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La tradición y la historia nos dice que las personas que eran colgadas
en la cruz pasaban largas horas de agonía. Uno de los primeros
dolores que experimentaban los crucificados en su cuerpo era la fiebre
producida por la infección e hinchazón de las heridas, lo cual traía
temblores, fuertes dolores, sudores y mucha sed, lo cual producía una
gran necesidad de ingerir alguna bebida, por la deshidratación que
experimentaban sus cuerpos, y que poco a poco comenzaban a
experimentar la incapacidad de seguir respirando.
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo
en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que
se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y
estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo,
y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se
doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra.”
(Filipenses 2:5-10).
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celestes Efesios 6:12), que dirigidas por Satanás, conocido como el
príncipe de las tinieblas, había rodeado la Tierra con gran oscuridad.
En ésta hora, todas las iniquidades, maldiciones, pecados y
rebeliones, estaban recayendo (siendo puestos e imputados) sobre una
sola persona, Jesús de Nazaret, porque aún Su nombre hablaba de
esto: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su
pueblo de sus pecados.” (Mateo 1:21). “El siguiente día vio Juan a Jesús que
venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
(Juan 1:29).
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2) Una Palabra de Motivación a Disfrutar de Su Presencia.
El Señor nos dice, gracias a esta Palabra: “Mi presencia irá contigo, y te
daré descanso.” (Éxodo 33:14). Disfrutar de la Presencia de Dios en
nuestra vida es la razón que nos motiva a continuar. El salmista
David dijo: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de
gozo; delicias a tu diestra para siempre.” (Salmos 16:11).
“Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.”
(Eclesiastés 3:15)
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4) Una Palabra de Aceptación.
“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama
sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
(Mateo 27:46).
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5) Una Palabra de Amor.
“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que
la Escritura se cumpliese: Tengo sed. “
(Juan 19:28).
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6) Una Palabra de Triunfo.
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“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también
participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el
imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la
muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Porque ciertamente
no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. Por
lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser
misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los
pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso
para socorrer a los que son tentados.”
(Hebreos 2:14-18).
“Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.” (Lucas 23:46).
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Podemos preguntarnos a dónde se dirigen los muertos. Si Jesús
necesitó encomendar su Espíritu al Padre en el momento de su
muerte, cuánto más nosotros tenemos que vivir preparados para la
hora de morir. ¿A cuántos la muerte los ha tomado por sorpresa?
El Patriarca Job se preguntó: “Si el hombre muriere ¿volverá a vivir?”
(Job 14:14). Luego, él mismo añadió: “Yo sé que mi Redentor vive, y al
fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he
de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque
mi corazón desfallece dentro de mí.” (Job 19:25-27).
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para
que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si
creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que
durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros
que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a
los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de
arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo
resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado,
seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el
aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros
con estas palabras.” (1ra Tesalonicenses 4:13-18).
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