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¿El mejor colegio del Ecuador?

Ante esta interrogante, muchos responderán: ¡El Patrón Mejía!, ¡El Señor
Montúfar! o ¡El Papá Montalvo!, pero la verdad objetiva frente a esta pregunta es por
demás incierta y si se quisiera dar una respuesta tajante e inamovible, sin lugar a dudas,
caeríamos en un argumento sesgado, subjetivo, carente de imparcialidad y lleno de
fanatismo. Nos olvidamos de los colegios de Guayaquil, Ibarra, Tulcán, Cuenca, Ambato,
Loja, Latacunga, Riobamba, etc., donde un Vicente Rocafuerte, Aguirre Abad, Eloy
Alfaro, Teodoro Gómez de la Torre, Sánchez y Cifuentes, Bolívar, Benigno Malo,
Tecnológico Bolívar, Guayaquil, Bernardo Valdiviezo, Vicente León, Ramón Barba
Naranjo, Maldonado, Cisneros, etc., también existen y representan íconos de la educación
secundaria en sus respectivas ciudades, muy aclamados en sus espacios geográficos
correspondientes, además de queridos y respetados; sin embargo, la lógica centralista,
egocentrista y hasta cierto punto regionalista permite que solamente nos fijemos en los
colegios de renombre y tradición capitalinos para el reconocimiento de mejor colegio del
Ecuador.
A pesar de esta argumentación, seguimos cayendo en una opinión por demás
idólatra hacia las instituciones fiscales, si sucumbimos ante esa perspectiva reduccionista
y simplista de sólo tomar en cuenta a los colegios fiscales capitalinos para el “título” del
mejor colegio del Ecuador, definitivamente, dejamos de lado a colegios como el Militar
Eloy Alfaro, San Gabriel, Benalcázar, Americano, Paulo VI, Eugenio Espejo, La Salle,
Spellman, San Pedro Pascual, Don Bosco, etc., quienes por años no sólo han demostrado
su merecido estatus de instituciones con excelente nivel académico, sino que también han
sabido posicionarse como indiscutibles y dignos rivales deportivos, muy a la altura de los
tradicionales Montúfar, Mejía o Montalvo.
Frente a este pequeño análisis nos encontramos con otra encrucijada, ¿y las
mujeres?, si bien es cierto, por años la educación tradicional en nuestro país abogó por la
separación de hombres y mujeres en el nivel primario y secundario, hoy en día, esta
situación es prácticamente inexistente, sin embargo, es imposible olvidar aquella
tradición de colegios femeninos en la ciudad de Quito, con un 24 de Mayo, Simón
Bolívar, Manuela Cañizares, María Angélica Idrobo, Fernández Madrid, Fiscal Espejo,
Humanístico Quito, Consejo Provincial, Gran Colombia, La Providencia, Sagrados
Corazones, Hipatia Cárdenas, etc., a la cabeza, siendo estos planteles verdaderos
formadores de mujeres en todo el sentido de la educación integral; volviendo al tema, el
considerar a tres colegios que por años fueron exclusivamente de varones, como los
mejores colegios del Ecuador, excluyendo a los colegios femeninos es otra ramificación
del pensamiento machista y falocentrista de una buena parte de la sociedad quiteña y
ecuatoriana.
Ahora bien, seguimos olvidando la educación técnica de nuestro país y si
seguimos fieles a la visión capitalina colegial, estamos dejando de lado a planteles como
el Central Técnico, Técnico Sucre, Técnico Miguel de Santiago, Técnico San José,
Técnico Salesiano, etc., que por años sino décadas e incluso uno de ellos por más de cien
años, han graduado a técnicos en todas las ramas del conocimiento que con su esfuerzo,
trabajo y tenacidad han servido para el desarrollo económico de la nación.
Pero por qué tres colegios son los llamados a poseer la distinción del “mejor
colegio del Ecuador”, la respuesta la encontramos en sus orígenes y representatividad que
posee cada uno de ellos en la educación quiteña, el Instituto Nacional Mejía y el Colegio
e Instituto Pedagógico Juan Montalvo, nacieron de la mano del “Viejo Luchador” el
mayor representante del laicismo y del liberalismo radical ecuatoriano, el General Eloy
Alfaro, en una época turbulenta y de progreso en nuestro país donde la iglesia católica y
el conservadurismo costeño y serrano pugnaban por retomar el poder y sumir al Ecuador
en la decadencia, el otro, el Colegio Nacional Juan Pío Montúfar, nace como el salvador
de la imagen pública de Carlos Alberto Arroyo del Río, en una época fatídica para nuestra
nación, llena de regionalismo y acusaciones sin ápice de comprensión hacia el primer
mandatario de aquella época, acusado de traidor por la firma del Protocolo de Río de
Janeiro, acción que de no haber acontecido, hubiera facilitado la invasión completa del
Perú hacia un Ecuador casi sin posibilidades de defensa o resistencia efectiva.
Los tres colegios, forman parte del ideario quiteño de tradición en la educación
secundaria, la así llamada “3M” que es un conjunto de instituciones que a través de los
años al servicio de la educación han sobresalido en múltiples aspectos, quizá uno más que
otro en determinados campos, el Normal de Varones posteriormente denominado Normal
Juan Montalvo, se desempeñó por años como la cuna de los profesores laicos, hombres
de ciencia, disciplina y trabajo que engrandecieron con sus enseñanzas a los jóvenes
ávidos de conocimiento en toda la nación, aquel “JM” de los años sesenta y setenta que
era campeón de fútbol, voleibol y pesas, ese “Papá Montalvo” precursor de un sin número
de competencias académicas, culturales y deportivas, fiel a su espíritu y vocación de
enseñanza y liderazgo, y como olvidar su banda de guerra, una de las más condecoradas
y aclamadas en la ciudad, con aquellos cachiporreros que con acrobacias y maromas
hicieron delirar y enamoraron a más de una colegiala en los desfiles por las festividades
quiteñas.
Aunque su nacimiento fue en el tradicional barrio de San Sebastián en el centro
histórico de la ciudad capital, el “Señor Montúfar” llegó a coronarse según gran parte de
la opinión pública como el más destacado y representativo colegio del sur de Quito, es
innegable el poder de convocatoria del que goza en este sector de la capital y es que el
“MH” como cariñosamente es llamado, posee una rica historia de logros deportivos,
académicos y culturales, aquellos que vivieron los años ochenta y noventa, podrán
recordar a esta institución coronándose una y otra vez campeón de voleibol, natación, tae-
kwon-do, fútbol y ajedrez, no sólo dentro de los límites patrios, sino también fuera de
ellos. Cuna de deportistas e intelectuales, el Colegio Nacional Montúfar luego
denominado Colegio Experimental Montúfar destaca también por poseer una de las
bandas de guerra más disciplinadas e imponentes de la ciudad capital, con un estilo propio
muy alejado de sus compañeros de fórmula, irremplazable participante en los desfiles de
la confraternidad por la fundación de Quito, y por décadas, la institución que cierra con
broche de oro la edición realizada al sur de la ciudad.
No podía faltar, en esta redacción, el “Patrón”, el Instituto Nacional Mejía, aquella
verdadera institución que dio a luz a los mejores basquetbolistas y atletas de la ciudad
capital, además de a un sinfín de destacados hombres y mujeres de la vida pública
ecuatoriana dentro de los campos de la literatura, política, ciencia, etc. Hablar del “PM”
es hablar de tradición, reconocimiento y revolución. Fieles a los mandatos liberales de
Alfaro, el “Patrón Mejía” a forjado dentro de sus aulas a jóvenes rebeles encausados por
ideas revolucionarias de izquierda y por ideales de superación y éxito. El Instituto
Nacional Mejía es un ícono del baloncesto, tenis, oratoria y atletismo nacional, así como
también de la práctica de deportes de contacto, como el judo, muay thai y karate. Siendo
además reconocido en su momento, por poseer la banda de guerra con mayor número de
integrantes en el continente y la que por excelencia tiene el honor de cerrar el desfile de
la confraternidad por las fiestas quiteñas en el sector norte.
Ante este corto resumen por institución que no hace justicia a la verdadera
dimensión que representan dentro de la educación secundaria quiteña, es meritorio
mencionar que eventos en cierta forma algo contradictorios, también dieron mucha más
fama a estos planteles, y esto es, en lo que respecta a sus seguidores, sus fanáticos, sus
barras. Desde los años sesenta, estos tres colegios, ya comenzaban a enfrentarse no sólo
en el campo deportivo, académico y cultural, sino también en los “puñetes”, todo esto
producto, de un amor desmedido hacia cada una de las instituciones antes mencionadas
por parte de sus alumnos, profesores, egresados y ex alumnos, que de vez en cuando y
luego periódicamente regresaban a sus colegios a incentivar y defender los “colores” del
plantel. Son varias las anécdotas que tienen por contar escenarios deportivos como el
coliseo Julio César Hidalgo, General Rumiñahui o Quitus, así como los estadios de
Chimbacalle, la Tola, Cotocollao, Federación de Ligas Barriales, etc., que puertas adentro
y afuera vivenciaron la pasión y sacrificio por el deporte y la agresión también.
No era para menos la situación antes mencionada, dos colegios, dos instituciones
fiscales con un número superior a los dos mil estudiantes comenzaban a enfrentarse muy
a menudo en fases finales de torneos o competencias deportivas y académicas desde los
años cuarenta del siglo pasado, estos planteles por coincidencia además, representaban a
dos polos opuestos de la ciudad y a colores muy diferentes, una de ellas, una institución
cincuentenaria en su tiempo, hoy centenaria, poseía una gran acogida en la parte centro y
norte de la ciudad capital representando a los colores amarillo y azul, la otra por su parte,
era una institución de menos de treinta años de creación, en la actualidad cuenta con más
de setenta y cinco años, con casi total aceptación en el sector sur de la urbe, buena acogida
en el centro y defendiendo el color rojo de su bandera. Mejía y Montúfar, eran estos dos
planteles, que si bien no siempre llegaban a una final, si eran constantes en su
participación en fases finales de los torneos, además siendo justos poseían un poder de
convocatoria mucho mayor al de una final propiamente dicha. La “bronca”, la “rivalidad”
inicia por hechos muy particulares dependiendo de la perspectiva desde la cual se mire,
pero si algo es cierto, es que ambos planteles, generaban tal poder de convocatoria que
eran los partidos de fondo en todos los escenarios, de nada servía que la final la disputaran
otros dos colegios, la gente al salir del trabajo, los jubilados, los y las “guambras” de los
barrios y con mucha más razón los estudiantes de estos dos colegios acudían masivamente
al enfrentamiento que iban a sostener aunque se jugasen el tercer lugar.
Y así nació la rivalidad, el Montúfar derrotaba en dos sets de voleibol al “Patrón
Mejía” y al “Papá Montalvo” sin mucha dificultad, mientras que el Mejía canasteaba sin
piedad al “Señor Montúfar” y al “JM”, sin embargo, el “Papá Montalvo” era quien
doblegaba en los 90 minutos de juego a veces con goleadas al “PM” y al “MH”. Por
temporadas alternaban la ecuación antes expuesta, pero ahí estaban, siempre presentes,
con un “Juan Montalvo” también protagonista que sin embargo el tiempo lo opacó.
Entonces, las bandas de guerra también se hicieron notar, los del Montalvo y
Montúfar tenían que soportar la lluvia de piedras de los defensores de la camiseta azul y
oro al pasar por la calle Venezuela desde el Parque de la Iglesia de Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro en el así llamado “pregón del centro” por fiestas de Quito. Así pues, a
más de la ya clara rivalidad deportiva, ahora existía también un “resentimiento” una
“revancha” por cobrar cada año en el mencionado desfile, entonces esos estudiantes de
artes marciales, aquellos expulsados, o simplemente esos “buen puñete” de cada colegio
se organizan y nacen las barras. Ya no sólo, iban a los escenarios deportivos con banderas
y un vetusto bombo a alentar a sus deportistas, sino que ahora, iban envalentonados al
desfile a defender a los integrantes de sus bandas de guerra. En un inicio grupos de
cincuenta personas acudían y hace pocos años sobrepasaban los cuatro mil en cada uno
de sus sectores de influencia. Inmediatamente, como chispa que detona la pólvora, ya no
sólo se enfrentaban los tres colegios o como mucho más a menudo sucedía, entre el Mejía
y el Montúfar, sino que ahora también se sumaron otros planteles.
Los colegios Central Técnico, Dillon y Militar Eloy Alfaro al norte y centro
comienzan a ver como su “némesis” a los integrantes del “Patrón Mejía”, su órbita de
influencia les hace rivales por excelencia, a más de que también estos colegios, son dignos
adversarios en toda competencia; Central Técnico entrenaba a grandes competidores de
artes marciales y físico culturistas, mientras que el Dillon brillaba con un magnífico fútbol
y no se desmerezca al Militar Eloy Alfaro que en más de una ocasión se hizo con el título
de campeón en atletismo y voleibol. Esta conflictiva situación hizo que el “Papá
Montalvo” también posea los mismos rivales en el centro y norte.
Al sur, desde inicios de los años ochenta, el “Señor Montúfar” se ve atacado y en
ocasiones visto de mala manera, por estudiantes del colegio Amazonas, Benito Juárez y
Técnico Sucre. Nuevamente la esfera de influencia y la ubicación geográfica hace que los
dos rivales tradicionales, ahora posean otras rivalidades un poco menos justificadas, pero
al fin de cuenta rivalidades. El Amazonas, un joven pero valeroso plantel, comienza a
sobresalir en atletismo y tae-kwon-do, además que en un par de ocasiones supo doblegar
a sus hermanos mayores en finales deportivas. El Benito Juárez se vuelve real
competencia con una banda de guerra compacta y destacada, mientras que el Técnico
Sucre sobresale en voleibol y boxeo.
Además, algunos planteles también guardan memorable y nostálgica rivalidad
deportiva y académica con los antes mencionados, San Gabriel en el campo académico y
por ideología contraria guarda estrecha relación con el Mejía, además esta institución por
años fue el “clásico deportivo” del “Patrón” en baloncesto, posición que luego ocuparía
el San Pedro Pascual y actualmente el Andino. En atletismo el Mejía siempre compartió
honores con el Benalcázar y el Montúfar, pero este primero se constituyó en rival
académico del segundo durante varios años, así pues Benalcázar y Montúfar tienen un
amplio historial de competencia en saberes de la rama físico-matemático. El San Andrés
y Montalvo en voleibol y el Dillon en fútbol le causaron verdaderos dolores de cabeza al
Montúfar, siendo con el San Andrés el “clásico deportivo” del Montúfar en voleibol.
Al ser mencionados, San Gabriel y Benalcázar, se hace referencia a colegios
privados destacados en varios aspectos, una educación de primera, excelencia deportiva
y verdadera formación en valores, es lo que despliegan estas instituciones educativas,
méritos que les han valido constante competencia con los “tradicionales” en muchos
contextos, sobre todo en lo que se refiere a estadísticas de ingreso a entidades de
educación superior como la Escuela Politécnica Nacional, Escuela Politécnica del
Ejército, carreras de medicina e ingenierías en la Universidad Central y en la Universidad
Católica, etc. Don Bosco, La Salle y Spellman son importantes colegios salesianos de la
ciudad capital, destacados por brindar una formación académica y deportiva
sobresaliente, actualmente planteles educativos que año tras año, ofrecen a sus alumnos
innumerable cantidad de glorias deportivas.
Las “chivas”, las “limoneras” o las “cocineras” durante décadas fueron las rivales
académicas y deportivas más sobresalientes de la ciudad capital, 24 de Mayo indiscutible
vencedor de atletismo durante décadas, Simón Bolívar el plantel más reconocido en
voleibol y por su grupo de cheerladers a nivel nacional e internacional, finalmente, el
Manuela Cañizares la equivalencia del Mejía en baloncesto femenino. En este contexto,
las bastoneras, los íconos de las instituciones femeninas, destacan por su elegancia y
belleza, el Femenino Espejo, plantel que durante años ostento la fama de poseer el grupo
de bastoneras más agraciadas de la capital junto al 24 de Mayo, rivalizaban
constantemente en concursos de oratoria y declamación también. De estos colegios
femeninos nacieron importantes líderes estudiantiles, que en viva representación de la
mujer quiteña alzaron su voz en más de una ocasión y conciliaron también los más
variados conflictos en la ciudad capital; así también, del Mejía y del Montúfar salieron
presidentes de la FESE, FEUE, JRE y URJE, organizaciones de izquierda revolucionaria
que por años organizaron la lucha estudiantil en beneficio de los menos favorecidos,
lamentablemente en más de una ocasión esta lucha estuvo empañada por los intereses de
algunos partidos políticos que vieron en los estudiantes, su “brazo armado” y
manipulable. Esto sin embargo, no resta el valor de la lucha estudiantil en el
conseguimiento de derechos y beneficios para sí mismos y para la clase obrera y
trabajadora de la nación, una lucha social que en ocasiones tuvo un saldo trágico y triste
por el uso desmedido de las fuerzas del orden para contrarrestarles.
En el gobierno del Dr. Jaime Roldós Aguilera, abogado y político ecuatoriano,
que trató de mejorar las condiciones civiles y económicas del país, mermadas por
gobiernos anteriores; en su corto periodo de presidencia, acontecieron las muertes de
Patricio Herrmann y William Meza, estudiantes de los colegios Mejía y Montúfar
respectivamente en 1980 y 1981. Producto de una represión policial violenta y desmedida
con armas de fuego que sólo caldeó mucho más los ánimos de la juventud deseosa de
cambio y mejoras para sus padres y para el país. Con este ejemplo y muchos otros
lamentables que acontecieron en planteles como Central Técnico, Benito Juárez y Dillon,
la lucha social de la juventud colegial vivenció muchos capítulos funestos y trágicos a lo
largo del tiempo.
Finalizando este escrito que una vez más, no hace sino dar un corto resumen de
todo lo que pretende mostrar, culmina con la reflexión explícita de dar a notar que no
existe un mejor colegio del Ecuador, peor aún de la ciudad capital, sino un conglomerado
de instituciones que a través del devenir cronológico, han sabido destacar de forma
sobresaliente en los campos donde más empeño, sacrificio y trabajo ofrecieron. Por esta
razón, sin intensión de agrupación ordinal, Simón Bolívar, Benalcázar, Central Técnico,
Spellman, Montalvo, Humanístico Quito, Don Bosco, San Gabriel, Hipatia Cárdenas,
Americano, Técnico Sucre, 24 de Mayo, Militar Abdón Calderón, Técnico San José, La
Providencia, Montúfar, Femenino Espejo, Sagrados Corazones, Andino, San Pedro
Pascual, San Andrés, Amazonas, La Salle, Paulo VI, Técnico Sucre, Mejía, Dillon,
Militar Eloy Alfaro, Manuela Cañizares, Benito Juárez, Miguel de Santiago, Consejo
Provincial, 10 de Agosto, Fernández Madrid, Particular Eugenio Espejo, María Angélica
Idrobo, entre otros, representan la multiplicidad de instituciones destacadas de Quito, que
por años han labrado su historia, distinción y buen nombre, fruto no de una pelea sin
sentido, sino de logros, de triunfo, valor y amor por la educación.
Pertenecer a un 24 de Mayo, Mejía, Simón Bolívar, Montúfar, Manuela Cañizares,
Montalvo o Central Técnico, si conlleva connotación distinta y sentido de pertenencia
con mayor arraigo y fuerza, por como se demostró poseen un amplio bagaje histórico,
pero esto no resta calidad al resto de planteles educativos de Quito o del país.

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