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TI 01/16
16/01/2016 Doctora
María del Pilar Ostos Cetina

LA PROYECCIÓN GEOPOLÍTICA DE MÉXICO: LA IMPORTANCIA


DE SU PASADO IMPERIAL EN EL SIGLO XXI

Introducción

La pertinencia de esta investigación de carácter geopolítico acerca de México, deviene del


interés que promueve el Centro de Estudios Superiores Navales (CESNAV) por afianzar y concretar
propuestas de alto valor académico, que además de este importante componente, permitan aportar
al quehacer mismo de la dirigencia política mexicana un alto grado de claridad en la elaboración,
ejecución y direccionamiento de sus políticas de Estado. Logrando con ello resultados altamente
redituables, no solamente en la solución de problemas inmediatos entre el conjunto de la sociedad
mexicana, sino además, afianzar el camino hacia un mejor reposicionamiento de México tanto a
nivel regional como internacional.

Otro de los objetivos primordiales de esta investigación consiste en elaborar una propuesta a
través de la cual se analicen los rasgos geopolíticos de México, considerando como punto de
referencia al período prehispánico, el cual muestra con suma claridad componentes propios que
permiten la concreción de un auténtico pensamiento geopolítico de nuestro país a partir de criterios
fundamentales como el territorio, pero también del actuar político de su clase dirigente en esta
importante etapa de esplendor mexica.

Bajo esta perspectiva, la elaboración de este tipo de análisis de corte geopolítico, pero a la
vez geohistórico y prospectivo nos permite reflexionar también entorno a la existencia de un
pensamiento geopolítico propio, lo mismo que nos permite visualizar la preminencia por alcanzar la
construcción de una auténtica escuela geopolítica mexicana, tan representativa como se observa
en el caso de algunos países europeos, anglosajones e incluso de algunos países sudamericanos.

De ahí que resulte pertinente destacar el invaluable compromiso y empeño que la Armada
de México a través del CESNAV ha puesto para la construcción de una verdadera plataforma
académica, centrada en los estudios geopolíticos en México, lo cual se refleja en las líneas de
investigación que se siguen tanto en sus maestrías como en su doctorado, pero que además se
reafirma con la creación reciente de su Especialización en Geopolítica.

De ahí que al reconocer el valioso impulso que se le ha dado a la geopolítica desde el


ámbito de la Armada de México, otro aspecto a considerar y que se plantea como eje articulador de
esta investigación, deviene precisamente del rescate de la talasopolítica. La cual ofrece una visión
que contempla como relevante los asuntos entre el Estado y su condición marítima, más aún,
cuando nuestro país resulta ser uno de los pocos y muy privilegiado por su condición bioceánica, lo
que de entrada supone una enorme ventaja en materia económica y comercial, pero también
diplomática y socio-cultural, lo cual nos recuerda la supremacía de México en todas sus etapas,
comenzando por la prehispánica que fue capaz de posicionarse con total supremacía en el ámbito
continental de entonces.

El contenido de la presente publicación refleja los puntos de vista del autor,


que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
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Por último, se propone que los resultados de esta reflexión hagan parte de está necesidad
de pensar y re-pensar a México bajo un criterio geoestratégico. Eso quiere decir, pensarnos
orgullos de nuestro potencial como país, pensarnos como el imperio que fuimos en el pasado,
pensarnos como una nación con una extraordinaria cultura milenaria y además, re-pensarnos a
través de las siguientes generaciones, seguros y orgullosos de lo que somos, dispuestos a corregir
las imperfecciones que cualquier Estado-nación puede tener, y a su vez, ciertos en conducir hacia
buen puerto los destinos de nuestra nación.
I. UN ACERCAMIENTO A LOS FUNDAMENTOS DE LA GEOPOLITICA
En términos sencillos, hablar de geopolítica significa, comprender la capacidad humana para
encontrar aquellos recursos que le son necesarios para garantizar su propia existencia. El asunto es
que esta condición de supervivencia humana no ha sido una tarea exclusiva de un solo individuo,
sino que en ese proceso evolutivo de la raza humana, desde el neolítico hasta nuestros días, los
individuos han tenido que aprender a agruparse como una forma de preservar sus vidas y de paso,
establecer mecanismos para defender y asegurar aquellos elementos que le son inherentes a su
sobrevivencia como son el alimento, la vivienda, las herramientas, las armas, las medicinas, etc.

En ese sentido, la posibilidad de demandar o incluso de carecer de esos mismos recursos


que garantizan la sobrevivencia del grupo, conlleva a que se adopten un cierto tipo de medidas por
parte de quien se asuma como líder o dirigente de esta comunidad. Considerando, según sean sus
posibilidades, el desplazamiento hacia aquellos lugares cercanos o distantes, ya sea para negociar
la adquisición de tales recursos o en su defecto, obteniéndolos al imponer su fuerza en el territorio
recién conquistado.

De ahí que los problemas iniciales que se plantea la sobrevivencia humana, esos mismos
que analiza de forma prioritaria la geopolítica, se relacionan directamente con el óptimo
aprovechamiento del territorio. Definido este como la tierra, el suelo, el espacio geográfico, pero
también el espacio político donde se posa una determinada población con la pretensión de
sobrevivir y coexistir; convirtiéndolo en el componente primario y esencial donde se ubican las
interacciones de poder que establece el hombre con su medio natural.

Retomando lo anterior, el territorio en sí mismo le va a permitir al Estado distinguirse de


otros a partir de sus propios atributos, ya sea por su extensión como por su forma y por su posición
geográfica. Características que influyen en el valor estratégico que adquiere el territorio de un
determinado Estado con respecto a su ubicación en el planeta, aspecto que a su vez incide en su
capacidad para producir o no recursos naturales, abundantes o escasos en función de su
productividad y del valor comercial de su producción en los mercados tanto internos como externos.
Con lo cual se demuestra una efectiva relación entre el territorio y el Estado, que desde una visión
evolucionista y organicista como lo planteó en su momento Charles Darwin, lo convierte en un ente
territorial que nace, crece y muere, por similitud a los vivientes1.

Siguiendo con ese mismo enfoque, el político de origen sueco, Rudolph Kjellen, quien
propuso en el ámbito académico acuñar por primera vez el término de Geopolítica a finales del siglo
XIX, con la intensión de referirse a una nueva disciplina encargada de estudiar al Estado como un
organismo que habita y se desarrolla en función de su espacio territorial. De ahí que Kjellén opinara
que, precisamente el suelo es el mismo que se encarga de proveer la materia prima y el sitio de

1
Carlos de Meira Mattos, Brasil. Geopolitica e destino, Rio de Janeiro, Livraria José Olympio Editora, 1979, p.4.
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trabajo, mientras que el espíritu nacional, el sentimiento de valoración, en otras palabras, la


capacidad de organización del Estado se encuentra fundamentalmente en su población2.

Desde este punto de vista, dentro del Estado coexiste una población a la que se le puede
considerar como el conjunto de identidades, sean estas diversas o similares, sobre un mismo
territorio que se convierte en esa acumulación de símbolos de los cuales se dispone de forma
permanente y materializada. El territorio es por sí mismo un símbolo o un icono, el lugar escogido
para el establecimiento de lo que se denomina el “mito fundacional”, lo mismo que el recuerdo en la
memoria que conserva la marca de los lugares creados con una cierta representatividad colectiva
(vg. santuarios, monumentos, etc.) a partir de los cuales, surge el sentimiento de pertenencia a un
espacio físico, convertido en el soporte que sustenta la identidad de un pueblo y por ende, la razón
que explica la aparición en muchos de los casos de la nación.

Así, al materializarse por fin la creación de una entidad política, siendo el Estado su forma
más destacada hasta nuestros días, el siguiente paso consistirá en definir esos mecanismos que
van a permitir resguardar al territorio como a su población y al conjunto de los recursos que posee
frente algún tipo de agresión externa, bajo lo que se denomina con el nombre de soberanía. De
este modo, la soberanía no sólo se convierte en un instrumento jurídico mediante el cual se
establecen los límites de la extensión del espacio terrestre o marítimo donde se posa el Estado,
sino que además sugiere, la institucionalización de las formas de defensa y seguridad del territorio
en el marco de las acciones que se le encomiendan a las Fuerzas Armadas del cualquier país.

Para los fines de esta investigación, queda claro que una condición primordial al momento
de hacer geopolítica, consiste en definir y explicar con suma claridad el carácter tanto interno como
externo que caracterizan a un actor con poder, sea este un reino, señorío, imperio o Estado, no sólo
desde la perspectiva que le ofrecen inicialmente la geografía, la historia, la sociología sino otras
áreas del conocimiento como son, sin duda alguna, el enfoque filosófico-político de donde se
obtienen las ideas, las creencias y las máximas aspiraciones a partir de las cuales un grupo social,
al amparo de su élite política, decide construir un proyecto en común para preservarse como parte
de la historia.
La historia: una herramienta fundamental para la geopolítica

Considerando lo anterior, resulta oportuno preguntarnos ¿Qué relación mantiene la historia


con la geopolítica? En términos sencillos, la historia sirve para observar como en un laboratorio, una
sucesión de hechos tanto del pasado como del presente y probablemente del futuro acerca del
hombre en sus distintas etapas, ya sea de forma solitaria o en comunidad, supliendo un conjunto de
necesidades y exigencias, compitiendo y luchando por el poder como una forma de garantizar su
sobrevivencia dentro o fuera de su espacio natural.

En este mismo sentido, la historia le permite a la geopolítica dilucidar el camino a través del
cual se erige una comunidad política hasta transformarse en un Estado-nacional, reconocido por su
misma presencia territorial en un punto de la geografía mundial; lo que pone de manifiesto, una vez
más en el ámbito de la geopolítica, la importancia del territorio a partir de su evolución histórica y de
su transformación a la par de los acontecimientos políticos que ha enfrentado la humanidad desde
sus inicios hasta la actualidad. Prueba de ello es que para los antiguos, el territorio debió de
consistir en algo natural, espontáneo y quizás desprovisto de algún valor, cuya relevancia se

2
Pierre Celerier, Geopolítica y Geoestrategia, editorial Pleamar, Buenos Aires, 1983, p.10.
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presentaría al momento en que el hombre se hizo sedentario y comenzó a sentirse propietario o con
derecho de posesión del territorio o del espacio en que vivía, adquiriendo a partir de entonces un
singular valor, ya fuera económico o de otra índole.

Eso explica que los pueblos primitivos no tuvieran la necesidad apremiante de definir sus
fronteras. Ya que estaban constituidos en una especie de núcleos dispersos por la superficie de un
planeta despoblado, las estadísticas más aceptables estiman la población de todo el globo en la
época del nacimiento de Jesucristo, en 250 millones a 300 millones de habitantes. Cifras
equiparables a la población actual de los Estados Unidos, sólo que dispersa por la faz de la tierra.

Con respecto al mayor núcleo de concentración poblacional, donde se generó la llamada


civilización occidental, que comenzó con la creación de los primeros imperios de la mesopotámica
(sumerios, babilónicos, hititas, egipcios, medos y persas); las rivalidades entre sus líderes, más que
la necesidad de espacio, provocaron las primeras invasiones de los ejércitos imperiales que
acabaron siempre esclavizando a los pueblos derrotados.

Más tarde, a partir del año 1000 antes de Cristo, se dio inicio a un prolongando conflicto
entre el imperio persa y las ligas griegas. En esa época, que se extendió hasta el surgimiento del
imperio romano, no se hablaba de frontera, lo que existían eran dominios imperiales, separados por
enormes vacíos demográficos que se distanciaban unos de otros. De este modo fue como los
romanos iniciaron su expansión y conquista de territorios en los años 500 antes de Cristo, teniendo
como centro del poder a Roma, convertido en el lugar desde donde se avanzaba en esta campaña
de dominio terrestre sobre los pueblos vecinos, pero a su vez logrando la ocupación de aquellas
colonias marítimas como eran las griegas y fenicias instaladas en el mar Adriático y de Sicilia3.

Más tarde, durante la Edad Media, en Europa se produjo una gran división del espacio
político continental. Aparecieron los principados, ducados, condados y feudos, todos con su señor,
su ejército y sus habitantes feudados. Cada señor construyó su propia fortaleza o su castillo,
cercado con anchas murallas, protegido por profundas cavidades cuyo acceso sólo era posible a
través de un enorme portón precedido por un puente levadizo. Cuando esta estructura era
amenazada, el señor junto con sus súbditos se encerraban al interior del castillo y ofrecían una
obcecada resistencia, cuya victoria dependería del desgaste y de la retirada de los atacantes.

Tal vez la única fuerza centralizadora de tantos señores feudales fue la autoridad papal,
capaz de llamar a la formación de ejércitos para las cruzadas contra los infieles que se habían
apoderado de la ciudad santa de Jerusalén, al tiempo que se encargaron de fijar los límites
territoriales a través de las llamadas bulas papales con las cuales se trazó, por ejemplo, las líneas
geodésicas para delimitar los territorios designados tanto a los portugueses como a los españoles
en las tierras del Nuevo Mundo.

En los llamados tiempos modernos, a partir del siglo XV, resurgió en Europa la autoridad
real, sobreponiéndose al poder de los señores feudales, lo que dio inicio a las monarquías y con
ello, al despliegue de las casas reales de España, Portugal, Francia, Inglaterra, Austria, Prusia y
Rusia; cada una de las cuales se abalanzó sobre la pretensión de aumentar su poderío a partir de la
adquisición de nuevos territorios, convertidos estos en colonias continentales o de ultramar.

3
Carlos de Meira Mattos, Geopolítica y teoría de las fronteras, Buenos Aires, Circulo Militar, 1997, pp. 28-29.

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que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
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Años después con la Revolución Francesa apareció el concepto de Estado-nación y también


del nacionalismo, entendido este último como el sentimiento colectivo de fidelidad a la nación, y no
al señor, al papa o al rey, lo que daría lugar a una nueva reestructuración del poder en toda Europa
a través del nacimiento de las nacionalidades. Por consiguiente, cada Estado-nación comenzó a
preocuparse por cultivar un sentimiento de soberanía, atribuido a la posesión de un territorio para sí,
a su defensa, como parte de la voluntad general de los ahora ciudadanos y ya no súbditos, quienes
delegaban en sus gobernantes-civiles la conducción de los intereses de la nación. Fue en ese
momento que aparecieron los derechos territoriales y la delimitación de las fronteras comenzó a
revestir una importancia excepcional al convertirse en la base del establecimiento jurídico-político
que encarna la soberanía nacional.

En términos generales, puede afirmarse que desde la Antigüedad hasta finales de la Edad
Media, el territorio sólo fue considerado como sinónimo de superficie habitable y de dominio
imperial. En adelante, con la llamada Paz de Westfalia (1648) que dio inicio a la creación de un
sistema de Estados en el plano internacional, lo mismo que a un conjunto de revoluciones que
como la francesa y la norteamericana contribuyeron a la consolidación del prototipo del Estado
moderno, aparecen nuevos enfoques y perspectivas teóricas dentro de las cuales, la concepción del
territorio adquiere una singular relevancia en términos de poder y de estrategia, no sólo como objeto
de estudio de pensadores políticos de la talla de Montesquieu, Rousseau, Locke, Kant, entre otros,
sino que además refiere una notable trascendencia para los geógrafos, los biólogos, los ingenieros,
los arquitectos e incluso, los economistas a finales del siglo XIX y comienzos del XX hasta nuestros
días.

Al respecto, el general francés André Beaufré, en su obra introducción a la Estrategia,


planteó un modelo muy interesante que sirve para establecimiento de lo que se denominan las
etapas geohistóricas de la formación de los Estados. Cuyo punto de inicio se dio a partir de la
formulación de un mito fundacional o de una filosofía, mediante la cual se establece el deseo de que
se convierta en una entidad consolidada en términos políticos. Este mismo hecho permitió que en
muchos de los casos, la formulación de las doctrinas, esas que pueden permanecer de forma
perenne a lo largo del tiempo, se conviertan en la guía sobre la cual se construyen los cimientos
futuros del Estado a través de múltiples estrategias, encaminadas todas a lo que vendría a ser la
estructuración de lo que conocemos como la política de Estado; esa que marca el norte, el objetivo
primordial, el destino mediante el cual, se proyecta el poder intrínseco de una nación desde su ser
interno hasta alcanzar un lugar en el terreno de lo internacional4.

Un ejemplo que muestra con claridad esas distintas etapas de formación geohistórica de los
Estados, se observa en el origen mismo de Estados Unidos a partir de la aparición de su mito
fundacional, caracterizado por sus profundas raíces bíblicas de las cuales deviene el mesianismo
de este pueblo catalogado asimismo la “tribu perdida de Israel” y por ende, “el pueblo elegido por
Dios”. Siendo este el legado que motivó a los peregrinos (pilgrims) a enfrentar la travesía
trasatlántica en la embarcación Mayflower en el año de 1620, que los conduciría en busca de las
tierras prometidas en el Nuevo Mundo. Este mismo halo de superioridad de los llamados padres
fundadores trascendería en el tiempo, de generación en generación hasta plasmar este mismo
ideal mesiánico en lo que se conoce como la “doctrina Monroe”, cuyo contenido se sigue

4
André Beaufré, Introducción a la Estrategia, Buenos Aires, Editorial Struhart & Cia., 1982, pp. 28-29.

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reafirmando y reivindicando en el actuar político, económico y militar de los estadounidenses en


pleno siglo XXI.

La geopolítica como disciplina científica

Luego de explicar los fundamentos por los cuales aparece la geopolítica como parte de una
cuestión práctica e inherente al sentido de sobrevivencia del hombre dentro de un espacio
geográfico. Procedemos a continuación a plantear un bosquejo general que nos permita
comprender los inicios de la geopolítica desde una perspectiva eminentemente científica, fincada en
la implementación de un tipo de método del pensamiento estratégico acorde a las singularidades
que presenta cada Estado en el mapa mundial.

En ese sentido, los antecedentes de la geopolítica como disciplina científica se localizan de


manera, relativamente reciente, a partir de las reflexiones hechas por Montesquieu, quien se
encargó de detallar la influencia del medio ambiente en la historia y en el gobierno, siendo este el
centro del debate acerca de las diferentes posturas entorno a las condiciones intrínsecas que
conserva el territorio, y sus implicaciones en el devenir de las nacientes sociedades de todo el
mundo. De esta manera, el pensamiento determinista de Montesquieu con respecto al territorio y a
la política influirá más adelante en la obra de otros reconocidos intelectuales como fueron los casos
de Kant y Alexis de Tocqueville, cuyo legado será trasmitido también entre los llamados clásicos de
la geografía alemana como Kart Ritter y Fiedridch Ratzel, dedicados al estudio de las
interrelaciones entre sociedad (naturaleza humana) y el medio ambiente (naturaleza física).

Cabe resaltar además la labor emprendida por el científico alemán Alexander Von Humboldt,
quien a comienzos del siglo XIX se trasladó desde Europa a los territorios del Nuevo Mundo, entre
ellos a la Nueva España (México), para reconocer la impresionante riqueza natural que se
albergaba en varias de estas posesiones españolas. Un hecho en el que se destaca la formulación
de un método encargado de sistematizar geográficamente la historia, el territorio y su relación con
los criterios políticos manifestados por la élite colonial del momento.

Casos como los anteriores, contribuyeron enormemente a justificar las bases institucionales
de la Geografía Política como disciplina universitaria y no universitaria, a partir de la promoción de
cátedras, sociedades geográficas, revistas, congresos internacionales, expediciones científicas,
siendo este el marco idóneo para la conformación de las primeras escuelas geográficas nacionales,
cada una con el apoyo de sus respectivos gobiernos, destacándose la escuela alemana, seguida
por la británica, la francesa y la norteamericana, sin excluir a la escuela rusa.

En este sentido, la singularidad que mostró la escuela alemana con respecto a los estudios
sobre el territorio adquieren una connotada relevancia de la mano de Friedrich Linz, quien se ocupó
de estudiar ciertos elementos valorizadores del territorio con miras al logro de la unificación
alemana a partir del trazado de las vías de comunicación y del afianzamiento del sector industrial.
Por su parte, Ratzel desarrolló aun más la concepción política del espacio mediante la noción del
politisches raum (espacio político) y la del lebensraum (espacio vital), haciendo que ambos
conceptos dejaran de manifiesto la existencia de una relación entre la amplitud de un determinado
territorio y las posibilidades vitales del Estado que lo ocupa, apoyándose en las teorías
evolucionistas de Darwin y organicistas sobre el Estado que formuló Hegel5.

5
Lorenzo López Trigal y María Paz Benito del Pozo, Geografía Política, Madrid., Ediciones Cátedra, Madrid, 1999, p. 31.
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que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
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En sus contribuciones teóricas sobre el territorio, Ratzel quien también estuvo estudiando a
detalle y de forma presencial el territorio mexicano entre los años 1874 y 1875, propuso siete leyes
del crecimiento espacial de los Estados: 1) el tamaño de los Estados aumenta con el crecimiento de
la cultura, 2) el crecimiento de la población precede al crecimiento del Estado, 3) este crecimiento
resulta de la anexión de muchas unidades en un sólo agregado, 4) la frontera es el órgano periférico
del Estado, 5) en su crecimiento y evolución el Estado compite por las posiciones políticas más
favorables, 6) los primeros estímulos al crecimiento espacial de los Estados proceden del exterior,
7) la tendencia general hacia la anexión de territorios es trasmitida de Estado a Estado, y
continuamente se incrementa con mayor intensidad6.

Frente a esto, la concepción ratzeliana considera que las ambiciones sobre el territorio son
fundamentales para la prosperidad y el desarrollo de cada Estado, de forma tal que no resulta
posible concebir “un gran Estado sin un gran espacio”. Contrariamente, Robert Strausz-Hupé de
origen estadounidense, consideró que un gran espacio no siempre ha proporcionado al pueblo que
lo ha disfrutado un poder superior; pero siempre que un gran espacio fue organizado en su totalidad
por un Estado, las pequeñas naciones no han sido capaces de resistir la fuerza expansiva del gran
vecino7.

Por sí sólo, el tamaño del territorio no supone poder. Más bien, el establecimiento de un
dominio centralizado sobre un amplio espacio territorial crea un cierto temor frente al resto de los
Estados, vecinos e incluso distantes. Sin embargo, aparecen en la escena internacional Estados-
islas como resulta ser el caso de Inglaterra o de Japón, que ocupan un espacio menor de territorio,
a quienes les resulta mejor las pequeñas comodidades de un rincón seguro, rodeado de mar frente
a los enormes desafíos que implica la defensa y control de enormes franjas de territorio continental
como le sucede a México tras considerar su relevante su condición bioceánica y de cercanía frente
al Coloso del Norte (Estados Unidos).

Ante esta serie de criterios geopolíticos sobre el expansionismo y la contracción de los


Estados, aparecerán otros que complementan la dinámica de transformación de los espacios tanto
terrestres como marítimos. Este último abordado de forma puntual por parte de la “talasopolítica”,
que alude, con sus dos componentes (thálassa, `mar´ y politiká, `las cosas relativas al Estado’) al
estudio del espacio marítimo como componente territorial de un Estado o como ámbito de la
jurisdicción estatal y su relación con la toma de decisiones; siendo entonces la concepción de la
talasopolítica, un criterio olvidado pero también necesario de ser rescatado como parte del diseño
para la proyección geopolítica de México a través de sus distintas y muy relevantes etapas de su
geohistoria, logrando hacer un énfasis muy particular en lo que a continuación se refiere al período
mexica8.

6
Friedrich Ratzel, Desde México. Apuntes de viaje de los años 1874-1875, México, Editorial Herder, 2009, pp. 16- 32.
Robert Strausz-Hupé, Geopolítica. La lucha por el espacio y el poder, México, Editorial Hermes, p. 213.  
7
8
Enrique Aramburu, “La talasopolítica: fundamentos de una disciplina”, en el Periódico del CEID, Buenos Aires, Octubre-
Diciembre, 2004, p. 6.
7
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II. LA BÚSQUEDA DE LAS RAÍCES GEOPOLÍTICAS MEXICANAS: SU


EXPLENDOR IMPERIAL EN LA ETAPA PREHISPÁNICA
La creación del mito fundacional

Cuando el hombre apareció sobre la faz de la tierra, una de sus primeras hazañas consistió
en luchar contra los animales para lograr su supervivencia; lo mismo que contra los de su misma
raza, quizás por la posesión de una caverna o por algún alimento. Más adelante, cuando ese
primer hombre empezó a vivir en compañía de otros se estableció lo que conocemos como tribus,
algunas de las cuales se especializaron en la caza, la agricultura, la pesca o el pastoreo. Sin
embargo, las diferencias entre una tribu y otra por el predominio sobre un determinado recurso, ya
sea natural, humano o sobrehumano en alusión a la defensa de sus dioses, daría paso a las
disputas que en muchos de los casos concluirían en el terreno de lo que conocemos como la
guerra.

Al respecto, Daniel Gutiérrez, en su obra Historia Militar de México, argumenta que “desde
los albores de la civilización, el hombre lucha, y la guerra va haciéndose parte integral de su
existencia y avanza de forma paralela a su progreso”; haciendo que las situaciones de conflicto, en
varios de los casos, terminen favoreciendo el anhelo de emancipación y autodeterminación de un
grupo social inspirados en el contenido épico de lo que se conoce como su mito fundacional9.

En el México prehispánico, la idea del mito fundacional se inició con la descripción de los
acontecimientos que enfrentaron los pobladores conocidos con el apelativo de “aztecas”, al ser
expulsados Aztlán, su lugar de origen. Al que además se le catalogaba como “el país del
amanecer”, “la tierra rodeada de agua” y también el “lugar de las garzas”, ubicado geográficamente,
según la opinión de algunos expertos, en la costa noroccidental entre lo que vendría a ser el actual
territorio estadounidense y mexicano, considerado una especie de isla lacustre en la que coexistían
distintas tribus representadas en las siete cavernas. No obstante, la difícil situación que llegaron a
enfrentar estas tribus aztecas, incidió para que dentro de estas la tribu de los “mexicas”, nombre
conferido en honor a su héroe tribal Mexitli, se viera obligada a emigrar en busca de la “tierra
prometida” por el que fuera su dios Huitzilopochtli.

Según los registros históricos, la travesía de quienes salieron de Aztlán en el año de 1168,
concluyó en el año 1325. Luego de un prolongado recorrido en el que los mexicas convivieron con
otros pueblos y culturas hasta llegar al “lugar de destino” para la fundación del que sería en
adelante su propio reino. Se trataba de un territorio ubicado en el centro de lo que actualmente se
conoce como el Valle de México, cercano a la ribera occidental del lago Texcoco, donde se
localizaba una pequeña isla que para su acertada identificación debía de poseer una planta de
nopal y sobre esta un águila devorando una “serpiente con plumas de quetzal” (Quetzatcoal),
convirtiéndose para los mexicas en el “ombligo o centro precioso”, en ese lugar sagrado y seguro
designado por su dios protector.

A este mito se le podría considerar como el relato del lugar de origen y del “país más allá del
mar”, tras su salida de Aztlán. El sitio donde los mexicas en honor a su sacerdote-guía, Ténoch,
comenzarían a edificar la ciudad lacustre de Tenochtitlán en medio de un islote en plena laguna,
una situación que en principio se tornó precaria obligándolos a construir como medio de

9
Daniel Gutiérrez Santos, Historia militar de México 1325-1810, México, Ediciones Ateneo S.A., 1961, p. 10.
8
El contenido de la presente publicación refleja los puntos de vista del autor,
que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
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subsistencia y comunicación, terraplenes en los bajos de la laguna uniendo su isla con los islotes
aledaños a través de diques que vendrían a ser como grandes avenidas, lo mismo que canales,
chinampas y acueductos que harían parte de esta civilización imperial con magníficos diseños en
ingeniería y arquitectura hidráulica como se muestra en la siguiente imagen de la Gran
Tenochtitlán10:

Fuente: Foto del Museo Histórico Naval de Veracruz, Secretaria de Marina, Veracruz (México).

Hacia la construcción del imperio mexica

Sobre este mismo aspecto, Walter Krickerberg a través de su libro Las antiguas culturas
mexicanas, afirmó que en un principio los mexicas se habían configurado como una “pequeña aldea
de pescadores, satisfecha con su única fuente de agua potable y con sus canoas para comunicarse
con las riberas del lago. Sin embargo, con el aumento de la población, se hizo necesaria la
comunicación y el intercambio comercial con los poblados vecinos, que habían dejado de ser
enemigos para convertirse en aliados o súbditos”11.

Así, entre los lugares más próximos a la nueva ciudad lacustre se encontraban Tlatelolco
(Tlatelli), cuyos habitantes se encontraban mucho antes de la llegada del pueblo mexica, lo mismo
que las localidades en tierra de Tacubaya y Chapultepec, cercanas al conjunto de cinco importantes
lagos comenzando por Texcoco, Xochimilco, Chalco, Xaltocan y Zumpango.

Por su notable desarrollo en el pasado, aun se destacaban como importantes las vecinas
ciudades-estado de Teotihuacán, designada como “el lugar donde los hombres se hacen dioses”. Y
que en opinión del geopolítico mexicano Leopoldo González Aguayo, se trató de una de las urbes
más dinámicas de toda la “América central” (Mesoamérica), habitada por un número creciente de
pobladores, distribuidos en barrios, algunos de estos bajo la característica de “barrios
cosmopolitas”, donde se alojaban quienes migraban desde otros lugares atraídos por el
vanguardismo de la época, no sólo en materia arquitectónica e hidráulica, sino también en otros
campos como el religioso y político que le dieron, sin duda alguna, tan connotado reconocimiento a
esta importante urbe.

10
Germán Vázquez, Origen de los Mexicanos, Madrid, Historia 16, 1982.
11
Krickerberg Walter, Las antiguas culturas mexicanas, México, FCE, 1990, p. 50.
9
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que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
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La otra espléndida ciudad-estado fue la de Tula o Tollan, catalogada la “ciudad entre los
tules”, misma que fue convertida en la esplendorosa capital del pueblo tolteca, cuyo mayor ascenso
coincidió con el período Postclásico de los mayas (1200-1450 d.C.)12.

De este modo, y ante la irremediable necesidad de los mexicas por asegurar el


aprovisionamiento esencial de las proteínas para su creciente población, una de las primeras
estrategias de su dirigencia consistió en optimizar el suelo lacustre a través de las chinampas.
Consideradas como el conjunto de áreas fértiles para el cultivo de flores y hortalizas sobre el lago,
que además contribuían al sistema de irrigación de los campos destinados al cultivo de alimentos
esenciales para el consumo humano como eran el maíz, el frijol, el tomate y la calabaza.

Fuente: Foto de las chinampas, Museo Histórico Naval de Veracruz, Secretaria de Marina,
Veracruz (México).

Si bien se podría hablar en ese momento de una especie de aseguramiento de las fuentes
alimenticias entre los pobladores mexicas, lo cierto fue que su acelerado crecimiento los llevó no
sólo a ocupar nuevos espacios geográficos sino además hizo que la élite gobernante de la Gran
Tenochtitlán optara por incrementar su intercambio comercial con los señoríos vecinos, perfilando lo
que vendría a ser un interesante sistema de alianzas tanto en el plano comercial como político y
militar.

En el terreno de lo comercial, ciertamente se inició un intenso intercambio entre los mexicas


y el resto de señoríos que, en cuestión de alimentos, según Krickerber estuvo presente en la
demanda, por ejemplo del tlaxcalli (tostadas), provenientes de Tlaxcala, (la ciudad de los
panaderos), donde años después con la llegada de los españoles se intentarían remplazar el
consumo de dichas “tortillas” por la ingesta de pan. Esto propició también el consumo de tamales
(tamalli) elaborados con masa de maíz, atoles o sopas de harina (atolli) y del pozol, elaborado como
un tipo de bebida refrescante que se empleaba en los largos viajes, al igual que el chocolate
(cocóatl), bebida fría que se batía con un molinillo y se aderezaba con vainilla y miel de colmena.

12
Leopoldo González Aguayo, “reflexiones sobre las atapas geopolíticas y la política exterior: el modelo mexicano. Un
ensayo de periodización de la geohistoria”, en María de Consuelo Dávila Pérez y Rubén Cuellar Laureano (coord.); La
política exterior de México y sus nuevos desafíos, México, UNAM-Plaza y Valdés, 2008.
10
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que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
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Con respecto a la demanda de sal, los mexicas tuvieron el privilegio de tenerla al alcance de
sus manos, ya que el Lago de Texcoco depositaba en tiempos de sequía una gruesa capa en sus
riberas. Situación que no fue la misma para los pobladores de Tlaxcala, quienes ante la ausencia de
este estratégico recurso en sus lagos, se vieron obligados a negociar la obtención de sal con los
cada vez más prestigiados comerciantes mexicas, siendo este uno de tantos motivos que
terminarían por alentar las disputas entre estos dos reinos aún con la presencia de los españoles a
partir del año de 152113.

Debido a la mención que hemos hecho de Tlaxcala, conviene indagar con mayor precisión la
importancia geoestratégica de este lugar en los planes de expansión comercial de los mexicas en
dirección a algún litoral del lado del sureste. Por ser precisamente el territorio tlaxcalteca una
especie de “obstáculo geopolítico” en los planes de expansión de los reinos vecinos, tal como le
sucedió tiempo atrás a los teotihuacanos y a los toltecas, quienes ante la imposibilidad de someter
este señorío, optaron por rodearlo para avanzar en el desarrollo de sus planes de ampliación de su
espacio vital como le denominaba Ratzel; siendo esta una situación que nos sitúa frente a lo que se
conoce en geopolítica como un clásico “Estado tapón”14.

En medio de esta situación, los mexicas optaron por otro tipo de estrategia, al ejercer una
permanente presión sobre la urbe tlaxcalteca, lo que trajo consigo la implementación de un
avanzado sistema de alianzas con la finalidad de contrarrestar el poder de este, su principal
adversario. Situación misma que permitió la consolidación de un original mecanismo de lealtades
entre el centro de poder y cada uno de los nuevos señoríos que se fueron incorporando a este
arquetipo de confederación como se observa a continuación, convirtiéndose a la postre en el
fundamento del actual modelo federativo en nuestro país15:

13
Krickerber, op.cit., p. 29.
14
La función primordial del Estado tapón consiste en separar un sistema de otro a partir de la ubicación sobre las mismas
líneas fronterizas. Al respecto, se sugiere el artículo de Leopoldo González Aguayo, “Geopolítica europea y estados
“tapón”, en Revista Relaciones Internacionales, México, Centro de Relaciones Internacionales, Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales, UNAM, vol. XII, septiembre a diciembre, 1990, p. 24.
15
Para el Tte. Daniel Gutiérrez, la Confederación mexica o del Anáhuac estuvo conformada por los reinos de la meseta
central Tenoctitlán, Tlacopan y Acolhuacán, en segundo término el reino de Michoacán y las repúblicas de Tlaxcala,
Cholula y Huexotzingo, además de un conjunto de señoríos sujetos a los reinos anteriormente mencionados. Gutiérrez,
op.cit., p. 10.
11
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Fuente: Mapa de la Triple Alianza. Museo Histórico Naval de Veracruz, Secretaria de Marina,
Veracruz, (México).

De este modo, la ampliación del espacio vital de los mexicas llegó a incluir hasta 38
provincias tributarias, las cuales eran custodiadas a través de un sistema de guarniciones
localizadas en puntos estratégicos en dirección al sur del golfo hasta lo que vendrá a ser el llamado
país de los Mayas. Esto permitiría a su vez implementar un dispositivo de seguridad sobre la
llanura atlántica tan importante desde el punto de vista comercial, que los mexicas llamaron
Anáhuac Xicalanco (al borde del agua), una palabra náhuatl para referirse a la “costa marítima”, y
que una vez transferida a los geógrafos europeos, erróneamente la vincularon con el paisaje del
altiplano montañoso del interior de México16.

Existían también guarniciones en el punto de partida desde la vía principal hacia el Anáhuac
Ayotlan (la costa del Pacífico) cerca de Tehuantepec, lo que incluía puestos de guardia en Oaxaca y
en la región del Xoconochco (soconusco), en el actual estado de Chiapas, en la frontera con
Guatemala. Una vez fueron descubiertas estas dos rutas de acceso hacia el Atlántico y el Pacífico,
las expediciones comerciales y guerreras que se dirigían más allá de la meseta central, se
plantearon como objetivo inmediato el aseguramiento de materias primas de enorme demanda
como son el maíz, tabaco, cacao, algodón, pieles de jaguar, plumas multicolores, piedras y metales
preciosos (cobre y oro), resina de copal, caucho; convertidos en auténticos recursos estratégicos de
la época en las recién descubiertas regiones “extranjeras”17.

Bajo este criterio de localización de puntos geoestratégicos para la vigilancia y control de las
tierras recién incorporadas al imperio, cabe mencionar la importancia de las colosales pirámides. Al
respecto, uno de los pioneros de la geopolítica mexicana, Jorge Vivó, en el libro México
prehispánico, destacó el gran potencial y similitud de las culturas mexicanas con respecto a otras
como fueron los casos de la civilización egipcia y mesopotámica, las cuales durante la misma época
mostraron impresionantes avances en ingeniería y arquitectura aplicada a la construcción de

16
Sobre estos datos relacionados con lo marítimo, se recomienda la investigación de Emiliano Melgar Tísoc, “Tecnología
marítima prehispánica en los contactos intra-oceánicos Andes-Mesoamérica”, México, Escuela Nacional de Antropología,
2009.
17
Pablo Moctezuma Barragán, Moctezuma y el Anáhuac, México, Editorial Limusa, 2004, p. 20.
12
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enormes pirámides, vistas en la actualidad como el prototipo de rascacielos diseñados para


demostrar la grandeza, la superioridad, el ingenio y en muchos de los casos, el sentido de devoción
y religiosidad de su élite hacia sus propias deidades.

Varias de estas pirámides fueron además convertidas en auténticos observatorios para el


estudio de los astros en el firmamento, al tiempo que cumplían la función de “centinelas” para la
vigilancia de su entorno territorial. Un ejemplo que muestra con claridad esta última función en
materia de seguridad, se percibe a través de la importancia que alcanzó la pirámide del sol,
elaborada por la diestra cultura Teotihuacana y considerada una de las de mayor tamaño a nivel
mundial, sólo superada en términos de altura por la propia pirámide egipcia de Keops18.
Los rasgos característicos de la élite mexica

Hasta este momento queda claro que un factor determinante en el quehacer geopolítico
recae, primordialmente, en el liderazgo que asumen uno o más individuos con poder para establecer
y proyectar, aquellos intereses que le son vitales al espacio político y social que representa.
Situación misma que nos lleva a reflexionar acerca del perfil de quienes son los “elegidos” para
encabezar la construcción del proyecto político, ya sea por voluntad propia, linaje o designio divino.
En esa elección para escoger al individuo mejor preparado para dirigir los destinos de una
determinada comunidad, influyen de manera decisiva los rasgos psicológicos que inciden en su
propia personalidad. Un aspecto que se cimenta a temprana edad y que repercute hasta la madurez
a partir de un conjunto de valores, costumbres, creencias, ideologías y experiencias por las cuales se
forja el carácter mediante el cual cada persona busca ocupar, dependiendo el caso, un lugar
relevante o no, en que sea su espacio natural.
Considerando lo anterior, seguramente habría mucho que indagar acerca de la personalidad
que tuvieron cada uno de los cuatro mayordomos (sacerdotes) que acompañaron el desplazamiento
masivo de los pobladores que salieron de Aztlán hasta el lugar prometido. Siendo, por ejemplo, el
sacerdote Ténoch quien en definitiva, marcó un antes y un después en el devenir histórico del pueblo
mexica. Situación que también podríamos analizar a la luz de las acciones que emprendió Moisés en
su momento, cuando por mandato divino fue el elegido para liderar la salida del pueblo judío desde
Egipto en busca de la tierra prometida bajo el nombre antiguo de la Palestina19.

18
Con respecto a la cultura Teotihuacana, según lo afirmaba Vivó, puede ser considerada como el eje de la historia
mesoamericana durante el clásico temprano, siendo el primer fenómeno urbano a gran escala que registra la historia
prehispánica, alcanzando a concentrar más del 50% de la población de la Cuenca de México, con una población que
fluctuaba entre 40,000 y 200,000 habitantes. Fue el centro de peregrinación por excelencia, el lugar donde se crearon el
tiempo y el espacio sagrados; en suma, el arquetipo de ciudad civilizada. No obstante, su colapso en el clásico tardío, se
dio ante el reordenamiento de los círculos de poder, y un proceso de establecimiento de unidades políticas en lugares
como Cholula, Xochicalco, Tula, el Tajín; los centros mixtecos en la sierra; Monte Albán en Oaxaca; los centros Puuc en
el occidente de Yucatán; el Petén encabezado por Tikal, etc. lo que llevó a una fragmentación del territorio en reinos
separados o independientes, una serie de unidades políticas pequeñas en competencia ante el vacío de poder
centralizado que tiempo después vendría a ser ocupado por los mexicas. Al respecto se sugiere ver Jorge Vivó (coord.),
México prehispánico, México, Editorial Emma Hurtado, 1935.
19
Sobre el asunto de los dioses, López de Gómara comenta que para los cronistas del México antiguo se llegó a calcular
una cantidad de no menos de dos mil deidades entre los mesoamericanos. Siendo estas deidades representadas en los
rostros de elementos naturales como el agua, el aire, la tierra y el fuego, espacios como los cerros, los ríos, fenómenos
como los rayos o la lluvia, animales, plantas y hasta objetos, tales como los instrumentos musicales, podían ser dioses o
receptáculos de fuerzas divinas. Incluso, algunos individuos, esclavos o cautivos de guerra, pero también sacerdotes o
dirigentes “poseídos” por alguna deidad, podían llegar a ser “imagen” o “representante” de los dioses, ya fuese en
determinado momento o durante toda su vida. Al respecto se sugiere la lectura de Francisco López de Gómara, La
conquista de México, Madrid, Edición de José Luis de Rojas, 2000.
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Pero volviendo al asunto de los mexicas, una vez en establecidos sus pobladores en la
entonces Tenochtitlán, comenzaron a establecerse en cuatro grandes barrios (calpulli), cada uno
administrado por alguno de los miembros de la familia real. De manera que el término “real”, nos
lleva a plantear la existencia de una especie de monarquía en la que la elección del tlacatecutli
(príncipe de príncipes) o tlatoani (orador), dependerá de los vínculos de consanguineidad con el
antiguo caudillo de la tribu o en su defecto, en su condición de hijo, hermano mayor o menor del
finado rey mexica20.
Entre quienes integraban la élite que acompañaba al tlatoani, se destaca la presencia de
funcionarios de alto nivel conocidos con el apelativo de cihuacóatl. Además de sacerdotes y militares
que tuvieron toda suerte de privilegios comenzando por acceder a institución educativas de alto nivel
como era el calmecác; además de poder habitar aquellas casas de dos pisos; incluso vestir ropas
lujosas de algodón; obtener algún tipo de usufructo de las tierras adquiridas, portar adornos hechos
con finos metales, entre otras posibilidades al alcance de quienes pertenecían a la élite política de la
época21.
Con respecto a la escogencia del tlatoani, no era suficiente con que este cumpliera a
cabalidad con los requisitos de consanguineidad antes mencionados, sino que además implicaba
que demostrara públicamente sus dotes como guerrero. Un hecho que le significaba capturar con
sus propias manos a alguno de sus adversarios para posteriormente ofrecerlo en sacrificio durante
las fiestas de su coronación, lo que al final contribuía enormemente a “legitimar” su elección frente a
su pueblo y lo ubicaba como el más apto en esa selección natural, según Darwin, encargado de
liderar el destino del naciente imperio mexica.
Otro de los aspectos más relevantes en la formación de estos futuros líderes de la élite
mexica, según lo comenta Krickerberg, parte del establecimiento de un modelo educativo con tintes
“espartanos”, pensado para instruir a una clase política de guerreros tal como se refleja en las
imágenes del Códice Mendoza, en el que se ilustra el castigo corporal, las palizas, los arañazos con
púas, las humaredas con chiles o el encierro en cuartos oscuros; pero también se muestran
imágenes en las que aparece un padre instruyendo a su hijo para apartarse del ocio y de vicios como
la embriaguez y el robo, todas estas convertidas en prácticas socialmente aceptadas para la
formación disciplinaria de los futuros integrantes de la milicia imperial.

Existían también las casas de los sacerdotes, escuelas destinadas a la formación de los hijos
de la élite, donde eran educados para ocupar los más altos cargos en la administración monárquica.
Un aspecto que nos recuerda la encomienda que tiempo después se le confiará a la iglesia católica
con la finalidad de preservar una “descendencia sana”, capaz de resistir en medio de cualquier acto
que suponga un daño o perturbe su integridad moral como colectiva.
La instrucción militar mexica
En consonancia con el modelo educativo antes señalado, se afirma que el lugar idóneo para
la instrucción militar de la élite se presentaba en el calmecác, al que acudían los varones de la
nobleza, mientras que los plebeyos eran instruidos en el telpochcalli. En ambos planteles, los
alumnos estaban sometidos a una rigurosa disciplina que incluía entre otras cosas levantarse con el
alba para cumplir con las funciones de limpieza y posteriormente concentrarse en las clases sobre

20
Krickerberg, op.cit., p. 81.
21
Ibid., p.15.
14
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que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
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historia de sus antepasados, aritmética, astrología y cronología, lo que se complementaba con el


adiestramiento de las armas22.
De cierta manera, la instrucción militar obtenida en el calmecác podría considerarse como el
antecedente más remoto de la Infantería de Marina, ya que quienes lograban sobresalir por sus
habilidades guerreras eran enviados, extra fronteras de la Gran Tenochtitlán para conseguir el gran
trofeo que consistía en enfrentarse y derrotar al “dragón de las aguas”, vencerlo en combate,
alcanzando el título de “caballeros cipactlis”, al competir utilizando como medio de desplazamiento el
agua, tanto bajo ella como en su superficie23.
De ahí que el prestigio de las escuelas en formación militar se convierta, aun en la posteridad,
en un referente fundamental en el diseño de los planes de seguridad y defensa territorial por parte de
los gobiernos en turno. No en vano que, el tlatoani fuera también investido con el honroso título de
Generalísimo de todos los ejércitos de la Confederación Anáhuac y de las fuerzas aliadas, por sus
destacadas campañas tanto ofensivas como defensivas en el ámbito terrestre como acuático; una
distinción que coincide con la de “Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas”, que actualmente
se le designa a la figura del Presidente de la República.
Entre tanto, los máximos dirigentes del ejército fungían como miembros directos de la
nobleza, siendo los dos oficiales de mayor rango por lo general parientes cercanos del rey y
presuntos sucesores suyos. Al tiempo que se les condecoraba a los más destacados con el mérito
de caballeros águilas y tigres, conformando una especie de orden, algo similar a una tropa de élite,
cuyo principal privilegio era combatir en contra de los prisioneros destinados al sacrificio en las
fiestas-ritual24.
Con respecto al número de efectivos en sus regimientos, según los cronistas, la cifra llegó
150,000 hombres al momento en el que arribaron las tropas españolas al territorio de la actual
Veracruz; un número conformado además por los grupos auxiliares reclutados entre las tribus leales
y las subyugadas. Generalmente, las campañas de guerra que se emprendían se efectuaban tras
una declaración formal en medio de un ceremonial, parte de lo cual implicaba la unción del enemigo,
con el fin de considerarlo simbólicamente muerto y vigorizar su cuerpo para el combate o como
ofrenda a los dioses25.
Cabe señalar que durante la celebración de este tipo de encuentros, que bien podrían
considerarse propicios para el adiestramiento militar del ejército mexica frente a aquellos que
combatían en nombre de los reinos aun por subyugar, se fueron perfilando las bases de la defensa
del imperio a través de lo que se conoce bajo la denominación de “Guerras Floridas”. En las que los
guerreros mexicas fueron perfeccionando las estrategias para la defensa de su cada vez más amplio
dominio territorial, a la par que fueron perfeccionando sus artefactos militares comenzando por el

22
Krickerberg, op.cit., p. 23.
23
Ver más en Secretaria de Marina, Cuarenta años de historia del Centro de Estudios Superiores Navales 1970-2010,
México, Secretaria de Marina, CESNAV, 2010, pp. 22-38.
24
Con respecto al sacrificio humano dentro de la cultura mexica, bien podría relacionarse con las cuestiones del honor y la
moral para los guerreros, quizás como una forma de intimidación pública dirigida principalmente hacia sus adversarios,
pero también como una condición de enorme religiosidad y devoción de las autoridades mexicas hacia sus dioses. Siendo
esta una práctica que no dista en la realidad, precisamente cuando se muestra públicamente la captura de algún criminal
que tuviera la capacidad de incidir en el orden y la seguridad misma de la nación.
25
Asimismo, la entrega de una toca de plumas vistosas, distinguió a los enemigos poderosos de los que no lo eran,
aunque muchas batallas emprendidas contra grupos “extranjeros”, no mexicas, tales como los chontales, zapotecos,
mixtecos, huastecos, y otros, pudieron haberse iniciado sin previo aviso y sin protocolo alguno, precisamente bajo el
objetivo de destrucción total de los mismos. Se recomienda sobre el mismo tema la lectura del artículo de Jesús
Monjarás-Ruíz, “Panorama general de la guerra entre los mexicas”, en el Instituto de Investigaciones Histórica, México,
UNAM. Ver este documento en la página de internet: www.historicas.unam.mx/.../176.pdf
15
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arco, elaborado con finas maderas que en la punta llevaban un hueso de animal con forma
puntiaguda y filosa o en ocasiones con una cuchilla de pedernal.
Con respecto a las flechas, se sabe que estas eran portadas por los guerreros en un carcaj
que les colgaba del hombro, además de que se protegían la muñeca con un brazalete de cuero del
golpe de la cuerda del arco. Tenían también un tipo de lanza, una especie de garrocha de cerca de
tres metros de longitud aproximadamente, fabricada con madera resistente en cuyo extremo
aparecía una afilada cuchilla también de pedernal o de colmillos de foca o huesos afilados. En
cuanto a la honda y la macana, eran muy similares a las que serían las principales armas de la
infantería mexica o azteca.
Otra de las armas defensivas eran el chimalli, artefacto con forma de círculo, tal como se
ejemplifica en el actual escudo de armas del CESNAV, mismo que los antiguos guerreros obtenían al
diseñar un aro de madera, el cual cubrían con piel de cocodrilo, procurando que fuera lo más
resistente a cualquier tiro de flecha. Fabricaron además lo que denominaron un ichcahuipilli, una
especie de colcha de algodón, mediante la cual se forraban el cuerpo, teniendo dos dedos de
espesor, añadiendo aún sobre esta defensa, las pieles curtidas de los animales que cazaban, tal
como se ilustra en la siguiente imagen:

Fuente: Museo Histórico Naval de Veracruz, Secretaria de Marina, Veracruz


(México).
Aunado a este tipo de indumentaria, cabe también recordar que los guerreros mexicas
acostumbraban, previo al combate, pintarse la cara con aceites de gusanos a la que le daban el color
bermellón o negro, siendo este último obtenido del ollín, aumentando a su vestir algunos adornos
como brazaletes, anillos en nariz y orejas, además de plumajes en la cabeza y collares como una
forma representar su capacidad de amedrentamiento frente a su rival.
La élite comerciante y diplomática mexica
Dentro de la estructura del poder mexica, los llamados “mercaderes reales” también
conocidos como tlatelolcas o pochtecas, ocuparon un renglón sumamente importante, ya que fueron
quienes contribuyeron a que las autoridades imperiales concibieran una visión cada vez más
geoestratégica del territorio conquistado y aún por conquistar.
16
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Se trataba de comerciantes dedicados de tiempo completo al tráfico de productos


manufacturados y de materias primas entre poblados cercanos y distantes a Tenochtitlán, quienes
en la medida en que se incrementaba este tipo de intercambios, aumentaban también los riesgos
para el traslado de sus mercancías al tener que atravesar regiones semivacías en medio de caminos
inhóspitos e inseguros, situación que los obligó a preparar planes de acompañamiento militar para la
protección de sus propias mercaderías26.
Tales circunstancias hicieron que los pochtecas cumplieran simultáneamente con tres
funciones básicas, según lo comenta González Aguayo: 1) ser comerciantes, 2) ser agentes
diplomáticos y 3) ser espías; lo que da cuenta de un dispositivo militar profesional sumamente
complejo y altamente sofisticado, el cual comenzaba con la preparación de los jóvenes pochtecas,
quienes eran instruidos por los mercaderes más experimentados para convertirlos en diestros
comerciantes de mercancías y prestamistas de monedas de cambio de la época, posteriormente
ligados a los gremios de artesanos de manera que llegaron a dominar de forma amplia la vida
comercial del México antiguo27.

Algunos pochtecas se convertirían además en hábiles diplomáticos, alcanzando un alto


grado de “profesionalización” en esta materia a partir del dominio de otras lenguas o mediante el
aprendizaje adecuado de las costumbres, las creencias y los distintos rituales que los convertía en
esa primera fuerza de avanzada, en dirección a aquellos lugares favorables al intercambio
comercial o en su defecto, hostiles a todo tipo de negociación que podría concluir en el peor de los
casos en una declaración formal de guerra.

En este sentido, y ante una eventual confrontación bélica, los diplomáticos mexicas eran
quienes se encargaban de hacer llegar a sus opositores, “notas diplomáticas” en las que incluían
gises y plumillas, anunciándoles la muerte en sacrificio de alguna de sus autoridades. Esta situación
ponía a prueba la firmeza con la que actuaban los embajadores, quienes al momento de arribar al
pueblo enemigo para intimidar a sus ciudadanos con este tipo de mensajes, primero fijaban un
plazo de veinte días, en los cuales les hacían llegar como regalos armas y escudos para su
defensa. Si con esta intimidación y en el plazo señalado el pueblo enemigo cedía ante las
exigencias, primordialmente la de transitar libremente por su territorio, lo último que se les pedía
como compensación a este tipo de agravios era la entrega de oro, joyas y mantas como una prueba
de sometimiento y lealtad al monarca imperial de la Gran Tenochtitlán28.

Esa misma capacidad negociadora y diplomática de los pochtecas se combinó con otra
importante función, la de espías (tequihuas), conocidos también como los mercaderes “disfrazados”,
cuya táctica consistía en vestir, hablar y actuar de forma casi idéntica a los pobladores locales en
los pueblos enemigos. Logrando con ello un alto grado de efectividad en la obtención de
información acerca de las acciones a realizar por parte de los señoríos adversos a la autoridad
central mexica.29

26
El término pochteca es un gentilicio que alude a los originarios de una región llamada Pochtlan, aquélla donde abundan
las ceibas. Se desconoce la localización de tal sitio, se cree que pudo estar cerca de Yucatán. A diferencia de los
mercaderes reales, existían también los mercaderes pobres, quienes comerciaban de casa en casa productos esenciales
como sal, chile y hortalizas que ellos mismos cultivaban.
27
Gutiérrez, op.cit., pp. 36-37.
28
Ibid., p. 38.
29
Por cierto, el caracol (tlahtolli), representa el instrumento sonoro empleado por los tequihuas (espías y guerreros-mensajeros
de los gobernantes) para efectuar señales de guerra y de reacción frente a la agresión de algún rival, se trataba además de
una nueva clase dentro de la casta guerrera, encargada por lo general de todo lo concerniente al derecho de la guerra, y en
17
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Esto permitió que con el paso del tiempo se fuera consolidando un avanzado “sistema de
inteligencia”, necesario para atender en cualquier momento posibles agresiones de fuera, algo que
además requería de un rápido traslado de la información a partir de la labor que cumplían los
llamados “estafetas”, dedicados a mudar de un lugar a otro, recorriendo enormes distancias,
aquellos informes que realizaban los “reporteros pictográficos” de la época, quienes se dedicaban a
describir gráficamente al rey todo aquello que acontecía y presenciaban en tierras lejanas.

Un ejemplo acerca de la relevancia de esta información “pictográfica” se dio cuando de


forma casi simultánea, Moctezuma estaba siendo informado sobre la presencia de Hernán Cortés y
de sus acompañantes, incluyendo visualmente a sus barcos, perros, caballos, armas y otro tipo de
artefactos tras su arribo a las costas del Golfo-Caribe. Incluso es posible que los mexicas hayan
sabido vagamente de la corta estancia de Colón en el Golfo de Honduras, porque sus mercaderes
comerciaban de forma intensa entre la meseta central, la costa sur del Golfo y los países mayas
hasta la frontera de la actual República de Honduras, una distancia aproximada a los 1,200 km en
línea directa30.

En medio de esta combinación de tareas, los pochtecas contribuyeron con otra importante y
muy “estratégica” actividad: la cartografía. La cual consistía en plasmar sobre “lienzos” de fibra de
maguey, aquellos lugares como poblados, montañas, ríos, bahías, guarniciones, etc., que hacían
parte de sus rutas comerciales. Su enorme conocimiento acerca de los lugares descritos en cada
mapa, les representaba también a futuro la posibilidad de convertirse en destacados guerreros, una
suerte de militares con una enorme experiencia y dominio sobre los territorios conquistados en cada
expedición comercial que realizaban.

De este modo, las rutas descritas por los pochtecas en estos “primitivos” mapas mostraban
el grado de expansión territorial al que había llegado la élite mexica a través de una acertada
estrategia de coordinación entre diplomáticos, comerciantes y militares, interesados en desplazarse
hacia los distintos puntos cardinales, incluyendo la parte norte hasta su encuentro con los tarascos
en la actual región del Bajío, sin lograr mayores aciertos más allá de esta región por encontrarse en
medio de suelos desérticos, poco habitados y con tribus de nómadas en ocasiones difíciles de
controlar.

Otra de las rutas descritas cartográficamente fue la que tuvo como punto de partida la ciudad
comercial de Cholula, pasando por la fortaleza de Tochtépec, donde los mercaderes eran recibidos
con altos honores; para posteriormente dirigirse hacia las costas del Océano Pacífico, donde debían
pasar por el punto más peligroso de su recorrido: la región de los zapotecas y los nativos de
Chiapas, quienes se mostraban reacios a la presencia de los mercaderes mexicas, situación
contraria al trato cordial que prevalecía con los nativos de la región del golfo-Caribe y el conjunto de
los poblados que integraban la amplía región mesoamericana.
La talasopolítica en la proyección imperial mexica

Considerando lo anterior, los criterios de la proyección geopolítica del imperio mexica,


dependerán en gran medida de la visión de sus dirigentes, es decir, de la intuición política del

campaña tenían misiones bastante delicadas para los fines de la defensa y la seguridad de todo el reino mexica. Ver más al
respecto en Secretaria de Marina, op.cit, p. 93.
30
En lo que respecta al eficiente y expedito sistema de envíos, los estafetas eran los encargados de recorrer enormes
distancias en el menor tiempo posible para cumplir con la demanda de pescado fresco proveniente de los litorales sobre el
mar Caribe, para acompañar los suculentos banquetes del rey en la Gran Tenochtitlán. Krickerberg, op.cit., p. 60.
18
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tlatoani y de la corte imperial para engrandecer y ensanchar sus dominios territoriales; no sólo a
partir de la adhesión de nuevas entidades a la gran confederación, sino además como parte de esa
activa y destacada presencia (diplomática, comercial, cultural, marítima, etc.) que alcanzaron entre
los vecinos mesoamericanos, e incluso entre los entonces imperios Chibcha e Inca, precisamente
en la parte norte del actual territorio sudamericano.

Bajo esa lógica, el proceso de construcción del relativamente joven imperio mexica o de la
gran Tenoctitlán, alcanzó una excepcional dimensión tanto territorial como poblacional, misma que
le permitió ensanchar sus fronteras al limitar al oeste y al sur por el Océano Pacífico, al sudeste, por
la actual Guatemala, al norte por la Huasteca y al noroeste por las tribus nómadas que existían en
los actuales estados de San Luis Potosí, Zacatecas y Nayarit, incluyendo además los estratégicos
territorios mayas ubicados en los actuales estados de Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana
Roo, quienes en su conjunto integraban el vasto territorio imperial mexica hasta la llegada de los
primeros navegantes españoles a tierras del Nuevo Mundo31.

Lo anterior, entonces, permite observar la creación de lo que en geopolítica se denomina


como un heartland (corazón continental) a partir de esa amplísima área de dominio territorial en
poder de la élite mexica, esto mismo en alusión a lo que a comienzos del siglo XX estableció el
geopolítico británico, Hartford Mackinder acerca de la “gran isla”, enfatizando en la importancia que
reviste para un extenso dominio territorial, no sólo la identificación estratégica de su área pivote, en
nuestro caso, el centro de poder en Tenochtitlán; sino además, considerar como parte de su
condición vital de defensa, la consolidación de un efectivo sistema de intercomunicaciones (sean
estas terrestres, fluviales o marítimas) y por supuesto, instrumentos tecnológicos de vanguardia
mediante los cuales se pueda garantizar la sobrevivencia perenne del mencionado imperio32.
De la geopolítica lacustre a una geopolítica marítima
Ante estos hechos, la condición que adquiere el imperio mexica al convertirse en un auténtico
heartland, nos permite elaborar un análisis cada vez más puntual a partir de sus condiciones
intrínsecas de poder hasta sus formas de establecer contacto con lo que vendría a ser su “mundo
exterior”, todo esto desde una perspectiva talasopolítica que infiere, precisamente en la relevancia
que hasta la fecha actual adquiere el territorio mexicano bajo la condición de país bioceánico.
En ese sentido, la talasopolítica nos vincula con lo que advirtieron los cronistas del México
antiguo, acerca de que la historia de nuestro país tuvo sus inicios en el mar, tal vez desde el mítico
Aztlán, el llamado “lugar entre las aguas” o a través de las islas, recordemos que fue precisamente
en la Isla de Cozumel donde se celebró la primera misa católica, tras la retirada de imágenes
relacionadas con las deidades de los pobladores nativos para ser remplazadas por la colocación de
un crucifijo33.
Este tipo de remembranzas sobre la salida de los mexicas de Aztlán, cruzando
necesariamente un cuerpo de agua, tal como se interpreta en la escena pintada en el Códice Boturini
hasta encontrar la ciudad-imperio en una zona lacustre; manifiesta desde entonces la navegación
para la sociedad mexica, no sólo para el traslado de sus pobladores y de sus mercancías de un lugar

31
Esto sin dejar de considerar las incursiones guerreras y actividades comerciales que llegaron a realizar hasta el actual
Istmo de Panamá, evitando con ello una usurpación de las autoridades mexicas en los territorios comprendidos en la actual
faja Centroamericana. Ver más en Gutiérrez, op.cit., pp. 10-14.
32
Sobre la teoría del heartland, se recomienda leer Harlford Mackinder. “El pivote geográfico de la historia”, en Geopolítica (s)
Revista de Estudios sobre espacio y poder, Madrid, Universidad Complutense, Vol. 1, núm. 2., 2010, pp. 301-319.
33
Ver más detalles en Martín Reyes Vayssade (coord.) Cartografía histórica de las islas mexicanas, México, Secretaria de
Gobernación, 1992, pp.13-14.
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El contenido de la presente publicación refleja los puntos de vista del autor,
que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
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a otro, sino además como un mecanismo esencial para la defensa y custodia del territorio ante
posibles ataques, lo mismo que como una forma de expandir a través de este medio su poderío e
incidir en la esfera política y económica del conjunto de los pueblos incorporados a esta gran
confederación34.
Una confederación que tuvo lugar en medio de los lagos de la meseta central, permitiendo el
desarrollo de lo que se podría denominar una “geopolítica lacustre”, misma que sirve para explicar la
visión marítima de un imperio desde el medio natural que le brindan sus lagos, en este caso uno de
agua dulce llamado Chalco, el otro de agua salada denominado Texcoco, además de los lagos de
Xochimilco, Zumpango y Xaltocan; donde se fueron estableciendo áreas de embarque para
numerosas canoas, además de canales que ayudaron a la conformación de una especie de
península, en la cual se fueron asentando las cortes de Texcoco y Tlacopan con obediencia a la
corte central de Tenochtitlán35.

Sobre el mismo tema, Emiliano Melgar Tísoc, opina que para los grupos del altiplano central
mexica, la idea del factor marítimo se encontraba explícito en la dimensión misma alcanzada por
sus colosales lagos, al que se referían como “la gran agua” (ueyatl). Siendo este un fenómeno muy
parecido al de los pobladores del altiplano andino, quienes alejados de las costas del Océano
Pacífico, concibieron al mar desde la perspectiva que les brindaba también su gran lago, al que
llamaban hatun-cocha, los pobladores mochicas, chimues y chinchas, pertenecientes al imperio
Inca.

En consecuencia, los grupos del altiplano de ambas regiones (mexica e inca) concibieron el
mar como un gran lago, cuyo comportamiento difiere de la imprevisible conducta del mar a partir de
su constante dinamismo, representado en sus mareas, corrientes marinas, vientos y huracanes; lo
cual contrasta con las impresionantes ventajas y el dominio alcanzado por los pobladores de las
regiones costeras, siendo un ejemplo de ello, la cultura maya, dotada de una singular experiencia
en lo que se refiere al tema de la navegación marítima.
Sin duda alguna, la condición lacustre del centro tenochca, esa misma a la que Hernán
Cortés denominó a su llegada “la Venecia prehispánica”, se le atribuye con acierto la magnificencia
de destacadas obras de ingeniería hidráulica a través del diseño de diques, albarradones, chinampas
y canales, estos últimos convertidos en auténticas avenidas; mediante las cuales se logró modificar
su hábitat y construir sobre los islotes el más destacado centro de poder con predominio en toda la
región Mesoamericana. Una gran metrópoli que sucumbió, al convertirse en escenario de la primera
guerra naval del continente, cuando los pobladores mexicas se enfrentaron en estas mismas aguas a
los trece bergantines españoles y a las miles de canoas indígenas provenientes de los pueblos
aliados a Cortés36.

34
De ahí que “la navegación fue fundamental en el desarrollo de grandes civilizaciones, desde la primera reconocida:
Olmeca, hasta las que encontraron los conquistadores en el Altiplano Central de México, pasando por la maya y las del
occidente y oriente de Mesoamérica”. Ver más en María Eugenia Romero, “La navegación en el mundo prehispánico”, en
Gran Historia de México Ilustrada, México, Coproducción de Planeta de Agostini-INAH-CONACULTA, Tomo 1, 2002, p.
362.
35
Ibid.
36
Debe precisarse que las canoas utilizadas para navegar en ríos, lagos y mares no eran las mismas. Había diferencias
estructurales entre las utilizadas para la navegación lacustre y la marina: las canoas fluviales podían ser muy bajas y
largas; mientras la marítima requiere de mayor altura y ser más corta para facilitar el transporte de personas y mercancía.
La navegación practicada por los indígenas se puede clasificar en fluvial y marítima. La primera es la que se efectúa en
ríos, canales y lagunas, ampliamente desarrollada en el Centro de México por los mexicas; mientras que la marítima
alcanza su mayor expresión en el área maya, cuya navegación fue de cabotaje o costera. Ver más al respecto en María
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Fueron también las aguas del gran lago, las mismas que proyectaron las ambiciones del
poder naval y mercante de los mexicas a través del despliegue que hicieron sus diplomáticos,
comerciantes y guerreros, todos ellos interesados en la conquista de nuevos territorios allende sus
fronteras y de camino al lejano sureste, justamente en dirección al mundo maya. Lugar donde se
encontraron con nuevas posibilidades para el intercambio comercial y el aprovisionamientos de
recursos esenciales, comenzando por la más importante de las proteínas vegetales hasta nuestros
días: el maíz (tlaolli o centli), aunado al hule, el chocolate, las plumas de quetzal y aquellos
alimentos provenientes del mar37.
La proyección continental marítima y naval del México prehispánico: lecciones para el siglo
XXI

Esta condición de avanzada de los mexicas en busca de mayores suministros e insumos


para su cada vez más demandante y exigente población, facilitó el encuentro con la que Leopoldo
González considera, “la muy vasta y espectacular tierra maya. Cuyos confines, final y gradualmente
se van estirando y estrechando, ni más ni menos, entre los dos gigantescos océanos. Justo donde
nace y se crea Mesoamérica o la parte central de América”, imposible de prescindir y de la cual
depende también el intercambio con las islas del Mar Caribe y la parte continental que corresponde
a Centroamérica. Siendo esta la descripción geopolítica más adecuada, en la que se muestra la
importancia que hasta el día de hoy reviste la condición bioceánica de México, convirtiéndola según
los propios nativos en una prominente “tierra entre las dos aguas”38.

Una tierra prominente donde en su margen más angosto, la cultura maya supo elevar una
espléndida civilización. Cuyo legado quedó inscrito en sus enormes edificios piramidales, en sus
códices, en la pictografía de sus obras, pero también en el importante desarrollo de la navegación
de cabotaje que les permitiría encaminarse en dirección a los vecinos pueblos de Centroamérica y
la parte norte de Sudamérica, motivo suficiente para que recibieran el apelativo de “fenicios del
Nuevo Mundo”.

Eugenia Romero y Susana Gurrola, “la navegación maya en el caribe mesoamericano”, en España y Nueva España: sus
acciones transmarítimas, México, INBA, Universidad Iberoamericana, Centro de Estudios de Historia de México.
37
Linda Shele y David Freidel, Una selva de reyes. La asombrosa historia de los antiguos mayas, México, Fondo de Cultura
Económico, México, 2011.
38
González, “reflexiones sobre las etapas geopolíticas…op.cit. pp. 103-105.
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Fuente: Imagen de la navegación prehispánica, Museo Histórico Naval de Veracruz, Secretaria


de Marina, Veracruz (México).

Según lo explica la experta en navegación antigua, María Eugenia Romero, cuando se habla
de la navegación prehispánica, se trata de un sistema formalmente establecido, que implicó
experiencia en el arte de navegar, conocimiento del entorno donde se realizó y no sólo ser una
actividad menor que les permitía pescar y trasladar personas y mercancías, sino que por supuesto
contribuya en los criterios de defensa y seguridad de un lugar, además de su predominio sobre
otros.

Bajo ese modelo, los mayas lograron consolidar un original y muy efectivo sistema de
navegación, atribuido al conocimiento de su entorno y al aprovechamiento del mismo, tal como se
puede observar en el uso que le dieron a las caletas naturales para el establecimiento de puertos de
abrigo donde las embarcaciones podían fondear, como son los casos de Xelhá, Xcaret, Yalkú, Xaac
y San Miguel, en Cozumel. Al tiempo que construyeron muelles y diques permanentes para facilitar
el embarque de mercancías, y mediante la apertura de canales artificiales unieron cuerpos de agua
que originalmente no tenían comunicación.

Sobre sus embarcaciones, los mayas viajaban en grandes canoas que alcanzaban un largo
de 20 ó 30 metros, fabricados con maderas de cedro. Las cuales utilizaban para efectuar largos
viajes costeros de hasta 4,000 kilómetros de distancia, que cubrían la ruta desde Tampico hasta
Panamá por el Océano Atlántico y de Tehuantepec a la Península de Nicoya por el Pacífico, sin
dejar de lado los viajes a las Antillas, siendo un ejemplo de ello, la actual isla de Puerto Rico, donde
se han encontrado vestigios mayas como tambores, pelotas de hule y el uso de flores para la
decoración de los danzantes, entre otros objetos39, siguiendo las siguientes rutas que aparecen en
el mapa:

Fuente: Mapa sobre rutas de cabotaje de los mayas. Museo Histórico Naval de

Veracruz, Secretaria de Marina, Veracruz (México)

39
Romero y Gurrola, op.cit., y Vivó, op.cit. p. 89.
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De este modo, los “fenicios de América” lograron un amplio despliegue comercial,


destacándose la ruta de Tabasco a Honduras, durante los años comprendidos entre el 1200 a 1521
DC.; convirtiéndose en un trayecto de por sí riesgoso en medio de los imprescindibles vientos y la
aparición de arrecifes traicioneros, según lo constatan los resultados de las investigaciones de
naufragios en todo este trayecto.

A calor de estos mismos hechos, los cronistas europeos, entre ellos Bernal Díaz del Castillo,
afirmaron haber visto “cinco canoas grandes llenas de indios naturales de aquella población (cabo
Catoche), que venían a remo y vela”. En canoas hechas con maderas gruesas y cavadas por
dentro, todas hechas de un madero macizo, en las que viajaban entre cuarenta y cincuenta indios40.
Hubo otros quienes también se asombraron de la enorme cantidad de canoas que transitaban por
las costas, lagunas y ríos en la región de predominio de los mayas. Entre ellos, el hijo de Colón, a
quien le llamó la atención los diversos usos que los indios les daban a las canoas, empleándolas
tanto para la guerra como para el comercio.

Precisamente en 1502, los españoles tuvieron su primer contacto con la civilización maya,
cuando Cristóbal Colón, en su cuarto y último viaje, se encontró en el golfo de Honduras, con una
pesada canoa mercante maya, de esas que navegaban entre dicho golfo y Veracruz. La reacción
inmediata de Colón fue apresar a sus 25 ocupantes, a quienes les quitó sus ricos atuendos, les
sustrajo sus mercancías, mantas, paños, macanas con filosas puntas de obsidiana (piedra
volcánica parecida al vidrio), hachas de cobre, cacao, conchas coloradas y lo que perecia ser una
especie de vino o cerveza de maíz41.

Fuente: Museo Histórico Naval de Veracruz, Secretaria de Marina,

Veracruz (México).

Entre tanto, la ruta de los navegantes indígenas del lado del Pacífico se iniciaba en
Tehuantepec y el Soconusco con dirección a los territorios incas de Huanchaco y Chincha. Lugares
donde se han encontrado vestigios de las culturas mesoamericanas en objetos como macanas,
bolas de barro para cerbatanas, lanzas e incluso en la escritura pictográfica, en la construcción de

40
De este modo, la navegación también constituyó un ámbito de poder, pues se sabe que los putunes, un grupo maya
chontal procedente de Tabasco, comerciaban por la vía marítima y por un considerable tiempo dominaron y controlaron
las rutas y el comercio por esta vía que enlazaba el Golfo de México con el de Honduras, lo que en gran parte les permitió
enseñorearse sobre poblaciones más desarrolladas que ellos. En Romero, op.cit., pp. 361-371.
41
Ibid., pp. 365-366.
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casas sobre plataformas o en rituales como el baño a vapor. En ese mismo intercambio, llegaron
desde el sur los diferentes tipos de papas o patatas que serían enseñadas a cultivar en el centro del
continente. Y, de igual manera ocurrió hacia el sur con el maíz, los frijoles, los jitomates, las
calabazas y los chiles, propios de los agricultores del sistema mesoamericano, enseñados a cultivar
y aprovechadas para su alimentación por parte de los pobladores andinos.

Derivado de este intenso intercambio entre mesoamericanos e incas, la navegación de


norte a sur que anteriormente describimos, alcanzó una mayor relevancia, si consideramos las
tremendas dificultades del tránsito por vía terrestre. Precisamente al encontrarse como obstáculo
geopolítico el imperio Chibcha (donde se ubica la actual Colombia), convertido en una especie de
estado tapón, intermedio e infranqueable por sus selvas, siendo una de las más prominentes la del
Darién cercana de la actual frontera con Panamá y sus abruptas serranías como la del Chocó a un
costado del Océano Pacífico, mismas que impiden una uniformidad cultural terrestre continua que,
inclusive, ni los españoles con sus caminos para carreteras durante la época colonial, ni los
estadounidenses en décadas recientes han podido superar a través de la construcción de
carreteras como la panamericana42.

Simultáneo a este connotado desarrollo marítimo mesoamericano, en Asia, los chinos


implementaban un prominente sistema de navegación, al mando de Zheng He, encargado de
diseñar una poderosa flota naval, la afamada “flota del tesoro”, que izó sus velas en 1405. Se trató
de un proyecto ambicioso, costoso, pero redituable, inspirador del poder marítimo de los chinos,
quienes durante algún tiempo se encargaron de construir verdaderos jardines flotantes, 4 a 5 veces
más grande que las carabelas fabricadas por los portugueses a través de las cuales los españoles
llegarían a tierras del Nuevo Mundo, varias décadas después de que los chinos hubieran visitado en
sus propias embarcaciones, aproximadamente en 1421, algunos lugares del continente
americano43.

El combate naval y el ocaso de la geopolítica imperial mexica

Respecto al boato alcanzado por el imperio mexica, este descansaría durante mucho tiempo
en los recursos que obtendría del exterior hasta su declive con la llegada de los españoles a partir de
1521. Año en comenzarían a revelarse varios de los señoríos sometidos al poder central de
Tenoctitlán con el apoyo de un foráneo como Cortés, lo que a su vez generó toda una estrategia de
bloqueo y aislamiento del área pivote del que había sido para un entonces un auténtico heartland, tal
como se ilustra en el siguiente mapa sobre la ruta de Cortés:

42
Leopoldo González Aguayo, “La geopolítica de América Latina”, en Revista Relaciones Internacionales, México,
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, No. 56, octubre a diciembre, 1992, p. 99.
43
Lo que les permitió realizar visitas diplomáticas a Java, Sumatra, Sri Lanka, Kerala y al suroeste de la India, convertido
entonces en un centro comercial de joyas y jengibre, pimienta, canela y cardamomo. Sobre algunos otros aspectos del
expansionismo chino durante la dinastía Ming, se recomienda la obra de Gavin Menzies, 1421. El año en que China
descubrió el mundo, Barcelona, Editorial Random House Mondadori, 2005; y Val Ross, El asombroso camino de los
mapas. Grandes historias de cartógrafos y exploradores, Caracas, Los libros de El Nacional, 2005, pp. 22-32.
24
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Fuente: Mapa sobre la ruta de Cortés, Museo Histórico Naval de Veracruz, Secretaria de Marina,
Veracruz (México).
Se trataba pues de un centro de poder convertido en una isla, prácticamente equidistante a
los principales centros de tierra firme, por lo que se constituía en una especie de fortaleza
acordonada por el agua de los lagos. Una condición favorable, pero a la vez riesgosa en caso de ser
sitiada por sus adversarios, capaces de frenar la entrada de cualquier suministro básico como
alimentos, agua dulce y materias primas, que se traían de las regiones adyacentes a los lagos o de
tierras más lejanas.
Lo cierto es que no pasaría mucho tiempo para que se registrara en este mismo lugar, el primer
combate naval que, según comentan las crónicas de la época, se dio a 2,200 metros sobre el nivel
del mar durante el sitio que impuso Cortés a la Gran Tenochtitlán en el lago de Texcoco, y que según
los relatos de Fray Bernardino de Sahagún, se inició el 10 de mayo de 1521 y se prolongó durante
cerca de 95 días. Tratándose de un verdadero forcejeo en medio del agua lacustre, entre un
reducido número de hombres al mando de Cortés, quienes al final lograron superar a los guerreros
mexicas, quienes se defendían con mazos, palos de madera con una punta de obsidiana, dardos y
flechas a diferencia de españoles, poseedores de armas de mayor sofisticación como mosquetes y
culebrinas44.
A lo anterior habría que añadir que, los escasos jinetes del ejército español fueron
importantes más bien desde el punto de vista psicológico que del estratégico, pues los caballos
inspiraban gran temor a los indígenas, por lo menos al principio, porque les eran desconocidos los
hasta entonces animales de montura.
No cabe duda que para Cortés, su llegada al centro mexica implicó con anterioridad el diseño
de una tremenda estrategia de combate. Una dedicación absoluta para la fabricación de los
bergantines y un recuento exhaustivo de sus efectivos militares comenzando con el apoyo de los
navíos de Francisco de Garay, Pedro Barba, Rodrigo Morejón de Lobera, Alderete, Orduña y otros,
así como de los aliados indígenas, reuniendo un número de efectivos bastante grande de 86
soldados a caballo, 118 ballesteros y escopeteros, 700 peones o infantería, 3 cañones gruesos de
hierro, 15 de bronce y 10 quintales de pólvora. Mientras que los aliados indígenas de Tlaxcala,
Huejotzingo, Cholula y Chalco, estos llegaron a más de 150 mil hombres que decidieron
acompañarlo.

44
Sobre el plan y la técnica que emplearon los españoles durante esta cruenta batalla, la mano de obra y el transporte
perteneció a los pueblos indígenas aliados. En aquella larga procesión que transportó los bergantines de Tlaxcala a
Texcoco, los soldados españoles dirigieron y vigilaron el movimiento de los mismos por plena tierra firme, ya que iba en
contra de sus principios, participar en el trabajo rudo; para lo cual se utilizaron a los miles de indios aliados. Ver más al
respecto en Historia de México, Barcelona, Salvat Editores, Tomo IV y Leticia Rivera Cabrieles, “La Conquista de México:
hechos militares. Problemas étnicos”, en Revista del Centro de Estudios Superiores Navales, México, Secretaría de
Marina-Armada de México. Número 98, mayo-junio de 1996. pp. 1-13.
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Entre tanto, los tres señores de la Triple Alianza, Cuauhtémoc, Coanácoch y Tetlepanquétzal,
lograron reunir en el centro de Tenochtitlán alrededor de 300 mil hombres y miles de canoas para
afrontar el sitio. Tratando de resguardar a como diera lugar la ciudad-estado, siendo una táctica
defensiva el aumentar las cortaduras de las calzadas y abastecer sobre todo de víveres, armamento
y todo tipo de pertrechos para el inminente combate45.

Sin embargo, uno de los principales problemas a los que se enfrentaron las autoridades
mexicas en vísperas a este fatídico encuentro, se debió al rompimiento de las alianzas internas. Un
hecho que propició de inmediato una estrepitosa caída del poder de la gran Tenochtitlán, al momento
en que se fueron apartando los líderes de los señoríos de Texcoco para ubicarse del lado de las
fuerzas españoles, igual que los tlaxcaltecas, como una forma de demostrar su rotundo rechazo y el
resentimiento de años hacia las medidas centralistas de la élite tenochca. De modo que, ante la
ruptura con Texcoco y el levantamiento de Xochimilco, sólo quedaban en Tenochtitlán los mexicas y
los tlatelolcas, quienes se veían cada vez más limitados para obtener, por ejemplo, el paso de agua
dulce a la ciudad, lo que se vino a complicar con el asalto que hiciera Cortés a Iztapalapa tanto por
tierra como por agua, al poner en uso sus bergantines.
Durante el desarrollo de los acontecimientos, los pueblos de las chinampas como Xochimilco,
Churubusco, Mexicaltzingo, Mixquic, Cuitláhuac, Iztapalapa y Coyoacán, que al principio combatieron
valerosamente a los españoles, defendiendo a Tenochtitlán, terminarían por darle la espalda y
ofrecerse como aliados de los invasores y luchar contra los sitiados en medio del temor de ser
reconocidos como aliados del ya casi extinto imperio, y perder a futuro ciertas prerrogativas por parte
del que se avizora fuera el nuevo poder imperial al mando de la corona española.
En medio de estos hechos, la eficacia del combate naval logró desbaratar una flota de 500
canoas con gran facilidad, al utilizar un solo disparo con uno de los cañones instalados por los
españoles y sus aliados. Mientras tanto, los guerreros y pobladores mexicas presenciaban con
desesperación que sus canoas, arcos y flechas no podían competir con la artillería y las tácticas
españolas, ya que los barcos desempeñaron un papel similar al de la caballería en tierra, lo que al
final propició la rendición de Tenochtitlán, el 13 de agosto de 1521, poniendo punto final al México
Prehispánico.
Era entonces el final del más poderoso de los imperios del mundo prehispánico. El mismo
que había logrado poseer una poderosa ideología con un arraigado sentimiento de superioridad; el
mismo que había sido capaz de articular un original sistema de alianzas con los reinos vecinos y
distantes, incluso con los del mundo Inca; a partir de un excelente binomio conformado por sus
connotados diplomáticos y comerciantes (pochtecas), al tiempo que de sus guerreros (tequihuas),
quienes en cumplimento de lo dictado por el tlatoani, la autoridad central, lograron expandir los
intereses políticos de un imperio construido sobre el “mar lacustre”, tras varios años de peregrinar
hasta el lugar mítico donde se estableció por fin, la Gran Tenochtitlán.

En lo que concierne al componente talasopolítico, ese mismo que nos acerca a la visión
política de los mares, no cabe duda que para los mexicas, su proyección continental marítima se
inició con los lagos de la meseta central, pero alcanzó su mayor predominio a través del destacado
papel que realizaron los mayas, los llamados “fenicios de América”, cuya experiencia en la
navegación de cabotaje, propició un amplio dominio de las aguas del Mar Caribe y de las rutas

45
Rivera Cabrieles Leticia, “Estrategia política y militar en la conquista de la Gran Tenochtitlán”, en Revista del Centro de
Estudios Superiores Navales, México, Secretaría de Marina-Armada de México, número 1, 2007.
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comerciales en dirección norte-sur sobre el Océano Pacífico; y cuya remembranza sigue presente
en el propio escudo del CESNAV, exaltando con orgullo la importancia de la navegación
prehispánica en la vida presente de nuestros marinos mexicanos46.

III. APLICACIONES DE LA GEOPOLITICA PREHISPANICA EN LA


PROYECCIÓN DE MEXICO PARA EL SIGLO XXI

Una vez comprendidas las raíces geopolíticas prehispánicas, siendo este un periodo tan
singular y único para el devenir futuro del Estado mexicano, resulta pertinente extraer sus
componentes más importantes con el objetivo de valorar el significado de los hechos que le
permitieron alcanzar su proyección imperial, allende de sus propias fronteras.

En ese sentido, la singularidad de estos hechos del pasado no son más que el reflejo de lo
que en esencia caracteriza a México hasta los tiempos presentes. Sin embargo, el problema radica
en la escasa noción y la poca valoración que le damos al quehacer geopolítico de esos primeros
pobladores y de sus líderes, quienes fueron capaces de elaborar una auténtica estrategia para
garantizar la sobrevivencia de los suyos, y al mismo tiempo hacer prevalecer su domino sobre otros
pueblos. Algunos cercanos, pero también lejanos, tal como se describe en las crónicas acerca de la
supremacía alcanzada en poblados de Centroamérica hasta estrechar sus vínculos con los nativos
en las inmediaciones de los actuales países de Ecuador y Perú.

De este modo, la contribución de esta primera etapa de la geohistoria de México bajo el


esplendor de los mexicas y de los mayas, se convierte en un punto de arranque fundamental para
quienes aspiran a contribuir en el desarrollo de una auténtica escuela geopolítica mexicana, ya que
justamente se trata de una etapa de inicio, altamente representativa, la cual señala elementos
claves para la comprensión de la geopolítica de nuestro país; dentro del cual se destaca un factor
esencial como lo es territorio, lugar donde se posa el Estado, el cual se caracteriza por su
excepcional y estratégica ubicación en un punto de la geografía planetaria.

La importancia del territorio desde la etapa prehispánica a la actualidad

Bajo esta premisa, el territorio se convirtió desde un inicio en un componente fundamental


para sus pobladores, ya que encarna de forma material la benevolencia de un ser divino hacia sus
seguidores, quienes guiados por su mandato, acatan y emprenden una incesante búsqueda hacia
esa que consideran “la tierra prometida”. Se trata de un aspecto que a la luz de la experiencia mítica
de los mexicas, nos conduce de inmediato a un lugar mítico como lo fue Aztlán, y más tarde a la
emblemática ciudad de Tenochtitlán. Considerado desde entonces el lugar elegido, esa tierra
promisoria, la misma que aun con el correr de los siglos continúa siendo el principal centro de poder
de los mexicanos, capaz de albergar los poderes y las instituciones más representativas y
decisorias en el destino político de esta federación.

En medio de esto sobresalen dos importantes influjos geopolíticos. El primero que hace
alusión a la existencia de un mito fundacional, siendo este un aspecto sumamente importante del
cual no muchos pueblos se pueden privilegiar, sin embargo, en nuestro caso, los pueblos
prehispánicos legaron uno que se sigue manifestándose en los símbolos patrios como es el escudo;

46
En Leticia Rivera Cabrieles, “El aniversario del Centro de Estudios Superiores Navales”, en Revista del Centro de
Estudios Superiores Navales, México, SEMAR, enero-marzo, 2010, pp. 15-20.
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lo que le recuerda a las generaciones presentes y venideras su pasado mítico, el momento de la


designación divina del lugar escogido a través de la presencia de un águila posada sobre un nopal,
devorando una serpiente (Quetzalcoalt) en medio de un islote rodeado de agua.

Se puede afirmar que se trata de un mito fundacional único. El cual se convierte en un


elemento simbólico para la concreción de la unidad nacional mexicana, al igual que lo es para los
israelitas la reivindicación de la tierra de Sion como designación y promesa de su dios. Un hecho
que no escapa de la cosmovisión de otros pueblos, los cuales siguen reivindicando su propio mito
fundacional como una expresión de poder e incluso de su superioridad sobre otros como sucede
con los estadounidenses, quienes se consideran asimismo como la tribu perdida de Israel. No se
quedan atrás los brasileños, quienes se adjudican ser el Jardín del Edén, una especie de “paraíso”
escogido por Dios, debido a las excepcionales condiciones naturales de su geografía. Mientras que
para los países andinos, su mito fundacional deviene en algunos de los casos de autoproclamarse
la tierra de El Dorado47.

En lo que respecta al segundo influjo geopolítico, se trata de las condiciones geoestratégicas


que ofrece la gran ciudad de Tenochtitlán. Convertida en un auténtico centro de poder, localizado
en medio de impresionantes lagos, lo que la convertía una verdadera capital imperial; aspecto que
además nos remite a identificar la manera en que en ese momento, sus máximos líderes, esos
visionarios, quienes lograron contrarrestar los efectos de una serie de obstáculos geopolíticos.
Similares a los que actualmente enfrenta la Ciudad de México, construida y reconstruida desde
tiempos ancestrales sobre las aguas lacustres, lo que da la idea de los retos que se avizoran a
futuro, siendo los más significativos aquellos que se vinculan con la posibilidad de inundaciones y la
tendencia a hundimientos devastadores.

El valor de la educación en los fines geopolíticos del Estado

En el pasado, la forma de hacer frente a esos primeros desafíos para la sobrevivencia en


común de los pobladores de la gran metrópoli, implicó la ejecución de toda una estrategia
acompañada de verdaderos planes de ingeniería. Con lo cual, la élite mexica tuvo que apoyarse en
el conocimiento de sus ingenieros hidráulicos, diestros en el diseño de obras colosales que
interconectaban la isla central mediante calzadas, convertidas en impresionantes avenidas que se
extendían en dirección a las riveras continentales. Haciendo que dicha infraestructura fuera el
medio facilitador para la movilidad, el intercambio comercial y la vigilancia permanente de la isla,
convertida en el centro de poder con respecto a su entorno exterior, esa especie de rimland, donde
se sitúan todo tipo de amenazas y vulnerabilidades a la que vendría a ser su estabilidad interna.

Lo anterior hace pensar en la necesidad de que en efecto, la dirigencia política de cualquier


Estado, pero más aún la de aquel que pretenda sobresalir sobre otros, no sólo por su grandeza
territorial, poblacional, cultural, militar, etc., deberá apoyarse sobre un pilar fundamental en todos los
tiempos como ha sido la innovación tecnológica. La cual compete en gran medida a la conformación

47
Se recomienda para conocer a detalle el asunto del mito fundacional en el caso del Brasil a Marilena Chaui, Brasil. Mito
fundador e sociedade autoritária, Sao Paulo, Editora Fundacao Perseu Abramo, 2004, pp. 57-61. Mientras que para el
caso estadounidense, se sugiere la obra de Paul Johnson, Estados Unidos. La historia, Barcelona, Liberduplex, 2001, pp.
23-32. Además de Karen Farrington, Atlas Histórico de las Religiones, Madrid, Edimat libros, 2004. Y finalmente, sobre el
mito del Dorado, se sugiere a Miguel Ángel Urrego Ardila, La crisis del Estado Nacional en Colombia. Una perspectiva
histórica, México, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2004, p.
104.
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que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
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idónea de cuadros académicos, versados en todas las áreas del conocimiento, lo que se traduce en
el potencial que albergan las universidades dedicadas a instrumentar los medios precisos para la
solución de los problemas con los cuales pueda evitar vulnerar la convivencia de cualquier entidad
social.

Retomando esta misma idea, queda claro que la dirigencia política de un Estado requiere
apoyarse en sus propios cuadros académicos, lo que a su vez favorece y genera una condición de
prestigio del propio Estado frente a otros, tras convertirse en una expresión de poder mediante sus
propias instituciones académicas, las cuales en algunos casos pueden convertirse en una
representación de los intereses de la nación. Este mismo hecho se explica, hoy por hoy, en la
desafiante competencia que manifiestan países con cierto grado de supremacía regional como se
da en el caso de México y Brasil a través de sus respectivas universidades; al igual que compiten
entre sí las universidades anglosajonas, europeas, pero también con respecto a las asiáticas, las
rusas, latinoamericanas, entre otras48.

La población como un factor clave en el diseño geopolítico del Estado

Siguiendo con la reflexión del legado geopolítico prehispánico y de su incidencia en los


tiempos actuales, sin duda alguna, otro factor vital para el Estado, además del territorio al cual
hemos hecho mención tiene que ver con el asunto de su población. Siendo este un influjo
determinante, más aún cuando hablamos de un elevado crecimiento demográfico, una constante
que no ha desaparecido y que nos ubica a nivel mundial entre los países con un importante número
que alcanza los 115.000.000 de habitantes (2012) y dentro del cual, su propia capital sigue siendo
considerada como en el pasado prehispánico, una auténtica metrópoli, capaz de aglomerar a por lo
menos 20.000.000 ciudadanos.

Se trata de un indicador que a su vez nos permite competir numéricamente frente a otras
ciudades a nivel mundial a partir de su elevada tasa demográfica, colocando en los primeros
lugares a ciudades como Tokio con 37.2 millones de habitantes, seguida por Delhi con 22.7
millones, la Ciudad de México y Nueva York, las cuales comparten la tercer posición con 20.4
millones, seguida por Shangai con 20.2 millones y Sao Paulo con 19.9 millones de habitantes49.

Ciertamente en la etapa prehispánica se hablaba de ciudades densamente pobladas,


algunas como Teotihuacan que eran capaces de albergar, incluso, auténticos “barrios
cosmopolitas”, lo que daba la idea de ese fluido intercambio entre distintos pueblos que se sentían
atraídos por el “desarrollismo” de importantes ciudades ubicadas en la parte central, en el área que
comprende el Valle de México. Una situación que no dista mucho de lo que acontece en la
actualidad, debido a su elevada concentración poblacional, más aun cuando el 78% de los
habitantes sigue viviendo en zonas urbanas, principalmente en las áreas céntricas del Valle de
México, seguido por Guadalajara, Monterrey, Puebla, Tlaxcala y Toluca.

48
Con relación a las principales Universidades de América Latina, según el QS University Rankings, la escala para el
2012 es la siguiente: 1- Universidad de São Paulo (Brasil), 2- Pontificia Universidad Católica de Chile (Chile), 3-
Universidad Estatal de Campinas (Brasil), 4-Universidad de Chile (Chile), 5 Universidad Nacional Autónoma de México
(México).

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Esto es importante, más aún en la elaboración de un diseño geopolítico de Estado, pues da


cuenta de la necesidad de observar por parte de su dirigencia o de sus líderes políticos, la manera
en que se encuentra configura y distribuida su población sobre el territorio. Un hecho que nos lleva
también a precisar la existencia o no de “lugares vacíos” en la geografía nacional, los cuales
necesariamente habría que considerar, sobre todo con la finalidad de evitar que la jurisdicción de
estos llamados territorios vacíos, pueda quedar en manos de actores al margen de las instituciones
legítimas, designadas para el ejercicio soberano que compete al Estado50.

Una forma de evitar eso que podría ser un “abandono o descuido” de las autoridades
centrales de esos territorios poco habitados y además distantes, sería la de establecer un
planeamiento adecuado de sus comunicaciones y de sus transportes a través de medios de
interconexión, ya fuera por vía telefónica, digital, satelital, portuaria, aduanal, recreativa,
habitacional y hasta ecológica, etc., mediante los cuales se puedan enlazar aquellos centros de
poder o en su defecto, las principales ciudades aledañas a cada una de esas zonas apartadas,
incluyendo a las islas que se ubican tanto del lado de los océanos del Pacífico como del Mar Caribe
y del Atlántico.

Así, y con la finalidad de alcanzar este mismo propósito, el Estado Mexicano deberá destinar
los recursos suficientes para el planeamiento y la ejecución de esta serie de acciones que
conduzcan al logro de lo que se conoce como la integración nacional. Acuñando de cierta manera
el modelo geopolítico que en su momento implementó la dirigencia romana, bajo la idea de que
“todos los caminos conducen a Roma”, a su capital, siendo este un mecanismo de control
hegemónico que contribuyó durante siglos a ejercer su dominio sobre esos nuevos territorios que se
fueron incorporando a su órbita de poder, consolidando su presencia sobre tres continentes
comenzando por Europa, Medio Oriente y el norte de África.

Hacia una mayor internacionalización de México en el siglo XXI

Tal reflexión nos lleva a pensar que, la geopolítica seguirá contribuyendo a través de sus
respectivos métodos a encontrar formas idóneas para garantizar los criterios de integración
territorial e internacionalización que requiere el Estado. Ya que aún en el siglo XXI, ningún país se
encuentra exento de perder su territorio o de disputarlo frente a otros. Un asunto toral a tratar por
parte de los estudios de la geopolítica mexicana que deviene precisamente de dos aspectos
fundamentales como son: su condición territorial y marítima.

Esa que confluye en la singularidad bioceánica que presenta el territorio y que a su vez
incide en el direccionamiento de sus relaciones, particularmente en las que van de norte a sur,
pasando por el Mar Caribe, el corredor Centroamericano, el Océano Pacífico y las que de ahí se
establecen en dirección a la América del Sur. Un hecho que llevó a México desde entonces a
procurar una mayor presencia e interrelación con lo que vendría a ser su “cercano extranjero”, un
concepto ad hoc a los planteamientos de la geopolítica rusa51.

Al respecto, la idea del cercano extranjero antes mencionada, nos lleva a precisar las
características de esa vecindad colindante a México desde los tiempos prehispánicos hasta la

50
Sobre la idea de lugares vacíos, se sugiere leer a Meira Mattos, Geopolítica y teoría…op.cit., p. 114.
51
Edgar Ezequiel González Ibarra, “La larga tradición geopolítica rusa. La evolución de sus escuelas, desde el imperio
zarista hasta la conformación de la Federación Rusa”, en CESNAV, Fundamentos de Geopolítica. Visión y análisis,
México, CESNAV-UNAM, 2012, p. 136.
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que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
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actualidad. Lo que deviene precisamente de la capacidad de interrelación que alcanzaron por


ejemplo, los mayas, a quienes se les conoce como los “Fenicios del Nuevo Mundo”, justamente por
descubrir y proyectar al imperio allende de sus fronteras, bajo lo que se puede interpretar como una
visión más apegada a lo “internacional”, pero además a una visión eminentemente “talasopolítica”.

Fueron entonces los mayas, los precursores de la navegación, los mismos que quienes
sentaron las bases para realizar un despliegue de cabotaje por la región del Anáhuac Xicalanco,
refiriéndose a la costa sobre el Mar de las Antillas y cuyas repercusiones tendrán también cierta
incidencia del lado del Anáhuac Ayotlan, que alude a las costas sobre el Océano Pacífico. De
manera que aparece de forma mucho más clara en este mismo período, una concepción genuina
de lo que en adelante vendrá a ser la estratégica condición bioceánica que caracteriza a la
geografía de México, lo que además sienta las bases para la proyección de su política exterior, no
sólo en función de su vecino del norte, sino que también merece especial atención e interés hacia el
resto de los países que integran la región de Centroamérica y del Mar Caribe.

Un aspecto que deviene precisamente de la condición favorable que caracteriza la posición


geoestratégica de México tanto en el hemisferio como a nivel mundial, lo que conlleva a una
efectiva definición de sus relaciones hacia los cuatro puntos cardinales, formando una especie de
cruz que corre de forma horizontal entre Asia y Europa, mientras que de forma vertical transcurre de
norte-sur sobre el continente americano. Favoreciendo su influencia política y las condiciones
óptimas para el despliegue comercial en estas diferentes regiones que se presentan como áreas de
oportunidades para el intercambio comercial, cultural, tecnológico, etc.

Un ejemplo del pasado que ilustra la serie de ventajas que se lograron en este
posicionamiento de México en su área de influencia, se dio en momentos en que personajes como
el hijo de Cristóbal Colón, lograron presenciar el arribo de una embarcación con por lo menos 50
nativos provenientes de la región de Tabasco (México), dotados de suficientes mercaderías para
ser entregadas en los puntos de desembarco situados en las inmediaciones del golfo de Honduras,
siendo esta una ruta dedicada de forma exclusiva al intercambio comercial en toda esta zona.

Este fue en esencia, el mismo diseño geopolítico que le dio a los mexicas su proyección
hegemónica regional en su tiempo y que deviene, según lo que plantea Leopoldo González Aguayo
de la aparición de una estrategia en forma de “círculos concéntricos” a través de los cuales se va
ampliando y extendiendo la capacidad de influencia del principal centro de poder hacia el exterior.
Se trata de un efecto envolvente, nada sencillo de ejecutar, debido en parte a los obstáculos que se
pueden presentar en el desarrollo mismo de esta que bien podría considerarse una estrategia de
política exterior.

Un ejemplo que ilustra la forma en que se buscó superar esta serie de obstáculos en materia
de política exterior por parte de la élite mexica, se dio cuando el entonces reino de Tlaxcala,
considerado un auténtico “Estado tapón” por su destacada ubicación geoestratégica, intentó por
todos los medios bloquear el avance de ciertos reinos como el teotihuacano y el tolteca, lo mismo
que el mexica, en dirección a los territorios del sureste; un hecho que para estos últimos, terminaría
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por afianzar su capacidad de combate, pero también sus condiciones para negociar, por ejemplo, el
suministro de un recursos estratégico entonces como lo era la sal a los propios tlaxcaltecos52.

En ese caso, el tratamiento de la élite mexica en lo que respecta al actuar de la élite


tlaxcalteca los llevaría a idear mecanismos de fuerza, pero también de concertación por la vía del
intercambio comercial, quizás lo suficientemente acertados. Sin dejar de lado en esta misma
estrategia, el diseño de un auténtico “sistema de alianzas”, avanzado para su época, mediante el
cual se lograría establecer un cerco o rimland, entorno a aquellos reinos adversos a los intereses
imperiales de los mexicas tal como lo fue Tlaxcala53.

Las alianzas y el cercano extranjero dentro del modelo geopolítico mexicano

En consonancia con estos hechos, sin duda alguna, el concepto de alianza dentro del
quehacer geopolítico de cualquier Estado que pretenda alcanzar un cierto grado de supremacía
frente a otros, o en su defecto superar algún tipo de obstáculo como parte de los fines que persigue
como Estado-nación, se materializa hasta los tiempos actuales a partir de la necesidad de concretar
algún tipo de mecanismo de integración54.

De manera que se logre aglutinar a un número cada vez más amplio de actores, cuyas
potencialidades contribuyan de cierta manera al logro de los interés trazados por el actor con mayor
capacidad de decisión política o que a su vez, sea capaz de “coordinar”, según la definición de
cooperación internacional, las acciones encaminadas al logro de los intereses del actor cuya
capacidad de poder le sirvan para afianzar sus relaciones con respecto a otros a través de formas
variadas de integración regional, subregional u otra.

Lo anterior entonces cobra relevancia para México, precisamente cuando se observa que en
estos últimos años, varios países de la región Latinoamericana y del Caribe se han propuesto
formular sus propias alianzas bajo el estereotipo de mecanismos de integración subregional,
comenzando por el Brasil. Cuyo liderazgo se denota en la promoción de sus intereses vitales a
través de propuestas de integración eminentemente económica como el MERCOSUR, a la cual en
los últimos tiempos se vienen adhiriendo un mayor número de integrantes como son Argentina,
Uruguay, Venezuela, excluyendo en lo inmediato a Paraguay (2012) y en fechas recientes,
sometiendo al consenso de todos, la posibilidad de ingreso pleno de países como Bolivia y Ecuador.
Aunado a esta plataforma de proyección geopolítica de los brasileños, aparece en el ámbito de lo
político la UNASUR y dentro del mismo, pero en el campo de la seguridad, el Consejo de Defensa
Sudamericano (CDS), tres mecanismos que coordina la dirigencia del Brasil con la finalidad de
visualizar, atender y coordinar las acciones de todos aquellos países que lo circundan y que a su
vez se convierten en lo que vendría a ser su cercano extranjero.

52
Con respecto a la Teoría del rimland, se sugiere el artículo de María del Pilar Ostos Cetina, “Aplicación de modelos
geopolíticos en América latina: los casos de Brasil y Colombia”, en CESNAV, Fundamentos de Geopolítica. Visión y
análisis, México, CESNAV-UNAM, 2012, pp. 57-66.
53
Sobre la idea de lugares vacíos, se sugiere Meira Mattos, Geopolítica y teoría…op.cit., p. 114.
54
Sobre la importancia del concepto de alianza se sugiere el ensayo de Leopoldo González Aguayo, “La Geopolítica en el
planteamiento teórico-metodológico de las Relaciones Internacionales”, en Revista de Relaciones Internacionales, México,
FCPYS, UNAM, No. 74, Mayo –Agosto, 1997, p. 22. Arturo Borja Tamayo (comp.) Interdependencia, cooperación y
globalismo. Ensayos escogidos de Robert. O. Keohane, México, Colección de Estudios Internacionales CIDE, 2005.

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Existen además otra serie de alianzas en el continente como la que ha promovido


Venezuela, comenzando por la llamada Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América (ALBA), un mecanismo a través del cual pudiera restituir uno de sus más graves
obstáculos geopolíticos: la falta de una salida directa a las aguas del Océano Pacífico a partir de la
cual pudiera despachar de forma expedita, el suministro de petróleo, convertido por más de un siglo
en su principal recurso estratégico con dirección a los mercados asiáticos, destacándose cada vez
más sus vínculos comerciales con países como China55.

Aunado a ello, Venezuela diseñó otro mecanismo de cooperación estratégica para superar
los escollos de su compleja condición geopolítica, de nueva cuenta fincado en su potencial
petrolero, pero en esta ocasión circunscrito a la región de las Antillas a través de lo que se conoce
como Petrocaribe. Un mecanismo de integración subregional al que pertenece Cuba, el cual se ha
convertido en un socio privilegiado del país sudamericano, lo que a su vez le permite obtener el
suministro puntual y a precios preferenciales de los hidrocarburos venezolanos. Un tipo de labor
que en el pasado le fuera conferida a México a partir de su connotado liderazgo que le valió el
apelativo de potencia media, no sólo atribuido también a su potencial petrolero, sino además a su
capacidad política para establecer relaciones diplomáticas y comerciales, suficientemente
consolidadas un amplio conjunto de países del lado sur de su frontera con Centroamérica y por
supuesto de la región del Caribe.

Lo cierto es que con el trascurrir de los últimos decenios, el rumbo de la política exterior de
México se tornó cada vez más atenta a lo que acontece de forma directa con su vecino del norte,
convertido en todo el siglo XX como el principal centro hegemónico mundial, mientras tanto, el perfil
de supremacía y liderazgo alcanzado por México se fue desdibujando de la esfera regional,
particularmente ante su obligado ingreso a mecanismos de tipo aperturista como el GATT, más
tarde la Organización Mundial del Comercio (OMC), más adelante al Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN), la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América (ASPAN), el
Plan Mesoamérica; los cuales hacen parte de los ejecución de los planes de acción hegemónica
que ejerce Estados Unidos sobre su área natural de influencia, esa que considera su gran isla: el
continente americano.

Bajo esa perspectiva, no cabe duda que la presencia de México en el que bien podría ser
considerado su cercano extranjero, la región que comprende a los países que integran a
Centroamérica y el Caribe, definitivamente ha sido relegada a otros actores con cierto peso político,
económico y hasta militar, destacándose ya no solamente el papel hegemónico de Estados Unidos,
sino que cada vez se hace más palpable la presencia de actores en competencia frente al hegemón
como son China, Rusia, Irán, algunos europeos, sin soslayar a ciertos conglomerados
empresariales, interesados en aprovechar las favorables condiciones geoestratégicas, bioceánicas,
hídricas, petroleras, mineras y agrícolas, propias de un amplio conjunto de países que convergen
precisamente en esa mencionada área colindante a México56.

55
Con respecto al tema venezolano, se sugiere el artículo de María del Pilar Ostos Cetina, “La geopolítica de Colombia en
el siglo XXI. Perspectivas actuales sobre la seguridad en América Latina”, en Edmundo Hernández-Vela Salgado (Editor),
Paz y seguridad y desarrollo, México, FCPYS-UNAM, EDIMPRO, 2010, p. 279.
56
Sobre la presencia actual de China en América Latina, se sugiere la lectura de texto de Guillermo Delamer, Lyle
Goldstein, Jorge Eduardo Malena y Gabriela E. Porn, “Chinese interest in Latina America”, en Paul Taylor (Editor), Latina
American Security Challenges. A Collaborative inquiry from North and South, Newport, Naval War College, 2004, pp. 79-
100.
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El impulso de los pochtecas en la proyección geopolítica de México

En lo que respecta a esas variadas formas de proyectar los intereses de la nación mexicana
allende de sus fronteras, cabe destacar también y de forma comparativa con el período
prehispánico y el momento actual el quehacer de los llamados pochtecas. Esta clase de
mercaderes reales que bien podría compararse en ciertos aspectos a la de empresarios mexicanos
como Carlos Slim, cuyo emporio comercial ha logrado trascender del ámbito nacional al
internacional a través de la ejecución de una serie de proyectos tanto en Centroamérica, el Caribe y
Sudamérica, inicialmente en el campo de las telecomunicaciones, pero además en el desarrollo de
importantes obras de infraestructura para la construcción de presas, carreteras, etc., los cuales han
sido adelantados a título personal y de su empresa, situación que muestra las diferencias con el
pasado prehispánico en el que precisamente los “mercaderes reales” eran considerados como
agentes cuya misión consistía en hacer trascender los intereses imperiales de la autoridad mexica
hacia otras latitudes.

Desde esa perspectiva, la figura del pochteca o del mercader real, debería convertirse en
ese modelo a seguir en los tiempos actuales. Convirtiéndose en un referente obligado entre la clase
empresarial y las directrices que establezca el gobierno en turno, permitiendo que exista una
coincidencia entre los intereses del Estado y lo que proyecten los empresarios tanto en el ámbito
interno como externo. Una situación que en apariencia parecería difícil de concretar, ya que se trata
en muchos de los caso de dos visiones opuestas en términos de los objetivos que cada actor
persigue, sin embargo y retomando los casos estadounidense, alemán, francés, coreano, etc., cada
uno de estos países con características de potencia ha venido implementado una interesante
estrategia para encauzar los objetivos estatales con los empresariales, tal como se observa en el
ámbito de la comercialización de automóviles, comenzando en ese mismo orden por la emblemática
empresa Ford, Volkwagen, Renault y Daewoo.

Siguiendo a González Aguayo y a Daniel Gutiérrez, ambos autores logran destacar en la


figura de los pochtecas, un amplio conjunto de habilidades que van más allá del imperativo de
comerciantes, pero además viene acompañado del oficio de embajadores o diplomático, lo mismo
que del papel de los llamados tequihuas o “espías disfrazados”, en su gran mayoría adiestrados en
las afamadas escuelas de instrucción a la militar a las que acudían los miembros de la élite política
como el Calmecác, pero también a las escuelas de guerra para los plebeyos conocidas con el
nombre de Telpochcalli, sin dejar de lado la instrucción de los cuadros políticos de la época en la
Casa de los Sacerdotes.

De ahí que el modelo de formación que siguieron los pochtecas, esa especie de guerreros-
empresariales muy similares al estilo de los samurái japoneses, sólo es factible en la medida en que
se consoliden aquellos centros destinados a la preparación doctrinal de quienes tengan en su poder
la capacidad de decidir el destino del Estado-nación.

En ese mismo sentido, resulta importante revitalizar, actualizar y proyectar tanto interna
como de manera internacional esos centros de altos estudios que como el Centro de Estudios
Superiores Navales, el Colegio de Defensa Nacional, cada uno incorporado de manera respectiva a
la Secretaria de Marina (SEMAR) y a la Secretaria de Defensa (SEDENA), además del Instituto
Matías Romero, incorporado a la Secretaria de Relaciones Exteriores (SRE); puedan seguir
cumpliendo con la misión de convertirse en verdaderos receptáculos de conocimiento para la
formación de cuadros políticos en México, bajo el entendido de consolidar de forma coordinada y
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armónica, un auténtico pensamiento doctrinal, el cual favorezca la conducción geopolítica que


requiere del Estado mexicano.

De ahí que sea necesario generar todas aquellas condiciones que posibiliten la preparación
adecuada de nuestro políticos, preferiblemente bajo criterios de índole estratégica como los que se
muestran en la geopolítica prehispánica, época muy ejemplar y única, cuyos elementos tal como se
reflexionó anteriormente, son los que permiten garantizar que México pueda retomar su papel como
garante de sus intereses nacionales a partir de considerar su propio entorno geográfico, excediendo
la perspectiva de sus relaciones hasta alcanzar un diámetro de 360 grados, lo que le evitaría seguir
manteniendo una visión reduccionista de su política exterior y al mismo tiempo, intentar retomar su
lugar en esa “silla” que no ha quedado vacía, sino que más bien resultó ocupada por otros,
señalando el camino como en el pasado mexica lo hiciera el “hombre águila”

Eso haría que tal como aconteció en el pasado prehispánico, México pudiera retomar su
protagonismo y su supremacía al entrar en contacto con las Antillas, al volver de nueva cuenta a
estrechar sus vínculos de amistad con la estratégica isla de Cuba, considerada además la puerta de
entrada al golfo, al igual que con Puerto Rico, conocido en geopolítica como el “centinela del Mar
Caribe”. Todo esto bajo un tipo de estrategia que le permita a México reforzar sus vínculos de
cooperación académica, cultural y lingüística con las islas anglófonas, pero también de habla
francesa y holandesa, en medio de ese interesante abanico de islas que yacen sobre la singular
cartografía de la región del Caribe.

Eso implica entonces, volver como en el glorioso pasado prehispánico a convertirnos en los
“fenicios del América”, en dignos herederos del legado maya. Un aspecto que atañe al quehacer
mismo de nuestros marinos, pero también al de nuestra clase política, lo mismo que a las
generaciones presente y futuras a quienes de nueva cuenta debemos volver a instruir pero bajo
aquellos criterios inspirados en la grandeza que han marcado a este impresionante país, debemos
volver a sentirnos orgullos de la grandeza que ofrece el suelo mexicano, el lugar escogido por
Huitzilopochtli, el lugar de destino donde reina por siempre el hombre águila.

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El contenido de la presente publicación refleja los puntos de vista del autor,
que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.
TI 01/16 María del Pilar
Ostos Cetina
 

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Datos Curriculares de la Autora

Dra. Maria del Pilar Ostos Cetina

Miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt. Actualmente, docente e


investigadora en el Centro de Estudios Superiores Navales (CESNAV) de la Secretaria de
Marina Armada de México, impartiendo clases dentro de la Especialización en Geopolítica,
la Maestría en Seguridad Nacional y la Maestría en Administración Naval.

Posdoctorante de la Coordinación de Humanidades en el Centro de Investigaciones sobre


América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autonoma de México (UNAM).

Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con Orientación en Relaciones Internacionales de


la misma universidad. Maestra en Estudios Internacionales por el Programa de Posgrado
de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y Licenciada en Ciencias
Políticas con énfasis en Relaciones Internacionales por la Pontificia Universidad Javeriana.

Amable lector, para atender sus dudas,

comentarios o sugerencias del presente texto, siga el siguiente link:

http://www.cesnav.edu.mx/ININVESTAM/contacto.html

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El contenido de la presente publicación refleja los puntos de vista del autor,
que no necesariamente coinciden con la Secretaría de Marina - Armada de México.

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