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FISIOPATOLOGÍA
El dolor de tipo visceral se origina por estímulo de los receptores nociceptivos por
incremento de tensión en la pared de los órganos huecos, secundario a distensión y/o
contracción espástica de los mismos o por estiramiento de la cápsula de los órganos
sólidos. También la isquemia, inflamación e irritación tóxica pueden estimular estos
receptores. Este tipo de dolor se suele irradiar desde la línea media, paralelo a la fuente
del flujo sanguíneo y origen embrionario de los órganos respectivos (intestino anterior-
arteria celiaca-dolor epigástrico; intestino medio y superior-arteria mesentérica superior-
dolor periumbilical; intestino posterior-arteria mesentérica inferior-dolor hipogástrico).
El dolor somático se origina por trastornos, presión, irritación o inflamación de la pared
abdominal, el peritoneo parietal, la raíz del mesenterio o del diafragma. Este tipo de
dolor suele estar bien localizado sobre el órgano afectado, tiene características que lo
diferencian del dolor visceral y, en general, aparece en estadios más avanzados de los
distintos cuadros.
Finalmente, el dolor referido aparece cuando las señales aferentes viscerales y señales
somáticas convergen en una neurona en la misma vía y el impulso resultante, recibido por el
cerebro, se interpreta como procedente de las fibras dolorosas de una distribución somática.
Los tres tipos de dolor pueden estar modificados por el diferente nivel de tolerancia del
niño. Múltiples factores psicológicos y ambientales pueden cambiar la percepción del dolor,
provocando que cuadros de patología funcional sean percibidos como dolor insoportable y
un proceso orgánico, como un absceso apendicular, provoque un dolor mínimo.
DIAGNÓSTICO
Ante un paciente con dolor abdominal agudo, se deben investigar las características
del dolor, la presencia de síntomas acompañantes, los hallazgos exploratorios y, en
ocasiones, practicar exploraciones complementarias. Un dolor persistente, de varias
horas de evolución, agudo que no permite dormir, orientará a patología orgánica. Las
probabilidades de que, además, la patología sea quirúrgica, se incrementarán si este dolor
está localizado. La presencia de fiebre, vómitos, diarrea, heces sanguinolentas, disuria; y
en niñas, la existencia de secreciones o sangre vaginal son pistas añadidas de la probable
etiología del proceso. El examen del abdomen comienza con la observación de la actitud
del niño en la camilla y con los movimientos (presencia de signos indirectos de protección
del abdomen) y la existencia o no de distensión abdominal. Se sigue con la auscultación
y palpación abdominal, a la búsqueda de puntos dolorosos y signos de irritación
peritoneal como la defensa y el rebote o la presencia de masas palpables. En muchos
casos no se precisan estudios de laboratorio pero, en los cuadros dudosos, la práctica
de un análisis de orina y hemograma puede ser de gran utilidad. Cuando se sospeche la
presencia de patología hepática, vesícula biliar o páncreas, se solicitará una amilasa y
un perfil hepático (transaminasas, bilirrubina. fosfatasa alcalina, índice de protrombina).
Si existen signos clínicos de deshidratación se practicará ionograma, urea, creatinina
y gasometría. La radiografía abdominal es útil en la obstrucción intestinal, pudiendo
aportar en otras patologías como apendicitis e invaginación, signos diagnósticos
indirectos. Se debe practicar una radiografía del tórax para descartar la presencia de
neumonía, especialmente la de localización basal, que puede provocar dolor referido al
abdomen. La realización de ecografía, estudios del aparato digestivo con contraste y
TC quedarán reservados a sospechas diagnósticas específicas o a cuadros dudosos no
diagnosticados con la clínica y las exploraciones anteriores.