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Las situaciones jurídicas subjetivas en el nuevo paradigma convencional.

Necesidad de
adaptación del marco procedimental. Referencia al sistema regional

Por Miguel Ángel Arrúa Gobo[1]

Introducción

Una de las instituciones que ha sufrido mayores transformaciones tras el fenómeno de


reconocimiento e incorporación de los nuevos derechos ha sido la de las situaciones
jurídicas subjetivas (en adelante SJS), lo que concita un especial interés.
A partir de la ampliación en el abanico de los derechos sociales y los denominados
“derechos de tercera generación”, reviste importancia definir –o mejor dicho, redefinir –
los mecanismos de acceso y control, en lo atinente al procedimiento administrativo y al
proceso judicial.
Resultaría insuficiente, desprovisto de razón lógica y jurídica, admitir el fenómeno sin
adaptar o generar las herramientas para el ejercicio efectivo de los derechos citados, no
sólo porque ello devendría en una mera declaración de intenciones sino por las
obligaciones asumidas por el Estado derivadas de la cláusula de progresividad inserta en
el Pacto de San José de Costa Rica.

En este trabajo, se hará una somera referencia al esquema clásico de las SJS, su
reformulación, el marco constitucional vigente tras la reforma de 1994 y la situación en
nuestra región, culminando por una propuesta que procure cumplir con el deseo del
constituyente en aras a la conformación –en lo que aquí se examina – de un verdadero
derecho administrativo de Garantía.
Reformulación de la clásica división tripartita de las situaciones jurídicas subjetivas

A título meramente informativo, recordemos que el cuadro clásico de SJS, con matices
más o menos precisos en cuanto a contenido, protección y régimen, diferencia tres
categorías: derecho subjetivo, interés legítimo e interés simple; según el mayor o menor
grado de intensidad en la protección del ordenamiento. El primero ha sido definido como
“…el interés o valor de un sujeto sobre un objeto determinado con carácter exclusivo y
excluyente respecto de terceros”[2]. Siguiendo la misma línea doctrinal, el interés
legítimo estaría vinculado con una preferencia personal y directa del titular sobre el
objeto, de manera concurrente e indivisible con relación a otros sujetosdeterminados o
por determinar.[3]. Por su parte, el interés simple es comúnmente identificado con el
interés común de todos los habitantes.
Ahora bien, el ámbito de protección de las diferentes SJS posibilita distinguir: en el caso
de los derechos subjetivos, su titular, en el supuesto de lesión a ellos, puede acceder tanto
a la sede administrativa como judicial para obtener una decisión acorde a tal interés.
Por el contrario, el titular de un interés legítimo tiene únicamente acceso a sede
administrativa para la defensa de aquél.
Finalmente, el titular de un interés simple no posee acceso a ninguna de esas opciones
para concitar la emisión de una resolución acerca de la eventual afectación al mismo.
En nuestro país, las leyes de defensa del Usuario y Consumidor Nº 24.240 y de creación
del Defensor del Pueblo de la Nación Nº 24.284, constituyen antecedentes normativos de
importancia al anticipar un quiebre en este cuadro clásico, ya que reconocen legitimación
procesal: la primera a los usuarios y consumidores en su artículo 52º; la segunda al
Defensor del Pueblo (de oficio o a petición del interesado), haciendo expresa referencia
esta última a los intereses difusos ocolectivos.
Sin ingresar al estudio de los variados supuestos en que un derecho puede ser ejercido de
manera exclusiva y excluyente, no ya como simple interés, creo conveniente refrescar
una noción que servirá para comprender las profusas mutaciones que podrían asumir los
intereses jurídicamente protegidos por el orden jurídico: más allá de la posición que
tengamos sobre el origen de los derechos (positivismo o iusnaturalismo), lo cierto es que
es el criterio legislativo de acuerdo a las valoraciones culturales, morales, políticas,
económicas de la población en cierto momento de su historia, lo que define a los
derechos subjetivos. Y así, podrá reconocerlos incorporándolos normativamente o brindar
legitimación procesal a sus titulares. Esta segunda opción incide fuertemente en la mayor
o menor amplitud de la labor judicial, apreciándose históricamente una legitimación que
en principio se restringió a los titulares de derechos subjetivos que acreditaran un daño
cierto y diferenciado y, en consecuencia, acotando el campo de la decisiónjurisdiccional.
[4]
La cuestión es importante por la estrecha relación que posee con el ejercicio efectivo de
los derechos y su adecuada protección, ya que resultaría incomprensible una apertura en
el orden judicial sin su correlato en el procedimiento administrativo, colisionando
gravemente con la tutela garantizada en ambos aspectos.
De la lectura de los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación referidos a la
temática, pueden extraerse conclusiones que echan mano a la construcción del
denominado “caso judicial” y el alcance relativo de las sentencias así dictadas, más allá
de la novedad en la aplicación de los “derechos subjetivos implícitos” del artículo 33° de
la Constitución Nacional concretada en “Kattan” y la definición de representación
colectiva esbozada de manera provisoria en “Ekmekdjian c/ Sofovich”.
La reforma de 1994 y, en particular, la nueva redacción del artículo 43°, provocaría un
vuelco en la gradación de la protección brindada a estas situaciones, como veremos
enseguida.
El panorama tras la reforma Constitucional de 1994
El artículo 43° de la Constitución Nacional reformada en su primer párrafo dispone que
“Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que no
exista otro medio judicial más idóneo, contra todo acto u omisión de autoridades públicas
o de particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o amenace,
con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos por esta
Constitución, un tratado o una ley. En el caso, el juez podrá declarar la
inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisiónlesiva.”.
A su vez, el segundo párrafo prevé que “Podrán interponer esta acción contra cualquier
forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la
competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos de incidencia colectiva
en general, el afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones que propendan a esos
fines, registradas conforme a la ley, la que determinará los requisitos y formas de
suorganización.”
Dejando de lado la interpretación doctrinaria que se generó acerca del real alcance de este
artículo (desde los defensores de cierta amplitud como Quiroga Lavié o Bidart Campos
hasta restrictivos como Barra) y las caracterizaciones divergentes sobre los llamados
“derechos de incidencia colectiva”, lo concreto es que la CSJN en diversos fallos
posteriores a la reforma siguió sujetándose a las exigencias del “caso judicial” con una
legitimación procesal restrictiva[5]. Sólo en contadas situaciones y bajo determinados
parámetros, que fueron germinando a base de las decisiones de tribunales inferiores
(apoyadas en el desarrollo de nociones como las del interés mediato y el agravio
potencial), comenzó por parte del alto tribunal el reconocimiento de un criterio amplio.
A través del precedente “Fernández”[6]de la Cámara Nacional en lo Contencioso
Administrativo Federal, se produce una interacción de conceptos: usuario potencial como
calificación suficiente a los fines del artículo 43º CN y la consiguiente tutela judicial,
exigencia de daño hipotético y mediato, y el necesario vínculo entre los mismos (que a
veces se vislumbra como difuso).
Se destaca, en ese sentido, el desarrollo argumental contenido en “A.G.U.E.E.R.A”
(cumplimiento de la finalidad incluída en el objeto de la actora como fundamento de la
legitimación para accionar)[7], “Daneri” (interpretación dinámica de los términos
habitante y afectado en el marco de la capacidad procesal de éste)[8], “Asociación
Benghalensis”(objeto social de los entes como estándar para determinar el campo de
legitimación procesal, reconocimiento expreso de la noción de derechos colectivos)[9],
“Verbitsky”(cumplimiento de parámetros contenidos en la Constitución Nacional y
Convenciones Internacionales a efectos de evitar responsabilidad del Estado en dicho
ámbito)[10] y principalmente “Mendoza”(ambiente como bien colectivo de uso común,
indivisible y protegido constitucionalmente; juego de conceptos como prevención,
recomposición yresarcimiento)[11].
Progresivamente, se fue produciendo una apertura –no sin particulares análisis según los
casos- en lo relacionado con los legitimados en materia de derechos colectivos, más se
fijaron pautas de admisibilidad en directa correspondencia: esto es, una legitimación
extendida en la medida que se tratara de tales derechos y no simplemente individuales, la
existencia de causa judicial y las características de los derechoscolectivos.
Por ende, tras la reforma de la Constitución Nacional en 1994, la clásica división
tripartita se modifica en base a la introducción de la categoría de los derechos de
incidencia colectiva. En este punto, coincido con el razonamiento del Dr. Carlos Balbín
en cuanto a que el interés legítimo es subsumible en los conceptos de derecho subjetivo y
derecho colectivo, aunque por razones prácticas se mantenga la clasificación ya expuesta.
En ese catálogo de los derechos de incidencia colectiva, nuestra Carta Magna reconoce el
derecho a un ambiente sano, equilibrado y apto para el desarrollo humano (artículo 41°) y
el de los usuarios y consumidores a la protección de su salud, seguridad e intereses
económicos, a la información adecuada y veraz, libertad de elección y condiciones de
trato equitativo y digno (artículo 42°), creando en forma correlativa el deber de
protección por parte del Estado y una garantía procesal: el amparo colectivo del segundo
párrafo del artículo43°.
Una interpretación integradora debe conjugar no sólo esta categoría introducida por
mandato del convencional, sino también los deberes impuestos a la administración, los
instrumentos aptos para su resguardo y el juego con los tratados internacionales, esto
último vinculado con el principio de tutela judicial y administrativa efectiva.
El propósito del trabajo no es ahondar en las especificidades propias del concepto de
interés colectivo, sino en mostrar cómo opera en el marco del nuevo esquema.El
mecanismo de construcción de situaciones jurídicas subjetivas.
Clarificado el cuadro actual, interesa desentrañar el papel que juega el mismo en el
campo práctico, la realidad diaria de los ciudadanos en sus relaciones recíprocas y con
elEstado.
Sabido es que las vinculaciones entre administración y administrado revisten múltiples
modalidades y resultan condicionadas a su vez por las reglas procedimentales y
prerrogativas establecidas por los poderes públicos en pos –teóricamente- del
cumplimiento de sus finalidades.
Personalmente he pregonado por un acercamiento efectivo de las estructuras estatales al
ciudadano y, en esa idea, preciso es aclarar que el derecho de todo habitante a la buena
administración reviste notable importancia a raíz del reconocimiento de éste en
instrumentos como la Carta Iberoamericana de la Función Pública y el Código
Iberoamericano de Buen Gobierno, en cuyos textos abundan las referencias a los
compromisos asumidos por los países firmantes en orden a la consecución de la
eficiencia, eficacia, calidad y transparencia en la gestión de los intereses colectivos.
En un marco tan flexible, dinámico, multiforme y adaptativo como el actual, es imposible
pensar en una determinación estricta de las SJS que se aparte de las realidades propias de
cada administración en sus distintos niveles. En otras palabras, el planteo teórico suele
contrastar con el trabajo de campo y su utilidad a los efectos de construir la norma
aplicable es innegable pero no absoluta.
Y es aquí donde me permito coincidir con la posición de Luis Dates en cuanto se refiere a
la protección jurisprudencial de los derechos adquiridos, más allá de su ejercicio. El autor
mentado cita a su vez el fallo de CSJN “De Martín, Alfredo c/Banco Hipotecario
Nacional”, en el que se decidió que la adquisición del derecho, una vez cumplidas las
condiciones sustanciales y formales previstas en la ley, resulta independiente de la
declaración formal de una sentencia o de un acto administrativo[12].
Es claro que el derecho subjetivo es un elemento inescindible de la relación jurídica, y
que ningún daño hace al procedimiento entenderlo como institución unificadora de las
categorías clásicas ya analizadas, puesto que en el caso deberá demostrarse la afectación
actual y concreta al interés (individual o colectivo), más allá de la denominación que le
demos a la situación base.
En el entramado de normas cuya jerarquía impone la atención del operador jurídico, no
encontramos en la Constitución Nacional ni en los tratados por ella incorporados al
derecho interno, diferenciación alguna que imponga un tratamiento diverso como el
pregonado por la doctrina contemporánea.
Las transformaciones comprobadas del derecho administrativo en sus múltiples
dimensiones obligan a repensar esta configuración en orden a evitar distinciones
artificiosas que, en el campo de los hechos, supongan una alteración impropia de las
garantías fundamentales del ser humano.
Dates es contundente al respecto: “La permanencia en el derecho administrativo de
categorías, como el interés legítimo y el interés simple es llamativa. El interés es jurídico
o no lo es; está reconocido y protegido por el Derecho o no lo está…Con el interés
legítimo pasa algo similar, pero peor. Nos hemos acostumbrado a pensar que la facultad
de exigir a otro una determinada conducta debe ser exclusiva, individual, propia,
mía”[13].
Por estas razones, no existiría óbice para afirmar que, siempre que haya un derecho
emanado de cualquier fuente del orden jurídico y un perjuicio concreto ocasionado por la
afectación a aquél, estaremos en presencia de un caso judicial y por ende la maquinaria
protectoria que implica la tutela efectiva echará arodar.
Entiendo que la reformulación del concepto es parte de un compromiso más amplio: la
adecuación del ordenamiento interno al sistema de fuentes y, en particular, del
procedimiento administrativo, andamiaje en el que se ponen en juego estos elementos
diversificados.
Al igual que todo mecanismo de este tipo, la centralidad de la persona humana juega un
rol principal en la tarea, puesto que las garantías en torno a asegurar tanto la tutela
judicial y administrativa efectiva como la satisfacción de los derechos propios de aquélla
se erigen en estándares de actuación estatales para el cumplimiento, no sólo de la manda
constitucional, sino del control de convencionalidad generador de responsabilidad
internacional, debido a la multiplicidad de sujetos y niveles de participación ínsitos en la
noción de derecho administrativo global.La necesaria adaptación del marco
procedimental provincial ante la reforma nacional de 1994 y provincial de 2008
Más allá del innegable proceso de legalización y constitucionalización de los principios
generales, la Constitución de la Provincia de Entre Ríos reformada en el 2008 contiene,
además de los derechos y garantías ya consagrados en la Carta Magna Nacional, otras
disposiciones de relevancia para el derecho administrativo, como por ejemplo el
reconocimiento de la dignidad de la persona, sus derechos inalienables por su condición
de tal, el libre desarrollo de su personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los
demás como fundamento del orden político y la paz social (Art. 15° segundo párrafo) y el
aseguramiento de principios como la tutela judicial continua y efectiva, el acceso
irrestricto a la justicia, la gratuidad de los trámites, la inviolabilidad de la persona y sus
derechos en todo procedimiento administrativo o proceso judicial, la legalidad y la
interdicción de la arbitrariedad como rectores de los actos públicos, la razonabilidad y
motivación de éstos (Art. 65°)[14].
En el devenir cotidiano, la tramitación de los expedientes dista en muchísimos aspectos
de ser respetuosa de algunos preceptos como los señalados, fundamentalmente los
relacionados con el tiempo o la motivación suficiente, pero sin entrar a indagar las
profundas razones que yacen bajo esta conducta, justificadas o no, nos interesa resaltar
que, al momento de emitir opinión técnico-legal sobre un caso específico, la naturaleza
de éste lleva en muchas ocasiones a prescindir de la buscada conformación del grupo
normativo. Dicho en otras palabras, se intenta encontrar solamente la norma aplicable de
modo estricto, lo que es útil en cuestiones cuya interpretación no admite otro sentido que
el expresado por el legislador. Pero ello no sucede siempre ni frecuentemente, y a través
de los instrumentos aportados por la dogmática el asesor puede, estudiando
completamente el expediente y realizando un análisis despojado de prejuicios o criterios
desactualizados, hallar la alternativa de solución más precisa posible.
Esa tarea, difícil pero no imposible, entendemos ha dejado de ser excepcional para
transformarse en connatural a la condición del operador jurídico. La eficiencia como
requisito de la noción de “buen gobierno” nos indica la obligación de abordar cada
problemática teniendo a mano las herramientas a partir de las cuales podamosencontrar el
sistema normativo especial para resolverla respetando los valores y garantías básicos y
propios de la persona humana.
La legislación provincial vigente por debajo de la Constitución es poco propensa a
brindarnos esas herramientas, por lo que la exigencia es mayor pero no significa una
excusa para esquivar el compromiso.
En nuestra labor diaria nos hemos encontrado con una situación que podríamos calificar
como una “anomalía aceptada”en la estructura burocrática administrativa, y que se
origina en aquélla vieja confusión ley escrita-regla de derecho proveniente del molde
clásico de la Revolución Francesa y el postulado representativo. Si bien esa ambigüedad,
según Cassagne, “…fue quebrada por construcciones provenientes de diversas fuentes
formales y de la propia realidad y… permitió -aun en pleno auge del positivismo- el
retorno al principio según el cual el derecho es, siempre, el objeto de la justicia”[15], aún
se observan vestigios en la praxis local y la evolución institucional no suele acompañar a
la delpensamiento.
La provincia de Entre Ríos posee una normativa arcaica en materia de trámite
administrativo. Ajena a este trabajo es la discusión sobre si se trata de una regulación
sobre trámite o procedimiento administrativo, a pesar de su denominación común
“Procedimientos para Trámites Administrativos”. La aplicación reiterada a las situaciones
que se nos presentan nos ha inclinado por la primera alternativa, ya que posee
innumerables lagunas que en parte son paliadas por otras normas, la mayoría bastante
más recientes pero con menor incidencia en los institutos base.
El decreto-ley N° 7060 (B.O. 31/01/83) ratificado con posterioridad por Ley N° 7504, al
que hacemos referencia, posee en su Título I un Capítulo (VII) destinado al “Trámite
General de Expedientes”, en cuyo artículo 38° se esquematiza el desarrollo de los
informes a practicar en cada actuación por parte de las diferentes reparticiones. Resulta
interesante para lo concerniente a las intervenciones de las áreas legales los incisos b) y
c): “Opinión fundada en lo posible en la cita de la Ley, o decreto reglamentario en su
caso”; “Relación prolija y en detalle de todos los antecedentes administrativos que
existan sobre el particular y que sirvan como elementos de juicio para resolver la cuestión
de que se trata”.
Sin perjuicio de que el objeto del trabajo, reiteramos, no es el examen integral de
lalegislación relacionada, el artículo en cuestión delimitaría de alguna manera el
alcancemás o menos amplio de la labor técnico-legal manifestada a través del acto
preparatorio definido comúnmente como “dictamen”. Y eso ha venido sucediendo
exactamente desde hace 30años.
Esta norma de trámite no resulta clarificadora sobre la intención de abordar
oportunamente la clásica división tripartita de SJS. En efecto, de su articulado se
desprenden meras referencias generales a la posición de “interés”. Así lo demuestran los
artículos 2° inciso b, 4°, 6° ("grupo de personas que no tengan intereses encontrados o
soliciten o gestionen intereses colectivos" lo que podría interpretarse como un
antecedente señero en la denominación más no en su aplicación práctica), 7°, 11°, 28°,
30° y 48°. En el artículo 60°, ya relativo al recurso de apelación jerárquica, seexpresa a
modo de conjunción "derecho o interés legítimo", para luego en el artículo 67°, enfatizar
en el "interés fundado de ordenadministrativo".
La práctica administrativa nos impone como operadores jurídicos la exigencia de lograr
eficacia y eficiencia en cada sector del aparato estatal para contribuir a decisiones más
justas, razonables y adaptadas al caso concreto. Ello no implica apartarse de los esquemas
básicos que presiden el ordenamiento sino tomar personalmente el desafío de construir el
grupo normativo aplicable. Indudablemente, ello no surge del artículo citado ni de
ningún otro contenido en el decreto ley N° 7060.
Histórica, normativa, funcional y sistémicamente hablando, deviene urgente y
fundamentada la necesidad de una reforma, o mejor dicho, la sanción de una ley marco
de procedimiento administrativo encauzada en los parámetros convencionales y
constitucionales vigentes.

Breve referencia a otros sistemas regionales

De una lectura y posterior compulsa a las normas vigentes en materia de procedimiento


administrativo del Noreste Argentino (NEA) (Corrientes: Ley N° 3460; Misiones:
LEY I - N.º 89 antes Ley 2970; Chaco:  Ley Nro.179-A antes Ley
1140 y Formosa: Decreto-ley 971 de 1980), podemos extraer que todas utilizan
las expresiones “derechos subjetivos” e “intereses legítimos” para enunciar las
situaciones amparadas por el marco legal, sin perjuicio de la admisibilidad de la
denominada “denuncia” cuya legitimación si bien es amplia no convierte al particular en
“parte” del trámite. Incluso, la garantía del debido proceso adjetivo, trasladada al
Derecho Administrativo, se consagra expresamente para ambas clases de posiciones (art.
98° de la ley correntina y 2° del decreto-ley imperante en Formosa). Asimismo y en
general, se reafirma la exigencia del elemento motivación en aquéllos actos que se
refieran o limiten derechos subjetivos. A nivel recursivo, la legitimación en las vías
ordinarias (revocatoria o reconsideración, jerárquico, apelación) alcanza a esa naturaleza
de situaciones (artículo 96° ley chaqueña, artículo 98° en Formosa). Es homogénea la
referencia a “derechos subjetivos” en materia de modificación, sustitución o revocación
del acto (artículo 183° Corrientes, artículo 27° Misiones, artículo 128° Chaco) como
asimismo en la exigencia del dictamen jurídico previo a la emisión de la decisión final.
A lo largo de los textos vigentes en las provincias reseñadas, puede notarse la indistinta
utilización de los vocablos “administrados”, “particulares” o “interesados”, siendo este
último el más empleado.
De todos modos, la estructura de todas estas normas reguladoras del procedimiento
administrativo trasunta un desarrollo más profuso del mismo y acercándose al esquema
nacional, que incluso en gran parte replican o mejoran, amén de particularidades propias
de la organización de cada provincia. Es notable la carencia de una sistematización
similar en la provincia de Entre Ríos, provocando las inevitables alusiones al régimen de
la ley N° 19.549 y elaboraciones jurisprudenciales que se sustentan en ella.
En ese orden de ideas, concluyo que la legislación comparada en la región se muestra
más proclive a la adaptación convencional, encontrándose ejemplos claros en tales
normas que involucran el respeto a los principios y estándares vigentes, aplicables en
general al procedimiento y que resguardan al administrado independientemente de la
situación jurídica invocada, aún con las restricciones impuestas en materia recursiva que
son tradicionales en este tipo de normas.Conclusiones
La experiencia práctica, nuestro pragmatismo, debería ser el punto de partida para
adecuar la tarea de asesoramiento a la acelerada evolución de esta rama, aún a pesar de la
escasa regulación en torno a las pautas mencionadas. La investigación del grupo
normativo implica la formación de ideas propias permeables a la aspiración de
constituirse en estándares de actuación coordinada, y esa formación la gestamos en
contacto con nosotros mismos y con el mundo, o sea nuestra realidad.
La vigencia de los tratados internacionales incorporados a nuestro derecho interno, las
recomendaciones obrantes en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, la doctrina judicial de la CSJN, las propias disposiciones constitucionales, en
fin, la realidad misma del problema nos conduce a una indudable necesidad: la de adaptar
las decisiones de la administración a la naturaleza de las cuestiones en juego. Los
derechos fundamentales no son patrimonio de un gobierno o modelo de Estado
determinado, hacen al ser en su integralidad y conducta, y es aquí donde el derecho
aparece como regulador pero también, modulador.
Entiendo que la artificiosa división fabricada por la doctrina y jurisprudencia en cierta
época ha perdido utilidad práctica y sólo reviste interés académico, aunque difícilmente
nos atrevamos a sostener esa diferenciación ante las garantías de tutela efectiva,
razonabilidad, proporcionalidad, interdicción de la arbitrariedad, etcétera. Pero
principalmente porque el reconocimiento de los derechos innatos a la persona impone
obligaciones de tipo automático, dentro de las cuales se halla la de progresividad y
correlativa prohibición de la regresividad. Ello involucra tanto el cumplimiento gradual
de los derechos como el mejoramiento en las condiciones de ejercicio de los mismos, su
estabilidad y –no menos importante- la denominada “presunción de ilicitud” de las
medidas que los menoscaben[16].
Esto nos lleva a concluir en una exigencia –no sugerencia- básica para destruir de una vez
por todas el fantasma a que hace referencia Agustín Gordillo en su obra La
Administración Paralela[17]: la administración DEBE, en su proceso de toma de
decisiones, nunca inseparable de las fases que lo configuran, preceden y nutren, tomar
conciencia de la PROVISIONALIDAD Y PROVISORIEDAD de las mismas, por su
índole de adaptables a cada situación particular, de manera de cumplir con los estándares
vigentes en el Derecho Administrativo Global de estemilenio.
[1] Abogado (UNL); Especialista en Derecho Administrativo (UNL);Especialista en
Asesoramiento Jurídico del Estado (ECAE-PTN); Miembro del Grupo de Coordinación
Docente de la Especialización en Derecho Administrativo Cohorte 2018 (UNL);
Coordinador de la Dirección General de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Gobierno y
Justicia de Entre Ríos. Correo electrónico: miguelarruagobo@gmail.com.-
[2] Balbín, Carlos F., Manual de Derecho Administrativo, 3ra. ed., Thomson Reuters-
LaLey, Buenos Aires, 2015, pág. 487.-
[3]Ibídem.-
[4] Así se ha decidido en los precedentes de la CSJN “Pérez” (1865), “Baeza” (1984),
entre otros.-
[5] Como lo sostuvo in re “Consumidores Libres”, “Prodelco”, y “Colegio de
Fonoaudiólogos de Entre Ríos”.-
[6] CNFed Sala IV, “Fernández Raúl c/Poder Ejecutivo Nacional”, 5/08/97, La Ley,
1997-E, 535.-
[7] CSJN, “Asociación Grandes Usuarios de Energía Eléctrica de la República Argentina
c/Provincia de Buenos Aires”, 22/04/97, en Fallos 320:690.-
[8] CSJN, “Daneri, Jorge O. y otros c/P.E.N. s/recurso de hecho”, 23/05/00, en Fallos
323:1261.-
[9] CSJN, “Asociación Benghalensis y otros c/Ministerio de Salud y Acción Social
s/amparo ley 16.986, 1/06/00, Causa A.186 LXXXIV.-
[10]CSJN, “Verbitsky, Horacio s/ habeas corpus”, 3/05/05, Fallos 328:1146.-
[11] CSJN, “Mendoza, Beatriz y otros c/Estado Nacional y otros”, 20/06/06, 24/08/06,
30/08/06 y 20/03/07, LL 2006-D, 281 y 2006-E, 425; DJ 13/09/06.-

[12] Dates, Luis E., Hacia la superación de la categoría del interés legítimo, 1° ed.,
EdicionesRAP, Buenos Aires, 2013, pág. 167.-
[13]Ibídem, pág. 178.-
[14] Constitución de la Provincia de Entre Ríos, Ed. Oficial, 2008.-
[15] Cassagne, Juan C., “Los principios generales en el Derecho Administrativo”, ED N°
12.126, 05/11/2008, pág.7.-

[16] Muñoz Ricardo A. (h), “Procedimiento Administrativo de Tercera Generación a la


luz del sistema protectorio internacional de derechos humanos”, en Procedimiento
Administrativo-A 20 años de la reforma constitucional. Jornadas organizadas por la
Universidad Austral-Facultad de Derecho”, Ed. Astrea-Ediciones RAP, Buenos Aires,
2015, págs. 411 yss.-
[17] Gordillo Agustín, La Administración Paralela, Ed. Civitas, Madrid, 2001, pág. 49.-

Citar: elDial DC26AC


Publicado el: 19/12/2018
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