Sei sulla pagina 1di 3

Erick Santos Páez Metafísica II Lic. Luis Germán A.

LA NOCIÓN DE ESENCIA
La palabra castellana “esencia” traduce la latina essentia, y esta última tiene
un claro parentesco con el término esse, ser. A este parentesco alude Santo
Tomás al escribir: “se llama esencia (essentia), en cuanto que por ella y en ella el
ente tiene ser (esse)”. Morfológicamente es el homólogo exacto del griego ουσία,
que es, a su vez, o cuando menos así era percibido por los griegos, un abstracto
del participio presente femenino ουσα del verbo ειναι (ser)”.
Pero hay otro sentido estricto de la esencia, y es el de “unidad primordial de
cada cosa”, el núcleo central o básico, el quid, el meollo profundo sin el cual una
cosa no podría ser la que es; y así la esencia no se aplica a todas las
determinaciones o notas de una cosa, o a todo lo pensado. En este sentido se
contrapone a lo inesencial (a lo accidental y contingente) y también, por supuesto,
al ser o al existir. Comparada con el intelecto, la esencia nos aparece como
“quididad”, o sea, como lo que responde a la pregunta ¿qué es esto?.
En efecto, el objeto propio del intelecto es la esencia, tanto tomada en
sentido lato como en sentido estricto. En sentido lato porque todo lo que el
intelecto conoce como objeto es alguna determinación, alguna nota o conjunto de
notas, o bien la negación de todo ello. Más no así el existir o ser “ejercido”, que
propiamente no puede captarse como objeto, sino sólo de modo inobjetivo y
vivencial, es decir, por experiencia. Y también la esencia en sentido estricto es
objeto propio de la intelección, porque entender algo de veras es penetrar en ello,
en su entraña profunda. El intelecto no se detiene en la aprehensión de lo externo
o de lo irrelevante, sino que cala en lo hondo, en la raíz o meollo de cada cosa.
La esencia no es sólo la determinación del existir, no es sólo su principio
estabilizador, sino que es también el principio de las operaciones de cada cosa, el
principio de su dinamismo. A esto hace referencia el término aristotélico de φύσις y
el escolástico de natura, “naturaleza”. Conocida es la definición aristotélica de
φύσις como “el principio intrínseco y esencial del movimiento y del reposo”; pero el
término escolástico natura tiene un sentido más amplio. Según Santo Tomás, “el
nombre de naturaleza parece significar la esencia de la cosa en cuanto ordenada
a su propia operación”
Como sucede con la noción de ente, también la de esencia es trascendental
y análoga. Trascendental, porque no puede abstraer verdaderamente de sus
diferencias o modos intrínsecos, ya que tales diferencias y modos son también
esencias. En efecto, la esencia es algo común a todas las cosas, pues nada
puede darse, ni en la realidad ni en la mente, si no posee alguna esencia; pero al
mismo tiempo la esencia es lo propio de cada cosa, lo que hace que cada cosa
sea lo que es y se distinga de las demás. Por consiguiente la noción de esencia no
puede contraerse a los diferentes modos o tipos de esencia, por añadidura de
alguna diferencia que fuera extrínseca a la esencia misma.
Erick Santos Páez Metafísica II Lic. Luis Germán A.

La noción de ser
La palabra castellana “ser”, dentro del lenguaje usual, se toma en muchos
sentidos. En ocasiones se toma como sinónimo de ente, y así hablamos de los
“seres” materiales, o de los “seres” vivos, o de los “seres” humanos, siempre en el
sentido de “entes”. Otras veces se utiliza para significar la esencia de cada cosa, y
así decimos “ser” piedra es distinto de “ser” árbol o de “ser” hombre. Finalmente,
en otras ocasiones, la usamos para hablar, con más precisión, de ese elemento
del ente, distinto de la esencia, que es el acto de ser, y así decimos de una cosa
cualquiera que tiene “ser” o existe.
Ser y existir tienen la misma o muy semejante significación etimológica. Es
verdad que el ser, y también el existir, han venido a tener ulteriormente un sentido
más amplio, pero en un primer momento parecen referirse tan sólo al hecho de
que algo aparece, o brota, o es dado y permanece ahí, o incluso que vive. La
noción de ser es la del acto sin más o sin restricción alguna. No se trata, en efecto,
de la actualidad propia de la esencia, de cada esencia, que hace que una cosa
sea lo que es y se distinga de las demás cosas. El ser no hace que una cosa sea
así o de otro modo, que sea tal o cual cosa. Hace simplemente que la cosa en
cuestión sea, exista, se dé en la realidad. No es, pues, determinación o forma
alguna; no es un acto determinante, sino puramente actualizante.
En realidad el ser contiene de una manera eminente lo que tiene de
perfección la forma y lo que tiene de perfección la acción y el movimiento; supera
las fronteras de lo estático y de lo dinámico. El ser es el persistir mismo de cada
cosa. El existir es como la cara externa o más notoria del ser, pero no es
realmente distinto de él; es como el efecto formal primario del ser (efecto formal
quiere decir efecto intrínseco a la causa a la que se atribuye, y no separado, y ni
siquiera distinto, de ella). En consecuencia, no hay ser sin existir, y tampoco existir
sin ser. Si algo tiene ser, indudablemente existe, pero el ser no se reduce al mero
existir, sino que es algo más, es la actualidad fundamental de cada cosa, y por
ello, la perfección de todas las perfecciones o la perfección máxima.
Lo que ha sucedido, según Heidegger, es que la Metafísica occidental,
desde Platón hasta nuestros días, ha dedicado todos sus esfuerzos a desvelar el
ente, es decir, aquello que es, pero se ha olvidado del ser mismo por el que el
ente es. O dicho con la terminología adoptada aquí: la Metafísica se ha dedicado a
estudiar el sujeto del ser, pero se ha olvidado de estudiar el acto de ser. Sin
embargo, es un hecho innegable la dificultad de conocer al ser o al existir,
dificultad que deriva del hecho de que el objeto de nuestro intelecto es
precisamente la esencia, o si se quiere, el ente, considerado como una esencia
que participa del ser; de tal suerte que el mismo ser sólo indirectamente pueda ser
captado, a saber, en cuanto participado en una esencia.
Erick Santos Páez Metafísica II Lic. Luis Germán A.

De la experiencia sensitivo-intelectual habría que hacer una descripción


bastante parecida a la que acabamos de hacer de la puramente intelectual. Tan
solo en la experiencia sensitivo-intelectual no nos vivimos como activos, sino como
pasivos, como afectados o constreñidos por una realidad distinta de nosotros.
Conocemos que existen las cosas que nos rodean (y en buena medida, también
nuestro propio cuerpo) porque nos resisten o nos presionan sobre nosotros, o nos
afectan de alguna manera al nivel de nuestra sensibilidad. Teniendo la vivencia de
esta constricción a que estamos sometidos, vivimos al mismo tiempo la vivencia
de las cosas mismas que nos constriñen.
Tampoco se trata aquí de un conocimiento objetivo en sentido propio,
porque experimentar no es representar objetivamente lo experimentado, sino
vivirlo, aunque la representación objetiva tenga que acompañar necesariamente a
la vivencia. Y todo ello pone bien claras la originalidad del acto de existir, en
contraste con las determinaciones o formas, que son los términos u objetos del
conocimiento esencial

Potrebbero piacerti anche