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Trascendencia [ editar ]

Tito Livio se transformó pronto en un clásico; en la Edad de Plata cosechó los elogios de Lucio Anneo Séneca, Marco Fabio Quintiliano y Plinio el
Joven; Silio Itálico lo usó como fuente para su Punica y en el siglo II Floro resumió la obra de Livio en dos volúmenes. Apiano bebió de Livio en sus
tratados Sobre Iberia y La guerra de Aníbal. Dion Casio y Amiano Marcelino lo imitaron. Luego su figura se difuminó un tanto a pesar de la admiración
de Orosio y Casiodoro y volvió a resurgir en época carolingia gracias a Fridugio de Tours, Lupus de Ferrières y el obispo alemán Theatbert de Duurstede.
Por otra parte, Thomas Becket copió un manuscrito de la tercera década durante su destierro en Francia (1164-1170) y se lo llevó a Canterbury.
Sin embargo, la verdadera eclosión de su estudio se produjo con el Humanismo italiano. Dante Alighieri lo elogió en el canto XXVIII del Inferno («Livio
che non erra») y a su elogio sucedieron los de Gian Francesco Poggio Bracciolini, Coluccio Salutati, Niccolò Niccoli y otros, que se lanzaron a buscar
códices de su obra perdida. Destacó en esta labor Francesco Petrarca, el «verus Livi sospirator». Petrarca consiguió reunir en Italia, Avignon y París la
primera, tercera y cuarta décadas salvo el libro trigésimo segundo y el final del cuadragésimo. Gracias a él a partir del siglo XIV se multiplicaron las
copias por toda Europa. Los descubrimientos de tres libros más en 1517, 1533 y 1615 junto a lo hallado por Petrarca logran el milagro de reintegrar su
obra a la vía principal de la cultura occidental, según Antonio Fontán, principal de los estudiosos de su obra en España.
A partir de Petrarca su influjo se hace sentir en Maquiavelo (Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio), en el Voltaire historiador,
en Montesquieu (Considérations sur les causes de la grandeur des Romains et de leur décadence), en los revolucionarios franceses, en Walter Scott y
en Thomas Babington (lord Macaulay), más en concreto en su obra Lays of Ancient Rome.
En España cabe mencionar la enorme impronta que dejó en cronistas de Indias, especialmente entre los que las redactaron en latín: Pedro Mártir de
Anglería y Juan Ginés de Sepúlveda. Su influjo directo se dio a través de las traducciones del canciller Pero López de Ayala (1401), la versión de
fray Pedro de Vega (1520) y la de las Décadas del gran humanista protestante español Francisco de Enzinas, de 1531 pero impresa en ediciones de
Estrasburgo (1552) y Colonia (1553).
Francisco Navarro y Calvo publicó la suya en dos volúmenes en 1886 y 1889, reimpresos en Madrid en 1914 y 1917 y en Buenos Aires (1944).
La Editorial Gredos ha realizado asimismo varias ediciones bilingües sueltas y por fin una completa en dos volúmenes de José Antonio Villar Vidal.
También Alianza Editorial la ha publicado.3

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