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Crecimiento Evangélico y el reto de la


Transformación Integral de la iglesia

Israel Ortiz1

Introducción
¿Por qué los evangélicos debemos apuntar hacia la transformación integral de la nación? Por razón del
evangelio, por razones históricas y por la realidad que enfrenta el país. En general, los evangélicos no nos
hemos ocupado de nuestra responsabilidad ciudadana. El levantamiento de la población contra la
corrupción en la actual coyuntura de Guatemala muestra que Dios está trabajando más allá de las cuatro
paredes del templo. Sin embargo, los evangélicos no siempre hemos respondido como debiéramos ante los
desafíos de la sociedad. El antiguo lema que afirmaba que “cambiando al individuo se cambiará la nación”,
no ha dado el resultado esperado. Especialmente porque la preocupación por los asuntos de orden
espiritual, han relegado la dimensión social del evangelio; y el énfasis en un mensaje individualista ha
relegado la problemática del contexto socio-político, económico y cultural de nuestros pueblos. Marsden
anota que el problema viene de muy atrás. Los evangélicos de corte conservador no sólo se mostraron
cerrados a involucrarse en la escena social, sino que carecían de un programa social (En Dayton y Johnston,
1991: 32). Es imperativo para todos los cristianos dentro o fuera de Guatemala, ocuparnos de nuestro país y
su realidad. No es posible soslayar el reto de contribuir como iglesia al logro de este objetivo. No sólo somos
ciudadanos del cielo, sino ciudadanos del suelo donde nacimos. Teológicamente, la transformación nos
compete porque es parte esencial del evangelio,2 y porque lo exige la realidad que enfrenta Guatemala y
toda la región centroamericana. El análisis subraya que el evangelio tiene el poder para introducir cambios
sustantivos en la vida de toda nación. No se agota con la salvación individual, sino tiene el poder para
transformar la realidad de una nación. Damos gracias al Señor por el despertar que el Espíritu Santo está
provocando en algunos círculos de liderazgo y sus iglesias para asumir una visión más integral de la misión,
especialmente en la coyuntura política que vivió el país en los últimos meses de septiembre del 2015 con el
triunfo histórico de la población al desaforar de sus puestos al presidente y vicepresidente por los actos de
corrupción del cual fueron acusado. Esta reflexión traza algunas pautas para animar a la iglesia evangélica a
contribuir a favor de la transformación integral del país, asumiendo el reto de llegar a ser fermento de
cambio a partir del evangelio.

Crecimiento de la iglesia en Guatemala


Alcances del crecimiento evangélico. De acuerdo a estadísticas recientes los evangélicos han crecido en
Centroamérica y el norte y sur de México. Según la Alianza Evangélica de Guatemala existen 40,000 iglesias
cristianas evangélicas en el país.3 En el 2007 la BBC de Londres afirmó que los evangélicos sumaban el 30%

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Director y fundador de Fundación Centro Esdras. Es una entidad de formación bíblica cuya visión es “Ser un centro que forma
cristianos que generan liderazgo según el modelo de Jesús, y que son agentes de cambio en el poder del Espíritu Santo, para la
transformación integral de la familia, la iglesia, la comunidad y el país”. www.centroesdras.org
2
El tema de la transformación está en el centro del análisis de la consulta “La Iglesia en respuesta a las necesidades humanas”, la cual
auspició el Movimiento de Lausana en Wheaton 1983.
3
Dato proporcionado por el presidente de la Alianza Evangélica de Guatemala en “Los evangélicos ganan terreno”, Sergio Morales,
Guatemala Prensa Libre 22/04/14

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de la población, mientras que la Cid/Gallup señaló en 2008 que sumaron el 32.6%. La agencia de noticias EFE
anotó que Guatemala ya no es más un país católico debido al incremento de los fieles que se suman a las
iglesias evangélicas (14-08-2009). Tengan o no fundamento estas estadísticas, lo evidente es que las iglesias
de corte evangélico se han extendido a lo largo y ancho de Centroamérica. Están presentes en todos los
estratos sociales del país. Por décadas el evangelio ha sido factor esencial para el cambio de personas,
familias y comunidades. Quiénes venimos de familias pobres y trasfondo católico tenemos conciencia del
impacto del evangelio en nuestras familias e hijos. En muchos casos la conversión al evangelio cambió la
realidad espiritual, social y económica de muchas familias. En la actualidad, estudiosos de las ciencias
sociales, antropológicas o económicas, reconocen la contribución del protestantismo a favor de personas,
individuos y comunidades [especialmente del mundo indígena]. Por ejemplo, los estudios de Virginia
Garrard Burnett (1986), David Martin (1990), David Stoll (1990), John Burdick (1993), Henri Gooren (1999),
muestran el aporte de iglesias evangélicas de trasfondo histórico y pentecostal. Burdick en su estudio de
varios grupos religiosos en una comunidad pobre de Brasil describe el aporte de una comunidad
pentecostal. Afirma que esta comunidad provee a sus miembros una nueva identidad, valores y apoyo
pastoral que ayuda a la gente a enfrentar de mejor manera sus problemas del diario vivir dentro las
estructuras políticas existentes (1993: 226). Es decir, la conversión religiosa con o sin mayor fundamento
doctrinal, trajo cambios a la vida de los creyentes. Especialmente en el contexto de comunidades del área
rural donde el alcoholismo ha producido una serie de estragos dentro del núcleo familiar.

Por otro lado, la presencia de entidades educativas, de salud, medios de comunicación, agencias cristianas
de servicio, ministerios para matrimonios, niños, jóvenes y familias, agencias de misión transcultural y otras
entidades más, son muestra del aporte a favor del bienestar de la población. Sería difícil enumerar los
cientos de entidades que hoy proveen algún tipo de servicio a favor de los pobres o el desarrollo de
comunidades dentro y fuera del casco urbano. De igual modo, se observa que algunos evangélicos aportan a
favor del desarrollo del país a través de entidades sean del Estado o la empresa privada [Subrayamos el
“algunos” porque la mayoría busca prioritariamente su bienestar personal]. Por ejemplo, en Guatemala
Mario Guerra Roldán presidente del Tribunal Supremo Electoral tuvo una influencia positiva en la
credibilidad del proceso electoral del país. Sergio Cermeño en Honduras fungió como director del Comité
anticorrupción en Honduras, y Hugo Picado tuvo un rol importante como magistrado de la Corte Suprema
de Justicia de Costa Rica. Sin embargo, la inserción de los cristianos evangélicos en los campos de la
educación, la salud, la economía, la construcción, los deportes, el mundo artístico, etc.; no ha sido analizada
para saber cuál ha sido su rol en la vida pública. Otro aspecto importante a señalar es el aporte de varias
iglesias evangélicas que han integrados algunos proyectos de ayuda social. En general, el crecimiento de
iglesias evangélicas ha cambiado la fisonomía religiosa de país, y muchas de ellas tienen una incidencia
positiva a favor de la familia y comunidades que la rodean. Este ha sido un aporte a favor del mejoramiento
social y económico de personas, familias y algunas comunidades. Ha sido un aporte esencialmente a nivel
micro-ético.

El desafío de un crecimiento en profundidad. Algunos pastores se jactan del crecimiento evangélico como
una muestra del poder de Dios. Algunos se han atrevido a subrayar que Guatemala es la nueva Jerusalén de
América. Sin embargo, la realidad nos muestra que esta presencia no ha impactado las estructuras sociales,
económicas, culturales y políticas de la sociedad. Su influencia no se ha dejado sentir en la macro ética de la
fe y la realidad. Nos obliga a interrogarnos, ¿Por qué no hemos logrado influir a favor del cambio de las
estructuras sociales de nuestros pueblos? ¿Por qué nos resulta difícil asumir el desafío de ser agentes de
cambio? ¿Cómo llegar a ser agentes de transformación en el contexto de pobreza, violencia, corrupción,
injusticia, impunidad, narcotráfico y otros males que afectan nuestros pueblos? Estos flagelos degradan la
dignidad de las personas, resquebrajan el núcleo familiar, debilitan y prostituyen las instituciones del Estado,
y corroen los cimientos de la sociedad latinoamericana. Años atrás conversé con líderes de una entidad que
proponía que los evangélicos alcanzaran el 50% de crecimiento de la población. Ante tal propuesta,
pregunté si habían pensado en alguna alternativa para preparar a nuestra gente para gobernar el país. No
hubo respuesta de su parte. Era evidente que no lo habían previsto. Sin lugar a dudas, entre mayor sea el
número de cristianos, mayor es la responsabilidad para con nuestros países. Por supuesto, el factor
numérico evangélico no asegura una presencia cualitativa en la sociedad. El factor numérico lejos de ser una

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clave para el cambio puede convertirse en un refugio para la religiosidad sin compromiso y la ausencia de
una acción responsable en el mundo. No restamos aquí importancia al factor numérico pues Jesús buscó,
amó y se entregó a las multitudes. Sin embargo, no se fió de ellas sino que las desafió a tomar decisiones
radicales dentro un sistema religioso que perdió el espíritu de la Ley de Dios y carecía de vida abundante.

Gonzalo Báez Camargo afirmó en la década de los 80 que la nueva generación evangélica mexicana tenía
que ser una minoría creativa y dispuesta a vivir el evangelio en sociedad. Él subrayó: “A mi no me atrae la
perspectiva de que los evangélicos… lleguemos a ser la mayoría. El número tiene peso e influencia pero las
mayorías deslían sus creencias y pierden su identidad, su fidelidad… Ya somos bastantes en número como
para afectar la vida de nuestros pueblos”. 4 En ese entonces los evangélicos sumaban aproximadamente el
3.5% de toda la población. ¿Imagínese que hubiera dicho del crecimiento actual en Guatemala o el resto de
países de la región centroamericana? El reto de influir positivamente la vida de nuestras naciones no
depende de la presencia numérica, sino de una presencia y acción cualitativa en la sociedad. Los evangelios
muestran a Jesús y a los doce que cambiaron el rumbo de la historia. Los formó para ser la sal y la luz de
mundo y así lo hicieron a pesar de sus debilidades y fragilidades humanas. Trastornaron el mundo conocido
de su época e incidieron a través de su vida y su mensaje las relaciones sociales y formas de vida de sus
contemporáneos.

Reconocemos entonces que los evangélicos no hemos sido la sal y luz del mundo como lo demanda la
palabra. Lo más crítico es que muchos cristianos no sólo no se diferencian del resto de la sociedad, sino han
sido atrapados por ideas, conductas y estilos de vida del sistema imperante. Les resulta difícil vivir según los
valores éticos del reino de Dios. De acuerdo al desafío de Jesús, ser sal implica esencialmente, evitar la
corrupción moral de la sociedad. El ser luz implica proclamar el evangelio como la propuesta de vida que
incluye todas las esferas de la vida humana. Aunque se empieza a visualizar una participación más directa de
algunas entidades en la problemática del país, la mayoría de evangélicos se ocupa especialmente de los
asuntos de carácter espiritual de la misión. En alguna manera se podría afirmar que tenemos un saldo
negativo en cuanto al ser sal y luz de las naciones. Predomina hoy una religiosidad sin compromiso personal
y social hacia las demandas del ser hijos del Reino de Dios y sus distintivos. Por ejemplo, desde el campo de
la política de partido, algunas experiencias han dejado un sabor amargo. Políticos evangélicos pasaron de la
marginación política a una participación abierta. Sin embargo, salvo honrosas excepciones, la mayoría ha
pasado sin pena ni gloria en las instituciones del Estado. En general, han carecido de formación seria desde
la cosmovisión bíblica, la ética cristiana y el quehacer político. Todavía estamos a la espera de una presencia
política evangélica que responda a los criterios del evangelio y un verdadero proyecto de nación.

Dentro del crecimiento evangélico han emergido las iglesias de corte neopentecostal. Algunas de estas
iglesias animan a sus miembros a que participen, sean proactivos en la sociedad civil y cuentan con algún
proyecto de servicio social. Otras por el contrario, reducen su comprensión y practica del evangelio a temas
de orden espiritual. Dentro de estas iglesias predominan los evangelios de prosperidad que promueven el
bienestar económico sin mayor demanda hacia el compromiso social; practican una liturgia que tiende a
divorciar el culto de la vida pública; y tienden a demonizar los males existentes que de alguna manera se
minimiza la responsabilidad humana; y corren el peligro de adoptare ideas y valores de la economía de
mercado sin mayor discernimiento; enfocan su esfuerzo en la construcción de mega templos y se soslaya la
formación de auténticas comunidades del reino; y enfrentan el peligro de domesticar el Espíritu Santo a la
esfera de la experiencia personal y espiritual que desliga su obrar transformador en el mundo. Cuanto
quisiéramos ver la unción del Espíritu Santo en la vida de los creyentes en sus respectivos lugares de trabajo,
en la vida de los diputados evangélicos para plantear una legislación alternativa, en el surgimiento de una
visión misionera local y mundial, y en el surgimiento de un liderazgo evangélico que asume reformas
sociales, económicas y políticas en nuestros países atrapados por los tentáculos de la corrupción, la pobreza,
la impunidad y la injusticia.

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Dr. Gonzalo Baez Camargo, “Tiempo de saltar de las Trincheras”, Revista Misión (Octubre-diciembre 1982), p.15.

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Esa falta de presencia cualitativa se agudiza por la falta de discípulos que conformen su pensamiento,
teología y vida con los valores del Reino de Dios. En esta dirección, el análisis de SEPAL sobre “El estado de la
Iglesia Evangélica en Guatemala”, subraya que la iglesia crece numéricamente, pero no en calidad de vida. El
problema, la falta de un verdadero discipulado. 5 Jorge Gómez en su libro El Crecimiento y la Deserción en la
iglesia evangélica costarricense muestra una situación similar (1996). Apunta que debido a la falta de
discipulado y atención pastoral, un porcentaje considerable de feligreses han emigrado a otros credos
religiosos. Conscientes de ambas situaciones, Centro Esdras a partir de su fundación en el 2009 impulsa
consultas acerca del qué, por qué y para qué de la presencia y rol de las iglesias evangélicas en el país. Las
consultas “Rostros del Protestantismo en Guatemala”, “La iglesia que impacta: transforma la nación”, y
“Discipulado: Ciudadanía responsable en el mundo”, “Educando para transformar” son un aporte a favor de
la misión de la iglesia y su impacto integral en la sociedad. La crítica situación de nuestra región demanda
una presencia cualitativa y diferenciada de la iglesia. Demanda que los cristianos evangélicos asumamos un
estilo de vida diferente ante la quiebra de valores de la sociedad; que evitemos caer en una religiosidad
popular sin práctica y coherencia de vida; y que asumamos el desafío de ser agentes de cambio a favor de la
transformación espiritual y social de nuestros países.

El reto de la herencia social de la Reforma


El desafío de ser una presencia cualitativa en la sociedad, debe llevarnos a examinar el legado social de la
Reforma Protestante y los documentos claves que la iglesia evangélica ha producido especialmente en
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América Latina. En cuanto a la rica herencia de la Reforma, me atrevo a subrayar que los evangélicos se han
ocupado esencialmente de los aspectos soteriológicos. Los reformadores del siglo XVI pese a sus yerros
históricos, no sólo replantearon todo lo relacionado a la salvación por la sola fe, sino se plantaron ante la
situación social de su época. Su comprensión de la fe cristiana los llevó a identificarse con los problemas que
afectaron su entorno. Su forma de pensar la fe y su compromiso con la realidad los llevó a plantear
propuestas de solución. Mencionamos a continuación algunos ejemplos que ilustran su forma de pensar y
asumir los problemas de su sociedad. Su intención no sólo fue evitar las desviaciones de la Iglesia Católica,
sino replantear la fe cristiana a la luz del Nuevo Testamento.

Martín Lutero. Subrayó que una de las razones de sus escritos contra el estado de cosas lo constituyó la
tiranía y las injusticias del momento. Esta afirmación subraya su preocupación por el bien común. El
consideró que el “cristiano es el siervo de todos, porque está obligado por la fe que opera por el amor, a
trabajar por el provecho del prójimo”. El tenía claro que las buenas obras no hacen bueno a hombre, pero
un hombre bueno (convertido) sí hace buenas obras: “No es de las obras de las que somos liberados por la
fe de Cristo, sino… de la insensata presunción de procurar la justificación mediante obras” (Latourette, 1979:
60).

Ulrico Zwinglio en Suiza se ocupó de reformar la fe y las prácticas bíblicas. En su país uno de los grandes
males era que su juventud se veía envuelta en guerras que no eran de su incumbencia y que este servicio
mercenario destruía la fibra moral de la sociedad. Así que predicó contra este tipo de servicios logrando que
su ciudad Zurich se abstuviera de enviar mercenarios requeridos por el rey Francisco I de Francia. Por otro
lado, estableció un sistema de educación pública sin distinción de clases. Sus principios reformadores, el
sentimiento patriótico y el humanismo se conjugaron en un programa de reforma religiosa, intelectual y
política.

Juan Calvino proveyó al protestantismo el sustento teológico en cuanto al entendimiento de la fe cristiana, y


su pertinencia para todas las esferas de la vida. En 1536 dio a conocer su tratado llamado la “Institución de

5
Para tener una visión global de este excelente aporte ver el informe detallado presentado por el Servicio Evangelizador para América
Latina, SEPAL, en El Proyecto Josué, enero 2003.
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Por ejemplo, los documentos de Lausana, las declaraciones y materiales de los CLADE, la rica literatura que ha producido la
Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL), o los materiales del Consejo Latinoamericano de Iglesias en Formación (CLAI), y otros
más. En general, la mayoría de pastores y laicos desconoce estos documentos.

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la Religión Cristiana” el cual afirma la autoridad suprema de las Escrituras en cuanto al propósito redentor
de Dios para con su criatura, la iglesia, la sociedad y el universo. No fueron tratados teológicos sólo sobre
asuntos de carácter espiritual, sino tenían que ver con la totalidad de la vida desde la perspectiva de la
palabra de Dios. De ahí que enseñara que Dios ordenó: “a todos sus deberes particulares en las diferentes
esferas de la vida” (Latourette, 1979: 104). El ser humano fue creado de manera integral y la salvación que
Dios ofrece en Cristo es también integral. Dios está interesado en la reconciliación con su criatura con Dios y
la reconciliación entre los seres humanos. Junto a Guillermo Farel trabajaron para hacer de Ginebra una
ciudad ideal, organizada de tal modo que la Iglesia y el estado cooperaran en esa búsqueda. Con esa idea en
mente contribuyó en el desarrollo de una nueva economía industrial y comercial de la ciudad, alentó la
educación y la fundación de escuelas que luego se constituyó en la universidad de Ginebra (Latourette,
1979: 106).

El movimiento anabaptista o iglesias menonitas como se las conoce tiene un aporte social importante.
Subrayaron que había un contraste marcado entre la iglesia y el resto de la sociedad. Rechazaban el
casamiento de la iglesia con el estado como lo impuso el emperador romano Constantino en el siglo tercero
cuando el cristianismo se convirtió en religión oficial. Consideraban que “la iglesia era una comunidad
voluntaria” diferente de la sociedad. Estos asumieron el Sermón del Monte como su manifiesto y del cual
surgió su creencia de la no violencia. Según su concepción del evangelio, la fe cristiana en su esencia misma
es pacifista. De igual modo, impulsaron el igualitarismo. Se trataban entre sí como hermanos, las mujeres
tenían tanto derecho como los hombres, los ignorantes como los pobres eran tan importantes como los
sabios y ricos. Ellos rechazaron el servicio militar obligatorio. Por estas cosas éstos fueron catalogados por
los protestantes y católicos como subversivos (J. González, 1980,104). Necesitamos recuperar la herencia
integral de la Reforma, y a la vez, responder ante los desafíos de nuestro contexto y realidad.

Propuestas para la transformación integral


Es fundamental que los cristianos evangélicos asumamos el reto de ser agentes de cambio: Contribuir con la
transformación espiritual y social de nuestros países. Esto implica revisar la presencia cristiana, replantear
nuestra teología de la misión, y formar a las nuevas generaciones desde la plenitud del evangelio en
Jesucristo: Somos llamados a ser una generación no sólo de protesta, pero también de propuesta según la
ética y valores del reino de Dios. Nos toca asumir la vocación de siervos, el ser contracultura cristiana y
proponer alternativas de solución a los problemas y necesidades de la sociedad en su conjunto. Conscientes
de nuestras limitaciones como iglesia, y los grandes desafíos del mundo presente, proponemos los
siguientes lineamientos en búsqueda de esa incidencia proactiva a partir del evangelio, y en un diálogo
abierto con el contexto social de nuestros países. A menos que soñemos con una realidad diferente a partir
de la perspectiva del reino de Dios, podemos tener esperanza de un mañana distinto, y esperar con
expectativa la consumación de todas las cosas en Jesucristo.

 Replantear la teología de la misión


Asumir la plenitud de vida en Jesucristo como marco de misión trae consigo la necesidad replantear la
teología de la vida y misión de la iglesia. El gran desafío es preguntarnos si la iglesia participa de la misión de
Dios o hace la misión a su manera. Wright afirma que Dios en su misión tiene un propósito y una meta para
toda su creación… y como parte de esa misión divina, Dios ha llamado a su pueblo a participar con él en el
cumplimiento de esa misión… Nosotros tenemos que evaluar si nuestra misión está en línea con la misión de
Dios, porque “toda nuestra misión fluye de la misión de Dios también conocida como la mission Dei
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(Traducción personal). A nuestro entender no se trata sólo de agregar algo que falta a la misión, sino de
entender y hacer la misión según la propuesta de Jesús. Implica un regreso a los evangelios para observar
como Jesús concibió y llevó a cabo su misión. Este regreso es clave dentro de un contexto que privatiza la fe

7
Cristopher J.H. Wright, The mission of God’s people, (Ed) Jonathan Lunde, Grand Rapids: Zondervan (2010).

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o separa la fe de las obras. Stearns afirma en esta dirección que ser cristiano es mucho más que tener una
personal y transformadora relación con Dios. Se trata también de una pública y relación transformadora con
el mundo. Luego subraya que abrazar el evangelio proclamado por Jesús es mucho más que una transacción
privada entre Dios y nosotros (2009:2). El evangelio supera las dicotomías que nos colocan en dilemas
innecesarios: ¡Que va primero, la evangelización o la responsabilidad social! Jesús no fue atrapado por esta
disyuntiva. Predicó el evangelio del reino, sanó enfermos, hizo milagros portentosos, echó fuera demonios y
dio de comer a multitudes de manera intercambiable. Su misión ofreció plenitud de vida a partir de su vida y
forma de hacer la misión.

El regreso a los evangelios tiene como centro el Reino de Dios como sustrato teológico de la misión. La
presencia y actuar de Dios en la historia humana por medio de Jesús, anuncia la vida del reino y el llamado a
vivir según sus valores. Jesús en su misión llamó al arrepentimiento de pecados, mostró el poder del “Ya del
reino”, abogó por los excluidos, sanó a muchos y dignificó a los marginados. Jesús [el evangelio] se hizo
palabra y acción cuya expresión más sublime de amor la mostró en la cruz del calvario a favor de nuestra
salvación. Es decir, no se trata sólo de agregar la responsabilidad social a la misión, sino de replantear la
forma de pensar, de vivir y creer el evangelio (Mr.1:14-15). La plenitud de vida en Jesucristo nos plantea una
nueva forma de vivir en relación con Dios y con el prójimo (Lc.10:25-31). Replantea lo orientación de la vida,
la vida en sociedad y la misión de servir al necesitado sea de pan espiritual, de sed de justicia o del pan
material. A los cristianos nos compete entonces vivir el evangelio y servir a la manera de Jesús sin imponer a
los oyentes nuestras creencias. Jesús no condicionó a los suyos. La responsabilidad de recibir o rechazar el
evangelio queda con las personas. El evangelio no se impone sino se propone. De ahí que nuestro servicio a
las personas no debe ser condicionado. De otra manera produciremos “cristianos de arroz”, personas que
buscan el evangelio por el beneficio material. Nos toca entonces vivir, enseñar y fundamentar nuestra
misión en el evangelio integral de Jesús.

Una demanda impostergable en este proceso de revisión es dar atención especial al tema de la justicia.
Sobre todo en el contexto de los países centroamericanos donde prevale la injusticia, la impunidad y la
desigualdad. Los cristianos no deben soslayar una verdad que está en el corazón de Dios. Las Escrituras
detallan a un Dios justo, que hace y de manda justicia (Deut.10:18; Sam.26:23). El Pentateuco llama al
pueblo que viva en justicia, que juzgue con justicia, y que no pervierta la justicia (Deut. 6:25; Lev.19:25;
Deut. 16:19,20); los Salmos afirman a un Dios que hace justicia y que alaba a los que la practican (Sal.103:6,
106:3); y los profetas demandan a sus líderes y al pueblo a enmarcar su vida en la justicia (Is.1:7; Jer.7:5;
Ez.18:19,20; Dn.4:27; Os.10:12; Am.5:15). En el Nuevo Testamento Jesús subraya el imperativo ajustarse a la
justicia del reino, y a buscarla con prioridad en la vida (Mt.5: 20; 6:33). Haugen anota que los cristianos
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hemos olvidado como ser en el mundo esos testigos del amor de Cristo, de su poder y de su justicia. A la luz
de estas declaraciones de la palabra, la justicia debe ocupar un lugar esencial en el quehacer de la misión. La
defensoría o incidencia no debieran ser temas de interés sólo para algunas entidades cristianas, sino parte
del quehacer de la misión de todos los cristianos. Hacer la misión a la manera de Jesús demanda que la
justicia ocupar un lugar prioritario en la misión y práctica de vida de la iglesia

Finalmente, este replanteamiento conlleva tomar en cuenta la teología de la creación y sus implicaciones
para la vida y misión del cristiano en el mundo. Especialmente porque la mayoría de evangélicos traza su
teología a partir de la caída. Al enfatizar este punto de partida resta importancia al proyecto original de Dios
para su criatura y su creación, y nos deja con una visión pesimista del mundo. Sin perder de vista el realismo
bíblico respecto al ser humano después de la caída, es fundamental redescubrir el mandato cultural a la luz
del proyecto redentor de Dios. Por ejemplo, tomar en cuenta la teología de la creación implica dar la debida
atención al quehacer científico y tecnológico a favor de una productividad con sentido social, al impulso de
las artes, el cuidado del medio ambiente, y el asumir con la seriedad del caso los problemas estructurales de
la sociedad. No hay que perder de vista que Jesucristo en su cruz, no sólo posibilita la reconciliación de los
hijos e hijas de Dios, sino la reconciliación de todas las cosas [las que están en la tierra o las que están en los
cielos] (Col.1:20). Desde esta perspectiva, El evangelio busca la salvación integral de toda persona en su

8
Haugen, Gary, Buenas Noticias acerca de la injusticia (Buenos Aires: Ediciones Kairos, 2012),13.

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respectivo contexto social. Afirmamos con el Pacto de Lausana que “Si la salvación que decimos tener no
nos transforma en la totalidad de nuestras responsabilidades personales y sociales, no es la salvación de
Dios (1974, párrafo 5).

 Redescubrir el sentido de las vocaciones


En un contexto donde todavía priva la tradicional forma de entender las misiones, es fundamental reafirmar
el sacerdocio universal de todos los creyentes [los laicos] en la misión. A la luz de la palabra, “todo creyente
es misionero” y “toda vocación es misionera”. Estas premisas deben llevarnos a reevaluar como entendemos
el perfil del misionero y su labor en el campo de misión. A la luz del NT todo creyente sea en el campo
académico, empresarial, pastoral, el sindicato o el mundo político, debe asumir su vocación misionera como
embajador de Cristo, y asumir su profesión como vocación misionera. Es decir, todo cristiano es un
misionero donde quiera que se encuentre y debe dar testimonio del evangelio con la radicalidad del
discipulado cristiano. El llamado a redescubrir el sentido de la vocación debe llevarnos a colocar sobre la
mesa de discusión y la práctica la vida de Jesús como el Líder-Siervo. Esta revisión va más allá de los
paradigmas de éxito que predominan dentro o fuera del contexto religioso. No sólo se trata de servir, sino
de asumir la vocación de servicio en todas las esferas de la vida. Esto implica asumir una nueva visión del
liderazgo a partir de Jesús como Líder-Siervo con sentido de excelencia y responsabilidad ciudadana. El
servicio a partir de Jesús implica dar la vida para servir a los demás (Mr.10:45, Cf. Hch.10:38).

La persona y vocación de Jesús contrastan con aquellos líderes que aman el poder y se sirven así mismos.
Nos desafía a colocar el poder al servicio de la misión y el poder del amor al servicio del prójimo. La vida y
vocación de Jesús pone de manifiesto una nueva forma de ser líder y un marco ético para la convivencia
humana y para ejercer toda vocación sea esta en el campo espiritual o social (Mateo 5-7). La vocación a la
luz de Jesús, tiene que tener los valores del reino de Dios como criterios que definen el ser y quehacer ético
tal como Jesús la encarna. La profesión entonces no sólo es un medio para el logro de nuestras propias
necesidades, sino una herramienta al servicio de la misión sea en la iglesia, el comité de vecinos, el sindicato,
entidades de ayuda sean privadas o del Estado. Si anhelamos ser fieles al evangelio debemos colocar nuestra
profesión bajo el señorío de Cristo sea que la enfoquemos en la investigación y producción de conocimiento,
el impulso de la tecnología, la difusión del arte y la música, el mundo de la economía, la participación cívica y
política de partido, la defensa de los derechos humanos, el resguardo de nuestro ecosistema, la misión
transcultural o el uso adecuado de los recursos del Estado para promover el bien común y el desarrollo del
país. Si todas la cosas serán “reunidas en Cristo” entonces debemos asumirlas hoy para que glorifiquen a
Dios y estén al servicio del avance de la proclamación del evangelio y del bien común (Ef. 1:10). Nuestro reto
es disponer nuestra vocación al servicio de Dios y el prójimo.

El redescubrir la vocación de servicio tiene que tomar en cuenta la formación del carácter cristiano. Los
aspectos éticos y morales no siempre son una demanda en los perfiles de liderazgo. Centran su atención en
las habilidades. Hablar verdad, ser fiel o el ser solidario no siempre es una exigencia. Según el discipulado
estos elementos éticos deberían ser parte de la formación para todos los creyentes. Sin embargo, sabemos
que en la práctica lo que persiste es más bien cierto adoctrinamiento que no transforma. El discipulado
como proceso es el camino que Jesús asumió con sus discípulos para formarles para la vida y la misión. De
ahí que Mateo coloque en el comienzo de su evangelio el Sermón del Monte. Jesús formó a sus discípulos a
partir de la ética y valores del reino de Dios. Modeló su visión de la vida, la misión y el mundo. Enfrentaron
con éxito al liderazgo y al status quo de su época (Hech.4:13). Sin la fuerza de carácter cualquier ideología o
tentación hará sucumbir a los cristianos. No es suficiente la formación profesional o el carisma. Se necesita
de una formación ético moral. Esta advertencia es esencial ante líderes del ámbito evangélico o seglar que
han sucumbido ante la tentación del poder, la infidelidad conyugal o la corrupción. La falta de ética y
principios morales corroe la base misma de la sociedad. Resulta entonces esencial formar el carácter del
líder cristiano para ser contracultura en una sociedad que no quiere límites morales. Se necesita formación
del carácter que incluye vida de piedad y dependencia de Dios para enfrentar estos desafíos. Moisés y

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Daniel lograron salir adelante porque aparte de su formación académica, tenían su vista puesta en el Señor
de la historia y estuvieron dispuestos a pagar el precio de ser diferentes.

 Desarrollar proyectos alternativos


Los cristianos evangélicos tenemos la oportunidad de plantear proyectos alternativos a favor del desarrollo
integral de nuestros pueblos. En medio de la crisis económica habrá que ser proactivos en cuanto a la
generación de empleo, la producción de bienes y servicios, y el desarrollo de iniciativas para lograr
sostenibilidad. Es una oportunidad para que empresarios cristianos desarrollen empresas con sentido social
y contribuyan al desarrollo económico del país. No quisiéramos seguir siendo etiquetados como republicas
de bananos como se nos llama en Europa. Resulta entonces necesario emprender proyectos creativos,
aprovechar la riqueza de nuestros recursos renovables, turísticos, y la ingeniosidad de nuestra gente.
Tenemos a la mano el reto de crear y generar nuevas patentes de comercio y estimular sobre todo el
desarrollo transformador de las comunidades de área rural. No está de por más afirmar que necesitamos
para el caso, el apoyo de los países desarrollados, tanto en la transferencia de recursos económicos para el
desarrollo de proyectos de envergadura nacional, como transferencia de conocimientos científicos y
tecnología para lograr un desarrollo sostenible.

Por otro lado, damos gracias a Dios por la existencia de las entidades cristianas de servicio en Guatemala y la
región centroamericana. Su presencia ha sido factor importante para el desarrollo de los más necesitados. A
la vez, es imperativo evaluar sus proyectos de misión. Debemos preguntar, ¿En qué se diferencian los
proyectos cristianos con los cristianos? ¿Asumen sus proyectos y personal los valores del reino de Dios?
¿Qué modelo de desarrollo impulsan? ¿Participan las comunidades en el desarrollo de los proyectos?
¿Cómo tratan al personal? ¿Son de carácter paternalista o impulsan la autogestión? Por ejemplo, es esencial
estar atentos a las políticas que se generan en los centros de poder. No pocas veces las entidades socias
siguen sin mayor cuestionamiento sus lineamientos que no siempre coinciden con los valores del reino. Vale
la pena analizar respecto al tema de la interdependencia a fin de no crear dependencia hacia las entidades
socias y las comunidades que sirven.

El tema de educación necesita una profunda evaluación dentro y fuera de los colegios cristianos. El descuido
del Estado abrió las puertas a la privatización de la educación en toda Centroamérica. Cerca del 40% de la
educación escolar está en manos de la empresa privada. Su presencia ha traído ventajas y desventajas.
Muchas iglesias se han sumado a la idea de establecer colegios dentro o fuera de sus instalaciones. Sin lugar
a dudas que son un aporte a favor del desarrollo cultural y económico del país. Sin embargo, es importante
preguntar, ¿En qué se diferencian de las escuelas o colegios no cristianos? ¿Fundamentan su filosofía de
educación en la cosmovisión cristiana? ¿Están abiertas a todos los estratos sociales? ¿Proveen excelencia
académica? ¿Promueven los valores del reino de Dios? ¿Fomentan la vocación de servicio en sus alumnos?
¿Forman para pensar o fomentan una educación bancaria? Sin entrar en mayor análisis, se podría afirmar
que algunos colegios cristianos han convertido la educación en negocio; no integran la fe cristiana con los
contenidos de las materias, no siempre forman para la vida, no fomentan el pensamiento y la investigación,
y un buen número de estos colegios son prohibitivos para las familias pobres.

 Impulsar una educación transformadora


La formación de liderazgo es clave para impulsar la transformación de nuestras naciones. No es posible
impulsar una visión o proyecto de nación a menos que contemos con cuadros de liderazgo debidamente
preparados. Se necesita una educación transformadora: Una educación que “informa”, “forma” y
“transforma” a partir de la palabra de Dios. Es una educación que apunta a la formación del carácter
cristiano, que forja la mente y ejercita el desarrollo de las competencias. Por supuesto, esta formación debe

8
9

sustentarse en Jesús como el Líder-Siervo. Necesitamos formar líderes que son realmente siervos dispuestos
a favor de la extensión del evangelio y la transformación integral de la nación.

Uno de los problemas más agudos en el contexto cristiano evangélico es la fragmentación del conocimiento
bíblico y la falta de integración de la fe con las demás esferas de la realidad humana. El activismo evangélico
impide la formación de una mente crítica y reflexiva. Mark Noll al comentar este fenómeno entre los
evangélicos norteamericanos dice: “el ethos evangélico es activista, populista, pragmático y utilitarista. Esto
permite poco espacio para un esfuerzo más amplio y profundo, porque éste es dominado por las urgencias
del momento.”9 Le resulta difícil ver, interpretar y aplicar la Biblia en su contexto. La formación de la mente
cristiana es un imperativo para todo cristiano. Esa formación demanda una integración de la fe cristiana no
sólo respecto a los asuntos de carácter religioso, sino con todas las esferas de la vida humana. Desde esta
perspectiva, Blamires afirma que la “mente cristiana” no hace referencia a una mente dedicada a temas
específicamente “religiosos”, sino a una mente que piensa “cristianamente”. Es decir, piensa desde una
cosmovisión bíblica, aun acerca de los temas más seculares.10 Esta tarea es urgente porque la mayoría de
cristianos no integra la fe cristiana con los distintos campos del conocimiento. Esta integración evitará esa
antigua dicotomía que separa las cosas del espíritu de las cosas del mundo creado [Entiéndase las ciencias
humanas, el arte, la música, el deporte, la economía, la política, tecnología, etc]. Sí Jesucristo reconcilió en la
cruz todas las cosas, y un día todas las cosas serán puestas bajo su señorío, nos toca integrar la fe con las
ciencias humanas a partir de la cosmovisión bíblica (Col. 1:20; Ef. 1:10). La manera en que los cristianos ven,
entienden y asumen la vida en sociedad, debe ser una propuesta que surge del evangelio y el modelo de
Jesús.

Por otro lado, es necesario hacer cambios profundos en el sistema educativo del país. Sobre todo porque
creemos que la educación es un factor esencial en la transformación social de la nación. Adquiere mayor
relevancia por dos razones fundamentales. Por un lado, porque el analfabetismo sigue afectando a más de
un 25% de la población. Y, por otro lado, porque predomina todavía en el país una educación de carácter
bancaria. González afirma al respecto: “A pesar que Guatemala tiene un currículum que privilegia la
formación integral y que formula entre sus principios la calidad y la pertinencia, la realidad del aula, en la
mayoría de casos, sigue siendo la misma; el desarrollo de una educación bancaria, centrada en contenidos,
orientada a la enseñanza y no al aprendizaje, una educación que informa y no forma ni transforma, lo
anterior unido a deficiencias en la infraestructura, falta de recursos y permisibilidad para anarquizar el uso
del tiempo horario y calendario”. 11 Esto implica para los guatemaltecos hacer cambios sustantivos en el
sistema educativo a fin de que los programas y metodologías respondan a favor de la transformación
integral del país. Esta revisión es fundamental dentro del contexto evangélico. El problema de la educación
bancaria también se refleja de alguna manera en centros de formación teológica y en los centros de
capacitación en el ámbito eclesial. Esto implica la revisión de los materiales y las metodologías que por lo
general siguen viniendo de contextos ajenos a la realidad del país. Aquí resulta esencial revisar la pedagogía
de Jesús que entraña muchos de los principios pedagógicos de la actualidad.

 Potenciar la participación del laicado


Con anterioridad citamos ejemplos participación de evangélicos en la sociedad civil. Sin embargo, la mayoría
pareciera vivir a espaldas de la realidad social. Hace falta una mayor conciencia y participación ciudadana
responsable. Sobre todo, porque las iglesias cristianas cuentan con un tremendo potencial humano. R.
Putnam lo denomina capital social. Señala que las iglesias [a través de su capital social] ejercieron un rol
clave en la formación de la sociedad norteamericana (2002). Ligados por valores éticos, relaciones de

9
En The Scandal of the Evangelical Mind, Grand Rapids: Eerdmans Publishing Company, 1994, p.12.
10
Citado por John Stott, en La Fe Cristiana Frente a Los Desafíos Contemporáneo. Buenos Aires: Nueva Creación (1991). P.36.
11
Alba de González, “La educación en el contexto guatemalteco” (Consulta Educando para Transformar, Guatemala: Centro
Esdras, 2014).5.

9
10

confianza y solidaridad, formaron redes de apoyo a favor de la población. Los evangélicos en Centroamérica
tienen el mismo capital, pero está adormecido. No han asumido el rol ciudadano correspondiente. Garrard
Burnett (2009) en su libro sobre el protestantismo en Guatemala afirma que lo mejor que tiene es su capital
social. Especialmente hay que formar y enlistar a la población joven que el rubro mayoritario de la
población. Guatemala y demás países de la región cuentan con una población joven, por lo cual resulta
imperativo para las iglesias y su liderazgo formar este recurso disponible.

El cambio social no vendrá de arriba [los centros de poder político], sino de la base (la sociedad civil]. La
política es un instrumento útil en el proceso de cambio social, pero no la última palabra. Una ciudadanía
cristiana responsable puede hacer la diferencia. ¿Qué se necesita? Tomar conciencia del capital social de las
iglesias, formar a la gente e impulsar redes de apoyo que se promueven el avance del evangelio y sirven a
favor del bienestar de la población. Putnam en su libro Bowling Alone: The Collapse and Revival of America
Community (2000) subraya la importancia del capital social en las sociedades occidentales. En su estudio
afirma que las iglesias protestantes en Estados Unidos forjaron asociaciones voluntarias que conformaron su
capital social. Según Putnam El capital social hace referencia a las características de una organización social,
tales como la verdad, las normas, y las redes sociales que pueden mejorar la eficiencia de la sociedad
(1993:167). Según Putnam estas asociaciones emergieron y florecieron en el seno de las iglesias
protestantes. Su sentido de comunidad y pertenencia les permitió establecer relaciones de amistad,
confianza y ayuda mutua dentro de la iglesia y los cuales trasladaron al seno de la sociedad civil. Es decir, la
iglesia evangélica tiene la gran oportunidad de aprovechar su potencial humano para llevar a cabo la misión
de proclamar el evangelio, y para animarlos a organizarse en asociaciones voluntarias en las diversas esferas
de la vida eclesial y la sociedad.

En el caminar de la historia moderna se observan ejemplos de movimientos que produjeron cambio social.
Por ejemplo, el club de amigos de William Wilcerforce en la Inglaterra del siglo XIX. Wilcerforce lideró el
movimiento a favor de la abolición de la esclavitud. Martin Luther King lideró un movimiento que logro que
la población de raza negra, obtuviera derechos y beneficios vedados en los Estados Unidos. El movimiento
de la no violencia venció con el amor al odio. Lech Valesa en Polonia generó un movimiento social que
cambió las estructuras sociales y políticas de la nación. Los trabajadores del astillero de Gdansk, jugaron un
rol clave en el proceso. Valesa se convirtió luego en el presidente de Polonia. Es posible establecer cambios
en la sociedad por medio de una presencia y participación ciudadana responsable. En nombre de Cristo se
nos desafía a ser agentes de cambio en el seno de la sociedad para lograr su transformación espiritual y
social. El rol de los laicos es fundamental en esta tarea (1 Ped.2: 9-10). Sobre ellos descansa el cumplimiento
de la misión. A los pastores, maestros o profetas, nos toca equiparlos y edificarlos según el paradigma de
Jesús (Ef.4:12-16).

 Formar comunidades del reino de Dios

Otro de los retos para el liderazgo cristiano es examinar la actual situación de la iglesia. Especialmente, a la
luz del surgimiento de los mega templos y cierto nominalismo religioso. No pocas iglesias parecen más
aglomeraciones geográficas de personas que comunidades del reino. En el Nuevo Testamento más bien las
iglesias muestran una vida de comunidad pese a sus fragilidades y limitaciones humanas. La iglesia de
Antioquía ejemplifica esta verdad. En Antioquía se dio el nombre de cristianos a los discípulos por vez
primera. Tenía un perfil multirracial, multicultural, y era diversa en lo social, cultural, económico y en cuanto
a dones. Esta joven iglesia mostraba la vida en plenitud de Jesús: Tenía un espíritu evangelizador, sed por la
palabra, preocupación social, adoración rebosante, vida de comunidad, trabajo en red, llena de carismas del
Espíritu y una visión misionera mundial. Hoy nos impele interrogarnos, ¿Reflejan las iglesias los principios del
NT? ¿Qué clase iglesia somos? ¿Impactan su vecindario? ¿Se proyectan en la comunidad? La iglesia en el NT
es tanto una comunidad teológica como sociológica. Tiene su origen en Dios, y se encarna en la realidad
histórica Ese pueblo de Dios tiene sus raíces en Jerusalén o en Tesalónica. En otras palabras, somos
ciudadanos del cielo y del suelo. No podemos abstraernos de la realidad social en la cual vivimos.

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Por otro lado, el NT la iglesia es el proyecto histórico de cómo Dios restaura la humanidad. No es sólo una
comunidad religiosa, sino una muestra de la nueva humanidad. Esta verdad es a la vez un privilegio y una
gran responsabilidad. En ella tiene que expresarse la vida y valores del reino de Dios. Es decir, debería ser
una comunidad donde la paz, la verdad, la lealtad, el amor, la solidaridad, etc., son parte de su vivencia. Si la
iglesia es fiel a su llamado, tiene que mostrar en su interior el cambio transformador que anuncia al
evangelio. En la medida en que las iglesias son auténticas comunidades del reino, estarán en mejor
condición para impulsar su capital social. ¿Somos auténticas comunidades? Para el caso vale la pena
preguntar, Si su iglesia desapareciera del vecindario, ¿Qué ocurriría? ¿Notarían su ausencia? ¿La
extrañarían? ¿Pedirían que regrese? Cada líder debe responder según la realidad de su iglesia. No podemos
dejar de afirmar que hoy muchos de los feligreses se podrían llamar consumidores de culto, pero no
necesariamente comunidades de hermanos. Comparten la liturgia, pero no siempre comparten la vida y los
retos de la misión integral. Es necesario repensar lo que significa ser iglesia. Especialmente en el contexto de
las grandes urbes.

Finalmente, el desafío de ser comunidades del reino implica el ejercicio de una actitud profética. Los
evangélicos denuncian el pecado individual, pero no siempre el pecado social. Denuncian el pecado del
mundo, pero no siempre enfrentan los pecados de la iglesia. Otros espiritualizan los problemas sociales,
minimizan la responsabilidad humana y el efecto de las estructuras sociales. El ser comunidad profética
implica hablar a favor de los que no tienen voz. La palabra nos recuerda: “Abre tu boca por los mudos, por
los derechos de todos los desdichados. Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende los derechos del afligido y
del necesitado” (31:8-9 VBA). Asumir este desafío implica luchar y promover la justicia, la ética y los
derechos y dignidad humana. ¿Qué implicaciones conlleva esta acción? Entre otras cosas implica estar en la
brecha para interceder a favor del país (Ez.22:30), resistir el mal y toda obra infructuosa de las tinieblas
(Ef.5:11-13), impulsar acciones concretas a favor del bien y la justicia (1 Ped. 3:13-17). Todo lo que viola la
imagen de Dios en los seres humanos es una afrenta hacia su carácter Justo y Santo. Los medios de
comunicación evangélicos tienen en sus manos la posibilidad de ejercer una voz profética para confrontar la
crítica realidad que afectan nuestras naciones.

 Impulsar una visión de país


Es imperativo romper patrones que anteponen la ambición e interés personal por encima del interés
nacional. No debemos ser testigos mudos de gobiernos que entran y salen sin mayores logros a favor del
desarrollo de nuestros países. Es imprescindible promover una visión y compromiso por el emergimiento de
un proyecto de nación. Más allá de la miopía de políticos o del pesimismo de líderes cristianos, debemos
impulsar una visión de país. Es decir, a todo ciudadano le debe importar lo que pasa en nuestros pueblos. A
los políticos les corresponde legislar a favor de un proyecto de nación, a todos los ciudadanos liderar el
cambio social, a los empresarios impulsar proyectos de envergadura nacional, a los educadores formar una
conciencia de nación y la vocación de servicio en los estudiantes, a las entidades de servicio modelar el
servicio, y a las iglesias asumir la plenitud de vida como marco de misión. El desafío es cambiar el amor al
poder por el poder del servicio a favor de la nación. El interés ególatra debe dar paso al sentido solidario de
cambio y transformación espiritual y social de nuestra nación. De igual modo, hay que cambiar esa visión de
corto plazo de muchos políticos que no transcienden los intereses del partido de turno. Paso a paso es
posible inventar países diferentes. Dentro de este contexto, los evangélicos necesitamos tener una mente
crítica y discernimiento ante la realidad socio política del país, y analizar desde la ética del reino de Dios, la
participación de los que han pasado por algún puesto público. Especialmente ante los evangélicos que
ocuparon la primera magistratura de la nación y han dejado un sabor amargo y un anti testimonio ante la
opinión pública.

Se requiere de cristianos visionarios y con una vocación de siervos que forjan sueños y proyectos que nos
encaminen hacia la construcción de un proyecto de nación. Es urgente que los cristianos aporten ideas,

11
12

propuestas o estrategias para solucionar los problemas que aquejan a la ciudadanía. Es fundamental que los
obreros, comerciantes, estudiantes, maestros, profesionales o políticos evangélicos desarrollen propuestas
alternativos a los problemas de salud, educación, el congreso, etc. Es fundamental que estas propuestas
cuenten con la base bíblica del caso y con la debida teoría sea esta política, económica, pedagógica o
tecnológica. Es decir, hay que opinar a partir del consejo de la palabra de Dios y con el respaldo académico
del caso. El espíritu superior de Daniel incluía propuestas que surgieron de su compromiso de fe en Dios y su
serio trabajo académico en la sociedad babilónica. Guatemala y el resto de América Latina requieren
programas de alcance nacional que enfrenten los retos de la pobreza, leyes que combaten con éxito la
corrupción, acciones que ayuden a enfrentar las causas y efectos de la violencia. El avance del evangelio en
nuestras tierras tiene que afectar la vida total del país. El avivamiento evangélico que vivimos en el Sur, no
debe contentarse con el crecimiento numérico, tiene que afectar todas las áreas de la vida de la nación. La
salvación que Dios nos ofrece en Cristo es una salvación que incluye la vida eterna y la vida abundante que
integra todo el ser y quehacer humano.

 Fomentar cambios en la cultura


Con anterioridad afirmamos que los cristianos tienen que promover la justicia como esencial de la misión de
la iglesia. Esta demanda requiere que se asuman los problemas estructurales que afectan especialmente a
los más pobres. A la vez, es importante enfrentar ciertos vicios propios de nuestra cultura. En nuestro ethos
cultural existen formas de pensamiento, creencias, actitudes y conductas que deben ser transformadas por
el poder del evangelio. Sin dejar de valorar las buenas cosas de la cultura humana, debemos señalar los
pecados de nuestra cultura y las subculturas evangélicas. Afirmamos con el Pacto de Lausana que “Siendo el
hombre [ser humano] criatura de Dios, parte de su cultura es rica en belleza y bondad. Dado que el hombre
es un ser caído, toda su cultura está manchada con pecado y parte de ella es demoníaca” (Párrafo 6). Esta
visión equilibrada de la cultura nos ayuda a ver las buenas cosas y a estar apercibidos con los vicios que la
aquejan. ¿Cuáles son algunos de los vicios que tenemos que desterrar? La cultura latina se mueve en cierta
ambigüedad moral. La mentira para muchos es una forma de vida que no se conforma a la verdad. El
novelista Octavio Paz (1976) afirmó en su momento que la mentira política se instaló en América Latina hace
500 años y nos ha hecho mucho daño. En este sentido la palabra del político, el profesional, el ama de casa,
puede variar según le convenga. La mentira debilita nuestras relaciones, las instituciones y las leyes. La
justicia no emerge pues el engaño corrompe conciencias y puestos. Es fundamental transformar esta forma
de actuar por vidas que se ciñen de la verdad y se conducen con transparencia.

Por otro lado, es importante hacer cambios en la concepción del trabajo. En la práctica se valoriza el trabajo
intelectual y se desprecia el trabajo de las manos. Los trabajadores de cuello blanco tienen mayor valor que
los jornaleros del campo o la ciudad. No se valora ni se paga el trabajo que se hacer con las manos y el sudor
de la frente. Se discrimina y excluye así al jornalero y al agricultor. El intermediario gana mejor que el
productor. De la misma manera se discrimina al indígena por el color de su piel o por su apellido. Se le tacha
muchas veces de perezoso y haragán. El sentido de superioridad de ladino sigue como una sombra en el
trato sobre el indígena. Esa forma de discriminación también tiene que ser transformada por el evangelio.
De igual modo, los latinos enfrentan problemas respecto con cierta tendencia al conformismo para
enfrentar la pobreza. La indolencia o indisciplina afecta la visión de cómo asumir el trabajo o la falta de
prever el futuro. Ernesto Sabato acostumbraba decir que la creatividad del latino sufre por la indisciplina.
Por ejemplo, la improvisación se convierte en norma de comportamiento que mina el espíritu del buen
trabajo y búsqueda de excelencia.

Es necesario entre otras cosas es esencial redescubrir la identidad humana en base a la imagen y semejanza
de Dios. Sobre todo en aquellas personas o comunidades que por distintas razones tienen una baja estima.
Es necesario sacarlos del círculo de la dependencia y promover su autogestión. Especialmente ante la
tendencia del paternalismo. Es crucial en este sentido el empoderamiento de los más débiles a fin de que
puedan salir de la pobreza. Hay que subrayar que el cambio social no está restringido al cambio político

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como se afirmó con anterioridad. Es posible establecer cambios a partir de pequeñas iniciativas sea a nivel
personal o comunitario. Rowan Ireland (1991) anota que el cambio puede darse en la esfera de la cultura
política de los pueblos. Su análisis en comunidades del Brasil muestra cambios sustantivos que lograron pese
a las estructuras políticas existente del sistema imperante. Ante el pesimismo, la cosmovisión bíblica, nos
recuerda que porque todos fuimos creados a imagen de Dios, nos corresponden una dignidad y derechos
que nos hacen personas capaces de crear como nuestro Creador. Los guatemaltecos necesitamos con
urgencia cambiar aspectos sustanciales de nuestra cultura. Los evangélicos necesitamos revisar y cambiar
ciertas subculturas que afectan nuestra forma de ver el mundo, la realidad y cómo nos relacionamos con los
demás. El sueño de contar con países diferentes nos motiva a reconocer lo bueno que tenemos y cambiar
los paradigmas que nos afectan.

 Promover la cooperación en red


Por otro lado, la transformación integral de la nación requiere del establecimiento de redes de cooperación.
Nos desafía a buscar alianzas estratégicas para el desarrollo integral de la misión. No es posible la
autogestión sin la interdependencia. En el contexto nacional e internacional se hacen esfuerzos por crecer
en esta dirección. Nos necesitamos unos a otros. Sin embargo, en el contexto evangélico no siempre nos
disponemos para compartir ideas, recursos o sueños. El recelo de algunas entidades sean de evangelización,
quehacer teológico o de servicio, dificulta el intercambio y la cooperación. No siempre somos capaces de ver
lo que otros hacen o piensan. La crítica de Stoll en su libro Sembradores de la palabra o forjadores de
imperio, debe ayudarnos a evaluar las motivaciones de la misión, y a buscar formas para cooperar en red
con otros sean dentro del mundo evangélico o seglar. Es importante romper con ciertas actitudes de
divisionismo o autosuficiencia de algunos líderes, para lograr una acercamiento entre los mismos cristianos,
y la consecución de proyectos que vallan más allá de los intereses denominacionales. Es necesario apostar
una visión del reino de Dios que a la vez que trasciende barreras permite un acercamiento con todos
aquellos que luchan a favor de la extensión de ese reino.

Dentro del contexto de las entidades de desarrollo, es importante identificar los valores que nos son
comunes para buscar lazos de cooperación. Según Francis Shaeffer, debemos ser cobeligerantes con
entidades que tienen valores similares a favor de causas nobles, y separarnos cuando se pone en peligro los
valores del reino de Dios. A los evangélicos nos toca aprender a invertir y cooperar con otros a fin de que el
Reino de Dios avance. Más allá de los intereses eclesiales u organizacionales, está el reino de Dios y su
justicia. Como Centro estamos en proceso de aprendizaje para buscar la cooperación con otras entidades
colegas que tienen mayor camino recorrido. No resulta fácil porque se cruzan nuestras agendas, proyectos y
metas. Damos gracias al Señor porque las consultas anuales que desarrollamos lo hacemos con el apoyo de
otras entidades interesadas en la difusión y promoción de la plenitud de vida en Jesucristo.

 Enfatizar el lugar de la conversión


La conversión es esencial en el proceso de transformación de una nación. El evangelio puede traer cambio
integral en la vida del converso y su comunidad. Tiene el poder de transformar personas y su entorno
cultural. Por supuesto, no se trata de una evangelización de masas, impuesta desde el poder político o como
una empresa religiosa que no demanda. La conversión a partir del evangelio del reino implica la
proclamación, entendimiento y aceptación del llamado a volverse a Dios; y el abandono de antiguas
lealtades. Los evangelistas afirman que Jesús recorría las ciudades predicando el evangelio del reino
(Mt.4:17 Cf. 9:36). Su mensaje anunciaba perdón de pecados y vida abundante, y a la vez, demandaba
arrepentimiento y creer en el evangelio (Mr.1:15). Ante la llegada del reino de Dios se requería de metanoía
(arrepentimiento) cambio de mente y forma de vida hacia Dios y hacia el prójimo. No se trata sólo de
reconciliarnos con Dios, sino también con el prójimo. Driver anota que este anuncio implicaba replantear la
idea de creer y convertirse a Dios: “creer” lleva un sentido de compromiso en términos de lealtad y

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obediencia. Y, “conversión” lleva la idea de una reorientación radical de dirección que coloca a la persona en
el cauce del reino mesiánico que Jesús inauguró y donde se vive de acuerdo con los valores que son propios
de él” (1978: 14). En los evangelios, el seguir a Jesús tiene demandas muy claras: negarse así mismo, tomar
la cruz, y seguir a Jesús (Lc.9:23). Implica dejar a Jesús el control de la vida, tomar en cuenta el costo de
seguirlo, y disponerse a una vida de obediencia. El seguir a Jesús como discípulo era muy diferente del seguir
a los otros rabinos de su época. Estos no tenían esta clase de requerimientos y nos las podían hacer.

Este llamado es esencial especialmente en el contexto del crecimiento numérico que varios autores
atribuyen al avivamiento evangélico en Guatemala y resto de América Latina. No dudamos que el Espíritu
Santo este impulsando un avivamiento en los países del Sur. Sin embargo, es necesario preguntarnos si esta
experiencia está en consonancia con el evangelio. Es decir, ¿Está produciendo cambios sustanciales en la
vida personal y comunitaria tal como ocurrió en las iglesias de Jerusalén, Antioquía o Tesalónica? Dorothy
Bullón en su libro Cuando Dios desciende, afirma que “un verdadero avivamiento tiene como consecuencia
cambios éticos por un renovado énfasis en la santidad de Dios” (1997:7). Es decir, debe mostrarse por medio
de cambios en la forma de pensar y vivir de los conversos y su entorno. Si no vemos mayor impacto en
nuestras naciones, debemos preguntarnos, si los creyentes experimentan una auténtica conversión o sólo
una experiencia religiosa. Al lado de esta interrogante, hay que señalar que la falta de una conversión radical
tiene que ver con una evangelización enfatiza la vida abundante, pero deja de lado la demanda del
evangelio. Especialmente dentro de cierto círculo de iglesias que predican un evangelio que ofrece de todo,
pero no demanda el costo del discipulado. El resultado visible como señalamos con anterioridad, es un
crecimiento que no afecta la nación. Que se queda en religiosidad popular.

Si queremos ser fieles al evangelio, debemos llamar a las personas a una conversión radical. Jesús no se fio
de las multitudes que lo seguían y creían en El (Jn2:24). Más bien las confrontó abiertamente a sus
seguidores incluyendo a los doce (Jn.6:60-67). Nuestra responsabilidad es predicar el evangelio del reino el
cual anuncia la vida y demandas del “Ya presente del reino”. No podemos dejar de subrayar que el evangelio
es poder de Dios para salvar y transformar tal como lo afirmamos al comienzo de nuestra reflexión. Va más
allá de nuestros esfuerzos o negligencias. Por esta razón el evangelio debe ser proclamado porque en él hay
plenitud de vida. Sin embargo, nuestra responsabilidad es influir como sal y luz la cultura y realidad del país,
a través de vidas cambiadas que asumen la ética y valores del reino de Dios. El cambio transformador de
Zaqueo el publicano muestra el poder transformador del evangelio. Su encuentro con Jesús cambió su vida y
status cultural. Le llevó a impulsar cambios radicales dentro de los patrones establecidos de su cultura. Su
conversión los llevó a implementar una forma de vivir de manera radical. Se observa en sus acciones la
justicia del reino que tornó en una justicia restitutiva y distributiva. Se dispuso a distribuir parte de sus
bienes y a restituir a quiénes había defraudado. Puso una práctica una justicia superior a la de los religiosos
de su época. En este sentido no podemos perder de vista que la predicación del evangelio es fundamental
para llamar al arrepentimiento hacia Dios y hacia el prójimo. Es un evangelio que rompe y transforma
patrones de cultura ajenos a los valores del reino de Dios. No debemos soslayar entonces la evangelización a
partir del anuncio del reino, a fin de desafiar a la sociedad a volverse a su Creador, a los creyentes a vivir un
discipulado comprometido.

 Dar espacio al obrar milagroso de Dios


Con frecuencia pensamos que entendemos y practicamos la misión integral. Sin embargo, dejamos en el
tintero verdades del evangelio que no hemos asumido o practicado de manera parcial. ¿A que me refiero?
Algunos subrayamos la seriedad de nuestra teología, otros su énfasis en el desarrollo sostenible, otros su
lucha por la justicia, otros por alcanzar a los marginados, otros su aporte al campo de la salud, la educación
o la economía, etc. No dudamos que todos estos aportes son parte del poder del evangelio. Sin embargo, el
énfasis no pocas veces recae en el esfuerzo, recurso o estrategia humanos. Es importante abrirnos al actuar
sobrenatural de Dios que va más allá de nuestro actuar humano. Corremos el peligro de imponer camisas de
fuerzas al evangelio o incluso de secularizar nuestros programas. El profeta nos recuerda que el obrar de

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Dios no vendrá con fuerza ni con ejército, sino con el Espíritu de Dios (Zac.4:6). No debemos atar el poder de
Dios a nuestras teologías, organizaciones o programas. Más bien debemos abrirnos al actuar milagroso de
Dios sea en la vida personal o en la vida de las comunidades en las cuales trabajamos. La realidad de
violencia o de corrupción nos deben llevar a una profunda vida de oración y dependencia de su obrar
poderoso.

Entre estas verdades está el empoderamiento del Espíritu Santo. El ejemplo por excelencia es nuestro Señor
Jesucristo. Siendo Dios mismo realizó su ministerio empoderado por el Espíritu Santo: “Dios ungió con el
Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los
oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hch.10:30 Cf. Lc.4:16-21). Coloca la misión en el plano
de una dependencia personal y permanente del obrar poderoso del Espíritu Santo. El poder del reino se hizo
presente en la historia a partir de la venida de Jesús. Nos introduce a la esfera del poder de Dios para
enfrentar la vida y la misión. Jesús realizó su ministerio en dependencia del Espíritu Santo. De esta demanda
se desprende una vida de oración. Su vida de oración fue el espacio para su encuentro personal con su Padre
y para discernir su voluntad. Su modelo debe motivarnos a depender del Espíritu, y a percibir su obrar más
allá de nuestras agendas. El Espíritu obra como él quiere, provee los dones necesarios según su voluntad y
empodera en el caminar de la misión. No está atado a ningún patrón establecido. Iglesias y líderes que
nunca antes pensaron en misión integral, han sido motivados por el Espíritu como el caso de Agabo en la
iglesia de Antioquía (Hch.11:27-30). Es decir, su compromiso social no llegó de un proceso de reflexión
teológica, sino del escuchar y obedecer la voz del Espíritu Santo en su respectivo contexto. No dudamos que
el Espíritu no sólo motiva a favor de la diakonía cristiana, sino empodera a los cristianos para emprender en
su poder distintos campos del ser y quehacer humano.

Por otro lado, no debemos perder de vista el obrar de Dios en cuanto a sanidades y milagros. La integralidad
del evangelio implica el obrar milagroso de Dios. Jesucristo como subraya el autor de Hebreos, sigue siendo
el mismo ayer, hoy y por todos los siglos (He.13:8). Finalmente, debemos afirmar que el reino de Dios
enfrenta una lucha permanente con las fuerzas del mal. Jesús y sus discípulos no sólo enfrentaron un
sistema religioso obsoleto y un status político degradante, sino a huestes espirituales que trataron de
eliminarlos y detener su misión. Nosotros no estamos exentos de esta lucha. El avance de la luz enfrentará la
resistencia de las huestes del mal. Necesitamos recordar con Pablo que nuestra lucha no es contra carne y
sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo
(Ef.6:12). De acuerdo a los evangelios, Jesús empoderó a sus discípulos para enfrentar a las huestes
espirituales. Nosotros también en el caminar de la misión debemos confrontarlas: Sea que se manifiesten en
la opresión de personas o estén atrincheradas en estructuras de desigualdad. No debemos ser ingenuos o
soslayar la lucha espiritual sin que nos distraiga de la misión. Somos llamados a enfrentar las huestes
espirituales con la certeza de que Jesucristo las venció en la cruz y quitó a ellas su dominio (Col.2:13-14).

Conclusión

El llamado a participar en la transformación integral de nuestra nación debe nacer de nuestro compromiso
con el evangelio y la realidad de nuestros pueblos. Este llamado demanda a todo discípulo de Jesús a ser
ciudadano responsable en su mundo. Necesitamos ver la realidad con los ojos de de Jesús, sentir el dolor y
anhelos de nuestros pueblos con su corazón, y actuar a favor de su transformación integral con su
compasión. Si deseamos un mañana diferente, debemos asumir el desafío de transformar de manera
integral nuestro país hoy. El cambio tiene que empezar con nosotros. Llevará tiempo y se necesitarán varias
generaciones. Así que sin dejar de ver nuestras limitaciones o fragilidades, debemos fijar nuestra mirada en
el Señor de la historia, asumir este reto con la confianza de que el Espíritu nos empodera, y con el deseo de
que nuestro Padre celestial sea glorificado en todo, “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas”
(Ro.11:36)

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BIBLIOGRAFÍA

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