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HÉROES DEL SILENCIO

Luego del éxito que el sonido sintético futurista bastante convencional de Talk Talk otorgó al
departamento contable de EMI, su casa discográfica, ésta, más que satisfecha y en el afán de seguir
sumando ganancias, le entregó carta blanca a los muchachos para hacer el álbum que quisieran.
Como reza el dicho: cuidado con lo que deseas..

Talk Talk pasó de ser un grupo cabeza del pop-rock mundial a uno de reclusos espaciales en menos
de una década, y sería el magnánimo Spirit of Eden (1988) un álbum fuera de sintonía tanto con el
rugido descuidado del underground como con la refinada manicura del rock alternativo, producto en
gran parte de la cabeza del obsesivo cantante y tecladista de la banda, Mark Hollis, un hombre de
una centralidad indispensable y nunca del todo reconocida en la música contemporánea, cuyo
autoexilio de la industria lo parangona con otros 'genios locos' como Pynchon o Robert Wyatt.

Después del afable y correcto Colour of Spring (1986), y luego de que el sonido combinado de toda
la discografía de Talk Talk hasta ese momento básicamente fuera la definición exacta del New
Wave, ciertamente no era posible calcular en qué dirección se dirigiría la banda del cantante y
tecladista Mark Hollis, el baterista Lee Harris, el bajista Paul Webb y el tecladista / guitarrista Tim
Friese-Greene.

Una primera escucha de Spirit Of Eden deja a la mayoría de los oyentes en confusión. La
observación más simple es el hecho de que los sintetizadores, una vez tan prominentes en Talk Talk,
han reemplazado casi por completo a los instrumentos orgánicos. Más radical que eso, sin embargo,
es la estructura de la canción, completamente diferente, sin perder la sensibilidad popera que los
carecteriza. Los primeros más de dos minutos de la bellísima canción de apertura The Rainbow
consisten completamente de paisajes sonoros. Esta pieza en realidad marca la pauta para el resto del
álbum, aunque después de dos minutos un punteo seguido de armónicas amplificadas y trompetas
apagadas allana el camino para lo que parece ser una canción bastante normal por un tiempo, con un
tono y un ritmo relajado ¿Ahí está, viene el coro? O no ... de repente se detuvo a la mitad, dejándote
con una tensión tan extraña. Y esta cadencia de tensión constructiva, descarga parcial y tensión
reconstructiva permanecerá durante 40 minutos. Después de escuchar diez o veinte veces, te
familiarizás con una serie de giros y vueltas que también te extravían o te sorprenden, pero nunca te
dejás de amigar con esos instrumentos orgánicos, los cuernos, las cuerdas, los coros; ésta es la
instrumentación rústica y atávica con la que Talk Talk vino a desplazar los anteriores retoques de
sintetizadores casi omnipotentes. La voz de Hollis también parece canalizar poderes catárticos a la
ve que reflexiona reflexiona sobre temas como la adicción y la pérdida.

La segunda canción, Eden (aunque también hay una versión de este disco en amplia circulación
donde las tres primeras canciones se presionan como una canción) lleva la tensión a mayores
alturas. Los ritmos de piano de Tim Friese-Greene son más dinámicos. Completamente inesperado,
el deseo realmente llega al clímax cuando la bellísima voz de Hollis nos interpela en un coro
redentor: 'Todos necesitan a alguien. Todos necesitan a alguien por quién vivir'. En Desire, todo el
clima básico de la canción es proporcionado por un órgano y una guitarra que hace cosquillas
suaves, hasta que Mark Hollis grita de repente: ¡Ese no soy yo, nena! La canción termina en
cacofonía, pero es una hermosa cacofonía.

La segunda mitad del álbum ofrece más de lo mismo, pero diferente. Aunque el registro no suele ser
el adecuado para los éxitos radiales, bajo la presión de la compañía discográfica, se lanzó una
versión corta en single de I believe in you, una bellísima balada centrada en la adicción
heroinómana que, sin embargo, no puede competir con la belleza serena con la que Wealth cierra el
álbum: los ecos divinos del órgano parecen ser un de reconocimiento para cada seguidor de la
banda.

En términos comerciales, Spirit Of Eden nunca pudo igualar el éxito de sus predecesores. Por
supuesto, a la banda no le interesó en absoluto, principalmente a su cantante, Hollis, quien ya estaba
en otra y prefería seguir experimentando con el enorme Laughing Stock (1991). En pleno ascenso
de la homogeneización grunge a escala mundial, Hollis empuja los bordes de los elementos
característicos de Spirit: los sonidos atmosféricos más altos, la curva de tensión, los rebrotes
jazzeros y las descargas masivas. Aquí parecen haber dominado el arte del crescendo y el
decrescendo: la tensión se acumula durante minutos y luego se disipa rápidamente; ningún paisaje
parece forzado, por más edénica que sea su naturaleza, mientras la música flota y fluye como un río
al son del órgano y algún hipnótico punteo en delay. Para el aficionado al post-rock, todo se ha
vuelto bastante común en el siglo XXI, pero a fines de los 80 esto fue algo muy especial. Y el
producto de la combinación de todos esos elementos, Spirit y Laughing... todavía resulta muy
especial hoy en día.

Luego de la publicación de Spirit, EMI respondió demandando a Hollis por ser intencionalmente
oscuro y poco comercial. La absurdidez del caso quedó finalmente sepultada en la la corte pero tuvo
un impacto duradero en la industria de la música. La demanda sentó el precedente para la cláusula
de que las grabaciones de una banda deben ser “de una naturaleza comercialmente satisfactoria”.
Finalizada toda la debacle con EMI, la banda se separó luego de Laughing Stock. No hubo
entrevistas reveladoras, ni grandes proclamaciones: el grupo simplemente se entregó al silencio
absoluto, como si nada. Excepto por casos como Scott Walker o Robert Wyatt, es raro que la
necesidad de olvidar, la búsqueda del vacío y la compañía del silencio alimenten a un hombre,
enriquezcan tanto su historia y amplíen su cosmovisión artística.

Sus últimas dos obras son tan bellas como inefables: un tributo a la paciencia, a la determinación
artística y al silencio, al que ninguna crítica podrá hacer justicia jamás, y en cualquiera haciendo sus
primeras armas en el campo de la música para patear el tablero aunque sea de taquito, los nombres
de Talk Talk y Mark Hollis pronto circularán como contraseñas, acompañando y estimulando al
aprendiz de hechicero más rebelde. Que así sea.

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