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El desencanto de la generación “Ni-Ni”


Firmado por Cristina Abad Cadenas
Fecha: 12 Marzo 2010

Las nuevas tecnologías han cambiado tan rápidamente nuestros usos y costumbres que los
expertos en ciencias sociales no dan abasto a la hora de catalogar las generaciones. Ahora
en España se habla de la generación “Ni-Ni”: un modelo de actitud adolescente y juvenil
caracterizada por el simultáneo rechazo a estudiar y a trabajar.

Tradicionalmente se entiende el relevo generacional como un grado en una sucesión natural de la


descendencia. Explica el sociólogo de la Universidad de Extremadura Artemio Baigorri que generación
es “el único concepto sociológico made in Spain. Fue Ortega y Gasset quien condensó las
sugerencias previas de historiadores, sociólogos y demógrafos” (El País, 8-06-2008).

Tiene una estimación de pervivencia poco determinada: para algunos, treinta años; para otros,
quince o incluso menos. Según Baigorri, “cada oleada de coetáneos es marcada por un herraje
cultural distinto, ya que la cultura evoluciona a un ritmo marcado por el factor “i” (capacidad +
velocidad de transmisión de la información). Pero además de los valores dominantes en cada
periodo, hay momentos que contribuyen a conformar las mentalidades porque capturan la atención, y
provocan la emoción de millones de individuos en una etapa formativa clave como la infancia y la
adolescencia”.

Es evidente que hoy la velocidad de transmisión de la


información, gracias a las nuevas tecnologías, es vertiginosa. Más de 562.000 jóvenes con
edades comprendidas entre los
La manifestación más radical de una generación 20 y los 29 años no estudian, ni
trabajan, ni buscan empleo
La Generación “Ni-Ni” engloba a los menores de 34 años
inactivos que no cursan estudios ni siguen una formación no
reglada, y no parece tanto una generación aparte sino la manifestación más radical de la generación
la nacida entre 1993 y la última mitad de la década del 2000.

Han nacido en la época de auge del mercado de consumo, están más inclinados que los de las
generaciones precedentes al mundo virtual. Se les denomina también “digitales nativos”. Su sociedad
existe en Internet donde expresan sus propias opiniones. No les gustan las normas sociales. La
educación y el trabajo desempeñan un papel menor en sus vidas porque consideran más útiles la
inteligencia y el conocimiento sobre la tecnología.

José Félix Tezanos, catedrático de Sociología de la UNED y autor del estudio Juventud y exclusión
social, detecta en esta generación una atmósfera depresiva, un proceso de disociación individualista,
condensado en la expresión “sólo soy parte de mí mismo” y el debilitamiento de la familia. “Se está
produciendo una gran quiebra cultural. Los componentes identitarios de los jóvenes no son ya las
ideas, el trabajo, la clase social, la religión o la familia, sino los gustos y aficiones y la pertenencia a la
misma generación y al mismo género; es decir: elementos microespaciales, laxos y efímeros”, declara
en un reportaje de El País (22-06-2009).

¿Cuántos son?

La alarma sobre el incremento de la Generación “Ni-Ni” la ha disparado en España la última encuesta


de Metroscopia. Según los datos, el 54% de los españoles situados entre los 18 y los 34 años dice no
tener proyecto alguno por el que sentirse especialmente interesado o ilusionado.

Y si nos ceñimos a la última Encuesta de Población Activa (EPA),


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nos encontramos con que 562.100 jóvenes con edades Nos encontramos ante la
comprendidas entre los 20 y los 29 años son inactivos: no primera generación que puede
estudian, ni trabajan, ni buscan de forma activa un empleo. quedar por debajo del nivel
social de los padres
Ateniéndonos, en particular, a los microdatos de la EPA del
segundo trimestre de 2009, las cifras oscilan entre los 550.000 y
los 710.000 jóvenes, en función de las variables que escojamos. En concreto, casi el 10% de los
jóvenes entre 16 y 19 años –cerca de 196.000– ni estudiaban ni trabajaban, mientras que el número
asciende a 220.000 (el 8,2%) en el caso de los jóvenes entre 20 y 24 años.

A esto contribuye la crisis económica, que acentúa la incertidumbre de una generación que creció en
un ámbito familiar de mejora continuada del nivel de vida y que ha chocado en poco tiempo con la
precariedad, el infraempleo, el mileurismo, y la escasa valoración de la formación, explica José Luis
Barbería, autor del reportaje de El País ya mencionado. Nos encontramos ante la primera generación
que está por debajo del nivel social de los padres.

Movilidad social débil

Es la diferencia negativa entre la situación socio-económica de los padres y la situación de sus hijos
al alcanzar la edad adulta. De ello trata el estudio de la OCDE “Movilidad social intergeneracional: un
asunto de familia” (publicado como un capítulo dentro del estudio Going for Growth 2010).

Este estudio descubre que la movilidad social medida por nivel de ingresos en países de la OCDE es
más débil en Italia, España, Francia, el Reino Unido y Estados Unidos. En estos países los hijos de
padres universitarios ganan como media un 20% más que los hijos de padres que terminaron su
educación en la secundaria. En cambio, la movilidad social es mayor en los países nórdicos, Australia
y Canadá.

Esto indica una falta de igualdad de oportunidades, y puede limitar la productividad y frenar el
crecimiento económico. ”Ascender en la escala social depende de una serie de factores como la
capacidad individual, familiar y el entorno social, redes y actitudes. Pero la acción pública –en
particular la educación y, en cierta medida las políticas fiscales– pueden desempeñar un papel clave
en ayudar a las personas a alcanzar mayores ingresos y el estatus social de sus padres”, recoge el
informe.

Pero, claro, hace falta que los interesados se esfuercen por mejorar con estudio y trabajo, cosa que
no parece preocupar a los “Ni-Ni”, que corren el riesgo de quedar peor que sus padres.

La opinión de los expertos va más allá

El sociólogo de la Universidad de Navarra Alejandro Navas reparte la culpa: padres, profesores y


sistema educativo. “A todo ello hay que añadir una permisividad desbordada y una cultura del mínimo
esfuerzo” (El Confidencial, 16-02-2010).

Para el doctor Paulino Castells, profesor de Psicología en la Universidad Abat Oliba-CEU, los “Ni-Ni”
son las secuelas de una década prodigiosa a nivel económico: “Sus padres se han volcado en ellos,
les han dado todo y les han librado de cualquier esfuerzo o sacrificio” (ABC, 17-01-2010).

“Fueron los primeros ‘niños-llave’. Papá y mamá trabajaban, muchos se han criado con los abuelos y
no les ha faltado ningún capricho: han sido y siguen siendo las auténticas joyas de la casa”, explica
Julio Camacho, director del Observatorio de la Juventud en España.

Eduardo Bericat, catedrático de Sociología de la Universidad de Sevilla, resume la trayectoria de este


comportamiento: “El modelo de vocación profesional que implicaba un proyecto vital de futuro y un
destino final conocido, con sus esfuerzos y contraprestaciones, ha desaparecido. Ahora, la
incertidumbre se impone en el trabajo y en la pareja y no está claro que la dedicación, el compromiso,
el estudio o el título, vayan a tener su correspondiente compensación laboral y social. (…) Como el
riesgo de frustración es grande, prefieren no descartar nada y definirse poco”, explica. “A eso, hay
que sumar un acusado pragmatismo –nuestros chicos son poco idealistas–, y lo que los expertos
llaman el ‘presentismo’, la reforzada predisposición a aprovechar el momento, ‘aquí y ahora’, en
cualquier ámbito de la vida cotidiana” (El País, 22-06-2009).

¿Cuánto aguantará el colchón familiar español y qué pasará cuando se jubilen los padres que tienen
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a sus hijos viviendo en casa?, se pregunta José Félix Tezanos, catedrático de Sociología de la UNED.

El “reality” y la reacción de los jóvenes

¿Y mientras tanto qué opinan los jóvenes? El pasado 20 de enero comenzó a emitirse en La Sexta el
reality-show Generación Ni-Ni, dirigido por Roberto Ontiveros, conocido por haber dirigido las siete
primeras entregas de Gran Hermano.

Ocho jóvenes de entre 16 y 25 años, que ni estudian ni trabajan, conviven en una casa de 600
metros cuadrados bajo la atenta mirada de 30 cámaras de televisión y de dos psicólogos que les
acompañan para guiarlos en su reeducación terapéutica. Los jóvenes deben trabajar fuera de la casa
para asegurarse su subsistencia y sus padres pueden observar su comportamiento.

El reality no ha registrado buenas cifras de audiencia, pero sí ha conseguido convertirse en el centro


de diversas críticas.

Las asociaciones juveniles han exigido su retirada de la parrilla televisiva de La Sexta porque
consideran que refleja una imagen negativa de la juventud que no se asemeja en nada a la realidad y
porque consideran que se ha creado un espectáculo televisivo a partir del sufrimiento laboral y
escolar de los jóvenes.

El Consell de la Joventut de Barcelona (CJB) y el Consell Nacional de la Joventut de Catalunya


(CNJC) se han referido a los participantes del mismo como “jóvenes hedonistas sin motivaciones,
intereses ni voluntad de formarse, encontrar un trabajo digno o realizar cualquier acción para mejorar
su situación y cambiar socialmente”.

El rechazo es una buena señal.

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