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Carlos Medinaceli
INDICE
Introducción
Capítulo I
Trabajo, educación y ciudadanía
Capítulo II
Ciudadanías políticas y ciudadanías primordiales
en Bolivia
Antecedentes
La sociedad agraria en la sociedad capitalista
Ciudadanías políticas
Desocialización laboral y crisis estatal: “mi mamá es el hombre de la
casa”
Ciudadanías primordiales
Capítulo III
Extrañamiento y desarraigo juvenil, hoy
Antecedentes
La educación para ser alguien, para ser boliviano
Las jóvenes indígenas: de tutela en tutela
El extrañamiento intergeneracional
Migrantes del campo a la ciudad y la inevitable socialización mestiza
Juventud y violencia
Juventud y mito
Conclusiones
Bibliografía
Introducción 5
Introducción
En el escenario del profundo desgarramiento social, político y cultural
que vive el país, hacer un repaso de la situación de la juventud
implica encarar el paisaje de una honda frustración nacional. Baste
para ello observar la rebeldía juvenil que, incapaz de ser recogida
como virtud, es anulada y puesta en entredicho por el medio social,
sin tener en cuenta lo que implica para la renovación moral de la
colectividad.
2 Simmel afirma que a este proceso le habría sido inherente el paso de la vida anímica
“conforme a la sensibilidad” hacia la vida anímica “conforme al entendimiento”, señalando
con ello la mutación de la sociedad rural (agraria) en sociedad urbana (industrial), lo que
trajo consigo prácticas de reflexividad individual activadas en función de la “indiferencia”,
es decir, de la disolución del contacto humano subjetivo, para posibilitar, más bien, interacciones
abstractas e indeterminadas (Simmel, 1998).
14 Ser alguien, ser boliviano
las que supone la “voluntad general”. Con ese fin se activan los
dispositivos culturales de socialización estatal, entre los cuales la
escuela y la familia ocupan un lugar central. En ambos casos está
presente la idea de otorgar completitud al sujeto, a través de su
disciplinamiento, para que se convierta en agente racional y así
adquiera los hábitos estandarizados que requiere la ciudadanía (de
Sousa Santos, 2002b; Foucault, 1987). Se trata, en el fondo, de
extraer de este proceso las “fuentes de error” que suponen las
especificidades que no le competen al capitalismo como estructura
económico-productiva, de donde surgió la condición primigenia de
la socialización contemporánea: el salario y la fábrica, expandida
luego a la institucionalidad del Estado (Lukács, 2004).
4 Es en ese orden en el que Elías sitúa la tensión entre los valores del autocontrol, que
resultan de la monopolización de la violencia legítima en manos del Estado, y la monopolización
o apropiación de los recursos materiales en manos de unos pocos. Dicho de otro modo, la
tirantez existente entre los sistemas de vigilancia y el despojo material del que son objeto
la mayor parte de los sujetos sociales (Elías, 1989).
5Por eso la igualdad es un logro que se busca alcanzar, ya sea por métodos individuales (la
movilidad o el ascenso social) o por métodos colectivos (las luchas sociales). En este trabajo
daré prioridad a la movilidad social.
16 Ser alguien, ser boliviano
6 Una noción que es interesante destacar se halla en los sistemas censales que se crearon
con ese propósito, entre los cuales la identificación de la población “en edad de trabajar”
tuvo que ser determinante.
18 Ser alguien, ser boliviano
7 Mead llama “co-figurativo” a este proceso. Reconoce, sin embargo, que no se ha dado en
ninguna parte del mundo en forma pura (Mead, 1997).
8 En otro campo de la cultura, la moda es un paralelo del carácter renovador de este proceso,
y está fuertemente arraigada en la identidad de los jóvenes hombres y mujeres y en sus
dilemas de pertenencia. Como se sabe, su vigencia se debe a la paradoja de diferenciar a
los sujetos a través de los rasgos de distinción cultural, pero también de igualarlos a través
del mercado de consumo.
Trabajo, educación y ciudadanía 19
9 Como señala Jelín, el amor de pareja es el único vínculo que se sostiene a partir de la
libertad del individuo, que viene acompañado de la autonomía y la voluntad personal para
hacerse cargo de las responsabilidades que derivan de ello (Jelín, 1998). Habrá que verlo,
sin embargo, sin perder de vista la subordinación de las mujeres, en los términos que, por
ejemplo, ha dejado planteados Leites (ver nota 3).
10 Lo que para Gellner no eran nada más que estratos diferenciados por su función.
Trabajo, educación y ciudadanía 21
La división social del trabajo hizo que unos fueran a ocupar los
puestos de la ciudadanía subordinada, como trabajadores, y otros, los
de la ciudadanía dominante en tanto burguesía. En torno a ésta se forjó
la encarnación de la igualdad y alrededor de ella, una narrativa construida
como valedera porque sería asimilable a la universalidad de lo humano,
noción históricamente forjada durante la Ilustración, como ya se dijo.
13 Según Dewy, uno de los primeros países en instaurar una educación pública, extensa y
fundamentada fue Alemania, ante la amenaza de su fragmentación en el siglo XIX. En su
desarrollo, este hecho se involucró con los postulados nacionalistas emergentes en ese
contexto, atribuibles a Fichte. En estos momentos son, en todo caso, referencias fundamentales
para el país.
24 Ser alguien, ser boliviano
Con esa argumentación intento señalar que este fue uno de los
caminos que siguió la constitución del ciudadano en tanto entidad
específica y, al mismo tiempo, abstracta o, de modo similar, como una
entidad que tiende los brazos de su particularidad, desplegada a nombre
de la totalidad. A ese proceso se le dio el nombre de integración, con
todas las consecuencias que implica en el terreno de la cultura, pero
también de la economía.
14 Cuando son dependientes, las mujeres que acceden a la distinción lo hacen a través de
la presencia dominante de los hombres. En estos casos, la pareja es la que otorga las ventajas
de la diferenciación cultural. Cuando son independientes, en cambio, establecen vínculos
de ciudadanización directa través de “su” salario.
28 Ser alguien, ser boliviano
Ciudadanías políticas
Como se sabe, el Estado benefactor, durante y después de la Segunda
Guerra Mundial, fue resultado de una prolongada paralización de la
economía capitalista, por lo tanto, de las relaciones basadas en el
salario, lo que indujo a un cúmulo de luchas sociales por la integración
y la igualdad que, en su forma básica, tienen sustento en el acceso
al empleo. La crisis del capitalismo, es decir, la crisis del trabajo
asalariado, implicó que se hubieran reducido los requisitos de
homogeneidad económica que requiere la sociedad para la cohesión
34 Ser alguien, ser boliviano
17 Por eso pareciera que a la nación boliviana sólo la sostiene la voluntad de sus habitantes
de vivir juntos y, por lo tanto, la historia que hemos construido en torno a ese deseo a lo
largo de casi dos siglos.
Ciudadanías políticas y ciudadanías primordiales en Bolivia 41
Ciudadanías primordiales
Ese conjunto de aspectos ha configurado, sin duda, un contexto
propicio para una nueva forma de interpretación en torno a la
relación entre el Estado y la sociedad, mediada nuevamente por los
argumentos que hizo suyo el “sistema de expertos” después de la
caída del socialismo real. Confluyeron en esa dirección dos procesos:
por un lado, la migración rural-urbana en el país, cuyo fruto fue,
como se señaló anteriormente, la recreación de un sentido milenarista
de la política, encarnada en la corriente katarista, la más actual y
reconocida discursividad neoindigenista en el país; por el otro, la
visibilización de las mujeres como actoras políticas, sociales y
culturales, fruto, a su vez, de su incorporación en la educación
superior, desde donde se elaboró con mayor sistematicidad la
argumentación feminista.
19 Según Hobsbawm, las identidades étnicas, que tienen carácter precontractual, buscan
llenar los vacíos dejados por la desarticulación de la cultura laboral, apelando a la raza como
la “última garantía” de pertenencia a la que se recurre cuando “falla la sociedad” (Hobsbawm,
2002). Esa garantía es asimilable a la condición esencial de los sujetos, de la cual no pueden
ser echados porque nacen con ella, es decir, con su carácter primordial, lo que los hace
portadores de elementos incuestionables e inamovibles y los define en el marco de los
vínculos orgánicos. El achicamiento de la cultura laboral significó, pues, la ampliación de
la cultura basada en la etnicidad, proceso paralelo a la crisis del Estado social y a la
reemergencia de lealtades comunitaristas.
Ciudadanías políticas y ciudadanías primordiales en Bolivia 47
20 Traigo a cuenta este hecho atendiendo al carácter romanticista de esta pedagogía, según
la cual es necesario limitar el papel de la autoridad sobre la naturaleza del niño (Betti, 1981).
Capítulo III
Extrañamiento y desarraigo juvenil, hoy
Desde mi punto de vista los jóvenes y las jóvenes con los tiempos
de antes ya no es igual, con la educación, un poco los jóvenes gana
a gana están, no hay respeto. Además la educación es ley nomás,
le faculta ya no pegar a los niños. Desde ahí están aprendiendo,
antes la educación era bueno, había castigo del profesor, los padres
nosotros mismos pedimos, ya también hay esas leyes que protegen
a los niños, ya no hay que a tocar diciendo, peor, peor los jóvenes
desde ahí han aprendido, hoy en día son malcriados, saben leer
pero no van a lo que era antes el respeto, no saben la vida de antes,
lo que es la música, las culturas, lo autóctono, ya no entienden, a
lo así está yendo. (Rufino Cruz.)
Antecedentes
El objetivo de este capítulo es observar a niños, adolescentes y
jóvenes en el tránsito que supone el salir de las esferas de la
sociabilidad primaria, la familia y la escuela, hacia las esferas de
sociabilidad secundaria, ubicadas en el ámbito de lo público, pero
en un contexto de desocialización y, por ende, de ausencia de la
autoridad estatal y familiar. Así, en ese curso se observa un proceso
de desprendimiento a veces prematuro de la vida privada hacia la
vida pública, con un correlato en la politización temprana de los
sujetos sociales, marcada por un énfasis moral y emocional que no
logra cuajar en la condición del ciudadano.
21 En el caso de los jóvenes, estos procesos adquieren mayor rigor debido a que se trata de
una identidad que está señalada por la transición de la adolescencia a la adultez, es decir,
de la vida familiar y privada, de la que se es dependiente, a la vida individual, independiente
y pública. En otras palabras, de la vida “inmadura” a la vida “madura”.
Extrañamiento y desarraigo juvenil, hoy 51
23 Como afirma Dina Krauskopf, “los jóvenes con mayores recursos económicos se empiezan
a parecer más a los jóvenes con las mismas condiciones económicas de todas partes del
mundo” (Krauskopf, 2000). Sin embargo, habrá de observarse también los esfuerzos que
hacen los jóvenes de las elites para distinguirse cada vez que los de abajo tienden a parecerse
a ellos. La vestimenta sigue siendo, en estos casos, el motor de esta diferenciación: “Hay
gente que tiene plata y puede comprarse ropa cara, pero igual se viste como cholo” dice un
joven de la clase alta (López, y otros, 2005).
Extrañamiento y desarraigo juvenil, hoy 55
25 Es necesario considerar, sin embargo, que en los últimos años ha variado la tendencia
migratoria. Ahora migran más las mujeres, debido a que se han abierto para ellas espacios
laborales en los servicios precarios a los que no acceden los varones (Farah, 2003).
Extrañamiento y desarraigo juvenil, hoy 57
masculina”. Por lo tanto, son los hombres los que representan a sus
“dependientes” en la esfera de lo público.
27 Del mismo modo, el cuartel actúa como un medio de disciplinamiento que, si bien no
está exento de muestras reiteradas de subordinación cultural, también representa un paso
hacia la ciudadanía, que se recibe con regocijo por parte de los familiares del conscripto,
resignificando el sentido que tiene su paso por un mundo ajeno y extraño del que sale
victorioso después de haberse hecho “Hombre”. Sin duda, esto también tendrá implicancias
en las relaciones de género, trasladándose la subordinación de los indígenas en el cuartel
hacia las interacciones que éstos ejercen con las mujeres como substrato subnacional
(Cannesa, 2001).
Extrañamiento y desarraigo juvenil, hoy 59
Ahora bien, a pesar del enorme peso que significa migrar del
campo a la ciudad y construir una vida en medio de tanta adversidad,
las jóvenes indígenas encuentran en el mundo urbano medios que
les permiten incorporar en su experiencia y práctica una serie de
valores generales que luego serán señal de su nuevo estatus frente
a las indígenas que permanecen en el área rural. Al imitar en sus
hábitos a las “señoras”, adquirirán los signos de una mayor
Extrañamiento y desarraigo juvenil, hoy 61
El extrañamiento intergeneracional
Como ya se dijo, el factor que desencadenó la ruptura generacional
y de género es la educación y, consecuentemente, el trabajo, cuyo
paradigma, en gran parte del área rural, ha dejado de ser arar, segar
o trillar la tierra y sus frutos, por lo tanto, ha dejado de ser la
actividad que ejercieron los hombres y mujeres de anteriores
generaciones. De este modo se hace trizas la concepción ancestral
de la identidad vinculada a la tierra, bajo la cual se estableció la
relación entre padres, hijos y nietos y el mandato de hacer lo que
hacía el antecesor.
29 Un estudio reciente, ubicado en el eje central del país, señala que los migrantes del campo
a la ciudad son sobre todo jóvenes de 21 a 30 años, y que el 80% de éstos mantiene su
calidad de hijos. Advierte, sin embargo, sobre la actual feminización de la migración, en el
contexto de la devaluación de la mano de obra masculina en las ciudades (Farah y otras,
2003).
Extrañamiento y desarraigo juvenil, hoy 63
ancianos 29. Los otros, los más jóvenes de ambos sexos, aspiran a
transformarse en habitantes de la urbe, seducidos por las señales
de progreso inherentes a ésta. Por eso, como reconocen muchos
entrevistados, los padres hacen todo para que sus hijos abandonen
el campo porque allí “no hay qué hacer”.
que había en los tiempos pasados. Antes, claro, a los mayores los saludaban desde
lejos, o sea que los mayores un poco se reñían cuando no eran saludados, no
podíamos pasar callados en la calle. Pero francamente, en tiempos pasados no
había escuela y eso claramente es el motivo por la falta de respeto. Ahora hay
escuelas, colegios entonces ellos van y aprenden a leer y escribir y a los mayores
les humillan.”
Elena: “Antes era mucho mejor, éramos mas educados. Sencillos éramos. No como
ahora. Ahora la juventud es despierta, demasiado despierta ya son. En colegio
parece que los profesores no les educan.”
Adolescentes:
Ema Mujía: “Mis abuelos han (tenido una juventud) mejor porque antes tenían una
alimentación más sana y más pura. Pero al mismo tiempo era malo porque no
sabían el español y no han estudiado.”
Roxana: “Antes era un poco mejor porque no tomaban, tampoco consumían lo que
consumen hoy, no. Y también respetaban más. Eso nomás sería.”
Jimena Paquiri: “Creo que mis abuelos han tenido una juventud mejor que nosotros
porque ahora los jóvenes más nos dedicamos al alcoholismo, a las drogas, ya no
respetamos a las personas mayores ni a nuestros familiares, es por eso que pienso
que la juventud de antes era lo mejor.”
Brígida Choque: “La juventud de mis abuelos ha debido ser buena porque antes
saludaban.”
Maruja Nina: “La juventud de mis abuelos habrá sido más linda que la nuestra
porque sabían todo.”
Richard Aguilar: “Mis abuelitos cuando eran jóvenes habrán sido mejores que
nosotros porque tenían respeto, entre ellos se respetaban, mientras nosotros no
somos así, no hemos seguido el mismo camino que nuestros antepasados abuelos.”
Juventud y violencia
Con excepciones, los arreglos de parejas migrantes van asociados,
casi siempre, al menor dominio femenino de la cultura urbana,
sobre todo porque el despliegue institucional del Estado está lejos
de plasmarse. La limitada educación de las mujeres, que es una
causa de esta su dificultad, tiene que ver directamente con sus pocas
posibilidades de lograr independencia económica a través de empleos
calificados.
Violencia doméstica
Mi padre era malo con mi madre, la ultrajaba, todo, la dejaba sin comer.
Incluso intentó matarla, la apuñaló y le quebró una costilla de tanto darle
patadas y puñetes. Yo he visto eso, me acuerdo bien. Mi padre era
sumamente malo. Cuando él tenía cosas para corregir, por decir, manguera,
palo, varilla, lo que sea, él corregía con eso. Pero cuando no tenía ninguna
cosa, era a puñetes y a patadas con lo que él corregía. Y eso es malo. Lo
poco que recibía mi madre él se lo quitaba, tenía un vicio, era pitillero. Lo
poco que mi madre conseguía, por ejemplo una cama buena, un motor,
él todo lo robaba. (Adolescente de El Porvenir.)
Juventud y mito
Somos videntes de una tierra extraña.
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Cecilia Salazar de la Torre (autora)
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