrentan a violentas fuerzas de disposicionamiento. Primero, se lucha por el
reconocimiento (Honneth 1997), luego, se lucha porque la razón y las tecnologías del estado se pongan al
servicio de las víctimas, y contribuyan a sus agenciamientos. En este proceso, quienes buscan pasan de ser
víctimas a ser también actores políticos contestatarios (Wieviorka 2003, Lefranc y Mathieu 2009, Chaumont
2010).

Producto de su trabajo es que las cifras han venido aumentando, sin que esto implique que los eventos de
desaparición no vengan también creciendo333 (Animal Político 2014, La Jornada 2015). Hoy día, en el actual
contexto mexicano el ejecutor material de la desaparición no es tanto el estado como el el CO (González Villareal
2012), lo cual implica, como he mostrado, que las tecnologías y efectos de la desaparición se articulan a una
compleja trama de generación, extracción y circulación de valor, no solo pecuniario, sino también formas de valor
simbólico que estas organizaciones aprovechan en su guerra por el control del espacio. Es en este sentido que
argumento que la categoría jurídica de “desaparición forzada” no es estratégica para la lucha contra las fuerzas de
disposicionamiento que provocan estas ausencias ni para los agenciamientos de búsqueda; su definición legal es
limitativa en términos de una argumentación jurídica, lo cual no quiere decir que se exima al estado de su
responsabilidad real. Este es parte de la maquinaria narco-empresarial que está detrás de las tecnologías de
desaparición, y participa del aprovechamiento de los dispositivos criminales de extracción de valor que operan por
medio de la configuración de mercados de trabajo esclavo y de mecanismos de captura de renta mediante la
extorsión.

En México, la cartografía de la desaparición muestra una convergencia entre la operación de los actores del CO,
especialmente del narcotráfico, y las rutas migratorias, específicamente el hecho de que el riesgo de desaparecer
aumenta conforme se avanza en el tránsito del territorio migrante. En este punto se evidencia de nuevo la
connivencia y articulación del estado con el crimen organizado: ambos participan, de manera complementaria, en
las tecnologías de estriamiento del territorio migrante. El estado marca con su presencia un régimen disperso de
seguridad fronteriza (Pallito y Heyman 2008) en el sur, mientras el CO marca con la suya un régimen de captura y
capitalización de la movilidad humana en el norte (CNDH 2011, COFAMIDE et.al. 2012, CIDH 2015, Izcara Palacios
2016). Ambos se complementan como fuerzas de disposicionamiento que estrían el espacio con el objetivo de
desviar, conducir, contener y capturar las fuerzas de trabajo-traslado, y de extraer valor, pecuniario y securitario,
a partir de los agenciamientos migrantes. La lucha, por no decir la guerra, entre estas fuerzas, es una que se
muestra en constantes y permanentes procesos de territorialización-desterritorialización-reterritorialización
(Haesbaert 2011).

Y en esta pugna, los agenciamientos de búsqueda son una forma de apropiación del espacio, un estrategia
de reterritorialización, un emprendimiento de visibilización que ausculta y expone los rincones más lóbregos
del territorio migrante: sus fosas, sus ranchos, sus basureros… Esta fabricación de luz es también una
fabricación de restos corporales, de nombres, de perfiles genéticos, de trayectorias que llevaron a la
ausencia, y en torno a ella se articula una red de actores productores de visibilidad, fabricantes de

333 En: http://www.pgr.gob.mx/Transparencia/Paginas/desaparicion-personas.aspx


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representaciones y símbolos que no dejan morir la ausencia. Entre ellos están los protagonistas de una parte
muy importante de mi etnografía: los Comités de Familiares de Migrantes Desaparecidos. En su memoria
habitan los ausentes, y por su medio se agencian las estrategias que pretenden devolverlos a la luz. Como ha
señalado González Villareal, “[u]n desaparecido es el que ha logrado el reconocimiento de un destino incierto,
de una suerte manipulada por el poder (…) es el resultado de una batalla (…) de la política de la memoria
versus las técnicas de la difuminación” (González Villareal 2012, 31).

Sus actos constituyen lo que Regueiro ha llamado prácticas de salvación (2011), las cuales refieren a la
realización de los procesos rituales, emocionales y psicosociales que las familias producen en torno a la muerte
de algún pariente, y que en el caso de los desaparecidos (por la ausencia del cuerpo) quedan suspendidos en lo
que Panizo ha llamado muerte desatendida y Da Silva privación de la muerte (Panizo 2011, Da Silva Catela
1998), haciendo infactible que se vaya más allá de la liminalidad (Van Gennep 1960, Turner 1997 [1967]) que
sería clausurada con el ritual. Es tan imperiosa la necesidad de clausura de esta liminalidad, que además se
proyecta también en la economía emocional de la familia, que en sus testimonios muchas de las madres de
desaparecidos expresan sus expectativas en relación a que sus hijos retornen vivos, pero manifiestan también
el fuerte deseo de “que regresen como sea”. Es desde ahí que surgen las experiencias de organización de lo
que Bejarano ha denominado “motherist-based groups” (2002), como formas de clausurar la liminalidad; las
protagonistas de los procesos de lucha y disputa en torno a la representación y materialización del
desaparecido.

En sus testimonios, las integrantes de estas organizaciones ponen a circular los recuerdos que tienen de sus
hijos y dan muestra de la forma en que son representados, primero en el nivel individual, pero más allá, como
parte de una memoria colectiva (Halbwachs 2004) que emerge al lado de los procesos de institucionalización
(Portelli 1997) propios de la constitución de sus experiencias organizativas y sus agenciamientos de búsqueda.
Durante las entrevistas que realicé con ellas me llamó la atención el cuidado que tenían al hablar de sus hijos
por la posibilidad de que lo que dijeran pudiera ponerlos en riesgo. Muchas de ellas tenían indicios para creer
que sus hijos habían sido capturados por esa maquinaria narco-empresarial de la que hablé antes, y su temor
de dar un testimonio que pudiera afectarles daba cuenta de dos cosas: por un lado, de la existencia de
expectativas reales y vigentes en relación a la posibilidad de que sus hijos siguieran con vida; por otro, de la
emergencia de una situación contradictoria, pues si bien todos los esfuerzos de representación e
institucionalización de la memoria que realizan los comités de migrantes van dirigidos a visibilizar la
desaparición, contestando como dijimos a un discurso oficial que la invisibiliza, en algunos casos esto se hace a
partir o a pesar de la falta de nominación, del ocultamiento de la identidad personal del desaparecido.

En algunos casos las madres hablaban de su hijo o hija en presente y pasado de manera simultánea, dando
cuenta de la condición de liminalidad que este ocupa en su memoria. Esta oscilación entre pasado y presente la
encontré en muchos de los testimonios de las madres, que igual podían hablar de sus hijos como si no
existieran o como si estuvieran presentes. La ausencia que deviene de la desaparición es ambigua pues si por
un lado interrumpe la vida, por otro lado niega la muerte (Da Silva Catela 1998, 88), dejando al desaparecido
en una situación social de liminalidad suspendida (o sostenida), retomando a Van Gennep (The rites of Passage
1960) y a Victor Turner (El proceso ritual 1997), quienes refieren a la liminalidad como parte de los ritos de
paso en el que se manifiestan rasgos de ambigüedad y paradoja. Esta liminalidad suspendida es la que permite
que se pueda hablar de la persona tanto en pasado como en presente, y está en la base de la situación de
desclasificación y desterritorialización que es justamente en las que se funda la necesidad de la búsqueda. En
este sentido, dar cuenta en el relato de la ambigüedad, más que una debilidad del discurso de representación
del desaparecido, es una de las fuerzas motoras de su elaboración y circulación social.

463
En todos los casos encontramos condiciones de vida precarias y/o marcadas por la inseguridad y la incertidumbre,
lo cual agrava la propia angustia por la ausencia del familiar. En los relatos, las circunstancias de precariedad se
articulan simbólicamente con la falta del ser querido, por lo que se genera una autorrepresentación que pone el
énfasis en la falta; esto se agudiza dado que en muchos casos la partida del hijo se había dado, en principio,
justamente para ayudarle a la madre a resolver necesidades. Muchas de las historias son también trayectorias de
superación de la familia, en la que el sacrificio y trabajo de la madre o la migración de otros hijo logró cosas
concretas: nietos graduados, casas propias, etc. De hecho, en varias historias lo que encontramos son cadenas de
migración de los hijos las cuales se rompen con la desaparición de uno de ellos, por lo que la desaparición de uno
contrasta con las historias de “éxito” de otros. En este sentido, se trata de madres que han experimentado la
ausencia de muchas fromas, algunos se fueron y llegaron, y siguen allá, y otros se fueron y desaparecieron. Los
que siguen allá aparecen incluso, en algunos casos, como coadyuvantes del mantenimiento de la economía
familiar y de los procesos de búsqueda que sus madres realizan para encontrar a sus hermanos y hermanas.

Los recuerdos específicos del momento de la desaparición son oscuros, confusos y llenos de vacíos. Muchas veces
empañados por las personas que estaban cerca del desaparecido, cuyas versiones son la única información que
tienen los familiares, o por la propia información que les dio el hijo antes de desaparecer. “Yo no sé” me decía
una de ellas más confundida que yo con el relato, “ellos dicen eso pero yo no sé… es que la cabeza mía es como
un… la tengo quién sabe cómo porque a veces se me olvida todo”. Frente a esto surgen personas que o les dan
información a los familiares para que dejen de buscar, o les dan pistas para que continúen la búsqueda. Por otra
parte, en varios de los casos encontramos sucesos que surgen como presagios en el relato, como anticipaciones
de lo que habría de ocurrir (ya sea un sueño o una revelación), o como atisbos de historias con desenlaces
alternativos, y que abren líneas de fuga en las historias en relación a la desaparición, rutas alternas en la
trayectoria del familiar que pudo haber desembocado en su retorno. Asociadas a estos sucesos, aparecen
también en los relatos los intentos que habrían hecho las madres de disuadir a sus hijos, aprovechando el
presagio para convencerlos de regresar. Estos elementos parecen apuntar a una construcción del recuerdo que
evita el determinismo trágico, que vislumbra, aunque en retrospectiva, alternativas en la cadena de sucesos que
aunque no ocurrieron, permiten elaborar un historia abierta a las posibilidades. Estas aperturas en el relato, estas
fisuras que van contra la linealidad y el hermetismo propios de la tragedia, configuran una narración abierta que
se proyecta al futuro como cargada de posibilidades, lo cual es un sustrato simbólico indispensable para imaginar
escenarios de aparición y retorno, para hacer emerger la voluntad necesaria para los agenciamientos de
búsqueda.

Vemos también diversos mecanismos del recuerdo que las madres ponen a funcionar para sortear las formas
de culpabilización que suelen estar asociadas a la desaparición, y que en los casos de las historias migratorias,
en contraste, por ejemplo, con las experiencias de desaparición durante contextos de dictadura como las del
cono sur (Felipe y Rodríguez 1994, Da Silva Catela 1998, Amado 2003, Buchenhorst, Daniello y Bozal 2009,
Panizo 2009 y 2011), son más frecuentes. Estas tácticas son indispensables para que las madres logren moverse
ellas mismas desde la situación de dolor y colocarse en un lugar de voluntad que les permita ser parte de y
contribuir a los agenciamientos colectivos que lleva a cabo el comité. Pero este ir más allá de la culpa no viene
dado solamente de estrategias del recuerdo, sino que es también alimentado, como veremos, por el propio
acompañamiento que realiza la organización de cada una de las madres. Aquí habría que agregar que frente a
las circunstancias de precariedad e inseguridad, el ingreso al comité emerge como un evento en el que se llega
a formar parte de un espacio de seguridad y satisfacción de necesidades para muchas de ellas, tanto en
términos materiales (redistribución de recursos de cooperación) como emocionales (procesos de atención
psicosocial).

464
Por otra parte, el ingreso al comité es recordado también como punto de inflexión334: por un lado marca el
inicio de la asunción de la ausencia, el momento en el que la madre finalmente representa a su hijo como
desaparecido, pero también, por otro lado, el punto de inflexión con el que inicia su participación en el
agenciamiento colectivo, en los procesos de búsqueda y las estrategias de contestación e incidencia que se
ponen a circular en el campo de lucha que implica representar a los desaparecidos. En esta línea, es
significativo que incluso narran que “buscan y buscan” las oficinas del comité, como si llegar a la organización
constituyera en sí mismo un ritual de paso que las coloca en el lugar de quienes buscan, preparándolas para el
agenciamiento colectivo posterior. Como con las premoniciones, el recuerdo del comité abre una línea de fuga
ante la tragedia, la organización es relatada como un hito fundante en términos de sus prácticas de búsqueda,
el suceso abre una nueva etapa en la narración marcada ahora por el relato de la superación del dolor y el
inicio de los agenciamientos de búsqueda. Además, la organización es representada como un espacio de
ampliación de sus relaciones de parentesco, “COFAMIPRO es mi familia”, dicen varias. Este proceso está en la
base del carácter orgánico del colectivo, así como de las dinámicas de reciprocidad en las que se fundamentan
sus relaciones cotidianas y los círculos de trabajo ampliado que contribuyen a la producción y reproducción del
comité.

El lugar del desaparecido es la memoria, recordarlo es representarlo y representarlo colectivamente


institucionalizando un discurso que surge de su figura y contesta las representaciones de otros (como el
estado), es ponerlo a circular en un campo de lucha política (Bourdieu 1989 y 2000) en el que se juega no solo
simbolizaciones o figuras enunciativas (Butler 1997), sino también la materialidad de los desaparecidos, la
forma en que se producen sus cuerpos inciertos, en que se nominan, se exhuman, se identifican y se retornan.
Las formas y estrategias de representación del desaparecido son un primer momento en la producción de su
movilidad, de su circulación como realidad social que se busca enunciar y denunciar. En este sentido, aunque
surgen de los lugares más íntimos del recuerdo y de su institucionalización como memoria colectiva (Portelli
1997), son la base de un proceso de lucha y resistencia que se expresa en el conjunto de formas de movilidad y
formas de territorialización asociadas a estas.

En este sentido, el discurso colectivo que emerge desde los relatos más individuales opera, además como
configurador de estrategización, como línea de fuga de la liminalidad en la que permanecen las personas
desaparecidas. Como ha señalado Turner (1997), las personas liminales ya no están clasificadas al tiempo que
todavía no están clasificadas, lo cual implica una situación social que imposibilita o al menos dificulta la
circulación social del desaparecido. En otras palabras, la permanencia en el estado liminal conjura la movilidad
(y por lo tanto la contestación y pugna) de las representaciones en torno a los desaparecidos, por lo cual el
agenciamiento colectivo y la institucionalización de la memoria van dirigidos a producir figuras del
desaparecido que puedan circular más allá de su suspensión liminal. La heroicidad, el sacrificio, la victimización,
la bondad, son rasgos, entre muchos otros, que el colectivo de madres aporta a sus procesos de
representación, y que la organización como tal incorpora a la elaboración de un discurso político y estratégico.

En términos más generales, estas estrategias de representación y la circulación de discursos sobre los
desaparecidos que realiza el comité, son prácticas generadoras de valor: al poner a circular sus propias formas de
representar al desaparecido, lo hacen sobre la premisa de que dichas formas son valiosas en sí mismas, imágenes
de las personas con identidad y narrativa, con rasgos de bondad y sacrificio, rostros heroicos y visibles frente a la
invisiblización del estado; pero son igualmente generadoras de valor, pues funcionan como formas de capital que
se van reconvirtiendo en su circulación y van permitiendo un devenir estratégico del comité en el marco de sus

334En algunos casos el contacto con el comité es por intermediación de un tercero que lo recomienda, y en otros la información llega
por un medio como la radio o la televisión, pero en ningún caso la madre tiene un conocimiento previo de la organziación.
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procesos de contestación y lucha. En otras palabras, las representaciones que, desde el recuerdo y el relato
individual se institucionalizan como memoria colectiva, producen una figura común del desaparecido que es
luego puesto a circular como una forma de capital simbólico en los agenciamientos de búsqueda de sus madres.
Pero el trabajo de recuerdo y representación que realizan las madres va dirigido también a una esfera más íntima
y cerrada en relación a la economía emocional de la familia. Como es frecuente en las historias de estas mujeres,
su trabajo de crianza se ha extendido a los nietos que les dejaron sus hijos antes de partir, generando un margen
ampliado de cuido (Hochschild 2001, Williams 2010, Yeats 2012, Kilkey y Merla 2014, Merla 2014). En este
contexto, parte del trabajo de crianza va dirigido a mantener viva la figura del padre o la madre en la memoria de
sus hijos.

En este sentido, retomando, tenemos la premisa de que producir al desaparecido implica ingresar a un campo
de lucha en el que se pugna tanto por la representación y materialización del cuerpo migrante ausente, como
por ciertas formas específicas de territorialización: desde las que surgen como producto de las circulación de
sus discursos de contestación, hasta las que emergen a raíz de sus propias trayectorias de búsqueda en el
terreno, pasando por localizaciones más cotidianas como las oficinas donde realizan las tareas diarias de
producción de sus agenciamientos y formas de organicidad, o los espacios domésticos donde efectúan las
labores reproductivas (Graeber, It is value that brings universes into being 2013) indispensables para la
producción de los agenciamientos de búsqueda. El punto de inicio de esta compleja trama de trabajos y formas
de fabricidad que finalmente constituyen una parte importante de los agenciamientos migrantes, puede ser
ubicado en un tiempo-espacio específico: el de la agregación paulatina de madres (Bejarano 2002, 144) que
ante la incertidumbre, “el dolor y la desesperación” empezaron a conocerse, reconocerse y organizarse.

No es casual que el hito que marque el nacimiento del comité sea un desastre natural (huracán Mitch), suele
ser, en algunas ocasiones, justamente el shock el que muestra las fibras más cruentas de la materia de la que
está hecho el capitalismo (Klein 2007), en este caso, la de una corporalidad precaria y desposeída cuya
movilidad es fuente constante de valor y acumulación. Lo que empezó como una iniciativa para detectar las
cifras y los nombres del desastre se invirtió, exponiendo que los verdaderos rostros de este no eran solamente
los de personas ahogadas o desplazadas, sino los de las desaparecidas. Poco a poco la difusión radial desde la
que se agenció la iniciativa también se invirtió, convirtiéndose en una recepción radial, un foro común, una
“asamblea radializada” (Varela Huerta 2012, 180) en la que múltiples voces empezaron a hacer circular las
informaciones de sus familiares extraviados en la ruta migrante. Posteriormente, el espacio radial se tornó
espacio real, un territorio propio, un lugar “donde ir a llorar”, donde poner a circular emociones que habían
estado mucho tiempo guardadas y que solamente haciéndolas salir fue posible reconvertirlas, transformar el
dolor individual en dolor común, y el dolor común en voluntad colectiva.

La reconfiguración de su economía emocional fue generando la base de su incipiente organicidad y de su


paulatina territorialización: de ser un grupo de madres lacrimosas, de “mater dolorosa” (Bejarano 2002, 131),
se fue convirtiendo en una creciente red de organizaciones de base, los “comités de barrio”, liderados por
algunas madres que asumieron la tarea de articular las localidades y sistematizar las informaciones; “a pura
infantería” empezaron a recorrer las barriadas, a motivar a los comités y a documentar los casos, emergiendo
como figuras cuyo liderazgo se encontraba imbricado en las propias condiciones de sus bases. El siguiente paso
fue la búsqueda del reconocimiento (Honneth 1997) del estado y la incidencia para que este contribuyera a sus
agenciamientos, pero este objetivo hasta la fecha no se ha logrado. Fue entonces que asumieron por sí mismas
la necesidad de desplegar una estrategia y una tecnología de búsqueda: las caravanas. La creciente capacidad

466
de territorialización de la organización iba de la mano con sus institucionalización y su politización; con los
primeros encuentros de hijos desaparecidos llegó también su constitución subjetiva (Gallardo 2013, Deleuze
2015) y la fuerza y organicidad del grupo quedaron zanjadas.

Una vez que México quedó incluido dentro de su territorio, sus tecnologías de búsqueda se refinaron. Surgió la
técnica de las fotografías, un “soporte de la memoria” (Panizo 2009, 74), un sustrato material del recuerdo
“que devuelve la identidad [que] corporiza” y permite salir de la ausencia (Da Silva Catela 1998, 101),
configurando además un “punctum” público que enuncia “ellos han estado aquí, deberían estar aquí ¿dónde
están? (Bejarano 2002, 140). Las fotografías colocadas como cuadrícula sobre el suelo daban cuenta de una
técnica de “individualización máxima del desaparecido” convergente con la imagen de su masividad (Peris
Blanes 2009, 90), lo que empezaba a disputar el argumento invisibilizador del discurso oficial que suponía,
implícitamente, que cada rostro era un caso aislado. La fuerza estética con que las madres enfrentaron las
sombras del estado fue un salto en la estilización de sus estrategias, la yuxtaposición de los rostros
corporizados en las fotografías era un argumento contundente: la casualidad es imposible. Sus instalaciones y
sus recorridos eran ventanas que permitían una mirada al nivel estructural, y no particular o aislado, de las
desapariciones. Pero la técnica no era solo una forma de representación, sino también una táctica de
búsqueda, pues la exposición fotográfica atraía incontables pista e indicios, muchos de los cuales
desencadenaron eventuales reencuentros335.

De forma paralela a las tecnologías de búsqueda en México la organización mantenía procesos de vinculación
con los comités y las comunidades (a quienes ahora asesoraba también en relación a la elaboración de
estrategias de movilidad para familiares que se encontraban en ruta), desplegaba acciones de presión e
incidencia hacia el gobierno, asistía los procesos de recepción de migrantes deportados desde México y EUA,
acompañaba a familias durante los procesos de repatriación de sus familiares fallecidos en la ruta, entre
muchas otras acciones. Su amplitud y fortalecimiento le permitieron vincularse con cada vez más
organizaciones a nivel local, nacional y regional, y eventualmente establecer también vínculos con
organizaciones en México y EUA que estaban interesadas en apoyar los procesos de incidencia y búsqueda que
había iniciado el comité.

Tres hitos marcaron la proyección internacional de la organización: en primer lugar su vinculación con el MMM,
que permitió un salto cualitativo y cuantitativo en las tecnologías de búsqueda, especialmente en las caravanas
que ampliaron su capacidad de territorialización tanto en el nivel de la circulación de su discurso (en medios,
instancias gubernamentales, organizaciones, etc.) como de sus recorridos por México (gracias a este vínculo
llegan hasta la frontera norte de México), y le permitieron a sus liderazgos una mayor participación en foros y
espacios internacionales. En segundo lugar, su contacto con la FJEDD, que realizó una significativa inyección de
recursos que le permitió al comité consolidarse como una organización plenamente institucionalizada, con una
racionalidad burocrática significativa y recursos propios para la administración y gestión de sus procesos de
documentación. Y en tercer lugar, su alianza con el EAAF, que les brindó la posibilidad de elaborar un registro
de perfiles genéticos, así como especializar y tecnificar aún más sus herramientas y habilidades de búsqueda.

Todo lo anterior fue redundando en la formación y especialización de los liderazgos: su prácticas y discursos se
fueron refinando y sus herramientas de análisis, elaboración estratégica e incidencia política se fueron
fortaleciendo. Las mismas madres que iniciaron el proceso organizativo desde aquel momento en que se

335A diferencia de cómo ocurre con los desaparecidos de los 70-80 en las dictaduras del cono sur o de las guerras civiles en CA, para los
comités de familiares la presentación pública de las fotografías no es solamente una proyección y politización de la memoria para exigir
justicia y verdad, sino que es además una tecnología de búsqueda. La fotografía, en vez de suturar la memoria fragmentada por la
desaparición, busca conjurarla al ser parte de un estrategia que quisiera terminar, siempre, con el reencuentro.
467
reunían “a llorar” en algún salón comunal de El Progreso, poco a poco fueron creciendo en su liderazgo hasta
que se consolidaron como “especializaciones de las actividades iniciales u originarias del nuevo tipo social que
la clase emergente [había] vuelto prominente” (Selections From the Prison Notebooks, p. 6, citado en Crehan
2002, 24, traducción propia, énfasis en el original). Pero también fueron modificando y reconfigurando las
propias representaciones que el comité elaboraba en torno a la figura del desaparecido; estas han
complementado el carácter más emocional y filial que tenía en sus inicios, específicamente en torno a la figura
del hijo, con concepciones más técnicas y forenses. Ahora no solo se buscan cuerpos en tanto personas, como
indicamos antes, sino que el modelo se invierte y se buscan personas en tanto cuerpos; la persona es entonces
vehiculizada por sustratos materiales más específicos y particulares: persona es huesos, restos, perfiles
genéticos.

Por otra parte, la arena de lucha también se ha agudizado junto a la amplificación de la geometría de poder del
comité, de su mayor capacidad de territorialización (Haesbaert 2011) y apropiación del espacio (Giménez 2001)
en el que pretende incidir y desplegar sus tecnologías de búsqueda, del incremento de su “saber circular”
(Tarrius 2000) el territorio migrante y el campo de poder (Bourdieu 2000) en el que este emerge. Esta
agudización ha traído dos tipos de conflictos: pugnas entre las organizaciones aliadas a los comités que entran
en competencias por las víctimas, y disputas entre los mismos comités, tanto a nivel nacional como de CA, lo
que se ha manifestado como dinámicas de competencia entre las víctimas (Von Plato y Bofill 1998). Realizar el
balance en relación a los impactos y efectos de estas reconfiguraciones es difícil, pues al lado que ha hecho
surgir liderazgos que se perfilan como “intelectuales orgánicos” y organizaciones con una mayor capacidad de
realización, también ha burocratizado sus formas y agendas y les ha colocado en medio de conflictos que antes
no existían.

No obstante, más allá de los perfiles especializados de los liderazgos y de la proyección internacional de las
organizaciones, es claro que los vínculos con las bases se mantienen y que incluso se ha fortalecido la
estructura primaria del comité. La mayor parte de las integrantes de su asamblea son madres/abuelas,
obreras del cuido, bisagras de la amplia economía reproductiva sin la cual la producción social de la
migración sería impensable (Hochschild 2001, Moran-Taylor 2008, HelpAge International 2008, Bastia 2009,
Williams 2010, Yeats 2012, Kilkey y Merla 2014, Merla 2014), y cuyos vínculos familiares también son
trasladados a la dinámica de la organización. Recordemos por ejemplo lo anunciado por las integrantes de la
junta directiva durante la celebración del día de la madre en relación a que habían logrado “el registro civil
les agilice los trámites de reconocimiento de los niños”, de los nietos que criaron luego de que sus padres
desaparecieron.

En este sentido, como decía antes, el comité constituye una organización cargada de parentesco; no solo
porque las mismas unidades domésticas de las que las integrantes forman parte ingresan con ellas a la
experiencia orgánica, sino también porque entre ellas mismas surgen vínculos que emulan las relaciones de
parentesco que además alimentan mediante la activación de mecanismos de reforzamiento de los vínculos
organizativos (premiaciones, entrega de reconocimientos, elección de la “madre del comité”, etc.). Como
insistían muchas durante nuestras conversaciones, “el comité es mi familia”, “ellas son mis hermanas”, “Nelly
[la presidenta] es como nuestra madre”. Incluso operaban dentro de la organización, mecanismos de
redistribución de los recursos que provenían de la cooperación internacional, y que, a al manera de la figura del
proveedor, las líderes de la organización canalizaban por diferentes medios a las unidades domésticas de sus
asambleístas.

468
Las relaciones personales entre las integrantes del comité, así como entre estas y las líderes, estaban plagadas de
emociones que rápidamente se movían en un registro que iba del dolor común a la dicha colectiva. La economía
emocional de la organización era densa y contrastante; así como en la historia de su génesis todo había iniciado
como un lugar a donde “ir a llorar”, ahora surgía también como un lugar a donde “ir a reír”. Sin que el dolor común
dejara de ser la base de su economía afectiva, el gozo común se había sumado a esta como expresión del hecho de
haber alcanzado uno de los principales logros de los procesos de resiliencia y fortalecimiento del grupo: la
emergencia de una voluntad común. La situación liminal del desaparecido se proyecta también en sus familiares
haciendo surgir una situación en la que al tiempo que sufren la ausencia, tienen expectativas sobre su retorno, lo
que he denominado una situación de liminalidad emocional: sin dejar de lado el dolor común se hace posible la
voluntad colectiva, o como diría Nelly “tristes pero con el corazón tranquilo”. Más que eliminar el dolor (condición
para la indignación y politización), se busca disipar otras emociones que impiden que las integrantes estén en
condiciones de sumarse a un proceso organizativo, estratégico y contestatario. Como ha señalado la propia
organización en una de sus publicaciones,

Ante la angustia que viven los familiares en casos de desaparición, su estado de salud fi ́sica y mental va decayendo.
Varios de los casos documentados dan cuenta de familiares que han ido adquiriendo enfermedades como problemas
cardiacos, graves depresiones y otras más. El problema es que a estos familiares, en todo caso si es que llegan a
obtener algún tipo de ayuda médica, obtienen la que se brinda a cualquier ciudadano y no una especializada por su
condición de vi ́ctimas de desaparición (COFAMIDE, COFAMIPRO, Frontera con Justicia, Voces Mesoamericanas,
FUUNDEC-M, EAAF 2012, 17).

Las relaciones cuasi familiares que se establecían entre las integrantes del comité y entre estas y las integrantes
de la junta directiva, hacían surgir dinámicas internas de trabajo dentro de la organización que tomaban la
forma de mecanismos de sostén colectivo de las labores, a partir de los cuales algunas integrantes de la
asamblea se mantenían siempre orbitando en torno a la dinámica laboral cotidiana de las integrantes de la
junta con el fin de aportarles constantemente pequeñas y variadas tareas de cuido o reproducción del espacio
de la oficina: preparándoles alimentos o insumos, realizando tareas de limpieza y mantenimiento, cuidando de
los parientes de sus en casa para que estas pudieran realizar el trabajo de oficina, etc. En este sentido, se
configuraban círculos ampliados de trabajo que realizaban labores de sostén y mantenimiento de la
organización como formas de reciprocidad e intercambio; muestra de una economía reproductiva (Graeber, It
is value that brings universes into being 2013) basada en la emulación de las relaciones de parentesco así como
en formas de solidaridad y camaradería (Da Silva Catela 1998, 97), que permitían generar las condiciones para
la producción del agenciamiento colectivo (p.e. las caravanas) y del trabajo diario de administración y gestión
en la oficina.

Este último se realizaba en condiciones que daban cuenta el elevado nivel de institucionalización de sus
prácticas, así como de la configuración, cada vez más consolidada, de un espacio con los rasgos propios de una
burocracia (Weber 2000): perfil de trabajo basado en jerarquías y segmentación-distribución de funciones,
altos niveles de especialización, registro y documentación de trámites y gestiones, etc. Pero por otra parte, el
trabajo se iba también mezclando con la dimensión más personal de sus integrantes en términos de la asesoría a
las experiencias personales de las integrantes y sus familias. En este sentido, el perfil más burocrático de la
gestión y administración en el trabajo de oficina se articulaba con una proyección más bien orgánica de las
tareas, producto de la propia imbricación de la vida de las integrantes de la junta en la realidad del fenómeno
migratorio. Es decir, sus labores se encontraban “orgánicamente vinculadas con aquello que [les era]
fundamental, con [su lugar en] la estructura económica básica de la sociedad” (Crehan 2002, 23, traducción
propia, énfasis en el original). Lo anterior se hacía evidente, por ejemplo, en las situaciones de documentación

469
de casos. Cuando llegaba alguna personas por primera vez a la oficina a presentar su situación de haber
perdido contacto con algún familiar en la ruta migrante, los protocolos y mecanismos de recepción, registro,
documentación, contención y seguimiento, daban cuenta de este doble carácter burocrático y orgánico en las
labores y estilos de trabajo del comité.

Pero quizás el trabajo más intenso tanto en términos de la cantidad de esfuerzo invertido y de valor generado,
eran el que se realizaba en torno a los procesos de acompañamiento psicosocial y formación socio política que el
comité ofrecía a las integrantes de su asamblea. Sin duda el trabajo de documentación de casos es muy
importante y genera mucho valor, tanto para las familias de las personas cuyos casos son registrados y
sistematizados por el comité para luego ser trasladados a los procesos de búsqueda, como para la más amplia red
de actores y organizaciones que forman parte de los agenciamientos de producción del desaparecido. Igualmente
ocurre con los propios trabajos de búsqueda que se dan tanto como parte de la labor cotidiana en la oficina como
en las caravanas. No obstante, el impacto que tienen los procesos de acompañamiento psicosocial en la
economía emocional y doméstica de las integrantes de su asamblea es enorme, pues contribuye a generar las
condiciones para que estas mujeres se mantengan activas tanto en relación a sus tareas de cuido (bisagra y
vórtice, como vimos, de la más amplia economía reproductiva que está en la base de toda la producción social de
la migración), como a su participación en los agenciamientos de búsqueda.

Estos procesos de acompañamiento, como ocurre desde los inicios del comité, emergen como la producción de
un espacio propio y apropiado (Giménez 2001), un lugar-refugio de las dinámicas cotidianas del ámbito
doméstico y el ámbito público en el que las mujeres pueden agregarse para poner a circular emociones
comunes que suelen estar marcadas por el dolor y reconfigurarlas como emociones colectivas, lo que a su vez
permite la reconstitución emocional y psíquica de cara a, como dije, la continuidad de las labores de cuido y de
búsqueda. Y en esta línea, contribuyen de manera importante a la generación de valor, pero también a las
estrategias de territorialización implícitas tanto en la producción de estos espacios comunes como en la
producción de los procesos de búsqueda. Por otra parte, al igual que ha ocurrido con el propio comité, sus
espacios para el acompañamiento psicosocial han experimentado también un proceso de evolución que ha
brindado altos niveles de tecnificación y profesionalización a la atención, lo cual se refleja en el valor que tiene
para las integrantes de la asamblea, tal y como pudimos ver en sus propios testimonios.

La situación de liminalidad propia del desaparecido, como hemos visto, se reflejaba en la condición de
algunos de sus familiares generando una situación que he conceptualizado como de liminalidad emocional
que está en la base de la emergencia de afectos como la depresión, el ostracismo, la ansiedad, la
desesperación, el pánico, entre otros, pero es también, de manera paradójica, la condici ón de posibilidad
de la esperanza y la voluntad. La infactibilidad de clasificar al desaparecido y no poder agregarlo
socialmente ni al mundo de los muertos ni al de los vivos (Tuner 1997 y 1967), es lo que abre una situación
de ambigüedad que permite ir más allá del dolor y el ostracismo. La liminalidad emocional es condición de
posibilidad de la voluntad indispensable para los agenciamientos de búsqueda

Este estado puede ser comprendido también mediante un enfoque espacio-temporal en torno a la experiencia
cotidiana, pues la “intensidad y profundidad” comúnmente experimentada como consecuencia del evento de
muerte (Da Silva Catela 1998, 98), en el estado de liminalidad suspendida se configura como una “inversión de la
concentración espacio-tiempo” en relación a los efectos sociales de la desaparición como ausencia del momento
de muerte. En vez de profundizarse e intensificarse, la experiencia espacio-tiempo cotidiana se ralentiza y
extiende, generando una transmutación del tiempo en espacio a partir de la cual los ritmos de vida se trastornan
470
(Tarrius 2000) y la muerte emerge como lugar de suspensión de los familiares del desaparecido, que terminan
habitando la ausencia en todas sus trayectorias vitales cotidianas (Lefebvre 2004); se suspende el tiempo y se
reifica el espacio, por lo que la experiencia cotidiana se vive como un perpetuo lugar de ausencia. A su vez, esto
implica una forma específica de territorialización de la experiencia migratoria, en este caso para las dinámicas de
movilidad y uso del espacio en la vida cotidiana de las familias de los migrantes.

Frente a la imposibilidad de la realización de los rituales mortuorios y el duelo, la liminalidad emocional y esta
especie de territorialización de la vida doméstico-cotidiana incrustada (colonizada) por la espacialidad absoluta
de la ausencia ubicua, son abordadas por los procesos de acompañamiento que ofrece el comité a sus
integrantes, mediante mecanismos de refuncionalización de afectos que justamente están en la base de la
reconfiguración del dolor individual como dolor común, y del dolor común como voluntad colectiva. Aunque la
situación de liminalidad emocional permanece, se generan líneas de fuga que permiten proyectarla como
esperanza, tal y como vimos en relación a los relatos de las madres. Es en este sentido que frente a la política
de muerte (Mbembe 2003) del estado mexicano y hondureño y sus arreglos empresariales-criminales, el
comité surge como una “máquina generadora de esperanza” (Nuijten 2003, 152-175) en relación a la
posibilidad del reencuentro (“ha habido casos, siempre hay casos…”), y por lo tanto de salir de la liminalidad,
clausurar la ausencia ya sea por medio del retorno de la persona, o de la realización del ritual de muerte.

Pero como vimos, el acompañamiento y la atención psicosocial especializada que ofrece el comité no solo se
proyecta como mecanismo de refuncionalización de las emociones en casos de desaparición, sino que también
se vinculaba a casos de muerte, con lo que la organización se configuraba entonces como una máquina de
producción del duelo. Como me dijeron en varias ocasiones las integrantes de la junta directiva, “a veces decir
tu hijo murió son buenas noticias”, o como aseguraban también las madres que estaban en esta situación, “por
lo menos ya sé”. El caso más paradigmático durante mi trabajo de campo fue el del COFAMICENH.

En este caso la liminalidad emocional es más específica, pues por un lado la muerte se ha dado, con lo cual las
condiciones para la agregación y clasificación social de la persona están dadas (V. Turner 1997 [1967]), pero por
otro lado el cuerpo sigue ausente (con la consecuente falta del cierre ritual y el lugar de culto), por lo que en este
caso el ingreso del grupo de madres a un campo de lucha (Bourdieu 2000) se da en términos de producir el
retorno de los cuerpos, lo cual implica enfrentarse a una maquinaria estatal que, paradójica y dramáticamente,
desaparece aún a los desaparecidos que ha aparecido. Con este fin, al igual que en el caso de las mujeres del
COFAMIPRO, se elaboran en torno a las personas ausentes representaciones comunes que, a partir de la
institucionalización del recuerdo individual (Portelli 1997), se configuran como formas de memoria colectiva
(Halbwachs 2004) que se ponen a circular en el marco de “estrategias del recuerdo” (Da Silva Catela 1998) con el
fin de reconstituir el carácter de persona de los ausentes y de esta forma preparar las condiciones para el duelo,
pero también con el objetivo de movilizara dichas representaciones pero ahora como víctimas, en el marco de un
agenciamiento dirigido a producir su retorno, enfrentando fuerzas de disposicionamiento que bregan por
mantener y perpetuar la ausencia.

Estas estrategias de recuerdo y representación se fundan, como vimos, en rasgos que surgen de los relatos
individuales de las madres pero que se institucionalizan como representaciones colectivas de las víctimas
que luego se ponen a circular como formas de capital en el marco de sus estrategias de gestión e incidencia
para la producción del retorno. Por un parte, los relatos presenta rasgos idealizados de las personas
(“buenos padres”, “hombres trabajadores”, “hijos respetuosos”, etc.) y de las circunstancias en que fueron
asesinados (Scheper-Hughes, Undoing: Social Suffering and the Politics of Remorse in the New South Africa
471
1998), las cuales son incorporadas en la producción de un discurso colectivo y politizado en torno a la figura
de víctimas; se trata, como dije antes, de articuladores simbólicos entre persona y víctima.

Por otra parte, encontramos en los relatos un desconocimiento común de las madres en relación a la partida de
sus hijos, lo cual las lleva a la propia elaboración en torno a las condiciones y causas de sus trayectorias migrantes,
desde explicaciones inmanentes (materiales, sociales y económicas), hasta otras de carácter trascendente (el
destino y la voluntad divina). Pero todas estas convergen en un rasgo común: la idea de la desesperación y la
desesperanza como condiciones genéticas de su salida. En tercer lugar, en los relatos aparece el sueño como
forma de comunicación y presencia de las víctimas, a diferencia de los casos del COFAMIPRO en los que la
experiencia onírica surge más bien como mecanismo de anticipación. Por último, el relato se proyecta como
discurso político por medio del cual las madres se dirigen tanto a “los gobiernos” como a “los jóvenes”, para exigir
y contestar a los primeros, y disuadir y convencer a los segundos. Es en este punto que la representación persona-
víctima emerge como forma de capital que es movilizado en el marco de discursos de incidencia, mostrando
además que la vocación política del grupo se a consolidado junto a la institucionalización de su perfil como
organización.

En relación a la reconstrucción de los hechos de la masacre, en el relato de los familiares los mecanismos de
responsabilización y culpabilización de los perpetradores son dislocados, pues aunque se identifica a los
“soldados zetas” como los ejecutores materiales, el resentimiento y la asignación de la culpa (Scheper-Hughes
1998) se dirigen a “Michael”, el coyote que los llevaba y que “fue el que los entregó”. Aunque no es factible
saber si al coyote se le pagó por la entrega de las víctimas a los zetas, si sabemos que se quedó con el dinero
que se le había pagado inicialmente por el servicio y que incluso, luego de la masacre pero antes de que los
cuerpos fueran identificados, varias de las madres le dieron pagos adicionales “para que fuera a buscar a los
muchachos a México”, por lo que está claro que existe una captura de renta en su beneficio, así como, en
términos más generales, una reconfiguración de la forma-muerte como forma-mercancía (Feldman 1999).

Por otra parte, uno de los elementos que con mayor fuerza hace dirigir la culpa hacia el coyote desde la
perspectiva de los familiares, fue el hecho de que este hubiera sobrevivido e incluso salvado a otros dos que
iban con él y “eran sus parientes”. El dato de que “él estuviera aquí y ellos no”era interpretado por las madres
como muestra de premeditación y alevosía. Habría que agregar también el hecho de que Michael, al ser “del
pueblo”, emergía como un actor próximo, identificable, inmerso en la trama social de relaciones comunitarias
(miembro del mismo partido político), por lo que la posibilidad de asignar la culpa era más concreta en
términos de generar posibles sentimientos de remordimiento. Esta culpabilización, por último, constituye para
las madres el origen de una deuda (Clastres 2010) que nunca habrán de cobrar, que “queda en las manos de
dios”, con lo cual se cancela cualquier relación de reciprocidad (Mauss 1979) que pudiera haber existido con el
coyote.

En un segundo momento, la institucionalización del discurso colectivo en torno a las causas y condiciones de la
masacre identifica al estado como actor responsable, en el caso del estado mexicano por su indiferencia ante la
violencia y la operación de los actores criminales, y en el del estado hondureño por su responsabilidad en la
generación de las condiciones que llevaron a sus hijos a “desesperarse” e irse del país. En este momento del
discurso colectivo el “estado” es imaginado como un actor unitario y coherente (Abrams, Gupta y Mitchell
2015), sin mayores matices, cosa que no ocurrirá en el discurso elaborado en relación a los procesos de
incidencia para producir el retorno de los cuerpos, cuando tanto el estado mexicano como el hondureño
tomarán formas más concretas y cotidianas (Joseph y Nugent 2002, Das y Poole 2004). En ambos momentos,

472
sin embargo, el discurso que se elabora en torno al estado es uno de contestación y enfrentamiento, base
enunciativa para las posteriores acciones de demanda e incidencia.

Sin duda la masacre produce efectos subjetivos y materiales en el núcleo familiar y la trama comunitaria (Blair
2004, Castillejo Cuellar 2005), que en el caso de las familias de las víctimas se expresaban tanto como formas de
somatización (pánico, diabetes, hipertensión) y como en formas de revelación (sueño, manifestaciones sobre
naturales, visiones, etc.), estas últimas en función de la infactibilidad de responder a la pregunta “¿por qué tanto
exceso?” (Blair 2004 y Moore 2012); como me decía una de las familiares, “¿qué harán con esas partes
[extremidades] los zetas?”. Esto tenía efectos en el espacio-tiempo cotidiano igual que en los casos de las
integrantes del COFAMIPRO, pero con la diferencia de que la liminalidad emocional estaba supeditada al
momento del retorno de los cuerpos, que en este caso era un evento claro en el tiempo. Por otra parte, los
efectos eran también los propios de lo que he planteado en relación a la muerte desatendida y la privación de la
muerte (Panizo 2011, Da Silva 1998), de nuevo con la diferencia de que para las familias de las víctimas de
Cadereyta las expectativas en torno a los cuerpos (y a los procesos de clausura de la liminalidad asociados a estos)
eran más concretas.

En relación al evento de la masacre propiamente, he propuesto que esta puede ser analizada y comprendida
desde dos aproximaciones: por una lado como una acción estratégica en el marco de un campo poder en el que
actores del CO se disputan el uso y control del territorio y de los flujos de movilidad (de personas y mercancías)
que se dan en este (Agnew 2005, Massey 2009, Moore 2012), y particularmente en su condición de área
fronteriza (Kearney 2009); y por otro lado, como una acción estética y enunciativa (Feldman 1999, Castillejo 2001,
Blair 2004, Martínez 2012, Mendoza Rockwell 2016). En el primer sentido, los mismos perpetradores
reconocieron la masacre como una acción corporativa en contexto de guerra, la cual “era parte de una estrategia
para inculpar de dichos actos a organizaciones criminales antagónicas (…) para causar confusión en las
autoridades y la opinión pública”; el efecto y valor del acto estaba en su exceso (Blair 2004, 168), pues era lo que
permitía atraer la atención y generar la confusión en torno a su mensaje de guerra. En este sentido, el objetivo
táctico era doble: por un lado, inculpar y debilitar al enemigo (Cártel de Sinaloa), y por otro lado despejar el
territorio para el tránsito de sus mercancías.

En relación a la estética de la masacre, es posible identificar varios elementos significativos. En primer lugar los
rasgos de las mutilaciones: lo que se amputan son las extremidades, los medios de movilidad, lo cual implica
una codificación del cuerpo (Blair 2004) que refiere a la enunciación de un mensaje en torno a la regulación y
control de la circulación de las personas por el área fronteriza. En segundo lugar, la cantidad de personas
asesinadas y mutiladas: la codificación que opera en términos de la relación extremidades-movilidad es
expandida por la masividad de los cuerpos mutilados-codificados, lo cual redunda en la enunciación del mensaje
sobre las formas de circulación de personas-grupos por la zona. Tercero, la localización de la masacre: ya
Feldmann (1999) ha señalado que los sitos utilizados para perpetrar matanzas y torturas así como los lugares
donde son dejados los cuerpos cargan significados y producen enunciados, y en nuestro caso estamos ante la
colocación de 49 torsos en una carretera federal (lugar por excelencia de movilidad), la cual a su vez está ubicada
en el corazón del área fronteriza.

Todo lo anterior nos permite pensar la matanza como una masacre-instalación detrás de la cual hay todo un
conjunto de labores escultóricas y de moldeamiento de los cuerpos, y posteriormente un conjunto de labores
de colocación-disposición de estos. Como ha señalado Feldmann, “se hace del cuerpo un lugar”, a lo que
podríamos agregar que también la instalación del cuerpo hace lugar. Estamos frente a una forma cruenta de
apropiación del espacio, de la fundación violenta de una normatividad (Benjamin 2007, 113-138) en torno a la

473
máxima “el que no paga no pasa” (Martínez 2012), un mecanismo de regulación dirigido tanto a garantizar
que el tránsito transfronterizo de migrantes se adecúe a las condiciones de control territorial del cártel, como a
disputar dicho territorio frente a sus contrarios. Es una expresión macabra de la guerra por la territorialización,
que a su vez marca el espacio con una forma muy específica de fronteridad, la forma-muerte, muy distinta a la
fronteridad que vimos en el caso del retén o del albergue, y frente a la cual las fuerzas de agenciamiento
migrante se encuentran en una más clara posición de supeditación.

Estamos también ante una práctica de extracción de valor a partir actos violentos ejercidos contra los cuerpos,
no valor securitario o pecuniario, sino una forma de valor simbólico asociado a la configuración de un clima de
terror (Di Méo 1998, 47; citado en Haesbaert 2011, 37) para la construcción de soberanía que el crimen
organizado disputa tanto con el estado como con carteles contrarios. Paradójicamente, ante la localización de
la masacre en el área fronteriza, también vemos rasgos de una deslocalización: una forma muy específica de
desterritorialización que se pueden identificar en algunos casos de masacres de migrantes (como la de Los 72
en San Fernando) que se dan sin relación a un territorio culturalmente cargado (como en las masacres de las
guerras civiles en CA). Lo que se ataca no es una población específica sino un movimiento, un conjunto de
dinámicas de movilidad en el espacio. La población migrante se constituye socialmente como grupo solo en su
desplazamiento, y es este movimiento el que despierta la acción de muerte, no sus contenidos culturales,
raciales, nacionales o de género, sino la trayectoria que marcan con su paso.

En términos más amplios, el contexto en el que se dan estas acciones es el de una guerra cuyos rasgos son muy
semejantes a los de lo que Mbembe ha denominado las operaciones militares y el ejercicio del derecho a matar
en la época de la movilidad global. En estas circunstancias, herencia a su vez de las formas de dominio colonial
basadas en el necropoder, las encontramos tanto en los contextos de expulsión, como vimos con las historias
de quienes salen todos los días de ese país, como durante el tránsito. Se trata de una guerra transnacional que
no se dan entre estados, por lo que configura otras soberanías o monopolios de la violencia que territorializan
y fronterizan el espacio desde nuevas lógicas de enfrentamiento y ocupación del espacio (Mbembe 2003).

Para terminar, quisiera referirme a algunos puntos importantes en torno al proceso de organización y
contestación política y social que desplegó el grupo de familiares de las víctimas de la masacre como parte de
sus propios agenciamientos, dirigidos sobre todo a producir el retorno de los cuerpos de sus hijos, esposos y
hermanos. Como vimos para el caso del COFAMIPRO, la experiencia organizativa inicia con el
autorreconocimiento en el dolor, el cual constituye la condición de posibilidad para la producción colectiva de
la voluntad común y para su auto constitución como sujetos (Wieviorka 2003, Lefranc y Mathieu 2009,
Chaumont 2010). Como me dirían ellas mismas, “nos fuimos uniendo, no por organización sino por afinidad en
el dolor (…) del dolor, de la desesperación, de la angustia de no saber nada de ellos, por eso empezó este
grupo”. La afinidad en el dolor tiene como correlato la conciencia de que las condiciones en las que se dio la
masacre no son casuales, sino que tienen una dimensión estructural, son parte de un fenómeno más amplio. Es
entonces que identifican el papel del estado en las muertes, pero también en el hecho de que estas quedaran
invisibilizadas, sin procuración de justicia, y que los cuerpos quedaran desterritorializados, anónimos en una
fosa común en un país extranjero. Es así que inician su lucha, que reconocen su lugar dentro de un campo de
pugna en el que se enfrentan a fuerzas que busca disponer los cuerpos de sus hijos, así como disponerlas y
silenciarlas a ellas en tanto víctimas.

El proceso organizativo de los comités puede ser analizado a la luz del concepto de sociedad política, en
Gramsci, según el marco que presenté en el capítulo 1. Al respecto, una de las cuestiones más importantes es
detallar los puntos en los cuales se distancia o converge con la noción de Estado. Si bien Gramsci apunta

474
constantemente que la sociedad política es “prolongación” o “extensión” de la sociedad civil, al igual que el
Estado “emerge” de entre la sociedad civil, también ha apuntado las formas en las que se diferencian e incluso
las oponen. Es extensión en tanto los aparatos, ideológicos o coercitivos, del Estado emergen de la misma
sociedad civil, de sus relaciones de fuerza y corporativas; pero se diferencia de ella en tanto cumple la función
de controlar a los grupos sociales que “no consienten” con la dirección de clase, ya sea promoviendo el
consenso o la coerción. En este segundo sentido, es que la sociedad política aparece como distanciada de la
civil, y puesta al servicio de una operación hegemónica. Al cumplir estas funciones, se activa uno de los
elementos centrales de la sociedad política: el Estado. Si bien apunta a la generación de consenso, no es en sí
mismo ni expresión de este consenso, ni producto de él. Constituye “el conjunto de las actividades de la
superestructura que dan cuenta de la función de coerción” que con el fin de “conformar a las masas del pueblo
de acuerdo al tipo de producción y de economía de un momento dado (…) no se limita simplemente al campo
militar sino que abarca también el gobierno jurídico, la coacción legal” (Portelli 1978, 28; énfasis en el original).
Gramsci ofrece una aclaración bastante explícita:

Mi estudio también conduce a una cierta definición del concepto de Estado que es generalmente entendido
como una sociedad política (o dictadura, o aparato coercitivo destinado a moldear la masa popular de
acuerdo con el tipo de producción y economía en un momento dado) y no como un equilibrio entre la
sociedad política y la sociedad civil (o la hegemonía de un grupo social sobre toda la sociedad nacional,
ejercida a través de las llamadas organizaciones privadas, como la Iglesia, los sindicatos, las escuelas, etc.)
(Gramsci 2011)336

El papel del COFAMIPRO en el proceso fue central. La organización aportó toda su estructura y experiencia
de atención y acompañamiento psicosocial, lo que permitió al grupo pasar del lugar del dolor individual al de
la voluntad común, así como generar las condiciones para la producción del retorno y, posteriormente, del
duelo. Como en los casos de las integrantes de la asamblea del COFAMIPRO, las familiares de las víctimas de
la masacre se encontraban en una situación de liminalidad emocional, y por lo tanto de privación o
desatención del ritual de muerte (Da Silva 1998, Panizo 2011), con la diferencia de que para ellas la
suspensión era solo en función de la ausencia del cuerpo, pues la muerte era ya una certeza, y de que estaba
temporalmente acotada por la expectativa concreta en torno al regreso de los cuerpos. Por otra parte, su
acompañamiento fue también jurídico y estratégico; si los psicólogos asumieron el proceso terapéutico y de
resiliencia, la abogada y las integrantes de la junta asumieron la asesoría y formación política para desplegar
sus agenciamientos de contestación y demanda al estado.

Como vimos, la génesis de grupo se da luego de la incomunicación de los familiares, cuando empiezan a circular
rumores sobre su posible muerte a raíz de la noticia de la masacre. Una de las familiares establece contacto con la
FJEDD y a través de esta con el EAAF y luego con el COFAMIPRO. La primer tarea fue generar sus propios perfiles
genéticos para contrastarlos con los de los 49 torsos; aquí empezaron a verse las negligencias del estado
hondureño, pues los primeros resultados no arrojaron identificaciones. No fue sino hasta que se involucró el EAAF
que los cuerpos fueron identificados como los de sus familiares. La segunda tarea, irónicamente, fue localizar los
cuerpos pues luego de las exhumaciones el consulado hondureño en San Luís Potosí les perdió el rastro; la labor
la tuvieron que asumir los familiares ayudados por la Fundación y el COFAMIPRO. La necesidad de llenar el vació

336Perry Anderson ha acumulado a esta diferenciación al señalar que las confusiones vienen de “una diferenciación entre sociedad
política y sociedad civil, que es interpretada y presentada como distinción orgánica, cuando de hecho es simplemente metodológica”
(1998, 28). Es esto justamente lo que debe prevenirnos de una lectura mecanicista en Gramsci de, por ejemplo, la intervención del
Estado en la economía, o, para nuestro caso, de la intervención del Estado en los mercados laborales transnacionales.
475
que dejaban los estados frente a la producción de la repatriación fue operando como una condición para el
fortalecimiento del grupo; en este sentido, la negligencia estatal fue catalizadora de su propia constitución como
actores políticos organizados. Si al principio “costaba reunirlas”, como me dijeron en una ocasión los psicólogos,
con el tiempo el grupo ya “estaba unido”, se comunicaba por su propia iniciativa y de manera frecuente.

La necesidad de producir el complejo movimiento espacial y simbólico necesario para el retorno de los cuerpos
fue la clave para alcanzar su propia autoproducción política (Gallardo Martínez 2006, 2013 y 2015); la gestión
era verdaderamente compleja e implicaba acciones de circulación pero también acciones de reconversión de
los cuerpos: hacer que los restos pasaran de una fosa común a las listas de exhumación de las autoridades, lo
que implicaba transformarlos de residuos a documento, a trámite burocrático; luego lograr que transitaran
hasta los laboratorios del EAAF, de nuevo bajo la forma de restos, para ser reconvertidos en ADN y realizar los
contrastes; posteriormente reconvertir el ADN de nuevo en información burocrática y hacerla circular por
canales administrativos, protocolos diplomáticos, instancias consulares y peritajes forenses para que
emergieran reconvertidos en identidad, en un conjunto de nombres plasmados en la forma de notificaciones.

Por último, estaba la producción del traslado de los restos hasta Honduras donde serían de nuevo
reconvertidos, esta vez transformados en persona y sometidos a procesos rituales que los sacarían, finalmente,
de su condición liminal. Era esta la última etapa de un agenciamiento de circulación-reconversión muy
semejante a la que hemos visto en el caso del propio tránsito migrante bajo la premisa de que “traslación es
transformación”. Y como en estos casos, generaba también formas muy específicas de territorialización:
emergía un actor con capacidad de moverse en diversos espacios institucionales, técnicos, burocráticos y
diplomáticos, y de apropiarse en alguna medida de sus propias lógicas para el cumplimiento de sus objetivos de
movilidad.

Todo este complejo agenciamiento se producía, además, de manera paralela al proceso de resiliencia. Durante las
sesiones con el equipo técnico del COFAMIPRO en las que pude participar era posible apreciar la complejidad del
proceso por medio del cual pasaban del dolor a la voluntad. Esto se expresaba, por ejemplo, en las propias
diferencias internas entre las integrantes el grupo. El caso más claro era el de dos mujeres que aún no habían sido
notificadas, situación que se expresaba en cierta animadversión y falta de reconocimiento hacia el grupo, a lo que
el resto contestaba, por el contrario, con gestos de incorporación. En este sentido, operaba un mecanismo
colectivo de asimilación, así como una vocación colectiva a aliviar el dolor y hacerlas participes de la elaboración
conjunta del duelo. De esta forma el acompañamiento no era solo vertical, desde los piscólogos hacia las
familiares, sino que era también transversal: la incipiente salida de la liminalidad emocional que algunas habían
alcanzado se proyectaba sobre las demás, lo que les permitía vislumbrar objetivos propios a la hora de trabajar su
propio dolor. En este sentido el dolor común era un dolor complejo, procesado en diferentes tiempos, lo que
daba cuenta de una economía emocional en movimiento en la que los afectos se cruzaban y determinan entre sí.

Como diría una de las personas integrantes del grupo, “solo la cadena que hemos hecho entre nosotros es lo que
nos ha permitido seguir y crecer en familia, porque esto ya no es un grupo, es una familia con un mismo
sentimiento”. Se hablaba tanto desde el lugar del dolor como desde el lugar de la voluntad, moviéndose desde la
victimización y el dolor a la indignación, la voluntad y la acción, al tiempo que mostraba la evolución del grupo.
Como en el caso del COFAMIPRO, las metáforas de parentesco eran comunes entre los familiares de las víctimas
de la masacre. Por otra parte, tanto el trabajo de los psicólogos como el de la abogada insistían en la necesidad de
ir más allá de su reconocimiento como víctimas y del proceso de duelo, avanzando hacia exigencias de reparación
por parte de los gobiernos así como en el esclarecimiento de los hechos delictivos que habían terminado con la
vida de sus familiares. Su intervención, en este sentido, era psicosocial y jurídica, pero también sociopolítica.

476
Estamos, entonces, frente al surgimiento de un actor social que emerge desde la victimización (Lefranc y
Mathieu 2009) y avanza en un proceso de empoderamiento en el que reconfigura su proyección colectiva y se
auto constituye como sujeto político contestatario, muy semejante a lo que Bejarano ha denominado
“motherist-based groups” (Bejarano 2002, 144). El proceso organizativo hizo emerger vínculos supra parentales
y supra comunitarios, una trama orgánica (Crehan 2002) propia del agenciamiento colectivo y la participación
común en el proceso que llevaron a cabo para producir el retorno de los cuerpos (Panizo 2009, 73). Pero en
medio de esto, como en el caso del proceso de evolución del COFAMIPRO, se configuraba una específica
geometría de poder a lo interno del colectivo (Massey 1993) que resaltaba a ciertas personas por encima de
otras, haciendo que los vínculos de solidaridad supra parentales no fueran necesariamente simétricos. Por
ejemplo, durante el evento en que el grupo se constituyó formalmente como comité de familiares de
migrantes, Doña Carmen y Leti hablaron con gran seguridad, casi sin llanto, en un tono más bien reivindicativo
sobre sus derechos como víctimas y sobre la ya cercana repatriación de sus familiares. Desde ese momento se
perfilaban como líderes del grupo.

Para el COFAMIPRO era prioritario que el grupo se institucionalizara bajo el modelo de Comité de Familiares de
Migrantes, pues esto iba en la línea de extender su base social, lo cual era un objetivo político del comité desde
sus inicios, como vimos con el caso de los “comités de barrio”. En este sentido, además de los procesos de
atención psicosocial facilitados por los psicólogos Aureoles y García, el COFAMIPRO organizaba para las
integrantes de su asamblea talleres periódicos en los que trabajaban herramientas de análisis de la realidad
social y política, así como de las situaciones internas propias del proceso organizativo. Se trataba de procesos
internos de formación cuyos objetivos eran afianzar la organicidad del comité así como brindar diversas
herramientas a sus miembros. Partiendo de representaciones en torno a los roles de la maternidad, los talleres
realizaban una operación de inversión performativa con efectos politizadores (Butler 1997) tanto de sus
prácticas como de sus discursos. Como ha señalado al respecto Bejarano, “la utilización de los roles de
maternidad como formas de resistencia ha sido extremadamente importante en el éxito de sus acciones”, pues
dicho uso se realiza justamente sobre la base de su subversión en el momento en que las representaciones
sobre la maternidad “son cuestionadas”, con lo que se cuestiona a su vez “el lugar de las madres como sujetos
generizados [gendered]” (2002, 131)337.

A partir de este proceso formativo es que el grupo elabora y pone a circular sus exigencias, las cuales podemos
resumir en dos vías: por un lado, todo lo relacionado con la movilidad de los cuerpos, con la producción de su
último tránsito de regreso al país y a sus familias y comunidades (apoyo económico para los gastos de traslado
de los cuerpos, su entierro y su sepelio, dignificación del evento de repatriación o como dirían los familiares
“sin show político”); por otro lado, las demandas de atender los efectos de la masacre, las consecuencias y
pérdidas, materiales e inmateriales, que las muertes habían implicado para los grupos familiares (servicios
solicitados de apoyo especializado para atención en salud física y psicológica para los familiares, apoyo para
cubrir gastos de la educación de los niños). En ambos casos se trataba de exigencias que apuntaban al
reconocimiento por parte del estado (Honneth 1997), así como la visibilización de la responsabilidad de los
gobiernos en las condiciones estructurales que había hecho posible la masacre.

337En este sentido, sucede un proceso inverso al que postula Besserer en su reflexión sobre cómo las emociones en el contexto del
capitalismo tardío “son un producto de las relaciones sociales, económicas y políticas” (2014, 60), lo cual es sugerente para el caso de
estudio. Pero en relación al trabajo de acompañamiento que realizaba el comité con las madres, vemos más bien cómo las emociones
son también productoras de relaciones sociales, económicas y políticas: generan vínculo orgánico del colectivo con proyección de
incidencia. Este enfoque iba dirigido también a romper los mecanismos patriarcales de contención de las mujeres al espacio del hogar
(Lagarde 2014, 363-460), meta indispensable para el despliegue del trabajo de la organización.

477
En ambos casos las exigencias tomaban la forma de reparación, lo cual en el fondo constituía la configuración de
mecanismos de intercambio entre el grupo de familiares y el gobierno: por una parte los costos de repatriación
eran percibidos por los familiares como un contra don en función de que las condiciones estructurales que en
principio habían provocado la trayectoria migratoria y que eran percibidas como responsabilidad del estado; por
otra parte, responsabilizar al estado de los efectos materiales e inmateriales de las muertes era percibido como
un contra don necesario en función de las condiciones estructurales que habrían permitido que una masacre de
ese tipo fuera posible, y que también eran elaboradas como responsabilidad directa o indirecta de los estados.
Implícitos en estas dinámicas de intercambio emergían formas especificas de valor que, según el discurso
colectivo del grupo, habían sido extraídos o capturados a partir de la propia circulación de sus parientes por el
territorio migrante: el valor de la masacre, que tomaba la forma de los réditos que el CO había obtenido, como
vimos antes; y el valor capturado en función de haber perdido figuras proveedoras en las economías domésticas
de las víctimas (en función de esto era que se solicitaban, p.e., becas para los niños huérfanos y atención médica
para los padres).

Aunque esta relación con el estado estaba presente desde las primeras gestiones y averiguaciones del grupo,
cuando a penas eran un agregado de familiares plagadas de incertidumbre, es hacia el final del proceso,
cuando se acercan al momento de las repatriaciones, que la relación se tensa y se politiza más claramente.
Durante la visita de EPN podemos nota los efectos de fronteridad en el acto público, los límites y el control del
movimiento impuesto a la ciudadanía y como consecuencia a un incipiente actor político cuya meta es
acercarse al mandatario y abrir un canal de comunicación, entregar su palabra en formato epistolar y poner a
circularla dentro del entramado burocrático con el objetivo de activar el proceso de repatriación. En este
sentido, su acción colectiva (Elster 1992) implica un conjunto de sorteos de los mecanismos de fronteridad
impuestos en el acto público, los cuales las colocan frente a cámaras de televisión, periodistas y personeros
diplomáticos, con lo cual logran, finalmente, poner a circular socialmente su discurso y sus demandas338.

En este sentido, existe un valor generado con el acto de entrega de la carta, pues se asume que inicia un
proceso de circulación que desencadenará, finalmente, el retorno de los cuerpos. Pero hay otra dimensión de
valor involucrada en el acto: la generación del sentimiento de éxito, la palpable incidencia que se traduce en un
clima celebratorio, y que va contribuyendo al proceso de autoconstitución del colectivo como sujeto político.
Su propio desplazamiento desde el lugar del dolor hacia el lugar de la voluntad tiene como trasfondo el valor
que el grupo de familiares asigna al retorno de los restos. El trabajo realizado para producir la repatriación es
un trabajo generador de valor afectivo y ritual339. El evento conclusivo de la circulación de los restos, tal y como
lo imaginan los familiares, es el momento de su entierro. Como ha señalado Panizo, “llegada la muerte (…) el
individuo atraviesa un proceso en el cual es extraído de un grupo para pasar a formar parte de otro”, por lo que
el ritual de luto configura “un espacio social donde la muerte pueda ser habitada” (2011, 22)340.

338 Las representaciones construidas a partir del discurso mediático son esencialistas, tanto desde el grupo como desde los reporteros,
aunque se proyectan con objetivos muy distintos, pues en el primer caso van dirigidos a generara empatía e incidencia, y en el segundo
parecen más bien formar parte de un performance amarillista; existe de ambos lados, no obstante, una complicidad performativa a la
hora de producir el acto del habla (Austin 1990).
339 Scheper-Hughes (Scheper-Hughes 2001) ha comentado sobre el valor emocional y ritual de la repatriación de restos de antepasados

o familiares muertos, en su caso en contextos de genocidios provocados por el control territorial de índole colonial. En nuestro caso, lo
que se muestra es que ese valor existe también en otro tipo de comunidades y grupos en los que incluso permanecen diferencias
internas de carácter religioso, pero cuyos familiares comparten un dolor fundante, el que sus parientes muertes hubieran sido
asesinados en una masacre producida desde la lógica del control territorial y del flujo de mercancías ilegales.
340 Haciendo una distinción entre duelo como “el conjunto de prácticas materiales, mentales y simbólicas referentes al ex viviente y que

están sobre todo a cargo de los allegados supervivientes”, y luto como “los procedimientos rituales colectivos que permiten la
reintegración de los deudos en la comunidad de vivientes”, la autora destaca la relación funcional entre ambos puesto que “los
478
En todo el acto de la entrega de la carta vemos una dimensión afectiva conjugada con una dimensión
estratégica, reflejo de la doble naturaleza del colectivo como grupo de víctimas y actor social. De hecho ambas
dimensiones se conjugan, y surgen momentos en que los afectos se proyectan como recursos estratégicos que
se movilizan con fines de incidencia (Tilly y Tarrow 2006), y la estrategia es a su vez elaborada en función de
“administrar” los afectos colectivos. El hecho de que la carta surta el efecto deseado contribuye
poderosamente al proceso de politización del grupo y a la generación de autoestima como base para su
reconfiguración como actor social en términos de su proyección estratégica.

En relación al proceso de producción de la repatriación, se impone la fronteridad en la relación con el estado


hondureño; su concreción más inmediata, la cancillería, es la instancia (la “cara visible”) que impone los
principales obstáculos para que los restos de las víctimas entren de nuevo en circulación y transiten por última
vez el territorio migrante para regresas a sus casas. Aquí de nuevo vemos una elaboración de discurso
mediático por parte de los familiares, pero a diferencia de la acción en Comayagua, el uso posterior de estos
medios va dirigido a denunciar la “negligencia” y “mediocridad” estatal, específicamente de la cancillería, acto
que además desata la furia de la funcionaria que está a la cabeza de la dependencia estatal en cuestión.

Los efectos políticos y de movilidad de este discurso y los actos de habla asociados, en tanto actos de
incidencia, son evidentes en la reacción de la directora consular pero también en la forma en que
efectivamente activan movimiento dentro de la instancia. El efecto de estado (Mitchell 2015) es diferenciado
dependiendo de si nos enfoquemos en la relación del colectivo con la cancillería hondureña o con el consulado
mexicano. En el primer caso vemos un efecto disruptivo, generador de clivajes internos y despotenciación del
proceso de politización. En el segundo vemos un efecto generador de esperanza (Nuijten 2003) y catalizador de
la burocracia en términos de la activación del proceso de repatriación de los restos. Claramente estamos frente
a un proceso de reconfiguración de un grupo de víctimas en un actor social (Wieviorka 2003, Lefranc y Mathieu
2009, Chaumont 2010), se trata de un procesos de subjetivación política (Deleuze 2015) que contesta al estado
y muestra una gran capacidad de territorialización y de incidencia política y estratégica. Como en la historia de
los grupos de madres que analicé en el capítulo 4, y como los despliegues de movilidad y “saber circular”
(Tarrius 2000) que vimos en relación a las estrategias de las personas migrantes en sus procesos de
territorialización en el albergue y en las áreas fronterizas, estamos ante la realización multisituada de un
conjunto de prácticas que dan cuenta de la capacidad de contestación y resistencia de sus fuerzas de
agenciamiento.

mecanismos sociales del luto revisten importancia para la resolución de las crisis individuales del duelo y viceversa” (L. Panizo 2011, 20).
De esta forma, la repatriación abre la puertas al luto social que a su vez es condición posibilitadora del duelo individual.
479
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