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SUMARIO
En principio, esa afectación del bien jurídico debería ponerse en relación con las
funciones tradicionalmente reconocidas al documento: a) función de perpetuación
(refleja la manifestación de voluntad o de conocimiento de alguien); b) función
probatoria (permite acreditar dicha declaración, no necesariamente su veracidad pero sí
el que se haya realizado) y c) función de garantía (permite identificar al autor o autores
de la declaración en él reflejada), (STS nº 828/1998).
Sin embargo, conviene hacer dos consideraciones añadidas. De un lado, la
sentencia que se acaba de citar, la nº 1282/2000, parece ampliar las posibilidades de
considerar afectado el bien jurídico sobre la base de la definición de documento
contenida en el artículo 26 del Código Penal, en cuanto que al lado de la eficacia
probatoria se hace referencia a cualquier otro tipo de relevancia jurídica.
En segundo lugar, dado que dentro del bien jurídico se mencionan la fe pública y
la seguridad del tráfico, cabría plantearse si no se estará haciendo una distinción entre
distintas clases de falsedades que merecería alguna precisión más. De manera que la fe
pública solo se vería afectada en los casos de falsedades cometidas en documentos
oficiales o públicos, especialmente, por autoridades o funcionarios que actuaran en el
ejercicio de sus funciones, es decir, las contempladas en el artículo 390 del Código
Penal, ya que en esos casos el autor de la falsedad está afectado por una obligación de
veracidad que no siempre es aplicable de la misma forma a los particulares.
Efectivamente, los particulares no están obligados a decir verdad cuando documentan
sus declaraciones, lo que ha llevado, como luego se verá, a la exclusión en el Código
vigente de la modalidad falsaria de faltar a la verdad en la narración de los hechos en los
casos de falsedades cometidas por particulares.
Lo cual fue luego recogido en su sentido por otras sentencias posteriores, citadas
por la STS nº 913/1998, de 13 de junio, como la STS de 20 de marzo de 1992 y la STS
nº 524/1996, de 10 de julio. En esta última se decía:
Es cierto que la alteración realizada en una fotocopia presentada como tal puede
presentar algunas dificultades para ser valorada penalmente como una falsedad
documental. En la STS nº 1219/2011, de 21 de noviembre, se declaraba que la fotocopia
de un documento original no tiene la misma naturaleza de éste.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que las técnicas de reprografía y las
relacionadas con ella han alcanzado unos altos niveles de perfección en el resultado, de
manera que la utilización de fotocopias para simular un documento como si fuera
auténtico tendría su repercusión penal a través del artículo 390.1.2º del CP. Es
interesante a estos efectos la STS nº 193/2011, de 12 de marzo, en la que se
argumentaba lo siguiente:
2.- Como glosa el bien argumentado apoyo que a tal motivo presta el Ministerio
Fiscal, la fotocopia de un documento original no tiene la misma naturaleza de éste.
No tanto porque carezca en absoluta de eficacia probatoria, la Sentencia de este
Tribunal Supremo 627/2007 5 de julio, admite su valoración judicial que concluya
afirmando la veracidad de su contenido, por más que bajo cautelas de prudencia y, en
general, desde la corroboración por otros elementos de juicio. Y, tal como recuerdan las
Sentencias de esta Sala nº 220/2011 y la 732/2009 de 7 de julio, ha puntualizado -con
cita de la STS 2288/2001, 22 de noviembre- que resulta difícilmente sostenible una
exclusión radical como elemento probatorio de esta específica clase de documentos,
pues, "las fotocopias de documentos son sin duda documentos, en cuanto escritos que
reflejan una idea que plasma en el documento oficial....".
Ahora bien, en cuanto que no son originales, tales documentos carecen de la
eficacia que se predican exclusivamente de los oficiales. Por lo que, de no estar
autenticadas, no pueden erigirse en el objeto típico del delito del artículo 390 del
Código Penal. Así lo viene afirmando este Tribunal Supremo en su Jurisprudencia ya
añeja, pudiendo citarse, entre otras, la Sentencia de 25 de febrero de 1997, resolviendo
el recurso 1273/1996, en la que se dijo: no cabe convertir la fotocopia de un documento
oficial en documento de tal naturaleza, de tal manera que "la falsedad en una fotocopia
no autenticada no puede homologarse analógicamente a la falsedad en un documento
de la naturaleza que tenga el original". Y en la Sentencia de 14 de abril de 2000,
resolviendo el recurso 4976 de 1998 se dijo también Las fotocopias de documentos son
sin duda documentos, en cuanto escritos que reflejan una idea que plasma en el
documento original, sin embargo, la reproducción fotográfica sólo transmite la imagen
del documento no su naturaleza jurídica salvo una posterior autenticación. De modo
que una falsedad, en cuanto alteración de la verdad del documento, realizada sobre
una fotocopia no autenticada de un documento oficial o público no puede homologarse
analógicamente a la falsedad de un documento de la naturaleza que tenga el original,
por lo que sólo podrá considerarse como una falsedad en un documento privado
Por ello se estima el motivo con la consecuencia absolutoria que se reflejará en
la segunda sentencia.
1.3. AUTORIA
Las facturas falsas son las que responden a un pago cierto y a la voluntad real
del emisor y del receptor, refiriéndose sin embargo a un negocio jurídico ficticio o
distinto del realmente subyacente. Se había dicho que al no poderse confundir el
carácter mendaz de la declaración con la falsedad del propio documento, los
documentos mercantiles (en definitiva documentos privados a los que el ordenamiento
otorga una mayor protección en atención a su especial contenido) no cumplen la función
de probar o garantizar la veracidad de lo que se declara en los mismos, sino tan solo de
que la declaración se ha producido por su autor con un determinado contenido, por lo
que dicha alteración de la verdad no podría constituir el delito de falsedad documental al
no afectar a ninguna de las tres funciones adveradas por el documento mercantil
(función perpetuadora, función de garantía y función probatoria), falsedad entonces
impune, sin perjuicio de que en su caso pudiera constituir el engaño relevante y
necesario para el delito de estafa o el delito fiscal. Otra cosa es sin embargo cuando el
documento en su totalidad constituye una falacia.
Por eso, independientemente de que la eliminación de la falsedad ideológica, por
faltar a la verdad en la narración de los hechos, cuando la comete un particular, plantee
serias cuestiones, incluso en el Derecho Comunitario, especialmente si las
consecuencias de tal inveracidad son transcendentes en las relaciones mercantiles, lo
evidente es que, en los casos aquí enjuiciados, las falsedades mercantiles no se
refieren al artículo 302.4 sino al 302.9 del Código de 1973, hoy 390.4 ó 390.2 del
Código de 1995, tal y como más arriba se ha reseñado. No se refieren a la falsedad
ideológica por faltar a la verdad en la narración de los hechos sino a la simulación total
del documento, o de los documentos, que no responden en ningún caso a lo que su
contenido manifiesta (ver en cuanto a la falsedad ideológica la Sentencia de 9 de julio
de 1997).
En todo caso habría que distinguir, de un lado, entre una factura cierta, alguna de
cuyas partidas no se ajustan a la realidad, en razón del servicio, de la entrega facturada o
de su importe, lo que cabría discutir si suponía la simulación o simplemente faltar a la
verdad en la narración de los hechos contenidos en la factura, como falsedad ideológica,
criterio éste último harto controvertido, y de otro, la factura que es incierta en su
totalidad, esto es que se emite sin que ninguno de sus conceptos corresponda a una
operación mercantil efectuada, pues en este caso claramente se está proclamando
la simulación documental, y se está proclamando la existencia de un soporte
material falso, no meramente intelectual.
Añadiendo que
Esta interpretación del nº 2º del artículo 390.1 CP, parece la más lógica, según
esa tendencia, dado que si se entiende que la simulación del documento solo se
produciría cuando en el mismo figuren personas que, en realidad no han intervenido en
el negocio documentado, la conducta ya aparecería, además, sancionada en el número
3º. Así ocurriría si se entiende que el documento es auténtico siempre que las personas
que lo suscriben sean, efectivamente, las mismas que lo han hecho.
En efecto para la ejecución del tipo del art. 390 no es suficiente con la condición
de funcionario Público o autoridad del sujeto activo, sino que es exigible además que
éste actúe en la forma injusta precisamente en el área de sus funciones especificas. Más
expresivamente, el sujeto activo debe vulnerar el deber especifico insito al cargo o
función desempeñados de hacer que los documentos que de él emanen o hayan de ser
por él utilizados o manipulados o cuya veracidad e integridad viene obligada a
custodiar, acomoden su contenido a la verdad que deben reflejar o ya reflejaban. En otro
caso, cuando se trata de funcionario que dispone del documento, no porque las
funciones de su cargo se lo impongan sino porque aprovecha las ventajas de su
condición para acceder en forma irregular al documento en cuestión, podrá serle
aplicable la agravante 7ª del art. 22 CP, pero no el tipo del art. 390, de modo que el
hecho deberá ser calificado con arreglo al art. 392 ( STS 12.1.2004 [ RJ 2004\672] );
por cuanto el acto, la expedición del documento falsario, tiene que corresponder a la
competencia funcional propia y normal de la autoridad o funcionario, la mutación de la
verdad tiene que realizarse dentro de la correspondiente actividad funcionarial y, por
tanto, dentro de las tareas encomendadas al mismo. De tal manera que si no se acredita
esa relación entre la modalidad falsaria y las atribuidas al sujeto, no es de aplicación el
tipo penal del art. 390.
Conviene señalar dos cosas. En primer lugar, que es necesaria una mínima
relevancia de lo falso respecto de la función del documento, pues es posible la
realización de falsedades inocuas que no darían lugar al delito.
no cabe entender como hecho falsario los juicios de valor que se efectúen en un
relato al tratarse de inferencias y valoraciones de un hecho y, como tales, no son
incompatibles con la verdad. Lo que es susceptible de falsedad es un hecho, no la
valoración del hecho, que no es otra cosa que una apreciación subjetiva del hecho. Por
ello no integra la falsedad el hecho de que un funcionario de policía califique de
situación tensa o de zarandeos graves, mientras que otro consideró el hecho como de
situación conflictiva extrema. Se trata de opiniones sobre el mismo hecho y no de
alteraciones de un hecho constatado en el documento.
De otro lado, desde el punto de vista del tipo subjetivo, es importante contar con
el conocimiento que el sujeto debía tener acerca de esa potencial relevancia. Tanto para
el tipo doloso, como pare el imprudente.
O a que
O bien que
Esta línea de defensa, presente en otros motivos, nos lleva a plantear aquí la
especificidad de la falsedad denominada ideológica en relación a las actuaciones de los
funcionarios en el marco de la inspección tributaria y, concretamente a la supuesta
disfuncionalidad de la documentación del actuario como soporte del delito de falsedad
ideológica.
La tipificación como delito de falsedad ¬en el artículo 390.1.4 del Código Penal
de 1995 y 302.4º del Código Penal de 1973¬ de determinadas narraciones
documentadas sanciona a quien crea un riesgo no permitido para el tráfico jurídico
creando un medio de prueba de la situación a la que la norma vincula un determinado
efecto, cuando solamente en apariencia ocurre tal situación, bien porque los enunciados
narrativos expresados no son verdaderos, bien porque la situación narrada tendría otro
alcance jurídico de no haberse ocultado otros enunciados, cuya omisión genera el riesgo
de aparentar que lo no expresado no existe en realidad.
Y que
5. LA INDEMNIZACION CIVIL
El delito de falsedad no requiere para su consumación de la producción de un
resultado que incorpore un daño a terceros. Generalmente, o al menos en muy
numerosas ocasiones, la falsedad tiene una función instrumental de forma que el posible
daño viene causado no tanto por la falsedad cometida en el documento como por el uso
que luego se hace del documento falsificado.
6. ANEXO
STS nº 990/2013, de 30 de diciembre
Fundamento jurídico quinto. Apartado 3
Esta línea de defensa, presente en otros motivos, nos lleva a plantear aquí la
especificidad de la falsedad denominada ideológica en relación a las actuaciones de los
funcionarios en el marco de la inspección tributaria y, concretamente a la supuesta
disfuncionalidad de la documentación del actuario como soporte del delito de falsedad
ideológica.
De ahí que el Tribunal Constitucional haya podido decir que "la ordenación y
despliegue de una eficaz actividad de inspección y comprobación (resulte) una
exigencia inherente a un sistema tributario justo" (STC 76/1990, FJ 3.º).
Y este mismo TS afirme que la Administración tributaria no sólo ostenta dichas
facultades (de comprobación e investigación), sino que, además, y esto es muy
importante, está obligada a ejercerlas" (STS de 18 de junio de 2004, FJ 4º).
4.- La tipificación como delito de falsedad ¬en el artículo 390.1.4 del Código Penal
de 1995 y 302.4º del Código Penal de 1973¬ de determinadas narraciones
documentadas sanciona a quien crea un riesgo no permitido para el tráfico jurídico
creando un medio de prueba de la situación a la que la norma vincula un determinado
efecto, cuando solamente en apariencia ocurre tal situación, bien porque los enunciados
narrativos expresados no son verdaderos, bien porque la situación narrada tendría otro
alcance jurídico de no haberse ocultado otros enunciados, cuya omisión genera el riesgo
de aparentar que lo no expresado no existe en realidad. Esto último ha dado lugar a
tipificaciones específicas como la falsedad documental por ocultación que algunos han
querido ver, por ejemplo, en el parágrafo 274 del StGB.
La relevancia típica penal de tal falseamiento exige que el documento tenga una
determinada calidad en orden a la fides o confianza de la generalidad. Esa calidad viene
dada por el autor de la expresión, u omisión, de tales enunciados en el documento. Que
ese autor sea un funcionario público que actúe en el ejercicio de su función. Porque en
tal status se convierte en garante de que los efectos jurídicos podrán fundarse en la real
ocurrencia del presupuesto histórico de la norma que los impone.
Finalmente, como exigencia del Derecho penal democrático, no cabe la sanción si
no se puede imputar al autor subjetivamente la narración documentada a título de dolo.
Tal tipicidad exige que la apariencia se produzca a través del medio típico, es decir
de los documentos propios del procedimiento de inspección a que antes hicimos
referencia. Que se extiendan por el funcionario en la función de inspección que le
convierte en garante de que la situación reflejada por su "narración", tanto por lo que
expresamente enuncia, como por lo que no enuncia se corresponde con la realidad. Y
que lo expresado u oculto afecte a la función propia del documento, que no es otra
que la de suministrar la información eventualmente relevante para quien ha de resolver
en el procedimiento en el que se genera el documento, determinando los efectos que
corresponden por aplicación de la norma tributaria.
Como conclusiones de lo que llevamos dicho cabe decir: que el delito de falsedad
documental previsto en el nº 4 del apartado 1 del artículo 390 del Código Penal de 1995
exige como elementos típicos objetivos;
6.- Por lo que respecta al delito de falsedad, en el presente caso y por aplicación
de esta doctrina, no cabe atribuir a la sentencia recurrida insuficiencia en la expresión de
la motivación. Y ello porque expone ampliamente cual era la naturaleza y función de los
documentos que tilda de falsos penalmente, cual era la información que debería
configurar la situación a considerar por quien tenía la responsabilidad de decidir en
definitiva la liquidación correspondiente o por quien pudiera asumir la revisión de tal
decisión, y la tipicidad de tal comportamiento.