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Sin embargo, la lógica del orden social vigente a escala mundial tiene
dos prioridades absolutas que nos alejan de ese rumbo cada vez más
imprescindible: la búsqueda permanente de la máxima ganancia y del
máximo crecimiento, como valores fundamentales. La dirigencia política,
empresarial y mediática, que detentan el mayor poder en este sistema,
siguen a rajatablas con ese impulso suicida. Eso impide que
reaccionemos en función de las circunstancias, y con un canto de sirenas
prometedor hace que sigamos bailando ‘en la cubierta del Titanic’.
Cambio climático: el tiempo se acaba. Esta nota editorial está suscripta por 27
medios y organizaciones periodísticas de América Latina.
Donde sea que miremos hoy en el mundo hay señales del desastre ambiental.
En la atmósfera: hemos depositado millones de toneladas de CO2 que están
generando un calentamiento de la temperatura promedio global y que podría
superar el umbral de los 2 grados a fines de este siglo.
Pero cada ser humano sobre el planeta tiene también una responsabilidad.
Mientras un joven holandés ideó un método para recolectar el plástico del océano,
decenas de ambientalistas y líderes indígenas dan su vida todos los años por la
protección de bosques y otros recursos naturales a lo largo y ancho del mundo.
Algunos empresarios renuevan la esperanza subvirtiendo la forma tradicional de
hacer negocios para integrar la naturaleza en sus cuentas y balances.
Detrás de las migraciones masivas que todos los días aparecen en nuestras
páginas y pantallas, detrás de las protestas de los Chalecos Amarillos en París y el
rimbombante negacionismo de algunos líderes globales parece estar el mismo
fenómeno: una sociedad global acomodándose ante el más grande desafío que ha
encarado desde que los primeros humanos aparecieron en África hace 300.000
años.
El compromiso del periodismo con este momento es histórico. Es necesario
interpelarnos y preguntarnos si realmente estamos haciendo lo suficiente.
Como nunca antes en la historia, contamos con las mejores herramientas para
comunicar información a una escala global y a velocidades tan rápidas como la de
un haz de luz. Llegó la hora de actuar, y el periodismo debe ser capaz de hacer
viajar a esa velocidad las soluciones y acciones que se necesitan para detener la
catástrofe de la que ya estamos advertidos. El tiempo se acaba.