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“LA LEY DE HIERRO DE LA OLIGARQUÍA” –


PARTIDOS POLÍTICOS EN DEMOCRACIA
QUE NO SON ORGANIZACIONES
DEMOCRÁTICAS

Inicio » La Sociología » “La Ley de hierro de la oligarquía” – Partidos políticos en democracia


que no son organizaciones democráticas

 MARZO 24, 2014  23 COMENTARIOS

A principios del S. XX el sociólogo alemán Robert Michels formuló la llamada “Ley de hierro
de la oligarquía” para explicar la contradicción de por qué los partidos políticos, que son las
principales instituciones de la democracia, no son organizaciones democráticas. Un siglo
después, esta ley sigue tan vigente como entonces a la hora de describir su funcionamiento
y organización.

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Robert Michels investigó a principios del S. XX la contradicción entre la lucha por la


democracia que en ese momento realizaban los partidos socialistas y la ausencia de
democracia en su funcionamiento interno. Esta investigación se hizo extensible a todos los
partidos y demás organizaciones políticas, y los resultados quedaron plasmados en su obra
“Los partidos políticos” (publicado en castellano por Amorrortu editores, en dos volúmenes).

La conclusión de Michels fue demoledora: Ningún partido u organización es democrática


porque “la organización implica la tendencia a la oligarquía. En toda organización, ya sea un partido
político, de gremio profesional u otra asociación de ese tipo, se manifiesta la tendencia aristocrática
con toda claridad”. ¿Por qué? Para explicarlo Michels formuló la que denominaría “Ley de hierro
de la oligarquía”: “La organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los
electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores.
Quien dice organización, dice oligarquía”.
La necesidad de la organización

En un sistema democrático parlamentario es necesario organizarse para poder participar en la


toma de decisiones. Los partidos son las organizaciones a través de las cuales se efectúa la
representación de los ciudadanos en la toma de decisiones. A medida que históricamente cada
vez más personas iban adquiriendo el derecho al voto y por lo tanto a ser representados, y
como consecuencia de que las sociedades van transformándose, los propios partidos tienen la
tendencia a ampliarse y a fortalecer su burocratización, ya que están abocados a enfrentarse a
los problemas derivados de la cada vez mayor complejidad social, y más cuando aspiran a
gobernar, o ya gobiernan, el Estado en el que se manifiestan estas complejidades.

En este sentido, Michels explicó que “a medida que se desarrolla una organización, no sólo se
hacen más difíciles y más complicadas las tareas de la administración, sino que además aumentan y
se especializan las obligaciones hasta un grado tal que ya no es posible abarcarlas de una sola
mirada”. Es decir, a medida que van creciendo como organizaciones, el trabajo en los partidos
se va complicando y con ello su organización.

Como las organizaciones políticas están formadas por personas, estos cambios les afectan
sobre todo a ellas, y más en concreto a aquellas que están más implicadas como son los líderes
y trabajadores del partido, que pasan a especializarse en sus funciones y a trabajar a tiempo
completo. Es decir, “cuanto más sólida se hace la estructura en el curso de la evolución de un partido
político moderno, tanto más se marca la tendencia a reemplazar al líder de emergencia por un líder
profesional. Toda organización partidaria que ha alcanzado un grado considerable de complicación
necesita que haya cierto número de personas que dediquen toda su actividad al trabajo del partido”.

Por lo tanto, como afirmaba Michels en su investigación, “en un principio los líderes surgen
espontáneamente, sus funciones son accesorias y gratuitas. Muy pronto, sin embargo, se convierten
en líderes profesionales, y en esta segunda etapa del desarrollo son estables e inamovibles”.

Se consolida así el liderazgo profesional de los partidos porque, explicaba Michels, “es
innegable que la tendencia oligárquica y burocrática de la organización partidaria es una necesidad
técnica y práctica. (…) Por razones técnicas y administrativas, no menos que por razones tácticas,
una organización fuerte necesita un liderazgo igualmente fuerte”. Y este liderazgo podía llegar a ser
enorme en el caso de los partidos que mueven millones de votos, ya que, “como regla general,
cabe enunciar que el aumento de poder de los líderes es directamente proporcional a la magnitud de
la organización”.

El líder se independiza

Michels señalaba pues que el liderazgo profesional y oligárquico sustituye al de la primera


etapa, que era más accesible para la gente corriente y estaba controlado por la masa de
afiliados. Ese acceso directo al líder cambia con la profesionalización, ya que según Michels,
“los líderes que al principio no eran más que órganos ejecutivos de la voluntad colectiva, se
emancipan al poco tiempo de la masa y se hacen independientes de su control”. ¿Cómo?
La clave está en el conocimiento que los líderes profesionales y burócratas van adquiriendo a
medida que desempeñan su trabajo, unas habilidades que escapan de la comprensión y
competencia de la masa de los afiliados y votantes de los partidos. Así, “este conocimiento de
expertos que el líder adquiere en cuestiones inaccesibles, o casi inaccesibles para la masa, le da
seguridad en su posición”. Sin embargo, este proceso tiene consecuencias porque “la democracia
acaba por transformarse en una aristocracia por la imposibilidad de la masa de adquirir las
competencias necesarias y su dependencia de un liderazgo”.

Ciertamente, con la profesionalización se consigue mayor eficacia en la gestión de los partidos,


pero al precio de sacrificar la participación y el control por la mayoría ya que, en palabras del
autor, “el advenimiento del liderazgo profesional señala el principio del fin para la democracia” (…)
porque “es obvio que el control democrático sufre de este modo una disminución progresiva, y se ve
reducido finalmente a un mínimo infinitesimal”.

¿Cómo se justifica esto en un partido que defiende la democracia? Según Michels porque “la
democracia es incompatible en todo con la rapidez estratégica, y las fuerzas de la democracia no se
prestan para los rápidos despliegues de una campaña. Por eso es que los partidos políticos, aunque
sean democráticos, muestran tanta hostilidad al referéndum y a todas las otras medidas para la
salvaguarda de la verdadera democracia”.

La democracia aplasta a la democracia

Michels afirmaba que en los partidos “el poder de los líderes elegidos sobre las masas electoras es
casi ilimitado”. Por lo tanto, una vez llegado a este punto se alcanza una contradicción
fundamental: los partidos son fundamentales para el funcionamiento y la construcción de la
democracia, pero al mismo tiempo “la estructura oligárquica de la construcción (de la democracia)
aplasta el principio democrático básico”. Es decir, “lo que es (una oligarquía evidentemente no
democrática) aplasta a lo que debe ser (una democracia)”. El medio se convierte en un fin y los
partidos democráticos dejan de serlo para servir mejor a la democracia.

Los partidos políticos necesitan la democracia para poder existir, necesitan elecciones,
parlamentos, leyes, etc., pero al mismo tiempo destruyen la democracia interna en el camino
para conseguirlo, aunque no la democracia en sí. Es decir, el hecho que no haya democracia
interna en los partidos no impide que estos compitan entre sí de manera pacífica para alcanzar
el poder. Michels explicaba que “toda organización partidaria representa un poder oligárquico
fundado sobre una base democrática”. Pero a la vez “la aparición de oligarquías dentro de diversas
especies de democracia es consecuencia de una necesidad orgánica y por eso afecta a todas las
organizaciones”.

Así pues, el sistema democrático es fundamental para los partidos, es lo que les permite existir
y competir entre ellos. Sin embargo, para poder llegar a ser organizaciones en una democracia
dejan de ser democráticos y se convierten necesariamente en oligarquías porque, como se
preguntaba Michels, “¿qué es en realidad el moderno partido político?”, a lo que respondía: “Es la
organización metódica de masas electorales”. Es decir, los partidos son máquinas electorales
creadas con el fin de ganar elecciones, y para ganarlas, necesitan sacrificar su democracia
interna.

Sin embargo, y este es uno de los puntos más controvertidos de la teoría de Michels, es que a
la mayoría de los miembros de la masa del partido y del electorado esta circunstancia de falta
de democracia interna no les preocupa demasiado. Según Michels, “no hay exageración al
afirmar que, entre los ciudadanos que gozan de derechos políticos, el número de los que tienen un
interés vital por las cuestiones públicas es insignificante”. 

No existiría, según el autor, una verdadera demanda de participación en la toma de decisiones


excepto por parte de aquella minoría que siente realmente un interés personal en ello, porque
“únicamente el egoísmo puede incitar a la gente a interesarse en los asuntos públicos”.

La consecuencia de esta falta de interés por parte de la mayoría frente a unos pocos que sí se
siente atraídos, provocaría “un proceso de selección espontánea, en virtud del cual se segregan de la
masa organizada cierto número de miembros que participan con más diligencia que otros en la tarea
de la organización”, y que pasarían a formar parte, tarde o temprano, del liderazgo organizado y
de la élite.

 Una democracia de élites

La consecuencia del sacrificio de la democracia interna y de la supuesta falta de interés por


parte de los electores y militantes, es que los partidos, que son la espina dorsal de la
democracia, están dominados por élites que funcionan de manera no democrática dentro de
las organizaciones, pero que necesitan a la democracia para legitimarse en su poder interno y
para aspirar al poder más allá de esas organizaciones. Es decir, la democracia está controlada
por un grupo de personas que funcionan de manera no democrática.

Surge entonces la siguiente pregunta: ¿Puede ser democrático un sistema en el que sus
principales instituciones no lo son? Como explicaba Michels, “podemos resumir el argumento
diciendo que en la vida partidaria moderna la aristocracia se complace en presentarse con apariencia
democrática, en tanto que la sustancia de la democracia se impregna de elementos aristocráticos. Por
un aparte tenemos una aristocracia con forma democrática, y por otra parte, una democracia con
contenido aristocrático”.  

Al estar dominados por elementos oligárquicos, los partidos presentan a las elecciones unos
candidatos que son las élites de estos partidos: la “aristocracia con forma democrática”. Los
ciudadanos tienen la oportunidad de elegir entre diferentes oligarcas de los diferentes
partidos para dirigir la democracia, lo que sería la “democracia con contenido aristocrático”, o lo
que Gaetano Mosca llamó “clase política”. Los ciudadanos corrientes no tienen acceso al
ejercicio real de su soberanía, y por lo tanto a participar realmente en la democracia, si no es
formando parte de esta clase.
La siguiente cuestión entonces es si se trata de una clase cerrada, de acceso restringido.
Michels explicaba que sus miembros pueden surgir de la ciudadanía ordinaria, lo que es más
cierto en los partidos de amplia base popular, pero al alcanzar el puesto de liderazgo en los
partidos, estas personas dejan de pertenecer a su grupo de origen y se elevan por encima de la
ciudadanía. Michels lo explicaba así: “Todo poder sigue así un ciclo natural: procede del pueblo y
termina levantándose por encima del pueblo”.

Se produce así, según Michels, un proceso de “circulación de élites” que ya estudiaron los
autores italianos Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto, según el cual en un sistema democrático
las élites en el poder político se verán refrescadas por la llegada de nuevas personas surgidas
de los estratos inferiores, pero que al acceder al poder pasan a convertirse a su vez en élites
dejando necesariamente de pertenecer a la ciudadanía corriente.

Es decir, la democracia sin élites sería imposible porque, en un sistema de partidos, los que
llegan a la situación de poder tomar decisiones lo hacen porque han ascendido dentro de la
organización y por ello han alcanzado el estatus de élite separándose de la base. “Los defectos
de la democracia residirán en su incapacidad para liberarse de su escoria aristocrática”, escribía
Michels.

En casos de crisis política, la lejanía de la llamada “clase política” con respecto a la masa de la
ciudadanía produce rechazo en esta, lo que provoca el surgimiento de grupos que denuncian a
la oligarquía de turno y a la democracia como imperfecta o incluso inexistente porque no se
sienten representados. Esos grupos están integrados por una número relativamente pequeño
de personas, que son las interesadas en política, y luchan de manera organizada por llegar al
poder, adquiriendo a su vez rasgos oligárquicos, y cuando alcanzan el poder lo hacen
generalmente mezclándose con la anterior oligarquía hasta confundirse con ella.

Es lo que ha ocurrido a lo largo de la historia: los burgueses revolucionarios de finales del S.


XVIII a mediados del S. XIX acabaron por formar parte de la élite política mezclados con los
antiguos aristócratas; los socialistas revolucionarios de finales del S.XIX acabaron
fundiéndose con la burguesía en el S. XX; y los partidos que han surgido de la actual crisis de
legitimidad del sistema democrático, como organizaciones oligárquicas que son, acabarán
mezclándose con la actual “clase política” que hoy tanto rechazan.

Es como un tornillo que no deja de girar. Después llegarán otros grupos que denunciarán a los
anteriores y le llamarán traidores a los ideales que inspiraron su revolución, aspirando a su vez
a ocupar el poder, proceso en el que volverán a mezclarse en la élite con el grupo anterior. Y así
sucesivamente. Como decía Michels, “es probable que este juego cruel continúe indefinidamente”.  

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formuló la llamada “Ley de hierro de la oligarquía” para explicar la contradicción de
por qué los partidos políticos, que son las principales instituciones …

 marzo 25, 2014 en 9:30 am - Responder

toniyague

“…la democracia sin élites sería imposible porque, en un sistema de partidos, los
que llegan a la situación de poder…”

Curioso otorgar a la democracia un carácter derivado de sólo un modelo de


democracia (por cierto, muy poco democrático como revela la actual coyuntura)
olvidando que la propia esencia y etimología de la democracia refiere al ejercicio
de la soberanía popular para gestionar la “res publica” y no a la selección de
oligarquías políticas, en un ejercicio de delegación (y por tanto de pérdida de
soberanía) y no de representación como el discurso oficial nos vende.

La democracia “representativa” es una contrucción burguesa para acabar con el


modelo aristocrático, y como tal, responde a sus intereses y no a los generales.
Elegir dictadores cada cuatro años no es democracia.

http://ssociologos.com/2012/12/06/la-democracia-o-es-directa-o-no-es/

 marzo 25, 2014 en 10:35 am - Responder


pepe

yerra usted al afirmar que “la democracia representativa es una contrucción


burguesa para acabar con el modelo aristocrático”. el principio de
representacion politica se remonta a marsilio de padua (s. xiv), kien separaria
el poder divino del poder terrenal, por consiguiente anterior a la concepcion
ilustrada de roussea (democracia parlamentaria en europa) y a montesquieu
(democracia presidencialista estadounidense).
 junio 10, 2014 en 11:06 pm - Responder


Adosgel

Y qué más da. A lo que se refiere toniyague es a que Michels no está


refiriéndose en ningún momento a una verdadera democracia; pues
esta es la que otorga el poder directamente al pueblo, bases, etc…
Directamente y para todas y cada una de las propuestas y decisiones y
en todo momento; lo que hasta tiempos modernos, era imposible de
aplicar para estructuras mínimamente complejas como partidos y
estados.

Pero este discurso y el análisis de Michels deben pasar al olvido por


obsoletos; ya que hoy en día SÍ tenemos los medios y tecnología para
construir una estructura práctica y eficaz la cual aplicar a Estados, en la
que sea el individuo el que en todo momento tenga el poder de
propuesta y voto directos.
 marzo 23, 2016 en 2:03 pm - Responder


javier corada montano

Y qué más da no, perdona. En un debate serio antes de mandar a


tomar por saco una obra, o un argumento cualquiera, que por
otra parte por lo que veo sobrepasa con mucho tu capacidad de
entenderla, al menos procura dar una explicación razonada.

Si no sinceramente estás haciendo un desprecio que, de ser mi


obra y delante mío, te estaría gritando por faltarme al respeto
como si fueras un niño pequeño caprichoso. Decir que “hoy
tenemos medios y tecnología” para darle solución me parece
genial, pero mientras no me des un argumento de cómo esos
medios o esa tecnología lo harían (acudes a ellos como en otros
tiempos se hacía con los Dioses) para mí no son más que
chorradas.
Los estudios de Michels son impecables, si no te gustan el
problema es tuyo, no de él. Que hayan pasado 100 años no
cambia nada las cosas, todo partido político de masas sigue
necesitando burocracia interna que lo dirija. Por tanto
organización = poder, que luego esos dirigentes sean más
abiertos o no a la participación desde abajo es una cosa positiva
o negativa o sinceramente es que me da lo mismo, lo que no se
puede negar es que alguien decide con mayor o menor coacción
con consentimiento. Por tanto el poder está concentrado en
unos pocos, es decir, oligarquía o el poder de pocos.

Esto no va de qué decisión se toma, sino cómo se toma. Una


decisión democrática no tiene por qué ser buena o mala,
simplemente se entiende democracia como un método de toma
de decisiones…. En fin, paro aquí, si no quieres entenderlo con
esto no lo entenderás con más a mi parecer.

Te explico esto para que veas que no te rebato por capricho,


como haces tú, sino con argumentos. Un abrazo.
 abril 9, 2016 en 12:28 pm - Responder


Víctor

Genial respuesta
 abril 1, 2017 en 2:35 pm -


Alejandro Bustamante

Yo tambien creo que la teoría de Michels es impecable. Sin


dudas refleja una realidad que deriva de la manera como
funciona lo humano en las organizaciones. Es decir, expone
claramente la existencia de una fuerza que hace que las
personas que lideran organizaciones políticas en cierta
etapa de desarrollo se distancien de los individuos que
representan. Eso lo hemos visto y lo seguimos viendo en la
actualidad.
Mi punto es ¿lo expuesto por Michels dependerá en alguna
medida de la calidad política y ética de los lideres? ¿o es un
hecho al cual estamos condenados a sufrir en la
democracia moderna? ¿sera´posible complementar la
democracia con instituciones que efectivamente
garanticen la participación de los representados mediante
sus representantes? Es casi como decir ¿es realmente
posible una democracia participativa en el complejo
mundo actual, a semejanza (pero salvando las diferencias)
de la Grecia Antigua)
 septiembre 22, 2017 en 8:34 pm -

“LA LEY DE HIERRO DE LA OLIGARQUÍA” – PARTIDOS POLÍTICOS EN


DEMOCRACIA QUE NO SON ORGANIZACIONES DEMOCRÁTICAS |
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partidos-politicos-en-democracia… […]

 marzo 27, 2014 en 5:40 pm - Responder

“La Ley de hierro de la oligarquía” - Partidos políticos en democracia que no son


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[…] “La Ley de hierro de la oligarquía” – Partidos políticos en democracia que no


son organizacion… […]

 mayo 10, 2014 en 12:44 pm - Responder

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wiilliam zamora

interesante análisis, como su punto de enfoque por cierto muy valedero.


 marzo 7, 2018 en 1:18 am - Responder


Ssociólogos

Muchas gracias. Nos alegra que le haya parecido interesante el análisis.


 marzo 7, 2018 en 11:11 am - Responder

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