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Podemos afirmar que, desde la antigüedad, todas las culturas emplearon relatos que
explicaban, de acuerdo a su propia cosmovisión, el origen de la Tierra, de la diversidad
de sus especies y del ser humano. Así, por ejemplo, los inuit de Norteamérica señalan
que en el inicio del mundo únicamente existían un hombre y una mujer. La mujer le
solicitó a Kaila -Dios del Cielo- que poblara la Tierra. Kaila le ordenó a la mujer que
hiciera un agujero en el hielo para que así pudiera pescar. Uno a uno, la mujer fue
pescando todos los animales hasta llegar al último, el caribú, que serviría de fuente de
alimento y vestido entre los inuit. En otros relatos encontramos pueblos que nos hablan
de cómo los dioses regían el paso de los días y las noches y el tránsito por las distintas
estaciones -por ejemplo, en las mitologías griegas y nórdicas-. O, entre los antiguos
babilonios, cómo el ser humano estaba compuesto por una realidad material, la arcilla; y
una realidad espiritual, hecha de la carne y sangre de la divinidad.
Con ello, lejos de querer plantear que la evolución se encuentra presente en textos como
el Génesis, se busca señalar que el acto creador divino se desarrolla de forma
sucesiva, progresiva. Este tema se encuentra ampliamente desarrollado en el texto
básico propuesto, en las páginas XX a XX. Podemos extraer una primera idea
principal:
Por el Big Bang sabemos que la materia ha tenido un comienzo. La pregunta que
deberíamos plantearnos es: ¿de dónde viene o, en otras palabras, qué o quién le ha
dado su origen a la materia? Las posibles respuestas solo pueden ser dos: o se lo ha
dado a sí misma, o lo ha recibido de un agente externo. Si no existía nada anteriormente,
se deduce que la materia ha sido creada, ya que, de lo contrario, no habría podido
evolucionar. En su desarrollo, la materia fue haciéndose más compleja desde su
generación. Por ello, podemos concluir que, una vez creada la materia, esta fue
evolucionando.
En el paso de la materia inorgánica a las formas orgánicas cada vez más complejas
surge la vida. Debemos preguntarnos entonces de dónde vienen estas nuevas
cualidades, distintas a las de la materia, si antes no se encontraban presentes en el
cosmos. Son tres las posibles respuestas: (i) vienen de la propia materia, (ii) vienen de la
vida misma, o (iii) la han recibido de lo que no estaba en el cosmos. Analicemos cada
una de ellas:
Al aparecer las especies sobre la Tierra, sabemos que ha habido evolución, porque se ha
perfeccionado lo que ya estaba, apareciendo nuevas especies más adaptadas al medio y
desapareciendo otras. En la Era Cuaternaria apareció la especie humana con unas
cualidades esencialmente distintas a los animales que ya estaban en el planeta, los
antecedentes homínidos. Estas cualidades humanas se fueron perfeccionando o
evolucionando a lo largo de la historia, apareciendo la creatividad, la reflexión, la
transformación del mundo, la dimensión ética (es decir, la capacidad para distinguir el
bien del mal), la libertad, la interioridad, etc. Por lo tanto, podemos señalar que,
respecto a los antepasados del ser humano, se produjo otro salto cualitativo: el espíritu
humano.
Expliquemos este último punto con mayor profundidad: como señala Angelina Gaspar
(2015) las diferencias con nuestros antepasados animales no son únicamente
bioquímicas, genéticas y anatómicas (tenemos un vínculo evolutivo a un nivel
biológico), sino también de comportamiento, de socialización o relación. Los seres
humanos tenemos capacidad de simbolización, mientras que el animal capta la realidad
como estímulos. Tenemos sentimiento del propio cuerpo, una toma de conciencia que
no posee el animal, que actúa por instinto. Por otro lado, el ser humano se abre al
mundo con su inteligencia más allá de la situación en que se encuentre en el espacio y
el tiempo. Tenemos libre albedrío, siendo los únicos que podemos decir no a la
satisfacción de nuestras tendencias instintivas. Expongamos entonces una conclusión
fundamental:
3. En el debate entre creación y evolución se puede afirmar que entre el ser humano y
su antecedente homínido existe:
6. Una vez presentados los saltos cualitativos conducentes a la creación del espíritu,
podemos señalar que el ser humano:
no ha evolucionado.
tiene un pasado evolutivo.
sigue evolucionando hacia especies superiores. sigue evolucionando hacia especies
superiores. - incorrecto
creación por parte de Dios de la materia que, siguiendo lo que dice la ciencia hoy,
podría identificarse con el Big Bang cósmico.
creación de la vida por la acción directa de Dios. Es el llamado Big Bang de la vida.
creación de la vida por la acción directa de Dios. Es el llamado Big Bang de la vida. -
Correcto
por parte de Dios de la materia que podría identificarse con el Big Bang cósmico.
por parte de Dios de la materia que podría identificarse con el Big Bang cósmico. -
Correcto de la vida por la acción directa de Dios. Es el llamado Big Bang de la vida.
por parte de Dios del espíritu humano.
Previo al estudio del módulo, ¿qué piensa usted? ¿Somos únicamente una realidad
corporal o, por el contrario, tenemos dimensiones no materiales, como un alma o un
espíritu?
No puedo pensar sin ser ni ser sin mi cuerpo; yo estoy expuesto por él a mí mismo, al
mundo, a los otros; por él escapo a la soledad de un pensamiento que no sería más que
pensamiento de mi pensamiento. Al impedirme ser totalmente transparente a mí mismo,
me arroja sin cesar fuera e mí en la problemática del mundo y las luchas del hombre.
Por la solicitación de los sentidos me lanza al espacio, por su envejecimiento me
enseña la duración, por su muerte me enfrenta con la eternidad.
Emmanuel Mounier
Autores como Juan Manuel Burgos (2010) indican que el «cuerpo humano, aunque es
orgánico y material, no es un objeto físico o una cosa, sino una dimensión de la persona
y, por eso, posee una componente subjetiva y personal» (p.27). En este sentido,
podemos entender el cuerpo como esa primera dimensión orgánica y material,
manifestación externa de la persona —lo más aparente, lo primero que vemos cuando
nos presentan a alguien—; pero también como el «horizonte entre el mundo material y
el misterio del yo personal» (Burgos, 2010, p.29).
2.1.1 Monismos
Dentro de la tradición filosófica, el monismo (del griego monos, «único») corresponde a
aquellas posturas que defienden que el universo o la realidad está constituido por una
causa o sustancia primera. De esta forma, el monismo se opone al dualismo y al
pluralismo al negar la multiplicidad de niveles; empleándose en determinadas ocasiones
como un intento de eliminar la dicotomía existente entre el cuerpo y la mente.
Monismo materialista:
Monismo espiritualista:
2.1.2 Dualismo
El dualismo corresponde a la doctrina filosófica que afirma la existencia de dos
principios por cuya acción podemos explicar la realidad y transformación del
universo y sus fenómenos. Estos dos principios generalmente toman la forma de
oposiciones binarias, tales como el bien frente al mal, o la materia frente al alma o el
espíritu.
Por ejemplo, mediante la sensación captamos la realidad del mundo a través de los
sentidos. Pensemos en lo que sucede cuando acariciamos a una persona: el acto de sentir
tiene una dimensión subjetiva —siente el sujeto, nosotros— y, asimismo, este hecho
implica un posicionamiento con respecto a aquello que percibo.
Pero el ser humano no solo percibe su realidad, sino que también interactúa con ella de
forma activa. Desde el punto de vista más elemental, el ser humano tiene tendencias,
impulsos y hábitos, que se diferencian enormemente de las que pudieran tener los
animales. Las personas tenemos conductas que dependen del aprendizaje y, por
supuesto, de las pautas culturales en las que se inscriba la persona. Podemos pensar en
los diferentes alimentos que forman parte de nuestra dieta, la frecuencia con la que los
comemos o si estos alimentos se diferencian de los de otras culturas.
Si voy caminando de noche por una calle desierta y noto que una moto,
detrás de mí, comienza a seguirme a poca velocidad, mi organismo
reacciona de una manera muy determinada: el corazón se acelera, la
boca se seca, los músculos se tensan y se me hace un nudo en el
estómago […] Esta reacción puede tener el efecto positivo de favorecer
mi respuesta ante el hecho que ha provocado (Burgos, 2015, p.55).
En vista de lo anterior, volvamos nuevamente la pregunta que abría este punto: ¿existe
algo más allá de la sique? O, en otras palabras, ¿lo más íntimo del ser humano reside
en su mente, en su sique?
De esta forma, podemos sintetizar el objetivo de este módulo a través de uno de los
conceptos centrales que se indican en uno de los manuales del curso:
La pregunta planteada, sin embargo, aún permanece abierta. ¿Cuál será ese nivel
superior que gestiona el dinamismo sicosomático? Antes de responderla en el siguiente
módulo, le invito a que evalúe sus conocimientos en la actividad de que se le plantea a
continuación.
Verdadero.
Falso.
Verdadero.
Falso.
Verdadero.
Falso.
monismo materialista.
monismo espiritualista.
Dualismo.
ausentismo.
neutralismo.
reduccionismo.
materalismo reductivo.